Francisco: "La
Iglesia no está en el mundo para condenar"
En un
libro-entrevista, el Santo Padre afirma que la misericordia es el primer
atributo de Dios
“La Iglesia no está en el mundo para condenar, sino
para permitir el encuentro con ese amor visceral que es la misericordia de
Dios. Para que eso suceda, es necesario salir. Salir de las iglesias y de las
parroquias, salir e ir a buscar a las personas allí donde viven, donde sufren,
donde esperan”. Esta es la idea principal que expresa el papa Francisco
en “El nombre de Dios es misericordia” (Planeta), un libro-entrevista
con el periodista italiano Andrea Tornielli, que se publica este martes en más
de 80 países.
“La misericordia es el primer atributo de Dios. Es el
nombre de Dios. No hay situaciones de las que no podamos salir, no estamos
condenados a hundirnos en arenas movedizas”, asegura el Santo Padre.
Con palabras sencillas y directas, el Pontífice se
dirige a cada hombre y mujer entablando un diálogo íntimo y personal. En el
centro, se halla el tema que más le interesa, la misericordia, un eje
fundamental de su magisterio. En cada página vibra el deseo de llegar a todas
aquellas almas --dentro y fuera de la Iglesia-- que buscan sanar las heridas
físicas y espirituales, darle un sentido a la vida, encontrar un camino de paz
y de reconciliación. Según señala la propia editorial en la sinopsis de la
obra, en primer lugar se encuentra esa humanidad inquieta y doliente que pide
ser acogida y no rechazada: los pobres y los marginados, los presos y las
prostitutas, pero también los desorientados y los que viven alejados de la fe,
los homosexuales y los divorciados.
En la conversación con Tornielli, el Papa explica --a
través de recuerdos de juventud y episodios relacionados con su experiencia
como pastor-- las razones de un Año Santo Extraordinario que ha deseado
intensamente. Sin ignorar las cuestiones éticas y teológicas, subraya que la
Iglesia no puede cerrar la puerta a nadie.
Entre otros temas, Francisco afronta con franqueza el
vínculo entre misericordia, justicia y corrupción. Y a esos cristianos que se
colocan a sí mismos en las filas de los justos, les recuerda: “También el Papa
es un hombre que necesita la misericordia de Dios”.
El Papa en la fiesta
del Bautismo del Señor: 'La fe es la mejor herencia que se puede dejar a los
hijos'
En su
homilía improvisada, el Santo Padre pidió este domingo a los padres que
hagan lo posible para que sus hijos crezcan en la fe y no la pierdan
En la fiesta del Bautismo del Señor, el papa Francisco
celebró este domingo, a las 9.30 horas, la Santa Misa y bautizó
a 26 niños en la Capilla Sixtina del Palacio
Apostólico. En un ambiente de ternura y mucha emoción, con algún llanto de
los bebés de fondo, el Santo Padre preguntó a los padres qué nombre dan a los
pequeños, y qué quieren para sus hijos, a lo que todos los presentes
contestaron: 'La fe'.
En su homilía improvisada, el Pontífice dijo que
“hoy, la fiesta del Bautismo del Señor, los padres lleváis a vuestros hijos
para que reciban el Bautismo. Para recibir lo que habéis pedido al comienzo,
cuando os he hecho la primera pregunta: la fe. 'Quiero la fe para mi hijo'. Y
así la fe se transmite de una generación a otra como una cadena”. “Estos
niños y estas niñas, pasados los años, ocuparán vuestro lugar con otro hijo
--vuestro nieto-- y pedirán lo mismo: la fe. La fe que nos da el Bautismo. La
fe que hoy lleva el Espíritu Santo en el corazón, en el alma, en la vida de
estos hijos vuestros”, añadió.
Así, el Papa destacó: “Vosotros habéis pedido la
fe. La Iglesia, cuando os entregará la vela encendida, os dirá que custodiéis
la fe de estos niños. Y al final, no os olvidéis que la mayor herencia que
podréis dar a vuestros niños es la fe. Buscar que no se pierda, hacerla crecer
y dejarla como herencia”. “Os deseo que seáis capaces de hacer crecer a
estos niños en la fe, y que la mayor herencia que ellos reciban de vosotros sea
justamente la fe”, insistió.
Por último, Francisco terminó sus palabras
realizando un aviso. “Cuando un niño llora porque tiene hambre, a las
mamás les digo: 'Si tu niño tiene hambre, dale de comer aquí con toda
libertad'”, afirmó sonriente.
Francisco en el ángelus: 'Festejar
el día del Bautismo significa reafirmar nuestra adhesión a Jesús'
Texto completo. El Pontífice señaló este domingo que
el Espíritu Santo nos dona la ternura del perdón
divino y nos impregna con la fuerza invencible de la
misericordia del Padre
En la fiesta del Bautismo del Señor, el papa
Francisco rezó este domingo la oración del ángelus desde la ventana de su
estudio en el Palacio Apostólico, ante una multitud que le atendía en la Plaza
de San Pedro.
Dirigiéndose a los fieles y peregrinos venidos de todo
el mundo, que le acogieron con un largo y caluroso aplauso, el
Pontífice les dijo:
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En este domingo después de la Epifanía celebramos el
Bautismo de Jesús, y hacemos memoria grata de nuestro Bautismo. En este
contexto, esta mañana bauticé a 26 recién nacidos. ¡Recemos por ellos!
El Evangelio nos presenta a Jesús, en las aguas del
río Jordán, al centro de una maravillosa revelación divina. Escribe san Lucas:
“Todo el pueblo se hacía bautizar, y también fue bautizado Jesús. Y mientras
estaba orando, se abrió el cielo y el Espíritu Santo descendió sobre él en forma
corporal, como una paloma. Se oyó entonces una voz del cielo: Tú eres mi Hijo
muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección”. De este modo Jesús es
consagrado y manifestado por el Padre como el Mesías salvador y liberador.
En este evento --testificado por los cuatro
Evangelios-- tuvo lugar el pasaje del bautismo de Juan Bautista --basado en el
símbolo del agua-- al Bautismo de Jesús “en el Espíritu Santo y en el fuego”.
De hecho, el Espíritu Santo en el Bautismo cristiano es el artífice principal:
es Él que quema y destruye el pecado original, restituyendo al bautizado la
belleza de la gracia divina; es Él que nos libera del dominio de las tinieblas,
es decir, del pecado y nos traslada al reino de la luz, es decir, del amor, de
la verdad y de la paz. Este es el reino de la luz. ¡Pensemos a la dignidad
que nos eleva el Bautismo! “Mirad qué amor tan singular nos ha tenido el Padre
que no solo nos llamamos hijos de Dios, sino que lo somos”, y lo somos
realmente, exclama el apóstol Juan. Tal estupenda realidad de ser hijos de Dios
comporta la responsabilidad de seguir a Jesús, el Siervo obediente, y
reproducir en nosotros mismos sus rasgos, es decir: mansedumbre, humildad,
ternura. Y esto no es fácil, especialmente si entorno a nosotros hay tanta
intolerancia, soberbia, dureza. ¡Pero con la fuerza que nos llega del Espíritu
Santo es posible!
El Espíritu Santo, recibido por primera vez el día de
nuestro Bautismo, nos abre el corazón a la verdad, a toda la verdad. El
Espíritu empuja nuestra vida hacia el camino laborioso pero gozoso de la
caridad y de la solidaridad hacia nuestros hermanos. El Espíritu nos dona la
ternura del perdón divino y nos impregna con la fuerza invencible de la
misericordia del Padre. No olvidemos que el Espíritu Santo es una presencia
viva y vivificante en quien lo recibe, reza con nosotros y nos llena de alegría
espiritual.
Hoy, fiesta del Bautismo de Jesús, pensemos en el
nuestro, en el día de nuestro Bautismo; todos nosotros hemos sido
bautizados, agradezcamos este don. Y os hago una pregunta: ¿Quién conoce
la fecha de su Bautismo? Seguramente, no todos. Por eso, os invito a ir a
buscar la fecha preguntando por ejemplo a vuestros padres, a vuestros abuelos,
a vuestros padrinos, o yendo a la parroquia. Es muy importante conocerla porque
es una fecha para festejar: es la fecha de nuestro renacimiento como hijos de
Dios. Por eso, la tarea para esta semana: ir a buscar la fecha de mi
Bautismo. Festejar este día significa reafirmar nuestra adhesión a Jesús, con
el compromiso de vivir como cristianos, miembros de la Iglesia y de una
humanidad nueva, en la cual todos somos hermanos.
La Virgen María, primera discípula de su Hijo Jesús,
nos ayude a vivir con alegría y fervor apostólico nuestro Bautismo, recibiendo
cada día el don del Espíritu Santo, que nos hace hijos de Dios.
Al término
de estas palabras, el Santo Padre rezó la oración mariana:
Angelus
Domini nuntiavit Mariae...
Al concluir la plegaria, llegó el turno de los
saludos que tradicionalmente realiza el Papa:
Os saludo a todos vosotros, fieles de Roma y
peregrinos llegados desde Italia y desde diferentes países.
Saludo en particular a los estudiantes del Instituto
Bachiller Diego Sánchez de Talavera La Real, España; al coro de los Alpinos de Martinengo
con sus familiares; al grupo de adolescentes de San Bernardo en Lodi.
Como decía, en esta fiesta del Bautismo de Jesús,
según la tradición he bautizado a numerosos niños. Ahora querría hacer llegar
una especial bendición a todos los niños que han sido bautizados recientemente,
pero también a los jóvenes y adultos que han recibido desde hace poco los
Sacramentos de la iniciación cristiana o que se están preparando
para ellos. ¡La gracia de Cristo os acompañe siempre!
Francisco
terminó su intervención diciendo:
Os deseo a todos un feliz domingo. No os
olvidéis de la tarea para casa: buscar la fecha del Bautismo. Y por favor,
no os olvidéis también de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta
pronto!
11.01.16
Francisco invita al
cuerpo diplomático a vencer la indiferencia para construir la paz
Sólo una forma ideológica y desviada de religión puede
pensar que se hace justicia en nombre del Omnipotente masacrando
deliberadamente a personas indefensas, como ocurrió en los sanguinarios
atentados terroristas de los últimos meses en África, Europa y Oriente Medio.
Así lo ha indicado el papa Francisco al recibir esta mañana a los miembros del
cuerpo diplomático ante la Santa Sede para la tradicional felicitación por el
año nuevo.
Durante su profundo y detallado discurso, el Pontífice
ha recordado que “toda experiencia religiosa auténticamente vivida promueve la
paz”. A propósito ha asegurado que el misterio de la Encarnación “nos muestra
el verdadero rostro de Dios, para quien el poder no significa fuerza y
destrucción, sino amor; la justicia no significa venganza, sino misericordia”.
Y en esta perspectiva, ha asegurado Francisco, ha querido situar el Jubileo
extraordinario de la Misericordia, inaugurado en República Centroafricana,
durante su viaje apostólico a África. Al respecto, el Santo Padre ha señalado
que la apertura de la Puerta Santa de la Catedral de Bangui “pretendía ser un
signo de aliento para alzar la mirada, para retomar el camino y para volver a
encontrar las razones para el diálogo”.
Por otro lado, el Papa ha explicado que la
misericordia ha sido el «hilo conductor» que ha guiado sus viajes apostólicos
durante el año pasado. Así, ha recordado su visita a Sarajevo, Bolivia, Ecuador
y Paraguay, Cuba y a los Estados Unidos de América.
También ha hecho referencia a la importancia de la
familia, “que es la primera y más importante escuela de la misericordia, en la
que se aprende a descubrir el rostro amoroso de Dios y en la que nuestra
humanidad crece y se desarrolla”. El Pontífice ha advertido que “hoy existe un
miedo generalizado a la estabilidad que la familia reclama y quienes pagan las
consecuencias son sobre todo los más jóvenes, a menudo frágiles y
desorientados, y los ancianos que terminan siendo olvidados y abandonados”.
Asimismo, ha precisado que “un espíritu individualista
es terreno fértil para que madure el sentido de indiferencia hacia el prójimo,
que lleva a tratarlo como puro objeto de compraventa, que induce a
desinteresarse de la humanidad de los demás y termina por hacer que las
personas sean pusilánimes y cínicas”.
El Santo Padre se ha detenido para reflexionar sobre
la grave emergencia migratoria que estamos afrontando. Así, ha hecho referencia
a la voz de los miles de personas que lloran huyendo de guerras espantosas, de
persecuciones y de violaciones de los derechos humanos, o de la inestabilidad
política o social, que hace imposible la vida en la propia patria.
Y duele constatar, ha advertido, que a menudo estos
emigrantes no entran en los sistemas internacionales de protección en virtud de
los acuerdos internacionales.
De este modo, el Papa ha asegurado que es grave
acostumbrarse a estas situaciones de pobreza y necesidad, al drama de tantas
personas, y considerarlas como ‘normales’.
Por eso, Francisco ha indicado que se hace necesario
“un compromiso común que acabe decididamente con la cultura del descarte y de
la ofensa a la vida humana, de modo que nadie se sienta descuidado u olvidado,
y que no se sacrifiquen más vidas por falta de recursos y, sobre todo, de
voluntad política”.
En esta misma línea, el Pontífice ha hablado de la
arrogancia de los poderosos que, con fines egoístas o cálculos estratégicos y
políticos, instrumentalizan a los débiles y los reducen a objetos, haciendo
referencia a quines practican la trata o el contrabando de seres humanos.
En este sentido, el Papa ha renovado una vez más “el
llamado a detener el tráfico de personas, que convierte a los seres humanos en
mercancía, especialmente a los más débiles e indefensos”. Permanecerán siempre
indelebles en nuestra mente y en nuestro corazón --ha advertido-- las imágenes
de los niños ahogados en el mar, víctimas de la falta de escrúpulos de los
hombres y de la inclemencia de la naturaleza. También ha mencionado a los
cristianos del Medio Oriente, “deseosos de contribuir, como ciudadanos a pleno
título, al bienestar espiritual y material de sus respectivas naciones”.
Al reflexionar sobre las causas que provocan la
emigración, el Santo Padre ha observado que “se podían haber ya afrontado desde
hace tiempo”. Todavía ahora, “se puede hacer mucho para detener las tragedias y
construir la paz”. Pero para ello, ha advertido el Papa, habría que poner en
discusión costumbres y prácticas consolidadas, “empezando por los problemas
relacionados con el comercio de armas, el abastecimiento de materias primas y
de energía, la inversión, la política financiera y de ayuda al desarrollo,
hasta la grave plaga de la corrupción”. Son necesarios planes a medio y largo
plazo que no se queden en la simple respuesta a una emergencia.
El Santo Padre ha dedicado una reflexión especial a
Europa. Así, ha indicado que ante la magnitud de los flujos y sus inevitables
problemas asociados han surgido muchos interrogantes acerca de las
posibilidades reales de acogida y adaptación de las personas, sobre el cambio
en la estructura cultural y social de los países de acogida, así como sobre un
nuevo diseño de algunos equilibrios geopolíticos regionales. La actual ola
migratoria --ha observado-- parece minar la base del «espíritu humanista» que
desde siempre Europa ha amado y defendido. Sin embargo, ha asegurado el
Pontífice, “no podemos consentir que pierdan los valores y los principios de
humanidad, de respeto por la dignidad de toda persona, de subsidiariedad y
solidaridad recíproca, a pesar de que puedan ser, en ciertos momentos de la
historia, una carga difícil de soportar”.
De este modo, el Santo Padre ha reiterado su
convicción de que Europa tiene los instrumentos necesarios para defender la
centralidad de la persona humana y encontrar un justo equilibrio entre el deber
moral de tutelar los derechos de sus ciudadanos, por una parte, y, por otra, el
de garantizar la asistencia y la acogida de los emigrantes.
El Papa ha expresado también su gratitud por todas las
iniciativas que se han adoptado para facilitar una acogida digna de las
personas. Del mismo modo ha asegurado que las migraciones constituirán un
elemento determinante del futuro del mundo y que las respuestas sólo vendrán
como fruto de un trabajo común, que respete la dignidad humana y los derechos
de las personas.
Según ha indicado el Pontífice en su discurso, para
afrontar el tema de la emigración es importante que se preste atención a sus
implicaciones culturales, empezando por las que están relacionadas con la
propia confesión religiosa. Al respecto ha observado que “el extremismo y el
fundamentalismo se ven favorecidos, no sólo por una instrumentalización de la
religión en función del poder, sino también por la falta de ideales y la
pérdida de la identidad, incluso religiosa, que caracteriza dramáticamente al
así llamado Occidente”. La acogida --ha asegurado-- puede ser una ocasión
propicia para una nueva comprensión y apertura de mente, tanto para el que es
acogido, y tiene el deber de respetar los valores, las tradiciones y las leyes
de la comunidad que lo acoge, como para esta última, que está llamada a
apreciar lo que cada emigrante puede aportar en beneficio de toda la comunidad.
Para concluir su extensa y completa intervención,
Francisco ha apreciado los importantes acuerdos internacionales, que son un
buen augurio para el futuro. De este modo ha mencionado los acuerdo sobre
el programa nuclear iraní y sobre el clima en la Conferencia de París. También
ha indicado las últimas tensiones que han aparecido en el horizonte: en el
Golfo Pérsico o la península coreana. Por eso ha manifestado su deseo de que
los antagonismos abran paso a la voz de la paz y de la buena voluntad en la
búsqueda de acuerdos.
Finalmente, ha asegurado que el reto principal que nos
espera es el de vencer la indiferencia para construir juntos la paz, que es un
bien que hay que perseguir siempre.
12.01.16
Francisco: 'Dios tiene
entrañas de misericordia'
En la audiencia general, el Santo
Padre pide oraciones por las víctimas del atentado de este martes en Estambul y
clama por la conversión de los violentos
El papa Francisco ha celebrado hoy la primera
audiencia general del nuevo año. En el Aula Pablo VI, ha saludado a los
peregrinos allí reunidos, acercándose a ambos lados del pasillo que le llevaba
al escenario. Con gran alegría, los fieles agitaban sus banderas y pancartas
para llamar la atención del Pontífice. Francisco se detenía, y les daba su
bendición.
Al finalizar la audiencia, el Santo Padre ha
aprovechado para dedicar unas palabras por el atentado de ayer en Estambul. De
este modo, al concluir este encuentro “en el que hemos reflexionado juntos
sobre la misericordia de Dios”, Francisco ha invitado a “rezar por las víctimas
del atentado que tuvo lugar ayer en Estambul”. Por eso ha pedido que el Señor,
el Misericordioso, “dé paz eterna a los difuntos, consuelo a los familiares,
firmeza solidaria a toda la sociedad, y convierta los corazones de los
violentos”.
Este miércoles, el Papa ha comenzado un ciclo de
catequesis sobre la misericordia en la Biblia. Así, en el resumen hecho en
español ha indicado:
“Queridos hermanos y hermanas: empezamos hoy un ciclo
de catequesis sobre la misericordia en la Biblia con este pasaje del libro del
Éxodo, en el que el Señor se llama a sí mismo: Dios compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia y lealtad. Y es así, Él es compasivo,
siempre dispuesto a acoger, a comprender, a perdonar, como el Padre de la
parábola del hijo pródigo”. También ha recordado que el Padre “es
misericordioso, tiene literalmente entrañas de misericordia, se conmueve y se
enternece como una madre por su hijo, y está dispuesto a amar, proteger,
ayudar, dándolo todo por nosotros”. Es lento a la ira --ha añadido-- cuenta
hasta diez, como decíamos de jóvenes, respirando profundamente, para no perder
la calma y soportar, sin impacientarse. Asimismo, el Pontífice ha precisado que
“es rico en clemencia, un caudal inagotable que se manifiesta en su bondad, en
su gratuita benevolencia, que vence el mal y el pecado”. Y, finalmente, “es
leal, el Señor es fiel, una palabra --lealtad, fidelidad-- que no está muy de
moda, pero Él es leal y es fiel. Su fidelidad dura por siempre, no duerme ni
reposa, está siempre atento, vigilante y no permitirá que flaqueemos en la
prueba”.
A continuación, el Santo Padre ha saludado a los
peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de
España y Latinoamérica. ¡Veo que hay una tropa argentino-uruguaya por ahí!, ha
exclamado. Llenos de confianza en el Señor --ha invitado-- acojámonos a Él,
para experimentar la alegría de ser amados por un Dios misericordioso, clemente
y compasivo.
Tras los saludos en las distintas lenguas, el Obispo
de Roma ha dedicado, como es habitual, unas palabras a los jóvenes, los
enfermos y los recién casados. En este Año Santo, el Papa les ha invitado a
“acoger y compartir la ternura de Dios Padre”. En concreto, a los jóvenes
les ha pedido ser “portadores del amor de Cristo entre vuestros coetáneos”. A
los enfermos les ha exhortado a encontrar en la caricia de Dios el apoyo en el
dolor. Finalmente, a los recién casados les ha pedido que sean testigos de la
belleza del Sacramento del Matrimonio a través de vuestro amor fiel.
Texto completo de la catequesis del 13 de enero
El Santo Padre recuerda que la
fidelidad en la misericordia es el ser de Dios y por esto Él es totalmente
y siempre fiable
Publicamos a continuación el texto completo de la
catequesis del Santo Padre durante la audiencia general de este miércoles, 13
de enero.
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy comenzamos las catequesis sobre la misericordia
según la perspectiva bíblica, para aprender la misericordia escuchando eso que
Dios mismo nos enseña con su palabra. Empezamos por el Antiguo Testamento, que
nos prepara y nos conduce a la revelación llena de Jesucristo, en quien lo
lleva a cabo y se revela la misericordia del Padre. En la Sagrada Escritura, el
Señor es presentado como “Dios misericordioso”. Este es su nombre, a través del
cual Él nos revela, por así decir, su rostro y su corazón. Él mismo, como narra
el Libro del Éxodo, revelándose a Moisés se autodefine así: “El Señor es
compasivo y misericordioso, lento a la ira, rico en clemencia” . También en
otros textos encontramos esta fórmula, con alguna variante, pero siempre la
insistencia se pone en la misericordia y sobre el amor de Dios que no se cansa
nunca de perdonar. Vemos juntas, una por una, estas palabras de la Sagrada
Escritura que nos hablan de Dios.
El Señor es “misericordioso”: esta palabra evoca una
actitud de ternura como la de una madre en lo relacionado con el hijo. De hecho,
el término hebreo usado por la Biblia hace pensar en las entrañas o también al
vientre materno. Por eso, la imagen que sugiere es la de un Dios que se
conmueve y se enternece por nosotros como una madre cuando toma en brazos a su
niño, deseosa solo de amar, proteger, ayudar, preparada para donar todo,
también a sí misma. Esa es la imagen que sugiere este término. Un amor, por
tanto, que se puede definir en buen sentido como “visceral”.
Después está escrito que el Señor es “bondadoso”, en
el sentido que hace gracia, tiene compasión y, en su grandeza, se inclina sobre
quien es débil y pobre, siempre listo para acoger, comprender, perdonar. Es
como el padre de la parábola del Evangelio de Lucas: un padre que no se cierra
en el resentimiento por el abandono del hijo menor, sino al contrario, continúa
a esperarlo, lo ha generado, y después corre a su encuentro y lo abraza, no lo
deja ni siquiera terminar su confesión, como si le cubriera la boca, qué grande
es el amor y la alegría por haberlo reencontrado; y después va también a llamar
al hijo mayor, que está indignado y no quiere hacer fiesta, el hijo que ha
permanecido siempre en la casa, pero viviendo como un siervo más que como un
hijo. Y también sobre él el padre se inclina, lo invita a entrar, trata de abrir
su corazón al amor, para que ninguno quede excluido de la fiesta de la
misericordia. La misericordia es una fiesta.
De este Dios misericordioso se dice también que es
“lento a la ira”, literalmente, “largo de respiración”, es decir, con la
respiración amplio de la paciencia y de la capacidad de soportar. Dios sabe
esperar, sus tiempos no son aquellos impacientes de los hombres; Es como un
sabio agricultor que sabe esperar, da tiempo a la buena semilla para que
crezca, a pesar de la cizaña.
Y por último, el Señor se proclama “grande en el amor
y en la fidelidad”. ¡Qué hermosa es esta definición de Dios! Aquí está todo
porque Dios es grande y poderoso. Pero esta grandeza y poder se despliegan en
el amarnos, nosotros así de pequeños, así de incapaces. La palabra “amor”, aquí
utilizada, indica el afecto, la gracia, la bondad. No es un amor de telenovela.
Es el amor que da el primer paso, que no depende de los méritos humanos sino de
una inmensa gratuidad. Es la solicitud divina que nada la puede detener, ni siquiera
el pecado, porque sabe ir más allá del pecado, vencer el mal y perdonarlo.
Una “fidelidad” sin límites: he aquí la última palabra
de la revelación de Dios a Moisés. La fidelidad de Dios nunca falla, porque el
Señor es el Custodio que, como dice el Salmo, no se duerme sino que nos vigila
continuamente para llevarnos a la vida:
«El no
dejará que resbale tu pie, dice el Salmo,
¡tu guardián
no duerme!
No, no
duerme ni dormita
el guardián
de Israel.
[...]
El Señor te
protegerá de todo mal
y cuidará tu vida.
Él te
protegerá en la partida y el regreso,
ahora y para
siempre».
Y este Dios misericordioso es fiel en su misericordia.
Y Pablo dice algo bello: si tú, delante a Él, no eres fiel, Él permanecerá fiel
porque no puede renegarse a sí mismo, la fidelidad en la misericordia es el ser
de Dios. Y por esto Dios es totalmente y siempre fiable. Una presencia sólida y estable. Es esta la certeza de
nuestra fe. Y entonces, en este Jubileo de la Misericordia, confiemos
totalmente en Él, y experimentemos la alegría de ser amados por este “Dios
misericordioso y bondadoso, lento a la ira y grande en el amor y en la
fidelidad”.
14.01.16
Francisco asegura que la ilegalidad es como un pulpo que no se ve pero que
se aferra y envenena
En la
audiencia con el Movimiento Cristiano de Trabajadores, el Pontífice indica que
frente a las personas en dificultad y situaciones complicadas, no sirve hacer
predicaciones, sino que es necesario transmitir esperanza
Tal y como ha explicado el Papa, educar es la
“capacidad de sacar lo mejor del propio corazón”. No es solo enseñar –ha
advertido– algunas técnicas o impartir algunas nociones, sino hacernos más
humanos a nosotros mismos y la realidad que nos rodea. Asimismo ha
precisado que es necesario formar un nuevo “humanismo del trabajo” donde el
hombre y no el beneficio, esté en el centro; donde la economía sirva al hombre
y no se sirva del hombre. Otro aspecto que ha subrayado es que “educar ayuda a
no ceder a los engaños de quien quiere hacer creer que el trabajo, el
compromiso cotidiano, el don de sí mismo y el estudio no tienen valor”. Y a
propósito ha destacado que es urgente educar huyendo de los atajos de los
favoritismo y de las recomendaciones. El Santo Padre ha asegurado que es
necesario combatir la ilegalidad que lleva a la corrupción de la persona y de
la sociedad. La ilegalidad –ha observado– es como un pulpo que no se ve: está
escondido, sumergido, pero con sus tentáculos aferra y envenena, contaminando y
haciendo mucho mal. En contraste, el Pontífice ha subrayado que educar es una
gran vocación.
La segunda palabra del discurso de Francisco ha sido
“compartir”. Por eso, ha explicado que “el trabajo no es solamente una vocación
de la persona individual, sino que es la oportunidad de entrar en relación con
los otros”. A propósito ha indicado que “el trabajo debería unir a las
personas, no alejarlas, haciéndolas cerradas y distantes”. El trabajo, ha
añadido el Santo Padre, nos ofrece la ocasión para compartir lo cotidiano, para
interesarnos por quien está cerca de nosotros, para recibir como un don y
como una responsabilidad la presencia de los otros.
Proyectar para los otros –ha mencionado– permite dar
un paso adelante: pone la inteligencia al servicio del amor, haciendo la
persona más íntegra y la vida más feliz, porque es capaz de donar.
Y finalmente, la última palabra sobre la que ha
reflexionado es “testimonio”. Al respecto, el Santo Padre ha asegurado que la
misericordia divina nos interpela. Por eso, frente a las personas en
dificultad y situaciones complicadas, “no sirve hacer predicaciones, es
necesario transmitir esperanza, consolar con la presencia, sostener con la
ayuda concreta”.
Para finalizar su discurso, el Obispo de Roma les ha
animado a dar testimonio a partir del estilo de vida personal y asociativo:
testimonio de gratuidad, de solidaridad, de espíritu de servicio.
17.01.16
El Papa en la sinagoga: ‘Pertenecemos a una única familia’
El papa Francisco, siguiendo los pasos de sus
predecesores –Benedicto XVI y Juan Pablo II– ha visitado esta tarde la Sinagoga
de Roma, cumpliendo así un nuevo gesto de fraternidad y unidad entre ambas
religiones.
Así, el Santo Padre ha recordado hoy que el pueblo
judío, en su historia, ha tenido que experimentar la violencia y la
persecución, hasta el exterminio de los judíos europeos durante la Shoah. Por
eso, ha dedicado unas palabras a todas las víctimas de “la más deshumana barbarie”,
recordando “sus sufrimientos, sus angustias, sus lágrimas que no deben ser
nunca olvidadas”. En esta línea, el Papa ha observado que el pasado nos debe
servir como lección para el presente y para el futuro. La Shoah –ha añadido–
nos enseña que es necesaria siempre la máxima vigilancia, para poder intervenir
tempestivamente en defensa de la dignidad humana y de la paz.
El Santo Padre ha entrado en el Templo mayor
acompañado del rabino jefe de Roma, Riccardo Di Segni. Dentro, les esperaban la
comunidad romana y representantes de varias comunidades judías de Europa. El
Pontífice ha iniciado su discurso dando las gracias en hebreo: Todà
rabbà! Asimismo ha expresado su “saludo fraterno de paz de esta Iglesia y
de toda la Iglesia católica”.
Francisco ha contado que ya en Buenos Aires tenía
costumbre de ir a las sinagogas y reunirse con las comunidades judías. En el
diálogo interreligioso –ha explicado– es fundamental que nos encontremos como
hermanos y hermanas delante de nuestro Creador y le alabemos, que nos
respetemos y apreciemos unos a otros y busquemos colaborar. Por eso ha
asegurado que en el diálogo judeo-cristiano hay una unión única y peculiar, en
virtud de las raíces judías del cristianismo.
Recordando la expresión que utilizó Juan Pablo II
en este mismo lugar en 1986, refiriéndose a los judíos como “hermanos mayores”,
el papa Francisco ha recordado que “todos nosotros pertenecemos a una única
familia, la familia de Dios, quien nos acompaña y protege como su pueblo”.
Por otro lado, el Santo Padre ha precisado que judíos
y católicos “estamos llamados a asumir nuestras responsabilidades por esta
ciudad, aportando nuestra contribución, sobre todo espiritual, y favoreciendo
la resolución de los distintos problemas actuales”.
También ha hecho referencia al 50 aniversario de la
Declaración Nostra aetate del Concilio Vaticano II, que hizo posible el
diálogo sistemático entre la Iglesia católica y el judaísmo. A propósito,
ha asegurado que la dimensión teológica del diálogo judeo-cristiano merece ser
cada vez más profundizada, y ha animado a todos aquellos “que están
comprometidos en este diálogo para continuar en esta línea, con discernimiento
y perseverancia”. Asimismo, el Santo Padre ha observado que los cristianos,
para comprenderse a sí mismos, no pueden no hacer referencia a las raíces
judías.
Dejando las cuestiones puramente teológicas y
reflexionando sobre los grandes desafíos del mundo, el Pontífice ha señalado
que “conflictos, guerras, violencia e injusticias abren heridas profundas en la
humanidad” y “nos llaman a reforzar el compromiso por la paz y la justicia”. Y
ha afirmado que “la violencia del hombre sobre el hombre está en contradicción
con toda religión digna de este nombre, y en particular con las tres grandes
religiones monoteístas”.
Asimismo ha precisado que “ni la violencia ni la
muerte tendrán nunca la última palabra delante de Dios, que es el Dios del amor
y de la vida”. Y debemos rezarle con insistencia –ha añadido– para que nos
ayude a practicar en Europa, en Tierra Santa, en Oriente Medio, en África y en
cualquier parte del mundo la lógica de la paz, de la reconciliación, del
perdón, de la vida.
Para finalizar su discurso, el Santo Padre se ha
dirigido a los “queridos hermanos mayores” para recordarles que “debemos
realmente estar agradecidos por todo lo que ha sido posible realizar en los
últimos cincuenta años, porque entre nosotros han crecido y se han profundizado
la comprensión recíproca, la mutua confianza y la amistad”.
A su llegada, Francisco ha sido recibido por la presidenta
de la comunidad judía romana, Ruth Dureghello, el presidente de la Unión de las
Comunidades judías italianas, Renzo Gattegna, y por el presidente de la
Fundación Museo de la Shoah, Mario Venezia. El Santo Padre ha depositado unas
flores en las lápidas que recuerdan la deportación de los judíos romanos en
1943 y se ha detenido también frente a la efigie en recuerdo de Stefano
Gai Taché, el niño asesinado en el atentado terroristas de 1982. También ahí
ha dejado unas flores y ha saludado a la familia de Taché y a los heridos en el
atentado.
Antes del discurso del Papa, también se han dirigido a
los presentes, Ruth Dureghello, Renzo Gattegna y finalmente Riccardo Di Segni.
Ruth Dureghello, en su discurso ha subrayado que todos debemos decir al
terrorismo que se pare. “No solo al terrorismo de Madrid, de Londres, de
Bruselas y de París, sino también al que golpea casi todos los días a Israel”,
ha observado. Asimismo ha manifestado su esperanza de que el mensaje de paz,
llegue a tantos musulmanes que comparten con nosotros la responsabilidad de
mejorar el mundo en el que vivimos. “Juntos podemos hacerlo”, ha asegurado.
Por su parte, Gattegna, reflexionando sobre los
progresos realizados en el diálogo, ha advertido que este panorama positivo “no
debe llevar a nadie a interrumpir el trabajo para nuevos progresos”. En
particular, ha observado que es necesario realizar una estrategia común que
consienta una amplia difusión, ante toda la población, del conocimiento de los
grandes trabajos realizados y de la consolidación de los sentimientos de
amistad y fraternidad.
Finalmente, el rabino Di Segni ha manifestado el deseo
de todos de que llegue un momento no lejano en la historia en el que se
resuelvan las divisiones. En el que cada uno tiene su visión, pero al mismo
tiempo, cada uno permaneciendo fiel a la propia tradición, encuentre una
forma de respetarse el uno al otro.
18.01.16
El Papa
presidirá la clausura de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos
La celebración será el 25 de enero, con la oración de
las vísperas en la basílica de San Pablo Extramuros junto a los representantes
de otras Iglesias y comunidades eclesiales presentes en Roma
El papa Francisco presidirá, el próximo lunes, la
oración de vísperas en la basílica de San Pablo Extramuros en la solemnidad de
la conversión de San Pablo Apóstol. De este modo se celebra la conclusión la
Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, que inició este lunes y que
lleva por tema “Llamados para anunciar a todos las obras maravillosas de
Dios” (cfr. 1 Pt 2, 9).
En la celebración participarán los representantes de
las otras Iglesias y comunidades eclesiales presentes en Roma. De forma
particular, están también llamados a participar el clero y los fieles de la
diócesis de Roma.
El texto para la reflexión de esta semana llega desde
Letonia –haciendo referencia al pasaje bíblico del tema de este año– invita a
sentirse “llamados a proclamar las grandes obras del Señor. El primer borrador
–explica una nota de la Oficina de las Celebraciones litúrgicas– ha sido
preparado por un grupo interconfesional reunido por invitación del arzobispo de
Riga, monseñor Zbigņevs Stankevičs.
El texto ha sido después reelaborado en la forma final
por la comisión internacional nombrada por la Comisión fe y constitución del World
Council of Churches y del Pontificio Consejo para la promoción de la unidad
de los cristianos.
20.01.16
El Papa: ‘El bautismo crea un vinculo indisoluble entre todos los cristianos’
En la audiencia general, el Santo Padre ha
reflexionado sobre la unidad de los cristianos recordando que en esta Semana de
Oración estamos llamados a redescubrir nuestro bautismo, todos juntos,
católicos, protestantes y ortodoxos, dejando atrás lo que nos divide
Miles de peregrinos, procedentes de los cinco
continentes, han desafiado al frío intenso que vive estos días la ciudad
de Roma, para acudir al encuentro con el Santo Padre durante la audiencia
general. Reunidos en el Aula Pablo VI del Vaticano, el papa Francisco ha
compartido con los fieles la catequesis de este miércoles, centrada en la Semana
de Oración por la Unidad de los Cristianos. A su llegada, durante algunos
minutos, el Pontífice saludó a las personas que desde ambos lados del pasillo,
se acercaban para hacerle llegar su afecto y cercanía.
En el resumen hecho en español de la catequesis, el
Santo Padre ha explicado que “el texto de la primera carta de san Pedro que
hemos escuchado, centra la reflexión de la Semana de Oración para la
Unidad de los Cristianos”. Así, ha indicado que en este texto, “el apóstol
se dirige a la primera generación de fieles para que tomen conciencia del don
que han recibido por el bautismo”. Del mismo modo, ha proseguido, todos
nosotros, durante esta Semana de Oración, estamos llamados a redescubrir
nuestro bautismo, y a hacerlo juntos todos los cristianos, católicos,
protestantes y ortodoxos, dejando atrás lo que nos divide.
El Papa ha precisado que “compartir el Bautismo
significa que todos somos pecadores y que necesitamos la salvación que Dios nos
ofrece, todos experimentamos la misma llamada a salir de las tinieblas e ir al
encuentro de Dios lleno de misericordia”. Precisamente en el bautismo, ha
indicado, nos sumergimos en la fuente de la misericordia y de la esperanza, de
la que nadie está excluido, esta experiencia de gracia crea un vínculo
indisoluble entre los bautizados, de modo que nos consideremos realmente
hermanos y miembros de un solo pueblo de Dios, capaz de anunciar las maravillas
que Él ha obrado a partir del testimonio sencillo y fraterno de la unidad, así
como del compromiso mutuo de poner en práctica las obras de la misericordia
corporales y espirituales, realizando así nuestra común misión de transmitir a
los otros la misericordia recibida, empezando por los pobres y abandonados.
A continuación, el Santo Padre ha saludado a los
peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de
España y Latinoamérica. En esta semana de oración –ha exhortado– pidamos que
todos los discípulos de Cristo encontremos el modo de colaborar juntos para
llevar la misericordia del Padre a cada rincón de la tierra.
Después de los saludos en las distintas lenguas, el
Papa ha dedicado también unas palabras a los jóvenes, los enfermos y los recién
casados. Así, ha asegurado que la Semana de Oración por la Unidad de
los Cristianos, nos recuerda que todos los creyentes en Cristo, a través del
bautismo, forman parte de un pueblo de Dios. Por eso, ha pedido a los jóvenes
que recen para que “todos los cristianos sean cada vez más una única gran
familia”. A los enfermos les ha invitado a ofrecer sus sufrimientos por la
causa de la unidad de la Iglesia de Cristo. Y finalmente, a los recién casados
les ha extendido la invitación para que cultiven el amor
misericordioso y gratuito como el que Dios tiene por nosotros.
Antes de la audiencia general, el Santo Padre ha
recibido esta mañana a una delegación de musulmanes que le han
entregado la invitación para visitar la mezquita de Roma. Y a
continuación, ha recibido también a los obispos de Sudán y Sudán del Sur, que
participan en el encuentro promovido por la Congregación para la Evangelización
de los pueblos.
Audiencia del Papa: texto completo
de la catequesis del 20 de enero
de la catequesis del 20 de enero
El Santo Padre explica que la misericordia de Dios,
que obra en el Bautismo, es más fuerte que las divisiones entre los cristianos
Publicamos a continuación el texto completo de la
catequesis del Santo Padre durante la audiencia general.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! Hemos
escuchado el texto bíblico que este año guía la reflexión en la Semana
de oración por la unidad de los cristianos, que va del 18 al 25 de enero.
Este pasaje de la primera carta de san Pedro ha sido elegido por un grupo
ecuménico de Letonia, encargado por elConsejo Ecuménico de las
Iglesias y el Pontificio Consejo para la promoción de la
unidad de los cristianos.
En el centro de la catedral luterana de Riga hay una
fuente bautismal que se remonta al siglo XII, al tiempo en el que Letonia fue
evangelizada por san Mainardo.
Esa fuente es un signo elocuente de un origen de fe
reconocido por todos los cristianos de Letonia, católicos, luteranos y ortodoxos.
Tal origen es nuestro común Bautismo. El Concilio Vaticano II afirma que “el
bautismo constituye el vínculo sacramental de la unidad existente entre todos
los que por medios de él han sido regenerados” (Unitatis redintegratio, 22). La
Primera Carta de Pedro está dirigida a la primera generación de cristianos para
hacerles conscientes del don recibido con el bautismo y de las exigencias que
esto implica. También nosotros, en esta Semana de oración, estamos invitados a
redescubrir todo esto, y a hacerlo juntos, yendo más allá de nuestras
divisiones.
En primer lugar, compartir el bautismo significa que
todos somos pecadores y necesitamos ser salvados, redimidos, liberados del mal.
Y este es el aspecto negativo, que la primera carta de Pedro llama “tinieblas”
cuando dice: “[Dios] os ha llamado fuera de las tinieblas para conduciros en su
luz maravillosa”. Esta es la experiencia de la muerte, que Cristo ha hecho
propia, y que está simbolizada en el bautismo del estar sumergidos en el agua,
y a la cual sigue el resurgir, símbolo de la resurrección a la nueva vida en
Cristo. Cuando nosotros cristianos decimos que compartimos un solo bautismo,
afirmamos que todos nosotros –católicos, protestantes y ortodoxos– compartimos
la experiencia de ser llamados de las tinieblas feroces y alienantes al
encuentro con el Dios vivo, pleno de misericordia. De hecho, todos
lamentablemente tenemos experiencia del egoísmo, que genera división, cerrazón,
desprecio.
Partir de nuevo del bautismo quiere decir encontrar de
nuevo la fuente de la misericordia, fuente de esperanza para todos, porque
nadie está excluido de la misericordia de Dios. Nadie está excluido de la
misericordia de Dios. El compartir esta gracia crea un vínculo indisoluble
entre nosotros cristianos, de tal forma que, en virtud del bautismo, podemos
considerarnos todos realmente hermanos. Somos realmente pueblo santo de Dios,
aunque si, a causa de nuestros pecados, no somos aún un pueblo plenamente
unido. La misericordia de Dios, que actúa en el bautismo, es más fuerte de
nuestras divisiones, es más fuerte. En la medida en la que acogemos la gracia
de la misericordia, nos hacemos cada vez más plenamente pueblo de Dios, y nos
hacemos también capaces de anunciar a todos sus obras maravillosas,
precisamente a partir de un simple y fraterno testimonio de unidad. Nosotros
cristianos podemos anunciar a todos la fuerza del Evangelio comprometiéndonos a
compartir las obras de misericordia corporales y espirituales. Este es un
testimonio concreto de unidad entre nosotros cristianos: protestantes,
ortodoxos y católicos.
En conclusión, queridos hermanos y hermanas, todos
nosotros cristianos, por la gracia del bautismo, hemos obtenido misericordia de
Dios y hemos sido acogidos en su pueblo. Todos, católicos, ortodoxos y
protestantes, formamos un sacerdocio real y una nación santa. Esto significa
que tenemos una misión común, que es el de transmitir la misericordia recibida
a los otros, empezando por los más pobres y abandonados. Durante esta Semana de
oración, recemos para que todos nosotros, discípulos de Cristo, encontremos el
modo de colaborar juntos para llevar la misericordia del Padre en cada lugar de
la tierra. Gracias.
21.01.16
El Obispo de Roma ha asegurado en su intervención que “podemos progresar en el camino de la plena comunión visible entre los cristianos no solo cuando nos acercamos los unos a los otros, sino sobre todo en la medida en la que nos convertimos al Señor, que por su gracia nos elige y nos llama a ser sus discípulos”. Y convertirnos –ha precisado– significa dejar que el Señor viva y trabaje en nosotros.
El Papa: ‘Pidamos perdón por el pecado de nuestras divisiones’
El Santo Padre ha clausurado la
Semana de oración por la unidad de los cristianos con la celebración de las
vísperas en la Basílica San Pablo Extramuros
El papa Francisco ha pedido que en este Año Jubilar
extraordinario de la Misericordia, tengamos bien presente que “no puede haber
auténtica búsqueda de la unidad de los cristianos sin fiarse plenamente de la
misericordia del Padre”. Asimismo ha invitado a pedir perdón “por el pecado de
nuestras divisiones, que son una herida abierta en el Cuerpo de Cristo”. Y como
Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia Católica, “quiero invocar misericordia y
perdón por los comportamientos no evangélicos de parte de católicos en lo
relacionado con cristianos de otras Iglesias”. Al mismo tiempo, el Santo Padre
ha invitado a todos los hermanos y hermanas católicos a perdonar si, hoy o en
el pasado, “han sufrido ofensas de otros cristianos”. Al respecto, el Papa ha
asegurado que no podemos cancelar lo que ha pasado, pero no queremos permitir que
el peso de las culpas pasadas continúe contaminando nuestras relaciones. La
misericordia de Dios –ha subrayado– renovará nuestras relaciones. Así lo
ha indicado en la tradicional celebración de las vísperas en la solemnidad de
la conversión de san Pablo, en la basílica de San Pablo Extramuros, en la
conclusión de la Semana de oración por la unidad de los cristianos.
En la celebración han participado representantes de
otras Iglesias y comunidades eclesiales presentes en Roma. Tal y como ha
recordado el Santo Padre durante su discurso, la conversión de Pablo no es solo
un cambio moral, sino una experiencia transformadora de la gracia de Cristo, y
al mismo tiempo la llamada a una nueva misión, la de anunciar a todos a ese
Jesús que antes perseguía persiguiendo a sus discípulos.
Para los primeros cristianos, como hoy para todos los
bautizados, es motivo de consuelo y de constante asombro saberse elegidos para
formar parte del diseño de salvación de Dios, realizado en Jesucristo y en la
Iglesia.
La vocación de ser apóstol –ha observado el Papa– no
se funda en los méritos humanos de Pablo, que se considera “ínfimo”e “indigno”,
sino sobre la voluntad infinita de Dios, que le ha elegido y le ha confiado el
ministerio.
Asimismo, ha asegurado que la abundante misericordia
de Dios es la única razón sobre la que se funda el ministerio de Pablo, y al
mismo tiempo lo que el apóstol debe anunciar a todos. Reflexionando sobre el
misterio de la misericordia y de la elección de Dios, el Pontífice ha precisado
que “el Padre ama a todos y quiere salvar a todos, y por eso llama a algunos,
‘conquistándoles’ con su gracia, para que a través de ellos su amor pueda
llegar a todos”.
Por otro lado, el Papa ha indicado que a la luz del
tema que ha guiado esta Semana de oración por la unidad de los cristianos –
Destinados a proclamar las grandezas del Señor – podemos decir que “todos
nosotros creyentes en Cristo” tenemos esta llamada.
Más allá de las diferencias que todavía nos separan,
“reconocemos con alegría que en el origen de la vida cristiana hay siempre una
llamada cuyo autor es Dios mismo”.
El Obispo de Roma ha asegurado en su intervención que “podemos progresar en el camino de la plena comunión visible entre los cristianos no solo cuando nos acercamos los unos a los otros, sino sobre todo en la medida en la que nos convertimos al Señor, que por su gracia nos elige y nos llama a ser sus discípulos”. Y convertirnos –ha precisado– significa dejar que el Señor viva y trabaje en nosotros.
Por este motivo, “cuando los cristianos de distintas
Iglesias escuchan juntos la Palabra de Dios y tratan de ponerla en práctica,
realmente realizan pasos importantes hacia la unidad”. Y no es solo la llamada
lo que nos une, nos reúne también la misma misión: “anunciar a todos las obras
maravillosas de Dios”. Mientras estamos en camino hacia la plena comunión entre
nosotros –ha afirmado Francisco– podemos ya desarrollar múltiples formas de
colaboración para favorecer la difusión del Evangelio. “Y caminando y
trabajando juntos, nos damos cuenta que ya estamos unidos en el nombre del
Señor”, ha añadido.
Para concluir, ha señalado que junto con los
representantes de las otras Iglesias han atravesado la Puerta Santa de esta
Basílica “para recordar que la única puerta que nos conduce a la salvación es
Jesucristo nuestro Señor, el rostro misericordioso del Padre”.
26.01.16
María, después de haber acogido la Buena Noticia que le dirige el arcángel Gabriel, María canta proféticamente en el Magnificat la misericordia con la que Dios la ha elegido. La Virgen de Nazaret, prometida con José, se convierte así en el icono perfecto de la Iglesia que evangeliza, porque fue y sigue siendo evangelizada por obra del Espíritu Santo, que hizo fecundo su vientre virginal. En la tradición profética, en su etimología, la misericordia está estrechamente vinculada, precisamente con las entrañas maternas (rahamim) y con una bondad generosa, fiel y compasiva (hesed) que se tiene en el seno de las relaciones conyugales y parentales.
Este drama de amor alcanza su culmen en el Hijo hecho hombre. En él Dios derrama su ilimitada misericordia hasta tal punto que hace de él la «Misericordia encarnada» (Misericordiae vultus, 8). En efecto, como hombre, Jesús de Nazaret es hijo de Israel a todos los efectos. Y lo es hasta tal punto que encarna la escucha perfecta de Dios que el Shemà requiere a todo judío, y que todavía hoy es el corazón de la alianza de Dios con Israel: «Escucha, Israel: El Señor es nuestro Dios, el Señor es uno solo. Amarás, pues, al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas» (Dt 6,4-5). El Hijo de Dios es el Esposo que hace cualquier cosa por ganarse el amor de su Esposa, con quien está unido con un amor incondicional, que se hace visible en las nupcias eternas con ella.
Es éste el corazón del kerygma apostólico, en el cual la misericordia divina ocupa un lugar central y fundamental. Es «la belleza del amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitado» (Exh. ap. Evangelii gaudium, 36), el primer anuncio que «siempre hay que volver a escuchar de diversas maneras y siempre hay que volver a anunciar de una forma o de otra a lo largo de la catequesis» (ibíd., 164). La Misericordia entonces «expresa el comportamiento de Dios hacia el pecador, ofreciéndole una ulterior posibilidad para examinarse, convertirse y creer» (Misericordiae vultus, 21), restableciendo de ese modo la relación con él. Y, en Jesús crucificado, Dios quiere alcanzar al pecador incluso en su lejanía más extrema, justamente allí donde se perdió y se alejó de Él. Y esto lo hace con la esperanza de poder así, finalmente, enternecer el corazón endurecido de su Esposa.
3. Las obras de misericòrdia
La misericordia de Dios transforma el corazón del hombre haciéndole experimentar un amor
fiel, y lo hace a su vez capaz de misericordia. Es siempre un milagro el que la misericordia divina se irradie en la vida de cada uno de nosotros, impulsándonos a amar al prójimo y animándonos a vivir lo que la tradición de la Iglesia llama las obras de misericordia corporales y espirituales. Ellas nos recuerdan que nuestra fe se traduce en gestos concretos y cotidianos, destinados a ayudar a nuestro prójimo en el cuerpo y en el espíritu, y sobre los que seremos juzgados: nutrirlo, visitarlo, consolarlo y educarlo. Por eso, expresé mi deseo de que «el pueblo cristiano reflexione durante el Jubileo sobre las obras de misericordia corporales y espirituales. Será un modo para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina» (ibíd., 15). En el pobre, en efecto, la carne de Cristo «se hace de nuevo visible como cuerpo martirizado, llagado, flagelado, desnutrido, en fuga… para que nosotros lo reconozcamos, lo toquemos y lo asistamos con cuidado» (ibíd.). Misterio inaudito y escandaloso la continuación en la historia del sufrimiento del Cordero Inocente, zarza ardiente de amor gratuito ante el cual, como Moisés, sólo podemos quitarnos las sandalias (cf. Ex 3,5); más aún cuando el pobre es el hermano o la hermana en Cristo que sufren a causa de su fe.
Ante este amor fuerte como la muerte (cf. Ct 8,6), el pobre más miserable es quien no acepta reconocerse como tal. Cree que es rico, pero en realidad es el más pobre de los pobres. Esto es así porque es esclavo del pecado, que lo empuja a utilizar la riqueza y el poder no para servir a Dios y a los demás, sino parar sofocar dentro de sí la íntima convicción de que tampoco él es más que un pobre mendigo. Y cuanto mayor es el poder y la riqueza a su disposición, tanto mayor puede llegar a ser este engañoso ofuscamiento. Llega hasta tal punto que ni siquiera ve al pobre Lázaro, que mendiga a la puerta de su casa (cf. Lc 16,20-21), y que es figura de Cristo que en los pobres mendiga nuestra conversión. Lázaro es la posibilidad de conversión que Dios nos ofrece y que quizá no vemos. Y este ofuscamiento va acompañado de un soberbio delirio de omnipotencia, en el cual resuena siniestramente el demoníaco «seréis como Dios» (Gn 3,5) que es la raíz de todo pecado. Ese delirio también puede asumir formas sociales y políticas, como han mostrado los totalitarismos del siglo XX, y como muestran hoy las ideologías del pensamiento único y de la tecnociencia, que pretenden hacer que Dios sea irrelevante y que el hombre se reduzca a una masa para utilizar. Y actualmente también pueden mostrarlo las estructuras de pecado vinculadas a un modelo falso de desarrollo, basado en la idolatría del dinero, como consecuencia del cual las personas y las sociedades más ricas se vuelven indiferentes al destino de los pobres, a quienes cierran sus puertas, negándose incluso a mirarlos.
Mensaje del Santo Padre para la Cuaresma 2016
«“Misericordia quiero y no
sacrificio” (Mt 9,13). Las obras de misericordia en el camino jubilar»
1María, icono de una Iglesia que evangeliza porque es
evangelizada
En la Bula de convocación del Jubileo invité a que «la Cuaresma de este Año Jubilar sea vívida con mayor intensidad, como momento fuerte para celebrar y experimentar la misericordia de Dios» (Misericordiae vultus, 17). Con la invitación a escuchar la Palabra de Dios y a participar en la iniciativa «24 horas para el Señor» quise hacer hincapié en la primacía de la escucha orante de la Palabra, especialmente de la palabra profética. La misericordia de Dios, en efecto, es un anuncio al mundo: pero cada cristiano está llamado a experimentar en primera persona ese anuncio. Por eso, en el tiempo de la Cuaresma enviaré a los Misioneros de la Misericordia, a fin de que sean para todos un signo concreto de la cercanía y del perdón de Dios.
En la Bula de convocación del Jubileo invité a que «la Cuaresma de este Año Jubilar sea vívida con mayor intensidad, como momento fuerte para celebrar y experimentar la misericordia de Dios» (Misericordiae vultus, 17). Con la invitación a escuchar la Palabra de Dios y a participar en la iniciativa «24 horas para el Señor» quise hacer hincapié en la primacía de la escucha orante de la Palabra, especialmente de la palabra profética. La misericordia de Dios, en efecto, es un anuncio al mundo: pero cada cristiano está llamado a experimentar en primera persona ese anuncio. Por eso, en el tiempo de la Cuaresma enviaré a los Misioneros de la Misericordia, a fin de que sean para todos un signo concreto de la cercanía y del perdón de Dios.
María, después de haber acogido la Buena Noticia que le dirige el arcángel Gabriel, María canta proféticamente en el Magnificat la misericordia con la que Dios la ha elegido. La Virgen de Nazaret, prometida con José, se convierte así en el icono perfecto de la Iglesia que evangeliza, porque fue y sigue siendo evangelizada por obra del Espíritu Santo, que hizo fecundo su vientre virginal. En la tradición profética, en su etimología, la misericordia está estrechamente vinculada, precisamente con las entrañas maternas (rahamim) y con una bondad generosa, fiel y compasiva (hesed) que se tiene en el seno de las relaciones conyugales y parentales.
2. La alianza de Dios con los hombres: una historia de
misericordia
El misterio de la misericordia divina se revela a lo largo de la historia de la alianza entre Dios y su pueblo Israel. Dios, en efecto, se muestra siempre rico en misericordia, dispuesto a derramar en su pueblo, en cada circunstancia, una ternura y una compasión visceral, especialmente en los momentos más dramáticos, cuando la infidelidad rompe el vínculo del Pacto y es preciso ratificar la alianza de modo más estable en la justicia y la verdad. Aquí estamos frente a un auténtico drama de amor, en el cual Dios desempña el papel de padre y de marido traicionado, mientras que Israel el de hijo/hija y el de esposa infiel. Son justamente las imágenes familiares —como en el caso de Oseas (cf. Os 1-2)— las que expresan hasta qué punto Dios desea unirse a su pueblo.
El misterio de la misericordia divina se revela a lo largo de la historia de la alianza entre Dios y su pueblo Israel. Dios, en efecto, se muestra siempre rico en misericordia, dispuesto a derramar en su pueblo, en cada circunstancia, una ternura y una compasión visceral, especialmente en los momentos más dramáticos, cuando la infidelidad rompe el vínculo del Pacto y es preciso ratificar la alianza de modo más estable en la justicia y la verdad. Aquí estamos frente a un auténtico drama de amor, en el cual Dios desempña el papel de padre y de marido traicionado, mientras que Israel el de hijo/hija y el de esposa infiel. Son justamente las imágenes familiares —como en el caso de Oseas (cf. Os 1-2)— las que expresan hasta qué punto Dios desea unirse a su pueblo.
Este drama de amor alcanza su culmen en el Hijo hecho hombre. En él Dios derrama su ilimitada misericordia hasta tal punto que hace de él la «Misericordia encarnada» (Misericordiae vultus, 8). En efecto, como hombre, Jesús de Nazaret es hijo de Israel a todos los efectos. Y lo es hasta tal punto que encarna la escucha perfecta de Dios que el Shemà requiere a todo judío, y que todavía hoy es el corazón de la alianza de Dios con Israel: «Escucha, Israel: El Señor es nuestro Dios, el Señor es uno solo. Amarás, pues, al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas» (Dt 6,4-5). El Hijo de Dios es el Esposo que hace cualquier cosa por ganarse el amor de su Esposa, con quien está unido con un amor incondicional, que se hace visible en las nupcias eternas con ella.
Es éste el corazón del kerygma apostólico, en el cual la misericordia divina ocupa un lugar central y fundamental. Es «la belleza del amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitado» (Exh. ap. Evangelii gaudium, 36), el primer anuncio que «siempre hay que volver a escuchar de diversas maneras y siempre hay que volver a anunciar de una forma o de otra a lo largo de la catequesis» (ibíd., 164). La Misericordia entonces «expresa el comportamiento de Dios hacia el pecador, ofreciéndole una ulterior posibilidad para examinarse, convertirse y creer» (Misericordiae vultus, 21), restableciendo de ese modo la relación con él. Y, en Jesús crucificado, Dios quiere alcanzar al pecador incluso en su lejanía más extrema, justamente allí donde se perdió y se alejó de Él. Y esto lo hace con la esperanza de poder así, finalmente, enternecer el corazón endurecido de su Esposa.
3. Las obras de misericòrdia
La misericordia de Dios transforma el corazón del hombre haciéndole experimentar un amor
fiel, y lo hace a su vez capaz de misericordia. Es siempre un milagro el que la misericordia divina se irradie en la vida de cada uno de nosotros, impulsándonos a amar al prójimo y animándonos a vivir lo que la tradición de la Iglesia llama las obras de misericordia corporales y espirituales. Ellas nos recuerdan que nuestra fe se traduce en gestos concretos y cotidianos, destinados a ayudar a nuestro prójimo en el cuerpo y en el espíritu, y sobre los que seremos juzgados: nutrirlo, visitarlo, consolarlo y educarlo. Por eso, expresé mi deseo de que «el pueblo cristiano reflexione durante el Jubileo sobre las obras de misericordia corporales y espirituales. Será un modo para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina» (ibíd., 15). En el pobre, en efecto, la carne de Cristo «se hace de nuevo visible como cuerpo martirizado, llagado, flagelado, desnutrido, en fuga… para que nosotros lo reconozcamos, lo toquemos y lo asistamos con cuidado» (ibíd.). Misterio inaudito y escandaloso la continuación en la historia del sufrimiento del Cordero Inocente, zarza ardiente de amor gratuito ante el cual, como Moisés, sólo podemos quitarnos las sandalias (cf. Ex 3,5); más aún cuando el pobre es el hermano o la hermana en Cristo que sufren a causa de su fe.
Ante este amor fuerte como la muerte (cf. Ct 8,6), el pobre más miserable es quien no acepta reconocerse como tal. Cree que es rico, pero en realidad es el más pobre de los pobres. Esto es así porque es esclavo del pecado, que lo empuja a utilizar la riqueza y el poder no para servir a Dios y a los demás, sino parar sofocar dentro de sí la íntima convicción de que tampoco él es más que un pobre mendigo. Y cuanto mayor es el poder y la riqueza a su disposición, tanto mayor puede llegar a ser este engañoso ofuscamiento. Llega hasta tal punto que ni siquiera ve al pobre Lázaro, que mendiga a la puerta de su casa (cf. Lc 16,20-21), y que es figura de Cristo que en los pobres mendiga nuestra conversión. Lázaro es la posibilidad de conversión que Dios nos ofrece y que quizá no vemos. Y este ofuscamiento va acompañado de un soberbio delirio de omnipotencia, en el cual resuena siniestramente el demoníaco «seréis como Dios» (Gn 3,5) que es la raíz de todo pecado. Ese delirio también puede asumir formas sociales y políticas, como han mostrado los totalitarismos del siglo XX, y como muestran hoy las ideologías del pensamiento único y de la tecnociencia, que pretenden hacer que Dios sea irrelevante y que el hombre se reduzca a una masa para utilizar. Y actualmente también pueden mostrarlo las estructuras de pecado vinculadas a un modelo falso de desarrollo, basado en la idolatría del dinero, como consecuencia del cual las personas y las sociedades más ricas se vuelven indiferentes al destino de los pobres, a quienes cierran sus puertas, negándose incluso a mirarlos.
La Cuaresma de este Año Jubilar, pues, es para todos
un tiempo favorable para salir por fin de nuestra alienación existencial
gracias a la escucha de la Palabra y a las obras de misericordia. Mediante las
corporales tocamos la carne de Cristo en los hermanos y hermanas que necesitan
ser nutridos, vestidos, alojados, visitados, mientras que las espirituales
tocan más directamente nuestra condición de pecadores: aconsejar, enseñar,
perdonar, amonestar, rezar. Por tanto, nunca hay que separar las obras
corporales de las espirituales. Precisamente tocando en el mísero la carne de
Jesús crucificado el pecador podrá recibir como don la conciencia de que él
mismo es un pobre mendigo. A través de este camino también los «soberbios»,
los «poderosos» y los «ricos», de los que habla el Magnificat, tienen la
posibilidad de darse cuenta de que son inmerecidamente amados por Cristo
crucificado, muerto y resucitado por ellos. Sólo en este amor está la
respuesta a la sed de felicidad y de amor infinitos que el hombre
—engañándose— cree poder colmar con los ídolos del saber, del poder y del
poseer. Sin embargo, siempre queda el peligro de que, a causa de un cerrarse
cada vez más herméticamente a Cristo, que en el pobre sigue llamando a la
puerta de su corazón, los soberbios, los ricos y los poderosos acaben por
condenarse a sí mismos a caer en el eterno abismo de soledad que es el
infierno. He aquí, pues, que resuenan de nuevo para ellos, al igual que para
todos nosotros, las lacerantes palabras de Abrahán: «Tienen a Moisés y los
Profetas; que los escuchen» (Lc 16,29). Esta escucha activa nos preparará del
mejor modo posible para celebrar la victoria definitiva sobre el pecado y sobre
la muerte del Esposo ya resucitado, que desea purificar a su Esposa prometida,
a la espera de su venida.
No perdamos este tiempo de Cuaresma favorable para la conversión. Lo pedimos por la intercesión materna de la Virgen María, que fue la primera que, frente a la grandeza de la misericordia divina que recibió gratuitamente, confesó su propia pequeñez (cf. Lc 1,48), reconociéndose como la humilde esclava del Señor (cf. Lc 1,38).
No perdamos este tiempo de Cuaresma favorable para la conversión. Lo pedimos por la intercesión materna de la Virgen María, que fue la primera que, frente a la grandeza de la misericordia divina que recibió gratuitamente, confesó su propia pequeñez (cf. Lc 1,48), reconociéndose como la humilde esclava del Señor (cf. Lc 1,38).
Vaticano, 4
de octubre de 2015
Fiesta de San Francisco de Asís
Fiesta de San Francisco de Asís
27.01.16
Francisco agradece a los artistas circenses su actuación durante la
audiencia
El Papa elogia la tradición del
circo porque la belleza acerca a Dios
27 enero
2016
Circenses en
la audiencia general. (Foto copyright Osservatore Romano)
El circo produce belleza que hace bien al alma, porque
la belleza aproxima a Dios. Lo dijo el papa Francisco después que varios
artistas animaron durante algunos minutos la audiencia de este miércoles en la
plaza de San Pedro.
“Saludo a los artistas y profesionales del circo –dijo
el Santo Padre improvisando– y les agradezco por su bonita exhibición. Ustedes
son autores de belleza, hacen belleza y la belleza hace bien al alma, la
belleza nos acerca a Dios”. Además reconoció que “¡detrás de este espectáculo
tan bello cuántas horas de entrenamiento existen. Sigan adelante, y
gracias!”. Poco después el Papa saludó personalmente a varios de los artista
que realizaron esos pocos minutos de espectáculo.
No es la primera vez que los circenses animaron
audiencias y actos en el Vaticano. Por ejemplo, animaron una audiencia hace un
año, así como en la Jornada de la Familia convocada en octubre del 2013
por el papa Francisco. Asimismo, el 14 de enero pasado la
Lismosnería Apostólica organizó una visita a un circo de Roma para familias y
personas necesitadas. También animaron una audiencia hace un año atrás; y lo
hicieron en la Jornada de la Familia convocada en octubre del 2013 por el papa
Francisco.
La Iglesia se ocupa del apostolado con los artistas
circenses a través del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e
Itinerantes, que en varias ocasiones expresó su “reconocimiento a todas las
personas comprometidas en el mundo del espectáculo itinerante, como los
artistas, los trabajadores y el personal de seguridad”, como lo hizo en la
Jornada convocada por la Fédération Mondiale du Cirque bajo el
patrocinio de la princesa Estefanía de Mónaco, en abril de 2011, y el en el
2013 con un mensaje motivo de la IV Jornada Mundial del Circo.
Bajo el pontificado de Benedicto XVI, el 1 de
diciembre de 2012 recibió en el Aula Pablo VI a unos 6 mil artistas de calle y
de circo, durante Año de la Fe. Allí aseguró que “la distracción de los
espectáculos, la alegría recreativa del juego, la gracia de las coreografías y
el ritmo de la música constituyen una vía inmediata de comunicación para
dialogar con pequeños y grandes, y suscitan sentimientos de serenidad, de
alegría, de concordia”.
Juan Pablo II también se ocupó de ellos en diversas
ocasiones, como el 16 de diciembre de 2004 cuando afirmó que los profesionales
del circo y de los parques de atracciones o ferias gozan con su trabajo de una
“ocasión privilegiada para anunciar valores auténticamente humanos” en todo el
mundo.
28.01.16
Los médicos y enfermeros más que una profesión tienen una vocación’
Lo aseguró Mons. Zygmunt Zimowski,
al presentar en el Vaticano la XXIV Jornada Mundial del Enfermo que se
celebrará en Nazaret
28 enero
2016
La XXIV
Jornada Mundial del Enfermo que se celebrará el próximo 11 de febrero en
Nazaret, fue presentada este jueves en la sala de prensa de la Santa
Sede. El evento que se realizará en la festividad de Nuestra Señora
de Lourdes lleva por título: ”Confiar en Jesús misericordioso como María:
”Hagan lo que Él les diga”, frase tomada del relato de las bodas de Caná,
en el evangelio de san Juan.
Intervinieron el
arzobispo Zygmunt Zimowski, presidente del Pontificio Consejo de los Agentes
Sanitarios (Pastoral de la Salud), Mons. Jean-Marie Mate Musivi
Mupendawatu, secretario de ese dicasterio; el sacerdote Augusto
Chendi, subsecretario del mismo; el padre Pietro Felet, S.C.I., secretario
general de la Asamblea de los Ordinarios Católicos de Tierra Santa y
referente local para la Jornada Mundial del Enfermo 2016.
Mons.
Zimowski destacó el lugar de la celebración de la Jornada: Nazaret, donde se
produjo la Encarnación, donde Jesús comenzó su misión
salvífica. “Puede ser que nos intimide el hecho de no poder curar como
Jesús”. Pero “lo importante es ir. Estar al lado de quien sufre porque
quizá más que la curación necesita la presencia de un corazón humano lleno de
misericordia, de solidaridad”.
Indicó que
el trabajo del médico o del enfermero no es solo una profesión, “sino
también, y quizá sobre todo como un servicio, una “vocación”. Porque “el
cuidado de los disminuidos físicos y de los ancianos, el cuidado de los
enfermos mentales, estos sectors son, más que cualquier otro sector de la vida
social, la piedra angular de la cultura, de la sociedad y del Estado”.
El arzobispo
recordó además, que la Jornada se inserta en el Jubileo extraordinario de la
Misericordia y que durante ella se visitará la basílica del Santo Sepulcro y de
la Agonía (Getsemaní), los lugares donde Cristo se entregó por nuestra
salvación.
La
celebración de la Jornada Mundial de los Enfermos en Tierra Santa,
añadió Mons. Zimowski, “nos ayudará a poner en práctica el deseo que el
papa Francisco expresó en la Bula de convocación del Año Jubilar, o sea
que la misericordia pueda favorecer el encuentro con el Judaísmo, el Islam
y con las otras nobles tradiciones religiosas”
O sea que
“cada hospital o casa de cura puede ser un signo visible y un lugar para
promover la cultura del encuentro y de la paz, donde la experiencia de la
enfermedad y el sufrimiento, así como la ayuda profesional y fraternal
contribuyan a superar todos los límites y todas las divisiones”.
Por último,
el presidente de la pastoral de la salud indicó el papel de los
siervos en las bodas de Caná a los que María pide que hagan lo que Cristo
les diga. ”Por supuesto el milagro se realiza a través de la obra de
Cristo. Sin embargo, Él quiere contar con la ayuda humana para obrar el
prodigio. Habría podido hacer que el vino apareciese directamente en las
tinajas. Pero quiso valerse de la colaboración humana”.
Al concluir
recordó que ”el fruto de esta Jornada debe ser concreto, la proximidad de
nuestro corazón que se expresa en la misericordia para con los enfermos y
necesitados, a los que tenemos que hacer sentir la cercanía material y
espiritual de toda la comunidad cristiana”.
El Padre
Chendi ilustró el programa de la Jornada que se articula en tres momentos:
litúrgicos; de profundización teológico-pastoral, en los que participan el 9 de
febrero en el Pontificio Instituto Notre Dame Center de Jerusalén, los
ordinarios católicos, así como los patriarcas y obispos de las Iglesias
hermanas de Tierra Santa; en actos concretos de caridad, como la visita a
diversos hospitales y estructuras de cura y acogida en el territorio.
El
Subsecretario recordó ante todo la indulgencia plenaria concedida por el Santo
Padre para los que participen en esta Jornada con la intención explícita. Y
añadió que respecto a la dimensión teológico-pastoral, el congreso
del 9 de febrero ”brindará la oportunidad de verificar los problemas, también
de tipo ético y pastoral que son urgentes tanto desde el punto de vista
clínico-asistencial como legislativo. En particular la enseña del valor
inviolable de cada vida humana y los problemas vinculados con el final de
la vida y con la acogida de personas con diversas patologías invalidantes
física o psíquicamente”.
En relación
a la dimensión caritativa, el Padre Chendi explicó que las visitas previstas a
algunas estructuras católicas y no católicas que trabajan en Tierra Santa,
constituirán ”el signo tangible de lo que el papa Franciso indica en su mensaje
como la ”ternura premurosa” de María en Caná de Galilea que se traduce en la
disposición al servicio de los necesitados y concretamente de nuestros hermanos
y hermanas enfermos”.
29.01.16
Texto del discurso del Papa a la Congregación para la Doctrina de la Fe
Agradece la lucha contra los abusos
a menores en el clero, y recuerda que la unidad y pluriformidad son el sello de
una Iglesia movida por el Espíritu
El santo padre Francisco recibió este viernes por la
mañana en el Palacio Apostólico Vaticano, a los participantes de la
Plenaria de la Congregación para la Doctrina de la Fe, a quienes les agradeció
la labor que hacen, velando para que la fe se refleje en la integridad de las
costumbres, en particular en los casos de abusos de menores. Les
invitó a tener más sinodalidad para dar un nuevo impulso misionero y
a trabajar con más sintonía con los obispos locales y órganos
consultivos. Otra aportación significativa para la renovación de la vida
eclesial, indicó que es el estudio sobre la complementariedad entre los dones jerárquicos
y carismáticos. Porque unidad y pluriformidad son el sello de una Iglesia
movida por el Espíritu Santo.
A
continuación el texto completo ofrecido por la Oficina de Prensa de la Santa
Sede.
Queridos hermanos y hermanas, tenemos este encuentro como
conclusión de los trabajos de vuestra Sesión Plenaria. Les saludo cordialmente
y saludo al cardenal prefecto por sus amables palabras.
Nos encontramos en el Año Santo de la
Misericordia. Espero que en este Jubileo todos los miembros de la Iglesia
renueven su fe en Jesucristo que es el rostro de la misericordia del Padre, el
camino que une a Dios y al hombre. Por lo tanto misericordia es el arquitrabe
que sostiene la vida de la Iglesia: de hecho la primera verdad de la Iglesia es
el amor de Cristo.
¿Cómo no desear entonces que todo el pueblo cristiano
–pastores y fieles– descubran y pongan en el centro, durante el Jubileo, las
obras de misericordia corporales y espirituales? Y cuando en el ocaso de la
vida, se nos preguntará si hemos dado de comer al hambriento y de beber al
sediento, también se nos preguntará si hemos ayudado a las personas a salir de
sus dudas, si nos hemos comprometido a recibir a los pecadores,
advirtiéndolos o corrigiéndolos, si hemos sido capaces de luchar contra la
ignorancia, especialmente la relativa a la fe cristiana y a la vida buena. Esta
atención a las obras de misericordia es importante: no son una devoción. Es la
concretización de cómo los cristianos deben llevar adelante el espíritu de
misericordia. Un vez, en estos años, recibí un movimiento importante en el Aula
Pablo VI, estaba llena. Y toqué el tema de las obras de misericordia. Me paré e
hice una pregunta: “¿Quién de vosotros se acuerdan bien de cuáles son las obras
de misericordia espirituales y corporales? Quien se acuerde que levante la
mano”. No eran más de 20 en un aula de 7 mil. Tenemos que volver a enseñar
esto a los fieles, que es tan importante.
En la fe y en la caridad existe una relación de
conocimiento y unificadora con el misterio del Amor, que es el mismo Dios. Y si
bien Dios queda un misterio en sí mismo, la misericordia efectiva de
Dios se ha vuelto en Jesús, misericordia afectiva, siendo que Él se hizo
hombre para la salvación de los hombres. La tarea confiada a vuestro dicasterio
encuentra aquí su más profundo fundamento y su justificación adecuada.
La fe cristiana, de hecho, no solo es conocimiento
para conservar en la memoria, sino verdad que hay que vivir en el amor. Por lo
tanto, junto con la doctrina de la fe, también hay que custodiar la integridad
de las costumbres, sobre todo en los ámbitos más sensibles de la vida. La
adhesión de fe a la persona de Cristo implica tanto el acto de la razón como la
respuesta moral a su don. En este sentido, doy las gracias por todo el esfuerzo
y la responsabilidad con que son tratados los casos de abuso de menores por
parte del clero.
El cuidado de la integridad de la fe y de las
costumbres es una tarea delicada. Para cumplir bien esa misión es importante un
compromiso colegial. Vuestra Congregación valoriza mucho la contribución
de los consultores y de los comisarios, a quienes deseo agradecerles el trabajo
precioso y humilde. Y les animo a proseguir en la praxis de tratar los
temas en el congreso semanal y los más importantes en las sesiones ordinarias o
plenarias. Hace falta promover, en todos los niveles de la vida eclesial,
una correcta sinodalidad. En este sentido el año pasado habéis organizado
una reunión con los representantes de las Comisiones doctrinales de las
Conferencias Episcopales de Europa, para abordar colegialmente algunos retos
doctrinales y pastorales.
De esta manera se contribuye a suscitar en los fieles
un nuevo impulso misionero y una mayor apertura a la dimensión
trascendente de la vida, sin la cual Europa corre el riesgo de perder el
espíritu humanista que, no obstante, ama y defiende. Les invito también a
seguir y a intensificar las colaboraciones con tales órganos consultivos que
ayudan a las Conferencias Episcopales y con cada uno de los obispos en su
solicitud por la sana doctrina en un tiempo de cambios rápidos y de
problemáticas de creciente complejidad.
Otra aportación significativa a la renovación de la
vida eclesial es el estudio sobre la complementariedad entre los dones
jerárquicos y carismáticos. Según la lógica de la unidad en la legítima
diferencia -lógica que caracteriza toda auténtica forma de comunión en el
Pueblo de Dios-, dones jerárquicos y carismáticos están llamados a
colaborar en sinergia por el bien de la Iglesia y del mundo. El testimonio de
esta complementariedad es hoy muy urgente y representa una expresión elocuente
de aquella ordenada pluriformidad que caracteriza a cada tejido eclesial, como
reflejo de la armoniosa comunión que vive en el corazón de Dios Uno y
Trino. La relación entre dones jerárquicos y carismáticos, de hecho lleva
a su raíz Trinitaria, en la relación entre el Logos divino encarnado y el
Espíritu Santo, que es siempre don del Padre y del Hijo.
Justamente, si esa raíz es reconocida y aceptada con
humildad, permite que la Iglesia se renueve en cada tiempo como ‘un pueblo que
deriva su unidad de la unidad de Padre, del Hijo y del Espíritu Santo’, de
acuerdo con la expresión de san Cipriano (De oratione dominica, 23). Unidad y
pluriformidad son el sello de una Iglesia que, movida por el Espíritu, sabe
encaminarse con un paso seguro y fiel hacia las metas que el Señor Resucitado
le indica en el curso de la historia.
Aquí se puede ver cómo la dinámica sinodal, si se
entiende correctamente, nace de la comunión y conduce hacia una comunión, cada
vez más efectiva, profunda y dilatada, al servicio de la vida y de la misión
del Pueblo de Dios. Queridos hermanos y hermanas, les aseguro que les
recordaré en las oraciones y confío en las que harán por mi. El Señor les
bendiga y la Virgen les proteja.
30.01.16
Texto completo de la catequesis del Santo Padre en la primera audiencia
jubilar
El Papa pide que nos comprometamos a
vivir como auténticos cristianos, porque solo así el Evangelio puede tocar el
corazón de las personas y abrirlo para recibir la misericordia de Dios
30 enero
2016
El Papa
durante la primera audiencia jubilar (Foto: L’Osservatore Romano)
Publicamos a continuación el texto completo de la
catequesis que ha pronunciado el papa Francisco este sábado, 30 de enero,
durante la primera audiencia jubilar en la plaza de San Pedro:
“Queridos
hermanos y hermanas,
Entramos día tras día en el corazón del Año Santo de
la Misericordia. Con su gracia, el Señor guía nuestros pasos mientras
atravesamos la Puerta Santa y sale a nuestro encuentro para permanecer siempre
con nosotros, no obstante nuestras faltas y nuestras contradicciones. No nos
cansemos jamás de sentir la necesidad de su perdón, porque cuando somos débiles
su cercanía nos hace fuertes y nos permite vivir con mayor alegría nuestra fe.
Quisiera indicaros hoy la estrecha relación que existe
entre la misericordia y la misión. Como recordaba san Juan Pablo II: “La
Iglesia vive una vida auténtica, cuando profesa y proclama la misericordia y
cuando acerca a los hombres a las fuentes de la misericordia” (Dives in
misericordia, 13). Como cristianos tenemos la responsabilidad de ser
misioneros del Evangelio. Cuando recibimos una buena noticia, o cuando vivimos
una hermosa experiencia, es natural que sintamos la exigencia de comunicarla
también a los demás. Sentimos dentro de nosotros que no podemos contener la
alegría que nos ha sido donada. Queremos extenderla. La alegría suscitada es tal
que nos lleva a comunicarla.
Y debería ser la misma cosa cuando encontramos al
Señor. La alegría de este encuentro, de su misericordia. Comunicar la
misericordia del Señor. Es más, el signo concreto de que de verdad hemos
encontrado a Jesús es la alegría que sentimos al comunicarlo también a los
demás. Y esto no es hacer proselitismo. Esto es hacer un don. Yo te doy aquello
que me da alegría a mí. Leyendo el Evangelio vemos que esta ha sido la
experiencia de los primeros discípulos: después del primer encuentro con Jesús,
Andrés fue a decírselo enseguida a su hermano Pedro, y la misma cosa hizo
Felipe con Natanael. Encontrar a Jesús equivale a encontrarse con su amor. Este
amor nos transforma y nos hace capaces de transmitir a los demás la fuerza que
nos dona. De alguna manera, podríamos decir que desde el día del Bautismo nos
es dado a cada uno de nosotros un nuevo nombre además del que ya nos dan mamá y
papá, y este nombre es “Cristóforo”. ¡Todos somos “Cristóforos”! ¿Qué significa
esto? “Portadores de Cristo”. Es el nombre de nuestra actitud, una actitud de
portadores de la alegría de Cristo, de la misericordia de Cristo. Todo
cristiano es un “Cristóforo”, es decir, un portador de Cristo.
La misericordia que recibimos del Padre no nos es dada
como una consolación privada, sino que nos hace instrumentos para que también
los demás puedan recibir el mismo don. Existe una estupenda circularidad entre
la misericordia y la misión. Vivir de misericordia nos hace misioneros de la
misericordia, y ser misioneros nos permite crecer cada vez más en la
misericordia de Dios. Por lo tanto, tomémonos en serio nuestro ser cristianos,
y comprometámonos a vivir como creyentes, porque solo así el Evangelio puede
tocar el corazón de las personas y abrirlo para recibir la gracia del amor,
para recibir esta grande misericordia de Dios que acoge a todos. Gracias”.
31.01.16
Francisco al 51º Congreso Eucarístico Internacional: ‘Estamos llamados a
llevar el bálsamo de la misericordia de Dios’
En un videomensaje, el Santo Padre
pidió este domingo que se acaben los conflictos, las injusticias y las crisis
humanitarias en un mundo necesitado de reconciliación, justicia y paz
31 enero
2016RedaccionEl papa Francisco
El papa Francisco pidió este domingo un mundo de paz
para acabar con los conflictos, las injusticias y las crisis humanitarias que
le aquejan, en un videomensaje que envió para clausurar el 51º
Congreso Eucarístico Internacional que se ha celebrado estos días en la ciudad
de Cebú, en Filipinas. El Santo Padre también anunció que el próximo
Congreso Eucarístico Internacional se desarrollará en Budapest, en 2020, según
informó la Santa Sede en un comunicado.
“Si pensamos en todos los conflictos, injusticias,
crisis humanitarias urgentes que marcan nuestro tiempo, nos damos cuenta de lo
importante que es para cada cristiano ser un verdadero discípulo misionero,
llevando la buena nueva del amor redentor de Cristo a un mundo tan necesitado
de reconciliación, justicia y paz”, dijo el Pontífice a los participantes en
este encuentro que comenzó el pasado 24 de enero.
Asimismo, Francisco animó a los fieles católicos
de todo el mundo a seguir el ejemplo de Jesús, quien compartía “su comida con
sus discípulos pero no solo, sino que también y sobre todo lo hacía con los
pecadores y los marginados”. “Debemos inspirarnos y seguir su ejemplo,
yendo al encuentro de los demás, con un espíritu de respeto y apertura,
para compartir con ellos el don recibido”, añadió.
La Eucaristía “cambia los corazones” y “nos permite
ser premurosos, proteger a quien es pobre y vulnerable y ser sensibles al grito
de nuestros hermanos y nuestras hermanas necesitados”, afirmó el Papa en
su mensaje televisado, al tiempo que reiteró que Jesucristo
“está siempre vivo y presente en su Iglesia, sobre todo en la eucaristía, el
sacramento de su cuerpo y de su sangre”.
Para el Santo Padre, “la presencia de Cristo en medio
de nosotros no es solo un consuelo, sino también una promesa y una
invitación”. “Es una promesa de que un día la alegría y la paz eternas nos
pertenecerán en la plenitud de su reino”, pero también es una invitación “a salir,
como misioneros, para llevar el mensaje de ternura del Padre, de su perdón y de
su misericordia a todo hombre, mujer y niño”, explicó.
“Estamos llamados a llevar el bálsamo de la
misericordia de Dios a toda la familia humana, vendar las heridas, llevar la esperanza
donde la desesperación tan habitual parece haber vencido”, subrayó el
Pontífice. “El testimonio de la vida transformada por el amor de Dios
–indicó– es para nosotros la mejor forma de proclamar la promesa del reino de
la reconciliación, la justicia y la unidad para la familia humana”.
En esta línea, el Papa recordó su visita a
Filipinas hace poco más de un año y destacó que allí pudo constatar “la
profunda fe y la capacidad que tenía la población para recomponerse” de los
desastres que causó el tifón Yolanda, que afectó a millones de
personas. “Pienso en las consecuencias del tifón. Ha causado una inmensa
devastación en Filipinas, pero también ha suscitado una gran muestra de
solidaridad, generosidad y bondad. Las personas han seguido adelante para reconstruir
no solo sus casas sino también sus vidas”, aseguró.
Francisco viajó en enero de 2015 al país con
mayor número de católicos de Asia. Allí, presidió actos multitudinarios como la
misa que ofició en el centro de Manila, a la que asistieron unos seis millones
de fieles.
01.02.16
Mensaje de Francisco a los consagrados: ‘Lo que más cuenta es la capacidad
de repetir el sí inicial’
El Santo Padre a los participantes
del Jubileo de la Vida Consagrada, les entrega el discurso que había escrito,
con tres claves vocacionales: profecía proximidad y esperanza
1 febrero
2016
Nuestra vida consagrada tiene sentido porque
permanecer con Él e ir por los caminos del mundo llevándolo a Él, nos ajusta a
Él, nos hacer ser Iglesia, don para la humanidad. Así lo explica el papa
Francisco en el mensaje que tenía preparado para los participantes de
la conclusión del Año de la Vida Consagrada. Durante el encuentro,
el Santo Padre ha preferido improvisar otro discurso y ha dejado el texto al
prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las
Sociedad de Vida Apostólica, el cardenal João Braz de Aviz, para que los
distribuya.
Si estamos aquí es porque hemos respondido sí a la
invitación de Jesús a seguirle, le ha recordado el Papa a los presentes. “A
veces se ha tratado de una adhesión llena de entusiasmo y de alegría, a veces
más sufrida, quizá incierta. Sin embargo lo hemos seguido, con generosidad,
dejándonos guiar por caminos que no habíamos ni siquiera imaginado”
precisa el Santo Padre.
De este modo, en el texto que tenía preparado, el
Pontífice señala que el Año que estamos concluyendo ha contribuido a hacer
resplandecer más en la Iglesia la belleza y la santidad de la vida consagrada,
intensificando en los consagrados la gratitud por la llamada y la alegría de la
respuesta. Asimismo, afirma que “cada consagrado y consagrada ha tenido la
posibilidad de tener una percepción más clara de la propia identidad”, y así
“proyectarse en el futuro con ardor apostólico renovado para escribir nuevas
páginas de bien, sobre la huella del carisma de los Fundadores”.
En esta línea, el Papa observa que el Año
concluye pero “continúa nuestro compromiso de permanecer fieles a la
llamada recibida y a crecer en el amor, en el don, en la creatividad”.
Por otro lado, el Santo Padre explica tres
palabras concretas para vivir la vocación del consagrado. En primer lugar
“profecía”. Estáis llamados — señala– sobre todo a proclamar, con vuestra vida
antes aún que con las palabras, la realidad de Dios: decir a Dios. Para hacer
conocer a Dios “es necesario tener una relación personal con Él, y para esto se
requiere la capacidad de adorarlo, de cultivar día tras día la amistad con Él,
mediante el coloquio corazón a corazón en la oración, especialmente en la
adoración silenciosa”.
La segunda palabra que les ha ofrecido el Santo Padre
es “proximidad”. Seguir a Cristo — ha indicado– quiere decir ir allí donde Él
ha ido; cargar sobre sí, como buen Samaritano, al herido que encontramos a lo
largo del camino; ir a buscar a la oveja perdida. El Pontífice invita a
ser como Jesús, cercanos de la gente, “compartir sus alegrías y sus dolores;
mostrar, con nuestro amor, el rostro paterno de Dios y la caricia materna de la
Iglesia”. Y les pide también que “ninguno nos sienta nunca lejos,
desapegados, cerrados o estériles” recordándoles que cada uno está llamado a
servir a los hermanos siguiendo su propio carisma. Lo importante es “no vivir para
sí mismo, como Jesús no ha vivido para sí mismo, sino para el Padre y para
nosotros”, asegura.
Finalmente, la última palabra es “esperanza”. Al
respecto, el Pontífice precisa que testimoniando a Dios y su amor
misericordioso, con la gracia de Cristo pueden infundir esperanza en esta
nuestra humanidad marcada por diversos motivos por el ansia y el temor y
tentada a veces por el desaliento. A propósito del diálogo ecuménico,
asegura que el testimonio carismático y profético de la vida de los
consagrados, en la variedad de sus formas, puede ayudar a reconocernos todos
más unidos y a favor de la plena comunión.
Para concluir, el papa Francisco pide a los presentes
que, en su apostolado cotidiano, no se dejen condicionar por la edad o el
número. Lo que más cuenta –afirma– es la capacidad de repetir el “sí”
inicial a la llamada de Jesús que continúa a hacerse sentir, de manera siempre
nueva, en cada etapa de la vida.
02.02.16
La admiración del Papa por el pueblo y la cultura china
La admiración del Papa por el pueblo y la cultura china
El Santo Padre concede una entrevista a Asia Times, en la cual alienta a China a mirar hacia adelante con esperanza
El papa Francisco ha concedido una entrevista a un
periodista del Asia Times, el pasado 28 de enero. Una conversación
extensa en la que habla sobre la historia, la cultura y el futuro de
China. De este modo el Papa da un un mensaje de esperanza, paz y
reconciliación. Además, el Pontífice envía su felicitación por el Año
Nuevo Chino para el pueblo chino y al presidente Xi Jinping.
En la entrevista, Francisco explica qué significa China para él. “Para mí, China siempre ha sido un punto de referencia de grandeza. Un gran país. Pero más que un país, una gran cultura, con una sabiduría inagotable”, indica. Asimismo reconoce que siempre ha sentido admiración por esta nación. Y hace referencia a Matteo Ricci, un misionero italiano jesuita de finales del siglo XVI que pasó casi treinta años predicando en China. “La experiencia de Ricci nos enseña que es necesario entablar un diálogo con China, ya que es una acumulación de sabiduría y de historia. Es una tierra bendecida con muchas cosas”, asegura. Y precisa que la Iglesia Católica, una de cuyas funciones es la de respetar todas las civilizaciones, tiene el deber de respetar con una “R” mayúscula.
Por otro lado, el Santo Padre recomienda al pueblo chino “estar serenos”, “nutrir la confianza en la propia gran historia, sin auto-fustigarse por las tragedias del pasado”. También les indica que el mundo espera de ellos una contribución de sabiduría y de civilización. Además, el papa Francisco apuesta sobre la posibilidad de que las relaciones entre la República Popular China y el resto de la comunidad internacional contribuyan a diseñar un futuro de paz.
El periodista que realiza la entrevista, Francesco Sisci, explica en la introducción que no pretendía preguntar al Papa sobres cuestiones cruciales estrechamente políticas. Le interesaban más bien las cuestiones que tocan al pueblo chino en su cotidianidad.
El Pontífice asegura también en su entrevista que la sabiduría, la cultura y las competencias técnicas chinas “no pueden permanecer cerradas en un país: estas tienden a expandirse, a difundirse, a comunicarse”. Y esto es visto como una contribución de riqueza a acoger, y no como un peligro.
El Santo Padre apuesta por una China que pueda ofrecer una contribución cada vez más relevante para la consolidación de equilibrios de paz: “El mundo occidental, el mundo oriental, y China, todos tienen la capacidad de mantener el equilibro de la paz y la fuerza para hacerlo. Nosotros debemos encontrar el camino. Siempre a través del diálogo, no hay otro camino”. Haciendo referencia a la conferencia de Yalta tras la Segunda Guerra Mundial, el Pontífice observa que repartirse la tarta como allí sucedió “significa dividir a la humanidad y la cultura en pequeñas porciones”. Al contrario, en la asunción común de responsabilidades compartidas, “la tarta se queda entera, y se camina juntos. Juntos. La tarta pertenece a todos, es humanidad, cultura… y cada uno ejercita la influencia que contribuye al bien común de todos”.
El Santo Padre ve al pueblo chino en camino para “hacer su futuro” y esto representa su grandeza. “Camina, como todos los pueblos, a través de luces y sombras”. En esta línea, el Pontífice subraya que es necesario evitar los complejos de culpabilidad, hasta despreciar incluso la propia historia. Por eso da un consejo muy preciso al pueblo chino: “no ser amargo, sino estar en paz con tu camino, también si has cometido errores”. Según el Papa, no hay que odiar nunca la propia historia como una cosa “mala”. Cada pueblo “debe reconciliarse con su historia” y esto puede hacer madurar, precisamente evitando auto fustigaciones y auto condenas.
Asimismo, precisa que una actitud magnánima también hacia uno mismo puede ayudar a resolver las graves emergencias del presente y afrontar las incógnitas peligrosas del futuro. El papa Francisco observa que China “tiene en la propia historia los recursos para salir de las propias aflicciones”. Es necesario, añade, “acoger la realidad tal como viene” con “sano realismo”.
Otro tema abordado en la entrevista es la política china del “hijo único”. Al respecto el Santo Padre habla de un “problema doloroso” que pone a los hijos en condición de tener que soportar el peso de los padres y de los abuelos, y que deriva, por ejemplo, del “egoísmo de algunos sectores bienestantes que prefieren no tener hijos”. Esto no es una forma natural –dice el Pontífice– y entiendo que China se haya abierto a posibilidades en este frente.
Por otro lado, el Obispo de Roma cree que “la gran riqueza de China hoy consiste en mirar al futuro desde un presente que está sostenido por la memoria de su pasado cultural”. Y esta riqueza puede resurgir y facilitar el presente “precisamente gracias al diálogo con las otras realidades del mundo”. A propósito, recuerda que el diálogo no significa “que me rindo” y que en las relaciones entre diferentes países es necesario evitar el peligro de “imposiciones ocultas” o de “colonizaciones culturales”.
Y así, concluye la entrevista felicitando por el Año Nuevo Chino al presidente Xi Jinping, saludando a los líderes y a todo el pueblo chino, expresando su deseo de que no pierdan nunca la “conciencia histórica de ser un gran pueblo, con una gran historia de sabiduría, y que tienen mucho que ofrecer al mundo”. Asimismo les asegura que “el mundo mira a esta vuestra gran sabiduría”.
03.02.16
En la entrevista, Francisco explica qué significa China para él. “Para mí, China siempre ha sido un punto de referencia de grandeza. Un gran país. Pero más que un país, una gran cultura, con una sabiduría inagotable”, indica. Asimismo reconoce que siempre ha sentido admiración por esta nación. Y hace referencia a Matteo Ricci, un misionero italiano jesuita de finales del siglo XVI que pasó casi treinta años predicando en China. “La experiencia de Ricci nos enseña que es necesario entablar un diálogo con China, ya que es una acumulación de sabiduría y de historia. Es una tierra bendecida con muchas cosas”, asegura. Y precisa que la Iglesia Católica, una de cuyas funciones es la de respetar todas las civilizaciones, tiene el deber de respetar con una “R” mayúscula.
Por otro lado, el Santo Padre recomienda al pueblo chino “estar serenos”, “nutrir la confianza en la propia gran historia, sin auto-fustigarse por las tragedias del pasado”. También les indica que el mundo espera de ellos una contribución de sabiduría y de civilización. Además, el papa Francisco apuesta sobre la posibilidad de que las relaciones entre la República Popular China y el resto de la comunidad internacional contribuyan a diseñar un futuro de paz.
El periodista que realiza la entrevista, Francesco Sisci, explica en la introducción que no pretendía preguntar al Papa sobres cuestiones cruciales estrechamente políticas. Le interesaban más bien las cuestiones que tocan al pueblo chino en su cotidianidad.
El Pontífice asegura también en su entrevista que la sabiduría, la cultura y las competencias técnicas chinas “no pueden permanecer cerradas en un país: estas tienden a expandirse, a difundirse, a comunicarse”. Y esto es visto como una contribución de riqueza a acoger, y no como un peligro.
El Santo Padre apuesta por una China que pueda ofrecer una contribución cada vez más relevante para la consolidación de equilibrios de paz: “El mundo occidental, el mundo oriental, y China, todos tienen la capacidad de mantener el equilibro de la paz y la fuerza para hacerlo. Nosotros debemos encontrar el camino. Siempre a través del diálogo, no hay otro camino”. Haciendo referencia a la conferencia de Yalta tras la Segunda Guerra Mundial, el Pontífice observa que repartirse la tarta como allí sucedió “significa dividir a la humanidad y la cultura en pequeñas porciones”. Al contrario, en la asunción común de responsabilidades compartidas, “la tarta se queda entera, y se camina juntos. Juntos. La tarta pertenece a todos, es humanidad, cultura… y cada uno ejercita la influencia que contribuye al bien común de todos”.
El Santo Padre ve al pueblo chino en camino para “hacer su futuro” y esto representa su grandeza. “Camina, como todos los pueblos, a través de luces y sombras”. En esta línea, el Pontífice subraya que es necesario evitar los complejos de culpabilidad, hasta despreciar incluso la propia historia. Por eso da un consejo muy preciso al pueblo chino: “no ser amargo, sino estar en paz con tu camino, también si has cometido errores”. Según el Papa, no hay que odiar nunca la propia historia como una cosa “mala”. Cada pueblo “debe reconciliarse con su historia” y esto puede hacer madurar, precisamente evitando auto fustigaciones y auto condenas.
Asimismo, precisa que una actitud magnánima también hacia uno mismo puede ayudar a resolver las graves emergencias del presente y afrontar las incógnitas peligrosas del futuro. El papa Francisco observa que China “tiene en la propia historia los recursos para salir de las propias aflicciones”. Es necesario, añade, “acoger la realidad tal como viene” con “sano realismo”.
Otro tema abordado en la entrevista es la política china del “hijo único”. Al respecto el Santo Padre habla de un “problema doloroso” que pone a los hijos en condición de tener que soportar el peso de los padres y de los abuelos, y que deriva, por ejemplo, del “egoísmo de algunos sectores bienestantes que prefieren no tener hijos”. Esto no es una forma natural –dice el Pontífice– y entiendo que China se haya abierto a posibilidades en este frente.
Por otro lado, el Obispo de Roma cree que “la gran riqueza de China hoy consiste en mirar al futuro desde un presente que está sostenido por la memoria de su pasado cultural”. Y esta riqueza puede resurgir y facilitar el presente “precisamente gracias al diálogo con las otras realidades del mundo”. A propósito, recuerda que el diálogo no significa “que me rindo” y que en las relaciones entre diferentes países es necesario evitar el peligro de “imposiciones ocultas” o de “colonizaciones culturales”.
Y así, concluye la entrevista felicitando por el Año Nuevo Chino al presidente Xi Jinping, saludando a los líderes y a todo el pueblo chino, expresando su deseo de que no pierdan nunca la “conciencia histórica de ser un gran pueblo, con una gran historia de sabiduría, y que tienen mucho que ofrecer al mundo”. Asimismo les asegura que “el mundo mira a esta vuestra gran sabiduría”.
03.02.16
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