El papa en Santa Marta: Mucho más
que optimismo es la esperanza del cristiano
La esperanza es un don del Espíritu
Santo. La tuvo la Virgen María, en su corazón desde el viernes por la noche
hasta la madrugada del domingo
Por
Redacción
CIUDAD DEL VATICANO, 09 de septiembre de 2013 (Zenit.org) - La virtud
de la esperanza - quizá menos conocida que la de la fe y de la caridad - no
debe confundirse nunca con el optimismo humano, que es una actitud más humoral.
Para un cristiano, la esperanza es Jesús mismo, es su fuerza para liberar y
rehacer cada nueva vida.
Así lo afirmó esta mañana el papa Francisco, en su
homilía en la misa presidida en la Casa Santa Marta y preció que que la
esperanza es "un regalo" de Jesús, y que la esperanza es Jesús mismo,
o sea tiene su "nombre". Y precisó que la esperanza no es aquella de
quien ve “el vaso medio lleno”, porque aquello es simplemente
"optimismo", y el “optimismo es una actitud humana que depende de
muchas cosas".
La homilía del papa Francesco de esta mañana se centró
desde el comienzo en esta distinción al interpretar la lectura de la Carta a
los Colosenses, donde Pablo escribe: 'Cristo en vosotros, esperanza de la
gloria'. Sin embargo, afirma el papa, la esperanza es una "virtud
humilde" si se la compara con la fe y caridad.
Por eso puede suceder que se confunda con un estado de
ánimo sereno. "Pero la esperanza es algo más, no es optimismo. La
esperanza es un don del Espíritu Santo y por esta razón Pablo dirá: ‘Nunca
decepciona’. La esperanza no defrauda , ¿por qué? Porque es un regalo que
nos ha dado el Espíritu Santo. Pero Pablo nos dice que la esperanza tiene un
nombre. La esperanza es Jesús. El papa recordó que “no podemos decir : 'Tengo
esperanza en la vida, espero en Dios' , si uno no dice: 'Espero en Jesús, en Jesús
Cristo, persona viva, que ahora está en la Eucaristía, que está presente en su
Palabra'”.
Del evangelio , el papa Francisco recoge una
segunda idea del día. Cuando Jesús cura el sábado la mano paralizada de un
hombre, lo que provocó la condena por parte los escribas y fariseos. Con su
milagro, dice el papa, “Jesús libera la mano de la enfermedad y demuestra a los
'estrictos' que el suyo 'es el camino de la libertad'”. "Libertad y
esperanza van de la mano: donde no hay esperanza no puede haber libertad",
dijo el papa Francisco. Y agrega: "Jesús libera de la enfermedad, del
rigor y de la mano paralizada de aquel hombre; recupera la vida de estos dos,
las hace de nuevo":
"Jesús , la esperanza, rehace todo. Es un
milagro constante. No sólo hizo milagros de curación, sino tantas cosas: estas
eran solo signos, señales de lo que está haciendo ahora, en la Iglesia. El
milagro de volver a rehacer todo: lo que Él hace en mi vida, en tu vida, en
nuestras vidas. Reconstruir. Y Él rehace la razón de nuestra esperanza. Es
Cristo, quien vuelve todas las cosas de la Creación más marvillosas, es la
razón de nuestra esperanza. Y esta esperanza no nos defrauda, porque Él es fiel.
Él no puede negarse a sí mismo. Esta es la virtud de la esperanza".
Y aquí, el papa Francisco detiene una mirada en
particular a los sacerdotes. "Es un poco triste --admite-- cuando uno
encuentra un sacerdote sin esperanza", mientras que es agradable encontrar
a uno que llega al final de la vida, "no con optimismo, pero con
esperanza". "Este sacerdote --continúa-- se une a Jesucristo, y el
pueblo de Dios tiene necesidad de que los sacerdotes den este signo de
esperanza, vivamos esta esperanza en Jesús, que lo rehace todo":
"El Señor, que es la esperanza de la gloria,
que es el centro, que es la totalidad, nos ayude en este camino: dar esperanza,
tener tener pasión por la esperanza. Y, como he dicho, no siempre es optimismo
sino es aquello que la Virgen María, en su corazón, tuvo en la oscuridad más
grande: desde el viernes por la noche hasta la madrugada del domingo. Esa
esperanza: ella la tenía. Y aquella esperanza rehizo todo. Que el Señor nos dé
esta gracia".
10.09.13
Palabras del papa durante la visita
al Centro jesuita Astalli de Roma
Los conventos vacíos no le sirven a
la Iglesia como albergues para ganar dinero. Son para la carne de Cristo, que
son los refugiados
Por
Francisco papa
ROMA, 10 de
septiembre de 2013 (Zenit.org) - Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenas tardes!
Saludo en primer lugar a todos ustedes, refugiados y
refugiadas. Hemos escuchado a Adam y a Carol: gracias por sus grandes
testimonios. Cada uno de ustedes, queridos amigos, trae consigo una historia de
vida que nos habla de los dramas de las guerras, de los conflictos, a menudo
vinculados a las políticas internacionales.
Pero sobretodo cada uno de ustedes trae una riqueza
humana y religiosa, una riqueza para acogerla, y no para temerla. Muchos de
ustedes son musulmanes, de otras religiones; han venido de diferentes países,
de situaciones diversas. ¡No debemos tener miedo de las diferencias! La fraternidad
nos hace descubrir que son un tesoro. ¡Son un regalo para todos! ¡Vivamos la
fraternidad!
¡Roma! Después de Lampedusa y de los otros lugares de
llegada, para muchas personas nuestra ciudad es la segunda etapa. A menudo,
como hemos escuchado, es un viaje difícil, agotador, incluso violento aquello
que se ha afrontado; pienso especialmente en las mujeres, en las madres, que
soportan esto con el fin de asegurar un futuro para sus hijos y la esperanza de
una vida diferente para ellos y para su familia. Roma debe ser la ciudad que le
permita encontrar una dimensión humana, para empezar a sonreír. ¿Cuántas veces,
sin embargo aquí, como en otras partes, muchas personas que llevan escrito
"protección internacional" en su permiso de residencia, se ven obligadas
a vivir en situaciones difíciles, a veces con un trato degradante, ¡y sin la
posibilidad de iniciar una vida digna, o a pensar en un nuevo futuro!
Gracias por ello, a los que, como este Centro y
otros servicios eclesiales, públicos y privados, se ocupan en acoger a todas
estas personas con un proyecto. Gracias al padre Giovanni y a los hermanos; a
ustedes, trabajadores, voluntarios, benefactores, que no solo donan algo o su
tiempo, sino que tratan de entrar en relación con los solicitantes de asilo y
refugiados, a quienes reconocen como personas, comprometiéndose a encontrar
respuestas concretas a sus necesidades. ¡Mantengan siempre viva la esperanza!
¡Ayuden a recuperar la confianza! Demostrar que con la acogida y la hermandad
se puede abrir una ventana en el futuro; más de una ventana, diría una puerta,
¡y más aún si se puede tener un futuro!
Y es hermoso que en el trabajo a favor de los
refugiados, junto con los jesuitas, hayan hombres y mujeres, cristianos e
incluso no creyentes o de otras religiones, unidos en el nombre del bien común,
que para nosotros los cristianos es una expresión del amor del Padre en Cristo
Jesús. San Ignacio de Loyola deseaba que hubiera un espacio para dar cabida a
los más pobres en el local donde tenía su residencia en Roma; y el padre
Arrupe, en 1981, fundó el Servicio Jesuita para los Refugiados, y quiso que la
sede romana se ubicara en esos espacios, en el corazón de la ciudad. Pienso
ahora en aquella despedida espiritual del padre Arrupe en Tailandia, justamente
en un centro de refugiados...
Servir, acompañar, defender: las tres palabras
que son el programa de trabajo de los jesuitas y sus colaboradores.
Servir. ¿Qué quiere decir esto? Servir
significa dar cabida a la persona que llega, con cuidado; significa agacharse
hasta quien tiene necesidad y tenderle la mano, sin cálculos, sin miedo, con
ternura y comprensión, así como Jesús se inclinó para lavar los pies de los
apóstoles. Servir significa trabajar al lado de los más necesitados,
estableciendo con ellos en primer lugar relaciones humanas, de cercanía,
vínculos de solidaridad. Solidaridad, esta palabra que da miedo al mundo más
desarrollado. Tratan de no decirla. Es casi un insulto para ellos. ¡Pero es
nuestra palabra! Servir significa reconocer y acoger las exigencias de
justicia, de esperanza y buscar juntos las vías, los caminos concretos de liberación.
Los pobres son también maestros privilegiados de
nuestro conocimiento de Dios; su fragilidad y sencillez ponen al descubierto
nuestros egoísmos, nuestras falsas certezas, nuestras pretensiones de
autosuficiencia y nos guían a la experiencia de la cercanía y de la ternura de
Dios, para recibir en nuestra vida su amor, la misericordia del Padre que, con
discreción y paciente confianza, cuida de nosotros, de todos nosotros.
Desde este lugar de acogida, de encuentro y de
servicio, quisiera que surgiera una pregunta para todos, para todas las
personas que viven aquí en la diócesis de Roma: ¿Me inclino sobre quien está en
problemas, o tengo miedo de ensuciarme las manos? ¿Estoy encerrado en mí mismo,
en mis cosas, o me percato de los que necesitan ayuda? Me sirvo solo a mí
mismo, o sé servir a los demás como Cristo, que vino a servir hasta dar su
vida? ¿Miro a los ojos de los que buscan la justicia, o dirijo la mirada hacia
el otro lado? ¿Acaso para no mirar a los ojos?
Acompañar. En los últimos años, el Centro
Astalli ha hecho un camino. Al inicio ofrecía servicios de primera acogida: un
comedor, una cama, ayuda legal… Después aprendió a acompañar a las personas en
busca de trabajo y en la inserción social. Y luego también propuso actividades
culturales, para contribuir al desarrollo de una cultura de la acogida, una
cultura del encuentro y de la solidaridad, a partir de la protección de los
derechos humanos. La sola acogida no es suficiente. No basta dar un sándwich si
no va acompañado de la oportunidad de aprender a caminar sobre sus propios
pies. La caridad que deja a los pobres así como están, no es suficiente. La
misericordia verdadera, aquella que Dios nos da y nos enseña, pide justicia,
pide que el pobre encuentre su camino para dejar de serlo. Pide --y nos lo pide
a nosotros como Iglesia, a nosotros ciudad de Roma, a las instituciones--, pide
que ninguno tenga ya la necesidad de un comedor público, de un alojamiento
temporal, de un servicio de asistencia legal para ver reconocido su propio
derecho a vivir y a trabajar, a ser plenamente persona.
Adam dijo : "Nosotros, los refugiados
tenemos el deber de hacer todo lo posible para ser integrados en Italia".
Y este es un derecho: ¡la integración! Y Carol dijo: "Los sirios en Europa
sienten la gran responsabilidad de no ser una carga, queremos ser parte activa
de una nueva sociedad". ¡Esto también es un derecho! Esta responsabilidad
es la base ética, es la fuerza para construir juntos. Me pregunto: ¿acompañamos
este viaje?
Defender. Servir, acompañar, también
significa defender, significa tomar partido por los más débiles. Cuántas veces
levantamos la voz para defender nuestros derechos, pero ¡cuántas veces somos
indiferentes a los derechos de los demás! ¡Cuántas veces no sabemos o no
queremos dar voz a la voz de quien --como ustedes-- han sufrido y sufren; a
quienes han visto pisotear sus propios derechos, a quien ha sufrido tanta violencia,
que se ha reprimido incluso el deseo de tener justicia!
Para toda la Iglesia es importante que la acogida del pobre y la promoción
de la justicia no sean confiadas solo a los "especialistas", sino que
sea una atención de todo el trabajo pastoral, de la formación de los futuros
presbíteros y religiosos, del compromiso normal de todas las parroquias, los
movimientos y grupos eclesiales.
En particular --y esto es importante y lo digo
desde el corazón--, en particular, me gustaría invitar a los institutos
religiosos a leer en serio y con responsabilidad este signo de los tiempos. El
Señor nos llama a vivir con más coraje y generosidad la acogida en las
comunidades, en las residencias, en los conventos vacíos...
Queridos religiosos y religiosas, los conventos
vacíos no le sirven a la Iglesia para transformarlos en albergues y ganar
dinero. Los conventos vacíos no son nuestros, son para la carne de Cristo, que
son los refugiados. El Señor nos llama a vivir con generosidad y valentía la
acogida en los conventos vacíos. Desde luego, no es algo simple, se necesita
criterio, responsabilidad, pero también se necesita coraje. Hacemos tanto, pero
tal vez estamos llamados a hacer más, acogiendo y compartiendo con decisión lo
que la Providencia nos ha dado para servir. Superar la tentación de la
mundanidad espiritual para estar cerca de la gente común, y sobre todo de los
últimos. ¡Necesitamos comunidades solidarias que vivan el amor de manera
práctica !
Todos los días, aquí y en otros centros, muchas
personas, especialmente jóvenes, hacen fila por una comida caliente. Estas
personas nos recuerdan el sufrimiento y las tragedias de la humanidad. Pero esa
fila también nos dice que hagamos algo, ahora, todos, es posible. Simplemente basta
llamar a la puerta , y tratar de decir: "Yo estoy aquí. ¿Cómo puedo
ayudar?".
Traducido del original italiano por José Antonio Varela V.11.09.13
La catequesis del papa: 'La Iglesia
es nuestra Madre y todos somos parte de Ella'
Texto completo de la audiencia del
santo padre. Amar a la Iglesia. ¿Qué hago yo para que otros puedan compartir la
fe cristiana? ¿Soy fecundo en mi fe o cerrado?
Por
Francisco papa
CIUDAD DEL
VATICANO, 11 de septiembre de 2013 (Zenit.org) - Publicamos
a continuación las palabras del santo padre en la audiencia del miércoles 11 de
septiembre.
¡Queridos
hermanos y hermanas, buenos días!
Retomamos hoy las catequesis sobre la Iglesia en este
"Año de la fe". Entre las imágenes que el Concilio Vaticano II ha
elegido para hacernos entender mejor la naturaleza de la Iglesia, está la de
"madre": la Iglesia es nuestra madre en la fe, en la vida sobrenatural
(cfr. Cost. dogm. Lumen gentium, 6.14.15.41.42). Es una de las imágenes más
usadas por los Padres de la Iglesia en los primeros siglos y creo que pueda ser
útil también para nosotros. Para mí es una de las imágenes más bellas de la
Iglesia: ¡la Iglesia madre! ¿En qué sentido y en qué forma la Iglesia es madre?
Partamos de la realidad humana de la maternidad: ¿qué hace una madre?
1. En primer lugar una madre genera la vida,
lleva en su vientre durante nueve meses al propio hijo y después lo abre a la
vida, generándolo. Así es la Iglesia: nos genera en la fe, por obra del
Espíritu Santo que la hace fecunda, como la Virgen María. La Iglesia y la
Virgen María son madres, ambas; ¡lo que se dice de la Iglesia se puede decir
también de la Virgen y lo que se dice de la Virgen se puede decir también de la
Iglesia! Cierto la fe es un acto personal: "yo creo", yo
personalmente respondo a Dios que se hace conocer y quiere entrar en amistad
conmigo (cfr Enc. Lumen fidei, n. 39). Pero la fe yo la recibo de otros, en una
familia, en una comunidad que me enseña a decir "yo creo",
"nosotros creemos". ¡Un cristiano no es una isla! Nosotros no nos
hacemos cristianos en laboratorio, solos y con nuestras fuerzas, sino que la fe
es un don de Dios que nos viene dado por la Iglesia a través de la Iglesia. Y
la Iglesia nos da la vida de fe en la bautismo: ese es el momento en que nos
hace nacer como hijos de Dios, el momento en el que nos dona la vida de Dios,
nos genera como madre.
Si ustedes van al Batisterio de San Juan de
Letrán, dentro hay una inscripción en latín que dice más o menos así:
"Aquí nace un pueblo de estirpe divina, generado por el Espíritu Santo que
fecunda estas aguas, la Madre Iglesia da a luz a sus hijos en estas olas".
Esto nos hace entender algo importante: nuestro formar parte de la Iglesia no
es un hecho exterior y formal, no es rellenar una carta que nos dan, sino que
es un acto interior y vital: no se pertenece a la Iglesia como se pertenece a
una sociedad, a un partido o a cualquier otra organización. La unión es vital,
como la que se tiene con la propia madre, porque, como afirma san Agustín,
"la Iglesia es realmente madre de los cristianos" (De moribus
Ecclesiae, I,30,62-63: PL 32,1336). Preguntémonos ahora: ¿cómo veo yo la
Iglesia? ¿Agradezco también a mis padres porque me han dado la vida, agradezco
a la Iglesia porque me ha generado en la fe a través del bautismo? ¿Cuántos
cristianos recuerdan la fecha de su bautizo?
Quisiera hacer esta pregunta aquí a vosotros,
pero que cada uno responda en su corazón: ¿cuántos de ustedes recuerdan la
fecha de su bautizo? Algunos levantan las manos, pero ¡cuantos no la recuerdan!
Pero la fecha del bautizo es la fecha de nuestro nacimiento a la Iglesia, ¡la
fecha en la que nuestra madre Iglesia nos ha dado a luz! Y ahora os dejo una
tarea para casa. Cuando hoy ustedes vuelvan a casa, vayan a buscar bien cuál es
la fecha del bautismo, y esto para festejarlo, para dar gracias al Señor por
este don ¿Lo harán? ¿Amamos la Iglesia como se ama a la propia madre, sabiendo
también comprender sus defectos? Todas las madres tienen defectos, todos tenemos
defectos, pero cuando se habla de los defectos de la madre nosotros los
cubrimos, los amamos así. Y la Iglesia tiene también sus defectos: ¿la amamos
así como a la madre, la ayudamos a ser más bella, más auténtica, más según el
Señor? Les dejo estas preguntas, pero no se olviden de la tarea: buscar la
fecha del bautismo para tenerla en el corazón y festejarla.
2. Una madre no se limita a dar la vida, si no
que con gran cuidado ayuda a sus hijos a crecer, les da la leche, les alimenta,
enseña el camino de la vida, les acompaña siempre con sus atenciones, con su
afecto, con su amor, también cuando son mayores. Y en esto sabe también
corregir, perdonar, comprender, saber estar cerca en la enfermedad, en el
sufrimiento. En una palabra, una buena madre ayuda a los hijos a salir de sí
mismos, a no quedarse cómodamente bajo las alas maternas, como una cría de
pollo que está bajo las alas de la gallina. La Iglesia como buena madre hace lo
mismo: acompaña nuestro crecimiento transmitiendo la Palabra de Dios, que es
una luz que nos indica el camino de la vida cristiana; administrando los
sacramentos. Nos alimenta con la eucaristía, nos lleva el perdón de Dios a
través del sacramento de la reconciliación, nos sostiene en el momento de la
enfermedad con la unción de enfermos. La Iglesia nos acompaña en toda nuestra
vida de fe, en toda nuestra vida cristiana. Podemos hacernos entonces otras
preguntas: ¿qué relación tengo con la Iglesia? ¿La siento como madre que me
ayuda a crecer como cristiano? ¿Participo en la vida de la Iglesia, me siento
parte de ella? ¿Mi relación es formal o es vital?
3. Un tercer breve pensamiento. En los primeros
siglos de la Iglesia, estaba bien clara una realidad: la Iglesia, mientras es
madre de los cristianos, mientras "hace" los cristianos, está también
"hecha" de ellos. La Iglesia no es algo distinto de nosotros mismos,
pero vista como la totalidad de los creyentes, como el "nosotros" de
los cristianos: yo, tú, nosotros somos parte de la Iglesia. San Jerónimo
escribía: "La Iglesia de Cristo no es otra cosa si no las almas de los que
creen en Cristo" (Tract. Ps 86: PL 26,1084). Por tanto, la maternidad de
la Iglesia la vivimos todos, pastores y fieles.
A veces escucho: "yo creo en Dios pero no en
la Iglesia... He oído que la Iglesia dice...los curas dicen..." Pero una
cosa son los sacerdotes, pero la Iglesia no está formada solo de sacerdotes,
¡la Iglesia somos todos" Y si tú dices que crees en Dios y no crees en la
Iglesia, estás diciendo que no crees en ti mismo; y esto es una contradicción.
La Iglesia somos todos, desde el niño recién bautizado hasta los obispo, el
papa; todos somos Iglesia y todos somos iguales a los ojos de Dios! Todos
estamos llamados a colaborar al nacimiento de la fe de nuevos cristianos, todos
estamos llamados a ser educadores en la fe, y anunciar el Evangelio. Cada uno
que se pregunte: ¿qué hago yo para que otros puedan compartir la fe cristiana?
¿Soy fecundo en mi fe o cerrado? Cuando repito que amo una Iglesia no cerrada
en su recinto, pero capaz de salir, de moverse, también con algún riesgo, para
llevar a Cristo a todos, pienso a todos, a mí, a ti, ¡a cada cristiano! Todos
participamos de la maternidad de la Iglesia, para que la luz de Cristo alcance
los extremos de los confines de la tierra. ¡Y viva la Santa Madre Iglesia!
A los peregrinos de lengua española les ha dirigido estas palabras:Queridos hermanos y hermanas:
Retomamos hoy las catequesis sobre el misterio de
la Iglesia, en este Año de la fe, con la imagen de la "Madre". El
Concilio Vaticano II dice que la Iglesia es nuestra madre en la fe, en la vida
sobrenatural.
Ante todo, la Iglesia es madre porque engendra nuevos cristianos. Por el Bautismo, los hace nacer a la vida divina y establece con ellos un vínculo vital, interior, como el de una madre con sus hijos.
Además, como buena madre, los ayuda a crecer y a ser responsables, los alimenta, los educa, los cuida con ternura a lo largo de su vida. Así, la Iglesia nos anuncia la Palabra de Dios como luz para el camino, nos nutre con la Eucaristía, nos procura el perdón divino, nos sostiene en los momentos de sufrimiento y dificultad. Y, finalmente, como todos formamos la Iglesia, su maternidad incluye también la solicitud de los unos por los otros. Todos, pastores y fieles, estamos llamados a colaborar en la transmisión de la fe, en el anuncio del Evangelio, en la atención a los necesitados… para hacer fecunda a la Iglesia.
Preguntémonos: ¿Honro a la Iglesia como madre? ¿Participo en los sacramentos, escucho la Palabra de Dios en comunidad? Y sobre todo, ¿comparto su cuidado maternal por mis hermanos?
Ante todo, la Iglesia es madre porque engendra nuevos cristianos. Por el Bautismo, los hace nacer a la vida divina y establece con ellos un vínculo vital, interior, como el de una madre con sus hijos.
Además, como buena madre, los ayuda a crecer y a ser responsables, los alimenta, los educa, los cuida con ternura a lo largo de su vida. Así, la Iglesia nos anuncia la Palabra de Dios como luz para el camino, nos nutre con la Eucaristía, nos procura el perdón divino, nos sostiene en los momentos de sufrimiento y dificultad. Y, finalmente, como todos formamos la Iglesia, su maternidad incluye también la solicitud de los unos por los otros. Todos, pastores y fieles, estamos llamados a colaborar en la transmisión de la fe, en el anuncio del Evangelio, en la atención a los necesitados… para hacer fecunda a la Iglesia.
Preguntémonos: ¿Honro a la Iglesia como madre? ¿Participo en los sacramentos, escucho la Palabra de Dios en comunidad? Y sobre todo, ¿comparto su cuidado maternal por mis hermanos?
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua
española, en particular a los grupos provenientes de España, México, El
Salvador, Venezuela, Paraguay, Colombia, Argentina y los demás países
latinoamericanos. Invoquemos juntos al Espíritu Santo, para que conceda
fecundidad a la Iglesia, no le permita que se cierre en sí misma, y salga a
llevar la luz de Cristo hasta los confines de la tierra. Muchas gracias.
Traducido del italiano por Rocío Lancho García12.09.13
El Papa escribe a los no creyentes
Texto completo de la carta papal
La cuestión para quienes no creen en Dios es la de obedecer a su propia conciencia
La Iglesia, créame, a pesar de todos los retrasos, infidelidades, errores y pecados que haya cometido y todavía pueda cometer en los que la componen, no tiene otro sentido ni propósito que no sea vivir y dar testimonio de Jesús
12 de septiembre de
2013
- RELIGIÓN DIGITAL
Apreciado
doctor Scalfari:
Es
con profunda cordialidad que al menos a grandes líneas quisiera tratar de
responder a la carta que, desde las páginas de La Repubblica, se ha
querido dirigir a mi el 7 de julio con una serie de reflexiones personales, que
luego ha enriquecido en las páginas del mismo diario el 7 de agosto. Le
agradezco, en primer lugar, por la atención con la que leyó la encíclica Lumen
Fidei.
La
cual en la intención de mi amado predecesor, Benedicto XVI, que la
concibió y escribió gran parte, y la que con gratitud, heredé, se dirige no
solo a confirmar en la fe en Jesucristo a aquellos que en aquella ya se
reconocen, sino también para despertar un diálogo sincero y riguroso con los
que, como Usted, se define "un no creyente por muchos años, interesado y
fascinado por la predicación de Jesús de Nazaret".
Por
lo tanto, creo que es muy positivo, no solo para nosotros individualmente, sino
también para la sociedad en la que vivimos, detenernos para dialogar de algo
tan importante como es la fe, que se refiere a la predicación y a la figura de
Jesús. Creo que hay, en particular, dos circunstancias que hacen que este
diálogo sea hoy sea un deber y algo valioso.
Como
se sabe, uno de los principales objetivos del Concilio Vaticano II,
querido por el papa Juan XXIII y por el ministerio de los papas, es la
sensibilidad y contribución que cada uno desde entonces hasta ahora ha dado
según el patrón establecido por el Concilio. La primera de las circunstancias
--como se recuerda en las páginas iniciales de la Encíclica-- deriva del
hecho que a lo largo de los siglos de la modernidad , se produjo una paradoja:
la fe cristiana, cuya novedad e incidencia sobre la vida del hombre desde el
principio han sido expresados precisamente a través del símbolo de la luz, a
menudo ha sido calificada como la oscuridad de la superstición que se opone a
la luz de la razón. Así entre la
Iglesia y la cultura de inspiración cristiana, por una parte,
y la cultura moderna de carácter iluminista, por la otra, se ha llegado a la
incomunicación. Ahora ha llegado el momento, y el Vaticano II ha inaugurado
justamente la estación, de un diálogo abierto y sin prejuicios que vuelva a
abrir las puertas para un serio y fructífero encuentro.
La
segunda circunstancia, para quien busca ser fiele al don de seguir a Jesús en
la luz de la fe, viene del hecho de que este diálogo no es un accesorio
secundario de la existencia del creyente: es en cambio una expresión
íntima e indispensable. Permítame citarle una afirmación en mi opinión muy
importante de la Encíclica:
visto que la verdad testimoniada por la fe es aquella del amor -subraya-- «está
claro que la fe no es intransigente, sino que crece en la convivencia que
respeta al otro. El creyente no es arrogante; por el contrario, la verdad lo
hace humilde, consciente de que, más que poseerla nosotros, es ella la que nos
abraza y nos posee. Lejos de ponernos rígidos, la seguridad de la fe nos pone
en camino, y hace posible el testimonio y el diálogo con todos» ( n. 34 ). Este
es el espíritu que anima las palabras que le escribo.
La
fe, para mí, nace de un encuentro con Jesús. Un encuentro personal, que ha tocado
mi corazón y ha dado una dirección y un nuevo sentido a mi existencia. Pero al
mismo tiempo es un encuentro que fue posible gracias a la comunidad de fe en la
que viví y gracias a la cual encontré el acceso a la sabiduría de la Sagrada Escritura,
a la vida nueva que como agua brota de Jesús a través de los sacramentos, de la
fraternidad con todos y del servicio a los pobres, imagen verdadera del Señor.
Sin
la Iglesia
-créame--, no habría sido capaz de encontrar a Jesús mismo, siendo consciente
de que el inmenso don que es la fe se conserva en las frágiles odres de barro
de nuestra humanidad. Y es aquí precisamente, a partir de esta experiencia
personal de fe vivida en la
Iglesia, que me siento cómodo al escuchar sus preguntas y en
buscar, junto con Usted, el camino a través del cual podamos, quizás, comenzar
a hacer una parte del camino juntos.
Perdóneme
si no sigo paso a paso los argumentos propuestos por usted en el editorial del
7 de julio. A mí me parece más fructífero --o por lo menos es más agradable
para mí-- ir de una determinada manera al corazón de sus consideraciones.
No entro ni siquiera en el modo de exposición seguida por la Encíclica, en la que
Usted advierte la falta de una sección dedicada específicamente a la experiencia
histórica de Jesús de Nazaret.
Observo
únicamente, para empezar, que un análisis de este tipo no es secundario. Se
trata de hecho, siguiendo después la lógica que guía el desarrollo de la
encíclica, de centrar la atención sobre el significado de lo que Jesús dijo e
hizo, y así, en última instancia, de lo que Jesús fue y es para nosotros. Las
cartas de Pablo y el evangelio de Juan, a los que se hace especial referencia
en la Encíclica,
se construyen, de hecho, en el sólido fundamento del ministerio mesiánico de
Jesús de Nazaret, que llegan a su auge resolutivo en la pascua de muerte y
resurrección. Así es que, es necesario confrontarse con Jesús, diría yo, en la
realidad y la rudeza de su historia, así como se nos relata sobre todo en el
Evangelio más antiguo, el de Marcos.
Observamos
entonces que el «escándalo» que la palabra y la práctica de Jesús causan
alrededor de él, derivan de su extraordinaria «autoridad»: una palabra, esta,
atestiguada desde el Evangelio de Marcos, pero que no es fácil reportar bien en
italiano. La palabra griega es «exousia», que literalmente se refiere a lo que
«viene del ser», de lo que es. No se trata de algo externo o forzado, sino de
algo que emana de su interior y que se impone por sí mismo. Jesús realmente
golpea, confunde, innova --como él mismo dice-- a partir de su relación con
Dios, llamado familiarmente Abbà, lo que le da a esta «autoridad» para que él
la emplee a favor de los hombres.
Así,
Jesús predica «como quien tiene autoridad», cura, llama a sus discípulos a
seguirle, perdona... cosas todas que en el Antiguo Testamento, son de Dios y
solo de Dios. La pregunta que más retorna en el Evangelio de Marcos es: «¿Quién
es éste que ...?» , y que tiene que ver con la identidad de Jesús, nace de la
constatación de una autoridad diferente a la del mundo, una autoridad que no
tiene la intención de ejercer el poder sobre los demás, sino para servir , para
darles la libertad y la plenitud de la vida. Y esto al punto de jugarse la
propia vida, hasta experimentar la incomprensión, la traición, el rechazo;
hasta ser condenado a muerte, hasta caer en el estado de abandono sobre la
cruz.
Pero
Jesús se mantuvo fiel a Dios hasta el final. Y es precisamente entonces --como
exclama el centurión romano al pie de la cruz, en el Evangelio de Marcos--,
cuando Jesús se muestra, paradójicamente, ¡como el Hijo de Dios! Hijo de un
Dios que es amor y que quiere, con todo su ser, que el hombre, cada hombre, se
descubra y viva también él como su verdadero hijo. Esto, para la fe
cristiana, está certificado por el hecho de que Jesús ha resucitado: no
para demostrar el triunfo sobre aquellos que lo han rechazado, sino para dar fe
de que el amor de Dios es más fuerte que la muerte, que el perdón de Dios es
más fuerte que todo pecado, y que vale la pena emplear la propia vida, hasta el
final, para dar testimonio de este gran regalo.
La
fe cristiana cree que esto: que Jesús es el Hijo de Dios que vino a dar su vida
para abrir a todos el camino del amor. Por lo tanto tiene razón, querido doctor Scalfari,
cuando ve en la encarnación del Hijo de Dios la piedra angular de la fe
cristiana. Tertuliano escribía: «caro cardo salutis», la carne (de Cristo) es
la base de la salvación. Porque la encarnación, es decir, el hecho de que el
Hijo de Dios haya venido en nuestra carne y haya compartido alegrías y
tristezas, triunfos y derrotas de nuestra existencia, hasta el grito de la
cruz, experimentando todo en el amor y en la fidelidad al Abbà, testimonia el
increíble amor que Dios tiene respecto a cada hombre, el valor inestimable que
le reconoce. Cada uno de nosotros, por lo tanto, está llamado a hacer suya la
mirada y la elección del amor de Jesús, para entrar en su manera de ser, de
pensar y de actuar. Esta es la fe, con todas las expresiones que se describen
puntualmente en la
Encíclica.
Siempre
en el editorial del 7 de julio, Usted me pregunta también cómo entender la
originalidad de la fe cristiana, ya que esta se basa precisamente en la
encarnación del Hijo de Dios, en comparación con otras creencias que giran en
trono a la absoluta trascendencia de Dios. La originalidad, diría yo, radica
en el hecho de que la fe nos hace partícipes, en Jesús, en la relación que Él
tiene con Dios, que es Abbà y, de este modo, en la la relación que Él tiene
con todos los demás hombres, incluidos los enemigos, en signo del amor.
En
otras palabras, la filiación de Jesús, como ella se presenta a la fe cristiana,
no se reveló para marcar una separación insuperable entre Jesús y todos los
demás: sino para decirnos que, en Él, todos estamos llamados a ser hijos del
único Padre y hermanos entre nosotros. La singularidad de Jesús es para la
comunicación, y no para la exclusión. Por cierto, de aquello se deduce también
--y no es poca cosa--, aquella distinción entre la esfera religiosa y la esfera
política, que está consagrado en el «dar a Dios lo que es de Dios y al César lo
que es del César», afirmada claramente por Jesús y en la que, con gran trabajo,
se ha construido la historia de Occidente.
La Iglesia, por lo tanto, está llamada a
diseminar la levadura y la sal del Evangelio, y por lo tanto, el amor y la
misericordia de Dios que llega a todos los hombres, apuntando a la meta
ultraterrena y definitiva de nuestro destino, mientras que a la sociedad civil
y política le toca la difícil tarea de articular y encarnar en la justicia y en
la solidaridad, en el derecho y en la paz, una vida cada vez más humana. Para
los que viven la fe cristiana, eso no significa escapar del mundo o de la investigación
de cualquier hegemonía, pero al servicio de la humanidad, a todo el hombre y a
todos los hombres, a partir de la periferia de la historia y suscitando el
sentido de la esperanza que impulsa a hacer el bien a pesar de todo y mirando
siempre más allá.
Usted
me pregunta también, al término de su primer artículo, qué debemos decirle a
nuestros hermanos judíos sobre la promesa hecha a ellos por Dios: ¿acaso
quedó en el vacío? Es esta -créame-- una pregunta que nos desafía radicalmente,
como cristianos, ya que con la ayuda de Dios, especialmente a partir del Concilio
Vaticano II, hemos descubierto que el pueblo judío sigue siendo para nosotros,
la raíz santa de la que germinó Jesús. También yo, en la amistad que he
cultivado a lo largo de todos estos años con nuestros hermanos judíos, en
Argentina, muchas veces me cuestioné ante Dios en la oración, sobre todo cuando
la mente se iba al recuerdo de la terrible experiencia de la Shoah. Lo que puedo
decirle, con el apóstol Pablo, es que nunca ha fallado la fidelidad de Dios a
su alianza con Israel y que, a través de las pruebas terribles de estos siglos,
los judíos han conservado su fe en Dios. Y por esto, con ellos nunca seremos lo
suficientemente agradecidos como Iglesia, sino también como humanidad. Ellos
justamente perseverando en la fe en el Dios de la alianza los invitan a todos,
también a nosotros cristianos, al estar siempre a la espera, como los
peregrinos, del regreso del Señor y que por lo tanto, siempre debemos estar
abiertos a Él y nunca cerrarnos ante lo que ya hemos alcanzado.
Llego
así a las tres preguntas que me pone en el artículo del 7 de agosto. Me parece
que, en los dos primeros, lo que le su corazón quiere es entender la actitud de
la Iglesia
hacia los que no comparten la fe de Jesús.
En
primer lugar, me pregunta si el Dios de los cristianos perdona a los que no
creen y no buscan la fe. Teniendo en cuenta que --y es la clave-- la
misericordia de Dios no tiene límites si nos dirigimos a Él con un corazón
sincero y contrito, la cuestión para quienes no creen en Dios es la de obedecer
a su propia conciencia. El pecado, aún para los que no tienen fe, existe cuando
se va contra la conciencia. Escuchar y obedecerla significa de hecho, decidir
ante lo que se percibe como bueno o como malo. Y en esta decisión se juega la
bondad o la maldad de nuestras acciones.
En
segundo lugar, Ud. me pregunta si el pensamiento según el cual no existe ningún
absoluto, y por lo tanto ninguna verdad absoluta, sino solo una serie de
verdades relativas y subjetivas, se trate de un error o de un pecado. Para
empezar, yo no hablaría, ni siquiera para quien cree, de una verdad «absoluta»,
en el sentido de que absoluto es aquello que está desatado, es decir, que sin
ningún tipo de relación. Ahora, la verdad, según la fe cristiana, es el amor
de Dios hacia nosotros en Cristo Jesús. Por lo tanto, ¡la verdad es una
relación! A tal punto que cada uno de nosotros la toma, la verdad, y la expresa
a partir de sí mismo: de su historia y cultura, de la situación en la que vive,
etc. Esto no quiere decir que la verdad es subjetiva y variable, ni mucho
menos. Pero sí significa que se nos da siempre y únicamente como un camino y
una vida. ¿No lo dijo acaso el mismo Jesús: «Yo soy el camino, la verdad y la
vida»? En otras palabras, la verdad es en definitiva todo un uno con el amor,
requiere la humildad y la apertura para ser encontrada, acogida y expresada.
Por lo tanto, hay que entender bien las condiciones y, quizás, para salir de
los confines de una contraposición... absoluta, replantear en profundidad el
tema. Creo que esto es hoy una necesidad imperiosa para entablar aquel diálogo
pacífico y constructivo que deseaba desde el comienzo de esta mi opinión.
En
la última pregunta me interroga si, con la desaparición del hombre sobre la
tierra, desaparecerá también el pensamiento capaz de pensar en Dios. Es verdad,
la grandeza del hombre está en ser capaz de pensar en Dios. Y por lo tanto, en
el poder vivir una relación consciente y responsable con Él.
Pero
la relación es entre dos realidades. Dios --este es mi pensamiento y esta es mi
experiencia, ¡y cuántos, ayer y hoy lo comparten!--, no es una idea, aunque sea
un alto fruto del resultado del pensamiento del hombre. Dios es una realidad
con la «R» mayúscula. Jesús lo revela --y tiene una relación viva con Él--,
como un Padre de infinita bondad y misericordia. Dios no depende, por lo tanto,
de nuestra forma de pensar. Y de otro lado, mismo cuanto terminará la vida del
hombre sobre la tierra - y para la fe cristiana de todos modos, este mundo así
como lo conocemos está destinado a tener un fin-- el hombre no acabará de
existir, y en una manera que nosotros no sabemos, tampoco el universo que fue
creado con él. La
Escritura habla de «cielos nuevos y tierra nueva» y afirma
que, al final, en el dónde y en el cuándo, que está más allá de nosotros, pero
hacia el cual, en la fe tendemos con deseo y espera, Dios será «todo en todos».
Estimado
doctor Scalfari, concluyo así mis reflexiones, suscitadas por lo que ha querido
decirme y preguntarme. Acójalas como una respuesta tentativa y provisional,
pero sincera y confiada, con la invitación que le hice de andar una parte del
camino juntos. La Iglesia,
créame, a pesar de todos los retrasos, infidelidades, errores y pecados que
haya cometido y todavía pueda cometer en los que la componen, no tiene otro
sentido ni propósito que no sea vivir y dar testimonio de Jesús: Él que fue
enviado por el Abbà «para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha
enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para
dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor» (Lc. 4,
18-19).
Con
fraternal cercanía,
Francesco
Para amar al enemigo: contemplar la
pasión de Jesús y la dulzura de María
El papa Francisco en Santa Marta.
Pedir esta gracia de perdonar, de no odiar al prójimo, de no hablar mal contra
el vecino
Por
Redacción
ROMA, 12 de septiembre de 2013 (Zenit.org) - “La
humanidad sufriente" de Jesús y la "dulzura" de María. Estos son
los dos "polos" que el cristiano debe observar para vivir lo que pide
el Evangelio. Así lo afirmó el papa Francisco este jueves durante la homilía de
la misa celebrada en la Casa Santa Marta.
El Evangelio es exigente, le pide "cosas
fuertes" a un cristiano: la capacidad de perdonar, la magnanimidad, el
amor a los enemigos... Solo hay una manera de ser capaz de ponerlo en práctica:
"meditar en la Pasión, la humanidad de Jesús” e imitar el comportamiento
de su Madre.
Y es justamente a la Virgen, de quien hoy la Iglesia
celebra el "Santo Nombre", el papa Francisco ha dedicado el primer
pensamiento de la homilía. Un tiempo, dijo, la fiesta de hoy se llamaba el
"dulce Nombre de María". Después la definición ha cambiado,
"pero en la oración --observó--, se ha mantenido la dulzura de su
nombre":
"Necesitamos hoy de la dulzura de la Virgen para
entender estas cosas que Jesús nos pide, ¿verdad? Debido a que esta son cosas
no fáciles de vivir. Amen a sus enemigos, hagan el bien, presten sin esperar
nada... Si alguien te pega en una mejilla, preséntale también la otra, a quien
toma tu manto no le niegues la túnica... Son cosas fuertes, ¿no? Pero todo
esto, a su manera, fue experimentado por la Virgen María: es la gracia de la
mansedumbre, la gracia de la apacibilidad".
Incluso san Pablo, en su Carta a los Colosenses
de la liturgia del día, invita a los cristianos a revestirse de
"sentimientos de ternura, de bondad, de humildad, de mansedumbre", de
tolerancia y perdón mutuo. Y aquí, comentó el papa Francisco, "nuestra
pregunta brota de inmediato: pero, ¿cómo puedo hacer esto?, ¿cómo me preparo
para hacerlo?, ¿qué debo estudiar para hacer esto?". La respuesta, dijo el
papa, "es clara": "Nosotros, con nuestro esfuerzo, no podemos
hacerlo. Solamente una gracia puede hacerlo en nosotros". Y esta gracia,
agregó, pasa a través de un camino preciso:
"Piensa sólo en Jesús, si nuestro corazón,
si nuestra mente está con Jesús --el ganador, aquel que ha vencido a la muerte,
el pecado, al diablo, a todo-- podremos hacer esto que el mismo Jesús nos pide
y que nos lo pide el apóstol Pablo: la mansedumbre, la humildad, la bondad, la
ternura, la dulzura, la magnanimidad. Si no miramos a Jesús, si no estamos con
Jesús no podemos hacer esto. Es una gracia, es la gracia que proviene de la
contemplación de Jesús".
En particular, dijo el santo padre, hay un
aspecto particular de la vida de Jesús a la que debe dirigirse la contemplación
del cristiano: su Pasión, su "humanidad sufriente" Y surayó: "Es
así que a partir de la contemplación de Jesús, de nuestra vida escondida con
Jesús en Dios, que podemos llevar adelante estas actitudes, estas virtudes que
el Señor nos pide. No hay otra manera".
"Pensar en su silencio manso: este será tu
esfuerzo; Él hará el resto; Él hará todo lo que falta. Pero tienes que hacer lo
siguiente: Ocultar tu vida en Dios con Cristo. Esto se hace con la
contemplación de la humanidad de Jesús, de la humanidad doliente. Hay otra
manera: no hay ninguna otra. Es la única. Con el fin de ser buenos cristianos,
hay que contemplar la humanidad de Jesús y la humanidad sufriente. Para dar
testimonio, para poder dar este testimonio, hay eso.
Para perdonar, contempla el sufrimiento de Jesús.
Para no odiar a tu prójimo contempla el sufrimiento de Jesús. Para no hablar
mal contra el vecino, contempla el sufrimiento de Jesús. El único. Oculta tu
vida con Cristo en Dios: este es el consejo que nos da el Apóstol. Es el
consejo para ser humilde, manso y bueno, generoso, tierno".
13.09.13
Homilía del papa en Santa Marta: las
habladurías matan a Dios y al prójimo
'Las murmuraciones van siempre en en
una dimensión de criminalidad. No hay habladurías inocentes'
Por
Redacción
CIUDAD DEL VATICANO, 13 de septiembre de 2013 (Zenit.org) - "¿Por
qué miras la paja en el ojo de tu hermano y no te das cuenta de la viga que
está en el tuyo?" El papa Francisco ha recordado estas palabras de Jesús
en su homilía de Santa Marta de esta mañana. El santo padre ha observado que
Jesús, después de hablar de la humildad, hoy nos habla en las lecturas
"de esa actitud de odio hacia el prójimo, de ese convertirse en juez del
hermano". Y a este punto, ha afirmado que Jesús "dice una palabra
fuerte: hipócrita".
"Los que viven juzgando al prójimo, hablando mal
del prójimo, son hipócritas, porque no tienen la fuerza, el valor de mirar a
sus propios defectos". Y señala, que "quien tiene odio en su corazón
contra el hermano es un homicida... También el apóstol Juan, en su primera
Carta, lo dice claro: El que odia a su hermano camina en las tinieblas;
quien juzga a su hermano, camina en las tinieblas", ha explicado el
papa Francisco.
Y ha añadido "cada vez que nosotros juzgamos a
nuestros hermanos en el corazón y peor aún es cuando hablamos de esto con los
otros, somos cristianos homicidas". A continuación ha señalado que
"un cristiano homicida...no lo digo yo ¿eh?, lo dice el Señor. Y sobre
este punto, no hay lugar para las sombras. Si tu hablas mal de hermano, matas
al hermano. Y nosotros, cada vez que lo hacemos, imitamos ese gesto de Caín, el
primer homicida de la historia".
Francisco también ha recordado que en estos
tiempos en los que se habla de guerras y se pide tanto la paz, "es
necesario un gesto nuestro de conversión". Y por eso advirtió que
"las murmuraciones van siempre en una dimensión de criminalidad. No hay
habladurías inocentes”. Citando al apóstol Santiago ha recordado que la lengua
es para alabar a Dios “pero cuando usamos nuestra lengua para hablar mal del
hermano o de la hermana, la usamos para matar a Dios”, porque es “la imagen de
Dios en el hermano”. Alguno, constató el papa, podría decir que una persona se
merezca las habladurías y sobre eso exhortó: “¡Pero anda, reza por él! ¡Anda,
haz penitencia por ella! Y luego, si es necesario, hablale a aquella persona
para que pueda remediar el problema. Pero ¡no, decirlo a todos!’. Pablo fue un
pecador fuerte, y dice de sí mismo: ‘Antes era un blasfemo, un perseguidor y un
violento. Pero fui tratado con misericordia’. Quizás ninguno de nosotros
blasfemia – quizás. Pero si alguno de nosotros murmura, ciertamente es un
perseguidor y un violento".
Para finalizar pidió "para nosotros, para la
toda Iglesia, la gracia de la conversión de la criminalidad de las habladurías
al amor, a la humildad, a la mansedumbre, a la docilidad, a la magnanimidad del
amor hacia el prójimo”.
14.09.13
“I ara us poso uns deures per a casa”
Audiència
general del papa Francesc a la
Plaça de Sant Pere del Vaticà, 11
de setembre de 2013
“L’Església
és la nostra mare en la fe, en la vida sobrenatural. Aquesta és una de les
imatges més utilitzades pels Pares de l’Església ens els primers segles i crec
que també a nosaltres ens pot ser útil. Per a mi és una de les imatges més
boniques de l’Església: l’Església mare! En quin sentit i de quina manera
l’Església és mare? A partir de la realitat humana de la maternitat: què fa una
mare?
En
primer lloc una mare genera a la vida, durant nou mesos porta dins el ventre el
seu fill i després l’obre a la vida, generant-lo. L’Església és així: ens
genera a la fe, per obra de l’Esperit Sant que la fa fecunda, com a la Verge Maria.
L’Església i la Verge
Maria són totes dues mare; el que es diu de l’Església també
es pot dir de la Mare
de Déu i el que es diu de la Mare
de Déu es pot dir de l’Església. És clar que la fe és un acte personal: “jo
crec”, jo responc personalment a Déu que es deixa conèixer i vol entrar en
amistat amb mi. Però la fe jo la rebo d’altres, en una família, en una
comunitat que m’ensenya a dir “jo crec”, “nosaltres creiem”. Un cristià no és
una illa! Nosaltres no arribem a ser cristians en un laboratori, no arribem a
ser cristians tots sols i amb les nostres forces; la fe és un regal, és un do
de Déu que se’n dóna en l’Església i a través de l’Església. I l’Església ens
dóna la vida de fe en el bateig: aquell és el moment en què ens fa nèixer com a
fills de Déu, el moment en què ens dóna la vida de Déu, ens genera com a mare.
El fet que formem part de l’Església no és una cosa exterior i formal, no és
omplir un full que ens donen, sinó un acte interior i vital; no es pertany a
l’Església com es pertany a una societat, a un partit o a una altra
organització qualsevol. El lligam és vital, com el que tenim amb la nostra
mare, perquè, com afirma sant Agustí “l’Església és realment la mare dels
cristians”.
Preguntem-nos:
com veig jo l’Església? Si estic agraït als meus pares perquè m’han donat la
vida, estic agraït a l’Església perquè m’ha generat a la fe a través del
bateig? Quants cristians recorden la data del seu bateig? Voldria fer-vos
aquesta pregunta a tots vosaltres, però que cadascú contesti en el seu cor:
quants de vosaltres recordeu la data del vostre bateig? Alguns aixequeu la mà,
però molts altres no se’n recorden! I la data del bateig és la data del nostre
naixement en l’Església, la data en la qual la nostra mare Església ens ha
generat! I ara us poso uns deures per a casa. Quan torneu avui a casa, busqueu
bé quina és la data del vostre bateig, i això per celebrar-ho, per donar les
gràcies al Senyor d’aquest do. Ho fareu?
Estimem
l’Església com estimem la nostra mare, comprenent fins i tot els seus defectes?
Totes les mares tenen defectes, però quan es parla dels defectes de la mare
nosaltres els tapem, els estimem així. I l’Església també té els seus defectes:
l’estimem com la mare, l’ajudem a ser més bonica, més autèntica, més segons el
Senyor? Us deixo aquestes preguntes, però no oblideu els deures: busqueu la
data del vostre bateig per dur-la dins el cor i celebrar-la.
Una
mare no es limita a donar la vida, sinó que amb gran cura ajuda els seus fills
a crèixer, els dóna llet, els alimenta, els ensenya el camí de la vida, sempre
els acompanya amb les seves atencions, amb el seu afecte, amb el seu amor, fins
i tot quan són grans. I en tot això també sap corregir, perdonar, comprendre,
sap ser propera en la malaltia, en el patiment. En poques paraules, una bona
mare ajuda els fills a sortir de si mateixos, a no quedar-se còmodament sota
les ales maternes, com una covada de pollets sota les ales de la lloca.
L’Església com a bona mare fa el mateix: acompanya el nostre creixement
transmetent la Paraula
de Déu, que és una llum que ens indica el camí de la vida cristiana;
administrant els sagraments. Ens alimenta amb l’eucaristia, ens porta el perdó
de Déu per mitjà del sagrament de la penitència, ens sostè en el moment de la
malaltia amb la unció dels malalts. Aleshores podem fer-nos altres preguntes:
quina relació tinc jo amb l’Església? La sento com una mare que m’ajuda a
créixer com a cristià? Participo en la vida de l’Església, me’n sento part? La
meva relació és una relació formal o és vital?
En
els primers segles de l’Església hi havia una realitat ben clara: l’Església,
mentre és mare dels cristians, mentre “fa” cristians, també està “feta” de
cristians. L’Església no és una cosa diferent de nosaltres mateixos, sinó que
cal veure-la com la totalitat dels creients, com el “nosaltres” dels
cristians”: jo, tu, tots nosaltres som part de l’Església. Sant Jeroni
escrivia: “L’Església de Crist no és una altra cosa si no les ànimes dels qui
creuen en Crist”. Aleshores la maternitat de l’Església la vivim tots, pastors
i fidels. A vegades sento: “Jo crec en Dèu però no en l’Església... He sentit
que l’Església diu... Els capellans diuen...” Ara bé, una cosa són els
capellans, però l’Església no està formada només pels capellans, l’Església som
tots! I si tu dius que creus en Déu i no creus en l’Església, estàs dient que
no creus en tu mateix; i això és una contradicció. L’Església som tots: des del
nen batejat recentment fins als bisbes, fins al papa; tots som Església i tots
som iguals als ulls de Déu! Tots estem cridats a coŀlaborar en el naixement a
la fe de nous cristians, tots estem cridats a ser educadors en la fe, a
anunciar l’Evangeli.
Que
cadascú de nosaltres es demani: què faig perquè altres puguin compartir la fe
cristiana? Sóc fecund en la meva fe o sóc tancat? Quan repeteixo que estimo una
Església que no estigui tancada en el seu recinte, sinó capaç de sortir, de
moure’s, fins i tot amb algun risc, per portar Crist a tothom, penso en tots,
en mi, en tu, en cada cristià. Tots participem de la maternitat de l’Església,
per tal que la llum de Crist arribi fins als extrems confins de la terra. I
visca la santa mare Església!”
13.09.13
13.09.13
Francisco: Solo con oración y las
lágrimas se puede penetrar en el gran misterio de la Cruz
Durante la misa en Santa Marta
recordó que Cristo se alzó en ella solo después de abajarse
ROMA, 14 de septiembre de 2013 (Zenit.org) - El misterio
de la Cruz es un gran misterio para los seres humanos, al cual solo puede
aproximarse en la oración y en las lágrimas: esto es lo que ha dicho la mañana
del sábado el papa durante la misa celebrada en Santa Marta, el día en que la
Iglesia celebra la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz .
En el misterio de la Cruz --dijo el papa en la
homilía--, encontramos la historia del hombre y la historia de Dios,
sintetizados por los Padres de la Iglesia en la comparación entre el árbol del
conocimiento del bien y del mal, en el Paraíso, y el árbol de la Cruz:
"Ese árbol había hecho tanto mal y este árbol nos
lleva a la salvación, a la salud. Perdona aquel mal. Este es el camino de la
historia del hombre: un camino para encontrar a Jesucristo, el Redentor, que da
la vida por amor. En efecto, Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al
mundo, sino para que el mundo se salve por medio de Él. Este árbol de la Cruz
nos salva, a todos nosotros, de las consecuencias de ese otro árbol, donde
comenzó la autosuficiencia, el orgullo, la soberbia de querer conocer
–nosotros--, todo, según nuestra mentalidad, de acuerdo con nuestros criterios,
incluso de acuerdo a la presunción de ser y de llegar a ser los únicos jueces
del mundo. Esta es la historia del hombre: desde un árbol a otro".
En la cruz está también "la historia de
Dios" --dijo el papa Francisco-- "para que podamos decir que Dios
tiene una historia”. Es un hecho que, "Dios ha querido asumir nuestra
historia y caminar con nosotros": se ha abajado haciéndose hombre,
mientras nosotros queremos alzarnos, y tomó la condición de siervo, haciéndose
obediente hasta la muerte en la Cruz, para levantarnos:
"¡Dios hace este camino por amor! No hay
otra explicación: solo el amor hace estas cosas. Hoy miramos la Cruz, historia
del hombre e historia de Dios. Miremos esta Cruz, donde se puede probar aquella
miel de aloe, aquella miel amarga, la dulzura amarga del sacrificio de Jesús.
Pero este misterio es tan grande, que nosotros solos no somos capaces de ver
bien este misterio, no tanto para entender --sí, entender..., sino sentir
profundamente la salvación de este misterio. En primer lugar, el misterio de la
Cruz. Solo se puede entender un poco de rodillas, en la oración, pero también a
través de las lágrimas: son las lágrimas las que nos acercan a este misterio".
"Sin llorar, un llanto en el corazón
–enfatizó Francisco--, no se podrá “jamás comprender este misterio". Y
"el llanto del arrepentido, el llanto del hermano y de la hermana que ven
tanta miseria humana" y la ven en Jesús, pero "de rodillas y llorando"
y "nunca solos, nunca solos!".
"Para entrar en este misterio, que no es un
laberinto pero se parece un poco, siempre tenemos necesidad de la Madre, de la
mano de la mamá. Que ella, María, nos haga escuchar cuán grande y cuán humilde
es este misterio; tan dulce como la miel y tan amargo como el aloe. Que sea
ella la que nos acompañe en este viaje, no puede hacerlo nadie más que nosotros
mismos. ¡Alguien debería hacerlo! Con la madre, llorando y de rodillas" .
14.09.13
El cristiano no puede «juzgar» a
Dios porque no castiga a los pecadores
Profunda reflexión del santo padre
durante el Ángelus, durante el cual rezó con todos por los enemigo
LIMA, 15 de septiembre de 2013 (Zenit.org)
-
Este domingo al mediodía el santo padre Francisco se asomó al balcón del Palacio Apostólico Vaticano para el tradicional rezo del Ángelus, antes del cual dirigió una reflexion centrada en el evangelio dominical del Hijo Pródigo.
Este domingo al mediodía el santo padre Francisco se asomó al balcón del Palacio Apostólico Vaticano para el tradicional rezo del Ángelus, antes del cual dirigió una reflexion centrada en el evangelio dominical del Hijo Pródigo.
Recordó que las tres parábolas que se leen hoy en toda
la litugia universal, hablan de la alegría de Dios. "Dios es gozoso"
--dijo, porque "la alegría de Dios es perdonar (..) es la alegría de un
pastor que encuentra a su ovejita o de un padre que vuelve a recibir en casa al
hijo que se había perdido".
Una síntesis
del cristianismo
Hizo ver a los fieles, algunos de los cuales lo
escuchaban en medio de la Plaza de San Pedro bajo la lluvia, que en estas
parábolas de la misericordia está resumido todo el evangelio. "¡Aquí está
todo el Cristianismo!", dijo emocionado.
Advirtió que
no estamos ante una “ostentación de buenos sentimientos”, sino por el
contrario, "la misericordia es la verdadera fuerza que puede salvar al
hombre y al mundo del 'cáncer' que es el pecado, el mal moral, el mal
espiritual".
Fue más allá cuando dijo que "solo el amor llena
los vacíos, los abismos negativos que el mal abre en el corazón y en la
historia". Porque para Francisco, "Jesús es todo misericordia (y)
cada uno de nosotros es esa oveja perdida, esa moneda perdida, cada uno de
nosotros es ese hijo que ha desperdiciado su propia libertad siguiendo ídolos
falsos, espejismos de felicidad, y lo ha perdido todo".
El padre amoroso
Con el fin de profundizar sobre este mensaje que
caracteriza ya su pontificado, el papa recordó que Dios no nos olvida, "el
Padre no nos abandona jamás (..) es un Padre paciente, nos espera
siempre". Si bien respeta nuestra libertad --continuó, "permanece
siempre fiel, y cuando volvemos a Él, nos acoge como hijos, en su casa, porque
no deja jamás, ni siquiera por un momento, de esperarnos, con amor".
"Y su corazón está de fiesta por cada hijo
que vuelve, porque Dios tiene esta alegría, cuando uno de nosotros, pecadores,
va a Él y pide su perdón", aseguró.
En referencia a la parábola del Hijo Pródigo, el Catequista universal
insistió en que a veces se cae en las actitudes del hermano mayor del relato,
quien, igual que muchos cristianos "presumimos que somos justos, y
juzgamos a los demás; juzgamos también a Dios, porque pensamos que debería
castigar a los pecadores, condenarlos a muerte, en lugar de perdonar".Amar siempre
Porque para el papa, "si en nuestro corazón
no hay misericordia, la alegría del perdón, no estamos en comunión con Dios,
incluso si observamos todos los preceptos; porque es el amor el que salva, no
la sola práctica de los preceptos. Es el amor por Dios y por el prójimo lo que
da cumplimiento a todos los mandamientos".
Finalmente, recomendó no vivir según la ley del
'ojo por ojo, diente por diente', porque jamás se sale de la espiral del mal.
"El Maligno es astuto, y nos hace creer que
con nuestra justicia humana podemos salvarnos y salvar al mundo (cuando) el
acto supremo de justicia es precisamente también el acto supremo de
misericordia", enseñó Francisco, quien en varios momentos de su reflexión
se salió del texto previsto, dándole calidez y cercanía a sus palabras.
Antes de terminar, comprometió a todos a rezar
"por quienes estamos enojados y que no queremos". Invitó a pensar en
"esa persona", y creó una pausa de silencio durante la cual él y
todos los oyentes rezaron por sus enemigos, con quienes pidió tener
misericordia siempre.
16.09.13
“Un catòlic no pot fer cas omís de la política”
Homilia del papa Francesc a la Casa de Santa Marta, 16 de setembre de 2013
L'Evangeli del centurió que demana amb humilitat i confiança la curació del servent, i la Carta de Sant Pau a Timoteu amb la invitació a pregar pels governants, han empès el papa a "reflexionar sobre el servei de l'autoritat”. "Qui governa ha d'estimar el seu poble", perquè "un governant que no estima no pot governar: com a molt podrà regular, posar una mica d'ordre, però no governar”.
"No es pot governar sense amor pel poble i sense humilitat! I cada home, cada dona que ha de prendre possessió d'un càrrec públic, ha de fer-se aquestes dues preguntes: ‘Jo estimo el meu poble per servir-lo millor? Sóc humil i escolto els altres, els diferents punts de vista per fer la millor tria?’ Si no es fa aquestes preguntes el seu govern no serà bo. El governant, home o dona, que estima el seu poble és un home i una dona humil”.
D'altra banda, sant Pau exhorta a elevar oracions "per a tots els qui són en el poder, perquè puguem viure una vida calma i tranquil·la”. Els ciutadans no poden fer cas omís de la política:
"Cap de nosaltres pot dir: ‘Però jo no tinc res a veure amb això, són ells els qui governen ...’. No, no, jo sóc responsable del seu govern i he de fer el possible perquè ells governin bé i he de fer el possible per participar en la política com pugui. La política - diu la Doctrina Social de l'Església - és una de les formes més elevades de la caritat, perquè serveix el bé comú. I no puc rentar-me les mans, eh? Tots hem de donar alguna cosa!"
Hi ha el costum – afirma el papa- de parlar només malament dels governants i de criticar “les coses que no van bé”: “escoltes el reportatge de la televisió i vinga cops de bastó! i llegeixes el diari i vinga cops de bastó... sempre malament, sempre en contra!”. Potser “el governant sí que és un pecador, com David, però jo he de coŀlaborar amb la meva opinió, amb la meva paraula, amb la meva correcció” perquè tots “hem de participar en el bé comú”. I si “molts cops hem sentit que un bon catòlic no es barreja en la política, això no és veritat, no és un bon camí”.
“Un bon catòlic es barreja en la política, donant el millor de si, perquè el governant pugui governar. Però, què és el millor que podem oferir als governants? La pregària! És el que diu sant Pau: ‘Pregària per tots els homes i per als reis i tots els qui són al poder’ . ‘Però, Pare, aquell és una mala persona, que hauria d'anar a l'infern...’. ‘Doncs prega per ell, prega per ella, perquè pugui governar bé, perquè estimi el seu poble, perquè el serveixi, perquè sigui humil’. Un cristià que no prega pels governants no és un bon cristià. ‘Però, pare, com puc pregar per aquest? És un que no funciona...’ . Prega perquè es converteixi’. Cal pregar. I això no ho dic jo, ho diu sant Pau, la Paraula de Déu".
“Donem el millor de nosaltres: idees, suggerències, el millor, però sobretot, el millor que podem donar és la pregària. Preguem pels governants, perquè ens governin bé, perquè portin la nostra pàtria, la nostra nació endavant, i també el món, perquè hi hagi pau i bé comú”.
17.09.13
L'Evangeli del centurió que demana amb humilitat i confiança la curació del servent, i la Carta de Sant Pau a Timoteu amb la invitació a pregar pels governants, han empès el papa a "reflexionar sobre el servei de l'autoritat”. "Qui governa ha d'estimar el seu poble", perquè "un governant que no estima no pot governar: com a molt podrà regular, posar una mica d'ordre, però no governar”.
"No es pot governar sense amor pel poble i sense humilitat! I cada home, cada dona que ha de prendre possessió d'un càrrec públic, ha de fer-se aquestes dues preguntes: ‘Jo estimo el meu poble per servir-lo millor? Sóc humil i escolto els altres, els diferents punts de vista per fer la millor tria?’ Si no es fa aquestes preguntes el seu govern no serà bo. El governant, home o dona, que estima el seu poble és un home i una dona humil”.
D'altra banda, sant Pau exhorta a elevar oracions "per a tots els qui són en el poder, perquè puguem viure una vida calma i tranquil·la”. Els ciutadans no poden fer cas omís de la política:
"Cap de nosaltres pot dir: ‘Però jo no tinc res a veure amb això, són ells els qui governen ...’. No, no, jo sóc responsable del seu govern i he de fer el possible perquè ells governin bé i he de fer el possible per participar en la política com pugui. La política - diu la Doctrina Social de l'Església - és una de les formes més elevades de la caritat, perquè serveix el bé comú. I no puc rentar-me les mans, eh? Tots hem de donar alguna cosa!"
Hi ha el costum – afirma el papa- de parlar només malament dels governants i de criticar “les coses que no van bé”: “escoltes el reportatge de la televisió i vinga cops de bastó! i llegeixes el diari i vinga cops de bastó... sempre malament, sempre en contra!”. Potser “el governant sí que és un pecador, com David, però jo he de coŀlaborar amb la meva opinió, amb la meva paraula, amb la meva correcció” perquè tots “hem de participar en el bé comú”. I si “molts cops hem sentit que un bon catòlic no es barreja en la política, això no és veritat, no és un bon camí”.
“Un bon catòlic es barreja en la política, donant el millor de si, perquè el governant pugui governar. Però, què és el millor que podem oferir als governants? La pregària! És el que diu sant Pau: ‘Pregària per tots els homes i per als reis i tots els qui són al poder’ . ‘Però, Pare, aquell és una mala persona, que hauria d'anar a l'infern...’. ‘Doncs prega per ell, prega per ella, perquè pugui governar bé, perquè estimi el seu poble, perquè el serveixi, perquè sigui humil’. Un cristià que no prega pels governants no és un bon cristià. ‘Però, pare, com puc pregar per aquest? És un que no funciona...’ . Prega perquè es converteixi’. Cal pregar. I això no ho dic jo, ho diu sant Pau, la Paraula de Déu".
“Donem el millor de nosaltres: idees, suggerències, el millor, però sobretot, el millor que podem donar és la pregària. Preguem pels governants, perquè ens governin bé, perquè portin la nostra pàtria, la nostra nació endavant, i també el món, perquè hi hagi pau i bé comú”.
17.09.13
Francisco: la Iglesia es una madre
valiente que lleva a sus hijos al encuentro con Jesús
Palabras del papa este martes en
Santa Marta. 'No hay un camino de vida, no hay perdón, no hay reconciliación
fuera de la madre Iglesia
ROMA, 17 de septiembre de 2013 (Zenit.org) - La Iglesia
tiene el coraje de una mujer que defiende a sus hijos para llevarlos al
encuentro con su Esposo. Es lo que ha dicho la mañana del martes el papa
Francisco en la misa celebrada en la Casa Santa Marta. El papa tomó el ejemplo
del encuentro de Jesús con la viuda de Naim para hablar sobre la dimensión de
la "viudez" de la Iglesia que, según dijo, camina en la historia
buscando el encuentro con el Señor.
Jesús tiene la “capacidad de sufrir con nosotros, de
estar cerca de nuestros sufrimientos y hacerlos suyos”. El papa Francisco ha
desarollado su homilía a partir del encuentro de Jesús con la viuda de Naim, de
la que habla el Evangelio de hoy.
El papa recordó que Jesús se compadeció de esta viuda
que había perdido a su hijo. Y precisó: "sabía lo que significaba una
mujer viuda en ese tiempo". El santo padre recordó también que "el
Señor tiene un amor especial por las viudas, y las cuida". Leyendo este
pasaje del Evangelio, dijo, "pienso también que esta viuda es
un icono de la Iglesia, porque también la Iglesia es en cierto sentido una
viuda":
"El Esposo se ha ido y Ella camina en la historia
con la esperanza de hallarlo, de encontrarse con Él. Y Ella será la esposa
definitiva. Pero mientras tanto Ella, la Iglesia, ¡está sola! El Señor no está
visible. Tiene una cierta dimensión de viudez... Me hace pensar en la viudez de
la Iglesia. Esta Iglesia valiente, que defiende a sus hijos, como la viuda que
iba donde el juez corrupto para defender, defender y finalmente ganó. ¡Nuestra
Madre Iglesia es valiente! Tiene el coraje de una mujer que sabe que sus hijos
son suyos, y debe defenderlos y llevarlos al encuentro con su Esposo".
El papa reflexionó sobre algunas figuras de
viudas en la Biblia, en especial sobre la viuda macabea valiente con siete
hijos que son martirizados por no renegar de Dios. La Biblia, subrayó, dice de
esta mujer que hablaba a los hijos "en dialecto, en la primera
lengua". Además, anotó, nuestra madre Iglesia nos habla en dialecto, en
"aquel lenguaje de la verdadera ortodoxia que todos entendemos, aquella
lengua del catecismo" que "nos da la fuerza para seguir adelante en
la lucha contra el mal":
"Esta dimensión de la viudez de la Iglesia,
que camina a través de la historia, con la esperanza de encontrar a su
Esposo... ¡Nuestra Madre Iglesia es así! Es una Iglesia que, cuando es fiel,
sabe llorar. Cuando la Iglesia no llora, algo no está bien. ¡Llora por sus
hijos y ora! Una Iglesia que avanza y hace crecer a sus hijos, les da la fuerza
y los
acompaña hasta la última despedida para dejarlos en las manos de su Esposo, y
que al final también Ella encontrará. ¡Esta es nuestra Madre Iglesia! Lo veo en
esta viuda que llora. ¿Y que le dice el Señor a la Iglesia? "No llores. Yo
estoy contigo, yo te acompaño, yo te espero allá, en la boda, la última boda,
aquella del cordero. ¡Deténte, este hijo tuyo que estaba muerto, ahora
vive!".
Y esto, continuó, "es el diálogo del Señor
con la Iglesia". Ella defiende a los hijos, pero cuando ve que los hijos
están muertos llora, y el Señor le dice: Estoy contigo y tu hijo está
conmigo". Como le dijo al muchacho en Naim que se levante de su lecho de
muerte, añadió el papa, muchas veces Jesús también nos dice que nos levantemos
"cuando estamos muertos por el pecado y vamos a pedir perdón". Y
entonces, ¿qué hace Jesús “cuando nos perdona y cuando nos restituye la
vida?": nos devuelve a nuestra Madre.
"Nuestra reconciliación con Dios no se agota
en el diálogo 'Tú, yo y el sacerdote que me da el perdón'; termina cuando Él
nos restituye a nuestra madre. Allí termina la reconciliación, porque no hay un
camino de vida, no hay perdón, no hay reconciliación fuera de la madre Iglesia.
Y así, al ver a esta viuda, me vienen estas ideas así sueltas… Pero veo en esta
viuda el ícono de la viudez de la Iglesia que está en camino para encontrar a
su Esposo. Quiero pedirle al Señor la gracia de confiar siempre en esta 'mamá'
que nos defiende, nos enseña, nos hace crecer y nos habla en dialecto".
18.09.13
La catequesis del papa: «La Iglesia
no cierra jamás las puertas y ofrece siempre el perdón»
Invita a recordar que una madre
'nunca enseña lo que es malo a su hijos', a ver los mandamientos en positivo y
a no hacernos ídolos materiales que después nos esclavizan
Por Francisco papa
ROMA, 18 de septiembre de 2013 (Zenit.org) - Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy vuelvo a la imagen de la Iglesia
como madre. Me gusta mucho esta imagen de la Iglesia como madre. Es por eso que
he querido volver a ella, porque me parece que esta imagen nos dice no sólo
cómo es la Iglesia, sino también cuál es el rostro que debería tener cada vez
más la Iglesia, nuestra Madre Iglesia.
Permítanme destacar tres cosas,
siempre viendo a nuestras madres, a todo lo que hacen, cómo viven, lo que
sufren por sus hijos, continuando con lo que dije el miércoles pasado. Me
pregunto: ¿qué hace una madre?
1. En primer lugar, nos enseña a
caminar por la vida, nos enseña a ir bien por la vida, sabe cómo orientar a los
niños, busca siempre de mostrar el camino correcto en la vida para crecer y
convertirse en adultos. Y lo hace con cariño, siempre con amor, incluso cuando
trata de enderezar nuestro camino porque nos desviamos un poco en la vida o
tomamos rumbos que conducen hacia un acantilado. Una madre sabe lo que es
importante para que un niño camine bien en la vida, y no lo ha aprendido de los
libros, sino que lo aprendió del propio corazón. ¡La Universidad de las madres
es su propio corazón! Allí aprenden cómo sacar adelante a sus propios hijos.
La Iglesia hace lo mismo:
orienta nuestra vida, nos da lecciones para caminar bien. Pensemos en los Diez
Mandamientos: nos indican un camino que es necesario recorrer, para madurar,
tener algunos puntos fijos en la forma en que nos comportamos. Y son el
resultado de la ternura, del amor mismo de Dios, que nos lo ha donado. Ustedes
me pueden decir: ¡pero son mandatos! Son un conjunto de ¡"no"!
Me gustaría invitarlos a
leerlos --tal vez los han olvidado un poco--, y luego pensarlos en positivo.
Verán que se relacionan con la forma en que nos comportamos en relación a Dios,
con nosotros mismos y con los demás, justamente lo que nos enseña una madre
para vivir bien. Nos invitan a no hacernos ídolos materiales que luego nos
esclavizan, a recordarnos de Dios, a respetar a los padres, a ser honestos, a
respetarnos unos a otros... Traten de verlos así, y considerarlos como si
fueran las palabras, las enseñanzas que da la madre para ir bien en la vida.
Una madre nunca enseña lo que es malo, lo único que quiere es el bien de los
hijos, y así también lo hace la Iglesia.
2 . Me gustaría decirles una
segunda cosa: cuando un niño crece, se convierte en un adulto, toma su camino,
se asume sus responsabilidades, camina con sus piernas, hace lo que quiere y, a
veces, también sucede que se sale del camino, ocurre algún accidente. La mamá
siempre, en todas las situaciones, tiene la paciencia para seguir acompañando a
sus hijos. Lo que la impulsa es el poder del amor; una madre sabe cómo seguir
con discreción, con ternura el camino de los hijos, e incluso cuando se
equivocan siempre encuentra la manera de entender, para estar cerca, para
ayudar. Nosotros, en mi tierra, se dice que una madre sabe "dar la
cara". ¿Qué quiere decir esto? Esto significa que una madre sabe
"poner la cara" por los propios hijos, por lo que está lista a
defenderlos siempre.
Pienso en las madres que
sufren por sus hijos en la cárcel o en situaciones difíciles: no preguntan si
son culpables o no, siguen amándolos aunque a menudo sufran la humillación,
pero no tienen miedo, no dejan de entregarse.
La Iglesia es así, es una
madre misericordiosa, que entiende, que siempre trata de ayudar, de alentar
incluso a sus hijos que estaban equivocados; no cierra jamás las puertas de la
casa; no juzga, sino que ofrece el perdón de Dios, ofrece su amor que invita a
retomar el camino, incluso a aquellos hijos que han caído en un profundo
abismo, la Iglesia no tiene miedo de entrar en su noche para darles esperanza;
¡la Iglesia no tiene miedo de entrar en nuestra noche, en la oscuridad del alma
y de la conciencia, para darnos esperanza! ¡Porque la Iglesia es madre!
3 . Una última reflexión. Una
madre sabe también pedir, tocar todas las puertas para sus hijos, sin calcular,
y lo hace con amor. Y pienso en cómo las madres saben también, y por encima de
todo ¡tocar a la puerta del corazón de Dios! Las madres rezan mucho por sus
hijos, especialmente por los más débiles, por los que más lo necesitan, por los
que en la vida han seguido caminos peligrosos o equivocados. Hace unas semanas,
he celebrado en la iglesia de San Agustín, aquí en Roma, donde se conservan las
reliquias de su madre, santa Mónica. ¡Cuántas oraciones ha elevado a Dios esa
santa madre por su hijo, y cuántas lágrimas ha derramado! Pienso en ustedes,
queridas madres: ¡cuánto rezan por sus hijos, sin cansarse! Contínuen orando,
¡a confiar a sus hijos a Dios: Él tiene un gran corazón! Llamen a la puerta del
corazón de Dios con la oración por los niños.
Y lo mismo ocurre con la
Iglesia: pone en las manos del Señor, con la oración, todas las situaciones de
sus hijos. Confiamos en el poder de la oración de la Madre Iglesia: el Señor no
permanece insensible. Siempre sabe cómo sorprendernos cuando menos lo
esperamos. ¡La Madre Iglesia lo sabe!
Estos eran los pensamientos que quería decirles
hoy: veamos en la Iglesia a una buena madre que nos muestra el camino a seguir
en la vida, que sabe ser siempre paciente, compasiva, misericordiosa, y que
sabe cómo ponernos en las manos de Dios.
19.09.13
04.10.13
Entrevista al papa Francisco:
"La primera reforma debe ser la de las actitudes"
Seis horas de coloquio con Civilta'
Cattolica. Las reformas organizativas y estructurales son secundarias, vienen
después. Si se habla de aborto y temas difíciles van en un contexto. Al rezar
me pregunto: ¿Qué hice, hago y que debo hacer por Cristo?
CIUDAD DEL VATICANO, 19 de septiembre de 2013 (Zenit.org) - El papa
comenzó a darse cuenta –era el miércoles 13 de marzo durante el almuerzo– de
que podría llegar a ser elegido. Sintió que le envolvía una inexplicable y
profunda paz y consolación interior, junto con una oscuridad total que dejaba
en sombras el resto de las cosas. Y que estos sentimientos le acompañaron
hasta su elección. Francisco, en una entrevista concedida Antonio
Spadaro S.J., habla sobre sí mismo, sobre su sentirse jesuita, la
Compañía, el gobierno de la Iglesia y las reformas, el hombre, la oración...
Seis horas de diálogo, en las que se puede descubrir un poco más sobre el papa
'llegado desde el final del mundo'.
“No me reconocía a mí mismo cuando comencé a
responder a los periodistas que me lanzaban sus preguntas durante el vuelo de
vuelta de Río de Janeiro”, le comenta el papa al director de la revista
Civiltá Cattolica, que parte con la primer pregunta: ¿Quién es Jorge Mario
Bergoglio?, a lo que el santo padreresponde: “Bueno, quizá podría decir que
soy despierto, que sé moverme, pero que, al mismo tiempo, soy bastante
ingenuo. Pero la síntesis mejor, la que me sale más desde dentro y siento
más verdadera es esta: “Soy un pecador en quien el Señor ha puesto los ojos”.
Y repite: “Soy alguien que ha sido mirado por el Señor. Mi lema, ‘Miserando
atque eligendo’, es algo que en mi caso, he sentido siempre muy verdadero”.
Sobre su elección de ser jesuita, Francisco
responde que de la Compañía le impresionan tres cosas: su carácter misionero,
la comunidad y la disciplina. Y esto es curioso, porque yo soy un
indisciplinado nato, nato, nato. Pero su disciplina, su modo de ordenar el
tiempo, me ha impresionado mucho”. También destacada la vida de comunidad ya
que no se ve como un sacerdote solo, y así reitera su decisión de quedarse a
vivir en Santa Marta: "Necesito vivir mi vida junto a los demás”.
Hablando sobre lo que para un jesuita significa
ser papa, explica que “el discernimiento es una de las cosas que Ignacio ha
elaborado más interiormente. Para él, es un instrumento de lucha que permite
conocer mejor al Señor y seguirlo más de cerca". Al respecto, añade que
"son muchos por ejemplo, los que creen que los cambios y las reformas
pueden llegar en un tiempo breve. Yo soy de la opinión de que se necesita
tiempo para poner las bases de un cambio verdadero y eficaz. Se trata del
tiempo del discernimiento". Así mismo subraya el pontífice, las decisiones
que toma, incluso las de la vida normal como puede ser usar un coche modesto,
van unidas a un discernimiento espiritual y que "el discernimiento en el
Señor me guía en mi modo de gobernar”.
Habla también sobre la experiencia de gobierno y
sobre la experiencia previa que tuvo como superior en la Compañía “En mi
experiencia de superior en la Compañía, si soy sincero, no siempre me he
comportado así, haciendo las necesarias consultas. Y eso no ha sido bueno. Mi
gobierno como jesuita, al comienzo adolecía de muchos defectos. Corrían
tiempos difíciles para la Compañía: había desaparecido una generación
entera de jesuitas. Eso hizo que yo fuera provincial aún muy joven. Tenía 36
años: una locura. Había que afrontar situaciones difíciles y yo tomaba mis
decisiones de manera brusca y personalista. Es verdad, pero debo añadir una
cosa: cuando confío algo a una persona, me fío totalmente de esa persona.
Debe cometer un error muy grande para que yo la reprenda. Mi forma autoritaria
y rápida de tomar decisiones me ha llevado a tener problemas serios y a ser
acusado de ultraconservador. Tuve un momento de gran crisis interior estando en
Córdoba. No habré sido ciertamente como la beata Imelda, pero jamás he sido
de derecha. Fue mi forma autoritaria de tomar decisiones la que me creó
problemas”.
El papa habla de esto y se sincera de esta forma
para dar a entender algo: “Todo esto que digo es experiencia de la vida y lo
expreso por dar a entender los peligros que existen. Con el tiempo he aprendido
muchas cosas. El Señor ha permitido esta pedagogía de gobierno, aunque haya
sido por medio de mis defectos y mis pecados".
Y concretizando sobre el gobierno actual de la
Iglesia cree que consultar es muy importante: "los consistorios y los
sínodos, por ejemplo, son lugares importantes para lograr que esta consulta
llegue a ser verdadera y activa. Lo que hace falta es darles una forma menos rígida.
Deseo consultas reales, no formales. La consulta a los ocho cardenales, ese
grupo consultivo externo, no es decisión solamente mía, sino que es fruto de
la voluntad de los cardenales, tal como se expresó en las Congregaciones
Generales antes del Cónclave. Y deseo que sea una consulta real, no formal”.
¿Y sobre el sentir de la Iglesia? El papa dice
que “una imagen de Iglesia que me complace es la de pueblo santo, fiel a
Dios" y añade que "la pertenencia a un pueblo tiene un fuerte valor
teológico: Dios, en la historia de la salvación, ha salvado a un pueblo. No
existe identidad plena sin pertenencia a un pueblo. Nadie se salva solo, como
individuo aislado, sino que Dios nos atrae tomando en cuenta la compleja trama
de relaciones interpersonales que se establecen en la comunidad humana. Dios
entra en esta dinámica popular”. A este punto, habla de la santidad
cotidiana, "una 'clase media de la santidad’ de la que
todos podemos formar parte".
La Iglesia es fecunda, debe serlo, dice el papa.
Y reconoce que cuando percibe comportamientos negativos en ministros de la
Iglesia o en consagrados o consagradas, lo primero a lo que piensa es ‘un
solterón’, o ‘una solterona’. "No son ni padres ni madres. No han sido
capaces de dar vida. Y en cambio por ejemplo, cuando leo la vida de los
misioneros salesianos que fueron a la Patagonia, leo una historia de vida y de
fecundidad”, explica Francisco.
Sobre la Iglesia que el papa sueña, comenta: “Veo
con claridad que la Iglesia hoy necesita con mayor urgencia la capacidad de
curar heridas y dar calor a los corazones de los fieles, cercanía, proximidad.
Veo a la Iglesia como un hospital de campaña tras una batalla. ¡Qué inútil
es preguntarle a un herido si tiene altos el colesterol o el azúcar! Hay que
curarle las heridas. Ya hablaremos luego del resto. Curar heridas, curar
heridas... Y hay que comenzar por lo más elemental”.
Y prosigue "yo sueño con una Iglesia madre
y pastora. Los ministros de la Iglesia tienen que ser misericordiosos, hacerse
cargo de las personas, acompañándolas como el buen samaritano que lava,
limpia y consuela a su prójimo. Esto es Evangelio puro. Dios es más grande
que el pecado. Las reformas organizativas y estructurales son secundarias, es
decir, vienen después. La primera reforma debe ser la de las actitudes".
Y profundiza en este concepto señalando que
“tenemos que anunciar el Evangelio en todas partes, predicando la buena noticia
del Reino y curando, también con nuestra predicación, todo tipo de herida y
cualquier enfermedad". Recuerda Francisco que rn Buenos Aires
"recibía cartas de personas homosexuales que son verdaderos ‘heridos
sociales’, porque me dicen que sienten que la Iglesia siempre les ha condenado.
Pero la Iglesia no quiere hacer eso. Durante el vuelo en que regresaba de Río
de Janeiro dije que si una persona homosexual tiene buena voluntad y busca a
Dios, yo no soy quién para juzgarla. Al decir esto he dicho lo que dice el
Catecismo. La religión tiene derecho de expresar sus propias opiniones al
servicio de las personas, pero Dios en la creación nos ha hecho libres: no es
posible una injerencia espiritual en la vida personal. Una vez una persona,
para provocarme, me preguntó si yo aprobaba la homosexualidad. Yo entonces le
respondí con otra pregunta: ‘Dime, Dios, cuando mira a una persona homosexual,
¿aprueba su existencia con afecto o la rechaza y la condena?’. Hay que tener
siempre en cuenta a la persona. Y aquí entramos en el misterio del ser humano.
En esta vida Dios acompaña a las personas y es nuestro deber acompañarlas a
partir de su condición. Hay que acompañar con misericordia. Cuando sucede
así, el Espíritu Santo inspira al sacerdote la palabra oportuna”.
Continúa explicando que "no podemos seguir
insistiendo solo en cuestiones referentes al aborto, al matrimonio homosexual o
al uso de anticonceptivos. Es imposible. Yo he hablado mucho de estas
cuestiones y he recibido reproches por ello. Pero si se habla de estas cosas
hay que hacerlo en un contexto. Por lo demás, ya conocemos la opinión de la
Iglesia y yo soy hijo de la Iglesia, pero no es necesario estar hablando de
estas cosas sin cesar".
Otro punto afrontado en la entrevista son los
dicasterios romanos, a lo que Francisco dice que "están al servicio del
Papa y de los obispos: tienen que ayudar a las Iglesias particulares y a las
conferencias episcopales. Son instancias de ayuda. Pero, en algunos casos,
cuando no son bien entendidos, corren peligro de convertirse en organismos de
censura. Impresiona ver las denuncias de falta de ortodoxia que llegan a Roma.
Pienso que quien debe estudiar los casos son las conferencias episcopales
locales, a las que Roma puede servir de valiosa ayuda. La verdad es que los
casos se tratan mejor sobre el terreno. Los dicasterios romanos son mediadores,
no intermediarios ni gestores”. Y explica también que “debemos caminar
juntos: la gente, los obispos y el papa. Hay que vivir la sinodalidad a varios
niveles. Quizá es tiempo de cambiar la metodología del sínodo, porque la
actual me parece estática. Eso podrá llegar a tener valor ecuménico,
especialmente con nuestros hermanos ortodoxos. De ellos podemos aprender mucho
sobre el sentido de la colegialidad episcopal y sobre la tradición de
sinodalidad".
El papel de la mujer en la Iglesia también fue un
tema afrontado en el vuelo papal de Río de Janeiro, por eso el papa recuerda
que "la Iglesia no puede ser ella misma sin la mujer y el papel que ésta
desempeña. La mujer es imprescindible para la Iglesia. María, una mujer, es
más importante que los obispos. Digo esto porque no hay que confundir la
función con la dignidad. Es preciso, por tanto, profundizar más en la figura
de la mujer en la Iglesia".
Y retomando un tema más personal el papa habla de
su forma favorita de orar: “La oración es para mí siempre una oración
‘memoriosa’, llena de memoria, de recuerdos, incluso de memoria de mi historia
o de lo que el Señor ha hecho en su Iglesia o en una parroquia concreta. Para
mí, se trata de la memoria de que habla san Ignacio en la primera Semana de
los Ejercicios, en el encuentro misericordioso con Cristo Crucificado. Y me
pregunto: ‘¿Qué he hecho yo por Cristo? ¿Qué hago por Cristo? ¿Qué debo
hacer por Cristo?'"
20.09.13
El papa: "no se puede servir a
Dios y al dinero"
En la homilía de Santa Marta
advierte sobre el peligro de idolatrar al dinero
CIUDAD DEL VATICANO, 20 de septiembre de 2013 (Zenit.org) - En la
homilía de esta mañana en la Casa de Santa Marta, el santo padre ha subrayado
que el dinero enferma el pensamiento y la fe y nos hace ir por otro camino. Y
ha recordado que la idolatría al dinero, esconde males como la vanidad y el
orgullo que nos hacen "maniacos de cuestiones ociosas".
Francisco ha afirmado que "no se puede servir a
Dios y al dinero" y ha desarrollado su homilía tomando las palabras de san
Pablo sobre la relación entre "el camino de Jesucristo y el dinero".
Por eso, el santo padre ha indicado que hay algo "en la actitud de amor
hacia el dinero que nos aleja de Dios". Es más, ha dicho, "la codicia
del dinero, de hecho, es la raíz de todos los males".
Ha continuado en su homilía explicando que "el
dinero también enferma el pensamiento y la fe y la hace ir por otro camino.
Estas palabras ociosas, discusiones inútiles... Y va más adelante... Esto da
lugar a las envidias, las peleas, las calumnias, las malas sospechas, los
conflictos de hombre corruptos en la mente y privados de la verdad, que
consideran la religión como fuente de ingresos. 'Yo soy católico, voy a misa,
porque eso me da un status. Me miran bien... Pero por debajo hago mis negocios
¿no?, amo el dinero'. Y aquí dice una palabra, que la encontramos muy
frecuentemente en los periódicos: 'Hombres corruptos en la mente'. ¡El dinero
corrompe! No hay salida", aseveró el santo padre.
Por eso, Francisco señala que "no se puede servir
a Dios y al dinero" y ha reiterao que "no se puede: ¡o uno u otro! Y
esto no es comunismo ¿eh? ¡Esto es evangelio puro! !Estas son las palabras de
Jesús!"
Ha explicado que el dinero te ofrece un cierto
bienestar al inicio pero que después te sientes algo importante y llega la
vanidad. "Y de la vanidad se va a la soberbia, al orgullo. Hay tres
peldaños: la riqueza, la vanidad y el orgullo", ha indicado Francisco.
También ha recordado que el demonio toma siempre
este camino de tentaciones: "la riqueza, para sentirte suficiente; la
vanidad, para sentirte importante; y, al final, el orgullo, la soberbia: es
precisamente su lenguaje, la soberbia".
Así mismo, ha señalado que 'cuando uno hace una
acción por el dinero' se peca contra el primer mandamiento 'pecas de idolatría'
porque "el dinero se convierte en ídolo y tú das culto".
Para finalizar ha recordado las palabras de san
Pablo que dice que se debe tender "a la justicia, a la piedad, a la fe, a
la caridad", Y también a la paciencia, "contra la vanidad y el orgullo"
y "a la humildad". Por eso, Francisco ha afirmado que este es
"el camino de Dios, no el del poder idolátrico que puede darte el
dinero".
21.09.13
"Els diners allunyen de la fe"
Homilia del papa Francesc a la Casa de Santa Marta, 20 de setembre de 2013
“No podeu servir alhora Déu i els diners”. El papa ha desenvolupat la seva homilia a partir d'aquest concepte expressat per Jesús. Hi ha alguna cosa “en l'actitud d'amor cap als diners que ens allunya de Déu”. Hi ha “moltes malalties, molts pecats, però Jesús això ho subratlla molt”: “l'avidesa dels diners és, efectivament, l'arrel de tots els mals”. “El poder dels diners és tan fort que fins i tot et fan desviar de la fe”, “et treuen la fe, l'aflebeixen i tu la perds!”
“No podeu servir alhora Déu i els diners”. El papa ha desenvolupat la seva homilia a partir d'aquest concepte expressat per Jesús. Hi ha alguna cosa “en l'actitud d'amor cap als diners que ens allunya de Déu”. Hi ha “moltes malalties, molts pecats, però Jesús això ho subratlla molt”: “l'avidesa dels diners és, efectivament, l'arrel de tots els mals”. “El poder dels diners és tan fort que fins i tot et fan desviar de la fe”, “et treuen la fe, l'aflebeixen i tu la perds!”
“Però els diners també emmalalteixen el pensament,
emmalalteixen la fe i la fan anar per un altre camí. Paraules ocioses,
discussions inútils... I més i més. D'això neixen les enveges, les baralles,
les males llengües, les sospites dolentes, els conflictes dels homes corruptes
en la ment i mancats de la veritat, que consideren la religió com una font de
guany. 'Jo sóc catòlic, jo
vaig a missa, perquè em dóna un cert estatus. Em miren bé... Però per sota faig
els meus negocis, oi? Sóc devot dels diners'. Homes corruptes en la
ment. Els diners corrompen¡ No hi ha
sortida.
Si tries “el camí dels diners, al final seràs un
corrupte” perquè els diners “tenen aquesta seducció de fer-te davallar a poc a
poc cap a la teva perdició”. Per això, “Jesús és tan fort en aquest tema: 'No
podeu servir alhora Déu i els diners'. No podem: o una cosa o l'altra! I això
no és comunisme, eh! Això és Evangeli pur! Aquestes són les paraules de Jesús!
Què passa amb els diners? T'ofereixen un cert benestar al començament. I va
bé... Després et sents una mica important i arriba la vanitat. Ho hem llegit en
el salm, que arriba aquesta vanitat. Aquesta vanitat que no serveix, però tu et
sents una persona important: és la vanitat. I de la vanitat a la supèrbia, a
l'orgull. Hi ha tres graons: la riquesa, la vanitat i l'orgull”.
“Ningú no es pot salvar amb els diners! El diable agafa
sempre aquest viarany de temptacions: la riquesa, per sentir-te suficient; la
vanitat, per sentir-te important; i, al final, l'orgull, la supèrbia. És
precisament el seu llenguatge, la supèrbia”.
“'Però,
pare, jo llegeixo els Deus Manaments i no hi diu pas res de dolent sobre els
diners. Contra quin manament es peca quan s'actua per diners?'
Contra el primer! Peques d'idolatria! Heus aquí el perquè: perquè els diners es
converteixen en un ídol i tu els rets culte! I per això, Jesús ens diu: 'No
podeu servir l'ídol del diner i el Déu viu: o un o l'altre'. Els primers Pares
de l'Església -parlo del III segle, més o menys, any 200, any 300- deien una
paraula forta: 'Els diners
són el fem del diable'. I això perquè ens fa idòlatres i
emmalalteixen la nostra ment amb l'orgull i ens fan maníacs de qüestions
ocioses i ens allunyen de la fe, corrompeixen”.
Francesc ha afirmat que sant Pau ens diu que evitem
aquestes coses i tendim “a la justícia, a la pietat, a la fe, a la caritat”. I
també a la paciència, “contra la vanitat i l'orgull” i “a la humilitat”. Aquest
és “el camí de Déu, no el del poder idolàtric que et poden donar els diners”.
“Que el Senyor ens ajudi a tots nosaltres a no caure en la trampa de la
idolatria dels diners”.
Naufragio en Lampedusa. El papa: 'Me
viene la palabra vergüenza, ¡es una vergüenza!'
El santo padre pide oraciones por
las víctimas de la nueva tragedia de prófugos en el sur de Italia, en
Lampedusa. Al menos 300 entre cadáveres y desaparecidos
Por
Redacción
CIUDAD DEL VATICANO, 03 de octubre de 2013 (Zenit.org) - “Al hablar
de paz, de la crisis económica mundial, de la falta de respeto del hombre, no
puedo dejar de citar el trágico naufragio de hoy en la isla de Lampedusa. Me
viene la palabra vergüenza, ¡es una vergüenza!”
“Recemos juntos a Dios --indicó el santo padre-- por
quienes perdieron la vida, por sus familiares, por todos los prófugos, para que
no se repitan semejantes tragedias. Solamente una decidida colaboración de
todos puede evitarlas”.
Lo dijo hoy el papa Francisco en la audiencia
conclusiva del encuentro promovido por el Pontificio Consejo Justicia y Paz, en
el 50 aniversario de la encíclica Pacem in Terris, organizado en Roma del 2 al
4 de octubre.
El papa se refirió al naufragio sucedido en la madrugada
de hoy, cuando una barcaza que llevaba unos 500 inmigrantes naufragó delante de
la costa de la isla italiana de Lampedusa, situada a mitad camino entre África
y Sicilia.
Los cadáveres son 82, entre los cuales una mujer
embarazada, dos menores y tres niños. Hasta el momento unas 150 personas han
sido rescatadas del agua, pero quedan otro centenar que espera ayuda. Se
calcula que los desaparecidos son unos 250. El naufragio de las llamadas
'carretas del mar' se debió a un incendio en la parte posterior que no se
excluye sea doloso.
Dos días atrás se registró otra tragedia, durante un
desembarque en la playa de Ragusa murieron ahogados otros 14 inmigrantes. Según
Fortess Europe, desde 1994 hasta hoy, en el canal de Sicilia murieron al menos
6.200 personas, de las cuales
4.790 desaparecidas. El 2011 fue el más trágico, con al menos 1800 personas
ahogadas.
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