10 d’oct. 2018

PAPA AUDIÈNCIES


Audiencia general, 10 de octubre de 2018 – Catequesis completa

5º mandamiento: El valor de la vida

(10 oct. 2018).- “¿Es justo ‘deshacerse’ de una vida humana para resolver un problema?” ha planteado Francisco en la audiencia general, dedicada al quinto mandamiento: “No matarás”.
La vida es agredida por “especulaciones sobre la creación y la cultura del descarte”, y por todos los “sistemas que someten la existencia humana a cálculos de oportunidad”, mientras que un escandaloso número de personas vive en un estado indigno del ser humano, ha advertido el Pontífice. “Esto es despreciar la vida, es decir, de alguna manera, matar”.
Catequesis del Papa Francisco
La catequesis de hoy está dedicada a la Quinta Palabra: “No matarás”. El quinto mandamiento: “No matarás”. Estamos ya en la segunda parte del Decálogo, la que concierne a las relaciones con los demás; y este mandamiento, con su formulación concisa y categórica, se yergue como una muralla defensiva del valor básico en las relaciones humanas, Y ¿cuál es el valor básico en las relaciones humanas?: El  valor de la vida. [1]. Por eso, no matarás.
Se podría decir que todo el mal del mundo se resume aquí: en el desprecio por la vida. La vida es agredida por las guerras, por las organizaciones que explotan al hombre, -leemos en los periódicos o vemos en los telediarios tantas cosas- por especulaciones sobre la creación y la cultura del descarte, y por todos los sistemas que someten la existencia humana a cálculos de oportunidad, mientras que un escandaloso número de personas vive en un estado indigno del ser humano. Esto es despreciar la vida, es decir, de alguna manera, matar.
Un enfoque contradictorio permite también la supresión de la vida humana en el seno materno en nombre de la salvaguardia de otros derechos. Pero, ¿cómo puede ser terapéutico, civil o simplemente humano un acto que suprime la vida inocente e indefensa en su inicio? Yo os pregunto: ¿Es justo “deshacerse” de una vida humana para resolver un problema? ¿Es justo alquilar a un sicario para resolver un problema? No se puede, no es justo “deshacerse” de  un ser humano, aunque sea pequeño para resolver un problema. Es como alquilar un sicario para resolver un problema.

¿De dónde viene todo esto? La violencia y el rechazo de la vida ¿de dónde nacen, en fondo? Del miedo. Acoger al otro, en efecto, es un desafío al individualismo. Pensemos, por ejemplo,  en cuando se descubre que una vida naciente es portadora de discapacidad, incluso grave. Los padres, en estos casos dramáticos, necesitan cercanía real, solidaridad verdadera, para enfrentar la realidad y superar los temores comprensibles. En cambio, a menudo reciben consejos apresurados para interrumpir el embarazo, o sea es una forma de hablar: “interrumpir el embarazo” significa “deshacerse de uno”, directamente.
Un niño enfermo es como todos los necesitados de la tierra, como un anciano que necesita ayuda, como tantos pobres que luchan por salir adelante: aquel, aquella que se presenta como un problema, es en realidad un don de Dios que puede sacarme del egocentrismo y hacerme crecer en el amor. La vida vulnerable nos muestra el camino de salida, el camino para salvarnos de una existencia replegada sobre sí misma y descubrir la alegría del amor. Y aquí quiero detenerme para dar las gracias, dar las gracias a tantos voluntarios, dar las gracias al fuerte voluntariado italiano que es el más fuerte que yo haya conocido. Gracias.
¿Y qué lleva al hombre a rechazar la vida? Son los ídolos de este mundo: el dinero –mejor deshacerse de éste porque costará- el poder, el éxito. Son parámetros equivocados para evaluar la vida. ¿Cuál es la única medida auténtica de la vida? ¡Es el amor, el amor con el que Dios ama! El amor con que Dios ama la vida: esta es la medida. El amor con que Dios ama cada vida humana.
De hecho, ¿cuál es el significado positivo de la Palabra “No matarás”? Que Dios es “un amante de la vida”, como acabamos de escuchar de la lectura de la Biblia.
El secreto de la vida nos es revelado por cómo la trató el Hijo de Dios, que se hizo hombre, hasta el punto de asumir, en la cruz, el rechazo, la debilidad, la pobreza y el dolor (cf. Jn 13, 1). En cada niño enfermo, en cada anciano débil, en cada migrante desesperado, en cada vida frágil y amenazada, Cristo nos está buscando (cf. Mt 25, 34-46), está buscando nuestro corazón para revelarnos el gozo del amor.
Vale la pena acoger cada vida porque cada hombre vale la sangre de Cristo mismo (cf. 1 Ped. 1: 18-19). ¡No se puede despreciar lo que Dios ha amado tanto!
Debemos decir a los hombres y a las mujeres del mundo: ¡No despreciéis la vida! La vida de los demás, pero también la vuestra, porque el mandamiento también es válido para ella: “No matarás”.

Hay que decir a tantos jóvenes: ¡No despreciéis vuestra existencia! ¡Deja de rechazar la obra de Dios! ¡Tú eres una obra de Dios! ¡No te subestimes, no te desprecies con las dependencias que te arruinarán  y te llevarán a la muerte!
Que nadie mida la vida según los engaños de este mundo, sino que cada uno se acepte a sí mismo y los demás en nombre del Padre que nos ha creado. Él es “un amante de la vida”. Es hermoso esto, “Dios es amante de la vida” y  tanto nos quiere a todos que mandó a su Hijo por nosotros. “Porque tanto amó Dios al mundo -dice el Evangelio-  que dio a su Hijo único, para que quien crea en él no perezca sino que tenga vida eterna” (Jn 3, 16).

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[1] Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Istr. Donum vitae, 5: AAS 80 (1988), 76-77: “La vida humana es sagrada porque, desde su inicio, comporta la acción creadora de Dios y permanece siempre en una especial relación con el Creador, su único fin. . Solo Dios es el Señor de la vida desde su comienzo hasta su término: nadie, en ninguna circunstancia, puede atribuirse el derecho de matar directamente a un ser humano inocente”.
11.10.18



Santa Marta: “En la oración sean insistentes. No se cansen”

El Papa afronta el tema de la oración

(11 oct. 2018).-“Se reza con coraje, porque cuando rezamos tenemos una necesidad, normalmente, una necesidad. Un amigo es Dios: es un amigo rico que tiene pan, tiene eso de lo nosotros tenemos necesidad. Como si Jesús dijera: ‘En la oración sean insistentes. No se cansen’. Pero, ¿no se cansen de qué? De pedir. ‘Pidan y se les dará’”.
El Papa Francisco centró su homilía en el pasaje del Evangelio de hoy que afronta el tema de la oración, de cómo debemos rezar, esta mañana, 11 de octubre de 2018, en la Misa celebrada en Santa Marta.
Jesús habla a sus discípulos de un hombre que, a medianoche, llama a la puerta de la casa de un amigo suyo para pedirle algo de comer. Y el amigo responde que no es el momento oportuno, que ya está en la cama, aunque después se levanta y le da lo que le pide.
La oración no es como una varita mágica”, ha advertido el Santo Padre, no es que apenas pedimos, obtenemos. No se trata de decir dos “Padrenuestros” y después irse.
La oración es un trabajo: un trabajo que nos pide voluntad, nos pide constancia, nos pide ser determinados, sin vergüenza. ¿Por qué? Porque yo estoy llamando a la puerta de mi amigo. Dios es amigo, y con un amigo yo puedo hacer esto. Una oración constante, insistente. Pensemos en Santa Mónica por ejemplo, cuántos años rezó así, incluso con las lágrimas, por la conversión de su hijo. El Señor, al final, abrió la puerta”, ha explicado.
Asimismo, el Pontífice ha invitado a preguntarse interiormente: ¿Cómo rezo? ¿Cómo un papagayo? ¿Rezo precisamente con la necesidad en el corazón? ¿Lucho con Dios en la oración para que me conceda eso de lo que tengo necesidad si es justo? Aprendamos de este pasaje del Evangelio cómo rezar”.
13.10.18



Jesús es radical. Él lo da todo y lo pide todo”: Canonización de Pablo VI y otros 6 beatos

Homilía del Papa Francisco

(14 oct. 2018).- El Papa Francisco ha proclamado santos al Pontífice Pablo VI (Giovanni Battista Montini) (1897-1978), al Arzobispo de San Salvador Óscar Arnulfo Romero Galdámez (1917-1980); al sacerdote diocesano Francesco Spinelli (1853-1913); al presbítero Vincenzo Romano (1751-1831); a la virgen Maria Caterina Kasper (1820-1898); a la virgen Nazaria Ignacia de Santa Teresa de Jesús (1889-1943); y al laico Nunzio Sulprizio (1817-1836).
La Misa de Canonización se ha celebrada este domingo, 14 de octubre, a las 10:15 horas, en la plaza de San Pedro, en el contexto del Sínodo de los Obispos, sobre los jóvenes, la fe y discernimiento vocacional, que se celebra en el Vaticano del 3 al 28 de octubre.
Homilía del Papa Francisco
La segunda lectura nos ha dicho que «la palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo» (Hb 4,12). Es así: la palabra de Dios no es un conjunto de verdades o una edificante narración espiritual; no, es palabra viva, que toca la vida, que la transforma. Allí, Jesús en persona, que es la palabra viva de Dios, nos habla al corazón.

El Evangelio, en particular, nos invita a encontrarnos con el Señor, siguiendo el ejemplo de ese «uno» que «se le acercó corriendo» (cf. Mc 10,17). Podemos identificarnos con ese hombre, del que no se dice el nombre en el texto, como para sugerir que puede representar a cada uno de nosotros. Le pregunta a Jesús cómo «heredar la vida eterna» (v. 17). Él pide la vida para siempre, la vida en plenitud: ¿quién de nosotros no la querría? Pero, vemos que la pide como 
una herencia para poseer, como un bien que hay que obtener, que ha de conquistarse con las propias fuerzas. De hecho, para conseguir este bien ha observado los mandamientos desde la infancia y para lograr el objetivo está dispuesto a observar otros; por esto pregunta: «¿Qué debo hacer para heredar”?
La respuesta de Jesús lo desconcierta. El Señor pone su mirada en él y lo ama (cf. v. 21). Jesús cambia la perspectiva: de los preceptos observados para obtener recompensas al amor gratuito y total. Aquella persona hablaba en términos de oferta y demanda, Jesús le propone una historia de amor. Le pide que pase de la observancia de las leyes al don de sí mismo, de hacer por sí mismo a estar con él. Y le hace una propuesta de vida «tajante»: «Vende lo que tienes, dáselo a los pobres […] y luego ven y sígueme» (v. 21). Jesús también te dice a ti: «Ven, sígueme».Ven: no estés quieto, porque para ser de Jesús no es suficiente con no hacer nada malo. Sígueme: no vayas detrás de Jesús solo cuando te apetezca, sino búscalo cada día; no te conformes con observar los preceptos, con dar un poco de limosna y decir algunas oraciones: encuentra en él al Dios que siempre te ama, el sentido de tu vida, la fuerza para entregarte.

Jesús sigue diciendo: «Vende lo que tienes y dáselo a los pobres». El Señor no hace teorías sobre la pobreza y la riqueza, sino que va directo a la vida. Él te pide que dejes lo que paraliza el corazón, que te vacíes de bienes para dejarle espacio a él, único bien. Verdaderamente, no se puede seguir a Jesús cuando se está lastrado por las cosas. Porque, si el corazón está lleno de bienes, no habrá espacio para el Señor, que se con

vertirá en una cosa más. Por eso la riqueza es peligrosa y – dice Jesús–, dificulta incluso la salvación. No porque Dios sea severo, ¡no! El problema está en nosotros: el tener demasiado, el querer demasiado sofoca nuestro corazón y nos hace incapaces de amar. De ahí que san Pablo recuerde que «el amor al dinero es la raíz de todos los males» (1 Tm 6,10). Lo vemos: donde el dinero se pone en el centro, no hay lugar para Dios y tampoco para el hombre. Jesús es radical. Él lo da todo y lo pide todo: da un amor total y pide un corazón indiviso. También hoy se nos da como pan vivo; ¿podemos darle a cambio las migajas? A él, que se hizo siervo nuestro hasta el punto de ir a la cruz por nosotros, no podemos responderle solo con la observancia de algún precepto. A él, que nos ofrece la vida eterna, no podemos darle un poco de tiempo sobrante. Jesús no se conforma con un «porcentaje de amor»: no podemos amarlo al veinte, al cincuenta o al sesenta por ciento. O todo o nada.
Queridos hermanos y hermanas, nuestro corazón es como un imán: se deja atraer por el amor, pero solo se adhiere por un lado y debe elegir entre amar a Dios o amar las riquezas del mundo (cf. Mt 6,24); vivir para amar o vivir para sí mismo (cf. Mc8,35). Preguntémonos de qué lado estamos. Preguntémonos cómo va nuestra historia de amor con Dios. ¿Nos conformamos con cumplir algunos preceptos o seguimos a Jesús como enamorados, realmente dispuestos a dejar algo para él? Jesús nos pregunta a cada uno personalmente, y a todos como Iglesia en camino: ¿somos una Iglesia que solo predica buenos preceptos o una Iglesia-esposa, que por su Señor se lanza a amar?
¿Lo seguimos de verdad o volvemos sobre los pasos del mundo, como aquel personaje del Evangelio? En resumen, ¿nos basta Jesús o buscamos las seguridades del mundo? Pidamos la gracia de saber dejar por amor del Señor: dejar las riquezas, la nostalgia de los puestos y el poder, las estructuras que ya no son adecuadas para el anuncio del Evangelio, los lastres que entorpecen la misión, los lazos que nos atan al mundo. Sin un salto hacia adelante en el amor, nuestra vida y nuestra Iglesia se enferman de «autocomplacencia egocéntrica» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 95): se busca la alegría en cualquier placer pasajero, se recluye en la murmuración estéril, se acomoda a la monotonía de una vida cristiana sin ímpetu, en la que un poco de narcisismo cubre la tristeza de sentirse imperfecto.
Así sucedió para ese hombre, que –cuenta el Evangelio– «se marchó triste» (v. 22). Se había aferrado a los preceptos y a sus muchos bienes, no había dado su corazón. Y aunque se encontró con Jesús y recibió su mirada amorosa, se fue triste. La tristeza es la prueba del amor inacabado. Es el signo de un corazón tibio. En cambio, un corazón desprendido de los bienes, que ama libremente al Señor, difunde siempre la alegría, esa alegría tan necesaria hoy. El santo Papa Pablo VI escribió:

Es precisamente en medio de sus dificultades cuando nuestros contemporáneos tienen necesidad  de conocer la alegría, de escuchar su canto» (Exhort. ap. Gaudete in Domino, 9). Jesús nos invita hoy a regresar a las fuentes de la alegría, que son el encuentro con él, la valiente decisión de arriesgarnos a seguirlo, el placer de dejar algo para abrazar su camino. Los santos han recorrido este camino.
Pablo VI lo hizo, siguiendo el ejemplo del apóstol del que tomó su nombre. Al igual que él, gastó su vida por el Evangelio de Cristo, atravesando nuevas fronteras y convirtiéndose en su
testigo con el anuncio y el diálogo, profeta de una Iglesia extrovertida que mira a los lejanos y cuida de los pobres. Pablo VI, aun en medio de dificultades e incomprensiones, testimonió de una manera apasionada la belleza y la alegría de seguir totalmente a Jesús. También hoy nos exhorta, junto con el Concilio del que fue sabio timonel, a vivir nuestra vocación común: la vocación universal a la santidad. No a medias, sino a la santidad. Es hermoso que junto a él y a los demás santos y santas de hoy, se encuentre Monseñor Romero, quien dejó la seguridad del mundo, incluso su propia incolumidad, para entregar su vida según el Evangelio, cercano a los pobres y a su gente, con el corazón magnetizado por Jesús y sus hermanos. Lo mismo puede decirse de Francisco Spinelli, de Vicente Romano, de María Catalina Kasper, de Nazaria Ignacia de Santa Teresa de Jesús y de Nunzio Sulprizio: el santo joven, valiente y humilde, que ha sabido encontrar a Jesús en el sufrimiento, en el silencio y en la ofrenda de sí mismo. Todos estos santos, en diferentes contextos, han traducido con la vida la Palabra de hoy, sin tibieza, sin cálculos, con el ardor de arriesgar y de dejar. Que el Señor nos ayude a imitar su ejemplo.
15.10.18


Misa en Santa Marta: “Cuidado con los hipócritas”

Corazones de “cristianos rígidos” no abiertos a la gracia

(16 oct. 2018).- Dios nos da el regalo de la salvación y el “espíritu de libertad”, pero debemos estar atentos a los hipócritas.
Ese fue el tema de la homilía del Papa Francisco el 16 de octubre de 2018, en la misa en la Casa Santa Marta en el Vaticano. Sus comentarios fueron reportados por ‘Vatican News’.
El Santo Padre dijo que los hipócritas no están abiertos a la gracia de Dios. Citó a los fariseos, construyendo sus pensamientos sobre el evangelio del día del capítulo 11 de Lucas:
Después de que Jesús había hablado,
un fariseo lo invitó a cenar en su casa.
Entró y se reclinó en la mesa para comer.
El fariseo se asombró al verlo.
Que no haya observado el lavado prescrito antes de la comida.
El Señor le dijo: “¡Oh ustedes fariseos!
Aunque limpies el exterior de la copa y el plato,
Dentro de ti estás lleno de pillaje y maldad.
¡Tontos!
¿No hizo también el creador del exterior el interior?
Pero en cuanto a lo que está dentro, da limosna,
y he aquí, todo estará limpio para ti”.
Fueron verdaderamente un ejemplo de formalidad. Pero les faltaba la vida. Eran, por así decirlo, “almidonados”. Estaban rígidos”, explicó Francis. “Y Jesús conoció su alma. Esto nos escandaliza porque se escandalizaron por las cosas que Jesús hizo cuando perdonó los pecados cuando sanó en sábado. Alquilan sus prendas: ¡Oh! ¡Qué escándalo! Esto no es de Dios, porque Él debería haber hecho esto”. La gente no les importaba: la ley les importaba, las prescripciones, las rúbricas”.
El Papa Francisco señaló que la gente común amaba a Jesús porque tocaba sus corazones, no porque él seguía las reglas a la perfección, como pretendían los fariseos. Y el Santo Padre advirtió de aquellos que son rígidos en su acercamiento a la fe:
Tengan cuidado con los que son rígidos. Tengan cuidado con los cristianos, ya sean laicos, sacerdotes, obispos, que se presentan como ‘perfectos’ rígidos. Tengan cuidado. No hay Espíritu de Dios allí”, ha advertido el Papa.
Carecen del espíritu de libertad. Y tengamos cuidado con nosotros mismos porque esto debería llevarnos a considerar nuestra propia vida. ¿Busco mirar solo la apariencia y no cambiar mi corazón? ¿No abro mi corazón a la oración, a la libertad de la oración, a la libertad de la limosna, a la libertad de las obras de misericordia?”
17.10.18



Audiencia general, 17 octubre 2018 – Catequesis completa

No matarás” significa curar, valorar, incluir y perdonar.


(17 oct. 2018).- El Papa Francisco ha invitado a los peregrinos en la audiencia general a hacer un buen propósito: “Nunca insultaré a nadie”, porque Jesús dice: “Mira, si desprecias, si insultas, si odias, eso es homicidio”.
El Santo Padre, ha continuado en la audiencia, este miércoles, 17 de octubre de 2018, el ciclo de catequesis sobre los mandamientos, y ha hablado del 5º precepto: “No matarás” según Jesús(Pasaje bíblico, Evangelio según San Mateo, 5, 21, 24).
El que odia a su hermano es un asesino” (1 Jn 3:15), escribe el Apóstol San Juan. “Jesús –ha indicado el Papa– agrega que el insulto y el desprecio también pueden matar. Y nosotros estamos acostumbrados a insultar, es verdad. E insultar nos sale como respirar”.
Catequesis del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy me gustaría continuar con la catequesis sobre la Quinta Palabra del Decálogo, “No matarás”. Ya hemos subrayado cómo este mandamiento revela que a los ojos de Dios la vida humana es preciosa, sagrada e inviolable. Nadie puede despreciar la vida de los demás o la suya propia; de hecho, el hombre lleva dentro de sí la imagen de Dios y es el objeto de su amor infinito, cualquiera sea la condición en la que ha sido llamado a la existencia.
En el pasaje del Evangelio que acabamos de escuchar, Jesús nos revela un sentido aún más profundo de este mandamiento. Afirma que, ante el tribunal de Dios, incluso la ira contra un hermano es una forma de homicidio. Por eso el apóstol Juan escribe: “El que odia a su hermano es un asesino” (1 Jn 3:15). Pero Jesús no se detiene aquí, y en la misma lógica agrega que el insulto y el desprecio también pueden matar. Y nosotros estamos acostumbrados a insultar, es verdad. E insultar nos sale como respirar. Y Jesús nos dice “Detente, porque el insulto hace daño, mata”. El desprecio. “Pero yo… a esta gente, esto lo desprecio”. Y esta es una forma de matar la dignidad de una persona. Y sería hermoso que esta enseñanza de Jesús entrase en la mente y en el corazón, y que cada uno de nosotros dijese: “Nunca insultaré a nadie”. Sería un buen propósito porque Jesús dice: “Mira, si desprecias, si insultas, si odias, eso es homicidio.
Ningún código humano equipara actos tan diferentes asignándoles el mismo grado de juicio. Y de manera coherente, Jesús nos invita incluso a interrumpir la ofrenda del sacrificio en el templo si recordamos que un hermano está ofendido contra nosotros, para ir a buscarlo y reconciliarnos con él. También nosotros, cuando vamos a misa, tendríamos que tener esta actitud de reconciliación con las personas con las que hemos tenido problemas. También si hemos pensado mal de ellos, si les hemos insultado. Pero tantas veces, mientras esperamos a que venga el sacerdote a decir misa, se chismorrea y hablamos mal de los demás. Pero es algo que no se puede hacer. Pensemos en la gravedad del insulto, del desprecio, del odio: Jesús los coloca en la línea del asesinato.

¿Qué quiere decir Jesús al extender el campo de la Quinta Palabra hasta este punto? El hombre tiene una vida noble, muy sensible, y posee un yo recóndito no menos importante que su ser físico. De hecho, para ofender la inocencia de un niño es suficiente una frase inoportuna. Para herir a una mujer basta un  gesto de frialdad. Para romper el corazón de un joven es suficiente negarle la confianza. Para aniquilar a un hombre, basta ignorarlo. La indiferencia mata. Es como decir a la otra persona: “Tú, para mí,  estás muerto”, porque lo has matado en tu corazón. No amar es el primer paso para matar; Y no matar es el primer paso para amar.
En la Biblia, al principio, se lee aquella  frase terrible salida de la boca del primer asesino, Caín, después de que el Señor le pregunta dónde está su hermano. Caín responde: “No lo sé. ¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano? “(Génesis 4: 9) [1] Así hablan los asesinos: “No me concierne “, “Son asuntos tuyos ” y cosas parecidas. Intentemos responder a esta pregunta: ¿Somos los guardianes de nuestros hermanos? ¡Sí, lo somos! ¡Somos custodios el uno del otro! Y este es el camino de la vida, es el camino del no asesinato.

La vida humana necesita amor. ¿Y cuál es el amor auténtico? Es el que Cristo nos mostró, es decir, la misericordia. El amor del que no podemos prescindir es el que perdona, el que acoge a quienes nos han hecho daño. Ninguno de nosotros puede sobrevivir sin misericordia, todos necesitamos el perdón. Entonces, si matar significa destruir, suprimir, eliminar a alguien, entonces no matarás significará curar, valorar, incluir. Y perdonar.
Nadie puede engañarse a sí mismo pensando: “Estoy bien porque no hago nada malo”. Un mineral o una planta tienen este tipo de existencia, un hombre no. Una persona –un hombre o una mujer- no. A un hombre o a una mujer se le pide algo más. Hay bien por hacer, preparado para cada uno de nosotros, cada uno el suyo,  el que nos hace nosotros mismos hasta el final. “No matarás” es una llamada al amor y a la misericordia, es una llamada a vivir de acuerdo con el Señor Jesús, que dio su vida por nosotros y por nosotros resucitó. Una vez repetimos todos juntos, aquí en la Plaza, una frase de un santo sobre esto. Quizás nos ayude: “Está muy bien no hacer el mal, pero está muy mal no hacer el bien”. Siempre tenemos que hacer el bien. Ir más allá.
Él, el Señor, que encarnándose santificó nuestra existencia; Él, que con su sangre la hizo inestimable; Él, “el autor de la vida” (Hechos 3:15), gracias al cual cada uno es un don del Padre. En él, en su amor más fuerte que la muerte, y mediante la potencia del Espíritu  que La vida humana necesita amor. ¿Y cuál es el amor auténtico? Es el que Cristo nos mostró, es decir, la misericordia. El amor del que no podemos prescindir es el que perdona, el que acoge a quienes nos han hecho daño. Ninguno de nosotros puede sobrevivir sin misericordia, todos necesitamos el perdón. Entonces, si matar significa destruir, suprimir, eliminar a alguien, entonces no matarás significará curar, valorar, incluir. Y perdonar.

Nadie puede engañarse a sí mismo pensando: “Estoy bien porque no hago nada malo”. Un mineral o una planta tienen este tipo de existencia, un hombre no. Una persona –un hombre o una mujer- no. A un hombre o a una mujer se le pide algo más. Hay bien por hacer, preparado para cada uno de nosotros, cada uno el suyo,  el que nos hace nosotros mismos hasta el final. “No matarás” es una llamada al amor y a la misericordia, es una llamada a vivir de acuerdo con el Señor Jesús, que dio su vida por nosotros y por nosotros resucitó. Una vez repetimos todos juntos, aquí en la Plaza, una frase de un santo sobre esto. Quizás nos ayude: “Está muy bien no hacer el mal, pero está muy mal no hacer el bien”. Siempre tenemos que hacer el bien. Ir más allá.
Él, el Señor, que encarnándose santificó nuestra existencia; Él, que con su sangre la hizo inestimable; Él, “el autor de la vida” (Hechos 3:15), gracias al cual cada uno es un don del Padre. En él, en su amor más fuerte que la muerte, y mediante la potencia del Espíritu que el Padre nos da, podamos acoger la Palabra “No matarás” como el llamamiento más importante y esencial: es decir, “No matarás”, significa una llamada al amor.
18.10.18



Santa Marta: El Papa reza por el Cardenal Simoni, de 90 años

Los cristianos sufren persecución física hoy”

(18 oct. 2018).- Con una oración para el cardenal albanés Ernest Simoni, en su nonagésimo cumpleaños, el Papa Francisco comenzó la celebración de la Misa en la capilla de la Casa de Santa Marta este jueves por la mañana, 18 de octubre de 2018, señala L’Osservatore Romano en italiano.
El cardenal albanés, arrestado en la Nochebuena del año 1963 y liberado en 1990, después de 27 años de prisión y trabajos forzados, estuvo presente en la Eucaristía, acompañado por el arzobispo de Florencia, el cardenal Giuseppe Betori.
Así, el Pontífice se dirigió a él durante la homilía recordando la persecución que sufrió por ser cristiano. “¿Y cuántos cristianos sufren persecución física hoy?”, dijo el Papa, “¡Este blasfemó! ¡A la horca! Es así. Persecuciones que duran mucho tiempo, y nuestro hermano de noventa años podrá decirnos muchas cosas”.
El Papa también habló del testimonio heroico, incluso al martirio, de los jóvenes fieles al Evangelio, presentados durante el Sínodo.
El Papa Francisco causó sorpresa al entregar el purpurado cardenalicio al Padre Ernest Simoni (creado cardenal no elector el 19 de noviembre de 2016), cuyo testimonio de persecución bajo la dictadura comunista le hizo llorar durante su viaje a Tirana (Albania) en 2014.
Arrestado en 1963 después de 8 años de sacerdocio por anunciar a Cristo, el sacerdote albanés fue torturado y cumplió 17 años de prisión, luego 9 años de trabajos forzados hasta la caída del régimen en 1990. Se convirtió en el padre espiritual de muchos prisioneros, celebró la Misa, distribuyó la comunión y confesó en secreto.
19.10.18





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