25 d’oct. 2013

PARLA FRANCESC ( 5 )



QÜESTIONARI   DEL     VATICÀ:
El Vaticano envía 38 preguntas a los obispos del mundo para preparar el Sínodo extraordinario sobre la familia. El cuestionario:

1.- Sobre la difusión de la Sagrada Escritura y del Magisterio de la Iglesia sobre la familia,

a) ¿Cuál es el conocimiento real de las enseñanzas de la Biblia, de la (encíclica) 'Gaudium et Spes', de la 'Familiaris consortio' y de otros documentos del magisterio postconciliar (Vaticano II) sobre el valor de la familia según la Iglesia Católica? ¿Cuál es la formación de nuestros fieles para la vida familiar según las enseñanzas de la Iglesia?

b) Allí donde la enseñanza de la Iglesia es conocida, ¿es aceptada integralmente? ¿Hay dificultades en ponerla en práctica? ¿Cuáles?

c) ¿Cómo es difundida la enseñanaza de la Iglesia en el contexto de los programas pastorales en el ámbito nacional? ¿diocesano, parroquial? ¿Qué catequesis se hace sobre la familia?

d) ¿En qué medida -concretamente sobre qué aspectos-tal enseñanza es realmente conocida, aceptada, rechazada y/o criticada en ambientes extra eclesiales? ¿Cuáles son los factores culturales que obstaculizan la plena recepción de la enseñanza de la Iglesia sobre la familia?

2.- Sobre el matrimonio de acuerdo con la ley natural...

a) ¿Qué lugar ocupa el concepto de ley natural en la cultura civil, tanto en ámbito institucional, educativo y académico, como en ámbito popular? ¿Qué ópticas antropológicas se sobreentienden en este debate sobre el fundamento natural de la familia?

b) El concepto de ley natural con relación a la unión entre el hombre y la mujer ¿es comunmente aceptado como tal de parte de los bautizados en general?

c) ¿Cómo es contestada en la práctica y en la teoría la ley natural sobre la unión entre hombre y mujer en vistas de la formación de una familia? ¿Cómo es propuesta y profundizada en los organismos civiles y eclesiales?

d) En el caso de que pidan el matrimonio los bautizados no practicantes o quienes se declaran no creyentes, ¿cómo afrontar los desafíos pastorales que derivan de ello?

3.- La pastoral de la familia en el contexto de la evangelización.

a) ¿Cuáles son las experiencias surgidas en los últimos decenios en orden a la preparación al matrimonio? ¿De qué manera se ha intentado estimular el deber de evangelización de los esposos y de la familia? ¿De qué manera promocionar la conciencia de la familia como "Iglesia doméstica"?

b) ¿Se ha conseguido proponer estilos de plegaria en familia que consigan resistir a la complejidad de la vida y cultura actuales?

c) En la crisis actual entre generaciones, ¿cómo las familias cristianas han sabido realizar la propia vocación de transmisión de la fe?

d) ¿En qué manera las Iglesias locales y los movimientos de espiritualidad familiar han sabido crear caminos ejemplares?

e) ¿Cuál es la aportación específica que parejas y familias han conseguido dar respecto a la difusión de una visión integral de la pareja y de la familia cristiana que sea actualmente creíble?

f) ¿Qué atención pastoral ha manifestado la Iglesia para apoyar el camino de las parejas en la formación y de las parejas en crisis?

4.- Sobre la pastoral para afrontar algunas situaciones matrimoniales difíciles,

a) La convivencia "ad experimentum" (experimental), ¿es una realidad pastoral de relieve en la Iglesia particular (local)? ¿En qué porcentaje se podría estimar numéricamente?

b) ¿Existen uniones libres de hecho, sin reconocimiento ni religioso ni civil? ¿Hay datos estadísticos fiables?

c) Los separados y divorciados que se vuelven a casar ¿son una realidad pastoral relevante en la Iglesia particular? ¿En qué porcentaje se podría estimar numéricamente? ¿Cómo se afronta esta realidad a través de programas pastoral adecuados?

d) En todos estos casos, ¿cómo viven los bautizados sus irregularidades? ¿Son conscientes de ellas? ¿Manifiestan simplemente indiferencia? ¿Se sienten marginados y viven con sufrimiento la imposibilidad de recibir los sacramentos?

e) ¿Cuáles son las peticiones que las personas divorciadas y vueltas a casar dirigen a la Iglesia, respecto a los sacramentos de la Eucaristía y de la Reconciliación? Entre las personas que se encuentran en esta situación, ¿Cuántas piden estos sacramentos?

f) ¿La simplificación de la praxis canónica, respecto al reconocimiento de la declaración de anulación del vínculo matrimonial podría ofrecer una real contribución positiva para la solución de los problemas de las personas implicadas? En caso afirmativo, ¿de qué manera?

g) ¿Existe una pastoral para acercarse a estos casos? ¿Cómo se desarrolla tal actividad pastoral? ¿Existen programas sobre ello en ámbito nacional y diocesano? ¿Cómo se anuncia a separados y divorciados vueltos a casar la misericordia de Dios y cómo se concreta el sostén de la Iglesia en su camino de fe?

5.- Sobre las uniones de personas del mismo sexo...

a) ¿Existe en vuestro país una ley civil que reconozca las uniones de personas del mismo sexo equiparadas de alguna manera al matrimonio?

b) ¿Cuál es la actitud de las Iglesias particulares y locales tanto frente al Estado Civil promotor de uniones civiles entre personas del mismo sexo, como frente a las personas implicadas e este tipo de unión?

c) ¿Qué atención pastoral es posible tener hacia las personas que han elegido de vivir según este tipo de uniones?

d) En el caso de uniones de personas del mismo sexo que haya adoptado niños, ¿cómo comportarse en vistas de la transmisión de la fe?

6.- Sobre la educación de los hijos en el sino de situaciones matrimoniales irregulares...

a) ¿Cuál es en estos casos la proporción estimada de niños y adolescentes con relación a los niños nacidos y crecidos en familias regularmente constituidas?

b) ¿Con qué actitud los padres se dirigen a la Iglesia? ¿Qué solicitan? ¿Solo los sacramentos o también la catequesis y la enseñanza en general de la religión?

c) ¿De qué manera las Iglesias particulares se acercan a la necesidad de los padres de estos niños para ofrecer una educación cristianas a los propios hijos?

d) ¿Cómo se desarrolla la práctica sacramental en estos casos: la preparación, administración del sacramento y el acompañamiento?

7.- Sobre la apertura de los esposos a la vida...

a) ¿Cuál es el conocimiento real que los cristianos tienen de la doctrina de la (encíclica) "Humanae Vitae" sobre la paternidad responsable? ¿Qué conciencia hay de la evaluación moral de los distintos métodos de regulación de los nacimientos? ¿Qué profundizaciones se podrían sugerir sobre ello desde el punto de vista pastoral?

b) ¿La doctrina moral es aceptada? ¿Cuáles son los aspectos más problemáticos que hacen difícil su aceptación en la mayoría de las parejas?

c) ¿Qué métodos naturales se promueven de parte de la Iglesias particulares para ayudar a los conyugues a poner en práctica la doctrina de la "Humanae vitae"?

d) ¿Qué experiencia hay sobre esta cuestión en la praxis del sacramento de la penitencia y en la participación en la eucaristía?

e) ¿Qué contrastes se evidencian entre la doctrina de la Iglesia y la educación civil a este respecto?

f) ¿Cómo promover una mentalidad mayormente abierta a la natalidad? ¿Cómo favorecer el aumento de los nacimientos?

8.- Sobre la relación entre la familia y la persona,

Jesucristo revela el misterio y la vocación del hombre: ¿la familia es un lugar privilegiado para que esto suceda?

¿Cuáles situaciones críticas de la familia en el mundo actual pueden constituir un obstáculo para el encuentro de la persona con Cristo?

¿En qué medida la crisis de fe que pueden sufrir las personas inciden en su vida familiar?

9.- Otros desafíos y propuestas.

¿Existen otros desafíos y propuestas respecto a los temas tratados en este cuestionario, que sean consideradas como urgentes o útiles de parte de los destinatarios?








Francisco en Santa Marta: 'Confesarse es ir hacia Jesús con corazón sincero'
Con la transparencia de los niños y aceptando 'la gracia de la vergüenza' que hace percibir el amor de Dios.
Por Redacción
ROMA, 25 de octubre de 2013 (Zenit.org) - Tener la valentía, delante del confesor, de llamar a los pecados con su propio nombre, sin esconderlos. De este modo, el papa Francisco centró su homilía en el sacramento de la Reconciliación, durante la misa celebrada en la mañana de este viernes en la residencia Santa Marta. Confesarse, dijo, es ir al encuentro del amor de Jesús con un corazón sincero y con la transparencia de los niños; y no rechazando, sino más bien acogiendo la "gracia de la vergüenza", que hace percibir el perdón de Dios.
Para muchos creyentes adultos, confesarse frente a un sacerdote es un esfuerzo insostenible --que a menudo conduce a esquivar el Sacramento-- o al punto de convertir un momento de verdad en un ejercicio de ficción. San Pablo, en su Carta a los Romanos --dijo el papa-- hace exactamente lo contrario: admite públicamente ante la comunidad que “en su carne no mora el bien". Presume de ser un "esclavo" que no hace el bien que quiere, sino el mal que no quiere. Esto sucede en la vida de fe, observa Francisco, cuando “quiero hacer el bien, el mal está junto a mí".
"Y esta es la lucha de los cristianos. Es nuestra lucha cotidiana. Y no siempre tenemos el valor de hablar como Pablo habla de esta lucha. Siempre buscamos una forma de justificación: ‘Sí, todos somos pecadores’... y lo decimos así, ¿no? Esto se explica de una manera dramática: es nuestra lucha.
Y si no reconocemos esto, nunca podemos tener el perdón de Dios. Porque si el ser pecador es ser una palabra, una frase, una manera de decir, entonces no necesitamos del perdón de Dios. Pero si se trata de una realidad que nos convierte en esclavos, necesitamos de esta liberación interior del Señor, de esa fuerza. Pero lo más importante aquí es que para encontrar el camino de salida, Pablo confiesa su pecado a la comunidad, su tendencia al pecado, no lo esconde".
La confesión de los pecados con humildad es lo que "la Iglesia nos pide a todos nosotros", recuerda el santo padre, que cita también la invitación de Santiago: "Confiesen sus pecados entre ustedes". Sin embargo, "no para hacer publicidad --dijo, sino-- para dar gloria a Dios", y reconocer que es "Él quien me salva". Por eso, continúo, para confesarse se va donde el hermano, "el hermano sacerdote": es para actuar como Pablo. Ante todo --subrayó-- con la misma "eficacia":
"Algunas personas dicen: ‘Ah, yo me confieso con Dios'. Eso es fácil, es como confesarse por correo electrónico, ¿no? Dios está ahí lejos, digo las cosas y no hay un ‘cara a cara’, no se da un ‘cuatro ojos’. Pablo confiesa su debilidad a los hermanos cara a cara. Otros dicen: "No, yo sí voy a confesarme", pero se confiesan cosas tan etéreas, tan en el aire, que no tienen ninguna sustancia. Y eso es lo mismo que no hacerlo. Confesar nuestros pecados no es ir a una sesión de psiquiatría, ni tampoco ir a una sala de tortura, sino que es decirle al Señor: ‘Señor, soy un pecador’, pero decirlo a través del hermano, para que decirlo, sea también concreto. ‘Y yo soy un pecador por esto, por esto y por esto'".
Concretizar, honestidad y también --añade Francesco-- una habilidad sincera de avergonzarse de sus propios errores: no hay sendas a la sombra, alternativas al camino que conduce al perdón de Dios para sentir en lo más profundo de mi corazón su perdón y su amor. Y aquí el papa dijo lo de imitar a los niños:
"Los más pequeños tienen esa sabiduría: cuando un niño viene a confesarse, nunca dice una cosa general. ‘Padre, hice esto e hice aquello a mi tía, a aquel le dije tal palabra’ y dicen la palabra. Pero son concretos, ¿no? Tienen la sencillez de la verdad. Y nosotros siempre tenemos la tendencia a ocultar la realidad de nuestras miserias. Pero hay una cosa hermosa: cuando confesamos nuestros pecados en la presencia de Dios, siempre sentimos la gracia de la vergüenza.
Avergonzarse ante Dios es una gracia. Es una gracia: "Yo me avergüenzo". Pensemos en Pedro, después del milagro de Jesús en el lago: 'Señor: aléjate de mí, que soy un pecador’. Tenía vergüenza de su pecado ante la santidad de Jesucristo".
26.10.13





El discurso completo del papa en la Jornada Mundial de la Familia
Los cristianos se casan sacramentalmente, porque son conscientes que necesitan la gracia, no para decorar la vida pero para hacernos fuertes
Por Redacción
ROMA, 26 de octubre de 2013 (Zenit.org) - ¡Queridas familas, ¡'buona sera' y bienvenidas a Roma!
Han venido aquí como peregrinos desde muchas partes del mundo, para profesar la fe delante del la tumba de San Pedro. Esta plaza les acoge y abraza: somos un sólo pueblo, con una sola alma, convocados por el Señor, que nos ama y sostiene. Saludo también a todas las familias que están unidas a través de la televisión y de internet: una plaza que se extiende sin confines.
Quisieron llamar a este momento “¡La familia vive la alegría de la fe!”. ¡Me gusta este título! He escuchado las experiencias de ustedes, los casos que han contado. Vi tantos niños, tantos abuelos... Sentí la tristeza de las familias que viven en situación de pobreza y de guerra. He oído a los jóvenes que se quieren casar, aún entre mil dificultades. Y entonces nos preguntamos: ¿Cómo es posible, hoy, vivir la alegría de la fe en familia? ¿Es posible o no es posible vivir esta alegría? 
En el evangelio de Mateo, hay una palabra de Jesús que nos ayuda: 'Venid a mí todos los que están cansados y oprimidos, que yo les aliviaré'. Muchas veces la vida es pesada y tantas veces trágica, lo hemos apenas escuchado. Trabajar es fatigoso; buscar trabajo es fatiga y encontrar trabajo hoy nos pide tanta fatiga.
Pero, aquello que más pesa en la vida, no es esto, lo que más pesa es la falta de amor. Pesa no recibir una sonrisa, no ser acogidos. Pesan ciertos silencios, a veces aún en familia, entre marido y esposa, entre padres e hijos, entre hermanos. Sin amor, el cansancio se hace más pesado. Pienso en los ancianos solos, a las familias en dificultad porque no tienen ayuda para sostener a quienes en casa precisan de especiales atenciones y cuidados. 'Venid a Mí todos los que están cansados y oprimidos', dice Jesús.
Queridas familias, el Señor conoce nuestros cansancios, los conoce y los pesos de nuestra vida. Pero conoce también nuestro deseo profundo de hallar la alegría del alivio. ¿Se acuerdan? Jesús dijo: 'Vuestra alegría sea plena'. Jesús quiere que nuestra alegría sea plena.
Lo dijo a los apóstoles, y hoy lo repite a todos nosotros. Así, esta es la primera cosa que quiero compartir con ustedes en esta tarde, y es una palabra de Jesús: 'Venid a mi, familias de todo el mundo --dice Jesús-- y yo les aliviaré para que vuestra alegría sea completa'.
Y esta palabra de Jesús llévenla a casa, en el corazón, compártanla en familia, él nos invita a ir hacia él para darnos a todos la alegría.
La segunda palabra, la tomo del rito del matrimonio. En este sacramento, quien se casa dice: 'Prometo serte fiel, amarte y respetarte, en la alegría y en el dolor, en la salud y en la enfermedad, y de honrarte y amarte todos los días de nuestra vida'. En aquel momento, los esposos no saben qué sucederá, no saben cuáles son las alegrías y las tristezas que les esperan. Parten, como Abrahan; se ponen juntos en camino. Esto es el matrimonio, partir y caminar juntos, de manos dadas, entregándose en la mano grande del Señor. Mano en la mano por toda la vida y sin hacer caso de esta cultura de lo provisorio que nos corta la vida a pedazos.
Con esta confianza en la fidelidad de Dios, todo se enfrenta, sin miedo, con responsabilidad. Los esposos cristianos no son ingenuos, conocen los problemas y los peligros de la vida. Pero no tienen miedo de asumir la propia responsabilidad, delante de Dios y de la sociedad. Sin huir ni aislarse, sin renunciar a la misión de formar una familia y traer al mundo hijos.
Pero hoy, santo padre, es difícil. ¡Seguro que es difícil! ¡Por eso, es necesaria la gracia del sacramento! ¡Los sacramentos no sirven para decorar la vida; ¡que lindo matrimonio, que linda la ceremonia, que linda la fiesta! Eso no es la gracia del sacramento, eso es una decoración y la gracia no es para decorar la vida pero para hacernos fuertes en la vida, para hacernos corajosos y poder ir adelante! Sin aislarse, siempre juntos.
Los cristianos se casan sacramentalmente, porque son conscientes que necesitan el sacramento. Necesitan a este para vivir unidos entre sí y cumplir la misión de padres. 'En la alegría y en el dolor, en la salud y en la enfermedad'. Así dicen los esposos en el matrimonio y rezan juntos y con la comunidad, ¿por qué? Solamente porque es costumbre hacerlo así? No, lo hacen, porque les sirve para el largo viaje que deben hacer juntos, no a tramos, necesitan de la ayuda de Jesús, para caminar juntos con confianza, para acogerse uno al otro cada día y perdonarse cada día.
Y esto es importante en las familias, saber perdonarse, porque todos nosotros tenemos defectos, todos y a veces hacemos cosas que no son buenas y le hacen mal a los otros. Tener el coraje de pedir perdón en familia cuando nos equivocamos. Hace pocas semanas atrás recordé en esta plaza que para llevar adelante una familia es necesario usar tres palabras, quiero repetirlo, tres palabras: permiso, gracias y perdón. Tres palabras claves.
Pidamos permiso para no ser invasores. En familia: ¿Puedo hacer esto, te gusta que haga esto? El leguaje del permiso. Demos gracias, gracias por el amor, pero dime tú, cuántas veces al día le dices gracias a tu mujer o a tu marido? Cuántos días pasan sin decir esta palabra: gracias.
Y todos nos equivocamos, y a veces alguno se ofende en la familia, o en el matrimonio. A veces, digo, vuelan los platos, se dicen palabras fuertes, pero escuchen este consejo: no terminen la jornada sin hacer la paz, cada día. Disculpa y se recomienza. Permiso, gracias, perdón. ¿Lo decimos juntos?: Permiso, gracias, disculpa, usemos estas tres palabras en familia, perdonarse cada día.
En la vida, la familia experimenta muchos momentos hermosos: el descanso, la comida juntos, el paseo hasta al parque o por los campos, la visita a los abuelos, o a una persona enferma... Pero, si falta el amor, faltará la alegría, faltará la fiesta. Porque el amor nos lo da siempre Jesús: él es la fuente inagotable y se da a nosotros en la Eucaristía. Allí en el sacramento, Jesús nos da su palabra y el pan de la vida, para que nuestra alegría sea completa.
Y para concluir, está aquí delante de nosotros, este ícono de la presentación de Jesús en el templo. Es un ícono verdaderamente bello e importante. Contemplémoslo y dejémonos ayudar por esta imagen. Como todos ustedes, también los protagonistas de la escena tienen su camino: María y José se pusieron en camino, yendo como peregrinos a Jerusalén, obedeciendo a la ley del Señor; y también el viejo Simeon y la profetisa Ana, también ella muy anciana, van al templo impelidos por el Espíritu Santo. La escena nos muestra este entrecruzarse de tres generaciones: el entrelazarse de tres generaciones,
Simeon toma en los brazos al niño Jesús, en quien reconoce al Mesías, y Ana es representada en el gesto de alabar a Dios y anunciar la salvación a quien esperaba la redención de Israel. Estos dos ancianos representan la fe como memoria.
Y les pregunto: ¿Ustedes escuchan a los abuelos?, ¿le abren el corazón a la memoria que nos dan los abuelos? Los abuelos son la sabiduría de la familia, la sabiduría de un pueblo, y un pueblo que no escucha a los abuelos es un pueblo que muere. Hay que scuchar a los abuelos.
María y José son la familia santificada por la presencia de Jesús que es el cumplimiento de todas las promesas. Cada familia, como la de Nazaret está insertada en la historia de un pueblo y no puede existir sin las generaciones anteriores. Y por ello tenemos aquí a los abuelos, los abuelos, y los niños. Los niños aprenden de los abuelos y de las generaciones anteriores.
Queridas familias, también ustedes son parte del pueblo de Dios. Caminen felices, juntamente con este pueblo. Permanezcan siempre unidas a Jesús y llévenlo a todos con vuestro testimonio. Gracias por haber venido. Juntos, hagamos nuestras estas palabras de san Pedro, que nos dan fuerza y continuarán a darnos fuerza en los momentos difíciles: '¿Señor, de quién iremos? ¡Tú tienes palabras de vida eterna!'. ¡Con la gracia de Cristo, vivan la alegría de la fe! ¡El Señor les bendiga y María, nuestra Madre, les proteja y acompañe!
 27.10.13



El papa recuerda que Jesús continúa rezando por nosotros ante el Padre
En la homilí­a de Santa Marta Francisco habla de la importancia de rezar los unos por los otros
CIUDAD DEL VATICANO, 28 de octubre de 2013 (Zenit.org) - El valor de la oración por nosotros y por los hermanos ha sido la idea sobre la que se ha centrado el santo padre en la homilía de esta mañana en Santa Marta.
El papa Francisco ha comenzado reflexionando sobre el pasaje del evangelio de Lucas donde se narra la elección de los doce apóstoles por parte de Jesús. Es un día "un poco especial por la elección de los apóstoles", ha dicho el santo padre. Una elección - ha añadido - que sucede solo después de que Jesús ha rezado al Padre "Él solo". Así ha explicado Francisco que cuando Jesús reza al Padre está solo con Él. Después se encuentra junto a sus discípulos y elige a los doce a los que llama apóstoles. De este modo, el santo padre ha señalado tres momentos que caracterizan la jornada: Jesús que pasa "una noche entera rezando al Padre" en el monte; Jesús entre sus apóstoles; Jesús entre la gente.
Apoyándose en este fragmento del evangelio, el pontífice ha explicado que la oración es el punto central: Jesús reza al Padre porque con Él tenía intimidad; le reza por la gente que iba a encontrarlo y le reza también por los apóstoles.
Para ayudar a comprender mejor el sentido de la oración de Jesús, Francisco ha recordado "aquel bonito discurso después de la cena del Jueves Santo, cuando reza al Padre diciendo: Yo rezo por estos, los míos; pero también rezo por todos, también por los que vendrán y creerán".
La oración de Jesús es universal, aunque es también una oración personal, ha matizado el papa, y ha manifestado su deseo de que todos miremos a Jesús que reza.
Por eso el papa se ha preguntado que si Jesús rezaba en aquel tiempo, sigue rezando ahora. A lo que ha contestado que sí, "lo dice la Biblia". Ha explicado que "es el intercesor, el que reza", y reza al Padre "con nosotros y delante de nosotros. Jesús nos ha salvado. Ha hecho esta gran oración, el sacrificio de su vida para salvarnos. Estamos justificados gracias a Él. Ahora se ha ido. Y reza".
Sobre Jesús, el santo padre ha recordado que "es una persona, es un hombre con carne como la nuestra, pero en gloria. Jesús tiene las llagas en las manos, en los pies, en el costado. Y cuando reza hace ver al Padre el precio de la justificación y reza por nosotros. Es como si dijera: Padre, que no se pierda esto". El papa Francisco ha continuado indicando que "por esto, cuando rezamos decimos: por nuestro Señor Jesucristo tu Hijo. Porque Él es el primer en rezar, es nuestro hermano. Es hombre como nosotros. Jesús es el intercesor".
Al respecto, el santo padre ha hablado de las veces que pedimos oración entre nosotros: "reza por mí, ¿eh?" Algo bueno, porque debemos rezar unos por otros, ha recordado Francisco. Así, ha invitado a que pidamos a Jesús "reza por mí, tú que eres el primero de nosotros, tú reza por mi. Seguro que reza; pero dile: "Reza por mí Señor, tú eres el intercesor". Esto demuestra una gran confianza, ha señalado Francisco.
Para finalizar la homilía, el obispo de Roma ha subrayado: "pensamos mucho en esto y damos las gracias al Señor, damos gracias al hermano que reza con nosotros y reza por nosotros, intercede por nosotros. Y hablemos con Jesús. Digámosle: Señor, tú eres el intercesor, tú me has salvado, me has justificado, pero ahora reza por mí". Y ha exhortado a que le confiemos a Jesús nuestros problemas y nuestra vida, para que Él lo lleve al Padre.
 29.10.13




Texto de la catequesis del papa Francisco sobre la comunión de los santos
En la audiencia Francisco recuerda que nuestra fe necesita el apoyo de los demás. Confía que también él fue tentado. La comunión de los santos va más allá de la vida terrena
Por Redacción
CIUDAD DEL VATICANO, 30 de octubre de 2013 (Zenit.org) - En la mañana de este miércoles 30 de octubre, el papa Francisco dijo las siguientes palabras a los fieles presentes en la audiencia general.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy me gustaría hablar de una realidad muy bella de nuestra fe, es decir, la comunión de los santos. El Catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda que este término hace referencia a dos realidades: la comunión en las cosas santas, y la comunión entre las personas santas (núm. 948). Me centro en el segundo significado: es una verdad entre las más reconfortantes de nuestra fe, porque nos recuerda que no estamos solos sino que hay una comunión de vida entre todos los que pertenecen a Cristo. Una comunión que nace de la fe; de hecho el término "santos" se refiere a aquellos que creen en el Señor Jesús, y se incorporan a Él en la Iglesia a través del bautismo. Por eso, los primeros cristianos fueron llamados también "los santos" (cf. Hch. 9,13.32.41; Rm. 8,27; 1 Cor. 6,1).
1 . El Evangelio de Juan dice que, antes de su pasión, Jesús oró al Padre por la comunión entre los discípulos con estas palabras: "Para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado" (17,21). La Iglesia, en su verdad más profunda, es comunión con Dios, familiaridad con Dios, una comunión de amor con Cristo y con el Padre en el Espíritu Santo, que se prolonga en una comunión fraterna. Esta relación entre Jesús y el Padre es la "matriz" de la unión entre nosotros los cristianos: si estamos íntimamente inseridos en esta "matriz", en este horno ardiente de amor, entonces podemos llegar a ser realmente un solo corazón y una sola alma entre nosotros, porque el amor de Dios incinera nuestro egoísmo, nuestros prejuicios, nuestras divisiones internas y externas. El amor de Dios también incinera nuestros pecados.
2. Si esto tiene su origen en la fuente del amor, que es Dios, entonces también se da el movimiento recíproco: de los hermanos a Dios; la experiencia de la comunión fraterna con Dios me lleva a la comunión con Dios. Estar unidos entre nosotros nos lleva a estar unidos a Dios, nos lleva a esta relación con Dios que es nuestro Padre. Este es el segundo aspecto de la comunión de los santos que me gustaría subrayar: nuestra fe necesita del apoyo de los demás, especialmente en tiempos difíciles. Si estamos unidos la fe se vuelve más fuerte. ¡Qué hermoso es apoyarse mutuamente en la aventura maravillosa de la fe! Digo esto porque la tendencia a refugiarse en lo privado también ha influido en la esfera religiosa, por lo que muchas veces es difícil buscar la ayuda espiritual de aquellos que comparten nuestra experiencia cristiana.
 Todos las hemos experimentado; yo también, forma parte del camino de la fe, del camino de nuestra vida. ¿Quién de nosotros no ha experimentado inseguridad, desconcierto e incluso dudas en el camino de la fe? Todos hemos experimentado esto, también yo: es parte del camino de la fe, es parte de nuestra vida. Todo esto no debe sorprendernos, porque somos seres humanos, marcados por la fragilidad y las limitaciones; todos somos frágiles, todos tenemos límites. Sin embargo, en estos tiempos difíciles hay que confiar en la ayuda de Dios, a través de la oración filial, y al mismo tiempo, es importante encontrar el coraje y la humildad para estar abierto a los demás, para pedir ayuda, para pedir que nos den una mano. ¡Cuántas veces hemos hecho esto, y después hemos sido capaces de salir del problema y encontrar a Dios otra vez! En esta comunión --comunión quiere decir común-unión--, somos una gran familia, donde todos los componentes se ayudan y se apoyan mutuamente.
3. Y ahora llegamos a otro aspecto: la comunión de los santos va más allá de la vida terrena, va más allá de la muerte y dura para siempre. Esta unión entre nosotros, va más allá y continúa en la otra vida; es una unión espiritual que nace del bautismo y no se rompe con la muerte, sino que, gracias a Cristo resucitado, está destinado a encontrar su plenitud en la vida eterna. Hay un vínculo profundo e indisoluble entre los que son todavía peregrinos en este mundo -- incluidos nosotros-- y los que han cruzado el umbral de la muerte para entrar a la eternidad. Todos los bautizados aquí en la tierra, las almas del Purgatorio, y todos los santos que ya están en el Paraíso forman una sola gran familia. Esta comunión entre el cielo y la tierra se realiza sobre todo en la oración de intercesión.
Queridos amigos, ¡tenemos esta belleza! Es nuestra realidad, la de todos, lo que nos hace hermanos, que nos acompaña en el camino de la vida y hace que nos encontremos de nuevo allá en el cielo. Vayamos por este camino con confianza, con alegría. Un cristiano debe ser alegre, con la alegría de tener a tantos hermanos y hermanas bautizados que caminan con él; sostenido por la ayuda de nuestros hermanos y hermanas que transitan este mismo camino para ir al cielo. Y también con la ayuda de nuestros hermanos y hermanas que están en el cielo y oran a Jesús por nosotros. ¡Adelante por este camino de felicidad!
31.10.13




Homilía del papa en la celebración en el cementerio de El Verano
El santo padre improvisó y recordó la esperanza que significa el cielo. Y a anclar la vida a Jesús que nunca nos desilusiona
ROMA, 01 de noviembre de 2013 (Zenit.org) - “Queridos hermanos y hermanas. (...) En este cementerio, nos recogemos y pensamos en nuestro futuro, pensemos en todos aquellos que se fueron, que nos precedieron en la vida y están en el Señor.
Es tan linda esa visión del cielo que escuchamos en la primera lectura. El Señor Dios, la belleza, la bondad, la verdad, la ternura, el amor pleno, nos espera esto. Y quienes nos precedieron y murieron en el Señor están allá, proclaman que fueron salvados no por sus obras. Las hicieron, pero fueron salvados por el Señor. La salvación pertenece a nuestro Dios, es él quien nos salva y nos lleva de la mano como un papá y en el final de nuestra vida, a ese cielo en el que están nuestros antecesores.
Uno de los ancianos hace una pregunta: ¿Quienes son estos vestidos de blanco, estos justos y estos santos que están en el Cielo? Son aquellos que vienen de la gran tribulación y lavaron sus vestidos volviéndolos cándidos en la sangre del cordero. Solamente podemos entrar en el cielo gracias al sangre del cordero, gracias a la sangre de Cristo. Es la sangre de Cristo que nos ha justificado y abierto las puertas del cielo. Y si hoy recordamos a estos hermanos y hermanas que nos precedieron en el cielo es porque fueron lavados por la sangre de Cristo. Y esta es nuestra esperanza, la esperanza en la sangre de Cristo y esta esperanza no nos desilusiona. Si vamos en la vida con el Señor, él no nos desilusiona nunca.
Juan le decía a sus discípulos. Vean que gran amor tuvo el Padre para llamarnos hijos de Dios, lo somos. Por ello el mundo no nos conoce: somos hijos de Dios. Pero lo que seremos aún no ha sido revelado. Y mucho más. Y cuando se habrá manifestado seremos similares a él porque lo veremos como él es. Ver a Dios, ser similares a Dios, esta es nuestra esperanza.
Y hoy, justamente en el día de los santos, antes del día de los muertos es necesario pensar a la esperanza, esta esperanza que nos acompaña en la vida. Los primeros cristianos pintaban la esperanza con un ancla. Como si la vida fuera el ancla en aquella orilla y todos nosotros vamos sujetando la cuerda. Es una hermosa imagen esta esperanza. Tener el corazón anclado allá en donde están los nuestros, donde están nuestros antecesores, los santos, donde está Jesús y donde está Dios.
Y esta es la esperanza, la esperanza que no desilusiona. Y hoy y mañana son días de esperanza. La esperanza es un poco como la levadura que hace ampliar el alma, pero hay momentos difíciles en la vida, pero el alma va adelante y mira lo que nos espera. Hoy es un día de esperanza. Nuestros hermanos y hermanas están en la presencia de Dios y también nosotros estaremos allí por pura gracia del Señor si caminamos por la vía de Jesús. Y concluye el apóstol: 'quien tiene esta esperanza en él se purifica a sí mismo. La esperanza también nos purifica, nos aliviana, nos hace ir deprisa. Esta purificación en la esperanza en Jesucristo'.
En este pre atardecer de hoy cada uno de nosotros puede pensar al ocaso de su vida. Pensemos, el mío, el tuyo, el tuyo, etc. Todos nosotros tendremos un atardecer, todos. ¿Lo miro con esperanza, con esa alegría de ser recibido por el Señor como es la del cristiano?
Y esto nos da paz. Este es un día de gloria, pero de una gloria serena, tranquila, de la paz. Pensemos alatardecer de tantos hermanos y hermanos que nos antecedieron, pensemos a  nuestro atardecer cuando llegará, y pensemos a nuestro corazón y preguntémonos: ¿dónde está anclado mi corazón? Y si no está anclado bien anclémoslo allá en aquella orilla, sabiendo que la esperanza no desilusiona, porque el Señor Jesús no desilusiona.
 02.11.13




Francisco en el ángelus: Dejemos que Jesús nos llame por nuestro nombre
Invita a dejarnos cambiar y transformar nuestro corazón de piedra en corazón de carne
Por Redacción
CIUDAD DEL VATICANO, 03 de noviembre de 2013 (Zenit.org) -  El santo padre rezó este domingo el ángelus desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico ante la multitud que llenaba la plaza de San Pedro.
A continuación el texto de las palabras del santo padre con las improvisaciones.
Queridos hermanos y hermanas. ¡Buenos días! La página del evangelio de Lucas de este domingo nos muestra a Jesús que en su camino hacia Jerusalén entra en la ciudad de Jericó. Esta es la última etapa de una viaje que reasume en sí el sentido de toda la vida de Jesús, dedicada a intentar salvar a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Pero cuanto más el camino se acerca a la meta, tanto más entorno de Jesús se va cerrando el círculo de hostilidad.
Y mismo en Jericó sucedió uno de los eventos más gozosos narrados por san Lucas: la conversión de Zaqueo. Este hombre es una oveja perdida, es despreciado y 'excomulgado' porque es un publicano, más aún, el jefe de los publicanos de la ciudad, amigo de los odiados ocupantes romanos, un ladrón y un explotador. Una 'linda figura...' es así.
Impedido de acercarse a Jesús, probablemente debido a su mala fama y siendo pequeño de estatura, Zaqueo se trepa a un árbol para poder ver al Maestro que pasa. Este gesto exterior, un poco ridículo, expresa entretanto el acto interior del hombre que intenta ponerse por encima de la multitud para tener un contacto con Jesús. Zaqueo mismo, no entiende el sentido profundo de su gesto, no sabe bien
por qué hace esto pero lo hace. Tampoco osa esperar que pueda ser superada la distancia que lo separa del Señor, se resigna a verlo solamente pasar.
Pero Jesús cuando llega cerca de ese árbol lo llama por su nombre: 'Zaqueo, baja rápido, porque hoy voy a detenerme en tu casa”. Aquel hombre pequeño de estatura, rechazado por todos y distante de Jesús está como perdido en el anonimato. Pero Jesús lo llama y aquel nombre, Zaqueo, en el idioma de aquel tiempo tiene un hermoso significado lleno de alusiones. Zaqueo de hecho significa: Dios recuerda.
Y Jesús va a la casa de Zaqueo, suscitando las críticas de toda la gente de Jericó: porque también en aquel tiempo de habladurías había tanto. Y la gente decía: ¿pero cómo, con toda la buena gente que hay en la ciudad va a quedarse nada menos que a lo de aquel publicano? Sí, porque él estaba perdido y Jesús dice: 'Hoy en esta casa vino la salvación, porque también él es hijo de Abrahán'. En la casa de Zaqueo aquel día entró la alegría, entró la paz, entró la salvación, entró Jesús.
No hay profesión ni condición social, no hay pecado o crimen de cualquier tipo que sea, que pueda borrar de la memoria y del corazón de Dios uno solo de sus hijos. Dios recuerda, siempre, no se olvida de nadie de los que ha creado; él es padre, siempre a la espera vigilante y amorosa con el deseo ver renacer en el corazón del hijo el deseo de volver a casa. Y cuando reconoce aquel deseo, aunque fuera solamente dado a entender, y tantas veces casi inconsciente, le está a su lado y con su perdón vuelve más leve el camino de la conversión y del regreso.
Miremos a Zaqueo hoy en el árbol, ridículo, pero es un gesto de salvación, pero yo te digo a ti, si tú tienes un peso sobre tu consciencia, si tú tienes vergüenza de tantas cosas que has cometido, detente un poco, no te asustes, piensa que alguien te espera porque nunca ha dejado de acordarse de ti, de recordarte, y ese es tu padre Dios. Trépate, como ha hecho Zaqueo, sube sobre el árbol del deseo de ser transformado. Yo les aseguro que que no serán desilusionados.
Jesús, es misericordioso y nunca se cansa de perdonarnos. Así es Jesús.
Queridos hermanos y hermanas, dejemos nosotros también que Jesús nos llame por nuestro nombre. En lo profundo de nuestro corazón escuchemos su voz que nos dice: 'Hoy tengo que quedarme en tu casa', yo quiero detenerme en tu casa, en tu corazón, o sea en tu vida. Recibámoslo con alegría. El puede cambiarnos, puede transformar nuestro corazón de piedra en corazón de carne. Puede liberarnos del egoísmo y hacer de nuestra vida un dono de amor. Jesús puede hacerlo, déjate mirar por Jesús.
 03.11.13




Francisco: las llagas de Jesús nos hacen sentir su misericordia
Homilía del papa en la misa en el Vaticano por los obispos y cardenales difuntos
Por Redacción
CIUDAD DEL VATICANO, 04 de noviembre de 2013 (Zenit.org) - El santo padre ha celebrado esta mañana, en la cátedra de la basílica vaticana, la tradicional celebración eucarística por los cardenales y obispos fallecidos durante este año.
Durante la homilía, Francisco ha hecho referencia a las palabras de san Pablo de la lectura de hoy, "porque tengo la certeza de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor".
Sobre estas palabras, el santo padre ha comentado que "el apóstol presenta el amor de Dios como el motivo más profundo, invencible, de la confianza y de la esperanza cristianas". Y ha añadido que Pablo "afirma con seguridad que si también toda nuestra existencia está rodeada de amenazas, nada podrá separarnos nunca del amor que Cristo ganó por nosotros, donándose totalmente".
E incluso, ha recordado Francisco "las potencias demoníacas, hostiles al hombre, resultan impotentes frente a la íntima unión de amor entre Jesús y quien lo acoge con fe". Y esta realidad de amor fiel, ha afirmado el papa, nos ayuda a afrontar con serenidad y fuerza el camino de cada día.
El pecado del hombre es lo único que puede interrumpir está unión, "pero también en este caso Dios lo buscará siempre, lo perseguirá para restablecer con él una unión que perdura incluso después de la muerte, es más, un unión que en el encuentro final con el Padre alcanza el culmen", ha explicado el santo padre.
Así también ha mencionado la pregunta que muchos nos hacemos frente a la muerte de un ser querido, "¿qué será de su vida, de su trabajo, de su servicio a la Iglesia?" La respuesta está en el libro de la Sabiduría, ha indicado Francisco: "¡están en las manos de Dios! La mano es signo de acogida y de protección, es signo de una relación personal de respeto y de fidelidad: dar la mano, estrechar la mano".  Por eso, el santo padre ha afirmado que estos obispos y cardenales que hoy recordamos, que han dedicado su vida al servicio de Dios y de los hermanos "están en las manos de Dios".
El obispo de Roma ha proseguido indicando que "también los pecados, nuestros pecados están en las manos de Dios, esas manos son misericordiosas, manos 'heridas' de amor. No es casualidad que Jesús haya querido conservar las llagas de sus manos para hacernos sentir su misericordia".
Y esta realidad, llena de esperanza, es la perspectiva de la resurrección final, de la vida eterna, a la cual están destinados los 'justos', los que acogen la Palabra de Dios y son dóciles a su Espíritu, ha indicado el santo padre.
Las últimas palabras de la homilía, Francisco las ha dedicado nuevamente al recuerdos de los obispos y cardenales difuntos, "hombres dedicados a su vocación y a su servicio a la Iglesia, que han amado como se ama a una esposa". Y ha pedido para que el Señor les acoja en su reino de luz y de paz.
05.11.13