28 de febr. 2018

PAPA QUARESMA MARÇ


Audiencia General – 28 febrero 2018

10ª catequesis del Papa Francisco sobre la Santa Misa

(28 feb. 2018).-“Nuestra ofrenda es poca cosa, pero Cristo necesita de este poco”, ha asegurado el Papa Francisco. “Nos pide poco, el Señor, y nos da tanto”.
El Papa Francisco ha retomado hoy la celebración de la Audiencia General, tras un breve periodo de ejercicios espirituales con los sacerdotes de la Curia Romana, en la localidad de Ariccia.
En la mañana del miércoles, 28 de febrero de 2018, el Papa ha ofrecido una catequesis sobre la liturgia eucarística, es decir, la preparación de los dones y la oración de la ofrenda. Se trata de la 10ª catequesis que el Santo Padre dedica a la Santa Misa en la Audiencia General.
En los signos del pan y del vino el pueblo fiel pone la propia ofrenda en las manos del sacerdote, el cual la depone en el altar o mesa del Señor, `que es el centro de toda la Liturgia Eucarística´”, ha indicado Francisco.
El Papa ha señalado que al primer gesto de Jesús: «tomó el pan y el cáliz del vino», corresponde la preparación de los dones –es la primera parte de la Liturgia eucarística–.
Para este momento, el Santo Padre ha aclarado que está bien que sean los fieles los que presenten el pan y el vino, porque “estos representan la ofrenda espiritual de la Iglesia ahí recogida para la eucaristía”.
Sacrificio agradable a Dios
En el «fruto de la tierra y del trabajo del hombre», se ofrece por tanto el compromiso de los fieles a hacer de sí mismos, obedientes a la divina Palabra, «sacrificio agradable a Dios, Padre todopoderoso», «por el bien de toda su santa Iglesia».
El Papa sugiere que podemos pensar que “nuestra ofrenda es poca cosa, pero Cristo necesita de este poco”, asegura. “Nos pide poco, el Señor, y nos da tanto”. “Nos pide, en la vida ordinaria, buena voluntad; nos pide corazón abierto; nos pide ganas de ser mejores para acogerle a Él que se ofrece a sí mismo a nosotros en la eucaristía”.
Catequesis del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Continuamos con la catequesis sobre la santa misa. En la liturgia de la Palabra —sobre la que me he detenido en las pasadas catequesis— sigue otra parte constitutiva de la misa, que es la liturgia eucarística. En ella, a través de los santos signos, la Iglesia hace continuamente presente el Sacrificio de la nueva alianza sellada por Jesús sobre el altar de la Cruz (cf. Concilio Vaticano II, Const. Sacrosanctum Concilium, 47). Fue el primer altar cristiano, el de la Cruz, y cuando nosotros nos acercamos al altar para celebrar la misa, nuestra memoria va al altar de la Cruz, donde se hizo el primer sacrificio. El sacerdote, que en la misa representa a Cristo, cumple lo que el Señor mismo hizo y confió a los discípulos en la Última Cena: tomó el pan y el cáliz, dio gracias, los pasó a sus discípulos diciendo: «Tomad, comed… bebed: esto es mi cuerpo… este es el cáliz de mi sangre. Haced esto en memoria mía».
Obediente al mandamiento de Jesús, la Iglesia ha dispuesto en la liturgia eucarística el momento que corresponde a las palabras y a los gestos cumplidos por Él en la vigilia de su Pasión. Así, en la preparación de los dones. son llevados al altar el pan y el vino, es decir los elementos que Cristo tomó en sus manos. En la Oración eucarística damos gracias a Dios por la obra de la redención y las ofrendas se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo. Siguen la fracción del Pan y la Comunión, mediante la cual revivimos la experiencia de los Apóstoles que recibieron los dones eucarísticos de las manos de Cristo mismo (cf. Instrucción General del Misal Romano, 72).
Al primer gesto de Jesús: «tomó el pan y el cáliz del vino», corresponde por tanto la preparación de los dones. Es la primera parte de la Liturgia eucarística. Está bien que sean los fieles los que presenten el pan y el vino, porque estos representan la ofrenda espiritual de la Iglesia ahí recogida para la eucaristía. Es bonito que sean los propios fieles los que llevan al altar el pan y el vino. Aunque hoy «los fieles ya no traigan, de los suyos, el pan y el vino destinados para la liturgia, como se hacía antiguamente, sin embargo el rito de presentarlos conserva su fuerza y su significado espiritual» (ibíd., 73). Y al respecto es significativo que, al ordenar un nuevo presbítero, el obispo, cuando le entrega el pan y el vino dice: «Recibe las ofrendas del pueblo santo para el sacrificio eucarístico» (Pontifical Romano – Ordenación de los obispos, de los presbíteros y de los diáconos). ¡El Pueblo de Dios que lleva la ofrenda, el pan y el vino, la gran ofrenda para la misa! Por tanto, en los signos del pan y del vino el pueblo fiel pone la propia ofrenda en las manos del sacerdote, el cual la depone en el altar o mesa del Señor, «que es el centro de toda la Liturgia Eucarística» (igmr, 73).
Es decir, el centro de la misa es el altar, y el altar es Cristo; siempre es necesario mirar el altar que es el centro de la misa. En el «fruto de la tierra y del trabajo del hombre», se ofrece por tanto el compromiso de los fieles a hacer de sí mismos, obedientes a la divina Palabra, «sacrificio agradable a Dios, Padre todopoderoso», «por el bien de toda su santa Iglesia». Así «la vida de los fieles, su alabanza, su sufrimiento, su oración y su trabajo se unen a los de Cristo y a su total ofrenda, y adquieren así un valor nuevo» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1368).
Ciertamente, nuestra ofrenda es poca cosa, pero Cristo necesita de este poco. Nos pide poco, el Señor, y nos da tanto. Nos pide poco. Nos pide, en la vida ordinaria, buena voluntad; nos pide corazón abierto; nos pide ganas de ser mejores para acogerle a Él que se ofrece a sí mismo a nosotros en la eucaristía; nos pide estas ofrendas simbólicas que después se convertirán en su cuerpo y su sangre. Una imagen de este movimiento oblativo de oración se representa en el incienso que, consumido en el fuego, libera un humo perfumado que sube hacia lo alto: incensar las ofrendas, como se hace en los días de fiesta, incensar la cruz, el altar, el sacerdote y el pueblo sacerdotal manifiesta visiblemente el vínculo del ofertorio que une todas estas realidades al sacrificio de Cristo (cf. igmr, 75). Y no olvidar: está el altar que es Cristo, pero siempre en referencia al primer altar que es la Cruz, y sobre el altar que es Cristo llevamos lo poco de nuestros dones, el pan y el vino que después se convertirán en el tanto: Jesús mismo que se da a nosotros.
Y todo esto es cuanto expresa también la oración sobre las ofrendas. En ella el sacerdote pide a Dios aceptar los dones que la Iglesia les ofrece, invocando el fruto del admirable intercambio entre nuestra pobreza y su riqueza. En el pan y  el vino le presentamos la ofrenda de nuestra vida, para que sea transformada por el Espíritu Santo en el sacrificio de Cristo y se convierta con Él en una sola ofrenda espiritual agradable al Padre. Mientras se concluye así la preparación de los dones, nos dispones a la Oración eucarística (cf. ibíd., 77).
Que la espiritualidad del don de sí, que este momento de la misa nos enseña, pueda iluminar nuestras jornadas, las relaciones con los otros, las cosas que hacemos, los sufrimientos que encontramos, ayudándonos a construir la ciudad terrena a la luz del Evangelio.      
01.03.18





Carta ‘Placuit Deo’: “Recibimos la salvación traída por Jesús en la Iglesia”

Presentación del documento sobre la salvación cristiana

(1 marzo 2018).- La Carta Placuit Deo de la Congregación para la Doctrina de la Fese ha presentado a las 11 horas en la Oficina de Prensa de la Santa Sede.
Se trata de una documento escrito a los obispos de la Iglesia Católica, y más en general, a todos los fieles, sobre algunos aspectos de la salvación cristiana que “hoy pueden ser difíciles de comprender debido a las recientes transformaciones culturales”, señalan en el texto. (Leer la Carta)
Han presentado la Carta Mons. Luis F. Ladaria Ferrer, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y Mons. Giacomo Morandi, Secretario de la misma congregación.
Por su parte, Mons. Ladaria Ferrer ha reflexionado sobre cuáles son estas transformaciones culturales que ofuscan la confesión de la fe cristiana, que proclama a Jesús como el único y universal Salvador.
Pelagianismo” y “gnosticimo”
En este sentido, el Prefecto ha apuntado que el Papa Francisco, en su Magisterio ordinario, a menudo se refiere a dos tendencias que se asemejan, en algunos aspectos, a dos antiguas herejías, el “pelagianismo” y el “gnosticismo”.
Por el “neo-pelagianismo”, el individuo, radicalmente autónomo, pretende salvarse a sí mismo, sin reconocer que depende, en lo más profundo de su ser, de Dios y de los demás, mientras que el “neo-gnosticismo” presenta una salvación meramente interior, encerrada en el subjetivismo, que consiste en elevarse «con el intelecto hasta los misterios de la divinidad desconocida».
Unión con Cristo
Esta Carta quiere abordar estas tendencias reduccionistas que amenazan el cristianismo actual y “reafirmar que la salvación, de acuerdo con el plan de la alianza del Padre, consiste en nuestra unión con Cristo”, ha aclarado Mons. Ladaria.
¿La salvación interesa todavía hoy al hombre?”, ha cuestionado el Arzobispo Ladaria. “Sí, nuestra experiencia nos enseña que cada hombre está en búsqueda de la realización y la felicidad propias”, así como la búsqueda de la salud física, del bienestar económico, de la paz interior, de una convivencia serena.
Satisfacer al hombre
La fe en Cristo nos enseña –ha indicado el Prefecto– rechazando cualquier pretensión de autorrealización neo-pelagiana mediante la posesión, el poder, la ciencia o la técnica, que nada de lo creado puede satisfacer al hombre por completo, porque “Dios nos ha destinado a la comunión con Él y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en Él”, como escribe San Agustín.
Respecto a las antiguas doctrinas gnósticas, la salvación que la fe nos anuncia “no concierne solo a nuestra interioridad, sino a nuestro ser integral”: Es la persona completa, de hecho, en cuerpo y alma, que ha sido creada por el amor de Dios a su imagen y semejanza, y está llamada a vivir en comunión con Él, ha anunciado Mons. Ladaria.
Cristo es el Camino
La gran novedad de Cristo Salvador –ha proclamado el Arzobispo– es que Jesús Salvador “no se ha limitado a mostrarnos el camino para encontrar a Dios (…). Cristo, más bien, para abrirnos la puerta de la liberación, se ha convertido Él mismo en el camino”.
Dónde recibir la salvación
¿Dónde y cómo podemos recibir esta salvación?”, ha formulado Mons. Giacomo Morandi, Secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en la presentación de la Carta Placuit Deo.
El lugar donde recibimos la salvación traída por Jesús “es la Iglesia, comunidad de aquellos que, habiendo sido incorporados al nuevo orden de relaciones inaugurado por Cristo, pueden recibir la plenitud del Espíritu de Cristo”.
La participación, en la Iglesia, al nuevo orden de relaciones inaugurado por Jesús sucede a través de los sacramentos, entre los cuales el bautismo es la puerta, y la Eucaristía, la fuente y cumbre”, ha aclarado el Secretario Morandi.       
02.03.18


Visita sorpresa del Papa a un hogar de mujeres detenidas con hijos

La ‘Casa de Leda’ en el barrio EUR, en Roma

(2 marzo 2018).- El Papa Francisco visitó hoy, a las 4 de la tarde, la ‘Casa de Leda’, en el barrio EUR, de Roma, acompañado por Mons. Rino Fisichella, Presidente del Consejo para la Nueva Evangelización.
Lo hizo sin previo aviso, como suele hacer algunos viernes, dentro de la iniciativa conocida como los ‘Viernes de Misericordia’.
Se trata de una residencia que hospeda un hogar protegido, para mujeres detenidas, con hijos menores. La estructura que está a cargo, desde marzo de 2017, de la cooperativa social ‘Cecilia Onlus’, acoge a madres detenidas por crímenes menores, a las que se les reconoce la capacidad parental, por lo que pueden proseguir su periodo de detención, con sus hijos en este hogar de acogida, informa ‘Vatican News’.
Actualmente viven en este hogar cinco jóvenes mamás, entre los 25 y 30 años de edad, con sus niños. Algunas de etnia romaní, una egipcia y una italiana.
Al llegar a la residencia, el Papa fue recibido con “estupor” por las mamás, por los pequeños y por el personal, que en esos momentos se encontraba de turno, en su servicio, señala el portal del Vaticano.
Merienda con los niños
El Papa Francisco conversó con las mamás y con las personas que prestan su servicio en el hogar y jugó con los pequeños, ofreciendo como regalo grandes huevos de pascua, que los niños recibieron con mucha alegría, invitándolo a merendar con ellos.
Al final de la visita, Francisco dejó algunos presentes a las jóvenes mamás, entre los cuales, un pergamino firmado en recuerdo de su visita. A las cinco de la tarde, emprendió su regreso a la Casa de Santa Marta, en el Vaticano, indica la plataforma ‘Vatican News’.
Las madres, por su parte, entregarle al Papa un pequeño regalo, producto de las diversas actividades que desarrollan en el mencionado hogar. Al tiempo que le presentaron la espléndida oportunidad que se les brinda de poder crecer a sus hijos, a pesar de tantas dificultades.
Mamás en reinserción
En efecto, la permanencia en esta estructura permite a las mamás acompañar a sus pequeños a la escuela, así como ir a recogerlos, además de desarrollar actividades útiles para aprender a algún oficio, de cara a una reinserción en el mundo del trabajo y en la sociedad.
Este tipo de estructura es la primera en Italia y hasta el momento la única con estas características. El responsable, Doctor Lillo Di Mauro, presentó al Papa los esfuerzos cumplidos para realizar esa estructura, con la importancia de restituir a la sociedad un espacio recalificado, y, al mismo tiempo, desarrollar un proyecto de civilización y de gran humanidad.      
 03.03.18


Ángelus “Un grave peligro”

« La tentación de aprovechar de actividades buenas para cultivar intereses privados o ilícitos ”

(4 marzo de 2017).- “Jesús ha utilizado esta vez `maneras fuertes´ para librarnos de este peligro mortal”, explica el papa Francisco.
El Papa ha comentado, antes del Ángelus de este tercer domingo de Cuaresma, 4 de marzo de 2018, el Evangelio de San Juan que cuenta la purificación del Templo de Jerusalen: Jesús echó a los mercaderes del Templo.
Unas 20.000 personas estaban reunidas en la Plaza San Pedro, según las cifras de la Gendarmería del Vaticano.
Este “grave” peligro “extremo”, o “mortal” dice el Papa, es “el peligro de hacer de nuestra alma, que es la morada de Dios, un lugar de mercado, viviendo en la búsqueda continua de nuestro provecho en lugar de en un amor solidario y generoso”.
El Papa precisa: “Esta enseñanza de Jesús es siempre actual, no solamente para las comunidades eclesiales, sino también para los individuos, para las comunidades civiles y para las sociedades. En efecto, es común la tentación de aprovecharse de las actividades buenas, a veces necesarias, para cultivar intereses privados, incluso ilícitos.
Entendemos que el Papa tiene un ejemplo ante los ojos, con la apertura, el 15 de marzo, del juicio de dos ex funcionarios responsables del Instituto Financiero del Vaticano por malversación de fondos y blanqueo de dinero.
Después del Ángelus, el Papa ha saludado a diferentes grupos, de jóvenes italianos que se preparan para el sacramento de la Confirmación.
Palabras del Papa Francisco.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de hoy presenta, en la versión de Juan el episodio en el que Jesús echaba a los vendedores del templo de Jerusalén (Jn 2, 13-25) Él realizó este gesto ayudándose con un látigo de cuerdas, volcó las mesas y dijo: “no conviertan en un mercado la casa de mi Padre” (v. 16). Esta acción decisiva, llevada a cabo al acercarse la Pascua, suscitó gran impresión en la muchedumbre y despertó la hostilidad de las autoridades religiosas y de aquellos que se sintieron amenazados por sus intereses económicos. Pero ¿Cómo debemos interpretarlo? Ciertamente no era una reacción violenta, por lo que no provocó la intervención de los representantes del orden público, la policía. ¡No! Pero fue entendida como una acción típica de los profetas, quienes con frecuencia denunciaban en nombre de Dios, abusos y excesos. La cuestión que se planteó era la de la autoridad. De hecho, los judíos le preguntaron a Jesús ¿Qué signos nos muestras para obrar así? (v.18), es decir ¿Qué autoridad tienes para hacer esto? Como pidiéndole la demostración de que él obraba verdaderamente en nombre de Dios.
Para interpretar el gesto de Jesús para purificar la casa de Dios, sus discípulos se sirvieron de un texto bíblico tomado del Salmo 69: “El celo por tu casa me consumirá”, (v.17). El salmo dice esto: “El celo por tu casa me devorará”, este salmo es una invocación de ayuda en una situación de un peligro extremo a causa del odio de los enemigos: una situación que Jesús vivirá en su pasión. El celo por el Padre y por su casa lo llevará hasta la cruz, el suyo es el celo del amor que conduce al sacrificio de sí mismo, no ese falso (celo) que pretende servir a Dios mediante la violencia. En efecto, el “signo” que Jesús dará como prueba de su autoridad será precisamente su muerte y resurrección “Destruid este templo, dice, y en tres días lo levantaré” (v.19). Y el evangelista señala: “Él hablaba del templo de su cuerpo” (v.21). Con la Pascua de Jesús un culto nuevo comienza, el culto del amor, y un templo nuevo que es Él mismo.
La actitud de Jesús relatada en el pasaje evangélico de hoy, nos exhorta a vivir nuestra vida no en la búsqueda de nuestros beneficios e intereses, sino por la gloria de Dios que es el amor. Estamos llamados a tener siempre presentes estas palabras fuertes de Jesús.
No hagáis de la casa de mi Padre un mercado” (v. 26), es muy feo cuando la Iglesia se pone en esta actitud de hacer de la casa de Dios un mercado. Estas palabras nos ayudan a rechazar el peligro de hacer de nuestra alma, que es morada de Dios, un lugar de mercado viviendo en la búsqueda continua de nuestro interés en lugar del amor generoso y solidario. Esta enseñanza de Jesús es siempre actual, no solo para las comunidades eclesiales, sino también para los individuos; para las comunidades civiles y para la sociedad. En efecto, es común la tentación de aprovecharse de las actividades buenas, a veces necesarias, para cultivar intereses privados, incluso ilícitos. Es un grave peligro, especialmente cuando se instrumentaliza a Dios y al culto debido a Él o al servicio al hombre y su imagen. Por eso Jesús usa a veces modos bruscos para sacudir de este peligro mortal.
Que la Virgen María nos sostenga en nuestro compromiso para hacer de la Cuaresma una buena ocasión de reconocer a Dios como el único Señor de nuestra vida, y quitando de nuestro corazón y de nuestras obras toda forma de idolatría.
Palabras del Papa Francisco después del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas:
Os saludo a todos, venidos de Roma, de Italia y de diferentes países, en particular a los peregrinos de las diócesis de Granada, Málaga y Córdoba en España.
Saludo a los numerosos grupos parroquiales, los fieles venidos de Spinaceto, Milán y Nápoles, lo mismo que a los jóvenes de Azzano Mella y a los confirmandos de la diócesis de Vicence, a los que animo a testimoniar con la alegría del Evangelio, sobre todo entre los suyos.
Os deseo a todos un buen domingo. Y por favor no os olvidéis de orar por mi. ¡Buen provecho y hasta luego!.   
 05.03.18




Santa Marta: Francisco llama a la conversión del pensamiento y de las obras

La religión y la fe no son “un espectáculo”


(5 marzo 2018).- La religión y la fe no son “un espectáculo” –ha advertido el Papa Francisco–. “La Iglesia nos invita a reflexionar sobre la conversión del pensamiento, sobre su estilo y sobre la conversión de las obras y de los sentimientos”.
La homilía del Santo Padre en la Misa matutina, celebrada hoy en la capilla de Santa Marta, ha tratado en torno a la Primera Lectura dedicada a Naamán el Sirio y sobre el Evangelio de San Lucas en el que Jesús explica que ningún profeta es aceptado en su propia patria.
Conversión de las obras
En tiempo de Cuaresma –ha indicado el Papa–, “la Iglesia nos dice que debemos convertir nuestras obras, y nos habla del ayuno, de la limosna, de la penitencia: es una conversión de las obras. Hacer obras nuevas, obras con estilo cristiano, ese estilo que proviene de las Bienaventuranzas, en Mateo 25: hacer esto”.
El Pontífice ha lanzado una reflexión a los fieles: “¿Yo pienso con un estilo cristiano o con un estilo pagano?”. La Iglesia llama a una conversión de las obras; conversión de los sentimientos; “y hoy nos habla de la ‘conversión del pensamiento’: no de lo que pensamos, sino de cómo pensamos, del estilo de pensamiento”, ha dicho el Papa invitando a pensar en la Parábola del Buen Samaritano: “convertirse a la compasión”.
La fe no es un espectáculo: es la Palabra de Dios y el Espíritu Santo que obra en los corazones”, ha señalado el Obispo de Roma esta mañana.
Pedir la “gracia de la conversión”
A propósito del episodio de Naamán el Sirio, enfermo de lepra, el Papa recordó que “va a ver a Eliseo para ser curado”, quien le aconseja que se bañe siete veces en el Jordán. Pero él piensa, en cambio, que los ríos de Damasco son mejores que las aguas de Israel. “Se enoja, se irrita y quiere volver sin hacerlo” — ha recordado Francisco– porque  “este hombre esperaba el espectáculo”. Pero el estilo de Dios –añadió el Pontífice– es otro: “Cura de otro modo”.
El Papa ha advertido de que se puede rezar “todo el Credo, también todos los dogmas de la Iglesia”, pero si no se hace “con el espíritu cristiano”, no sirve “para nada”.
Así, el Santo Padre ha animado a preguntarnos “¿Con qué espíritu pienso yo?”, y “ver si yo pienso verdaderamente con el espíritu de Dios”, ha dicho. Francisco ha exhortado a pedir la gracia de discernir cuándo pienso con el espíritu del mundo y cuándo pienso con el espíritu de Dios, y pedir la gracia de la conversión del pensamiento.         
06.03.18



Dios siempre nos perdona si nosotros perdonamos a los demás”

Reflexión del Papa en la Misa celebrada esta mañana

(6 marzo 2018).- “Dios siempre nos perdona si reconocemos nuestros errores y si también nosotros perdonamos a los demás” , ha recordado el Santo Padre.
En su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta, Francisco advirtió ante el peligro del rencor que anida en nuestro corazón y ante el peligro de dejarse esclavizar por el odio.
La acusación de nosotros mismos es el primer paso hacia el perdón”, ha destacado el Papa, al reflexionar sobre la Primera Lectura, tomada del Libro del profeta Daniel se relata acerca de Azarías que, arrojado al horno ardiente por no haber renegado al Señor, no se lamenta con Dios por el trato padecido, no le reprocha reivindicando su fidelidad, sino que sigue profesando la grandeza de Dios y va a la raíz del mal diciendo: “Tú nos has salvado siempre, pero lamentablemente hemos pecado”. Se acusa a sí mismo y a su pueblo.
Acusarse a sí mismos es parte de la sabiduría cristiana; no, acusar a los demás, no… A sí mismos. Yo he pecado” –ha explicado el Santo Padre. “Y cuando nosotros nos acercamos al sacramento de la penitencia tener esto presente: Dios grande que nos ha dado tantas cosas y, lamentablemente, yo he pecado, yo he ofendido al Señor y pido la salvación”.
Su amor lo cubre”
El Señor recibe un corazón “contrito” –ha señalado el Papa– porque es como el de Azarías: ‘No hay decepción para quienes confían en Ti’, un corazón contrito que dice la verdad al Señor: ‘Yo he hecho esto, Señor. He pecado contra Ti’. El Señor le tapa la boca, como el papá al hijo pródigo; no lo deja hablar. Su amor lo cubre. Perdona todo”.
En este sentido, Francisco ha animado a “no tener vergüenza de decir los propios pecados porque es el Señor quien nos justifica perdonándonos, no una vez, sino siempre”.
Una sola condición
Así, el Papa ha indicado una sola condición: “El perdón de Dios nos llega con fuerza con la condición de que nosotros perdonemos a los demás. Y esto no es fácil, porque el rencor anida en nuestro corazón y siempre está esa amargura. Tantas veces llevamos con nosotros el elenco de las cosas que me han hecho: ‘Y ese me ha hecho esto, me ha hecho esto, me ha hecho esto’…”.
El Pontífice concluyó la homilía advirtiendo dos cosas que ayudarán a comprender el camino del perdón: ‘Tú eres grande Señor, lamentablemente he pecado’ y: ‘Sí, te perdono, setenta veces siete, con la condición de que tú perdones a los demás’”.       
07.03.18



Audiencia General, 7 marzo 2018

Catequesis dedicada a la Plegaria Eucarística

(7 marzo 2018).- En la Plegaria Eucarística, la Iglesia “expresa lo que cumple cuándo celebra la Eucaristía y el motivo por el que la celebra, es decir hacer comunión con Cristo realmente presente en el pan y en el vino consagrados”, ha recordado el Papa. Esta mañana, 7 de marzo de 2018, se ha celebrado la Audiencia General a las 9:30 horas, en el Aula Pablo VI, donde el Santo Padre Francisco ha encontrado grupos de peregrinos y fieles de Italia y de todo el mundo.
Los fieles y peregrinos que no cupieron en el Aula Pablo VI siguieron la audiencia desde la basílica de San Pedro, donde el Papa fue al final para saludarlos.
El Santo Padre, prosiguiendo la catequesis sobre la santa misa y en el ámbito de la Liturgia Eucarística ha hablado hoy de la Oración Eucarística (cfr. Corintios 11, 23-25).
24 horas para el Señor”
Tras resumir su discurso en diversas lenguas, el Santo Padre ha saludado en particular a los grupos de fieles presentes y, a continuación, ha lanzado un llamamiento por la iniciativa “24 horas para el Señor” y para los Juegos Paralímpicos Invernales de PyeongChang.
Como cada miércoles, la audiencia general ha terminado con el canto del Pater Noster  y la bendición apostólica del Pontífice.
Catequesis del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Continuamos la catequesis sobre la santa misa y con esta catequesis nos centramos en la Plegaria Eucarística. Cuando finaliza el rito de la presentación del pan y del vino comienza la Plegaria Eucarística que califica la celebración de la Misa y constituye su momento central, ordenado a la santa Comunión. Corresponde a lo que hizo el mismo Jesús en la mesa con los apóstoles en la Última Cena, cuando “dio gracias” sobre el pan y luego sobre la copa de vino (cf. Mt 26,27; Mc 14:23; Lc 22,17.19; 1 Cor11,24): su acción de gracias revive en cada Eucaristía nuestra, asociándonos con su sacrificio de salvación.
Y en esta solemne plegaria – la plegaria eucarística es solemne – la Iglesia expresa lo que cumple cuándo celebra la Eucaristía y el motivo por el que la celebra, es decir hacer comunión con Cristo realmente presente en el pan y en el vino consagrados. Después de invitar al pueblo a elevar sus corazones al Señor y a darle  gracias, el sacerdote pronuncia la Plegaria en voz alta, en nombre de todos los presentes, dirigiéndose al Padre a través de Jesucristo en el Espíritu Santo. “El sentido de esta oración es que toda la asamblea de los fieles se una con Cristo en la confesión de las maravillas de Dios y en la ofrenda del sacrificio”. (Instrucción General del Misal Romano, 78). Y para unirse debe comprenderlo. Por esta razón, la Iglesia ha querido celebrar la misa en la lengua que la gente entiende, para que todos puedan unirse a esta alabanza y a esta gran plegaria  con el sacerdote. En verdad, “el sacrificio de Cristo y el sacrificio de la Eucaristía son un único sacrificio” (Catecismo de la Iglesia Católica, 1367).
En el Misal hay varias fórmulas de Plegaria eucarística, todas constituidas por elementos característicos, que quisiera ahora recordar (ver IGMR, 79; CCC, 1352-1354). Todas son hermosas. Ante todo está el Prefacio, que es una acción de gracias por los dones de Dios, especialmente por haber enviado  a su Hijo como Salvador. El Prefacio termina con la aclamación del “Santo”, normalmente cantado. Es hermoso cantar el “Santo”: “Santo, Santo, Santo es el Señor”. Es bonito cantarlo. Toda la asamblea une su propia voz con la de los ángeles y los santos para alabar y glorificar a Dios. Luego está la invocación del Espíritu, para que con su potencia consagre el pan y el vino. Invocamos al Espíritu para que venga y en el pan y en el vino esté Jesús. La acción del Espíritu Santo y la eficacia de las mismas palabras de Cristo pronunciadas por el sacerdote, hacen realmente presente, bajo las especies del pan y del vino, su Cuerpo y su Sangre, su sacrificio ofrecido en la cruz una vez por todas (Cf. CCC, 1375). Jesús fue muy claro en esto. Hemos escuchado cómo San Pablo al principio dice las palabras de Jesús: “Este es mi cuerpo, esta es mi sangre”. “Esta es mi sangre, este es mi cuerpo”. Es el mismo Jesús quien dijo esto. No debemos pensar cosas raras: “Pero, ¿cómo algo que es …?”. Es el cuerpo de Jesús: ¡Ya está!. La fe: la fe viene en nuestra ayuda; con un acto de fe creemos que es el cuerpo y la sangre de Jesús. Es el “misterio de la fe”, como decimos después de la consagración. El sacerdote dice: “Misterio de la fe” y respondemos con una aclamación. Celebrando el memorial de la muerte y resurrección del Señor, a la espera de su retorno glorioso, la Iglesia ofrece al Padre el sacrificio que reconcilia el cielo y la tierra: ofrece el sacrificio pascual de Cristo, ofreciéndose con Él y pidiendo, a través del Espíritu Santo, que nos convirtamos “en Cristo en un solo cuerpo y un sólo espíritu” (Pleg. Euc.  III, véase Sacrosanctum Concilium, 48, OGMR, 79f). La Iglesia quiere unirnos a Cristo y convertirnos con el Señor  en un solo cuerpo y un solo espíritu. Esta es la gracia y el fruto de la Comunión sacramental: nos nutrimos con el Cuerpo de Cristo para convertirnos, nosotros que lo comemos, en su Cuerpo viviente hoy en el mundo. Misterio de comunión es éste;  la Iglesia se une a la ofrenda de Cristo, y a su intercesión, y así se entiende que, “en las catacumbas, la Iglesia es con frecuencia representada como una mujer en oración, los brazos extendidos en actitud de orante. Como Cristo que extendió los brazos sobre la cruz, por él, con él y en él, la Iglesia se ofrece e intercede por todos los hombres. “(CCC, 1368). La Iglesia que reza, que ora. Es bueno pensar que la Iglesia reza, ora. Hay un pasaje en el Libro de los Hechos de los Apóstoles que dice que cuando Pedro estaba en prisión, la comunidad cristiana: “Oraba incesantemente por él”. La Iglesia que reza, la Iglesia orante. Y cuando vamos a Misa es para hacer esto: ser una Iglesia orante.
La Plegaria eucarística pide a Dios que reúna a todos sus hijos en la perfección del amor en unión con el Papa y el obispo, mencionados por su nombre, una señal de que celebramos en comunión con la Iglesia universal y con la Iglesia particular. La súplica, como la ofrenda, se presenta a Dios por todos los miembros de la Iglesia, vivos y muertos, en la bendita esperanza de compartir la herencia eterna del cielo, con la Virgen María (cf CCC, 1369-1371). Ninguno y nada son olvidados en la Plegaria eucarística, sino que todo se reconduce a Dios, como lo recuerda la doxología que la concluye. Ninguno es olvidado. Y si tengo alguna persona, parientes, amigos, que están necesitados o que han pasado de este mundo al otro, puedo nombrarlos en ese momento, interna y silenciosamente, o escribir para que se pronuncie su nombre. “Padre, ¿cuánto tengo que pagar para que digan ese nombre allí?” – “Nada”. ¿Lo habéis entendido? ¡Nada! La misa no se paga. La misa es el sacrificio de Cristo, que es gratuito. La redención es gratuita. Si quieres hacer una oferta, hazla, pero no se paga. Es importante entender esto.
Esta fórmula codificada de oración, tal vez nos suene algo lejana, -es verdad, es una fórmula antigua-, pero, si entendemos bien su significado, entonces seguramente participaremos mejor. De hecho, expresa todo lo que cumplimos en la celebración eucarística; y también nos enseña a cultivar tres actitudes que no tendrían que faltar nunca en los discípulos de Jesús. Las tres actitudes: la primera, aprender a “dar gracias siempre y en todo lugar “, y no sólo en algunas ocasiones, cuando todo va bien; la segunda, hacer de nuestra vida un don de amor, libre y gratuito; la tercera, construir la  comunión concreta, en la Iglesia y con todos. Por lo tanto, esta Plegaria  central de la Misa nos educa, poco a poco, para hacer de toda nuestra vida una “Eucaristía”, es decir, una acción de gracias.
08.03.18


Migración: El Papa llama a buscar “respuestas más adecuadas y eficaces”

Audiencia con la Comisión Internacional Católica para las Migraciones

(8 marzo 2018).- “El trabajo no está terminado. Juntos debemos alentar a los Estados a que concuerden las respuestas más adecuadas y eficaces a los desafíos de los fenómenos migratorios”, ha advertido el Papa Francisco.
A las 10 horas de esta mañana en la Sala Clementina, el Santo Padre ha recibido en audiencia a los miembros de la International Catholic Migration Commission (ICMC), con motivo de su Consejo Plenario, celebrado en Roma del 6 al 8 de marzo de 2018.
Después de las palabras del saludo del  cardenal John Njue, arzobispo de Nairobi y Presidente de la ICMC, el Papa dirigió a los presentes un discurso.
Compromisos concretos
Así, el Pontífice ha explicado que para liberar a los oprimidos, a los descartados y a los esclavos de hoy, es “esencial promover un diálogo abierto y sincero con los gobernantes, un diálogo que atesore la experiencia vivida, el sufrimiento y las aspiraciones de la gente, para llamar a cada una de sus responsabilidades”.
Los procesos iniciados por la comunidad internacional hacia un pacto global sobre los refugiados y otro para la migración segura, ordenada y regular representan una oportunidad ideal para lograr este diálogo, ha señalado el Papa.
Por ello, Francisco ha expresado que debemos esforzarnos por asegurar que las palabras –codificadas en los dos Pactos mencionados– “sean seguidas de compromisos concretos en nombre de la responsabilidad global y compartida”.
Discurso del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas:
Os doy la bienvenida con motivo del Consejo Plenario de la Comisión Católica Internacional de Migración. Agradezco cordialmente al presidente, el cardenal Njue – que tiene un gran sentido del humor – sus palabras de saludo y la breve síntesis de vuestros trabajos.
Al igual que San Juan Pablo II, haciéndose eco de las palabras del Beato Giovanni Battista Montini, quiero reiterar que la causa de este organismo al que pertenecéis es la causa de Cristo mismo (cf. Discurso a los miembros de la ICMC 12 de noviembre 2001: EnseñanzasXXIV 2 [2001], 712). Esta realidad no ha cambiado con el tiempo, de hecho, el compromiso se ha fortalecido en vista de las condiciones inhumanas en las que se encuentran millones de hermanos y hermanas migrantes y refugiados en diferentes partes del mundo. Como ocurrió en los tiempos del pueblo de Israel, esclavo en Egipto, el Señor escucha su clamor y conoce sus sufrimientos (cf. Ex 3,7). La liberación de los míseros, de los oprimidos y de los perseguidos es una parte integral, hoy como ayer, de la misión que Dios ha confiado a la Iglesia. Y el trabajo de vuestra Comisión es una expresión tangible de este compromiso misionero. Muchas cosas han cambiado desde 1951, fecha de su fundación: las necesidades son cada vez más complejas; las herramientas para responder a ellas se han vuelto más sofisticadas; el servicio se ha ido haciendo gradualmente más profesional. Ninguno de estos cambios, sin embargo, ha logrado – gracias a Dios – disminuir la fidelidad de la Comisión a su misión. Gracias.
El Señor mandó a Moisés en medio de su pueblo oprimido para secar sus lágrimas y dar esperanza (cf. Ex 3,16-17). En más de 65 años de actividad, la Comisión se ha distinguido en la realización, en nombre de la Iglesia, de una obra poliédrica de asistencia a los migrantes y refugiados en las más variadas situaciones de vulnerabilidad. Las múltiples iniciativas adoptadas en los cinco continentes son formas ejemplares de los 4 verbos – sostener, proteger, promover e integrar – con los que quise hacer explícita la respuesta pastoral de la Iglesia frente a las migraciobes (cf. Mensaje para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado 2018 , 15 de agosto, 2017).
Espero que esta obra prosiga, animando a las Iglesias locales a afanarse por las personas que han sido forzadas a abandonar su patria y a convertirse, demasiado a menudo, en  víctimas de engaños, violencia y abusos de todo tipo. Gracias a la experiencia inestimable, acumulada durante tantos años de trabajo, la Comisión podrá prestar una asistencia calificada a las Conferencias Episcopales y a las diócesis que todavía están tratando de organizarse con el fin de responder mejor a este reto histórico.
¡Ahora, pues, ve! Yo te envío a Faraón. Para que saques a mi pueblo, los israelitas, de Egipto” (Éxodo 03:10). Así el Señor envió a Moisés a Faraón para convencerlo de que liberase a su pueblo. Para liberar a los oprimidos, a los descartados y a los esclavos de hoy, es esencial promover un diálogo abierto y sincero con los gobernantes, un diálogo que atesore la experiencia vivida, el sufrimiento y las aspiraciones de la gente, para llamar a cada una de sus responsabilidades. Los procesos iniciados por la comunidad internacional hacia un pacto global sobre los refugiados y otro para la migración segura, ordenada y regular representan una oportunidad ideal para lograr este diálogo. También en este sentido, la Comisión está a la vanguardia para ofrecer una contribución valiosa y competente con el fin de encontrar esas nuevas formas propuestas por la comunidad internacional para responder acertadamente a estos fenómenos que caracterizan nuestra época.
Y me alegro de que muchas de las Conferencias Episcopales aquí representadas estén caminando en esa dirección, en un propósito común que da testimonio ante el mundo entero de la solicitud pastoral de la Iglesia hacia nuestros hermanos y hermanas migrantes y refugiados.
El trabajo no está terminado. Juntos debemos alentar a los Estados a que concuerden las respuestas más adecuadas y eficaces a los desafíos de los fenómenos migratorios; y podemos hacerlo sobre la base de los principios fundamentales de la doctrina social de la Iglesia. También tenemos que esforzarnos por asegurar que las palabras – codificadas en los dos Pactos mencionados – sean seguidas de compromisos concretos en nombre de la responsabilidad global y compartida. Pero el compromiso de la Comisión va más allá. Pido al Espíritu Santo que continúe iluminando vuestra importante misión, manifestando el amor misericordioso de Dios a nuestros hermanos y hermanas migrantes y refugiados. Os aseguro mi cercanía y mi oración; y vosotros, os lo ruego, no os olvidéis de rezar por mí. Gracias.    
 09.03.18


Francisco: “Pidamos al Señor la grandeza de su amor, que borra todos nuestros pecados”

Homilía del Papa en la celebración penitencial

(9 marzo 2018).- “Pidamos al Señor la gracia de conocer la grandeza de su amor, que borra todos nuestros pecados”, ha exhortado el Papa Francisco. “Dejémonos purificar por el amor para reconocer el amor verdadero”.
El Papa Francisco ha presidido esta tarde, 9 de marzo de 2018, a las 17 horas, en la Basílica del Vaticano, la celebración penitencial con la que se ha iniciado la jornada “24 horas para el Señor”.
El pecado es una de las maneras con que nosotros nos alejamos de Él. Pero esto no significa que él se aleje de nosotros”, ha aclarado el Santo Padre.
Por ello, la condición de debilidad y confusión en la que el pecado nos sitúa, “constituye una razón más para que Dios permanezca cerca de nosotros”, ha matizado.
Su gracia continúa trabajando en nosotros –ha indicado Francisco– para fortalecer cada vez más la esperanza de que nunca seremos privados de su amor, a pesar de cualquier pecado que hayamos cometido, rechazando su presencia en nuestras vidas”
Homilia del Papa
Queridos hermanos y hermanas
Cuánta alegría y consuelo nos dan las palabras de san Juan que hemos escuchado: es tal el amor que Dios nos tiene, que nos hizo sus hijos, y, cuando podamos verlo cara a cara, descubriremos aún más la grandeza de su amor (cf. 1 Jn 3,1-10.19-22). No sólo eso. El amor de Dios es siempre más grande de lo que podemos imaginar, y se extiende incluso más allá de cualquier pecado que nuestra conciencia pueda reprocharnos. Es un amor que no conoce límites ni fronteras; no tiene esos obstáculos que nosotros, por el contrario, solemos poner a una persona, por temor a que nos quite nuestra libertad.
Sabemos que la condición de pecado tiene como consecuencia el alejamiento de Dios. De hecho, el pecado es una de las maneras con que nosotros nos alejamos de Él. Pero esto no significa que él se aleje de nosotros. La condición de debilidad y confusión en la que el pecado nos 
sitúa, constituye una razón más para que Dios permanezca cerca de nosotros. Esta certeza debe acompañarnos siempre en la vida. Las palabras del Apóstol son un motivo que impulsa a nuestro corazón a tener una fe inquebrantable en el amor del Padre: «En caso de que nos condene nuestro corazón, [pues] Dios es mayor que nuestro corazón» (v. 20).
Su gracia continúa trabajando en nosotros para fortalecer cada vez más la esperanza de que nunca seremos privados de su amor, a pesar de cualquier pecado que hayamos cometido, rechazando su presencia en nuestras vidas.
Esta esperanza es la que nos empuja a tomar conciencia de la desorientación que a menudo se apodera de nuestra vida, como le sucedió a Pedro, en el pasaje del Evangelio que hemos escuchado: «Y enseguida cantó un gallo. Pedro se acordó de aquellas palabras de Jesús: “Antes de que cante el gallo me negarás tres veces”. Y saliendo afuera, lloró amargamente» (Mt 26,74-75). El evangelista es extremadamente sobrio. El canto del gallo sorprende a un hombre que todavía está confundido, después recuerda las palabras de Jesús y por último se rompe el velo, y Pedro comienza a vislumbrar, a través de las lágrimas, que Dios se revela en ese Cristo abofeteado, insultado, renegado por él, pero que va a morir por él. Pedro, que habría querido morir por Jesús, comprende ahora que debe dejar que muera por él. Pedro quería enseñar a su Maestro, quería adelantársele, en cambio, es Jesús quien va a morir por Pedro; y esto Pedro no lo había entendido, no lo había querido entender.
Pedro se encuentra ahora con la caridad del Señor y entiende por fin que él lo ama y le pide que se deje amar. Pedro se da cuenta de que siempre se había negado a dejarse amar, se había negado a dejarse salvar plenamente por Jesús y, por lo tanto, no quería que Jesús lo amara por totalmente.
¡Qué difícil es dejarse amar verdaderamente! Siempre nos gustaría que algo de nosotros no esté obligado a la gratitud, cuando en realidad estamos en deuda por todo, porque Dios es el primero y nos salva completamente, con amor.
Pidamos ahora al Señor la gracia de conocer la grandeza de su amor, que borra todos nuestros pecados.
Dejémonos purificar por el amor para reconocer el amor verdadero.
10.03.18


¡Uno para todos, todos para uno!”: Red de oración por Francisco

En el 5º aniversario de su pontificado

(10 marzo 2018).- “¡Uno para todos, todos para uno!” – es el título de la acción de oración con motivo del 5º aniversario del pontificado de Francisco, que se tendrá lugar el próximo 13 de marzo de 2018. “Los animo a unirse a esta cadena de oración”, dijo el Arzobispo Gądecki.
Más de 25 grupos organizados y docenas de personas en toda Polonia han declarado que el domingo 11 de marzo orarán por el Papa Francisco. Los participantes de la acción construirán una cadena de oración que rodeará al Papa.
El iniciador de la campaña es Rafał Orzechowski, miembro del Movimiento Lednica en Grajewo, quien tuvo la oportunidad de conocer al Santo Padre en 2017.
Movimiento Lednica
La comunidad del Movimiento Lednica alienta a unirse a la cadena de oración que rodeará al Papa Francisco en el 5º aniversario de su pontificado. La iniciativa planificada para el 11 de marzo es una respuesta a la petición del Santo Padre a orar por él.
El nombre del lago ‘Lednica’ es conocido fuera de Polonia porque se trata de un pequeño espejo de agua. Este lugar tiene un gran significado en la historia de Polonia y se ha convertido en un importante centro de encuentro de jóvenes católicos polacos (Leer artículo en ZENIT).
Durante la transmisión de los símbolos de la JMJ por parte de los polacos a los jóvenes de Panamá, el Papa les dijo: “Rezo por vosotros y vosotros por mí”.
Coronilla de la Divina Misericordia
Sin duda es una iniciativa hermosa, que implica la posibilidad de varias formas de oración, incluida la Coronilla de la Divina Misericordia, u otros tipos de oraciones, que están destinadas a rodear el ministerio y la persona del Santo Padre. No tiene que estar limitado al domingo 11. Uno siempre puede rezar por el Papa”, ha señalado el arzobispo polaco.
El 13 de marzo, el día de la elección del Papa Francisco, toda la Conferencia Episcopal polaca rezará por el Papa en el Templo de la Divina Providencia en Varsovia. “Los invito a unirse a esta cadena de oración que conecta a obispos, sacerdotes, personas consagradas y fieles laicos” –dijo el Arzobispo Stanisław Gądecki, presidente de la Conferencia episcopal polaca–.
La oración por el Papa Francisco el domingo 11 de marzo ya está organizada, entre otros en Varsovia, Cracovia, Gniezno, Poznań. “Puedes orar en cualquier lugar: en la iglesia, la escuela, el parque. Es importante rodear a este amado Papa con la oración”– alientan los iniciadores de la acción– y proponen orar en ese día la Coronilla de la Divina Misericordia por el Papa Francisco.   
11.03.18



Ángelus:”No olvideis…Dios es más grande que nuestras debilidades”

Incluso cuando la situación parece desesperada...

(11 marzo 2018).- “No olvidéis esto: Dios es más grande que nuestras debilidades, nuestras infidelidades, y que nuestros pecados”, ha afirmado el Papa Francisco en el Ángelus del 11 de marzo de 2018, domingo de “laetare”. “Es bueno conocer sus límites, sus fragilidades… no para desesperar, sino para ofrecerlos al Señor; y Él..nos tomará de la mano, y no nos dejará nunca solos , nunca”, ha insistido.
Introduciendo la oración mariana en la Plaza San Pedro, en presencia de unas 30.000 personas, el Papa ha asegurado: “Incluso cuando la situación parezca desesperada, Dios interviene, ofreciendo al hombre la salvación y la alegría. Dios, no permanece alejado, sino que entra en la historia de la humanidad, y se “mezcla” en nuestra vida, entra, para animarla de su gracia y salvarla”.
El Papa Francisco ha prevenido también contra los “atajos peligrosos” para responder a la angustia, la inquietud por el mañana, el miedo a la enfermedad y a la muerte: la droga, las supersticiones, los ritos de magia.
Esta es nuestra traducción de las palabras que ha pronunciado antes del Ángelus, aconsejando de “mirar el crucifijo y decirnos: “Dios me ama”.
Palabras del Papa Francisco antes del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En este cuarto domingo de Cuaresma llamado domingo “laetare” o sea “alégrate”, la antífona de entrada de la liturgia eucarística nos invita a la alegría: “Alégrate Jerusalén, alegraos y  regocijaos los que estáis tristes”. Así comienza la misa. ¿Cuál es el motivo de esta alegría? Es el gran amor de Dios por la humanidad, como nos lo indica el Evangelio de hoy: “Porque tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo único para que todo el que crea en él, no perezca sino que tenga vida eterna”. (Jn 3, 16). Estas palabras, pronunciadas por Jesús durante su diálogo con Nicodemo,  sintetizan un tema que es el centro del anuncio cristiano: incluso cuando la situación parece desesperada, Dios interviene, ofreciendo al hombre la salvación y la alegría.
Dios en efecto, no se quedará apartado, sino más bien entra en la historia de la humanidad para animarla con su gracia y salvarla.
Estamos llamados a escuchar este anuncio, rechazando la tentación de estar seguros de nosotros mismos, de querer prescindir de Dios, de reclamar la libertad absoluta de Él y su Palabra. Cuando encontramos el coraje de reconocernos tal como somos, nos damos cuenta que estamos llamados a lidiar con nuestra fragilidad y nuestros límites y es necesario tener mucho coraje.
Entonces puede pasar que nos agobie la angustia, la ansiedad por el mañana, el miedo a la enfermedad y a la muerte. Esto explica porque muchas personas, en busca de una salida a veces toman atajos peligrosos como el túnel de las drogas o de supersticiones o de rituales ruinosos de magia. Es bueno conocer los propios límites, las propias fragilidades, no para desesperar, sino para ofrecerlas al Señor; y Él nos ayuda en el camino de la curación y nos lleva de la mano, nunca nos deja solos y por esto nos alegramos hoy, porque Dios está con nosotros.
Y tenemos la verdadera y gran esperanza en Dios Padre rico en misericordia, que nos ha dado a su Hijo para salvarnos, y esa es nuestra alegría. También tenemos muchas tristezas, pero cuando somos verdaderos cristianos, existe esta esperanza que es una pequeña alegría que crece y te da seguridad. No debemos desanimarnos cuando vemos nuestros límites, nuestros pecados, nuestras debilidades: Dios está allí, próximo, cercano, Jesús está en la cruz para curarnos. Es el amor de Dios. Mira el crucifijo y di: “Dios me ama”. Es cierto, que existen estos límites, estas debilidades, estos pecados, pero Él es mayor que los límites, que las debilidades y los pecados. No olvidéis esto: Dios es mayor que nuestras debilidades, que nuestras infidelidades, que nuestros pecados. Y tomemos al Señor de la mano, miremos al Crucifijo y avancemos.
Que María Madre de la Misericordia nos ponga en el corazón la certeza de que somos amados por Dios. Que ella esté cerca de nosotros en los momentos en los cuales nos sentimos solos, cuando estamos tentados de capitular ante las dificultades de la vida. Que ella nos comunique los sentimientos de su Hijo Jesús, para que nuestro camino de cuaresma se convierta en una experiencia de perdón, de acogida y de caridad.   
12.03.18




El cristiano siempre va adelante, busca la alegría de estar con el Señor”

Reflexión de Francisco en Santa Marta, segundo lunes de marzo

(12 marzo 2018).- “Cuando el Señor pasa por nuestra vida y hace un milagro en cada uno de nosotros, y cada uno de nosotros sabe lo que el Señor ha hecho en su vida, allí no termina todo”.
El Santo Padre ha invitado a “buscar el rostro de Dios”, a “buscar esa alegría”, en la Eucaristía celebrada el lunes, 12 de marzo de 2018, por la mañana, en la capilla de Santa Marta.
En la primera lectura tomada del libro del profeta Isaías, se hace referencia a ese “milagro” que realiza el Señor. Dijo Francisco: “He aquí, yo creo nuevos cielos y nueva tierra. Se gozará y se gozará siempre, de lo que estoy a punto de crear”. El Señor atrae nuestro deseo a la alegría de estar con Él.
El Obispo de Roma afirmó que el verdadero cristiano no se detiene ante la primera gracia recibida, sino que siempre va adelante, porque busca la alegría de estar con el Señor.
Si no ven signos y prodigios, ustedes no creen”. Es un reproche que, en el pasaje evangélico del día, Jesús dirige al funcionario del rey que sale a su encuentro en Galilea para pedirle que le cure a su hijo enfermo. La gente sabía que Jesús había hecho ya tantos milagros. Y Jesús parece perder la paciencia porque considera que el prodigio es lo único que cuenta para ellos.
En este contexto, el Papa ha reflexionado: “¿Dónde está su fe?”. Ver un milagro, un prodigio y decir: ‘Pero, Tú tienes poder, Tú eres Dios’. Sí, es un acto de fe, pero pequeñito. Porque es evidente que este hombre tiene un poder fuerte; pero allí comienza la fe, pero después debe ir adelante. ¿Dónde está tu deseo de Dios? Porque la fe es esto: tener el deseo de encontrar a Dios, de encontrarlo, de estar con Él, de ser feliz con Él.
Cristianos aparcados
¿Qué pensaría Jesús de los tantos cristianos que se detienen allí, ante la primera gracia recibida” –ha preguntado Francisco–.
Porque hay tantos cristianos detenidos, que no caminan; cristianos arenados en las cosas de cada día  –¡buenos, buenos!– pero que no crecen, permanecen pequeños. Cristianos aparcados: se estacionan. Cristianos enjaulados que no saben volar con el sueño hacia esta cosa bella a la que el Señor nos llama”.
El Papa propuso a los fieles la pregunta interior: “¿Cómo es mi deseo? (…) ¿Busco al Señor así? ¿O tengo miedo, soy mediocre? (…) ¿Cuál es la medida de mi deseo? ¿El antipasto o todo el banquete?”
Y concluyó afirmando: “Custodiar el propio deseo, no acomodarse demasiado, ir un poco adelante, arriesgar. El cristiano verdadero se expone, sale de su seguridad”.
13.03.18







5 años de pontificado: Francisco, símbolo de una “renovación radical”

Un pontífice que pide todos los días que recen por él

(13 de marzo 2018).- “Hermanos y hermanas, buenas tardes”: Con estas palabras se dirigió Francisco al comenzar su pontificado a los miles de fieles que abarrotaban la plaza de San Pedro, en el Vaticano. Hoy, 13 de marzo de 2018, se cumplen cinco años desde que los cardenales reunidos en cónclave en la Capilla Sixtina, eligieron al cardenal Jorge Mario Bergoglio, jesuita y arzobispo de Buenos Aires, como sucesor de Pedro. (Ver vídeo de Vatican Media)
De la chimenea de la Capilla Sixtina salió humo blanco a las 19:05 horas. Las campanas de la basílica de San Pedro seguían repicando al vuelo, anunciando la gran alegría. ¡Habemus Papam!
El Cónclave comenzó el 12 de marzo, con la participación de 115 cardenales. Francisco fue elegido al menos con el voto de 77 de los 105 cardenales.
Al tener el resultado de la votación, el cardenal Giovanni Battista Re interrogó al Card. Bergoglio, en nombre de todo el colegio de los electores: “¿Aceptas tu elección canónica para sumo pontífice?”. Una vez recibido el consentimiento, le preguntó: “¿Con qué nombre quieres ser llamado?”.
El nuevo pontífice de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana tomó un nombre “imprevisto e inesperado”, símbolo de una “renovación radical”, un nombre que “recuerda al Santo de Asís y su radicalidad en la imitación de Cristo”, apunta el periódico L´Osservatore Romano en su editorial “La fuerza de un nombre”, publicado el 13 de marzo de 2018, con ocasión de la efeméride. Nombre que evoca la figura de San Francisco por tres razones: la atención y la cercanía con los pobres –recomendada al nuevo pontífice por “un gran amigo” (el Cardenal brasileño Cláudio Hummes que estaba a su lado en la Capilla Sixtina)–, la predicación de la paz y la protección de la creación, escribe el diario del Vaticano. Tres componentes del mensaje cristiano que caracterizan los días del primer Papa americano, el primero que es no europeo durante casi trece siglos y el primer jesuita.
Periferias “reales y metafóricas”
El diario del Vaticano subraya cómo Francisco indicó “la necesidad de que la Iglesia surja en las periferias reales y metafóricas del mundo para anunciar el Evangelio”, líneas con tinte misionero que Francisco ya dibujó antes del Cónclave, siendo Arzobispo de Buenos Aires, y que en unos pocos meses se desarrollaron en el largo documento programático Evangelii gaudium.
Alegría, sí, a pesar de las persecuciones y el martirio de muchos cristianos, a pesar del desequilibrio que crece entre el norte y el sur del mundo, a pesar de la guerra mundial `en capítulos´ tantas veces denunciada, a pesar de la devastación del planeta, en detrimento de los pobres, descrita en Laudato Si’, una encíclica recibida con interés y esperanza también por muchas personas que parecen no reconocerse en la Iglesia”, señala L´Osservatore Romano.

Cómo, más allá de los límites visibles de la Iglesia, viene la palabra simple y apasionada de un cristiano que, llevando un gran peso, pide todos los días que recemos por él”, concluye el editorial dedicado a Francisco, 5 años después de su elección como Pontífice.             14.03.18