31 de maig 2020

PAPA JUNY 20











Pentecostés: Homilía del Papa en la basílica de San Pedro

Entender que “Dios que es don”


(31 mayo 2020).- Este año, la celebración de la Misa en Pentecostés cobra una cariz especial: Sumidos en una pandemia mundial desde marzo, el Papa Francisco invita a pedir al Espíritu Santo que “reavive en nosotros el recuerdo del don recibido”, nos libre “de la parálisis del egoísmo” y “encienda en nosotros el deseo de servir, de hacer el bien”.
“Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor”. A las 10 horas ha iniciado la Santa Misa en la Capilla del Santísimo Sacramento, este domingo, 31 de mayo de 2020, en la basílica de San Pedro, en la que han participado unos 50 fieles, separados convenientemente según las medidas de seguridad para evitar el contagio del coronavirus y protegidos con mascarillas y desinfectantes.

“Es importante creer que Dios es don, que no actúa tomando, sino dando”, ha recalcado Francisco, en conmemoración del don dado por Dios: El Espíritu Santo, y ha recordado que fue este momento cuando los Apóstoles “comprendieron la fuerza unificadora del Espíritu”.
Un Dios “que es don”
“Si tenemos en el corazón a un Dios que es don, todo cambia”. Así, ha anunciado que si comprendemos que “lo que somos es un don suyo, gratuito e inmerecido”, entonces “también a nosotros nos gustaría hacer de nuestra vida un don”, y de este modo, “amando humildemente, sirviendo gratuitamente y con alegría, daremos al mundo la verdadera imagen de Dios”.

En esta lógica, Francisco ha exhortado a “examinar nuestro corazón” y preguntarnos “qué es lo que nos impide darnos”, y ha enumerado tres “enemigos del don” contra los que debemos luchar: el narcisismo, el victimismo y el pesimismo.
Por ello, ha advertido que “en el gran esfuerzo que supone comenzar de nuevo, qué dañino es el pesimismo, ver todo negro y repetir que nada volverá a ser como antes”, y ante la carestía de esperanza, ha reivindicado la necesidad de “valorar el don de la vida, el don que es cada uno de nosotros”.

Sigue la homilía completa del Papa Francisco, difundida por la Oficina de Prensa de la Santa Sede.
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Homilía del Papa Francisco
“Hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu” (1 Co 12,4), escribe el apóstol Pablo a los corintios; y continúa diciendo: “Hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de actuaciones, pero un mismo Dios” (vv. 5-6). Diversidad-unidad: San Pablo insiste en juntar dos palabras que parecen contraponerse. Quiere indicarnos que el Espíritu Santo es la unidad que reúne a la diversidad; y que la Iglesia nació así: nosotros, diversos, unidos por el Espíritu Santo.
“Vayamos, pues, al comienzo de la Iglesia, al día de Pentecostés. Y fijémonos en los Apóstoles: muchos de ellos eran gente sencilla, pescadores, acostumbrados a vivir del trabajo de sus propias manos, pero estaba también Mateo, un instruido recaudador de impuestos. Había orígenes y contextos sociales diferentes, nombres hebreos y nombres griegos, caracteres mansos y otros impetuosos, así como puntos de vista y sensibilidades distintas. Todos eran diferentes, Jesús no los había cambiado, no los había uniformado y 
convertido en ejemplares producidos en serie. Habían dejado sus diferencias y, ahora, ungiéndolos con el Espíritu Santo, los une. La unión de ellos, que son diferentes, llega con la unción. En Pentecostés los Apóstoles comprendieron la fuerza unificadora del Espíritu. La vieron con sus propios ojos cuando todos, aun hablando lenguas diferentes, formaron un solo pueblo: el pueblo de Dios, plasmado por el Espíritu, que entreteje la unidad con nuestra diversidad, y da armonía porque es armonía”.

Pero volviendo a nosotros, la Iglesia de hoy, podemos preguntarnos: “¿Qué es lo que nos une, en qué se fundamenta nuestra unidad?”. También entre nosotros existen diferencias, por ejemplo, de opinión, de elección, de sensibilidad. La tentación está siempre en querer defender a capa y espada las propias ideas, considerándolas válidas para todos, y en llevarse bien sólo con aquellos que piensan igual que nosotros. Pero esta es una fe construida a nuestra imagen y no es lo que el Espíritu quiere. En consecuencia, podríamos pensar que lo que nos une es lo mismo que creemos y la misma forma de comportarnos. Sin embargo, hay mucho más que eso: nuestro principio de unidad es el Espíritu Santo. Él nos recuerda que, ante todo, somos hijos amados de Dios. El Espíritu desciende sobre nosotros, a pesar de todas nuestras diferencias y miserias, para manifestarnos que tenemos un solo Señor, Jesús, y un solo Padre, y que por esta razón somos 
hermanos y hermanas. Empecemos de nuevo desde aquí, miremos a la Iglesia como la mira el Espíritu, no como la mira el mundo. El mundo nos ve de derechas y de izquierdas, con estas ideologías o con otras; el Espíritu nos ve del Padre y de Jesús. El mundo ve conservadores y progresistas; el Espíritu ve hijos de Dios. La mirada mundana ve estructuras que hay que hacer más eficientes; la mirada espiritual ve hermanos y hermanas mendigos de misericordia. El Espíritu nos ama y conoce el lugar que cada uno tiene en el conjunto: para Él no somos confeti llevado por el viento, sino teselas irremplazables de su mosaico.

Regresemos al día de Pentecostés y descubramos la primera obra de la Iglesia: el anuncio. Y, aun así, notamos que los Apóstoles no preparan ninguna estrategia ni tienen un plan pastoral. Podrían haber repartido a las personas en grupos, según sus distintos pueblos de origen, o dirigirse primero a los más cercanos y, luego, a los lejanos; también hubieran podido esperar un poco antes de comenzar el anuncio y, mientras tanto, profundizar en las enseñanzas de Jesús, para evitar riesgos, pero no. El 
Espíritu no quería que la memoria del Maestro se cultivara en grupos cerrados, en cenáculos donde se toma gusto a “hacer el nido”. El Espíritu abre, reaviva, impulsa más allá de lo que ya fue dicho y fue hecho, más allá de los ámbitos de una fe tímida y desconfiada. En el mundo, todo se viene abajo sin una planificación sólida y una estrategia calculada. En la Iglesia, por el contrario, es el Espíritu quien garantiza la unidad a los que anuncian. Por eso, los apóstoles se lanzan, poco preparados, corriendo riesgos; pero salen. Un solo deseo los anima: dar lo que han recibido.

Finalmente llegamos a entender cuál es el secreto de la unidad, el secreto del Espíritu. Es el don. Porque Él es don, vive donándose a sí mismo y de esta manera nos mantiene unidos, haciéndonos partícipes del mismo don. Es importante creer que Dios es don, que no actúa tomando, sino dando. ¿Por qué es importante? Porque nuestra forma de ser creyentes depende de cómo entendemos a Dios. Si tenemos en mente a un Dios que arrebata y se impone, también nosotros quisiéramos arrebatar e imponernos: ocupando espacios, reclamando relevancia, buscando poder. Pero si tenemos en el corazón a un Dios que es don, todo cambia. Si nos damos cuenta de que lo que somos es un don suyo, gratuito e inmerecido, entonces también a nosotros nos gustaría hacer de nuestra vida un don. Y así, amando humildemente, sirviendo gratuitamente y con alegría, daremos al mundo la verdadera imagen de Dios. El Espíritu, memoria viviente de la Iglesia, nos recuerda que nacimos de un don y que crecemos dándonos; no preservándonos, sino entregándonos sin reservas.

Queridos hermanos y hermanas: Examinemos nuestro corazón y preguntémonos qué es lo que nos impide darnos. Tres son los enemigos del don, siempre agazapados en la puerta del corazón: el narcisismo, el victimismo y el pesimismo. El narcisismo, que lleva a la idolatría de sí mismo y a buscar sólo el propio beneficio. El narcisista piensa: “La vida es buena si obtengo ventajas”. Y así llega a decirse: “¿Por qué tendría que darme a los demás?”. En esta pandemia, cuánto duele el narcisismo, el preocuparse de las propias necesidades, indiferente a las de los demás, el no admitir las propias fragilidades y errores. Pero también el segundo enemigo, el victimismo, es peligroso. El victimista está siempre quejándose de los demás: “Nadie me entiende, nadie me ayuda, nadie me ama, ¡están todos contra mí!”. Y su corazón se cierra, mientras se pregunta: “¿Por qué los demás no se donan a mí?”. En el drama que vivimos, ¡qué grave es el victimismo! Pensar que no hay nadie que nos entienda y sienta lo que vivimos. Por último, está el pesimismo. Aquí la letanía diaria es: “Todo está mal, la sociedad, la política, la Iglesia…”. El pesimista arremete contra el mundo entero, pero permanece apático y piensa: “Mientras tanto, ¿de qué sirve darse? Es inútil”. Y así, en el gran esfuerzo que supone comenzar de nuevo, qué dañino es el pesimismo, ver todo negro y repetir que nada volverá a ser como antes. Cuando se piensa así, lo que seguramente no regresa es la esperanza. Nos encontramos ante una carestía de esperanza y necesitamos valorar el don de la vida, el don que es cada uno de nosotros. Por esta razón, necesitamos el Espíritu Santo, don de Dios que nos cura del narcisismo, del victimismo y del pesimismo.

Pidámoslo: Espíritu Santo, memoria de Dios, reaviva en nosotros el recuerdo del don recibido. Líbranos de la parálisis del egoísmo y enciende en nosotros el deseo de servir, de hacer el bien. Porque peor que esta crisis, es solamente el drama de desaprovecharla, encerrándonos en nosotros mismos. Ven, Espíritu Santo, Tú que eres armonía, haznos constructores de unidad; Tú que siempre te das, concédenos la valentía de salir de nosotros mismos, de amarnos y ayudarnos, para llegar a ser una sola familia. Amén.
01.06.20












El Papa bendice una nueva ambulancia para los pobres de Roma

Domingo de Pentecostés

( 1 junio 2020).- El Papa Francisco bendijo una de las nuevas ambulancias para los pobres de Roma, ayer por la mañana, domingo de Pentecostés, antes de la Celebración Eucarística, ha informado la Limosnería Apostólica este lunes, 1 de junio de 2020.
Se trata de un nuevo regalo del Santo Padre, confiado a la Limosnería Apostólica, a favor de los pobres, en particular de aquellos sin hogar que viven la dificultad de la calle y que buscan refugio alrededor del Vaticano o en recovecos improvisados en Roma.
La ambulancia, con matrícula de SCV (Estado Ciudad del Vaticano), es una de las que se utilizan para la ayuda dentro del Vaticano y ha sido puesto a disposición por el gobernador exclusivamente para asistir y ayudar a los más pobres, que permanecen casi invisibles para las instituciones.

Todos recordamos la triste historia de Modesta Valenti, una anciana sin hogar a la que la ciudad de Roma también le ha dedicado una calle. Fue el 31 de enero de 1983: después de pasar la noche en el frío cerca de la estación de Termini, la mujer se sintió mal.
Algunos transeúntes llamaron a una ambulancia, pero ésta no quiso ayudarla debido a su mala higiene. Durante cuatro largas horas, varios hospitales se desentendieron de la responsabilidad de la operación. Modesta se mantuvo en el suelo, continuando el sufrimiento. Cuando el vehículo de rescate llegó finalmente, estaba muerta. 

La ambulancia acompañará a las demás iniciativas de asistencia médica de la Limosnería Apostólica, ya activas desde hace algunos años, como la de la clínica ambulante móvil, utilizada principalmente para atender a los más pobres y marginados de los suburbios de Roma; o la de la Clínica ambulante “Madre de la Misericordia” que, bajo la columnata de San Pedro, ofrece una intervención médica inicial a las personas sin hogar o sin asistencia sanitaria, y que siguió prestando servicio incluso durante el largo período de bloqueo para la emergencia de la COVID-19.









Audiencia general: Ciclo de catequesis del Papa sobre la oración (5)

“La oración de Abraham”

(3 junio 2020).- Esta mañana, en la audiencia general, el Santo Padre ha reflexionado sobre la figura y la vocación del patriarca Abraham, “a quien Dios le habló y le pidió que abandonara su patria y su familia, con la promesa de darle una tierra nueva y una descendencia numerosa”.
Así ha retomado Francisco el ciclo de catequesis sobre la oración, siendo la de hoy la quinta reflexión sobre el tema.

De nuevo, este miércoles, 3 de junio de 2020, la audiencia general se ha celebrado a puerta cerrada en la biblioteca del Palacio Apostólico, con el fin de evitar la propagación del todavía existente coronavirus en Roma.
En el resumen de su catequesis pronunciado en español, el Papa ha recordado que “Abraham escuchó la voz del Señor, creyó en su palabra e hizo lo que le ordenó”, y ha expresado que con su “respuesta obediente al Señor”, Abraham es “modelo del que cree y sigue con fe la voluntad de Dios”, incluso “cuando esa voluntad se revela difícil” y, en muchos casos, “incomprensible y dramática”, como cuando Dios le pidió sacrificar a su hijo Isaac.
El libro del Génesis, explica el Pontífice, “nos revela que Abraham vivía la oración en continua fidelidad a la Palabra que el Señor le dirigía constantemente en su vida”.

En este sentido, el Dios de Abraham “no es un Dios lejano” –ha matizado Francisco–, sino “que es un Dios cercano, familiar, providente, que sale al encuentro del hombre y lo visita”, como esos tres misteriosos huéspedes que Abraham acogió en su tienda, ha citado el Papa.
El Santo Padre ha presentado a Abraham como un modelo de oración, pues su modo de rezar “era también con acciones, erigiendo altares que recordaban el continuo paso del Señor en su vida, signo de la cercanía y familiaridad que tenía con Dios”, y recuerda que “Dios se hace compañero de camino y guía en todo momento”.
Asimismo, Francisco ha destacado que Abraham está presente en las tres grandes tradiciones espirituales, “por su fidelidad a la promesa de Dios y la nueva manera de entender su relación con Él”: la judía, la cristiana y la musulmana que lo consideran como padre en la fe, atento y obediente a la voluntad de Dios.


03.06.20







George Floyd: El Papa transmite su cercanía a la Iglesia de Estados Unidos

Llamada al presidente del episcopado

( 4 junio 2020)-. Mons. José H. Gómez, arzobispo de Los Ángeles y presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos, recibió una llamada del Papa Francisco, en la que el Santo Padre le transmitió “sus oraciones y su cercanía a la Iglesia y al pueblo de los Estados Unidos en este momento de inquietud”, informa el episcopado estadounidense en una nota.
El Pontífice se refiere a la convulsa situación social vivida en los últimos días en Estados Unidos, ocasionada por el asesinato de George Floyd, ciudadano afroamericano que murió en Minneapolis el pasado lunes durante una detención policial.
El arzobispo compartió la noticia de la llamada papal con los obispos del país, “con la esperanza de que pudieran tomar consuelo y ganar fuerza en el estímulo del Santo Padre”, señala el citado comunicado.
Francisco expresó su gratitud a los obispos por “su tono pastoral en la respuesta de la Iglesia a las manifestaciones en todo el país en sus declaraciones y acciones desde la muerte de George Floyd y aseguró a los obispos sus continuas oraciones y cercanía en los días y semanas venideros”, continúa el texto.
Igualmente, el Papa transmitió sus oraciones especiales por Mons. Bernard A. Hebda y la Iglesia local de Saint Paul y Minneapolis.
Monseñor Gómez, en nombre de la conferencia de obispos, transmitió su gratitud al Obispo de Roma por sus palabras de apoyo, que también fueron ofrecidas durante la audiencia general del miércoles, y a su vez, aseguró al Santo Padre sus oraciones.
Palabras del Papa Francisco
Efectivamente, ayer, en la audiencia general, el Papa Francisco condenó todo tipo de “racismo o exclusión” y recordó que “la violencia de las últimas noches es autodestructiva”.
Del mismo modo, se une a la Iglesia local de San Pablo y Minneapolis, y a todos los Estados Unidos, “para rezar por el descanso del alma de George Floyd y de todos los demás que han perdido sus vidas por el pecado del racismo”.
Además, hizo un llamamiento a la paz y al respeto de “toda vida humana” con motivo de las revueltas surgidas estos días los Estados Unidos.
05.06.20

Videomensaje del Papa en ciberencuentro mundial de Scholas Occurrentes







Día Mundial del Medio Ambiente

(5 junio 2020).- Este viernes, el Santo Padre se conectó a un ciberencuentro mundial de jóvenes, docentes y padres organizado por Scholas Occurentes mediante la plataforma Zoom, con motivo del Día Mundial del Medio Ambiente.
“En esta nueva crisis que hoy enfrenta la humanidad, quiero celebrar que Scholas, como una comunidad que educa, como una intuición que crece, abra las puertas de la Universidad del Sentido”, fueron las palabras del Pontífice en la sede virtual de la fundación.
Dirigiéndose a miles de jóvenes de 170 ciudades de distintas partes del mundo, el Papa Francisco les ha invitado a tener siempre presentes tres palabras: gratuidad, sentido y belleza. “¡Pueden parecer inútiles!, sobre todo hoy en día. ¿Quién se pone a hacer una empresa buscando gratuidad, sentido y belleza? No produce, no produce. Y sin embargo, de esta cosa que parece inútil depende la humanidad entera, el futuro”, ha asegurado.
“¡Pobre de la humanidad sin crisis!”
Francisco ha tratado de explicar a los jóvenes que las crisis son oportunidad para crecer: “Cuando las raíces necesitan espacio para seguir creciendo la maceta acaba por romperse”, y ha continuado: “Es que la vida es más grande que nuestra propia vida y, por eso, se parte. ¡Pero esa es la vida! Crece, se rompe”.
“¡Pobre de la humanidad sin crisis!”, ha advertido. Toda perfecta, toda ordenadita, toda almidonadita. Pobre. Sería, pensémosla, una humanidad así sería una humanidad enferma, muy enferma. Gracias a Dios que no se da. Sería una humanidad dormida”.
Durante el encuentro virtual, participaron además nueve primeras damas de América Latina y el Caribe, que leyeron distintos pasajes de la encíclica papal Laudato Si’ sobre el cuidado de la casa común, el planeta Tierra.
También acompañaron a los jóvenes figuras del deporte, el arte y las ciencias, como también líderes sociales y referentes de diversas comunidades religiosas.
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Carta del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas de Scholas:
Hoy, luego de todos estos años compartiendo la pregunta que nos funda, es una gran alegría poder llamarlos “comunidad”: Comunidad de amigos, comunidad de hermanos, hermanas.
Aún recuerdo el origen: dos enseñantes, dos profesores, en medio de una crisis, con un poco de locura y un poco de intuición. Una cosa no planeada, vivida a medida que iba caminando.
Cuando la crisis en aquel entonces dejaba una tierra de violencia, aquella educación reunió a los jóvenes generando sentido y, por lo tanto, generando belleza.
Tres imágenes de este camino me vienen al corazón, que fueron tres imágenes que guiaron tres años de reflexión y de encuentro: el loco de La strada de Fellini, “El llamado de Mateo” de Caravaggio y “El idiota” de Dostoevskij.
El Sentido –el loco–, el Llamado –Mateo– y la Belleza.
Las tres historias son la historia de una crisis. Y en las tres, por lo tanto, se pone en juego la responsabilidad humana. Crisis significa originalmente “ruptura”, “tajo”, “apertura”, “peligro”, pero también “oportunidad”.
Cuando las raíces necesitan espacio para seguir creciendo la maceta acaba por romperse.
Es que la vida es más grande que nuestra propia vida y, por eso, se parte. ¡Pero esa es la vida! Crece, se rompe.
¡Pobre de la humanidad sin crisis! Toda perfecta, toda ordenadita, toda almidonadita. Pobre. Sería, pensémosla, una humanidad así sería una humanidad enferma, muy enferma. Gracias a Dios que no se da. Sería una humanidad dormida.
Por otra parte, así como la crisis nos funda por llamarnos al abierto, el peligro sucede cuando no nos enseñan a relacionarnos con aquella apertura. Por eso las crisis si no son bien acompañadas son peligrosas, porque uno se puede desorientar. Y el consejo de los sabios, hasta para las pequeñas crisis personales, matrimoniales, sociales: “nunca te adentres sólo en la crisis, andá acompañado”.
Allí, en la crisis, nos invade el miedo, nos cerramos como individuos, o comenzamos a repetir lo que a muy pocos les conviene, vaciándonos de sentido, tapando el propio llamado, perdiendo la belleza. Esto es lo que pasa cuando uno atraviesa una crisis solo, sin reservas. Esta belleza que, como decía Dostoevskij, salvará al mundo.
Scholas nació de una crisis, pero no alzó los puños para pelearse con la cultura, y tampoco bajó los brazos para resignarse, ni salió llorando: ¡Qué calamidad, qué tiempos terribles! Salió a escuchar el corazón de los jóvenes, a cultivar la realidad nueva. “¿Esto no está funcionando? Vamos a buscar allí”.
Scholas se asoma a través de las fisuras del mundo —no con la cabeza— con todo el cuerpo, para ver si desde lo abierto regresa otra respuesta.
Y eso es educar. La educación escucha, o no educa. Si no escucha, no educa. La educación crea cultura, o no educa. La educación nos enseña a celebrar, o no educa.
Alguno me puede decir. “Pero cómo, ¿educar no es saber cosas?”. No. Eso es saber. Pero educar es escuchar, crear cultura, celebrar.
Y de este modo fue creciendo Scholas.
Ni siquiera estos dos locos —los padres fundadores, les podemos decir riéndonos— imaginaban que aquella experiencia educativa en la diócesis de Buenos Aires, luego de veinte años crecería como una nueva cultura, “poéticamente habitando esta tierra”, como nos enseñaba Hölderlin. Escuchando, creando y celebrando la vida. Esa nueva cultura poéticamente habitando esta tierra.
Armonizando el lenguaje del pensamiento con los sentimientos y las acciones. Es lo que ustedes me escucharon varias veces: lenguaje de la cabeza, del corazón y de las manos, sincronizados. Cabeza, corazón y manos creciendo armónicamente.
Yo vi en Scholas profesores y alumnos japoneses bailando con colombianos. ¡Es imposible! Yo lo vi. Vi a los jóvenes de Israel jugando con los de Palestina. Lo vi. A los estudiantes de Haití pensando con los de Dubái. A los niños de Mozambique pintando con los de Portugal… Vi, entre Oriente y Occidente, un olivo creando cultura del encuentro.
Por eso, en esta nueva crisis que hoy enfrenta la humanidad, donde la cultura demostró haber perdido su vitalidad, quiero celebrar que Scholas, como una comunidad que educa, como una intuición que crece, abra las puertas de la Universidad del Sentido. Porque educar es buscar el sentido de las cosas. Es enseñar a buscar el sentido de las cosas.
Reuniendo el sueño de los niños y los jóvenes con la experiencia de los adultos y los viejos. Ese encuentro tiene que darse siempre sino no hay humanidad, porque no hay raíces, no hay historia, no hay promesa, no hay crecimiento, no hay sueños, no hay profecía.
Alumnos de todas las realidades, lenguas y creencias, porque nadie queda afuera cuando aquello que se enseña, no es una cosa, sino la Vida. La misma vida que nos origina y originará siempre otros mundos. Mundos diferentes, únicos, como lo somos también nosotros. En nuestros más profundos dolores, alegrías, deseos y nostalgias. Mundos de Gratuidad, de Sentido y de Belleza. “El idiota”, la “llamada” de Caravaggio y el loco de La strada.
Nunca se olviden de estas últimas tres palabras, gratuidad, sentido y belleza. ¡Pueden parecer inútiles!, sobre todo hoy en día. ¿Quién se pone a hacer una empresa buscando gratuidad, sentido y belleza? No produce, no produce. Y sin embargo, de esta cosa que parece inútil depende la humanidad entera, el futuro.
Sigan adelante, tomen esa mística que fue regalada, que no la inventó nadie; y los primeros en sorprenderse fueron estos dos locos que la fundaron. Y por eso la entregan, la dan, porque no es de ellos. Es algo que les vino como regalo. Sigan adelante sembrando y cosechando, con la sonrisa, con el riesgo, pero todos juntos y siempre de la mano para superar cualquier crisis.
Que Dios los bendiga. Y, por favor, no se olviden de rezar por mí. Muchas gracias.
06.06.20


Ángelus: Fiesta de la Santísima Trinidad






Palabras del Papa antes de la oración

(7 junio 2020).- Desde la ventana del estudio del Palacio Apostólico del Vaticano que da a la plaza de San Pedro, el Papa invitó a la multitud dispersa, aún cautelosa después del desconfinamiento italiano, a “dejarse seducir nuevamente por la belleza de Dios”.
Una belleza, dijo, “cercana, que se hizo carne para entrar en nuestra vida, en nuestra historia, en mi historia, en la historia de cada uno de nosotros, para que cada hombre y mujer puedan conocerla y tener vida eterna”.
A continuación, ofrecemos las palabras íntegras del Papa Francisco antes de la oración mariana, este domingo, 7 de junio de 2020:
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Palabras del Papa
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El evangelio de hoy (cfr. Juan 3, 16-18), fiesta de la Santísima Trinidad, muestra, –en el lenguaje sintético de Juan– el misterio del amor de Dios al mundo, su creación. En el breve diálogo con Nicodemo, Jesús se presenta como Aquél que lleva a cabo el plan de salvación del Padre para el mundo.

Afirma: “Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único” (v. 16). Estas palabras indican que la acción de las tres Personas divinas –Padre, Hijo y Espíritu Santo– es todo un plan de amor que salva a la humanidad y al mundo.  Un plan de salvación, de amor. Dios ha creado al mundo bello, bueno, pero el mundo está marcado por la maldad y la corrupción; nosotros, hombres y mujeres, somos pecadores, todos; por lo tanto, Dios podría intervenir para juzgar el mundo, para destruir el mal y castigar a los pecadores. En cambio, Él ama al mundo, a pesar de sus pecados; Dios nos ama a cada uno de nosotros incluso cuando cometemos errores y nos distanciamos de Él. Dios Padre ama tanto al mundo que, para salvarlo, da lo más precioso que tiene: su único Hijo, que da su vida por la humanidad, resucita, vuelve al Padre y, junto con Él, envía el Espíritu Santo. La Trinidad es por lo tanto Amor, completamente al servicio del mundo, al que quiere salvar y reconstruir.
Cuando pensemos en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, pensemos en el amor de Dios, sabemos que Dios me ama, que nos sentimos amados por Él, este es el sentimiento de hoy.
Al afirmar Jesús que el Padre ha dado a su Hijo unigénito, recordamos espontáneamente a Abraham, quien ofrecía a su hijo Isaac, como narra el Libro del Génesis (cf. 22, 1-14): ésta es la “medida sin medida” del amor de Dios. Y pensemos también en cómo Dios se revela a Moisés: lleno de ternura, misericordioso y piadoso, lento en la ira y lleno de gracia y fidelidad. El encuentro con este Dios animó a Moisés, quien, como nos dice el libro del Éxodo, no tuvo miedo de interponerse entre el pueblo y el Señor, diciéndole: “Aunque sea un pueblo de dura cerviz, perdona nuestra iniquidad y nuestro pecado, y recíbenos por herencia tuya” (34, 9) y así hizo Dios enviando a su Hijo, nosotros somos hijos en el Hijo con la fuerza del Espíritu Santo, nosotros somos la herencia  de Dios.

Queridos hermanos y hermanas, la fiesta de hoy nos invita a dejarnos fascinar una vez más por la belleza de Dios; belleza, bondad e inagotable verdad. Pero también humilde, cercana, que se hizo carne para entrar en nuestra vida, en nuestra historia, en mi historia, en la historia de cada uno de nosotros, para que cada hombre y mujer pueda encontrarla y obtener la vida eterna. Y esto es la fe: acoger a Dios-Amor que se entrega en Cristo, hace que nos movamos en el Espíritu Santo, dejarnos encontrar por Él y confiar en Él. Esta es la vida cristiana, amor, encontrar a Dios, buscar a Dios y Él es el primero que nos busca y nos encuentra ante todo.

Que la Virgen María, morada de la Trinidad, nos ayude a acoger con un corazón abierto el amor de Dios, que nos llena de alegría y da sentido a nuestro camino en este mundo, orientándolo siempre hacia la meta que es el Cielo.

Ángelus: Cercanía del Papa a los enfermos del coronavirus

Corpus Christi: El Papa celebrará la Misa en la basílica de San Pedro


El Papa crea el Fondo Jesús Divino Trabajador para la diócesis de Roma