31 de maig 2019

PAPA JUNY


El Santo Padre anima a los rumanos a mirar a María, alegre “porque confía en el Señor”

Homilía del Pontífice
(31 mayo 2019).- El Papa Francisco ha revelado el secreto de la alegría, durante su primera homilía en Rumanía: “María, pequeña y humilde, comienza desde la grandeza de Dios y, a pesar de sus problemas está con alegría, porque confía en el Señor en todo”.
En la Catedral de San José, de la Archidiócesis de Bucarest, el Pontífice ha presidido la primera celebración eucaristía en este viaje apostólico a Rumanía, a las 16:10 (17:10 hora de Roma), el viernes, 31 de mayo de 2019, junto a 1.200 fieles en el interior del templo, y acompañado por otros 25.000 más en el exterior.
Como la Virgen Madoaría, “tampoco nosotros tengamos miedo a ser los portadores de la bendición que Rumania necesita”, ha revelado a los fieles católicos. “Sed los promotores de una cultura del encuentro que desmienta la indiferencia y la división y permita a esta tierra cantar con fuerza las misericordias del Señor”.
Digámoslo con fuerza”, ha alentado el Santo Padre a los católicos rumanos, en una homilía con fuerte acento mariano: “En nuestro pueblo hay espacio para la esperanza. Por eso María camina y nos invita a caminar juntos“.

Homilía del Papa Francisco
El Evangelio que acabamos de escuchar nos sumerge en el encuentro de dos mujeres que se abrazan y llenan todo de alegría y alabanza: salta de gozo el niño e Isabel bendice a su prima por su fe; María entona las maravillas que el Señor realizó en su humilde esclava con el gran canto de esperanza para aquellos que ya no pueden cantar porque han perdido la voz. Canto de esperanza que también nos quiere despertar e invitarnos a entonar hoy por medio de tres maravillosos elementos que nacen de la contemplación de la primera discípula: María camina, María encuentra, María se alegraMaría camina desde Nazaret a la casa de Zacarías e Isabel, es el primer viaje de María que nos narra la Escritura. El primero de muchos. Irá de Galilea a Belén, donde nacerá Jesús; huirá a Egipto para salvar al Niño de Herodes. Irá también todos los años a Jerusalén para la Pascua, hasta seguir a Jesús en el Calvario. Estos viajes tienen una característica: no fueron caminos fáciles, exigieron valor y paciencia.

Nos muestran que la Virgen conoce las subidas, conoce nuestras subidas: ella es para nosotros hermana en el camino. Experta en la fatiga, sabe cómo darnos la mano en las asperezas, cuando nos encontramos ante los derroteros más abruptos de la vida. Como buena mujer y madre, María sabe que el amor se hace camino en las pequeñas cuestiones cotidianas. Amor e ingenio maternal capaz de transformar una cueva de animales en la casa de Jesús, con unos pobres pañales y una montaña de ternura (cf. 
Contemplar a María nos permite volver la mirada sobre tantas mujeres, madres y abuelas de estas tierras que, con sacrificio y discreción, abnegación y compromiso, labran el presente y tejen los sueños del mañana. Entrega silenciosa, recia y desapercibida que no tiene miedo a “remangarse” y cargarse las dificultades sobre los hombros para sacar adelante la vida de sus hijos y de toda la familia esperando «contra toda esperanza» (Rm4,18).
Es un recuerdo vivo el hecho que en vuestro pueblo existe y late un fuerte sentido de esperanza, más allá de todas las condiciones que puedan ofuscarla o la intentan apagar. Mirando a María y a tantos rostros maternales se experimenta y alimenta el espacio para la esperanza (cf. Documento de Aparecida, 536), que engendra y abre el futuro. Digámoslo con fuerza: En nuestro pueblo hay espacio para la esperanza. Por eso María camina y nos invita a caminar juntos.
María encuentra a Isabel (cf. Lc 1,39-56), ya entrada en años (v. 7). Pero es ella, la anciana,la que habla de futuro, la que profetiza: «llena de Espíritu Santo» (v. 41); la llama «bendita» porque «ha creído» (v. 45), anticipando la última bienaventuranza de los Evangelios: bienaventurado el que cree (cf. Jn 20,29).
Así, la joven va al encuentro de la anciana buscando las raíces y la anciana profetiza y renace en la joven regalándole futuro. Así, jóvenes y ancianos se encuentran, se abrazan y son capaces de despertar cada uno lo mejor del otro. Es el milagro que surge de la cultura del encuentro donde nadie es descartado ni adjetivado; sino donde todos son buscados, porque son necesarios, para reflejar el Rostro del Señor. No tienen miedo de caminar juntos y, cuando esto sucede, Dios llega y realiza prodigios en su pueblo. Porque es el Espíritu Santo quien nos impulsa a salir de nosotros mismos, de nuestras cerrazones y particularismos para enseñarnos a mirar más allá de las apariencias y regalarnos la posibilidad de decir bien—“bendecirlos”— sobre los demás; especialmente sobre tantos hermanos nuestros que se quedaron a la intemperie privados quizás no sólo de un techo o un poco de pan, sino de la amistad y del calor de una comunidad que los abrace, cobije y reciba.
Cultura del encuentro que nos impulsa a los cristianos a experimentar el milagro de la maternidad de la Iglesia que busca, defiende y une a sus hijos. En la Iglesia, cuando ritos diferentes se encuentran, cuando no se antepone la propia pertenencia, el grupo o la etnia a la que se pertenece, sino el Pueblo que unido sabe alabar a Dios, entonces acontecen grandes cosas. Digámoslo con fuerza: Bienaventurado el que cree (cf. Jn 20,29) y tiene el valor de crear encuentro y comunión.
María, que camina y encuentra a Isabel, nos recuerda dónde Dios ha querido morar y vivir, cuál es su santuario y en qué sitio podemos escuchar su palpitar: en medio de su Pueblo. Allí está, allí vive, allí nos espera. Escuchamos como dirigida a nosotros la invitación del Profeta a no temer, a no desfallecer. Porque el Señor, nuestro Dios, está en medio de nosotros, es un salvador poderoso (cf. So3,16-17). Este es el secreto del cristiano: Dios está en medio de nosotros como un salvador poderoso.
Esta certeza, como a María, nos permite cantar y exultar de alegría. María se alegra porque es la portadora del Emmanuel, del Dios con nosotros. «Ser cristianos es gozo en el Espíritu Santo» (Exhort. ap. Gaudete et exhultate, 122). Sin alegría permanecemos paralizados, esclavos de nuestras tristezas. A menudo, el problema de la fe no es tanto la falta de medios y de estructuras, de cantidad, tampoco la presencia de quien no nos acepta; el problema de la fe es la falta de alegría. La fe vacila cuando se cae en la tristeza y el desánimo. Cuando vivimos en la desconfianza, cerrados en nosotros mismos, contradecimos la fe, porque, en vez de sentirnos hijos por los que Dios ha hecho cosas grandes (cf. v. 49), empequeñecemos todo a la medida de nuestros problemas y nos olvidamos que no somos huérfanos: tenemos un Padre en medio de nosotros, salvador y poderoso. María viene en ayuda nuestra, porque más que empequeñecer, magnífica, es decir, “engrandece” al Señor, alaba su grandeza.
Este es el secreto de la alegría. María, pequeña y humilde, comienza desde la grandeza de Dios y, a pesar de sus problemas —que no eran pocos— está con alegría, porque confía en el Señor en todo. Nos recuerda que Dios puede realizar siempre maravillas si permanecemos abiertos a él y a los hermanos. Pensemos en los grandes testigos de estas tierras: personas sencillas, que confiaron en Dios en medio de las persecuciones. No pusieron la confianza en el mundo, sino en el Señor, y así avanzaron. Deseo dar gracias a estos humildes vencedores, a estos santos de la puerta de al lado que nos marcan el camino. Sus lágrimas no fueron estériles, fueron oración que subió al cielo y regó la esperanza de este pueblo.
Queridos hermanos y hermanas: María camina, encuentra y se alegra porque llevó algo más grande que ella misma: fue portadora de una bendición. Como ella, tampoco nosotros tengamos miedo a ser los portadores de la bendición que Rumania necesita. Sed los promotores de una cultura del encuentro que desmienta la indiferencia y la división y permita a esta tierra cantar con fuerza las misericordias del Señor.
01.06.19



Transmitir la fe con “raíces: el saber que nos pertenecemos los unos a los otros”


Palabras del Papa a jóvenes y familias en Rumanía

(1 junio 2019).- Francisco ha brindado un precioso discurso a los jóvenes y familias de Rumanía en la plaza del Palacio de la Cultura de Iasi, este sábado, 1 de junio de 2019, día del niño en la ciudad europea: “Cuando las personas no amen más, será verdaderamente el fin del mundo. Porque sin amor y sin Dios ningún hombre puede vivir en la tierra“.




Discurso del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, bună seara!
Aquí con vosotros se siente el calor de hogar, de estar en familia, rodeado de pequeños y grandes. Es fácil, viéndoos y escuchándoos, sentirse en casa. El Papa entre vosotros se siente en casa. Gracias por vuestra calurosa bienvenida y por los testimonios que nos regalaron. Mons. Petru, come buen y orgulloso padre de familia, os ha abrazado a todos con sus palabras, presentándoos y lo confirmaste tú, Eduard, cuando nos decías que este encuentro no quiere ser sólo ni de jóvenes, ni de adultos, ni de otros, sino que vosotros “habéis deseado que esta tarde estuvieran con nosotros nuestros padres y nuestros abuelos”.
Hoy es el día del niño en estas tierras —los saludamos con un fuerte aplauso—; quisiera que lo primero que hagamos sea rezar por ellos, pidámosle a la Virgen que los cubra con su manto. Jesús los puso en medio de sus apóstoles, también nosotros queremos ponerlos en el medio y reafirmar nuestro compromiso de querer amarlos con el mismo amor con que el Señor los ama comprometiéndonos a regalarles el derecho al futuro.
Me alegra saber que en esta plaza se encuentra el rostro de la familia de Dios que abraza a niños, jóvenes, matrimonios, consagrados, ancianos rumanos de distintas regiones y tradiciones, así como también de Moldavia, también aquellos que han venido de la otra orilla del río Prut, los fieles de las lenguas csángó, polaca y rusa. El Espíritu Santo nos convoca a todos y nos ayuda a descubrir la belleza de estar juntos, de poder encontrarnos para caminar juntos. Cada uno con su lengua y tradición, pero feliz de encontrarse entre hermanos. Con esa felicidad que compartían Elisabetta e Ioan, con sus 11 hijos, todos diferentes, que vinieron de lugares diferentes, pero «hoy están todos reunidos, así como hace un tiempo cada domingo por la mañana caminaban todos juntos hacia la Iglesia». La felicidad de los padres de ver a los hijos reunidos. Seguro que hoy en el cielo hay fiesta por ver a tantos hijos que se animaron a estar juntos.
Es la experiencia de un nuevo Pentecostés —como escuchamos en la lectura—. Donde el Espíritu abraza nuestras diferencias y nos da la fuerza para abrir caminos de esperanza sacando lo mejor de cada uno; el mismo camino que comenzaron los apóstoles  hace dos mil años y en el que hoy nos toca a nosotros tomar el relevo y animarnos a sembrar. No podemos esperar que sean otros, nos toca a nosotros esta responsabilidad.
Es difícil caminar juntos, ¿verdad? Es un don que tenemos que pedir, una obra artesanal que estamos llamados a construir y un hermoso regalo a transmitir. Pero, ¿por dónde empezamos?
Quisiera “robar” nuevamente las palabras a estos abuelos Elisabetta e Ioan. Es lindo ver cuando el amor echa raíces con entrega y compromiso, trabajo y oración. El amor echó raíces en vosotros y dio mucho fruto. Y como dice Joel, cuando jóvenes y ancianos se encuentran, los abuelos no tienen miedo a soñar (cf. Jl3,1). Y este fue su sueño: «soñamos que puedan construirse un futuro sin olvidar de dónde salieron. Soñamos que todo nuestro pueblo no olvidara sus raíces». Vosotros miráis el futuro y abrís el mañana para vuestros hijos, para vuestros nietos, para vuestro pueblo ofreciéndoles lo mejor que han aprendido durante vuestro camino: que no olvidéis de dónde partisteis. Vayáis a donde vayáis, hagáis lo que hagáis, no olvidéis las raíces. Es el mismo sueño, la misma recomendación que san Pablo hizo a Timoteo: mantener viva la fe de su madre y de su abuela (cf. 2 Tm1,5-7). En la medida que vayas creciendo —en todos los sentidos: fuerte, grande e incluso logrando tener fama— no te olvides lo más hermoso y valioso que aprendiste en el hogar. Es la sabiduría que dan los años: cuando crezcas, no te olvides de tu madre y de tu abuela, y de esa fe sencilla pero robusta que las caracterizaba y que les daba fuerza y tesón para ir adelante y no desfallecer. Es una invitación a dar gracias y reivindicar la generosidad, valentía, desinterés de una fe “casera” que pasa desapercibida pero que va construyendo poco a poco el Reino de Dios.
Ciertamente, la fe que “no cotiza en bolsa” no vende y, como nos recordaba Eduard, puede parecer que «no sirve para nada». Pero la fe es un regalo que mantiene viva una certeza honda y hermosa: nuestra pertenencia de hijos e hijos amados de Dios. Dios ama con amor de Padre. Cada vida, cada uno de nosotros le pertenecemos. Es una pertenencia de hijos, pero también de nietos, esposos, abuelos, amigos, de vecinos; una pertenencia de hermanos. El maligno divide, desparrama, separa y enfrenta, siembra desconfianza. Crea discordia. Quiere que vivamos “descolgados”, alejados de los demás y de nosotros mismos. El Espíritu, por el contrario, nos recuerda que no somos seres anónimos, abstractos, seres sin rostro, sin historia, sin identidad. No somos seres vacíos ni superficiales. Existe una red espiritual muy fuerte que nos une, “conecta” y sostiene, y que es más fuerte que cualquier otro tipo de conexión. Esta red son las raíces: es el saber que nos pertenecemos los unos a los otros, que la vida de cada uno está anclada en la vida de los demás.
«Los jóvenes florecen cuando se les ama verdaderamente» —decía Eduard—. Todos florecemos cuando nos sentimos amados. Porque el amor echa raíces y nos invita a echar raíces en la vida de los demás. Como esas bellas palabras de vuestro poeta nacional que deseaba a su dulce Rumanía que «tus hijos vivan únicamente en fraternidad, como las estrellas de la noche» (M. Eminescu, Cosa ti auguro, dolce Romania). Eminescu era un grande, había crecido, se sentía maduro, pero no solo. Se sentía hermano, fraterno, por eso quería a Rumanía, para que todos sean fraternos, como las estrellas en la noche.
Nos pertenecemos los unos a los otros y la felicidad pasa por hacer felices a los demás. Todo lo demás es “faula”, es un cuento.
Para caminar juntos allí donde estés, no te olvides de lo que aprendiste en el hogar. No te olvides de tus raíces. Esto me hizo acordar la profecía de un santo eremita de estas tierras. Cuando un día el monje Galaction Ilie del Monastero Sihăstria caminando con las ovejas en la montaña, encontró a un santo eremita que conocía y le preguntó: Dime, padre, ¿cuándo será el fin del mundo? Y el venerable eremita, suspirando, desde su corazón le dijo: Padre Galaction, ¿sabes cuándo será el fin del mundo? Cuando no haya sendas del vecino al vecino. Es decir, cuando no habrá más amor cristiano y comprensión entre hermanos, parientes, cristianos y entre los pueblos. Cuando las personas no amen más, será verdaderamente el fin del mundo. Porque sin amor y sin Dios ningún hombre puede vivir en la tierra.
La vida comienza a apagarse y marchitarse, nuestro corazón deja de latir y se seca, los ancianos no soñarán y los jóvenes no profetizarán cuando no haya sendas del vecino al vecino… Porque sin amor y sin Dios ningún hombre puede vivir en la tierra.
Eduard nos decía que él como muchos otros de su país intenta vivir la fe en medio de numerosas provocaciones. Son muchas, pero muchas las provocaciones que nos pueden desanimar y encerrarnos en nosotros mismos. No podemos negarlo ni hacer como que no pasara nada. Dificultades existen y son evidentes. Pero eso no puede hacernos perder de vista que la fe nos regala la mayor de las provocaciones: Esa que, lejos de encerrarte o aislarte, hace brotar lo mejor de cada uno. El Señor es el primero en provocarnos y decirnos que lo peor viene cuando no haya sendas del vecino al vecino, cuando veamos más trincheras que caminos. El Señor es quién nos regala un canto más fuerte del de todas las sirenas que quieren paralizar nuestra marcha. Y lo hace de la misma forma: entonando un canto más hermoso y encantador.
A todos el Señor nos regala una vocación que es una provocación para hacernos descubrir los talentos y capacidades que poseemos y las pongamos al servicio de los demás. Y nos pide que usemos nuestra libertad como libertad de elección, de decirle sí a un proyecto de amor, a un rostro, a una mirada. Esta es una libertad mucho más grande que poder consumir y comprar cosas. Una vocación que nos pone en movimiento, nos hace derribar trincheras y abrir caminos que nos recuerden esa pertenencia de hijos y hermanos.
En esta “capital histórica y cultural” del país se partía juntos —en la edad media— como Peregrinos por la Vía transilvana, hasta Santiago de Compostela. Hoy, aquí, viven muchos estudiantes de varias partes del mundo. Recuerdo un encuentro virtual que tuvimos en marzo, con Scholas Occurentes, donde me decían también que esta ciudad sería durante este año la capital nacional de la juventud. ¿Es cierto? ¿Es cierto que este año esta ciudad será la capital de la juventud? ¡Un sí con fuerza! ¡Y vivan los jóvenes!
Dos factores muy buenos: una ciudad, escuchen con atención, que históricamente sabe abrir e iniciar procesos; el camino de Santiago, una ciudad que sabe albergar jóvenes provenientes de varias partes del mundo como ahora. Son dos características que recuerdan el potencial y la alta misión que pueden desarrollar: abrir caminos para caminar juntos y llevar adelante ese sueño que es profecía: sin amor y sin Dios ningún hombre puede vivir en la tierra. De aquí pueden partir aún nuevas vías del futuro hacia Europa y hacia tantas otras partes del mundo. Jóvenes, ustedes son los peregrinos del siglo XXI capaces de una nueva imaginación de los lazos que nos unen.
Pero no se trata de generar grandes programas o proyectos sino de dejar crecer la fe. Como os decía al inicio: la fe no se transmite sólo con palabras sino con gestos, miradas, caricias como la de nuestras madres, abuelas; con el sabor a las cosas que aprendimos en el hogar, de manera simple y auténtica. Allí donde exista mucho ruido, que sepamos escuchar; donde haya confusión, que inspiremos armonía; donde todo se revista de ambigüedad, que podamos aportar claridad; donde haya exclusión, que llevemos compartir; en el sensacionalismo, el mensaje y la noticia rápida, que cuidemos la integridad de los demás; en la agresividad, que prioricemos la paz; en la falsedad, que aportemos la verdad; que en todo, en todo privilegiemos abrir caminos para sentir esa pertenencia de hijos y hermanos (cf. Mensaje para la 52 jornada mundial de las comunicaciones sociales 2018). Esto último que dije tiene la música de san Francisco de Asís, la oración que él ha dicho siempre por la paz. Lo que él aconsejaba. ¿Qué aconsejaba a sus frailes san Francisco de Asís? Para transmitir la fe, –decía así– andad, y predicad el Evangelio y si fuera necesario, también con las palabras. (Aplauso) Este aplauso es para san Francisco de Asís, definitivamente.
Ya estoy terminando, me falta poco. No quiero terminar sin decirles una experiencia que he tenido: He visto a una anciana, muy anciana, una abuela, y en los brazos tenía un nieto de dos meses. Cuando yo pasé, me lo hizo ver sonriendo, y sonreía con una sonrisa de complicidad, como diciendo: Mire, ¡ahora puedo soñar! En ese momento me emocioné, y no tuve el valor de traérmela para acá. Y por eso lo cuento. Los abuelos
sueñan cuando los nietos van adelante, y los nietos tienen valor cuando retoman las raíces de los abuelos. (Gran aplauso).
Rumanía es el “jardín de la Madre de Dios” y en este encuentro he podido darme cuenta por qué. Ella es la Madre que cultiva los sueños de los hijos, que custodia sus esperanzas, que lleva la alegría a la casa. Es la madre tierna y concreta, que nos cuida. Vosotros sois esa comunidad viva y floreciente llena de esperanza que podemos regalarle a la Madre. A ella consagramos el futuro de los jóvenes, de las familias y de la Iglesia. Mulțumesc! [Gracias!]
02.06.19






Francisco a la comunidad romaní: “Pido perdón por todo lo que os hemos discriminado”

Discurso en Blaj

(2 mayo 2019).- La comunidad “romaní” o gitana de Blaj, en Rumanía, ha recibido la visita del Santo Padre, esta tarde, domingo, 2 de junio de 2019, en el barrio Barbu Lautaru, última visita del Pontífice en su viaje apostólico al país.
Francisco les ha ofrecido un discurso sincero y esperanzador, que ha comenzado con palabras de disculpas: “Llevo un peso en el corazón”, les ha dicho. “Pido perdón –en nombre de la Iglesia al Señor y a vosotros– por todo lo que a lo largo de la historia, os hemos discriminado, maltratado o mirado de forma equivocada”.
Palabras del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas: buenos días.
Me alegra encontraros y os doy las gracias por vuestra acogida. Tú, Don Ioan, no te equivocas en afirmar esa certeza tan evidente como a veces olvidada: en la Iglesia de Cristo hay un lugar para todos. Si así no fuera, no sería la Iglesia de Cristo. La Iglesia es lugar de encuentro y tenemos necesidad de recordarlo no como un bello slogan, sino como parte del carnet de identidad de nuestro ser cristianos. Nos lo has recordado al poner como ejemplo al obispo mártir Ioan Suciu que supo plasmar con gestos concretos el deseo del Padre Dios de encontrarse con cada persona en la amistad y en el compartir. El Evangelio de la alegría se transmite en la alegría del encuentro y de saber que tenemos un Padre que nos ama. Mirados por él, entendemos cómo hemos de mirarnos entre nosotros. Con este espíritu he deseado estrechar vuestras manos, poner mis ojos en los vuestros, haceros entrar en el corazón, en la oración, con la confianza de entrar yo también en vuestra oración, en vuestro corazón.

Sin embargo, llevo un peso en el corazón. Es el peso de las discriminaciones, de las segregaciones y de los maltratos que han sufrido vuestras comunidades. La historia nos dice que también los cristianos, también los católicos, no son ajenos a tanto mal. Quisiera pedir perdón por esto. Pido perdón —en nombre de la Iglesia al Señor y a vosotros— por todo lo que a lo largo de la historia, os hemos discriminado, maltratado o mirado de forma equivocada, con la mirada de Caín y no con la de Abel, y no fuimos capaces de reconoceros, valoraros y defenderos en vuestra singularidad. A Caín no le importa su hermano. La indiferencia es la que alimenta los prejuicios y fomenta los rencores. ¡Cuántas veces juzgamos de modo temerario, con palabras que hieren, con actitudes que siembran odio y crean distancias! Cuando alguno viene postergado, la familia humana no camina. No somos en el fondo cristianos, ni siquiera humanos, si no sabemos ver a la persona antes que sus acciones, antes que nuestros juicios y prejuicios.
Siempre, están Abel y Caín en la historia de la humanidad. Está la mano extendida y la mano que golpea. Está la apertura del encuentro y el cierre del enfrentamiento. Hay acogida y hay descarte. Está quien ve en el otro a un hermano y quien lo considera un obstáculo en su camino. Está la civilización del amor y está la del odio. Cada día hay que elegir entre Abel y Caín. Como ante una encrucijada, a menudo se pone ante nosotros una elección decisiva: recorrer la vía de la reconciliación o la de la venganza. Elijamos la vía de Jesús. Es una vía que comporta fatiga, pero es la vía que conduce a la paz; y pasa a través del perdón. No nos dejemos llevar por el odio que brota dentro de nosotros: nada de rencor. Porque ningún mal resuelve otro mal, ninguna venganza arregla una injusticia, ningún resentimiento es bueno para el corazón, ninguna clausura acerca.
Queridos hermanos y hermanas: Vosotros como pueblo tenéis un rol principal que tomar y no debéis tener miedo a compartir y ofrecer esas notas particulares que os constituyen y que señalan vuestro caminar, y de las que tenemos tanta necesidad: el valor de la vida y de la familia en sentido amplio —primos, tíos…– la solidaridad, la hospitalidad, la ayuda, el apoyo y la defensa de los más débiles dentro de su comunidad; la valorización y el respeto a los ancianos; el sentido religioso de la vida, la espontaneidad y la alegría de vivir.
No privéis a las sociedades donde os encontréis de estos dones y animaos también a recibir todo lo bueno que los demás os puedan brindar y aportar. Por eso os quiero invitar a caminar juntos, allí donde estéis en la construcción de un mundo más humano, superando los miedos y sospechas, dejando caer las barreras que nos separan de los demás, y favoreciendo la confianza recíproca en la paciente y siempre útil búsqueda de la fraternidad. Luchar para caminar juntos, «con dignidad: la dignidad de la familia, la dignidad del trabajo, la dignidad de ganarse el pan de cada día —esto es lo que te hace avanzar— y la dignidad de la oración. Siempre mirando hacia adelante» (Encuentro de oración con el pueblo gitano, 9 mayo 2019).
Este encuentro es el último de mi visita en Rumanía. He venido a este país bello y acogedor como peregrino y hermano, para encontrar. Os encontré a vosotros y encontré a mucha gente para hacer un puente entre mi corazón y el vuestro. Y ahora regreso a casa, regreso enriquecido, llevando conmigo lugares y momentos, pero sobre todo rostros. Vuestros rostros colorearán mis recuerdos y poblarán mi oración. Os doy las gracias y os llevo conmigo. Y ahora os bendigo, pero antes os pido un gran favor: rezad por mí. Gracias.
03.06.19




Viaje a Rumanía: “El ecumenismo se hace junto con las obras de caridad y el amor mutuo”

Respuesta del Papa a la prensa

( 3 junio 2019).- “El ecumenismo se hace junto con las obras de caridad y el amor mutuo”: respondió el Papa al ser interrogado por las relaciones entre católicos y ortodoxos. “Existe el ecumenismo del testimonio, de la sangre y luego el ecumenismo de los pobres, hay que trabajar juntos para ayudar a los pobres, a los que se sienten mal, a los enfermos, como leemos en el capítulo 25 de Mateo”.
Al concluir su 30º viaje apostólico internacional, a Rumanía, donde ha estado 3 días –del 31 de mayo al 2 de junio de 2019–, y se ha encontrado con el Patriarca Daniel, líder de la Iglesia Ortodoxa Rumana, el Santo Padre ofreció una rueda de prensa a los periodistas que le acompañaron en el avión, reportada por Vatican News en español.
Todos tenemos errores”
Caminando juntos”, contestó Francisco –recordando el lema de la visita apostólica– a cómo deben ser las relaciones entre las dos Iglesias, “pero no esperen a que los teólogos se pongan de acuerdo para alcanzar la Eucaristía común”, matizó. “Se puede caminar juntos: unidad, hermandad, mano extendida, sin hablar mal de los demás. Todos tenemos errores”, aseguró.
Siempre teniendo esta idea”, añadió el Santo Padre: el ecumenismo “no es llegar al final del partido, de las discusiones. Se hace caminando, yendo juntos, orando juntos”.
Mano extendida, cuando hay conflictos 
En este sentido, aclaró: “Yo diría que la relación de la mano extendida, cuando hay conflictos. Hoy en día en el país hay un alto nivel de nacimientos, se tiene que alcanzar un proceso de acercamientos entre diferentes grupos étnicos, confesiones religiosas, compromiso, mano extendida, escuchar al otro, es lo que debe hacerse”.
Ecumenismo de sangre
Además, el Pontífice recordó que tenemos en la historia “el ecumenismo de la sangre”: “Cuando los mataron, a los cristianos no les preguntaron: ¿eres católico? ¿Eres ortodoxo? ¿Eres luterano? Preguntaron: ¿eres cristiano?”, señaló.
Después de unos días de encuentro y de convivencia con los líderes de la Iglesia Rumana Ortodoxa, con quienes visitó la Catedral Ortodoxa de Bucarest y rezaron la oración del Padre Nuestro, Francisco aclaró que es “fácil” acercarse a Daniel, “hablamos como hermanos. ¡Vamos juntos!”, señaló. “Es un gran patriarca, un hombre de gran corazón, un gran erudito, él conoce la mística de los padres del desierto, el misticismo espiritual, estudió en Alemania y también es un hombre de oración”.
El pueblo ruega junto”
En el momento de la oración del Padre Nuestro, el viernes, 31 de mayo, el Papa Francisco rezó en latín, y el Patriarca Ortodoxo, Daniel, lo hizo en rumano. En el vuelo papal, Francisco al respecto a los periodistas: “No me quedé callado, recé al Padre Nuestro en italiano y vi a la mayoría de las personas orando tanto en rumano como en latín. La gente va más allá de los líderes”.
En esta línea, el Papa aclaró: “Nosotros, los líderes, debemos hacer balances diplomáticos para asegurarnos de que vamos juntos, hay costumbres, es bueno evitar que las cosas se arruinen, pero el pueblo ruega junto y también nosotros cuando estamos solos oramos juntos”.
El líder de la Iglesia Católica añadió: “Hay gente cerrada de mente que dice que los ortodoxos son cismáticos: son cosas viejas. Hay grupos católicos que son un poco integralistas, debemos orar al Señor por ellos. Pero yo oré por los dos. No miré a Daniel, pero creo que él hizo lo mismo”.
04.06.19





Ustedes son poetas sociales” – Francisco a los participantes en la Cumbre de Jueces Panamericanos


Sobre Derechos Sociales y Doctrina Franciscana
(4 junio 2019).- “Ustedes tienen un rol esencial; permítanme que les diga que ustedes también son poetas, son poetas sociales cuando no tienen miedo ‘a ser protagonistas en la transformación del sistema judicial basado en el valor, en la justicia y en la primacía de la dignidad de la persona humana’ sobre cualquier otro tipo de interés o justificación”.
Con estas palabras se ha dirigido el Papa Francisco a los magistrados que han participado en la Cumbre de Jueces Panamericanos sobre Derechos Sociales y Doctrina Franciscana.
Del 3 al 4 de junio de 2019, la Pontificia Academia de Ciencias Sociales ha organizado este encuentro en la Casina Pío IV del Vaticano. El Papa Francisco ha clausurado el evento hoy, 4 de junio de 2019, y ha dedicado unas palabras a los magistrados.

Labor “noble y pesada”
Faro y brújula
Señoras y señores, es motivo de alegría y también de esperanza encontrarlos en esta Cumbre donde se han dado una cita que no se limita solamente a ustedes, sino que evoca la labor que realizan mancomunadamente con abogados, asesores, fiscales, defensores, funcionarios, y evoca también a vuestros pueblos con el deseo y la búsqueda sincera para garantizar que la justicia, y especialmente la justicia social, pueda llegar a todos. Vuestra misión, noble y pesada, pide consagrarse al servicio de la justicia y del bien común con el llamado constante a que los derechos de las personas y especialmente de los más vulnerables sean respetados y garantizados. De esta manera, ustedes ayudan a que los Estados no renuncien a su más excelsa y primaria función: hacerse cargo del bien común de su pueblo. «La experiencia enseña que —señalaba Juan XXIII— cuando falta una acción apropiada de los poderes públicos en lo económico, lo político o lo cultural, se produce entre los ciudadanos, sobre todo en nuestra época, un mayor número de desigualdades en sectores cada vez más amplios, resultando así que los derechos y deberes de la persona humana carecen de toda eficacia práctica» (Carta enc. Pacem in terris, 63).
Celebro esta iniciativa de reunirse, así como la realizada el año pasado en la ciudad de Buenos Aires, en la que más de 300 magistrados y funcionarios judiciales deliberaron sobre los Derechos sociales a la luz de Evangelii gaudium, Laudato si’ y el discurso a los Movimientos Populares en Santa Cruz de la Sierra. De allí salió un conjunto interesante de vectores para el desarrollo de la misión que tienen entre manos. Esto nos recuerda la importancia y, por qué no, la necesidad de encontrarse para afrontar los problemas de fondo que vuestras sociedades están atravesando y, como sabemos, no pueden ser resueltos simplemente por acciones aisladas o actos voluntarios de una persona o de un país, sino que reclama la generación de una nueva atmósfera; es decir, una cultura marcada por liderazgos compartidos y valientes que sepan involucrar a otras personas y otros grupos hasta que fructifiquen en importantes acontecimientos históricos (cf. Exhort. apost. Evangelii gaudium, 223) capaces de abrir caminos a las generaciones actuales, y también a las futuras, sembrando condiciones para superar las dinámicas de exclusión y segregación de modo que la inequidad no tenga la última palabra (cf. Carta enc. Laudato si’, 53.164). Nuestros pueblos reclaman este tipo de iniciativas que ayuden a dejar todo tipo de actitud pasiva o espectadora como si la historia presente y futura tuviera que ser determinada y contada por otros.
Nos toca vivir una etapa histórica de cambios en donde se pone en juego el alma de nuestros pueblos. Un tiempo de crisis –crisis: el carácter chino, riesgos, peligros y oportunidades; es ambivalente, muy sabio esto– tiempo de crisis — en la que se verifica una paradoja: por un lado, un fenomenal desarrollo normativo, por otro un deterioro en el goce efectivo de los derechos consagrados globalmente. Es como inicio de los nominalismos, siempre empiezan así. Es más, cada vez, y con mayor frecuencia, las sociedades adoptan formas anómicas de hecho, sobre todo en relación a las leyes que regulan los Derechos sociales, y lo hacen con diversos argumentos. Esta anomia está fundamentada por ejemplo en carencias presupuestarias, imposibilidad de generalizar beneficios o el carácter programático más que operativo de los mismos. Me preocupa constatar que se levantan voces, especialmente de algunos “doctrinarios”, que tratan de “explicar” que los Derechos sociales ya son “viejos”, están pasados de moda y no tienen nada que aportar a nuestras sociedades. De este modo confirman políticas económicas y sociales que llevan a nuestros pueblos a la aceptación y justificación de la desigualdad y de la indignidad. La injusticia y la falta de oportunidades tangibles y concretas detrás de tanto análisis incapaz de ponerse en los pies del otro —y digo pies, no zapatos, porque en muchos casos esas personas no tienen—, es también una forma de generar violencia: silenciosa, pero violencia al fin. La normatividad excesiva nominalista, independentista, desemboca siempre en violencia.
«Hoy vivimos en inmensas ciudades que se muestran modernas, orgullosas y hasta vanidosas. Ciudades —orgullosas de su revolución tecnológica y digital— que ofrecen innumerables placeres y bienestar para una minoría feliz… pero se les niega el techo a miles de vecinos y hermanos nuestros, incluso niños, y se los llama, elegantemente, “personas en situación de calle”. Es curioso como en el mundo de las injusticias, abundan los eufemismos» (Encuentro Mundial de Movimientos Populares, 28 octubre 2014). Pareciera que las Garantías Constitucionales y los Tratados internacionales ratificados, en la práctica, no tienen valor universal.
La “injusticia social naturalizada” –o sea como algo natural– y, por tanto, invisibilizada que sólo recordamos o reconocemos cuando “algunos hacen ruido en las calles” y son rápidamente catalogados como peligrosos o molestos, termina por silenciar una historia de postergaciones y olvidos. Permítanme decirlo, esto es uno de los grandes obstáculos que encuentra el pacto social y que debilita el sistema democrático. Un sistema político-económico, para su sano desarrollo, necesita garantizar que la democracia no sea sólo nominal, sino que pueda verse plasmada en acciones concretas que velen por la dignidad de todos sus habitantes bajo la lógica del bien común, en un llamado a la solidaridad y una opción preferencial por los pobres (cf. Carta enc. Laudato si’, 158). Esto exige los esfuerzos de las máximas autoridades, y por cierto del poder judicial, para reducir la distancia entre el reconocimiento jurídico y la práctica del mismo. No hay democracia con hambre, ni desarrollo con pobreza, ni justicia en la inequidad.
Cuántas veces la igualdad nominal de muchas de nuestras declaraciones y acciones no hace más que esconder y reproducir una desigualdad real y subyacente y devela que se está ante un posible orden ficcional. La economía de los papeles, la democracia adjetiva, y la multimedia concentrada generan una burbuja que condiciona todas las miradas y opciones desde el amanecer hasta la puesta del sol.[1]Orden ficcional que iguala en su virtualidad pero que, en lo concreto, amplía y aumenta la lógica y las estructuras de la exclusión-expulsión porque impide un contacto y compromiso real con el otro. Impide lo concreto, o hacerse cargo de lo concreto.
No todos parten del mismo lugar a la hora de pensar el orden social. Esto nos cuestiona y nos exige pensar nuevos caminos para que la igualdad ante la ley no degenere en la propensión de la injusticia. En un mundo de virtualidades, cambios y fragmentación estamos en la época de lo virtual– , los Derechos sociales no pueden ser solamente exhortativos o apelativos nominales, sino que han de ser faro y brújula para el camino porque «la salud de las instituciones de una sociedad tiene consecuencias en el ambiente y en la calidad de vida humana» (Carta enc. Laudato si’, 142).
Se nos pide lucidez de diagnóstico y capacidad de decisión ante el conflicto, se nos pide no dejarnos dominar por la inercia o por una actitud estéril como quienes lo miran, lo niegan o lo anulan y siguen adelante como si nada pasara, se lavan las manos para poder continuar con sus vidas. Otros entran de tal manera en el conflicto que quedan prisioneros, pierden horizontes y proyectan en las instituciones las propias confusiones e insatisfacciones. La invitación es mirar de frente el conflicto, sufrirlo y resolverlo transformándolo en el eslabón de un nuevo proceso (cf. Exhort. apost. Evangelii gaudium, 227).
Asumiendo el conflicto queda claro que nuestro compromiso es con nuestros hermanos para darle operatividad a los Derechos sociales con el compromiso de buscar desarticular todos los argumentos que atenten contra su concreción, y esto por medio de la aplicación o creación de una legislación capaz de alzar a las personas en el reconocimiento de su dignidad. Los vacíos legales, tanto de una legislación adecuada como de la accesibilidad y el cumplimiento de la misma, ponen en marcha círculos viciosos que privan a las personas y a las familias de las necesarias garantías para su desarrollo y su bienestar. Estos vacíos son generadores de corrupción que encuentran en el pobre y en el ambiente los primeros y principales afectados.
Sabemos que el derecho no es solamente la ley o las normas, sino también una praxis que configura los vínculos, lo cual los transforma, en cierto modo, en “hacedores” del derecho cada vez que se confrontan con las personas y la realidad. Y esto invita a movilizar toda la imaginación jurídica a fin de repensar las instituciones y hacer frente a las nuevas realidades sociales que se están viviendo.[2] Es muy importante, en este sentido, que las personas que lleguen a los escritorios de ustedes y a sus mesas de trabajo sientan que ustedes han llegado antes a ellos, que ustedes han llegado primero, que ustedes los conocen y los comprenden en su situación particular, pero especialmente reconociéndolos en su plena ciudadanía y en su potencial ser agentes de cambio y transformación. No perdamos nunca de vista que los sectores populares no son en primer lugar un problema sino parte activa del rostro de nuestras comunidades y naciones, ellos tienen todo el derecho a la participación en la búsqueda y construcción de soluciones inclusivas. «El marco político e institucional no existe sólo para evitar malas prácticas, sino también para alentar mejores prácticas, para estimular la creatividad que busca nuevos caminos, para facilitar las iniciativas personales y colectivas» (Carta enc. Laudato si’, 177).
Es importante estimular que, desde el inicio de la formación profesional, los operadores jurídicos puedan hacerlo en contacto real con las realidades a las que un día servirán, conociéndolas de primera mano y comprendiendo las injusticias por las que un día tendrán que actuar. También es necesario buscar todos los medios y mecanismos para que los jóvenes provenientes de situaciones de exclusión o marginación puedan llegar ellos mismos a capacitarse de manera que puedan tomar el protagonismo necesario. Mucho se ha hablado por ellos, necesitamos también escucharlos y darles voz en estos encuentros. Me viene a la memoria el leit motivimplícito de todo paternalismo jurídico– social: todo para el pueblo pero nada con el pueblo. Tales medidas nos permitirán instaurar una cultura del encuentro «porque ni los conceptos ni las ideas se aman […]. La entrega, la verdadera entrega, surge del amor a hombres y mujeres, niños y ancianos, pueblos y comunidades… rostros, rostros y nombres que llenan el corazón» (II Encuentro Mundial de los Movimientos Populares, Santa Cruz de la Sierra, 9 julio 2015).
Aprovecho esta oportunidad de reunirme con ustedes para manifestarles mi preocupación por una nueva forma de intervención exógena en los escenarios políticos de los países a través del uso indebido de procedimientos legales y tipificaciones judiciales. El lawfare, además de poner en serio riesgo la democracia de los países, generalmente es utilizado para minar los procesos políticos emergentes y propender a la violación sistemática de los Derechos sociales. Para garantizar la calidad institucional de los Estados es fundamental detectar y neutralizar este tipo de prácticas que resultan de la impropia actividad judicial en combinación con operaciones multimediáticas paralelas. Sobre esto no me detengo pero el juicio previo mediático lo conocemos todos.
Esto nos recuerda que, en no pocos casos, la defensa o priorización de los Derechos sociales sobre otros tipos de intereses, los llevará a ustedes a enfrentarse no sólo con un sistema injusto sino también con un poderoso sistema comunicacional del poder, que distorsionará frecuentemente el alcance de sus decisiones, pondrá en duda su honestidad y también su probidad, incluso pueden hacerle juicio. Es una batalla asimétrica y erosiva en la que para vencer hay que mantener no sólo la fortaleza sino también la creatividad y una adecuada elasticidad. ¡Cuántas veces los jueces y juezas se enfrentan en soledad a las murallas de la difamación y del oprobio, cuando no de la calumnia! Ciertamente, se requiere de una gran entereza para poder sobrellevarlas. «Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos» (Mt 5,10), decía Jesús. En este sentido, me alegra que uno de los objetivos de este encuentro sea la conformación de un Comité Permanente Panamericano de Jueces y Juezas por los Derechos sociales, que tenga entre sus objetivos superar la soledad en la magistratura, brindando apoyo y asistencia recíproca para revitalizar el ejercicio de su misión. La verdadera sabiduría no se consigue con una mera acumulación de datos –eso es enciclopedismo– una acumulación que termina saturando y obnubilando en una especie de contaminación ambiental, sino con la reflexión, el diálogo, y el encuentro generoso entre las personas, esa confrontación adulta, sana que nos hace crecer a todos (cf. Carta enc. Laudato si’,
En el 2015 les decía a los integrantes de los Movimientos populares: Ustedes «tienen un rol esencial, no sólo exigiendo y reclamando, sino fundamentalmente creando. Ustedes son poetas sociales: creadores de trabajo, constructores de viviendas, productores de alimentos, sobre todo para los descartados por el mercado mundial» (II Encuentro Mundial de los Movimientos Populares, Santa Cruz de la Sierra, 9 julio 2015). Estimados magistrados: Ustedes tienen un rol esencial; permítanme que les diga que ustedes también son poetas, son poetas sociales cuando no tienen miedo «a ser protagonistas en la transformación del sistema judicial basado en el valor, en la justicia y en la primacía de la dignidad de la persona humana»[3] sobre cualquier otro tipo de interés o justificación.Quisiera terminar diciéndoles: «Felices los que tienen hambre y sed de justicia; felices los que trabajan por la paz» (Mt 5,6.9). Muchas gracias.
05.06.19




La unión entre todos los cristianos se basa en el único bautismo”

Francisco recuerda su viaje a Rumanía
(5 junio 2019).-El Santo Padre ha dedicado la catequesis de la audiencia general, esta mañana, 5 de junio de 2019, a su reciente viaje apostólico a Rumanía, realizado del 31 de mayo al 2 de junio. El pasaje bíblico leído era de la Carta a los Hebreos (12, 1-2 a).
Como anunciaba el lema del viaje, “he exhortado a ‘caminar juntos'”, ha aclarado el Papa, “y me alegró poder hacerlo no desde lejos, o desde arriba, sino caminando entre el pueblo rumano, como peregrino en su tierra”.
Como cristianos, ha anunciado, “tenemos la gracia de vivir una estación de relaciones fraternales entre las diferentes Iglesias”. En Rumanía, la mayoría de los fieles pertenecen a la Iglesia Ortodoxa, actualmente guiada por el Patriarca Daniel, “a quien va mi pensamiento fraternal y agradecido”, ha señalado.
Comunidad católica “viva”
En este contexto, ha indicado que la comunidad católica, tanto “griega” como “latina”, está “viva y activa”, y ha mencionado que hay otra comunidad luterana que “profesa la fe en Jesucristo y tiene buenas relaciones con los ortodoxos y con los católicos”.
El Papa ha expresado también en la plaza de San Pedro que los diversos encuentros en el país europeo “resaltaron el valor y la necesidad de caminar juntos sea entre los cristianos, en el ámbito de la fe y de la caridad, sea entre los ciudadanos, en el ámbito del compromiso civil”.
Sufrimiento para la conversión
Asimismo, ha contado que celebró la Eucaristía con la comunidad católica en tres ocasiones. La última, en concreto, fue en rito bizantino, la Misa de beatificación de 7 obispos greco-católicos, roturados en los años del régimen comunista.
Uno de estos nuevos beatos, Mons. Iuliu Hossu, durante su encarcelamiento escribió: ‘Dios nos envió a estas tinieblas de sufrimiento para dar el perdón y orar por la conversión de todos'”, y añadió: “Pensando en las terribles torturas a las que fueron sometidos, estas palabras son un testimonio de misericordia”.
Catequesis del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El fin de semana pasado hice un viaje apostólico a Rumanía, invitado por el Presidente y la Primera Ministra. Les renuevo mi agradecimiento que extiendo a las otras Autoridades civiles y eclesiásticas, así como a todos aquellos que han colaborado en la realización de esta visita. Sobre todo, le doy gracias a Dios que ha permitido que el Sucesor de Pedro regresara a ese país, veinte años después de la visita de San Juan Pablo II.
En resumen, como anunciaba el lema del viaje, he exhortado a “caminar juntos”. Y me alegró poder hacerlo no desde lejos, o desde arriba, sino caminando entre el pueblo rumano, como peregrino en su tierra.
Los diversos encuentros resaltaron el valor y la necesidad de caminar juntos sea entre los cristianos, en el ámbito de la fe y de la caridad, sea entre los ciudadanos, en el ámbito del compromiso civil.
Como cristianos, tenemos la gracia de vivir una estación de relaciones fraternales entre las diferentes Iglesias. En Rumanía, la mayoría de los fieles pertenecen a la Iglesia Ortodoxa, actualmente guiada por el Patriarca Daniel, a quien va mi pensamiento fraternal y agradecido. La comunidad católica, tanto “griega” como “latina”, está viva y activa. La unión entre todos los cristianos, aunque incompleta, se basa en el único bautismo y está sellada con la sangre y el sufrimiento sufrido en los tiempos oscuros de la persecución, particularmente en el último siglo bajo el régimen ateo. También hay otra comunidad luterana que profesa la fe en Jesucristo y tiene buenas relaciones con los ortodoxos y con los católicos.
Con el Patriarca y el Santo Sínodo de la Iglesia Ortodoxa Rumana tuvimos un encuentro muy cordial, en el cual reiteré el deseo de la Iglesia Católica de caminar juntos con la memoria reconciliada y hacia una unidad más completa, que el pueblo rumano invocó proféticamente durante la visita de San Juan Pablo II. Esta importante dimensión ecuménica del viaje culminó en la solemne oración del Padre Nuestro, dentro de la nueva e imponente catedral ortodoxa de Bucarest.
Este fue un momento de fuerte valor simbólico, porque el Padre Nuestro es la oración cristiana por excelencia, patrimonio común de todos los bautizados. Nadie puede decir “Padre mío” y “Padre vuestro”; no, “Padre Nuestro”, patrimonio común de todos los bautizados. Manifestamos que la unidad no merma la diversidad legítima. ¡Qué el Espíritu Santo nos guíe a vivir cada vez más como hijos de Dios y hermanos entre nosotros!
Como comunidad católica celebramos tres Liturgias eucarísticas. La primera en la catedral de Bucarest, el 31 de mayo, en la fiesta de la Visitación de la Virgen María, icono de la Iglesia en el camino de fe y de caridad. La segunda eucaristía en el santuario de Sumuleu Ciuc, meta de muchos peregrinos. Allí, la Santa Madre de Dios reúne al pueblo fiel en la variedad de lenguas, culturas y tradiciones. Y la tercera celebración fue la Divina Liturgia en Blaj, centro de la Iglesia greco-católica en Rumania, con la beatificación de siete obispos greco-católicos, testigos de la libertad y de  la misericordia que vienen del Evangelio. Uno de estos nuevos beatos, Mons. Iuliu Hossu, durante su encarcelamiento escribió: “Dios nos envió a estas tinieblas de sufrimiento para dar el perdón y orar por la conversión de todos”.
Pensando en las terribles torturas a las que fueron sometidos, estas palabras son un testimonio de misericordia.
Particularmente intenso y festivo fue el encuentro con los jóvenes y las familias, celebrado en Iaşi,  antigua ciudad e importante centro cultural, encrucijada entre Occidente y Oriente. Un lugar que invita a abrir caminos por los que caminar juntos, en la riqueza de la diversidad, en una libertad que no corta las raíces sino que ahonda en ellas de una manera creativa. También este encuentro tuvo un carácter mariano y terminó encomendando a los jóvenes y a las familias a la Santa Madre de Dios.
La última parada del viaje fue una visita a la comunidad rom de Blaj. En esa ciudad, los rom son muy numerosos, por eso quise saludarlos y renovar el llamamiento contra toda discriminación y por el respeto de las personas de cualquier etnia, idioma y religión.
Queridos hermanos y hermanas, demos gracias a Dios por este viaje apostólico y pidámosle, a través de la intercesión de la Virgen María, que dé frutos abundantes para Rumanía y para la Iglesia en esas tierras.
05.06.19


Vaticano: El Papa agradece al personal de Correos y Teléfonos su “precioso trabajo”

Que “no conoce distancias”
( 6 junio 2019).- Francisco se ha encontrado esta mañana a los trabajadores de Correos y Teléfonos del Vaticano, a quien les ha agradecido su labor, que “supera con creces” el pequeño territorio y la pequeña población que reside en él: “se abre a las necesidades de innumerables personas dispersas por todo el mundo”, ha indicado.
Este jueves, 6 de junio de 2019, el Papa ha recibido al grupo de empleados, acompañados por el cardenal Giuseppe Bertello, Presidente de la Gobernación y por los responsables de los diversos sectores de competencia.
Frente a ellos, ha subrayado que a través de su “precioso trabajo”, cada día muchas personas “llegan” al Papa y él, también a través de sus colaboradores, “llega” a tanta gente.
Este intercambio comunicativo no conoce distancias; responde a la necesidad innata de los individuos de crear contactos humanos; y sobre todo entra en todos los hogares al servicio de ricos y pobres”, ha expresado.
A los ricos, a los pobres, a todas partes
En este sentido –ha continuado el Pontífice– me gusta recordar una antigua inscripción latina grabada en un buzón del Estado Pontificio: ‘Diviti et inopi, ultro citroque, meandum’, que significa: “Hace falta que vaya a los ricos y pobres, a todas partes”.
En esta actividad, el Vaticano y la Santa Sede “reconocen la importante función de los medios de comunicación y de las organizaciones internacionales que fomentan la comunicación”, ha dicho el Santo Padre.
Los papas siempre han otorgado gran importancia a la comunicación con los Jefes de Estado, las comunidades y los fieles de las diferentes naciones, sirviéndose de los medios ofrecidos por la técnica –ha proseguido-  En las últimas décadas, se han llamado a colaborar en este sector tan significativo a dos beneméritas familias religiosas: los Hijos de la Divina Providencia (Orioninos) y la Sociedad de San Paolo (Paulinos).  A estos dos institutos va mi vivo aprecio por su generosidad y fidelidad.
Creando puentes
Respetando las normas y acuerdos internacionales, vuestras realidades hablan un idioma común, creando puentes entre culturas, religiones y sociedades que son diferentes entre sí”, ha indicado Francisco.
Al mismo tiempo, –ha concluido– los Servicios de Correos y Teléfonos del Vaticano garantizan el intercambio de sentimientos e ideas, contribuyen a promover el entendimiento mutuo y la colaboración entre países de diferentes continentes, facilitando sea el intercambio de bienes que, sobre todo de sus respectivos valores espirituales y culturales. En ese sentido, los servicios de correos y teléfonos de uno de los más pequeños Estados del mundo favorecen la difusión del mensaje cristiano”.
07.06.19