20 de maig 2018

PAPA PER ANNUM


Pentecostés: El “gran cambio” del Espíritu Santo

Homilía del Papa Francisco


(20 mayo 2018).- El Espíritu Santo es “la fuerza divina que cambia el mundo”, que protege contra el “envejecimiento interno” y “libera” a las personas interiormente para enfrentar los problemas, afirmó el Papa Francisco durante la Misa de Pentecostés que celebró en la Basílica de San Pedro este 20 de mayo de 2018. “El que vive según el Espíritu”, subrayó el Papa, “está en esta tensión espiritual: está vuelto a la fe, hacia Dios y hacia el mundo”.
El Espíritu libera a los espíritus paralizados por el miedo”, dijo el Papa en su homilía: “A quien se contenta con medias tintas, le da impulsos de dar. Él dilata los corazones estrechos. Anima a servir a quien se apoltrona en la comodidad. Hace caminar a aquel que cree que ya ha llegado. Hace soñar lo que cae en tibieza tibieza. ”
Ningún intento terrenal de cambiar las cosas satisface por completo el corazón del hombre”, dijo. Pero “el cambio del Espíritu es diferente: no revoluciona la vida que nos rodea, sino que cambia nuestro corazón … ¿Cómo lo hace? Renovando el corazón, transformarlo de pecador a perdonado. Este es el gran cambio. ”
Homilía del Papa Francisco
En la primera lectura, la venida del Espíritu Santo en Pentecostés se compara a «un viento que soplaba fuertemente» (Hch 2,2). ¿Qué significa esta imagen? El viento impetuoso nos hace pensar en una gran fuerza, pero que acaba en sí misma: es una fuerza que cambia la realidad. El viento trae cambios: corrientes cálidas cuando hace frío, frescas cuando hace calor, lluvia cuando hay sequía…
También el Espíritu Santo, aunque a nivel totalmente distinto, actúa así: Él es la fuerza divina que cambia el mundo. La Secuencia nos lo ha recordado: el Espíritu es «descanso de nuestro esfuerzo, gozo que enjuga las lágrimas»; y lo pedimos de esta manera: «Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas». Él entra en las situaciones y las transforma, cambia los corazones y cambia los acontecimientos.
Cambia los corazones. Jesús dijo a sus Apóstoles: «Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo […] y seréis mis testigos» (Hch 1,8). Y aconteció precisamente así: los discípulos, que al principio estaban llenos de miedo, atrincherados con las puertas cerradas también después de la resurrección del Maestro, son transformados por el Espíritu y, como anuncia Jesús en el Evangelio de hoy, “dan testimonio de él” (cf. Jn 15,27). De vacilantes pasan a ser valientes y, dejando Jerusalén, van hasta los confines del mundo. Llenos de temor cuando Jesús estaba con ellos; son valientes sin él, porque el Espíritu cambió sus corazones.
El Espíritu libera los corazones cerrados por el miedo. Vence las resistencias. A quien se conforma con medias tintas, le ofrece ímpetus de entrega. Ensancha los corazones estrechos. Anima a servir a quien se apoltrona en la comodidad. Hace caminar al que se cree que ya ha llegado. Hace soñar al que cae en tibieza. He aquí el cambio del corazón. Muchos prometen períodos de cambio, nuevos comienzos, renovaciones portentosas, pero la experiencia enseña que ningún esfuerzo terreno por cambiar las cosas satisface plenamente el corazón del hombre. El cambio del Espíritu es diferente: no revoluciona la vida a nuestro alrededor, pero cambia nuestro corazón; no nos libera de repente de los problemas, pero nos hace libres por dentro para afrontarlos; no nos da todo inmediatamente, sino que nos hace caminar con confianza, haciendo que no nos cansemos jamás de la vida.
El Espíritu mantiene joven el corazón. La juventud, a pesar de todos los esfuerzos para alargarla, antes o después pasa; el Espíritu, en cambio, es el que previene el único envejecimiento malsano, el interior. ¿Cómo lo hace? Renovando el corazón, transformándolo de pecador en perdonado. Este es el gran cambio: de culpables nos hace justos y, así, todo cambia, porque de esclavos del pecado pasamos a ser libres, de siervos a hijos, de descartados a valiosos, de decepcionados a esperanzados. De este modo, el Espíritu Santo hace que renazca la alegría, que florezca la paz en el corazón. En este día, aprendemos qué hacer cuando necesitamos un cambio verdadero. ¿Quién de nosotros no lo necesita? Sobre todo cuando estamos hundidos, cuando estamos cansados por el peso de la vida, cuando nuestras debilidades nos oprimen, cuando avanzar es difícil y amar parece imposible. Entonces necesitamos un fuerte “reconstituyente”: es él, la fuerza de Dios. Es él que, como profesamos en el “Credo”, «da la vida». Qué bien nos vendrá asumir cada día este reconstituyente de vida. Decir, cuando despertamos: “Ven, Espíritu Santo, ven a mi corazón, ven a mi jornada”. El Espíritu, después de cambiar los corazones, cambia los acontecimientos. Como el viento sopla por doquier, así él llega también a las situaciones más inimaginables.
En los Hechos de los Apóstoles —que es un libro que tenemos que conocer, donde el protagonista es el Espíritu— asistimos a un dinamismo continuo, lleno de sorpresas. Cuando los discípulos no se lo esperan, el Espíritu los envía a los gentiles. Abre nuevos caminos, como en el episodio del diácono Felipe. El Espíritu lo lleva por un camino desierto, de Jerusalén a Gaza —cómo suena doloroso hoy este nombre. Que el Espíritu cambie los corazones y los acontecimientos y conceda paz a Tierra Santa—. En aquel camino Felipe predica al funcionario etíope y lo bautiza; luego el Espíritu lo lleva a Azoto, después a Cesarea: siempre en situaciones nuevas, para que difunda la novedad de Dios. Luego está Pablo, que «encadenado por el Espíritu» (Hch 20,22), viaja hasta los más lejanos confines, llevando el Evangelio a pueblos que nunca había visto. Cuando está el Espíritu siempre sucede algo, cuando él sopla jamás existe calma.
Cuando la vida de nuestras comunidades atraviesa períodos de “flojedad”, donde se prefiere la tranquilidad doméstica a la novedad de Dios, es una mala señal. Quiere decir que se busca resguardarse del viento del Espíritu. Cuando se vive para la auto-conservación y no se va a los lejanos, no es un buen signo. El Espíritu sopla, pero nosotros arriamos las velas. Sin embargo, tantas veces hemos visto obrar maravillas. A menudo, precisamente en los períodos más oscuros, el Espíritu ha suscitado la santidad más luminosa. Él es el alma de la Iglesia, siempre la reanima de esperanza, la colma de alegría, la fecunda de novedad, le da brotes de vida. Como cuando, en una familia, nace un niño: trastorna los horarios, hace perder el sueño, pero lleva una alegría que renueva la vida, la impulsa hacia adelante, dilatándola en el amor. De este modo, el Espíritu trae un “sabor de infancia” a la Iglesia. Obra un continuo renacer. Reaviva el amor de los comienzos. El Espíritu recuerda a la Iglesia que, a pesar de sus siglos de historia, es siempre una veinteañera, la esposa joven de la que el Señor está apasionadamente enamorado. No nos cansemos por tanto de invitar al Espíritu a nuestros ambientes, de invocarlo antes de nuestras actividades: “Ven, Espíritu Santo”.
Él traerá su fuerza de cambio, una fuerza única que es, por así decir, al mismo tiempo centrípeta y centrífuga. Es centrípeta, es decir empuja hacia el centro, porque actúa en lo más profundo del corazón. Trae unidad en la fragmentariedad, paz en las aflicciones, fortaleza en las tentaciones. Lo recuerda Pablo en la segunda lectura, escribiendo que el fruto del Espíritu es alegría, paz, fidelidad, dominio de sí (cf. Ga 5,22). El Espíritu regala la intimidad con Dios, la fuerza interior para ir adelante. Pero al mismo tiempo él es fuerza centrífuga, es decir empuja hacia el exterior. El que lleva al centro es el mismo que manda a la periferia, hacia toda periferia humana; aquel que nos revela a Dios nos empuja hacia los hermanos. Envía, convierte en testigos y por eso infunde —escribe Pablo— amor, misericordia, bondad, mansedumbre. Solo en el Espíritu Consolador decimos palabras de vida y alentamos realmente a los demás.
Quien vive según el Espíritu está en esta tensión espiritual: se encuentra orientado a la vez hacia Dios y hacia el mundo. Pidámosle que seamos así. Espíritu Santo, viento impetuoso de Dios, sopla sobre nosotros. Sopla en nuestros corazones y haznos respirar la ternura del Padre. Sopla sobre la Iglesia y empújala hasta los confines lejanos para que, llevada por ti, no lleve nada más que a ti. Sopla sobre el mundo el calor suave de la paz y la brisa que restaura la esperanza. Ven, Espíritu Santo, cámbianos por dentro y renueva la faz de la tierra. Amén.   
21.05.18




La Iglesia es femenina: Es Esposa y Madre” predica el Papa en Santa Marta

Misa matutina en la fiesta de la Virgen

(21 mayo 2018).- “La primera virtud de una mamá es la ternura” recordó el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta, en la primera memoria de la Bienaventurada ‘Virgen María, Madre de la Iglesia’.
En su reflexión, el Santo Padre ha afirmado que “la Iglesia es femenina”, “es madre” y cuando falta este rasgo que la identifica se convierte “en una asociación de beneficencia o en un equipo de fútbol” –indica ‘Vatican News’–.
En cambio, cuando “es una Iglesia masculina”, se convierte, tristemente, “en una Iglesia de solterones”, “incapaces de amor, incapaces de fecundidad”, ha advertido el Pontífice.
El pasado 3 de marzo, la Santa Sede publicó el Decreto “Ecclesia Mater de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, en que el que se institucionalizó la fiesta de la Virgen María, Madre de la Iglesia.
Lo importante es que la Iglesia sea mujer –ha predicado el Papa– que tenga esta actitud de esposa y de madre. Cuando olvidamos esto, es una Iglesia masculina, sin esta dimensión, y tristemente se convierte en una Iglesia de solterones, que viven en este aislamiento, incapaces de amor, incapaces de fecundidad. Sin la mujer la Iglesia no  va adelante, porque ella es mujer. Y esta actitud de mujer le viene de María, porque Jesús así lo ha querido”.
Camino de la ternura
En este sentido, Francisco ha explicado que la Iglesia es “femenina”, porque es ‘iglesia, ‘esposa’: es femenina. Y es madre, da a la luz. Esposa y madre. Y los Padres van más allá y dicen: ‘También tu alma es esposa de Cristo y madre’. Y en esta actitud que viene de María, que es Madre de la Iglesia; de esta actitud podemos comprender esta dimensión femenina de la Iglesia que cuando falta, hace que la Iglesia pierda su verdadera identidad y se convierta en una asociación de beneficencia o en un equipo de fútbol, o en cualquier cosa, pero no en la Iglesia”.
Una Iglesia que es madre va por el camino de la ternura. Conoce el lenguaje de tanta sabiduría de las caricias, del silencio, de la mirada que sabe de compasión, que sabe de silencio –ha matizado el pontífice– Y, asimismo, un alma, una persona que vive esta pertenencia a la Iglesia, sabiendo que también es madre debe ir por el mismo camino: una persona dócil, tierna, sonriente y llena de amor”.    
22.05.18


No es pecado criticar al Papa aquí” dijo Francisco a los obispos italianos

En la 71ª Asamblea General – Discurso del Papa

( 22 mayo 2018).- En su discurso, Francisco animó a los obispos italianos a que le dirigieran “preguntas, ansiedades y críticas”, advirtiendo de que “no es pecado criticar al Papa aquí”, refiriéndose a la asamblea.
El Papa inauguró ayer, 21 de mayo de 2018, la primera jornada de la 71ª Asamblea General de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI), que tienen lugar en el Vaticano a partir de hoy hasta el 24 de mayo y cuyo tema es “Qué presencia eclesial en el contexto comunicativo actual”.
Os doy las gracias por este encuentro, que me gustaría que fuera un tiempo de diálogo y reflexión”, –aclaró el Obispo de Roma–.
Coincidiendo con la primera fiesta de la Bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia, el Papa compartió con los prelados 3 preocupaciones, que quiso anunciarles no para “apalearos” –dijo Francisco–, sino “para decir que me preocupan estas cosas”.
Así, el Sumo Pontífice indicó que su preocupaciones son: la falta de vocaciones, la pobreza evangélica y la transparencia de los obispos, y la reducción y agrupamiento de las diócesis.
Discurso del Papa Francisco
Queridos hermanos, ¡buenas tardes!
Bienvenidos al Vaticano. Pero creo que esta sala [la del Sínodo] está en el Vaticano solo cuando está el Papa, porque está en territorio italiano. También el Aula Pablo VI … Dicen que es así, ¿no es verdad?
Muchas gracias por vuestra presencia para inaugurar esta jornada de María Madre de la Iglesia. Decimos de todo corazón, todos juntos: “Monstra te esse matrem“. Siempre: “Monstra te esse matrem“. Es la oración: “Haznos sentir que eres la madre”, que no estamos solos, que nos acompañas como madre. Es la maternidad de la Iglesia, de la Santa Madre Iglesia Jerárquica, que está reunida aquí … Pero que sea  madre. “Santa Madre Iglesia Jerárquica “, así le gustaba decir a San Ignacio [de Loyola]. Que María, nuestra Madre, nos ayude para que la Iglesia sea madre. Y, siguiendo la inspiración de los padres, que nuestra alma también sea madre. Las tres mujeres: María, la Iglesia y nuestra alma. Las tres madres. Que la Iglesia sea Madre, que nuestra alma sea Madre.
Os doy las gracias por este encuentro, que me gustaría que fuera un tiempo de diálogo y reflexión. Pensé, después de agradeceros todo el trabajo que hacéis,- ¡es bastante! -, compartir con vosotros tres preocupaciones mías, pero no para “apalearos”, no, sino para decir que me preocupan estas cosas, y veréis… Y para daros la palabra para que me dirijáis todas las preguntas, las ansiedades, las críticas – ¡no es pecado criticar al Papa aquí!- No es un pecado, se puede hacer, y las inspiraciones que lleváis en el corazón.
Lo primero que me preocupa es la crisis de las vocaciones. ¡Es nuestra paternidad la que está en juego! De esta preocupación, efectivamente, de esta hemorragia de vocaciones, hablé durante la Plenaria de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, explicando que es el fruto envenenado de la cultura de lo provisional, del relativismo y de la dictadura del dinero, que aleja a los jóvenes de la vida consagrada; acompañada, sin duda, por la trágica disminución de los nacimientos, este “invierno demográfico”, así como de los escándalos y del testimonio tibio. ¿Cuántos seminarios, iglesias y monasterios y conventos se cerrarán en los próximos años debido a la falta de vocaciones? Dios sabe. Es triste ver esta tierra, que ha sido durante muchos siglos fértil y generosa para dar misioneros, monjas, sacerdotes llenos de celo apostólico, junto con el viejo continente entrar en una esterilidad vocacional sin buscar remedios efectivos. ¡Yo creo que se buscan, pero no logramos encontrarlos!
Propongo una más concreta – porque debemos comenzar con cosas prácticas, las que están en nuestras manos -, propongo un intercambio fidei donum más concreto y generoso entre las diócesis italianas, que sin duda enriquecerá a todas las diócesis, las que dan y las que reciben, fortaleciendo el sensus ecclesiae y el sensus fidei en los corazones del clero y de los fieles. Ya veréis, si podéis … Hacer un intercambio de [sacerdotes] fidei donum de una diócesis a otra. Pienso en algunas diócesis de Piamonte: hay una gran aridez … Y pienso en Puglia, donde hay una superabundancia … Pensad, una bella creatividad: un sistema fidei donum dentro de Italia. Alguien sonríe … Pero veamos si sois capaces de hacerlo.
Segunda preocupación: pobreza evangélica y transparencia. Para mí, siempre, -porque lo aprendí como jesuita en la constitución-, la pobreza es “madre” y es “muro” de la vida apostólica. Es madre porque la hace nacer  y muro porque la protege. Sin pobreza no hay celo apostólico, no hay vida de servicio a los demás … Es una preocupación que se refiere al dinero y a la transparencia. En realidad, el  que cree no puede hablar de pobreza y vivir como un faraón. A veces se ven estas cosas … Es un contra- testimonio hablar de pobreza y llevar una vida de lujo; y es muy escandaloso tratar el dinero sin transparencia o administrar los bienes de la Iglesia como si fueran bienes personales. Conocéis los escándalos financieros que han tenido lugar en algunas diócesis … Por favor, me duele mucho escuchar que un eclesiástico se ha hecho manipular poniéndose en situaciones que exceden sus capacidades o lo que es peor, administrando de forma deshonesta “las monedas de la viuda”. Tenemos el deber de administrar con reglas ejemplares, claras y comunes, de las que un día daremos cuenta al dueño del viñedo. Pienso en uno de vosotros, por ejemplo, -lo conozco muy bien-, que nunca, nunca invita a cenar o a almorzar con el dinero de la diócesis: paga de su bolsillo, de lo contrario, no invita. Pequeños gestos, como un propósito hecho en los ejercicios espirituales. Tenemos el deber de administrar con reglas ejemplares, claras y comunes, de las que un día daremos cuenta al dueño del viñedo.. Soy consciente, -quiero decirlo-  y estoy agradecido de que en la CEI se haya logrado mucho en los últimos años, sobre todo, en el camino de la pobreza y de la transparencia. Un buen trabajo de transparencia. Pero hay que hacer todavía algo más sobre algunas cosas, pero luego hablaré de eso.
Y la tercera preocupación es la reducción y la unificación de las diócesis. No es fácil, porque, especialmente en este momento … El año pasado estábamos a punto de unificar una, pero los de allí vinieron y dijeron: “La diócesis es pequeña … Padre, ¿por qué hace esto? La universidad se ha ido; han cerrado una escuela; ya no hay alcalde, hay un delegado; y ahora también vosotros … “. Y uno siente este dolor y dice: “Que el obispo se quede, porque sufren”. Pero creo que hay diócesis que pueden unificarse. Ya planteé esta cuestión el 23 de mayo de 2013, o sea la reducción de las diócesis italianas. Se trata, ciertamente, de una necesidad pastoral, estudiada y examinada varias veces, -ya lo sabéis-  incluso antes del Concordato de 1929. De hecho, Pablo VI en  1964, interviniendo el 14 de abril en la Asamblea de Obispos, habló de “un número excesivo de diócesis”; y más tarde, el 23 de junio, 1966, planteó de nuevo el tema en su encuentro con la Asamblea de la CEI diciendo: “Por lo tanto será necesario ajustar los límites de algunas diócesis, pero más que nada habrá que proceder a la fusión de algunas diócesis, de modo que la circunscripción resultante tenga una extensión territorial, una consistencia demográfica, una dotación de clero y de obras adecuadas para sostener  una organización diocesana verdaderamente funcional y desarrollar una actividad pastoral eficaz y unitaria “. Hasta aquí Pablo VI. También la Congregación para los Obispos en 2016 – pero yo hablé en 2013- pidió a las conferencias episcopales regionales que enviasen sus pareceres a la Secretaría General de la CEI acerca de un proyecto de reorganización de las diócesis.Así que estamos hablando de un tema pasado y actual, que se ha arrastrado demasiado tiempo, y creo que haya llegado la hora de concluir pronto. Es fácil hacerlo, es fácil… Tal vez haya un caso o dos que no se puedan hacer ahora por lo que dije antes, -porque es una tierra abandonada-, pero se puede hacer algo.
Estas son las tres preocupaciones mías que quería compartir con vosotros como puntos de reflexión. Ahora os dejo la palabra y os agradezco la parresía. Muchas gracias.  
23.05.18



Confirmación: Nuevo ciclo de catequesis en la audiencia general

Palabras del Santo Padre en español

(23 mayo 2018).- En la confirmación, Cristo “nos colma con su Espíritu” y “nos consagra como testigos suyos, nos hace partícipes de su misma vida y misión”, ha anunciado el Papa Francisco en la audiencia general.
Hoy, el Santo Padre ha iniciado un nuevo ciclo de catequesis del sacramento de la Confirmación, en la audiencia general celebrada en la plaza de San Pedro, la mañana de miércoles, 23 de mayo de 2018, tras finalizar las reflexiones sobre el Bautismo.
Testimonio cristiano
Francisco ha explicado en castellano –tras pronunciar la catequesis completa en italiano– que “el testimonio cristiano consiste en hacer todo lo que el Espíritu de Cristo nos pide, dándonos su gracia para cumplirlo”.
En este sentido, el Pontífice ha descrito que el sacramento se llama así porque “confirma el Bautismo y robustece la gracia bautismal”.
Se llama también crismación –ha matizado–, porque con la unción del crisma se recibe al Espíritu Santo, “para que el cristiano se conforme cada vez más a Cristo y se comporte siempre como hijo de Dios”.
Impulso misionero
Los Apóstoles, sobre los cuales descendió con su fuerza el Espíritu Santo el día de Pentecostés, recibieron el impulso misionero de “entregar sus vidas por la santificación de los hombres, para gloria de Dios” ha indicado el Pontífice.
Cristo fue ungido por el Espíritu Santo –ha recordado Francisco– y toda su vida estuvo animada por el Espíritu; de la misma manera, la vida de la Iglesia, y de cada uno de nosotros, ha de estar guiada por el mismo Espíritu.   


Catequesis del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Después de la catequesis sobre el Bautismo, estos días que siguen a la solemnidad de Pentecostés nos invitan a reflexionar sobre el testimonio que el Espíritu suscita en los bautizados, poniendo sus vidas en movimiento, abriéndolas al bien de los demás. Jesús confió a sus discípulos una gran misión: “Vosotros sois la sal de la tierra, vosotros sois la luz del mundo” (Mt 5, 13-16). Estas son imágenes que nos hacen pensar en nuestro comportamiento, porque tanto la falta de sal como su exceso vuelven poco apetecible la comida, así como la ausencia y el exceso de luz nos impiden ver. El que puede hacernos realmente sal que da sabor y conserva de la corrupción y luz que ilumina el mundo es solo el Espíritu de Cristo. Y este es el don que recibimos en el Sacramento de la Confirmación o Crismación, sobre el que deseo detenerme y reflexionar con vosotros. Se llama “Confirmación” porque confirma el Bautismo y refuerza su gracia (véase Catecismo de la Iglesia Católica, 1289); así como “Crismación“, porque recibimos el Espíritu a través de la unción con el “crisma” –aceite mezclado con fragancias consagrado por el obispo – un término que se refiere a “Cristo”, el ungido del Espíritu Santo.
Renacer a la vida divina en el Bautismo es el primer paso. Por lo tanto es necesario que nos comportemos como hijos de Dios, es decir, que nos conformemos al Cristo que obra en la santa Iglesia, dejándonos involucrar en su misión en el mundo. Esto es lo que otorga la unción del Espíritu Santo: “ Mira el vacío del hombre si Tú le faltas por dentro” (véase Secuencia de Pentecostés). Sin la fuerza del Espíritu Santo no podemos hacer nada: el Espíritu es el que nos da fuerzas para ir adelante. Como toda la vida de Jesús estuvo animada por el Espíritu, así también la vida de la Iglesia y de cada uno de sus miembros está bajo la guía del mismo Espíritu.
Concebido por la Virgen por obra el Espíritu Santo, Jesús emprende su misión después de que, salido del agua del Jordán, es consagrado por el Espíritu que desciende y permanece sobre Él (cf Mc 1,10; Jn 1:32). Él lo declara explícitamente en la sinagoga de Nazaret. ¡Es hermoso como se presenta Jesús, cual es el carnet de identidad de Jesús en la sinagoga de Nazaret! Escuchemos como hace: “El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva”(Lc4, 18). Jesús se presenta en la sinagoga de su pueblo como el Ungido, El que ha sido ungido por el Espíritu.

Jesús está lleno del Espíritu Santo y es la fuente del Espíritu prometido por el Padre (Jn 15, 26; Lc 24, 39; Hch 1, 8, 2.33). En realidad, en la noche de Pascua el Resucitado sopló sobre los discípulos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo” (Jn 20,22); y en el día de Pentecostés, la fuerza del Espíritu desciende sobre los Apóstoles de forma extraordinaria (véase Hechos 2: 1-4), como sabemos.
El “Respiro” de Cristo resucitado llena los pulmones de la Iglesia de vida y, en efecto, las bocas de los discípulos, “llenos del Espíritu Santo”, se abren para proclamar a todos las grandes obras de Dios (véase Hechos 2: 1-11).
Pentecostés – que celebramos el domingo pasado- es para la Iglesia  lo que para Cristo fue  la unción del Espíritu recibida en el Jordán; es decir, Pentecostés es  el impulso misionero a consumir la vida por la santificación de los hombres, para gloria de Dios. Si en todo sacramento obra el Espíritu, de manera especial es en la Confirmación en el cual “los fieles reciben como don el Espíritu Santo ” (Pablo VI, Const. ap., Divinae consortium naturae). Y en el momento de efectuar la unción, el obispo dice estas palabras: “Recibe al Espíritu Santo que te ha sido dado en don”: es el gran don de Dios, el Espíritu Santo. Y todos nosotros llevamos al Espíritu dentro. El Espíritu está en nuestro corazón, en nuestra alma. Y el Espíritu nos guía en la vida para que nos convirtamos en sal justa y luz justa para los hombres.
Si en el bautismo es el Espíritu Santo quien nos sumerge en Cristo, en la Confirmación es Cristo quien nos llena de su Espíritu, consagrándonos como testigos suyos, partícipes del mismo principio de vida y de misión, según el diseño del Padre celestial. El testimonio que dan los confirmados manifiesta la recepción del Espíritu Santo y la docilidad a su inspiración creativa. Yo me pregunto: ¿Cómo vemos que hemos recibido el Don del Espíritu? Si realizamos las obras del Espíritu, si pronunciamos palabras enseñadas por el Espíritu (véase 1 Cor 2:13). El testimonio cristiano consiste en hacer solo y todo lo que el Espíritu de Cristo nos pide, otorgándonos la fuerza  para hacerlo.
24.05.18


Santa Marta: Para ser libre de cara a las riquezas

Tomar distancia y orar al Señor


(24 mayo 2018).- “Para ser libre de cara a las riquezas, es necesario distanciarse y orar al Señor”, dijo el Papa Francisco en la misa de la mañana en este 24 de mayo de 2018, en la capilla de la Casa Santa Marta.“Si el Señor te ha dado riquezas, es para dárselas a los otros, para hacer en su nombre tanto bien por los demás”, agregó.
En su homilía informada por Vatican News en italiano, el Papa se refirió a la primera lectura donde Santiago amonesta a los ricos “con fuerza” sin “medias palabras”: “¡Ay de los ricos!”. Si hoy existiera tal predicación, los periódicos del día siguiente dirían: “¡Este sacerdote es comunista!”, añadió.
Pero la pobreza está en el centro del Evangelio”, dijo el Papa: la predicación sobre la pobreza está en el centro de la predicación de Jesús: “Bienaventurados los pobres” es la primera de las Bienaventuranzas, es la carta de identidad con el que Jesús se presenta … Pero nosotros siempre tenemos esta debilidad para suprimir esta predicación sobre la pobreza creyendo que se trata de algo social, de política. ¡No! Es el Evangelio puro”.
¿Por qué San Santiago hace una predicación “tan dura?”  Porque las riquezas son “una idolatría”, una “seducción”, ha respondido el Papa Francisco: “no podemos servir a dos señores: o sirves a Dios o sirves a las riquezas” porque “te agarran y no te sueltan”.
La riqueza los convierte en “esclavos”, van en contra del “primer mandamiento”, amar a Dios y “el segundo mandamiento”, amar al prójimo “porque destruyen las relaciones armoniosas entre los hombres”, “arruinan la vida” “arruinan el alma”. Las riquezas “nos hacen egoístas”.
Y el Papa reprende: Incluso aquí, en Italia, para salvar los grandes capitales, se deja a la gente sin trabajo. Va contra el segundo mandamiento y quién hace esto: “¡Ay de ti!”. Yo no, Jesús. Ay de ustedes que explotáis a la gente, que explotáis el trabajo, que pagáis en negro, que no pagáis la contribución para las jubilaciones, que no dais vacaciones – dijo el Papa Francisco – ¡Ay de ti! Hacer “descuentos”, hacer estafas sobre aquello que se debe pagar, sobre el salario, es un pecado, es pecado…. “No, padre, voy a misa todos los domingos y voy a esta asociación católica y soy muy católico y hago la novena por eso…”. ¿Pero luego no pagas? Esta injusticia es un pecado mortal. No estás en la gracia de Dios. No lo digo yo, lo dice Jesús, lo dice el Apóstol Santiago. Es por eso que las riquezas te alejan del segundo mandamiento, del amor al prójimo.

En conclusión, el Papa Francisco invitó a “rezar un poco más y hacer un poco más de penitencia”: “No eres libre frente a las riquezas. Para ser libre frente a las riquezas, debe tomar distancia y orar al Señor. Si el Señor te ha dado riquezas, es para dárselas a los otros, para hacer en su nombre tanto bien para los otros. Pero las riquezas tienen esta capacidad de seducirnos y caemos en esta seducción, somos esclavos de las riquezas”.   
25.05.18



Belleza del matrimonio: Hombre y mujer, imagen y semejanza de Dios

Reflexión del Papa en Santa Marta


(25 mayo 2018).- Francisco ha recordado que el hombre y la mujer han sido creados “a imagen y semejanza de Dios” y el mismo matrimonio se convierte así en su imagen. Por esta razón –ha dicho Papa– es tan bello: “El matrimonio es una predicación silenciosa para todos los demás, una predicación de todos los días”.
Francisco ha reflexionado sobre la belleza del matrimonio en la Misa matutina, celebrada en Santa Marta, el viernes, 25 de mayo de 2018, en la que han participado 7 parejas que festejan algunas el 50° otras y el 25° aniversario de matrimonio.
¡Miren que el amor es posible!’. Y el amor es capaz de hacer vivir enamorados durante toda una vida: en la alegría y en el dolor, con el problema de los hijos y el problema propio… pero ir siempre adelante. En la salud y en la enfermedad, ir siempre adelante. Ésta es la belleza”, ha aclarado el Pontífice.
Es verdad que hay dificultades -ha continuado– hay problemas con los hijos o en la misma pareja, discusiones, peleas… pero lo importante es que la carne permanezca una y se superan, se superan, se superan. Y éste no es sólo un sacramento para ellos, sino también para la Iglesia, como si fuera un sacramento que che llama la atención.
Una predicación silenciosa 
El hombre y la mujer han sido creados a imagen y semejanza de Dios y el mismo matrimonio se convierte así en su imagen. Por esta razón, dijo el Papa, es tan bello: “El matrimonio es una predicación silenciosa para todos los demás, una predicación de todos los días”.
La pregunta que le plantean a Jesús los fariseos se refiere al matrimonio: “Quieren saber si es lícito o no a un marido repudiar a su propia esposa. Pero –ha dicho Francisco– el Señor va más allá, y llega hasta la Creación, y habla del matrimonio como algo de lo más bello que Dios ha creado en aquellos siete días”.
Desde el inicio de la creación, Dios los hizo macho y hembra. Por esta razón el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y los dos se convertirán en una carne sola”, ha explicado Francisco.
Una carne que no se puede dividir
Es fuerte lo que dice el Señor”, comentó el Papa. Habla de “una carne” que no se puede dividir. Jesús “deja el problema de la separación y va a la belleza de la pareja”.
Y el Papa recomienda: “Nosotros no debemos detenernos, como estos Doctores, en ‘se puede’, o ‘no se puede’ dividir un matrimonio. A veces está la desgracia de que el matrimonio no funciona y es mejor separarse para evitar una guerra mundial –ha dicho– pero ésta es una desgracia. Vayamos a ver lo positivo”.   
26.05.18

Francisco aconseja a los policías de Roma que no pierdan nunca la ternura



(25 mayo 2018).- “La familia es el lugar de la ternura. Por favor, ¡no perdáis nunca la ternura! Y esta época falta de ternura, hay que reencontrarla, y la familia puede ayudarnos ahora”: ha dicho el Papa Francisco a los directivos y personal de la Comisaría de Policía de Roma.
Esta mañana, a las 12 horas, en el Aula Pablo VI, el Santo Padre ha recibido en audiencia a los directivos y al personal de la Comisaría de Roma y de la Dirección Central de Sanidad del Departamento de Seguridad Pública con sus familiares. Estaban presentes también los familiares de las víctimas del terrorismo y de los caídos en cumplimiento del deber.


Desde el inicio de la creación, Dios los hizo macho y hembra. Por esta razón el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y los dos se convertirán en una carne sola”, ha explicado Francisco.
Una carne que no se puede dividir
Es fuerte lo que dice el Señor”, comentó el Papa. Habla de “una carne” que no se puede dividir. Jesús “deja el problema de la separación y va a la belleza de la pareja”.
Y el Papa recomienda: “Nosotros no debemos detenernos, como estos Doctores, en ‘se puede’, o ‘no se puede’ dividir un matrimonio. A veces está la desgracia de que el matrimonio no funciona y es mejor separarse para evitar una guerra mundial –ha dicho– pero ésta es una desgracia. Vayamos a ver lo positivo”.
Discurso del Papa Francisco
Señor Jefe de Policía, distinguidas Autoridades, queridos familiares de las víctimas del terrorismo y del deber, queridos funcionarios, agentes y personal civil de la Policía de Estado:
Os doy la bienvenida y agradezco al Jefe de la Policía sus palabras. A él y a todos vosotros os expreso nuevamente mi reconocimiento a la Policía de Estado por el servicio que presta al Papa y a la Iglesia.
Cuando vuestro capellán me solicitó una audiencia para los funcionarios de la Policía de Estado de la Comisaría de Roma y la Dirección Central de Sanidad del Departamento de la Seguridad Pública junto a sus familias, me alegré inmediatamente. Encontraros, con vuestros hijos, vuestras mujeres, maridos, padres, ¡me da alegría! Miraros a los ojos, daros la mano, acariciar a vuestros niños ensancha los corazones, nos acerca y nos une en la alabanza y en el agradecimiento al Señor. ¡Gracias por haber venido con vuestras familias, gracias!.
La familia es la primera comunidad donde se enseña y se aprende a amar. Y también es el contexto privilegiado en el que se enseña y se aprende la fe, se aprende a hacer el bien.  Y estas cosas, la fe, el amor, el hacer el bien, se aprenden solamente “en dialecto”, el dialecto de la familia. No se aprenden en otro idioma. Se aprenden en dialecto, el dialecto de la familia. La buena salud de la familia es decisiva para el futuro del mundo y de la Iglesia, considerando  los múltiples retos y dificultades que hoy se presentan en la vida de cada día. Efectivamente, cuando se encuentra una realidad amarga, cuando se siente el dolor, cuando irrumpe la experiencia del mal o de la violencia, es en la familia, en su comunión de vida y amor que todo se puede comprender y superar.
La familia misma, así como toda realidad humana, está marcada por el sufrimiento. Muchas páginas de la Biblia lo demuestran: la violencia fratricida de Caín sobre Abel, las peleas entre los hijos y las mujeres de Abraham, Isaac y Jacob, las tragedias que afectan a David, el sufrimiento de Tobías, el dolor de Job. También la vida de la Santa Familia conoció contradicciones dolorosas, como la huida de María y José que fueron exiliados en Egipto con el niño Jesús. María meditaba sobre todas estas experiencias en su corazón, y Jesús, hijo de Dios e hijo de María, por su parte ve, escucha, sufre y se alegra, experimentando en su corazón las vicisitudes de las personas que encuentra: la suegra de Pedro que está en la cama enferma, Marta y María que lloran por la muerte del hermano Lázaro, la viuda de Naim que perdió a su único hijo, el centurión afectado por la enfermedad de un ser querido… Jesús siempre es capaz de medirse con las personas que le implorar por su salud o que lloran desconsoladas.
Siguiendo el ejemplo de Jesús, la Iglesia también, en su camino cotidiano, conoce las ansiedades y las tensiones de la familia, los conflictos de generaciones, las violencias domésticas, las dificultades económicas, la precariedad del trabajo… Reflejándose cada día en el Evangelio, la Iglesia está guiada por el Espíritu Santo para estar cerca de las familias, como compañera de viaje, sobre todo de las que atraviesan por alguna crisis o viven algún dolor, y también para indicar el destino final, donde la muerte y el dolor desaparecerán para siempre.
Durante el camino de la vida Jesús nunca nos abandona: Él sigue y acompaña con misericordia a todos los seres humanos, en particular a las familias, que santifica en el amor. Su presencia se manifiesta por medio de la ternura, de las caricias, del abrazo de una madre, de un padre, de un hijo. La familia es el lugar de la ternura. Por favor, ¡no perdáis nunca la ternura! Y esta época falta de ternura, hay que reencontrarla, y la familia puede ayudarnos ahora. Por esta razón en las Escrituras Dios se muestra padre así como madre que cuida y se inclina en el gesto de acercar al seno y dar de comer.
La Iglesia, como una madre cariñosa, nos enseña a permanecer firmes en Dios, ese Dios que nos ama y nos sostiene. A partir de esta experiencia interior fundamental es posible llegar a sostener todas las contrariedades y las vicisitudes de la vida, las agresiones del mundo, las infidelidades y los defectos nuestros y de los demás. Y solo partiendo de esa sólida experiencia interior podemos ser santos en la perseverancia del bien, que con la gracia de Dios vence todo mal.
También la fe se transmite en la familia. Aquí se aprende a rezar, la oración humilde, simple y al mismo tiempo abierta hacia la esperanza, acompañada por la alegría, la alegría verdadera, que procede de una armonía entre las personas, de la belleza de estar juntos y apoyarnos el uno al otro en el camino de la vida, aunque conscientes de todos nuestros límites.
La época en que vivimos está caracterizada por profundos cambios. Lo experimentáis continuamente en vuestro trabajo, sea en las investigaciones que en las calles, especialmente en una ciudad como Roma. Y la experiencia familiar os ayuda también en esto, porque os da equilibrio humano, sabiduría, valores a seguir. Una buena familia transmite también los valores civiles, educa a sentirse parte del cuerpo social, a comportarse como ciudadanos leales y honestos. Una nación no se rige si las familias no cumplen esta tarea. La primera educación cívica se recibe–también esa en dialecto- en la familia.
Queridos hermanos y hermanas, os doy las gracias por esta visita y os acompaño con mi grato  recuerdo en la oración. ¡Qué la Familia de Nazaret y San Miguel Arcángel, vuestro patrón, ayuden a todas vuestras familias y a la grande familia de la Policía de Estado! ¡Gracias!Recemos a la Virgen, nuestra Madre, para que bendiga a todos los policías, a las familias de los policías y los ayude a salir adelante con valor, mansedumbre y ternura.
27.05.18


Ángelus: El significado de la vida es el amor infinito y concreto de Dios

Un “océano de amor”


(27 mayo 2018).-  “El sentido de la vida es el amor infinito y concreto del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”, un “océano de amor”, explica el Papa Francisco: el amor de un Dios cercano, que conoce a todos y quiere difundir su vida y amor en todo el mundo, gracias a la misión de los bautizados.
El Papa Francisco presidió la oración del Ángelus del mediodía este domingo, 27 de mayo de 2018, en la fiesta de la Santísima Trinidad, en la Plaza de San Pedro, en presencia de unas 25,000 personas.
El Papa hizo hincapié en la alegría que acompaña a la misión del cristiano: “la alegría es un poco el primer idioma del cristiano”.
También enfatizó que la persona bautizada no está sola, no solo porque Dios está con él, sino porque es parte de un “pueblo”.
Después del Ángelus, el Papa saludó a varios grupos y se refirió a la beatificación, ayer, sábado, 27 de mayo en Piacenza (Italia), de Sor Leonela, muerta en Somalia en Mogadiscio en 2006. El Papa invitó a orar con él un “Ave María” por la paz en África y ha  invocado a Nuestra Señora de África.
Palabras del Papa antes del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! Hoy, domingo después de Pentecostés, celebramos la fiesta de la Santísima Trinidad. Una fiesta para contemplar y alabar el misterio del Dios de Jesucristo, que es uno en la comunión de tres Personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Para celebrar con asombro siempre nuevo al Dios-Amor, que nos ofrece su vida gratuitamente y nos pide que la divulguemos en el mundo.
Las lecturas bíblicas de hoy nos hacen comprender que Dios no quiere revelarnos que Él existe, sino que Él es el “Dios con nosotros”, cercano a nosotros, que nos ama, que camina con nosotros, está interesado en nuestra historia personal y se ocupa de todos, empezando por los más pequeños y los más necesitados. Él “es Dios allá arriba en los cielos” pero también “aquí abajo en la tierra” (Dt 4:39).
Por lo tanto, no creemos en una entidad distante, ¡no! En una entidad indiferente, ¡no! sino, al contrario, en el Amor que creó el universo y engendró un pueblo, se hizo carne, murió y resucitó por nosotros, y en tanto que  Espíritu Santo, transforma todo y conduce todo a su plenitud.
San Pablo (Rm 8: 14-17), quien personalmente experimentó esta transformación hecha por el Dio de Amor, nos comunica su deseo de ser llamado Padre, o más bien “Papá” – Dios es “nuestro Papá” -, con la confianza total de un niño que se abandona en los brazos de quien le dio la vida. Al actuar en nosotros, el Espíritu Santo – nuevamente recuerda al Apóstol – se asegura de que Jesucristo no se reduzca a un personaje del pasado, no, sino que lo sentimos cercano, nuestro contemporáneo, y que hacemos la experiencia de la alegría de ser hijos amados por Dios. Finalmente, en el Evangelio, el Señor resucitado promete permanecer con nosotros para siempre. Y es precisamente por su presencia y la fuerza de su Espíritu que podemos cumplir serenamente la misión que nos confía. ¿Cuál es esta misión? Anunciar su Evangelio y testimoniar a todos ellos y así dilatar la comunión con Él y la alegría que de Él se deriva. Al caminar con nosotros, Dios nos llena de alegría y la alegría es un poco el primer idioma del cristiano.
Por lo tanto, la fiesta de la Santísima Trinidad nos hace contemplar el misterio un de Dios que constantemente crea, redime y santifica, siempre con amor y por amor, y que da a cada criatura que lo acoge reflejar un rayo de su belleza, de su bondad y de su verdad. Siempre ha elegido caminar con la humanidad y formar un pueblo que sea una bendición para todas las naciones y para todas las personas, sin excluir a nadie. El cristiano no es una persona aislada, pertenece a un pueblo: este pueblo que Dios forma. No puede haber cristianos sin esta pertenencia ni esta comunión. Somos su pueblo, el pueblo de Dios.
Que la Virgen María nos ayude cumplir con alegría la misión de testimoniar al mundo, sediento de amor, que  el sentido de la vida es precisamente el amor infinito y concreto del Padre, el Hijo y del Espíritu Santo.    
28.05.18



Santa Marta: La alegría no es “ser divertido”, es la “paz del corazón”

Homilía del Papa Francisco en la misa


(28 mayo 2018).- El Papa Francisco ha expresado que la alegría no es “ser divertido” no “vivir de risotada en risotada”. La alegría cristiana –ha aclarado– es la paz: La paz que está en las raíces, la paz del corazón, la paz que sólo Dios nos puede dar”.
Así lo ha explicado el Santo Padre en la homilía pronunciada en la misa en Santa Marta, esta mañana, 28 de mayo de 2018.
La alegría “es la trascendencia del cristiano”, una alegría hecha de paz verdadera y no falaz como la que ofrece la cultura actual, que “inventa tantas cosas para divertirnos”, innumerables “pedacitos de dulce vida”, ha anunciado el Pontífice en la capilla de Santa Marta.
Fruto del Espíritu Santo
Un cristiano que no es alegre en su corazón no es un buen cristiano”, ha indicado el Papa. “Es la trascendencia, el modo de expresarse del cristiano, la alegría. No es una cosa que se compra o que yo hago con mi esfuerzo, no. Es un fruto del Espíritu Santo. Y el que provoca la alegría en el corazón es el Espíritu Santo”.
El mundo contemporáneo –continuó el Obispo de Roma– lamentablemente se contenta con una “cultura no gozosa”, “una cultura donde se inventan tantas cosas para divertirnos”, tantos “pedacitos de dulce vida”, pero que no satisfacen plenamente. En efecto, la alegría “no es una cosa que se compra en el mercado”, “es un don del Espíritu” y vibra también “en el momento de la turbación, en el momento de la prueba”.
Hay una inquietud buena pero hay otra que no es buena, esa de buscar las seguridades por doquier, esa de buscar el placer por doquier. El joven del Evangelio tenía miedo de no ser feliz si dejaba sus riquezas. La alegría, la consolación, es nuestra trascendencia de cristianos”, ha comentado el Pontífice.     
29.05.18



Santa Marta: Para caminar hacia la santidad es necesario “estar libres”

El Papa advierte sobre “los esquemas del mundo”


(29 mayo 2018).- Para caminar hacia la santidad es necesario “estar libres y sentirse libres”, ha expresado Francisco en la misa de Santa Marta esta mañana, martes, 29 de mayo de 2018. En este sentido, el Santo Padre ha advertido de que hay muchas cosas que nos esclavizan.
En su homilía, el Papa ha reflexionado a partir de la Primera Lectura del día (1 Pe 1, 10-16) en la que Pedro invita a caminar hacia la santidad: es la llamada a la santidad, que es la llamada normal, es la llamada a vivir como cristianos, es decir, vivir como cristiano es lo mismo que decir “vivir como santo”.
Caminar hacia la santidad” consiste, por lo tanto –ha descrito Francisco– en caminar hacia aquella gracia que nos viene al encuentro, caminar hacia la esperanza, estar en tensión hacia el encuentro con Jesucristo.
No entren en los esquemas del mundo”
El Obispo de Roma ha invitado a la libertad espiritual: “No entren en los esquemas del mundo, no entren en los esquemas, en el modo de pensar mundano, en el modo de pensar y de juzgar que te ofrece el mundo, porque esto te quita la libertad”. Y para caminar sobre la santidad, es necesario ser libres: la libertad de ir mirando hacia la luz, de ir hacia adelante. Y cuando nosotros regresamos, como dice aquí, al modo de vivir que teníamos antes del encuentro con Jesucristo, o cuando volvemos a los esquemas del mundo, perdemos la libertad”.
Asimismo, Francisco ha advertido de que muchas veces pensamos en la santidad “como algo extraordinario, como tener visiones u oraciones elevadísimas… o algunos piensan que ser santo significa tener una cara de estampita,…no. Ser santos es otra cosa”, ha explicado. “Es caminar en esto que el Señor nos dice sobre la santidad. Y , ¿qué es caminar sobre la santidad? Y… Pedro lo dice: “pongan toda su esperanza en la gracia que recibirán cuando se manifieste Jesucristo”.  
30.05.18




Audiencia: En la Confirmación, el Espíritu se comunica con la imposición de manos

Palabras del Papa en español

(30 mayo 2018).- Según la tradición apostólica, en el Sacramento de la Confirmación, el Espíritu se comunica a través de la imposición de las manos y se une la unción del crisma que indica cómo el Espíritu entra hasta lo más profundo de nosotros, embelleciéndonos con tantos carismas, ha revelado el Papa Francisco.
Esta mañana, miércoles 30 de mayo, el Santo Padre ha presidido la audiencia general en la plaza de San Pedro ante miles de peregrinos, llegados a Roma desde distintos lugares del mundo.
Francisco ha ofrecido la 2ª catequesis del Sacramento de la Confirmación, dentro del nuevo ciclo, que comenzó el pasado miércoles, 23 de mayo de 2018.
El rito de la confirmación tiene varios gestos litúrgicos que expresan la profundidad de este sacramento de la iniciación cristiana –ha señalado el Pontífice–.
En primer lugar, antes de recibir la unción que confirma y refuerza la gracia del bautismo, los candidatos son llamados a renovar las promesas bautismales y hacer profesión de fe.
Después –Francisco ha continuado explicando el rito de la Confirmación– de un silencio orante, el Obispo extiende las manos sobre los confirmados e invoca la efusión del Espíritu sobre ellos. “El Espíritu enriquece con sus dones a los miembros de la Iglesia, construyendo así la unidad en la diversidad”, ha matizado el Papa.
Comunicación del Espíritu
Según la tradición apostólica –ha aclarado el Obispo de Roma– el Espíritu “se comunica a través de la imposición de las manos”, a lo que se une la unción del aceite perfumado o crisma, que indica “cómo el Espíritu entra hasta lo más profundo de nosotros, embelleciéndonos con tantos carismas”.
De este modo –ha indicado el Papa– el sacramento se confiere con la unción del santo crisma en la frente y pronunciando estas palabras: «Recibe por esta señal el don del Espíritu Santo». “Es una señal visible del don invisible”, ha asegurado: Un carácter indeleble que nos configura más plenamente con Jesús y nos da la gracia para difundir al mundo el buen olor de Cristo.      
31.05.18


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