31 d’ag. 2020

PAPA SETEMBRE 2020

 


Colombia: Papa migrantes venezolanos

Asistencia A Migrantes Venezolanos, Colombia (C) Cortesía

Colombia: Ayuda del Papa para asistir a migrantes venezolanos

A través de la diócesis de Cúcuta

31 agosto 2020).– En Colombia, la diócesis de Cúcuta, con la ayuda de la caridad del Papa Francisco y atenta al fenómeno migratorio que se presenta en la frontera colombo-venezolana, asiste a los migrantes venezolanos.


Oración por el Tiempo de la Creación


Oración por el Tiempo de la Creación 2020

Para rezar hasta el 4 de octubre

zenit – 1 sept. 2020).- Con motivo del Tiempo de la Creación 2020, que comienza hoy, 1 de septiembre de 2020 y se prolonga hasta el próximo 4 de octubre, el Movimiento Católico Mundial por el Clima ha preparado una oración.

El tema elegido por la familia ecuménica para la celebración del Tiempo de la Creación 2020 es “Jubileo de la Tierra”. Hoy, además se celebra la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación.

Oración para el Tiempo de la Creación

Creador de Vida, por Tu palabra, la Tierra produjo plantas que dieron semillas y árboles de todo tipo que dieron frutos; los ríos, las montañas, los minerales, los mares y los bosques sostuvieron la vida.

Los ojos de todos te miraban para satisfacer las necesidades de cada ser vivo. Y a lo largo del tiempo la Tierra ha sostenido la vida. Con los ciclos planetarios de días y estaciones, renovación y crecimiento, abriste tu mano para dar a las criaturas el alimento en el momento adecuado.

En tu Sabiduría, concediste un Sabbath; un tiempo bendito para descansar en gratitud por todo lo que has dado; un tiempo para liberarnos del consumo desenfrenado; un tiempo para permitir que la Tierra y todas las criaturas descansen de la carga de la producción.

Pero en estos días nuestra vida está llevando al planeta más allá de sus límites. Nuestras demandas de crecimiento, y nuestro interminable ciclo de producción y consumo están agotando nuestro mundo. Los bosques se agotan, la tierra se seca, los campos fallan, los desiertos avanzan, los mares se acidifican, las tormentas se intensifican. No hemos permitido a la Tierra guardar su Sabbath, y la Tierra está luchando por renovarse.

Durante este Tiempo de la Creación, te pedimos que nos concedas el valor de celebrar un Sabbath para nuestro planeta. Fortalécenos con la fe para confiar en tu providencia. Inspira nuestra creatividad para compartir lo que se nos ha dado. Enséñanos a estar satisfechos con lo necesario. Y mientras proclamamos un Jubileo para la Tierra, envía tu Espíritu Santo para renovar la faz de la creación. En el nombre de Aquel que vino a proclamar la buena nueva a toda la Creación, Jesucristo.

Amén.


Tiempo de la Creación 2020

Franciscano Reza En Medio De La Naturaleza (C) Fray Foto

Tiempo de la Creación 2020: Comienza el Jubileo de la Tierra

Del 1 de septiembre al 4 de octubre

Mensaje del Papa Francisco

El Santo Padre ha emitido un mensaje, disponible aquí, para el primer día de este tiempo, la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, como apertura del Tiempo de la Creación, celebración ecuménica anual de oración y acción por nuestra casa común.

En 2019, Francisco emitió su primer mensaje papal sobre este tiempo, y el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral del Vaticano, ha promovido esta iniciativa desde entonces. A su vez, varias conferencias episcopales, incluidas las de ÁfricaAsia, Europa, Irlanda, Italia, y Filipinas, han expresado su respaldo a esta celebración.

El Papa estableció en el 2015 que cada 1° de septiembre se recuerde como el Día Mundial de la Oración por el Cuidado de la Creación, uniéndose a los esfuerzos ecológicos de la Iglesia ortodoxa, ya que el patriarca ecuménico Dimitrios I había proclamado en 1989 este día de oración por la creación. El Consejo Mundial de Iglesias fue fundamental para hacer de este un tiempo especial, extendiendo la celebración del 1 de septiembre al 4 de octubre.

Jubileo por nuestra tierra

La celebración de este año tiene una resonancia particular: En el marco de las crisis sanitarias, económicas y ambientales que han sacudido nuestro mundo, este tiempo pide a los cristianos que entren en un “jubileo por nuestra Tierra”, que es el tema sugerido para este año, y que encuentren “estilos de vida radicalmente nuevos”.

El Tiempo de la Creación ha comenzado este 1 de septiembre con un servicio de oración dirigido por jóvenes, organizado por el Movimiento Católico Mundial por el Clima y, a lo largo de este tiempo, se llevarán a cabo miles de compromisos digitales y cientos de eventos locales mantienen el ritmo.

Plantación de árboles

Los eventos locales tendrán lugar en sitios tan diversos como Nanyuki (Kenia), donde se 

plantarán árboles frutales y de sombra para proteger un sitio ecológicamente sensible; Río de Janeiro (Brasil), donde un grupo sembrará árboles en conmemoración del Amazonas; y Wellington (Nueva Zelanda), donde un grupo ecuménico llevará a cabo una caminata de reflexión sobre la historia de la creación del Génesis.

Además de los eventos locales presenciales, los eventos en línea ayudarán a los católicos a reflexionar sobre los temas centrales de esta celebración y cómo se relacionan con las crisis de hoy en día. Estos eventos en línea incluyen un día de oración, una exploración de la transición energética en África y una respuesta justa a la crisis del coronavirus en Asia-Pacífico, América Latina y Europa. Más información disponible aquí.

01.09.20

Mensaje del Papa Francisco

“Declararéis santo el año cincuenta y promulgaréis por el país liberación para todos sus habitantes. Será para vosotros un jubileo (Lv 25,10)

Queridos hermanos y hermanas:

Cada año, en particular desde la publicación de la Carta encíclica Laudato si’ (LS, 24 mayo 2015), el primer día de septiembre la familia cristiana celebra la Jornada mundial de oración por el cuidado de la creación, con la que comienza el Tiempo de la Creación, que finaliza el 4 de octubre, en memoria de san Francisco de Asís. En este período, los cristianos renuevan en todo el mundo su fe en Dios creador y se unen de manera especial en la oración y tarea a favor de la defensa de la casa común.

Me alegra que el tema elegido por la familia ecuménica para la celebración del Tiempo de la Creación 2020 sea “Jubileo de la Tierra”, precisamente en el año en el que se cumple el cincuentenario del Día de la Tierra.

En la Sagrada Escritura, el Jubileo es un tiempo sagrado para recordar, regresar, descansar, reparar y alegrarse.

  1. Un tiempo para recordar

Estamos invitados a recordar sobre todo que el destino último de la creación es entrar en el “sábado eterno” de Dios. Es un viaje que se desarrolla en el tiempo, abrazando el ritmo de los siete días de la semana, el ciclo de los siete años y el gran Año Jubilar que llega al final de siete años sabáticos.

El Jubileo es también un tiempo de gracia para hacer memoria de la vocación original de la creación con vistas a ser y prosperar como comunidad de amor. Existimos sólo a través de las relaciones: con Dios creador, con los hermanos y hermanas como miembros de una familia común, y con todas las criaturas que habitan nuestra misma casa. “Todo está relacionado, y todos los seres humanos estamos juntos como hermanos y hermanas en una maravillosa peregrinación, entrelazados por el amor que Dios tiene a cada una de sus criaturas y que nos une también, con tierno cariño, al hermano sol, a la hermana luna, al hermano río y a la madre tierra” (LS, 92).

Por lo tanto, el Jubileo es un momento para el recuerdo, para conservar la memoria de nuestra existencia interrelacional. Debemos recordar constantemente que “todo está relacionado, y que el auténtico cuidado de nuestra propia vida y de nuestras relaciones con la naturaleza es inseparable de la fraternidad, la justicia y la fidelidad a los demás” (LS, 70).

2.Un tiempo para regresar 

El jubileo es un momento para volver atrás y arrepentirse. Hemos roto los lazos que nos unían al Creador, a los demás seres humanos y al resto de la creación. Necesitamos sanar estas relaciones dañadas, que son esenciales para sostenernos a nosotros mismos y a todo el entramado de la vida.El Jubileo es un tiempo para volver a Dios, nuestro creador amoroso. No se puede vivir en armonía con la creación sin estar en paz con el Creador, fuente y origen de todas las cosas. Como señaló el papa Benedicto, “el consumo brutal de la creación comienza donde no está Dios, donde la materia es sólo material para nosotros, donde nosotros mismos somos las últimas instancias, donde el conjunto es simplemente una propiedad nuestra” (Encuentro con el Clero de la Diócesis de Bolzano-Bressanone, 6 agosto 2008).

El Jubileo nos invita a pensar de nuevo en los demás, especialmente en los pobres y en los más vulnerables. Estamos llamados a acoger de nuevo el proyecto original y amoroso de Dios para la creación como una herencia común, un banquete para compartir con todos los hermanos y hermanas en un espíritu de convivencia; no en una competencia desleal, sino en una comunión gozosa, donde nos apoyamos y protegemos mutuamente. El Jubileo es un momento para dar libertad a los oprimidos y a todos aquellos que están encadenados a las diversas formas de esclavitud moderna, incluida la trata de personas y el trabajo infantil.

También debemos volver a escuchar la tierra, que las Escrituras indican como adamah, el lugar del que fue formado el hombre, Adán. Hoy la voz de la creación nos urge, alarmada, a regresar al lugar correcto en el orden natural, a recordar que somos parte, no dueños, de la red interconectada de la vida. La desintegración de la biodiversidad, el vertiginoso incremento de los desastres climáticos, el impacto desigual de la pandemia en curso sobre los más pobres y frágiles son señales de alarma ante la codicia desenfrenada del consumo.

Particularmente durante este Tiempo de la Creación, escuchamos el latido del corazón de todo lo creado. En efecto, esta ha sido dada para manifestar y comunicar la gloria de Dios, para ayudarnos a encontrar en su belleza al Señor de todas las cosas y volver a él (cf. S. BUENAVENTURA, In II Sent., I, 2,2, q.1, concluido; Brevil., II, 5.11). La tierra de la que fuimos extraídos es, por tanto, un lugar de oración y meditación: “Despertemos el sentido estético y contemplativo que Dios puso en nosotros” (Exhort. ap. Querida Amazonia, 56). La capacidad de maravillarnos y contemplar es algo que podemos aprender especialmente de los hermanos y hermanas indígenas, que viven en armonía con la tierra y sus múltiples formas de vida.

    1. Un tiempo para descansar

    En su sabiduría, Dios reservó el sábado para que la tierra y sus habitantes pudieran reposar y reponerse. Hoy, sin embargo, nuestro estilo de vida empuja al planeta más allá de sus límites. La continua demanda de crecimiento y el incesante ciclo de producción y consumo están agotando el medio ambiente. Los bosques se desvanecen, el suelo se erosiona, los campos desaparecen  los desiertos avanzan, los mares se vuelven ácidos y las tormentas se intensifican: ¡la creación gime!

    Durante el Jubileo, el Pueblo de Dios fue invitado a descansar de su trabajo habitual, para permitir que la tierra se regenerara y el mundo se reorganizara, gracias al declive del consumo habitual. Hoy necesitamos encontrar estilos de vida equitativos y sostenibles, que restituyan a la Tierra el descanso que se merece, medios de subsistencia suficientes para todos, sin destruir los ecosistemas que nos mantienen. La pandemia actual nos ha llevado de alguna manera a redescubrir estilos de vida más sencillos y sostenibles. La crisis, en cierto sentido, nos ha brindado la oportunidad de desarrollar nuevas formas de vida. Se pudo comprobar cómo la Tierra es capaz de recuperarse si la dejamos descansar: el aire se ha vuelto más limpio, las aguas más transparentes, las especies animales han regresado a muchos lugares de donde habían desaparecido. La pandemia nos ha llevado a una encrucijada. Necesitamos aprovechar este momento decisivo para acabar con actividades y propósitos superfluos y destructivos, y para cultivar valores, vínculos y proyectos generativos. Debemos examinar nuestros hábitos en el uso de energía, en el consumo, el transporte y la alimentación. Es necesario eliminar de nuestras economías los aspectos no esenciales y nocivos y crear formas fructíferas de comercio, producción y transporte de mercancías.

    1. Un tiempo para reparar

    El Jubileo es un momento para reparar la armonía original de la creación y sanar las relaciones humanas perjudicadas.

    Nos invita a restablecer relaciones sociales equitativas, restituyendo la libertad y la propiedad a cada uno y perdonando las deudas de los demás. Por eso, no debemos olvidar la historia de explotación del sur del planeta, que ha provocado una enorme deuda ecológica, principalmente por el saqueo de recursos y el uso excesivo del espacio medioambiental común para la eliminación de residuos. Es el momento de la justicia restaurativa. En este sentido, renuevo mi llamamiento para cancelar la deuda de los países más frágiles ante los graves impactos de la crisis sanitaria, social y económica que afrontan tras el COVID-19. También es necesario asegurar que los incentivos para la recuperación, que se están desarrollando e implementando a nivel global, regional y nacional, sean realmente eficaces, con políticas, legislaciones e inversiones enfocadas al bien común y con la garantía de que se logren los objetivos sociales y ambientales globales Es igualmente necesario reparar la tierra. Restaurar el equilibrio climático es sumamente importante, puesto que estamos en medio de una emergencia. Se nos acaba el tiempo, como nos lo recuerdan nuestros niños y jóvenes. Se debe hacer todo lo posible para limitar el crecimiento de la temperatura media global por debajo del umbral de 1,5 grados centígrados, tal como se ratificó en el Acuerdo de París sobre el Clima: ir más allá resultará catastrófico, especialmente para las comunidades más pobres del mundo. En este momento crítico es necesario promover la solidaridad intrageneracional e intergeneracional. En preparación para la importante Cumbre del Clima en Glasgow, Reino Unido (COP 26), insto a cada país a adoptar objetivos nacionales más ambiciosos para reducir las emisiones.

    Restaurar la biodiversidad es igualmente crucial en el contexto de una desaparición de especies y una degradación de los ecosistemas sin precedentes. Es necesario apoyar el llamado de las Naciones Unidas para salvaguardar el 30% de la Tierra como hábitat protegido para 2030, a fin de frenar la alarmante tasa de pérdida de biodiversidad. Exhorto a la comunidad internacional a trabajar unida para asegurar que la Cumbre de Biodiversidad (COP 15) en Kunming, China, sea un punto de inflexión hacia el restablecimiento de la Tierra como una casa donde la vida sea abundante, de acuerdo con la voluntad del Creador.

    Estamos obligados a reparar según justicia, asegurando que quienes han habitado una tierra durante generaciones puedan recuperar plenamente su uso. Las comunidades indígenas deben ser protegidas de las empresas, en particular de las multinacionales, que, mediante la extracción deletérea de combustibles fósiles, minerales, madera y productos agroindustriales, “hacen en los países menos desarrollados lo que no pueden hacer en los países que les aportan capital” (LS, 51). Esta mala conducta empresarial representa un “nuevo tipo de colonialismo” (S. JUAN PABLO II, Discurso a la Pontificia Academia de Ciencias Sociales, 27 abril 2001, citado en Querida Amazonia, 14), que explota vergonzosamente a las comunidades y países más pobres que buscan con desesperación el desarrollo económico. Es necesario consolidar las legislaciones nacionales e internacionales, para que regulen las actividades de las empresas extractivas y garanticen a los perjudicados el acceso a la justicia.

    1. Un tiempo para alegrarse

    En la tradición bíblica, el Jubileo representa un evento gozoso, inaugurado por un sonido de trompeta que resuena en toda la tierra. Sabemos que el grito de la Tierra y de los pobres se ha vuelto aún más fuerte en los últimos años. Al mismo tiempo, somos testigos de cómo el Espíritu Santo está inspirando a personas y comunidades de todo el mundo a unirse para reconstruir nuestra casa común y defender a los más vulnerables. Asistimos al surgimiento paulatino de una gran movilización de personas, que desde la base y desde las periferias están trabajando generosamente por la protección de la tierra y de los pobres. Da alegría ver a tantos jóvenes y comunidades, especialmente indígenas, a la vanguardia de la respuesta a la crisis ecológica. Piden un Jubileo de la Tierra y un nuevo comienzo, conscientes de que “las cosas pueden cambiar” (LS, 13).

    También es motivo de alegría constatar cómo el Año especial en el aniversario de la Encíclica Laudato si’ está inspirando numerosas iniciativas, a nivel local y mundial, para el cuidado de la casa común y los pobres. Este año debería conducir a planes operativos a largo plazo para lograr una ecología integral en las familias, parroquias, diócesis, órdenes religiosas, escuelas, universidades, atención médica, empresas, granjas y en muchas otras áreas.Nos alegramos además de que las comunidades de creyentes se estén uniendo para crear un mundo más justo, pacífico y sostenible. Es motivo de especial alegría que el Tiempo de la Creación se esté convirtiendo en una iniciativa verdaderamente ecuménica. ¡Sigamos creciendo en la conciencia de que todos vivimos en una casa común como miembros de la misma familia!

    Alegrémonos porque, en su amor, el Creador apoya nuestros humildes esfuerzos por la Tierra. Esta es también la casa de Dios, donde su Palabra “se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1,14), el lugar donde la efusión del Espíritu Santo se renueva constantemente.

    “Envía, Señor, tu Espíritu y renueva la faz de la tierra” (cf. Sal 104,30).

    Roma, San Juan de Letrán, 1 de septiembre de 2020.

01.09.20




Audiencia general: Quinta catequesis COVID-19


Audiencia general: Quinta catequesis del Papa sobre COVID-19

Texto completo

(2 sept. 2020).- En su catequesis el Papa Francisco remarca que, para salir de la crisis provocada por la pandemia de la COVID-19, la solidaridad es precisamente un camino para salir “mejores, no con cambios superficiales, con una capa de pintura así y todo está bien. No. ¡Mejores!”.

Durante la audiencia general de hoy, 2 de septiembre de 2020, celebrada por primera vez con la presencia de fieles tras la llegada de la pandemia de coronavirus, el Santo Padre expuso su quinta catequesis para “Curar al mundo”, sobre el tema “La solidaridad y la virtud de la fe”.

Salir de la pandemia juntos

Al comenzar su catequesis, Francisco resaltó que “después de tantos meses retomamos nuestro encuentro cara a cara y no pantalla a pantalla. Cara a cara. ¡Esto es bonito!” y cómo la pandemia actual “ha puesto de relieve nuestra interdependencia: todos estamos vinculados, los unos con los otros, tanto en el bien como en el mal”.

Por eso, considera que, para salir mejores de esta crisis, “debemos hacerlo juntos. Juntos, no solos, juntos. Solos no, ¡porque no se puede! O se hace juntos o no se hace. Debemos hacerlo juntos, todos, en la solidaridad. Hoy quisiera subrayar esta palabra: solidaridad”. 

Interdependencia en la solidaridad

El Papa explicó que como familia humana, “vivimos en una casa común, el planeta-jardín, la tierra en la que Dios nos ha puesto; y tenemos un destino común en Cristo”, pero si se olvida todo esto se pierde la “interdependencia en la solidaridad” y aumentan “la desigualdad y la marginación; se debilita el tejido social y se deteriora el ambiente”.

Para el Pontífice, la palabra “solidaridad” está “un poco desgastada” y se interpreta mal a veces: “No es solo cuestión de ayudar a los otros —esto está bien hacerlo, pero es más—: se trata de justicia (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 1938-1940). La interdependencia, para ser solidario y fructífero, necesita raíces fuertes en la humanidad y en la naturaleza creada por Dios, necesita respeto por los rostros y la tierra”.

Babel

Después, el Papa Francisco se refirió al pasaje de la Torre de Babel, que describe lo que sucede cuando tratamos de llegar al cielo, “nuestra meta”, ignorando “el vínculo con la humanidad, con la creación y con el Creador”: “Queremos ser amos de la Tierra, pero arruinamos la biodiversidad y el equilibrio ecológico”.

En esta línea, el Santo Padre lamentó también que en la actualidad si cae la cuota de mercado, la noticia está en todas las agencias, pero” caen miles de personas por el hambre, la miseria y nadie habla de ello”.

Pentecostés

En contraposición a Babel, Francisco propone Pentecostés momento en el que el Espíritu Santo “crea la unidad en la diversidad, crea la armonía”. Con Pentecostés, “Dios se hace presente e inspira la fe de la comunidad unida en la diversidad y en la solidaridad”, de manera que la diversidad y solidaridad van “unidas en armonía, este es el camino”.

La diversidad solidaria posee “los anticuerpos para sanar estructuras y procesos sociales que han degenerado en sistemas de injusticia, en sistemas de opresión (cfr. Compendio de la doctrina social de la Iglesia, 192)”. Por tanto, la solidaridad “hoy es el camino para recorrer hacia un mundo post-pandemia, hacia la sanación de nuestras enfermedades interpersonales y sociales”.

Solidaridad guiada por la fe

“En medio de la crisis, una solidaridad guiada por la fe nos permite traducir el amor de Dios en nuestra cultura globalizada, no construyendo torres o muros —y cuántos muros se están construyendo hoy— que dividen, pero después caen, sino tejiendo comunidad y apoyando procesos de crecimiento verdaderamente humano y solidario”, expuso el Pontífice.

Para esto ayuda la solidaridad: “¿yo pienso en las necesidades de los otros? Cada uno que responda en su corazón”, planteó.

Catequesis del Santo Padre

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Después de tantos meses retomamos nuestro encuentro cara a cara y no pantalla a pantalla. Cara a cara. ¡Esto es bonito! La pandemia actual ha puesto de relieve nuestra interdependencia: todos estamos vinculados, los unos con los otros, tanto en el bien como en el mal. Por eso, para salir mejores de esta crisis, debemos hacerlo juntos. Juntos, no solos, juntos. Solos no, ¡porque no se puede! O se hace juntos o no se hace. Debemos hacerlo juntos, todos, en la solidaridad. Hoy quisiera subrayar esta palabra: solidaridad.

Como familia humana tenemos el origen común en Dios; vivimos en una casa común, el planeta-jardín, la tierra en la que Dios nos ha puesto; y tenemos un destino común en Cristo. Pero cuando olvidamos todo esto, nuestra interdependencia se convierte en dependencia de unos hacia otros — perdemos esta armonía de interdependencia en la solidaridad —, aumentando la desigualdad y la marginación; se debilita el tejido social y se deteriora el ambiente. Siempre es lo mismo que actuar.

Por tanto, el principio de solidaridad es hoy más necesario que nunca, como ha enseñado Juan Pablo II (cfr. Enc. Sollicitudo rei socialis, 38-40). De una forma interconectada, experimentamos qué significa vivir en la misma “aldea global”. Es bonita esta expresión: el gran mundo no es otra cosa que una aldea global, porque todo está interconectado. Pero no siempre transformamos esta interdependencia en solidaridad. Hay un largo camino entre la interdependencia y la solidaridad. Los egoísmos — individuales, nacionales y de los grupos de poder — y las rigideces ideológicas alimentan, al contrario,  “estructuras de pecado” (ibid., 36).

“La palabra ‘solidaridad’ está un poco desgastada y a veces se la interpreta mal, pero es mucho más que algunos actos esporádicos de generosidad. ¡Es más! Supone crear una nueva mentalidad que piense en términos de comunidad, de prioridad de la vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos” (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 188). Esto significa solidaridad. No es solo cuestión de ayudar a los otros —esto está bien hacerlo, pero es más—: se trata de justicia (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 1938-1940). La interdependencia, para ser solidario y fructífero, necesita raíces fuertes en la humanidad y en la naturaleza creada por Dios, necesita respeto por los rostros y la tierra.

La Biblia, desde el principio, nos advierte. Pensemos en el pasaje de la Torre de Babel (cfr. Gen 11, 1-9) que describe lo que sucede cuando tratamos de llegar al cielo —nuestra meta— ignorando el vínculo con la humanidad, con la creación y con el Creador. Es una forma de hablar: esto sucede cada vez que uno quiere subir, subir, sin tener en cuenta a los otros. ¡Yo solo! Pensemos en la torre. Construimos torres y rascacielos, pero destruimos la comunidad.

Unificamos edificios y lenguas, pero mortificamos la riqueza cultural. Queremos ser amos de la Tierra, pero arruinamos la biodiversidad y el equilibrio ecológico. Os conté en alguna otra audiencia de esos pescadores de San Benedetto del Tronto que vinieron este año y me dijeron: “Hemos sacado del mar 24 toneladas de basura, de las cuales la mitad era plástico”. ¡Pensad! Estos tienen el espíritu de recoger los peces, sí, pero también la basura y sacarla para limpiar el mar. Pero esta [contaminación] es arruinar la tierra, no tener solidaridad con la tierra que es un don y un equilibrio ecológico.


Recuerdo una historia medieval que describe este “síndrome de Babel”, que es cuando no hay solidaridad. Esta historia medieval dice que, durante la construcción de la torre, cuando un hombre caía —eran esclavos— y moría nadie decía nada, como mucho: “Pobrecillo, se ha equivocado y ha caído”. Sin embargo, si caía un ladrillo, todos se lamentaban. ¡Y si alguno era culpable, era castigado! ¿Por qué? Porque un ladrillo era caro de hacer, de preparar, de cocer. Se necesitaba tiempo y trabajo para hacer un ladrillo. Un ladrillo valía más que la vida humana. Cada uno de nosotros piense en qué sucede hoy. Lamentablemente también hoy puede suceder algo parecido. Cae la cuota del mercado financiero —lo hemos visto en los periódicos estos días— y la noticia está en todas las agencias. Caen miles de personas por el hambre, la miseria y nadie habla de ello.

Diametralmente opuesto a Babel es Pentecostés (cfr. Hch 2, 1-3), lo hemos escuchado al principio de la audiencia. El Espíritu Santo, descendiendo del alto como viento y fuego, inviste la comunidad cerrada en el cenáculo, la infunde la fuerza de Dios, la impulsa a salir, a anunciar a todos a Jesús Señor. El Espíritu crea la unidad en la diversidad, crea la armonía. En la historia de la Torre de Babel no hay armonía; había ese ir adelante para ganar. Allí, el hombre era un mero instrumento, mera “fuerza-trabajo”, pero aquí, en Pentecostés, cada uno de nosotros es un instrumento, pero un instrumento comunitario que participa con todo su ser a la edificación de la comunidad. San Francisco de Asís lo sabía bien, y animado por el Espíritu daba a todas las personas, es más, a las criaturas, el nombre de hermano o hermana  (cfr. LS, 11; cfr. San Buenaventura, Legenda maior, VIII, 6: FF 1145). También el hermano lobo, recordemos.

Con Pentecostés, Dios se hace presente e inspira la fe de la comunidad unida en la diversidad y en la solidaridad. Diversidad y solidaridad unidas en armonía, este es el camino. Una diversidad solidaria posee los “anticuerpos” para que la singularidad de cada uno — que es un don, único e irrepetible — no se enferme de individualismo, de egoísmo. La diversidad solidaria posee también los anticuerpos para sanar estructuras y procesos sociales que han degenerado en sistemas de injusticia, en sistemas de opresión (cfr. Compendio de la doctrina social de la Iglesia, 192). Por tanto, la solidaridad hoy es el camino para recorrer hacia un mundo post-pandemia, hacia la sanación de nuestras enfermedades interpersonales y sociales. No hay otra. O vamos adelante con el camino de la solidaridad o las cosas serán peores. Quiero repetirlo: de una crisis no se sale igual que antes. La pandemia es una crisis. De una crisis se sale o mejores o peores. Tenemos que elegir nosotros. Y la solidaridad es precisamente un camino para salir de la crisis mejores, no con cambios superficiales, con una capa de pintura así y todo está bien. No. ¡Mejores!

En medio de la crisis, una solidaridad guiada por la fe nos permite traducir el amor de Dios en nuestra cultura globalizada, no construyendo torres o muros —y cuántos muros se están construyendo hoy— que dividen pero después caen, sino tejiendo comunidad y apoyando procesos de crecimiento verdaderamente humano y solidario.  Y para esto ayuda la solidaridad. Hago una pregunta: ¿yo pienso en las necesidades de los otros? Cada uno que responda en su corazón.

En medio de crisis y tempestades, el Señor nos interpela y nos invita a despertar y activar esta solidaridad capaz de dar solidez, apoyo y un sentido a estas horas en las que todo parece naufragar. Que la creatividad del Espíritu Santo pueda animarnos a generar nuevas formas de hospitalidad familiar, de fraternidad fecunda y de solidaridad universal. Gracias

02.09.20




El Papa se reencuentra con los fieles en el patio de San Dámaso

Audiencia General. 2 Septiembre 2020 (C) Vatican Media

El Papa se reencuentra con los fieles en el patio San Dámaso

Vuelven las audiencias generales públicas

(zenit – 2 sept. 2020).- Después de meses de emisiones transmitidas desde la biblioteca del Palacio Apostólico debido a la pandemia de COVID-19, el Papa Francisco reanudó las audiencias públicas este 2 de septiembre de 2020. Como un pastor al que le gusta percibir “el olor de sus ovejas”, como suele recomendar a los sacerdotes y obispos.

A lo largo del mes, estas reuniones semanales de los miércoles no tendrán lugar en la plaza de San Pedro o en el Aula Pablo VI como es habitual, sino en un lugar más íntimo: el patio de San Dámaso del Palacio Apostólico, que puede albergar a unas 500 personas. Aquí es donde se da la bienvenida a las personalidades (jefes de estado, embajadores, obispos…) que visitan el Vaticano, y donde los nuevos reclutas de la Guardia Suiza prestan juramento el 6 de mayo de cada año.

El Santo Padre llegó allí en coche, entre aplausos. Luego recibió un baño de multitudes -respetando las distancias impuestas por las normas sanitarias-, intercambiando con unos y con otros que llevaban máscaras, bromeando con ellos, saludando a algunos con el codo, para evitar los apretones de manos.

Una vez más en contacto con los fieles, Francisco tuvo gestos espontáneos: tras avistar a un joven sacerdote que llevaba una bandera libanesa, el Papa Francisco se inclinó y besó el emblema rojo y blanco en el que destacaba el cedro verde. Al final de la audiencia, llamó al sacerdote a su lado para hacer un largo alegato por el Líbano.

El patio de San Dámaso, indica Vatican News, fue construido bajo el pontificado de Nicolás V, papa de 1447 a 1455. Le dio el nombre de Dámaso I, el 37º pontífice romano que reinó del 366 al 384, y sigue siendo conocido por haber desarrollado el culto a los santos mártires y la unidad del cristianismo en Italia.

En la historia papal, este espacio exterior también fue utilizado por los pontífices para recibir y bendecir grupos, incluyendo Pío XII y Juan Pablo II. El 28 de febrero de 2013, Benedicto XVI se despidió del personal de la Curia en el patio de San Dámaso en el último día de su pontificado.

Fotos: Deborah Castellano Lubov

03.09.20



Francia Audiencia Papa ecología

Francia: Audiencia del Papa Francisco con expertos en ecología

Palabras del Santo Padre

zenit – 3 sept. 2020).– En la audiencia del Papa Francisco con expertos en ecología de Francia, anunció que para salvar el planeta necesitamos “un nuevo ser humano”, porque “es curando el corazón del hombre que podemos esperar curar al mundo de sus desórdenes sociales y ambientales”, señaló Francisco en el Vaticano el 3 de septiembre de 2020.

El grupo de unas quince personas – entre ellas la actriz Juliette Binoche, el investigador Pablo Servigne y el director del Collège des Bernardins Laurent Landete – estaba acompañado por el obispo Eric de Moulins-Beaufort, presidente de la Conferencia Episcopal Francesa.

Cinco años después de la publicación de la encíclica Laudato Si’, tres días después de la Jornada de Oración por el Cuidado de la Creación y en plena celebración del Tiempo de la Creación, estos expertos comprometidos con el medio ambiente, que llegaron a Roma en autobús, tuvieron una cita con el Santo Padre sobre un tema que le es muy querido.

Durante este encuentro, Francisco no pronunció el discurso preparado de antemano, sino que les entregó el texto oficial, en el que se congratulaba de la “toma de conciencia gradual de la urgencia de la situación”: la ecología, que, señaló, “está empezando a influir en las opciones políticas y económicas, aunque quede mucho por hacer y se observen demasiados retrasos e incluso retrocesos”.

Todo está relacionado, afirma: “Es la misma indiferencia, el mismo egoísmo, la misma codicia, el mismo orgullo, la misma pretensión de creerse dueño y déspota del mundo, lo que lleva a los hombres: por un lado a destruir las especies y a saquear los recursos naturales, y por otro a explotar la miseria, a abusar del trabajo de las mujeres y de los niños, a derrocar las leyes de la unidad familiar, a no respetar ya el derecho a la vida humana desde su concepción hasta su realización natural”.

Discurso del Santo Padre

Excelencia,

Señoras, señores,

Francia Audiencia Papa ecología

Me alegra recibiros y daros una cordial bienvenida a Roma. Agradezco a Monseñor de Moulins Beaufort que haya tomado la iniciativa de este encuentro tras las reflexiones de la Conferencia de los Obispos de Francia sobre la encíclica Laudato sí, reflexiones en las que participaron varios expertos comprometidos con la causa ecológica.

Somos parte de una sola familia humana, llamada a vivir en una casa común de la que constatamos, juntos, la inquietante degradación. La crisis sanitaria que atraviesa actualmente la humanidad nos recuerda nuestra fragilidad. Comprendemos hasta qué punto estamos ligados unos a otros, inseridos en un mundo cuyo devenir compartimos, y que maltratarlo no puede por menos que acarrear graves consecuencias, no sólo ambientales, sino también sociales y humanas.

Nos alegra el hecho de que la toma de conciencia de la urgencia de la situación se haga sentir en todas partes, de que el tema de la ecología cale cada vez más en las formas de pensar en todos los ámbitos y empiece a influir en las decisiones políticas y económicas, aunque quede mucho por hacer y sigamos siendo testigos de demasiada lentitud e incluso de retrocesos. Por su parte, la Iglesia Católica quiere participar plenamente en el compromiso de la protección de la casa común. No tiene soluciones preestablecidas que proponer y no ignora las dificultades de las cuestiones técnicas, económicas y políticas que están en juego, ni todos los esfuerzos que este compromiso conlleva. Pero quiere actuar concretamente donde sea posible, y sobre todo quiere formar conciencias para favorecer una conversión ecológica profunda y duradera, que es la única que puede responder a los importantes desafíos que enfrentamos.

En relación con esta conversión ecológica, quisiera compartir con vosotros el modo en que las convicciones de fe ofrecen a los cristianos una gran motivación para la protección de la naturaleza, así como de los hermanos más frágiles, porque estoy seguro de que la ciencia y la fe, que aportan diferentes aproximaciones a la realidad, pueden entrar en un diálogo intenso y productivo para ambas. (cf. Enc. Laudato Si’, 62).

La Biblia nos enseña que el mundo no nació del caos o del azar, sino de una decisión de Dios que lo llamó y siempre lo llama a la existencia, por amor. El universo es bello y bueno, y contemplarlo nos permite vislumbrar la infinita belleza y bondad de su Autor. Cada criatura, incluso la más efímera, es objeto de la ternura del Padre, que le da un lugar en el mundo. El cristiano no puede sino respetar la obra que el Padre le ha confiado, como un jardín para cultivar, para proteger, para que crezca según sus posibilidades. Y si el hombre tiene derecho a utilizar la naturaleza para sus propios fines, no puede considerarse en modo alguno como su propietario o como un déspota, sino sólo como el administrador que tendrá que rendir cuentas de su gestión. En este jardín que Dios nos ofrece, los seres humanos están llamados a vivir en armonía en la justicia, la paz y la fraternidad, el ideal evangélico propuesto por Jesús (cf. LS 82). Y cuando la naturaleza se considera únicamente como un objeto de lucro e interés – una visión que consolida el arbitrio del más fuerte – entonces se rompe la armonía y se producen graves desigualdades, injusticias y sufrimientos.

San Juan Pablo II afirmaba “No sólo la tierra ha sido dada por Dios al hombre, el cual debe usarla respetando la intención originaria de que es un bien, según la cual le ha sido dada; incluso el hombre es para sí mismo un don de Dios y, por tanto, debe respetar la estructura natural y moral de la que ha sido dotado” (Centesimus Annus, 38).Así,pues, todo está conectado. Es la misma indiferencia, el mismo egoísmo, la misma codicia, el mismo orgullo, la misma pretensión de ser el amo y el déspota del mundo lo que lleva a los seres humanos, por una parte, a destruir las especies y a saquear los recursos naturales, por otra, a explotar la miseria, a abusar del trabajo de las mujeres y de los niños, a abrogar las leyes de la célula familiar, a no respetar más el derecho a la vida humana desde la concepción hasta el fin natural.

Francia Audiencia Papa ecología

Por lo tanto, “Si la crisis ecológica es una eclosión o una manifestación externa de la crisis ética, cultural y espiritual de la modernidad, no podemos pretender sanar nuestra relación con la naturaleza y el ambiente sin sanar todas las relaciones básicas del ser humano” (LS, 119). Así que no habrá una nueva relación con la naturaleza sin un nuevo ser humano, y mediante la curación del corazón humano es cómo se puede esperar curar al mundo de su malestar social y ambiental.

Queridos amigos, os animo nuevamente en vuestros esfuerzos para proteger el medio ambiente. Mientras que las condiciones del planeta pueden parecer catastróficas y ciertas situaciones aparentan incluso ser irreversibles, nosotros los cristianos no perdemos  la esperanza, porque tenemos los ojos puestos en Jesucristo. El es Dios, el Creador en persona, que vino a visitar su creación y a habitar entre nosotros (cf. LS, 96-100), para curarnos, para restablecer la armonía que hemos perdido, la armonía con nuestros hermanos y la armonía con la naturaleza. “Él no nos abandona, no nos deja solos, porque se ha unido definitivamente a nuestra tierra, y su amor siempre nos lleva a encontrar nuevos caminos” (LS, 245).

Pido a Dios que os bendiga. Y os pido, por favor, que recéis por mí.  

03.09.20


Día oración Líbano

“Día de Oración y Ayuno por el Líbano”, convocado por el Papa

Cercanía con las víctimas

(4 sept. 2020).- El Papa Francisco convoca hoy a todos al “Día Universal de Oración y Ayuno por el Líbano”, justamente un mes después de las devastadoras explosiones en el puerto de Beirut, capital del Líbano.

Francisco hizo un fuerte llamamiento a favor del Líbano, un país que ha sufrido la pérdida de 220 personas, 6.000 heridos y 300.000 desplazados –según los datos de Vatican News—dirigido a todos los fieles en la audiencia general del pasado miércoles, 2 de septiembre de 2020, junto a un sacerdote libanés.

En su discurso, el Pontífice anunció la visita del secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin, como su “representante” en el Líbano para este día, con la intención de expresar su “cercanía y solidaridad”. Monseñor Parolin llegó a Beirut anoche y se reunió con los líderes religiosos en la catedral maronita de San Jorge. Luego presidió la misa en el santuario de Harissa, Nuestra Señora del Líbano.

En concreto, el Papa exhorta hoy a rezar “por las víctimas y sus familias”, así como por el Líbano “para que, con el compromiso de todos sus componentes sociales, políticos y religiosos, pueda afrontar este trágico y doloroso momento y, con la ayuda de la comunidad internacional, superar la grave crisis que atraviesa”.

Una oración de todas las confesiones

Día oración Líbano

Con la intención de que esta sea una jornada universal, con una dimensión ecuménica, el Santo Padre invitó a que se unan “también a los hermanos y hermanas de otras confesiones y tradiciones religiosas a que se asocien a esta iniciativa” según “las formas que consideren más adecuadas, pero todos juntos”.

En este sentido, también el Papa nos llama a ayunar y a apoyar desde la caridad cristiana a los hermanos libaneses. “También estamos cerca con el compromiso concreto de la caridad, como en otras ocasiones similares”, señaló en la audiencia general celebrada esta semana en el patio de San Dámaso, en el Vaticano.

Llamados a la caridad

Desde Ayuda a la Iglesia Necesitada, como en otras muchas plataformas solidarias, han lanzado una campaña de emergencia por Beirut. La detonación devastó el área portuaria de la capital de Líbano y varios barrios cercanos, de población mayoritariamente cristiana, como Mar Maroun o Achrafieh.

Llegará el momento de la reconstrucción pero, mientras tanto, Ayuda a la Iglesia Necesitada se propone enviar, con esta campaña, una ayuda de emergencia de 250.000 euros para proveer de paquetes de alimentos a 5.880 familias afectadas por la explosión.

Tras la solicitud de ayuda del Papa Francisco, en el rezo del Ángelus, el pasado 9 de agosto, a la comunidad internacional, se anunció el compromiso de asignar 252,7 millones de euros en ayuda de urgencia para la población del Líbano, por parte de las Naciones Unidas, en colaboración con la Unión Europea y el Banco Mundial.

País en crisis

El Líbano, único país de Oriente Medio con una amplia presencia cristiana, estaba ya inmerso en una profunda crisis económica desde la guerra civil que tuvo lugar entre 1975 y 1990. A eso se sumó el desbordamiento del país ante el inmenso éxodo de refugiados sirios e iraquíes, muchos de ellos cristianos, que, en los últimos años, han huido de la guerra y del terrorismo de Daesh, reseña Ayuda a la Iglesia Necesitada.

En marzo de 2020, el coronavirus llegó a Líbano para complicar más aún la situación y, cinco meses después, la terrible explosión accidental de 2.750 toneladas de nitrato de amonio en la zona portuaria de Beirut.

Además, seis días después de la explosión, el Gobierno del Líbano presentó su dimisión, presionados por las protestas sociales surgidas en la capital del país. Se trata del segundo Gobierno que cae tras las protestas contra la clase política: el pasado octubre Saad Hariri también dimitió.

El primer ministro libanés, Hasan Diab, anunció que “los mecanismos de corrupción son más grandes que el Estado” y aseguró “dar un paso atrás” para “estar con la gente, para combatir con ella por el cambio. Por eso, anuncio hoy la renuncia de este Gobierno”.

04.09.20

Mensaje del Papa al Foro de European House – Ambrosetti

C) Foro De European House – Ambrosetti

Mensaje del Papa al 46º Foro ‘European House – Ambrosetti’

Celebrado del 4 al 5 de septiembre


Mensaje del Santo P

Señoras y señores,

Un caluroso saludo a todos los que participan en el Foro de European House-Ambrosetti. Vuestros debates de este año tratan temas importantes que afectan a la sociedad, la economía y la innovación: temas que exigen esfuerzos extraordinarios para hacer frente a los desafíos creados o agravados por la actual emergencia médica, económica y social.

La experiencia de la pandemia nos ha enseñado que ninguno de nosotros se salva solo. Hemos experimentado de primera mano la vulnerabilidad de la condición humana que nos pertenece y que hace de nosotros una familia. Hemos llegado a ver más claramente que cada una de nuestras decisiones personales afecta a la vida de nuestros semejantes, de los que viven al lado y de los que están en lugares distantes del mundo. La marcha de los acontecimientos nos ha obligado a reconocer que nos pertenecemos unos a otros, como hermanos y hermanas que habitan en una casa común. No habiendo sido capaces de mostrar solidaridad en la riqueza y en el intercambio de recursos, hemos aprendido a experimentar la solidaridad en el sufrimiento.

Culturalmente, este tiempo de prueba nos ha enseñado una serie de lecciones. Nos ha mostrado la grandeza de la ciencia, pero también sus límites. Ha puesto en tela de juicio la escala de valores que pone el dinero y el poder por encima de todo. Obligándonos a quedarnos juntos en casa, padres e hijos, jóvenes y viejos, nos ha hecho una vez más conscientes de las alegrías y dificultades de nuestras relaciones. Nos ha hecho abstenernos de lo superfluo y concentrarnos en lo esencial. Ha derribado los tambaleantes pilares que sostenían un determinado modelo de desarrollo. Ante un futuro que parece incierto y lleno de desafíos, sobre todo en el plano social y económico, nos ha empujado a dedicar este tiempo a discernir lo que es duradero de lo que es fugaz, lo que es necesario de lo que no lo es.

En esta situación, la economía -la economía en su significado humano más profundo como el gobierno de nuestro hogar terrenal- adquiere una importancia aún mayor, debido a su estrecha conexión con las situaciones concretas de la vida de los hombres y mujeres. La economía debe convertirse en la expresión de un cuidado y una preocupación que no excluya, sino que trate de incluir, que no rebaje, sino que trate de elevar y dar vida. Un cuidado y una preocupación que se niegue a sacrificar la dignidad humana a los ídolos de las finanzas, que no dé lugar a la violencia y la desigualdad, y que utilice los recursos financieros no para dominar sino para servir (cf. Evangelii Gaudium, 53-60). Porque el verdadero beneficio proviene de los tesoros accesibles a todos. “Lo que verdaderamente poseo es lo que puedo ofrecer a los demás” (cf. Audiencia general, 7 de noviembre de 2018).

En esta tragedia, que la humanidad entera sigue experimentando, la ciencia y la tecnología han demostrado ser insuficientes por sí mismas. Lo que se ha revelado decisivo, en cambio, ha sido el derroche de generosidad y coraje que han demostrado tantas personas. Esto debería estimularnos a ir más allá del paradigma tecnocrático, entendido como una forma única o dominante de abordar los problemas. Este paradigma, nacido de una mentalidad que buscaba el dominio del mundo natural, se basaba en el supuesto erróneo de que “existe una cantidad ilimitada de energía y de recursos utilizables, que su regeneración inmediata es posible y que los efectos negativos de las manipulaciones de la naturaleza pueden ser fácilmente absorbidos” (Cf. CONSEJO   PONTIFICIO PARA LA JUSTICIA Y LA PAZ, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 463; cf. Laudato Si’, 106). Donde la naturaleza y, todavía más, las personas están implicadas, se necesita otra forma de pensar, que pueda ampliar nuestra mirada y guiar la tecnología al servicio de un modelo de desarrollo diferente, más sano, más humano, más social y más integral.

El presente es un momento de discernimiento a la luz de los principios de la ética y el bien común, en aras de la recuperación deseada por todos. San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, emplea frecuentemente el término “discernimiento” en sus escritos, inspirándose en la gran tradición sapiencial de la Biblia y, sobre todo, en la enseñanza de Jesús de Nazaret. Cristo exhortó a todos los que le escucharon, y a nosotros hoy, a no detenerse en lo externo, sino a discernir sabiamente los signos de los tiempos. Para ello, son necesarias dos cosas, la conversión y la creatividad.

Necesitamos experimentar una conversión ecológica para frenar nuestro ritmo inhumano de consumo y producción y aprender una vez más a entender y contemplar la naturaleza. Reconectarnos con el mundo que nos rodea. Trabajar por una reorientación ecológica de nuestra economía, sin ceder a las presiones del tiempo y de los procesos humanos y tecnológicos, sino volviendo a relaciones que son experimentadas, no consumidas.

También estamos llamados a ser creativos, como los artesanos, ideando nuevas formas de perseguir el bien común. Esa creatividad sólo puede provenir de la apertura al aliento del Espíritu, que nos inspira a intentar nuevas, oportunas e incluso audaces decisiones, como hombres y mujeres capaces de dar forma a ese desarrollo humano integral al que todos aspiramos. La creatividad de un amor que pueda devolver un significado al presente, para abrirlo a un futuro mejor.

Esta conversión y creatividad implican necesariamente la formación y el estímulo de la próxima generación de economistas y empresarios. Por esta razón, les he invitado a reunirse del 19 al 21 de noviembre próximo en Asís, la ciudad del joven san Francisco, que se despojó de todo “para elegir a Dios como brújula de su vida, haciéndose pobre con los pobres, hermano de todos. Su decisión de abrazar la pobreza dio lugar también a una visión de la economía que sigue siendo muy actual”(Carta para el evento “La economía de Francisco”, dirigida a los jóvenes economistas y empresarios de todo el mundo, 1 de mayo de 2019). Es importante invertir en los jóvenes que serán los protagonistas de la economía del mañana, formar hombres y mujeres preparados para ponerse al servicio de la comunidad y la creación de una cultura del encuentro. La economía de hoy, y los jóvenes y los pobres de nuestro mundo, tienen necesidad, sobre todo, de vuestra humanidad y de vuestra respetuosa y humilde fraternidad, y sólo después de vuestro dinero (cf. Laudato Si’, 129; Discurso a los participantes en el Encuentro “Economía de la Comunión”, 4 de febrero de 2017).

Los trabajos de vuestro Foro prevén también la elaboración de un programa para Europa. Han transcurrido 70 años desde la Declaración Schuman del 9 de mayo de 1950, que allanó el camino para la actual Unión Europea. Ahora más que nunca, Europa está llamada a mostrar su liderazgo en un esfuerzo creativo para salir del cerco del paradigma tecnocrático aplicado a la política y la economía. Este esfuerzo creativo debe ser de solidaridad, el único antídoto contra el virus del egoísmo, un virus mucho más potente que la COVID-19. En aquel entonces, la preocupación era la solidaridad en la producción; hoy en día, la solidaridad debe extenderse a un bien más preciado: la persona humana. La persona humana debe ocupar el lugar que le corresponde en el centro de nuestras políticas educativas, sanitarias, sociales y económicas. Las personas deben ser acogidas, protegidas, acompañadas e integradas cuando llaman a nuestras puertas, buscando un futuro de esperanza.

Vuestras reflexiones también se concentrarán en la ciudad del futuro. No es casualidad que, en la Biblia, el destino de toda la humanidad se cumpla en una ciudad, la Jerusalén celestial descrita por el Libro del Apocalipsis (Capítulos 21-22). Como su nombre indica, es una ciudad de paz, cuyas puertas están siempre abiertas a todos los pueblos; una ciudad construida para la gente, hermosa y resplandeciente: una ciudad de abundantes fuentes y árboles; una ciudad acogedora donde ya no hay enfermedad ni muerte. Esta elevada visión puede movilizar las mejores energías de la humanidad para la construcción de un mundo mejor. Os pido que no bajéis la mirada, sino que persigáis altos ideales y grandes aspiraciones.

Espero que estos días de reflexión y discusión sean fructíferos, que contribuyan a nuestro camino común proporcionando orientación en medio del estruendo de tantas voces y mensajes, y que se preocupen de que nadie se pierda en el camino. Os insto a que os esforcéis por desarrollar nuevas formas de entender la economía y el progreso, a que combatáis toda forma de marginación, a que propongáis nuevos estilos de vida y a que deis voz a los que no la tienen.

Concluyo ofreciéndoos mis mejores deseos con las palabras del salmista: “¡La dulzura del Señor sea con nosotros! ¡Confirma tú la acción de nuestras manos!” (Salmos 90:17)

Roma, San Juan de Letrán, 27 de agosto de 2020

05.09.20