31 de gen. 2020

PAPA - FEBRERO


Santa Marta: Dios conceda la gracia de “enviarnos siempre un profeta”

Para no perder la conciencia del pecado

(31 enero 2020).- El Papa Francisco pidió: “Que el Señor nos conceda la gracia de enviarnos siempre un profeta – puede ser el vecino, el hijo, la madre, el padre – que nos abofetee un poco cuando nos deslizamos en esta atmósfera donde todo parece ser legítimo”.
Hoy, 31 de enero de 2020, en la homilía de la Misa en la Casa Santa Marta, el Santo Padre ha reflexionado en torno al pasaje del segundo libro de Samuel, centrado en la figura del “santo rey David”, informa Vatican News.
Conciencia del pecado
En dicho fragmento, David, deslizándose por una vida cómoda, olvida que fue elegido por Dios.
De acuerdo al medio vaticano, Francisco se refirió a los pecados de David: el censo de la gente y la historia de Uriya que hizo matar a su esposa Betsabé después de que la dejó embarazada. Él elige el asesinato porque su plan para arreglar las cosas tras cometer adulterio, fracasa. David, describió, “continuó su vida normal. Silencio. Su corazón no se movió”.
Espíritu de la mundanidad
Pero, ¿cómo el gran David, que es santo, que había hecho tantas cosas buenas, que estaba tan unido a Dios, pudo hacer eso? Eso no es algo que se hace de la noche a la mañana. El gran David, se deslizó lentamente”, expuso.
Y continuó: “Hay pecados del momento: el pecado de la ira, un insulto, que no puedo controlar. Pero hay pecados en los que uno se desliza lentamente, con el espíritu de la mundanidad. Es el espíritu del mundo el que te lleva a hacer estas cosas como si fueran normales. Un asesinato…”.
En este sentido, el Obispo de Roma describió cómo el pecado se apodera lentamente del hombre aprovechando su comodidad. “Todos somos pecadores”, “pero a veces pecamos en el momento. Me enfado, insulto. Entonces me arrepiento”. En otras ocasiones, sin embargo, “nos dejamos llevar a un estado de vida en el que… parece normal”. Y puso como ejemplo que se puede concebir como normal el “no pagar a la criada como se debe pagar” o pagar la mitad de lo que es justo a los trabajadores del campo.
Mal de nuestro tiempo
Así, el Papa Francisco indica que, a pesar de que algunos pueden parecer “buenas personas” “que van a Misa todos los domingos, que se llaman a sí mismos cristianos, cometen pecados graves porque han caído “en un estado en el que has perdido la conciencia del pecado. Y ese es uno de los males de nuestro tiempo. Pío XII dijo: perder  la conciencia del pecado”.
Para señalar que esta realidad no forma parte del pasado, el Santo Padre remitió a un reciente incidente en Argentina en el que unos jóvenes jugadores de rugby mataron a un camarada en una pelea después de una noche de movida. Los chicos que intervinieron en el suceso, apuntó, se convirtieron en “una manada de lobos”.
Escuchar a los demás
Francisco subrayó que “tantas veces una bofetada de la vida” es necesaria para parar, para detener el deslizamiento progresivo hacia el pecado y que es preciso que haya alguien como el profeta Natán, al que Dios envió para mostrar su error a David.
Pensemos un poco: ¿cuál es la atmósfera espiritual de mi vida? Soy cuidadoso, siempre necesito que alguien me diga la verdad, ¿no lo creo? ¿Escucho el reproche de algún amigo, el confesor, el marido, la mujer, los niños, que me ayuda un poco?”, cuestionó.
Y finalmente, mirando esta historia de David, “del rey Santo David”,  el Pontífice invitó a cuestionarse: “si un santo fue capaz de caer así, tengamos cuidado, hermanos y hermanas, también nos puede pasar a nosotros. Además, preguntémonos: ¿En qué atmósfera vivo?”.
01.02.20




Misa de la Presentación: El “secreto” de la vida consagrada y de una “vejez plena”

Si no miramos al Señor cada día, nos volvemos ciegos”

(2 febrero 2020).- El Papa Francisco indica el “secreto” de la vida consagrada y la vejez plena, en su homilía para la fiesta de la Presentación de Jesús en el Templo de Jerusalén, Día Mundial de la Vida Consagrada, en la tarde del 1 de febrero de 2020, en Basílica de San Pedro.
El Papa invitó a ver qué hacen el viejo Simeón y la profetisa Ana, según el relato del Evangelio de San Lucas (Lc 2, 22-40).
El Papa sugirió esta gracia para pedir: “Para tener una visión justa de la vida, pidamos saber cómo ver la gracia de Dios para nosotros, como Simeón”.
Homilía del Papa Francisco
Mis ojos han visto a tu Salvador” (Lc 2,30). Son las palabras de Simeón, que el Evangelio presenta como un hombre sencillo: un “hombre justo y piadoso”, dice el texto (v. 25). Pero entre todos los hombres que aquel día estaban en el templo, sólo él vio en Jesús al Salvador. ¿Qué es lo que vio? Un niño, simplemente un niño pequeño y frágil. Pero allí vio la salvación, porque el Espíritu Santo le hizo reconocer en aquel tierno recién nacido “al Mesías del Señor” (v. 26). Tomándolo entre sus brazos percibió, en la fe, que en Él Dios llevaba a cumplimiento sus promesas. Y entonces, Simeón podía irse en paz: había visto la gracia que vale más que la vida (cf. Sal 63,4), y no esperaba nada más.
También vosotros, queridos hermanos y hermanas consagrados, sois hombres y mujeres sencillos que habéis visto el tesoro que vale más que todas las riquezas del mundo. Por eso habéis dejado cosas preciosas, como los bienes, como formar una familia. ¿Por qué lo habéis hecho? Porque os habéis enamorado de Jesús, habéis visto todo en Él y, cautivados por su mirada, habéis dejado lo demás. La vida consagrada es esta visión. Es ver lo que es importante en la vida. Es acoger el don del Señor con los brazos abiertos, como hizo Simeón. Eso es lo que ven los ojos de los consagrados: la gracia de Dios que se derrama en sus manos. El consagrado es aquel que cada día se mira y dice: “Todo es don, todo es gracia”. Queridos hermanos y hermanas:No hemos merecido la vida religiosa, es un don de amor que hemos recibido.

Mis ojos han visto a tu Salvador. Son las palabras que repetimos cada noche en Completas. Con ellas concluimos la jornada diciendo: “Señor, mi Salvador eres Tú, mis manos no están vacías, sino llenas de tu gracia”. El punto de partida es saber ver la gracia. Mirar hacia atrás, releer la propia historia y ver el don fiel de Dios: no sólo en los grandes momentos de la vida, sino también en las fragilidades, en las debilidades, en las miserias. El tentador, el diablo insiste precisamente en nuestras miserias, en nuestras manos vacías: “En tantos años no mejoraste, no hiciste lo que podías, no te dejaron hacer aquello para lo que valías, no fuiste siempre fiel, no fuiste capaz…” y así sucesivamente. Cada uno de nosotros conoce bien esta historia, estas palabras. Nosotros vemos que eso, en parte, es verdad, y vamos detrás de pensamientos y sentimientos que nos desorientan. Y corremos el riesgo de perder la brújula, que es la gratuidad de Dios. Porque Dios siempre nos ama y se nos da, incluso en nuestras miserias. San Jerónimo daba tantas cosas al Señor y el Señor le pedía cada vez más. Él le ha dicho: “Pero, Señor, ya te he dado todo, todo, ¿qué me falta?” —“tus pecados, tus miserias, dame tus miserias”. Cuando tenemos la mirada fija en Él, nos abrimos al perdón que nos renueva y somos confirmados por su fidelidad. Hoy podemos preguntarnos: “Yo, ¿hacia quién oriento mi mirada: hacia el Señor o hacia mí mismo?”. Quien sabe ver ante todo la gracia de Dios descubre el antídoto contra la desconfianza y la mirada mundana.
Porque sobre la vida religiosa se cierne esta tentación: tener una mirada mundana. Es la mirada que no ve más la gracia de Dios como protagonista de la vida y va en busca de cualquier sucedáneo: un poco de éxito, un consuelo afectivo, hacer finalmente lo que quiero. Pero la vida consagrada, cuando no gira más en torno a la gracia de Dios, se repliega en el yo. Pierde impulso, se acomoda, se estanca. Y sabemos qué sucede: se reclaman los propios espacios y los propios derechos, uno se deja arrastrar por habladurías y malicias, se irrita por cada pequeña cosa que no funciona y se entonan las letanías del lamento —las quejas, “el padre quejas”, “la hermana quejas”—: sobre los hermanos, las hermanas, la comunidad, la Iglesia, la sociedad. No se ve más al Señor en cada cosa, sino sólo al mundo con sus dinámicas, y el corazón se entumece. Así uno se vuelve rutinario y pragmático, mientras dentro aumentan la tristeza y la desconfianza, que acaban en resignación. Esto es a lo que lleva la mirada mundana. La gran Teresa decía a sus monjas: “ay de la monja que repite ‘me han hecho una injusticia’, ay”.    Para tener la mirada justa sobre la vida, pidamos saber ver la gracia que Dios nos da a nosotros, como Simeón. El Evangelio repite tres veces que él tenía familiaridad con el Espíritu Santo, que estaba con él, lo inspiraba, lo movía (cf. vv. 25-27). Tenía familiaridad con el Espíritu Santo, con el amor de Dios. La vida consagrada, si se conserva en el amor del Señor, ve la belleza. Ve que la pobreza no es un esfuerzo titánico, sino una libertad superior, que nos regala a Dios y a los demás como las verdaderas riquezas. Ve que la castidad no es una esterilidad austera, sino el camino para amar sin poseer. Ve que la obediencia no es disciplina, sino la victoria sobre nuestra anarquía, al estilo de Jesús. En una de las zonas que sufrieron el terremoto en Italia —hablando de pobreza y de vida comunitaria— un monasterio benedictino había quedado completamente destruido y otro monasterio invitó a las monjas a trasladarse al suyo. Pero se han quedado poco tiempo allí: no eran felices, pensaban en lugar que habían dejado, en la gente de allí. Y al final han decidido volverse y hacer el monasterio en dos caravanas. En vez de estar en un gran monasterio, cómodas, estaban como las pulgas, allí, todas juntas, pero felices en la pobreza. Esto ha sucedido en este último año. Una cosa hermosa.
Mis ojos han visto a tu Salvador. Simeón ve a Jesús pequeño, humilde, que ha venido para servir y no para ser servido, y se define a sí mismo como siervo. Dice, en efecto: “Ahora, Señor, puedes dejar a tu siervo irse en paz” (v. 29). Quien tiene la mirada en Jesús aprende a vivir para servir. No espera que comiencen los demás, sino que sale a buscar al prójimo, como Simeón que buscaba a Jesús en el templo. En la vida consagrada, ¿dónde se encuentra al prójimo? Esta es la pregunta: ¿Dónde se encuentra el prójimo? En primer lugar, en la propia comunidad. Hay que pedir la gracia de saber buscar a Jesús en los hermanos y en las hermanas que hemos recibido. Es allí donde se comienza a poner en práctica la caridad: en el lugar donde vives, acogiendo a los hermanos y hermanas con sus propias pobrezas, como Simeón acogió a Jesús sencillo y pobre. Hoy, muchos ven en los demás sólo obstáculos y complicaciones. Se necesitan miradas que busquen al prójimo, que acerquen al que está lejos. Los religiosos y las religiosas, hombres y mujeres que viven para imitar a Jesús, están llamados a introducir en el mundo su misma mirada, la mirada de la compasión, la mirada que va en busca de los alejados; que no condena, sino que anima, libera, consuela, la mirada de la compasión. Es ese estribillo del Evangelio, que hablando de Jesús repite frecuentemente: “se compadeció”. Es Jesús que se inclina hacia cada uno de nosotros.
Mis ojos han visto a tu Salvador. Los ojos de Simeón han visto la salvación porque la aguardaban (cf. v. 25). Eran ojos que aguardaban, que esperaban. Buscaban la luz y vieron la luz de las naciones (cf. v. 32). Eran ojos envejecidos, pero encendidos de esperanza. La mirada de los consagrados no puede ser más que una mirada de esperanza. Saber esperar. Mirando alrededor, es fácil perder la esperanza: las cosas que no van, la disminución de las vocaciones… Otra vez se cierne la tentación de la mirada mundana, que anula la esperanza. Pero miremos al Evangelio y veamos a Simeón y Ana: eran ancianos, estaban solos y, sin embargo, no habían perdido la esperanza, porque estaban en contacto con el Señor. Ana “no se apartaba del templo, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones noche y día” (v. 37). Este es el secreto: no apartarse del Señor, fuente de la esperanza. Si no miramos cada día al Señor, si no lo adoramos, nos volvemos ciegos. Adorar al Señor.
Queridos hermanos y hermanas: Demos gracias a Dios por el don de la vida consagrada y pidamos una mirada nueva, que sabe ver la gracia, que sabe buscar al prójimo, que sabe esperar. Entonces, también nuestros ojos verán al Salvador.
03.02.20



Roma, “ciudad de encuentro”: Mensaje del Papa en el 150 aniversario de la capital

Hoy comienzan las celebraciones


(3 feb. 2020).- “En la escena internacional, llena de conflictos, Roma podría ser una ciudad de encuentro” escribe el Papa Francisco en un mensaje dirigido a todos los habitantes de Roma, con motivo de los 150 años de su proclamación como capital de Italia.
El texto escrito por el Santo Padre ha sido leído este mediodía, 3 de febrero de 2020, por el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado, en la Ópera de Roma, coincidiendo con la apertura de las celebraciones por el aniversario de la ciudad, que culminarán en 2021.
El programa de eventos dura un año y se cierra el 3 de febrero de 2021, en el cumplimiento del aniversario (3 de febrero de 1871), informa Vatican News. En su misiva, el Papa recuerda históricos momentos de la vida de la ciudad que acogiera, entre otros, el evento del Concilio Vaticano II, entre 1962 y 1965.
En aquel entonces Roma, escribe el Pontífice, “brilló como un espacio universal, católico y ecuménico. Se convirtió en una ciudad universal de diálogo ecuménico e inter-religioso, de paz. Se vio lo mucho que la ciudad significa para la Iglesia y para el mundo entero”. Así, Francisco recuerda que “Roma habla al mundo de hermandad, armonía y paz”, decía Pablo VI, y señala: “Con tales sentimientos y esperanzas, formulo fervientes deseos para el futuro de la ciudad y sus habitantes”.
La proclamación de Roma como capital fue un evento providencial, que luego causó polémicas y problemas. Pero Roma, Italia, y la misma Iglesia cambiaron: una nueva historia estaba comenzando”, escribe Francisco en el mensaje.
El Papa hace presente que “en 150 años, Roma ha crecido y cambiado tanto”: de un entorno humano homogéneo –cita a san Juan Pablo II– a una comunidad multiétnica, en la que conviven, junto a la católica, visiones de la vida inspiradas por otras creencias religiosas y también por concepciones no religiosas de la existencia.
Ocupación nazi
Asimismo, el Papa ha hecho referencia a los nueve meses de ocupación nazi de la ciudad, entre 1943 y 1944: “De esos tiempos difíciles, sacamos ante todo la lección de la imperecedera fraternidad entre la Iglesia Católica y la Comunidad Judía, que reafirmé en mi visita al Templo Mayor de Roma. También estamos convencidos, con humildad, de que la Iglesia representa un recurso de humanidad en la ciudad. Y los católicos están llamados a vivir la vida de Roma con pasión y responsabilidad, especialmente sus aspectos más dolorosos”.
Al final de su mensaje, Francisco afirma que Roma vivirá su vocación universal “sólo si se convierte cada vez más en una ciudad fraternal”, y señala la necesidad de unirse “alrededor de una visión de una ciudad fraternal y universal, que es un sueño propuesto a las generaciones más jóvenes”.
04.02.20





Santa Marta: Dios es un Padre que jamás “niega a sus hijos”

Reflexión del Francisco en la Misa


(4 febrero 2020).- El Papa Francisco subrayó que, como David, el Señor es un Padre que “no niega a sus hijos, Dios no negocia su paternidad”, ni siquiera cuando “nos destruimos con el pecado”.
Hoy, 30 de febrero de 2020, en la homilía de la Misa en la Casa Santa Marta, el Santo Padre reflexionó en torno a la primera lectura de la liturgia del día, tomada del segundo Libro de Samuel, informa Vatican News.
Guerra contra David
En este fragmento se describe el final de la batalla liderada por Absalón contra su padre, el rey David, para reemplazarlo en el trono. Francisco resumió el relato bíblico destacando el sufrimiento de David por la guerra que su vástago emprendió contra él. Absalón persuadió al pueblo para que luchara con él, de manera que David tuvo que huir de Jerusalén para salvarse, indica la misma fuente.
Descalzo, con la cabeza cubierta, insultado por algunos, otros le tiraban piedras, porque todo la gente estaba con este hijo que había engañado al pueblo, había seducido el corazón de las personas con promesas”, describió el Papa.
En el pasaje concreto del día de hoy David recibe noticias del frente por parte de un mensajero que le informa de que Absalón murió en la guerra. Ante ello, David llora diciendo: ”¡Hijo mío Absalón! ¡Hijo mío, hijo mío Absalón! ¡Si hubiera muerto yo en tu lugar!”.
Mi hijo”
Quien estaba con él se sorprendió de esta reacción: “Pero ¿por qué lloras? ¡Él estaba contra ti, te había negado, había negado tu paternidad, te insultaba, te perseguía, más bien festeja, celebra porque has ganado!”, dijo el Pontífice.
Sin embargo, David solo lloraba y repetía: “Mi hijo, mi hijo, mi hijo”. Para el Obispo de Roma, este llanto de David es un hecho histórico y una profecía que nos permite ver el corazón de Dios, cómo actúa el Señor con nosotros cuando nos alejamos de Él, cómo reacciona cuando nos destruimos con el pecado. Dios, como David, es un Padre y jamás niega esta paternidad.
El Santo Padre continuó diciendo que las personas estamos en ese llanto de Dios cuando acudimos a la confesión de nuestros pecados, porque no es como “ir a la tintorería” y quitar una mancha, sino que “es ir al padre que llora por mí, porque es padre”.
Profecía del amor de Dios
Para él, la frase de David “si yo hubiera muerto en tu lugar, Absalón, hijo mío” es, efectivamente, profética y reitera que en Dios “se hace realidad”: “Tan grande es el amor de padre que Dios tiene por nosotros que murió en nuestro lugar. Se hizo hombre y murió por nosotros”, señaló.
Y agregó: “Cuando miremos el crucifijo, pensemos en esto: ‘Si yo hubiera muerto en tu lugar’. Y escuchemos la voz del padre que en el hijo nos dice: ‘Hijo mío, hijo mío’. Dios no niega a sus hijos, Dios no negocia su paternidad”.
El Papa Francisco continuó remarcando que el amor de Jesús llega al extremo: “El que está en la cruz es Dios, el Hijo del Padre, enviado a dar su vida por nosotros”. Así, recomendó “en los malos momentos de nuestra vida –  todos los tenemos – momentos de pecado, momentos de alejamiento de Dios, escuchar esta voz en el corazón: ‘Hijo mío, hija mía, ¿qué estás haciendo? No te suicides, por favor. Yo he muerto por ti’”.
Escuchar la voz del Señor
Al final de la homilía, el Papa recordó cómo Jesús lloró al mirar a Jerusalén “porque nosotros no dejamos que Él nos ame”.
Por ello, de acuerdo al medio vaticano, concluyó invitando a que: “En el momento de la tentación, en el momento del pecado, en el momento en que nos alejamos de Dios, tratemos de escuchar esta voz: ‘Hijo mío, hija mía, ¿por qué?’“.
05.02.20




Aceptar la pobreza de nuestro ser para “poder amar”– Catequesis completa

Ciclo sobre las bienaventuranzas
(5 febrero 2020).- “Porque hay una pobreza que debemos aceptar, la de nuestro ser, y una pobreza que en cambio debemos buscar, la concreta, de las cosas de este mundo, para ser libres y poder amar”, indicó el Papa Francisco.
Hoy, 5 de febrero de 2020, en el Aula Pablo VI, el Santo Padre ha continuado con el ciclo de catequesis sobre la primera de las ocho bienaventuranzas descrita en el Evangelio de Mateo: “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos será el Reino de los cielos” (Mt. 11, 28-30).
Francisco resaltó cómo este evangelista no se refiere al sentido económico del término “pobreza”, sino a los “pobres de espíritu”: “aquellos que son y se sienten pobres, mendigos, en lo más profundo de su ser” y a los que Jesús proclama benditos “porque el Reino de los Cielos les pertenece”.
Todos somos vulnerables
El Pontífice subrayó que todos los humanos somos vulnerables y que se vive mal si se rechaza este límite. Las personas orgullosas “no piden ayuda, no pueden pedir ayuda, no se les ocurre pedir ayuda porque tienen que mostrarse autosuficientes”. El orgulloso “no puede disculparse: siempre tiene razón. No es pobre en espíritu”.
En cambio, el Señor “no se cansa de perdonar” y “somos nosotros los que desgraciadamente nos cansamos de pedir perdón. El cansancio de pedir perdón: esta es una enfermedad fea”, describió. Y agregó que  es difícil pedir perdón porque humilla, pero que vivir ocultando los propios defectos es “angustiante”.

Ante ello, continuó el Obispo de Roma, “Jesucristo nos dice: ser pobre es una ocasión de gracia; y nos muestra el camino para salir de esta fatiga. Se nos da el derecho de ser pobres de espíritu, porque este es el camino del Reino de Dios”. Y no necesitamos transformarnos para ser pobres: “¡somos ‘pobres’ en espíritu! Necesitamos de todo. Todos somos pobres de espíritu, somos mendigos. Es la condición humana”.
La verdadera libertad

El Reino de Dios es de los pobres de espíritu. Están aquellos que tienen los reinos de este mundo: tienen bienes y tienen comodidad. Pero son reinos que terminan”, expuso, y puntualizó que “realmente reinan aquellos que saben cómo amar el verdadero bien más que a sí mismos. Y ese es el poder de Dios”.
Finalmente el Santo Padre recordó que el poder de Cristo se mostró porque “ha sabido hacer lo que los reyes de la tierra no hacen: dar la vida por los hombres” y “ese es el verdadero poder. El poder de la fraternidad, de la caridad, del amor, de la humildad”.
En esto reside la verdadera libertad. Quien tiene este poder de la humildad, del servicio, de la hermandad, ¡es libre! Al servicio de esta libertad está la pobreza alabada por las Bienaventuranzas”, concluyó.

A continuación, sigue la catequesis completa del Santo Padre.
Catequesis del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy nos enfrentamos a la primera de las ocho Bienaventuranzas del Evangelio de Mateo. Jesús comienza a proclamar su camino hacia la felicidad con un anuncio paradójico: “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” (5,3). Una forma sorprendente, y un extraño objeto de felicidad, la pobreza.
Debemos preguntarnos: ¿qué se entiende por “pobre” aquí? Si Mateo usara solamente esta palabra, el significado sería simplemente económico, es decir, indicaría a las personas que tienen pocos o ningún medio de subsistencia y necesitan la ayuda de otros.
Pero el Evangelio de Mateo, a diferencia de Lucas, habla de “pobres de espíritu”. ¿Qué quiere decir? El espíritu, según la Biblia, es el aliento de vida que Dios comunicó a Adán; es nuestra dimensión más íntima, digamos la dimensión espiritual, la más íntima, aquella que nos hace humanos, el núcleo profundo de nuestro ser. Entonces los “pobres de espíritu” son aquellos que son y se sienten pobres, mendigos, en lo más profundo de su ser. Jesús los proclama benditos, porque a ellos pertenece el Reino de los cielos.
¡Cuántas veces nos han dicho lo contrario! Tienes que ser algo en la vida, tienes que ser alguien… Tienes que hacerte un nombre… De esto surge la soledad y la infelicidad: si tengo que ser “alguien”, estoy en competencia con los demás y vivo en una preocupación obsesiva por mi ego. Si no acepto ser pobre, aborrezco todo lo que me recuerda mi fragilidad. Porque esta fragilidad me impide convertirme en una persona importante, un rico no solo en dinero, sino en fama, en todo.
Todo el mundo, frente a sí mismo, sabe que por mucho que lo intente, siempre permanece radicalmente incompleto y vulnerable. No hay ningún truco para cubrir esta vulnerabilidad. Todo el mundo es vulnerable en el interior. Tiene que ver dónde. ¡Qué mal se vive mal si rechazas tus límites! Se vive mal. Sin digerir el límite. Está ahí. Las personas orgullosas no piden ayuda, no pueden pedir ayuda, no se les ocurre pedir ayuda porque tienen que mostrarse autosuficientes. Y cuántos de ellos necesitan ayuda, pero el orgullo les impide pedir ayuda. ¡Y qué difícil es admitir un error y pedir perdón!. Cuando doy algún consejo a los recién casados, que me hablan de cómo llevar bien su matrimonio, les digo: “Hay tres palabras mágicas: permiso, gracias, disculpa”. Son palabras que provienen de la pobreza de espíritu. No tienes que ser entrometido, pero pide permiso: “¿Te parece bien hacer esto?”, así hay diálogo en la familia, el esposo y la esposa dialogan. “Hiciste esto por mí, gracias, lo necesitaba”. Después siempre se cometen errores, se tropieza: “Disculpa”. Y normalmente, las parejas, los nuevos matrimonios, los que están aquí y muchos, me dicen: “El tercero es el más difícil”, pedir disculpas, pedir perdón. Porque el orgulloso no puede hacerlo. No puede disculparse: siempre tiene razón. No es pobre en espíritu. En cambio, el Señor no se cansa de perdonar; somos nosotros los que desgraciadamente nos cansamos de pedir perdón. El cansancio de pedir perdón: esta es una enfermedad fea.
¿Por qué es difícil pedir perdón? Porque humilla nuestra imagen hipócrita. Pero vivir tratando de ocultar los propios defectos es agotador y angustiante. Jesucristo nos dice: ser pobre es una ocasión de gracia; y nos muestra el camino para salir de esta fatiga. Se nos da el derecho de ser pobres de espíritu, porque este es el camino del Reino de Dios.
Pero hay algo fundamental que reiterar: no debemos transformarnos para hacernos pobres de espíritu, no debemos hacer ninguna transformación porque ya somos pobres! Somos pobres… o más claramente: ¡somos “pobres” en espíritu! Necesitamos de todo. Todos somos pobres de espíritu, somos mendigos. Es la condición humana.
El Reino de Dios es de los pobres de espíritu. Están aquellos que tienen los reinos de este mundo: tienen bienes y tienen comodidad. Pero son reinos que terminan. El poder de los hombres, incluso los más grandes imperios, pasan y desaparecen. Tantas veces vemos en el telediario o en los periódicos que aquel gobernante fuerte, potente o aquel Gobierno que ayer estaba y que hoy ya no, cayó. Las riquezas de este mundo se van y también el dinero. Los viejos nos enseñaban que el sudario no tenía bolsillos. Es verdad. Yo nunca he visto detrás de una procesión fúnebre un camión de mudanza: nadie se lleva nada. Estas riquezas se quedan aquí.
El Reino de Dios es de los pobres de espíritu. Hay quienes tienen reinos de este mundo, tienen bienes y tienen comodidades. Pero sabemos cómo terminan. Realmente reinan aquellos que saben cómo amar el verdadero bien más que a sí mismos. Y ese es el poder de Dios.
¿En qué se ha mostrado Cristo poderoso? Porque ha sabido hacer lo que los reyes de la tierra no hacen: dar la vida por los hombres. Ese es el verdadero poder. El poder de la fraternidad, de la caridad, del amor, de la humildad. Esto hizo Cristo.
En esto reside la verdadera libertad. Quien tiene este poder de la humildad, del servicio, de la hermandad, ¡es libre! Al servicio de esta libertad está la pobreza alabada por las Bienaventuranzas.
Porque hay una pobreza que debemos aceptar, la de nuestro ser, y una pobreza que en cambio debemos buscar, la concreta, de las cosas de este mundo, para ser libres y poder amar. Siempre debemos buscar la libertad de corazón, la libertad que está enraizada en la pobreza de nosotros mismos.
06.02.20





Las ferias deben “promover la inclusión” y el “desarrollo integral de las personas”

Palabras del Papa en la Cumbre de Ferias Internacionales




( 6 feb. 2020).- El Papa ha solicitado a los participantes en la Cumbre de la Unión de Ferias Internacionales a “contribuir a una economía mundial más justa y humana” sin estandarizar y aplanar la originalidad y la creatividad de los pueblos y las personas sino, por el contrario, alentando “la rica diversidad y la belleza de las culturas y los ecosistemas locales”.
El Santo Padre ha recibido esta mañana, 6 de febrero de 2020, a las personas que han participado en esta reunión, celebrada en Roma del 5 al 7 de este mes.
En su discurso, publicado por la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Francisco, ha convocado, una vez más, a una “cultura del encuentro”, a la que deben contribuir de manera particular –ha dicho– las exposiciones internacionales. Una cultura que “refuerza los lazos de solidaridad y favorece el enriquecimiento mutuo entre los miembros de la familia humana”.
Las ferias y eventos, como un “servicio al bien común”, deben “promover la inclusión, el cuidado de la casa común y el desarrollo integral de las personas y los pueblos”.
En este sentido, el Pontífice ha indicado que estas preocupaciones éticas no son secundarias, sino “esenciales para construir una economía en la que los rendimientos financieros no sean la única variable para medir el éxito”.

Así, ha asegurando que “en el centro no está el dios dinero”, que tarde o temprano se desvanece, “sino el hombre, con su dignidad y su vocación a la eternidad”.
Cooperación humana
Asimismo, el Papa ha evidenciado que las ferias, desde el momento de su preparación hasta la realización, tienen como elemento constitutivo la “cooperación”, tanto humana como material.
En este contexto, ha afirmado que “cuanto mayor sea la cooperación a nivel local e internacional, mayores serán las posibilidades de éxito, tanto en el plano económico como en el humano”.
Y ha señalado que las ferias comerciales que apoyan la economía de la zona, “involucran a su fuerza de trabajo, dan valor y relevancia a su cultura y respetan escrupulosamente su ecología humana y ambiental, serán finalmente más exitosas y renombradas”.
07.02.20






Santa Marta: El Papa invita a seguir el “camino de la humillación”


Siguiendo el camino de Jesús y Juan


(7 feb. 2020).- Pidamos al Señor que nos envíe “alguna humillación” para “hacernos humildes”, para “imitar mejor a Jesús”, ha exhortado el Papa Francisco esta mañana, 7 de febrero, en la celebración de la Misa en la capilla de la Casa Santa Marta.
No tengamos miedo a la humillación”. El Santo Padre, reflexionando sobre el Evangelio de hoy según San Marcos, ha insistido en que “no se puede ser humilde sin humillación”, llamando a los cristianos a aprender del «mensaje» de la Palabra de Dios de hoy. Y ha advertido a los sacerdotes contra este peligro: “Si un pastor no sigue este camino, no es un discípulo de Jesús: es un escalador en sotana”.
Cuando tratamos de mostrarnos, en la Iglesia, en la comunidad, para tener una posición o algo más, ese es el camino del mundo, es un camino mundano, no es el camino de Jesús. Y esta tentación de escalar también puede ocurrir a los pastores: ‘Esto es una injusticia, esto es una humillación, no puedo tolerarlo’”, ha comentado.
Jesús y san Juan 
Así, el Obispo de Roma ha explicado cómo Juan el Bautista fue enviado por Dios para “mostrar el camino”, “el camino” de Jesús. El “último de los profetas”, tuvo la gracia de decir: “Este es el Mesías”, ha recordado.
Jesús en el Huerto de los Olivos y Juan en prisión, tentado por la “carcoma de la duda” de si Jesús era realmente el Mesías, ha narrado. Ambos “terminan de la manera más humillante: Jesús con la muerte en la cruz, «la muerte de los más bajos criminales, terrible física y también moralmente”, “desnudo ante el pueblo” y “a su madre”, y Juan el Bautista “decapitado en prisión por un guardia” por orden de “un rey debilitado por los vicios”, “corrompido por el capricho de una bailarina y el odio de una adúltera”, en referencia a Herodías y su hija.
Tanto Jesús como Juan “nos muestran el camino que los cristianos debemos seguir”, ha indicado Francisco. De hecho, en las Bienaventuranzas se enfatiza que el camino es el de la humildad.
08.02.20

Ángelus: “Ser testigo de los valores de la honestidad”

Palabras del Papa antes del Ángelus
(8 feb. 2020).- A las 12 del mediodía de hoy, el Papa Francisco se asoma a la ventana del estudio del Palacio  Apostólico Vaticano para recitar el Ángelus con los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro.
Palabras del Papa antes del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En el Evangelio de hoy (cf. Mt 5,13-16), Jesús dice a sus discípulos: “Vosotros sois la sal de la tierra. […]. Vosotros sois la luz del mundo” (vv. 13.14). Utiliza un lenguaje simbólico no tanto para dar una definición del discípulo, sino para indicar a aquellos que pretenden seguirlo algunos criterios para vivir  su misión en el mundo.
Primera imagen: sal. La sal es el elemento que da sabor y que conserva y preserva los alimentos de la corrupción. Por lo tanto, el discípulo está llamado a mantener alejados de la sociedad los peligros, los gérmenes corrosivos que contaminan la vida de las personas. Se trata de resistir al pecado, a la degradación moral, siendo testigo de los valores de la honestidad y fraternidad, sin ceder a las tentaciones mundanas del arribismo, del poder y la riqueza. Es “sal” el discípulo que, a pesar de los fracasos diarios, que todos nosotros tenemos, se levanta del polvo de sus propios errores, comenzando de nuevo con coraje y paciencia, cada día, buscando el diálogo y el encuentro con los demás. Es “sal” el discípulo que no busca el consenso… y los elogios, sino que se esfuerza por ser una presencia humilde y constructiva, en fidelidad a las enseñanzas de Jesús, que vino al mundo no para ser servido, sino para servir. Y de esta actitud hay tanta necesidad!
La segunda imagen que Jesús propone a sus discípulos es la de la luz: “Tú eres la luz del mundo”. La luz disipa la oscuridad y nos permite ver. Jesús es la luz que ha disipado la oscuridad, pero aún permanece en el mundo y en los individuos. Es la tarea del cristiano dispersarlas, haciendo brillar la luz de Cristo en medio de nosotros y proclamando su Evangelio. Es una irradiación que también puede provenir de nuestras palabras, pero debe provenir principalmente de nuestras “buenas obras” (v. 16). Un discípulo y una comunidad cristiana son luz en el mundo cuando dirigen a los demás hacia Dios, ayudando a cada uno a experimentar su bondad y su misericordia. El discípulo de Jesús es luz cuando sabe cómo vivir su fe fuera de los espacios confinados, cuando ayuda a eliminar prejuicios, calumnias y a llevar la luz de la verdad a las situaciones arruinadas por la hipocresía y la mentira. Hacer luz, pero no es mi luz, es la luz de Jesús, nosotros somos instrumentos para que  la luz de Jesús llegue a todos.
Jesús nos invita a no tener miedo de vivir en el mundo, incluso si a veces hay condiciones de conflicto y pecado. Frente a la violencia, la injusticia y la opresión, el cristiano, no puede encerrarse en sí mismo, ni esconderse en la seguridad de su propio recinto; no puede abandonar su misión de evangelización y servicio.
Jesús en la última cena, pidió al Padre de no quitar a los discípulos del mundo, de dejarlos allí en el mundo y de custodiarlos del espíritu del mundo.  La Iglesia se gasta a sí misma con generosidad y ternura para los pequeños y los pobres, esto es su luz, la sal, aquí se escucha el grito de los últimos y de los excluidos, porque es consciente de ser una comunidad peregrina, llamada a prolongar en la historia la presencia salvadora de Jesucristo.
Que la Santísima Virgen nos ayude a ser sal y luz en medio de la gente, llevando a todos, con la vida y la palabra, la Buena Nueva del amor de Dios.

TrSiria: Llamamiento urgente del Papa para proteger la vida de los civiles

Y para usar el diálogo y la negociación
Después de la oración mariana, el Papa habló de “las dolorosas noticias del noreste de Siria”, en particular “las difícil situación de tantas mujeres y niños, personas obligadas a huir debido a la escalada militar”.
Y para agregar: “Renuevo mi llamamiento urgente a la comunidad internacional y a todos los interesados, para que utilicen los instrumentos diplomáticos, del diálogo y las negociaciones, de conformidad con el derecho internacional humanitario, para proteger las vidas y la suerte de los civiles”.
Oremos por esta amada y martirizada Siria”, concluyó el Papa antes de rezar un Ave María…. con la multitud.

Trata de personas: El Papa señala la responsabilidad de los medios

Es necesario el compromiso de todos”
Para prevenir la trata de personas, el Papa Francisco destaca la “responsabilidad” de los proveedores de medios modernos de comunicación, medios utilizados por los delincuentes para atraer a las víctimas.
En el Ángelus que presidió el 9 de febrero de 2020 en la Plaza de San Pedro, el Papa evocó la memoria litúrgica de Santa Josefina Bakhita, en la Jornada Mundial de Oración y Reflexión contra la Trata de Personas, celebrada el día anterior.
Para remediar este flagelo, ¡porque es un verdadero flagelo! – Que explota a los más débiles, es necesario el compromiso de todos: instituciones, asociaciones y organizaciones educativas ”, declaró.
En lo que respecta a la prevención”, agregó el Papa, “me gustaría señalar cómo las diversas investigaciones atestiguan que las organizaciones criminales están utilizando cada vez más los medios modernos de comunicación para atraer a las víctimas mediante el engaño. Es por eso que es necesario, por un lado, educar en el uso saludable de los medios tecnológicos y, por otro lado, observar y recordar a los proveedores de estos servicios telemáticos sus responsabilidades”
09.02.20


Focolares: El carisma de la unidad, gracia “para nuestro tiempo” 

Mensaje del Santo Padre

(10 febrero 2020).- Para el Papa Francisco el carisma de la unidad “es una de estas gracias para nuestro tiempo, que experimenta un cambio de envergadura epocal e invoca una reforma espiritual y pastoral simple y radical que haga regresar a la Iglesia a la fuente siempre nueva y actual del Evangelio de Jesús”.
Escuela del Espíritu Santo
El Santo Padre recomendó a los obispos ponerse siempre de nuevo en la escuela del Espíritu Santo, “para caminar en el fuego de Pentecostés con todo el Pueblo de Dios por los caminos de la misión”, pues “su luz y su fuerza llevan a encontrar con misericordia y ternura a los que viven y sufren en las periferias existenciales y sociales, anunciando y testimoniando con alegría, sin miedo, ricos solamente de fe, de esperanza y de amor el Evangelio de Jesús”.
Mensaje del Santo Padre
¡Queridos hermanos!
Me alegro vivamente por la celebración de la Conferencia Internacional durante la cual os reunís, primero en Trento y luego en Loppiano, con ocasión del centenario del nacimiento de la Sierva de Dios Chiara Lubich, para profundizar en el significado y la aportación del carisma de la unidad al servicio hoy de la misión de la Iglesia como comunión evangelizadora.
Los carismas son «regalos del Espíritu integrados en el cuerpo eclesial, atraídos hacia el centro que es Cristo, desde donde se encauzan en un impulso evangelizador» (Exhortación Apostólica Evangelii gaudium, 130). Es bueno entonces, también para los obispos, ponerse siempre de nuevo en la escuela del Espíritu Santo, que hace salir del Cenáculo – donde el Señor Jesús los reunió en unidad con Pedro y María, Madre de Dios y Madre de la Iglesia – para caminar en el fuego de Pentecostés con todo el Pueblo de Dios por los caminos de la misión. Su luz y su fuerza llevan a encontrar con misericordia y ternura a los que viven y sufren en las periferias existenciales y sociales, anunciando y testimoniando con alegría, sin miedo, ricos solamente de fe, de esperanza y de amor el Evangelio de Jesús.
Los dones carismáticos son coesenciales, junto con los dones jerárquicos, en la misión de la Iglesia [1], y los Pastores están investidos del don específico de reconocer y promover la acción del Espíritu Santo que distribuye en el seno del Pueblo de Dios, entre los fieles de cualquier vocación, «gracias especiales con las que los hace aptos y prontos para ejercer las diversas obras y deberes que sean útiles para la renovación y la mayor edificación de la Iglesia» (Lumen Gentium, 12). El carisma de la unidad es una de estas gracias para nuestro tiempo, que  experimenta un cambio de envergadura epocal e invoca una reforma espiritual y pastoral simple y radical que haga regresar a la Iglesia a la fuente siempre nueva y actual del Evangelio de Jesús.
A través del carisma de la unidad, en plena sintonía con el magisterio del Concilio Ecuménico Vaticano II, el Espíritu Santo nos enseña concretamente a vivir la gracia de la unidad según la oración que Jesús dirigió al Padre en la víspera de su Pascua de muerte y resurrección (cf. Jn 17,21). El Espíritu nos invita a elegir como la única totalidad de nuestro seguimiento y como la única brújula de nuestro ministerio a Jesús crucificado -Chiara Lubich añadiría «abandonado» (cf. Mc 15,34; Mt 27,46)- haciéndose uno con todos, empezando por los últimos, los excluidos, los descartados, para llevarles la luz, la alegría y la paz. El Espíritu se abre al diálogo de la caridad y de la verdad con cada hombre y mujer, de todas las culturas, tradiciones religiosas y convicciones ideales, para construir en el encuentro la nueva civilización del amor. El Espíritu nos pone en la escuela de María, donde aprendemos que lo que vale y permanece es el amor. Como María y con ella, estamos llamados a hacer presente y casi tangible a la vez, para la humanidad de hoy, a Jesús, el Hijo de Dios, que en su seno se convirtió en el primogénito entre muchos hermanos y hermanas (cf. Rm 8,29) y que vive resucitado entre los que son uno en su Nombre (cf. Mt 18,20).
Con vosotros, pues, queridos hermanos obispos, expreso mi gratitud a Dios por el don del carisma de la unidad a través del testimonio y la enseñanza de la Sierva de Dios Chiara Lubich y, con renovada comunión y bajo la mirada materna de María, «invoco […] al Espíritu Santo, le ruego que venga a renovar, a sacudir,  a impulsar a la Iglesia en una audaz salida fuera de sí para evangelizar a todos los pueblos» (Exhortación apostólica Evangelii Gaudium, 261).
Bendigo a cada uno de vosotros y a las comunidades que os han sido confiadas, y os pido por favor que recéis por mí.
Roma, en San Juan de Letrán, 29 de enero 2020
10.02.20







17 de gen. 2020

PAPA GENER 2020


Santa Marta: El perdón, “medicina” para las “enfermedades del alma”

Meditación del Papa en la Misa


(17 enero 2020).- Francisco destacó que lo esencial en la vida es cuidar “tu relación con Dios”, que las “enfermedades del alma” también han de ser curadas y la “medicina” para sanarlas “es el perdón”.
Hoy, 17 de enero de 2020, en la homilía de la Misa en la Casa Santa Marta, el Santo Padre reflexionó sobre el episodio evangélico de san Marcos en el que Jesús sana a un paralítico, informa Vatican News.
Jesús se encontraba en Cafarnaún y congregó a la multitud a su alrededor. A través de un agujero en el techo le presentaron a un hombre impedido en una camilla. Todos esperaban que Jesús lo sanase, pero este despachó a todos diciendo “Hijo, tus pecados te son perdonados” y, después, le ordena que se levante, tome la camilla y vuelva a casa.
Jesús va a lo esencial
Con respecto a este pasaje, de acuerdo a la misma fuente, Francisco indicó que con sus palabras Jesús nos permite ir a lo esencial. “Es un hombre de Dios”, que sanó, pero no era un sanador, enseñaba, pero era más que un maestro y frente a la escena que se le presenta va a lo esencial, se dirige al paralítico y le dice: “Tus pecados están perdonados”.
Para el Papa, la curación física es un regalo, pues la salud física es un regalo que debemos cuidar, pero el Señor nos enseña que también es importante proteger la salud del corazón, la salud espiritual.
Jesús también va a lo esencial ante la mujer pecadora de la que habla el Evangelio, a quien repite el mismo mensaje, “Tus pecados te son perdonados”. En este sentido, el Pontífice comentó cómo los testigos se escandalizaban “cuando Jesús va a lo esencial” porque “allí está la profecía, la fuerza”.
De la misma manera, Jesús le dice al hombre en la piscina que nunca llega a tiempo para bajar al aguas y ser sanado, “Vete, pero no peques más”. Y, a la mujer samaritana que le planteó muchas preguntas e “hizo el papel de teóloga”, “Jesús pregunta por su marido”, siempre va “a lo esencial de la vida”, describió el Obispo de Roma.
Lo esencial es “tu relación con Dios”
Y subrayó que “lo esencial es tu relación con Dios”, algo que “olvidamos, muchas veces, como si tuviéramos miedo de ir allí donde está el encuentro con el Señor, con Dios”.
A continuación, el Santo Padre volvió a hablar sobre la preocupación por la salud física, algo que siempre es bueno, “¿pero pensamos en la salud del corazón?”. En esta línea, expuso que existe una frase que quizás nos ayude: “Hijo, tus pecados están perdonados”.
¿Estamos acostumbrados a pensar en esta medicina de perdonar nuestros pecados, nuestros errores? Nos preguntamos: ‘¿Tengo que pedirle perdón a Dios por algo?’ Sí, sí, sí, en general, todos somos pecadores, y así se diluye y pierde fuerza, este poder de profecía que tiene Jesús cuando va a lo esencial. Y hoy Jesús nos dice a cada uno de nosotros: ‘Quiero perdonar tus pecados”’, apuntó.
Conciencia de los pecados
Francisco aludió también al hecho que quizás algunos no encuentren pecados en ellos mismos para confesar  porque “hay una falta de conciencia de los pecados”, de los “pecados concretos”, de las citadas “enfermedades del alma” que han de ser curadas con la medicina del perdón.
Esto, concluyó, “es algo sencillo que Jesús nos enseña cuando va a lo esencial. Lo esencial es la salud, toda: del cuerpo y del alma. Guardamos bien la del cuerpo, pero también la del alma. Y vamos al Doctor que puede curarnos, que puede perdonar nuestros pecados. Jesús vino para esto, dio su vida por esto”.
18.01.20


Ángelus: «No más esclavos del mal, sino ¡hijos de Dios!»

Palabras antes del Ángelus
( 19 enero 2020).- A las 12 de la mañana de hoy, 19 enero de 2020 el Santo Padre Francisco se asoma la ventana del estudio del Palacio Vaticano Apostólico para rezar el Ángelus con los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro.
Estas son las palabras del Papa al introducir la oración mariana:
***
Palabras del Papa antes del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Este segundo domingo del tiempo ordinario está en continuidad con la Epifanía y con la la Fiesta del Bautismo de Jesús, que celebramos el domingo pasado. El pasaje evangélico (cf. 1:29-34) todavía nos habla de la manifestación de Jesús en el Templo después de haber sido bautizado en el río Jordán, fue consagrado por el Espíritu Santo que reposó sobre él y fue proclamado Hijo de Dios por la voz del Padre celestial (cf. Mt 3,16-17 y par.). El evangelista Juan, a diferencia de los otros tres, no describe el evento, sino que propone el testimonio de Juan el Bautista. Él fue el primer testigo de Cristo. Dios lo había llamado y preparado para esto.
El Bautista no pudo contener el urgente deseo de rendir testimonio de Jesús y declara: «He visto y he dado testimonio» (v. 34). Juan, vio algo de impactante, es decir, el Hijo amado de Dios en solidaridad con los pecadores; y el Espíritu Santo le hizo  entender la novedad sin precedentes, un verdadero cambio de rumbo. De hecho, mientras que en todas las religiones es el hombre quien ofrece y sacrifica algo a Dios, en el caso de Jesús es Dios quién ofrece a su Hijo para la salvación de la humanidad. Juan manifiesta su asombro y su consentimiento a esta novedad impactante que trae Jesús, a través de una expresión significativa que repetimos cada vez en la Misa: «He aquí el Cordero de Dios el que quita el pecado del mundo». (v. 29).
El testimonio de Juan el Bautista nos invita a emprender una y otra vez nuestro camino de la fe: empezar de nuevo desde  Jesucristo, el Cordero lleno de misericordia que el Padre ha dado por nosotros. Sorprendámonos una vez más por la elección de Dios de estar de nuestro lado, de ser solidario con nosotros pecadores, y de  salvar al mundo del mal asumiéndose totalmente la responsabilidad.
Aprendamos del Bautista a no dar por sentado que ya conocemos a Jesús, que ya lo conocemos todo de Él (cf. v. 31). No, no es así. Detengámonos en el Evangelio, quizás incluso contemplando un icono de Cristo, un «Santo Rostro», una de las muchas maravillosas representaciones de las que es rica la historia del arte en Oriente y en el Occidente. Contemplemos con los ojos y más aún con el corazón; y dejémonos instruir por el Espíritu Santo, que por dentro nos dice: ¡Es él! Es el Hijo de Dios hecho cordero, inmolado por amor. Él, Él solo ha llevado, sufrido, expiado el pecado del mundo, y también mis pecados todos. Ha tomado todos nuestros pecados y los alejó de nosotros para que finalmente fuéramos libres, no más esclavos del mal. Sí, todavía pobres pecadores pero no esclavos,sino ¡hijos de Dios!
Que la Virgen María nos obtenga la fuerza para dar testimonio de su Hijo Jesús; para anunciarlo con alegría con una vida liberada del mal y con una palabra llena de fe, de asombro y de gratitud.

Libia: El Papa Francisco saluda la conferencia de Berlín por la paz



( 19 enero 2020).- El Papa Francisco acoge con beneplácito la organización de la conferencia por la paz en Libia que se lleva a cabo en Berlín (Alemania), este domingo 19 de enero de 2020.
El Papa habló de esta iniciativa después de la oración del Ángelus del mediodía este domingo, 19 enero 2020, en la Plaza de San Pedro, diciendo: “Hoy se está celebrando una conferencia para discutir la crisis en Libia en Berlín».
El Papa ha deseado que el encuentro abra caminos de «paz» y de «estabilidad»: «Espero sinceramente que esta cumbre, tan importante, sea el lanzamiento de un camino hacia el cese de la violencia y una solución negociada que conduzca a la tan deseada paz y estabilidad del país».
Esta conferencia internacional se organiza bajo los auspicios de las Naciones Unidas para tratar de crear las condiciones para una paz duradera en un país destrozado por la guerra civil.
Es una iniciativa multilateral con representantes de 11 países, incluidos Rusia, Turquía, Estados Unidos, China, Italia y Francia, con la participación del mariscal libio Haftar y Fayez al-Sarraj, jefe de gobierno reconocido por la ONU (GNA).
Según el enviado especial de la ONU en Libia, Ghassan Salamé, la conferencia de Berlín tiene como objetivo establecer un «Comité de seguimiento» que incluya a los países involucrados en Libia, que participan en esta cumbre y que deben «volver a una mayor neutralidad».
20.01.20





Santa Marta: Ser “buen cristiano” significa ser “dócil” a la Palabra de Dios

Meditación del Papa en la Misa

(20 enero 2020).- Ser un “buen cristiano” significa ser “dócil” a la Palabra del Señor, escuchar lo que el Señor dice “sobre la justicia”, “sobre la caridad”, “sobre el perdón”, “sobre la misericordia” y no ser “incoherentes en la vida”, utilizando “una ideología para poder ir adelante”, indicó el Papa Francisco.
Hoy, 20 de enero de 2020, en la homilía de la Misa en la Casa Santa Marta, el Santo Padre reflexionó sobre la Primera Lectura, en torno al rechazo “por parte de Dios” de Saúl como rey, “profecía” confiada a Samuel, informa Vatican News.
Francisco reconoció que la Palabra del Señor “a veces nos pone ‘en problemas’”, pero también “el diablo hace lo mismo”, “engañosamente” y que, “ser cristiano” es, por lo tanto, “ser libres” a través de la “confianza” en Dios.
El pecado de Saúl
Para el Papa, según la misma fuente, el “pecado de Saúl” fue la “falta de docilidad” a la Palabra de Dios, pensando que la propia “interpretación” de la misma era “más justa”. Y esta es la “sustancia del pecado contra la docilidad”, puntualizó, pues el Señor le había dicho que no tomara nada del pueblo que había sido vencido y esto no sucedió así.
Cuando Samuel va a reprocharlo por parte del Señor, él dice: ’Pero, mira, había bueyes, había muchos animales gordos, buenos, y con ellos hice un sacrificio al Señor’. No puso nada en su bolsillo, los demás sí. Por el contrario, con esta actitud de interpretar la Palabra de Dios como le parecía justo, permitió que los demás se pusieran algo del botín en sus bolsillos. Los pasos de la corrupción: se comienza con una pequeña desobediencia, una falta de docilidad, y se va adelante, adelante, adelante”, describió el Pontífice.
Dios prefiere la obediencia
Tras exterminar a los amalecitas, el pueblo tomó del botín “ganado pequeño y grande, primicias de lo que se destina al exterminio, para sacrificar al Señor”. Samuel fue el que recordó que el Señor prefiere “la obediencia a la voz” de Dios en lugar de los holocaustos y los sacrificios.  
De este modo, el profeta aclaró a “jerarquía de los valores”: es más importante tener un “corazón dócil” y “obedecer” que “hacer sacrificios, ayunos, penitencias”, dijo el Pontífice. Para él, el “pecado de la falta de docilidad”, reside precisamente en “ese preferir” lo que “yo pienso y no lo que el Señor me manda y que tal vez no entiendo”.
Así, cuando uno se rebela contra la “voluntad del Señor”, no es dócil, “es como si fuera un pecado de adivinación”. Como si, aun reconociendo que crees en Dios, vas “al adivino para que te lea las manos ‘por si acaso’”. Esta falta de docilidad, el no obedecer a Dios, prosiguió, es como una recurrir a la “adivinación”.
Pensar en la docilidad
Cuando te obstinas ante la voluntad del Señor eres un idólatra, porque prefieres lo que tú piensas, ese ídolo, a la voluntad del Señor. Y a Saúl esta desobediencia le costó el reino: ‘Por cuanto rechazaste la Palabra del Señor, el Señor te rechazó como rey’”, añadió el Obispo de Roma.
En este sentido, también apuntó que “esto debe hacernos pensar un poco en nuestra docilidad” porque “muchas veces nosotros preferimos nuestras interpretaciones del Evangelio o de la Palabra del Señor al Evangelio y a la Palabra del Señor. Por ejemplo, cuando caemos en las casuísticas, en las casuísticas morales… Esta no es la voluntad del Señor”.
La voluntad del Señor es clara, Él la hace ver con los mandamientos en la Biblia y te la hace ver con el Espíritu Santo dentro de tu corazón. Pero cuando yo soy obstinado y transformo la Palabra del Señor en ideología, soy un idólatra, no soy dócil. La docilidad, la obediencia”, insistió el Santo Padre.
Misericordia quiero y no sacrificios”
Con respecto al Evangelio de Marcos de hoy, Francisco recordó cómo se criticaba a los discípulos “porque no ayunaban”. En él, Jesús expone que estos no ayunan porque tienen al novio con ellos y que habrá un día en el que este se vaya y entonces cumplirán con esa norma.
Asimismo, el Papa subrayó que “la novedad de la Palabra del Señor – porque la Palabra del Señor siempre es novedad, siempre nos lleva adelante – siempre gana, es mejor que todo. Vence la idolatría, vence la soberbia y vence esta actitud de estar demasiado seguros de sí mismos, no por la Palabra del Señor sino por las ideologías que yo he construido en torno a la Palabra del Señor. Hay una frase muy buena de Jesús que explica todo esto y que viene de Dios, tomada del Antiguo Testamento: ‘Misericordia quiero y no sacrificios’”.
21.01.20





Foro Económico Mundial: Francisco exhorta a «situar a la persona en el centro de la política»

Mensaje del Santo Padre

(21 enero 2020).- El Papa Francisco indica que una cuestión primordial que nunca debe olvidarse es “que todos somos miembros de la única familia humana” y de ella surge “la obligación moral de cuidar unos de otros”, así como “el principio correlativo de situar a la persona humana -en lugar de la mera búsqueda de poder o beneficio- en el centro de la política pública”.
Hoy, 21 de enero de 2020, la Oficina de Prensa de la Santa Sede ha difundido el mensaje que el Santo Padre ha enviado al profesor Klaus Schwab, presidente Ejecutivo del Foro Económico Mundial (FEM), con motivo de su reunión anual, que se celebra en Davos-Klosters (Suiza) del 21 al 24 de enero de 2020.
Este texto será entregado por el cardenal Peter Turkson, prefecto del Dicasterio para el Servicio de Desarrollo Humano Integral, como representante de la Santa Sede.
Un mundo coherente y sostenible”


Desarrollo humano integral


Enfoque humanista
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Mensaje del Santo Padre
Al profesor Klaus Schwab
Presidente Ejecutivo del Foro Económico Mundial
Mientras el Foro Económico Mundial celebra su quincuagésimo aniversario, envío mis saludos y mis buenos deseos a todos los que participan en la reunión de este año.  Os agradezco vuestra invitación a participar y he pedido al cardenal Peter Turkson, Prefecto del Dicasterio para la Promoción del Desarrollo Humano Integral, que asista como representante de la Santa Sede.
En estos años, el Foro Económico Mundial ha representado una oportunidad para que los diversas stakeholders se comprometieran a explorar formas innovadoras y eficaces de construir un mundo mejor. También ha proporcionado un escenario para que la voluntad política y la cooperación mutua se orientasen y reforzasen para superar el aislamiento, el individualismo y la colonización ideológica que tristemente caracteriza buena parte del debate actual.
A la luz de los desafíos cada vez más numerosos e interrelacionados que afectan a nuestro mundo (cf. Laudato Si’, 138 ss.), el tema elegido para este año –Stakeholders para un mundo coherente y sostenible– apunta a la necesidad de un mayor compromiso en todos los ámbitos para abordar con más eficacia las diversas cuestiones que enfrenta la humanidad.  A lo largo de los últimos cinco decenios, hemos sido testigos de transformaciones geopolíticas y cambios significativos, desde la economía y los mercados laborales hasta la tecnología digital y el medio ambiente.  Muchos de estos acontecimientos han beneficiado a la humanidad, mientras que otros han tenido efectos adversos y han creado importantes lagunas de desarrollo.  Si  por una parte los desafíos de hoy no son los mismos que los de hace medio siglo, hay una serie de características que siguen siendo relevantes al comenzar una nueva década.
La consideración primordial, que nunca debe olvidarse, es que todos somos miembros de la única familia humana.  La obligación moral de cuidar unos de otros surge de este hecho, así como el principio correlativo de situar a la persona humana -en lugar de la mera búsqueda de poder o beneficio- en el centro de la política pública.  Este deber incumbe, además, tanto a los sectores empresariales como a los gobiernos, y es indispensable en la búsqueda de soluciones equitativas a los desafíos que enfrentamos.  Por consiguiente, es necesario ir más allá de los enfoques tecnológicos o económicos a corto plazo y tener plenamente en cuenta la dimensión ética en la búsqueda de soluciones a los problemas actuales o en la propuesta de iniciativas para el futuro.
Con demasiada frecuencia, las visiones materialistas o utilitarias, a veces ocultas, a veces aplaudidas, conducen a prácticas y estructuras, motivadas en gran parte o incluso únicamente por el interés propio,  que consideran a los demás como un medio para alcanzar un fin y conllevan una falta de solidaridad y de caridad que a su vez da lugar a una verdadera injusticia, mientras que un desarrollo humano verdaderamente integral puede prosperar solamente cuando todos los miembros de la familia humana están incluidos en la búsqueda del bien común y contribuyen a él.  Cuando se busca  el verdadero progreso, no hay que olvidar que atropellar la dignidad de otra persona es, de hecho, debilitar el propio valor.
En mi carta encíclica Laudato Si’, llamaba la atención sobre la importancia de una «ecología integral» que tenga en cuenta la totalidad de las implicaciones de la complejidad y de las interconexiones de nuestra casa común.  Este enfoque ético renovado e integrado requiere un humanismo “que de por sí convoca a los distintos saberes, también al económico, hacia una mirada más integral e integradora. » (ibíd., 141).
Reconociendo los logros de los últimos cincuenta años, espero que los participantes en el Foro de hoy, y en los que se celebrarán en el futuro, tengan presente la alta responsabilidad moral que incumbe sobre cada uno de nosotros a la hora de buscar el desarrollo integral de todos nuestros hermanos y hermanas, incluidos los de las generaciones futuras.  Ojalá vuestras discusiones conduzcan a un aumento de la solidaridad, especialmente con los más necesitados, que experimentan la injusticia social y económica y cuya existencia misma está incluso amenazada.
A los participantes en el Foro renuevo mis fervientes deseos de un encuentro fructífero e invoco sobre todos vosotros las bendiciones divinas  de sabiduría.
Desde el Vaticano, 15 de enero de 2020
22.01.20




«Hospitalidad ecuménica» para la unidad del pueblo cristiano – Catequesis completa

Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos

(22 enero 2020).- Al trabajar juntos por vivir la “hospitalidad ecuménica”, “particularmente con aquellos cuyas vidas son más vulnerables, hará de todos nosotros, los cristianos –protestantes, ortodoxos, católicos, todos los cristianos-  mejores seres humanos, mejores discípulos y un pueblo cristiano más unido. Nos acercará más a la unidad, que es la voluntad de Dios para nosotros”, indicó el Papa Francisco.
Hoy, 22 de enero de 2020, en el Aula Pablo VI, el Santo Padre ha dedicado la catequesis a la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. Para ello, citó el pasaje “Nos mostraron una humanidad poco común (Hch 28, 2).
Testimonio de la humanidad
Así, Francisco se refirió al relato en el que san Pablo y sus compañeros de viaje, más de 260 personas, naufragaron catorce días a merced del mar tempestuoso. No obstante, ante esta situación dramática, el Apóstol, “inspirado por la fe, les anuncia que Dios no permitirá que pierdan ni un solo cabello”, narró el Papa.
Para él, efectivamente, esta profecía se cumple cuando todos ellos llegan a Malta “sanos y salvos”. Allí reciben “el testimonio de la ‘humanidad poco común’” por parte de un pueblo que aún no conoce la Buena Nueva de Cristo, pero que manifiestan el amor de Dios “en actos concretos de bondad”.
Se trata de una “hospitalidad espontánea” y de una “amabilidad” que “comunican algo del amor de Dios” y que se vieron recompensadas “por los milagros de curación que Dios obra a través de Pablo en la isla”, continuó el Pontífice.
Virtud ecuménica
Así, el Obispo de Roma, resaltó la importancia de la hospitalidad, “virtud ecuménica”, que significa “reconocer, ante todo, que los demás cristianos son verdaderamente nuestros hermanos y nuestras hermanas en Cristo”.
Además, la hospitalidad “no es un acto de generosidad en un solo sentido” y, como los malteses, “somos recompensados porque recibimos lo que el Espíritu Santo ha sembrado en estos hermanos y hermanas nuestros, que se convierte en un regalo también para nosotros porque el Espíritu Santo siembra también su gracia por doquier”, explicó.
Hospitalidad con los migrantes
Después, el Papa se refirió a cómo hoy en todo el mundo, las personas migrantes enfrentan viajes arriesgados como el de Pablo y también  se encuentran con la “hostilidad de los seres humanos”: “Son tratados como números y como una amenaza por algunos gobernantes: ¡Hoy! A veces la inhospitalidad los arroja de nuevo como una ola hacia la pobreza o hacia los peligros de los que han huido”, remarcó.
En este sentido el Papa Francisco exhortó a que como cristianos trabajemos “juntos para mostrar a los migrantes el amor de Dios revelado por Jesucristo”, “que no hay solamente hostilidad e indiferencia, sino que cada persona es preciosa para Dios y amada”.
A continuación, sigue la catequesis completa del Santo Padre.
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Catequesis del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
La catequesis de hoy se enmarca en  la semana de oración por la unidad de los cristianos que este año tiene como tema la hospitalidad, partiendo del pasaje de los Hechos de los Apóstoles que narra cómo las comunidades de Malta y Gozo trataron a san Pablo y a sus compañeros de viaje, cuando naufragaron.  A este episodio me referí precisamente en la catequesis de hace dos semanas.
Por lo tanto, recordemos de nuevo la dramática experiencia de ese naufragio. El barco en el que viaja Pablo está a merced de los elementos. Llevan catorce días en el mar, a la deriva, y como no se ven ni el sol ni las estrellas, los viajeros se sienten desorientados, perdidos. El mar se estrella con violencia contra el barco que temen que se rompa por la fuerza de las olas. También les  azotan el viento y la lluvia. La fuerza del mar y de la tormenta es terrible e indiferente al destino de los navegantes: ¡eran más de 260 personas!
Pero Pablo, que sabe que no es así, habla. La fe le dice que su vida está en manos de Dios, que resucitó a Jesús de entre los muertos, y que lo llamó a él, a Pablo, para llevar el Evangelio hasta los confines de la tierra. Su fe también le dice que Dios, según lo que Jesús reveló, es un Padre amoroso. Por eso Pablo se dirige a sus compañeros de viaje e, inspirado por la fe, les anuncia que Dios no permitirá que pierdan ni un solo cabello.
Esta profecía se cumple cuando el barco encalla en  la costa de Malta y todos los pasajeros pisan la tierra firme sanos y salvos. Y allí experimentan algo nuevo. En contraste con la violencia brutal del mar tempestuoso, reciben el testimonio de la «humanidad poco común» de los isleños. Esta gente, para la que son extranjeros, se muestra atenta a sus necesidades. Encienden un fuego para que se calienten, les dan refugio contra la lluvia y comida. Aunque todavía no han recibido la Buena Nueva de Cristo, manifiestan el amor de Dios en actos concretos de bondad. Efectivamente, la hospitalidad espontánea y la amabilidad comunican algo del amor de Dios. Y la hospitalidad de los isleños malteses se ve recompensada por los milagros de curación que Dios obra a través de Pablo en la isla. La gente de Malta fue, pues, un signo de la Providencia de Dios para el Apóstol; también él fue testigo del amor misericordioso de Dios por ellos.
Queridísimos: la hospitalidad es importante; y es también una importante virtud ecuménica. Significa reconocer, ante todo, que los demás cristianos son verdaderamente nuestros hermanos y nuestras hermanas en Cristo. Somos hermanos. Alguien os dirá: “Pero ese es protestante, ese es ortodoxo…”. Sí, pero somos hermanos en Cristo. No es un acto de generosidad en un solo sentido, porque cuando somos hospitalarios con otros cristianos los acogemos como un regalo que nos han hecho. Como los malteses, – buenos, estos malteses- somos recompensados porque recibimos lo que el Espíritu Santo ha sembrado en estos hermanos y hermanas nuestros, que se convierte en un regalo también para nosotros porque el Espíritu Santo siembra también su gracia por doquier. Acoger a los cristianos de otra tradición significa, en primer lugar, mostrar el amor de Dios por ellos, porque son hijos de Dios, -hermanos nuestros-  y también recibir lo que Dios ha realizado en sus vidas. La hospitalidad ecuménica requiere la voluntad de escuchar a los otros cristianos, prestando atención a sus historias personales de fe y a la historia de su comunidad, comunidad de fe con otra tradición diferente de la nuestra. La hospitalidad ecuménica implica el deseo de conocer la experiencia que otros cristianos tienen de Dios y la expectativa de recibir los dones espirituales que la acompañan. Y esto es una gracia, descubrir esto es una gracia. Pienso en los tiempos pasados, en mi tierra por ejemplo. Cuando vinieron algunos misioneros evangélicos, un grupito de católicos iba a quemarles las tiendas. Esto no: No es cristiano. Somos hermanos, todos somos hermanos, y debemos ser hospitales unos con otros.

Hoy, el mar en el que naufragaron Pablo y sus compañeros vuelve a ser un lugar peligroso para la vida de otros navegantes. En todo el mundo, los hombres y las mujeres migrantes  enfrentan viajes arriesgados para escapar de la violencia, para escapar de la guerra, para escapar de la pobreza. Como Pablo y sus compañeros experimentan la indiferencia, la hostilidad del desierto, de los ríos, de los mares… Muchas veces no les dejan desembarcar en los puertos. Pero, desgraciadamente, a veces también encuentran la hostilidad mucho peor de los seres humanos. Son explotados  por traficantes criminales: ¡Hoy! Son tratados como números y como una amenaza por algunos gobernantes: ¡Hoy! A veces la inhospitalidad los arroja de nuevo como una ola hacia la pobreza o hacia los peligros de los que han huido.
Nosotros, como cristianos, debemos trabajar juntos para mostrar a los migrantes el amor de Dios revelado por Jesucristo. Podemos y debemos testimoniar que no hay solamente hostilidad e indiferencia, sino que cada persona es preciosa para Dios y amada por Él. Las divisiones que existen todavía entre nosotros nos impiden ser plenamente el signo del amor de Dios por el mundo. Trabajar juntos para vivir la hospitalidad ecuménica, particularmente con aquellos cuyas vidas son más vulnerables, hará de todos nosotros, los cristianos –protestantes, ortodoxos, católicos, todos los cristianos-  mejores seres humanos, mejores discípulos y un pueblo cristiano más unido. Nos acercará más a la unidad, que es la voluntad de Dios para nosotros.
23.01.20





I Congreso de Pastoral para los Ancianos: “La riqueza de los años”

Del 29 al 31 de enero


(23 enero 2020).- Del 29 al 31 de enero de 2020 se celebrará en el Centro de Congresos Augustinianum de Roma el I Congreso Internacional de Pastoral para los Ancianos, que será presentado el próximo martes 28.
Así lo ha comunicado hoy, 23 de enero de 2020, la Oficina de Prensa de la Santa Sede a través de una nota.
Revolución de la longevidad”
¿Qué tiene que decir la Iglesia ante lo que se ha llamado la “revolución de la longevidad”?  Por iniciativa del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, alrededor  de 550 expertos y agentes de pastoral de 60 países de los cinco continentes se reunirán para reflexionar y encontrar juntos las respuestas.
Es la primera vez que la Santa Sede organiza un evento de este tipo, encaminado a la reflexión pastoral sobre un tema que está destinado a marcar la vida de la sociedad y de la Iglesia en las futuras décadas.
Tres sesiones temáticas
Tal y como indica la citada nota, el encuentro se dividirá en tres sesiones temáticas: la primera estará dedicada al enfrentamiento contra la cultura del descarte y a la profundización de cómo, de diferentes maneras según el contexto sociocultural de origen, la Iglesia manifiesta su rostro misericordioso permaneciendo siempre cerca de todos los ancianos.
La segunda se centrará en las familias y su responsabilidad con los abuelos y los ancianos: las familias están llamadas a reconocer los dones de la vida y de  la fe transmitidas viviendo una conversión pastoral cuyo fulcro sea la gratitud. La Iglesia no puede aceptar que los ancianos se vean privados de un contexto familiar, y cuando sea así, se siente llamada a convertirse ella misma en familia para todos aquellos que viven en soledad. ¡Los ancianos necesitan una familia, y las familias necesitan a los ancianos!
La última sesión estará dedicada a la vocación de los ancianos en la Iglesia. El aumento de la esperanza de vida y la mejora general de la salud han dado a tantas personas una estación más de vida: libre de compromisos laborales, pero todavía con buena salud.
¿Cómo vivir estos años cristianamente? El Papa Francisco ha dicho que  se trata de un tiempo nuevo  que debemos inventar de alguna manera. ¡No hay jubilación del Evangelio!
Comienzo de la reflexión
El primer congreso internacional de pastoral de los ancianos pretende ser solo el comienzo de una reflexión que el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida ha decidido emprender para responder de manera concreta a las numerosas solicitudes del Santo Padre al respecto.
Por el mismo motivo, se ha creado en su seno una oficina que se ocupará de manera estable de la pastoral de los ancianos en comunicación con las conferencias episcopales, también a la luz de lo que surgirá del congreso “La riqueza de los años”.
Palabras del Santo Padre
Efectivamente, en este sentido, el Papa Francisco ha compartido en varias ocasiones, como es el caso del prefacio del libro La sabiduría del tiempo, un pensamiento que lleva en su corazón: “Siento que esto es lo que el Señor quiere que yo diga: que se haga una alianza entre jóvenes y mayores”.
Para el Pontífice, “este es el momento en el que los abuelos deben soñar” para que los jóvenes puedan “tener visiones”. Esto significa que “solamente si nuestros abuelos tienen el coraje de soñar y nuestros jóvenes de profetizar grandes cosas, nuestra sociedad avanzará. Si queremos ‘visiones’ para el futuro, dejemos a nuestros abuelos que cuenten, que compartan sus sueños”.
Por lo tanto, apunta Francisco: “¡Necesitamos abuelos soñadores! Son ellos los que podrán inspirar a los jóvenes a correr hacia delante con la creatividad de la profecía”, pues, los jóvenes necesitan de esos sueños “para tener esperanza, para tener un ‘mañana’”.
24.01.20




Jornada de las Comunicaciones Sociales: Una narración que mire al mundo “con ternura”

Mensaje del Santo Padre


(24 enero 2020).- El Papa Francisco afirma que la humanidad precisa una narración “que sepa mirar al mundo y a los acontecimientos con ternura; que cuente que somos parte de un tejido vivo; que revele el entretejido de los hilos con los que estamos unidos unos con otros”.
Mensaje del Santo Padre
Para que puedas contar y grabar en la memoria (cf. Ex 10,2)
La vida se hace historia
Quiero dedicar el Mensaje de este año al tema de la narración, porque creo que para no perdernos necesitamos respirar la verdad de las buenas historias: historias que construyan, no que destruyan; historias que ayuden a reencontrar las raíces y la fuerza para avanzar juntos. En medio de la confusión de las voces y de los mensajes que nos rodean, necesitamos una narración humana, que nos hable de nosotros y de la belleza que poseemos. Una narración que sepa mirar al mundo y a los acontecimientos con ternura; que cuente que somos parte de un tejido vivo; que revele el entretejido de los hilos con los que estamos unidos unos con otros.
  1. Tejer historias
El hombre es un ser narrador. Desde la infancia tenemos hambre de historias como tenemos hambre de alimentos. Ya sean en forma de cuentos, de novelas, de películas, de canciones, de noticias…, las historias influyen en nuestra vida, aunque no seamos conscientes de ello. A menudo decidimos lo que está bien o mal hacer basándonos en los personajes y en las historias que hemos asimilado. Los relatos nos enseñan; plasman nuestras convicciones y nuestros comportamientos; nos pueden ayudar a entender y a decir quiénes somos.

El hombre no es solamente el único ser que necesita vestirse para cubrir su vulnerabilidad (cf. Gn 3,21), sino que también es el único ser que necesita “revestirse” de historias para custodiar su propia vida. No tejemos sólo ropas, sino también relatos: de hecho, la capacidad humana de “tejer” implica tanto a los tejidos como a los textos. Las historias de cada época tienen un “telar” común: la estructura prevé “héroes”, también actuales, que para llevar a cabo un sueño se enfrentan a situaciones difíciles, luchan contra el mal empujados por una fuerza que les da valentía, la del amor. Sumergiéndonos en las historias, podemos encontrar motivaciones heroicas para enfrentar los retos de la vida
El hombre es un ser narrador porque es un ser en realización, que se descubre y se enriquece en las tramas de sus días. Pero, desde el principio, nuestro relato se ve amenazado: en la historia serpentea el mal.
  1. No todas las historias son buenas
«El día en que comáis de él, […] seréis como Dios» (cf. Gn 3,5). La tentación de la serpiente introduce en la trama de la historia un nudo difícil de deshacer. “Si posees, te convertirás, alcanzarás…”, susurra todavía hoy quien se sirve del llamado storytelling con fines instrumentales. Cuántas historias nos narcotizan, convenciéndonos de que necesitamos continuamente tener, poseer, consumir para ser felices. Casi no nos damos cuenta de cómo nos volvemos ávidos de chismes y de habladurías, de cuánta violencia y falsedad consumimos. A menudo, en los telares de la comunicación, en lugar de relatos constructivos, que son un aglutinante de los lazos sociales y del tejido cultural, se fabrican historias destructivas y provocadoras, que desgastan y rompen los hilos frágiles de la convivencia. Recopilando información no contrastada, repitiendo discursos triviales y falsamente persuasivos, hostigando con proclamas de odio, no se teje la historia humana, sino que se despoja al hombre de la dignidad.
Pero mientras que las historias utilizadas con fines instrumentales y de poder tienen una vida breve, una buena historia es capaz de trascender los límites del espacio y del tiempo. A distancia de siglos sigue siendo actual, porque alimenta la vida. En una época en la que la falsificación es cada vez más sofisticada y alcanza niveles exponenciales (el deepfake), necesitamos sabiduría para recibir y crear relatos bellos, verdaderos y buenos. Necesitamos valor para rechazar los que son falsos y malvados. Necesitamos paciencia y discernimiento para redescubrir historias que nos ayuden a no perder el hilo entre las muchas laceraciones de hoy; historias que saquen a la luz la verdad de lo que somos, incluso en la heroicidad ignorada de la vida cotidiana.
  1. La Historiade las historias
La Sagrada Escritura es una Historia de historias. ¡Cuántas vivencias, pueblos, personas nos presenta! Nos muestra desde el principio a un Dios que es creador y narrador al mismo tiempo. En efecto, pronuncia su Palabra y las cosas existen (cf. Gn 1). A través de su narración Dios llama a las cosas a la vida y, como colofón, crea al hombre y a la mujer como sus interlocutores libres, generadores de historia junto a Él. En un salmo, la criatura le dice al Creador: «Tú has creado mis entrañas, me has tejido en el seno materno. Te doy gracias porque son admirables tus obras […], no desconocías mis huesos. Cuando, en lo oculto, me iba formando, y entretejiendo en lo profundo de la tierra» (139,13-15). No nacemos realizados, sino que necesitamos constantemente ser “tejidos” y “bordados”. La vida nos fue dada para invitarnos a seguir tejiendo esa “obra admirable” que somos.
En este sentido, la Biblia es la gran historia de amor entre Dios y la humanidad. En el centro está Jesús: su historia lleva al cumplimiento el amor de Dios por el hombre y, al mismo tiempo, la historia de amor del hombre por Dios. El hombre será llamado así, de generación en generación, a contar y a grabar en su memoria los episodios más significativos de esta Historia de historias, los que puedan comunicar el sentido de lo sucedido.
El título de este Mensaje está tomado del libro del Éxodo, relato bíblico fundamental, en el que Dios interviene en la historia de su pueblo. De hecho, cuando los hijos de Israel estaban esclavizados clamaron a Dios, Él los escuchó y rememoró: «Dios se acordó de su alianza con Abrahán, Isaac y Jacob. Dios se fijó en los hijos de Israel y se les apareció» (Ex 2, 24-25). De la memoria de Dios brota la liberación de la opresión, que tiene lugar a través de signos y prodigios. Es entonces cuando el Señor revela a Moisés el sentido de todos estos signos: «Para que puedas contar [y grabar en la memoria] de tus hijos y nietos […] los signos que realicé en medio de ellos. Así sabréis que yo soy el Señor» (Ex 10,2). La experiencia del Éxodo nos enseña que el conocimiento de Dios se transmite sobre todo contando, de generación en generación, cómo Él sigue haciéndose presente. El Dios de la vida se comunica contando la vida.
El mismo Jesús hablaba de Dios no con discursos abstractos, sino con parábolas, narraciones breves, tomadas de la vida cotidiana. Aquí la vida se hace historia y luego, para el que la escucha, la historia se hace vida: esa narración entra en la vida de quien la escucha y la transforma.
No es casualidad que también los Evangelios sean relatos. Mientras nos informan sobre Jesús, nos “performan[1] a Jesús, nos conforman a Él: el Evangelio pide al lector que participe en la misma fe para compartir la misma vida. El Evangelio de Juan nos dice que el Narrador por excelencia —el Verbo, la Palabra— se hizo narración: «El Hijo único, que está en el seno del Padre, Él lo ha contado» (cf. Jn 1,18). He usado el término “contado” porque el original exeghésato puede traducirse sea como “revelado” que como “contado”. Dios se ha entretejido personalmente en nuestra humanidad, dándonos así una nueva forma de tejer nuestras historias
  1. Una historia que se renueva
La historia de Cristo no es patrimonio del pasado, es nuestra historia, siempre actual. Nos muestra que a Dios le importa tanto el hombre, nuestra carne, nuestra historia, hasta el punto de hacerse hombre, carne e historia. También nos dice que no hay historias humanas insignificantes o pequeñas. Después de que Dios se hizo historia, toda historia humana es, de alguna manera, historia divina. En la historia de cada hombre, el Padre vuelve a ver la historia de su Hijo que bajó a la tierra. Toda historia humana tiene una dignidad que no puede suprimirse. Por lo tanto, la humanidad se merece relatos que estén a su altura, a esa altura vertiginosa y fascinante a la que Jesús la elevó.
Escribía san Pablo: «Sois carta de Cristo […] escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en las tablas de corazones de carne» (2 Co 3,3). El Espíritu Santo, el amor de Dios, escribe en nosotros. Y, al escribir dentro, graba en nosotros el bien, nos lo recuerda. Re-cordar significa efectivamente llevar al corazón, “escribir” en el corazón. Por obra del Espíritu Santo cada historia, incluso la más olvidada, incluso la que parece estar escrita con los renglones más torcidos, puede volverse inspirada, puede renacer como una obra maestra, convirtiéndose en un apéndice del Evangelio. Como las Confesiones de Agustín. Como El Relato del Peregrino de Ignacio. Como la Historia de un alma de Teresita del Niño Jesús. Como Los Novios, como Los Hermanos Karamazov. Como tantas innumerables historias que han escenificado admirablemente el encuentro entre la libertad de Dios y la del hombre. Cada uno de nosotros conoce diferentes historias que huelen a Evangelio, que han dado testimonio del Amor que transforma la vida. Estas historias requieren que se las comparta, se las cuente y se las haga vivir en todas las épocas, con todos los lenguajes y por todos los medios.
  1. Una historia que nos renueva
En todo gran relato entra en juego el nuestro. Mientras leemos la Escritura, las historias de los santos, y también esos textos que han sabido leer el alma del hombre y sacar a la luz su belleza, el Espíritu Santo es libre de escribir en nuestro corazón, renovando en nosotros la memoria de lo que somos a los ojos de Dios. Cuando rememoramos el amor que nos creó y nos salvó, cuando ponemos amor en nuestras historias diarias, cuando tejemos de misericordia las tramas de nuestros días, entonces pasamos página. Ya no estamos anudados a los recuerdos y a las tristezas, enlazados a una memoria enferma que nos aprisiona el corazón, sino que abriéndonos a los demás, nos abrimos a la visión misma del Narrador. Contarle a Dios nuestra historia nunca es inútil; aunque la crónica de los acontecimientos permanezca inalterada, cambian el sentido y la perspectiva. Contarse al Señor es entrar en su mirada de amor compasivo hacia nosotros y hacia los demás. A Él podemos narrarle las historias que vivimos, llevarle a las personas, confiarle las situaciones. Con Él podemos anudar el tejido de la vida, remendando los rotos y los jirones. ¡Cuánto lo necesitamos todos!
Con la mirada del Narrador —el único que tiene el punto de vista final— nos acercamos luego a los protagonistas, a nuestros hermanos y hermanas, actores a nuestro lado de la historia de hoy. Sí, porque nadie es un extra en el escenario del mundo y la historia de cada uno está abierta a la posibilidad de cambiar. Incluso cuando contamos el mal podemos aprender a dejar espacio a la redención, podemos reconocer en medio del mal el dinamismo del bien y hacerle sitio.
No se trata, pues, de seguir la lógica del storytelling, ni de hacer o hacerse publicidad, sino de rememorar lo que somos a los ojos de Dios, de dar testimonio de lo que el Espíritu escribe en los corazones, de revelar a cada uno que su historia contiene obras maravillosas. Para ello, nos encomendamos a una mujer que tejió la humanidad de Dios en su seno y —dice el Evangelio— entretejió todo lo que le sucedía. La Virgen María lo guardaba todo, meditándolo en su corazón (cf. Lc 2,19). Pidamos ayuda a aquella que supo deshacer los nudos de la vida con la fuerza suave del amor:
Oh María, mujer y madre, tú tejiste en tu seno la Palabra divina, tú narraste con tu vida las obras magníficas de Dios. Escucha nuestras historias, guárdalas en tu corazón y haz tuyas esas historias que nadie quiere escuchar. Enséñanos a reconocer el hilo bueno que guía la historia. Mira el cúmulo de nudos en que se ha enredado nuestra vida, paralizando nuestra memoria. Tus manos delicadas pueden deshacer cualquier nudo. Mujer del Espíritu, madre de la confianza, inspíranos también a nosotros. Ayúdanos a construir historias de paz, historias de futuro. Y muéstranos el camino para recorrerlas juntos.
Vaticano, 24 de enero de 2020, fiesta de san Francisco de Sales.
FRANCISCUS
25.01.20







Conversión de San Pablo: Los débiles llevan el mensaje «más importante»

El Papa concluye la 53ª semana de oración por la unidad de los cristianos

(26 enero 2020).- «A menudo son los más débiles quienes llevan el mensaje más importante de salvación», dijo el Papa Francisco durante las vísperas de la Conversión de San Pablo este 25 de enero de 2020. En conclusión de la 53ª Semana de Oración por la Unidad los cristianos, el Papa, rodeado de representantes de otras iglesias cristianas, alentaron a mirar «más allá de los intereses especiales»: «cada comunidad tiene un don que ofrecer a los demás».
Desde la basílica de San Pablo Extramuros, el Papa alentó a no ser «atraído por la lógica mundana», sino más bien «escuchar a los pequeños y a los pobres»: «porque es lo que agrada a Dios: salvarnos no con la fuerza del mundo, sino con la debilidad de la cruz ”.
«Todos aquellos que son débiles y vulnerables, aquellos que tienen poco que ofrecer pero que basan su riqueza en Dios, pueden dar mensajes preciosos para el bien de todos», dijo. Incluso las comunidades cristianas «más pequeñas», «si viven el amor de Dios y del prójimo, tienen un mensaje que ofrecer a toda la familia cristiana».
El Papa Francisco también invitó a los cristianos a ser «más hospitalarios … entre hermanos de diversas religiones». «La prioridad de Dios es la salvación de todos … es nuestro deber llevar a cabo el deseo prioritario de Dios», dijo.
Durante esta celebración, el Papa estuvo rodeado por el  ortodoxo metropolitano ortodoxo Gennadios, representante del Patriarcado ecuménico de Constantinopla, y el arzobispo anglicano Ian Ernest, representante personal en Roma del arzobispo de Canterbury. Con ellos, se reunió ante la tumba del apóstol Pablo, y  bendijeron juntos a los participantes en esta oración.
***
Meditación del Papa Francisco
A bordo del barco que lleva a Pablo prisionero a Roma, hay tres grupos diferentes. El más poderoso está formado por soldados, sujetos al centurión. Luego están los marineros, de quienes dependen naturalmente todos los que navegan durante este largo viaje. Finalmente, están los más débiles y más vulnerables: los presos.
Cuando el barco encalla en la costa de Malta, después de estar en la tormenta durante días, los soldados piensan en matar a los prisioneros para asegurarse de que nadie huya, pero el centurión los detiene, quiere salvar a Pablo. Aunque se encuentra entre los más vulnerables, Pablo había ofrecido algo importante a sus compañeros de viaje. Cuando todos perdieron la esperanza de sobrevivir, el Apóstol había traído un mensaje inesperado de esperanza. Un ángel lo había tranquilizado diciéndole: «No tengas miedo, Pablo … he aquí, Dios te ha hecho gracia y a todos los que están en el barco contigo. »(Hechos 27,24).
La confianza de Pablo demostró estar bien fundada y al final todos los pasajeros se salvaron y, al llegar en Malta, experimentaron la hospitalidad de los habitantes de la isla, su amabilidad y su humanidad. El tema de la Semana de Oración que termina hoy se extrae de este importante detalle.
Queridos hermanos y hermanas, este relato de los Hechos de los Apóstoles también habla de nuestro viaje ecuménico, hacia la unidad que Dios desea ardientemente. Primero, nos dice que todos aquellos que son débiles y vulnerables, aquellos que tienen materialmente poco que ofrecer pero que basan su riqueza en Dios, pueden dar mensajes preciosos para el bien de todos. Pensemos en las comunidades cristianas: incluso aquellas que son más pequeñas y menos importantes a los ojos del mundo, si experimentan el Espíritu Santo, si viven el amor de Dios y del prójimo, tienen un mensaje que ofrecer a toda la familia cristiana. Pensemos en las comunidades cristianas marginadas y perseguidas. Como en el relato del hundimiento de Pablo, a menudo son los más débiles quienes llevan el mensaje más importante de salvación. Porque esto agradó a Dios: para salvarnos no con la fuerza del mundo, sino con la debilidad de la cruz (cf. 1 Cor 1,20-25). Como discípulos de Jesús, debemos tener cuidado de no dejarnos atraer por las lógicas mundanas, sino de escuchar a los pequeños y a los pobres, porque a Dios le gusta enviar sus mensajes a través de ellos, quienes más se parecen a su Hijo hecho hombre.

El relato de los Hechos nos recuerda un segundo aspecto: la prioridad de Dios es la salvación de todos. Como el ángel le dijo a Pablo: «Dios hace gracia a todos los que están en el bote contigo». Este es el punto en el que Pablo insiste. También debemos repetirlo: es nuestro deber implementar el deseo prioritario de Dios, quien, como escribe Pablo, «quiere que todos los hombres sean salvos» (1 Tim. 2,4).
Es una invitación no a dedicarnos exclusivamente a nuestras comunidades, sino a abrirnos al bien de todos, a la mirada universal de Dios, que se encarnó para abrazar a toda la raza humana, y que murió y resucitó para la salvación de todos. Si, por su gracia, asimilamos su visión, podemos superar nuestras divisiones. En el hundimiento de Pablo, cada uno contribuye a la salvación de todos: el centurión toma decisiones importantes, los marineros usan su conocimiento y su habilidad, el Apóstol anima a los que no tienen esperanza. Entre los cristianos también, cada comunidad tiene un regalo que ofrecer a los demás. Cuanto más miremos más allá de los intereses particulares y vayamos más allá de los legados del pasado con el deseo de avanzar hacia un puerto común, más reconoceremos, acogeremos y compartiremos estos dones espontáneamente.
Y pasemos a un tercer aspecto que fue central en esta Semana de Oración: la hospitalidad. San Lucas, en el último capítulo de los Hechos de los Apóstoles, dice acerca de los habitantes de Malta: «nos trataron con amabilidad» o «con una humanidad inusual» (v. 2). El fuego encendido en la orilla para calentar a los náufragos es un hermoso símbolo del calor humano que los rodea inesperadamente. El gobernador de la isla también fue acogedor y hospitalario con Pablo, quien se lo devolvió curando a su padre y luego a muchas otras personas enfermas (cf. vv. 7-9). Finalmente, cuando el Apóstol y los que estaban con él se fueron a Italia, los malteses les proporcionaron todo lo que necesitaban (v. 10).
Desde esta semana de oración, nos gustaría aprender a ser más hospitalarios, sobre todo entre nosotros cristianos, entre hermanos de diversas religiones. La hospitalidad pertenece a la tradición de las comunidades y familias cristianas. Nuestros ancianos nos enseñaron con su ejemplo que en la mesa de una casa cristiana, siempre hay un plato de sopa para el amigo que pasa o el necesitado que llama a la puerta. Y en los monasterios, el anfitrión  es tratado con gran consideración, como lo fue Cristo. ¡No perdamos, o más bien revivamos, estas costumbres que son del Evangelio!
Queridos hermanos y hermanas, con estos sentimientos extiendo mis saludos cordiales y fraternos a su Eminencia el Metropolitano Gennadios, representante del Patriarcado Ecuménico, a Su Gracia Ian Ernest, representante personal en Roma del Arzobispado de Canterbury, y a todos los representantes de las diversas Iglesias y comunidades eclesiales reunidas aquí. También saludo a los estudiantes del Instituto Ecuménico de Bossey, que visitan Roma para profundizar su conocimiento de la Iglesia Católica, y a los jóvenes ortodoxos orientales que estudian aquí con una beca del Comité de Colaboración Cultural con las Iglesias Ortodoxas, que operan dentro del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, que saludo y agradezco. Juntos, sigamos orando sin cansarnos de invocar a Dios el don de la plena unidad entre nosotros.
27.01.20



Irak: El Papa recibe al presidente Barham Saleh en el Vaticano

2ª visita para promover la estabilidad y reconstrucción del país

(27 enero 2020).- El Papa Francisco recibió al presidente de la República de Irak, Barham Saleh, el 25 de enero de 2020. Una nueva reunión para promover la estabilidad y la reconstrucción del país en un momento de gran tensión Oriente Medio.
Durante su segunda visita al Vaticano, indica la Santa Sede en un comunicado, el jefe de Estado también se reunió con el cardenal secretario de Estado, Mons. Pietro Parolin, y con Mons. Paul Richard Gallagher, secretario de relaciones con los Estados.
Este diálogo ha constituido una ocasión de evocar “los retos actuales del país”, con la voluntad de promover su “estabilidad” y su “proceso de reconstrucción”, favoreciendo el diálogo y la búsqueda de “soluciones adecuadas a favor de los ciudadanos y del respeto de la soberanía nacional”.
Las partes también expresaron su deseo de “preservar la presencia histórica de los cristianos en el país, del que son parte integrante”, y “la necesidad de garantizar la seguridad y un lugar en el futuro de Irak”. Los intercambios pusieron de relieve “la importante contribución que ellos aportan a la reconstrucción del tejido social”.
Otros temas tratados fueron: los conflictos y las graves crisis humanitarias que afectan a la región y los esfuerzos que se están realizando con el apoyo de la comunidad internacional para restablecer la confianza y la coexistencia pacífica.
En su reciente discurso ante el cuerpo diplomático el 9 de enero de 2020, el Papa Francisco expresó su preocupación por el “aumento de la tensión entre Irán y los Estados Unidos”. Esta situación, dijo, “corre el riesgo, sobre todo, de ejercer una fuerte presión sobre el lento proceso de reconstrucción de Irak, así como de crear la base para un conflicto de mayor escala que todos quisiéramos poder prevenir”. Por eso el Papa renovó su “llamamiento para que todas las partes interesadas eviten el aumento de la confrontación y mantengan ‘encendida la llama del diálogo y del autocontrol’ en el pleno respeto de la legalidad internacional”.
El presidente Barham Saleh ya fue recibido por el Papa Francisco el 24 de noviembre de 2018, un mes y medio después de su elección al puesto presidencial. Como kurdo, Barham Saleh fue elegido con el apoyo de la Unión Patriótica del Kurdistán.
28.01.20



Santa Marta: La Iglesia “solo irá adelante con evangelizadores alegres”

Relato del baile del rey David

(28 enero 2020).- “La Iglesia no irá adelante. El Evangelio no irá adelante con evangelizadores aburridos y amargados. No. Sólo ira adelante con evangelizadores alegres, llenos de vida”.
El Santo Padre ha reflexionado este martes, 28 de enero de 2020, sobre la primera lectura de hoy, tomada del Segundo Libro de Samuel, que habla de David y de todo el pueblo de Israel celebrando el regreso del Arca de la Alianza a Jerusalén.
Este regreso supone “una gran alegría para el pueblo», ha expresado el Papa. “La gente siente que Dios está cerca de ellos y lo celebran. Y el rey David está con él, se pone a la cabeza de la procesión, hace un sacrificio inmolando un novillo y un carnero gordo. Con el pueblo entonces grita, canta y baila con todas sus fuerzas».
El texto del profeta Samuel continúa describiendo el regreso de David a su hogar donde encuentra a una de sus esposas, Mical, la hija de Saúl. Ella lo recibe con desprecio, ha relatado el Papa. Al ver al rey danzando se avergüenza de él y le reprocha diciendo: “¿Pero te avergonzaste de bailar como un vulgar, como uno del pueblo?”.
Es el desprecio de la religiosidad exquisita hacia la espontaneidad de la alegría con el Señor”, ha continuado Francisco. Y David le explica: “Pero mira, esto era motivo de alegría. ¡La alegría en el Señor, porque hemos traído el arca a casa!”. Ella desprecia. Y dice en la Biblia que esta señora –se llamaba Mical– no tuvo hijos por esto. El Señor la ha castigado. Cuando falta la alegría en un cristiano, ese cristiano no es fecundo; cuando falta la alegría en nuestro corazón, no hay fecundidad”.
Francisco indicado que sentimos alegría «cuando estamos con el Señor» y, tal vez en la parroquia o en los pueblos, la gente celebra. Aunque ha advertido: «Es verdad, a veces el peligro de la alegría es ir más allá y creer que esto es todo. No: este es el aire de la celebración».
El Papa ha señalado entonces que la fiesta no sólo se expresa espiritualmente, sino que se convierte en un compartir. En este contexto, recuerda que David, ese día, después de la bendición, había distribuido «un pan para todos, una porción de carne asada y un puré de pasas», para que todos pudieran celebrar en su propia casa. «La Palabra de Dios no se avergüenza de la fiesta», dijo el Pontífice.

29.01.20

La razón de la dicha es la “nueva condición que los bienaventurados reciben”

Catequesis del Papa Francisco

(29 enero 2020).- “La razón de la dicha no es la situación actual –ha explicado el Papa– sino la nueva condición que los bienaventurados reciben como regalo de Dios: ‘de ellos es el reino de los cielos’, ‘porque serán consolados’, ‘porque heredarán la tierra’, y así sucesivamente”.
El Pontífice ha comenzado esta mañana, miércoles, 29 de enero de 2020, una nueva serie de catequesis dedicado a las Bienaventuranzas, (Pasaje bíblico del Evangelio según san Mateo 5, 1-11).
Nos hará bien tomar hoy el Evangelio de Mateo, capítulo cinco, versículo de uno a once, y leer las bienaventuranzas -quizás algunas veces más durante la semana- para entender este camino tan hermoso, tan seguro de la felicidad que el Señor nos propone”, ha sugerido Francisco.
La audiencia general ha tenido lugar en el Aula Pablo VI donde el Papa ha encontrado grupos de peregrinos y fieles de Italia y de todo el mundo. Como es costumbre, tras resumir su discurso en diversas lenguas, el Papa ha saludado a los grupos de fieles presentes.
La audiencia general ha terminado con el canto del Pater Noster y la bendición apostólica.
Sigue la catequesis completa del Santo Padre, traducida al español y difundida por la Oficina de Prensa de la Santa Sede:
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Catequesis del Papa
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy comenzamos una serie de catequesis sobre las bienaventuranzas en el evangelio de Mateo (5,1-11). Este texto que abre el «Sermón de la Montaña» y que ha iluminado la vida de los creyentes y también de muchos no creyentes. Es difícil no ser tocado por estas palabras de Jesús, y es justo el deseo de entenderlas y de acogerlas cada vez más plenamente. Las bienaventuranzas contienen el «carnet de identidad»
del cristiano -este es nuestro carnet de identidad-, porque dibujan el rostro de Jesús, su forma de vida.
Esta vez enmarcamos en conjunto estas palabras de Jesús; en la próxima catequesis comentaremos las bienaventuranzas individuales, una a una.
En primer lugar, es importante cómo se produjo la proclamación de este mensaje: Jesús, viendo a la multitud que le seguía, sube al suave monte que rodea el lago de Galilea, se sienta y, dirigiéndose a sus discípulos, anuncia las bienaventuranzas. El mensaje, pues,  se dirige a los discípulos, pero en el horizonte están las multitudes, es decir, toda la humanidad. Es un mensaje para toda la humanidad.
Además, «el monte» recuerda al Sinaí, donde Dios le dio a Moisés los mandamientos. Jesús empieza a enseñar una nueva ley: ser pobre, ser manso, ser misericordioso… Estos «nuevos mandamientos» son mucho más que normas. De hecho, Jesús no impone nada, pero revela el camino a la felicidad – su camino – repitiendo ocho veces la palabra “bienaventurados”·.
Cada bienaventuranza está compuesta de tres partes. Primero está siempre la palabra «bienaventurado«; luego viene la situación en la que se encuentran los bienaventurados:  la pobreza de espíritu, la aflicción, el hambre y la sed de justicia, y así sucesivamente; finalmente está el motivo de la bienaventuranza, introducido por la conjunción «porque». “Bienaventurados sean estos porque, bienaventurados sean aquellos porque…» Así son las ocho bienaventuranzas y estaría bien aprenderlas de memoria para repetirlas, para tener en la mente y en el corazón esta ley que Jesús nos dio.
Prestemos atención a este hecho: la razón de la dicha no es la situación actual, sino la nueva condición que los bienaventurados reciben como regalo de Dios: «de ellos es el reino de los cielos», «porque serán consolados», «porque heredarán la tierra», y así sucesivamente.
En el tercer elemento, que es precisamente la razón de la felicidad, Jesús utiliza a menudo un futuro pasivo: «serán consolados», «heredarán la tierra», «serán saciados», «serán perdonados», «serán llamados hijos de Dios».
¿Pero qué significa la palabra «bienaventurado«? ¿Por qué cada una de las ocho bienaventuranzas comienza con la palabra bienaventurado? La palabra original no indica a alguien que tiene el estómago lleno o que se divierte, sino una persona que está en una condición de gracia y que progresa en la gracia de Dios y que progresa por el camino de Dios: la paciencia, la pobreza, el servicio a los demás, el consuelo…Los que progresan en estas cosas son felices y serán bienaventurados.  
Dios, para entregarse a nosotros, elige a menudo caminos impensables, tal vez los de nuestros límites, los de nuestras lágrimas, los de nuestras derrotas. Es la alegría pascual, de la que hablan nuestros hermanos orientales, la que tiene los estigmas pero está viva, ha atravesado la muerte y ha experimentado la potencia de Dios. Las bienaventuranzas te llevan a la alegría, siempre; son el camino para alcanzar la alegría. Nos hará bien tomar hoy el Evangelio de Mateo, capítulo cinco, versículo de uno a once, y leer las bienaventuranzas -quizás algunas veces más durante la semana- para entender este camino tan hermoso, tan seguro de la felicidad que el Señor nos propone.
29.01.20



La doctrina cristiana se compendia en un rostro: “Jesucristo resucitado” 

Discurso del Papa a la Congregación Pontificia


(30 enero 2020).- La doctrina cristiana “no es un sistema rígido y cerrado en sí mismo, pero tampoco es una ideología que cambie con el paso de las estaciones” ha recordado el Papa Francisco a los participantes en la Plenaria de la Congregación para la Doctrina de la Fe, con quienes se ha encontrado esta mañana en el Vaticano.
En la audiencia, celebrada este jueves, 30 de enero de 2020, Francisco les ha agradecido por todo el trabajo que desempeñan “al servicio de la Iglesia universal, en ayuda del Obispo de Roma y de los obispos del mundo para promover y proteger la integridad de la doctrina católica sobre la fe y la moral”.


Discurso del Santo Padre
Sres. cardenales, queridos hermanos en el episcopado y el sacerdocio, queridos hermanos y hermanas:
Os recibo con ocasión de vuestra asamblea plenaria. Agradezco al prefecto sus amables palabras; y os saludo a todos vosotros, superiores, funcionarios y miembros de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Os doy las gracias por todo el trabajo que desempeñáis al servicio de la Iglesia universal, en ayuda del Obispo de Roma y de los obispos del mundo para promover y proteger la integridad de la doctrina católica sobre la fe y la moral.
La doctrina cristiana no es un sistema rígido y cerrado en sí mismo, pero tampoco es una ideología que cambie con el paso de las estaciones; es una realidad dinámica que, permaneciendo fiel a su fundamento, se renueva de generación en generación y se compendia en un rostro, en un cuerpo y en un nombre: Jesucristo resucitado.

Gracias al Señor resucitado, la fe se abre de par en par a nuestro prójimo y a sus necesidades, desde las más pequeñas a las más grandes. Por lo tanto, la transmisión de la fe requiere que se tenga en cuenta a su destinatario, que se conozca y  se ame concretamente. En esta perspectiva, es significativo vuestro compromiso de reflexionar, en el curso de esta plenaria, sobre el cuidado de las personas en las fases críticas y terminales de la vida.
El contexto sociocultural actual está erosionando progresivamente la conciencia de lo que hace que la vida humana sea preciosa. De hecho, la vida se valora cada vez más por su eficiencia y utilidad, hasta el punto de considerar como «vidas descartadas» o «vidas indignas» las que no se ajustan a este criterio. En esta situación de pérdida de los valores auténticos, se resquebrajan también los deberes inderogables de solidaridad y fraternidad humana y cristiana.
En realidad, una sociedad se merece la calificación de «civil» si desarrolla los anticuerpos contra la cultura del descarte; si reconoce el valor intangible de la vida humana; si la solidaridad se practica activamente y se salvaguarda como fundamento de la convivencia.
Cuando la enfermedad llama a la puerta de nuestra vida, aflora siempre en nosotros la necesidad de tener cerca a alguien que nos mire a los ojos, que nos tome de la mano, que manifieste su ternura y nos cuide, como el Buen Samaritano de la parábola evangélica. (cf. Mensaje para la XXVIII Jornada Mundial del Enfermo, 11 de febrero de 2020).
El tema del cuidado de los enfermos, en las fases críticas y terminales de la vida, invoca  la tarea de la Iglesia de reescribir la «gramática» de hacerse cargo y de cuidar de la persona que sufre. El ejemplo del Buen Samaritano enseña que es necesario convertir la mirada del corazón, porque muchas veces los que miran no ven. ¿Por qué? Porque falta compasión. Se me ocurre que, muchas veces, el Evangelio, al hablar de Jesús frente a una persona que sufre, dice: «se compadeció», «se compadeció»… Un estribillo de la persona de Jesús. Sin compasión, el que mira no se involucra en lo que observa y pasa de largo; en cambio, el que tiene un corazón compasivo se conmueve y se involucra, se detiene y se ocupa de lo que sucede.
Alrededor de la persona enferma es necesario crear una verdadera plataforma humana de relaciones que, al tiempo que fomentan la atención médica, se abran a la esperanza, especialmente en aquellas situaciones límite en las que el dolor físico va acompañado de desamparo emotivo y angustia espiritual.
El enfoque relacional –y no meramente clínico– con el enfermo, considerado en la singularidad e integridad de su persona, impone el deber de no abandonar nunca a nadie en presencia de males incurables. La vida humana, por su destino eterno, conserva todo su valor y dignidad en cualquier condición, incluso de precariedad y fragilidad, y como tal es siempre digna de la más alta consideración.
Santa Teresa de Calcuta, que vivió el estilo de la cercanía y del compartir, preservando hasta el final el reconocimiento y el respeto de la dignidad humana, y haciendo más humano el morir, decía: «Quien en el camino de la vida ha encendido incluso solo una luz en la hora oscura de alguien no ha vivido en vano».
A este respecto, pienso en lo bien que funcionan los hospices para los cuidados paliativos, en los que los enfermos terminales son acompañados con un apoyo médico, psicológico y espiritual cualificado, para que puedan vivir con dignidad, confortados por la cercanía de sus seres queridos, la fase final de su vida terrenal. Espero que estos centros continúen siendo lugares donde se practique con compromiso la «terapia de la dignidad», alimentando así el amor y el respeto por la vida.
Aprecio, además, el estudio que habéis emprendido sobre la revisión de las normas de los delicta graviora reservados a vuestro dicasterio, contenidas en el Motu proprio Sacramentorum sanctitatis tutela de san Juan Pablo II. Vuestro esfuerzo va en la dirección adecuada de actualizar la normativa con miras a la mayor eficacia de los procedimientos, para que sea más ordenada y orgánica, a la luz de las nuevas situaciones y problemáticas del actual contexto sociocultural. Al mismo tiempo, os exhorto a continuar resueltamente en esta tarea, para dar una contribución válida en un ámbito en el que la Iglesia está directamente implicada, a proceder con rigor y transparencia en la salvaguarda de la santidad de los sacramentos y de la dignidad humana violada, especialmente la de los pequeños.
Por último, me congratulo por la reciente publicación del documento preparado por la Pontificia Comisión Bíblica sobre los temas fundamentales de la antropología bíblica que profundiza una visión global del proyecto divino, comenzado con la creación y que encuentra su cumplimiento en Cristo, el Hombre Nuevo, que constituye “la clave, el centro y el fin de toda la historia humana” (Conc. Ecum. Vat. II, Constitución Pastoral Gaudium et Spes, 10).
Os agradezco a todos, miembros y colaboradores de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el precioso servicio que prestáis. Invoco sobre vosotros la abundancia de las bendiciones del Señor; y os pido, por favor, que recéis por mí. ¡Gracias



Congreso para Ancianos: Los mayores, “presente” y “mañana” de la Iglesia

(31 enero 2020).- El Papa Francisco considera que los mayores “son también el presente y el mañana de la Iglesia”, que, junto con los jóvenes, “profetiza y sueña” e insiste en la relevancia de que estas dos generaciones se comuniquen entre ellos.
En la mañana de hoy, 31 de enero de 2020, el Santo Padre recibió en audiencia a los participantes del I Congreso Internacional de Pastoral para los Ancianos cuyo tema es “La Riqueza de los Años”.
Este encuentro fue organizado por el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, y se ha celebrado del 29 al 31 de enero en el Centro de Congresos “Augustinianum” de Roma.
Discurso del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas,
Os doy mi cordial bienvenida a vosotros, participantes en el primer Congreso internacional de pastoral de los ancianos – «La Riqueza de los Años» – organizado por el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida; y agradezco al cardenal Farrell sus amables palabras.
La «riqueza de los años» es la riqueza de las personas, de cada persona que tiene a sus espaldas muchos años de vida, experiencia e historia. Es el tesoro precioso que toma forma en el camino de la vida de cada hombre y mujer, sin importar sus orígenes, procedencia, condiciones económicas o sociales. Porque la vida es un regalo, y cuando es larga es un privilegio, para uno mismo y para los demás. Siempre, siempre es así.

En el siglo XXI, la vejez se ha convertido en una de las características de la humanidad. En unas pocas décadas, la pirámide demográfica – que una vez descansaba sobre un gran número de niños y jóvenes y tenía  pocos ancianos en la cumbre – se ha invertido. Si hace tiempo los ancianos hubieran poblar un pequeño estado, hoy pueden poblar un continente entero. En este sentido, la ingente presencia de los ancianos es una novedad en todos los entornos sociales y geográficos del mundo. Además, a la vejez corresponden hoy diferentes estaciones de la vida: para muchos es la edad en la que cesa el esfuerzo productivo, las fuerzas disminuyen y aparecen los signos de la enfermedad, de la necesidad de ayuda y del  aislamiento social; pero para muchos es el comienzo de un largo período de bienestar psicofísico y de liberación de las obligaciones laborales.
En ambas situaciones, ¿cómo vivir estos años? ¿Qué sentido dar a esta fase de la vida, que para muchos puede ser larga? La desorientación social y, en muchos casos, la indiferencia y el rechazo que nuestras sociedades muestran hacia las personas mayores, llaman no sólo a la Iglesia, sino a todo el mundo, a una reflexión seria para aprender a captar y apreciar el valor de la vejez. En efecto, mientras que, por un lado, los Estados deben hacer frente a la nueva situación demográfica en el plano económico, por otro, la sociedad civil necesita valores y significados para la tercera y la cuarta edad. Y aquí, sobre todo, se coloca la contribución de la comunidad eclesial.
Por eso he acogido con interés la iniciativa de esta conferencia, que ha centrado la atención en la pastoral de los ancianos e iniciado una reflexión sobre las implicaciones que se derivan de una presencia sustancial de los abuelos en nuestras parroquias y sociedades. Os  pido que no se quede en una iniciativa aislada, sino que marque el inicio de un camino de profundización y discernimiento pastoral. Necesitamos cambiar nuestros hábitos pastorales para responder a la presencia de tantas personas mayores en las familias y en las comunidades.
En la Biblia, la longevidad es una bendición. Nos enfrenta a nuestra fragilidad, a nuestra dependencia mutua, a nuestros lazos familiares y comunitarios, y sobre todo a nuestra filiación divina. Concediendo la vejez, Dios Padre nos da tiempo para profundizar nuestro conocimiento de Él, nuestra intimidad con Él, para entrar más y más en su corazón y entregarnos a Él. Este es el momento de prepararnos para entregar nuestro espíritu en sus manos, definitivamente, con la confianza de los niños. Pero también es un tiempo de renovada fecundidad. «En la vejez volverán a dar fruto», dice el salmista (Sal 91, 15). En efecto,  el plan de salvación de Dios también se lleva a cabo en la pobreza de los cuerpos débiles, estériles e impotentes. Del vientre estéril de Sara y del cuerpo centenario de Abraham nació el Pueblo Elegido (cf. Rom 4:18-20). De Isabel y el viejo Zacarías nació Juan Bautista. El anciano, incluso cuando es débil, puede convertirse en un instrumento de la historia de la salvación.
Consciente de este papel irremplazable de los ancianos, la Iglesia se convierte en un lugar donde las generaciones están llamadas a compartir el plan de amor de Dios, en una relación de intercambio mutuo de los dones del Espíritu Santo. Este intercambio intergeneracional nos obliga a cambiar nuestra mirada hacia las personas mayores, a aprender a mirar el futuro junto con ellos.
Cuando pensamos en los ancianos y hablamos de ellos, sobre todo en la dimensión pastoral, debemos aprender a cambiar un poco los tempos de los verbos. No sólo hay un pasado, como si para los ancianos sólo hubiera una vida detrás de ellos y un archivo enmohecido. No. El Señor puede y quiere escribir con ellos también nuevas páginas, páginas de santidad, de servicio, de oración… Hoy quisiera deciros que los ancianos son también el presente y el mañana de la Iglesia. Sí, ¡son también el futuro de una Iglesia que, junto con los jóvenes, profetiza y sueña! Por eso es tan importante que los ancianos y los jóvenes hablen entre ellos, es muy importante.
La profecía de los ancianos se cumple cuando la luz del Evangelio entra plenamente en sus vidas; cuando, como Simeón y Ana, toman a Jesús en sus brazos y anuncian la revolución de la ternura, la Buena Nueva de Aquel que vino al mundo para traer la luz del Padre. Por eso os pido que no os canséis de proclamar el Evangelio a los abuelos y a los ancianos. Id a ellos con una sonrisa en vuestro rostro y el Evangelio en vuestras manos. Salid a las calles de vuestras parroquias y buscad a los ancianos que viven solos. La vejez no es  una enfermedad, es un privilegio. La soledad puede ser una enfermedad, pero con caridad, cercanía y consuelo espiritual podemos curarla.
Dios tiene un pueblo numeroso de abuelos en todo el mundo. Hoy en día, en las sociedades secularizadas de muchos países, las generaciones actuales de padres no tienen, en su mayoría, la formación cristiana y la fe viva que los abuelos pueden transmitir a sus nietos. Son el eslabón indispensable para educar a los niños y a los jóvenes en la fe. Debemos acostumbrarnos a incluirlos en nuestros horizontes pastorales y a considerarlos, de forma no episódica, como uno de los componentes vitales de nuestras comunidades. No sólo son personas a las que estamos llamados a ayudar y proteger para custodiar sus vidas, sino que pueden ser actores de una pastoral evangelizadora, testigos privilegiados del amor fiel de Dios.
Por esto doy las gracias a todos los que dedicáis vuestras energías pastorales a los abuelos y a los ancianos. Sé muy bien que vuestro compromiso y vuestra reflexión nacen de la amistad concreta con tantos ancianos. Espero que lo que hoy es la sensibilidad de unos pocos se convierta en el patrimonio de cada comunidad eclesial. No tengáis miedo, tomad iniciativas, ayudad a vuestros obispos y a vuestras diócesis a promover el servicio pastoral a los ancianos y con los ancianos. No os desaniméis, ¡adelante! El Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida continuará acompañándoos en este trabajo.
Yo también os acompaño con mi oración y mi bendición. Y vosotros por favor, no os olvidéis de rezar por mí ¡Gracias!
31.01.20