30 de set. 2015

CATEQUESIS DEL PAPA










Texto completo de la catequesis del Papa en la audiencia del miércoles 30 de septiembre
El Santo Padre reflexiona sobre su reciente viaje apostólico a Cuba y Estados Unidos 
Ciudad del Vaticano, 30 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
Publicamos a continuación la catequesis del Santo Padre en la audiencia del miércoles 30 de septiembre.
Queridos hermanos y hermanas, buenos días.
En los días pasados, he realizado el viaje apostólico a Cuba y Estados Unidos de América. Esto nació de la voluntad de participar en el 8ª Encuentro Mundial de las Familias, programado desde hacía tiempo en Filadelfia. Este “núcleo originario” se ha alargado a una visitada a Estados Unidos de América y a la sede central de las Naciones Unidas, y después también a Cuba, que se ha convertido en la primera etapa del itinerario.
Expreso nuevamente mi reconocimiento al presidente Castro, al presidente Obama y al secretario general Ban Ki-moon para la acogida que me han reservado.
Doy las gracias de corazón a los hermanos obispos y a todos los colaboradores por el gran trabajo realizado y por el amor a la Iglesia que lo ha animado.
Misionero de la Misericordia”: así me he presentado en Cuba, una tierra rica de belleza natural, de cultura y de fe. La misericordia de Dios es más grande que cualquier herida, de cualquier conflicto, de cualquier ideología; y con esta mirada de misericordia he podido abrazar a todo el pueblo cubano, en la patria y fuera, más allá de cualquier división. Símbolo de esta unidad profunda del alma cubana es la Virgen de la Caridad del Cobre, que precisamente hace cien años fue proclamada Patrona de Cuba. He ido como peregrino al Santuario de esta Madre de esperanza, Madre que guía en el camino de justicia, paz, libertad y reconciliación.
He podido compartir con el pueblo cubano la esperanza del cumplimiento de la profecía de san Juan Pablo II: que Cuba se abra al mundo y el mundo se abra a Cuba. No más cierres, no más explotación de la libertad, sino libertad en la dignidad. Este es el camino que hace vibrar el corazón de tantos jóvenes cubanos: no un camino de evasión, de ganancias fáciles, si no de responsabilidad, de servicio al prójimo, de cuidado de la fragilidad. Un camino que trae fuerza de las raíces cristianas de ese pueblo, que ha sufrido tanto. Un camino en el cual he animado de forma particular a los sacerdotes y a todos los consagrados, los estudiantes y las familias. El Espíritu Santo, con la intercesión de María Santísima, haga crecer las semillas que hemos sembrado.
De Cuba a Estados Unidos de América: ha sido un paso emblemático, un puente que gracias a Dios se está reconstruyendo. Dios quiere siempre construir puentes; ¡somos  nosotros los que construimos muros! ¡Los muros caen siempre!
Y en Estados Unidos he realizado tres etapas: Washington, Nueva York y Filadelfia.
En Washington me he reunido con las autoridades políticas, la gente común, los obispos, los sacerdotes y los consagrados, los más pobres y marginados. He recordado que la riqueza más grande de ese país y de su gente está en el patrimonio espiritual y ético. Y así he querido animar a llevar adelante la construcción social en la fidelidad a su principio fundamental, es decir,  que todos los hombres son creados de por Dios iguales y dotados de inalienables derechos, como la vida, la libertad y la persecución de la felicidad. Estos valores, compartidos por todos, encuentran en el Evangelio su pleno cumplimiento, como ha destacado bien la canonización del padre Junípero Serra, franciscano, gran evangelizador de California. San Junípero muestra el camino de la alegría: ir y compartir con los otros el amor de Cristo. Este es el camino del cristiano, pero también de cualquier hombre ha conocido el amor: no quedárselo para uno mismo  y no compartirlo con los otros. Sobre esta base religiosa y moral han nacido y crecido los Estados Unidos de América, y sobre esta base estos pueden continuar y ser tierra de libertad y de acogida y cooperar a un mundo más justo y fraterno.
En Nueva York he podido visitar la Sede central de la ONU y saludar al personal que allí trabaja. Tuve encuentro con el secretario general y los presidentes de las últimas asambleas generales y del consejo de seguridad. Hablando a los representantes de las Naciones, en la huella de mis predecesores, he renovado el ánimo de la Iglesia católica  y a esa institución y a su rol en la promoción del desarrollo y de la paz, reclamando en particular la necesidad del compromiso concorde y eficaz para el cuidado de la creación. He reiterado también el llamamiento a detener y prevenir las violencias contra las minorías étnicas y religiosas y contra la población civil.
Por la paz y la fraternidad hemos rezado antes el Memorial de la Zona Cero, junto con los representantes de las religiones, los parientes de los caídos y el pueblo de Nueva York, tan rico de variedades culturales. Y por la paz y la justicia he celebrado la eucaristía en el Madison Square Garden.
Tanto en Washington como en Nueva York he podido encontrar algunas realidades caritativas y educativas, emblemáticas del enorme servicio que las comunidades católicas --sacerdotes, religiosas, religiosos, laicos-- ofrecen en estos campos.
El culmen del viaje ha sido el Encuentro de las Familias en Filadelfia, donde el horizonte se ha agrandado a todo el mundo, a través del “prisma”, por así decir, de la familia. La familia, es decir la alianza fecunda entre el hombre y la mujer, es la respuesta al gran desafío de nuestro mundo, que es un desafío de nuestro mundo, que es un desafío doble: la fragmentación y la masificación, dos extremos que conviven y se apoyan el uno al otro, y juntos sostienen el modelo económico consumista. La familia es la respuesta porque es la célula de una sociedad que equilibra la dimensión personal y la comunitaria, y que al mismo tiempo puede ser el modelo de una gestión sostenible de los bienes y de los recursos de la creación. La familia es el sujeto protagonista de una ecología integral, porque es el sujeto social primario, que contiene a dentro de sí los dos principios-base de la civilización humana en la tierra: el principio de comunión y el principio de fecundidad. El humanismo bíblico nos presenta este icono: la pareja humana, unida y fecunda, puesta por Dios en el jardín del mundo, para cultivarlo y custodiarlo.
Deseo dirigir un fraterno y caluroso agradecimiento a monseñor Chaput, arzobispo de Filadelfia, por su compromiso, su piedad, su entusiasmo y su gran amor a la familia en la organización de este evento.
Mirando bien, no es casualidad sino providencial que el mensaje, es más, el testimonio del Encuentro Mundial de las Familias haya tenido lugar en este momento de Estados Unidos de América, es decir, en el país que en el siglo pasado ha alcanzado el máximo desarrollo económico y tecnológico sin renegar sus raíces religiosas. Ahora estas raíces piden volver a partir de la familia para repensar y cambiar el modelo de desarrollo, para el bien de toda la familia humana. Gracias.
 01.10.15



Francisco en Sta. Marta: el cristiano no debe perder la nostalgia de Dios
En la homilía de este jueves, el Santo Padre reflexiona sobre la sustancia de la identidad de un cristiano 
Ciudad del Vaticano, 01 de octubre de 2015 (ZENIT.org)
Un cristiano nunca debe dejar de sentir la nostalgia de Dios, sino, nuestro corazón no puede hacer fiesta. Así lo aseguró el santo padre Francisco en la homilía de la misa celebrada en Santa Marta este jueves, en la que también recordó que la alegría del Señor es nuestra fuerza, en Él encontramos nuestra identidad.
El pueblo de Israel, tras largos años de deportación, vuelve a Jerusalén. El papa Francisco tomó como referencia la primera lectura, del libro de Nehemías, para ofrecer una reflexión sobre la sustancia de la identidad de un cristiano.
Así, señaló que, también en los años de Babilonia, el pueblo siempre recordaba la patria. Y después de muchos años, llegó finalmente el día del regreso, de la reconstrucción de Jerusalén y pide al escriba Esdras leer delante del pueblo el Libro de la Ley. El pueblo estaba feliz: “estaba alegre pero lloraba, y escuchaba la Palabra de Dios; tenía alegría, pero también llanto, todo junto”.
¿Cómo se explica esto?, se preguntó el Papa durante la homilía. Simplemente, “este pueblo no solo había encontrado su ciudad, la ciudad donde había nacido, la ciudad de Dios, este pueblo al escuchar la Ley, encontró su identidad, y por esto estaba feliz y lloraba”, explicó.
De este modo, Francisco prosiguió: “pero lloraba de alegría, alegría porque había encontrado su identidad, había reencontrado esa identidad que con los años de deportación se había perdido un poco. Un largo camino este. ‘No estéis tristes --dice Nehemías-- pues el gozo en el Señor es vuestra fortaleza’. Es la alegría que da el Señor cuando encontramos nuestra identidad. Y nuestra identidad se pierde en el camino, se pierde en tantas deportaciones o auto-deportaciones nuestras, cuando hacemos un nido aquí, un nido allí, un nido... y no en la casa del Señor. Encontrar la propia identidad”.
A propósito, el Papa se preguntó de qué forma se puede encontrar la propia identidad. “Cuando has perdido lo que era tuyo, tu casa, lo que era propio tuyo, te viene la nostalgia y esa nostalgia se lleva de nuevo a tu casa”, indicó Francisco. Y este pueblo --añadió-- con esta nostalgia, ha sentido que era feliz y lloraba de felicidad por esto, porque la nostalgia de la propia identidad le había llevado a encontrarla. Una gracia de Dios.
El Pontífice dio un ejemplo: “si nosotros estamos lleno de comida, no tenemos hambre. Si estamos cómodos, tranquilos donde estamos, no necesitamos ir a otro sitio. Y yo me pregunto, y estaría bien que todos nosotros nos preguntáramos hoy: ‘¿estoy tranquilo, contento, no necesito nada --hablo espiritualmente-- en mi corazón? ¿Se me ha apagado la nostalgia?’”
De este modo, invitó a mirar a este pueblo feliz, que lloraba y estaba alegre. “Un corazón que no tiene nostalgia, no conoce la alegría. Y la alegría, precisamente, es nuestra fuerza: la alegría de Dios. Un corazón que no sabe qué es la nostalgia, no puede hacer fiesta. Y todo este camino que comenzó desde hace años termina en una fiesta”.
Finalmente, el Obispo de Roma observó que el pueblo exultó con gran alegría porque había “entendido las palabras que habían sido proclamadas. Habían encontrado lo que la nostalgia les hacía sentir e ir adelante”. Por ello, invitó al concluir la homilía a preguntarnos cómo es nuestra nostalgia de Dios: “¿estamos contentos, estamos felices así, o todos los días tenemos este deseo de ir adelante?” Que el Señor --dijo Francisco-- nos dé la gracia. Que nunca, nunca, nunca, se apague en nuestro corazón la nostalgia de Dios.
02.10.15




"El ángel de la guarda es como un embajador de Dios"
En la homilía de este viernes, el Santo Padre recordó que los ángeles de la guarda son como amigos que no vemos pero que sí sentimos. Particulares presencias divinas que “el Señor nos ha dado a todos”
Ciudad del Vaticano, 02 de octubre de 2015 (ZENIT.org)
En la fiesta de los ángeles de la guarda, el santo padre Francisco ha recordado que Dios ha dado a cada persona la “compañía” de un ángel para aconsejarla y protegerla, un ángel al que debemos escuchar con docilidad. Lo dijo en la homilía de la misa celebrada este viernes en la capilla de la Casa Santa Marta.
De este modo, recordó que la prueba de una paternidad que todo ama y cubre se encuentra en las primeras páginas de la Biblia. Cuando Dios hecha a Adán del paraíso no le deja solo, no le dice “arréglatelas como puedas”.
Y así, citó oraciones y salmos para recordar cómo la figura del ángel de la guarda está siempre presente en cada situación de la relación entre el hombre y el Cielo. “Voy a enviarte un ángel por delante, para que te cuide en el camino y te lleve al lugar que he preparado”, afirma el pasaje del Libro de Éxodo propuesto por la liturgia. Una liturgia dedicada a esas particulares presencias divinas que “el Señor nos ha dado a todos”, indicó el Papa. Por eso, recordó que “cada uno de nosotros tiene uno” que “nos acompaña”.
Y lo ha explicado así: “¡Está siempre con nosotros! Y esto es una realidad. Es como un embajador de Dios que está con nosotros. Y el Señor nos aconseja: ‘¡Ten respeto por su presencia!’ Y cuando nosotros --por ejemplo-- hacemos una cosa mala y pensamos que estamos solo nosotros: no, está él. Ten respeto por su presencia. Escucha su voz, porque él te aconseja. Cuando escuchamos esa inspiración: ‘Pero haz esto… esto es mejor.. esto no se debe hacer…’ ¡Escucha! No te rebeles”
Tal y como subrayó el Santo Padre, el ángel de la guarda nos defiende siempre y sobre todo del mal. A veces, aseguró, “pensamos que nosotros podemos esconder muchas cosas”, “cosas feas”, que al final acabarán viendo la luz. Y el ángel está ahí “para aconsejarnos”, para “cubrirnos”, exactamente como haría “un amigo”. Un amigo -- explicó-- que no vemos, sino que sentimos. Un amigo que un día “estará con nosotros en el Cielo, en la alegría eterna”.
Prosiguió el Pontífice, asegurando que “solamente pide escucharlo, respetarlo. Solamente esto: respeto y escucha. Y este respeto y escucha a este compañero de camino se llama docilidad. El cristiano debe ser dócil al Espíritu Santo. La docilidad al Espíritu Santo comienza con esta docilidad a los consejos de este compañero de camino”.
Y para ser dóciles, el Santo Padre aseguró que es necesario ser pequeños, como niños, o como aquellos que Jesús dijo que son los más grandes en el Reino de su Padre.
Así, finalmente, explicó que el ángel de la guarda es un compañero de camino que enseña la humildad y se les escucha como a un niño: “Pidamos hoy al Señor la gracia de esta docilidad, de escuchar la voz de este compañero, de este embajador de Dios y que está junto a nosotros en su nombre, que somos sostenidos por su ayuda. Siempre en camino… Y también en esta misa, con la que alabamos al Señor, recordamos lo bueno que es el Señor que justo después de haber perdido la amistad, no nos ha dejado solos, no nos ha abandonado”.
03.10.15



Francisco a los voluntarios del Banco de Alimentos: “Tuve hambre y me han dado de  comer”
'El hambre en el mundo un escándalo, un verdadero pecado'. No olvidarse de los refugiados que llegan a Europa. 
Ciudad del Vaticano, 03 de octubre de 2015 (ZENIT.org)
El santo padre Francisco tuvo un audiencia este sábado por la mañana en el Vaticano, con la 'Fondazione Banco Alimentare'. Los varios miles de voluntarios recibieron al Papa en el aula Pablo VI, con gran entusiasmo, mientras los alpinos entonaban sus cantos. 
El Pontífice les dijo que estaba contento de encontrarlos, a todos, sean asociaciones, empresas o personas que colaboran con esta red de caridad que es el Banco de Alimentos. Y les recordó que delante del problema talmente grande del hambre en el mundo, agravado por los flujos migratorios de personas que huyen, resuenan las palabras de Jesús: “Tuve hambre y me han dado de comer”. “Les agradezco --dijo el Papa-- por lo que hacen y les animo a seguir en este camino”.
En Italia cada año el 15 por ciento de la producción alimentaria se desperdicia, indica la fundación en su web. Añade que unas 700 las empresas abastecedoras donan sus excedencias, que generalmente son de grandes dimensiones, especialmente ayudan los productores. En Italia hay 22 asociaciones que colaboran. La iniciativa existe también en diversos países del mundo. 
El Papa dirigiéndose a ellos y les dijo saber que “desde hace 25 años, están cotidianamente empeñados como voluntarios en el frente de la pobreza. En particular la preocupación por combatir el desperdicio de alimentos, recuperarlos y distribuirlos entre las familias en dificultad y a los indigentes”.
El Papa les recordó que “hoy el hambre tiene dimensiones de un verdadero escándalo que amenaza la vida y la dignidad de tantas personas” y añadió que no solo es un escándalo: “Me permito decir aún más, este pecado”. Indicó que cada día es necesario ponerse delante de esta injusticia en un mundo rico de recursos alimentarios, gracias también a los enormes progresos tecnológicos. A pesar de ello demasiados son los que no tienen lo necesario para sobrevivir. Y no solamente en países pobres, sino también cada vez más en las sociedades ricas y desarrolladas.
Un problema, aseguró el Pontífice, que se ve agravado por los flujos migratorios de miles de refugiados que llegan a Europa, “quienes huyen de sus países y necesitan todo”. Y si no podemos hacer un milagro como el de Jesús con la multiplicación de los panes, "podemos educar a los hombres a reconocer la humanidad presente en cada persona".
El Papa elogió al fundador del Banco de Alimentos, Danilo Fossati, empresario que le confió a Don Giussani, fundador de Comunión y Liberación, su desagrado por la destrucción de productos que eran aún comestibles. Y el Banco fue su obra, “siempre en puntas de pié”.
“Sigan con confianza esta obra --les dijo-- actuando la cultura del encuentro y del compartir”. Porque “es el mismo Jesús que nos invita a dar de comer a los hambrientos y la Iglesia la ha hecho una de las obras de misericordia corporal”.
Y al encontrar diariamente a estas personas necesitadas, les pidió el Papa, “hay que mirarlas en la cara, darles la mano, ver en ellos la carne de Cristo y ayudarles a reconquistar su dignidad y ponerse de pié”. Además “hacerles sentir que son importantes a los ojos de Dios”
 04.10.15



Francisco en el ángelus explica qué es Sínodo y pide oraciones
Texto completo. Recordó a tantos niños que sufren hambre, guerra o persecución. Invitó a no ser una sociedad-fortaleza, sino una sociedad-familia, capaz de acogerlos
Ciudad del Vaticano, 04 de octubre de 2015 (ZENIT.org)
El papa Francisco rezó este domingo la oración del ángelus desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico, delante de miles de fieles que le esperaban en la Plaza de San Pedro. El Santo padre acababa de abrir el Sínodo sobre la Familia, con una solemne misa en la basílica de San Pedro. 

Así el Papa explica qué es un Sínodo y pide oraciones para ser dóciles al Espíritu Santo en el defender la familia. Y también solicitó a los papás y a los educadores a acoger a los niños, recordando el drama de tantos pequeños que pasan hambre, sufren violencia o tienen que escapar o sufrir las guerras. Invitó asi a no ser una sociedad-fortaleza, sino una sociedad-familia, capaces de acogerlos con reglas adecuadas, pero acogerlos.
A continuación las palabras del papa Francisco:

«Queridos hermanos y hermanas, ha concluido hace poco en la basílica de San Pedro la celebración eucarística con la cual hemos dado inicio a la XIV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos. Los padres sinodales provenientes de todas las partes del mundo y reunidos entorno al sucesor de Pedro, reflexionarán por tres semanas sobre la vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en la sociedad, para lograr un atento discernimiento espiritual y pastoral.
Tendremos la mirada fija en Jesús para individuar, basándonos en sus enseñanzas de verdad y de misericordia, los caminos más oportunos para un empeño adecuado de la Iglesia con las familias y para las familias. De manera que el plan ordinario del Creador para el hombre y la mujer pueda realizarse y obrar en toda su belleza y fortaleza en el mundo de hoy.
La liturgia de este domingo propone justamente el texto fundamental del Libro del Génesis, sobre la complementariedad y reciprocidad entre el hombre y la mujer. Por ello --dice la biblia-- el hombre deja a su padre y a su madre y se une a su esposa y los dos se vuelven una sola carne, o sea una sola vida, una sola existencia. En tal unidad los cónyuges transmiten la vida a los nuevos seres humanos: se vuelven progenitores. Participan de la potencia creadora del mismo Dios.
¡Pero atención!, Dios es amor y se participa a su obra cuando se ama con Él y como Él. Con tal finalidad --dice san Pablo-- el amor ha sido puesto en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos ha sido dado. Y ésto es también el amor que es dado a los esposos en el sacramento del matrimonio.
Es el amor que alimenta su relación a través de alegrías y dolores, momentos serenos y difíciles. Es el amor que suscita el deseo de general hijos, de atenderlos, acogerlos, hacerlos crecer, educarlos. Es el mismo amor que en el Evangelio de hoy, Jesús manifiesta a los niños: “Dejen que los niños vengan a mi, no se lo impidan: a quien es como ellos de hecho pertenece el reino del Cielo".
Pidamos hoy al Señor que todos los papás y los educadores del mundo, como también la sociedad entera, sean instrumentos de aquella acogida, de aquel amor con el cual Jesús abraza a los más pequeños. Él mira en sus corazones la ternura y la solicitud de un padre y al mismo tiempo de una madre.
Pienso a tantos niños hambrientos, abandonados, explotados, obligados a la guerra, rechazados. Es doloroso ver las imágenes de niños infelices, con la mirada perdida, que huyen de la pobreza y los conflictos, que llaman a nuestras puertas y a nuestros corazones implorando ayuda.
El Señor nos ayude a no ser una sociedad-fortaleza, sino una sociedad-familia, capaces de acogerlos con reglas adecuadas, pero acogerlos, acogerlos siempre, con amor.
Les invito a apoyar con la oración los trabajos del Sínodo, para que el Espíritu Santo vuelva a los Padres sinodales plenamente dóciles a sus inspiraciones.
Invocamos la materna intercesión de la Virgen María, uniéndonos espiritualmente a quienes en este momento, en el Santuario de Pompei, recitan la 'Súplica a la Virgen del Rosario'».
(El Papa reza la oración del ángelus)
«Ayer en Santander, en España, fueron proclamados beatos, Pío Heredia y 17 compañeros y compañeras del 'Orden de los Cistercienses de estricta observancia y de San Bernardo', asesinados por su fe durante la Guerra Civil Española y la persecución religiosa de los años treinta del siglo pasado. Alabemos al Señor por estos valientes testimonios, y por su intercesión súpliquemos de librar al mundo del flagelo de la guerra.
Quiero dirigir al Señor una oración por las víctimas del alud que ha arrasado a todo un pueblo en Guatemala, así como a los del aluvión en Francia, en la Costa Azul. Estemos cerca de las poblaciones duramente golpeadas también con la solidaridad concreta.
Agradezco a todos ustedes que han venido y son tan numerosos, desde Roma, Italia y de tantas partes del mundo. Saludo a los fieles de la arquidiócesis de Paderborn en Alemania, y a los de Porto de Portugal, y al grupo del colegio Mekhitarista en Roma.
En el día de san Francisco de Asís, patrono de Italia, saludo con particular cariño a los peregrinos italianos, en particular a los fieles de Reggio Calabria, Bollate, Mozzanica, Castano Primo, Nule y Parabita. Saludo a los jóvenes de Belvedere di Spinello y a la asociación de los derechos de los peatones de Roma y del Lazio.
Y a todos les deseo un buen domingo, y por favor no se olviden de rezar por mi. 'Buon pranzo e arrivederci'».
05.10.15



El Papa: el método del Sínodo es abrirse al Espíritu Santo
El Santo Padre, en su discurso al inicio del la primera Congregación General del Sínodo, recuerda que si no se dejan guiar por el Espíritu Santo, “todas nuestras decisiones serán solo decoraciones que en vez de ensalzar el Evangelio, lo cubren y lo esconden”
Ciudad del Vaticano, 05 de octubre de 2015 (ZENIT.org)
El Sínodo es un caminar juntos con espíritu de colegialidad y sinodalidad, aceptando con valentía la “parresía, el celo pastoral y doctrinal, la sabiduría, la franqueza y poniendo siempre delante de nuestros ojos el bien de la Iglesia y de las familias”.  El Sínodo no es un congreso, ni un parlamento o un senado donde hay que ponerse de acuerdo. El Sínodo es una expresión eclesial,  “es la Iglesia que camina junta para leer la realidad con los ojos de la fe y con el corazón de Dios”, “es la Iglesia que se interroga sobre la fidelidad al depósito de la fe que por eso no representa un museo para verlo o cuidarlo sino una fuente viva de la que la Iglesia se sacia para saciar el depósito de la vida”.
Con estas palabras, el santo padre Francisco se dirigió esta mañana a la Asamblea General del Sínodo, en el primer día que se reúnen para comenzar la primera Congregación General. Durante las próximas tres semanas, obispos y expertos de todo el mundo hablarán sobre La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo en el Vaticano. 
Aunque no estaba previsto en el programa, el Pontífice ha querido saludar a los participantes y recordarles el sentido de este encuentro y el objetivo principal. Sin escuchar a Dios --advirtió-- todas nuestras palabras serán solamente palabras, que no sacian y no sirven.
Sin dejarse guiar por el Espíritu Santo, “todas nuestras decisiones serán solo decoraciones que en vez de ensalzar el Evangelio, lo cubren y lo esconden”.
De este modo, señaló que el Sínodo se mueve necesariamente en el seno de la Iglesia y “dentro del Santo Pueblo de Dios del que formamos parte en calidad de pastores, o sea, servidores”.  El Sínodo --prosiguió Francisco-- es un espacio protegido, donde la Iglesia experimenta la acción del Espíritu Santo. “En el Sínodo el Espíritu habla a través de la lengua de todas las personas que se dejan guiar del Dios que sorprende siempre, del Dios que se revela a los pequeños, lo que esconde a los sabios y a los inteligentes. Del Dios que ha creado la Ley y el sábado para el hombre y no al revés. Del Dios que deja a las 99 ovejas para buscar a la única oveja perdida. Del Dios que siempre es más grande que nuestras lógicas y nuestros cálculos”, explicó el Santo Padre.
Por otro lado, quiso recordar también que el “Sínodo podrá ser un espacio a la acción del Espíritu Santo solo si nosotros, participantes, nos revestimos de valentía apostólica, de unidad evangélica y de oración confiada”.
Y continuó: “la valentía apostólica que no se deja asustar por las seducciones del mundo que tienden a apagar en el corazón de los hombres la luz de la verdad sustituyéndola con pequeñas luces temporales”. La valentía apostólica de “llevar vida y no hacer de nuestra vida cristiana un museo de recuerdos”.
El Santo Padre también habló de la humildad evangélica que sabe vaciarse de las propias convicciones y prejuicios para escuchar a los hermanos obispos y llenarse de Dios”.
Humildad  --indicó-- que lleva a no apuntar a los otros con el dedo para juzgarlos sino para tenderles la mano y levantarles sin sentirse nunca superiores a ellos.
“La acción confiada es la acción del corazón cuando se abre a Dios, cuando hace callar todos nuestros ruidos para escuchar la suave voz de Dios que habla en el silencio”, observó el Papa.
Al concluir su intervención, Francisco volvió a insistir en que el Sínodo no es un parlamento donde para llegar a un consenso o acuerdo común se recurre a la negociación o a los compromisos. “El único método del Sínodo es el de abrirse al Espíritu Santo con valentía apostólica, humildad evangélica y con oración silenciosa para que sea Él quien nos guíe, nos ilumine, y ponernos delante de los ojos con nuestras opiniones personales la fe en Dios, la fidelidad al Magisterio, el bien de la Iglesia y la salus animarum”.
Para finalizar dio las gracias a todos los que de una forma u otra y con distintos tipos de responsabilidad, participan y trabajan por este Sínodo. En este sentido, agradeció también a los periodistas “su atención” y “su participación”.
06.10.15
 
El Papa en Santa Marta: la terquedad desafía a la misericordia de Dios
En la homilía de este martes, el Santo Padre advierte que hay ministros que creen que son más importantes sus pensamientos o una lista de mandamientos que deben observarse
Ciudad del Vaticano, 06 de octubre de 2015 (ZENIT.org)
Cuidémonos de tener un corazón duro que no deje entrar a la misericordia de Dios. Esta es la idea que subrayó el papa Francisco en la misa de la mañana, que celebró en la capilla de la Casa Santa Marta, antes de ir al Aula Nueva del Sínodo. El Santo Padre instó a los presentes a no resistirse a la misericordia del Señor, creyendo que son más importantes los propios pensamientos o una lista de mandamientos que deben ser observados.
El profeta Jonás se resiste a la voluntad de Dios, pero al final aprende que debe obedecer al Señor. El Pontífice desarrolló su homilía de este martes a partir de la primera lectura, tomada del Libro de Jonás, y señaló que la gran ciudad de Nínive se convierte gracias a su predicación.
“Realmente hace un milagro, porque en este caso él ha dejado de lado su terquedad y ha obedecido a la voluntad de Dios, y ha hecho lo que el Señor le había mandado”.
Nínive, por lo tanto, se convierte y ante esta conversión, Jonás, que es el hombre que “no es dócil al Espíritu de Dios, se enfada”: “Jonás – dijo el Papa – sintió una gran tristeza y se desdeñó”. E, incluso, “reprende al Señor”.
La historia de Jonás y Nínive, señaló Francisco, se articula en tres capítulos: el primero “es la resistencia a la misión que el Señor le confía”; el segundo “es la obediencia, y cuando se obedece se hacen milagros. La obediencia a la voluntad de Dios y Nínive se convierte”. En el tercer capítulo, “hay una resistencia a la misericordia de Dios”.
“Esas palabras: ‘Señor, ¿no era esto quizás lo que yo decía cuando estaba en mi pueblo? Porque Tú eres un Dios misericordioso y clemente’, y yo he hecho todo el trabajo de predicar, he hecho mi trabajo bien hecho, ¿y Tú les perdonas? Y el corazón con esa dureza que no deja entrar la misericordia de Dios. Es más importante mi sermón, son más importantes mis pensamientos, es más importante toda esa lista de mandamientos que debo observar, todo, todo, todo que la misericordia de Dios”.
“Y este drama – recordó Francisco – también Jesús lo ha vivido con los doctores de la Ley, que no entendía por qué Él no dejó que lapidaran a aquella mujer adúltera, cuando Él iba a cenar con los publicanos y pecadores: no lo entendían. No entendían la misericordia.  ‘Tú eres misericordioso y clemente’”. En el Salmo que hoy hemos rezado, prosiguió el Santo Padre, nos sugiere “esperar en el Señor, porque en el Señor hay misericordia, y en Él hay abundante redención”.
“Donde está el Señor – insistió el Pontífice – hay misericordia. Y san Ambrosio añadía: ‘Y donde hay rigidez están sus ministros’. La terquedad que desafía a la misión, que desafía a la misericordia”.
“Cercanos al inicio del Año de la Misericordia, roguemos al Señor que nos ayude a entender cómo es su corazón, lo que significa ‘misericordia’, qué quiere decir cuando Él dice: ‘¡Misericordia quiero, y no sacrificio!’ Y por eso, en la oración Colecta de la Misa hemos rezado mucho con esa frase tan hermosa: ‘Derrama sobre nosotros tu misericordia’, porque solo se comprende la misericordia de Dios cuando se ha vertido sobre nosotros, sobre nuestros pecados, sobre nuestras miserias…”.
 07.10.15


Texto completo de la catequesis del Papa en la audiencia del miércoles 7 de octubre

En el contexto el Sínodo, el Santo Padre indica que en este periodo las catequesis serán reflexiones inspiradas por algunos aspectos de la relación indisoluble, entre la Iglesia y la familia

Ciudad del Vaticano, 07 de octubre de 2015 (ZENIT.org)

Publicamos a continuación la catequesis completa del Santo Padre en la audiencia general del miércoles 7 de octubre



Queridos hermanos y hermanas, buenos días.

Hace pocos días comenzó el Sínodo de los Obispos sobre el tema “La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo”. La familia que camina en la vía del Señor es fundamental en el testimonio del amor de Dios y merece por ello la dedicación de la que la Iglesia es capaz. El Sínodo está llamado a interpretar, hoy, esta solicitud y esta atención de la Iglesia. Acompañemos todo el recorrido sinodal sobre todo con nuestra oración y nuestra atención. Y en este período las catequesis serán reflexiones inspiradas por algunos aspectos de la relación --que podemos decir indisoluble-- entre la Iglesia y la familia, con el horizonte abierto para el bien de la entera comunidad humana.

Una mirada atenta a la vida cotidiana de los hombres y de las mujeres de hoy muestra inmediatamente la necesidad que hay por todos lados de una robusta inyección de espíritu familiar. De hecho, el estilo de las relaciones --civiles, económicas, jurídicas, profesionales, de ciudadanía-- aparece muy racional, formal, organizado, pero también muy “deshidratado”, árido, anónimo. A veces se hace insoportable. Aún queriendo ser inclusivo en sus formas, en la realidad abandona a la soledad y al descarte un número cada vez mayor de personas. Por esto, la familia abre para toda la sociedad una perspectiva más humana: abre los ojos de los hijos sobre la vida - y no solo la mirada, sino también todos los demás sentidos - representando una visión de la relación humana edificada sobre la libre alianza de amor. La familia introduce a la necesidad de las uniones de fidelidad, sinceridad, confianza, cooperación, respeto; anima a proyectar un mundo habitable y a creer en las relaciones de confianza, también en condiciones difíciles; enseña a honrar la palabra dada, el respeto a las personas, el compartir los límites personales y de los demás. Y todos somos conscientes de lo insustituible de la atención familiar por los miembros más pequeños, más vulnerables, más heridos, e incluso los más desastrosos en las conductas de su vida. En la sociedad, quien practica estas actitudes, las ha asimilado del espíritu familiar, no de la competición y del deseo de autorrealización.

Pues bien, aún sabiendo todo esto, no se da a la familia el peso debido --y reconocimiento, y apoyo-- en la organización política y económica de la sociedad contemporánea. Quisiera decir más: la familia no solo no tiene reconocimiento adecuado, ¡sino que no genera más aprendizaje! A veces nos vendría decir que, con toda su ciencia y su técnica, la sociedad moderna no es capaz todavía de traducir estos conocimientos en formas mejores de convivencia civil. No solo la organización de la vida común se estanca cada vez más en una burocracia del todo extraña a las uniones humanas fundamentales, sino, incluso, las costumbres sociales y políticas muestran a menudo signos de degradación --agresividad, vulgaridad, desprecio…--, que están por debajo del umbral de una educación familiar también mínimo. En tal situación, los extremos opuestos de este embrutecimiento de las relaciones --es decir el embotamiento tecnocrático y el familismo amoral-- se conjugan y se alimentan el uno al otro. Es una paradoja.

La Iglesia individua hoy, en este punto exacto, el sentido histórico de su misión sobre la familia y del auténtico espíritu familiar: comenzando por una atenta revisión de la vida, que se refiere a sí misma. Se podría decir que el “espíritu familiar” es una carta constitucional para la Iglesia: así el cristianismo debe aparecer, y así debe ser. Está escrito en letras claras: “Vosotros que un tiempo estabais lejos – dice san Pablo – […] ya no sois extranjeros ni huéspedes, sino conciudadanos de los santos y familia de Dios” (Ef 2,19). La Iglesia es y debe ser la familia de Dios.

Jesús, cuando llamó a Pedro para seguirlo, le dijo que le haría “pescador de hombres”; y por esto es necesario un nuevo tipo de redes. Podríamos decir que hoy las familias son una de las redes más importantes para la misión de Pedro y de la Iglesia. ¡Esta no es una red que hace prisioneros! Al contrario, libera de las malas aguas del abandono y de la indiferencia, que ahogan a muchos seres humanos en el mar de la soledad y de la indiferencia. La familia sabe bien qué es la dignidad de sentirse hijos y no esclavos, o extranjeros, o solo un número de carné de identidad.

Desde aquí, desde la familia, Jesús comienza de nuevo su paso entre los seres humanos para persuadirlos que Dios no les ha olvidado. De aquí, Pedro toma fuerzas para su ministerio. De aquí la Iglesia, obedeciendo a la palabra del Maestro, sale a pescar al lago, segura que, si esto sucede, la pesca será milagrosa. Pueda el entusiasmo de los Padres sinodales, animados por el Espíritu Santo, fomentar el impulso de una Iglesia que abandona las viejas redes y vuelve a pescar confiando en la palabra de su Señor. ¡Recemos intensamente por esto! Cristo, por lo demás, ha prometido y nos confirma: si incluso los malos padres no rechazan dar pan a los hijos hambrientos, ¡Imaginémonos si Dios no dará el Espíritu a los que – aun imperfectos como son – lo piden con apasionada insistencia (cfr Lc 11,9-13)!



08.10.15




 
El Papa en Santa Marta: 'Dichoso el que encuentra su alegría en la ley del Señor'
En la homilía de este jueves, el Santo Padre ha recordado que los malvados no tienen nombre en el Libro de la Memoria de Dios
Ciudad del Vaticano, 08 de octubre de 2015 (ZENIT.org)
Dios no abandona nunca a los justos, mientras quienes siembran el mal son como los desconocidos, de ellos el cielo no recuerda su nombre. Así lo recordó este jueves el santo padre Francisco durante la homilía de la misa celebrada en Santa Marta.
Una madre coraje, marido, tres hijos, menos de 40 años y un tumor “de esos feos” que te deja en la cama. ¿Por qué? Un mujer anciana, persona con la oración en el corazón y con un hijo asesinado por la mafia ¿Por qué? De este modo, el Papa ha planteado estos pensamientos de tanta gente que con una fe convencida y arraigada, es probada por los dramas de la vida.
Y preguntó "¿qué ventaja hemos recibido por cumplir los mandamientos de Dios, mientras que los 'soberbios' aun haciendo el mal, se multiplican y, aun provocando a Dios quedan impunes?".
Por eso, recordó que muchas veces vemos ésto en la gente mala, en gente que hace el mal y parece que en la vida le va bien: son felices, tienen lo que quieren, no les falta nada. “¿Por qué a este que es un descarado a quien no le importa ni Dios ni los otros, que es una persona injusta y mala, le va todo bien en la vida, tiene todo lo que quiere y nosotros que queremos hacer el bien tenemos tantos problemas?
La respuesta la encontramos, indicó el Papa, en el salmo del día, que proclama 'dichoso' al hombre “que no sigue los consejos de los malvados” y que “encuentra su alegría” en “la ley del Señor”.


Y lo explicó así: “Ahora no vemos los frutos de esta gente que sufre, de esta gente que lleva la cruz, como en ese Viernes Santo y ese Sábado Santo no se veían los frutos del Hijo de Dios Crucificado, de sus sufrimientos”. Asimismo, interrogó el Pontífice: "Qué dice el Salmo sobre los malvados, sobre los que pensamos que les va todo bien? ‘No así los impíos, no así; serán paja que arrebata el viento. Porque el Señor protege el camino de los justos, pero el camino de los impíos acaba mal’”.
Un acabar mal, subrayó Francisco, citando la parábola evangélica de Lázaro, símbolo de una miseria sin salida, y del rico que le negaba incluso las migas que caían de la mesa.
Para finalizar su homilía de hoy, el Santo Padre indicó: “Es curioso que de ese hombre no se dice el nombre. Solamente un adjetivo: es un rico. De los malvados, en el Libro de la Memoria de Dios, no hay nombre: es un malvado, es un estafador, es un explotador…”. Y precisó que “no tienen nombre, solo tienen adjetivos. Sin embargo, todos los que procuran ir sobre el camino del Señor, estarán con su Hijo, que tiene el nombre, Jesús Salvador. Pero un nombre difícil de entender, también inexplicable por la prueba de la cruz y por todo lo que Él ha sufrido por nosotros”.
 09.10.15



CUÍDAMELO!
Hacia el 2016, “Año de la Misericordia”
MARI PAZ LÓPEZ SANTOS, 
ECLESALIA, 28/09/15.- Hace unos meses asistí a un encuentro de laicos en donde se dedicó un buen espacio a la Lectio.
Se leyó en voz alta el pasaje del Buen Samaritano (Lc 10, 25-37) e inmediatamente pasamos, en silencio, a releerlo individualmente; una y otra vez como se indica en el proceso de rumia de la Palabra en la Lectio, dejándose alimentar por ella antes de adentrarse en los siguientes pasos: Meditatio, Oratio y Contemplatio.
En esa ocasión no llevé la Biblia que utilizo habitualmente y me prestaron una. La traducción de uno de los versículos de este pasaje me llevó a una comprensión nueva para mí, mucho más profunda, de lo que es la misericordia.
Aquel maestro de la ley quería debatir con Jesús, como casi siempre, con doble intención. “Maestro, ¿qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?” Jesús, que ya debía estar acostumbrado a la incitación al debate que tanto gustaba a los eruditos de la ley, le contesta escuetamente: “¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?” Esto último debió sentarle poco bien al que preguntó pues, en cierto modo, cuestionaba  si se enteraba de lo que leía o no… y era un maestro de la ley.
Respondió rápidamente dejando claro que conocía la letra de la Ley con puntos y comas: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y al prójimo como a ti mismo”. Jesús le dijo: “Bien has respondido. Haz eso y vivirás”. No dijo nada de herencia ni de vida eterna. Dijo: “Vivirás”, desde el momento presente y para siempre; dando finalizado el debate, o al menos eso pensó.
Pero el maestro de la ley “queriendo justificarse” y requiriendo una atención de Jesús más a la altura de su categoría, preguntó: “Y quién es mi prójimo?”
Entonces Jesús le contó una historia del todo pedagógica, en forma de parábola, para que no hubiera peligro de olvido. El maestro de la ley debió de quedarse algo perplejo. Él era un erudito que sabía de leyes y no necesitaba “cuentitos” como el pueblo llano e ignorante.
La historia empieza de una forma que enseguida adentra en el tema y anima a escuchar atentamente para conocer el final. El letrado dejó su ego académico e intelectual  y puso oídos a las palabras que Jesús iba desgranando: “Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos bandidos que, después de despojarle y darle una paliza, se fueron, dejándolo medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote (alguien superior para los judíos) que, al verlo, dio un rodeo. De igual modo, un levita (servidor en el Templo) que pasaba por  aquel sitio lo vio y dio un rodeo. Pero un samaritano (es decir, un extranjero ajeno al pueblo de Israel y considerado enemigo) que iba de camino llegó junto a él y, al verlo, tuvo compasión. Se acercó, vendó sus heridas y echó en ellas aceite y vino; lo montó luego sobre su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y cuidó de él”.
Jesús debió hacer un punto y aparte para que el maestro de la ley fuera integrando por dentro la escena y los personajes. Continuó: “Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al posadero, diciendo: ‘Cuídamelo’, y si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva”.
Hagamos aquí una pequeña pausa, deteniéndonos en la palabra que hizo saltar por los aires el habitual significado del verbo “cuidar”, haciéndolo más amplio, extenso y profundo. En otras traducciones se lee: “cuídale…” o “cuida de él…”. Pero “cuídamelo…”, es otra cosa.
Vamos a ver como siguió Jesús: “¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los bandidos?”. Respondió el otro: “El que practicó la misericordia con él”. Y Jesús, ahora sí dando por acabado el debate y la parábola le dijo: “Vete y haz tú lo mismo”, es decir, muévete, asume a tu prójimo como algo tuyo, como carne de tu carne y “cuídamelo”.
En las traducciones habituales (“cuídale” o “cuida de él”) la persona tuvo compasión y se solidarizó con el caído para que saliera de su delicada situación. Después transfiere a un tercero la responsabilidad del cuidado, al menos hasta su vuelta.
En este caso, la biblia pone en boca del samaritano un término que implica que le deja a alguien que reconoce como suyo. Ese pronombre personal, integrado en la palabra que expresa atención al otro, intensifica la comprensión del compromiso que asumió el samaritano. Le pide que lo cuide indicando que le afecta a él mismo. Este término se comprende cuando se habla de alguien de  la propia familia o de un amigo muy cercano. No es normal para quien se encuentra al borde del camino, maltratado y abandonado, porque no se siente como responsabilidad personal. Pero cuando entra en escena el pronombre “ME” es la Misericordia la que está actuando en primera persona.
Leer la Palabra (Lectio), meditarla (Meditatio), orarla (Oratio) y dejarnos hacer en la contemplación (Contemplatio) nos lleva, sin lugar a dudas, a ponernos en marcha en la acción (Actio) escuchando un susurro conocido: “Vete y haz tú lo mismo”.
Adentrémonos en el meollo de la auténtica Misericordia a lo largo del año 2016, que próximamente nombrará el Papa Francisco como “Año de la Misericordia”. La humanidad está muy necesitada de este ungüento para curar heridas del alma y sanar las del cuerpo, tan dañado por la violencia en todas sus formas 



El Papa en Sta. Marta: 'El demonio con el relativismo anestesia la conciencia'
En la homilía de este viernes, invita al examen de conciencia y a pedir la gracia de la vigilancia y del discernimiento
Ciudad del Vaticano, 09 de octubre de 2015 (ZENIT.org)
El santo padre Francisco invitó al discernimiento y a la vigilancia, para no “interpretar mal a quien hace el bien, calumniar por envidia, tender trampas para hacer caer”, porque todo esto no viene de Dios sino del demonio. Así lo hizo durante su homilía de este viernes, en la misa que ha celebrado en Santa Marta.
Tal y como recordó, en el Evangelio de hoy Jesús expulsa un demonio, hace el bien, está entre la gente que lo escucha y reconoce su autoridad, pero hay quien no lo escucha. Francisco explicó  que “había un grupo de personas que no le querían y trataban siempre de interpretar las palabras de Jesús y también sus comportamientos, de forma distinta, contra Jesús”.
Y precisó: “Algunos por envidia, otros por rigidez doctrinal, otros porque tenían miedo que vinieran los romanos y les masacraran; por muchos motivos trataban de alejar la autoridad de Jesús del pueblo y también con la calumnia”. La calumnia como se ve en el Evangelio de hoy: "Si echa los demonios es por arte de Belzebú, el príncipe de los demonios". El Papa recordó que le ponían a prueba continuamente, “le ponían delante de una trampa para ver si caía”.
Por ello, el Pontífice invitó al discernimiento y a la vigilancia. “Saber discernir las situaciones”: es decir, lo que viene de Dios y lo que viene del maligno que siempre trata "de engañar”, “de hacernos elegir un camino equivocado”. El cristiano --aseguró-- no puede estar tranquilo con que todo va bien, debe discernir las cosas y mirar bien de dónde vienen, y cuál es su raíz. 
A propósito de la vigilancia, el Santo Padre advirtió que en un camino de fe “las tentaciones vuelven siempre, el mal espíritu no se cansa nunca”. Cuando el demonio “ha sido expulsado” tiene “paciencia, espera para volver” y si lo dejas entrar se cae en una situación peor. De hecho, antes se sabía que era “el demonio que atormentaba”. Después, “el Maligno se ha escondido, viene con sus amigos muy educados, llama a la puerta, pide permiso, entra y convive con el hombre, su vida cotidiana y, juega y juega, da las instrucciones”. De este modo, Francisco recordó que con “esta modalidad educada” el diablo convence para “hacer las cosas con relativismo”, tranquilizando la conciencia.
Y lo explicó: “tranquilizar la conciencia. Anestesiar la conciencia. Y esto es un gran mal. Cuando el mal espíritu consigue anestesiar la conciencia, se puede hablar de una verdadera victoria suya, se convierte en propietario de esa conciencia". El Papa advirtió que esto sucede por todas partes. “Sí, pero todos, todos tenemos problemas, todos somos pecadores, todos… Y en el ‘todos’ está el ‘ninguno’. Todos, pero yo no. Y así se vive esta mundanidad que es hija del mal espíritu”.
De este modo, y para concluir la homilía, el Obispo de Roma reiteró las dos palabras: vigilancia y discernimiento. “Vigilancia. La Iglesia nos aconseja siempre el ejercicio del examen de conciencia: ¿qué ha sucedido hoy en mi corazón, hoy, por esto? ¿Ha venido este demonio educado con sus amigos conmigo? Discernimiento. ¿De dónde vienen los comentarios, las palabras, las enseñanzas, quién dice esto?” Discernir y vigilar --finalizó el Papa-- para no dejar entrar a quien engaña, seduce, encanta. Pidamos al Señor esta gracia, la gracia del discernimiento y la gracia de la vigilancia.  
10.10.15



El Papa en el Ángelus: 'Hay más alegría en dar que en recibir'
Texto completo. El Pontífice advirtió que solo acogiendo con humilde gratitud el amor del Señor nos liberamos de la seducción de los ídolos y de la ceguera de nuestras ilusiones
Ciudad del Vaticano, 11 de octubre de 2015 (ZENIT.org)
Como cada domingo, el papa Francisco rezó el Ángelus desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico, ante una multitud que le atendía en la Plaza de San Pedro. Dirigiéndose a los fieles y peregrinos venidos de todo el mundo, que le acogieron con un largo y caluroso aplauso, el Pontífice les dijo:
Queridos hermanos y hermanas, buenos días.
El Evangelio de hoy, tomado del capítulo 10 de Marcos, se articula en tres escenas, marcadas por tres miradas de Jesús.
La primera escena presenta el encuentro entre el Maestro y un tal, que --según el pasaje paralelo de Mateo-- es identificado como ‘joven’. El encuentro de Jesús con un joven. Él corre hacia Jesús, se arrodilla y lo llama “Maestro bueno”. Entonces le pregunta: “¿Qué debo hacer para heredar la Vida eterna?” (v. 17). Es decir, la felicidad. “Vida eterna” no es solo la vida del más allá, sino que es esta: la vida plena, cumplida, sin límites. ¿Qué debemos hacer para alcanzarla? La respuesta de Jesús resume los mandamientos que se refieren al amor al prójimo. A este respecto, ese joven no tiene nada que reprocharse; pero evidentemente la observancia de los preceptos no le basta, no satisface su deseo de plenitud. Y Jesús intuye este deseo que el joven lleva en su corazón; por lo tanto su respuesta se traduce en una mirada intensa llena de ternura y de cariño. Así dice el Evangelio: “Jesús lo miró con amor” (v. 21). Se dio cuenta de que era un buen joven. Pero Jesús comprende también cuál es el punto débil de su interlocutor y le hace una propuesta concreta: dar todos sus bienes a los pobres y seguirlo. Pero ese joven tiene el corazón dividido entre dos dueños: Dios y el dinero, y se va triste. Esto demuestra que no pueden convivir la fe y el apego a las riquezas. Así, al final, el impulso inicial del joven se desvanece en la infelicidad de un seguimiento naufragado.
En la segunda escena, el evangelista enfoca los ojos de Jesús y esta vez se trata de una mirada pensativa, de advertencia. Dice así: “Mirando alrededor, dijo a sus discípulos: ¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!” (v. 23). Ante el estupor de los discípulos, que se preguntan: “Entonces, ¿quién podrá salvarse?” (v. 26), Jesús responde con una mirada de aliento --es la tercera mirada-- y dice: la salvación, sí, es “imposible para los hombres, ¡pero no para Dios!” (v. 27). Si nos encomendamos al Señor, podemos superar todos los obstáculos que nos impiden seguirlo en el camino de la fe. Encomendarse al Señor. Él nos dará la fuerza, él nos dará la salvación, él nos acompaña en el camino.
Y así hemos llegado a la tercera escena, aquella de la solemne declaración de Jesús: Les aseguro que el que deja todo para seguirme tendrá la vida eterna en el futuro y el ciento por uno ya en el presente (cfr. vv. 29-30). Este “ciento por uno” está hecho de las cosas primero poseídas y luego dejadas, pero que se encuentran multiplicadas hasta el infinito. Nos privamos de los bienes y recibimos en cambio el gozo del verdadero bien; nos liberamos de la esclavitud de las cosas y ganamos la libertad del servicio por amor; renunciamos a poseer y conseguimos la alegría de dar. Lo que Jesús decía: “Hay más alegría en dar que en recibir”.
El joven no se ha dejado conquistar por la mirada de amor de Jesús y así no ha podido cambiar. Solo acogiendo con humilde gratitud el amor del Señor nos liberamos de la seducción de los ídolos y de la ceguera de nuestras ilusiones. El dinero, el placer, el éxito deslumbran, pero luego desilusionan: prometen vida, pero causan muerte. El Señor nos pide el desapego de estas falsas riquezas para entrar en la vida verdadera, la vida plena, auténtica y luminosa. Y yo les pregunto a ustedes, jóvenes, chicos y chicas, que están en la plaza: ¿han percibido la mirada de Jesús sobre ustedes? ¿Qué le quieren responder? ¿Prefieren dejar esta plaza con la alegría que nos da Jesús o con la tristeza en el corazón que la mundanidad nos ofrece?
La Virgen María nos ayude a abrir nuestro corazón al amor de Jesús, a la mirada de Jesús, el único que puede apagar nuestra sed de felicidad.
Al término de estas palabras, el Santo Padre rezó la oración mariana:
Angelus Domini nuntiavit Mariae...
Al concluir la plegaria, el Papa recordó el trágico atentado en Turquía:
Ayer hemos recibido con gran dolor la noticia de la terrible masacre sucedida en Ankara, en Turquía. Dolor por los numerosos muertos. Dolor por los heridos. Dolor porque los terroristas han atentado contra personas indefensas que se manifestaban por la paz. Mientras rezo por ese querido país, pido al Señor que acoja las almas de los difuntos y conforte a los que sufren y a los familiares. Hagamos una oración en silencio. Todos juntos.
Además, el Pontífice invitó a cuidar la casa común para reducir los desastres naturales: 
Queridos hermanos y hermanas,
el martes próximo, 13 de octubre, se celebra la Jornada internacional para la reducción de los desastres naturales. Lamentablemente hay que reconocer que los efectos de semejantes calamidades con frecuencia se agravan por la falta de cuidado del medio ambiente por parte del hombre. Me uno a todos los que, de modo previsor, se comprometen con la tutela de nuestra casa común, para promover una cultura global y local de reducción de los desastres y de mayor resiliencia ante ellos, armonizando los nuevos conocimientos con aquellos tradicionales, y con especial atención a las poblaciones más vulnerables.
A continuación llegó el turno de los saludos que tradicionalmente realiza el Santo Padre:
Saludo con afecto a todos los peregrinos, sobre todo a las familias y a los grupos parroquiales, procedentes de Italia y de diversos países. En particular: a los diáconos y a los sacerdotes del Colegio Germano-Húngaro que han sido ordenados ayer y a quienes animo a emprender con alegría y confianza su servicio a la Iglesia; a los nuevos seminaristas del Venerable Colegio Inglés; a la Cofradia de la Santa Vera Cruz de Calahorra.
Saludo a los fieles de la parroquia del Sagrado Corazón y de Santa Teresa Margarita Redi, de Arezzo, en el 50° aniversario de su fundación; así como a los de Camaiore y de Capua; al grupo “Jesús ama” que acaba de realizar una semana de evangelización en el barrio romano de Trastevere; a los chicos y chicas que acaban de recibir la Confirmación; y por último, a la Asociación “Davide Ciavattini” para la asistencia a los niños con graves enfermedades de la sangre.
Como de costumbre, el papa Francisco concluyó su intervención diciendo:
A todos les deseo un buen domingo. Y por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!
12.10.15



El Papa pide a los grupos misioneros de Argentina aprender a mirar como Jesús
En un mensaje enviado al IV Encuentro Nacional de Grupos Misioneros, el Pontífice les invita a  seguir construyendo una Iglesia en salida y grupos solidarios que trabajan para comunicar la alegría que el Señor ha puesto en nuestros corazones
Ciudad del Vaticano, 12 de octubre de 2015 (ZENIT.org)
Ojalá recordemos siempre que no podemos mostrar a los demás lo que nosotros mismos no hemos visto ni oído. Por eso, para ser misionero, antes de anunciar, de comunicar, es necesario ver. Así lo indica el papa Francisco en el mensaje enviado a lo participantes en el IV Encuentro Nacional de Grupos Misioneros.
El encuentro, organizado por la Comisión nacional para las misiones y por las Obras Misioneras Pontificias de Argentina, concluye este lunes en Santiago del Estero y ha llevado por lema ''Misión, un estilo de vida''.
El Papa indica en su mensaje que es necesario “ver a ese Jesús que se ha hecho pequeño para alcanzar nuestra debilidad, que ha asumido nuestra carne mortal, para revestirla de su inmortalidad y que viene cotidianamente a nuestro encuentro, para caminar con nosotros y tendernos su mano amiga en la dificultad”.
De este modo, el Pontífice pide a los destinatarios del mensaje que “no olviden nunca el llamado, el primer encuentro con Jesús, el gozo con el que recibieron ustedes el primer anuncio, tal vez de sus padres, de sus abuelos, de sus catequistas o maestros”. Y les pide que “no dejen de rezar, de rezar los unos por los otros, de sostenerse mutuamente con la oración, y verán como Jesús, por medio de ustedes, y a pesar de su debilidad, obrará maravillas ante todos los pueblos”.
Del mismo modo, el Santo Padres les exhorta a no olvidar “tampoco que la misión, además de ser una pasión por Jesús, es una pasión por su pueblo: Dejémonos mirar por Jesús, pero aprendamos también a mirar como Jesús”. Una mirada de ternura, de comprensión y de misericordia --explica-- que nos lleve a tocar las llagas del Señor en la carne de nuestros hermanos necesitados. A propósito asegura que “ver a Jesús en el otro purifica el corazón, liberándolo del egoísmo, de toda segunda intención, de todo deseo mundano”.
Finalmente, les anima a seguir “construyendo una Iglesia en salida, unos grupos solidarios que trabajan para comunicar esta alegría que el Señor ha puesto en nuestros corazones”.
13.10.15



El Papa a la Acción Católica Argentina: 'Vayan, salgan, no tengan miedo'
Durante el acto de clausura de la 28ª Asamblea Federal, que tuvo lugar este domingo en la ciudad de Bahía Blanca, se proyectó un vídeo con un mensaje del Santo Padre
Madrid, 13 de octubre de 2015 (ZENIT.org)
Durante el acto de clausura de la 28ª Asamblea Federal de la Acción Católica Argentina, que tuvo lugar este domingo en la ciudad de Bahía Blanca, se proyectó un vídeo con un mensaje del papa Francisco. “Les quiero hacer llegar mi saludo, un poco lejos pero cerca con el corazón”, dijo el Santo Padre a los delegados de la organización laical. “Vayan, salgan, no tengan miedo. Salgan con ganas, salgan con pasión”, les pidió.
“Pasión por Jesús… Mientras uno explica quién es Jesús, uno va a sentir quién es Jesús”, señaló el Pontífice. “Pasión por la gente que necesita siempre la Palabra de Dios para vivir”, añadió. “Esa la tienen que llevar ustedes. Ahora, si están encerrados, si son abúlicos, si no conocen a Jesús, si no les interesa la gente, no van a poder hacer nada”, advirtió.
“Salgan, vayan, apasionados por la persona de Jesús y apasionados por el bien de los hermanos”, sintetizó el Papa. Y, como de costumbre, Francisco terminó su intervención diciendo: “Que el Señor los bendiga, que la Virgen los cuide y los acompañe. Y por favor, no se olviden de rezar por mí”.
Bajo el lema “¡Vayan! Acción Católica: Pasión por Jesús, pasión por nuestro pueblo”, el multitudinario encuentro, que congregó a unos siete mil participantes provenientes de 50 diócesis del país, se desarrolló en el parque Boronat del 10 al 12 de octubre.
14.10.15



Texto completo de la catequesis del Papa en la audiencia del miércoles 14 de octubre
El Santo Padre recuerda que los ángeles de los niños reflejan la mirada de Dios. Y que al mirar a los niños con los ojos de Jesús entendemos que defendiendo la familia, protegemos a la humanidad
Ciudad del Vaticano, 14 de octubre de 2015 (ZENIT.org)
El santo padre Francisco realizó durante la audiencia genteral de este miércoles una catequesis siguiendo el tema de la familia. Al inicio de la misma el Papa pidió perdón por los escándalos recientes en Roma y en el Vaticano, y entró en la catequésis reflexionado sobre las promesas hechas a los niños. Saludó también a los 33 mineros chilenos que estuvieron atrapados bajo tierra durante 70 días.
Publicamos a continuación el texto del Santo Padre durante la catequesis de la audiencia general:
 
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy como las previsiones del tiempo eran un poco inseguras, se esperaba lluvia, esta audiencia se realiza contemporáneamente en dos lugares, nosotros en la plaza y 700 enfermos en el aula Pablo VI que siguen la audiencia en las pantallas, todos estamos unidos, les saludamos con un aplauso.
La palabra de Jesús es fuerte hoy ¡Ay del mundo a causa de los escándalos! Jesús es realista y dice que es inevitable que vengan los escándalos pero ¡ay del hombre que causa el escándalo!
Yo quisiera antes de iniciar la catequesis, en nombre de la Iglesia, pedirles perdón por los escándalos que en estos últimos tiempos han ocurrido tanto en Roma como en el Vaticano ¡les pido perdón!   
Hoy reflexionamos sobre un tema muy importante: las promesas que hacemos a los niños. No hablo tanto de las promesas que hacemos aquí o allí, durante el día, para que están contentos o para que sean buenos, (quizá con algún truco inocente, te doy un caramelo, esas promesas…) para convencerles de que se apliquen en el escuela o para disuadirles de algún capricho. Hablo de las promesas más importantes, decisivas para lo que esperan de la vida, para su confianza con los seres humanos, para su capacidad de concebir el nombre de Dios como una bendición.
Nosotros, adultos, estamos listos para hablar de los niños como de una promesa de vida. Y también nos conmovemos con facilidad, diciendo a los jóvenes que son nuestro futuro. Es verdad. Pero a veces me pregunto si somos serios sobre su futuro. Con el futuro de los niños, con el futuro de los jóvenes. Una pregunta que debemos hacernos más a menudo es esta: ¿cuánto somos leales con las promesas que hacemos a los niños, haciéndoles venir a nuestro mundo?  Nosotros los hacemos venir al mundo y ésto es una promesa. ¿Qué le prometemos a ellos?
Acogida y cuidado, cercanía y atención, confianza y esperanza, son muchas otras promesas de base, que se pueden resumir en una sola: amor. Nosotros prometemos amor, es decir, el amor que se expresa en la acogida, en el cuidado, en la cercanía, en la atención, en la confianza, en la esperanza. Pero la gran promesa es el amor.
Ésta es la forma más adecuada de acoger a un ser humano que viene al mundo, y todos nosotros lo aprendemos, antes aún de ser conscientes. Me gusta mucho cuando veo a los papás y mamás, cuando paso entre ustedes, y me traen a un niño, a una niña pequeños. ¿Cuánto tiempo tiene?, tres semanas, cuatro semanas, pero busco que el Señor lo bendiga, esto se llama amor también.  
La promesa, el amor es una promesa que el hombre y la mujer hacen a cada hijo: desde que es concebido en el pensamiento. Los niños vienen al mundo y se espera tener confirmación de esta promesa: lo esperan de forma total, confiada, indefensa. Basta con mirarles: en todas las razas, en todas las culturas, en todas las condiciones de la vida.
Cuando sucede lo contrario, los niños son heridos por un escándalo insoportable, aún más grave, en cuanto que no tienen medios para descifrarlo. No pueden entender qué cosa sucede. Dios vigilia sobre esta promesa, desde el primer instante. ¿Se recuerdan qué dice Jesús?, que los ángeles de los niños reflejan la mirada de Dios, y Dios no pierda nunca de vista a los niños (Mt 18,10)'. Ay de aquellos que traicionan su confianza, ay de aquellos. Su confiado abandono a nuestra promesa, que nos compromete desde el primer instante, nos juzga.
Y quisiera añadir otra cosa, con mucho respeto por todos, pero también con mucha franqueza. Su espontánea confianza en Dios no debería nunca ser herida, sobre todo cuando lo que sucede es motivo de una cierta presunción (más o menos inconsciente) de sustituir a Dios. La tierna y misteriosa relación de Dios con el alma de los niños no debería ser violado. Es una relación real que Dios la quiere y Dios la cuida. El niño está preparado desde el nacimiento para sentirse amado por Dios. Desde el principio es capaz de sentir que es amado por sí mismo, un hijo siente también que hay un Dios que ama a los niños.
Los niños, recién nacidos, comienzan a recibir como regalo, junto con el alimento y los cuidados, la confirmación de las cualidades espirituales del amor. Los actos de amor pueden pasan a través del don del nombre personal, el compartir el lenguaje, las intenciones de las miradas, lo que iluminan las sonrisas. Aprenden así que la belleza de la unión entre los seres humanos se dirige hacia nuestra alma, busca nuestra libertad, acepta la libertad del otro, lo reconoce y lo respeta como interlocutor.
Un segundo milagro, una segunda promesa: nosotros - padre y madre – ¡nos donamos a ti, para que tú te dones a ti mismo! Y esto es amor, ¡que trae una chispa de aquello de Dios! Pero ustedes, padres y madres tienen esta chispa de Dios que dan a los niños, ustedes son instrumento del amor de Dios y esto es bello, bello, bello.
Solo si miraramos a los niños con los ojos de Jesús, podríamos realmente entender en qué sentido, defendiendo la familia, protegemos a la humanidad.
El punto de vista de los niños es el punto de vista del Hijo de Dios. La Iglesia misma, en el Bautismo, hace grandes promesas a los niños, con las que compromete a los padres y a la comunidad cristiana. La santa Madre de Jesús --por medio de la cual el Hijo de Dios ha llegado a nosotros, amada y generado como un niño-- haga a la Iglesia capaz de seguir el camino de maternidad y de su fe. Y san José --hombre justo, que lo ha acogido y protegido, honrando con valentía la bendición y la promesa de Dios --nos haga dignos de hospedar a Jesús en cada niño que manda sobre la tierra.
15.10.15



El Papa en Santa Marta: '¿Creo que el Señor me ha salvado gratuitamente?
En la homilía de este jueves, Francisco advierte sobre los doctores de la ley que tratan de acortar los horizontes del amor de Dios
Ciudad del Vaticano, 15 de octubre de 2015 (ZENIT.org)
El santo padre Francisco ha pedido tener cuidado con los doctores de la ley que acortan los horizontes de Dios y hacen pequeño su amor. Lo ha hecho durante su homilía en la misa celebrada este jueves en Santa Marta, en la que se ha centrado en el mandamiento del amor y la tentación de querer ser controladores de la salvación.
Así, ha asegurado que “una de las cosas más difíciles de entender, para todos nosotros cristianos, es la gratuidad de la salvación en Jesucristo”. De este modo, el Papa ha explicado que ya San Pablo encontró dificultad para hacer comprender a los hombres de su tiempo que esta es la verdadera doctrina: ‘la gratuidad de la salvación’”. Por eso ha indicado que “nosotros estamos acostumbrados a escuchar que Jesús es el Hijo de Dios, que ha venido por amor, para salvarnos y que ha muerto por nosotros. Pero lo hemos escuchado tantas veces que estamos acostumbrados”. Cuando entramos en el misterio de Dios de este amor sin límites --ha precisado-- nos quedamos maravillados y quizá, preferimos no entenderlo.
Hacer lo que “Jesús nos dice es bueno y se debe hacer” pero esta es “mi respuesta a la salvación que es gratuita, viene del amor gratuito de Dios”.
El Pontífice ha señalado que “también Jesús está un poco enfadado con estos doctores de la ley, porque les dice cosas fuertes. Les dice cosas fuertes y muy duras. ‘Os habéis llevado la llave del conocimiento, no habéis entrado, y a los que querían entrar se lo habéis impedido, porque os habéis llevado la llave’ es decir, la llave de la gratuidad de la salvación, de ese conocimiento”.
Y estos doctores de la ley “solamente pensaban que respetando todos los mandamientos se podían salvar, y quien no hacía eso se condenaba”, ha explicado el Papa.
Y ha proseguido: “acortaban los horizontes de Dios y hacían pequeño el amor de Dios” a la “medida de cada uno de nosotros”. Esta “es la lucha que tanto Jesús como Pablo hacen para defender la doctrina”.
El Santo Padre ha asegurado que ciertamente están los mandamientos, pero la síntesis de todo es “amar a Dios y amar al prójimo”. Y con esta “actitud de amor”, ha precisado, “estamos a la altura de la gratuidad de la salvación, porque el amor es gratuito”. De este modo, ha advertido que si yo digo “te amo” pero hay un interés detrás, eso no es amor, eso es “interés”.
A propósito, el Papa ha indicado que “por eso Jesús dice: ‘el amor más grande es este: amar a Dios con toda la vida, con con todo el corazón, con toda la fuerza, y al prójimo como a uno mismo’. Porque es el único mandamiento que está a la altura de la gratuidad de la salvación de Dios. Y después añade Jesús: ‘en este mandamiento están todos los otros, porque ese llama --hace todo el bien-- a todos los otros’. Pero la fuente es el amor; el horizonte es el amor. Si tú has cerrado la puerta y has echado la llave del amor, no estarás a la altura de la gratuidad de la salvación que has recibido. Esta lucha por el control de la salvación --solamente se salvan estos, estos que hacen cosas-- no ha terminado con Jesús y con Pablo”.
El Pontífice también ha querido subrayar en su homilía que este año se cumplen 500 años del nacimiento de santa Teresa de Ávila, que festejamos hoy. Un mística, una mujer a quien “el Señor ha dado la gracia de entender los horizontes del amor” y “también ella fue juzgada por los doctores de su tiempo”. Estos santos --ha precisado Francisco-- han sido perseguidos por defender el amor, la gratuidad de la salvación, la doctrina. Todos santos. Pensemos en Juana de Arco.
Por otro lado, ha asegurado que esta lucha “no termina, también es una lucha que nosotros llevamos dentro. Y nos hará bien hoy preguntarnos: ¿me creo que el Señor me ha salvado gratuitamente? ¿Creo que me merezco la salvación? ¿Y si merezco algo es por medio de Jesucristo y de lo que Él ha hecho por mí?”
Para finalizar su homilía, el Santo Padre ha invitado a hacerse estas preguntas, “solamente así seremos fieles a este amor tan misericordioso: amor de padre y de madre, porque también Dios dice que Él es como una madre con nosotros; amor, horizontes grandes, sin límites, sin limitaciones. Y no nos dejemos engañar por los doctores que limitan este amor”.
16.10.15



El Papa en Sta. Marta: la hipocresía juega con las medias tintas
En la homilía de este viernes, el Santo Padre advierte sobre la actitud farisea que nunca llegará a la luz de Dios
Ciudad del Vaticano, 16 de octubre de 2015 (ZENIT.org)
Es necesario rezar mucho para no dejarse contagiar por el “virus” de la hipocresía, esa actitud farisea que seduce con las mentiras estando en la sombra. Es la solicitud de Jesús que el papa Francisco ha invitado a acoger, al comentar el Evangelio del día en la homilía de la misa celebrada este viernes por la mañana en Santa Marta.
El Santo Padre ha advertido que la hipocresía no tiene un color porque juega con las medias tintas. Se insinúa y seduce en “claroscuro”, con “la fascinación de la mentira”. De este modo, el Pontífice ha reflexionado sobre la escena del evangelio del día destacando la advertencia de Cristo a los suyos: “Cuidado con la levadura de los fariseos”. La levadura es una cosa pequeñísima, ha observado, pero por como habla Jesús es como si quisiera decir “virus”. Como “un médico” que diga “a sus colaboradores” poner atención a los riesgos de un “contagio”.
Y Francisco lo ha explicado así: “la hipocresía es esa forma de vivir, de actuar, de hablar, que no es claro. Quizá sonríe, quizá está serio… No es luz, no es tiniebla… Se mueve de una forma que parece no amenazar a nadie, como la serpiente, pero tiene el encanto del claroscuro. Tiene ese encanto de no tener las cosas claras, de no decir las cosas claramente; la fascinación de la mentira, de las apariencias”. El Papa ha recordado que Jesús decía a los fariseos hipócritas que “estaban llenos de sí mismos, de vanidad, que a ellos les gustaba pasear en las plazas haciendo ver que eran importantes, gente culta…”
Tal y como ha explicado el Santo Padre, Jesús aseguró a la multitud “no tengáis miedo” porque “no hay nada cubierto que no sea desvelado, ni secreto que no sea revelado”. Y ha precisado que esconderse “no ayuda” aun si “la levadura de los fariseos” llevaba y lleva a “la gente a amar más las tinieblas que la luz”.
Asimismo, el Pontífice ha recordado: “esta levadura es un virus que enferma y te hace morir. ¡Cuidado! Esta levadura te lleva a las tinieblas. ¡Cuidado! Pero hay uno que es más grande que esto: es el Padre que está en el Cielo. ‘¿No se venden cinco gorriones quizá por dos monedas?’ Y ni siquiera uno de ellos es olvidado delante de Dios. También los cabellos de vuestra cabeza son contados’. Y después, la exhortación final: ‘¡No tengáis miedo! ¡Valéis más que muchos gorriones! Delante de todos estos miedos que nos ponen aquí o allá, y que nos pone el virus, la levadura de la hipocresía farisea, Jesús nos dice: ‘Hay un Padre. Hay un Padre que os ama. Hay un Padre que cuida de vosotros’”.
Y hay solo un modo para evitar el contagio, ha advertido el Papa. Es el camino indicado por Jesús: rezar. Así, ha concluido afirmando que para no caer en esa “actitud farisea que no es ni luz ni tinieblas” sino que está “a mitad” de camino que “nunca llegará a la luz de Dios”.
A propósito, Francisco ha concluido invitando a rezar, “rezar mucho”. “Señor, cuida a tu Iglesia, que somos todos nosotros: cuida a tu pueblo, el que se había reunido y se pisoteaban entre ellos, unos a otros. Cuida a tu pueblo, para que ame la luz, la luz que viene del Padre, que viene de Tu Padre, que ha enviado para salvarnos. Cuida tu pueblo para que no se haga hipócrita, para que no caiga en el calor de la vida. Cuida a tu pueblo para que tenga la alegría de saber que hay un padre que nos ama mucho”.
 17.10.15



Francisco en el Ángelus: 'Es decisivo que se logre la paz en Tierra Santa'
Texto completo. El Santo Padre ha saludado a todos los que han asistido a la ceremonia de canonización para rendir homenaje a los nuevos Santos¡
Ciudad del Vaticano, 18 de octubre de 2015 (ZENIT.org)
Al final de la Misa celebrada este domingo en el atrio de la basílica de San Pedro para la canonización de cuatro beatos, y antes de rezar el Ángelus, el papa Francisco ha dirigido las siguientes palabras a los fieles y peregrinos presentes en la Plaza:
Queridos hermanos y hermanas,
Sigo con gran preocupación la situación de fuerte tensión y violencia que aflige a Tierra Santa. En este momento necesitamos mucho coraje y mucha fortaleza para decir no al odio y la venganza y hacer gestos de paz. Oremos para que Dios fortalezca en todos, los gobernantes y los ciudadanos, la valentía de oponerse a la violencia y tomar medidas concretas para la distensión. En el contexto actual de Oriente Medio es más que nunca decisivo que se logre la paz en Tierra Santa: esto nos piden Dios y el bien de la humanidad.
Al final de esta celebración, deseo saludar a todos los que habéis venido a rendir homenaje a los nuevos santos, de manera particular a las delegaciones oficiales de Italia, España y Francia.
Saludo a los fieles de la diócesis de Lodi y Cremona, así como a las Hijas del Oratorio. El ejemplo de san Vicente Grossi sostenga el compromiso a favor de la educación cristiana de las nuevas generaciones.
Saludo a los peregrinos que han venido de España, particularmente de Sevilla, y a las Hermanas de la Compañía de la Cruz. El testimonio de santa María de la Purísima nos ayude a vivir la solidaridad y cercanía con los más necesitados.
Saludo a los fieles provenientes de Francia, especialmente de Bayeux, Lisieux y Sées: a la intercesión de los santos esposos Ludovico Martin y Maria Azelia Guérin encomendamos las alegrías, las esperanzas y las dificultades de las familias francesas y de todo el mundo.
Agradezco a los cardenales, los obispos, los sacerdotes, las personas consagradas, así como a las familias, los grupos religiosos y las asociaciones.
Y ahora nos dirigimos con amor filial a la Virgen María.
19.10.15




El Papa en Sta. Marta: el apego al dinero destruye familias
En la homilía de este lunes, el Santo Padre recuerda que no se puede servir a dos amos: a Dios y al dinero 
Ciudad del Vaticano, 19 de octubre de 2015 (ZENIT.org)
El santo padre Francisco ha recordado que Jesús no condena la riqueza sino el apego a la riqueza, porque divide a las familias y provoca las guerras. Lo ha hecho durante la homilía de la misa celebrada este lunes temprano en Santa Marta, antes del inicio de la asamblea sinodal.
De este modo, ha asegurado que no se puede “servir a dos amos”, o se sirve a Dios o a las riquezas. Jesús --ha explicado-- “no está contra las riquezas en sí mismas” pero advierte sobre poner la propia seguridad en el dinero que puede hacer de la “religión una agencia de seguros”. Además, ha indicado, el apego al dinero divide, como dice el Evangelio que habla de los “dos hermanos que se pelean por su herencia”.
Y lo ha explicado así: “Pero pensemos en cuántas familias conocen que han peleado, pelan, no se saludan, se odian por una herencia. Y este es uno de los casos. Ya no es más importante  el amor de la familia, el amor de los hijos, de los hermanos, de los padres. No, es el dinero. Y esto destruye”. Del mismo modo, el Santo Padre ha asegurado que “también las guerras que hoy vemos. Pero sí, hay un ideal, pero detrás está el dinero: el dinero de los traficantes de armas, el dinero de los que se aprovechan de la guerra”.
El Pontífice ha subrayado que “Jesús es claro: ‘guardaos de toda clase de codicia’. La codicia. Porque nos da esta seguridad que no es verdadera y te lleva sí, a rezar --tú puedes rezar, ir a la iglesia-- pero también a tener el corazón apegado, y al final terminar mal”.
Jesús cuenta la parábola de un hombre rico, “un empresario bueno”, cuya “cosecha había sido buena” y “estaba lleno de riquezas”. Y en vez de pensar “compartiré esto con mis trabajadores, para que ellos tengan algo para sus familias”, razona de otra manera: "¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha. Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes". Por esto, el Santo Padre ha subrayado que “la sed del apego a las riquezas no termina nunca. Si tú tienes el corazón apegado a las riquezas --cuando tienes muchas-- quieres más. Y este es el dios de la persona que está atacada a las riquezas”.
Asimismo, ha explicado que el camino de la salvación son las bienaventuranzas: “la primera es la pobreza de espíritu”, es decir no apegarse a las riquezas que si se poseen son “para el servicio de los otros, para compartir, para ayudar a la gente”. Y ha añadido que el signo de que no estamos en “este pecado de idolatría” es dar limosna, es dar “a los que lo necesitan” y no dar lo superfluo sino lo que me cuesta, “privarse de algo” porque quizá “es necesario para mí”.
El Santo Padre ha señalado que esta es una buena señal, eso significa que es más grande el amor hacia Dios que el apego a las riquezas.
Para concluir, Francisco ha indicado que podemos hacernos tres preguntas. La primera: ¿doy? La segunda: ¿cuánto doy? La tercera: ¿Cómo doy? ¿cómo da Jesús, con la caricia del amor o como quien paga una tasa?  Así, ha seguido preguntado: “cuando ayudas a una persona, ¿la miras a los ojos? ¿Le tocas la mano? Es la carne de Cristo, es tu hermano, tu hermana. Y tú en ese momento eres como el Padre que no deja que les falte la comida a los pájaros del cielo. Con cuánto amor el Padre da”.
Finalmente, ha invitado a pedir al Señor la gracia de ser libres de esta idolatría, el apego a las riquezas: la gracia de mirarle a Él, tan rico en su amor y tan rico en su generosidad, en su misericordia; es la gracia de ayudar a los otros con el ejercicio de la limosna, pero como lo hace Él.
20.10.15




El Papa en Santa Marta: "Dios nos ama sin medida y sale a buscarnos"
En la homilía de este martes, el Santo Padre recuerda que “no es fácil, con nuestros criterios humanos”, pequeños y limitados, “entender el amor de Dios”
Ciudad del Vaticano, 20 de octubre de 2015 (ZENIT.org)
Dios siempre da con abundancia su gracia a los hombres, que en cambio tienen “la costumbre de medir las situaciones”: comprender la abundancia del amor divino es siempre fruto de una gracia. Ésta es la idea central de la homilía que el papa Francisco ha pronunciado durante la misa de hoy martes por la mañana, en la capilla de la Casa Santa Marta.
Abundante. El amor de Dios por el hombre es así. Una generosidad que al hombre en cambio se le escapa, demasiado acostumbrado a con gotero  algo que él posee. El Santo Padre lee el pasaje de san Pablo en esta clave. La salvación traída por Jesús, que supera la caída de Adán, es una demostración de este darse con abundancia. Y la salvación, explica, “es la amistad entre nosotros y Él”.
“¿Cómo da Dios su amistad para nuestra salvación? Nos dará con una buena medida, apretada, colma, rebosante... Pero esto sugiere la abundancia y esta palabra 'abundancia', en este pasaje se repite tres veces. Dios da en abundancia hasta el punto de decir, Pablo, como resumen final: 'Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia'. Sobreabunda, todo. Y este es el amor de Dios: sin medida. Todo de sí mismo”.
Sin medida como el padre de la parábola del Evangelio, que todos los días mira hacia el horizonte para ver si su hijo decide regresar donde él. “El corazón de Dios --afirma el Pontífice-- no está cerrado: siempre está abierto. Y cuando llegamos, como aquel hijo, nos abraza, nos besa: un Dios que hace fiesta”.  
“Dios no es un Dios mezquino: Él no conoce la mezquindad. Él da todo. Dios no es un Dios quieto que se queda mirando y esperando que nosotros nos convirtamos. Dios es un Dios que sale: sale a buscar, a buscar a cada uno de nosotros. ¿Pero esto es verdad? Todos los días Él nos busca, nos está buscando. Como ya lo ha hecho, como he dicho, en la parábola de la oveja perdida o de la moneda perdida: busca. Siempre es así”.
En el cielo, insiste el Papa, se hace “más fiesta” por un solo pecador que se convierte, que por cien que permanecen fieles. Y sin embargo --reconoce-- “no es fácil, con nuestros criterios humanos”, pequeños y limitados, “entender el amor de Dios”. Se entiende por una “gracia”, como lo había entendido --recuerda Francisco-- la monja de 84 años, conocida en su diócesis, que todavía recorría constantemente las salas del hospital para hablar con una sonrisa del amor de Dios a los enfermos. Ella, concluye el Santo Padre, tenía “el don de comprender este misterio, esta sobreabundancia” del amor de Dios, que a la mayoría se les escapa.
“Es cierto, siempre tenemos la costumbre de medir las situaciones, las cosas con las medidas que tenemos: y nuestras medidas son pequeñas. Por ello, haremos bien en pedir la gracia del Espíritu Santo, orar al Espíritu Santo, la gracia de acercarnos al menos un poco para entender este amor y tener el deseo de ser abrazados, besados con esa medida sin límites”.
21.10.15




Texto completo de la catequesis del Papa en la audiencia del miércoles 21 de octubre
En la audiencia general, Francisco recuerda que 'sin libertad no hay amistad, sin libertad no hay amor, sin libertad no hay matrimonio'
Ciudad del Vaticano, 21 de octubre de 2015 (ZENIT.org)
El papa Francisco dedicó la catequesis de este miércoles a “la promesa de amor y de fidelidad que el hombre y la mujer se hacen el uno al otro”. En su reflexión semanal, el Pontífice destacó que “la fidelidad a las promesas es una verdadera obra maestra de la humanidad”. Por ello, dijo que “es necesario restituir el honor social a la fidelidad del amor” (leer la crónica).
A continuación publicamos las palabras del Santo Padre en la audiencia general:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En la pasada meditación hemos reflexionado sobre las promesas importantes que los padres hacen a los niños, desde que ellos han sido pensados en el amor y concebidos en el vientre.
Podemos añadir que, mirándolo bien, toda la realidad familiar está fundada en la promesa: pensar bien esto, la identidad familiar está fundada en la promesa. Se puede decir que la familia vive de la promesa de amor y de fidelidad que el hombre y la mujer se hacen el uno al otro. Esta conlleva el compromiso de acoger y educar a los hijos; pero se lleva a cabo también en el cuidar a los padres ancianos, en el proteger y asistir a los miembros más débiles de la familia, en el ayudarse unos a otros para realizar las propias cualidades y aceptar los propios límites.
Y la promesa conyugal se extiende para compartir las alegrías y los sufrimientos de todos los padres, las madres y los niños, con generosa apertura en lo relacionado con la convivencia humana y el bien común. Una familia que se cierra en sí misma es como una contradicción, una mortificación de la promesa que la ha hecho nacer y la hace vivir. No olvidar nunca la identidad de la familia siempre es una promesa que se extiende y extiende a toda la familia y también a toda la humanidad.
En nuestros días, el honor de la fidelidad a la promesa de la vida familiar se presenta muy debilitada. Por una parte, por una malentendido derecho de buscar la propia satisfacción, a toda costa y en cualquier relación, se exalta como un principio no negociable de la libertad. Por otro lado, porque se fían exclusivamente de las constricciones de la ley los vínculos de la vida de relación y del compromiso por el bien común. Pero, en realidad, nadie quiere ser amado solo por los propios bienes o por obligación. El amor, como también la amistad, deben su fuerza y su belleza precisamente a este hecho: que generan una unión sin quitar la libertad. El amor es libre, la promesa de la familia es libre. Y esta es la belleza. Sin la libertad no hay amistad, sin libertad no hay amor, sin libertad no hay matrimonio. Por tanto, libertad y fidelidad no se oponen la una a la otra, es más, se sostienen la una a la otra, tanto en las relaciones personales, como en las sociales. De hecho, pensemos en los daños que producen, en la civilización de la comunicación global, la inflación de promesas mantenidas, en varios campos y la indulgencia por la infidelidad a la palabra dada y a los compromisos tomados.
Sí, queridos hermanos y hermanas, la fidelidad es una promesa de compromiso que se auto-cumple, creciendo en la libre obediencia a la palabra dada. La fidelidad es una confianza que “quiere” ser realmente compartida, y una esperanza que “quiere” ser cultivada junta. Y hablando de fidelidad me viene a la mente lo que nuestros ancianos , nuestros abuelos cuentan ‘esos tiempos cuando se hacía un acuerdo, un apretón de manos era suficiente, porque había fidelidad a las promesas’. Y esto que es un hecho social también tiene su origen en la familia, en el apretón de manos del hombre y la mujer para ir adelante juntos toda la vida. ¡La fidelidad a las promesas es una verdadera obra maestra de la humanidad! Si miramos a su belleza audaz, estamos asustados, pero si despreciamos su valiente tenacidad, estamos perdidos. Ninguna relación de amor --ninguna amistad, ninguna forma de querer, ninguna felicidad del bien común-- alcanza a la altura de nuestro deseo y de  nuestra esperanza, si no llega a habitar este milagro del alma. Y digo “milagro”, porque la fuerza y la persuasión de la fidelidad, a pesar de todo, no termina de encantarnos y de sorprendernos. El honor a la palabra dada, la fidelidad a la promesa, no se pueden comprar y vender. No se pueden obligar con la fuerza, pero tampoco cuidar sin sacrificio.
Ninguna otra escuela puede enseñar la verdad del amor, si la familia no lo hace. Ninguna ley puede imponer la belleza y la herencia de este tesoro de la dignidad humana, si la unión personal entre amor y generación no la escribe en nuestra carne.
Hermanos y hermanas, es necesario restituir el honor social a la fidelidad del amor, restituir honor social a la fidelidad del amor. Es necesario restar clandestinidad al milagro cotidiano de millones de hombres y mujeres que regeneran su fundamento familiar, del cuál vive cada sociedad, sin estar en grado de garantizarlo de ninguna manera. No es casualidad, este principio de fidelidad a la promesa del amor y de la generación está escrito en la creación de Dios como una bendición perenne, a la cual está confiada el mundo.
Si san Pablo puede afirmar que en la unión familiar está misteriosamente revelada una verdad decisiva también para la unión del Señor y de la Iglesia, quiere decir que la Iglesia misma encuentra aquí una bendición para cuidar y de la cual siempre se aprende, antes aún de enseñarla. Nuestra fidelidad a la promesa está siempre confiada a la gracia y la misericordia de Dios. El amor por la familia humana, en la buena y en la mala suerte, ¡es un punto de honor para la Iglesia! Dios nos conceda estar a la altura de esta promesa.
Y rezamos por los Padres del Sínodo: el Señor bendiga su trabajo, desempeñado con fidelidad creativa, en la confianza que Él el primero, el Señor, es fiel a sus promesas. Gracias
22.10.15


El Papa en Sta. Marta: 'No somos faquires, nuestro esfuerzo abre las puertas al Espíritu Santo'
En la homilía de este jueves, el Santo Padre recuerda que nuestra conversión es un trabajo de todos los días
Ciudad del Vaticano, 22 de octubre de 2015 (ZENIT.org)
El esfuerzo del cristiano tiene como objetivo abrir la puerta del corazón al Espíritu Santo. Esta es la idea central de la homilía del papa Francisco en la misa de este jueves por la mañana, celebrada en la capilla de la Casa Santa Marta. En su reflexión, el Pontífice ha destacado que la conversión, para el cristiano, “es una tarea, es un trabajo diario” que nos lleva al encuentro con Jesús. Así, el Santo Padre ha puesto el ejemplo de una madre con cáncer que ha hecho todo lo posible para derrotar a la enfermedad.
El Papa se ha inspirado en la Carta de san Pablo a los Romanos y ha señalado que, para pasar del servicio de la iniquidad a la santificación, debemos esforzarnos todos los días. San Pablo, ha observado, utiliza “la imagen del deportista”, el hombre que “se entrena para prepararse para el partido y hace un gran esfuerzo”. Y dice: “Pero si este, para ganar un partido hace este esfuerzo, entonces nosotros, que tenemos que llegar a esa gran victoria del Cielo, ¿cómo lo haremos?”. San Pablo, ha proseguido, nos “exhorta mucho a avanzar en este esfuerzo”.
“'Ah, Padre, ¿podemos pensar que la santificación llega a través del esfuerzo que hago, como la victoria llega a través del entrenamiento para el que hace deporte?'. No. El esfuerzo que hacemos, este trabajo diario de servir al Señor con nuestra alma, con nuestro corazón, con nuestro cuerpo, con toda nuestra vida solo abre la puerta al Espíritu Santo. ¡Él es el que entra en nosotros y nos salva! ¡Él es el don en Jesucristo! Al contrario, nos pareceremos a los faquires: no, no somos faquires. Nosotros, con nuestro esfuerzo, abrimos la puerta”.
Una tarea difícil, ha reconocido Francisco, “porque nuestra debilidad, el pecado original, el diablo siempre nos acobardan”. El autor de la Carta a los Hebreos, ha añadido, “nos advierte contra esta tentación de retroceder”, nos invita a “no retroceder, no ceder”. Debemos “ir hacia adelante --ha instado-- siempre: un poco cada día”, incluso “cuando hay una gran dificultad”.
“Hace unos meses, me encontré con una mujer. Joven, madre de una familia --una hermosa familia-- que tenía cáncer. Un cáncer malo. Pero ella se movía con felicidad, hacía como si estuviera sana. Y hablando de esa actitud, me ha dicho: 'Padre, ¡hago todo lo posible para vencer al cáncer!'. Así el cristiano. Nosotros, los que hemos recibido este don en Jesucristo y hemos pasado del pecado, de la vida de la iniquidad a la vida del don en Cristo, en el Espíritu Santo, debemos hacer lo mismo. Cada día un paso. Cada día un paso”.
 23.10.15



Sta. Marta: leer los signos de los tiempos y cambiar fieles en la verdad del Evangelio
En la homilía de este viernes el Santo Padre ha recordado que Dios nos ha creado libres, que debemos abrirnos a la fuerza del Espíritu y entender bien qué sucede dentro y fuera de nosotros usando el discernimiento, en silencio, reflexión y oración
Ciudad del Vaticano, 23 de octubre de 2015 (ZENIT.org)
La Iglesia debe obrar siguiendo los signos de los tiempos  sin caer en la comodidad del conformismo, sino dejándose inspirar por la oración. Y es que los tiempos cambian y nosotros los cristianos debemos cambiar continuamente con libertad en la verdad de la fe. Así lo ha asegurado el Santo Padre esta mañana durante su homilía de la misa celebrada en Santa Marta.
Los tiempos hacen lo que deben: cambian. Por eso, el papa Francisco ha recordado que los cristianos tienen que hacer lo que quiere Cristo: valorar los tiempos y cambiar con ellos, permaneciendo “fieles en la verdad del Evangelio”. Lo que no está permitido es “el tranquilo conformismo que, de hecho, hace permanecer inmóviles”.
Haciendo referencia a la lectura del día de la Carta a los Romanos de San Pablo, el Pontífice ha subrayado que el apóstol predica con “mucha fuerza la libertad que nos ha salvado del pecado”. Y está la página del Evangelio en la cual Jesús habla de “los signos de los tiempos” llamando hipócritas a aquellos que saben comprenderlos pero que no hacen lo mismo con el tiempo del Hijo del Hombre. A propósito, el Papa ha asegurado que Dios nos ha creado libres y “para tener esta libertad” debemos “abrirnos a la fuerza del Espíritu y entender bien qué sucede dentro y fuera de nosotros” usando “el discernimiento”.
De este modo, el Santo Padre ha comentado que “tenemos esta libertad de juzgar lo que sucede fuera de nosotros. Pero, para juzgar debemos conocer bien lo que sucede fuera de nosotros”. Por eso se ha preguntado “¿cómo se puede hacer esto? ¿Cómo se puede hacer esto, que la Iglesia llama ‘conocer los signos de los tiempos’?”
A continuación, el Santo Padre ha asegurado que “los tiempos cambian y es propio de la sabiduría cristiana conocer estos cambios, conocer los diversos tiempos y conocer los signos de los tiempos. Qué significa una cosa y otra. Y hacer esto sin miedo, con libertad”.
Francisco ha reconocido que no es algo fácil, porque son demasiados los condicionantes externos que presionan también a los cristianos induciendo a muchos a un ‘no hacer’.
Y lo ha explicado así: “Esto es un trabajo que de costumbre no hacemos: nos conformamos, nos tranquilizamos con un ‘me ha dicho, he escuchado, la gente dice, he leído…’ Y así estamos tranquilos… ¿Pero cuál es la verdad? ¿Cuál es el mensaje que el Señor quiere darme con el signo de los tiempos? Para entender los signos de los tiempos, antes que nada es necesario el silencio: hacer silencio y observar. Y después reflexionar dentro de nosotros”. Al respecto ha preguntado: “¿por qué hay tantas guerras ahora? ¿Por qué ha sucedido algo? Y rezar… silencio, reflexión y oración. Solamente así --ha asegurado-- podremos entender los signos de los tiempos, lo que Jesús quiere decirnos.
Del mismo modo, ha precisado que entender los signos de los tiempos no es un trabajo exclusivo de una élite cultural. Jesús no dice “mirad cómo hacen los universitarios, mirado cómo hacen los doctores, mirad cómo hacen los intelectuales…”. El Papa ha subrayado que Jesús habla a los campesinos que “en su sencillez” saben “distinguir el grano de la cizaña”.
Para finalizar, el Pontífice ha indicado que “los tiempos cambian y nosotros cristianos debemos cambiar continuamente. Debemos cambiar firmes en la fe en Jesucristo, firmes en la verdad del Evangelio, pero nuestra actitud debe moverse continuamente según los signos de los tiempos. Somos libres. Somos libres por el don de la libertad que nos ha dado Jesucristo. Pero nuestro trabajo es mirar qué sucede dentro de nosotros, discernir nuestros sentimientos, nuestros pensamientos; y qué sucede fuera de nosotros y discernir los signos de los tiempos. Con silencio, con la reflexión y con la oración”.
24.10.15



Francisco rezó por las víctimas del accidente en Francia
Envió un telegrama al obispo de Burdeos

Ciudad del Vaticano, 24 de octubre de 2015 (ZENIT.org) Redacción | 1196 hits
El santo padre Francisco envió hoy sábado sus condolencias por el accidente en Francia e indicó que “acompaña con su oración la tristeza de las familias en duelo y confía a las víctimas a la misericordia de Dios para que sean acogidas en su luz”.
Un violento choque entre un autobús y un camión en una carretera en Francia ocurrido este viernes registra un saldo provisorio de 43 muertos. Fue en la carretera departamental 123, en localidad de Puisseguin, en la región de Gironda, en el suroeste de Francia. Ambos vehículos se incendiaron tras la colisión. La rapidez del conductor del autobús que logró abrir las puertas evitó que el número de víctimas fuera mayor.
El Papa envió sus condolencias a través de un telegrama firmado por el secretario de estado del Vaticano, cardenal Pietro Parolin, dirigido al arzobispo de Burdeos, Mons. Jean-Pierre Ricard.
El telegrama dice: “Al enterarse del trágico accidente ocurrido en Puisseguin, entre un autobús que transportaba a personas de la tercera edad y un camión, que ha dejado numerosas víctimas, Su Santidad el Papa Francisco acompaña con su oración la tristeza de las familias en duelo y confía a las víctimas a la misericordia de Dios para que sean acogidas en su luz”.
(24 de octubre de 2015) © Innovative Media Inc.

25.10.15