21 d’oct. 2014

PAPA FRANCESC (5)
















Francisco en Sta. Marta: 'Sin Cristo no tenemos identidad'
En la homilí­a de este martes, el Santo Padre recuerda que el cristiano sabe esperar a Jesús.
CIUDAD DEL VATICANO, 21 de octubre de 2014 (Zenit.org) - “El cristiano es un hombre o una mujer que sabe esperar a Jesús y por esto es un hombre o una mujer de esperanza". Así lo ha afirmado el santo padre Francisco esta mañana en la homilía de la misa matutina de Santa Marta. Asimismo ha recordado que Cristo, con su sacrificio, nos ha hecho "amigos, cercanos, en paz".
Los cristianos son personas que saben esperar, y en la espera, cultivan una esperanza sólida. De este modo, el Papa ha recordado que los cristianos son un pueblo está unido por Jesús más allá de cualquier "enemistad", que es servido por Él y dotado de un nombre.

Este martes, el Pontífice ha reflexionado sobre el Evangelio de Lucas y la Carta de Pablo a los Efesios. En el Evangelio, Cristo habla a los discípulos comparándose con un señor que regresa por la noche de una fiesta de bodas y llama "bienaventurados" a los siervos que le esperan despiertos y con las lámparas encendidas. En la siguiente escena se ve a Jesús hacerse siervo de sus servidores y llevarles la comida a la mesa. Así, Francisco ha observado que el primer servicio que el Maestro hace a los cristianos es darles "la identidad". El Papa ha afirmado que "nosotros sin Cristo no tenemos identidad".
A propósito ha hecho referencia a las palabras de Pablo a los paganos "recordad que en aquel tiempo estábais sin Cristo, excluidos de la ciudadanía de Israel", precisando que "lo que ha venido a hacer Jesús con nosotros es darnos ciudadanía, pertenencia a un pueblo, nombre, apellido". Por esto, ha recordado el Papa que de "enemigos sin paz", Cristo "nos ha unido" con "su sangre", así "derribando el muro de separación que divide".
Y ha precisado que "todos nosotros sabemos que cuando no estamos en paz con las personas, hay un muro. Hay un muro que nos divide. Pero Jesús nos da su ayuda para derrumbar esta pared, para que podamos encontrarnos. Y si estamos divididos, no somos amigos: somos enemigos. Y ha hecho aún más para reconciliarnos a todos en Dios. Nos ha reconciliado con Dios: de enemigos, amigos; de extraños, hijos".
A continuación, Francisco ha señalado que de "gente de la calle", de personas que ni siquiera eran "huéspedes", hemos pasado a ser "conciudadanos de los santos y familiares de Dios", por decirlo como san Pablo. Esto es lo que ha hecho Jesús con su venida. Pero, se ha preguntado el Pontífice, "¿cuál es la condición?". Y ha respondido: "esperarlo", esperarlo como los siervos a su patrón.
Lo ha explicado así: "esperar a Jesús. Quien no espera a Jesús, le cierra la puerta a Jesús, no lo deja hacer esta obra de paz, de comunidad, de ciudadanía, aún más, de nombre. Porque nos da un nombre. Nos hace hijos de Dios. Esta es la actitud para esperar a Jesús, que está dentro de la esperanza cristiana. El cristiano es un hombre o una mujer de esperanza. Sabe que el Señor vendrá. Realmente vendrá. (...) No sabemos la hora, pero vendrá, vendrá a encontrarnos, pero no para vernos aislados, enemigos, no. Encontrarnos como Él ha hecho con su servicio: amigos cercanos, en paz".
Al concluir la homilía, Francisco ha hecho indicado preguntas que el cristiano puede hacerse: "¿Cómo espero a Jesús?", e incluso antes: "¿le espero o no le espero?". "¿Yo creo en esta esperanza, que Él vendrá? ¿Yo tengo el corazón abierto, para escuchar cuando golpea la puerta?" Para finalizar, el Obispo de Roma ha subrayado que el cristiano es un hombre o una mujer que sabe espera a Jesús y por esto es un hombre o una mujer de esperanza. Sin embargo, y muchas veces nosotros los cristianos nos comportamos como paganos, nos olvidamos de Jesús, y pensamos: ‘Yo me las arreglo solo'. Y esto termina mal, termina sin nombre, sin cercanía, sin ciudadanía".
22.10.14


Texto completo de la audiencia general del miércoles 22 de octubre
Francisco ha reflexionado sobre la Iglesia como cuerpo de Cristo e invita a no ser celosos ni envidiosos, sino apreciar en nuestras comunidades los dones y las cualidades de nuestros hermanos
CIUDAD DEL VATICANO, 22 de octubre de 2014 (Zenit.org) - Queridos hermanos y hermanas, buenos días
cuando se quiere evidenciar cómo los elementos que componente una realidad están estrechamente unidos el uno al otro y formen una sola cosa, se usa a menudo la imagen del cuerpo. A partir del apóstol Pablo, esta expresión ha sido aplicada a la Iglesia y ha sido reconocida como su rasgo distintivo más profundo y más bello. Hoy, entonces, queremos preguntarnos: ¿en qué sentido la Iglesia forma un cuerpo? ¿Y por qué es definida 'cuerpo de Cristo'?
En el libro de Ezequiel se describe una visión un poco particular, impresionante, pero capaz de infundir confianza y esperanza en nuestros corazones. Dios muestra al profeta una extensión llena de huesos, separados los unos de los otros y resecos. Un escenario desolador imaginarse toda una llanura llena de huesos. Dios le pide invocar sobre ellos el Espíritu. Y en ese momento los huesos se mueven, comienzan a acercarse y a unirse, sobre ellos crecen primero los nervios y después la carne y se forma así un cuerpo, completo y lleno de vida.
¡Esta es la Iglesia! Pido, hoy que en casa lean la Biblia, el capítulo 37 del profeta Ezequiel, sin olvidarse de leer esto. Es precioso.  Es una obra maestra, la obra maestra del Espíritu, el cual infunde en cada uno la vida nueva del Resucitado y nos pone uno junto al otro, uno al servicio y apoyando al otro, haciendo así de todos nosotros un solo cuerpo, edificado en la comunión y en el amor.
Sin embargo, la Iglesia no es solamente un cuerpo edificado en el Espíritu. ¡La Iglesia es el cuerpo de Cristo! Es extraño pero es así. Y no se trata sencillamente de un forma de hablar: ¡lo somos realmente! ¡Es el gran don que hemos recibido el día de nuestro Bautismo! En el sacramento del Bautismo, de hecho, Cristo nos hace suyos, acogiéndonos en el corazón del misterio de la cruz, el misterio supremo de su amor por nosotros, para hacernos después resurgir con Él, como nuevas criaturas. Así nace la Iglesia, y ¡así la Iglesia se reconoce cuerpo de Cristo! El Bautismo constituye un verdadero renacimiento, que nos regenera en Cristo, nos hace parte de Él, y nos une íntimamente entre nosotros, como miembros del mismo cuerpo, del cual Él es la cabeza.
La que surge entonces es una profunda comunión de amor. En este sentido, es iluminador como Pablo, exhortando a los mártires a "amar a las mujeres como al propio cuerpo", afirme: "Como también Cristo hace con la Iglesia, ya que somos miembros de su cuerpo". Que bonito si recordáramos más a menudo lo que somos, lo que ha hecho con nosotros el Señor Jesús. Somos su cuerpo, ese cuerpo que nada ni nadie puede arrancar de Él, y Él recubre con toda su pasión y su amor, precisamente como un esposo a su esposa.
Este pensamiento, sin embargo, debe hacer resurgir en nosotros el deseo de corresponder al Señor y de compartir su amor entre nosotros, como miembros vivos de su mismo cuerpo. En el tiempo de Pablo, la comunidad de Corinto encontraba muchos dificultades en este sentido, viviendo, como a menudo también nosotros, la experiencia de las divisiones, de las envidias, de las incomprensiones y de las marginaciones.
Todas estas cosas no van bien, porque en vez de edificar y hacer crecer la Iglesia como cuerpo de Cristo, la fracturan en muchas partes, la desmiembran. Y esto también sucede en nuestros días ¿no? Pensemos en las comunidades cristianas, en algunas parroquias, en nuestros barrios, ¡cuántas divisiones, cuántas envidas, cuánto se habla mal, cuánta incomprensión y marginación! Y guerra no comienzan en el campo de batalla. Las guerras comienzan en el corazón, con estas incomprensiones, divisiones, envidias, con esta lucha entre los otros. Y esta comunidad de Corintio era así. Eran campeones de esto.
El apóstol ha dado a los Corintos algunos consejos concretos que valen también para nosotros. No ser celosos, sino apreciar en nuestras comunidades los dones y las cualidades de nuestros hermanos. Pero los celos, 'pero mira, ese ha comprado un coche' y yo siento aquí los celos. 'Este ha ganado la lotería' y los celos. 'A este le va bien con esto' y otros celos.   Esto desmiembra, hace mal, no se debe hacer. Porque los celos crecen, crecen y llenan el corazón. Y un corazón celoso, es un corazón ácido, un corazón que en vez de sangre parece que tiene vinagre, un corazón que nunca es feliz, un corazón que desmiembra la comunidad.
Pero ¿qué debo hacer? Apreciar en nuestras comunidades los dones y cualidades de los otros, de nuestros hermanos. Pero cuando me vienen los celos, que nos vienen a todos, todos, todos somos pecadores, cuando me vienen los celos decir: 'Gracias Señor porque le has dado esto a esa persona'
Apreciar las cualidades y contra las divisiones hacerse cercanos y participar en los sufrimientos de los últimos y de los más necesitados; expresar la propia gratitud a todos. Decir gracias, es un corazón bueno, un corazón noble, un corazón que está contento porque sabe decir gracias. Y pregunto, todos nosotros, ¿sabemos decir siempre gracias? Eh, no siempre, porque las envidias, los celos, nos frenan un poco.
Y, por último, este es el consejo que el apóstol Pablo da a los corintios y también debemos darnos nosotros unos a otros:  no considerar a nadie superior a los otros. ¿Cuánta gente se siente superior a los otros? También nosotros decimos muchas veces decimos como ese fariseo de la parábola, 'te doy gracias Señor porque no soy como ese, soy superior'. Pero esto es feo, no hacerlo nunca. Y cuando te viene esto, acuérdate de tus pecados, de esos que nadie conoce. Vergüenza delante de Dios y decir 'Señor tu sabes quien es superior, yo cierro la boca'. Y esto hace bien.
Y siempre en la caridad considerarse miembros los unos de los otros, que viven y se donan en beneficio de todos.
Queridos hermanos y hermanas, como el profeta Ezequiel y como el apóstol Pablo, invocamos también nosotros al Espíritu Santo, para que su gracia y la abundancia de sus dones nos ayuden a vivir realmente como cuerpo de Cristo, unidos, como familia, una familia que es el Cuerpo de Cristo y como signo visible y bello de su amor.
 23.10.14



Francisco en Sta. Marta: No se puede ir adelante sin la fuerza del Espíritu
En la homilí­a de este jueves, el Santo Padre recuerda que el amor de Cristo supera todo conocimiento
CIUDAD DEL VATICANO, 23 de octubre de 2014 (Zenit.org) - "No se puede ser cristiano sin la gracia del Espíritu Santo" que nos dona la fuerza de amar. Así lo ha afirmado el papa Francisco en la homilía de la misa celebrada en la capilla de Santa Marta esta mañana de jueves. La reflexión de hoy ha estado centrada en la Carta a los Efesios en la que san Pablo describe su experiencia de Jesús, una experiencia "que le ha llevado a dejar todo" porque "estaba enamorado de Cristo". Ha recordado que el acto del apóstol es "un acto de adoración": dobla, sobre todo, "las rodillas delante del Padre" que "tiene el poder de hacer mucho más de lo que podemos pedir o pensar". Usa "un lenguaje sin límites": adora este Dios "que es como un mar sin playas, sin límites, un mar inmenso". Y Pablo pide al Padre, por todos nosotros, "para ser potentemente reforzados en el hombre interior, mediante su Espíritu".
Y lo explica así: "Pide al Padre que el Espíritu venga y nos refuerce, nos de la fuerza. No se puede ir adelante sin la fuerza del Espíritu. Nuestras fuerzas son débiles. No se puede ser cristiano, sin la gracia del Espíritu. Es precisamente el Espíritu quien nos cambia el corazón, quien nos hace ir adelante en la virtud, para cumplir los mandamientos".
Tal y como Francisco ha recordado, después san Pablo pide otra gracia al Padre: "la presencia de Cristo, para que nos haga crecer en la caridad". El Pontífice ha subrayado que el amor de Cristo "que supera todo conocimiento", "no se puede entender" si no a través de "este acto de adoración de esa inmensidad grande".De este modo, el Santo Padre ha proseguido afirmando que "esta es una experiencia mística de Pablo y nos enseña la oración de alabanza y la oración de adoración. Delante de nuestras pequeñeces, de nuestros intereses egoístas, muchos, Pablo estalla en esta alabanza, en este acto de adoración y pide al Padre que nos envíe el Espíritu para darnos fuerza y poder de ir adelante; que nos haga entender el amor de Cristo y que Cristo nos consuele en el amor. Y dice al Padre: 'Gracias, porque Tú eres capaz de hacer lo que también nosotros no osamos pensar'. Es una bella oración... es una bella oración".
Para finalizar, el Obispo de Roma ha observado que "con esta vida interior se puede entender que Pablo haya dejado perder todo y considere todo basura, para ganar a Cristo y ser encontrado por Cristo. Nos hace bien pensar así, nos hace bien adorar a Dios, también a nosotros. Nos hace bien alabar a Dios, entrar en este mundo de amplitud, de grandiosidad, de generosidad y de amor. Nos hace bien, porque así podemos ir adelante en el gran mandamiento -el único mandamiento, que está en la base de todos los demás-: el amor; amar a Dios y amar al prójimo".
 24.10.14



Francisco en Sta. Marta: 'Estamos llamados a trabajar por la unidad'
En la homilí­a de este viernes, el Santo Padre invita a edificar la la Iglesia con las virtudes de la humildad, la magnanimidad, la dulzura y la mansedumbre
CIUDAD DEL VATICANO, 24 de octubre de 2014 (Zenit.org) - Todo cristiano está llamado a trabajar por la unidad de la Iglesia. Es la exhortación formulada por el papa Francisco en la misa de esta mañana en la capilla de la Casa Santa Marta. El Pontífice ha subrayado que debemos ser guiados por el Espíritu Santo, que hace la unidad de la Iglesia en la diversidad de las personas. 
"Yo, prisionero, os exhorto a construir la unidad en la Iglesia". El papa Francisco ha desarrollado su homilía a partir de esta exhortación de san Pablo en la Carta a los Filipenses. "Hacer la unidad de la Iglesia --ha observado el Santo Padre-- es el trabajo de la Iglesia y de cada cristiano en la historia". El apóstol Pedro, ha añadido, "cuando habla de la Iglesia, habla de un templo hecho de piedras vivas, que somos nosotros". Al contrario, ha advertido, "de ese otro templo de la soberbia que era la Torre de Babel". El primer templo, ha insistido, "trae la unidad", el otro "es el símbolo de la desunión, del no entendernos, de la diversidad de lenguas":
"Hacer la unidad de la Iglesia, construir la Iglesia, este templo, esta unidad de la Iglesia: esta es la tarea de cada cristiano, de cada uno de nosotros. Cuando se tiene que construir un templo, un edificio, se busca un terreno edificable, preparado para esto. La primera cosa que se hace es buscar la piedra basal, la piedra angular dice la Biblia. Y la piedra angular de la unidad de la Iglesia, o mejor, la piedra angular de la Iglesia es Jesús, y la piedra angular de la unidad de la Iglesia es la oración de Jesús en la Última Cena: '¡Padre, que sean uno!'. ¡Y esta es la fuerza!"
Jesús, ha reiterado, es "la roca sobre la que edificamos la unidad de la Iglesia", "sin esta piedra no se puede. No hay unidad sin Jesucristo como base: es nuestra seguridad". Pero, ¿quién, entonces, --se ha preguntado el Papa-- "construye esta unidad"? Este, ha sido su respuesta, "es el trabajo del Espíritu Santo. Es el único capaz de hacer la unidad de la Iglesia. Y por eso Jesús lo ha enviado: para hacer crecer la Iglesia, para que sea fuerte, para que sea una". Es el Espíritu, ha proseguido, el que hace "la unidad de la Iglesia" en la "diversidad de los pueblos, las culturas, las personas". ¿Cómo, entonces, se "construye este templo"?, se ha preguntado nuevamente Francisco. Si el apóstol Pedro, cuando hablaba de esto, "decía que eramos piedras vivas de esta cosntrucción", san Pablo "nos aconseja que no seamos piedras, sino más bien ladrillos débiles". Los consejos del Apóstol de los gentiles para "construir esta unidad son consejos de debilidad, de acuerdo con el pensamiento humano":
"La humildad, la dulzura, la magnanimidad: son cosas débiles, porque el humilde parece que no sirve para nada; la dulzura, la mansedumbre, parece que no sirven; la magnanimidad, estar abierto a todos, tener un gran corazón... Y luego dice más: 'Soportándoos los unos a los otros en el amor'. Soportándoos los unos a los otros en el amor, ¿dando importantacia a qué? A conservar la unidad. Y nos convertimos en piedras más fuertes de este templo mientras más débiles nos hacemos con estas virtudes de la humildad, la magnanimidad, la dulzura, la mansedumbre".
Este, ha recalcado, es "el mismo camino que ha hecho Jesús", que "se ha hecho débil" hasta la Cruz "¡y se convirtió en fuerte!" Y así debemos hacer nosotros: "El orgullo, la suficiencia, no sirven". Cuando se hace una construcción, ha afirmado, "es necesario que el arquitecto haga el plano. ¿Y cuál es el plano de la unidad de la Iglesia?":
"La esperanza a la que hemos sido llamados: la esperanza de ir al Señor, la esperanza de vivir en una Iglesia viva, hecha de piedras vivas, con la fuerza del Espíritu Santo. Sólo sobre el plano de la esperanza podemos avanzar en la unidad de la Iglesia. Hemos sido llamados a una gran esperanza. ¡Vamos allí! Pero con la fuerza que nos da la oración de Jesús por la unidad; con docilidad al Espíritu Santo, que es capaz de transformar los ladrillos en piedras vivas; y con la esperanza de encontrar al Señor que nos ha llamado, encontrarlo cuando ocurra la plenitud de los tiempos".
 25.10.14



El Papa al Movimiento de Schoenstatt: 'Una Iglesia sin Marí­a es un orfanato'
Miles de fieles celebran los 100 años de la fundación de esta obra eclesial en el Aula Pablo VI. Francisco responde a cinco preguntas de sus miembros.
CIUDAD DEL VATICANO, 25 de octubre de 2014 (Zenit.org) - El papa Francisco ha recibido hoy a más de 7.500 peregrinos del Movimiento de Schoenstatt, que están participando en la Ciudad Eterna en las celebraciones por el centenario de esta obra eclesial fundada por el padre José Kentenich, y ha contestado a sus preguntas.
Personas de más de 100 países se han estado preparando para este jubileo en Roma durante meses. El encuentro con el Santo Padre en el Aula Pablo VI ha supuesto para los participantes --numerosos de habla hispana-- un momento de acción de gracias y un impulso que les permitirá caminar en los próximos 100 años.
El diálogo con el Pontífice argentino ha estado precedido por la lectura del Evangelio de San Lucas, sobre la Visitación de la Virgen María a su prima Isabel. Antes de la llegada del Papa, los peregrinos han disfrutado de diversos testimonios y cantos en un clima de fiesta.
Durante la hora y media larga que Francisco ha compartido con los fieles de Schoenstatt, el Santo Padre ha tratado cinco temas muy queridos por el Movimiento: la familia y el sacramento del matrimonio, María como modelo de educadora, los jóvenes y la misión, los problemas de la sociedad de hoy, y la Iglesia. 
"Hay que recuperar muchas cosas en la familia herida", ha afirmado el papa Francisco, al responder a la primera pregunta que le han formulado. En esta línea, el Santo Padre ha destacado la importancia de la preparación al matrimonio. "No se puede preparar novios al matrimonio con dos encuentros, con dos conferencias. Eso es un pecado de omisión de nosotros, los pastores y los laicos que realmente están interesados en salvar a la familia", ha apuntado. Ante los dramas familiares que tanto hacen sufrir a los hijos, el Pontífice ha hecho hincapié en la importancia de acompañar a los matrimonios, con paciencia y cercanía.
Aludiendo al gran amor del Papa por la Virgen, los representantes de Schoenstatt le han pedido que les hable de su visión sobre la misión de María en la Nueva Evangelización y en la renovación de la Iglesia. "Madre", ha dicho Francisco. María es "Madre no sólo que nos da la vida sino que nos educa en la fe", ha explicado el Santo Padre. "Es distinto buscar crecer en la fe sin la ayuda de María. Es otra cosa", ha añadido. "Es como crecer en la fe sí, pero en la Iglesia orfanato. Una Iglesia sin María es un orfanato", ha subrayado el Pontífice. "María es Madre porque engendra a Jesús y nos ayuda con la fuerza del Espíritu Santo a que Jesús nazca y crezca en nosotros. Es la que continuamente nos está dando vida. Es Madre de la Iglesia. Es Maternidad", ha recordado.
Por su parte, los jóvenes del Movimiento han pedido al Papa que los aconseje para invitar a los amigos a compartir una vida más plena con Cristo. Francisco les ha ofrecido tres palabras: testimonio, misión y oración. Citando a Benedicto XVI, el Santo Padre ha señalado que la Iglesia no crece por proselitismo, sino por atracción. Es la atracción la que da el testimonio, ha explicado. Y ese testimonio, ha añadido, tiene que tener la capacidad de movernos, de hacernos salir, de ir en misión, porque "una Iglesia o un movimiento, una comunidad cerrada, se enferma". Pero para todo esto, ha advertido el Pontífice, es necesaria ante todo la oración. "Nadie puede decir ‘Jesucristo es el Señor’ si el Espíritu Santo no lo inspira. Y para ello es necesaria la oración", ha señalado. El Papa ha alertado también a los jóvenes sobre la tentación del cansancio, porque detrás de ésta, ha indicado, "se esconde el egoísmo, y, en última instancia, el espíritu mundano". "Abran la boca a tiempo", ha exhortado. "Pidan consejo a tiempo". 
Preguntado sobre cómo mantener la alegría y la esperanza a pesar de las dificultades y las guerras de nuestro tiempo, y cómo perseverar en el servicio al enfermo, al pobre, y al desamparado, Francisco ha confiado a los fieles de Schoenstatt que la oración y el abandono en los brazos del Padre son sus ‘secretos’. La confianza en que el Señor no nos abandona, ha añadido el Santo Padre. El ‘coraje’ y el ‘aguante’ que se da en la vida apostólica, ha insistido el Pontífice, debe darse también en la oración. Rezar con coraje porque, como dijo Jesús, "todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá". En todo esto ayuda "no mirar las cosas desde el centro", porque el único centro "es Jesucristo". Ayuda la mirada amplia y clara que se da sólo cuando no se miran las cosas desde el centro, sino desde las periferias.
Por último, el papa Francisco se ha referido a la renovación de la Iglesia, y ha lamentado que "ninguno habla de la renovación del corazón". Así, el Santo Padre ha alentado a todos los fieles del Movimiento a vivir la cultura del encuentro, que es cultura de la alianza, y crea solidaridad. "Una cultura que nos ayude a encontrarnos como familia, como movimiento, como Iglesia", ha concluido. 
 26.10.14



Texto completo de las palabras del Papa antes de la oración del ángelus
CIUDAD DEL VATICANO, 26 de octubre de 2014 (Zenit.org) - Ante la multitud reunida en la plaza de San Pedro, el papa Francisco antes de rezar la oración del ángelus dirigió las siguientes palabras.
"Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de hoy nos recuerda que toda la Ley divina se resume en el amor a Dios y al prójimo. El evangelista Mateo, cuenta que algunos fariseos se pusieron de acuerdo para poner a Jesús a una prueba. Uno de ellos, un doctor de la Ley le dirigió esta pregunta: '¿Maestro, en la Ley cual es el gran mandamiento?'. Jesús citando el Libro del Deuteronomio respondió: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el grande y primer mandamiento'.
Y podría haberse detenido aquí. En cambio Jesús añade algo que no había sido solicitado por el doctor de la ley: Dice de hecho: 'El segundo, después, es similar a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo'. Tampoco este segundo mandamiento es inventado por Jesús, pero lo toma del Libro del Levítico. La novedad consiste justamente en poner juntos estos dos mandamientos --el amor de Dios y el amor por el prójimo-- revelando que estos son inseparables y complementarios, son dos caras de una misma medalla. No se puede amar a Dios sin amar al prójimo, y no se puede amar al prójimo sin amar a Dios.
El papa Benedicto nos ha dejado un hermoso comentario sobre esto en su primera encíclica Deus Caritas Est.
De hecho el signo visible que el cristiano puede mostrar para dar testimonio al mundo y a los otros y a su familia, es el amor de Dios y el amor a los hermanos. El mandamiento del amor a Dios y al prójimo es el primero, no porque está encima de la lista de los mandamientos. Jesús no lo pone encima, pero en el centro, porque del corazón todo tiene que partir y al cual todo tieneque retornar y hacer referencia.
Ya en el Antiguo Testamento, la exigencia de ser santos, a imagen de Dios que es santo, incluía también el deber de tomarse cuidado de las personas más débiles, como el extranjero, el huérfano, la viuda. Jesús lleva a cumplimiento esta ley de alianza, Él que une en sí, en su carne, la divinidad y la humanidad, en un mismo misterio de amor.
Así, a la luz de esta palabra de Jesús, el amor es la medida de la fe, y la fe es el alma del amor. No podemos separar más la vida religiosa, la vida de piedad del servicio a los hermanos, a aquellos hermanos concretos que encontramos.
No podemos más dividir la oración y el encuentro con Dios en los sacramentos, de escuchar al otro, de la proximidad a su vida, especialmente de sus heridas. Acuérdense de esto: el amor es la medida de la fe. ¿Cuánto me amas tu? Y cada uno se de la respuesta. ¿Cómo es tu fe? Mi fe es como yo amo. Y la fe es el alma del amor.
En medio a la densa selva de preceptos y prescripciones --a los legalismos de hoy-- Jesús opera una división que permite de ver dos rostros: el rostro del Padre y el del hermano. No entrega dos fórmulas o dos preceptos: no son preceptos ni fórmulas. Nos entrega dos rostros, más aún, un sólo rostro, el de Dios que se refleja en tantos rostros, porque en el rostro de cada hermano, especialmente en el más pequeño, frágil, indefenso y necesitado, está presente la imagen misma de Dios.
Y deberíamos preguntarnos, cuando encontramos a uno de estos hermanos si estamos en condición de reconocer en él el rostro de ¿Dios: somos capaces de esto?
De este modo Jesús ofrece a cada hombre el criterio fundamental sobre el cual impostar la propia vida. Pero sobretodo Él que nos ha donado el Espíritu Santo, que nos permite amar a Dios y al prójimo como a Él.
Por intercesión de María nuestra Madre, abrámonos para recibir este don del amor, para caminar siempre en esta ley de los dos rostros que son uno sólo: la ley del amor”.
A continuación el Santo Padre rezó el ángelus.
Concluida la oración saludó a los peregrinos presentes, recordó que este sábado en Brasil fue la beatificación de monja Asunta Marchetti, saludó a la procesión de peruanos que traía en andas a la imagen del Señor de los Milagros, y a los fieles del movimiento Schoenstat, que peregrinaron a Roma por el centenario de su fundación. Y también a los peregrinos italianos, franceses y de todo el mundo allí presentes.
 27.10.14



Francisco en Sta. Marta: ¿Cristianos de la luz, de las tinieblas o del gris?
En la homilí­a de este lunes, el Santo Padre invita a reflexionar sobre nuestras palabras y descubrir a través de ellas si somos hijos de la luz o de la oscuridad
CIUDAD DEL VATICANO, 27 de octubre de 2014 (Zenit.org) - El examen de conciencia sobre nuestras palabras nos hace entender si somos cristianos de la luz, de las tinieblas o cristianos del gris. Lo ha explicado el santo padre Francisco en la homilía de la misa celebrada en Santa Marta esta mañana. De este modo, el Pontífice ha asegurado que a los hombres se les reconoce por sus palabras.
Ha recordado que san Pablo, invitando a los cristianos a comportarse como hijos de la luz y no como hijos de las tinieblas, "hace una catequesis sobre la palabra". Así, ha indicado el Papa, hay cuatro palabras para entender si somos hijos de las tinieblas. "¿Es la palabra hipócrita? ¿Un poco de aquí, un poco de allí, para estar bien con todos? ¿Es una palabra vacía, sin sustancia, llena de vacío? ¿Es una palabra vulgar, trivial, es decir, mundana? ¿Una palabra sucia, obscena?
Estas cuatro palabras no son hijas de la luz, no vienen del Espíritu Santo, no vienen de Jesús, no son palabras evangélicas... estas forma de hablar, siempre de cosas sucias o de mundanidad o de vacío o hablar hipócritamente", ha observado el Papa.
Por eso, el Pontífice se ha preguntado cuál es la palabra de los Santos, la de los hijos de la luz. "Lo dice Pablo: sed imitadores de Dios: 'caminad en la caridad, caminad en la bondad, caminad en la mansedumbre'. Quien camina así... 'Ser misericordiosos -dice Pablo - perdonarse los unos a los otros, como Dios nos ha perdonado en Cristo. Hacerse, por tanto, imitadores de Dios y caminar en la caridad'. Y esta es la palabra de un hijo de la luz", ha asegurado el Santo Padre.
De este modo, el Papa ha proseguido recordando que "hay cristianos luminososllenos de luz, que tratan de servir al Señor con esta luz" y "hay cristianos tenebrosos" que conducen "una vida de pecado, una vida lejos del Señor" y usan esas cuatro palabras que "son del maligno".
Pero hay un tercer grupo del que ha hablado esta mañana Francisco, son los cristianos ni luminosos no oscuros. "Son los cristianos del gris. Y estos cristianos del gris una vez están de un lado, otra vez de otro. La gente se pregunta de ellos: '¿Pero esta persona está bien con Dios o con el diablo?'" Por eso, el Pontífice ha indicado que "son tibios. No son ni luminosos, ni oscuros. Y Dios no ama a éstos. En el Apocalipsis, el Señor, a estos cristianos grises les dice: 'Pero tú, tú no eres ni caliente ni frío. Quizá si fueras caliente o frío. Pero como eres tibio -así del gris- voy a vomitarte de mi boca'.
El Señor es fuerte con los cristianos del gris. 'Pero yo soy cristiano, ¡pero sin exagerar!, dicen, y hacen mucho mal, porque su testimonio cristiano es un testimonio que al final siembra confusión, siembra un testimonio negativo".
Para finalizar la homilía, el Obispo de Roma ha exhortado a no dejarnos engañar por las palabras vacías, "escuchamos muchas, algunas bonitas, bien dichas, pero vacías, sin nada dentro". De ahí la invitación a comportarnos como hijos de la luz. Francisco ha afirmado que nos hará bien pensar hoy en nuestro lenguaje. Y a propósito, preguntarnos: ¿soy cristiano de la luz?, ¿soy cristianos de la oscuridad?, ¿soy cristiano del gris? Y así --ha concluido el Papa-- podemos dar un paso adelante para encontrar al Señor.
 28.10.14



Francisco en Sta. Marta: 'Entrar en la Iglesia, no quedarse en la recepción
En la homilía de este martes, el Santo Padre recuerda que a Jesús le interesa amar y sanar los corazones, no medir los pecados
CIUDAD DEL VATICANO, 28 de octubre de 2014 (Zenit.org) - La Iglesia la hace Jesús, que no mira el pecado del hombre sino su corazón, al que busca para curarlo. Así lo ha indicado el papa Francisco en la homilía de la misa celebrada este martes por la mañana en la Casa de Santa Marta. El Santo Padre ha exhortado a que los cristianos se sientan parte de la Iglesia, sin detenerse en el umbral. 
De este modo, ha recordado que el “trabajo” lo hizo Jesús hace dos mil años, cuando eligió doce columnas para construir sobre ellas a la Iglesia y poniéndose a Él mismo como “base” y “piedra angular". Después ha abierto las puertas de esa Iglesia a todos, sin distinción, porque a Cristo le interesa amar y sanar los corazones, no medir los pecados.  A propósito, el Pontífice ha reflexionado sobre el Evangelio del día, que habla del nacimiento de la Iglesia con la llamada de los Apóstoles, y sobre la Lectura de Pablo, que describe la Iglesia como un edificio que crece “bien ordenado” sobre sus fundamentos. Francisco ha llamado la atención sobre acciones que marcan la fundación de la Iglesia. Jesús, que se retira en oración, después baja, va donde los discípulos, elige doce y contemporáneamente acoge y sana a quien trata tan solo de tocarle. 
El Papa lo ha explicado así: “Jesús reza, Jesús llama, Jesús elige, Jesús envía a sus discípulos, Jesús sana la multitud. Dentro de este templo, Jesús que es la piedra angular hace todo este trabajo: es Él quien lleva a la Iglesia adelante así. Como decía Pablo, esta Iglesia está edificada sobre el fundamento de los apóstoles. Los que Él ha elegido, aquí: eligió dice. Todos pecadores, todos. Judas no era el más pecador: no se quien era el más pecador… Judas, pobrecillo, es el que se ha cerrado al amor y por esto se convirtió en traidor. Pero todos escaparon en el difícil momento de la Pasión y dejaron solo a Jesús. Todos son pecadores. Pero Él, elige”.
Citando a san Pablo, Francisco ha dicho que Jesús nos quiere “dentro” de la Iglesia no como huéspedes o extranjeros, sino “con el derecho de un ciudadano”. De este modo, el Santo Padre ha subrayado que en la Iglesia “no estamos de paso, estamos enraizados ahí. Nuestra vida está ahí”.
A continuación, el Obispo de Roma ha precisado que “nosotros somos ciudadanos, conciudadanos de esta Iglesia. Si nosotros no entramos en este templo y hacemos parte de esta construcción para que el Espíritu Santo habite en nosotros, nosotros no estamos en la Iglesia. Nosotros estamos en la puerta y miramos: ‘Pero, que bonito…, sí, esto es bonito…’ Cristianos que no van más allá de la recepción de la Iglesia: están allí, en la puerta… ‘Pero sí, soy católico, sí, pero demasiado no… así…’”.
Esta actitud, ha advertido el Papa, no tiene sentido respecto al amor y la misericordia total que Jesús siente por cada persona. La demostración está en la actitud de Cristo respecto a Pedro, que puso a la cabeza de la Iglesia.  Y si bien la primera de las columnas traicionó a Jesús, Él responde con el perdón y le mantiene en su puesto.  
Para concluir la homilía, Francisco ha recordado que “a Jesús no le importó el pecado de Pedro: buscaba el corazón. Pero para encontrar este corazón y para sanarlo, rezó. Jesús que reza y Jesús que sana, también por cada uno de nosotros. Nosotros no podemos entender a la Iglesia sin este Jesús que reza y este Jesús que sana”. Finalmente, el Pontífice ha pedido que “el Espíritu Santonos haga entender, a todos nosotros, esta Iglesia que tiene la fuerza en la oración de Jesús por nosotros y que es capaz de sanarnos, a todos nosotros”.
 29.10.14



Reclamar tierra, techo y trabajo no es comunista, es la doctrina social de la Iglesia
Vibrante discurso del Papa a los participantes del Encuentro Mundial de Movimientos Populares
"¡Ninguna familia sin vivienda! ¡Ningún campesino sin tierra! ¡Ningún trabajador sin derechos!"
28 de octubre de 2014 a las 15:55
Ustedes no trabajan con ideas, trabajan con realidades como las que mencioné y muchas otras que me han contado... tienen los pies en el barro y las manos en la carne. ¡Tienen olor a barrio, a pueblo, a lucha!

El Papa Francisco pidió hoy tierra para los campesinos, casas para las familias y derechos para los trabajadores durante el Encuentro Mundial de los Movimientos Populares, en el que participa el presidente de Bolivia, Evo Morales.
"Este encuentro nuestro responde a un anhelo muy concreto, algo que cualquier padre, cualquier madre quiere para sus hijos; un anhelo que debería estar al alcance de todos, pero hoy vemos con tristeza cada vez más lejos de la mayoría: tierra, techo y trabajo", afirmó el pontífice.
"Es extraño pero si hablo de esto para algunos resulta que el papa es comunista", añadió. "No se entiende que el amor a los pobres está al centro del Evangelio. Tierra, techo y trabajo, eso por lo que ustedes luchan, son derechos sagrados. Reclamar esto no es nada raro, es la doctrina social de la Iglesia".
El Encuentro Mundial de Movimientos Populares "no responde a una ideología", destacó el papa argentino. "Ustedes no trabajan con ideas, trabajan con realidades (...) tienen los pies en el barro y las manos en la carne. ¡Tienen olor a barrio, a pueblo, a lucha! Queremos que se escuche su voz que, en general, se escucha poco".
"Jesús les diría hipócritas" a los que abordan "el escándalo de la pobreza promoviendo estrategias de contención que únicamente tranquilicen y conviertan a los pobres en seres domesticados e inofensivos", señaló el líder de la Iglesia católica.
"Ustedes sienten que los pobres ya no esperan y quieren ser protagonistas, se organizan, estudian, trabajan, reclaman y sobre todo practican esa solidaridad tan especial que existe entre los que sufren, entre los pobres y que nuestra civilización parece haber olvidado".
"Digamos juntos desde el corazón: ¡Ninguna familia sin vivienda! ¡Ningún campesino sin tierra! ¡Ningún trabajador sin derechos! ¡Ninguna persona sin la dignidad que da el trabajo!", exhortó Jorge Bergoglio.
El Papa regaló además a los presentes rosarios fabricados por artesanos, cartoneros y trabajadores de la economía popular de América Latina.

Éste fue el discurso íntegro del Papa:
Buenos días de nuevo, estoy contento de estar entre ustedes, además les digo una confidencia, es la primera vez que bajo acá, nunca había venido. Como les decía, tengo mucha alegría y les doy una calurosa bienvenida.
Gracias por haber aceptado esta invitación para debatir tantos graves problemas sociales que aquejan al mundo hoy, ustedes que sufren en carne propia la desigualdad y la exclusión. Gracias al Cardenal Turkson por su acogida. Gracias, Eminencia por su trabajo y sus palabras.
Este encuentro de Movimientos Populares es un signo, es un gran signo: vinieron a poner en presencia de Dios, de la Iglesia, de los pueblos, una realidad muchas veces silenciada. ¡Los pobres no sólo padecen la injusticia sino que también luchan contra ella!
No se contentan con promesas ilusorias, excusas o coartadas. Tampoco están esperando de brazos cruzados la ayuda de ONGs, planes asistenciales o soluciones que nunca llegan o, si llegan, llegan de tal manera que van en una dirección o de anestesiar o de domesticar. Esto es medio peligroso. Ustedes sienten que los pobres ya no esperan y quieren ser protagonistas, se organizan, estudian, trabajan, reclaman y, sobre todo, practican esa solidaridad tan especial que existe entre los que sufren, entre los pobres, y que nuestra civilización parece haber olvidado, o al menos tiene muchas ganas de olvidar.
Solidaridad es una palabra que no cae bien siempre, yo diría que algunas veces la hemos transformado en una mala palabra, no se puede decir; pero es una palabra mucho más que algunos actos de generosidad esporádicos. Es pensar y actuar en términos de comunidad, de prioridad de vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos. También es luchar contra las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, la tierra y la vivienda, la negación de los derechos sociales y laborales. Es enfrentar los destructores efectos del Imperio del dinero: los desplazamientos forzados, las emigraciones dolorosas, la trata de personas, la droga, la guerra, la violencia y todas esas realidades que muchos de ustedes sufren y que todos estamos llamados a transformar. La solidaridad, entendida, en su sentido más hondo, es un modo de hacer historia y eso es lo que hacen los movimientos populares.
Este encuentro nuestro no responde a una ideología. Ustedes no trabajan con ideas, trabajan con realidades como las que mencioné y muchas otras que me han contado... tienen los pies en el barro y las manos en la carne. ¡Tienen olor a barrio, a pueblo, a lucha! Queremos que se escuche su voz que, en general, se escucha poco. Tal vez porque molesta, tal vez porque su grito incomoda, tal vez porque se tiene miedo al cambio que ustedes reclaman, pero sin su presencia, sin ir realmente a las periferias, las buenas propuestas y proyectos que a menudo escuchamos en las conferencias internacionales se quedan en el reino de la idea, es mi proyecto.
No se puede abordar el escándalo de la pobreza promoviendo estrategias de contención que únicamente tranquilicen y conviertan a los pobres en seres domesticados e inofensivos. Qué triste ver cuando detrás de supuestas obras altruistas, se reduce al otro a la pasividad, se lo niega o peor, se esconden negocios y ambiciones personales: Jesús les diría hipócritas. Qué lindo es en cambio cuando vemos en movimiento a Pueblos, sobre todo, a sus miembros más pobres y a los jóvenes. Entonces sí se siente el viento de promesa que aviva la ilusión de un mundo mejor. Que ese viento se transforme en vendaval de esperanza. Ese es mi deseo.
Este encuentro nuestro responde a un anhelo muy concreto, algo que cualquier padre, cualquier madre quiere para sus hijos; un anhelo que debería estar al alcance de todos, pero hoy vemos con tristeza cada vez más lejos de la mayoría: tierra, techo y trabajo. Es extraño pero si hablo de esto para algunos resulta que el Papa es comunista.
No se entiende que el amor a los pobres está al centro del Evangelio. Tierra, techo y trabajo, eso por lo que ustedes luchan, son derechos sagrados. Reclamar esto no es nada raro, es la doctrina social de la Iglesia. Voy a detenerme un poco en cada uno de éstos porque ustedes los han elegido como consigna para este encuentro.
Tierra. Al inicio de la creación, Dios creó al hombre, custodio de su obra, encargándole de que la cultivara y la protegiera. Veo que aquí hay decenas de campesinos y campesinas, y quiero felicitarlos por custodiar la tierra, por cultivarla y por hacerlo en comunidad. Me preocupa la erradicación de tantos hermanos campesinos que sufren el desarraigo, y no por guerras o desastres naturales. El acaparamiento de tierras, la desforestación, la apropiación del agua, los agrotóxicos inadecuados, son algunos de los males que arrancan al hombre de su tierra natal. Esta dolorosa separación, que no es sólo física, sino existencial y espiritual, porque hay una relación con la tierra que está poniendo a la comunidad rural y su peculiar modo de vida en notoria decadencia y hasta en riesgo de extinción.
La otra dimensión del proceso ya global es el hambre. Cuando la especulación financiera condiciona el precio de los alimentos tratándolos como a cualquier mercancía, millones de personas sufren y mueren de hambre. Por otra parte se desechan toneladas de alimentos. Esto constituye un verdadero escándalo. El hambre es criminal, la alimentación es un derecho inalienable. Sé que algunos de ustedes reclaman una reforma agraria para solucionar alguno de estos problemas, y déjenme decirles que en ciertos países, y acá cito el Compendio de la Doctrina Social de la IGLESIA, "la reforma agraria es además de una necesidad política, una obligación moral" (CDSI, 300).
No lo digo solo yo, está en el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia. Por favor, sigan con la lucha por la dignidad de la familia rural, por el agua, por la vida y para que todos puedan beneficiarse de los frutos de la tierra.
Segundo, Techo. Lo dije y lo repito: una casa para cada familia. Nunca hay que olvidarse que Jesús nació en un establo porque en el hospedaje no había lugar, que su familia tuvo que abandonar su hogar y escapar a Egipto, perseguida por Herodes. Hoy hay tantas familias sin vivienda, o bien porque nunca la han tenido o bien porque la han perdido por diferentes motivos. Familia y vivienda van de la mano. Pero, además, un techo, para que sea hogar, tiene una dimensión comunitaria: y es el barrio... y es precisamente en el barrio donde se empieza a construir esa gran familia de la humanidad, desde lo más inmediato, desde la convivencia con los vecinos. Hoy vivimos en inmensas ciudades que se muestran modernas, orgullosas y hasta vanidosas. Ciudades que ofrecen innumerables placeres y bienestar para una minoría feliz... pero se le niega el techo a miles de vecinos y hermanos nuestros, incluso niños, y se los llama, elegantemente, "personas en situación de calle". Es curioso como en el mundo de las injusticias, abundan los eufemismos. No se dicen las palabras con la contundencia y la realidad se busca en el eufemismo. Una persona, una persona segregada, una persona apartada, una persona que está sufriendo la miseria, el hambre, es una persona en situación de calle: palabra elegante ¿no? Ustedes busquen siempre, por ahí me equivoco en alguno, pero en general, detrás de un eufemismo hay un delito.
Vivimos en ciudades que construyen torres, centros comerciales, hacen negocios inmobiliarios... pero abandonan a una parte de sí en las márgenes, las periferias. ¡Cuánto duele escuchar que a los asentamientos pobres se los margina o, peor, se los quiere erradicar! Son crueles las imágenes de los desalojos forzosos, de las topadoras derribando casillas, imágenes tan parecidas a las de la guerra. Y esto se ve hoy.
Ustedes saben que en las barriadas populares donde muchos de ustedes viven subsisten valores ya olvidados en los centros enriquecidos. Los asentamientos están bendecidos con una rica cultura popular: allí el espacio público no es un mero lugar de tránsito sino una extensión del propio hogar, un lugar donde generar vínculos con los vecinos. Qué hermosas son las ciudades que superan la desconfianza enfermiza e integran a los diferentes y que hacen de esa integración un nuevo factor de desarrollo. Qué lindas son las ciudades que, aun en su diseño arquitectónico, están llenas de espacios que conectan, relacionan, favorecen el reconocimiento del otro. Por eso, ni erradicación ni marginación: Hay que seguir en la línea de la integración urbana. Esta palabra debe desplazar totalmente a la palabra erradicación, desde ya, pero también esos proyectos que pretender barnizar los barrios pobres, aprolijar las periferias y maquillar las heridas sociales en vez de curarlas promoviendo una integración auténtica y respetuosa. Es una especie de arquitectura de maquillaje ¿no? Y va por ese lado. Sigamos trabajando para que todas las familias tengan una vivienda y para que todos los barrios tengan una infraestructura adecuada (cloacas, luz, gas, asfalto, y sigo: escuelas, hospitales o salas de primeros auxilios, club deportivo y todas las cosas que crean vínculos y que unen, acceso a la salud -lo dije- y a la educación y a la seguridad en la tenencia.
Tercero, Trabajo. No existe peor pobreza material - me urge subrayarlo-, no existe peor pobreza material, que la que no permite ganarse el pan y priva de la dignidad del trabajo. El desempleo juvenil, la informalidad y la falta de derechos laborales no son inevitables, son resultado de una previa opción social, de un sistema económico que pone los beneficios por encima del hombre, si el beneficio es económico, sobre la humanidad o sobre el hombre, son efectos de una cultura del descarte que considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar.
Hoy, al fenómeno de la explotación y de la opresión se le suma una nueva dimensión, un matiz gráfico y duro de la injusticia social; los que no se pueden integrar, los excluidos son desechos, "sobrantes". Esta es la cultura del descarte y sobre esto quisiera ampliar algo que no tengo escrito pero se me ocurre recordarlo ahora. Esto sucede cuando al centro de un sistema económico está el dios dinero y no el hombre, la persona humana. Sí, al centro de todo sistema social o económico tiene que estar la persona, imagen de Dios, creada para que fuera el denominador del universo. Cuando la persona es desplazada y viene el dios dinero sucede esta trastocación de valores.
Y, para graficar, recuerdo una enseñanza de alrededor del año 1200. Un rabino judío explicaba a sus feligreses la historia de la torre de babel y entonces contaba cómo, para construir esta torre de babel, había que hacer mucho esfuerzo había que fabricar los ladrillos, para fabricar los ladrillos había que hacer el barro y traer la paja, y amasar el barro con la paja, después cortarlo en cuadrado, después hacerlo secar, después cocinarlo, y cuando ya estaban cocidos y fríos, subirlos para ir construyendo la torre.
Si se caía un ladrillo, era muy caro el ladrillo con todo este trabajo, si se caía un ladrillo era casi una tragedia nacional. Al que lo dejaba caer lo castigaban o lo suspendían o no sé lo que le hacían, y si caía un obrero no pasaba nada. Esto es cuando la persona está al servicio del dios dinero y esto lo contaba un rabino judío en el año 1200 explicaba estas cosas horribles.
Y respecto al descarte también tenemos que ser un poco atentos a lo que sucede en nuestra sociedad. Estoy repitiendo cosas que he dicho y que están en la Evangelii Gaudium. Hoy día, se descartan los chicos porque el nivel de natalidad en muchos países de la tierra ha disminuido o se descartan los chicos por no tener alimentación o porque se les mata antes de nacer, descarte de niños.
Se descartan los ancianos, porque, bueno, no sirven, no producen, ni chicos ni ancianos producen, entonces con sistemas más o menos sofisticados se les va abandonando lentamente, y ahora, como es necesario en esta crisis recuperar un cierto equilibrio, estamos asistiendo a un tercer descarte muy doloroso, el descarte de los jóvenes. Millones de jóvenes, yo no quiero decir la cifra porque no la sé exactamente y la que leí me parece un poco exagerada, pero millones de jóvenes descartados del trabajo, desocupados.
En los países de Europa, y estas si son estadísticas muy claras, acá en Italia, pasó un poquitito del 40% de jóvenes desocupados; ya saben lo que significa 40% de jóvenes, toda una generación, anular a toda una generación para mantener el equilibrio. En otro país de Europa está pasando el 50% y en ese mismo país del 50% en el sur el 60%, son cifras claras, óseas del descarte. Descarte de niños, descarte de ancianos, que no producen, y tenemos que sacrificar una generación de jóvenes, descarte de jóvenes, para poder mantener y reequilibrar un sistema en el cual en el centro está el dios dinero y no la persona humana.
Pese a esto, a esta cultura del descarte, a esta cultura de los sobrantes, tantos de ustedes, trabajadores excluidos, sobrantes para este sistema, fueron inventando su propio trabajo con todo aquello que parecía no poder dar más de sí mismo... pero ustedes, con su artesanalidad, que les dio Dios... con su búsqueda, con su solidaridad, con su trabajo comunitario, con su economía popular, lo han logrado y lo están logrando.... Y déjenme decírselo, eso además de trabajo, es poesía. Gracias.
Desde ya, todo trabajador, esté o no esté en el sistema formal del trabajo asalariado, tiene derecho a una remuneración digna, a la seguridad social y a una cobertura jubilatoria. Aquí hay cartoneros, recicladores, vendedores ambulantes, costureros, artesanos, pescadores, campesinos, constructores, mineros, obreros de empresas recuperadas, todo tipo de cooperativistas y trabajadores de oficios populares que están excluidos de los derechos laborales, que se les niega la posibilidad de sindicalizarse, que no tienen un ingreso adecuado y estable. Hoy quiero unir mi voz a la suya y acompañarlos en su lucha.
En este Encuentro, también han hablado de la Paz y de Ecología. Es lógico: no puede haber tierra, no puede haber techo, no puede haber trabajo si no tenemos paz y si destruimos el planeta. Son temas tan importantes que los Pueblos y sus organizaciones de base no pueden dejar de debatir. No pueden quedar sólo en manos de los dirigentes políticos. Todos los pueblos de la tierra, todos los hombres y mujeres de buena voluntad, tenemos que alzar la voz en defensa de estos dos preciosos dones: la paz y la naturaleza. La hermana madre tierra como la llamaba San Francisco de Asís.
Hace poco dije, y lo repito, que estamos viviendo la tercera guerra mundial pero en cuotas. Hay sistemas económicos que para sobrevivir deben hacer la guerra. Entonces se fabrican y se venden armas y, con eso los balances de las economías que sacrifican al hombre a los pies del ídolo del dinero, obviamente quedan saneadas. Y no se piensa en los niños hambrientos en los campos de refugiados, no se piensa en los desplazamientos forzosos, no se piensa en las viviendas destruidas, no se piensa, desde ya, en tantas vidas segadas. Cuánto sufrimiento, cuánta destrucción, cuánto dolor. Hoy, queridos hermanas y hermanos, se levanta en todas las partes de la tierra, en todos los pueblos, en cada corazón y en los movimientos populares, el grito de la paz: ¡Nunca más la guerra!
Un sistema económico centrado en el dios dinero necesita también saquear la naturaleza, saquear la naturaleza, para sostener el ritmo frenético de consumo que le es inherente. El cambio climático, la pérdida de la biodiversidad, la desforestación ya están mostrando sus efectos devastadores en los grandes cataclismos que vemos, y los que más sufren son ustedes, los humildes, los que viven cerca de las costas en viviendas precarias o que son tan vulnerables económicamente que frente a un desastre natural lo pierden todo. Hermanos y hermanas: la creación no es una propiedad, de la cual podemos disponer a nuestro gusto; ni mucho menos, es una propiedad sólo de algunos, de pocos: la creación es un don, es un regalo, un don maravilloso que Dios no ha dado para que cuidemos de él y lo utilicemos en beneficio de todos, siempre con respeto y gratitud. Ustedes quizá sepan que estoy preparando una encíclica sobre Ecología: tengan la seguridad que sus preocupaciones estarán presentes en ella. Les agradezco, aprovecho para agradecerles, la carta que me hicieron llegar los integrantes de la Vía Campesina, la Federación de Cartoneros y tantos otros hermanos al respecto.
Hablamos de la tierra, de trabajo, de techo... hablamos de trabajar por la paz y cuidar la naturaleza... Pero ¿por qué en vez de eso nos acostumbramos a ver como se destruye el trabajo digno, se desahucia a tantas familias, se expulsa a los campesinos, se hace la guerra y se abusa de la naturaleza? Porque en este sistema se ha sacado al hombre, a la persona humana, del centro y se lo ha reemplazado por otra cosa. Porque se rinde un culto idolátrico al dinero. Porque se ha globalizado la indiferencia!, se ha globalizado la indiferencia: a mí ¿qué me importa lo que les pasa a otros mientras yo defienda lo mío? Porque el mundo se ha olvidado de Dios, que es Padre; se ha vuelto huérfano porque dejó a Dios de lado.
Algunos de ustedes expresaron: Este sistema ya no se aguanta. Tenemos que cambiarlo, tenemos que volver a llevar la dignidad humana al centro y que sobre ese pilar se construyan las estructuras sociales alternativas que necesitamos. Hay que hacerlo con coraje, pero también con inteligencia. Con tenacidad, pero sin fanatismo. Con pasión, pero sin violencia. Y entre todos, enfrentando los conflictos sin quedar atrapados en ellos, buscando siempre resolver las tensiones para alcanzar un plano superior de unidad, de paz y de justicia. Los cristianos tenemos algo muy lindo, una guía de acción, un programa, podríamos decir, revolucionario. Les recomiendo vivamente que lo lean, que lean las bienaventuranzas que están en el capítulo 5 de San Mateo y 6 de San Lucas, (cfr. Mt 5, 3 y Lc 6, 20) y que lean el pasaje de Mateo 25. Se los dije a los jóvenes en Río de Janeiro, con esas dos cosas tiene el programa de acción.
Sé que entre ustedes hay personas de distintas religiones, oficios, ideas, culturas, países, continentes. Hoy están practicando aquí la cultura del encuentro, tan distinta a la xenofobia, la discriminación y la intolerancia que tantas veces vemos. Entre los excluidos se da ese encuentro de culturas donde el conjunto no anula la particularidad, el conjunto no anula la particularidad. Por eso a mí me gusta la imagen del poliedro, una figura geométrica con muchas caras distintas. El poliedro refleja la confluencia de todas las parcialidades que en él conservan la originalidad. Nada se disuelve, nada se destruye, nada se domina, todo se integra, todo se integra. Hoy también están buscando esa síntesis entre lo local y lo global. Sé que trabajan día tras día en lo cercano, en lo concreto, en su territorio, su barrio, su lugar de trabajo: los invito también a continuar buscando esa perspectiva más amplia, que nuestros sueños vuelen alto y abarquen el todo.
De ahí que me parece importante esa propuesta que algunos me han compartido de que estos movimientos, estas experiencias de solidaridad que crecen desde abajo, desde el subsuelo del planeta, confluyan, estén más coordinadas, se vayan encontrando, como lo han hecho ustedes en estos días. Atención, nunca es bueno encorsetar el movimiento en estructuras rígidas, por eso dije encontrarse, mucho menos es bueno intentar absorberlo, dirigirlo o dominarlo; movimientos libres tiene su dinámica propia, pero sí, debemos intentar caminar juntos. Estamos en este salón, que es el salón del Sínodo viejo, ahora hay uno nuevo, y sínodo quiere decir precisamente "caminar juntos": que éste sea un símbolo del proceso que ustedes han iniciado y que están llevando adelante.
Los movimientos populares expresan la necesidad urgente de revitalizar nuestras democracias, tantas veces secuestradas por innumerables factores. Es imposible imaginar un futuro para la sociedad sin la participación protagónica de las grandes mayorías y ese protagonismo excede los procedimientos lógicos de la democracia formal. La perspectiva de un mundo de paz y justicia duraderas nos reclama superar el asistencialismo paternalista, nos exige crear nuevas formas de participación que incluya a los movimientos populares y anime las estructuras de gobiernos locales, nacionales e internacionales con ese torrente de energía moral que surge de la incorporación de los excluidos en la construcción del destino común. Y esto con ánimo constructivo, sin resentimiento, con amor.
Yo los acompaño de corazón en ese camino. Digamos juntos desde el corazón: Ninguna familia sin vivienda, ningún campesino sin tierra, ningún trabajador sin derechos, ninguna persona sin la dignidad que da el trabajo. Queridos hermanas y hermanos: sigan con su lucha, nos hacen bien a todos. Es como una bendición de humanidad. Les dejo de recuerdo, de regalo y con mi bendición, unos rosarios que fabricaron artesanos, cartoneros y trabajadores de la economía popula de América Latina.
Y en este acompañamiento rezo por ustedes, rezo con ustedes y quiero pedirle a nuestro Padre Dios que los acompañe y los bendiga, que los colme de su amor y los acompañe en el camino dándoles abundantemente esa fuerza que nos mantiene en pie: esa fuerza es la esperanza, la esperanza que no defrauda, gracias.
 29.10.14




Texto completo de la audiencia general del miércoles 29 de octubre
Francisco ha hablado de la realidad visible y la espiritual de la Iglesia. Todos los cristianos debemos dar ejemplo y no convertirnos en motivo de escándalo
CIUDAD DEL VATICANO, 29 de octubre de 2014 (Zenit.org) - Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En las catequesis precedentes hemos podido evidenciar cómo la Iglesia tiene una naturaleza espiritual: es el cuerpo de Cristo edificado en el Espíritu Santo. Cuando nos referimos a la Iglesia, sin embargo, el pensamiento va inmediatamente a nuestras comunidades, a nuestras parroquias, a nuestras diócesis, a las estructuras donde solemos reunirnos y, obviamente, también a los componentes y a las figuras más institucionales que la guían, que la gobiernan. Es esta la realidad visible de la Iglesia. Debemos preguntarnos entonces, ¿se trata de dos cosas diferentes o de la única Iglesia? Y, si es siempre una única Iglesia, ¿cómo podemos entender la relación entre su realidad visible y la espiritual?
Sobre todo, cuando hablamos de la realidad visible --hemos dicho que hay dos, una realidad visible de la Iglesia que se ve y una espiritual--, cuando hablamos de la realidad visible de la Iglesia no debemos pensar solo en el Papa, los obispos, sacerdotes, monjas, personas consagradas. La realidad visible de la Iglesia está formada por muchos hermanos y hermanas que en el mundo creen, esperan, aman.
Pero muchas veces oíamos decir  ‘pero la Iglesia no hace esto, la Iglesia no hace esto otro’. Pero dime ¿quién es la Iglesia? Son los sacerdotes, los obispos, el Papa. Pero, la Iglesia somos todos. Todos nosotros, todos los bautizados somos Iglesia. La Iglesia de Jesús.
De todos los que siguen a Jesús y que, en su nombre se hacen cercanos a los últimos y a los que sufren, tratando ofrecer un poco de alivio, de consuelo y de paz. Todos, todos los que hacen lo que el Señor nos ha mandado, son Iglesia. Comprendemos, entonces, que también la realidad visible de la Iglesia no se puede medir, no se puede conocer en toda su plenitud: ¿cómo se hace para conocer todo el bien que se hace? Tantas obras de amor, tantas fidelidades en las familias, tanto trabajo para educar a los hijos, para llevarlos adelante, para transmitir la fe, tanto sufrimiento en los enfermos que ofrecen sus sufrimientos al Señor… Pero esto no se puede medir, y es muy grande, es muy grande.  
¿Cómo se hace para conocer todas las maravillas que, a través de nosotros, Cristo consigue obrar en el corazón y en la vida de cada persona. Mirad: también la realidad visible de la Iglesia va más allá de nuestro control, va más allá de nuestras fuerzas, y es una realidad misteriosa, porque viene de Dios.
Para comprender la relación, en la Iglesia, la relación entre su realidad visible y la espiritual, no hay otro camino que mirar a Cristo, del cual la Iglesia constituye el cuerpo y del cual es generada, en un hecho de infinito amor. También en Cristo, de hecho, por la fuerza  del misterio de la Encarnación, reconocemos una naturaleza humana y una naturaleza divina, unidas en la misma persona de forma admirable e indisoluble. Esto vale de forma análoga también para la Iglesia. Y como en Cristo la naturaleza humana favorece plenamente a la divina y se pone a su servicio, en función del cumplimiento de la salvación, así sucede, en la Iglesia, por su realidad visible, en lo relacionado con lo espiritual. También la Iglesia, por tanto, es un misterio, en el cual lo que no se ve es más importante que lo que se ve, y puede ser reconocido sólo con los ojos de la fe.
En el caso de la Iglesia, sin embargo, debemos preguntarnos: ¿cómo la realidad visible puede ponerse al servicio de la espiritual? Una vez más, podemos comprenderlo mirando a Cristo. Cristo es el modelo, en modelo de la Iglesia que es su cuerpo. Es el modelo de todos los cristianos, de todos nosotros. Mirando a Cristo no se equivoca, no se equivoca. En el Evangelio de Lucas se cuenta como Jesús, en su regreso a Nazaret --lo hemos escuchado esto- donde había crecido, entró en la sinagoga y leyó, refiriéndose a sí mismo, el paso del profeta Isaías donde está escrito: 'El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. El me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor'. He aquí como Cristo se ha servido de su humanidad –-porque era hombre también-- para anunciar y realizar el diseño divino de redención y de salvación, porque era Dios, así debe ser también para la Iglesia. A través de su realidad visible, todo lo que se ve, los sacramentos, el testimonio de todos nosotros cristianos. La Iglesia está llamada cada día a hacerse cercana y todo hombre, comenzando por el pobre, por el que sufre y por quien es marginado, para continuar haciendo sentir sobre todos la mirada compasiva y misericordiosa de Jesús.
Queridos hermanos y hermanas, a menudo como la Iglesia experimentamos nuestra fragilidad y nuestros límites.  Todos lo somos, todos tenemos. Todos somos pecadores, todos ¿eh? Ninguno puede decir ‘yo no soy pecador’. Pero si alguno de nosotros se siente capaz de decir que no es pecador, que levante la mano. Veremos cuántos. No se puede. Todos lo somos. Y esta fragilidad, estos límites, estos pecados nuestros es justo que provoque en nosotros una profunda tristeza, sobre todo cuando damos mal ejemplo y nos damos cuenta de convertirnos en motivo de escándalo. Cuántas veces hemos oído en el barrio: ‘Esa persona de ahí está siempre en la Iglesia pero habla mal de todos’. ¡Pero qué mal ejemplo! Hablar mal del otro, esto no es cristiano, es un mal ejemplo y es un pecado. Y así, nosotros damos un mal ejemplo. Pero si este o esta es cristiano, yo me hago ateo, ¿eh? Porque nuestro testimonio es la que hace entender qué es ser cristiano. Pidamos no ser motivo de escándalo. Pidamos el don de la fe, para que podamos comprender como, a pesar de nuestra pequeñez y nuestra pobreza, el Señor nos ha hecho realmente instrumento de gracia y signo visible de su amor por toda la humanidad.
Podemos convertirnos en motivo de escándalo, sí. Pero también podemos intentar dar testimonio, ser testigos que con nuestra vida digamos así Jesús quiere que nosotros lo hagamos.
 30.10.14



Francisco en Santa Marta: 'El diablo no es un mito'
En la homilí­a de este jueves, el Santo Padre explica que el demonio debe ser combatido con el arma de la verdad. El Pontífice recuerda que la vida cristiana es una lucha bellí­sima
CIUDAD DEL VATICANO, 30 de octubre de 2014 (Zenit.org) - La vida cristiana es “un combate” contra el demonio, el mundo y las pasiones de la carne. Es lo que ha afirmado el papa Francisco en la misa de esta mañana en la capilla de la Casa Santa Marta. El Pontífice, comentando un pasaje de la Carta de san Pablo a los Efesios, ha reiterado que el diablo existe y nosotros “debemos luchar contra él” con “la armadura” de la verdad.
“Fuerza y valentía”. El Santo Padre ha centrado su homilía en las palabras de san Pablo que, dirigiéndose a los Efesios, “desarrolla en un lenguaje militar la vida cristiana”. El Pontífice ha subrayado que “la vida en Dios se debe defender, se debe luchar para llevarla adelante”. Por tanto, se necesitan fuerza y valentía “para resistir y anunciar”. Para “ir adelante en la vida espiritual”, ha señalado, se debe combatir. No es un simple enfrentamiento, no, es un “combate continuo”. Francisco ha recordado que son tres “los enemigos de la vida cristiana”: “el demonio, el mundo y la carne”, es decir nuestras pasiones, “que son las heridas del pecado original”. Ciertamente, ha observado, “la salvación que nos da Jesús es gratuita”, pero estamos llamados a defenderla:
“¿De qué debo defenderme?¿Qué debo hacer? ‘Ponerme la armadura de Dios’, nos dice Pablo, es decir lo que es de Dios nos defiende, para resistir a las insidias del diablo. ¿Está claro? Claro. No se puede pensar en una vida espiritual, digamos en una vida cristiana, sin resistir a las tentaciones, sin luchar contra el diablo, sin ponerse esta armadura de Dios, que nos da la fuerza y nos defiende”.


San Pablo, ha proseguido el Papa, destaca que “nuestra batalla” no es contra las cosas pequeñas, “si no contra los principados y las potencias, es decir contra el diablo y los suyos”.
“Pero a esta generación --y a muchas otras-- se les ha hecho creer que el diablo fuese un mito, una figura, una idea, la idea del mal. Pero el diablo existe y nosotros debemos luchar contra él. Lo dice Pablo ¡no lo digo yo! La Palabra de Dios lo dice. Pero nosotros no estamos tan convencidos. Y después Pablo dice como es esta armadura de Dios, cuales son las distintas armaduras que componen esta gran armadura de Dios. Y él dice: ‘Estad firmes, pues, estad firmes, ceñida vuestra cintura con la verdad’. Esta es una armadura de Dios: la verdad”.
“El diablo --ha dicho-- es el mentiroso, el padre de los mentirosos, el padre de la mentira”. Y con san Pablo, ha reiterado que es necesario tener “a los flancos la verdad, llevando la coraza de la justicia”. Por lo tanto, ha indicado que “no se puede ser cristiano, sin trabajar continuamente para ser justos. No se puede”. Una cosa que “nos ayudaría mucho”, ha afirmado, “sería preguntarnos” si “¿creo o no creo?”. “Si creo un poco sí y un poco no”. “¿Soy un poco mundano y un poco creyente?”. Y ha evidenciado que “sin fe no se puede seguir adelante, no se puede defender la salvación de Jesús”. “Necesitamos el escudo de la fe”, porque “el diablo no nos lanza flores”, sino “flechas en llamas” para matarnos. Francisco ha exhortado, pues, a tomar “el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu que es la Palabra de Dios”. Y ha invitado a rezar constantemente, a velar “con oraciones y súplicas”: 
“La vida es una milicia. La vida cristiana es una lucha, una lucha bellísima, porque cuando el Señor vence en cada paso de nuestra vida, nos da una alegría, una felicidad grande: esa alegría porque el Señor ha vencido en nosotros, con la gratuidad de su salvación. Pero sí, todos somos un poco vagos, no, en la lucha, y nos dejamos llevar adelante por las pasiones, por algunas tentaciones. Es porque somos pecadores, ¡todos! Pero no os desaniméis. Valentía y fuerza, porque el Señor está con nosotros”.
 31.10.14