El papa Francisco en el
ángelus: 'Nosotros nacemos del perdón de Dios'
En la fiesta de san Esteban, el primer mártir de
la Iglesia, el papa Francisco rezó la oración del ángelus desde la ventana
de su estudio en el Palacio Apostólico, ante una multitud que le atendía en la
Plaza de San Pedro. Dirigiéndose a los fieles y peregrinos venidos de todo
el mundo, que le acogieron con un largo y caluroso aplauso, el
Pontífice les dijo:
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy celebramos la fiesta de san Esteban. El recuerdo
del primer mártir sigue inmediatamente a la solemnidad de la Navidad. Ayer
hemos contemplado el amor misericordioso de Dios, que se ha hecho carne por
nosotros; hoy vemos la respuesta coherente del discípulo de Jesús, que da su
vida. Ayer ha nacido en la tierra el Salvador; hoy nace para el cielo su
testigo fiel. Ayer, como hoy, aparecen las tinieblas del rechazo de la vida,
pero brilla más fuerte aún la luz del amor, que vence el odio e inaugura un
mundo nuevo.
Hay un aspecto particular en el relato de hoy de los
Hechos de los Apóstoles, que acerca a san Esteban al Señor. Es su perdón antes
de morir lapidado. Jesús, clavado en la cruz, había dicho: “Padre, perdónalos
porque no saben lo que hacen”; de modo semejante, Esteban “poniéndose de
rodillas, exclamó en alta voz: ‘Señor, no les tengas en cuenta este pecado’”.
Por tanto, Esteban es mártir, que significa testigo, porque hace como Jesús; en
efecto, es un verdadero testigo el que se comporta come Él: el que reza, el que
ama, el que da, pero, sobre todo, el que perdona, porque el perdón, como dice
la misma palabra, es la expresión más alta del don.
Pero --podríamos preguntarnos-- ¿para qué sirve
perdonar? ¿Es solo una buena acción o conlleva resultados? Encontramos una
respuesta precisamente en el martirio de Esteban. Entre aquellos por los cuales
él imploró el perdón había un joven llamado Saulo; este perseguía a la Iglesia
y trataba de destruirla. Poco después Saulo se convirtió en Pablo, el gran
santo, el Apóstol de los gentiles. Había recibido el perdón de Esteban. Podemos
decir que Pablo nace de la gracia de Dios y del perdón de Esteban.
También nosotros nacemos del perdón de Dios. Y no solo
en el Bautismo, sino cada vez que somos perdonados nuestro corazón renace, es
regenerado. Cada paso hacia adelante en la vida de la fe lleva impreso al
inicio el signo de la misericordia divina. Porque solo cuando somos amados
podemos amar a nuestra vez. Recordémoslo, nos harán bien: si queremos avanzar
en la fe, ante todo es necesario recibir el perdón de Dios; encontrar al Padre,
que está dispuesto a perdonar todo y siempre, y que precisamente perdonando
sana el corazón y reaviva el amor. Jamás debemos cansarnos de pedir el perdón
divino, porque solo cuando somos perdonados, cuando nos sentimos perdonados,
aprendemos a perdonar.
Pero perdonar no es una cosa fácil, es siempre muy
difícil. ¿Cómo podemos imitar a Jesús? ¿Por dónde comenzar para disculpar las
pequeñas o grandes ofensas que sufrimos cada día? Ante todo por la oración,
como ha hecho Esteban. Se comienza por el propio corazón: podemos afrontar con
la oración el resentimiento que experimentamos, encomendando a quien nos ha
hecho el mal a la misericordia de Dios: ‘Señor, te pido por él, te pido por
ella’.
Después se descubre que esta lucha interior para
perdonar purifica del mal y que la oración y el amor nos liberan de las cadenas
interiores del rencor. ¡Es tan feo vivir en el rencor! Cada día tenemos la
ocasión para entrenarnos a perdonar, para vivir esto gesto tan alto que acerca
al hombre a Dios. Como nuestro Padre celestial, nos convertimos, también
nosotros en misericordiosos, porque a través del perdón vencemos el mal con el
bien, transformamos el odio en amor y así hacemos que el mundo sea más limpio.
Que la Virgen María, a quien encomendamos a aquellos
--y por desgracia son muchísimos-- que como san Esteban padecen persecuciones
en nombre de la fe, nuestros mártires de hoy, oriente nuestra oración para
recibir y donar el perdón. Recibir y donar el perdón.
Al término
de estas palabras, el Santo Padre rezó la oración mariana:
Angelus
Domini nuntiavit Mariae...
Al concluir la plegaria, llegó el turno de los
saludos que tradicionalmente realiza el Obispo de Roma:
Queridos
hermanos y hermanas,
Os saludo a todos los peregrinos, procedentes de
Italia y de varios países. Renuevo a todos mi deseo de que la contemplación del
Niño Jesús, junto a María y José, pueda suscitar una actitud de misericordia y
de amor recíproco en las familias, en las comunidades parroquiales y
religiosas, en los movimientos y en las asociaciones, en todos los fieles y en
las personas de buena voluntad.
En estas semanas he recibido muchos mensajes con
felicitaciones desde Roma y desde otras partes. No me es posible responder a
cada uno. Por lo tanto, expreso hoy a todos mi vivo agradecimiento,
especialmente por el regalo de la oración.
El papa
Francisco terminó su intervención diciendo:
Feliz fiesta de san Esteban. Y por favor, no os
olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!
Homilía del papa
Francisco en la fiesta de la Sagrada Familia
En el marco
del Jubileo de las Familias, celebrado con motivo de la fiesta de la Sagrada
Familia en la basílica de San Pedro, el papa Francisco señaló este domingo la
misión de la célula fundamental de la sociedad sobre la cual se construyen los
Estados y la Iglesia.
Durante su homilía, el Pontífice destacó el papel
formativo que desempeña la familia especialmente en lo que se refiere a la fe,
la oración y el perdón. Además, invitó a caminar juntos a los padres y a los
hijos, para alcanzar la misma meta.
A
continuación, publicamos las palabras del Santo Padre:
Las Lecturas bíblicas que hemos escuchado nos
presentan la imagen de dos familias que hacen su peregrinación hacia la casa de
Dios. Elcaná y Ana llevan a su hijo Samuel al templo de Siló y lo consagran al
Señor (cf. 1 S 1,20- 22,24-28). Del mismo modo, José y María,
junto con Jesús, se ponen en marcha hacia Jerusalén para la fiesta de Pascua
(cf. Lc 2,41-52).
Podemos ver a menudo a los peregrinos que acuden a los
santuarios y lugares entrañables para la piedad popular. En estos días, muchos
han puesto en camino para llegar a la Puerta Santa abierta en todas las
catedrales del mundo y también en tantos santuarios. Pero lo más hermoso que
hoy pone de relieve la Palabra de Dios es que la peregrinación la hace
toda la familia. Papá, mamá y los hijos, van juntos a la casa del Señor
para santificar la fiesta con la oración. Es una lección importante que se
ofrece también a nuestras familias. Es más, podemos decir que la vida de la
familia es un conjunto de pequeñas y grandes peregrinaciones.
Por ejemplo, cuánto bien nos hace pensar que María y
José enseñaron a Jesús a decir sus oraciones, y esta es una
peregrinación, la peregrinación de la educación a la oración. Y
también nos hace bien saber que durante la jornada rezaban juntos; y que el
sábado iban juntos a la sinagoga para escuchar las Escrituras de la Ley y los
Profetas, y alabar al Señor con todo el pueblo. Y, durante la peregrinación a
Jerusalén, ciertamente han rezado cantando con las palabras del Salmo: «¡Qué
alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”. Ya están pisando
nuestros pies tus umbrales, Jerusalén» (122,1-2).
Qué importante es para nuestras familias peregrinar
juntos, caminar juntos para alcanzar una misma meta. Sabemos que tenemos
un itinerario común que recorrer; un camino donde nos encontramos con
dificultades, pero también con momentos de alegría y de consuelo. En esta
peregrinación de la vida compartimos también el tiempo de oración. ¿Qué puede
ser más bello para un padre y una madre que bendecir a sus hijos al
comienzo de la jornada y cuando concluye? Hacer en su frente la señal de la
cruz como el día del Bautismo. ¿No es esta la oración más sencilla de los
padres para con sus hijos? Bendecirlos, es decir, encomendarles al Señor,
--como hicieron Elcaná y Ana, José y María-- para que sea él su
protección y su apoyo en los distintos momentos del día. Qué importante es para
la familia encontrarse también en un breve momento de oración antes de
comer juntos, para dar las gracias al Señor por estos dones, y para
aprender a compartir lo que hemos recibido con quien más lo necesita. Son
pequeños gestos que, sin embargo, expresan el gran papel formativo que la
familia desempeña en la peregrinación de todos los días.
Al final de aquella peregrinación, Jesús volvió a
Nazaret y vivía sujeto a sus padres (cf. Lc 2,51). Esta imagen
tiene también una buena enseñanza para nuestras familias. En efecto, la
peregrinación no termina cuando se ha llegado a la meta del santuario, sino
cuando se regresa a casa y se reanuda la vida de cada día, poniendo en
práctica los frutos espirituales de la experiencia vivida. Sabemos lo que
hizo Jesús aquella vez. En lugar de volver a casa con los suyos, se había
quedado en el Templo de Jerusalén, causando una gran pena a María y José, que
no lo encontraban. Por su «aventura», probablemente también Jesús tuvo que
pedir disculpas a sus padres. El Evangelio no lo dice, pero creo que lo podemos
suponer. La pregunta de María, además, manifiesta un cierto reproche, mostrando
claramente la preocupación y angustia, suya y de José. Al regresar a casa,
Jesús se unió estrechamente a ellos, para demostrar todo su afecto y
obediencia. También forman parte de la peregrinación de la familia estos
momentos que, con el Señor, se transforman en oportunidad de crecimiento, en
ocasión para pedir perdón y recibirlo, de demostrar el amor y la
obediencia.
Que en este Año de la Misericordia, toda familia
cristiana sea un lugar privilegiado de esta peregrinación en el que se
experimenta la alegría del perdón. El perdón es la esencia del
amor, que sabe comprender el error y poner remedio. Pobres de nosotros, si
Dios no nos perdonase. En el seno de la familia es donde se nos educa al
perdón, porque se tiene la certeza de ser comprendidos y apoyados no obstante
los errores que se puedan cometer.
No perdamos la confianza en la familia. Es hermoso
abrir siempre el corazón unos a otros, sin ocultar nada. Donde hay amor, allí
hay también comprensión y perdón. Os encomiendo a vosotras, queridas familias,
esta peregrinación doméstica de todos los días, esta misión tan
importante, de la que el mundo y la Iglesia tienen más necesidad que nunca.
28.12.15
El Papa en la última audiencia del año: 'Los
niños estén en el centro de nuestra atención
El papa Francisco realizó este miércoles su última
audiencia del año en la plaza de San Pedro. A su entrada, en el jeep
descubierto, pasó recorriendo los pasillos de la plaza en medio de los fieles
que le saludaban calurosamente, contrastando la fría mañana de invierno
europeo. El sucesor de Pedro se detuvo varias veces para saludar y
bendecir a niños y enfermos.
Abrigado con un sobretodo blanco y bufanda del mismo
color, dio inicio a su catequesis en este Año de la Misericordia.
En el resumen que el Santo Padre leyó en español dijo
que "en estos días de Navidad, contemplamos al Niño Jesús, reviviendo
en nuestros corazones el misterio de la Encarnación con gestos sencillos y
tradicionales, como poner el pesebre en nuestras casas".
"Esta devoción al Niño Jesús --añadió el Santo
Padre-- nos permite meditar, siguiendo el ejemplo de la Virgen María, la
humildad de Dios, que se hace pequeño por nosotros. A pesar de que sabemos poco
de la infancia de Jesús, podemos aprender mucho de Él mirando a los
niños".
"Jesús también quiere --concluyó el Papa-- que lo
estrechemos en nuestros brazos, que le demostremos nuestro amor, nuestro
interés. Que abandonemos nuestra pretensión de autonomía y acojamos la
verdadera forma de la libertad, que consiste en reconocer y servir a quien
tenemos delante. Él ha venido a revelarnos el rostro del Padre, rico en
misericordia".
A continuación saludó los peregrinos de
lengua española, "en particular a los grupos provenientes de España y
Latinoamérica". En la plaza se levantó una ovación y el Papa añadión:
"Veo que hay muchos mexicanos por allì. Acojamos al Señor en nuestros
corazones, demostrémosle nuestro amor y el gozo de saber que Él siempre está en
medio de nosotros. Muchas gracias".
El Papa invitó a rezar también por las víctimas de los
desastres naturales que golpearon durante estos días en Estados Unidos,
Inglaterra y América del Sur, causando víctimas, daños y desplazados. "El
Señor de consuelo a aquellas poblaciones y la solidaridad fraterna les auxilie
en sus necesidades".
La audiencia concluyó con el canto del Padre
Nuestro en latín, y la bendición, particularmente para los niños y durante
la cual los fieles exponen los objetos de devoción para que sean bendecidos por
el Papa.
31.12.15
Francisco en el Te
Deum: “Los signos de amor no sean oscurecidos por la prepotencia del mal"
El santo padre Francisco presidió este jueves 31 de
diciembre en la basílica de San Pedro, el canto de las Vísperas de la
Solemnidad de María Santísima Madre de Dios, al que siguió la exposición
del Santísimo Sacramento. Poco después fue el canto del Te Deum de
agradecimiento por la conclusión del año civil, y la bendición eucarística.
En su homilía el Papa recordó que al concluir un año
se siente la necesidad de rezar una oración que no sea solo individual, como se
hace en el Te Deum.
E Invitó a verificar los acontecimientos del año para
entender si se cumplió la voluntad de Dios, o si por el contrario si han
escuchado los proyectos de los hombres, a menudo cargados de intereses
privados, de insaciable sed de poder y de violencia gratuita.
Y si bien no es posible olvidar de un lado que muchos
días han sido marcados por la violencia, por la muerte, por el sufrimiento de
inocentes, refugiados, de hombres, mujeres y niños sin casa estable, alimento y
sustento; de otro se registraron grandes gestos de bondad, de amor y
solidaridad ¡que no han sido noticias en los medios de comunicación!
Los signos de amor --indicó el Pontífice-- no pueden y
no deben ser oscurecidos por la prepotencia del mal. Porque el bien vence
siempre, también si en cualquier momento puede aparecer más débil o escondido.
Al terminar la ceremonia el Santo Padre realizó una
visita al pesebre ubicado en la Plaza de San Pedro.
A
continuación el texto de la homilía del papa Francisco
“¡Cuán lleno de significado es nuestro estar reunidos
juntos para alabar al Señor al término de este año!
La Iglesia en tantas ocasiones siente la alegría y el
deber de elevar su canto a Dios con estas palabras de alabanza, que desde el
siglo cuarto acompañan la oración en los momentos importantes de su
peregrinación terrena. Es la alegría del agradecimiento que casi
espontáneamente emana de nuestra oración, para reconocer la presencia amorosa
de Dios en los acontecimientos de nuestra historia.
Como sucede con frecuencia sentimos que nuestra en
oración no basta solo nuestra voz. Esta tiene necesidad de reforzarse con la
compañía de todo el pueblo de Dios, que conjuntamente hace sentir su canto de
agradecimiento. Por ésto en el Te Deum pedimos ayuda a los ángeles, a
los profetas y a toda la creación para alabar al Señor. Con este himno
recorremos la historia de la salvación, en donde por un misterioso designio de
Dios encuentran lugar y síntesis también los diversos hechos de nuestra vida,
en este año que ha pasado”.
En este Año jubilar asumen una especial resonancia las
palabras finales del himno de la Iglesia: «Esté siempre con nosotros, oh Señor,
tu misericordia: en ti siempre hemos esperado». La compañía de la misericordia
es luz para comprender mejor cuánto hemos vivido, y esperanza que nos acompaña
al inicio de un nuevo año.
Recorrer los días del año transcurrido puede ser como
un recuerdo de hechos y eventos que llevan a momentos de alegría y de dolor, o
como buscando comprender si hemos percibido la presencia de Dios que todo
renueva y sostiene con su ayuda.
Estamos llamados a verificar los acontecimientos del
mundo que se realizaron según la voluntad de Dios, o si han escuchado
principalmente los proyectos de los hombres, a menudo cargados de intereses
privados, de insaciable sed de poder y de violencia gratuita.
Y, sin embargo, hoy nuestros ojos tienen necesidad de
centrarse en modo particular los signos que Dios nos ha concedido, para tocar
con mano la fuerza de su amor misericordioso.
No podemos olvidar que muchos días han sido marcados
por la violencia, por la muerte, por el sufrimiento increíble de tantos
inocentes, de refugiados forzados a dejar su patria, de hombres, mujeres y
niños sin casa estable, alimento y sustento.
Y sin embargo, cuántos grandes gestos de bondad, de
amor y de solidaridad han llenado las jornadas de este año, ¡que no han sido
noticias en los medios de comunicación! Estos signos de amor no pueden y no
deben ser oscurecidos por la prepotencia del mal. El bien vence siempre,
también si en cualquier momento puede aparecer más débil o escondido.
Nuestra ciudad de Roma no es extraña a esta condición
del mundo entero. Quisiera que llegara a todos sus habitantes la
invitación sincera para ir más allá de las dificultades del momento presente.
Que el compromiso por recuperar los valores fundamentales del servicio,
honestidad y solidaridad permita superar las graves incertidumbres que han
dominado la escena de este año, y que son síntomas de escaso sentido de
dedicación al bien común. Que no falte nunca la aportación positiva del
testimonio cristiano para permitir a Roma según su historia, y con la materna
protección de María Salus Populi Romani, de ser intérprete privilegiada
de fe, de acogida, de fraternidad y de paz”.
03.01.16
Francisco en el
ángelus: 'Todos los días leamos un párrafo del Evangelio'
El santo padre Francisco rezó este domingo la
oración del Ángelus ante una la plaza de San Pedro repleta de fieles y
peregrinos que le recibieron con fuertes aplausos y vivas. El Papa les dirigió
las siguientes palabras:
"Queridos
hermanos y hermanas, que tengan un buen domingo
La liturgia de hoy, segundo domingo después de Navidad
nos presenta el prólogo del Evangelio de San Juan, en el cual se proclama que
“el Verbo --o sea la palabra creadora de Dios-- se hizo carne y vino a habitar
en medio de nosotros”.
Esa Palabra, que vive en el cielo, o sea en la
dimensión de Dios, ha venido sobre la tierra para que nosotros la escucháramos
y pudiéramos conocer y tocar con la mano el amor del Padre. El Verbo de Dios es
su Hijo Unigénito, hecho hombre, lleno de amor y de fidelidad. Es el mismo
Jesús.
El evangelista no esconde lo dramático de la
Encarnación, subrayando que al don del amor de Dios se contrapone la no acogida
por parte de los hombres.
La Palabra es la luz, y a pesar de ello --así
dice-- los hombres han preferido las tinieblas. La Palabra vino entre los
suyos pero ellos no la han recibido. Le han cerrado la puerta en la cara al
Hijo de Dios. Es el misterio del mal que insidia nuestra vida y que nos
solicita a la vigilancia y atención para que no prevalezca.
El libro del Génesis dice una linda frase que nos hace
entender ésto. Dice que el mal 'está escondido delante de nuestra puerta'.
Ay de nosotros si lo dejamos entrar, sería él entonces a cerrar nuestra
puerta a los demás. Estamos en cambio llamados a abrir enteramente la puerta de
nuestro corazón a la Palabra de Dios, a Jesús, para volvernos así sus hijos.
En el día de Navidad ya ha sido proclamado este
solemne inicio del evangelio de Juan; hoy nos es propuesto nuevamente. Es la
invitación de la santa Madre Iglesia a acoger esta Palabra de salvación, este
misterio de luz.
Si acogemos, si recibimos a
Jesús, creceremos en la misericordia, aprendamos a ser
misericordiosos como Él.
Especialmente en este Año Santo de la Misericordia,
hagamos realmente que el Evangelio se vuelva siempre más carne también en
nuestra vida. Acercarse al Evangelio, meditarlo y encarnarlo en la vida
cotidiana es la mejor manera para conocer a Jesús y llevarlo a los otros. Ésta
es la vocación y la alegría de cada bautizado: indicar y donar Jesús a los
otros, pero para hacerlo debemos conocerlo y tenerlo dentro de nosotros, como
el Señor de nuestra vida.
Él nos defiende del mal, del demonio que siempre está
agazapado delante de nuestra puerta porque quiere entrar.
Con un renovado impulso de abandono filial nos
ponemos nuevamente bajo la protección de María: su dulce imagen de madre de
Jesús y madre nuestra, estos días la contemplamos en el pesebre".
(El papa
Francisco reza la oración del ángelus)
"Les dirijo un saludo cordial a los fieles de
Roma, a las familias y asociaciones a los diversos grupos familiares, en
particular al de Monzambano, a los que recibieron la Confirmación en Bonate
di Soto y a los jóvenes de Maleo.
En este primer domingo del año renuevo los deseos de
paz y de bien en el Señor. En los momentos alegres y en aquellos tristes,
pongámonos bajo su protección, Él es nuestra esperanza. Y les
recuerdo ese empeño que hemos tomado en el inicio del año, Jornada de la Paz:
'Vence la indiferencia y conquista la paz'. Con la gracia de Dios podremos
ponerlo en práctica.
Y les recuerdo también ese consejo que muchas veces
les he dado: todos los días leamos un párrafo del Evangelio, para conocerlo
mejor a Jesús, para abrir enteramente nuestro corazón a Jesús y así lo
podremos hacer conocer mejor a los otros. También llevar un pequeño evangelio
en el bolsillo o en la cartera nos hará bien. No se olviden, cada día
leamos un párrafo del Evangelio.
Y les deseo un buen domingo y que tengan un buen
almuerzo. Y por favor no se olviden de rezar por mi. 'Arrivederci' ".
04.01.16
Francisco llega de
sorpresa al congreso de jóvenes en Greccio
El papa Francisco llegó hoy por la tarde de sorpresa
en auto, a un congreso de jóvenes que se realizaba en la ciudad de
Greccio, distante a casi 100 kilómetros de la ciudad de Roma.
El Pontífice llegó en la Ford Focus después
de las 14 horas, para 'una oración personal', habló con los jóvenes entre
18 y 30 años presentes para el congreso y después visitó el santuario.
Delante de la gruta donde San Francisco celebró en el
año 1223, el Papa tuvo que esperar unos instantes hasta que la
abrieron. Allí se quedó en oración, junto a los frailes.
"Agradezco al Señor por esta alegría y le pido
que bendiga a la Iglesia, al obispo de Rieti, a los frailes, a los fieles,
y nos ayude a todos a descubrir la estrella y a buscar al Niño.
Francisco", escribió el Papa en el libro de honor del santuario franciscano.
Mons. Domenico Pompili, nuevo obispo de
Rieti había invitado al Papa al santuario, pero no sabía que les iba a
visitar hasta poco antes. Allí Santo Padre almorzó con el
obispo.
Al encontrar a los jóvenes les habló 'de la estrella y
del Niño' porque cuando falta la estrella no hay esperanza. Y al hablar sobre
el Niño indicó la necesidad de recordarse de las periferias.
En la ciudad de Greccio, san Francisco de Asís tuvo la
inspiración y mandó a realizar el primer pesebre de la historia.
05.01.16
06.01.16
El Papa en Greccio invitó a seguir a los
'signos' que conducen a Jesús
La estrella cometa que hizo partir a los Reyes Magos y
el ángel que les indicó a los pastores que debían dirigirse hacia el pesebre en
el que estaba el Niño Jesús: éstos son los dos 'signos' que el papa Francisco
les ha indicado a los jóvenes que ayer vio en su visita sorpresa al Santuario
de Greccio, en donde San Francisco de Asís en el año 1223 instituyó el
primer pesebre.
El Santo padre al conversar con los aproximadamente
150 jóvenes que participaban en una jornada de reflexión, con la simplicidad
que el caracteriza les saludó: “Buenas tardes”, y explicó que el obispo de
Rieti, Mons. Domenico Pompili que estaba a su lado, le había hecho entender que
“en estos días era bueno venir a rezar a Greccio”. Y bromeó: “Pero no se con
cuál engaño les habrá hecho venir aquí”.
El Papa inició su reflexión indicando que “en la vida
hay tantos signos y tantas señales, y en el Evangelio cuando se habla del
nacimiento de Jesús hay dos que me hacen reflexionar. Y me gustaría
que reflexionaran sobre esto”.
La primera
imagen ofrecida fue la estrella: “El cielo está lleno de estrellas
--explicó el Santo Padre-- entretanto había una especial, una estrella que les
movía a dejar muchas cosas y a ponerse en un camino que no sabían dónde
les habría llevado”.
El Santo
Padre paragona aquella estrella a los signos que constelan nuestra vida y “que
nos llaman a hacer mucho más, algo de bueno, a emprender un camino, a
tomar una decisión”
E invitó a “pedir la gracia de descubrir la 'estrella'
que Dios hoy quiere hacerme ver, para que esa estrella me lleva a Jesús”.
"El camino hacia Jesús lo ha recorrido también el
pastor que encontró al ángel, el cual le ha indicado al Niño que había nacido
en la cuna", recordó el Pontífice. Una imagen esta última que nos
demuestra como “Dios se ha abajado y se ha reducido para volverse uno como
nosotros. Para caminar delante de nosotros”.
Es la imagen de la “pequeñez, la humildad: Dios que va
contra el orgullo, la autosuficiencia, la soberbia”. Francisco indica en “esta
mansedumbre de un niño” la otra señal que es necesario ver, para después
preguntarse: “¿Mi vida es buena, humilde, de quien no anda con la nariz hacia
arriba, y que no es orgulloso?
El ejemplo al cual debemos dirigir la mirada es por lo
tanto el de los Reyes Magos, los cuales “fueron astutos” porque “se
dejaron guiar por la estrella” y que no se dejaron engañar por “todo
el esplendor del palacio de Herodes".
El deseo del Papa para los jóvenes allí presentes fue
que la vida “esté siempre acompañada por estas dos señales, que son un don de
Dios”. Y añadió: “Que no falte la humildad de descubrir nuevamente a Jesús en
los pequeños, en los pobres, en los humildes, en aquellos que son descartados
por la sociedad y por la propia vida”.
06.01.16
Homilía del papa
Francisco en la fiesta de la Epifanía
En la solemnidad de la Epifanía del Señor, el papa
Francisco ha celebrado este miércoles, a las 10 horas, la Santa Misa en la
basílica de San Pedro.
En su homilía, el Pontífice ha dicho que la
misión de la Iglesia es anunciar el Evangelio e iluminar la vida de todas las
personas. En esta línea, ha explicado que dar a conocer la Buena
Nueva de Cristo no es una opción más entre otras posibles, ni tampoco una
profesión.
Además, el Santo Padre ha invitado a los presentes a
seguir la luz que conduce a Jesús y ha asegurado que los Reyes Magos son una
prueba de que las semillas de verdad están presentes en todas partes.
A continuación, les ofrecemos las palabras que el papa
Francisco ha pronunciado después de la proclamación del Evangelio y el anuncio
del día de Pascua, que este año se celebrará el 27 de marzo:
Las palabras que el profeta Isaías dirige a la ciudad
santa de Jerusalén nos invitan a salir; a salir de nuestras clausuras, a salir
de nosotros mismos, y a reconocer el esplendor de la luz que ilumina nuestras
vidas: «¡Levántate y resplandece, porque llega tu luz; la gloria del Señor
amanece sobre ti!» (60,1). «Tu luz» es la gloria del Señor. La Iglesia no puede
pretender brillar con luz propia. No puede. San Ambrosio nos lo recuerda con
una hermosa expresión, aplicando a la Iglesia la imagen de la luna, y dice
así: «La Iglesia es verdaderamente como la luna: […] no brilla con luz propia,
sino con la luz de Cristo. Recibe su esplendor del Sol de justicia, para poder
decir luego: “Vivo, pero no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí”» (Hexameron,
IV, 8, 32). Cristo es la luz verdadera que brilla; y, en la medida en que la
Iglesia está unida a él, en la medida en que se deja iluminar por él, ilumina
también la vida de las personas y de los pueblos. Por eso, los santos Padres
veían a la Iglesia como el «mysterium lunae».
Necesitamos de esta luz que viene de lo alto para
responder con coherencia a la vocación que hemos recibido. Anunciar el
Evangelio de Cristo no es una opción más entre otras posibles, ni tampoco una
profesión. Para la Iglesia, ser misionera no significa hacer proselitismo; para
la Iglesia, ser misionera equivale a manifestar su propia naturaleza, es decir:
dejarse iluminar por Dios y reflejar su luz. Este es su servicio. No hay otro
camino. La misión es su vocación. Que resplandezca la luz de Cristo es su
servicio. Muchas personas esperan de nosotros este compromiso misionero
--en este sentido--, porque necesitan a Cristo, necesitan conocer el rostro del
Padre.
Los Magos, que aparecen en el Evangelio de Mateo, son
una prueba viva de que las semillas de verdad están presentes en todas partes,
porque son un don del Creador que llama a todos para que lo reconozcan como
Padre bueno y fiel. Los Magos representan a los hombres de cualquier parte del
mundo que son acogidos en la casa de Dios. Delante de Jesús ya no hay
distinción de raza, lengua y cultura: en ese Niño, toda la humanidad encuentra
su unidad. Y la Iglesia tiene la tarea de que se reconozca y venga a la luz con
más claridad el deseo de Dios que anida en cada uno. Este es el servico de la
Iglesia con la luz que refleja: poner de manifiesto el deseo de Dios que
que anida en cada uno. Como los Magos, también hoy muchas personas viven
con el «corazón inquieto», haciéndose preguntas que no encuentran respuestas
seguras. Es la inquietud del Espíritu Santo que se mueve en los
corazones. También ellos están en busca de la estrella que muestre el
camino hacia Belén.
¡Cuántas estrellas hay en el cielo! Y, sin embargo,
los Magos han seguido una distinta, nueva, mucho más brillante para ellos.
Durante mucho tiempo, habían escrutado el gran libro del cielo buscando una
respuesta a sus preguntas --tenían el corazón inquieto-- y al
final la luz apareció. Aquella estrella los cambió. Les hizo olvidar los
intereses cotidianos, y se pusieron de prisa en camino. Prestaron atención a la
voz que dentro de ellos los empujaba a seguir aquella luz --es la voz del
Espíritu Santo que trabaja en todas las personas--; y ella los guió hasta
que en una pobre casa de Belén encontraron al Rey de los Judíos.
Todo esto encierra una enseñanza para nosotros. Hoy
será bueno que nos repitamos la pregunta de los Magos: «¿Dónde está el Rey de
los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a
adorarlo» (Mt 2,2). Nos sentimos urgidos, sobre todo en un momento
como el actual, a escrutar los signos que Dios nos ofrece, sabiendo que debemos
esforzarnos para descifrarlos y comprender así su voluntad. Estamos llamados a
ir a Belén para encontrar al Niño y a su Madre. Sigamos la luz que Dios nos da.
Pequeñita. El himno del breviario nos dice poéticamente que los Magos «lumen
requirunt lumine», aquella pequeña luz. La luz que proviene del rostro de
Cristo, lleno de misericordia y fidelidad. Y, una vez que estemos ante él,
adorémoslo con todo el corazón, y ofrezcámosle nuestros dones: nuestra
libertad, nuestra inteligencia, nuestro amor. Reconozcamos que la verdadera
sabiduría se esconde en el rostro de este Niño. Y es aquí, en la sencillez de
Belén, donde encuentra su síntesis la vida de la Iglesia. Aquí está la fuente
de esa luz que atrae a sí a todas las personas y guía a los pueblos por el
camino de la paz.
07.01.16
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