22 de des. 2019

PAPA EN NAVIDAD 2


Ángelus: «José confía totalmente en Dios»

Palabras del Papa antes de la oración

(22 diciembre 2019).- A las 12 de la mañana de hoy, el Santo Padre Francisco se asoma por la ventana del estudio del Palacio Apostólico del Vaticano para rezar el Ángelus con los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro.
A continuación, ofrecemos las palabras del Papa antes de la oración del Ángelus
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Palabras del Papa antes del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En este cuarto y último domingo de Adviento, el Evangelio (cf. Mt 1,18-24) nos guía hacia la Navidad a través de la experiencia de José, de San José, una figura aparentemente en segundo plano, pero en cuya actitud está encerrada  toda la sabiduría cristiana. Él, junto con Juan el Bautista y María, es uno de los personajes que la liturgia nos propone para el tiempo de Adviento; y de los tres es el más modesto. Uno que no predica, que no habla, pero trata de hacer la voluntad de Dios; y la cumple al estilo del Evangelio y de las Bienaventuranzas: «Dichosos los pobres de corazón, porque el Reino de Dios les pertenece» (Mt 5,3). Y José es pobre porque vive de lo esencial; trabaja, vive del trabajo, es la pobreza típica de aquellos que son conscientes de depender en todo de Dios y en Él depositan toda su confianza.
La historia del Evangelio de hoy presenta una situación humanamente vergonzosa y contrastante. José y María están comprometidos; todavía no viven juntos, pero ella está esperando un bebé por obra de Dios. José, ante esta sorpresa, naturalmente queda turbado, pero…. en vez de reaccionar de manera impulsiva y punitiva, como ocurría en esa época con la ley, busca una solución que respete la dignidad y la integridad de su amada María. Dice el Evangelio: «José, su esposo, que era un hombre justo y no queriendo ponerla en evidencia, pensó en dejarla en secreto» (v. 19). José, de hecho, sabía bien que si hubiera denunciado a su prometida, la habría expuesto a graves consecuencias, incluso a la muerte. Él tiene plena confianza en María, a quien ha elegido como su esposa, no entiende, pero busca otra solución
Esta inexplicable circunstancia le lleva a cuestionar su unión. Por eso, con gran sufrimiento, decide alejarse de María sin crear escándalo. Pero el Ángel del Señor interviene para decirle que la solución que está proyectando no es la que quiere Dios, más bien, el señor le abre un camino nuevo, un camino de unión, de amor y de felicidad, y le dice: «José, hijo de David, no dudes en recibir en tu casa a María, tu esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo» (v. 20).
En este punto, José confía totalmente en Dios, obedece las palabras del Ángel y lleva a María con él. Fue precisamente esta confianza inquebrantable en Dios la que le permitió aceptar una situación humanamente difícil y, en cierto modo, incomprensible. José entiende, en la fe, que el niño engendrado en el vientre de María no es su hijo, sino el Hijo de Dios, y él, José, será el cuidador asumiendo completamente su paternidad terrenal. El ejemplo de este hombre amable y sabio nos insta a mirar hacia arriba y ver más allá de lo que vemos. Se trata de recuperar la asombrosa lógica de Dios que, lejos de los pequeños o grandes cálculos, está hecha de apertura hacia nuevos horizontes, hacia Cristo y su Palabra.
Que la Virgen María y su casto esposo José nos ayuden a ponernos a la escucha de Jesús que viene, y que pide ser incluido en nuestros proyectos y en nuestras elecciones.
23.12.19




Misa de Navidad: «Se ha manifestado la gracia de Dios»

Homilía del Papa Francisco

( 24 diciembre 2019).- A las 21:30 horas, en la Basílica Vaticana, el Santo Padre Francisco ha celebrado la Santa Misa de la Noche en la Solemnidad del Nacimiento del Señor, el 24 de diciembre de 2019.
En la Celebración Eucarística, después de la proclamación del Santo Evangelio, el Papa ha pronunciado la homilía, que ofrecemos a continuación:
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Homilía del Papa Francisco
«El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande» (Is 9,1). Esta profecía de la primera lectura se realizó en el Evangelio. De hecho, mientras los pastores velaban de noche en sus campos, «la gloria del Señor los envolvió de claridad» (Lc 2,9). En la noche de la tierra apareció una luz del cielo. ¿Qué significa esta luz surgida en la oscuridad? Nos lo sugiere el apóstol Pablo, que nos dijo: «Se ha manifestado la gracia de Dios». La gracia de Dios, «que trae la salvación para todos los hombres» (Tt 2,11), ha envuelto al mundo esta noche.
Pero, ¿qué es esta gracia? Es el amor divino, el amor que transforma la vida, renueva la historia, libera del mal, infunde paz y alegría. En esta noche, el amor de Dios se ha mostrado a nosotros: es Jesús. En Jesús, el Altísimo se hizo pequeño para ser amado por nosotros. En Jesús, Dios se hizo Niño, para dejarse abrazar por nosotros. Pero, podemos todavía preguntarnos, ¿por qué san Pablo llama “gracia” a la venida de Dios al mundo? Para decirnos que es completamente gratuita. Mientras que aquí en la tierra todo parece responder a la lógica de dar para tener, Dios llega gratis. Su amor no es negociable: no hemos hecho nada para merecerlo y nunca podremos recompensarlo.
Se ha manifestado la gracia de Dios. En esta noche nos damos cuenta de que, aunque no estábamos a la altura, Él se hizo pequeñez para  nosotros; mientras andábamos ocupados en nuestros asuntos, Él vino entre nosotros. La Navidad nos recuerda que Dios sigue amando a cada hombre, incluso al peor. A mí, a ti, a cada uno de nosotros, Él nos dice hoy: “Te amo y siempre te amaré, eres precioso a mis ojos”. Dios no te ama porque piensas correctamente y te comportas bien; Él te ama y basta. Su amor es incondicional, no depende de ti. Puede que tengas ideas equivocadas, que hayas hecho de las tuyas; sin embargo, el Señor no deja de amarte. ¿Cuántas veces pensamos que Dios es bueno si nosotros somos buenos, y que nos castiga si somos malos? Pero no es así. Aun en nuestros pecados continúa amándonos. Su amor no cambia, no es quisquilloso; es fiel, es paciente.  Este es el regalo que encontramos en Navidad: descubrimos con asombro que el Señor es toda la gratuidad posible, toda la ternura posible. Su gloria no nos deslumbra, su presencia no nos asusta. Nació pobre de todo, para conquistarnos con la riqueza de su amor.

Se ha manifestado la gracia de Dios. Gracia es sinónimo de belleza. En esta noche, redescubrimos en la belleza del amor de Dios, también nuestra belleza, porque somos los amados de Dios. En el bien y en el mal, en la salud y en la enfermedad, felices o tristes, a sus ojos nos vemos hermosos: no por lo que hacemos sino por lo que somos. Hay en nosotros una belleza indeleble, intangible; una belleza irreprimible que es el núcleo de nuestro ser. Dios nos lo recuerda hoy, tomando con amor nuestra humanidad y haciéndola suya, “desposándose con ella” para siempre.
De hecho, la «gran alegría» anunciada a los pastores esta noche es «para todo el pueblo». En aquellos pastores, que ciertamente no eran santos, también estamos nosotros, con nuestras flaquezas y debilidades. Así como los llamó a ellos, Dios también nos llama a nosotros, porque nos ama. Y, en las noches de la vida, a nosotros como a ellos nos dice: «No temáis» (Lc 2,10). ¡Ánimo, no hay que perder la confianza, no hay que perder la esperanza, no hay que pensar que amar es tiempo
perdido! En esta noche, el amor venció al miedo, apareció una nueva esperanza, la luz amable de Dios venció la oscuridad de la arrogancia humana. ¡Humanidad, Dios te ama, se hizo hombre por ti, ya no estás sola!
Queridos hermanos y hermanas: ¿Qué hacer ante esta gracia? Una sola cosa: acoger el don. Antes de ir en busca de Dios, dejémonos buscar por Él. No partamos de nuestras capacidades, sino de su gracia, porque Él es Jesús, el Salvador. Pongamos nuestra mirada en el Niño y dejémonos envolver por su ternura. Ya no tendremos más excusas para no dejarnos amar por Él: Lo que sale mal en la vida, lo que no funciona en la Iglesia, lo que no va bien en el mundo ya no será una justificación. Pasará a un segundo plano, porque frente al amor excesivo de Jesús, que es todo mansedumbre y cercanía, no hay excusas. La pregunta que surge en Navidad es: “¿Me dejo amar por Dios? ¿Me abandono a su amor que viene a salvarme?”.
Un regalo así, tan grande, merece mucha gratitud. Acoger la gracia es saber agradecer. Pero nuestras vidas a menudo transcurren lejos de la gratitud. Hoy es el día adecuado para acercarse al sagrario, al belén, al pesebre, para agradecer. Acojamos el don que es Jesús, para luego transformarnos en don como Jesús. Convertirse en don es dar sentido a la vida y es la mejor manera de cambiar el mundo: cambiamos nosotros, cambia la Iglesia, cambia la historia cuando comenzamos a no querer cambiar a los otros, sino a nosotros mismos, haciendo de nuestra vida un don.
Jesús nos lo manifiesta esta noche. No cambió la historia constriñendo a alguien o a fuerza de palabras, sino con el don de su vida. No esperó a que fuéramos buenos para amarnos, sino que se dio a nosotros gratuitamente. Tampoco nosotros podemos esperar que el prójimo cambie para hacerle el bien, que la Iglesia sea perfecta para amarla, que los demás nos tengan consideración para servirlos. Empecemos nosotros. Así es como se acoge el don de la gracia. Y la santidad no es sino custodiar esta gratuidad.
Una hermosa leyenda cuenta que, cuando Jesús nació, los pastores corrían  hacia la gruta llevando muchos regalos. Cada uno llevaba lo que tenía: unos, el fruto de su trabajo, otros, algo de valor. Pero mientras todos los pastores se esforzaban, con generosidad, en llevar lo mejor, había uno que no tenía nada. Era muy pobre, no tenía nada que ofrecer. Y mientras los demás competían en presentar sus regalos, él se mantenía apartado, con vergüenza. En un determinado momento, san José y la Virgen se vieron en dificultad para recibir todos los regalos, sobre todo María, que debía tener en brazos al Niño. Entonces, viendo a aquel pastor con las manos vacías, le pidió que se acercara. Y le puso a Jesús en sus manos. El pastor, tomándolo , se dio cuenta de que había recibido lo que no se merecía, que tenía entre sus brazos el regalo más grande de la historia. Se miró las manos, y esas manos que le parecían siempre vacías se habían convertido en la cuna de Dios. Se sintió amado y, superando la vergüenza, comenzó a mostrar a Jesús a los otros, porque no podía sólo quedarse para él el regalo de los regalos.
Querido hermano, querida hermana: Si tus manos te parecen vacías, si ves tu corazón pobre en amor, esta noche es para ti. Se ha manifestado la gracia de Dios para resplandecer en tu vida. Acógela y brillará en ti la luz de la Navidad.
25.12.19





Deseos del Papa: «Que el Emmanuel sea luz para toda la humanidad herida»

Bendición «Urbi et Orbi»


( 25 diciembre 2019).-  «Sí, hay oscuridad en los corazones humanos, pero mayor es la luz de Cristo», dijo el Papa Francisco durante su mensaje navideño este 25 de diciembre de 2019.
Al mediodía, según la tradición, el Papa dio su bendición Urbi et Orbi (a la ciudad y al mundo) desde la Logia central de la basílica de San Pedro.
Haciendo un recorrido por  los conflictos del mundo, el Papa mencionó particularmente el Medio Oriente, Siria, Líbano, Tierra Santa, Irak, Yemen, el Continente americano, Venezuela, Ucrania, los pueblos del África: la República Democrática del Congo, Burkina Faso, Malí, Níger y Nigeria.
Finalmente abogó por los migrantes: «Es la injusticia la que los obliga a cruzar desiertos y mares, transformados en cementerios», denunció. Es la injusticia lo que los obliga a sufrir abusos indescriptibles, esclavitud de todo tipo y tortura en campos de detención inhumanos. Es la injusticia lo que los hace retroceder de lugares donde podrían tener la esperanza de una vida digna y les hace encontrar muros de indiferencia».
«Que Emmanuel sea luz para toda la humanidad herida. Que aligere nuestro corazón a menudo endurecido y egoista y nos haga instrumentos de su amor”, dijo el Papa.


Mensaje del Papa Francisco
«El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande» (Is 9,1)
Queridos hermanos y hermanas: ¡Feliz Navidad! En el seno de la madre Iglesia, esta noche ha nacido nuevamente el Hijo de Dios hecho hombre. Su nombre es Jesús, que significa Dios salva. El Padre, Amor eterno e infinito, lo envió al mundo no para condenarlo, sino para salvarlo (cf. Jn 3,17). El Padre lo dio, con inmensa misericordia. Lo entregó para todos. Lo dio para siempre. Y Él nació, como pequeña llama encendida en la oscuridad y en el frío de la noche.

Aquel Niño, nacido de la Virgen María, es la Palabra de Dios hecha carne. La Palabra que orientó el corazón y los pasos de Abrahán hacia la tierra prometida, y sigue atrayendo a quienes confían en las promesas de Dios. La Palabra que guió a los hebreos en el camino de la esclavitud a la libertad, y continúa llamando a los esclavos de todos los tiempos, también hoy, a salir de sus prisiones. Es Palabra, más luminosa que el sol, encarnada en un pequeño hijo del hombre, Jesús, luz del mundo.
Por esto el profeta exclama: «El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande» (Is 9,1). Sí, hay tinieblas en los corazones humanos, pero más grande es la luz de Cristo. Hay tinieblas en las relaciones personales, familiares, sociales, pero más grande es la luz de Cristo. Hay tinieblas en los conflictos económicos, geopolíticos y ecológicos, pero más grande es la luz de Cristo.
Que Cristo sea luz para tantos niños que sufren la guerra y los conflictos en Oriente Medio y en diversos países del mundo. Que sea consuelo para el amado pueblo sirio, que todavía no ve el final de las hostilidades que han desgarrado el país en este decenio. Que remueva las conciencias de los hombres de buena voluntad. Que inspire a los gobernantes y a la comunidad internacional para encontrar soluciones que garanticen la seguridad y la convivencia pacífica de los pueblos de la región
y ponga fin a sus indecibles sufrimientos. Que sea apoyo para el pueblo libanés, de este modo pueda salir de la crisis actual y descubra nuevamente su vocación de ser un mensaje de libertad y de armoniosa coexistencia para todos.
Que el Señor Jesús sea luz para la Tierra Santa donde Él nació, Salvador del mundo, y donde continúa la espera de tantos que, incluso en la fatiga, pero sin desesperarse, aguardan días de paz, de seguridad y de prosperidad. Que sea consolación para Irak, atravesado por tensiones sociales, y para Yemen, probado por una grave crisis humanitaria. Pienso en los niños de Yemen.
Que el pequeño Niño de Belén sea esperanza para todo el continente americano, donde diversas naciones están pasando un período de agitaciones sociales y políticas. Que reanime al querido pueblo venezolano, probado largamente por tensiones políticas y sociales, y no le haga faltar el auxilio que necesita. Que bendiga los esfuerzos de cuantos se están prodigando para favorecer la justicia y la reconciliación, y se desvelan para superar las diversas crisis y las numerosas formas de pobreza que ofenden la dignidad de cada persona.
Que el Redentor del mundo sea luz para la querida Ucrania, que aspira a soluciones concretas para alcanzar una paz duradera.
Que el Señor recién nacido sea luz para los pueblos de África, donde perduran situaciones sociales y políticas que a menudo obligan a las personas a emigrar, privándolas de una casa y de una familia. Que haya paz para la población que vive en las regiones orientales de la República Democrática del Congo, martirizada por conflictos persistentes. Que sea consuelo para cuantos son perseguidos a causa de su fe, especialmente los misioneros y los fieles secuestrados, y para cuantos caen víctimas de ataques por parte de grupos extremistas, sobre todo en Burkina Faso, Malí, Níger y Nigeria.
Que el Hijo de Dios, que bajó del cielo a la tierra, sea defensa y apoyo para cuantos, a causa de estas y otras injusticias, deben emigrar con la esperanza de una vida segura. La injusticia los obliga a atravesar desiertos y mares, transformados en cementerios. La injusticia los fuerza a sufrir abusos indecibles, esclavitudes de todo tipo y torturas en campos de detención inhumanos. La injusticia les niega lugares donde podrían tener la esperanza de una vida digna y les hace encontrar muros de indiferencia.
Que el Emmanuel sea luz para toda la humanidad herida. Que ablande nuestro corazón, a menudo endurecido y egoísta, y nos haga instrumentos de su amor. Que, a través de nuestros pobres rostros, regale su sonrisa a los niños de todo el mundo, especialmente a los abandonados y a los que han sufrido a causa de la violencia. Que, a través de nuestros brazos débiles, vista a los pobres que no tienen con qué cubrirse, dé el pan a los hambrientos, cure a los enfermos. Que, por nuestra frágil compañía, esté cerca de las personas ancianas y solas, de los migrantes y de los marginados. Que, en este día de fiesta, conceda su ternura a todos, e ilumine las tinieblas de este mundo.
26.12.19



Fiesta de san Esteban, protomártir: «La violencia es derrotada por el amor»

Palabras del Papa antes del Ángelus,

(26 dic. 2019).- El Papa ha indicado que desde la perspectiva de la fe, la celebración de la fiesta del protomártir san Esteban «se pone en sintonía con el verdadero significado de la Navidad».
En esta festividad, «la violencia es derrotada por el amor, la muerte por la vida: él, en la hora del testimonio supremo, contempla los cielos abiertos y dona a sus perseguidores su perdón».
A las 12 horas, este 26 de diciembre de 2019, fiesta de san Esteban, diácono y primer mártir, el Santo Padre se ha asomado a la ventana del estudio del Palacio Apostólico Vaticano para rezar el Ángelus con los fieles y con los peregrinos en la plaza de san Pedro.
«Para nosotros, los cristianos, el Cielo ya no está lejos, separado de la Tierra», ha anunciado Francisco. «En Jesús, el Cielo ha descendido a la Tierra y gracias a él, con la fuerza del Espíritu Santo, nosotros podemos asumir todo lo que es humano y orientarlo hacia el Cielo, de tal modo que el primer testimonio sea precisamente nuestro modo de ser humanos, un estilo de vida plasmado según Jesús, manso y humilde».
Palabras del Papa Francisco 
Querido hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy celebramos la fiesta de san Esteban, primer mártir. El Libro de los Hechos de los Apóstoles nos habla de él (cfr cap. 6-7) y en las páginas de la liturgia de la Palabra de hoy nos lo presenta en los momentos finales de su vida, cuando es capturado y lapidado (cfr 6,12; 7,54-60).
En el clima gozoso de la Navidad, esta memoria del primer cristiano asesinado por la fe puede parecer fuera de lugar. Sin embargo, precisamente desde la perspectiva de la fe, la celebración de hoy se pone en sintonía con el verdadero significado de la Navidad. En el martirio de Esteban, de hecho, la violencia es derrotada por el amor, la muerte por la vida: él, en la hora del testimonio supremo, contempla los cielos abiertos y dona a sus perseguidores su perdón.

Este joven servidor del Evangelio, lleno de Espíritu Santo, supo narrar a Jesús con las palabras, y sobre todo con su vida. Mirándolo a él, vemos realizarse la promesa de Jesús a sus discípulos: «Cuando los entreguen por causa mía, el Espíritu del Padre les dará la fuerza y las 
palabras para dar testimonio» (cfr Mt 10,19-20). Así había prometido Jesús. En la escuela de san Esteban, que se asemejó a su maestro tanto en la vida como en la muerte, también nosotros fijamos nuestra mirada en Jesús, testigo fiel del Padre. Aprendemos que la gloria del Cielo, aquella que dura para la vida eterna, no está hecha de riquezas y poder, sino de amor y de entrega de sí mismo.
Tenemos necesidad de tener la mirada fija en Jesús, autor y perfeccionador de la fe, para poder dar razones de la esperanza que se nos ha donado a través de los desafíos y las pruebas que debemos afrontar cotidianamente. Para nosotros, los cristianos, el Cielo ya no está lejos, separado de la Tierra. En Jesús, el Cielo ha descendido a la Tierra y gracias a él, con la fuerza del Espíritu Santo, nosotros podemos asumir todo lo que es humano y orientarlo hacia el Cielo, de tal modo que el primer testimonio sea precisamente nuestro modo de ser humanos, un estilo de vida plasmado según Jesús, manso y humilde. Humilde y noble, no violento.
Esteban era diácono, uno de los primeros siete diáconos de la Iglesia, (cfr At 6,1-6). Él nos enseña a anunciar a Cristo a través de gestos de fraternidad y de caridad evangélica. Su testimonio, que culmina en el martirio, es una fuente de inspiración para la renovación de nuestras comunidades cristianas. Estas están llamadas a ser cada vez más misioneras decididas, todas orientadas a la evangelización, decididas a alcanzar a los hombres y mujeres de las periferias existenciales y geográficas, donde hay sed de esperanza y de salvación. Comunidades que no siguen la lógica mundana, que no ponen al centro a sí mismas, su propia imagen, sino únicamente la gloria de Dios y el bien de la gente, especialmente de los más pequeños y los pobres.
La fiesta del protomártir Esteban nos llama a recordar a todos los mártires de ayer y de hoy, hoy hay muchos, a sentirnos en comunión con ellos. Y a pedir a ellos la gracia de vivir y morir con el nombre de Jesús en el corazón y en sus labios. Que María, Madre del Redentor, nos ayude a vivir este tiempo de Navidad fijando la mirada en Jesús, para hacernos cada día más semejantes a Él.

Filipinas: El Papa invita a rezar por las víctimas del tifón Phanfone

Palabras después del Ángelus


Palabras del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas:
Me uno al dolor de la querida población de Filipinas a causa del tifón Phanfone. Rezo por las numerosas víctimas, por los heridos y por sus familias. Invito a todos a recitar conmigo el Ave Maria por este pueblo al cual quiero mucho.
Dios te salve, María…
Saludo a todos ustedes, peregrinos provenientes de Italia y de todos los países. La alegría de la Navidad que llena también hoy nuestros corazones, suscite en ellos el deseo de contemplar a Jesús en la gruta del pesebre para poder servirlo y amarlo en nuestros hermanos, especialmente en aquellos más necesitados.
En estos días, he recibido muchos mensajes de saludos desde Roma y no es posible responder a todos ellos. Yo rezo por todos ellos y les expreso hoy a todos mi agradecimiento sincero, especialmente por el don de la oración, que muchos de ustedes han prometido hacerlo: muchas gracias.
Buena fiesta de San Esteban. Por favor, continúen..




Kazajistán: El Papa reza por el «eterno descanso» de los fallecidos en el accidente aéreo

Telegrama del Pontífice


(27 dic. 2019).- El Papa Francisco reza «especialmente por el eterno descanso de los fallecidos y por la curación de los heridos», en el accidente de avión ocurrido cerca de Almaty, Kazajistán, esta mañana, 27 de diciembre, dejando al menos 12 muertos.
Así lo ha expresado el cardenal secretario de Estado Pietro Parolin, quien ha enviado un telegrama de pésame, en nombre del Santo Padre, por las víctimas y los heridos del accidente de avión, en la mañana del 27 de diciembre de 2019.
El avión, que iba con 98 personas a bordo, perdió altitud poco después de despegar y se estrelló contra una valla de concreto. Otras 50 personas han sido trasladadas con heridas a hospitales, han informado los medios de comunicación locales.
Al recibir con tristeza la noticia del reciente accidente de avión en Almaty, el Papa «envía sus condolencias a todos los afectados por esta tragedia», escribe Mons. Parolin en el mensaje.
De este modo, el Pontífice reza especialmente por el eterno descanso de los fallecidos y por la curación de los heridos. «Sobre todos, especialmente los que participan en los trabajos de rescate y recuperación, Su Santidad invoca la fortaleza y la paz de Dios Todopoderoso», indica el cardenal.
27.12.19





Ángelus: «La Sagrada Familia, don de Dios»

Palabras del Papa antes del Ángelus

(29 diciembre 2019).- María, José y Jesús, la Sagrada Familia de Nazaret, representa una respuesta coral a la voluntad del Padre: los tres miembros de esta singular familia se ayudan mutuamente a descubrir y realizar el proyecto de Dios. Dijo el Papa Francisco, este domingo, 29 de diciembre de 2019, Domingo de la Sagrada Familia. El Papa Francisco expresó estos deseos, en italiano, antes de la oración del Ángelus, en la Plaza de San Pedro, en presencia de decenas de miles de personas.
Estas son las palabras del Papa al introducir la oración mariana
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Palabras del Papa antes del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Verdaderamente hoy es una hermosa jornada. Hoy celebramos la fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret. El término «sagrada» coloca a esta familia en el ámbito de la santidad, que es un don de Dios pero, al mismo tiempo, es una adhesión libre y responsable para unirse al proyecto de Dios. Así fue para la familia de Nazaret: estaba totalmente disponible a la voluntad de Dios.
Cómo no asombrarse de la docilidad de María a la acción del Espíritu Santo que le pide que se convierta en la madre del Mesías?  por que María, como toda joven de su tiempo, estaba a punto de realizar su proyecto de vida en una profunda comunión con su esposo José. Pero cuando se da cuenta de que Dios la llama a una misión particular, no duda en proclamarse su «sierva» (cf. Lc 1,38). Jesús exaltará la grandeza en ella no tanto por su papel de madre, sino por su obediencia a Dios, Jesús dijo: «¡Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen!» como María (Lc 11:28). Y cuando no comprende plenamente los acontecimientos que la implican, María en silencio medita, reflexiona y adora la iniciativa divina. Su presencia al pie de la cruz consagra esta disponibilidad total.
En lo que respecta a José, el Evangelio no nos deja ni una sola palabra: no habla, sino que actúa obedeciendo. En el hombre del silencio, en el hombre de la obediencia. La página del Evangelio de hoy (cf. Mt 2,13-15.19-23) nos recuerda tres veces esta obediencia del justo José, refiriéndose a la huida a Egipto y el regreso a la tierra de Israel. Bajo la guía de Dios, representado por el Ángel, José aleja a su familia de las amenazas de Herodes y la salva. De esta manera, la Sagrada Familia se solidariza con todas las familias del mundo que se ven obligadas a exiliarse, se solidariza con todos aquellos que se ven obligados a dejar su tierra por la represión, la violencia y la guerra.
Finalmente, la tercera persona de esta familia, Jesús. Él es la voluntad del Padre: en Él, dice San Pablo, no hubo un «sí» y un «no» sino sólo «sí» (véase 2Cor 1,19). Y esto se manifestó en muchos momentos de su vida terrenal. Por ejemplo, el episodio en el templo cuando, a los angustiados padres que lo buscaban, respondió: «¿No saben que debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?» (Lc 2,49); su constante repetir: «Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado» (Jn 4,34); su oración en el Huerto de los Olivos: «Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad» (Mt 26, 42). Todos estos acontecimientos son la realización perfecta de las mismas palabras de Cristo, que dice: «No has querido ni sacrificio ni ofrenda […]. Entonces dije: «He aquí que vengo […] a hacer, oh Dios, tu voluntad» (Eb 10.5-7; Sal 40.7-9).
María, José y Jesús, la Sagrada Familia de Nazaret, representa una respuesta coral a la voluntad del Padre: los tres miembros de esta singular familia se ayudan mutuamente a descubrir y realizar el proyecto de Dios. Ellos rezaban, trabajaban, se comunicaban y yo me pregunto: Tú en tu familia, sabes comunicarte?, o eres como aquellos chicos, que en la mesa cada uno con su móvil está chateando? la comida parece como un silencio, como si estuvieran en mis, pero no se comunican entre ellos. Debemos retomar la comunicación, los padres, los hijos con los abuelos, pero comunicarse, con los hermanos entre sí. Este es un deber que hay que hacer hoy, hoy precisamente en la Jornada de la Sagrada Familia. Que la Sagrada Familia sea el modelo de nuestras familias, para que los padres y los hijos se sostengan mutuamente en la adhesión al Evangelio, fundamento de la santidad de la familia.
Confiemos a María «Reina de la Familia», todas las familias del mundo, especialmente las que están probadas por el sufrimiento o el malestar …e invocamos sobre ellos su protección maternal.


Fin de año en serenidad y paz: Los deseos del Papa

Aprender a «comunicarse» en familia




(29 dic. 2019).- El Papa Francisco desea que todos terminen el año en «serenidad» y «paz» y «aprendiendo» a «comunicarse» en familia.
En este domingo, 29 de diciembre de 2019, Domingo de la Sagrada Familia para los católicos, el Papa Francisco expresó estos deseos, después de la oración del Ángelus, en la Plaza de San Pedro, en presencia de decenas de miles de personas.
«Les deseo a todos un buen domingo y un fin de año pacífico», dijo el Papa en italiano. Terminemos el año en paz y con la familia, comunicándonos unos con otros».
Esta será la intención de oración del Papa Francisco para enero de 2020 y el tema: “Oremos para que los discípulos de Jesús, los creyentes y las personas de buena voluntad juntos, promuevan la paz y la justicia en el mundo».
El Papa no dejó de agradecer los deseos y las oraciones: “Os agradezco nuevamente vuestros buenos deseos y vuestras oraciones. Seguid rezando por mí. ¡Buen almuerzo y adiós!»
29.12.19



«La Civiltà Cattolica»: Mensaje del Papa al director en el 170 aniversario de la revista

«Les deseo que sean creativos en Dios»

(30 dic. 2019).- Con ocasión de los 170 años de la fundación (1850-2020) de La Civiltà Cattolica, la revista de los jesuitas, el Papa Francisco envió al director de la publicación, Antonio Spadaro, un quirógrafo, es decir, un mensaje escrito por él, que aparecerá en la portada del primer número de enero de 2020, el sábado 4 de enero.
La revista vive, hoy como entonces, de una relación especial con el Pontífice. “Gracias por la ayuda que me ofrecen también a mí”, ha redactado el Papa, “deseo que sean creativos”: “hagan discernimiento y combatan el odio, la mezquindad y los prejuicios”.
La Civiltà Cattolica se ha convertido en una «revista internacional de los jesuitas». Internacional porque siempre ha tenido una amplia mirada sobre el mundo y sus tensiones geopolíticas y religiosas; internacional porque desde abril de 2017 la revista se publica en 5 idiomas; internacional porque desde febrero de 2018 el consejo de escritores se ha ampliado gracias a un grupo de 12 «corresponsales» de todo el mundo, pero también a muchos otros jesuitas de diversas naciones.
El Papa Francisco confirma a los miembros de la revista en su «misión» al escribir en su mensaje: «Os deseo que seáis creativos en Dios explorando nuevos caminos, también gracias al nuevo aliento internacional que anima la revista: podéis escuchar las voces de muchas fronteras que surgen de las páginas».
A continuación, reproducimos el texto escrito por el Santo Padre:
Quirógrafo del Papa
Hace 170 años el beato Pío IX pidió a la Compañía de Jesús que fundará “La Civiltà Cattolica”. Desde entonces ella acompaña fielmente al Papa. Gracias por la ayuda que ofrecen también a mí.
Continúen viviendo la dinámica entre vida y pensamiento con ojos que escuchan, sabiendo que la “civiltà cattolica” es aquella del Buen Samaritano.
Les deseo que sean creativos en Dios explorando nuevos caminos, también gracias al nuevo respiro internacional que anima la revista: se oyen salir de las páginas las voces de tantas fronteras que se escuchan.
Hagan discernimiento sobre los lenguajes, combatan el odio, la mezquindad y los prejuicios. Y sobre todo no se contenten con hacer propuestas de reparación o de síntesis abstracta: acepten en cambio el desafío de las inquietudes desbordantes del tiempo presente, en el cual Dios está siempre en la obra.
31.12.19



Vísperas de la Solemnidad de María Santísima Madre de Dios

La ternura materna de María alcanza a todos los hombres


(31 dic. 2019).- Hoy a las 17 horas, en la Basílica Vaticana, el Santo Padre Francisco preside las primeras Vísperas de la Solemnidad de María Santísima Madre de Dios, seguida de la exposición del Santísimo, el himno tradicional «Te Deum», al final del año civil, y la Bendición Eucarística. Al final de la celebración, el Papa Francisco visita el pesebre establecido en la Plaza de San Pedro.
Publicamos a continuación la homilía que el Papa pronunció durante la celebración del Vísperas:
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Homilía del Santo Padre
«Al llegar la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo» (Gal 4, 4).
El Hijo enviado por el Padre acampó en Belén de Efratá, «tan pequeño para estar entre las aldeas de Judá» (Mi 5:1); vivió en Nazaret, una ciudad nunca mencionada en las Escrituras a menos que para decir: «¿Puede algo bueno salir de Nazaret?» (Jn 1, 46), y murió descartado de la gran ciudad, de Jerusalén, crucificada fuera de sus muros. La decisión de Dios es clara: para revelar su amor Él escoge la pequeña ciudad y la ciudad despreciada, y cuando llegua a Jerusalén se une al pueblo de los pecadores y de los descartados. Ninguno de los habitantes de la ciudad se da cuenta de que el Hijo de Dios hecho hombre está caminando por sus propias calles, probablemente ni siquiera sus discípulos, el que sólo comprenderán plenamente con la Resurrección el Misterio presente en Jesús.
Las palabras y los signos de salvación que realiza en la ciudad despiertan asombro y entusiasmo. momentáneos, pero no son recibidos en su pleno significado: pronto ya no serán recordados, cuando el gobernador romano preguntará: «¿Quieren a Jesús o a Barrabás libre?» Fuera de la ciudad Jesús será crucificado, en lo alto del Gólgota, para ser condenado por la mirada de todos los habitantes y burlado por sus comentarios sarcásticos. Pero desde allí, desde la cruz, el nuevo árbol de la vida, el poder de Dios atraerá a todos hacia él . Y también la Madre de Dios, que bajo la cruz es la Dolorosa, está a punto de extender a todos los hombres su maternidad. La Madre de Dios es la Madre de la Iglesia, y su ternura materna alcanza a todos los hombres.

Dios levantó su tienda en la ciudad, y nunca se apartó de ella. Su presencia en la ciudad incluso en esta nuestra ciudad de Roma, «no debe ser fabricada, sino descubierta, desvelada» (Esort. ap. Evangelii gaudium, 71). Somos nosotros los que debemos pedir a Dios la gracia de unos ojos nuevos, capaces de «una mirada contemplativa, una mirada de fe que descubre a Dios habitando en sus casas, en sus calles, en sus plazas» (ibíd., 71). Los profetas, en la Escritura, advierten contra la  tentación de ligarla presencia de Dios sólo al templo (Jer 7:4): Él habita en medio de su pueblo, camina con él y vive su vida. Su fidelidad es concreta, es la proximidad a la existencia cotidiana… de sus hijos. De hecho, cuando Dios quiere hacer nuevas todas las cosas a través de Su Hijo, Él no comienza desde el templo, sino del vientre de una pequeña y pobre mujer de su pueblo. Es extraordinaria esta elección de Dios! No cambia la historia a través de los poderosos hombres de las instituciones civiles y religiosas, sino de las mujeres de la periferia del imperio, como María, y de sus vientres estériles, como el de Isabel.
Pienso en las muchas personas valientes, creyentes y no creyentes, que he conocido a lo largo de los años y que  representan el «corazón palpitante» de Roma. Verdaderamente Dios nunca ha dejado de cambiar la historia y el rostro de nuestra ciudad a través de la gente de los pequeños y los pobres que la habitan: Él los elige, los inspira, los motiva a la acción, los hace solidarios, los anima a activar redes, a crear vínculos virtuosos, a construir puentes y no muros. Es precisamente a través de estos mil riachuelos de agua viva del Espíritu que la Palabra de Dios fecunda la ciudad y de estéril la convierte en una «gozosa madre de hijos» (Sal 113, 9).
¿Y qué le pide el Señor a la Iglesia de Roma? Él nos confía su Palabra y nos insta a que nos arrojemos en la refriega, para implicarnos en el encuentro y la relación con los habitantes de la ciudad para que «su mensaje corra rápido». Estamos llamados a encontrarnos con los demás y a escuchar su existencia, de su grito de ayuda. ¡Escuchar ya es un acto de amor! Tener tiempo para los demás, para dialogar, para reconocer con una mirada contemplativa la presencia y la acción de Dios en sus vidas, dar testimonio de la nueva vida del Evangelio con hechos más que con palabras es realmente un servicio de amor. que cambia la realidad. Al hacerlo, de hecho, en la ciudad y también en la Iglesia circula un aire nuevo, el deseo para volver a ponerse en camino, para superar la vieja lógica de la oposición y las vallas, para colaborar juntos, construyendo una ciudad más justa y fraterna.
No debemos tener miedo o sentirnos inadecuados para una misión tan importante. Recordémoslo: Dios no nos elige por nuestra «habilidad», sino precisamente porque somos y  nos sentimos pequeños. Le agradecemos por su Gracia que nos ha apoyado este año y con alegría elevemos el canto de alabanza.
01.01.20



Video del Papa: Rezar por la promoción de la paz y la justicia en el mundo

Intención de oración en enero
(ZENIT – 2 enero 2020).- “Recemos para que los cristianos, los que siguen otras religiones y las personas de buena voluntad promuevan juntamente la paz y la justicia en el mundo”, pide el Santo Padre en su nuevo video.
La intención del Santo Padre para este mes de enero ha sido presentada hoy, 2 de enero de 2019, en el conocido como “Video del Papa” y está destinada a la promoción de la paz en el mundo.
En un mundo dividido y fragmentado, quiero invitar a la reconciliación y a la fraternidad entre todos los creyentes y también entre todas las personas de buena voluntad”, explica Francisco.
Y recuerda que “nuestra fe nos lleva a difundir los valores de la paz, de la convivencia, del bien común”.
Video del Papa
El “Video del Papa” es una iniciativa oficial de alcance global que tiene como objetivo difundir las intenciones de oración mensuales del Santo Padre.




03.01.20






Francisco a los enfermos: La Iglesia desea ser “la ‘posada’ del Buen Samaritano”

Mensaje de la XXVIII Jornada Mundial del Enfermo


(3 enero 2019).- “La Iglesia desea ser cada vez más —y lo mejor que pueda— la “posada” del Buen Samaritano que es Cristo (cf. Lc 10,34), es decir, la casa en la que podéis encontrar su gracia, que se expresa en la familiaridad, en la acogida y en el consuelo”, dice el Papa Francisco a los enfermos.
Con motivo de la XXVIII Jornada Mundial del Enfermo, que se celebra el 11 de febrero, memoria litúrgica de la Bienaventurada Virgen María de Lourdes, la Oficina de Prensa de la Santa Sede ha publicado hoy, 3 de enero de 2020, el Mensaje del Santo Padre para la ocasión.
Curar al cuidar”
Acudir a Jesús
Defender la dignidad de la vida
Acceso a los cuidados para todos
Finalmente, el Santo Padre dirige un pensamiento a los hermanos y hermanas en todo el mundo que, debido a la pobreza, no tienen acceso a los tratamientos que necesitan, realizando un llamado a las instituciones sanitarias y a los Gobiernos de todos los países:


«Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré» (Mt 11,28)
Queridos hermanos y hermanas:
1. Las palabras que pronuncia Jesús: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré» (Mt 11,28) indican el camino misterioso de la gracia que se revela a los sencillos y que ofrece alivio a quienes están cansados y fatigados. Estas palabras expresan la solidaridad del Hijo del hombre, Jesucristo, ante una humanidad afligida y que sufre. ¡Cuántas personas padecen en el cuerpo y en el espíritu! Jesús dice a todos que acudan a Él, «venid a mí», y les promete alivio y
consuelo. «Cuando Jesús dice esto, tiene ante sus ojos a las personas que encuentra todos los días por los caminos de Galilea: mucha gente sencilla, pobres, enfermos, pecadores, marginados… del peso de la ley del sistema social opresivo… Esta gente lo ha seguido siempre para escuchar su palabra, ¡una palabra que daba esperanza!» (Ángelus, 6 julio 2014).
En la XXVIII Jornada Mundial del Enfermo, Jesús dirige una invitación a los enfermos y a los oprimidos, a los pobres que saben que dependen completamente de Dios y que, heridos por el peso de la prueba, necesitan ser curados. Jesucristo, a quien siente angustia por su propia situación de fragilidad, dolor y debilidad, no impone leyes, sino que ofrece su misericordia, es decir, su persona salvadora. Jesús mira la humanidad herida. Tiene ojos que ven, que se dan cuenta, porque miran profundamente, no corren indiferentes, sino que se detienen y abrazan a todo el hombre, a cada hombre en su condición de salud, sin descartar a nadie, e invita a cada uno a entrar en su vida para experimentar la ternura.
2. ¿Por qué Jesucristo nutre estos sentimientos? Porque él mismo se hizo débil, vivió la experiencia humana del sufrimiento y recibió a su vez consuelo del Padre. Efectivamente, sólo quien vive en primera persona esta experiencia sabrá ser consuelo para otros. Las formas graves de sufrimiento son varias: enfermedades incurables y crónicas, patologías psíquicas, las que necesitan rehabilitación o cuidados paliativos, las diversas discapacidades, las enfermedades de la infancia y de la vejez… En estas circunstancias, a veces se percibe una carencia de humanidad y, por eso, resulta necesario personalizar el modo de acercarse al enfermo, añadiendo al curar el cuidar, para una recuperación humana integral. Durante la enfermedad, la persona siente que está comprometida no sólo su integridad física, sino también sus dimensiones relacionales, intelectiva, afectiva y espiritual; por eso, además de los tratamientos espera recibir apoyo, solicitud, atención… en definitiva, amor. Por otra parte, junto al enfermo hay una familia que sufre, y a su vez pide consuelo y cercanía.
3. Queridos hermanos y hermanas enfermos: A causa de la enfermedad, estáis de modo particular entre quienes, “cansados y agobiados”, atraen la mirada y el corazón de Jesús. De ahí viene la luz para vuestros momentos de oscuridad, la esperanza para vuestro desconsuelo. Jesús os invita a acudir a Él: «Venid». En Él, efectivamente, encontraréis la fuerza para afrontar las inquietudes y las preguntas que surgen en vosotros, en esta “noche” del cuerpo y del espíritu. Sí, Cristo no nos ha dado recetas, sino que con su pasión, muerte y resurrección nos libera de la opresión del mal.
En esta condición, ciertamente, necesitáis un lugar para restableceros. La Iglesia desea ser cada vez más —y lo mejor que pueda— la “posada” del Buen Samaritano que es Cristo (cf. Lc 10,34), es decir, la casa en la que podéis encontrar su gracia, que se expresa en la familiaridad, en la acogida y en el consuelo. En esta casa, podréis encontrar personas que, curadas por la misericordia de Dios en su fragilidad, sabrán ayudaros a llevar la cruz haciendo de las propias heridas claraboyas a través de las cuales se pueda mirar el horizonte más allá de la enfermedad, y recibir luz y aire puro para vuestra vida.
En esta tarea de procurar alivio a los hermanos enfermos se sitúa el servicio de los agentes sanitarios, médicos, enfermeros, personal sanitario y administrativo, auxiliares y voluntarios que actúan con competencia haciendo sentir la presencia de Cristo, que ofrece consuelo y se hace cargo de la persona enferma curando sus heridas. Sin embargo, ellos son también hombres y mujeres con sus fragilidades y sus enfermedades. Para ellos valen especialmente estas palabras: «Una vez recibido el alivio y el consuelo de Cristo, estamos llamados a su vez a convertirnos en descanso y consuelo para los hermanos, con actitud mansa y humilde, a imitación del Maestro» (Ángelus, 6 julio 2014).
4. Queridos agentes sanitarios: Cada intervención de diagnóstico, preventiva, terapéutica, de investigación, cada tratamiento o rehabilitación se dirige a la persona enferma, donde el sustantivo “persona” siempre está antes del adjetivo “enferma”. Por lo tanto, que vuestra acción tenga constantemente presente la dignidad y la vida de la persona, sin ceder a actos que lleven a la eutanasia, al suicidio asistido o a poner fin a la vida, ni siquiera cuando el estado de la enfermedad sea irreversible.
En la experiencia del límite y del posible fracaso de la ciencia médica frente a casos clínicos cada vez más problemáticos y a diagnósticos infaustos, estáis llamados a abriros a la dimensión trascendente, que puede daros el sentido pleno de vuestra profesión. Recordemos que la vida es sagrada y pertenece a Dios, por lo tanto, es inviolable y no se puede disponer de ella (cf. Instr. Donum vitae, 5; Carta enc. Evangelium vitae, 29-53). La vida debe ser acogida, tutelada, respetada y servida desde que surge hasta que termina: lo requieren simultáneamente tanto la razón como la fe en Dios, autor de la vida. En ciertos casos, la objeción de conciencia es para vosotros una elección necesaria para ser coherentes con este “sí” a la vida y a la persona. En cualquier caso, vuestra profesionalidad, animada por la caridad cristiana, será el mejor servicio al verdadero derecho humano, el derecho a la vida. Aunque a veces no podáis curar al enfermo, sí que podéis siempre cuidar de él con gestos y procedimientos que le den alivio y consuelo.
Lamentablemente, en algunos contextos de guerra y de conflicto violento, el personal sanitario y los centros que se ocupan de dar acogida y asistencia a los enfermos están en el punto de mira. En algunas zonas, el poder político también pretende manipular la asistencia médica a su favor, limitando la justa autonomía de la profesión sanitaria. En realidad, atacar a aquellos que se dedican al servicio de los miembros del cuerpo social que sufren no beneficia a nadie.
5. En esta XXVIII Jornada Mundial del Enfermo, pienso en los numerosos hermanos y hermanas que, en todo el mundo, no tienen la posibilidad de acceder a los tratamientos, porque viven en la pobreza. Me dirijo, por lo tanto, a las instituciones sanitarias y a los Gobiernos de todos los países del mundo, a fin de que no desatiendan la justicia social, considerando solamente el aspecto económico. Deseo que, aunando los principios de solidaridad y subsidiariedad, se coopere para que todos tengan acceso a los cuidados adecuados para la salvaguardia y la recuperación de la salud. Agradezco de corazón a los voluntarios que se ponen al servicio de los enfermos, que suplen en muchos casos carencias estructurales y reflejan, con gestos de ternura y de cercanía, la imagen de Cristo Buen Samaritano.
Encomiendo a la Virgen María, Salud de los enfermos, a todas las personas que están llevando el peso de la enfermedad, así como a sus familias y a los agentes sanitarios. A todos, con afecto, les aseguro mi cercanía en la oración y les imparto de corazón la Bendición Apostólica.
Vaticano, 3 de enero de 2020,
Memoria del Santísimo Nombre de Jesús
FRANCISCO
04.01.20