26 d’ag. 2015

EL PAPADO ROMANO












El Papado Romano
10 de agosto de 2015

Creo que estamos empezando a ver cómo el Papa Francisco enfrenta estas coyunturas y las supera. Algunos ejemplos...(José Aldunate, SJ).














Hablemos sobre el papado romano. Esa institución eclesiástica muy original y singular que hace historia sobre todo con su actual representante el papa Francisco. Jorge Mario Bergoglio, el primer papa latinoamericano que desde el comienzo ha llamado la atención por su originalidad y estilo sencillo tan en discordancia con la tradición de los papas romanos de la historia. Ha hecho historia su intervención para que el gobierno norteamericano termine con las sanciones impuestas a Cuba y últimamente ha tenido una larga entrevista con nuestra presidenta Michel Bachelet. Queremos explorar la tarea que tiene delante de sí nuestro papa Francisco. Así comprenderemos mejor muchas de sus actuaciones, algunas tan criticadas por elementos oponentes.

Ya Juan Pablo II, un predecesor tan distinto del Papa Francisco, se preguntaba cuál sería el “munus Petri” (“la tarea del sucesor de Pedro”). Tal vez estaría pensando en predecesores suyos como los Gregorios o los papas de la Edad Media o Moderna. El Papa Francisco, sin duda se ha hecho esta pregunta pero, según parece desde muy diversos planteamientos.

Encuentro enormemente significativo un gesto del Papa Francisco al comienzo mismo de su ministerio papal. Recién nombrado apareció en el balcón papal, quería dar la primera bendición a sus primeros súbditos, los fieles de Roma, porque al ser elegido Papa fue ante todo nombrado obispo de Roma. La plaza de San Pedro estaba llena de los fieles romanos que habían ido al llamado del humo blanco, anuncio de la elección papal y el papa Francisco en vez de darles la bendición, inclinó la cabeza y pidió al pueblo romano que el pueblo mismo lo bendijera. Ahí veo yo la expresión de toda una conciencia, de todo un programa, de toda una tarea que se imponía al haber sido elegido obispo de Roma. Francisco quiso que primero lo bendijera el pueblo. Hubiera querido tal vez que el pueblo le hubiera elegido “a mano alzada” como se hacía con los primeros papas y obispos. ¿Y por qué no se podría volver a lo mismo? La población de Roma era el “Pueblo de Dios”, era “la Iglesia”, lo normal es que la Iglesia escoja su Papa.

El fue elegido por electores escogidos por antecesores suyos, papas igualmente. ¿Es eso normal?, podría haberse preguntado razonablemente el Papa Francisco.

Linda tarea le espera, hacer que el pueblo romano y el pueblo de miles de diócesis sean realmente un pueblo de Dios consciente y responsable que pueda escoger en lo sucesivo a sus obispos y al mismo Papa.

Nos preguntamos qué podrá hacer el Papa Francisco atrapado en una situación no creada por él sino impuesta desde hace siglos. Desde siglos que la Iglesia lleva esa estructura de una sociedad dividida entre jerarquía arriba y fieles sin voz ni voto. ¿Cómo poner al día “aggiornar” una Iglesia tan sólidamente estructurada con esquemas ya establecidos en prácticas seculares?

El Papa había aceptado el desafío como la voluntad de Dios que lo embarcaba en una tarea casi imposible. Debía, como se ha dicho, saltar fuera de su propia sombra. Es decir como renegar de su ser para estructurarse nuevamente, lo que no hicieron los papas del concilio: Juan XXIII, Pablo VI y menos sus sucesores Juan Pablo II y Benedicto XVI. Esto sería su tarea en adelante. Nos preguntamos ahora cuáles podrán ser los colaboradores que puedan apoyar este camino del Papa Francisco. Los colaboradores espirituales tendrán como apoyo evidentemente el Espíritu Santo y el mismo evangelio de Jesús bajo la luz de un discernimiento espiritual.

En Evangelii Gaudium encontramos líneas trazadas bajo estas directrices. Los colaboradores sociales serán ante todo los que se comprometen con la meta propuesta por el Concilio Vaticano II en la creación de un Pueblo de Dios, de una Iglesia Pueblo de Dios conforme a una Iglesia construida desde las bases de un pueblo creyente y que se verifica como pueblo a partir de su fe. Un pueblo consciente de su misión que es el Reino de Dios ya desde este mundo respondiendo a las demandas de una humanidad que quiere ser libre, equitativa y fraternal.

Los pasos serán señalados y marcados por las realidades sociales que encontrará el Papa Francisco en su camino.

Habrá limitaciones muchas veces para lo que él se proponga hacer. Las limitaciones serían fundamentalmente las de la estructura eclesial en la que se encuentra metido el mismo papa Francisco. Sencillamente el de ser Papa con obispos nombrados por él y un clero que lo separa en cierta manera del pueblo fiel que es la Iglesia en su conjunto.

Creo que estamos empezando a ver cómo el Papa Francisco enfrenta estas coyunturas y las supera.

Algunos ejemplos de pasos típicos dados por el Papa Francisco: La convocatoria de los “pueblos postergados” en Roma hace dos años, el llamado a que se organicen; las iniciativas respecto al Sínodo sobre la Familia con sus reuniones de octubre a octubre; las intervenciones a favor de los pueblos de Cuba y el palestino; sus intervenciones a favor de los emigrantes del Africa.

Hemos de recordar que el Papa Francisco no es un avanzado ni menos un extremista, nunca lo ha sido. Recordemos que los cambios en la Iglesia han de ser procesos que toman tiempo. Advertimos que los mismos pasos que se han dado han sido cautelosos. Que el Sínodo de la familia ha tenido sus hándicaps y resistencias y que el mismo Francisco no ha sido insensible a ellas. A nosotros nos corresponde responder desde nuestra situación a los requerimientos del Espíritu y de la reforma del Concilio Vaticano II.

Finalmente derivemos de todo lo dicho nuestras conclusiones. ¿Cuál es en la presente coyuntura nuestra tarea? Acompañar al Papa Francisco en su difícil tarea de renovar la Iglesia desde una jerarquía marcada por estructuras antiguas y rígidas del pasado, y de nuestra parte cooperar al cambio de la Iglesia desde la libertad de los hijos de Dios.

José Aldunate, SJ








El histórico alegato de Francisco
La lucha contra el cambio climático depende de decisiones políticas y si hay alguien con autoridad para lograr la conversión ecológica de los legisladores católicos negacionistas y de las personas que les apoyan en las urnas, es el Papa

EDUARDO ESTRADA
La encíclica del papa Francisco Laudato si’ ha supuesto un hito en la conversación global sobre la situación ambiental de nuestro mundo. Tras el documento de Bergoglio nada será igual en la mirada de la comunidad católica hacia la custodia de la naturaleza. El texto ha hecho historia por razones que van más allá de su importante repercusión en el actual debate sobre el cambio climático. El que el máximo responsable de una tradición religiosa milenaria en la que se reconocen cientos de millones de personas haga una apelación expresa a sus fieles, en el marco de un documento formal del más alto rango, a una profunda conversión ecológica es algo inaudito, por mucho que algunas voces insistan en la continuidad de esa enseñanza respecto a las impartidas por papas anteriores.
Bergoglio ha escrito un texto de hondo contenido espiritual, político, ecológico y social, en el que el compromiso con los más vulnerables y desfavorecidos de la Tierra cruza transversalmente todo el documento. Mi intuición es que su repercusión perdurará a lo largo de los próximos años, contribuyendo a alimentar los necesarios debates sobre la reconducción de la crisis ambiental, el problema de la pobreza extrema y la desigualdad Norte-Sur. Es también un escrito de rica urdimbre intelectual en la mejor tradición de la Compañía de Jesús. El jesuita argentino ha presentado un diagnóstico implacable sobre la crisis ambiental y ha tenido el acierto de situar el problema del cambio climático en ese marco más amplio, incorporando a su reflexión otros temas cruciales como la pérdida de diversidad biológica, la escasez de agua potable o la degradación de los océanos. En ese sentido, estamos ante un diagnóstico alineado con los informes más serios de las instituciones internacionales de referencia.
En la descripción de la crisis ambiental global existe una amplia coincidencia entre la comunidad epistémica de la ciencia, el movimiento ambiental internacional y las instituciones de la ONU relacionadas con el tema, si bien a la hora de explicar las causas profundas del deterioro, las explicaciones y los énfasis, como no podía ser de otro modo, son diversos. Desde el prisma de la ecología científica, el punto más débil de la aproximación de Bergoglio a las causas de la crisis ambiental es la no inclusión de la variable demográfica. Hay razones doctrinales en la cosmovisión católica relacionadas con la natalidad y la planificación familiar que se interponen en esa comprensión. Ahora bien, desde una perspectiva científica el hecho de que la población humana se haya multiplicado casi por 10 en los dos últimos siglos (ha pasado de 790 a 7.300 millones y la previsión es que alcance los 9.600 millones a mediados de este siglo) es un dato muy contundente que no puede quedar fuera de una explicación rigurosa de la crisis ambiental.
El Pontífice ha presentado un diagnóstico implacable de la crisis ambiental
Siempre ha sido un falso debate la disyuntiva causal entre la explicación demográfica versus el modelo de producción y consumo de los países desarrollados. Ambas cadenas de argumentos se complementan y refuerzan. Explicar el deterioro ambiental en función exclusivamente del modelo de producción y consumo de los países ricos es reduccionista y no se ajusta a los datos disponibles de la realidad empírica. El diferente modelo de producción y consumo que prevaleció durante siete décadas en las economías planificadas soviéticas dejó un balance ambiental desolador. Asimismo, una de las mayores debilidades del actual sistema mixto de China, en el que la economía de mercado está sujeta a un férreo control planificador por parte de su Gobierno comunista, ha sido el desastre ambiental provocado por su modelo de desarrollo. En otras palabras, la orientación consumista y la tendencia al exceso y el despilfarro que, sin duda, forman parte de la economía capitalista de mercado y del modelo de consumo de las sociedades opulentas, siendo relevantes, no agotan la explicación de las causas profundas de la crisis ambiental.
Más allá de esa divergencia, un aspecto fundamental del documento de Bergoglio es su contribución a la ampliación/renovación del marco de referencia en el que se ha situado el debate sobre el cambio climático, sesgado hacia su formulación exclusiva en términos científicos-técnicos. Ha existido al respecto una interesada confusión entre el papel imprescindible de la ciencia para comprender la esfera de los hechos —el origen, las causas directas y la dinámica del cambio climático— y la esfera de los significados, es decir, cómo afecta la desestabilización del clima a nuestra autocomprensión como comunidad global. Esa confusión ha hecho que el núcleo moral del problema haya quedado relegado durante demasiado tiempo.
Bergoglio ha situado en el centro del debate el desafío moral a que nos enfrenta este problema
Sin embargo, el cambio climático afecta a consideraciones muy relevantes de la justicia intrageneracional e intergeneracional y plantea serios interrogantes sobre los fundamentos de equidad a los que aspiran nuestras sociedades democráticas. Sus consecuencias negativas impactan e impactarán de forma devastadora a los cientos de millones de personas pertenecientes a las comunidades más pobres y vulnerables de los países en desarrollo, precisamente quienes menos han contribuido a generar el problema. En el caso de diversos Estados-isla del Sur supone incluso una amenaza existencial a su propia supervivencia físico-geográfica. Además, un incremento de la temperatura por encima de los dos grados centígrados supondrá un desastre sin paliativos para el mundo que recibirán nuestras hijas y nietos, así como para el resto de formas de vida que comparten con nosotros la biosfera. Muy oportunamente, el alegato de Bergoglio ha situado en el centro del debate el desafío moral con que nos confronta este grave problema.
La reconducción de la alteración del clima sólo es posible si se avanza hacia una economía de bajo contenido en carbono. Esa transición precisa poner fecha de caducidad al sistema energético basado en los combustibles fósiles, como lo ha reconocido la reciente cumbre de líderes del G-7. Un elemento imprescindible para garantizar ese proceso es contar con un Gobierno climáticamente responsable en Estados Unidos, ya que la necesaria transición energética-climática internacional podría descarrilar si futuros Gobiernos de ese país se retirasen de una diplomacia climática constructiva. En consecuencia, generar allí un consenso básico como el que ha predominado en Europa en los últimos 25 años es un elemento crucial para el éxito de esa transformación. Si hay alguien con autoridad para lograr la conversión ecológica de los numerosos congresistas católicos negacionistas y de los millones de personas que les apoyan en las urnas, es el papa Francisco. Ya se ha anunciado que, cuando en septiembre se dirija en persona al pleno del Congreso, cientos de miles de norteamericanos van a acompañarle desde las plazas, las calles y los lugares de culto con las velas de su conciencia encendidas. Será un momento para recordar. Quiero pensar que el gran Stefan Zweig lo incluiría entre sus momentos estelares de la humanidad.



Texto completo de la catequesis del Papa del 26 de agosto
Francisco indica que un corazón lleno de amor a Dios sabe transformar en oración un pensamiento sin palabras
Ciudad del Vaticano, 26 de agosto de 2015 (ZENIT.org)
En la audiencia de este miércoles 26 de agosto el papa Francisco invitó a reflexionar sobre la oración en familia. Recordó que el espíritu de la oración se fundamenta en el gran mandamiento: «amaras al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas» y que la oración se alimenta del afecto por Dios. Al punto que un corazón lleno de amor a Dios sabe transformar en oración un pensamiento sin palabras, una invocación delante de una imagen sagrada, o un beso hacia la iglesia. 
A pesar de lo complicado que es el tiempo en la familia, siempre ocupado, con mil cosas que hacer, precisó que la oración nos permite encontrar la paz para las cosas necesarias, y descubrir el gozo de los dones inesperados del Señor, la belleza de la fiesta y la serenidad del trabajo.
Publicamos a continuación la catequesis del Santo Padre:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Después de haber reflexionado sobre cómo la familia vive los tiempos de la fiesta y del trabajo, consideramos ahora el tiempo de la oración. La queja más frecuente de los cristianos tiene que ver precisamente con el tiempo: “Debería rezar más…; quisiera hacerlo, pero a menudo me falta tiempo”. Escuchamos esto continuamente. El disgusto es sincero, ciertamente, porque el corazón humano busca siempre la oración, incluso sin saberlo; y no tiene paz si no la encuentra. Pero para que se encuentre, es necesario cultivar en el corazón un amor “cálido” por Dios, un amor afectivo.
Podemos hacernos una pregunta muy simple. Está bien creer en Dios con todo el corazón, está bien esperar que nos ayude en las dificultades, está bien sentir el deber de agradecerle. Todo bien. Pero, ¿lo queremos algo también al Señor? ¿El pensamiento de Dios nos conmueve, nos asombra, nos enternece?
Pensemos a la formulación del gran mandamiento, que sostiene a todos los demás: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu”. La fórmula usa el lenguaje intenso del amor, derramándolo sobre Dios. Entonces, el espíritu de oración vive principalmente aquí. Y si vive aquí, vive todo el tiempo y no se va nunca. ¿Podemos pensar en Dios como la caricia que nos mantiene con vida, antes de la cual no hay nada? ¿Una caricia de la cual nada, ni siguiera la muerte, nos puede separar? ¿O lo pensamos solo como el gran Ser, el Todopoderoso que ha creado todas las cosas, el Juez que controla cada acción? Todo es verdad, naturalmente.
Pero solo cuando Dios es el afecto de todos nuestros afectos, el significado de estas palabras se hace pleno. Entonces nos sentimos felices, y también un poco confundidos, porque Él piensa en nosotros ¡y sobretodo nos ama! ¿No es impresionante esto? ¿No es impresionante que Dios nos acaricie con amor de padre? Es muy hermoso, muy hermoso. Podía simplemente darse a conocer como el Ser supremo, dar sus mandamientos y esperar los resultados. En cambio Dios ha hecho y hace infinitamente más que eso. Nos acompaña en elcamino de la vida, nos protege, nos ama.
Si el afecto por Dios no enciende el fuego, el espíritu de la oración no calienta el tiempo. Podemos también multiplicar nuestras palabras, “como hacen los paganos”, decía Jesús; o también mostrar nuestros ritos, “como hacen los fariseos”. Un corazón habitado por el amor a Dios convierte en oración incluso un pensamiento sin palabras, o una invocación delante de una imagen sagrada, o un beso enviado hacia la iglesia.  
Es hermoso cuando las madres enseñan a los hijos pequeños a mandar un beso a Jesús o a la Virgen. ¡Cuánta ternura hay en eso! En aquel momento el corazón de los niños se transforma en lugar de oración. Y es un don del Espíritu Santo. ¡No olvidemos nunca pedir este don para cada uno de nosotros! El Espíritu de Dios tiene su modo especial de decir en nuestros corazones “Abbà”, “Padre”, nos enseña a decir padre precisamente como lo decía Jesús, un modo que no podremos nunca encontrar solos. Este don del Espíritu es en familia donde se aprende a pedirlo y a apreciarlo. Si lo aprendes con la misma espontaneidad con la que aprendes a decir “papá” y “mamá”, lo has aprendido para siempre. Cuando esto sucede, el tiempo de la entera vida familiar viene envuelto en el vientre del amor de Dios, y busca espontáneamente el tiempo de la oración.
El tiempo de la familia, lo sabemos bien, es un tiempo complicado y concurrido, ocupado y preocupado. Siempre es poco, no basta nunca. Siempre hay tantas cosas que hacer. Quien tiene una familia aprende pronto a resolver una ecuación que ni siquiera los grandes matemáticos saben resolver: ¡dentro de las veinticuatro horas consigue que haya el doble! Es así ¿eh? ¡Existen mamás y papás que podrían ganar el Nobel por esto! ¿eh? ¡De 24 horas hacen 48! No sé cómo lo hacen, pero se mueven y hacen. Hay tanto trabajo en la familia. El espíritu de la oración restituye el tiempo a Dios, sale de la obsesión de una vida a la que le falta siempre el tiempo, reencuentra la paz de las cosas necesarias y descubre la alegría de los dones inesperados. Unas buenas guías para esto son las dos hermanas Marta y María, de quienes habla el Evangelio que hemos escuchado; ellas aprendieron de Dios la armonía de los ritmos familiares: la belleza de la fiesta, la serenidad del trabajo, el espíritu de oración. La visita de Jesús, a quien querían mucho, era su fiesta. Un día, sin embargo, Marta aprendió que el trabajo de la hospitalidad, si bien es importante, no lo es todo, sino que escuchar al Señor, como hacía María, era la cosa verdaderamente esencial, la “parte mejor” del tiempo.
Que la oración brote de la escucha de Jesús, de la lectura del Evangelio, no olviden... cada día leer un pasaje del Evangelio. La oración brote de la confianza con la Palabra de Dios. ¿Hay esta confianza en nuestra familia? ¿Tenemos en casa el Evangelio? ¿Lo abrimos alguna vez para leerlo juntos? ¿Lo meditamos rezando el Rosario? El Evangelio leído y meditado en familia es como un pan bueno que nutre el corazón de todos. Y por la mañana y por la noche, y cuando nos sentamos en la mesa, aprendamos a decir juntos una oración, con mucha sencillez: es Jesús el que viene entre nosotros, como iba en la familia de Marta, María y Lázaro.
Una cosa que tengo en el corazón, que he visto en las ciudades... ¡Hay niños que no han aprendido a hacer la señal de la cruz! Tú, mamá, papá, enseña a tu niño a rezar, a hacer la señal de la cruz. Esta es una tarea hermosa de las mamás y de los papás.
En la oración de la familia, en sus momentos fuertes y en sus pasos difíciles, somos confiados los unos a los otros, para que cada uno de nosotros en la familia sea custodiado por el amor de Dios. Gracias.
 27.08.15



El Papa conversa con un sacerdote de Iraq que acoge a refugiados
El párroco caldeo aseguró que “la Iglesia caldea hoy está viva, incluso es más fuerte y unida debido a la terrible prueba que está sufriendo”
Ciudad del Vaticano, 27 de agosto de 2015 (ZENIT.org)
El santo padre Francisco tuvo un conmovedor encuentro con el sacerdote iraquí Samir Yousif, después de la audiencia de este miércoles. Lo informa hoy el cotidiano de la Santa Sede, L'Osservatore Romano, precisando que el sacerdote caledo empeñado pastoralmente en Kurdistán se acercó al Pontífice mostrándole dos álbum de fotos que documentan la 'catástrofe apocalíptica' que está sufriendo su patria.
Párroco de Amadiyak, colindante con Turquía, el padre Samir le contó al Papa que vio “escenas de dolor y desesperación inimaginables, como a personas muertas en medio de la calle”.
En su comunidad, prosiguió el sacerdote, llegan prófugos sin vestidos ni documentos, pues están “huyendo de una muerte segura”. Así “en un momento se borran las raíces cristianas que se remontan al primer siglo cristiano, porque nosotros en esas regiones no somos ni huéspedes y ni extranjeros”, añadió.
El párroco iraquí expresó su agradecimiento a todo aquellos que están asistiendo a los prófugos en su zona, al cardenal Filoni, prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, así como a la Cáritas y tantos otros. En particular al Papa por sus intervenciones dirigidas a la comunidad internacional: “Su voz, esté seguro, es muy escuchada en todo el mundo árabe”, dijo.
“Cuando Francisco habla sobre la tragedia de los prófugos, los medios de comunicación le dan amplio espacio y esto nos ayuda a encontrar finalmente solidaridad y a que no se olviden de nosotros”, añadió.
El padre Samir afirmó además que “a pesar de todo” no pierde “la esperanza de un futuro de paz, reconciliación y justicia”. Preciso que entre las personas que acoge hay también musulmanes. “La locura de las milicias del Estado Islámico es solamente una violencia ciega y no es posible que puedan vencer”, dijo.
Añadió que en este momento terrible de prueba, “la Iglesia caldea hoy está viva, incluso es más fuerte y unida debido a la terrible prueba que está sufriendo”. El padre Samir espera que “un día no lejano el papa pueda venir a encontrarnos personalmente en la diócesis de Amadiyak y Zaku de los Caldeos para confirmarnos en la fe y animarnos a no tener miedo”.
28.08.15




Francisco en el ángelus pide que se ponga fin a la violencia contra los cristianos
El Santo Padre reza también por los inmigrantes que “perdieron la vida en sus terribles viajes”

Ciudad del Vaticano, 30 de agosto de 2015 (ZENIT.org)
El papa Francisco, ante miles de fieles y peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro, rezó este domingo con motivo de la oración del ángelus, por los cristianos perseguidos y por los inmigrantes víctimas de los recientes naufragios en el Mediterráneo y los muertos en un camión abandonado en la autopista Budapest-Viena.
Precisó que en el Líbano acaba de ser proclamado santo el obispo siro-católico, Flaviano Miguel Melki, quien murió durante el genocidio asirio, defendiendo e invitando a los católicos a ser fieles a su fe.
“Ayer en Harisa, en el Líbano, fue proclamado beato el obispo siro-católico Flaviano Miguel Melki, mártir”, dijo, quien “en el contexto de una tremenda presecución contra los cristianos, él fue defensor incansable de los derechos de su pueblo, exhortando a todos a que permanecieran firmes en la fe” dijo.
El Santo Padre recordó a este punto que “también hoy en Oriente Medio y en otras partes del mundo, los cristianos son perseguidos”. Y expresó su deseo de que “la beatificación de este obispo martir infunda en ellos consolación, coraje y esperanza”.
“Pero sea también --exhortó el Papa-- un estímulo a los legisladores y gobernantes para que sea asegurada en todas partes la libertad religiosa; y a la comunidad internacional le pido que haga algo para que se ponga fin a las violencias y abusos".
El Pontífice además recordó que “lamentablemente también en los días pasados, numerosos inmigrantes han perdido la vida en sus terribles viajes. Para todos estos hermanos y hermanas, rezo e invito a rezar”. 
Y precisó que en particular “me uno al cardenal Schönborn --que hoy está aquí presente-- y a toda la Iglesia en Austria, en la oración por las 71 víctimas entre las cuales 4 niños, encontrados en un camión en el autopista Budapest-Viena. Encomendamos cada una de ellas a la misericordia de Dios, y a Él le pedimos de ayudarnos a cooperar con eficacia para impedir estos crímenes que ofenden a toda la familia humana”. Y Añadió: "Recemos en silencio por estos inmigrantes que sufren y que han perdido la vida".
31.08.15



Francisco: 'En Europa solo puede haber fraternidad si existe una civilización abierta a Dios'
Carta del Santo Padre al obispo de Piacenza-Bobbio, Mons. Gianni Ambrosio, con motivo del XVIII Encuentro Internacional de las Comunidades Columbanas, en el 1400 aniversario de la muerte de San Columbano
Ciudad del Vaticano, 31 de agosto de 2015 (ZENIT.org)
“En el corazón de Europa puede haber fraternidad entre los pueblos solo si existe una civilización abierta a Dios”, ha escrito el papa Francisco en una carta dirigida este domingo al obispo de Piacenza-Bobbio, Mons. Gianni Ambrosio, con motivo del XVIII Encuentro Internacional de las Comunidades Columbanas, en el 1400 aniversario de la muerte de San Columbano.
En la misiva, firmada por el secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin, el Pontífice destaca la visión que siempre ha tenido San Columbano de una Iglesia comprometida en “la tarea de todos los cristianos de colaborar para que los diferentes pueblos del continente vivan en paz y unidad”.
“Su vida de oración, de ascesis y de estudio” no lo alejaron o lo distrajeron de los “aspectos religiosos y políticos de la época, en los cuales incluso ha intervenido varias veces, con posiciones firmes, evocando la figura severa de san Juan Bautista”, recuerda el Santo Padre.
El texto, difundido hoy por la Sala de Prensa de la Santa Sede, también resalta la capacidad del abad de origen irlandés para viajar por todo el Viejo Continente evangelizando, después de haber vivido durante treinta años en un monasterio. “Se convierte en un peregrino”, explica, con el objetivo de “hacer redescubrir la luz del Evangelio en algunas regiones europeas ya descristianizadas después de las invasiones de los pueblos del noreste”.
San Columbano, asegura el Obispo de Roma, puede ser considerado uno de los “padres de Europa” y de su cristianización. “Su gran cultura, su energía espiritual y su estilo moral nos muestran claramente donde acudir para que en nuestro tiempo tal civilización puede renacer en el continente europeo”, concluye el mensaje papal.
01.09.15


En Santa Marta: 'Confortarse mutuamente aguardando a Cristo'

El papa Francisco indica que no son los chismorreos ni las superficialidades, lo que nos da una fe más fuerte que la duda y tan firme que nos dé alegría cada día

Ciudad del Vaticano, 01 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)

La esperanza en el encuentro final con Cristo se refuerza entre los cristianos gracias al confortarse mutuo hecho con “buenas palabras y buenas obras” y no de “chismorreos” inútiles.

Lo ha afirmado el papa Francisco en la homilía de este martes en la capilla de la residencia Santa Marta, la primera misa pública después de la pausa del verano europeo.

Una fe segura en el encuentro final con Cristo que sea más fuerte que la duda y tan firme que cada día nos dé alegría, no se apoya en palabreríos y superficialidades, sino en el consolarse y animarse mutuamente en Jesús.
El Santo Padre evalúa el comportamiento de la antigua comunidad de Tesalónica que emerge del versículo de san Pablo propuesto en la liturgia de hoy. Explica que era una comunidad 'inquieta', que interrogaba y preguntaba al apóstol el 'cómo' y el 'cuándo' del regreso de Cristo, y qué futuro le esperaba a los muertos. Una comunidad a la cual fue necesario decirle: 'Quien no trabaja ni siquiera coma'.
Las habladurías no consuelan ni dan coraje

San Pablo, indica Francisco, afirma que el 'día del Señor' llegará de repente 'como un ladrón', y añade que Jesús traerá la salvación a quien cree en Él. Y concluye invitando a darse confort mutuamente y ayudarse los unos a los otros. Y es justamente este confortarse, indica el Papa, “que da esperanza”.
A continuación el Pontífice se interrogó: “¿Nosotros hablamos de ésto, que el Señor vendrá y que lo encontraremos? ¿O hablamos de tantas cosas, mismo teológicas, de cosas de la Iglesia, de curas, de monjas, de monseñores y de todo esto? ¿Y esta esperanza nos conforta?
'Darse confort mutuamente', en comunidad, en nuestras parróquias, ¿hablamos recordando que estamos esperando al Señor que viene? ¿O hablamos de eso, de aquello, de aquella, para pasar el tiempo y no aburrirnos?
El Juicio y el abrazo

En el salmo responsorial, añade Francisco, “Hemos repetido: 'Tengo la certeza de contemplar la bondad del Señor en la tierra de los vivientes'. ¿Pero tú tienes esa certeza de contemplar al Señor?”. El ejemplo que debemos imitar es el de Job, que a pesar de sus males afirmaba: 'Yo sé que Dios está vivo y yo lo veré, y lo veré con estos ojos'.
“Es verdad, Él vendrá a juzgarnos y cuando vamos a la Capilla Sixtina y vemos esta bella escena del Juicio Final, sepamos que es verdad. Y pensemos también que Él vendrá a encontrarme para que yo lo vea con estos ojos, lo abrace y esté siempre con Él. Esta es la esperanza que el apóstol Pedro nos indica que debemos explicar con nuestra vida a los otros, dar testimonio de la esperanza. Esto es en verdad confortarse, esta es la verdadera certeza: “estoy seguro de contemplar la bondad del Señor”.  

02.09.15
 

 

Francisco en la audiencia pide oponerse a la desertificación de las familias
 El Santo Padre recordó que la institución familiar es la mejor imagen de nuestra relación con Dios
Ciudad del Vaticano, 02 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
El papa Francisco en esta nueva audiencia general del míércoles realizada en la Plaza de San Pedro, ingresó en el Jeep blanco entre los pasillos para saludar a la gente, que aplaudía y voceaba ¡Viva Francisco! El clima caluroso y nublado contrastaba con el color de las banderas, sombreros, y especialmente con la alegría de los fieles y peregrinos que allí se encontraban.
Se trata de la catequesis 25 del ciclo abierto el 10 de diciembre pasado, y la segunda audiencia después de la pausa del verano europeo, encuentros durante los cuales la familia y los temas relacionados con ella estuvieron en el centro. Hoy habló sobre la transmisión de la fe gracias a la familia, tema que será central en el próximo Sínodo sobre la Familia que se realizará el mes próximo y cuyo debate inició con el Sínodo Extraordinario de 2014.
El Papa recordó el primado de Dios sobre los afectos familiares y al mismo tiempo que el amor de Dios no encuentra un paragón más significativo que en estos afectos existentes en la familia. Y que el cariño no se compra ni se vende y es el mejor patrimonio del genio familiar. Precisó que el timón de la Historia está en las manos de la alianza entre el hombre y la mujer, e invitó a oponerse a la desertificación comunitaria en las ciudades modernas.
En sus palabras en español el Santo Padre dijo:
Queridos hermanos y hermanas: Hoy abordamos el tema de la familia como transmisora de la fe.
Tanto en sus palabras como en sus signos, el Señor pone con frecuencia los lazos familiares como ejemplo de nuestra relación con Dios. La sabiduría encerrada en esos afectos familiares, que ni se compran ni se venden, es el mejor legado del espíritu familiar y Dios se revela - quiere revelarse! - a través de este lenguaje.
Por otro lado, la fe y el amor de Dios purifican los afectos familiares del egoísmo y los protegen del degrado. Los abre a un nuevo horizonte que nos hace capaces de ver más allá, de ver a todos los hombres como una sola familia. De ese modo, quien hace la voluntad de Dios y vive en su amor, es capaz de ver a Jesús en el otro y de ser para él un verdadero hermano.
Queridos hermanos, llevar este estilo familiar a todas las relaciones humanas nos hará capaces de cosas impensables, sería una bendición para todos los pueblos y un signo de esperanza sobre la tierra. Se da ahí una comunicación del misterio de Dios más profunda e incisiva que mil tratados de teología”.
Y concluyó: “Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Que el Señor nos ayude a que las familias sean fermento evangelizador de la sociedad, ese vino bueno que lleve la alegría del Evangelio a todas las gentes. Muchas gracias”.
Al concluir la audiencia y antes de los saludos a muchos presentes que se encontraban en la explanada de la basílica de San Pedro, el Papa bendijo los objetos religiosos llevados por los peregrinos, como rosarios, estampas y otros
03.09.15
 


En Santa Marta: 'Reconocernos pecadores nos abre al encuentro con Jesús'
El Papa explica que la autosuficiencia nos cierra. Es necesario una doble confesión: “'Tu eres el hijo de Dios y yo soy un pecador', pero no en teoría, sino por esto, por esto y por esto...”.
Ciudad del Vaticano, 03 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
En la medida que nos reconocemos pecadores, nos abrimos al asombro del encuentro con Jesús. Lo indicó el santo padre Francisco en la misa de este jueves por la mañana celebrada en la residencia Santa Marta.
El evangelio de hoy narra como Pedro confía en el Señor y tira las redes obteniendo una pesca milagrosa, tras una noche de trabajo en vano. El Papa, al comentar el pasaje, dijo que la fe es un encuentro con Jesús y confió a los presentes que le gusta pensar: “Jesús pasaba la mayor parte de su tiempo en las calles, con la gente, y al anochecer se retiraba solo a rezar”.
Hay dos modos de encontrar al Señor: el primero es el de Pedro, los apóstoles y el pueblo. “El evangelio usa la misma palabra sobre esta gente, sobre el pueblo, los apóstoles, y Pedro: se quedaron asombrados”. Y el pueblo “sentía este estupor y decía: Él habla con autoridad. Nunca un hombre ha hablado así”.
En cambio entre los que encontraban a Jesús había otro grupo que no dejaba entrar en sus corazones al asombro. Los doctores de la Ley hacían sus cálculos, tomaban distancia y decían; 'es inteligente, dice cosas verdaderas, pero a nosotros no nos conviene'.
Los mismos demonios --observó el Pontífice-- confesaban que Jesús era el 'Hijo de Dios', pero como los doctores de la Ley y los malos fariseos “no tenían la capacidad de asombrarse, estaban cerrados en su autosuficiencia, en su soberbia. Pedro reconoce que Jesús es el Mesías, pero confiesa que es un pecador”. Los demonios “llegan a decir la verdad sobre él”. Mientras que los doctores de la Ley si bien dicen “es inteligente, es un rabino capaz, hace milagros”, no dicen “somos soberbios, somos autosuficientes, somos pecadores”. La incapacidad de reconocerse pecadores nos aleja de la verdadera confesión de Jesucristo.
Es fácil decir que Jesús es el Señor, difícil en cambio reconocerse pecadores
Es la diferencia entre la humildad del publicano que se reconoce pecador y la soberbia del fariseo que habla bien de sí mismo:
“Esta capacidad de decir que somos pecadores nos abre al estupor que nos lleva a encontrar verdaderamente a Jesucristo. También en nuestras parroquias, en la sociedad, entre las personas consagradas: ¿Cuántas son las personas capaces de decir que Jesús es el Señor?, muchas. Pero es difícil decir: 'Soy un pecador, soy una pecadora'. Es más fácil decirlo de los otros, ¿verdad? Cuando se dicen los chismes... Todos somos doctores en ésto, ¿verdad?”
Para llegar a un verdadero encuentro con Jesús es necesaria una doble confesión: “'Tu eres el hijo de Dios y yo soy un pecador', pero no en teoría, sino por esto, por esto y por esto...”.
Pedro --indicó el Santo Padre-- después se olvida del estupor del encuentro y lo reniega. Pero porque “es humilde se deja encontrar por el Señor, y cuando sus miradas se encuentran él llora, vuelve a la confesión: 'Soy pecador'”.
Y el Papa concluyó: “El Señor nos de la gracia de encontrarlo y también de dejarnos que Él nos encuentre. Nos de la gracia hermosa de este estupor del encuentro”.   
 04.09.15



Francisco en Sta. Marta: 'Es mejor morderse la lengua que hablar mal de otro"
El Santo padre en su homilía cotidiana recuerda que Jesús pacificaba. En cambio la división y zizaña es obra del diablo
Ciudad del Vaticano, 04 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
Jesús pacificaba y reconciliaba, en cambio en la actualidad en la Iglesia existe el peligro de sembrar divisiones y poner zizaña. Lo indicó este viernes el papa Francisco en su homilía de la misa cotidiana que celebra en la Residencia Santa Marta.
Refiriéndose a la carta a los Colosenses, san Pablo muestra el documento de identidad de Jesús: “El Padre lo ha enviado para 'reconciliar y pacificar' a la humanidad con Dios después del pecado".
“La paz es obra de Jesús” dijo el Papa, de su “abajarse para obedecer hasta la muerte y muerte de cruz”. “Y cuando hablamos --prosiguió el Santo Padre-- de paz o de reconciliación, pequeñas paces, pequeñas reconciliaciones, tenemos que pensar a la gran paz y a la gran reconciliación que ha hecho Jesús”.
Nuestra tarea, indicó, en medio a las noticias de guerra, de odio y también sobre las familias es “ser hombres y mujeres de paz, hombres y mujeres de reconciliación”. Y es bueno que nos preguntemos, indicó Fancisco: “¿Siembro yo la paz?, por ejemplo con mi lengua siembro paz o zizania?
Cuantas veces hemos oído decir de una persona: 'Ese tiene una lengua de serpiente', porque hace como la serpiente con Adán y Eva, ha destruido la paz. Y esto es un mal, una enfermedad en nuestra Iglesia: sembrar la división, el odio, y no la paz. Y todos los días deberíamos hacernos esta pregunta: ¿Yo hoy he sembrado paz o zizaña. Quien lleva la paz es santo y quien la discordia terrorista.
Los cristianos por lo tanto están llamadas a ser como Jesús, que “vino entre nosotros para pacificar, para reconciliar”.
Y consideró que “si una persona durante su vida no hace otra cosa que reconciliar y pacificar se la puede canonizar, esa persona es santa. Pero debemos crecer en ésto, convertirnos: nunca una palabra que sea para dividir, nunca una palabra que traiga guerra o pequeñas guerras, nunca las habladurías”.
Y sobre los chismes o chismorreos el Santo Padre quiso precisar: “Y si yo pienso: ¿Qué son los chismes? No, nada, solo decir una palabrita contra el otro o contar una histora”. Entonces subrayó: “No, las habladurías son terrorismo, porque quien chismorrea hace como un terrorista que tira una bomba y se va. Destruye, con la lengua destruye y no trae la paz. Pero es astuto, porque no es un terrorista suicida, no, no, él se protege bien”.
Así, el Papa hizo una invitación: Cada vez que les venga ganas de decir algo que siembra zizaña, prosiguió Francisco, “muérdanse la lengua”. Y les aseguro que si hacen este ejercicio de morderse la lengua en vez de sembrar zizaña, “los primeros tiempos sentirán que se les hinchará la lengua”. E invitó a no olvidarse que “el diablo tiene como oficio, dividir”.
La oración final propuesta por el Pontífice fue: “Señor, tu que nos has dado la vida dadme la gracia de pacificar, de reconciliar. Tu has derramado tu sangre, que no me importe si se me hincha la lengua cuando la muerda antes de hablar mal de otro”.
05.09.15



El Papa a la UCA: 'La teología se debe hacer de rodillas'
El Santo Padre envía un vídeo mensaje a la Universidad Católica de Argentina con motivo de los 100 años de la Facultad de Teología
Ciudad del Vaticano, 05 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
El papa Francisco envió este jueves por la tarde un vídeo mensaje a los participantes en el Congreso Internacional de Teología que tuvo lugar en la Universidad Católica de Argentina (UCA) del 1 al 3 de septiembre. 
“Hay una sola forma de hacer teología: de rodillas. No es solamente un acto piadoso de oración para luego pensar la teología. Se trata de una realidad dinámica entre pensamiento y oración”, dijo el Santo Padre con motivo de los 100 años de la Facultad de Teología de la UCA. “Una teología de rodillas es animarse a pensar rezando y rezar pensando. (…) Es santidad de pensamiento y lucidez orante”, añadió el Pontífice.
“No tengamos miedo de ponernos de rodillas en el altar de la reflexión y hacerlo con ‘los gozos y las alegrías, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de todos los afligidos’ ante la mirada de Aquel que hace nueva todas las cosas”, subrayó el Papa.
“Las preguntas de nuestro pueblo, sus angustias, sus peleas, sus sueños, sus luchas, sus preocupaciones poseen valor hermenéutico que no podemos ignorar si queremos tomar en serio el principio de encarnación. Sus preguntas nos ayudan a preguntarnos, sus cuestionamientos nos cuestionan. Todo esto nos ayuda a profundizar en el misterio de la Palabra de Dios, Palabra que exige y pide dialogar, entrar en comunicación. De ahí que no podemos ignorar a nuestra gente a la hora de realizar teología”, concluyó Francisco.
A continuación publicamos el texto íntegro:
Me alegra poder comunicarme con ustedes en este acontecimiento tan importante para nuestra Iglesia en Argentina. Gracias por darme esta oportunidad de unirme en esta acción de gracias al celebrar los 100 años de la Facultad de Teología de la UCA vinculándolos con los 50 años del Concilio Vaticano II.
Ustedes estuvieron reunidos tres días haciendo de esta fiesta una oportunidad para hacer memoria, para recuperar la memoria del paso de Dios por nuestra vida eclesial y hacer de este paso un motivo de agradecimiento. La memoria nos permite recordar de dónde venimos y, de esta manera, nos unimos a tantos que fueron tejiendo esta historia, esta vida eclesial en sus múltiples avatares, y vaya que no han sido pocos. Memoria que nos mueve a descubrir, en medio del caminar, que el Pueblo fiel de Dios no ha estado solo. Este pueblo en camino, ha contado siempre con el Espíritu que lo guiaba, sostenía, impulsaba desde dentro de sí mismo y desde fuera. Esta memoria agradecida que hoy se vuelve reflexión, anima nuestro corazón. Vuelve a encender nuestra esperanza para provocar hoy la pregunta, que nuestros padres se hicieron ayer: ¿Iglesia que dices de ti misma?
No celebramos y reflexionamos dos acontecimientos menores, sino, estamos frente a dos momentos de fuerte conciencia eclesial. Los años de la Facultad de Teología es celebrar el proceso de maduración de una Iglesia particular. Es celebrar la vida, la historia, la fe del Pueblo de Dios que camina en esa tierra y que ha buscado "entenderse" y "decirse" desde las propias coordenadas. Es celebrar los 100 años de una fe que intenta reflexionar de cara a las peculiaridades del Pueblo de Dios que vive, cree, espera y ama en suelo argentino. Una fe que busca enraizarse, encarnarse, representarse, interpretarse de cara a la vida de su pueblo y no al margen.
Me parece de gran importancia y lúcida acentuación unir este acontecimiento con los 50 años de la Clausura del Vaticano II. No existe una Iglesia particular aislada, que pueda decirse sola, como pretendiendo ser dueña y única interprete de la realidad y de la acción del Espíritu. No existe una comunidad que tenga el monopolio de la interpretación o de la inculturación. Como por el contrario, no existe una Iglesia Universal que dé la espalda, ignore, se desentienda de la realidad local. La catolicidad exige, pide esa polaridad tensional entre lo particular y lo universal, entre lo uno y lo múltiple, entre lo simple y lo complejo. Aniquilar esta tensión va contra la vida del Espíritu. Todo intento, toda búsqueda de reducir la comunicación, de romper la relación entre la Tradición recibida y la realidad concreta, pone en riesgo la fe del Pueblo de Dios. Considerar insignificante una de las dos instancias es meternos en un laberinto que no será portador de vida para nuestra gente. Romper esta comunicación nos llevará fácilmente a hacer de nuestra mirada, de nuestra teología una ideología. Por lo que me alegra que celebrar los 100 años de la Facultad de Teología vaya de la mano de la celebración de los 50 años del Concilio. Lo local y lo universal se encuentran para nutrirse, para estimularse en el carácter profético de la cual es portadora toda Facultad de Teología. Recordemos las palabras del Papa Juan a un mes de comenzar el Concilio:
Por primera vez en la historia los padres del Concilio pertenecerán realmente a todos los pueblos y naciones, y cada uno de ellos aportará la contribución de su inteligencia y de su experiencia para curar y sanar las cicatrices de los dos grandes conflictos que han cambiado profundamente la faz de todas las naciones Y luego, subraya que uno de los principales aportes de los países en vías de desarrollo en este contexto universal seria la visión de Iglesia que ellos traen; y continúa así: "la Iglesia se presenta como es y cómo quiere ser, como Iglesia de todos, en particular como la Iglesia de los pobres" (Juan XXIII, Discorsi-Messaggi-Colloqui del Santo Padre Giovanni XXIII, AAS 54 (1962) 520-528).
Hay una imagen propuesta por Benedicto XVI que me gusta mucho. Refiriéndose a la Tradición de la Iglesia afirma que "no es una transmisión de cosas o de las palabras, una colección de cosas muertas (sino) es el río vivo que se remonta a los orígenes, el río en el que los orígenes están siempre presentes" (Benedetto XVI, Audiencia General 26.04.2006). Este río va regando diversas tierras, va alimentando diversas geografías, haciendo germinar lo mejor de esa tierra, lo mejor de esa cultura. De esta manera, el Evangelio se sigue encarnando en todos los rincones del mundo de manera siempre nueva (cfr. EG 115).
Y esto nos lleva a reflexionar que no se es cristiano de la misma manera en la Argentina de hoy que en la Argentina de hace 100 años. No se es cristiano de la misma manera en la India, en Canadá, que en Roma. Por lo que una de las principales tareas del teólogo es discernir, reflexionar: ¿qué significa ser cristiano hoy? "en el aquí y ahora"; ¿Cómo ese río de los orígenes logra regar hoy estas tierras y hacerse visible y vivible? ¿Cómo hacer viva la prieta expresión de San Vicente de Lerins, "ut annis consolidétur, dilatetur tempore, sublimétur aetate?" (San Vicente de Lerins, Commonitório primo, cap. XXIII)?
En esta Argentina, de cara a los múltiples desafíos y situaciones que nos presenta la multidiversidad existente, la interculturalidad y los efectos de una globalización uniformante que relativiza la dignidad de las personas volviéndola un bien de cambio. En esta Argentina, se nos pide repensar cómo el cristianismo se hace carne; cómo el río vivo del Evangelio continúa haciéndose presente para saciar la sed de nuestro pueblo.
Y para encarar este desafío, hemos de superar dos posibles tentaciones: condenarlo todo. Acuñando la ya conocida frase "todo pasado fue mejor" refugiándonos en conservadurismos o fundamentalismos; o por el contrario, consagrarlo todo, desautorizando todo lo que no tenga "sabor a novedad", relativizando toda la sabiduría acuñada por el rico patrimonio eclesial.
Para superar estas tentaciones, el camino es la reflexión, el discernimiento, tomar muy en serio la Tradición Eclesial y muy en serio la realidad, poniéndolas a dialogar.
En este contexto pienso que el estudio de la teología adquiere un valor de suma importancia. Un servicio insustituible en la vida eclesial.
No son pocas las veces que se genera una oposición entre teología y pastoral, como si fuesen dos realidades opuestas, separadas, que nada tuvieran que ver una con la otra. No son pocas las veces que identificamos lo doctrinal con conservador, retrogrado; y por el contrario, pensamos la pastoral desde la adaptación, reducción, acomodación. Como si nada tuviesen que ver entre sí. Se genera de este modo una falsa oposición entre los así llamados "pastoralistas" y "academicistas", los que están al lado del pueblo y los que están al lado de la doctrina. Se genera una falsa oposición entre la teología y la pastoral; entre la reflexión creyente y la vida creyente; la vida, entonces, no tiene espacio para la reflexión y la reflexión no encuentra espacio en la vida. Los grandes padres de la Iglesia: Ireneo, Agustín, Basilio, Ambrosio, por nombrar algunos, fueron grandes teólogos porque fueron grandes pastores.
Buscar superar este divorcio entre teología y pastoral, entre fe y vida, ha sido precisamente uno de los principales aportes del Concilio Vaticano II. Me animo a decir que ha revolucionado en cierta medida el estatuto de la teología, la manera de hacer y del pensar creyente.
No puedo olvidar la palabras de Juan XXIII en el discurso de apertura del Concilio cuando decía: Una cosa es la substancia de la antigua doctrina, del «depositum fidei», y otra la manera de formular su expresión.
Debemos tomarnos el trabajo, el arduo trabajo de distinguir, el mensaje de Vida de su forma de transmisión, de sus elementos culturales en los que en un tiempo fue codificado. Una teología, responde a los interrogantes de un tiempo y nunca lo hace de otra manera que en los mismos términos, ya que son los que viven y hablan los hombres de una sociedad (M. de Certeau, La debilidad del creer, 51).
No hacer este ejercicio de discernimiento lleva sí o sí a traicionar el contenido del mensaje. Hace que la Buena Nueva deje de ser nueva y especialmente buena, volviéndose una palabra estéril, vacía de toda su fuerza creadora, sanadora, resucitadora, poniendo así en peligro la fe de las personas de nuestro tiempo. La falta de este ejercicio teológico eclesial es una mutilación de la misión que estamos invitados a realizar. La doctrina, no es un sistema cerrado, privada de dinámicas capaces de generar interrogantes, dudas, cuestionamientos. Por el contrario, la doctrina cristiana tiene rostro, tiene cuerpo, tiene carne, se llama Jesucristo y es su Vida la que es ofrecida de generación en generación a todos los hombres y en todos los rincones. Custodiar la doctrina exige fidelidad a lo recibido y - a la vez - tener en cuenta al interlocutor, su destinatario, conocerlo y amarlo.
Este encuentro entre doctrina y pastoral no es opcional, es constitutivo de una teología que pretenda ser eclesial.
Las preguntas de nuestro pueblo, sus angustias, sus peleas, sus sueños, sus luchas, sus preocupaciones poseen valor hermenéutico que no podemos ignorar si queremos tomar en serio el principio de encarnación. Sus preguntas nos ayudan a preguntarnos, sus cuestionamientos nos cuestionan. Todo esto nos ayuda a profundizar en el misterio de la Palabra de Dios, Palabra que exige y pide dialogar, entrar en comunicación. De ahí que no podemos ignorar a nuestra gente a la hora de realizar teología. Nuestro Dios ha elegido este camino. Él se ha encarnado en este mundo, atravesado por conflictos, injusticias, violencias; atravesado por esperanzas y sueños. Por lo que, no nos queda otro lugar para buscarlo que este mundo concreto, esta Argentina concreta, en sus calles, en sus barrios, en su gente. Ahí Él ya está salvando.
Nuestras formulaciones de fe, han nacido en el diálogo, en el encuentro, en la confrontación, en el contacto con las diversas culturas, comunidades, naciones, situaciones que pedían una mayor reflexión de frente a lo no explicitado antes. De ahí que los acontecimientos pastorales tienen un valor relevante. Y nuestras formulaciones de fe son expresión de una vida vivida y reflexionada eclesialmente.
En cristiano algo se vuelve sospechoso cuando deja de admitir la necesidad de ser criticado por otros interlocutores. Las personas y sus distintas conflictividades, las periferias, no son opcionales, sino necesarias para una mayor comprensión de la fe. Por eso es importante preguntar, ¿para quién estamos pensando cuando hacemos teología? ¿A qué personas tenemos delante? Sin ese encuentro, con la familia, con el Pueblo de Dios, es cuando la teología corre el gran riesgo de volverse ideología. No nos olvidemos, el Espíritu Santo en el pueblo orante es el sujeto de la teología. Una teología que no nazca en su seno, tiene ese tufillo de una propuesta que puede ser bella, pero no real.
Esto nos revela lo desafiante de la vocación del teólogo. Lo estimulante que es el estudio de la teología y la gran responsabilidad que se tiene al hacerlo. Al respecto me permito explicitar tres rasgos de la identidad del teólogo:
1. El teólogo es en primera instancia un hijo de su pueblo. No puede y no quiere desentenderse de los suyos. Conoce su gente, su lengua, sus raíces, sus historias, su tradición. Es el hombre que aprende a valorar lo recibido, como signo de la presencia de Dios ya que sabe que la fe no le pertenece. La recibió gratuitamente de la Tradición de la Iglesia, gracias al testimonio, la catequesis y la generosidad de tantos. Esto lo lleva a reconocer que el Pueblo creyente en el que ha nacido, tiene un sentido teológico que no puede ignorar. Se sabe "injerto" en una conciencia eclesial y bucea en esas aguas.
2. El teólogo es un creyente. El teólogo es alguien que ha hecho experiencia de Jesucristo, y descubrió que sin Él ya no puede vivir. Sabe que Dios se hace presente, como palabra, como silencio, como herida, como sanación, como muerte y como resurrección. El teólogo es aquel que sabe que su vida está marcada por esa huella, esa marca, que ha dejado abierta su sed, su ansiedad, su curiosidad, su vivir. El teólogo es aquel que sabe que no puede vivir sin el objeto/sujeto de su amor y consagra su vida para poder compartirlo con sus hermanos. No es teólogo quien no pueda decir: "no puedo vivir sin Cristo" y por lo tanto, quien no quiera, intente desarrollar en sí mismo los mismos sentimientos del Hijo.
3. El teólogo es un profeta. Uno de los grandes desafíos planteados en el mundo contemporáneo no es solo la facilidad con que se puede prescindir de Dios. Sino que socialmente se ha dado un paso más. La crisis actual se centra en la incapacidad que tienen las personas de creer en cualquier cosa más allá de sí mismas. La conciencia individual se ha vuelto la medida de todas las cosas. Esto genera una fisura en las identidades personales y sociales. Esta nueva realidad provoca todo un proceso de alienación debido a la carencia de pasado y por lo tanto de futuro. Por eso el teólogo es el profeta, porque mantiene viva la conciencia de pasado y la invitación que viene del futuro. Es el hombre capaz de denunciar toda forma alienante porque intuye, reflexiona en el rio de la Tradición que ha recibido de la Iglesia, la esperanza a la que estamos llamados. Y desde esa mirada invita a despertar la conciencia adormecida. No es el hombre que se conforma, que se acostumbra. Por el contrario, es el hombre atento a todo aquello que puede dañar y destruir a los suyos.
Por eso, hay una sola forma de hacer teología: de rodillas. No es solamente un acto piadoso de oración para luego pensar la teología. Se trata de una realidad dinámica entre pensamiento y oración. Una teología de rodillas es animarse a pensar rezando y rezar pensando. Entraña un juego, entre el pasado y el presente, entre el presente y el futuro. Entre el ya y el todavía no. Es una reciprocidad entre la Pascua y tantas vidas no realizadas que se preguntan: ¿dónde está Dios?
Es santidad de pensamiento y lucidez orante. Es por, sobre todo, humildad que nos permite poner nuestro corazón, nuestra mente en sintonía con el "Deus semper maior". No tengamos miedo de ponernos de rodillas en el altar de la reflexión y hacerlo con "los gozos y las alegrías, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de todos los afligidos" (GS 1) ante la mirada de Aquel que hace nueva todas las cosas (Ap. 21, 5)
Entonces nos insertaremos cada vez más en ese pueblo creyente que profetiza, pueblo creyente que anuncia la belleza del evangelio, pueblo creyente que "no maldice sino que es acogedor y sabe realizar la vida bendiciéndola. Así busca una correspondencia creadora con los problemas de nuestra época" (O. Clement, “Un ensayo de lectura ortodoxa de la Constitución”, 651).
06.09.15

 


El Papa en el Ángelus: 'Nuestro pecado es crear islas inaccesibles e inhóspitas'
Texto completo. Francisco explicó este domingo que Dios no está cerrado en sí mismo, sino que se comunica con la humanidad a través de su Hijo
Ciudad del Vaticano, 06 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
Como cada domingo, el papa Francisco rezó el Ángelus desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico, ante una multitud que le atendía en la Plaza de San Pedro.
Dirigiéndose a los fieles y peregrinos venidos de todo el mundo, que le acogieron con un largo y caluroso aplauso, el Pontífice les dijo:
"Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de hoy relata la curación de un sordomudo por parte de Jesús, un acontecimiento prodigioso que muestra cómo Jesús restablece la plena comunicación del hombre con Dios y con los demás hombres. El milagro está ambientado en la zona de la Decápolis, es decir, en pleno territorio pagano; por lo tanto, aquel sordomudo que es llevado ante Jesús se transforma en el símbolo del no creyente que cumple un camino hacia la fe. En efecto, su sordera expresa la incapacidad de escuchar y de comprender no solo las palabras de los hombres, sino también la Palabra de Dios. Y san Pablo nos recuerda que “la fe nace de la escucha de la predicación”.
La primera cosa que Jesús hace es llevar a aquel hombre lejos de la multitud: no quiere dar publicidad al gesto que va a realizar, pero no quiere tampoco que su palabra sea cubierta por el estruendo de las voces y las habladurías del entorno. La Palabra de Dios que Cristo nos transmite necesita de silencio para ser acogida como Palabra que sana, que reconcilia y restablece la comunicación.
Se evidencian después dos gestos de Jesús. Él toca las orejas y la lengua del sordomudo. Para restablecer la relación con aquel hombre “bloqueado” en la comunicación, busca primero restablecer el contacto. Pero el milagro es un don que viene de lo alto, que Jesús implora al Padre; por eso, levanta los ojos al cielo y ordena: '¡Ábrete!' Y las orejas del sordo se abren, se desata el nudo de su lengua y comienza a hablar correctamente.
La enseñanza que sacamos de este episodio es que Dios no está cerrado en sí mismo, sino que se abre y se pone en comunicación con la humanidad. En su inmensa misericordia, supera el abismo de la infinita diferencia entre Él y nosotros, y sale a nuestro encuentro. Para realizar esta comunicación con el hombre, Dios se hace hombre: no le basta hablarnos a través de la ley y los profetas, sino que se hace presente en la persona de su Hijo, la Palabra hecha carne. Jesús es el gran “constructor de puentes” que construye en sí mismo el gran puente de la comunión plena con el Padre.
Pero este Evangelio nos habla también de nosotros: a menudo nosotros estamos replegados y encerrados en nosotros mismos, y creamos muchas islas inaccesibles e inhóspitas. Incluso las relaciones humanas más elementales a veces crean realidades incapaces de apertura recíproca: la pareja cerrada, la familia cerrada, el grupo cerrado, la parroquia cerrada, la patria cerrada. Y esto no es de Dios. Esto es nuestro. Es nuestro pecado.
Sin embargo, en el origen de nuestra vida cristiana, en el Bautismo, están precisamente aquel gesto y aquella palabra de Jesús: '¡Effetá! - ¡Ábrete!'. Y el milagro se ha cumplido: hemos sido curados de la sordera del egoísmo y del mutismo de la cerrazón, y del pecado, y hemos sido insertados en la gran familia de la Iglesia; podemos escuchar a Dios que nos habla y comunicar su Palabra a cuantos no la han escuchado nunca, o a quien la ha olvidado y sepultado bajo las espinas de las preocupaciones y de los engaños del mundo.
Pidamos a la Virgen Santa, mujer de la escucha y del testimonio alegre, que nos sostenga en el compromiso de profesar nuestra fe y de comunicar las maravillas del Señor a los que encontramos en nuestro camino".
Al término de estas palabras, el Santo Padre rezó la oración mariana:
Angelus Domini nuntiavit Mariae...
Al concluir la plegaria, el Pontífice se refirió a la crisis de los refugiados en Europa:
"Queridos hermanos y hermanas,
la Misericordia de Dios viene reconocida a través de nuestras obras, como nos ha testimoniado la vida de la beata Madre Teresa de Calcuta, de la que ayer se ha conmemorado el aniversario de su muerte.
Ante la tragedia de decenas de miles de refugiados que huyen de la muerte por la guerra y el hambre, y que han emprendido una marcha movidos por la esperanza vital, el Evangelio nos llama a ser “próximos” a los más pequeños y abandonados. A darles una esperanza concreta. No vale decir solo: '¡Ánimo, paciencia!...' La esperanza cristiana es combativa, con la tenacidad de quien va hacia una meta segura.
Por tanto, ante la proximidad del Jubileo de la Misericordia, hago un llamamiento a las parroquias, a las comunidades religiosas, a los monasterios y a los santuarios de toda Europa para que expresen la concreción del Evangelio y acojan a una familia de refugiados. Un gesto concreto en preparación al Año Santo de la Misericordia.
Que cada parroquia, cada comunidad religiosa, cada monasterio, cada santuario de Europa acoja a una familia, comenzando por mi diócesis de Roma.
Me dirijo a mis hermanos los Obispos de Europa, verdaderos pastores, para que en sus diócesis apoyen mi llamamiento, recordando que Misericordia es el segundo nombre del Amor: 'Todo lo que hayáis hecho en favor del más pequeño de mis hermanos, a mí me lo habéis hecho'.
También las dos parroquias del Vaticano acogerán en los próximos días a dos familias de refugiados".
El Papa prosiguió su discurso recordando los problemas fronterizos entre Venezuela y Colombia:
"Ahora diré unas palabras en español sobre la situación entre Venezuela y Colombia.
En estos días, los Obispos de Venezuela y Colombia se han reunido para examinar juntos la dolorosa situación que se ha creado en la frontera entre ambos Países. Veo en este encuentro un claro signo de esperanza. Invito a todos, en particular a los amados pueblos venezolano y colombiano, a rezar para que, con un espíritu de solidaridad y fraternidad, se puedan superar las actuales dificultades".
Francisco también recordó la beatificación en Gerona de tres religiosas mártires:
"Ayer en Gerona, en España, han sido proclamadas beatas Fidela Oller, Josefa Monrabal y Facunda Margenat, hermanas del Instituto de Religiosas de San José de Gerona, asesinadas por su fidelidad a Cristo y a la Iglesia. A pesar de las amenazas y las intimidaciones, estas mujeres permanecieron valientemente en su lugar para asistir a los enfermos, confiando en Dios. Su heroico testimonio, hasta la efusión de la sangre, conceda fortaleza y esperanza a cuantos hoy son perseguidos por su fe cristiana. Y sabemos que son muchos".
Sobre la XI edición de los Juegos Africanos, el Pontífice dijo:
"Hace dos días se han inaugurado en Brazaville, capital de la República del Congo, los undécimos Juegos Africanos, en los que participan miles de atletas de todo el continente. Deseo que esta gran fiesta del deporte contribuya a la paz, a la fraternidad y al desarrollo de todos los países de África. Saludo, saludemos a los africanos que están haciendo estos undécimos Juegos".
A continuación llegó el turno de los saludos que tradicionalmente realiza el Santo Padre:
"Saludo cordialmente a todos ustedes, queridos peregrinos que han venido de Italia y de varios países; en particular, al coro "Harmonia Nova" de Molvena, a las Hijas de la Cruz, a los fieles de San Martino Buon Albergo y Caldogno, y a los jóvenes de la diócesis de Ivrea, que han llegado a Roma a pie por la Vía Francígena".
Como de costumbre, el papa Francisco concluyó su intervención diciendo:
"A todos les deseo un buen domingo. Y por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!"
07.09.15