26 de des. 2015

BETLEM ROMA







El papa Francisco en el ángelus: 'Nosotros nacemos del perdón de Dios'

En la fiesta de san Esteban, el primer mártir de la Iglesia, el papa Francisco rezó la oración del ángelus desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico, ante una multitud que le atendía en la Plaza de San Pedro. Dirigiéndose a los fieles y peregrinos venidos de todo el mundo, que le acogieron con un largo y caluroso aplauso, el Pontífice les dijo:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy celebramos la fiesta de san Esteban. El recuerdo del primer mártir sigue inmediatamente a la solemnidad de la Navidad. Ayer hemos contemplado el amor misericordioso de Dios, que se ha hecho carne por nosotros; hoy vemos la respuesta coherente del discípulo de Jesús, que da su vida. Ayer ha nacido en la tierra el Salvador; hoy nace para el cielo su testigo fiel. Ayer, como hoy, aparecen las tinieblas del rechazo de la vida, pero brilla más fuerte aún la luz del amor, que vence el odio e inaugura un mundo nuevo.
Hay un aspecto particular en el relato de hoy de los Hechos de los Apóstoles, que acerca a san Esteban al Señor. Es su perdón antes de morir lapidado. Jesús, clavado en la cruz, había dicho: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”; de modo semejante, Esteban “poniéndose de rodillas, exclamó en alta voz: ‘Señor, no les tengas en cuenta este pecado’”. Por tanto, Esteban es mártir, que significa testigo, porque hace como Jesús; en efecto, es un verdadero testigo el que se comporta come Él: el que reza, el que ama, el que da, pero, sobre todo, el que perdona, porque el perdón, como dice la misma palabra, es la expresión más alta del don.
Pero --podríamos preguntarnos-- ¿para qué sirve perdonar? ¿Es solo una buena acción o conlleva resultados? Encontramos una respuesta precisamente en el martirio de Esteban. Entre aquellos por los cuales él imploró el perdón había un joven llamado Saulo; este perseguía a la Iglesia y trataba de destruirla. Poco después Saulo se convirtió en Pablo, el gran santo, el Apóstol de los gentiles. Había recibido el perdón de Esteban. Podemos decir que Pablo nace de la gracia de Dios y del perdón de Esteban.
También nosotros nacemos del perdón de Dios. Y no solo en el Bautismo, sino cada vez que somos perdonados nuestro corazón renace, es regenerado. Cada paso hacia adelante en la vida de la fe lleva impreso al inicio el signo de la misericordia divina. Porque solo cuando somos amados podemos amar a nuestra vez. Recordémoslo, nos harán bien: si queremos avanzar en la fe, ante todo es necesario recibir el perdón de Dios; encontrar al Padre, que está dispuesto a perdonar todo y siempre, y que precisamente perdonando sana el corazón y reaviva el amor. Jamás debemos cansarnos de pedir el perdón divino, porque solo cuando somos perdonados, cuando nos sentimos perdonados, aprendemos a perdonar.
Pero perdonar no es una cosa fácil, es siempre muy difícil. ¿Cómo podemos imitar a Jesús? ¿Por dónde comenzar para disculpar las pequeñas o grandes ofensas que sufrimos cada día? Ante todo por la oración, como ha hecho Esteban. Se comienza por el propio corazón: podemos afrontar con la oración el resentimiento que experimentamos, encomendando a quien nos ha hecho el mal a la misericordia de Dios: ‘Señor, te pido por él, te pido por ella’.
Después se descubre que esta lucha interior para perdonar purifica del mal y que la oración y el amor nos liberan de las cadenas interiores del rencor. ¡Es tan feo vivir en el rencor! Cada día tenemos la ocasión para entrenarnos a perdonar, para vivir esto gesto tan alto que acerca al hombre a Dios. Como nuestro Padre celestial, nos convertimos, también nosotros en misericordiosos, porque a través del perdón vencemos el mal con el bien, transformamos el odio en amor y así hacemos que el mundo sea más limpio.
Que la Virgen María, a quien encomendamos a aquellos --y por desgracia son muchísimos-- que como san Esteban padecen persecuciones en nombre de la fe, nuestros mártires de hoy, oriente nuestra oración para recibir y donar el perdón. Recibir y donar el perdón.
Al término de estas palabras, el Santo Padre rezó la oración mariana:
Angelus Domini nuntiavit Mariae...
Al concluir la plegaria, llegó el turno de los saludos que tradicionalmente realiza el Obispo de Roma:
Queridos hermanos y hermanas,
Os saludo a todos los peregrinos, procedentes de Italia y de varios países. Renuevo a todos mi deseo de que la contemplación del Niño Jesús, junto a María y José, pueda suscitar una actitud de misericordia y de amor recíproco en las familias, en las comunidades parroquiales y religiosas, en los movimientos y en las asociaciones, en todos los fieles y en las personas de buena voluntad.
En estas semanas he recibido muchos mensajes con felicitaciones desde Roma y desde otras partes. No me es posible responder a cada uno. Por lo tanto, expreso hoy a todos mi vivo agradecimiento, especialmente por el regalo de la oración.
El papa Francisco terminó su intervención diciendo:
Feliz fiesta de san Esteban. Y por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto! 







Homilía del papa Francisco en la fiesta de la Sagrada Familia

En el marco del Jubileo de las Familias, celebrado con motivo de la fiesta de la Sagrada Familia en la basílica de San Pedro, el papa Francisco señaló este domingo la misión de la célula fundamental de la sociedad sobre la cual se construyen los Estados y la Iglesia.
Durante su homilía, el Pontífice destacó el papel formativo que desempeña la familia especialmente en lo que se refiere a la fe, la oración y el perdón. Además, invitó a caminar juntos a los padres y a los hijos, para alcanzar la misma meta.
A continuación, publicamos las palabras del Santo Padre:
Las Lecturas bíblicas que hemos escuchado nos presentan la imagen de dos familias que hacen su peregrinación hacia la casa de Dios. Elcaná y Ana llevan a su hijo Samuel al templo de Siló y lo consagran al Señor (cf. 1 S 1,20- 22,24-28). Del mismo modo, José y María, junto con Jesús, se ponen en marcha hacia Jerusalén para la fiesta de Pascua (cf. Lc 2,41-52).
Podemos ver a menudo a los peregrinos que acuden a los santuarios y lugares entrañables para la piedad popular. En estos días, muchos han puesto en camino para llegar a la Puerta Santa abierta en todas las catedrales del mundo y también en tantos santuarios. Pero lo más hermoso que hoy pone de relieve la Palabra de Dios es que la peregrinación la hace toda la familia. Papá, mamá y los hijos, van juntos a la casa del Señor para santificar la fiesta con la oración. Es una lección importante que se ofrece también a nuestras familias. Es más, podemos decir que la vida de la familia es un conjunto de pequeñas y grandes peregrinaciones.
Por ejemplo, cuánto bien nos hace pensar que María y José enseñaron a Jesús a decir sus oraciones, y esta es una peregrinación, la peregrinación de la educación a la oración. Y también nos hace bien saber que durante la jornada rezaban juntos; y que el sábado iban juntos a la sinagoga para escuchar las Escrituras de la Ley y los Profetas, y alabar al Señor con todo el pueblo. Y, durante la peregrinación a Jerusalén, ciertamente han rezado cantando con las palabras del Salmo: «¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”. Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén» (122,1-2).
Qué importante es para nuestras familias peregrinar juntos, caminar juntos para alcanzar una misma meta. Sabemos que tenemos un itinerario común que recorrer; un camino donde nos encontramos con dificultades, pero también con momentos de alegría y de consuelo. En esta peregrinación de la vida compartimos también el tiempo de oración. ¿Qué puede ser más bello para un padre y una madre que bendecir a sus hijos al comienzo de la jornada y cuando concluye? Hacer en su frente la señal de la cruz como el día del Bautismo. ¿No es esta la oración más sencilla de los padres para con sus hijos? Bendecirlos, es decir, encomendarles al Señor, --como hicieron Elcaná y Ana, José y María-- para que sea él su protección y su apoyo en los distintos momentos del día. Qué importante es para la familia encontrarse también en un breve momento de oración antes de comer juntos, para dar las gracias al Señor por estos dones, y para aprender a compartir lo que hemos recibido con quien más lo necesita. Son pequeños gestos que, sin embargo, expresan el gran papel formativo que la familia desempeña en la peregrinación de todos los días.
Al final de aquella peregrinación, Jesús volvió a Nazaret y vivía sujeto a sus padres (cf. Lc 2,51). Esta imagen tiene también una buena enseñanza para nuestras familias. En efecto, la peregrinación no termina cuando se ha llegado a la meta del santuario, sino cuando se regresa a casa y se reanuda la vida de cada día, poniendo en práctica los frutos espirituales de la experiencia vivida. Sabemos lo que hizo Jesús aquella vez. En lugar de volver a casa con los suyos, se había quedado en el Templo de Jerusalén, causando una gran pena a María y José, que no lo encontraban. Por su «aventura», probablemente también Jesús tuvo que pedir disculpas a sus padres. El Evangelio no lo dice, pero creo que lo podemos suponer. La pregunta de María, además, manifiesta un cierto reproche, mostrando claramente la preocupación y angustia, suya y de José. Al regresar a casa, Jesús se unió estrechamente a ellos, para demostrar todo su afecto y obediencia. También forman parte de la peregrinación de la familia estos momentos que, con el Señor, se transforman en oportunidad de crecimiento, en ocasión para pedir perdón y recibirlo, de demostrar el amor y la obediencia.
Que en este Año de la Misericordia, toda familia cristiana sea un lugar privilegiado de esta peregrinación en el que se experimenta la alegría del perdón. El perdón es la esencia del amor, que sabe comprender el error y poner remedio. Pobres de nosotros, si Dios no nos perdonase. En el seno de la familia es donde se nos educa al perdón, porque se tiene la certeza de ser comprendidos y apoyados no obstante los errores que se puedan cometer.
No perdamos la confianza en la familia. Es hermoso abrir siempre el corazón unos a otros, sin ocultar nada. Donde hay amor, allí hay también comprensión y perdón. Os encomiendo a vosotras, queridas familias, esta peregrinación doméstica de todos los días, esta misión tan importante, de la que el mundo y la Iglesia tienen más necesidad que nunca.
 28.12.15




El   Papa en la última audiencia del año: 'Los niños estén en el centro de nuestra atención

El papa Francisco realizó este miércoles su última audiencia del año en la plaza de San Pedro. A su entrada, en el jeep descubierto, pasó recorriendo los pasillos de la plaza en medio de los fieles que le saludaban calurosamente, contrastando la fría mañana de invierno europeo. El sucesor de Pedro se detuvo varias veces para saludar y bendecir a niños y enfermos.
Abrigado con un sobretodo blanco y bufanda del mismo color, dio inicio a su catequesis en este Año de la Misericordia. 
En el resumen que el Santo Padre leyó en español dijo que "en estos días de Navidad, contemplamos al Niño Jesús, reviviendo en nuestros corazones el misterio de la Encarnación con gestos sencillos y tradicionales, como poner el pesebre en nuestras casas".
"Esta devoción al Niño Jesús --añadió el Santo Padre-- nos permite meditar, siguiendo el ejemplo de la Virgen María, la humildad de Dios, que se hace pequeño por nosotros. A pesar de que sabemos poco de la infancia de Jesús, podemos aprender mucho de Él mirando a los niños".
"Jesús también quiere --concluyó el Papa-- que lo estrechemos en nuestros brazos, que le demostremos nuestro amor, nuestro interés. Que abandonemos nuestra pretensión de autonomía y acojamos la verdadera forma de la libertad, que consiste en reconocer y servir a quien tenemos delante. Él ha venido a revelarnos el rostro del Padre, rico en misericordia".
A continuación saludó  los peregrinos de lengua española, "en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica". En la plaza se levantó una ovación y el Papa añadión: "Veo que hay muchos mexicanos por allì. Acojamos al Señor en nuestros corazones, demostrémosle nuestro amor y el gozo de saber que Él siempre está en medio de nosotros. Muchas gracias".
El Papa invitó a rezar también por las víctimas de los desastres naturales que golpearon durante estos días en Estados Unidos, Inglaterra y América del Sur, causando víctimas, daños y desplazados. "El Señor de consuelo a aquellas poblaciones y la solidaridad fraterna les auxilie en sus necesidades".
La audiencia concluyó con el canto del Padre Nuestro en latín, y la bendición, particularmente para los niños y durante la cual los fieles exponen los objetos de devoción para que sean bendecidos por el Papa. 
31.12.15






Francisco en el Te Deum: “Los signos de amor no sean oscurecidos por la prepotencia del mal"

El santo padre Francisco presidió este jueves 31 de diciembre en la basílica de San Pedro, el canto de las Vísperas de la Solemnidad de María Santísima Madre de Dios, al que siguió la exposición del Santísimo Sacramento. Poco después fue el canto del Te Deum de agradecimiento por la conclusión del año civil, y la bendición eucarística.
En su homilía el Papa recordó que al concluir un año se siente la necesidad de rezar una oración que no sea solo individual, como se hace en el Te Deum.
E Invitó a verificar los acontecimientos del año para entender si se cumplió la voluntad de Dios, o si por el contrario si han escuchado los proyectos de los hombres, a menudo cargados de intereses privados, de insaciable sed de poder y de violencia gratuita.
Y si bien no es posible olvidar de un lado que muchos días han sido marcados por la violencia, por la muerte, por el sufrimiento de inocentes, refugiados, de hombres, mujeres y niños sin casa estable, alimento y sustento; de otro se registraron grandes gestos de bondad, de amor y solidaridad ¡que no han sido noticias en los medios de comunicación!
Los signos de amor --indicó el Pontífice-- no pueden y no deben ser oscurecidos por la prepotencia del mal. Porque el bien vence siempre, también si en cualquier momento puede aparecer más débil o escondido.
Al terminar la ceremonia el Santo Padre realizó una visita al pesebre ubicado en la Plaza de San Pedro.
A continuación el texto de la homilía del papa Francisco
“¡Cuán lleno de significado es nuestro estar reunidos juntos para alabar al Señor al término de este año!
La Iglesia en tantas ocasiones siente la alegría y el deber de elevar su canto a Dios con estas palabras de alabanza, que desde el siglo cuarto acompañan la oración en los momentos importantes de su peregrinación terrena. Es la alegría del agradecimiento que casi espontáneamente emana de nuestra oración, para reconocer la presencia amorosa de Dios en los acontecimientos de nuestra historia.
Como sucede con frecuencia sentimos que nuestra en oración no basta solo nuestra voz. Esta tiene necesidad de reforzarse con la compañía de todo el pueblo de Dios, que conjuntamente hace sentir su canto de agradecimiento. Por ésto en el Te Deum pedimos ayuda a los ángeles, a los profetas y a toda la creación para alabar al Señor. Con este himno recorremos la historia de la salvación, en donde por un misterioso designio de Dios encuentran lugar y síntesis también los diversos hechos de nuestra vida, en este año que ha pasado”.
En este Año jubilar asumen una especial resonancia las palabras finales del himno de la Iglesia: «Esté siempre con nosotros, oh Señor, tu misericordia: en ti siempre hemos esperado». La compañía de la misericordia es luz para comprender mejor cuánto hemos vivido, y esperanza que nos acompaña al inicio de un nuevo año.
Recorrer los días del año transcurrido puede ser como un recuerdo de hechos y eventos que llevan a momentos de alegría y de dolor, o como buscando comprender si hemos percibido la presencia de Dios que todo renueva y sostiene con su ayuda.
Estamos llamados a verificar los acontecimientos del mundo que se realizaron según la voluntad de Dios, o si han escuchado principalmente los proyectos de los hombres, a menudo cargados de intereses privados, de insaciable sed de poder y de violencia gratuita.
Y, sin embargo, hoy nuestros ojos tienen necesidad de centrarse en modo particular los signos que Dios nos ha concedido, para tocar con mano la fuerza de su amor misericordioso.
No podemos olvidar que muchos días han sido marcados por la violencia, por la muerte, por el sufrimiento increíble de tantos inocentes, de refugiados forzados a dejar su patria, de hombres, mujeres y niños sin casa estable, alimento y sustento.
Y sin embargo, cuántos grandes gestos de bondad, de amor y de solidaridad han llenado las jornadas de este año, ¡que no han sido noticias en los medios de comunicación! Estos signos de amor no pueden y no deben ser oscurecidos por la prepotencia del mal. El bien vence siempre, también si en cualquier momento puede aparecer más débil o escondido.
Nuestra ciudad de Roma no es extraña a esta condición del mundo entero. Quisiera que llegara a todos sus habitantes la invitación sincera para ir más allá de las dificultades del momento presente. Que el compromiso por recuperar los valores fundamentales del servicio, honestidad y solidaridad permita superar las graves incertidumbres que han dominado la escena de este año, y que son síntomas de escaso sentido de dedicación al bien común. Que no falte nunca la aportación positiva del testimonio cristiano para permitir a Roma según su historia, y con la materna protección de María Salus Populi Romani, de ser intérprete privilegiada de fe, de acogida, de fraternidad y de paz”.
 03.01.16



Francisco en el ángelus: 'Todos los días leamos un párrafo del Evangelio'

El santo padre Francisco rezó este domingo la oración del Ángelus ante una la plaza de San Pedro repleta de fieles y peregrinos que le recibieron con fuertes aplausos y vivas. El Papa les dirigió las siguientes palabras:
"Queridos hermanos y hermanas, que tengan un buen domingo
La liturgia de hoy, segundo domingo después de Navidad nos presenta el prólogo del Evangelio de San Juan, en el cual se proclama que “el Verbo --o sea la palabra creadora de Dios-- se hizo carne y vino a habitar en medio de nosotros”.
Esa Palabra, que vive en el cielo, o sea en la dimensión de Dios, ha venido sobre la tierra para que nosotros la escucháramos y pudiéramos conocer y tocar con la mano el amor del Padre. El Verbo de Dios es su Hijo Unigénito, hecho hombre, lleno de amor y de fidelidad. Es el mismo Jesús. 
El evangelista no esconde lo dramático de la Encarnación, subrayando que al don del amor de Dios se contrapone la no acogida por parte de los hombres.
La Palabra es la luz, y a pesar de ello --así dice-- los hombres han preferido las tinieblas. La Palabra vino entre los suyos pero ellos no la han recibido. Le han cerrado la puerta en la cara al Hijo de Dios. Es el misterio del mal que insidia nuestra vida y que nos solicita a la vigilancia y atención para que no prevalezca.
El libro del Génesis dice una linda frase que nos hace entender ésto. Dice que el mal 'está escondido delante de nuestra puerta'. Ay de nosotros si lo dejamos entrar, sería él entonces a cerrar nuestra puerta a los demás. Estamos en cambio llamados a abrir enteramente la puerta de nuestro corazón a la Palabra de Dios, a Jesús, para volvernos así sus hijos.
En el día de Navidad ya ha sido proclamado este solemne inicio del evangelio de Juan; hoy nos es propuesto nuevamente. Es la invitación de la santa Madre Iglesia a acoger esta Palabra de salvación, este misterio de luz.
Si acogemos, si recibimos a Jesús, creceremos en la misericordia, aprendamos a ser misericordiosos como Él.
Especialmente en este Año Santo de la Misericordia, hagamos realmente que el Evangelio se vuelva siempre más carne también en nuestra vida. Acercarse al Evangelio, meditarlo y encarnarlo en la vida cotidiana es la mejor manera para conocer a Jesús y llevarlo a los otros. Ésta es la vocación y la alegría de cada bautizado: indicar y donar Jesús a los otros, pero para hacerlo debemos conocerlo y tenerlo dentro de nosotros, como el Señor de nuestra vida.
Él nos defiende del mal, del demonio que siempre está agazapado delante de nuestra puerta porque quiere entrar. 
Con un renovado impulso de abandono filial nos ponemos nuevamente bajo la protección de María: su dulce imagen de madre de Jesús y madre nuestra, estos días la contemplamos en el pesebre".
(El papa Francisco reza la oración del ángelus)
"Les dirijo un saludo cordial a los fieles de Roma, a las familias y asociaciones a los diversos grupos familiares, en particular al de Monzambano, a los que recibieron la Confirmación en Bonate di Soto y a los jóvenes de Maleo.
En este primer domingo del año renuevo los deseos de paz y de bien en el Señor. En los momentos alegres y en aquellos tristes, pongámonos bajo su protección, Él es nuestra esperanza. Y les recuerdo ese empeño que hemos tomado en el inicio del año, Jornada de la Paz: 'Vence la indiferencia y conquista la paz'. Con la gracia de Dios podremos ponerlo en práctica. 
Y les recuerdo también ese consejo que muchas veces les he dado: todos los días leamos un párrafo del Evangelio, para conocerlo mejor a Jesús, para abrir enteramente nuestro corazón a Jesús y así lo podremos hacer conocer mejor a los otros. También llevar un pequeño evangelio en  el bolsillo o en la cartera nos hará bien. No se olviden, cada día leamos un párrafo del Evangelio. 
Y les deseo un buen domingo y que tengan un buen almuerzo. Y por favor no se olviden de rezar por mi. 'Arrivederci' ".
04.01.16




Francisco llega de sorpresa al congreso de jóvenes en Greccio

El papa Francisco llegó hoy por la tarde de sorpresa en auto, a un congreso de jóvenes que se realizaba en la ciudad de Greccio, distante a casi 100 kilómetros de la ciudad de Roma. 
El Pontífice llegó en la Ford Focus después de las 14 horas, para 'una oración personal', habló con los jóvenes entre 18 y 30 años presentes para el congreso y después visitó el santuario.
Delante de la gruta donde San Francisco celebró en el año 1223, el Papa tuvo que esperar unos instantes hasta que la abrieron. Allí se quedó en oración, junto a los frailes. 
"Agradezco al Señor por esta alegría y le pido que bendiga a la Iglesia, al obispo de Rieti, a los frailes, a los fieles, y nos ayude a todos a descubrir la estrella y a buscar al Niño. Francisco", escribió el Papa en el libro de honor del santuario franciscano. 
Mons. Domenico Pompili, nuevo obispo de Rieti había invitado al Papa al santuario, pero no sabía que les iba a visitar hasta poco antes. Allí Santo Padre almorzó con el obispo.
Al encontrar a los jóvenes les habló 'de la estrella y del Niño' porque cuando falta la estrella no hay esperanza. Y al hablar sobre el Niño indicó la necesidad de recordarse de las periferias. 
En la ciudad de Greccio, san Francisco de Asís tuvo la inspiración y mandó a realizar el primer pesebre de la historia.  
05.01.16



El   Papa en Greccio invitó a seguir a los 'signos' que conducen a Jesús

La estrella cometa que hizo partir a los Reyes Magos y el ángel que les indicó a los pastores que debían dirigirse hacia el pesebre en el que estaba el Niño Jesús: éstos son los dos 'signos' que el papa Francisco les ha indicado a los jóvenes que ayer vio en su visita sorpresa al Santuario de Greccio, en donde San Francisco de Asís en el año 1223 instituyó el primer pesebre.
El Santo padre al conversar con los aproximadamente 150 jóvenes que participaban en una jornada de reflexión, con la simplicidad que el caracteriza les saludó: “Buenas tardes”, y explicó que el obispo de Rieti, Mons. Domenico Pompili que estaba a su lado, le había hecho entender que “en estos días era bueno venir a rezar a Greccio”. Y bromeó: “Pero no se con cuál engaño les habrá hecho venir aquí”.
El Papa inició su reflexión indicando que “en la vida hay tantos signos y tantas señales, y en el Evangelio cuando se habla del nacimiento de Jesús hay dos que me hacen reflexionar.  Y me gustaría que reflexionaran sobre esto”.
La primera imagen ofrecida fue la estrella: “El cielo está lleno de estrellas --explicó el Santo Padre-- entretanto había una especial, una estrella que les movía a dejar muchas cosas y a ponerse en un camino que no sabían dónde les habría llevado”.
El Santo Padre paragona aquella estrella a los signos que constelan nuestra vida y “que nos llaman a hacer mucho más, algo de bueno, a emprender un camino, a tomar una decisión”
E invitó a “pedir la gracia de descubrir la 'estrella' que Dios hoy quiere hacerme ver, para que esa estrella me lleva a Jesús”.
"El camino hacia Jesús lo ha recorrido también el pastor que encontró al ángel, el cual le ha indicado al Niño que había nacido en la cuna", recordó el Pontífice. Una imagen esta última que nos demuestra como “Dios se ha abajado y se ha reducido para volverse uno como nosotros. Para caminar delante de nosotros”.
Es la imagen de la “pequeñez, la humildad: Dios que va contra el orgullo, la autosuficiencia, la soberbia”. Francisco indica en “esta mansedumbre de un niño” la otra señal que es necesario ver, para después preguntarse: “¿Mi vida es buena, humilde, de quien no anda con la nariz hacia arriba, y que no es orgulloso?
El ejemplo al cual debemos dirigir la mirada es por lo tanto el de los Reyes Magos, los cuales “fueron astutos” porque “se dejaron guiar por la estrella” y que no se dejaron engañar por  “todo el esplendor del palacio de Herodes".
El deseo del Papa para los jóvenes allí presentes fue que la vida “esté siempre acompañada por estas dos señales, que son un don de Dios”. Y añadió: “Que no falte la humildad de descubrir nuevamente a Jesús en los pequeños, en los pobres, en los humildes, en aquellos que son descartados por la sociedad y por la propia vida”.

 06.01.16





Homilía del papa Francisco en la fiesta de la Epifanía

En la solemnidad de la Epifanía del Señor, el papa Francisco ha celebrado este miércoles, a las 10 horas, la Santa Misa en la basílica de San Pedro.
En su homilía, el Pontífice ha dicho que la misión de la Iglesia es anunciar el Evangelio e iluminar la vida de todas las personas. En esta línea, ha explicado que dar a conocer la Buena Nueva de Cristo no es una opción más entre otras posibles, ni tampoco una profesión.
Además, el Santo Padre ha invitado a los presentes a seguir la luz que conduce a Jesús y ha asegurado que los Reyes Magos son una prueba de que las semillas de verdad están presentes en todas partes.
A continuación, les ofrecemos las palabras que el papa Francisco ha pronunciado después de la proclamación del Evangelio y el anuncio del día de Pascua, que este año se celebrará el 27 de marzo:
Las palabras que el profeta Isaías dirige a la ciudad santa de Jerusalén nos invitan a salir; a salir de nuestras clausuras, a salir de nosotros mismos, y a reconocer el esplendor de la luz que ilumina nuestras vidas: «¡Levántate y resplandece, porque llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti!» (60,1). «Tu luz» es la gloria del Señor. La Iglesia no puede pretender brillar con luz propia. No puede. San Ambrosio nos lo recuerda con una hermosa expresión, aplicando a la Iglesia la imagen de la luna, y dice así: «La Iglesia es verdaderamente como la luna: […] no brilla con luz propia, sino con la luz de Cristo. Recibe su esplendor del Sol de justicia, para poder decir luego: “Vivo, pero no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí”» (Hexameron, IV, 8, 32). Cristo es la luz verdadera que brilla; y, en la medida en que la Iglesia está unida a él, en la medida en que se deja iluminar por él, ilumina también la vida de las personas y de los pueblos. Por eso, los santos Padres veían a la Iglesia como el «mysterium lunae».
Necesitamos de esta luz que viene de lo alto para responder con coherencia a la vocación que hemos recibido. Anunciar el Evangelio de Cristo no es una opción más entre otras posibles, ni tampoco una profesión. Para la Iglesia, ser misionera no significa hacer proselitismo; para la Iglesia, ser misionera equivale a manifestar su propia naturaleza, es decir: dejarse iluminar por Dios y reflejar su luz. Este es su servicio. No hay otro camino. La misión es su vocación. Que resplandezca la luz de Cristo es su servicio. Muchas personas esperan de nosotros este compromiso misionero --en este sentido--, porque necesitan a Cristo, necesitan conocer el rostro del Padre.
Los Magos, que aparecen en el Evangelio de Mateo, son una prueba viva de que las semillas de verdad están presentes en todas partes, porque son un don del Creador que llama a todos para que lo reconozcan como Padre bueno y fiel. Los Magos representan a los hombres de cualquier parte del mundo que son acogidos en la casa de Dios. Delante de Jesús ya no hay distinción de raza, lengua y cultura: en ese Niño, toda la humanidad encuentra su unidad. Y la Iglesia tiene la tarea de que se reconozca y venga a la luz con más claridad el deseo de Dios que anida en cada uno. Este es el servico de la Iglesia con la luz que refleja: poner de manifiesto el deseo de Dios que que anida en cada uno. Como los Magos, también hoy muchas personas viven con el «corazón inquieto», haciéndose preguntas que no encuentran respuestas seguras. Es la inquietud del Espíritu Santo que se mueve en los corazones. También ellos están en busca de la estrella que muestre el camino hacia Belén.
¡Cuántas estrellas hay en el cielo! Y, sin embargo, los Magos han seguido una distinta, nueva, mucho más brillante para ellos. Durante mucho tiempo, habían escrutado el gran libro del cielo buscando una respuesta a sus preguntas --tenían el corazón inquieto-- y al final la luz apareció. Aquella estrella los cambió. Les hizo olvidar los intereses cotidianos, y se pusieron de prisa en camino. Prestaron atención a la voz que dentro de ellos los empujaba a seguir aquella luz --es la voz del Espíritu Santo que trabaja en todas las personas--; y ella los guió hasta que en una pobre casa de Belén encontraron al Rey de los Judíos.
Todo esto encierra una enseñanza para nosotros. Hoy será bueno que nos repitamos la pregunta de los Magos: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo» (Mt 2,2). Nos sentimos urgidos, sobre todo en un momento como el actual, a escrutar los signos que Dios nos ofrece, sabiendo que debemos esforzarnos para descifrarlos y comprender así su voluntad. Estamos llamados a ir a Belén para encontrar al Niño y a su Madre. Sigamos la luz que Dios nos da. Pequeñita. El himno del breviario nos dice poéticamente que los Magos «lumen requirunt lumine», aquella pequeña luz. La luz que proviene del rostro de Cristo, lleno de misericordia y fidelidad. Y, una vez que estemos ante él, adorémoslo con todo el corazón, y ofrezcámosle nuestros dones: nuestra libertad, nuestra inteligencia, nuestro amor. Reconozcamos que la verdadera sabiduría se esconde en el rostro de este Niño. Y es aquí, en la sencillez de Belén, donde encuentra su síntesis la vida de la Iglesia. Aquí está la fuente de esa luz que atrae a sí a todas las personas y guía a los pueblos por el camino de la paz.
07.01.16