El amor de Dios por nosotros “no es una palabra abstracta”, recuerda Francisco
A grupos
franceses dedicados a la misericordia
(13
dic. 2019).- El Papa se ha encontrado esta mañana, 13 de diciembre,
con asociaciones y grupos de Francia dedicados a la misericordia, en
el Palacio Apostólico Vaticano. Durante su discurso, les ha
recordado que el amor de Dios por nosotros “no es una palabra
abstracta”, sino que “se ha hecho visible y tangible en
Jesucristo”.
En
este sentido, Francisco ha indicado que para la Iglesia y la
credibilidad de su anuncio “es determinante” que ella viva y
testimonie “en primera persona la misericordia”. Es decir,
que “su lenguaje y sus gestos deben transmitir misericordia
para penetrar en el corazón de las personas y motivarlas a
reencontrar el camino de vuelta al Padre”, ha matizado.
Por
ello, el Pontífice ha insistido en que la Iglesia tiene “la misión
de anunciar la misericordia de Dios, corazón palpitante del
Evangelio, que por su medio debe alcanzar la mente y el corazón de
toda persona” y ha citado la Bula
de convocación del Jubileo Extraordinario de la Misericordia.
“La
misericordia –aclaró el Papa– es el acto último y supremo con
el que Dios viene a nuestro encuentro y que abre nuestro corazón a
la esperanza de ser amados para siempre, sea cual sea nuestra
pobreza, sea cual sea nuestro pecado”, y añadió que “no hay
pobreza humana que Dios no quiera alcanzar, tocar y socorrer”,
recordando la misión de la Iglesia.
Contemplar
el pesebre
En
la reunión, coincidiendo con el tiempo de Adviento, el Santo Padre
les ha propuesto a los peregrinos que contemplen el pesebre, y para
ello se apoyó en su reciente Carta
Apostólica Admirabile
signum.
“Es
una invitación a sentir, a tocar la pobreza que el Hijo de Dios
eligió para sí mismo en su encarnación. Y así, es implícitamente
una llamada a seguirlo en el camino de la humildad, de la pobreza,
del despojo, que desde la gruta de Belén conduce hasta la Cruz. Es
una llamada a encontrarlo y servirlo con misericordia en los hermanos
y hermanas más necesitados”.
Alegría
al proclamar la misericordia
El
Papa usó una frase que personalmente dice con frecuencia: “Sólo
hay una forma en la que se permite mirar a una persona desde arriba
hacia abajo, sólo hay una: para ayudarla a levantarse. De lo
contrario, nunca se puede mirar a una persona de arriba a abajo”.
Anunciando
con certeza que “hay una verdadera alegría en el proclamar la
misericordia del Señor”, Francisco deseó a los peregrinos que
“puedan encontrar la manera de dar testimonio a su alrededor de
esta alegría de evangelizar anunciando la misericordia de Dios, para
transmitir a los demás su pasión y difundir en el mundo la cultura
de la misericordia que necesita con urgencia”. Y los animó a que
el cumplimiento de las actividades caritativas, “a veces exigente y
cansador”, “no ahogue nunca el respiro de ternura y compasión
del que deben ser animados, ni la mirada que lo expresa”.
14.12.19Ángelus: “¡Ánimo, no tengas miedo! Aquí está tu Dios”
Palabras del
Papa antes de la oración
(15
diciembre 2019).- En este tercer domingo de Adviento el Papa en su
reflexión dominical sobre el Evangelio antes de la oración
mariana, nos invita a la alegría del profeta Isaías: “Que el
desierto y la tierra seca se alegren, que la estepa florezca y se
regocije” (35,1) y junto con María vivamos este tiempo de
Adviento como un tiempo de gracia.
A
continuación, ofrecemos las palabras del Papa antes de la oración
del Ángelus
***
Palabras
del Papa antes del Ángelus
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En
este tercer domingo de Adviento, llamado domingo de la “alegría”,
la Palabra de Dios nos invita por un lado a la alegría, y por otro a
la conciencia de que la existencia también incluye momentos de duda
en los que es difícil creer. Alegría y duda son experiencias que
forman parte de nuestra vida.
A
la invitación explícita a la alegría del profeta Isaías: “Que
el desierto y la tierra seca se alegren, que la estepa florezca y se
regocije” (35,1), la duda de Juan el Bautista se opone en el
Evangelio: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a
otro?” (Mt 11,3). En efecto, el profeta ve más allá de la
situación: tiene delante de él a personas desanimadas: manos
débiles, rodillas temblorosas, corazones perdidos(ver 35,3-4). Es la
misma realidad que pone a prueba la fe en todo momento. Pero el
hombre de Dios mira más allá, porque el Espíritu Santo hace que su
corazón sienta el poder de su promesa, y anuncia la Salvación:
“¡Ánimo, no tengas miedo! Aquí está tu Dios, […] Él viene a
salvarte” (v. 4). Y luego Todo se transforma: el desierto florece,
el consuelo y la alegría se apoderan de los perdidos de corazón, el
cojo, el ciego, el mudo son sanados (cf. vv. 5-6). Esto es lo que se
realiza con Jesús: “los ciegos” recuperan la vista, los cojos
caminan, los leprosos se purifican, los sordos oyen, los muertos
resucitan, el Evangelio es anunciado a los pobres” (Mt 11,5).
Esta
descripción nos muestra que la salvación envuelve al hombre por
completo y lo regenera. Pero este nuevo nacimiento, con la alegría
que lo acompaña, presupone siempre una muerte para nosotros y para
el pecado que está en nosotros. De ahí la llamada a la conversión,
que es la base de la predicación tanto del Bautista como de Jesús.
En particular, se trata de convertir la idea que tenemos de Jesús. Y
el tiempo de Adviento nos anima a hacerlo precisamente para preguntar
que Juan el Bautistaesta le hace a Jesús: “¿ eres tú el que
tiene que venir o debemos esperar a otro?” (Mt 11,3). Pensemos:
durante toda la vida que Juan ha estado esperando al Mesías; su
estilo de vida, su cuerpo en sí mismo está moldeado por esta
espera. También por esta razón Jesús los alaba con estas palabras:
nadie es más grande que el que ha nacido de una mujer (cf. Mt
11,11). Y sin embargo, él también ha tenido que convertirse a
Jesús. Como Juan, también nosotros estamos llamados a reconocer el
rostro que Dios ha elegido asumir en Jesucristo, humilde y
misericordioso.
El
Adviento, tiempo de gracia, nos dice que no basta con creer en Dios:
es necesario purificar nuestra fe todos los días. Se trata de
prepararnos para acoger no a un personaje de cuento de hadas, sino al
Dios que nos llama, nos involucra y ante la cual se impone una
elección. El niño que yace en el pesebre tiene el rostro de
nuestros hermanos y hermanas más necesitados, de los pobres que “son
los privilegiados de este misterio y, a menudo, los más capaces de
reconocer la presencia de Dios en medio de nosotros”. (Carta
Apostólica Admirable
signum,
6).
Que
la Virgen María nos ayude para que a medida que nos acercamos a la
Navidad, no nos dejemos distraer por las cosas externas, sino que
hagamos espacio en nuestro corazón para Aquel que ya ha venido y
quiere venir de nuevo a curar nuestras enfermedades y darnos su
alegría.
Bendición de las figuritas del Niño Jesús
Palabras
después del Ángelus
Palabras
del Papa después del Ángelus
¡Queridos
hermanos y hermanas!
Os
saludo a todos vosotros, familias, grupos parroquiales y
asociaciones, que habéis venido de Roma, de Italia y de muchas
partes del mundo. En particular, saludo a los peregrinos de Corea y
de Valencia y al grupo de Rotzo (VI).
Os
saludo a vosotros, queridos muchachos, que habéis venido con las
figuritas del Niño Jesús para vuestro pesebre. ¡Levanten las
figuras! Las bendigo de corazón. “El pesebre es como un Evangelio
viviente. Mientras contemplando la escena navideña, estamos
invitados a ponernos espiritualmente en el camino, atraídos por la
humildad de aquel que se hizo hombre para encontrarse con cada
uno de nosotros. Y descubrimos que nos ama tanto que se une a
nosotros, para que nosotros también podamos unirnos a él” (Carta
Apostólica. Admirabile
Signum).
En
menos de un año, del 13 al 20 de septiembre de 2020, se
celebrará en Budapest, el 52º Congreso Eucarístico Internacional.
Los Congresos Eucarísticos durante más de un siglo nos recuerdan
que la Eucaristía está en el centro de la vida de la Iglesia. El
tema del próximo Congreso será “Todas mis fuentes están en ti”.
(Ps 87,7). Oramos para que “el evento eucarístico de Budapest
pueda promover procesos de renovación en las comunidades
cristianas”. (Discurso al Pont. Comité
del Congreso Eucaristía Internacional, 10
de noviembre de 2018).
Les
deseo a todos un feliz domingo y una buena novena de Navidad, lo más
importante son las figuritas de Jesús para el pesebre. Y por favor,
no os olvidéis de rezar por mí. Buen almuerzo y adiós
16.12.19
Santa Marta: Abandonar las actitudes tibias, “dar cabida al Señor que viene”
Meditación
del Papa en la Misa
(16
dic. 2019).- El Papa Francisco considera que “acorralar a Jesús”
y “lavarse las manos”, son dos actitudes tibias y propone
examinar si existe “algo así en nosotros”, de manera que si lo
hay, apartemos “estas actitudes para dar cabida al Señor que
viene”.
Hoy,
16 de diciembre de 2019, en la homilía de la Misa en la Casa Santa
Marta, el Santo Padre ha repasado el Evangelio de san Mateo propuesto
por la liturgia.
En
él, Jesús establece un diálogo con los sumos sacerdotes, que le
preguntan con qué autoridad enseña en el templo, indica Vatican
News.
Con
respecto al mismo, Francisco resaltó dos actitudes de los cristianos
tibios, “acorralar a Dios y lavarse las manos”, y las calificó
como peligrosas, pues, “es como desafiar a Dios”.
“Acorralar
a Jesús”
Por
otra parte, el Papa recordó cómo Jesús crispaba a los sumos
sacerdotes porque al sanar, enseñar y hacer milagros a la gente con
dulzura y dedicación, los atraía a todos. A los segundos, sin
embargo, aunque eran funcionarios respetados por el pueblo, no se les
acercaban las personas por falta de confianza.
Entonces,
narró el Papa, se pusieron de acuerdo para “acorralar a Jesús”
y cuestionarle “¿Con qué autoridad haces estas cosas?”, ya que,
“no eres sacerdote, un doctor de la ley, no has estudiado en
nuestras universidades. No eres nada”.
Jesús
les responde con astucia, preguntando si Juan el Bautista bautizaba
con una autoridad que le venía de Dios o de los hombres. El
Pontífice expuso el razonamiento de dichos funcionarios “Si
decimos ‘del cielo’, nos dirá: ‘¿Por qué no le habéis
creído?’ Si le decimos ‘de los hombres’, tememos a la gente;
porque todos tienen a Juan por profeta”.
Lavarse
las manos
Así,
se lavaron las manos y declararon: “No sabemos”. Esta respuesta,
para el Obispo de Roma, constituye “la actitud de los mediocres, de
los mentirosos de la fe”.
Y
agregó: Pilato no solo se lavó las manos, sino que también éstos
se lavaron las manos: ‘No sabemos’. No entrar en la
historia de los hombres, no meterse en problemas, no luchar por hacer
el bien, no luchar por curar a tanta gente que necesita… Mejor que
no. No nos ensuciemos”.
“Cristianos
de agua de rosas”
Después,
continúa el relato del Santo Padre, Jesús les contestó “con la
misma música”: “Ni siquiera yo les digo con qué autoridad hago
esto”.
“Estas
son dos actitudes de cristianos tibios, de nosotros -como decía mi
abuela- ‘cristianos al agua de rosas’; cristianos así: sin
consistencia. Una actitud es la de acorralar a Dios: ‘O me haces
esto o no voy a ir más a la iglesia’. ¿Y qué dice Jesús? ‘Vete,
vete. Arréglatelas’”.
Por
otro lado, el Papa Francisco remitió a que la actitud de lavarse las
manos también la tuvieron los discípulos de Emaús en la mañana de
la Resurrección, que vieron a las mujeres contentas por haber visto
al Señor y no confiaron porque estas “son demasiado imaginativas”.
“La
cofradía de san Pilato”
De
este modo, entran el “la cofradía de san Pilato”, se lavan las
manos, como lo hacen otros: “Muchos cristianos se lavan las manos
ante los desafíos de la cultura, los desafíos de la historia, los
desafíos de las personas de nuestro tiempo; incluso ante los
desafíos más pequeños. Cuántas veces oímos al cristiano tacaño
delante de una persona que pide limosna y no la da: ‘No, no, no doy
porque entonces
estos se emborrachan’”.
Y
prosiguió, “se lavan las manos. ‘No quiero que la gente se
emborrache y no doy limosna’. ‘Pero no tiene que comer…’ –
‘Son problemas suyos: no quiero que se emborrache’. Lo oímos
muchas veces, muchas veces. Acorralar a Dios y lavarse las manos son
dos actitudes peligrosas, porque es como desafiar a Dios. Pensemos
qué pasaría si el Señor nos acorralara. Nunca entraríamos en el
paraíso. ¿Y qué pasaría si el Señor se lavara las manos con
nosotros? Pobre de nosotros”, apuntó, según indica la misma
fuente.
17.12.19
El pesebre, “invitación a Jesús para que venga a nuestra vida”– Catequesis completa
Prepararse
para la Navidad
(18
dic. 2019).- “Cuando hacemos el belén en casa, es como si
abriéramos la puerta y dijéramos: ‘Jesús, ¡entra!’, es hacer
concreta esta cercanía, esta invitación a Jesús para que venga a
nuestra vida. Porque si Él habita nuestra vida, la vida renace. Y si
la vida renace es de verdad Navidad. ¡Feliz Navidad a todos!”.
Estas
palabras fueron pronunciadas por el Santo Padre hoy, 18 de diciembre
de 2019, en la audiencia general celebrada en el Aula Pablo VI.
La
catequesis del Santo Padre trató sobre la Navidad, “El belén,
evangelio doméstico”, basándose en el pasaje del evangelio según
san Mateo 2, 15-16.
«Celebrar
la cercanía de Dios»
El
Papa Francisco recomendó “hacer el belén” como modo de
prepararse para el Nacimiento de Jesús y remitió a
su Carta Admirabile
signum (Signo
admirable) sobre el significado del pesebre. Para él, el pesebre es
“como un Evangelio vivo”, porque lo lleva “a los lugares en los
que uno vive” y recuerda algo esencial: “que Dios no permaneció
invisible en el cielo, sino que vino a la Tierra, se hizo hombre, un
niño”.
“Hacer
el pesebre es celebrar la cercanía de Dios. Dios siempre estuvo
cerca de su pueblo, pero cuando se encarnó y nació, estuvo muy
cerca, muy cerca. Hacer el belén es celebrar la cercanía de Dios,
es redescubrir que Dios es real, concreto, vivo y palpitante” y
“el Niño en el pesebre nos transmite su ternura”, describió
Francisco.
Invitación
a la contemplación
El
belén, prosiguió, es también un “Evangelio doméstico”, pues
“el pesebre que hacemos en casa, donde compartimos comida y afecto,
nos recuerda que Jesús es el alimento, el pan de vida (cf. Jn 6,34).
Es Él quien alimenta nuestro amor, es Él quien da a nuestras
familias la fuerza para seguir adelante y perdonarnos”.
Asimismo,
el pesebre nos invita “a la contemplación”, a considerar “la
importancia de detenernos”: “Porque solo cuando sabemos
recogernos podemos acoger lo que cuenta en la vida. Sólo si dejamos
el estruendo del mundo fuera de nuestras casas nos abrimos a escuchar
a Dios, que habla en silencio”, indicó el Papa.
El
belén es también una “imagen artesanal de la paz” en un mundo
como el actual “cuando cada día se fabrican en el mundo tantas
armas y tantas imágenes violentas que entran por los ojos y el
corazón”
No
estamos solos
Catequesis
del Santo Padre
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Dentro
de una semana será Navidad. En estos días, mientras corremos para
hacer los preparativos de la fiesta, podemos preguntarnos: «¿Cómo
me preparo para el nacimiento del festejado? Un modo sencillo pero
eficaz de prepararse es hacer
el belén
Este año yo también he seguido este camino: fui a Greccio, donde
San Francisco hizo el primer belén, con los lugareños. Y escribí
una carta para recordar el significado de esta tradición, lo que
significa el belén en el tiempo de Navidad.
En
efecto, el pesebre «es como un Evangelio vivo» (Carta
apostólica Admirabile
signum, 1).
Lleva el Evangelio a los lugares donde uno vive: a las casas, a las
escuelas, a los lugares de trabajo y de reunión, a los hospitales y
a las residencias de ancianos, a las cárceles y a las plazas. Y allí
donde vivimos nos recuerda algo esencial: que Dios no permaneció
invisible en el cielo, sino que vino a la Tierra, se hizo hombre, un
niño. Hacer el pesebre es celebrar
la cercanía de Dios.
Dios siempre estuvo cerca de su pueblo, pero cuando se encarnó y
nació, estuvo muy cerca, muy cerca. Hacer el belén es celebrar la
cercanía de Dios, es redescubrir que Dios es real, concreto, vivo y
palpitante. Dios no es un señor lejano ni un juez distante, sino
Amor humilde, descendido hasta nosotros. El Niño en el pesebre nos
transmite su ternura. Algunas figuritas representan al «Niño» con
los brazos abiertos, para decirnos que Dios vino a abrazar nuestra
humanidad. Entonces es bonito estar delante del pesebre y allí
confiar nuestras vidas al Señor, hablarle de las personas y
situaciones que nos importan, hacer con Él un balance del año que
está llegando a su fin, compartir nuestras expectativas y
preocupaciones.
Junto
a Jesús vemos a la Virgen y a San José. Podemos imaginar los
pensamientos y sentimientos que tuvieron cuando el Niño nació en la
pobreza: alegría, pero también consternación. Y también podemos
invitar a la Sagrada Familia a nuestra casa, donde hay alegrías y
preocupaciones, donde cada día nos levantamos, comemos y dormimos
cerca de nuestros seres queridos. El pesebre es un evangelio
doméstico. La palabra pesebre significa literalmente «comedero»,
mientras que la ciudad del pesebre, Belén, significa «casa del
pan». El pesebre que hacemos en casa, donde compartimos comida y
afecto, nos recuerda que Jesús es el alimento, el pan de vida (cf.
Jn 6,34). Es Él quien alimenta nuestro amor, es Él quien da a
nuestras familias la fuerza para seguir adelante y perdonarnos.
El
pesebre nos ofrece otra enseñanza de vida. En los ritmos de hoy, a
veces frenéticos, es
una invitación a la contemplación.
Nos recuerda la importancia de detenernos. Porque sólo cuando
sabemos recogernos podemos acoger lo que cuenta en la vida. Sólo si
dejamos el estruendo del mundo fuera de nuestras casas nos abrimos a
escuchar a Dios, que habla en silencio. El pesebre es actual, es la
actualidad de cada familia. Ayer me dieron una foto de un belén
especial, uno pequeño, llamado: «Dejemos descansar a mamá». Allí
estaba la Virgen dormida y José con el Niño, que hacía que se
durmiera. Cuántos de vosotros tienen que repartir la noche entre
marido y mujer por el niño o la niña que llora, llora, llora,
llora. «Dejemos que mamá descanse» es la ternura de una familia,
de un matrimonio.
El
pesebre es más actual que nunca, cuando cada día se fabrican en el
mundo tantas armas y tantas imágenes violentas que entran por los
ojos y el corazón. El pesebre es, en cambio, una imagen
artesanal de la paz.
Por eso es un evangelio vivo.
Queridos
hermanos y hermanas, del pesebre podemos sacar también una enseñanza
sobre el sentido mismo de la vida. Vemos escenas cotidianas: los
pastores con las ovejas, los herreros que baten el yunque, los
molineros que hacen pan; a veces se insertan paisajes y situaciones
de nuestros territorios. Está bien, porque el pesebre nos recuerda
que Jesús viene a nuestra vida concreta. Y esto es importante. Hacer
un pequeño belén, en casa, siempre, porque es el recuerdo de Dios
que vino entre nosotros, nació entre nosotros, nos acompaña en la
vida, es hombre como nosotros, se hizo hombre como nosotros.
En la vida diaria ya no estamos solos, Él vive con nosotros. No
cambia mágicamente las cosas pero, si lo acogemos, todo puede
cambiar. Os deseo, entonces, que hacer el pesebre sea la ocasión de
invitar a Jesús a la vida. Cuando hacemos el belén en casa, es como
si abriéramos la puerta y dijéramos: «Jesús, ¡entra!”, es
hacer concreta esta cercanía, esta invitación a Jesús para que
venga a nuestra vida. Porque si Él habita nuestra vida, la vida
renace. Y si la vida renace es de verdad Navidad. ¡Feliz
Navidad a todos!
Santa Marta: Custodiar “el don de la gratuidad” de Dios
Reflexión
del Papa en la Misa
(19
dic. 2019).- “¿Soy consciente de que el pecado es no custodiar la
gratuidad? (…)”. “Custodiar la gratuidad y pensar en Sansón:
elegido, bueno, que hacia el final de su vida tuvo un desliz, luego
se recuperó”.
Esta
ha sido la propuesta realizada hoy, 19 de diciembre de 2019, en la
homilía de la Misa en la Casa Santa Marta, por el Santo Padre.
Francisco
se inspiró por la liturgia del día, referida a dos mujeres
estériles, Isabel, prima de María, y la madre de Sansón, y
reflexionó sobre la cuestión de la gratuidad, indica Vatican
News.
El
Papa señaló que la historia de Isabel recuerda a la de Abraham y
Sara. “La esterilidad es un desierto”, describe, pero ambas son
“mujeres de fe” que se encomiendan al Señor.
La
gratuidad, fundamento de nuestra fe
“Y
el Señor hace florecer el desierto. Ambas mujeres conciben y dan a
luz. ‘Padre, ¿es esto un milagro?’ No, es más que un milagro:
es la base, es el fundamento mismo de nuestra fe. Ambas conciben
porque Dios es capaz de cambiar todo, incluso las leyes de la
naturaleza; es capaz de dar paso a su Palabra. Los dones de Dios son
gratuidad. Y esta vida de ambas mujeres es la expresión de la
gratuidad de Dios”, explicó el Pontífice.
De
este modo, para el Obispo de Roma, tanto san Juan el Bautista como
Sansón, constituyen parte de la “gratuidad de Dios”, el símbolo
“de la gratuidad en nuestra salvación” porque “nadie puede
salvarse a sí mismo”.
Abrir
el corazón a la gratuidad
El
único que es capaz de salvarnos de nuestras miserias y crueldades
“es el Señor”, “si no te encomiendas a la gratuidad de la
salvación del Señor no te salvarás”, indicó el Santo Padre. Y
apuntó que es preciso tener fe, algo que también es un don de Dios.
Por
otra parte, para recalcar el sentido de la gracia, Francisco remitió
a san Agustín, pidiendo abrir el corazón a la gratuidad: “Ninguno
de nosotros
merece la salvación. ¡Ninguno! ‘Pero yo rezo, ayuno…’. Sí,
esto te hará bien, pero si no está esta gratuidad al inicio de todo
eso, no hay posibilidad. Somos estériles. Todos. Estériles para la
vida de la gracia, estériles para ir al cielo, estériles para
concebir la santidad. Solo la gratuidad”.
Y
agregó que “es por eso que no podemos presumir de ser justos.
‘Padre, soy católico, voy a misa los domingos, pertenezco a esta
asociación, a esta, esta, esta, esta…’. ‘Y dime, ¿estás
comprando tu salvación así? ¿Crees que esto te salvará?’ Te
ayudará a salvarte sólo si crees en la gratuidad del don de
Dios. Todo es gracia”.
Por
todo ello, continuó, estamos llamados a adorar al Señor y a
agradecerle por “tanta gracia”.
Ejemplo
de Sansón
Las
dos mujeres que aparecen en las lecturas fueron madres de dos
personas que fueron grandes en la historia. En concreto, aludiendo al
caso de Sansón, el Papa Francisco remarcó que después de haber
salvado a los filisteos “tal vez no se preocupó por la gratuidad
del don recibido” y se equivocó al rendirse ante una mujer que lo
vendió.
No
obstante, después se repuso, de manera que el Pontífice considera
que su ejemplo sirve para recordar que “todos somos pecadores y que
el pecado es no custodiar la gratuidad” .
Alabar
al Señor
Las
personas “podemos resbalar y creernos redentores de nosotros
mismos. El pecado es este. El pecado es el deseo de redimirnos a
nosotros mismos”, puntualizó el Obispo de Roma.
“Y
cuando voy a confesarme, ¿qué hago? ¿Digo los pecados como un loro
o los digo porque siento que he arriesgado el don de la gratuidad
para tener algo mío?”, planteó.
Así,
por último, el Papa pidió, en estos días previos a la Navidad,
alabar “al Señor por la gratuidad de la salvación, por la
gratuidad de la vida, por todo lo que nos da gratis. Todo es gracia”,
expone el citado medio vaticano.
19.12.19
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