Francisco partió rumbo a Suecia
La aeronave de
Alitalia recorrerá 1.524 kilómetros
31 octubre 2016
El Papa en el avión - © Osservatore Romano
Fiumicino).- El vuelo del Airbus A321-4000 que
lleva al papa Francisco a Suecia partió hoy 31 de octubre a las 8:20 de la
mañana desde el aeropuerto internacional Leonardo da Vinci.
El viaje prevé una visita de dos
días a dos ciudades suecas, Lund y Malmö, y tiene como finalidad recordar
los 500 años de la Reforma, ruptura que aún hoy permanece a pesar de algunos
importantes pasos que se han dado hacia la unidad.
La aeronave de Alitalia recorrerá
1.524 kilómetros y llegará a las 11 horas al aeropuerto situado a 28 kilómetros
de la ciudad de Malmö-Sturup y a 26 kilómetros de la otra ciudad que visitará,
Lund.
Antes de iniciar el vuelo, en el
aeropuerto, saludó al Papa el gerente general de la compañía italiana, Cramer
Ball. En el avión, acompañan al Papa los periodistas, dos pilotos y seis
asistentes de vuelo.
01.11.16
El Papa en el día de los difuntos: ‘La tristeza se une a la
esperanza de la Resurrección’
El Pontífice celebra
en el cementerio más grande de Europa, ubicado en las afueras de Roma
2 noviembre 2016
Roma).- El papa
Francisco visitó este miércoles por la tarde el cementerio de Prima Porta o
Cementerio Flaminio, situado en las afueras de la ciudad de Roma. Es el más
grande de Europa, con 140 hectáreas de parque y 36 kilómetros de calles
internas.
Poco antes, un mensaje en su
cuenta twitter en Papa escribió: “Nos detenemos con fe ante ante las tumbas de
nuestros seres queridos, rezando también por los difuntos que nadie recuerda”.
De hecho cuando en el cementerio caminaba hacia el altar para
celebrar la eucaristía, el Santo Padre puso un ramo de rosas color amarillo
delante de una tumba sin flores ni iluminación que encontró en su
camino, como símbolo de todas las sepulturas.
El Santo Padre
vistiendo paramentos color violeta celebró la santa misa en el altar
situado en una estructura puesta delante de la plaza del osario, donde el
público asistió ubicado al lado de una zona verde con las tumbas sobre el
prado. Concelebraron entre otros, el cardenal vicario de Roma, Agostino Vallini
y un coro acompañó la ceremonia cantando en italiano.
Después de la lectura del Evangelio,
el Papa dirigió unas palabras simples que indicaron el significado de esta
conmemoración. El Pontífice en su homilía recordó la lectura apenas
realizada, y como en ese momento de angustia y de dolor Job proclama la
esperanza: ‘Mis ojos lo contemplarán’, como recuerda la oración de los
difuntos.
Y si bien reconoció que “un cementerio
es triste”, porque “nos recuerda a los nuestros que se fueron”, y porque
también “nos recuerda el futuro y la muerte”, señaló que en este momento
triste, “las personas traemos flores como símbolo de esperanza” sabiendo que
este momento “más adelante se convertirá en un día de fiesta”. O sea que
“la tristeza se mezcla con la esperanza”.
Recordó también que se hace “memoria
de los nuestros delante de sus restos mortales” y que “la esperanza nos ayuda para
hacer este camino que “todos deberemos recorrer, todos, antes o después”.
Pero que en ese camino hay esperanza,
porque existe “un ancla que no desilusiona: la esperanza de la Resurrección”.
Porque “Jesús fue el primero que hizo este camino y Él mismo nos abrió la
puerta de la esperanza, con su cruz, para entrar donde contemplaremos a Dios”.
Y como dice la oración: “Yo lo veré,
yo mismo, mis ojos lo contemplarán”. Invitó así a los presentes a volver a sus
casas “con la memoria del pasado”, de quienes se fueron “y del futuro camino
que recorreremos, pero con la seguridad de las palabras que salieron de los
labios de Jesús: “Yo los resucitaré en el último día”.
La misa concluyó con un
hermoso atardecer de otoño y el Santo Padre rezó una oración por los difuntos
y bendijo las tumbas del cementerio Flaminio.
El cementerio ubicado en la localidad
de Prima Porta, cuenta con sectores dedicados a las diversas confesiones
religiosas con sus respectivos templos. Es la primera vez que el Papa celebra
aquí porque en los años pasados conmemoró el día de muertos en el
cementerio monumental de Roma, llamado ‘El Verano’.
Al su regreso el Papa visitó en el
Vaticano las llamadas ‘Grutas’, ubicadas debajo de la basílica de San Pedro.
Allí rezará privadamente por los pontífices difuntos.
03.11.16
El Papa pide favorecer
“el encuentro pacífico entre los creyentes” y una “libertad religiosa real”
En un encuentro con
representantes de diferentes religiones, el Santo Padre explica que ‘el hombre
tiene sed de misericordia y no hay tecnología que pueda calmar esa sed’
3 noviembre 2016
Ciudad del Vaticano).- El misterio de la
misericordia no se debe celebrar solo con palabras, sino sobre todo con las
obras, con un estilo de vida realmente misericordioso, hecho de amor
desinteresado, servicio fraterno y compartir sincero. Así lo ha explicado el
papa Francisco en un encuentro con representantes de diferentes religiones,
unos 200, comprometidos en el campo de las obras de caridad y misericordia. El
encuentro, celebrado esta mañana en el Vaticano, se ha tenido en el contexto
del Año Jubilar.
El hombre –ha asegurado el Papa– tiene
sed de misericordia y no hay tecnología que pueda calmar esta sed: busca una
afecto que vaya más allá de los consuelos del momento, un puerto seguro donde
pueda atracar su navegar inquieto, un abrazo infinito que perdona y reconcilia.
Además, el Santo Padre ha pedido que no suceda más que las religiones, por el
comportamiento de algunos de sus seguidores, transmitan un mensaje desentonado,
discordante con el de la misericordia.
Tal y como ha observado Francisco,
lamentablemente “no pasa un día que no se escuche hablar de violencias,
conflictos, secuestros, ataques terroristas, víctimas y destrucción”. Y es
terrible –ha indicado– que para justificar tales barbaries se evoque a veces el
nombre de una religión y del mismo Dios. Por eso ha pedido que se condenen
claramente estas actitudes inicuas, que profanan el nombre de Dios y contaminan
la búsqueda religiosa del hombre. En esta misma línea, Francisco ha pedido
favorecer “el encuentro pacífico entre los creyentes y una libertad religiosa
real”.
En esto “nuestra responsabilidad
frente a Dios, a la humanidad y al futuro” es grande y requiere “todo esfuerzo,
sin ninguna pretensión”. Así, el Pontífice ha pedido que las religiones sean
“vientres de vida” que lleven la tierna misericordiosa de Dios a la humanidad
herida y necesitada, sean “puertas de esperanza” que ayuden a atravesar los
muros alzados por el orgullo y el miedo.
La misericordia es la clave para
acceder al misterio mismo del hombre, también hoy tan necesitado de perdón y de
paz, ha recordado el Papa en su discurso. Y este estilo de vida misericordioso,
ha añadido, es el estilo al que están llamadas las religiones para ser, particularmente
en este nuestro tiempo, mensajeros de paz y artífices de comunión. Para
proclamar “que hoy es tiempo de fraternidad”.
El tema de la misericordia –ha
señalado el Pontífice– es familiar a muchas tradiciones religiosas y culturales
, donde la compasión y la no violencia son esenciales e indican el camino de la
vida.
Arrodillarse con compasiva ternura
hacia la humanidad débil y necesitada pertenece un “estado de ánimo realmente
religioso” que rechaza la tentación de prevaricar por la fuerza, negándose a
mercantilizar la vida humana y ve en los demás hermanos, nunca números”.
Asimismo, ha precisado que hacerse
cercano a los que viven situaciones que requieren un mayor cuidado, como la
enfermedad, la discapacidad, la pobreza, la injusticia, las consecuencias de
los conflictos y de las migraciones, “es una llamada que viene del corazón de
cada tradición auténticamente religiosa”.
Por otro lado, ha explicado que es el
drama del mal, de los abismos oscuros en los que “nuestra libertad puede
sumergirse”, tentada por el mal, que siempre está al acecho en silencio para
golpearnos y hacer que nos hundamos. Pero es precisamente aquí, frente al
enigma del mal, que nos interroga toda experiencia religiosa, reside el aspecto
más sorprendente del amor misericordioso. “No deja al hombre a merced del mal o
de sí mismo; no se olvida, sino que se acuerda, y se inclina hacia toda miseria
a revivir”, ha observado. Del mismo modo que hace una madre, que frente al peor
mal cometido por su hijo, también reconoce, más allá del pecado, “el rostro que
ha llevado en su seno”, ha indicado el Papa.
De este modo, ha asegurado que en un
mundo agitado y con poca memoria, que va corriendo dejando muchos atrás y sin
darse cuenta de quedar sin aliento y sin meta, necesitamos, como si fuera
oxígeno, “este amor gratuito que renueva la vida”.
Además, el Santo Padre ha explicado
que el perdón es ciertamente el don más grande que podemos hacer a los otros,
porque es lo que cuesta más, pero al mismo tiempo lo que nos hace más parecidos
a Dios.
La misericordia –ha pedido– se
extienda también al mundo que nos rodea, a nuestra casa común, que estamos
llamados a cuidar y preservar del consumo desenfrenado y voraz. Es necesario
“nuestro compromiso” para educar en la sobriedad y el respeto, en una forma de
vivir más sencilla y ordenada, donde se utilizan los recursos de la creación
con sabiduría y moderación, pensando en toda la humanidad y las generaciones
futuras, no solo en los interesados del propio grupo y en las ventajas del
propio tiempo.
04.11.16
Francisco: Dios es juez de ‘misericordia y piedad’
El Santo Padre
celebra una misa en sufragio por los obispos y cardenales fallecidos este año
4 noviembre 2016
(Ciudad del Vaticano).- El Santo Padre ha
recordado que Dios será el juez de “nuestro recorrido terreno”, pero un
juez cuyas características son “la misericordia y la piedad”. Así lo ha
explicado en la misa celebrada esta mañana en la Basílica Vaticana en sufragio
por los cardenales y los obispos fallecidos este año.
El mes de noviembre, que la piedad
cristiana dedica al recuerdo de los fieles difuntos, suscita cada año en la
comunidad eclesial “el pensamiento de la vida más allá de la muerte” y sobre
todo “el pensamiento del encuentro definitivo con el Señor”, ha recordado el
Santo Padre en la homilía.
Asimismo, el Pontífice ha pedido
encomendar los cardenales y obispos fallecidos “a la bondad misericordiosa del
Padre” renovando el reconocimiento “por el testimonio cristiano y sacerdotal
que nos han dejado”. Nada nos puede separar del amor de Cristo, ha recordado,
ni tribulación, ni angustia, ni persecución, ni peligro, ni muerte, ni vida…
Los obispos y cardenales por los que
se celebra hoy el sufragio –ha señalado el Pontífice– sabían bien que nuestras
peregrinación terrena termina ante la casa del Padre celeste y que solo allí se
encuentra “la meta, el descanso y la paz”. A esa casa nos conduce el Señor,
“nuestro camino, verdad y vida”.
Por otro lado, ha explicado que el
camino hacia la casa del Padre comienza, para cada uno de nosotros, “en el
mismo día en el que abrimos los ojos a la luz y, mediante el bautismo, a la
gracia”. Y una etapa importante de este camino para los sacerdotes y obispos,
tal y como ha recordado el Papa, es el momento en el que pronuncian “aquí
estoy” durante la ordenación sacerdotal. Desde este momento “estamos unidos a
Cristo de forma especial, asociados a su sacerdocio ministerial”, ha precisado
el Santo Padre.
Los cardenales y obispos “han sido
pastores del rebaño de Cristo y, imitándole, se han gastado, donado y
sacrificado por la salvación del pueblo encomendado”. Lo han santificado
–ha añadido– mediante los sacramentos y lo han guiado en el camino de la
salvación; llenos del poder del Espíritu Santo han anunciado el Evangelio; con
amor paterno se han esforzado por amar a todos, especialmente a los pobres, los
indefensos y necesitados de ayuda.
En el nombre del Dios de la
misericordia y del perdón, “sus manos han bendecido y escuchado, sus palabras
han consolado y secado lágrimas, su presencia ha testimoniado con elocuencia
que la bondad de Dios es inagotable y su misericordia es infinita”. Algunos de
ellos –ha asegurado– han sido llamados a dar testimonio del Evangelio de forma
heroica, llevando pesadas tribulaciones.
Finalmente, el Santo Padre ha
reconocido que a la luz del misterio pascual de Cristo, su muerte es “el ingreso
a la plenitud de vida”. Y así ha indicado que en esta luz de fe “nos sentimos
todavía más cerca de nuestros hermanos difuntos”. La muerte nos ha separado
aparentemente, “pero el poder de Cristo y de su Espíritu nos une de forma aún
más profunda”. Por eso “continuaremos a sentirles junto a nosotros en la
comunión de los santos”. También nosotros –ha aseverado el Papa– esperamos con
firme esperanza el día del encuentro cara a cara con el rostro luminoso y
misericordioso del Padre.
05.11.16
El Papa a los
movimientos populares
Texto completo
Francisco se dirige
a los participantes al encuentro de tres días que se realizó en Roma: “tal vez
no estemos de acuerdo en todo, pensamos distinto en muchas cosas, pero
coincidimos en esos puntos”
5 noviembre 2016
El Papa con los Movimientos populares
Ciudad del Vaticano).- El papa
Francisco recibió hoy sábado por la tarde en el Vaticano, a los participantes
del Tercer encuentro mundial de los movimientos populares, que se ha realizado
desde el pasado miércoles 2 en Roma, en las estructuras del Colegio pontificio internacional Mater Ecclesiae.
Al inicio del encuentro se
escucharon testimonios, cantos, proyecciones de videos temáticos sobre los
pequeños agricultores, sobre el cuidado de lo creado, las familias en
dificultad, y otros temas.
El cardenal Peter Turkson, presidente
del Dicasterio para el Desarrollo humano integral saludó al Santo Padre y
fue presentado un documento programático de los movimientos populares.
A continuación el papa Francisco
realizó un amplio discurso en el que reconoce que quienes se han
reunido en este encuentro puedan pensar diversamente sobre diversos temas, pero
que encuentran coincidencia en la necesidad de dar a las personas techo, tierra
y trabajo, como elementos necesarios para la dignidad de la persona
humana.
El texto completo de las palabras del Santo Padre
Hermanas y hermanos, buenas tardes. En
este nuestro tercer encuentro expresamos la misma sed, la sed de justicia, el
mismo clamor: tierra, techo y trabajo para todos. Agradezco a los delegados,
que han llegado desde las periferias urbanas, rurales y laborales de los cinco
continentes, de más de 60 países, a debatir una vez más cómo defender estos
derechos que nos convocan.
Gracias a los Obispos que vinieron a
acompañarlos. Gracias también a los miles de italianos y europeos que se han
unido hoy al cierre de este Encuentro. Gracias a los observadores y jóvenes
comprometidos con la vida pública que vinieron con humildad a escuchar y
aprender. ¡Cuánta esperanza tengo en los jóvenes! Le agradezco también a Usted,
Señor Cardenal Turkson, el trabajo que han hecho en el Dicasterio; y también
quisiera mencionar el aporte del ex Presidente uruguayo José Mujica que está
presente.
En nuestro último encuentro, en
Bolivia, con mayoría de Latinoamericanos, hablamos de la necesidad de un cambio
para que la vida sea digna, un cambio de estructuras; también de cómo ustedes,
los movimientos populares, son sembradores de ese cambio, promotores de un
proceso en el que confluyen millones de acciones grandes y pequeñas encadenadas
creativamente, como en una poesía; por eso quise llamarlos “poetas sociales”; y
también enumeramos algunas tareas imprescindibles para marchar hacia una
alternativa humana frente a la globalización de la indiferencia: 1. poner la
economía al servicio de los pueblos; 2. construir la paz y la justicia; 3.
defender la Madre Tierra.
Ese día, en la voz de una cartonera y
de un campesino, se dio lectura a las conclusiones, los diez puntos de Santa
Cruz de la Sierra, donde la palabra cambio estaba preñada de gran contenido,
estaba enlazada a cosas fundamentales que ustedes reivindican: trabajo digno
para los excluidos del mercado laboral; tierra para los campesinos y pueblos
originarios; vivienda para las familias sin techo; integración urbana para los
barrios populares; erradicación de la discriminación, de la violencia contra la
mujer y de las nuevas formas de esclavitud; el fin de todas las guerras, del
crimen organizado y de la represión; libertad de expresión y comunicación
democrática; ciencia y tecnología al servicio de los pueblos.
Escuchamos también cómo se
comprometían a abrazar un proyecto de vida que rechace el consumismo y recupere
la solidaridad, el amor entre nosotros y el respeto a la naturaleza como
valores esenciales. Es la felicidad de «vivir bien» lo que ustedes reclaman, la
«vida buena», y no ese ideal egoísta que engañosamente invierte las palabras y
propone la «buena vida».
Quienes hoy estamos aquí, con
orígenes, creencias e ideas diversas, tal vez no estemos de acuerdo en todo,
seguramente pensamos distinto en muchas cosas, pero coincidimos en esos puntos.
Supe también de encuentros y talleres realizados en distintos países donde
multiplicaron los debates a la luz de la realidad de cada comunidad.
Eso es muy importante porque las
soluciones reales a las problemáticas actuales no van a salir de una, tres o
mil conferencias: tienen que ser fruto de un discernimiento colectivo que
madure en los territorios junto a los hermanos, un discernimiento que se
convierte en acción transformadora «según los lugares, tiempos y personas» como
diría san Ignacio.
Si no, corremos el riesgo de las
abstracciones, de «los nominalismos declaracionistas (slogans) que son bellas
frases pero no logran sostener la vida de nuestras comunidades» (Carta al Presidente
de la Pontificia Comisión Para América Latina, 19 de marzo de 2016).
El colonialismo ideológico
globalizante procura imponer recetas supraculturales que no respetan la
identidad de los Pueblos. Ustedes van por otro camino que es, al mismo tiempo, local
y universal. Un camino que me recuerda cómo Jesús pidió organizar a la multitud
en grupos de cincuenta para repartir el pan (Cf. Homilía en la Solemnidad de
Corpus Christi, Buenos Aires, 12 de junio de 2004).
Recién pudimos ver el video que han
presentado a modo de conclusión de este tercer Encuentro. Vimos los rostros de
ustedes en los debates sobre qué hacer frente a «la inequidad que engendra
violencia». Tantas propuestas, tanta creatividad, tanta esperanza en la voz de
ustedes que tal vez sean los que más motivos tienen para quejarse, quedar
encerrados en los conflictos, caer en la tentación de lo negativo.
Pero, sin embargo, miran hacia
adelante, piensan, discuten, proponen y actúan. Los felicito, los acompaño, les
pido que sigan abriendo caminos y luchando. Eso me da fuerza, nos da fuerza.
Creo que este dialogo nuestro, que se suma al esfuerzo de tantos millones que
trabajan cotidianamente por la justicia en todo el mundo, va echando raíces.
El terror y los muros
Sin embargo, esa germinación que es lenta, que tiene sus tiempos como toda gestación, está amenazada por la velocidad de un mecanismo destructivo que opera en el sentido contrario. Hay fuerzas poderosas que pueden neutralizar este proceso de maduración de un cambio que sea capaz de desplazar la primacía del dinero y coloque nuevamente en el centro al ser humano. Ese «hilo invisible» del que hablamos en Bolivia, esa estructura injusta que enlaza a todas las exclusiones que ustedes sufren, puede endurecerse y convertirse en un látigo, un látigo existencial que, como en el Egipto del Antiguo Testamento, esclaviza, roba la libertad, azota sin misericordia a unos y amenaza constantemente a otros, para arriar a todos como ganado hacia donde quiere el dinero divinizado.
¿Quién gobierna entonces? El dinero
¿Cómo gobierna? Con el látigo del miedo, de la inequidad, de la violencia
económica, social, cultural y militar que engendra más y más violencia en una
espiral descendente que parece no acabar jamás. ¡Cuánto dolor, cuánto miedo!
Hay -lo dije hace poco-, hay un terrorismo de base que emana del control global
del dinero sobre la tierra y atenta contra la humanidad entera. De ese
terrorismo básico se alimentan los terrorismos derivados como el
narcoterrorismo, el terrorismo de estado y lo que erróneamente algunos llaman
terrorismo étnico o religioso. Ningún pueblo, ninguna religión es terrorista.
Es cierto, hay pequeños grupos fundamentalistas en todos lados. Pero el
terrorismo empieza cuando «has desechado la maravilla de la creación, el hombre y
la mujer, y has puesto allí el dinero» (Conferencia de prensa en el Vuelo de
Regreso del Viaje Apostólico a Polonia, 31 de julio de 2016). Ese sistema es
terrorista.
Hace casi cien años, Pío XI preveía el
crecimiento de una dictadura económica mundial que él llamó «imperialismo
internacional del dinero» (Carta Enc. Quadragesimo Anno, 15 de mayo de 1931,
109). El aula en la que estamos ahora se llama “Paolo VI”, y fue Pablo VI quien
denunció hace casi cincuenta año las «nueva forma abusiva de dictadura
económica en el campo social, cultural e incluso político» (Carta Ap.
Octogesima adveniens, 14 de mayo de 1971, 44). Son palabras duras pero justas
de mis antecesores que avizoraron el futuro. La Iglesia y los profetas dijeron,
hace milenios, lo que tanto escandaliza que repita el Papa en este tiempo
cuando todo aquello alcanza expresiones inéditas. Toda la doctrina social de la
Iglesia y el magisterio de mis antecesores se rebelan contra el ídolo-dinero
que reina en lugar de servir, tiraniza y aterroriza a la humanidad.
Ninguna tiranía se sostiene sin
explotar nuestros miedos. De ahí que toda tiranía sea terrorista. Y cuando ese
terror, que se sembró en las periferias con masacres, saqueos, opresión e
injusticia, explota en los centros con distintas formas de violencia, incluso
con atentados odiosos y cobardes, los ciudadanos que aún conservan algunos
derechos son tentados con la falsa seguridad de los muros físicos o sociales.
Muros que encierran a unos y destierran a otros. Ciudadanos amurallados,
aterrorizados, de un lado; excluidos, desterrados, más aterrorizados todavía,
del otro. ¿Es esa la vida que nuestro Padre Dios quiere para sus hijos?
Al miedo se lo alimenta, se lo
manipula… Porque el miedo, además de ser un buen negocio para los mercaderes de
armas y de muerte, nos debilita, nos desequilibra, destruye nuestras defensas
psicológicas y espirituales, nos anestesia frente al sufrimiento ajeno y al
final nos hace crueles. Cuando escuchamos que se festeja la muerte de un joven
que tal vez erró el camino, cuando vemos que se prefiere la guerra a la paz,
cuando vemos que se generaliza la xenofobia, cuando constatamos que ganan
terreno las propuestas intolerantes; detrás de esa crueldad que parece
masificarse está el frío aliento del miedo. Les pido que recemos por todos los
que tienen miedo, recemos para que Dios les dé el valor y que en este año de la
misericordia podamos ablandar nuestros corazones. La misericordia no es fácil,
no es fácil… requiere coraje. Por eso Jesús nos dice: «No tengan miedo» (Mt
14,27), pues la misericordia es el mejor antídoto contra el miedo. Es mucho
mejor que los antidepresivos y los ansiolíticos. Mucho más eficaz que los
muros, las rejas, las alarmas y las armas. Y es gratis: es un don de Dios.
Queridos hermanos y hermanas: todos
los muros caen. No nos dejemos engañar. Como han dicho ustedes: «Sigamos
trabajando para construir puentes entre los pueblos, puentes que nos permitan
derribar los muros de la exclusión y la explotación» (Documento Conclusivo del
II Encuentro Mundial de los Movimientos Populares, 11 de julio de 2015, Cruz de
la Sierra, Bolivia). Enfrentemos el Terror con Amor.
El amor y los puentes
Un día como hoy, un sábado, Jesús hizo dos cosas que, nos dice el Evangelio, precipitaron la conspiración para matarlo. Pasaba con sus discípulos por un campo, un sembradío. Los discípulos tenían hambre y comieron las espigas. Nada se nos dice del «dueño» de aquel campo… subyacía el destino universal de los bienes. Lo cierto es que frente al hambre, Jesús priorizó la dignidad de los hijos de Dios sobre una interpretación formalista, acomodaticia e interesada de la norma. Cuando los doctores de la ley se quejaron con indignación hipócrita, Jesús les recordó que Dios quiere amor y no sacrificios, y les explicó que el sábado está hecho para el ser humano y no el ser humano para el sábado (cf. Mc 2,27). Enfrentó al pensamiento hipócrita y suficiente con la inteligencia humilde del corazón (cf. Homilía, I Congreso de Evangelización de la Cultura, Buenos Aires, 3 de noviembre de 2006), que prioriza siempre al ser humano y rechaza que determinadas lógicas obstruyan su libertad para vivir, amar y servir al prójimo.
Y después, ese mismo día, Jesús hizo
algo «peor», algo que irritó aún más a los hipócritas y soberbios que lo
estaban vigilando porque buscaban alguna excusa para atraparlo. Curó la mano
atrofiada de un hombre. La mano, ese signo tan fuerte del obrar, del trabajo.
Jesús le devolvió a ese hombre la capacidad de trabajar y con ello le devolvió
la dignidad. Cuántas manos atrofiadas, cuantas personas privadas de la dignidad
del trabajo, porque los hipócritas para defender sistemas injustos, se oponen a
que sean sanadas. A veces pienso que cuando ustedes, los pobres organizados, se
inventan su propio trabajo, creando una cooperativa, recuperando una fábrica
quebrada, reciclando el descarte de la sociedad de consumo, enfrentando las
inclemencias del tiempo para vender en una plaza, reclamando una parcela de
tierra para cultivar y alimentar a los hambrientos, están imitando a Jesús
porque buscan sanar, aunque sea un poquito, aunque sea precariamente, esa
atrofia del sistema socioeconómico imperante que es el desempleo. No me extraña
que a ustedes también a veces los vigilen o los persigan y tampoco me extraña
que a los soberbios no les interese lo que ustedes digan.
Jesús, ese sábado, se jugó la vida
porque después de sanar esa mano, fariseos y herodianos (cf. Mc 3,6), dos
partidos enfrentados entre sí, que temían al pueblo y también al imperio,
hicieron sus cálculos y se confabularon para matarlo. Sé que muchos de ustedes
se juegan la vida. Sé que algunos no están hoy acá porque se jugaron la vida…
pero no hay mayor amor que dar la vida. Eso nos enseña Jesús.
Las «3-T», ese grito de ustedes que
hago mío, tiene algo de esa inteligencia humilde pero a la vez fuerte y
sanadora. Un proyecto-puente de los pueblos frente al proyecto-muro del dinero.
Un proyecto que apunta al desarrollo humano integral. Algunos saben que nuestro
amigo el Cardenal Turkson preside ahora el Dicasterio que lleva ese nombre:
Desarrollo Humano Integral. Lo contrario al desarrollo, podría decirse, es la
atrofia, la parálisis. Tenemos que ayudar para que el mundo se sane de su
atrofia moral. Este sistema atrofiado puede ofrecer ciertos implantes
cosméticos que no son verdadero desarrollo: crecimiento económico, avances
técnicos, mayor «eficiencia» para producir cosas que se compran, se usan y se
tiran englobándonos a todos en una vertiginosa dinámica del descarte… pero no
permite el desarrollo del ser humano en su integralidad, el desarrollo que no
se reduce al consumo, que no se reduce al bienestar de pocos, que incluye a
todos los pueblos y personas en la plenitud de su dignidad, disfrutando
fraternalmente de la maravilla de la Creación. Ese es el desarrollo que
necesitamos: humano, integral, respetuoso de la Creación.
Bancarrota y salvataje
Queridos hermanos, quiero compartir con ustedes algunas reflexiones sobre otros dos temas que, junto a las «3-T» y la ecología integral, fueron centrales en sus debates de los últimos días y son centrales en este tiempo histórico.
Sé que dedicaron una jornada al drama
de los emigrantes, refugiados y desplazados. ¿Qué hacer frente a esta tragedia?
En el Dicasterio que tiene a su cargo el Cardenal Turkson hay un departamento
para la atención de estas situaciones. Decidí que, al menos por un tiempo, ese
departamento dependa directamente del Pontífice, porque aquí hay una situación
oprobiosa, que sólo puedo describir con una palabra que me salió
espontáneamente en Lampedusa: vergüenza.
Allí, como también en Lesbos, pude
sentir de cerca el sufrimiento de tantas familias expulsadas de su tierra por
razones económicas o violencias de todo tipo, multitudes desterradas –lo he
dicho frente a las autoridades de todo el mundo– como consecuencia de un
sistema socioeconómico injusto y de conflictos bélicos que no buscaron, que no
crearon quienes hoy padecen el doloroso desarraigo de su suelo patrio sino más
bien muchos de aquellos que se niegan a recibirlos.
Hago mías las palabras de mi hermano
el Arzobispo Jerónimo de Grecia: «Quien ve los ojos de los niños que
encontramos en los campos de refugiados es capaz de reconocer de inmediato, en
su totalidad, la “bancarrota” de la humanidad» (Discurso en el Campo de
refugiados de Moria, Lesbos, 16 de abril de 2016) ¿Qué le pasa al mundo de hoy
que, cuando se produce la bancarrota de un banco de inmediato aparecen sumas
escandalosas para salvarlo, pero cuando se produce esta bancarrota de la
humanidad no hay casi ni una milésima parte para salvar a esos hermanos que
sufren tanto? Y así el Mediterráneo se ha convertido en un cementerio, y no
sólo el Mediterráneo… tantos cementerios junto a los muros, muros manchados de
sangre inocente.
El miedo endurece el corazón y se
transforma en crueldad ciega que se niega a ver la sangre, el dolor, el rostro
del otro. Lo dijo mi hermano el Patriarca Bartolomé: «Quien tiene miedo de
vosotros no os ha mirado a los ojos. Quien tiene miedo de vosotros no ha visto
vuestros rostros. Quien tiene miedo no ve a vuestros hijos. Olvida que la
dignidad y la libertad trascienden el miedo y la división. Olvida que la
migración no es un problema de Oriente Medio y del norte de África, de Europa y
de Grecia. Es un problema del mundo» (Discurso en el Campo de refugiados de
Moria, Lesbos, 16 de abril de 2016).
Es, en verdad, un problema del mundo.
Nadie debería verse obligado a huir de su Patria. Pero el mal es doble cuando,
frente a esas circunstancias terribles, el emigrante se ve arrojado a las
garras de los traficantes de personas para cruzar las fronteras y es triple si
al llegar a la tierra donde creyó que iba a encontrar un futuro mejor, se lo
desprecia, se lo explota e incluso se lo esclaviza. Esto se puede ver en
cualquier rincón de cientos de ciudades.
Les pido a ustedes que hagan todo lo
que puedan y nunca se olviden que Jesús, María y José experimentaron también la
condición dramática de los refugiados. Les pido que ejerciten esa solidaridad
tan especial que existe entre los que han sufrido. Ustedes saben recuperar
fábricas de las bancarrotas, reciclar lo que otros tiran, crear puestos de
trabajo, labrar la tierra, construir viviendas, integrar barrios segregados y reclamar
sin descanso como esa viuda del Evangelio que pide justicia insistentemente
(cf. Lc 18,1-8). Tal vez con su ejemplo y su insistencia, algunos Estados y
Organismos internacionales abran los ojos y adopten las medidas adecuadas para
acoger e integrar plenamente a todos los que, por una u otra circunstancia,
buscan refugio lejos de su hogar. Y también para enfrentar las causas profundas
por las que miles de hombres, mujeres y niños son expulsados cada día de su
tierra natal.
Dar el ejemplo y reclamar es una forma
de meterse en política y eso me lleva al segundo eje que debatieron en su
Encuentro: la relación entre pueblo y democracia. Una relación que debería ser
natural y fluida pero que corre el peligro de desdibujarse hasta ser
irreconocible. La brecha entre los pueblos y nuestras formas actuales de
democracia se agranda cada vez más como consecuencia del enorme poder de los
grupos económicos y mediáticos que parecieran dominarlas. Los movimientos
populares, lo sé, no son partidos políticos y déjenme decirles que, en gran
medida, en eso radica su riqueza, porque expresan una forma distinta, dinámica
y vital de participación social en la vida pública. Pero no tengan miedo de
meterse en las grandes discusiones, en Política con mayúscula y cito de nuevo a
Pablo VI: «La política ofrece un camino serio y difícil―aunque no el único―para
cumplir el deber grave que cristianos y cristianas tienen de servir a los
demás» (Lett. Ap. Octogesima adveniens, 14 de mayo 1971, 46).
Quisiera señalar dos riesgos que giran
en torno a la relación entre los movimientos populares y la política: el riesgo
de dejarse encorsetar y el riesgo de dejarse corromper.
Primero, no dejarse encorsetar, porque
algunos dicen: la cooperativa, el comedor, la huerta agroecológica, el
microemprendimiento, el diseño de los planes asistenciales… hasta ahí está
bien. Mientras se mantengan en el corsé de las «políticas sociales», mientras
no cuestionen la política económica o la política con mayúscula, se los tolera.
Esa idea de las políticas sociales concebidas como una política hacia los
pobres pero nunca con los pobres, nunca de los pobres y mucho menos inserta en
un proyecto que reunifique a los pueblos a veces me parece una especie de
volquete maquillado para contener el descarte del sistema. Cuando ustedes,
desde su arraigo a lo cercano, desde su realidad cotidiana, desde el barrio,
desde el paraje, desde la organización del trabajo comunitario, desde las
relaciones persona a persona, se atreven a cuestionar las «macrorelaciones»,
cuando chillan, cuando gritan, cuando pretenden señalarle al poder un planteo
más integral, ahí ya no se los tolera tanto porque se están saliendo del corsé,
se están metiendo en el terreno de las grandes decisiones que algunos pretenden
monopolizar en pequeñas castas. Así la democracia se atrofia, se convierte en
un nominalismo, una formalidad, pierde representatividad, se va desencarnando
porque deja afuera al pueblo en su lucha cotidiana por la dignidad, en la
construcción de su destino.
Ustedes, las organizaciones de los
excluidos y tantas organizaciones de otros sectores de la sociedad, están
llamados a revitalizar, a refundar las democracias que pasan por una verdadera
crisis. No caigan en la tentación del corsé que los reduce a actores
secundarios, o peor aún, a meros administradores de la miseria existente. En
estos tiempos de parálisis, de desorientación y propuestas destructivas, la
participación protagónica de los pueblos que buscan el bien común puede vencer,
con la ayuda de Dios, a los falsos profetas que explotan el miedo y la
desesperanza, que venden fórmulas mágicas de odio y crueldad o de un bienestar
egoísta y una seguridad ilusoria.
Sabemos que «mientras no se resuelvan
radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta
de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas
estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y en
definitiva ningún problema. La inequidad es raíz de los males sociales»
(Exhort. ap. postsin. Evangelii gaudium, 202). Por eso, lo dije y lo repito:
«El futuro de la humanidad no está únicamente en manos de los grandes
dirigentes, las grandes potencias y las elites. Está fundamentalmente en manos
de los pueblos, en su capacidad de organizarse y también en sus manos que riegan
con humildad y convicción este proceso de cambio» (Discurso en el Segundo
Encuentro mundial de los Movimientos Populares, Santa Cruz de la Sierra,
Bolivia, 9 de julio de 2015). La Iglesia también puede y debe, sin pretender el
monopolio de la verdad, pronunciarse y actuar especialmente frente a
«situaciones donde se tocan las llagas y el sufrimiento dramático, y en las
cuales están implicados los valores, la ética, las ciencias sociales y la fe»
(Discurso a la Cumbre de Jueces y Magistrados contra el Tráfico de Personas y
el Crimen Organizado, Vaticano, 3 de junio de 2016).
El segundo riesgo, les decía, es
dejarse corromper. Así como la política no es un asunto de los «políticos», la
corrupción no es un vicio exclusivo de la política. Hay corrupción en la
política, hay corrupción en las empresas, hay corrupción en los medios de
comunicación, hay corrupción en las iglesias y también hay corrupción en las
organizaciones sociales y los movimientos populares. Es justo decir que hay una
corrupción naturalizada en algunos ámbitos de la vida económica, en particular
la actividad financiera, y que tiene menos prensa que la corrupción
directamente ligada al ámbito político y social. Es justo decir que muchas
veces se manipulan los casos de corrupción con malas intenciones. Pero también
es justo aclarar que quienes han optado por una vida de servicio tienen una
obligación adicional que se suma a la honestidad con la que cualquier persona
debe actuar en la vida. La vara es más alta: hay que vivir la vocación de servir
con un fuerte sentido de austeridad y humildad. Esto vale para los políticos
pero también vale para los dirigentes sociales y para nosotros, los pastores.
A cualquier persona que tenga
demasiado apego por las cosas materiales o por el espejo, a quien le gusta el
dinero, los banquetes exuberantes, las mansiones suntuosas, los trajes
refinados, los autos de lujo, le aconsejaría que se fije qué está pasando en su
corazón y rece para que Dios lo libere de estas ataduras. Pero, parafraseando
al ex presidente latinoamericano que está por acá, el que tenga afición por
todas esas cosas, por favor, que no se meta en política, que no se meta en una
organización social o en un movimiento popular, porque va a hacer mucho daño a
sí mismo y al prójimo y va a manchar la noble causa que enarbola.
Frente a la tentación de la
corrupción, no hay mejor antídoto que la austeridad; y practicar la austeridad
es, además, predicar con el ejemplo. Les pido que no subestimen el valor del
ejemplo porque tiene más fuerza que mil palabras, que mil volantes, que mil
likes, que mil retweets, que mil videos de youtube. El ejemplo de una vida
austera al servicio del prójimo es la mejor forma de promover el bien común y
el proyecto-puente de las 3-T. Les pido a los dirigentes que no se cansen de
practicar la austeridad y les pido a todos que exijan a los dirigentes esa
austeridad, la cual –por otra parte– los hará muy felices. Queridos hermanas y
hermanos, la corrupción, la soberbia, el
exhibicionismo de los dirigentes aumenta el descreimiento colectivo, la
sensación de desamparo y retroalimenta el mecanismo del miedo que sostiene este
sistema inicuo.
Quisiera, para finalizar, pedirles que
sigan enfrentando el miedo con una vida de servicio, solidaridad y humildad en
favor de los pueblos y en especial de los que más sufren. Se van a equivocar
muchas veces, todos nos equivocamos, pero si perseveramos en este camino, más
temprano que tarde, vamos a ver los frutos. E insisto, contra el terror, el
mejor antídoto es el amor. El amor todo lo cura. Algunos saben que después del
Sínodo de la familia escribí Amoris Laetitia, un documento sobre el amor en la
familia de cada uno, pero también en esa otra familia que es el barrio, la
comunidad, el pueblo, la humanidad. Uno de ustedes me pidió distribuir un cuadernillo
que contiene un fragmento del capítulo cuarto de ese documento. Creo que se los
van a entregar a la salida. Va entonces con mi bendición. Allí hay algunos
«consejos útiles» para practicar el más importante de los mandamientos de
Jesús.
En Amoris Laetitia cito a un fallecido
dirigente afroamericano, Martin Luther King, el cual volvía a optar por el amor
fraterno aun en medio de las peores persecuciones y humillaciones. Quiero
recordarlo hoy con ustedes: «Cuando te elevas al nivel del amor, de su gran
belleza y poder, lo único que buscas derrotar es los sistemas malignos. A las
personas atrapadas en ese sistema, las amas, pero tratas de derrotar ese
sistema […] Odio por odio sólo intensifica la existencia del odio y del mal en
el universo. Si yo te golpeo y tú me golpeas, y te devuelvo el golpe y tú me lo
devuelves, y así sucesivamente, es evidente que se llega hasta el infinito.
Simplemente nunca termina. En algún lugar, alguien debe tener un poco de
sentido, y esa es la persona fuerte. La persona fuerte es la persona que puede
romper la cadena del odio, la cadena del mal». Esto Luther King lo dijo en
1957.
Les agradezco nuevamente su presencia.
Les agradezco su trabajo. Quiero pedirle a nuestro Padre Dios que los acompañe
y los bendiga, que los colme de su amor y los defienda en el camino dándoles
abundantemente esa fuerza que nos mantiene en pie y nos da coraje para romper
la cadena del odio: esa fuerza es la esperanza.
Les pido por favor que recen por mí y
los que no pueden rezar, ya saben, piénsenme bien y mándenme buena onda.
Gracias.
06.11.16
El Papa advierte sobre la indiferencia y complicidad en la
trata de personas
El Santo Padre
recibe a los participantes de la II Asamblea de “RENATE”, (Religious in Europe
Networking Against Trafficking and Exploitation) sobre el tema: “Terminar con
el tráfico empieza con nosotros”
7 noviembre 2016
Ciudad del Vaticano).- Uno de los desafíos
en la sensibilización, educación y coordinación sobre la trata de personas, es
una “cierta indiferencia e incluso complicidad”, “una tendencia por parte de
muchos a mirar hacia otro lado” mientras que “poderosos intereses económicos y
redes criminales trabajan”. Lo advierte el papa Francisco en su encuentro con
los participantes de la II Asamblea de “RENATE”, (Religious in Europe
Networking Against Trafficking and Exploitation) sobre el tema: “Terminar con
el tráfico empieza con nosotros” que se celebra en Roma del 6 al 12 de
noviembre.
En su discurso, el Papa ha hecho
referencia al Jubileo de la Misericordia, y ha explicado que “en este tiempo de
gracia, todos somos invitados a entrar más profundamente en el misterio de la
misericordia de Dios” y a “llevar el bálsamo de esta misericordia a las muchas
heridas presentes en el mundo”.
Así, ha indicado que una de las
heridas abiertas más dolorosas es “la trata de seres humanos”, una “forma
moderna de esclavitud” que “viola la dignidad, don de Dios, en muchos de
nuestros hermanos y hermanas” y constituye “un verdadero crimen contra la
humanidad”.
El Santo Padre ha reconocido que
mientras que se ha hecho mucho para conocer “la gravedad y la extensión del
fenómeno” queda mucho más que hacer para “alcanzar el nivel de conciencia en la
opinión pública” y para establecer una mejor coordinación de esfuerzos por
parte de los “gobiernos, de las autoridades jurídicas, de las legislativas y de
los trabajadores sociales”.
El Santo Padre ha expresado a los
presentes su aprecio por su “compromiso para que crezca la conciencia social
sobre la dimensión de esta plaga” que “golpea especialmente a las mujeres y a
los niños”. Del mismo modo les ha dado las gracias por su “fiel testimonio al
Evangelio de la misericordia” como se ha demostrado “por vuestro compromiso en
la recuperación y la rehabilitación de las víctimas”.
Por otro lado, ha reconocido también
la contribución específica ofrecida por mujeres “en el acompañar otras mujeres
y niños en un profundo y personal itinerario de sanación y de reintegración”.
Finalmente, el Pontífice se ha
mostrado confiado en que el compartir experiencias, conocimientos y
competencias contribuya “a un testimonio más eficaz del Evangelio en una de las
periferias más grandes de nuestra sociedad contemporánea”.
08.11.16
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