21 d’ag. 2019

PAPA - AUDIENCIAS


Compartir”, la verdadera señal de que tu corazón se ha convertido – Catequesis completa

Poner en comunión”


( 21 agosto 2019).- “El vínculo con Cristo establece un vínculo entre hermanos que converge y se expresa también en la comunión de bienes materiales”, ha recordado el Papa Francisco esta mañana en la audiencia general.
La señal de que tu corazón se ha convertido es cuando la conversión llega a tus bolsillos, cuánto toca tu propio interés: allí es donde ves si uno es generoso con los demás, si uno ayuda a los más débiles, a los más pobres: cuando la conversión llega allí, asegúrate de que es una verdadera conversión”, ha reflexionado el Santo Padre.
Tras una pausa en las audiencia generales el pasado 14 de agosto, el Pontífice ha continuado hoy, 21 de agosto de 2019, el ciclo de catequesis sobre los Hechos de los Apóstoles. Como es habitual en el mes de agosto, la audiencia se ha celebrado en el aula Pablo VI, debido al intenso calor en Roma.

Catequesis del Papa Francisco
La comunidad cristiana nace del derramamiento sobreabundante del Espíritu Santo y crece gracias al fermento del compartir entre hermanos y hermanas en Cristo. Hay un dinamismo de solidaridad que construye la Iglesia como familia de Dios, donde la experiencia de la koinonia es central. ¿Qué quiere decir esta palabra rara? Es una palabra griega que significa “poner en comunión”, “compartir”, ser como una comunidad, no aislada. Esta es la experiencia de la primera comunidad cristiana, es decir, compartir, “compartir”, “comunicar, participar”, no aislarse.

En la Iglesia de sus orígenes, esta koinonia, esta comunidad se refiere sobre todo a la participación en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Por eso, cuando comulgamos decimos “nos comunicamos”, entramos en comunión con Jesús y desde esta comunión con Jesús llegamos a la comunión con nuestros hermanos y hermanas. Y esta comunión con el Cuerpo y la Sangre de Cristo que se realiza en la Santa Misa se traduce en unión fraterna, y por tanto también en lo que nos resulta más difícil: poner en común nuestros bienes y recoger dinero para la colecta en favor de la Iglesia Madre de Jerusalén (cf. Rom 12, 13; 2 Cor 8-9) y de las demás Iglesias.
Si queréis saber si sois buenos cristianos debéis orar, tratad de acercaros a la comunión, el sacramento de la reconciliación. Pero la señal de que tu corazón se ha convertido es cuando la conversión llega a tus bolsillos, cuánto toca tu propio interés: allí es donde ves si uno es generoso con los demás, si uno ayuda a los más débiles, a los más pobres: cuando la conversión llega allí, asegúrate de que es una verdadera conversión. Si se queda sólo en palabras, no es una buena conversión.
La vida eucarística, las oraciones, la predicación de los Apóstoles y la experiencia de comunión (cf. Hch 2,42) hacen de los creyentes una multitud de personas que tienen -dice el Libro de los Hechos de los Apóstoles- “un solo corazón y una sola alma” y que no consideran su propiedad como lo que poseen, sino que lo tienen todo en común (cf. Hch 4,32). Es un modelo de vida tan fuerte que nos ayuda a ser generosos y no mezquinos.
Por eso, “ninguno de ellos […] tenía necesidad, porque los que poseían -dice el Libro- campos o casas los vendían, traían el producto de lo que se había vendido y lo ponían a los pies de los apóstoles; luego se repartía a cada uno según su necesidad” (Hch 4,34-35). La Iglesia siempre ha tenido este gesto de cristianos que se despojaban de las cosas que tenían de más, de las cosas que no eran necesarias para dar a los necesitados. Y no sólo dinero, sino tiempo. ¡Cuántos cristianos –ustedes, por ejemplo, aquí en Italia–, cuántos cristianos hacen voluntariado! ¡Esto es hermoso! Es comunión, compartir mi tiempo con los demás, ayudar a los necesitados. Y así, el voluntariado, las obras de caridad, las visitas a los enfermos; se presta siempre a compartir con los demás, y no sólo buscar nuestro propio interés.
La comunidad, o koinonia, se convierte así en el nuevo modo de relación entre los discípulos del Señor. Los cristianos experimentan una nueva forma de estar entre ellos, de comportarse. Y es el modo cristiano adecuado, hasta el punto de que los paganos miraban a los cristianos y decían: “¡Mirad cómo se aman!”. El amor era el camino. Pero no el amor a las palabras, no el amor falso: el amor a las obras, a ayudarse unos a otros, el amor concreto, la concreción del amor.
El vínculo con Cristo establece un vínculo entre hermanos que converge y se expresa también en la comunión de bienes materiales. Sí, esta forma de estar juntos, este amor llega a tus bolsillos, llega incluso a despojarte del impedimento del dinero para dárselo a los demás, yendo en contra de tus propios intereses. Ser miembros del Cuerpo de Cristo hace que los creyentes sean corresponsables unos de otros. Ser creyentes en Jesús nos hace a todos corresponsables los unos de los otros. “Pero mira eso, el problema que tiene, no me importa, es asunto suyo”. No, entre los cristianos no podemos decir: “Pobre, tiene un problema en casa, está pasando por esta dificultad familiar”. Yo debo rezar, lo llevo conmigo, no soy indiferente. Esto es ser cristiano.Por eso los fuertes apoyan a los débiles (cf. Rom)y nadie experimenta la pobreza que humilla y desfigura la dignidad humana, porque viven esta comunidad: tener el corazón en común. Se aman el uno al otro. Esta es la señal: amor concreto.
Santiago, Pedro y Juan, que son los tres apóstoles como las “columnas” de la Iglesia de Jerusalén, establecen comunitariamente que Pablo y Bernabé evangelizan a los paganos mientras ellos evangelizan a los judíos, y simplemente piden a Pablo y Bernabé, una condición: no olvidar a los pobres, recordar a los pobres (cfr. Gal 2, 9-10). No sólo los pobres materiales, sino también los pobres espirituales, las personas que tienen problemas y necesitan nuestra cercanía. El cristiano siempre parte de sí mismo, de su propio corazón, y se acerca a los demás como Jesús se acercó a nosotros. Esta es la primera comunidad cristiana.
Un ejemplo concreto del compartir y de la comunión de bienes nos viene del testimonio de Bernabé: posee un campo y lo vende para entregarlo a los Apóstoles (cf. Hch 4, 36-37). Pero junto a su ejemplo positivo aparece otro tristemente negativo: Ananías y su esposa Saffira, vendieron un terreno, decidieron entregar sólo una parte a los Apóstoles y guardar la otra para sí mismos (cf. Hch 5,1-2). Este engaño rompe la cadena del compartir libre, sereno, desinteresado y las consecuencias son trágicas, fatales (Hch 5,5.10). El apóstol Pedro desenmascara la mala conducta de Ananías y de su esposa y le dice: “¿Por qué llenó Satanás tu corazón, para que mintieras al Espíritu Santo y guardaras una parte de las ganancias del campo? […] No habéis mentido a los hombres, sino a Dios” (Hch 5:3-4). Podríamos decir que Ananías mintió a Dios por una conciencia aislada, una conciencia hipócrita, es decir, por una pertenencia eclesial “negociada”, parcial y oportunista.
La hipocresía es el peor enemigo de esta comunidad cristiana, de este amor cristiano: fingir que nos amamos unos a otros, pero sólo buscando el propio interés. Fallar en la sinceridad de compartir, de hecho, o fallar en la sinceridad del amor, es cultivar la hipocresía, distanciarse de la verdad, volverse egoísta, apagar el fuego de la comunión y destinarse al frío de la muerte interior. Los que se comportan así pasan por la Iglesia como turistas. Hay muchos turistas en la Iglesia que están siempre de paso, pero nunca entran en la Iglesia: es el turismo espiritual el que les hace creer que son cristianos, mientras que sólo son turistas de las catacumbas.
No, no debemos ser turistas en la Iglesia, sino hermanos entre nosotros. Una vida basada sólo en el beneficio y el aprovechamiento de las situaciones en detrimento de los demás, inevitablemente causa la muerte interior. Y cuánta gente dice estar cerca de la Iglesia, ser amigos de los sacerdotes, obispos, buscando sólo su propio interés. ¡Estas son las hipocresías que destruyen a la Iglesia! El Señor –lo pido por todos nosotros– derrame sobre nosotros su Espíritu de ternura, que supera toda hipocresía y pone en circulación esa verdad que alimenta la solidaridad cristiana, que lejos de ser una actividad de asistencia social, es la expresión indispensable de la naturaleza de la Iglesia, la tierna madre de todos, especialmente de los más pobres.
22.08.19



Francisco se une al recuerdo de la trata de esclavos y de su abolición
En el Día Internacional de las víctimas



(23 agosto 2019).- “Todos hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios y tenemos la misma dignidad. Detengamos la esclavitud!” ha escrito el Papa Francisco en Twitter esta mañana, 23 de agosto de 2019, con motivo del Día Internacional del Recuerdo de la Trata de Esclavos, establecido por la Organización de Naciones Unidas.
La madrugada del 22 al 23 de agosto se conmemora el aniversario de la insurrección, en 1791, de los hombres y mujeres sometidos a la esclavitud en Santo Domingo, la parte occidental de la isla de La Española que, al proclamar su independencia, recuperó su nombre amerindio original: Haití.
Esta revuelta comporta una reivindicación universal de libertad, que va más allá de cualquier límite de tiempo y espacio. “Apela a toda la humanidad, sin distinción de origen ni de religión, y sigue resonando hoy con la misma fuerza”, propone la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).
Mediante el Día Internacional del Recuerdo de la Trata de Esclavos y de su Abolición, la UNESCO desea recordar la importancia fundamental de la transmisión de la historia para poner de relieve la lucha contra todas las formas de opresión y racismo que existen en la actualidad.
En el camino de la paz y la dignidad
El efecto expansivo que provocó la revuelta de 1791 ha marcado el curso de las luchas de liberación de los pueblos y de los movimientos de defensa de los derechos humanos y civiles desde hace más de 200 años. Cristaliza los desafíos, los conceptos y los principios que es imprescindible conocer en la lucha actual contra la esclavitud moderna y la trata de personas. “Creemos que la enseñanza de esta historia puede colocar a los ciudadanos de mañana en el camino de la paz y la dignidad”, indica la organización internacional.
La directora general de la UNESCO indica que este 23 de agosto se honra la memoria de los hombres y mujeres que, en 1791 en Santo Domingo, se  sublevaron y allanaron el camino para poner fin a la esclavitud y la deshumanización.
“A través de ellos –aclara– rendimos tributo a su memoria y a la de todas las demás víctimas de la esclavitud. (…) Para  extraer enseñanzas de esa historia, debemos poner al  descubierto ese sistema, deconstruir los mecanismos retóricos y pseudocientíficos utilizados para justificarlo y negarnos a aceptar cualquier concesión o apología que por sí misma conduzca a comprometer los principios. Esa lucidez es el requisito fundamental para la reconciliación de la memoria y la lucha contra todas las formas actuales de  esclavitud, que  siguen  afectando  a  millones  de  personas,  en  particular  a  mujeres y niños”.
24.08.19




Papa Francisco: “El amor es exigente siempre, requiere compromiso”

Palabras del Papa antes del Ángelus


( 25 agosto 2019).- “Para salvarse, es necesario amar a Dios y al prójimo, ¡y esto no es cómodo! Es una ‘puerta estrecha’ porque es exigente, el amor es exigente siempre, requiere compromiso, es decir, ‘esfuerzo’, es decir, la voluntad firme y decisiva para vivir según el Evangelio”, ha indicado el Papa Francisco.
El Santo Padre ha rezado el Ángelus este domingo, 25 de agosto de 2019, desde el balcón del Palacio Apostólico, dirigido a los visitantes y peregrinos que se encontraban en la plaza de San Pedro. Como de costumbre, el Pontífice ha comentado el Evangelio antes de rezar la oración.
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Palabras del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de hoy (cf. Lc 13, 22-30) nos presenta a Jesús, que pasa enseñando por ciudades y pueblos, en su camino hacia Jerusalén, donde sabe que debe morir en la cruz por la salvación de todos nosotros. En este contexto, se inserta la pregunta de tal persona, que se vuelve hacia él y le dice: “Señor, ¿son pocos los que son se salvan?” (v. 23).
La cuestión era debatida en aquel tiempo –cuantos se salvan, cuantos no…– y había diferentes maneras de interpretar las Escrituras al respecto, dependiendo de los textos que tomaran. Pero Jesús invierte la pregunta, –que se centra más en la cantidad, “¿son pocos?”– y en cambio, coloca la respuesta en el plano de la responsabilidad, invitándonos a hacer buen uso del tiempo presente. En efecto dice: Esfuércense por entrar por la puerta estrecha, porque muchos intentarán entrar pero no lo conseguirán.
Con estas palabras, Jesús deja claro que no se trata de una cuestión de número, ¡no hay un “número cerrado” en el Paraíso! Se trata de cruzar el pasaje derecho ahora mismo, y este pasaje derecho es para todos, pero es estrecho. Ese es el problema. Jesús no quiere engañarnos, diciendo: “Sí, estad tranquilos, es fácil, hay una bonita autopista y una gran puerta en la parte inferior…”. No nos dice eso. Nos habla de la puerta estrecha. Nos dice las cosas como son: el pasaje es estrecho.
¿En qué sentido? En el sentido de que para salvarse, es necesario amar a Dios y al prójimo, ¡y esto no es cómodo! Es una “puerta estrecha” porque es exigente, el amor es exigente siempre, requiere compromiso, es decir, “esfuerzo”, es decir, la voluntad firme y decisiva para vivir según el Evangelio. San Pablo lo llama “la buena batalla de la fe” (1 Tim 6, 12). Se necesita el esfuerzo de todos los días, de cada día, para amar a Dios y al prójimo.
Y, para explicarse mejor, Jesús narra una parábola. Hay un casero que representa al Señor. Su casa simboliza la vida eterna, es decir, la salvación. Y aquí vuelve la imagen de la puerta. Jesús dice: “Cuando el casero se levante y cierre la puerta, vosotros, que os habéis quedado fuera, empezaran a llamar a la puerta diciendo: “Señor, ábrenos”. Pero él les contestará: “No sé de dónde son”. (v. 25). Estas personas tratarán de hacerse reconocer, recordando al casero: “Comí contigo, bebí contigo… Escuché tus consejos, tus enseñanzas en público…”. (ver v. 26); “Yo estaba allí cuando diste esa conferencia…”. Pero el señor repetirá que no los conoce, y los llama “operadores de injusticia”. ¡Ese es el problema! El Señor nos reconocerá, no por nuestros títulos – “Pero mira, Señor, que yo pertenecía a esa asociación, que era amigo del monseñor del cardenal, del sacerdote…”. No, los títulos no cuentan, no cuentan. El Señor nos reconocerá sólo por una vida humilde y buena, una vida de fe que se traduce en las obras.
Para nosotros, los cristianos, esto significa que estamos llamados a instaurar una verdadera comunión con Jesús, orando, yendo a la Iglesia, acercándonos a los sacramentos, y alimentándonos con su Palabra. Esto nos mantiene en la fe, alimenta nuestra esperanza y reaviva la caridad y así con la gracia de Dios podemos y debemos gastar nuestra vida por el bien de nuestros hermanos, luchando contra toda forma de mal y de injusticia.
Que la Virgen María nos ayude. Ella pasó por la puerta estrecha, que es Jesús. Lo acogió con todo su corazón y lo siguió todos los días de su vida, aun cuando ella no comprendía, incluso cuando una espada atravesaba su alma. Por eso la invocamos como “Puerta del Cielo”: María, Puerta del Cielo; una puerta que sigue exactamente la forma de Jesús: la puerta del corazón de Dios, corazón exigente, pero abierto a todos nosotros.

Después  del  Àngelus


Queridos hermanos y hermanas:
Saludo a todos ustedes, romanos y peregrinos.
Saludo en particular a la comunidad del Pontificio Colegio Norteamericano, especialmente a los nuevos seminaristas recién llegados. Queridos seminaristas, los exhorto a un compromiso espiritual y a la fidelidad a Cristo, al Evangelio y al Magisterio de la Iglesia. Sin construir sobre estas columnas, será imposible edificar su vocación. Saludo a los jóvenes de Acción Católica de la diócesis de Bolonia; a los jóvenes de la Unidad Pastoral de Rovato, diócesis de Brescia; y a los de Ponte Nossa, en la diócesis de Bérgamo.
Estamos todos preocupados por los grandes incendios que se han desarrollado en el Amazonas. Recemos para que, con el compromiso de todos puedan ser domados lo antes posible. Ese pulmón de bosque es vital para nuestro planeta.
Veo que hay algunos de mis compatriotas argentinos, ¡los saludo bien!
Les deseo a todos un feliz domingo. Y por favor, no olvides rezar por mí. Que tengas un buen almuerzo y hasta la vista.
26.08.19




Católicos y valdenses: “Testimoniar a Jesús y su Evangelio de la caridad” 

Mensaje del Papa a las Iglesias Metodista y Valdense


(26 agosto 2019).- “Estamos llamados a continuar nuestro compromiso en el camino del conocimiento mutuo, la comprensión y la colaboración, a dar testimonio de Jesús y de su Evangelio de la caridad”, dice el Papa Francisco en su mensaje a las Iglesias metodista y evangelista valdense.
Escribió este mensaje de saludo con ocasión del Sínodo de las Iglesias metodista y valdense que se inauguró en Torre Pellice (Turín), Piamonte, Italia, el 25 de agosto de 2019, dijo la Santa Sede. El texto del mensaje anual fue escrito el 22 de agosto y se hizo público el domingo 25 de agosto de 2019.
El Papa dirige sus “cordiales saludos” a las Iglesias metodista y valdense, expresa su “cercanía fraterna” así como la de toda la Iglesia Católica.
Como seguidores de Cristo, escribe el Papa, podemos ofrecer respuestas comunes al sufrimiento que aflige a tanta gente, especialmente a los más pobres y débiles, y así promover la justicia y la paz”.
El Papa Francisco “ora” por todos los participantes del Sínodo “para que en estos días de encuentro, oración y reflexión” puedan “experimentar la experiencia viva del Espíritu Santo, que anima y fortalece el testimonio cristiano”.
Me uno a vosotros en vuestra oración para pedir al Señor que fortalezca también el espíritu ecuménico entre los cristianos y que fortalezca la comunión entre nuestras iglesias”, subraya el Papa.
El Pontífice concluye su mensaje expresando sus “mejores deseos” a la Asamblea sinodal de las Iglesias metodista y aldense e, “invocando la bendición del Señor”, pide a los participantes que oren por él.
27.08.19





Francisco invita los jóvenes paraguayos a “abrazarse a Jesucristo”

Clausura del Trienio de la Juventud

(27 agosto 2019).- El Papa Francisco ha animado a los jóvenes de Paraguay, en el contexto del Trienio de la Juventud, “a abrazarse a Jesucristo, que los ha llamado a ser sus amigos, para que permanezcan en Él y puedan dar muchos frutos”.
A través del cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado del Vaticano, el Santo Padre ha enviado un mensaje a monseñor Pierre Laurent Jubinville, obispo de San Pedro, en Paraguay, y responsable de la Pastoral Juvenil de Paraguay, con ocasión de la conclusión del “Trienio de la Juventud”, celebrado bajo el lema «Abrazarse a Cristo Jesús»(Jn 15 1-17).
El Pontífice ha saludado cordialmente a los organizadores y participantes en el foro que concluyó el trienio dedicado a los jóvenes de Paraguay y los exhortó a “escuchar la voz del Señor que los envía individualmente y como comunidad a ser discípulos misioneros, testigos de la Buena Noticia de la Salvación entre los más pobres”.
Con estos deseos – escribe Parolin – y a la vez que ruega que recen por él y su servicio a la Iglesia Universal, Su Santidad los encomienda a la materna intercesión de la Bienaventurada Virgen María, Nuestra Señora de la Pura y Limpia Concepción de Caacupé, y les imparte con afecto la implorada Bendición Apostólica”.
Trienio de la Juventud
Con motivo del Trienio de la Juventud, se ha celebrado en Paraguay un foro juvenil con la participación de jóvenes de todas las diócesis del país, los días 24 y 25 agosto de 2019, con el objetivo principal de “inspirar, fortalecer y consolidar el compromiso social de los jóvenes, además de reflexionar el caminar del Trienio en la Iglesia por medio del encuentro de las experiencias pastorales”.
La iniciativa de los obispos surgió en el aniversario de la visita del Papa al país, con el objetivo de combatir la corrupción y la pobreza.
El Trienio de la Juventud fue presentado durante la Misa por el aniversario de la visita del Papa Francisco a Paraguay, el 10 de julio de 2016, en la Basílica de Caacupé, monseñor Ricardo Valenzuela, presentó este proyecto ante el cardenal Beniamino Stella.
28.08.19




Obedeced a Dios en vez de a los hombres” – Catequesis completa del Papa

Ciclo de los Hechos de los Apóstoles

(28 agosto 2019).- Pedro respondió ofreciendo una clave de la vida cristiana: “Obedeced a Dios en vez de a los hombres”. Esto significa escuchar a Dios “sin reservas, sin demoras, sin cálculos; adherirnos a Él para ser capaces de hacer una alianza con Él y con aquellos que encontramos en nuestro camino”, ha explicado el Papa Francisco.
En el discurso en lengua italiana, el Papa, continuando el ciclo de catequesis sobre los Hechos de los Apóstoles, se ha centrado en el tema: “‘Cuando Pedro pasaba…’ (Hch 5, 15). Pedro, principal testimonio del Resucitado”. (Libro bíblico: De los Hechos de los Apóstoles 5, 12.15-16).
En las heridas de los enfermos –asegura el Pontífice- “está siempre la presencia de Jesús, las heridas de Jesús. Ahí está Jesús llamándonos a cada uno de nosotros a cuidarlos, a apoyarlos, a sanarlos”. Así, ha narrado que la acción sanadora de Pedro despertó el odio y la envidia de los saduceos, que encarcelaron a los apóstoles y, conmocionados por su misteriosa liberación, les prohibieron enseñar, ante lo que Pedro dio la “respuesta cristiana”: “Yo obedezco a Dios en vez de a los hombres”.
Enfermos, privilegiados del anuncio del Reino
Lleno del Espíritu de su Señor –describe el Santo Padre– Pedro pasa y, sin que él haga nada, su sombra se convierte en “caricia” sanadora, en comunicación de salud, en efusión de la ternura del Resucitado que se inclina sobre los enfermos y restaura la vida, la salvación y la dignidad. De este modo, afirma, “Dios manifiesta su cercanía y hace de las heridas de sus hijos ‘el lugar teológico de su ternura'”.
En el capítulo 5 de los Hechos –relata el Papa– la Iglesia naciente se muestra como un “hospital de campo” que acoge las personas más débiles, es decir, a los enfermos. A ojos de los apóstoles, como a los ojos de los cristianos de todas las épocas, los enfermos “son destinatarios privilegiados del feliz anuncio del Reino, son hermanos en los que Cristo está presente de modo especial, para que todos nosotros los busquemos y los encontremos”, ha indicado.
Catequesis del Papa
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
La comunidad eclesial descrita en el Libro de los Hechos de los Apóstoles vive de tanta riqueza que el Señor pone a su disposición –¡el Señor es generoso!–, experimenta un crecimiento numérico y un gran entusiasmo, a pesar de los ataques externos. Para mostrarnos esta vitalidad, Lucas, en el libro de los Hechos de los Apóstoles, señala también lugares significativos, por ejemplo el pórtico de Salomón (cf. Hch 5,12), lugar de encuentro de los creyentes. El pórtico (stoà) es una galería abierta que sirve como refugio, pero también como lugar de encuentro y testimonio. Lucas, en efecto, insiste en los signos y prodigios que acompañan a la palabra de los Apóstoles y en el cuidado especial de los enfermos a los que se dedican.
En el capítulo 5 de los Hechos, la Iglesia naciente se muestra como un “hospital de campo” que acoge las personas más débiles, es decir, a los enfermos. Su sufrimiento atrae a los Apóstoles, que no poseen “ni plata ni oro” (Hch 3,6) -como dice Pedro al lisiado-, sino que son fuertes en el nombre de Jesús. A sus ojos, como a los ojos de los cristianos de todas las épocas, los enfermos son destinatarios privilegiados del feliz anuncio del Reino, son hermanos en los que Cristo está presente de modo especial, para que todos nosotros los busquemos y los encontremos (cf. Mt 25, 36.40). Los enfermos son privilegiados para la Iglesia, para el corazón sacerdotal, para todos los fieles. No hay que descartarlos, al contrario, hay que curarlos, cuidarlos: son el objeto de la preocupación cristiana.
Entre los apóstoles emerge Pedro, que tiene preeminencia en el grupo apostólico por el primado (cf. Mt 16, 18) y la misión recibida del Resucitado (cf. Jn 21, 15-17). Es él quien da luz verde a la predicación del kerigma el día de Pentecostés (cf. Hch 2, 14-41) y quien, en el Concilio de Jerusalén, desempeñará un papel principal (cf. Hch 15 y Gál 2, 1-10).
Pedro se acerca a las camillas y pasa entre los enfermos, como lo hizo Jesús, asumiendo enfermedades y dolencias (cf. Mt 8,17; Is 53,4). Y Pedro, el pescador de Galilea, pasa, pero deja que se manifieste otro: ¡que sea el Cristo vivo y obrero! El testigo, en efecto, es el que manifiesta a Cristo, tanto de palabra como en presencia del cuerpo, lo que le permite relacionarse y ser una extensión del Verbo hecho carne en la historia. Pedro es el que hace las obras del Maestro (cf. Jn 14,12): mirándolo con fe, se ve a Cristo mismo. Lleno del Espíritu de su Señor, Pedro pasa y, sin que él haga nada, su sombra se convierte en “caricia” sanadora, en comunicación de salud, en efusión de la ternura del Resucitado que se inclina sobre los enfermos y restaura la vida, la  salvación y la dignidad. De este modo, Dios manifiesta su cercanía y hace de las heridas de sus hijos “el lugar teológico de su ternura” (Homilía matutina, Santa Marta, 14.12.2017). En las heridas de los enfermos, en las enfermedades que impiden avanzar en la vida, está siempre la presencia de Jesús, las heridas de Jesús. Ahí está Jesús llamándonos a cada uno de nosotros a cuidarlos, a apoyarlos, a sanarlos. La acción sanadora de Pedro despertó el odio y la envidia de los saduceos, que encarcelaron a los apóstoles y, conmocionados por su misteriosa liberación, les prohibieron enseñar. Esta gente vio los milagros que los apóstoles no hicieron por arte de magia, sino en el nombre de Jesús; pero no quisieron aceptarlo y meterlo en la cárcel, los golpearon. Entonces fueron milagrosamente liberados, pero los corazones de los saduceos eran tan duros que no querían creer lo que veían. Pedro respondió ofreciendo una clave de la vida cristiana: “Obedeced a Dios en vez de a los hombres” (Hch 5,29), porque ellos -los tristes- le decían: “No tienes que seguir adelante con estas cosas, no tienes que curar” – “Yo obedezco a Dios ante los hombres”: es la gran respuesta cristiana.

Esto significa escuchar a Dios sin reservas, sin demoras, sin cálculos; adherirnos a Él para ser capaces de hacer una alianza con Él y con aquellos que encontramos en nuestro camino. Pidamos también al Espíritu Santo la fuerza para no asustarnos frente a aquellos que nos mandan que nos callemos, nos calumnien e incluso ataquen nuestras vidas. Pidámosle que nos fortalezca interiormente para estar seguros de la presencia amorosa y consoladora del Señor a nuestro lado.
29.08.19



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