El Papado Romano
10 de agosto
de 2015
Creo que estamos empezando a ver cómo el
Papa Francisco enfrenta estas coyunturas y las supera. Algunos ejemplos...(José
Aldunate, SJ).
Hablemos sobre el papado romano. Esa institución eclesiástica muy
original y singular que hace historia sobre todo con su actual representante el
papa Francisco. Jorge Mario Bergoglio, el primer papa latinoamericano que desde
el comienzo ha llamado la atención por su originalidad y estilo sencillo tan en
discordancia con la tradición de los papas romanos de la historia. Ha hecho
historia su intervención para que el gobierno norteamericano termine con las
sanciones impuestas a Cuba y últimamente ha tenido una larga entrevista con
nuestra presidenta Michel Bachelet. Queremos explorar la tarea que tiene
delante de sí nuestro papa Francisco. Así comprenderemos mejor muchas de sus
actuaciones, algunas tan criticadas por elementos oponentes.
Ya Juan Pablo II, un predecesor tan distinto del Papa Francisco, se
preguntaba cuál sería el “munus Petri” (“la tarea del sucesor de
Pedro”). Tal vez estaría pensando en predecesores suyos como los Gregorios o
los papas de la Edad Media o Moderna. El Papa Francisco, sin duda se ha hecho
esta pregunta pero, según parece desde muy diversos planteamientos.
Encuentro enormemente significativo un gesto del Papa Francisco al comienzo
mismo de su ministerio papal. Recién nombrado apareció en el balcón papal,
quería dar la primera bendición a sus primeros súbditos, los fieles de Roma,
porque al ser elegido Papa fue ante todo nombrado obispo de Roma. La plaza de
San Pedro estaba llena de los fieles romanos que habían ido al llamado del humo
blanco, anuncio de la elección papal y el papa Francisco en vez de darles la
bendición, inclinó la cabeza y pidió al pueblo romano que el pueblo mismo lo
bendijera. Ahí veo yo la expresión de toda una conciencia, de todo un programa,
de toda una tarea que se imponía al haber sido elegido obispo de Roma.
Francisco quiso que primero lo bendijera el pueblo. Hubiera querido tal vez que
el pueblo le hubiera elegido “a mano alzada” como se hacía con los primeros
papas y obispos. ¿Y por qué no se podría volver a lo mismo? La población de
Roma era el “Pueblo de Dios”, era “la Iglesia”, lo normal es que la Iglesia
escoja su Papa.
El fue elegido por electores escogidos por antecesores suyos, papas
igualmente. ¿Es eso normal?, podría haberse preguntado razonablemente el Papa
Francisco.
Linda tarea le espera, hacer que el pueblo romano y el pueblo de miles de
diócesis sean realmente un pueblo de Dios consciente y responsable que pueda
escoger en lo sucesivo a sus obispos y al mismo Papa.
Nos preguntamos qué podrá hacer el Papa Francisco atrapado en una situación
no creada por él sino impuesta desde hace siglos. Desde siglos que la Iglesia
lleva esa estructura de una sociedad dividida entre jerarquía arriba y fieles
sin voz ni voto. ¿Cómo poner al día “aggiornar” una Iglesia tan
sólidamente estructurada con esquemas ya establecidos en prácticas seculares?
El Papa había aceptado el desafío como la voluntad de Dios que lo embarcaba
en una tarea casi imposible. Debía, como se ha dicho, saltar fuera de su propia
sombra. Es decir como renegar de su ser para estructurarse nuevamente, lo que
no hicieron los papas del concilio: Juan XXIII, Pablo VI y menos sus sucesores
Juan Pablo II y Benedicto XVI. Esto sería su tarea en adelante. Nos preguntamos
ahora cuáles podrán ser los colaboradores que puedan apoyar este camino del
Papa Francisco. Los colaboradores espirituales tendrán como apoyo evidentemente
el Espíritu Santo y el mismo evangelio de Jesús bajo la luz de un
discernimiento espiritual.
En Evangelii Gaudium encontramos líneas trazadas bajo estas
directrices. Los colaboradores sociales serán ante todo los que se comprometen
con la meta propuesta por el Concilio Vaticano II en la creación de un Pueblo
de Dios, de una Iglesia Pueblo de Dios conforme a una Iglesia construida desde
las bases de un pueblo creyente y que se verifica como pueblo a partir de su
fe. Un pueblo consciente de su misión que es el Reino de Dios ya desde este
mundo respondiendo a las demandas de una humanidad que quiere ser libre,
equitativa y fraternal.
Los pasos serán señalados y marcados por las realidades sociales que
encontrará el Papa Francisco en su camino.
Habrá limitaciones muchas veces para lo que él se proponga hacer. Las limitaciones
serían fundamentalmente las de la estructura eclesial en la que se encuentra
metido el mismo papa Francisco. Sencillamente el de ser Papa con obispos
nombrados por él y un clero que lo separa en cierta manera del pueblo fiel que
es la Iglesia en su conjunto.
Creo que estamos empezando a ver cómo el Papa Francisco enfrenta estas
coyunturas y las supera.
Algunos ejemplos de pasos típicos dados por el Papa Francisco: La
convocatoria de los “pueblos postergados” en Roma hace dos años, el llamado a
que se organicen; las iniciativas respecto al Sínodo sobre la Familia con sus
reuniones de octubre a octubre; las intervenciones a favor de los pueblos de
Cuba y el palestino; sus intervenciones a favor de los emigrantes del Africa.
Hemos de recordar que el Papa Francisco no es un avanzado ni menos un
extremista, nunca lo ha sido. Recordemos que los cambios en la Iglesia han de
ser procesos que toman tiempo. Advertimos que los mismos pasos que se han dado
han sido cautelosos. Que el Sínodo de la familia ha tenido sus hándicaps y
resistencias y que el mismo Francisco no ha sido insensible a ellas. A nosotros
nos corresponde responder desde nuestra situación a los requerimientos del
Espíritu y de la reforma del Concilio Vaticano II.
Finalmente derivemos de todo lo dicho nuestras conclusiones. ¿Cuál es en la
presente coyuntura nuestra tarea? Acompañar al Papa Francisco en su difícil
tarea de renovar la Iglesia desde una jerarquía marcada por estructuras
antiguas y rígidas del pasado, y de nuestra parte cooperar al cambio de la
Iglesia desde la libertad de los hijos de Dios.
José Aldunate, SJ
El
histórico alegato de Francisco
La lucha contra el
cambio climático depende de decisiones políticas y si hay alguien con autoridad
para lograr la conversión ecológica de los legisladores católicos negacionistas
y de las personas que les apoyan en las urnas, es el Papa
EDUARDO
ESTRADA
La encíclica del papa Francisco Laudato si’ ha
supuesto un hito en la conversación global sobre la situación ambiental de
nuestro mundo. Tras el documento de Bergoglio nada será igual en la mirada de
la comunidad católica hacia la custodia de la naturaleza. El texto ha hecho
historia por razones que van más allá de su importante repercusión en el actual
debate sobre el cambio climático. El que el máximo responsable de una tradición
religiosa milenaria en la que se reconocen cientos de millones de personas haga
una apelación expresa a sus fieles, en el marco de un documento formal del más
alto rango, a una profunda conversión ecológica es algo inaudito, por mucho que
algunas voces insistan en la continuidad de esa enseñanza respecto a las
impartidas por papas anteriores.
Bergoglio ha escrito un texto de
hondo contenido espiritual, político, ecológico y social, en el que el
compromiso con los más vulnerables y desfavorecidos de la Tierra cruza
transversalmente todo el documento. Mi intuición es que su repercusión
perdurará a lo largo de los próximos años, contribuyendo a alimentar los
necesarios debates sobre la reconducción de la crisis ambiental, el problema de
la pobreza extrema y la desigualdad Norte-Sur. Es también un escrito de rica
urdimbre intelectual en la mejor tradición de la Compañía de Jesús. El jesuita
argentino ha presentado un diagnóstico implacable sobre la crisis ambiental y
ha tenido el acierto de situar el problema del cambio climático en ese marco
más amplio, incorporando a su reflexión otros temas cruciales como la pérdida
de diversidad biológica, la escasez de agua potable o la degradación de los
océanos. En ese sentido, estamos ante un diagnóstico alineado con los informes
más serios de las instituciones internacionales de referencia.
En la descripción de la crisis ambiental global existe
una amplia coincidencia entre la comunidad epistémica de la ciencia, el
movimiento ambiental internacional y las instituciones de la ONU relacionadas
con el tema, si bien a la hora de explicar las causas profundas del deterioro,
las explicaciones y los énfasis, como no podía ser de otro modo, son diversos.
Desde el prisma de la ecología científica, el punto más débil de la
aproximación de Bergoglio a las causas de la crisis ambiental es la no inclusión
de la variable demográfica. Hay razones doctrinales en la cosmovisión católica
relacionadas con la natalidad y la planificación familiar que se interponen en
esa comprensión. Ahora bien, desde una perspectiva científica el hecho de que
la población humana se haya multiplicado casi por 10 en los dos últimos siglos
(ha pasado de 790 a 7.300 millones y la previsión es que alcance los 9.600
millones a mediados de este siglo) es un dato muy contundente que no puede
quedar fuera de una explicación rigurosa de la crisis ambiental.
Siempre ha sido un falso debate la disyuntiva causal
entre la explicación demográfica versus el modelo de producción y
consumo de los países desarrollados. Ambas cadenas de argumentos se
complementan y refuerzan. Explicar el deterioro ambiental en función
exclusivamente del modelo de producción y consumo de los países ricos es
reduccionista y no se ajusta a los datos disponibles de la realidad empírica.
El diferente modelo de producción y consumo que prevaleció durante siete
décadas en las economías planificadas soviéticas dejó un balance ambiental
desolador. Asimismo, una de las mayores debilidades del actual sistema mixto de
China, en el que la economía de mercado está sujeta a un férreo control
planificador por parte de su Gobierno comunista, ha sido el desastre ambiental
provocado por su modelo de desarrollo. En otras palabras, la orientación
consumista y la tendencia al exceso y el despilfarro que, sin duda, forman
parte de la economía capitalista de mercado y del modelo de consumo de las
sociedades opulentas, siendo relevantes, no agotan la explicación de las causas
profundas de la crisis ambiental.
Más allá de esa divergencia, un aspecto fundamental
del documento de Bergoglio es su contribución a la ampliación/renovación del
marco de referencia en el que se ha situado el debate sobre el cambio
climático, sesgado hacia su formulación exclusiva en términos
científicos-técnicos. Ha existido al respecto una interesada confusión entre el
papel imprescindible de la ciencia para comprender la esfera de los hechos —el
origen, las causas directas y la dinámica del cambio climático— y la esfera de
los significados, es decir, cómo afecta la desestabilización del clima a
nuestra autocomprensión como comunidad global. Esa confusión ha hecho que el
núcleo moral del problema haya quedado relegado durante demasiado tiempo.
Sin embargo, el cambio climático afecta a
consideraciones muy relevantes de la justicia intrageneracional e
intergeneracional y plantea serios interrogantes sobre los fundamentos de
equidad a los que aspiran nuestras sociedades democráticas. Sus consecuencias negativas
impactan e impactarán de forma devastadora a los cientos de millones de
personas pertenecientes a las comunidades más pobres y vulnerables de los
países en desarrollo, precisamente quienes menos han contribuido a generar el
problema. En el caso de diversos Estados-isla del Sur supone incluso una
amenaza existencial a su propia supervivencia físico-geográfica. Además, un
incremento de la temperatura por encima de los dos grados centígrados supondrá
un desastre sin paliativos para el mundo que recibirán nuestras hijas y nietos,
así como para el resto de formas de vida que comparten con nosotros la
biosfera. Muy oportunamente, el alegato de Bergoglio ha situado en el centro
del debate el desafío moral con que nos confronta este grave problema.
La reconducción de la alteración del clima sólo es
posible si se avanza hacia una economía de bajo contenido en carbono. Esa
transición precisa poner fecha de caducidad al sistema energético basado en los
combustibles fósiles, como lo ha reconocido la reciente cumbre de líderes del
G-7. Un elemento imprescindible para garantizar ese proceso es contar con un
Gobierno climáticamente responsable en Estados Unidos, ya que la necesaria
transición energética-climática internacional podría descarrilar si futuros
Gobiernos de ese país se retirasen de una diplomacia climática constructiva. En
consecuencia, generar allí un consenso básico como el que ha predominado en
Europa en los últimos 25 años es un elemento crucial para el éxito de esa
transformación. Si hay alguien con autoridad para lograr la conversión
ecológica de los numerosos congresistas católicos negacionistas y de los
millones de personas que les apoyan en las urnas, es el papa Francisco. Ya se
ha anunciado que, cuando en septiembre se dirija en persona al pleno del
Congreso, cientos de miles de norteamericanos van a acompañarle desde las
plazas, las calles y los lugares de culto con las velas de su conciencia
encendidas. Será un momento para recordar. Quiero pensar que el gran Stefan
Zweig lo incluiría entre sus momentos estelares de la humanidad.
Texto completo de la catequesis del Papa del 26 de agosto
Francisco indica que un corazón
lleno de amor a Dios sabe transformar en oración un pensamiento sin palabras
Ciudad del
Vaticano, 26 de agosto de 2015 (ZENIT.org)
En la audiencia de este miércoles 26 de agosto el
papa Francisco invitó a reflexionar sobre la oración en familia. Recordó
que el espíritu de la oración se fundamenta en el gran mandamiento: «amaras al
Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas» y
que la oración se alimenta del afecto por Dios. Al punto que un corazón lleno
de amor a Dios sabe transformar en oración un pensamiento sin palabras, una
invocación delante de una imagen sagrada, o un beso hacia la iglesia.
A pesar de lo complicado que es el tiempo en la
familia, siempre ocupado, con mil cosas que hacer, precisó que la oración nos
permite encontrar la paz para las cosas necesarias, y descubrir el gozo de los
dones inesperados del Señor, la belleza de la fiesta y la serenidad del
trabajo.
Publicamos a
continuación la catequesis del Santo Padre:
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Después de haber
reflexionado sobre cómo la familia vive los tiempos de la fiesta y del trabajo,
consideramos ahora el tiempo de la oración. La queja más frecuente de los
cristianos tiene que ver precisamente con el tiempo: “Debería rezar más…;
quisiera hacerlo, pero a menudo me falta tiempo”. Escuchamos esto
continuamente. El disgusto es sincero, ciertamente, porque el corazón humano
busca siempre la oración, incluso sin saberlo; y no tiene paz si no la encuentra.
Pero para que se encuentre, es necesario cultivar en el corazón un amor
“cálido” por Dios, un amor afectivo.
Podemos hacernos
una pregunta muy simple. Está bien creer en Dios con todo el corazón, está bien
esperar que nos ayude en las dificultades, está bien sentir el deber de
agradecerle. Todo bien. Pero, ¿lo queremos algo también al Señor? ¿El
pensamiento de Dios nos conmueve, nos asombra, nos enternece?
Pensemos a la
formulación del gran mandamiento, que sostiene a todos los demás: “Amarás al
Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu”.
La fórmula usa el lenguaje intenso del amor, derramándolo sobre Dios. Entonces,
el espíritu de oración vive principalmente aquí. Y si vive aquí, vive todo el
tiempo y no se va nunca. ¿Podemos pensar en Dios como la caricia que nos
mantiene con vida, antes de la cual no hay nada? ¿Una caricia de la cual nada,
ni siguiera la muerte, nos puede separar? ¿O lo pensamos solo como el gran Ser,
el Todopoderoso que ha creado todas las cosas, el Juez que controla cada
acción? Todo es verdad, naturalmente.
Pero solo cuando
Dios es el afecto de todos nuestros afectos, el significado de estas palabras
se hace pleno. Entonces nos sentimos felices, y también un poco confundidos,
porque Él piensa en nosotros ¡y sobretodo nos ama! ¿No es impresionante esto?
¿No es impresionante que Dios nos acaricie con amor de padre? Es muy hermoso,
muy hermoso. Podía simplemente darse a conocer como el Ser supremo, dar sus
mandamientos y esperar los resultados. En cambio Dios ha hecho y hace
infinitamente más que eso. Nos acompaña en elcamino de la vida, nos protege,
nos ama.
Si el afecto por
Dios no enciende el fuego, el espíritu de la oración no calienta el tiempo.
Podemos también multiplicar nuestras palabras, “como hacen los paganos”, decía
Jesús; o también mostrar nuestros ritos, “como hacen los fariseos”. Un corazón
habitado por el amor a Dios convierte en oración incluso un pensamiento sin
palabras, o una invocación delante de una imagen sagrada, o un beso enviado
hacia la iglesia.
Es hermoso cuando
las madres enseñan a los hijos pequeños a mandar un beso a Jesús o a la Virgen.
¡Cuánta ternura hay en eso! En aquel momento el corazón de los niños se
transforma en lugar de oración. Y es un don del Espíritu Santo. ¡No olvidemos
nunca pedir este don para cada uno de nosotros! El Espíritu de Dios tiene su
modo especial de decir en nuestros corazones “Abbà”, “Padre”, nos enseña a
decir padre precisamente como lo decía Jesús, un modo que no podremos nunca
encontrar solos. Este don del Espíritu es en familia donde se aprende a pedirlo
y a apreciarlo. Si lo aprendes con la misma espontaneidad con la que aprendes a
decir “papá” y “mamá”, lo has aprendido para siempre. Cuando esto sucede, el
tiempo de la entera vida familiar viene envuelto en el vientre del amor de
Dios, y busca espontáneamente el tiempo de la oración.
El tiempo de la
familia, lo sabemos bien, es un tiempo complicado y concurrido, ocupado y
preocupado. Siempre es poco, no basta nunca. Siempre hay tantas cosas que
hacer. Quien tiene una familia aprende pronto a resolver una ecuación que ni
siquiera los grandes matemáticos saben resolver: ¡dentro de las veinticuatro
horas consigue que haya el doble! Es así ¿eh? ¡Existen mamás y papás que
podrían ganar el Nobel por esto! ¿eh? ¡De 24 horas hacen 48! No sé cómo lo
hacen, pero se mueven y hacen. Hay tanto trabajo en la familia. El espíritu de
la oración restituye el tiempo a Dios, sale de la obsesión de una vida a la que
le falta siempre el tiempo, reencuentra la paz de las cosas necesarias y
descubre la alegría de los dones inesperados. Unas buenas guías para esto son
las dos hermanas Marta y María, de quienes habla el Evangelio que hemos
escuchado; ellas aprendieron de Dios la armonía de los ritmos familiares: la
belleza de la fiesta, la serenidad del trabajo, el espíritu de oración. La
visita de Jesús, a quien querían mucho, era su fiesta. Un día, sin embargo,
Marta aprendió que el trabajo de la hospitalidad, si bien es importante, no lo
es todo, sino que escuchar al Señor, como hacía María, era la cosa
verdaderamente esencial, la “parte mejor” del tiempo.
Que la oración
brote de la escucha de Jesús, de la lectura del Evangelio, no olviden... cada
día leer un pasaje del Evangelio. La oración brote de la confianza con la
Palabra de Dios. ¿Hay esta confianza en nuestra familia? ¿Tenemos en casa el
Evangelio? ¿Lo abrimos alguna vez para leerlo juntos? ¿Lo meditamos rezando el
Rosario? El Evangelio leído y meditado en familia es como un pan bueno que
nutre el corazón de todos. Y por la mañana y por la noche, y cuando nos
sentamos en la mesa, aprendamos a decir juntos una oración, con mucha
sencillez: es Jesús el que viene entre nosotros, como iba en la familia de
Marta, María y Lázaro.
Una cosa que tengo
en el corazón, que he visto en las ciudades... ¡Hay niños que no han aprendido
a hacer la señal de la cruz! Tú, mamá, papá, enseña a tu niño a rezar, a
hacer la señal de la cruz. Esta es una tarea hermosa de las mamás y de los papás.
En la oración de
la familia, en sus momentos fuertes y en sus pasos difíciles, somos confiados
los unos a los otros, para que cada uno de nosotros en la familia sea
custodiado por el amor de Dios. Gracias.
27.08.15
El
Papa conversa con un sacerdote de Iraq que acoge a refugiados
El párroco caldeo
aseguró que “la Iglesia caldea hoy está viva, incluso es
más fuerte y unida debido a la terrible prueba que está sufriendo”
Ciudad del
Vaticano, 27 de agosto de 2015 (ZENIT.org)
El santo padre Francisco tuvo un conmovedor encuentro
con el sacerdote iraquí Samir Yousif, después de la audiencia de este
miércoles. Lo informa hoy el cotidiano de la Santa Sede, L'Osservatore Romano,
precisando que el sacerdote caledo empeñado pastoralmente en Kurdistán se
acercó al Pontífice mostrándole dos álbum de fotos que documentan la
'catástrofe apocalíptica' que está sufriendo su patria.
Párroco de Amadiyak, colindante con Turquía, el padre
Samir le contó al Papa que vio “escenas de dolor y desesperación inimaginables,
como a personas muertas en medio de la calle”.
En su comunidad, prosiguió el sacerdote, llegan
prófugos sin vestidos ni documentos, pues están “huyendo de una muerte segura”.
Así “en un momento se borran las raíces cristianas que se remontan al primer
siglo cristiano, porque nosotros en esas regiones no somos ni huéspedes y ni
extranjeros”, añadió.
El párroco iraquí expresó su agradecimiento a todo
aquellos que están asistiendo a los prófugos en su zona, al cardenal Filoni,
prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, así como a
la Cáritas y tantos otros. En particular al Papa por sus intervenciones
dirigidas a la comunidad internacional: “Su voz, esté seguro, es muy escuchada
en todo el mundo árabe”, dijo.
“Cuando Francisco habla sobre la tragedia de los
prófugos, los medios de comunicación le dan amplio espacio y esto nos ayuda a
encontrar finalmente solidaridad y a que no se olviden de nosotros”, añadió.
El padre Samir
afirmó además que “a pesar de todo” no pierde “la esperanza de un futuro de
paz, reconciliación y justicia”. Preciso que entre las personas que acoge hay
también musulmanes. “La locura de las milicias del Estado Islámico es solamente
una violencia ciega y no es posible que puedan vencer”, dijo.
Añadió que en este
momento terrible de prueba, “la Iglesia caldea hoy está viva, incluso es más
fuerte y unida debido a la terrible prueba que está sufriendo”. El padre Samir
espera que “un día no lejano el papa pueda venir a encontrarnos personalmente
en la diócesis de Amadiyak y Zaku de los Caldeos para confirmarnos en la fe y
animarnos a no tener miedo”.
28.08.15
Francisco en el ángelus pide que se ponga fin a la violencia contra los
cristianos
El Santo Padre reza también por los inmigrantes que “perdieron la vida en
sus terribles viajes”
Ciudad del
Vaticano, 30 de agosto de 2015 (ZENIT.org)
El papa Francisco, ante miles de fieles y peregrinos
reunidos en la plaza de San Pedro, rezó este domingo con motivo de la oración
del ángelus, por los cristianos perseguidos y por los inmigrantes víctimas
de los recientes naufragios en el
Mediterráneo y los muertos en un camión abandonado en la autopista
Budapest-Viena.
Precisó que en el Líbano acaba de ser proclamado santo el
obispo siro-católico, Flaviano Miguel Melki, quien murió
durante el genocidio asirio, defendiendo e invitando a los católicos a ser
fieles a su fe.
“Ayer en Harisa, en el Líbano, fue proclamado beato el
obispo siro-católico Flaviano Miguel Melki, mártir”, dijo, quien “en el contexto
de una tremenda presecución contra los cristianos, él fue defensor incansable
de los derechos de su pueblo, exhortando a todos a que permanecieran firmes en
la fe” dijo.
El Santo Padre recordó a este punto que “también hoy
en Oriente Medio y en otras partes del mundo, los cristianos son perseguidos”.
Y expresó su deseo de que “la beatificación de este obispo martir infunda en
ellos consolación, coraje y esperanza”.
“Pero sea también --exhortó el Papa-- un estímulo a
los legisladores y gobernantes para que sea asegurada en todas partes la
libertad religiosa; y a la comunidad internacional le pido que haga algo para
que se ponga fin a las violencias y abusos".
El Pontífice
además recordó que “lamentablemente también en los días pasados, numerosos
inmigrantes han perdido la vida en sus terribles viajes. Para todos estos
hermanos y hermanas, rezo e invito a rezar”.
Y precisó que en
particular “me uno al cardenal Schönborn --que hoy está aquí presente-- y a
toda la Iglesia en Austria, en la oración por las 71 víctimas entre las cuales
4 niños, encontrados en un camión en el autopista Budapest-Viena. Encomendamos
cada una de ellas a la misericordia de Dios, y a Él le pedimos de ayudarnos a
cooperar con eficacia para impedir estos crímenes que ofenden a toda la familia
humana”. Y Añadió: "Recemos en silencio por estos inmigrantes
que sufren y que han perdido la vida".
31.08.15
Francisco: 'En Europa solo puede haber fraternidad si existe una
civilización abierta a Dios'
Carta del Santo Padre al obispo de
Piacenza-Bobbio, Mons. Gianni Ambrosio, con motivo
del XVIII Encuentro Internacional de las Comunidades Columbanas,
en el 1400 aniversario de la muerte de San Columbano
Ciudad del
Vaticano, 31 de agosto de 2015 (ZENIT.org)
“En el corazón de Europa puede haber fraternidad entre
los pueblos solo si existe una civilización abierta a Dios”, ha escrito el papa
Francisco en una carta dirigida este
domingo al obispo de Piacenza-Bobbio, Mons. Gianni Ambrosio, con motivo del
XVIII Encuentro Internacional de las Comunidades Columbanas, en el 1400
aniversario de la muerte de San Columbano.
En la misiva, firmada por el secretario de Estado, el
cardenal Pietro Parolin, el Pontífice destaca la visión que siempre ha tenido
San Columbano de una Iglesia comprometida en “la tarea de todos los cristianos
de colaborar para que los diferentes pueblos del continente vivan en paz y
unidad”.
“Su vida de oración, de ascesis y de estudio” no lo
alejaron o lo distrajeron de los “aspectos religiosos y políticos de la época,
en los cuales incluso ha intervenido varias veces, con posiciones firmes,
evocando la figura severa de san Juan Bautista”, recuerda el Santo Padre.
El texto, difundido hoy por la Sala de Prensa de la
Santa Sede, también resalta la capacidad del abad de origen irlandés para
viajar por todo el Viejo Continente evangelizando, después de haber vivido
durante treinta años en un monasterio. “Se convierte en un peregrino”, explica,
con el objetivo de “hacer redescubrir la luz del Evangelio en algunas regiones
europeas ya descristianizadas después de las invasiones de los pueblos del
noreste”.
San Columbano, asegura el Obispo de Roma, puede ser
considerado uno de los “padres de Europa” y de su cristianización. “Su gran
cultura, su energía espiritual y su estilo moral nos muestran claramente donde
acudir para que en nuestro tiempo tal civilización puede renacer en el
continente europeo”, concluye el mensaje papal.
01.09.15
San Pablo, indica Francisco, afirma que el 'día del Señor' llegará de repente 'como un ladrón', y añade que Jesús traerá la salvación a quien cree en Él. Y concluye invitando a darse confort mutuamente y ayudarse los unos a los otros. Y es justamente este confortarse, indica el Papa, “que da esperanza”.
En el salmo responsorial, añade Francisco, “Hemos repetido: 'Tengo la certeza de contemplar la bondad del Señor en la tierra de los vivientes'. ¿Pero tú tienes esa certeza de contemplar al Señor?”. El ejemplo que debemos imitar es el de Job, que a pesar de sus males afirmaba: 'Yo sé que Dios está vivo y yo lo veré, y lo veré con estos ojos'.
En
Santa Marta: 'Confortarse mutuamente aguardando a Cristo'
El papa Francisco indica que no son los
chismorreos ni las superficialidades, lo que nos da una fe más fuerte
que la duda y tan firme que nos dé alegría cada día
Ciudad del
Vaticano, 01 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
La esperanza en el encuentro final con Cristo se
refuerza entre los cristianos gracias al confortarse mutuo hecho con
“buenas palabras y buenas obras” y no de “chismorreos” inútiles.
Lo ha afirmado el papa Francisco en la homilía de este
martes en la capilla de la residencia Santa Marta, la primera misa
pública después de la pausa del verano europeo.
Una fe segura en el encuentro final con Cristo que sea
más fuerte que la duda y tan firme que cada día nos dé alegría, no se
apoya en palabreríos y superficialidades, sino en el consolarse y
animarse mutuamente en Jesús.
El Santo Padre evalúa el comportamiento de la antigua
comunidad de Tesalónica que emerge del versículo de san Pablo propuesto en
la liturgia de hoy. Explica que era una comunidad 'inquieta', que interrogaba y
preguntaba al apóstol el 'cómo' y el 'cuándo' del regreso de Cristo, y qué futuro
le esperaba a los muertos. Una comunidad a la cual fue necesario decirle:
'Quien no trabaja ni siquiera coma'.
Las habladurías no consuelan ni dan coraje
San Pablo, indica Francisco, afirma que el 'día del Señor' llegará de repente 'como un ladrón', y añade que Jesús traerá la salvación a quien cree en Él. Y concluye invitando a darse confort mutuamente y ayudarse los unos a los otros. Y es justamente este confortarse, indica el Papa, “que da esperanza”.
A continuación el
Pontífice se interrogó: “¿Nosotros hablamos de ésto, que el Señor vendrá y
que lo encontraremos? ¿O hablamos de tantas cosas, mismo teológicas, de
cosas de la Iglesia, de curas, de monjas, de monseñores y de todo esto? ¿Y esta
esperanza nos conforta?
'Darse confort
mutuamente', en comunidad, en nuestras parróquias, ¿hablamos recordando que
estamos esperando al Señor que viene? ¿O hablamos de eso, de aquello, de
aquella, para pasar el tiempo y no aburrirnos?
El Juicio y
el abrazo
En el salmo responsorial, añade Francisco, “Hemos repetido: 'Tengo la certeza de contemplar la bondad del Señor en la tierra de los vivientes'. ¿Pero tú tienes esa certeza de contemplar al Señor?”. El ejemplo que debemos imitar es el de Job, que a pesar de sus males afirmaba: 'Yo sé que Dios está vivo y yo lo veré, y lo veré con estos ojos'.
“Es verdad, Él
vendrá a juzgarnos y cuando vamos a la Capilla Sixtina y vemos esta bella
escena del Juicio Final, sepamos que es verdad. Y pensemos también que Él
vendrá a encontrarme para que yo lo vea con estos ojos, lo abrace y esté
siempre con Él. Esta es la esperanza que el apóstol Pedro nos indica que
debemos explicar con nuestra vida a los otros, dar testimonio de la esperanza.
Esto es en verdad confortarse, esta es la verdadera certeza: “estoy seguro de
contemplar la bondad del Señor”.
02.09.15
Francisco
en la audiencia pide oponerse a la desertificación de las familias
El Santo Padre recordó que la
institución familiar es la mejor imagen de nuestra relación con Dios
Ciudad del
Vaticano, 02 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
El papa Francisco en esta nueva audiencia general del
míércoles realizada en la Plaza de San Pedro, ingresó en el Jeep blanco entre
los pasillos para saludar a la gente, que aplaudía y voceaba ¡Viva
Francisco! El clima caluroso y nublado contrastaba con el color de las
banderas, sombreros, y especialmente con la alegría de los fieles y peregrinos
que allí se encontraban.
Se trata de la catequesis 25 del ciclo abierto el 10
de diciembre pasado, y la segunda audiencia después de la pausa del verano
europeo, encuentros durante los cuales la familia y los temas relacionados con
ella estuvieron en el centro. Hoy habló sobre la transmisión de la fe gracias a
la familia, tema que será central en el próximo Sínodo sobre la
Familia que se realizará el mes próximo y cuyo debate inició con el Sínodo
Extraordinario de 2014.
El Papa recordó el primado de Dios sobre los afectos
familiares y al mismo tiempo que el amor de Dios no encuentra un paragón
más significativo que en estos afectos existentes en la familia. Y que el
cariño no se compra ni se vende y es el mejor patrimonio del genio
familiar. Precisó que el timón de la Historia está en las manos de la alianza
entre el hombre y la mujer, e invitó a oponerse a la desertificación
comunitaria en las ciudades modernas.
En sus
palabras en español el Santo Padre dijo:
“Queridos hermanos y hermanas: Hoy abordamos el
tema de la familia como transmisora de la fe.
Tanto en sus
palabras como en sus signos, el Señor pone con frecuencia los lazos familiares
como ejemplo de nuestra relación con Dios. La sabiduría encerrada en esos
afectos familiares, que ni se compran ni se venden, es el mejor legado del
espíritu familiar y Dios se revela - quiere revelarse! - a través de este
lenguaje.
Por otro lado,
la fe y el amor de Dios purifican los afectos familiares del egoísmo y los
protegen del degrado. Los abre a un nuevo horizonte que nos hace capaces de ver
más allá, de ver a todos los hombres como una sola familia. De ese modo, quien
hace la voluntad de Dios y vive en su amor, es capaz de ver a Jesús en el otro
y de ser para él un verdadero hermano.
Queridos
hermanos, llevar este estilo familiar a todas las relaciones humanas nos hará
capaces de cosas impensables, sería una bendición para todos los pueblos y un
signo de esperanza sobre la tierra. Se da ahí una comunicación del misterio de
Dios más profunda e incisiva que mil tratados de teología”.
Y concluyó:
“Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los
grupos provenientes de España y Latinoamérica. Que el Señor nos ayude a que las
familias sean fermento evangelizador de la sociedad, ese vino bueno que lleve
la alegría del Evangelio a todas las gentes. Muchas gracias”.
Al concluir la
audiencia y antes de los saludos a muchos presentes que se encontraban en la
explanada de la basílica de San Pedro, el Papa bendijo los objetos religiosos
llevados por los peregrinos, como rosarios, estampas y otros
03.09.15
En Santa Marta: 'Reconocernos pecadores nos abre al encuentro con Jesús'
El Papa explica que la
autosuficiencia nos cierra. Es necesario una doble confesión: “'Tu eres el hijo
de Dios y yo soy un pecador', pero no en teoría, sino por esto, por esto y por
esto...”.
Ciudad del
Vaticano, 03 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
En la medida que nos reconocemos pecadores, nos
abrimos al asombro del encuentro con Jesús. Lo indicó el santo padre Francisco
en la misa de este jueves por la mañana celebrada en la residencia Santa Marta.
El evangelio de hoy narra como Pedro confía en el
Señor y tira las redes obteniendo una pesca milagrosa, tras una noche de
trabajo en vano. El Papa, al comentar el pasaje, dijo que la fe es un
encuentro con Jesús y confió a los presentes que le gusta
pensar: “Jesús pasaba la mayor parte de su tiempo en las calles, con la
gente, y al anochecer se retiraba solo a rezar”.
Hay dos modos de encontrar al Señor: el primero es el
de Pedro, los apóstoles y el pueblo. “El evangelio usa la misma palabra
sobre esta gente, sobre el pueblo, los apóstoles, y Pedro: se quedaron
asombrados”. Y el pueblo “sentía este estupor y decía: Él habla con autoridad.
Nunca un hombre ha hablado así”.
En cambio entre los que encontraban a Jesús había otro
grupo que no dejaba entrar en sus corazones al asombro. Los doctores de la
Ley hacían sus cálculos, tomaban distancia y decían; 'es inteligente, dice
cosas verdaderas, pero a nosotros no nos conviene'.
Los mismos
demonios --observó el Pontífice-- confesaban que Jesús era el 'Hijo de Dios',
pero como los doctores de la Ley y los malos fariseos “no tenían la capacidad
de asombrarse, estaban cerrados en su autosuficiencia, en su soberbia. Pedro
reconoce que Jesús es el Mesías, pero confiesa que es un pecador”. Los demonios
“llegan a decir la verdad sobre él”. Mientras que los doctores de la Ley si
bien dicen “es inteligente, es un rabino capaz, hace milagros”, no dicen “somos
soberbios, somos autosuficientes, somos pecadores”. La incapacidad de
reconocerse pecadores nos aleja de la verdadera confesión de Jesucristo.
Es fácil
decir que Jesús es el Señor, difícil en cambio reconocerse pecadores
Es la diferencia entre la humildad del publicano que se reconoce pecador y la soberbia del fariseo que habla bien de sí mismo:
Es la diferencia entre la humildad del publicano que se reconoce pecador y la soberbia del fariseo que habla bien de sí mismo:
“Esta capacidad de
decir que somos pecadores nos abre al estupor que nos lleva a
encontrar verdaderamente a Jesucristo. También en nuestras parroquias, en
la sociedad, entre las personas consagradas: ¿Cuántas son las personas capaces
de decir que Jesús es el Señor?, muchas. Pero es difícil decir: 'Soy un pecador,
soy una pecadora'. Es más fácil decirlo de los otros, ¿verdad? Cuando se dicen
los chismes... Todos somos doctores en ésto, ¿verdad?”
Para llegar a un
verdadero encuentro con Jesús es necesaria una doble confesión: “'Tu eres el
hijo de Dios y yo soy un pecador', pero no en teoría, sino por esto, por esto y
por esto...”.
Pedro
--indicó el Santo Padre-- después se olvida del estupor del encuentro
y lo reniega. Pero porque “es humilde se deja encontrar por el Señor, y
cuando sus miradas se encuentran él llora, vuelve a la confesión: 'Soy
pecador'”.
Y el Papa
concluyó: “El Señor nos de la gracia de encontrarlo y también de dejarnos que
Él nos encuentre. Nos de la gracia hermosa de este estupor del encuentro”.
04.09.15
Francisco en Sta. Marta: 'Es mejor morderse la lengua que hablar mal de
otro"
El Santo padre en su homilía
cotidiana recuerda que Jesús pacificaba. En cambio la división y
zizaña es obra del diablo
Ciudad del
Vaticano, 04 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
Jesús pacificaba y reconciliaba, en cambio en la
actualidad en la Iglesia existe el peligro de sembrar divisiones y poner
zizaña. Lo indicó este viernes el papa Francisco en su homilía de la misa
cotidiana que celebra en la Residencia Santa Marta.
Refiriéndose a la carta a los Colosenses, san Pablo
muestra el documento de identidad de Jesús: “El Padre lo ha enviado para
'reconciliar y pacificar' a la humanidad con Dios después del pecado".
“La paz es obra de Jesús” dijo el Papa, de su
“abajarse para obedecer hasta la muerte y muerte de cruz”. “Y cuando
hablamos --prosiguió el Santo Padre-- de paz o de reconciliación, pequeñas
paces, pequeñas reconciliaciones, tenemos que pensar a la gran paz y a la gran
reconciliación que ha hecho Jesús”.
Nuestra tarea, indicó, en medio a las noticias de
guerra, de odio y también sobre las familias es “ser hombres y mujeres de paz,
hombres y mujeres de reconciliación”. Y es bueno que nos preguntemos,
indicó Fancisco: “¿Siembro yo la paz?, por ejemplo con mi lengua siembro paz o
zizania?
Cuantas veces hemos oído decir de una persona: 'Ese
tiene una lengua de serpiente', porque hace como la serpiente con Adán y
Eva, ha destruido la paz. Y esto es un mal, una enfermedad en nuestra
Iglesia: sembrar la división, el odio, y no la paz. Y todos los días deberíamos
hacernos esta pregunta: ¿Yo hoy he sembrado paz o zizaña. Quien lleva la
paz es santo y quien la discordia terrorista.
Los cristianos por
lo tanto están llamadas a ser como Jesús, que “vino entre nosotros para
pacificar, para reconciliar”.
Y consideró que
“si una persona durante su vida no hace otra cosa que reconciliar y pacificar
se la puede canonizar, esa persona es santa. Pero debemos crecer en ésto,
convertirnos: nunca una palabra que sea para dividir, nunca una palabra que
traiga guerra o pequeñas guerras, nunca las habladurías”.
Y sobre los
chismes o chismorreos el Santo Padre quiso precisar: “Y si yo pienso: ¿Qué son
los chismes? No, nada, solo decir una palabrita contra el otro o contar una
histora”. Entonces subrayó: “No, las habladurías son terrorismo, porque
quien chismorrea hace como un terrorista que tira una bomba y se va. Destruye,
con la lengua destruye y no trae la paz. Pero es astuto, porque no es un
terrorista suicida, no, no, él se protege bien”.
Así, el Papa hizo
una invitación: Cada vez que les venga ganas de decir algo que siembra
zizaña, prosiguió Francisco, “muérdanse la lengua”. Y les aseguro que si hacen
este ejercicio de morderse la lengua en vez de sembrar zizaña, “los primeros tiempos
sentirán que se les hinchará la lengua”. E invitó a no olvidarse que
“el diablo tiene como oficio, dividir”.
La oración final
propuesta por el Pontífice fue: “Señor, tu que nos has dado la vida dadme la
gracia de pacificar, de reconciliar. Tu has derramado tu sangre, que no me
importe si se me hincha la lengua cuando la muerda antes de hablar mal de
otro”.
05.09.15
El Papa a la UCA: 'La teología se debe hacer de rodillas'
El Santo Padre envía un vídeo
mensaje a la Universidad Católica de Argentina con motivo de los 100 años de la
Facultad de Teología
Ciudad del
Vaticano, 05 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
El papa Francisco envió este jueves por la tarde un vídeo mensaje a los
participantes en el Congreso Internacional de Teología que tuvo lugar en la
Universidad Católica de Argentina (UCA) del 1 al 3 de septiembre.
“Hay una sola forma de hacer teología: de rodillas. No
es solamente un acto piadoso de oración para luego pensar la teología. Se trata
de una realidad dinámica entre pensamiento y oración”, dijo el Santo
Padre con motivo de los 100 años de la Facultad de Teología de la UCA.
“Una teología de rodillas es animarse a pensar rezando y rezar pensando. (…) Es
santidad de pensamiento y lucidez orante”, añadió el Pontífice.
“No tengamos miedo de ponernos de rodillas en el altar
de la reflexión y hacerlo con ‘los gozos y las alegrías, las tristezas y las
angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de todos
los afligidos’ ante la mirada de Aquel que hace nueva todas las cosas”, subrayó
el Papa.
“Las preguntas de nuestro pueblo, sus angustias,
sus peleas, sus sueños, sus luchas, sus preocupaciones poseen valor
hermenéutico que no podemos ignorar si queremos tomar en serio el principio de
encarnación. Sus preguntas nos ayudan a preguntarnos, sus cuestionamientos nos
cuestionan. Todo esto nos ayuda a profundizar en el misterio de la Palabra de
Dios, Palabra que exige y pide dialogar, entrar en comunicación. De ahí que no
podemos ignorar a nuestra gente a la hora de realizar teología”, concluyó
Francisco.
A continuación publicamos el texto íntegro:
Me alegra poder
comunicarme con ustedes en este acontecimiento tan importante para nuestra
Iglesia en Argentina. Gracias por darme esta oportunidad de unirme en esta
acción de gracias al celebrar los 100 años de la Facultad de Teología de la UCA
vinculándolos con los 50 años del Concilio Vaticano II.
Ustedes estuvieron
reunidos tres días haciendo de esta fiesta una oportunidad para hacer memoria,
para recuperar la memoria del paso de Dios por nuestra vida eclesial y hacer de
este paso un motivo de agradecimiento. La memoria nos permite recordar de dónde
venimos y, de esta manera, nos unimos a tantos que fueron tejiendo esta
historia, esta vida eclesial en sus múltiples avatares, y vaya que no han sido
pocos. Memoria que nos mueve a descubrir, en medio del caminar, que el Pueblo
fiel de Dios no ha estado solo. Este pueblo en camino, ha contado siempre con
el Espíritu que lo guiaba, sostenía, impulsaba desde dentro de sí mismo y desde
fuera. Esta memoria agradecida que hoy se vuelve reflexión, anima nuestro
corazón. Vuelve a encender nuestra esperanza para provocar hoy la pregunta, que
nuestros padres se hicieron ayer: ¿Iglesia que dices de ti misma?
No celebramos y
reflexionamos dos acontecimientos menores, sino, estamos frente a dos momentos
de fuerte conciencia eclesial. Los años de la Facultad de Teología es celebrar
el proceso de maduración de una Iglesia particular. Es celebrar la vida, la
historia, la fe del Pueblo de Dios que camina en esa tierra y que ha buscado
"entenderse" y "decirse" desde las propias coordenadas. Es
celebrar los 100 años de una fe que intenta reflexionar de cara a las peculiaridades
del Pueblo de Dios que vive, cree, espera y ama en suelo argentino. Una fe que
busca enraizarse, encarnarse, representarse, interpretarse de cara a la vida de
su pueblo y no al margen.
Me parece de gran
importancia y lúcida acentuación unir este acontecimiento con los 50 años de la
Clausura del Vaticano II. No existe una Iglesia particular aislada, que pueda
decirse sola, como pretendiendo ser dueña y única interprete de la realidad y
de la acción del Espíritu. No existe una comunidad que tenga el monopolio de la
interpretación o de la inculturación. Como por el contrario, no existe una
Iglesia Universal que dé la espalda, ignore, se desentienda de la realidad
local. La catolicidad exige, pide esa polaridad tensional entre lo particular y
lo universal, entre lo uno y lo múltiple, entre lo simple y lo complejo.
Aniquilar esta tensión va contra la vida del Espíritu. Todo intento, toda
búsqueda de reducir la comunicación, de romper la relación entre la Tradición
recibida y la realidad concreta, pone en riesgo la fe del Pueblo de Dios.
Considerar insignificante una de las dos instancias es meternos en un laberinto
que no será portador de vida para nuestra gente. Romper esta comunicación nos
llevará fácilmente a hacer de nuestra mirada, de nuestra teología una
ideología. Por lo que me alegra que celebrar los 100 años de la Facultad de
Teología vaya de la mano de la celebración de los 50 años del Concilio. Lo
local y lo universal se encuentran para nutrirse, para estimularse en el
carácter profético de la cual es portadora toda Facultad de Teología.
Recordemos las palabras del Papa Juan a un mes de comenzar el Concilio:
Por primera
vez en la historia los padres del Concilio pertenecerán realmente a todos los
pueblos y naciones, y cada uno de ellos aportará la contribución de su
inteligencia y de su experiencia para curar y sanar las cicatrices de los dos
grandes conflictos que han cambiado profundamente la faz de todas las naciones Y luego, subraya que uno de los principales
aportes de los países en vías de desarrollo en este contexto universal seria la
visión de Iglesia que ellos traen; y continúa así: "la Iglesia se
presenta como es y cómo quiere ser, como Iglesia de todos, en particular como
la Iglesia de los pobres" (Juan XXIII,
Discorsi-Messaggi-Colloqui del Santo Padre Giovanni XXIII, AAS 54 (1962)
520-528).
Hay una imagen
propuesta por Benedicto XVI que me gusta mucho. Refiriéndose a la Tradición de
la Iglesia afirma que "no es una transmisión de cosas o de las
palabras, una colección de cosas muertas (sino) es el río vivo que se remonta a
los orígenes, el río en el que los orígenes están siempre presentes" (Benedetto
XVI, Audiencia General 26.04.2006). Este río va regando diversas tierras, va
alimentando diversas geografías, haciendo germinar lo mejor de esa tierra, lo
mejor de esa cultura. De esta manera, el Evangelio se sigue encarnando en todos
los rincones del mundo de manera siempre nueva (cfr. EG 115).
Y esto nos lleva a
reflexionar que no se es cristiano de la misma manera en la Argentina de hoy
que en la Argentina de hace 100 años. No se es cristiano de la misma manera en
la India, en Canadá, que en Roma. Por lo que una de las principales tareas del
teólogo es discernir, reflexionar: ¿qué significa ser cristiano hoy? "en
el aquí y ahora"; ¿Cómo ese río de los orígenes logra regar hoy estas
tierras y hacerse visible y vivible? ¿Cómo hacer viva la prieta expresión de
San Vicente de Lerins, "ut annis consolidétur, dilatetur tempore,
sublimétur aetate?" (San Vicente de Lerins, Commonitório primo,
cap. XXIII)?
En esta Argentina,
de cara a los múltiples desafíos y situaciones que nos presenta la
multidiversidad existente, la interculturalidad y los efectos de una
globalización uniformante que relativiza la dignidad de las personas
volviéndola un bien de cambio. En esta Argentina, se nos pide repensar cómo el
cristianismo se hace carne; cómo el río vivo del Evangelio continúa haciéndose
presente para saciar la sed de nuestro pueblo.
Y para encarar
este desafío, hemos de superar dos posibles tentaciones: condenarlo todo.
Acuñando la ya conocida frase "todo pasado fue mejor" refugiándonos
en conservadurismos o fundamentalismos; o por el contrario, consagrarlo todo,
desautorizando todo lo que no tenga "sabor a novedad", relativizando
toda la sabiduría acuñada por el rico patrimonio eclesial.
Para superar estas
tentaciones, el camino es la reflexión, el discernimiento, tomar muy en serio la
Tradición Eclesial y muy en serio la realidad, poniéndolas a dialogar.
En este contexto
pienso que el estudio de la teología adquiere un valor de suma importancia. Un
servicio insustituible en la vida eclesial.
No son pocas las
veces que se genera una oposición entre teología y pastoral, como si fuesen dos
realidades opuestas, separadas, que nada tuvieran que ver una con la otra. No
son pocas las veces que identificamos lo doctrinal con conservador, retrogrado;
y por el contrario, pensamos la pastoral desde la adaptación, reducción,
acomodación. Como si nada tuviesen que ver entre sí. Se genera de este modo una
falsa oposición entre los así llamados "pastoralistas" y
"academicistas", los que están al lado del pueblo y los que están al
lado de la doctrina. Se genera una falsa oposición entre la teología y la
pastoral; entre la reflexión creyente y la vida creyente; la vida, entonces, no
tiene espacio para la reflexión y la reflexión no encuentra espacio en la vida.
Los grandes padres de la Iglesia: Ireneo, Agustín, Basilio, Ambrosio, por
nombrar algunos, fueron grandes teólogos porque fueron grandes pastores.
Buscar superar
este divorcio entre teología y pastoral, entre fe y vida, ha sido precisamente
uno de los principales aportes del Concilio Vaticano II. Me animo a decir que
ha revolucionado en cierta medida el estatuto de la teología, la manera de
hacer y del pensar creyente.
No puedo olvidar
la palabras de Juan XXIII en el discurso de apertura del Concilio cuando
decía: Una cosa es la substancia de la antigua doctrina, del
«depositum fidei», y otra la manera de formular su expresión.
Debemos tomarnos
el trabajo, el arduo trabajo de distinguir, el mensaje de Vida de su forma de
transmisión, de sus elementos culturales en los que en un tiempo fue
codificado. Una teología, responde a los interrogantes de un tiempo y
nunca lo hace de otra manera que en los mismos términos, ya que son los que
viven y hablan los hombres de una sociedad (M. de Certeau, La
debilidad del creer, 51).
No hacer este
ejercicio de discernimiento lleva sí o sí a traicionar el contenido del
mensaje. Hace que la Buena Nueva deje de ser nueva y especialmente buena,
volviéndose una palabra estéril, vacía de toda su fuerza creadora, sanadora, resucitadora,
poniendo así en peligro la fe de las personas de nuestro tiempo. La falta de
este ejercicio teológico eclesial es una mutilación de la misión que estamos
invitados a realizar. La doctrina, no es un sistema cerrado, privada de
dinámicas capaces de generar interrogantes, dudas, cuestionamientos. Por el
contrario, la doctrina cristiana tiene rostro, tiene cuerpo, tiene carne, se
llama Jesucristo y es su Vida la que es ofrecida de generación en generación a
todos los hombres y en todos los rincones. Custodiar la doctrina exige
fidelidad a lo recibido y - a la vez - tener en cuenta al interlocutor, su
destinatario, conocerlo y amarlo.
Este encuentro
entre doctrina y pastoral no es opcional, es constitutivo de una teología que
pretenda ser eclesial.
Las preguntas de
nuestro pueblo, sus angustias, sus peleas, sus sueños, sus luchas, sus
preocupaciones poseen valor hermenéutico que no podemos ignorar si queremos
tomar en serio el principio de encarnación. Sus preguntas nos ayudan a
preguntarnos, sus cuestionamientos nos cuestionan. Todo esto nos ayuda a
profundizar en el misterio de la Palabra de Dios, Palabra que exige y pide
dialogar, entrar en comunicación. De ahí que no podemos ignorar a nuestra gente
a la hora de realizar teología. Nuestro Dios ha elegido este camino. Él se ha
encarnado en este mundo, atravesado por conflictos, injusticias, violencias;
atravesado por esperanzas y sueños. Por lo que, no nos queda otro lugar para
buscarlo que este mundo concreto, esta Argentina concreta, en sus calles, en
sus barrios, en su gente. Ahí Él ya está salvando.
Nuestras
formulaciones de fe, han nacido en el diálogo, en el encuentro, en la
confrontación, en el contacto con las diversas culturas, comunidades, naciones,
situaciones que pedían una mayor reflexión de frente a lo no explicitado antes.
De ahí que los acontecimientos pastorales tienen un valor relevante. Y nuestras
formulaciones de fe son expresión de una vida vivida y reflexionada
eclesialmente.
En cristiano algo
se vuelve sospechoso cuando deja de admitir la necesidad de ser criticado por
otros interlocutores. Las personas y sus distintas conflictividades, las
periferias, no son opcionales, sino necesarias para una mayor comprensión de la
fe. Por eso es importante preguntar, ¿para quién estamos pensando cuando
hacemos teología? ¿A qué personas tenemos delante? Sin ese encuentro, con la
familia, con el Pueblo de Dios, es cuando la teología corre el gran riesgo de
volverse ideología. No nos olvidemos, el Espíritu Santo en el pueblo orante es
el sujeto de la teología. Una teología que no nazca en su seno, tiene ese
tufillo de una propuesta que puede ser bella, pero no real.
Esto nos revela lo
desafiante de la vocación del teólogo. Lo estimulante que es el estudio de la
teología y la gran responsabilidad que se tiene al hacerlo. Al respecto me
permito explicitar tres rasgos de la identidad del teólogo:
1. El
teólogo es en primera instancia un hijo de su pueblo. No
puede y no quiere desentenderse de los suyos. Conoce su gente, su lengua, sus
raíces, sus historias, su tradición. Es el hombre que aprende a valorar lo
recibido, como signo de la presencia de Dios ya que sabe que la fe no le
pertenece. La recibió gratuitamente de la Tradición de la Iglesia, gracias al
testimonio, la catequesis y la generosidad de tantos. Esto lo lleva a reconocer
que el Pueblo creyente en el que ha nacido, tiene un sentido teológico que no
puede ignorar. Se sabe "injerto" en una conciencia eclesial y bucea
en esas aguas.
2. El
teólogo es un creyente. El teólogo es alguien que ha hecho experiencia de
Jesucristo, y descubrió que sin Él ya no puede vivir. Sabe que Dios se hace
presente, como palabra, como silencio, como herida, como sanación, como muerte
y como resurrección. El teólogo es aquel que sabe que su vida está marcada por
esa huella, esa marca, que ha dejado abierta su sed, su ansiedad, su
curiosidad, su vivir. El teólogo es aquel que sabe que no puede vivir sin el
objeto/sujeto de su amor y consagra su vida para poder compartirlo con sus
hermanos. No es teólogo quien no pueda decir: "no puedo vivir sin
Cristo" y por lo tanto, quien no quiera, intente desarrollar en sí mismo
los mismos sentimientos del Hijo.
3. El
teólogo es un profeta. Uno de los grandes desafíos planteados en el mundo
contemporáneo no es solo la facilidad con que se puede prescindir de Dios. Sino
que socialmente se ha dado un paso más. La crisis actual se centra en la
incapacidad que tienen las personas de creer en cualquier cosa más allá de sí
mismas. La conciencia individual se ha vuelto la medida de todas las cosas.
Esto genera una fisura en las identidades personales y sociales. Esta nueva
realidad provoca todo un proceso de alienación debido a la carencia de pasado y
por lo tanto de futuro. Por eso el teólogo es el profeta, porque mantiene viva
la conciencia de pasado y la invitación que viene del futuro. Es el hombre
capaz de denunciar toda forma alienante porque intuye, reflexiona en el rio de
la Tradición que ha recibido de la Iglesia, la esperanza a la que estamos
llamados. Y desde esa mirada invita a despertar la conciencia adormecida. No es
el hombre que se conforma, que se acostumbra. Por el contrario, es el hombre
atento a todo aquello que puede dañar y destruir a los suyos.
Por eso, hay una
sola forma de hacer teología: de rodillas. No es solamente un acto piadoso de
oración para luego pensar la teología. Se trata de una realidad dinámica entre
pensamiento y oración. Una teología de rodillas es animarse a pensar rezando y
rezar pensando. Entraña un juego, entre el pasado y el presente, entre el
presente y el futuro. Entre el ya y el todavía no. Es una reciprocidad entre la
Pascua y tantas vidas no realizadas que se preguntan: ¿dónde está Dios?
Es santidad de
pensamiento y lucidez orante. Es por, sobre todo, humildad que nos permite
poner nuestro corazón, nuestra mente en sintonía con el "Deus
semper maior". No tengamos miedo de ponernos de rodillas en el
altar de la reflexión y hacerlo con "los gozos y las alegrías, las
tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los
pobres y de todos los afligidos" (GS 1) ante la mirada de Aquel que hace
nueva todas las cosas (Ap. 21, 5)
Entonces nos
insertaremos cada vez más en ese pueblo creyente que profetiza, pueblo creyente
que anuncia la belleza del evangelio, pueblo creyente que "no maldice sino
que es acogedor y sabe realizar la vida bendiciéndola. Así busca una
correspondencia creadora con los problemas de nuestra época" (O. Clement,
“Un ensayo de lectura ortodoxa de la Constitución”, 651).
06.09.15
El Papa en el Ángelus: 'Nuestro pecado es crear islas inaccesibles e
inhóspitas'
Texto completo. Francisco
explicó este domingo que Dios no está cerrado en sí mismo, sino que se comunica
con la humanidad a través de su Hijo
Ciudad del
Vaticano, 06 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
Como cada domingo, el papa Francisco rezó el Ángelus
desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico, ante una multitud que
le atendía en la Plaza de San Pedro.
Dirigiéndose a los fieles y peregrinos venidos de todo
el mundo, que le acogieron con un largo y caluroso aplauso, el Pontífice les
dijo:
"Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de hoy relata la curación de un sordomudo
por parte de Jesús, un acontecimiento prodigioso que muestra cómo Jesús
restablece la plena comunicación del hombre con Dios y con los demás hombres.
El milagro está ambientado en la zona de la Decápolis, es decir, en pleno
territorio pagano; por lo tanto, aquel sordomudo que es llevado ante Jesús se
transforma en el símbolo del no creyente que cumple un camino hacia la fe. En
efecto, su sordera expresa la incapacidad de escuchar y de comprender no solo
las palabras de los hombres, sino también la Palabra de Dios. Y san Pablo nos
recuerda que “la fe nace de la escucha de la predicación”.
La primera cosa que Jesús hace es llevar a aquel
hombre lejos de la multitud: no quiere dar publicidad al gesto que va a
realizar, pero no quiere tampoco que su palabra sea cubierta por el estruendo
de las voces y las habladurías del entorno. La Palabra de Dios que Cristo nos
transmite necesita de silencio para ser acogida como Palabra que sana, que
reconcilia y restablece la comunicación.
Se evidencian
después dos gestos de Jesús. Él toca las orejas y la lengua del sordomudo. Para
restablecer la relación con aquel hombre “bloqueado” en la comunicación, busca
primero restablecer el contacto. Pero el milagro es un don que viene de lo
alto, que Jesús implora al Padre; por eso, levanta los ojos al cielo y ordena:
'¡Ábrete!' Y las orejas del sordo se abren, se desata el nudo de su lengua y
comienza a hablar correctamente.
La enseñanza que
sacamos de este episodio es que Dios no está cerrado en sí mismo, sino que se
abre y se pone en comunicación con la humanidad. En su inmensa misericordia,
supera el abismo de la infinita diferencia entre Él y nosotros, y sale a
nuestro encuentro. Para realizar esta comunicación con el hombre, Dios se hace
hombre: no le basta hablarnos a través de la ley y los profetas, sino que se
hace presente en la persona de su Hijo, la Palabra hecha carne. Jesús es el
gran “constructor de puentes” que construye en sí mismo el gran puente de la
comunión plena con el Padre.
Pero este
Evangelio nos habla también de nosotros: a menudo nosotros estamos replegados y
encerrados en nosotros mismos, y creamos muchas islas inaccesibles e
inhóspitas. Incluso las relaciones humanas más elementales a veces crean
realidades incapaces de apertura recíproca: la pareja cerrada, la familia
cerrada, el grupo cerrado, la parroquia cerrada, la patria cerrada. Y esto no
es de Dios. Esto es nuestro. Es nuestro pecado.
Sin embargo, en el
origen de nuestra vida cristiana, en el Bautismo, están precisamente aquel
gesto y aquella palabra de Jesús: '¡Effetá! - ¡Ábrete!'. Y el milagro se ha
cumplido: hemos sido curados de la sordera del egoísmo y del mutismo de la
cerrazón, y del pecado, y hemos sido insertados en la gran familia de la
Iglesia; podemos escuchar a Dios que nos habla y comunicar su Palabra a cuantos
no la han escuchado nunca, o a quien la ha olvidado y sepultado bajo las
espinas de las preocupaciones y de los engaños del mundo.
Pidamos a la
Virgen Santa, mujer de la escucha y del testimonio alegre, que nos sostenga en
el compromiso de profesar nuestra fe y de comunicar las maravillas del Señor a
los que encontramos en nuestro camino".
Al término de estas palabras, el Santo Padre
rezó la oración mariana:Angelus Domini nuntiavit Mariae...
Al concluir la
plegaria, el Pontífice se refirió a la crisis de los refugiados en Europa:
"Queridos hermanos y hermanas,la Misericordia de Dios viene reconocida a través de nuestras obras, como nos ha testimoniado la vida de la beata Madre Teresa de Calcuta, de la que ayer se ha conmemorado el aniversario de su muerte.
Ante la tragedia
de decenas de miles de refugiados que huyen de la muerte por la guerra y el
hambre, y que han emprendido una marcha movidos por la esperanza vital, el
Evangelio nos llama a ser “próximos” a los más pequeños y abandonados. A darles
una esperanza concreta. No vale decir solo: '¡Ánimo, paciencia!...' La
esperanza cristiana es combativa, con la tenacidad de quien va hacia una meta
segura.
Por tanto, ante la
proximidad del Jubileo de la Misericordia, hago un llamamiento a las
parroquias, a las comunidades religiosas, a los monasterios y a los santuarios
de toda Europa para que expresen la concreción del Evangelio y acojan a una
familia de refugiados. Un gesto concreto en preparación al Año Santo de la
Misericordia.
Que cada
parroquia, cada comunidad religiosa, cada monasterio, cada santuario de Europa acoja
a una familia, comenzando por mi diócesis de Roma.
Me dirijo a mis
hermanos los Obispos de Europa, verdaderos pastores, para que en sus diócesis
apoyen mi llamamiento, recordando que Misericordia es el segundo nombre del
Amor: 'Todo lo que hayáis hecho en favor del más pequeño de mis hermanos, a mí
me lo habéis hecho'.
También las dos
parroquias del Vaticano acogerán en los próximos días a dos familias de
refugiados".
El Papa prosiguió
su discurso recordando los problemas fronterizos entre Venezuela y
Colombia:
"Ahora diré
unas palabras en español sobre la situación entre Venezuela y Colombia.
En estos días, los
Obispos de Venezuela y Colombia se han reunido para examinar juntos la dolorosa
situación que se ha creado en la frontera entre ambos Países. Veo en este
encuentro un claro signo de esperanza. Invito a todos, en particular a los
amados pueblos venezolano y colombiano, a rezar para que, con un espíritu de
solidaridad y fraternidad, se puedan superar las actuales dificultades".
Francisco también
recordó la beatificación en Gerona de tres religiosas mártires:
"Ayer en
Gerona, en España, han sido proclamadas beatas Fidela Oller, Josefa Monrabal y
Facunda Margenat, hermanas del Instituto de Religiosas de San José de Gerona,
asesinadas por su fidelidad a Cristo y a la Iglesia. A pesar de las amenazas y
las intimidaciones, estas mujeres permanecieron valientemente en su lugar para
asistir a los enfermos, confiando en Dios. Su heroico testimonio, hasta la
efusión de la sangre, conceda fortaleza y esperanza a cuantos hoy son
perseguidos por su fe cristiana. Y sabemos que son muchos".
Sobre la XI edición de los Juegos
Africanos, el Pontífice dijo:
"Hace dos
días se han inaugurado en Brazaville, capital de la República del Congo, los
undécimos Juegos Africanos, en los que participan miles de atletas de todo el
continente. Deseo que esta gran fiesta del deporte contribuya a la paz, a la
fraternidad y al desarrollo de todos los países de África. Saludo, saludemos a
los africanos que están haciendo estos undécimos Juegos".
A continuación
llegó el turno de los saludos que tradicionalmente realiza el Santo Padre:
"Saludo
cordialmente a todos ustedes, queridos peregrinos que han venido de Italia y de
varios países; en particular, al coro "Harmonia Nova" de Molvena, a
las Hijas de la Cruz, a los fieles de San Martino Buon Albergo y Caldogno, y a
los jóvenes de la diócesis de Ivrea, que han llegado a Roma a pie por la Vía
Francígena".
Como de costumbre, el papa Francisco concluyó
su intervención diciendo:
"A todos les
deseo un buen domingo. Y por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Buen
almuerzo y hasta pronto!"
07.09.15
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada