21 de set. 2013

PARLA FRANCESC (3)






El papa invita a rezar incesantemente por la paz en Siria, Lí­bano y Oriente Medio
Francisco hace este llamamiento en la homilí­a de Santa Marta
Por Redacción
CIUDAD DEL VATICANO, 25 de septiembre de 2013 (Zenit.org) - El papa esta mañana ha concelebrado la eucaristía matutina en Santa Marta con los cardenales Leonardo Sandri, prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales y Béchara Boutros Raï, patriarca de Antioquía de los maronitas, junto a un grupo de obispos maronitas venidos del Líbano, de Siria, de Tierra Santa y de otros países de todo el mundo. Las ideas que han estado al centro de su predicación han sido "la vergüenza delante de Dios, la oración para implorar la misericordia divina y la plena confianza en el Señor".
El santo padre ha comentado las lecturas de la liturgia deteniéndose de forma particular en el fragmento del libro de Esdras. Francisco ha desarrollado la homilía en torno a tres conceptos.
En primer lugar la actitud de vergüenza y confusión del Esdras delante de Dios, hasta el punto de no poder alzar los ojos hacia Él. Vergüenza y confusión de todos nosotros por los pecados cometidos, que nos han llevado a la esclavitud porque hemos servido a ídolos que no son Dios.
A continuación ha pasado al segundo concepto: la oración. "Según el ejemplo de Esdras, que de rodillas alza las manos hacia Dios implorando misericordia, así debemos hacer nosotros por nuestro innumerables pecados". Ha continuado el papa remarcando que es necesario elevar también una oración por la paz en Líbano, en Siria y en todo Oriente Medio. Y ha añadido que "la oración es siempre y sin embargo, el camino que debemos recorrer para afrontar los momentos difíciles, como las pruebas más dramáticas y la oscuridad que a veces nos rodea en situaciones impredecibles. El pontífice ha subrayado que para encontrar el camino de salida de todo ello es necesario rezar incesantementeFinalmente, el santo padre ha hablado de la confianza absoluta en Dios que nunca nos abandona. "Estamos seguros que el Señor está con nosotros y, por tanto, nuestro caminar debe hacerse perseverar gracias a la esperanza que infunde fortaleza. La palabra de los pastores será tranquilizante para los fieles: el Señor no nos abandonará nunca", ha señalado el papa.
Después de la comunión, el cardenal Bechara Raï ha dirigido un agradecimiento al santo padre y un saludo cordial en nombre de los obispos participantes, de todos los maronitas y de todo el Líbano, confirmando su fidelidad a Pedro y a su sucesor "que nos sostiene en nuestro camino a menudo espinoso". En particular ha dado las gracias al papa por el fuerte impulso que ha dado a la búsqueda de la paz: "Su oración y exhortación por la paz en Siria y en Oriente Medio ha sembrado esperanza y consuelo".
25.09.13




'Es la mirada de Jesús la que nos cambia la vida'
Francisco en la homilí­a de este sábado en Santa Marta, cuando se cumplen los 60 años de su decisión de hacerse sacerdote
Por Redacción
CIUDAD DEL VATICANO, 21 de septiembre de 2013 (Zenit.org) - Sesenta años atrás en un 21 de septiembre como hoy, fecha del evangelista san Mateo, Jorge Mario Bergoglio decidió seguir su vocación sacerdotal. 
Quizás movido por este hecho al comentar el relato de la conversión del evangelista, el santo padre se detuvo en el poder de la mirada de Cristo, capaz de cambiar para siempre la vida de aquel sobre quien se posa.
“Una mirada que lleva a crecer, a ir adelante; que alienta porque hace sentir que Él te quiere”; que da el valor necesario para seguirle.
Precisamente como ocurrió para el recaudador de impuestos que se convirtió en su discípulo: “Para mí es un poco difícil entender cómo Mateo pudo oír la voz de Jesús”, que en medio de muchísima gente dice “sígueme”. Es más, el obispo de Roma no está seguro de que el llamado haya oído la voz del Nazareno, pero tiene la certeza de que “sintió en su corazón la mirada de Jesús que le contemplaba. Y aquella mirada es también un rostro” que le cambió la vida. "Nosotros decimos: le convirtió”. Después hay otra acción descrita en la escena: “En cuanto oyó en su corazón aquella mirada, él se levantó y lo siguió”. Por esto el santo padre hizo notar que “la mirada de Jesús nos levanta siempre; nos eleva”, nos alza; nunca nos “deja ahí” donde estábamos antes de encontrarle. Ni tampoco quita algo: “Nunca te abaja, nunca te humilla, te invita a alzarte”, y haciendo oír su amor da el valor necesario para poderle seguir.
He aquí entonces el interrogante que pone el santo padre: “Pero ¿cómo era esta mirada de Jesús?”. La respuesta es: “No era una mirada mágica”, porque Cristo “no era un especialista en hipnosis”, sino algo muy distinto. Basta pensar en “cómo miraba a los enfermos y los curaba” o en “cómo miraba a la multitud que le conmovía, porque la sentía como ovejas sin pastor”. Y el santo padre explica que para tener una respuesta al interrogante inicial es necesario reflexionar no sólo en “cómo miraba Jesús”, sino también en “cómo se sentían mirados” los destinatarios de aquellas miradas. Porque, explicó, “Jesús miraba a cada uno” y “cada uno se sentía mirado por Él”, como si llamara a cada uno por su proprio nombre.
Por esto la mirada de Cristo “cambia la vida”. A todos y en toda situación. También -añadió el Papa Francisco- en los momentos de dificultad y de desconfianza. Como cuando pregunta a sus discípulos: ¿también vosotros queréis iros? Lo hace mirándoles “a los ojos y ellos han recibido el aliento para decir: no, vamos contigo”; o como cuando Pedro, tras haber renegado de Él, encontró de nuevo la mirada de Jesús “que le cambió el corazón y le llevó a llorar con tanta amargura: una mirada que cambiaba todo”. Y finalmente está “la última mirada de Jesús”, aquella con la que, desde lo alto de la cruz, “miró a su mamá, miró al discípulo”: con aquella mirada “nos dijo que su mamá era la nuestra: y la Iglesia es madre”. Por este motivo “nos hará bien pensar, orar sobre esta mirada de Jesús y también dejarnos mirar por Él”.
El papa Francisco volvió a la escena evangélica, que prosigue con Jesús sentado a la mesa con publicanos y pecadores. “Se corrió la voz y toda la sociedad, pero no la sociedad 'limpia', se sintió invitada a aquel almuerzo”, comentó el santo padre, porque “Jesús les había mirado y esa mirada sobre ellos fue como un soplo sobre las brasas; sintieron que había fuego dentro”; y experimentaron también “que Jesús les hacía subir”, les alzaba, “les devolvía a la dignidad”, porque “la mirada de Jesús siempre nos hace dignos, nos da dignidad”.
Y el papa identificó una última característica en la mirada de Jesús: la generosidad. Es un maestro que come con la suciedad de la ciudad, pero que sabe también cómo “bajo aquella suciedad estaban las brasas del deseo de Dios”, deseosas de que alguno las “ayudara a prenderse fuego”. Y esto es lo que hace precisamente “la mirada de Jesús”: entonces como hoy. “Creo que todos nosotros en la vida -dijo el Papa Francisco- hemos sentido esta mirada y no una, sino muchas veces. Tal vez en la persona de un sacerdote que nos enseñaba doctrina o nos perdonaba los pecados, tal vez en la ayuda de personas amigas”. Y sobre todo “todos nosotros nos encontraremos ante esa mirada, esa mirada maravillosa”. Por esto vayamos “adelante en la vida, en la certeza de que Él nos mira y nos espera para mirarnos definitivamente. Y esa última mirada de Jesús sobre nuestra vida será para siempre, será eterna”. Para hacerlo se puede pedir ayuda en la oración a todos “los santos que fueron mirados por Jesús”, a fin de que “nos preparen para dejarnos mirar en la vida y nos preparen también para esa última mirada de Jesús”
21.09.13.






El papa en Cerdeña a los trabajadores: un sistema que puso al centro el ídolo del dinero y no a la persona
Francisco improvisa un discurso en Cagliari: 'no quiero ser un funcionario que dice coraje'. Recuerda el problema en su familia y su país, les invita a luchar, a no dejarse robar la esperanza y a ser solidarios. E improvisa una oración pidiendo trabajo
Por H. Sergio Mora
ROMA, 22 de septiembre de 2013 (Zenit.org) - El papa en su visita apostólica en la ciudad italiana de Cagliari tuvo el primer encuentro a las nueve de la mañana con el mundo del trabajo, o sea trabajadores, autoridades, familias, teniendo como fondo de cuadro las dificultades causadas por la desocupación, el paro, agravado por la crisis económica que está pasando Europa.
Le dirigió sus palabras un señor jóven que desde hace cuatro años está desempleado y que recordó a dos de sus colegas que murieron en este período. 'Estamos aquí para rendirle homenaje y agradecerle por este coraje que nos trae'. Porque una sociedad que no da trabajo no es justa'. Y le pidió que como Moisés 'interceda para ayudar el grito de los desesperados'.
A continuación una empresaria joven indicó el itinerario de cooperativa social en la que trabajan más de cien empleados, con un sistema de democracia interna que valoriza las potencialidades de todos. 
Se escuchaba que muchos coreaban 'trabajo, trabajo, trabajo' (lavoro, lavoro, lavoro).
Un tercer isleño recordó la dificultad que tiene hoy la agricultura, sufriendo además una marginación social.
El papa inició su discurso: “Esta visita inicia aquí con ustedes, que componen el mundo de trabajo”. Y que “con este encuentro quiero sobre todo expresar mi cercanía, especialmente a las situaciones de sufrimiento: a tantos jóvenes desocupados, a las personas con subsidio de desempleo, precarios, empresarios, comerciantes, que tienen dificultad de ir adelante”. Recordó que conoció la problemática “debido a la experiencia que tuve en Argentina, por esto les dijo ¡Coraje!, debemos enfrentar con solidaridad e inteligencia este desafío histórico.
Y recordó: Yo no la conocí, pero mi papá fue a Argentina y sufrió la crisis de los años 30, perdió todo y yo escuché en mi infancia dentro de mi casa hablar de este sufrimiento, dijo.
Les quiero decir coraje pero soy conciente que tengo que hacer todo lo que pueda para que esta palabra no sea una linda palabra de pasaje. No sea solamente una sonrisa de un empleado de la Iglesia que les dice 'coraje', no esto no lo quiero, quiero que este coraje venga de adentro, como personas como hombres. Tenemos que enfrentar eso con solidaridad e inteligencia en esta emergencia histórica.
Esta es la segunda ciudad que visito en Italia pero ambas, fueron islas. En Lampedusa vi el sufrimiento de tanta gente que busca --arriesgando la vida-- dignidad, pan, salud. El mundo de los refugiados. Y he visto la respuesta de esa ciudad, que a pesar de ser isla no quiso aislarse, acoge y nos da un ejemplo.
Aquí también en esta segunda isla veo sufrimiento, por ver que roban la esperanza, sufrimiento por la falta de trabajo que lleva a sentirse sin dignidad, porque donde no hay trabajo falta la dignidad. Y este no es un problema solamente aquí aunque es fuerte, pero es la consecuencia de una elección a nivel mundial.
Es un sistema económico que tiene al centro un ídolo que se llama dinero. Dios quiso que el centro del mundo no sea un ídolo, sino el hombre y la mujer que lleven adelante con su trabajo. Este sistema sin ética, tiene un ídolo en en centro y se ha vuelto idólatra, manda el dinero, y todo lo que sirve a este ídolo.
Caen los ancianos, porque no dejan lugar en este mundo para ellos, porque existe la eutanasia escondida, porque no los curan y sufren los jóvenes. 
Vuestros gritos 'lavoro, lavoro, lavoro', es como una oración, para llevar el pan a casa. Se descarta a los jóvenes y a los ancianos. Nosotros tenemos que decir queremos un sistema justo. En el centro tienen que estar el hombre y las mujeres, y no el dinero.
Yo había escrito algunas cosas para ustedes, pero mirándolos me vinieron otras palabras. Dejaré al obispo lo que había escrito.
Es fácil decir 'no pierdan la esperanza' pero a quien tiene trabajo y a quien no, les digo 'no se dejen robar la esperanza'. Como soplando sobre las brasas para que el fuego vuelva. La esperanza la hacemos todos, tenemos que sostenerla entre todos. La esperanza es una cosa vuestra y nuestra. Por eso repito no se dejen robar la esperanza.
Pero seamos vivos, porque el Señor nos dice que los ídolos son más astutos que nosotros, el Señor nos invita a ser palomas más astutas que la serpiente. En este momento en nuestro sistema, luchemos para que en el centro de nuestra vida esté el hombre y la familia.
Quisiera terminar rezando en silencio con todos ustedes. Diré lo que me viene al corazón, ustedes en silencio recen conmigo.
“Señor Dios, míranos. Mira a esta ciudad y a esta isla, mira a nuestras familias. Señor a ti no ha faltado el trabajo, has hecho el carpintero y eras feliz, Señor nos falta el trabajo. Los ídolos quieren robarnos la dignidad, los sistemas injustos quieren robarnos la esperanza, Señor no nos dejes solos, ayúdanos a ayudarnos entre nosotros y que olvidemos un poco el egoísmo y centremos en el corazón el 'nosotros', nosotros el pueblo que quiere ira delante. Señor Jesús que no falte un trabajo, dadnos trabajo y enseñanos a luchar por el trabajo y bendícenos a todos nosotros. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Muchas gracias y recen por mí".
 22.09.13




Francisco: El sacramento no es un rito mágico, sino el encuentro con Jesús que nos espera
Recordó en la misa de Santa Marta que Dios "es un compañero de camino, que hace la historia con nosotros
ROMA, 24 de septiembre de 2013 (Zenit.org) - Jesús nos espera siempre, esta es la humildad de Dios. Es lo que dijo el papa Francisco en la misa de esta mañana en la Casa Santa Marta. El papa, quien se inspiró en el salmo "Vamos alegres a la casa del Señor", subrayó que el sacramento no es un ritual mágico, sino un encuentro con Jesús, que nos acompaña en la vida.
El papa Francisco se inspiró en el salmo de hoy, recitado después de la primera lectura, para detenerse sobre la presencia del Señor en nuestra vida. Una presencia que acompaña. En la historia del Pueblo de Dios, observó el papa, hay "buenos momentos que dan alegría", y también momentos malos "de dolor, de martirio, de pecado":
"Y sea en los momentos malos, como en los buenos tiempos, una cosa es siempre la misma: ¡el Señor está allí, nunca abandona a su pueblo! Porque el Señor, aquel día del pecado, del primer pecado, ha tomado una decisión, hizo una elección: hacer historia con su pueblo. Y Dios, que no tiene historia, porque es eterno, ha querido hacer historia, caminar cerca de su pueblo. Pero más aún: convertirse en uno de nosotros, y como uno de nosotros, caminar con nosotros, en Jesús. Y esto nos habla de la humildad de Dios".
He aquí, pues, que la grandeza de Dios --añadió, es su humildad: "Ha querido caminar con su pueblo". Y cuando su pueblo "se alejaba de Él por el pecado, con la idolatría", "Él estaba allí" esperando. Y también Jesús –continuó, viene con "esta actitud de humildad”. Él quiere "caminar con el pueblo de Dios, caminar con los pecadores; incluso caminar con los soberbios". El Señor, dijo, ha hecho mucho "para ayudar a estos corazones soberbios de los fariseos":
"Humildad. Dios siempre está listo. Dios está a nuestro lado, Dios camina con nosotros, es humilde, siempre nos espera. Jesús siempre nos espera. Esta es la humildad de Dios. Y la Iglesia canta con alegría esta humildad de Dios que nos acompaña, como lo hicimos con el Salmo. "Vamos alegres a la casa del Señor': vamos con alegría porque Él nos acompaña, Él está con nosotros. Y el Señor Jesús, incluso en nuestra vida personal nos acompaña: con los sacramentos. El sacramento no es un ritual de magia: se trata de un encuentro con Jesucristo, nos encontramos con el Señor. Es Él quien está al lado de nosotros y nos acompaña".
Jesús se hace "compañero de camino". "También el Espíritu Santo –añadió, nos acompaña y nos enseña todo lo que no sabemos, en el corazón" y "nos recuerda todo lo que Jesús nos enseñó". Y así "nos hace sentir la belleza del buen camino".
"Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo -dijo el papa Francisco, son compañeros de camino, hacen la historia con nosotros".
Y esto --continuó, la Iglesia lo celebra "con gran alegría, incluso en la Eucaristía", con la "cuarta oración eucarística", donde "se canta el amor tan grande de Dios que ha querido ser humilde, que ha querido ser compañero de viaje de todos nosotros, que ha querido también Él hacerse historia con nosotros".
"Y si Él entró en nuestra Historia, entremos también nosotros un poco en la historia de Dios, o por lo menos pidámosle la gracia de dejar escribir nuestra historia por Él: que Él escriba nuestra historia. Es algo seguro".
25.09.13




El verdadero cristiano no evita la cruz y lleva las humillaciones con alegría y paciencia
El santo padre en la homilía de Santa Marta alerta también de la "tentación del bienestar espiritual" que impiden amar a Cristo con todo nuestro ser
CIUDAD DEL VATICANO, 27 de septiembre de 2013 (Zenit.org) - "La capacidad de llevar con alegría y paciencia las humillaciones es la prueba para entender si se es cristiano". Lo ha dicho el papa Francisco esta mañana en la homilía de Santa Marta y ha advertido sobre las "tentaciones del bienestar espiritual" que impiden amar a Cristo con todo nuestro ser. 
También ha hablado del peligro de la tibieza, de una fe hecha de cálculos y pasos retenido, está siempre detrás de la esquina.
El punto de partida en la homilía ha sido el Evangelio de Lucas en el fragmento en el que Jesús pide primero a los discípulos, quién dice la gente qué es Él y qué dicen ellos. El papa ha afirmado que también se dirige a nosotros esta pregunta y ha enumerado una serie de respuestas en las cuales se asoma la esencia de una fe que estaba madura a medias. "¿Para ti quién soy yo? El dueño de esta empresa, un buen profeta, un buen maestro, uno que te hace bien al corazón? - lo que también es 'todo verdad'. ¿Soy uno que camina contigo en la vida, que te ayudar a ir adelante, a ser un poco bueno? Sí, es verdad, pero no termina ahí", ha afirmado el papa.
Por eso ha explicado que "ha sido el Espíritu Santo el que ha tocado el corazón de Pedro para que pueda decir quién es Jesús". El papa ha recordado que la reacción de Pedro cuando Jesús les pide que no lo revelen y les anuncia la Pasión, muerte y la Resurrección, está descrita en el Evangelio de san Mateo, "Pedro se asusta, se escandaliza".
Y a esto se ha referido como la "tentación del bienestar espiritual". "Tenemos  todo: tenemos la Iglesia, tenemos a Jesucristo, los sacramentos, a la Virgen, todo, un buen trabajo para el Reino de Dios. (...) Pero no basta el bienestar espiritual sino hasta un cierto punto. Como aquel joven que era rico: quería ir con Jesús, pero hasta un cierto punto. Falta esta última unción del cristiano, para ser cristiano de verdad: la unión de la cruz, la unción de la humillación", ha subrayado el papa. Y ha preguntado a los presentes: "¿Soy un cristiano de cultura y de bienestar? ¿Soy un cristiano que acompaña al Señor hasta la cruz? El signo es la capacidad de llevar la humillación".
El santo padre ha advertido que el escándalo de la Cruz continúa bloqueando a muchos cristianos. "La verificación si un cristiano es un verdadero cristiano es su capacidad de llevar con alegría y con paciencia las humillaciones; y como esto es algo que a nadie le no gusta... hay muchos cristianos que, mirando al Señor, piden humillaciones para parecerse a Él. Esta es la elección: o cristianos de bienestar - que irán al Cielo ¿eh?, seguro te salvarás ¿eh? - o cristiano cerca de Jesús, por el camino de Jesús".
27.09.13




Francisco invita a pedir la gracia de no huir de la Cruz
Homilía del santo padre en Santa Marta
Por Redacción
CIUDAD DEL VATICANO, 28 de septiembre de 2013 (Zenit.org) - El papa en la homilía de Santa Marta,  haciendo referencia al Evangelio del día en el que Jesús anuncia a los discípulos su pasión, ha invitado a pedir la gracia de no huir de la Cruz. "El Hijo del hombre va a ser entregado a las manos de los hombres", a estas palabras de Jesús se ha referido el papa para decir que "congelan a los discípulos que pensaban en un camino triunfal. Palabras que "se mantenían misteriosas para ellos porque no entendían el sentido" y "tenían miedo de interrogarlo sobre este argumento".
En palabras del papa "tenían miedo de la Cruz, tenían miedo de la Cruz. El mismo Pedro, después de esa confesión solemne en la región de la Cesarea de Felipe, cuando Jesús dice esto otra vez, reprendía al Señor: '¡No, nunca, Señor! ¡Esto no!' Tenía miedo de la Cruz, pero no solo los discípulos, no solo Pedro, ¡el mismo Jesús tenía miedo de la Cruz! Él no podía engañarse, Él sabía. Tanto era el miedo de Jesús que esa tarde del jueves sudó sangre; tanto era el miedo de Jesús que casi dijo lo mismo que Pedro, casi... 'Padre, aparta de mí este cáliz. ¡Se haga tu voluntad!' ¡Esta era la diferencia!".
Ha subrayado el papa que la Cruz nos da miedo también en la obra de evangelización, pero está la "regla" que "el discípulo no es más grande del Maestro. Está la regla que no hay redención sin la efusión de la sangre", no hay obra apostólica fecunda sin la Cruz.
Por eso Francisco ha afirmado que "quizá nosotros pensamos, cada uno de nosotros puede pensar: 'Y a mí, ¿a mí qué me sucederá? ¿Cómo será mi Cruz?' No sabemos. No sabemos, ¡pero estará! Debemos pedir la gracia de no huir de la Cruz cuando venga: con miedo ¡eh! ¡Eso es verdad! Eso nos da miedo. Pero seguir a Jesús termina allí. Me vienen a la mente las últimas palabras que Jesús ha dicho a Pedro, en esa coronación pontificia en el Tiberiades: '¿me amas? ¡alimenta! ¿me amas? ¡alimenta!.... pero las últimas palabras eran esas: 'te llevarán donde no quieres ir. La promesa de la Cruz".
Para finalizar su homilía el santo padre lo ha hecho con una oración a María: "muy cercana a Jesús, en la Cruz, era su madre, su mamá. Quizá hoy, el día que nosotros la rezamos, será bueno pedirle la gracia no de quitar el miedo - eso debe venir, el miedo de la Cruz... - sino la gracia de no asustarse y huir de la Cruz. Ella estaba allí y sabe como se debe estar cerca a la Cruz".
28.09.13




Ofensiva del Papa contra el chismorreo
El papa Francisco el pasado domingo. EFE
Ciudad del Vaticano, 28 sep (EFE).- El papa Francisco dijo hoy que el diablo trata de crear una guerra civil interna, una suerte de guerra civil y espiritual. "Es una guerra que no se hace con las armas, que conocemos, se hace con la lengua".

El papa argentino pronunció una homilía durante la misa para el Cuerpo de Gendarmería Vaticana, en la gruta de Lourdes en los Jardines Vaticanos, con ocasión de la fiesta de los gendarmes, San Miguel Arcángel.

"Pidamos a San Miguel -dijo el papa Bergoglio- que nos ayude en esta guerra: nunca debemos hablar mal uno del otro, nunca abrir los oídos a los chismorreos", según informa Radio Vaticano.

El pontífice instó también a los gendarmes a intervenir si escuchan cualquier "chascarrillo". "Es necesario frenarlo" aseveró, y sugirió a los gendarmes que cuando vean un comportamiento así digan: "Aquí no se puede: salga por la puerta de Santa Ana (que da entrada al Vaticano), vaya fuera y chismorree allí. Aquí no se puede".

Para el papa, el chismorreo, de hecho, debe convertirse en una "lengua prohibida" en el Vaticano, porque "genera el mal".

"Os pido", aseguró el papa ante 100 militares bajo las órdenes de Domenico Giani que "no solo defendáis las puertas, las ventanas del Vaticano" -que por otra parte es "un trabajo necesario e importante", "os pido que defendáis como vuestro patrón San Miguel la puerta del corazón de quien trabaja en Vaticano, donde la tentación entra exactamente como en tantos otros sitios", con un talante negativo.

Una maldad que ha resumido el papa: "Digo así, para todos, también para mí, para todos", porque "es una tentación que al diablo le gusta mucho: aquella contra la unidad, cuando las insidias van contra la unidad de que los que viven y trabajan en el Vaticano".

No es la primera vez que el papa alude a los chismorreos en el Vaticano.

El pasado miércoles, durante la tradicional audiencia en la plaza de San Pedro, el obispo de Roma afirmó: "Antes de chismorrear, un cristiano debe morderse la lengua, (...) le hará bien porque la lengua se hincha y no podrá hablar, ni chismorrear" al hablar, sentenció.

Por otro lado, el papa Bergoglio envió un mensaje al quinto Festival Franciscano que han comenzado en Rimini, norte de Italia.

El papa quiere de toda la Iglesia Católica "una cada vez mayor adhesión a la espiritualidad del pobre de Asís, icono viviente de Cristo Señor, y "generoso testimonio evangélico basado en el sincero amor fraterno".

En el texto, que fue enviado por el Secretario de Estado en funciones, Tarcisio Bertone, el papa expresó "cercanía por la iniciativa que intenta llevar el carisma franciscano a la plazas y a las gentes".

Además, el pontífice argentino pide que recen por él y por su ministerio.

El festival, que termina mañana, está dedicado al camino, una ocasión para recordar el recorrido de san Francisco por Romagna hace 800 años, pero también para hablar del viaje como metáfora de las condiciones existenciales de cada hombre y de cada mujer.
Principio del formulario
 29.09.13



Final del formulario





Francisco: "Si perdemos la memoria de Dios, también nosotros perdemos la consistencia"
Homilía del santo padre en la eucaristía de la Jornada de los Catequistas
Por Francisco papa
CIUDAD DEL VATICANO, 29 de septiembre de 2013 (Zenit.org) - El santo padre esta mañana a las 10.30, ha celebrado la eucaristía por la Jornada de los Catequistas, en ocasión del Año de la Fe, en la plaza de San Pedro. Publicamos a continuación la homilía:
1. «¡Ay de los que se fían de Sión,... acostados en lechos de marfil!» (Am 6,1.4); comen, beben, cantan, se divierten y no se preocupan por los problemas de los demás.
Son duras estas palabras del profeta Amós, pero nos advierten de un peligro que todos corremos. ¿Qué es lo que denuncia este mensajero de Dios, lo que pone ante los ojos de sus contemporáneos y también ante los nuestros? El riesgo de apoltronarse, de la comodidad, de la mundanidad en la vida y en el corazón, de concentrarnos en nuestro bienestar. Es la misma experiencia del rico del Evangelio, vestido con ropas lujosas y banqueteando cada día en abundancia; esto era importante para  él. ¿Y el pobre que estaba a su puerta y no tenía para comer? No era asunto suyo, no tenía que ver con él. Si las cosas, el dinero, lo mundano se convierten en el centro de la vida, nos aferran, se apoderan de nosotros, perdemos nuestra propia identidad como hombres: mirad bien, el rico del Evangelio no tiene nombre, es simplemente «un rico». Las cosas, lo que posee, son su rostro, no tiene otro.
Pero intentemos preguntarnos: ¿Por qué sucede esto? ¿Cómo es posible que los hombres, tal vez también nosotros, caigamos en el peligro de encerrarnos, de poner nuestra seguridad en las cosas, que al final nos roban el rostro, nuestro rostro humano? Esto sucede cuando perdemos la memoria de Dios. 'Ay de los que se fían de Sion', decía el profeta.  Si falta la memoria de Dios, todo queda comprimido en el yo, en mi bienestar. La vida, el mundo, los demás, pierden consistencia, ya no cuentan nada, todo se reduce a una sola dimensión: el tener. Si perdemos la memoria de Dios, también nosotros perdemos la consistencia, también nosotros nos vaciamos, perdemos nuestro rostro como el rico del Evangelio. Quien corre en pos de la nada,  él mismo se convierte en nada, dice otro gran profeta, Jeremías (cf. Jr 2,5). Estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, no a imagen y semajanza de las cosas, no de los ídolos.
2. Entonces, mirándoles a ustedes, me pregunto: ¿Quién es el catequista? Es el que custodia y alimenta la memoria de Dios; la custodia en sí mismo y sabe despertarla en los demás. Qué bello es esto: hacer memoria de Dios, como la Virgen María que, ante la obra maravillosa de Dios en su vida, no piensa en el honor, el prestigio, la riqueza, no se cierra en sí misma. Por el contrario, tras recibir el anuncio del Ángel y haber concebido al Hijo de Dios, ¿qué es lo que hace? Se pone en camino, va donde su anciana pariente Isabel, también ella encinta, para ayudarla; y al encontrarse con ella, su primer gesto es hacer memoria del obrar de Dios, de la fidelidad de Dios en su vida, en la historia de su pueblo, en nuestra historia: «Proclama mi alma la grandeza del Señor... porque ha mirado la humillación de su esclava... su misericordia llega a sus fieles de generación en generación» (cf. Lc 1,46.48.50). María tiene memoria de Dios. En este cántico de María está también la memoria de su historia personal, la historia de Dios con ella, su propia experiencia de fe. Y así es para cada uno de nosotros, para todo cristiano: la fe contiene precisamente la memoria de la historia de Dios con nosotros, la memoria del encuentro con Dios, que es el primero en moverse, que crea y salva, que nos transforma; la fe es memoria de su Palabra que inflama el corazón, de sus obras de salvación con las que nos da la vida, nos purifica, nos cura, nos alimenta. El catequista es precisamente un cristiano que pone esta memoria al servicio del anuncio; no para exhibirse, no para hablar de sí mismo, sino para hablar de Dios, de su amor y su fidelidad. Hablar de transmitir todo aquello que Dios ha revelado, es decir, la doctrina de su totalidad, sin quitar ni añadir. San Pablo recomienda a su discípulo y colaborador Timoteo sobre todo una cosa: Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, a quien anuncio y por el que sufro (cf. 2 Tm 2,8-9). Pero el Apóstol puede decir esto porque  él es el primero en acordarse de Cristo, que lo llamó cuando era un perseguidor de los cristianos, lo conquistó y transformó con su gracia.
El catequista, pues, es un cristiano que lleva consigo la memoria de Dios, se deja guiar por la memoria de Dios en toda su vida, y la sabe despertar en el corazón de los otros. Esto requiere esfuerzo. Compromete toda la vida. El mismo Catecismo, ¿qué es sino memoria de Dios, memoria de su actuar en la historia, de su haberse hecho cercano a nosotros en Cristo, presente en su Palabra, en los sacramentos, en su Iglesia, en su amor? Queridos catequistas, les pregunto: ¿Somos memoria de Dios? ¿Somos verdaderamente como centinelas que despiertan en los demás la memoria de Dios, que inflama el corazón?
3. «¡Ay de los que se fían de Sión», dice el profeta. ¿Qué camino se ha de seguir para no ser «superficiales», como los que ponen su confianza en sí mismos y en las cosas, sino hombres y mujeres de la memoria de Dios? En la segunda Lectura, san Pablo, dirigiéndose de nuevo a Timoteo, da algunas indicaciones que pueden marcar también el camino del catequista, nuestro camino: Tender a la justicia, a la piedad, a la fe, a la caridad, a la paciencia, a la mansedumbre (cf. 1 Tm 6,11).
El catequista es un hombre de la memoria de Dios si tiene una relación constante y vital con él y con el prójimo; si es hombre de fe, que se fía verdaderamente de Dios y pone en  él su seguridad; si es hombre de caridad, de amor, que ve a todos como hermanos; si es hombre de «hypomoné», de paciencia y perseverancia, que sabe hacer frente a las dificultades, las pruebas y los fracasos, con serenidad y esperanza en el Señor; si es hombre amable, capaz de comprensión y misericordia.
Pidamos al Señor que todos seamos hombres y mujeres que custodian y alimentan la memoria de Dios en la propia vida y la saben despertar en el corazón de los demás. Amén.
 30.09.13





Francisco en Santa Marta: En una Iglesia sin memoria, el peligro es volverse funcionarios
Sería la Iglesia de la lucha por el poder, de los celos entre los bautizados. 'Paz y alegría: ¡este es el aire de la Iglesia!'
Por Redacción
ROMA, 30 de septiembre de 2013 (Zenit.org) - No una organización ni una programación perfecta, sino “paz y alegría” son el signo de la presencia de Dios en la Iglesia. Esto fue lo que dijo el papa Francisco la mañana del lunes en la misa celebrada en Santa Marta.
Comentando las lecturas del día, explicó que los discípulos fueron entusiastas, preparaban programas, planes para la futura organización de la Iglesia naciente, discutían sobre quién era el más grande e impedían hacer el bien en el nombre de Jesús a los que no pertenecían a su grupo. Pero Jesús los sorprende, moviendo el centro de la discusión sobre la organización a los niños: "Porque el que sea el más pequeño entre todos ustedes --les dijo Jesús-- es el más grande!". Así, indica el papa, en la lectura del profeta Zacarías se habla de los signos de la presencia de Dios: no "una buena organización" ni "un gobierno que avanza, todo limpio y perfecto", sino de los ancianos que habitan en las calles y de los niños que juegan.
El riesgo es descartar tanto a los ancianos como a los niños. Y dura es la advertencia de Jesús hacia los que escandalizan a los más pequeños: "El futuro de un pueblo está aquí, en los ancianos y en los niños. ¡Un pueblo que no se ocupa de sus ancianos y de sus niños no tienen futuro, porque no tendrá memoria y no tendrá promesa! ¡Los ancianos y los niños son el futuro de un pueblo! ¿Cuánto es común dejarlos de lado, no? A los niños, tranquilizarlos con un caramelo, con un juego: ‘Hazlo , hazlo, vamos, vamos’. Y al anciano no le permiten que hable, prescinden de su consejo: "Son viejos, pobres...".
Los discípulos no comprendían: "Lo entiendo, los discípulos --dijo el papa-- querían eficacia, querían que la Iglesia siga adelante sin problemas y esto puede convertirse en una tentación para la Iglesia: ¡la Iglesia del funcionalismo! ¡La Iglesia bien organizada! ¡Todo bien pero sin memoria y sin promesa! Esta Iglesia así, no avanzará: será la Iglesia de la lucha por el poder, será la Iglesia de los celos entre los bautizados, y muchas otras cosas que están allí cuando no hay memoria ni promesa".
Por lo tanto, la "vitalidad de la Iglesia" no está dada por los documentos y reuniones "para planificar y hacer bien las cosas": estas son realidades necesarias, pero no son "el signo de la presencia de Dios":
"El signo de la presencia de Dios es ésto, así dice el Señor: 'Los ancianos y las ancianas se sentarán de nuevo en las plazas de Jerusalén, cada uno con su bastón en la mano, a causa de sus muchos años. Las plazas de la ciudad se llenarán de niños y niñas, que jugarán en ellas'. 
El juego nos hace pensar en la alegría: es la alegría del Señor. Y estos ancianos, sentados con un bastón en la mano, calmados, nos recuerdan la paz. Paz y alegría: ¡este es el aire de la Iglesia!".
 01.10.13





El papa en Santa Marta concelebró con el Consejo de Cardenales
Que estas reuniones nos hagan más humildes para dar un hermoso testimonio de la Iglesia
LIMA, 01 de octubre de 2013 (Zenit.org) - El papa Francisco presidió la misa de la mañana del martes en la Casa Santa Marta, al concelebrar con los purpurados del Consejo de Cardenales, que a partir de hoy se reunirán con el papa en el Vaticano hasta el 3 de octubre. En su homilía, el santo padre dijo: "Espero que estas reuniones nos hagan a todos más humildes y confiados en Dios, para que la Iglesia puede dar un hermoso testimonio a las personas".
El santo padre inició su homilía recordando el evangelio del día en el que Jesús reprende a los dos apóstoles que querían hacer bajar fuego del cielo sobre aquellos que no le habían acogido y ha advertido que le camino del cristiano no es "un vía de venganza". El camino del cristiano es el de la humildad, de la mansedumbre.
Y recordando que es la fiesta de santa Teresita del Niño Jesús, precisó: "Nos hará bien pensar en este espíritu de humildad, de ternura, de bondad". Un espíritu humilde, añadió, que el Señor quiere de todos nosotros. ¿Dónde está pues el poder "que nos lleva a este espíritu?" se preguntó. Justamente "en el amor, en la conciencia de que estamos en las manos del Padre" dijo. "Cuando uno escucha esto", señaló, "no es para hacer descender fuego del cielo".
Porque "viene el otro espíritu, el de la caridad que todo lo sufre, todo lo perdona, que no es jactancioso, que es humilde, que no se busca a sí mismo. Alguno puede decir, y existieron algunos filósofos que la pensaban así, que se trata de una humillación de la majestad del hombre, de la grandeza del hombre. Esto es estéril. La Iglesia ha declarado a santa Teresita, humilde, pequeña, con confianza en Dios y llena de dulzura: Patrona de las Misiones”.
La fuerza del evangelio, dijo, está ahí, "para que el evangelio llegue a su punto más alto cuando fue la humillación de Jesús: ¡humildad que se convierte en humillación!" Y la fuerza del evangelio, continuó, "está en la humildad, la humildad del niño que se deja guiar por el amor y la ternura del padre":
"La Iglesia --decía Benedicto XVI-- no crece gracias al proselitismo, crece por atracción, por testimonio. Y cuando la gente, los pueblos ven este testimonio de humildad, de mansedumbre, sienten la necesidad que dice el profeta Zacarías: ‘¡Queremos ir con ustedes!'. La gente siente la necesidad frente al testimonio de la caridad, de esta caridad humilde, sin arrogancia, no autosuficiente, humilde, que adora y sirve".
"La caridad es simple: ¡adorar a Dios y servir a los demás! Y este testimonio --dijo el papa-- hace crecer a la Iglesia". Es por eso que una monja "tan humilde, pero tan confiada en Dios", como Santa Teresa del Niño Jesús, “fue nombrada Patrona de las Misiones, para que su ejemplo" haga "que la gente diga '¡Queremos ir con ustedes!'".
El papa Francisco concluyó su homilía con un pensamiento especial para las reuniones que se celebrarán desde hoy en el Vaticano con el "Consejo de los Cardenales, creado por él para ayudarle en el gobierno de la Iglesia:
"Hoy, aquí en el Vaticano comienza la reunión con los cardenales consejeros, que están concelebrando la misa. Pedimos al Señor que nuestro trabajo de hoy nos haga más humildes, más pacientes, más confiados en Dios, para que así la Iglesia pueda dar un hermoso testimonio de la gente y viendo al pueblo de Dios, y a la Iglesia, ¡sientan el deseo de venir con nosotros!"
 02.10.13




Texto completo de la catequesis de la audiencia general. La Iglesia nos hace encontrar a Jesucristo en los sacramentos, especialmente en la confesión y en la eucaristía
Por Francisco papa
CIUDAD DEL VATICANO, 02 de octubre de 2013 (Zenit.org) - Publicamos a continuación las palabras del santo padre en la catequesis de la audiencia general de hoy miércoles:
¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
En el 'Credo', después de hacer profesado El  Señor nos quiere en una Iglesia que sabe abrir los brazos para acoger a todos
: 'Creo en la Iglesia una', añadimos el adjetivo 'santa'; afirmamos por tanto la santidad de la Iglesia, y esta es una característica que ha estado presente desde el inicio en la conciencia de los primeros cristianos, los cuales se llamaban simplemente 'los santos'  (cfr At 9,13.32.41; Rm 8,27; 1 Cor 6,1), porque tenían la certeza que es la acción de Dios, el Espíritu Santo que santifica la Iglesia.
Pero ¿en qué sentido la Iglesia es santa si vemos que la Iglesia histórica, en su camino a lo largo de los siglos, ha tenido tantas dificultades, problemas, momentos oscuros? ¿Cómo puede ser santa un Iglesia hecha de seres humano, de pecadores? Hombres pecadores, mujeres pecadoras, sacerdotes pecadores, monjas pecadoras, obispos pecadores, cardenales pecadores, papa pecador? Todos. ¿Como puede ser santa una Iglesia así?
1. Para responder a la pregunta quisiera guiarme de una fragmento de la Carta de san Pablo a los cristianos de Éfeso. El Apóstol, tomando como ejemplo las relaciones familiares, afirma que "Cristo ha amado la Iglesia y se ha dado a sí mismo por ella, para hacerla santa" (5,25-26). Cristo ha amado la Iglesia, donando todo sí mismo sobre la cruz. Y esto significa que la Iglesia es santa porque procede de Dios que es santo, le es fiel y no la abandona en poder de la muerte y del mal (cfr Mt 16,18), está unido de forma indisoluble con ella (cfr Mt 28,20); es santa porque está guiada por el Espíritu Santo que purifica, transforma, renueva. No es santa por nuestros méritos, sino porque Dios la hace santa, es fruto del Espíritu Santo y de sus dones. No somos nosotros que la hacemos santa. Es Dios, el Espíritu Santo, que en su amor hace santa a la Iglesia.
2. Vosotros podrías decirme: pero la Iglesia está formada por pecadores, lo vemos cada día. Y esto es verdad: somos una Iglesia de pecadores; y nosotros pecadores estamos llamados a dejarnos transformar, renovar, santificar por Dios. Ha habido en la historia la tentación de algunos que afirmaba: la Iglesia es solo la Iglesia de los puros, de los que son totalmente coherentes,  y los otros están lejos. ¡Esto no es verdad! ¡Esto es una herejía! La Iglesia, que es santa, no rechaza a los pecadores; no nos rechaza a todos nosotros; no nos rechaza porque llama a todos, los acoge, es abierta también a los más lejanos, llama a todos a dejarse envolver por la misericordia, por la ternura y del perdón del Padre, que ofrece a todos la posibilidad de encontrarlo, de caminar hacia la santidad.
"¡Pero padre, yo soy un pecador, un gran pecador!, ¿cómo puedo sentirme parte de la Iglesia?" Querido hermano, querida hermana, es precisamente esto lo que deseo el Señor, que tu le digas: "Señor aquí estoy, con mis pecados". ¿Alguno de vosotros está aquí sin los propios pecados? ¿Alguno de vosotros? Ninguno, ninguno de vosotros. Todos llevamos con nosotros nuestros pecados. Pero el Señor quiere escuchar que le decimos: "¡Perdóname, ayúdame a caminar, transforma mi corazón!" Y el corazón puede transformar el corazón. En la Iglesia, el Dios que encontramos no es un juez despiadado, sino que es como el Padre de la parábola del Evangelio. Puedes ser como el hijo que dejado la casa, que ha tocado fondo en la lejanía de Dios. Cuando tengas la fuerza de decir: quiero volver a casa, encontrarás la puerta abierta, Dios viene a tu encuentro porque te espera siempre, Dios te espera siempre, Dios te abraza, te besa y hace fiesta. Así es el Señor, así es la ternura de nuestro Padre celeste.
El Señor nos quiere parte de una Iglesia que sabe abrir los brazos para acoger a todos, que no es la casa de pocos, sino la casa de todos, donde todos pueden ser renovados, transformados, santificados por su amor, los más fuertes y los más débiles, los pecadores, los indiferentes, aquellos que se sienten desalentados y perdidos. La Iglesia ofrece a todos la posibilidad de recorrer el camino de la santidad, que es el camino del cristiano: nos hace encontrar a Jesucristo en los sacramentos, especialmente en la confesión y en la eucaristía; nos comunica la Palabra de Dios, nos hace vivir en la caridad, en el amor de Dios hacia todos. Preguntémonos, entonces: ¿nos dejamos santificar? ¿Somos una Iglesia que llama y acoge con los brazos abiertos a los pecadores, que dona valentía, esperanza, o somos una Iglesia cerrada en sí misma? ¿Somos una Iglesia en al que se vive el amor de Dios, en la que hay atención hacia el otro, en la que se reza los unos por los otros?
3. Una última pregunta: ¿Qué puedo hacer yo que me siento débil, frágil, pecador? Dios te dice: no tener miedo de la santidad, no tener miedo de apuntar alto, de dejarse amar y purificar por Dios, no tener miedo de dejarse guiar por el Espíritu Santo. Dejémonos contagiar de la santidad de Dios. Todo cristiano esta llamado a la santidad (cfr Cost. dogm. Lumen gentium, 39-42); y la santidad no consiste primero en el hacer cosas extraordinarias, sino en el dejar actuar a Dios. Y el encuentro de nuestra debilidad con la fuerza de su gracia, es tener confianza en su acción que nos permite vivir en la caridad, de hacer todo con alegría y humildad, para la gloria de Dios y en el servicio al prójimo. Hay una célebre frase del escritor francés Léon Bloy; en los últimos momentos de su vida decía: "Hay una sola tristeza en la vida, la de no ser santos". No perdamos la esperanza en la santidad, recorramos todos este camino. ¿Queremos ser santos? El Señor nos espera a todos, con los brazos abiertos; nos espera para acompañarnos en el camino de la santidad. Vivamos con alegría nuestra fe, dejémonos amar por el Señor... pidamos este don a Dios en la oración, para nosotros y para los otros.
03.10.13




Francisco llega a Asís y despierta las conciencias ya desde primeras horas de la mañana
En la visita a los niños discapacitados del Instituto Seráfico, el papa deja de lado el discurso preparado y lanza un llamamiento a abrazar "las llagas de Cristo" en los hermanos pequeños y que sufren. Mientras tanto crece a 150.000 el número de peregrino
Por Salvatore Cernuzio
ASíS, 04 de octubre de 2013 (Zenit.org) - Así se ha despertado esta mañana a las 7.15 con el rumor de las hélices del helicóptero que traía al papa Francisco del Vaticano. Pero en realidad la ciudad está activa ya desde las primeras luces del alba. El pueblo de Umbría que vio nacer al santo patrón de Italia, del cual la Iglesia celebra la memoria, está literalmente asediada de peregrinos, periodistas, voluntarios, monjes, religiosas.
Son cerca de 150.000 las personas que se calcula que asisten a esta histórica visita del pontífice a su homónimo: 50.000 respecto a las previsiones de ayer, divididos entre el sagrado de la Basílica de Santa María de los Ángeles, donde el papa por el tarde encontrará a los jóvenes, y la plaza frente a la Basílica inferior de san Francisco, lugar en el que papa celebrará la misa a las 11.
Mientras monseñor Marino da las últimas indicaciones para preparar el escenario donde está el altar y una copia gigante del crucifijo de San Damián, más abajo, frente a la Basílica superior, una multitud de paraguas de colores se ha colocado frente a las pantallas gigantes que en estos instantes transmite las imágenes más significativas de los 7 meses de pontificado de Bergoglio: desde la elección el 13 de marzo hasta la JMJ de Río de Janeiro.
El día es gris, una ligera lluvia que va y viene, pero no afecta mínimamente al grupo de peregrinos colocados en los puntos estratégicos que atravesará papa Francisco. Asís es pequeña, las calles estrechas, las plazas contienen al máximo 8.000 afortunados que se han debido acreditar para obtener un sitio para sentarse. Por tanto cada uno se sumerge en el pensamiento que finalmente conseguirá toca y dar la mano al pontífice. O por lo menos podrá verlo de cerca y respirar este carisma que está sacudiendo la Iglesia y el mundo.
Lo confirma a ZENIT Domenica, una señora anciana de la provincia de Lecce, que junto a un grupo está de viaje desde las 20.00 de ayer para llegar esta mañana a las 6.30 y asegurarse la primera fila detrás de las numerosas vallas colocadas en cada esquina de la ciudad (en torno a 10 km en total). "Un buen sacrificio", sobretodo para una señora de una cierta edad, pero  "vale la pena", afirma Domenica, llamada Mimina, porque "el deseo de ver al papa es muy fuerte". "Desde que fue elegido - añade - tengo en el corazón el deseo de verle y darle las gracias, porque este papa inspira confianza, amor, esto papa es todo".
La misma opinión tiene un grupo de mujeres Nápoles, que llegaron y cogieron sitio a las 4.00 de la mañana.  "Este papa es un grande" dicen "y estamos aquí con la esperanza de verlo y escucharlo en directo lo que dirá en la misa".
Según uno de los responsables de la seguridad, muchas personas están aquí por devoción a Francisco, tanto el santo como el papa, pero muchos - observa con una ligero tono de cinismo - están aquí "por folklore", llamados por lo sensacional del evento.
Puede ser verdad, pero es difícil creer que tanta gente se moviliza de cada rincón de Italia y del extranjero solo para poder decir "también estaba yo". Y por tanto es útil también esto: ser llamados quizá por un gesto del santo padre o de la curiosidad de ver como es en directo, para después encontrarse allí, en el abrazo de la Iglesia, a escuchar las palabras de este pontífice que nunca deja indiferentes.
Como ha sucedido hace unas horas en el Instituto Seráfico, donde Francisco, acompañado por "mi hermano Domenico", el obispo Sorrentino, ha llegado alas 8.00 para encontrar a los niños afectados por graves discapacidades hospedados y alojados en el centro. Emocionados por las palabras de presentación de la presidenta Francesca Di Maolo, el papa ha dejado de lado el discurso programado y ha hablado de forma improvisada exhortando a "escuchar las llagas del mundo" y a ir al encuentro de "los sufrimientos de los más necesitados, de los más humillados, los más indefensos".
La llamada es sobre todo para los que "dicen ser cristianos", a gastar la propia vida "en defensa de los más pequeños que viven en la enfermedad y en el sufrimiento". "Aquí estamos entre las llagas de Jesús que son también un don para nosotros - ha subrayado - está presente y escondido en estos niños, en las llagas de estos pequeños, que tienen necesidad de ser escuchados, no solo para hacer noticias en los periódicos, pero siempre y sobre todo por aquellos que dicen ser cristianos".
El mensaje fuerte que todos se esperaban del santo padre en esta memorable visita de Asís y ya ha llegado, pronunciado con voz baja y conmovida, en lo que parecía solo un primer encuentro de apertura. Desde allí el padre se ha dirigido a la Sala de la Expoliación de san Francisco del Obispado, donde le escuchan le han escuchado los pobre de Cáritas diocesana.
 04.10.13




Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Ante todo deseo dar gracias a Dios por la jornada que viví en Asís, anteayer. Piensen, piensen que era la primera vez que iba a Asís y fue un gran don hacer esta peregrinación, precisamente en la fiesta de San Francisco.
Agradezco al pueblo de Asís por la cálida acogida. ¡Muchas gracias!
Hoy, el pasaje del Evangelio comienza así: “En aquel tiempo dijeron los Apóstoles al Señor: ‘¡Auméntanos la fe!’” (Lc 17, 5-6). Me parece que todos nosotros podemos hacer nuestra esta invocación. También nosotros, como los Apóstoles, decimos al Señor Jesús: “¡Auméntanos la fe!”. Sí, Señor, nuestra fe es pequeña, nuestra fe es débil, frágil, pero te la ofrecemos tal como es, para que Tú la hagas crecer. ¿Les parece que repitamos todos juntos esto: Señor, auméntanos la fe? ¿Lo hacemos? Todos: Señor auméntanos la fe. ¡Señor, auméntanos la fe. Señor auméntanos la fe. ¡Que nos la haga crecer, ¡eh!
Y el Señor, ¿qué cosa nos responde? Responde: “Si tuvieran fe como un grano de mostaza, habrían dicho a este sicómoro: ‘Arráncate y plántate en el mar’, y les habría obedecido” (v. 6). La semilla de la mostaza es pequeñísima, pero Jesús dice que basta tener una fe así, pequeña, pero verdadera, sincera, para hacer cosas humanamente imposibles, impensables. ¡Y es verdad! 
Todos conocemos a personas sencillas, humildes, pero con una fe fortísima, ¡que verdaderamente mueven las montañas! Pensemos por ejemplo en tantas mamás y papás, que afrontan situaciones muy pesadas; o en ciertos enfermos, incluso gravísimos, que transmiten serenidad a quien los va a visitar. Estas personas, precisamente por su fe, no se vanaglorian de lo que hacen, es más, como pide Jesús en el Evangelio, dicen: “Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer” (Lc. 17, 10). ¡Cuánta gente entre nosotros tiene esta fe fuerte, humilde, y que hace tanto bien!
En este mes de octubre, que está dedicado de modo particular a las misiones, pensemos en los tantos misioneros, hombres y mujeres, que para llevar el Evangelio han superado obstáculos de todo tipo, han dado verdaderamente la vida; como dice San Pablo a Timoteo: “No te avergüences, pues, ni del testimonio que has de dar de nuestro Señor, ni de mí, su prisionero; sino, al contrario, soporta conmigo los sufrimientos por el Evangelio, ayudado por la fuerza de Dios” (2 Tm 1, 8). Pero esto atañe a todos: a cada uno de nosotros, en la propia vida de cada día, se puede dar testimonio de Cristo, con la fuerza de Dios, la fuerza de la fe. ¡Con la fe pequeñísima que tenemos, pero que es fuerte! ¡Con esa fuerza dar testimonio de Jesucristo, ser cristianos con la vida, con nuestro testimonio!
¿Y cómo tomamos de esta fuerza? La tomamos de Dios en la oración. La oración es la respiración de la fe: en una relación de confianza, de amor, no puede faltar el diálogo, y la oración es el diálogo del alma con Dios. 
Octubre es también el mes del Rosario, y en este primer domingo es tradición rezar la Súplica a la Virgen de Pompeya, la Bienaventurada Virgen María del Santo Rosario. Nos unimos espiritualmente a este acto de confianza en nuestra Madre, y recibimos de sus manos la corona del Rosario: ¡el Rosario es una escuela de oración! ¡El Rosario es una escuela de fe! 
 07.10.13