Ángelus: Seguir el “camino de la humildad” que ayuda a tener “relaciones auténticas”
Palabras
antes de la oración mariana
(1
septiembre 2019).- De acuerdo a las palabras del Papa Francisco, el
Señor nos invita a que no busquemos “por nuestra propia iniciativa
la atención y la consideración de los demás, sino, más bien,
dejar que sean los otros las que nos las presten”, y a seguir “el
camino de la humildad”, “porque es el más auténtico, el camino
de la humildad, que también nos permite tener relaciones
auténticas”.
Antes
del rezo del Ángelus, el Santo Padre se ha referido hoy, 1 de
septiembre de 2019, al evangelio dominical (Lc 14,1.7-14) que muestra
a Jesús participando en un banquete en casa de un jefe de los
fariseos y en el que este observa como los invitados corrían para
ocupar los primeros puestos.
Palabras
del Papa Francisco
En
primer lugar, tengo que disculparme por el retraso, pero hubo un
incidente: ¡me quedé atrapado
en el ascensor durante 25 minutos! Hubo un corte de electricidad y el ascensor se paró. Gracias a Dios
los bomberos han venido -¡se lo agradezco mucho! – y después de 25 minutos de trabajo se las arreglaron para hacerlo andar. ¡Un aplauso para los bomberos!
en el ascensor durante 25 minutos! Hubo un corte de electricidad y el ascensor se paró. Gracias a Dios
los bomberos han venido -¡se lo agradezco mucho! – y después de 25 minutos de trabajo se las arreglaron para hacerlo andar. ¡Un aplauso para los bomberos!
El
Evangelio de este domingo nos muestra a Jesús, participando en un
banquete en casa de un jefe de los fariseos. Jesús miraba y
observaba como los invitados corren para conseguir los primeros
lugares, una actitud bastante difundida en nuestros días, y no solo
cuando se nos invita a una comida. Habitualmente se busca el primer
lugar para afirmar una supuesta superioridad sobre los demás. En
realidad, esta carrera hacia los primeros puestos perjudica a la
comunidad, tanto civil como eclesial, porque arruina la fraternidad.
Todos conocemos a estas personas que siempre quieren trepar para ir
cada vez más arriba y dañan la fraternidad. Ante esta escena, Jesús
cuenta dos breves parábolas.
La
primera parábola se dirige al que es invitado a un banquete y lo
exhorta a no ponerse en el primero puesto, porque, dice, “no haya
otro invitado más digno que tú y el que te invito a ti y a él
venga a decirte: ‘Cédele tu lugar’. Entonces deberás ocupar con
vergüenza el último puesto”. Jesús, en cambio, enseña a tener
una actitud opuesta: “Cuando te conviden, vete a sentarte en el
último puesto, para que cuando venga el que te ha invitado te diga:
‘Amigo, ven más adelante’” (v. 10). Por lo tanto, no debemos
buscar por nuestra propia iniciativa la atención y la consideración
de los demás, sino, más bien, dejar que sean los otros las que nos
las presten. Jesús, nos muestra siempre el camino de la humildad,
porque es el más auténtico, el camino de la humildad, que también
nos permite tener relaciones auténticas. El camino de la humildad,
no la humildad ficticia, la verdadera humildad.
En
la segunda parábola, Jesús se dirige al que invita y, refiriéndose
al modo de seleccionar a los invitados a la fiesta, le dice: “Cuando
ofrezcas un banquete invita a los pobres, a los lisiados, a los
cojos, a los ciegos y serás bienaventurado porque no tienen nada
para devolverte. También aquí, Jesús va completamente a
contracorriente, manifestando como siempre la lógica de Dios Padre.
Y añade también la clave para interpretar su razonamiento, y ¿cuál
es la clave?: si tú haces esto “recibirás en efecto tu recompensa
en la resurrección de los justos” (v. 14). Esto significa que el
que se comporta de esta manera, tendrá la recompensa divina, mucho
más alta que el intercambio humano que uno se espera: yo te hago un
favor esperando que tú me hagas otro, no, la generosidad humilde. El
intercambio humano, de hecho, suele distorsionar las relaciones,
introduciendo el interés personal en una relación que debería ser
generosa y gratuita. En cambio, Jesús, nos invita a la generosidad
desinteresada para abrirnos el camino hacia una alegría mucho mayor:
la alegría de ser partícipes del amor mismo de Dios, que nos espera
a todos nosotros en el banquete celestial.
Que
la Virgen María “humilde y elevada más que una criatura”
(Dante, Paradiso, XXXIII, 2), nos ayude a reconocernos como somos, es
decir, pequeños, y a alegrarnos en el dar sin reciprocidad.
02.09.19
02.09.19
Proteger la “red de la vida de la que formamos parte” – Mensaje del Papa Francisco
Para la Jornada de Oración por el
cuidado de la creación
(2
septiembre 2019).- Con motivo de la Jornada Mundial de Oración por
el cuidado de la creación, celebrada cada año el 1 de septiembre,
el Santo Padre, difundió ayer un mensaje en el que invita a que nos
sintamos “en profunda armonía con los hombres y mujeres de buena
voluntad, llamados juntos a promover, en el contexto de la crisis
ecológica que afecta a todos, la protección de la red
de la vida de
la que formamos parte”.
Para
Francisco, la creación es un don que Dios ofrece al hombre “como
un precioso regalo para custodiar”, aunque trágicamente la
respuesta a este presente ha convertido el medioambiente, “algo
bueno”, en “algo explotable” para el ser humano. Así,
especialmente en las últimas décadas, la degradación
medioambiental, señala el Pontífice, “ha creado una emergencia
climática que amenaza seriamente la naturaleza y la vida, incluida
la nuestra”.
Tiempo
de la Creación, tiempo para orar
Tiempo
para reflexionar
Tiempo
para emprender acciones proféticas
Cumbre
de la ONU y Sínodo amazónico
Mensaje
del Santo Padre
«Dios
vio que era bueno» (Gn 1,25).
La mirada de Dios, al comienzo de la Biblia, se fija suavemente en la
creación. Desde la tierra para habitar hasta las aguas que alimentan
la vida, desde los árboles que dan fruto hasta los animales que
pueblan la casa común, todo es hermoso a los ojos de Dios, quien
ofrece al hombre la creación como un precioso regalo para custodiar.
Trágicamente,
la respuesta humana a ese regalo ha sido marcada por el pecado, por
la barrera en su propia autonomía, por la codicia de poseer y
explotar. Egoísmos e intereses han hecho de la creación —lugar de
encuentro e intercambio—, un teatro de rivalidad y enfrentamientos.
Así, el mismo ambiente ha sido puesto en peligro, algo
bueno a
los ojos de Dios se ha convertido en algo
explotable en
manos humanas. La degradación ha aumentado en las últimas décadas:
la contaminación constante, el uso incesante de combustibles
fósiles, la intensiva explotación agrícola, la práctica de
arrasar los bosques están elevando las temperaturas globales a
niveles alarmantes. El aumento en la intensidad y frecuencia de
fenómenos climáticos extremos y la desertificación del suelo están
poniendo a dura prueba a los más vulnerables entre nosotros. El
derretimiento de los glaciares, la escasez de agua, el descuido de
las cuencas y la considerable presencia de plásticos y
microplásticos en los océanos son hechos igualmente preocupantes,
que confirman la urgencia de intervenciones que no pueden posponerse
más. Hemos creado una emergencia climática que amenaza seriamente
la naturaleza y la vida, incluida la nuestra.
En
la raíz, hemos olvidado quiénes somos: criaturas a imagen de Dios
(cf. Gn 1,27),
llamadas a vivir como hermanos y hermanas en la misma casa común. No
fuimos creados para ser individuos que mangonean; fuimos pensados y
deseados en el centro de una red
de vida compuesta
por millones de especies unidas amorosamente por nuestro Creador. Es
la hora de redescubrir nuestra vocación como hijos de Dios, hermanos
entre nosotros, custodios de la creación. Es el momento de
arrepentirse y convertirse, de volver a las raíces: somos las
criaturas predilectas de Dios, quien en su bondad nos llama a amar la
vida y vivirla en comunión, conectados con la creación.
Por
lo tanto, insto a los fieles a que se dediquen en este tiempo a la
oración, que a partir de una oportuna iniciativa nacida en el ámbito
ecuménico se ha configurado como Tiempo
de la creación:
un período de oración y acción más intensas en beneficio de la
casa común que se abre hoy, 1 de septiembre, Jornada Mundial de
Oración por el Cuidado de la Creación, y finalizará el 4 de
octubre, en memoria de san Francisco de Asís. Es una ocasión para
sentirnos aún más unidos con los hermanos y hermanas de las
diferentes denominaciones cristianas. Pienso, de modo particular, en
los fieles ortodoxos que llevan treinta años celebrando esta
Jornada. Sintámonos también en profunda armonía con los hombres y
mujeres de buena voluntad, llamados juntos a promover, en el contexto
de la crisis ecológica que afecta a todos, la protección de la red
de la vida de
la que formamos parte.
Este
es el
tiempo para habituarnos de nuevo a rezar inmersos
en la naturaleza, donde la gratitud a Dios creador surge de manera
espontánea. San Buenaventura, cantor de la sabiduría franciscana,
decía que la creación es el primer “libro” que Dios abrió ante
nuestros ojos, de modo que al admirar su variedad ordenada y hermosa
fuéramos transportados a amar y alabar al Creador (cf. Breviloquium,
II,5.11) . En este libro, cada criatura se nos ha dado como una
“palabra de Dios” (cf. Commentarius
in librum Ecclesiastes,
I,2) . En el silencio y la oración podemos escuchar la voz sinfónica
de la creación, que nos insta a salir de nuestras cerrazones
autorreferenciales para redescubrirnos envueltos en la ternura del
Padre y regocijarnos al compartir los dones recibidos. En este
sentido, podemos decir que la creación red
de la vida,
lugar de encuentro con el Señor y entre nosotros, es «la red social
de Dios» (Audiencia
con guías y scouts de Europa,
3 agosto 2019), que nos lleva a elevar una canción de alabanza
cósmica al Creador, como enseña la Escritura: «Cuanto germina en
la tierra, bendiga al Señor, ensálcelo con himnos por los siglos»
(Dn 3,76).
Este
es el
tiempo para reflexionar sobre nuestro estilo de vida y
sobre cómo nuestra elección diaria en términos de alimentos,
consumo, desplazamientos, uso del agua, de la energía y de tantos
bienes materiales a menudo son imprudentes y perjudiciales. Nos
estamos apoderando demasiado de la creación. ¡Elijamos cambiar,
adoptar estilos de vida más sencillos y respetuosos! Es hora de
abandonar la dependencia de los combustibles fósiles y emprender, de
manera rápida y decisiva, transiciones hacia formas de energía
limpia y economía sostenible y circular. Y no olvidemos escuchar a
los pueblos indígenas, cuya sabiduría ancestral puede enseñarnos a
vivir mejor la relación con el medio ambiente.
Este
es el
tiempo para emprender acciones proféticas.
Muchos jóvenes están alzando la voz en todo el mundo, pidiendo
decisiones valientes. Están decepcionados por tantas promesas
incumplidas, por compromisos asumidos y descuidados por intereses y
conveniencias partidistas. Los jóvenes nos recuerdan que la Tierra
no es un bien para estropear, sino un legado que transmitir; esperar
el mañana no es un hermoso sentimiento, sino una tarea que requiere
acciones concretas hoy. A ellos debemos responder con la verdad, no
con palabras vacías; hechos, no ilusiones.
Nuestras
oraciones y llamamientos tienen como objetivo principal sensibilizar
a los líderes políticos y civiles. Pienso de modo particular en los
gobiernos que se reunirán en los próximos meses para renovar
compromisos decisivos que orienten el planeta a la vida, en vez de
conducirlo a la muerte. Vienen a mi mente las palabras que Moisés
proclamó al pueblo como una especie de testamento espiritual antes
de entrar en la Tierra prometida: «Elige la vida, para que viváis
tú y tu descendencia» (Dt 30,19).
Son palabras proféticas que podríamos adaptar a nosotros mismos y a
la situación de nuestra Tierra. ¡Así
que escojamos la vida!
Digamos no a la avaricia del consumo y a los reclamos de
omnipotencia, caminos de muerte; avancemos por sendas con visión de
futuro, hechas de renuncias responsables hoy para garantizar
perspectivas de vida mañana. No cedamos ante la lógica perversa de
las ganancias fáciles, ¡pensemos en el futuro de todos!
En
este sentido, la próxima Cumbre de las Naciones Unidas para la
Acción Climática es de particular importancia, durante la cual los
gobiernos tendrán la tarea de mostrar la voluntad política de
acelerar drásticamente las medidas para alcanzar lo antes posible
cero emisiones netas de gases de efecto invernadero y contener el
aumento medio de la temperatura global en 1,5°C frente a los niveles
preindustriales, siguiendo los objetivos del Acuerdo de París. En el
próximo mes de octubre, una asamblea especial del Sínodo de los
Obispos estará dedicada a la Amazonia, cuya integridad está
gravemente amenazada. ¡Aprovechemos estas oportunidades para
responder al grito de los pobres y de la tierra!
Cada
fiel cristiano, cada miembro de la familia humana puede contribuir a
tejer, como un hilo sutil, pero único e indispensable, la red
de la vida que
abraza a todos. Sintámonos involucrados y responsables de cuidar la
creación con la oración y el compromiso. Dios, «amigo de la vida»
(Sb 11,26),
nos dé la valentía para trabajar por el bien sin esperar que sean
otros los que comiencen, ni que sea demasiado tarde.
Vaticano,
1 de septiembre de 2019
Francisco
03.09.19
El Papa se encomienda a la Virgen antes de viajar a Mozambique, Madagascar y Mauricio
31º
viaje apostólico internacional
(3
sept. 2019).- El Papa Francisco viajará mañana, 4 de septiembre de
2019, por segunda vez, a África subsahariana. En esta ocasión, su
31º viaje apostólico internacional, visitará Mozambique,
Madagascar e Islas Mauricio del 4 al 10 de septiembre.
En
vísperas de esta visita apostólica de 7 días de duración, el
Pontífice ha ido esta mañana, 3 de septiembre de 2019, a la
Basílica de Santa María La Mayor en Roma, para recogerse en oración
ante el icono de la Virgen María, la Salus Popoli Romani,
ha informado Vatican News.
El
Santo Padre estuvo en noviembre de 2015 en Kenia, Uganda y la
República Centroafricana, donde inauguró el Año Santo de la
Misericordia. Así, de nuevo, en los próximos días, el Pontífice
será portador de la Buena Nueva en un continente hambriento y
sediento de justicia y paz.
“Esperanza,
paz y reconciliación”
Bajo
el lema de “Esperanza, paz y reconciliación”, el Papa llegará
el día 4 a Maputo,
capital de Mozambique, país que se encuentra actualmente en una
tregua del reciente conflicto militar, tras la firma
de un histórico acuerdo de pazpor
parte del presidente Filipe Nyusi y el líder de la RENAMO
(Resistencia Nacional Mozambiqueña), Ossufo Momade, que prevé,
entre otras cosas, la celebración de elecciones generales libres,
pacíficas y transparentes el próximo 15 de octubre.
Mozambique
es un país con el 28,1% de católicos entre su población, en un
territorio de 801.590 kilómetros cuadrados y 27,12 millones de
habitantes, según la Santa Sede.
Mozambique,
país joven
El
caso de Mozambique es emblemático: ha sido golpeado repetidamente
por ciclones catastróficos, los últimos de los cuales fueron los de
Idai y Kenneth, que han sembrado la muerte y la destrucción. Todo
esto en un país que sufrió un castigo indecible durante una
sangrienta guerra civil que estalló en 1975 y terminó con los
acuerdos de paz firmados en Roma gracias a la mediación de la
Comunidad de Sant’Egidio en octubre de 1992, apunta L’Osservatore
Romano, el diario del Vaticano.
Asimismo,
se trata de un país muy joven: más del 60% de la población tiene
menos de 25 años y por eso miramos al futuro con esperanza, aunque
sólo sea porque las generaciones más jóvenes son las que invocan
el codiciado cambio en nombre de la armonía, el desarrollo y el bien
común.
Madagascar
La
segunda etapa del viaje será Madagascar.
En las últimas décadas, ha estado plagada de crisis políticas e
institucionales que han amenazado con sumirla en una guerra civil
debido a las divisiones dentro de la arena política nacional. El
crecimiento económico a menudo se ha visto obstaculizado por la
corrupción y la explotación de los recursos naturales. Además,
existe el azote de la exclusión social, que penaliza severamente a
los menos favorecidos,
La
Iglesia católica malgache es muy viva y comprometida, cuenta con una
representación del 34,8% entre sus habitantes. También a
través de la contribución de las congregaciones misioneras y de las
órdenes religiosas, al anuncio del Evangelio y a la promoción
humana.
Hindúes,
cristianos y musulmanes
Finalmente,
el viaje apostólico terminará en las Islas Mauricio, rodeadas por
el inmenso Océano Índico, con un territorio de 2.040 kilómetros
cuadrados, habitados por por hindúes, cristianos y musulmanes.
Esta visita será para Francisco una “oportunidad
para afirmar el diálogo interreligioso en un archipiélago que es
una encrucijada de pueblos”...
Su
capital, Port Louis, será visitada por el Pontífice argentino el 9
de septiembre de 2019. Mauricio es un país soberano insular a
unos 900 kilómetros de Toamasina, ciudad en la costa oriental más
cercana de Madagascar y, aproximadamente a 3800 kilómetros en
dirección suroeste del cabo Comorin en el extremo sur de la India.
Cuenta con 1,3 millón de habitantes, de los que el 28,1% son
católicos.
El
país logró la independencia del Reino Unido en 1968, y se
convirtió en una república dentro de la Commonwealth en 1992.
Mauricio ha sido una democracia estable con elecciones libres
regulares con un récord positivo de respeto a los derechos humanos y
ha atraído considerables inversiones extranjeras logrando uno de los
ingresos per cápita más altos de África.
03.09.19
Mozambique: Francisco llega al país con un mensaje de ‘Esperanza, paz y reconciliación’
Comienza
el viaje a África
(4
sept. 2019).- Hoy, 4 de septiembre de 2019, empieza el 31º
viaje apostólico del Papa Francisco. El
primer destino de Francisco es Mozambique y, más tarde, se
trasladará a Madagascar y Mauricio.
Entre
1988 y 1989, en varias expediciones, Juan Pablo II acudió también a
los tres citados países africanos.
Este
viaje, que finaliza el 10 de septiembre, no constituye la primera
visita de Francisco al continente africano, pues previamente ha
estado en Egipto, Kenia, Uganda, la República Centroafricana y
Marruecos.
Encuentro
con africanos
Según
informó la Oficina de Prensa de la Santa Sede, a las 7 horas, antes
de salir de Casa Santa Marta para ir al aeropuerto, el Santo Padre
tuvo un encuentro con unas 12 personas acogidas por el Centro Astalli
y la Comunidad de San Egidio y procedentes de Mozambique, Madagascar
y Mauricio. El grupo fue acompañado por Konrad Krajewski, limosnero
apostólico.
A
las 8 horas, a bordo de un avión Alitalia A330, el Papa partió
hacia Mozambique. La hora de llegada al país estimada es a las 18:30
horas.
Tweet
del Papa
Con
respecto a este viaje, el Santo Padre ha expresado esta mañana en
un tweet:
“Invito a todos a que se unan a mi oración para que Dios, Padre de
todos, consolide en toda África la reconciliación fraterna, única
esperanza para una paz sólida y duradera”.
Por
otra parte, en el momento de abandonar el territorio italiano, el
Obispo de Roma ha enviado al presidente de la República Italiana,
Sergio Mattarella, un mensaje telegráfico en el que ha informado al
mandatario sobre su viaje a dichos países y le ha comunicado su
“ferviente saludo”.
País
en desarrollo
El
Pontífice llega hoy a Mozambique, un país con un gran potencial
económico debido al descubrimiento de yacimientos de gas en la
costa, pero que aún se encuentra en desarrollo y constituye una de
las naciones más pobres de África, indica Vatican
News.
La
nación mozambiqueña, por otro lado, es muy joven: el 60% de sus
ciudadanos tiene menos de 25 años, presentando un futuro
esperanzador en este sentido.
Con
una población (en miles) de 27.129 habitantes, el número de
católicos (en miles) en esta región es de 7.621. La Iglesia
católica cuenta con 12 circunscripciones eclesiásticas, 343
parroquias, 659 sacerdotes, 89 religiosos no sacerdotes y 1.207
religiosas.
Historia
reciente
Mozambique
se independizó de Portugal en 1975. Se trata de un territorio que
aún sufre las consecuencias de un conflicto armado posterior a
dicha independencia, producido desde 1977 hasta 1992.
A
pesar de que la guerra civil había terminado oficialmente, las
tensiones persistieron a lo largo de los años y la violencia estalló
en 2013 entre el partido gobernante, FRELIMO (Frente de Liberación
de Mozambique), y la oposición, RENAMO (Resistencia Nacional de
Mozambique).
En
diciembre de 2016 se logró negociar una tregua temporal que detuvo
el conflicto armado y en 2018 se firmó un principio de acuerdo que
estableció el itinerario a seguir para que se produjera el desarme
de RENAMO.
El
pasado mes
de agosto,
el presidente de Mozambique, Filipe Nyusi, de FRELIMO, y el líder de
RENAMO, Ossufo Momade, rubricaron un nuevo acuerdo de paz global que
establece los términos del alto el fuego entre las dos partes y que
compromete a los signatarios a celebrar elecciones generales
pacíficas el próximo 15 de octubre.
Efectos
de los ciclones
Mozambique
se encuentra en proceso de recuperación de los efectos destructores
del ciclón Idai, un huracán tropical que ha azotado a África y al
hemisferio sur del planeta.
Además,
un mes después de este ciclón, en abril de 2019, el huracán
Kenneth llegó a la región norte del país, ocasionando importantes
daños materiales y pérdidas de vidas.
Lema
y mensaje del Papa
En
este contexto, el lema de Francisco para esta visita a Mozambique es:
“Esperanza, paz y reconciliación”, mensaje que, efectivamente,
el Pontífice llevará para los mozambiqueños.
Asimismo,
en el video
mensaje al
pueblo de Mozambique difundido el pasado 30 de agosto de 2019, el
Santo Padre invita a todos a unirse a su oración “para que Dios,
Padre de todos, consolide la reconciliación, la reconciliación
fraterna en Mozambique y en toda África, la única esperanza de una
paz firme y duradera”.
Programa
El
Papa llega esta tarde a Maputo, Mozambique, donde está prevista una
ceremonia de bienvenida. Mañana, jueves día 5, celebrará un
encuentro interreligioso con los jóvenes, y otro con los obispos,
sacerdotes, religiosos/as, consagrados y seminaristas, catequistas y
animadores.
También
visitará, el mismo día 5, la Casa “Matteo 25” y, el día 6,
estará en el Hospital de Zimpeto, además de celebrar la Misa en el
estadio del mismo nombre.
Mozambique: Bailes africanos para el Papa en el aeropuerto de Maputo
Recibido
por el presidente Nyusi
(4
sept. 2019).- El Papa Francisco ha llegado al aeropuerto de Maputo,
capital de Mozambique, a las 18:20 horas, este miércoles, 4 de
septiembre de 2019, donde le han recibido el nuncio apostólico en el
país y el presidente del gobierno Filipe Jacinto Nyusi, acompañado
de su esposa, Isaura Nyusi, junto a unos niños vestidos con trajes
tradicionales, que le han regalado unas flores.
También
aguardaban a la llegada del Pontífice en el aeropuerto internacional
de Maputo los dignatarios religiosos y políticos locales, bandas,
cantantes, bailarines y una gran multitud de fieles, que aplaudían y
silbaban la visita del segundo papa a su país, tras los pasos de san
Juan Pablo II, en 1989.
Después
de que al avión Alitalia A330 aterrizara en el aeropuerto, tal y
como indica el protocolo en los viajes pontificios, el nuncio
apostólico en el país, en este caso, Mons. Piergiorgio Bertoldi,
arzobispo de Spello, ha subido al avión para saludar al Santo Padre.
A
continuación, Francisco ha bajado las escaleras a pie, sin ayuda de
nadie, y ha saludado al presidente de Mozambique y a su esposa.
Juntos se han dirigido a una tarima, frente a la que ondeando las
banderas de ambos estados, han sonado los himnos nacionales para
rendir homenaje al jefe del Estado Vaticano.
Saludos
y bailes
Minutos
después, como es tradicional en los viajes internacionales del
Pontífice, se ha dirigido a saludar a la delegación local que
acompañaba al presidente de Mozambique, y el mandatario Nyusi ha
estrechado la mano a los representantes del Vaticano, que acompañan
en su visita al Papa, entre ellos D. Mauricio Rueda y Mons. Pietro
Parolin.
Un
grupo de fieles de Mozambique han bailado para el Papa, con vestidos
de vivos colores, a ritmos de tambores africanos. Junto al
presidente, el Papa se ha dirigido al papamóvil, acompañado por el
bullicio y la alegría de los presentes. Después el Papa se ha
dirigido a la nunciatura apostólica, donde dormirá estos días en
la capital.
Paz
“sólida y duradera”
“Invito
a todos a que se unan a mi oración para que Dios, Padre de todos,
consolide en toda África la reconciliación fraterna, única
esperanza para una paz sólida y duradera”: ha escrito el Santo
Padre en su cuenta oficial de Twitter @Pontifex_es hoy,
4 de septiembre de 2019, coincidiendo con su llegada a África –por
cuarta vez– para visitar Mozambique, Madagascar e Islas Mauricio.
En
el video mensaje que el Pontífice dirigió a los mozambiqueños días
antes de su llegada, el Papa
exhortó a
todos a unirse a su oración “para que Dios, Padre de todos,
consolide la reconciliación, la reconciliación fraterna en
Mozambique y en toda África, la única esperanza de una paz firme y
duradera”.
05.09.19
Mozambique: El Papa alienta a los consagrados a “volver siempre al amor primero”
Meditación
en la catedral de Maputo
(5
sept. 2019).- Acompañado por alegres cánticos evangélicos, el Papa
Francisco ha entrado a la catedral de Maputo esta tarde, 5 de
septiembre de 2019, para encontrarse con los obispos, sacerdotes,
religiosas y religiosas, seminaristas y catequistas del país, en su
segunda jornada de la 31ª visita apostólica internacional y cuarta
al continente africano.
“Nadie
más pequeño que un sacerdote”
Así,
el Papa ha comparado al sacerdote con Zacarías, un hombre pequeño,
que dudaba, en contraposición con el “sí” decisivo de María:
“Nadie más pequeño que un sacerdote dejado a sus propias fuerzas;
por eso nuestra oración protectora contra toda insidia del Maligno
es la oración de nuestra Madre: soy sacerdote porque Él miró con
bondad mi pequeñez”.
“Es
agotador vivir el vínculo con Dios como Zacarías –ha asegurado–
como un doctor de la ley: siempre cumpliendo, siempre creyendo que la
paga es proporcional al esfuerzo que haga, que es mérito mío si
Dios me bendice, que la Iglesia tiene el deber de reconocer mis
virtudes y esfuerzos”.
Por
ello, ha alentado a los pastores: “No podemos correr tras aquello
que redunde en beneficios personales;nuestros cansancios deben estar
más vinculados a nuestra capacidad de compasión, son tareas en las
que nuestro corazón es ‘movido’ y conmovido”.
Ser
Iglesia de la Visitación
El
líder de la Iglesia Católica ha alentado a la Iglesia de Mozambique
a “ser la Iglesia de la Visitación”: “No puede ser parte
del problema de las competencias, menosprecios y divisiones de
unos con otros, sino puerta de solución, espacio donde sea posible
el respeto, el intercambio y el diálogo”.
En
este sentido, el Papa ha dicho: “Vosotros que habéis sido testigos
de divisiones y rencores que terminaron en guerras, tenéis que estar
siempre dispuestos a ‘visitaros’, a acortar las distancias”.
“Nos
guste o no, estamos llamados a enfrentar la realidad tal como es”,
ha anunciado Francisco. “Nos encontramos en esta catedral, dedicada
a la Inmaculada Concepción de la Virgen María –ha descrito–
para compartir como familia lo que nos pasa. Como familia que nació
en ese ‘sí’ que María le dijo al ángel. Ella, ni por un
momento miró hacia atrás”.
“Los
tiempos cambian y debemos reconocer que a menudo no sabemos cómo
insertarnos en los nuevos escenarios; podemos soñar con las
“cebollas de Egipto” olvidando que la Tierra Prometida está
adelante y no atrás, y en ese lamento por los tiempos pasados, nos
vamos petrificando. En lugar de profesar una Buena Nueva, lo que
anunciamos es algo gris que no atrae ni enciende el corazón de
nadie”, ha alertado.
Testimonios
Esta
tarde, en la catedral de Maputo también ha habido lugar para que
algunos consagrados expresaran al Santo Padre sus preocupaciones y
testimonios. Así, han expuesto unas palabras un sacerdote, una
religiosa y un catequista, después del discurso que ha dirigido al
Papa Mons. Hilário da Cruz Massinga, obispo de
Quelimane Mozambique y presidente de la Comisión para el
Clero y la Vida Consagrada.
Discurso
del Papa
Queridos
hermanos obispos,
Queridos sacerdotes, religiosas, religiosos y seminaristas,
Queridos catequistas y animadores de comunidades cristianas,
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenas tardes!
Queridos sacerdotes, religiosas, religiosos y seminaristas,
Queridos catequistas y animadores de comunidades cristianas,
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenas tardes!
Agradezco
el saludo de bienvenida de Mons. Hilário en nombre de todos
vosotros. Con afecto y gran reconocimiento, os saludo a todos. Sé
que habéis hecho un gran esfuerzo para estar aquí. Juntos, queremos
renovar la respuesta al llamado que una vez hizo arder nuestros
corazones y que la Santa Madre Iglesia nos ayudó a discernir y
confirmar con la misión. Gracias por vuestros testimonios, que
hablan de las horas difíciles y los desafíos serios que vivís,
reconociendo límites y debilidades; pero también admirándoos de la
misericordia de Dios. Me alegró escuchar de la boca de una
catequista decir: “Somos una Iglesia insertada en un pueblo
heroico”, que sabe de sufrimientos pero mantiene viva la esperanza.
Con ese sano orgullo por vuestro pueblo, que invita a renovar la fe y
la esperanza, queremos
renovar nuestro “sí”. ¡Qué feliz es la Santa Madre Iglesia al
escucharos manifestar el amor del Señor y la misión que os ha dado!
¡Qué contenta está de ver vuestro deseo de volver siempre al «amor
primero» (Ap2,4)!
Pido al Espíritu Santo que os dé siempre la lucidez de llamar a la
realidad con su nombre, la valentía de pedir perdón y la capacidad
de aprender a escuchar lo que Él quiere decirnos.
Queridos
hermanos y hermanas, nos guste o no, estamos llamados a enfrentar la
realidad tal como es. Los tiempos cambian y debemos reconocer que a
menudo no sabemos cómo insertarnos en los nuevos escenarios; podemos
soñar con las “cebollas de Egipto” (cf. Nm11,5),
olvidando que la Tierra Prometida está adelante y no atrás, y en
ese lamento por los tiempos pasados, nos vamos petrificando. En lugar
de profesar una Buena Nueva, lo que anunciamos es algo gris que no
atrae ni enciende el corazón de nadie.
Nos
encontramos en esta catedral, dedicada a la Inmaculada Concepción de
la Virgen María, para compartir como familia lo que nos pasa. Como
familia que nació en ese “sí” que María le dijo al ángel.
Ella, ni por un momento miró hacia atrás. Es el evangelista Lucas
quien nos narra estos acontecimientos del inicio del misterio de la
Encarnación. Quizás en su modo de hacerlo encontremos respuestas a
las preguntas que hoy habéis hecho, y descubramos también el
estímulo necesario para responder con la misma generosidad y premura
de María. (…)
San
Lucas va presentando en paralelo los acontecimientos vinculados a san
Juan Bautista y a Jesucristo; quiere que en el contraste descubramos
aquello que se va apagando del modo de ser de Dios y de vincularse
con Él en el Antiguo Testamento, y el nuevo modo que nos trae el
Hijo de Dios hecho hombre.
Es
evidente que en ambas anunciaciones hay un ángel. Pero, en una, la
aparición se da en Judea, en la ciudad más importante: Jerusalén;
y no en cualquier lugar, sino en el templo y, dentro de él, en el
Santo de los Santos; el ángel se dirige a un varón, y sacerdote.
Por el contrario, el anuncio de la Encarnación es en Galilea, la más
alejada y conflictiva de las regiones, en una pequeña aldea,
Nazaret, en una casa y no en una sinagoga o lugar religioso, y se
hace a una laica, y mujer. ¿Qué ha cambiado? Todo. Y, en ese
cambio, está nuestra identidad más profunda.
Vosotros
preguntabais qué hacer con la crisis de identidad sacerdotal, cómo
luchar contra ella. A propósito, lo que voy a decir relativo a los
sacerdotes es algo que todos —obispos, catequistas, consagrados,
seminaristas— estamos llamados a cultivar y desarrollar.
Frente
a la crisis de identidad sacerdotal, quizás tenemos que salir de los
lugares importantes, solemnes; tenemos que volver a los lugares donde
fuimos llamados, donde era evidente que la iniciativa y el poder eran
de Dios. A veces sin querer, sin culpa moral, nos habituamos a
identificar nuestro quehacer cotidiano como sacerdotes con ciertos
ritos, con reuniones y coloquios donde el lugar que ocupamos en la
reunión, en la mesa o en el aula es de jerarquía; nos parecemos más
a Zacarías que a María. «Creo que no exageramos si decimos que el
sacerdote es una persona muy pequeña: la inconmensurable grandeza
del don que nos es dado para el ministerio nos relega entre los más
pequeños de los hombres. El sacerdote es el más pobre de los
hombres si Jesús no lo enriquece con su pobreza, el más inútil
siervo si Jesús no lo llama amigo, el más necio de los hombres si
Jesús no lo instruye pacientemente como a Pedro, el más indefenso
de los cristianos si el Buen Pastor no lo fortalece en medio del
rebaño. Nadie más pequeño que un sacerdote dejado a sus propias
fuerzas; por eso nuestra oración protectora contra toda insidia del
Maligno es la oración de nuestra Madre: soy sacerdote porque Él
miró con bondad mi pequeñez (cf. Lc 1,48)»
(Homilía
en la Misa Crismal,
17 de abril de 2014). Volver a Nazaret puede ser el
caminopara afrontar la crisis de identidad, para renovarnos como
pastores-discípulos-misioneros. Vosotros mismos expresabais cierta
exageración en la preocupación por generar recursos para el
bienestar personal, por “caminos tortuosos” que muchas veces
terminan privilegiando actividades con una retribución garantizada y
generan resistencias a entregar la vida en el pastoreo cotidiano. La
imagen de esta sencilla doncella en su casa, en contraste con toda la
estructura del templo y de Jerusalén, puede ser el espejo donde
miremos nuestras complicaciones y afanes, que oscurecen y dilatan la
generosidad de nuestro “sí”.
Las
dudas y la necesidad de explicaciones de Zacarías desentonan con el
“sí” de María que sólo requiere saber cómo se va a dar todo
lo que le suceda. Zacarías no puede superar el afán de controlarlo
todo, no puede salir de la lógica de ser y sentirse el responsable y
autor de lo que suceda. María no duda, no se mira a sí misma: se
entrega, confía. Es agotador vivir el vínculo con Dios como
Zacarías, como un doctor de la ley: siempre cumpliendo, siempre
creyendo que la paga es
proporcional al esfuerzo que haga, que es mérito mío si Dios me
bendice, que la Iglesia tiene el deber de reconocer mis virtudes y
esfuerzos. No podemos correr tras aquello que redunde en beneficios
personales; nuestros cansancios deben estar más vinculados a
«nuestra capacidad de compasión, son tareas en las que nuestro
corazón es “movido” y conmovido. Nos alegramos con los novios
que se casan, reímos con el bebé que traen a bautizar; acompañamos
a los jóvenes que se preparan para el matrimonio y a las familias;
nos apenamos con el que recibe la unción en la cama del hospital,
lloramos con los que entierran a un ser querido» (Homilía
Misa en la Misa Crismal,
2 abril 2015). Entregamos minutos y días en pos de esa madre con
SIDA, ese pequeño que quedó huérfano, esa abuela a cargo de tantos
nietos o ese joven que ha venido a la ciudad y está desesperado
porque no encuentra trabajo. «Tantas emociones… Si tenemos el
corazón abierto, esta emoción y tanto afecto fatigan el corazón
del Pastor. Para nosotros, sacerdotes, las historias de nuestra gente
no son un noticiero: nosotros conocemos a nuestro pueblo, podemos
adivinar lo que les está pasando en su corazón; y el nuestro, al
compadecernos (al padecer con ellos), se nos va deshilachando, se nos
parte en mil pedacitos, se conmueve y hasta parece comido por la
gente: “Tomad, comed”. Esa es la palabra que musita
constantemente el sacerdote de Jesús cuando va atendiendo a su
pueblo fiel: “Tomad y comed, tomad y bebed…”. Y así nuestra
vida sacerdotal se va entregando en el servicio, en la cercanía al
pueblo fiel de Dios… que siempre, siempre cansa» (ibíd.). Es
hermoso encontrar a un sacerdote cansado por su cercanía…
Renovar
el llamado muchas veces pasa por revisar si nuestros cansancios y
afanes tienen que ver con cierta “mundanidad espiritual”, «por
la fascinación de mil propuestas de consumo que no nos podemos
quitar de encima para caminar, libres, por los senderos que nos
llevan al amor de nuestros hermanos, a los rebaños del Señor, a las
ovejitas que esperan la voz de sus pastores» (Homilía
en la Misa Crismal,
24 marzo 2016); renovar el llamado pasa por elegir, decir sí y
cansarnos por aquello que es fecundo a los ojos de Dios, que hace
presente, encarna, a su Hijo Jesús. Que en este sano cansancio
encontremos la fuente de nuestra identidad y felicidad.
Que
nuestros jóvenes descubran eso en nosotros, que nos dejamos “tomar
y comer”, y que sea eso lo que los lleva a preguntarse por el
seguimiento de Jesús, que deslumbrados por la alegría de una
entrega cotidiana no impuesta sino madurada y elegida en el silencio
y la oración, ellos quieran dar su “sí”. Tú, que te lo
preguntas o ya estás en camino de una consagración definitiva, has
descubierto «que la ansiedad y la velocidad de tantos estímulos que
nos bombardean hacen que no quede lugar para ese silencio interior
donde se percibe la mirada de Jesús y se escucha su llamado.
Mientras tanto, te llegarán muchas propuestas maquilladas, que
parecen bellas e intensas, aunque con el tiempo solamente te dejarán
vacío, cansado y solo. No dejes que eso te ocurra, porque el
torbellino de este mundo te lleva a una carrera sin sentido, sin
orientación, sin objetivos claros, y así se malograrán muchos de
tus esfuerzos. Más bien busca esos espacios de calma y de silencio
que te permitan reflexionar, orar, mirar mejor el mundo que te rodea,
y entonces sí, con Jesús, podrás reconocer
cuál es tu vocación en esta tierra» (Exhort. ap. Christus
vivit,
277).
Este
juego de contrastes que plantea el evangelista Lucas, culmina en el
encuentro de las dos mujeres: Isabel y María. La Virgen visita a su
prima mayor y todo es fiesta, baile y alabanza. Hay una parte de
Israel que ha entendido el cambio profundo, vertiginoso del proyecto
de Dios: por eso acepta ser visitada, por eso el niño salta en el
vientre. En una sociedad patriarcal, por un instante, el mundo de los
hombres se retira, enmudece como Zacarías. Hoy también nos ha
hablado una catequista, una mujer mozambiqueña que nos ha recordado
que nada les hará perder su entusiasmo por evangelizar, por cumplir
con su compromiso bautismal. La identidad de la Iglesia es
evangelizar, no hacer proselitismo. Proselitismo no es
evangelización.
Y
en ella están todos los que salen al encuentro de sus hermanos: los
que visitan como María, los que al dejarse visitar aceptan gustosos
que el otro los transforme al regalarle su cultura, sus modos de
vivir la fe y de expresarla.
La
inquietud que expresas nos devela que la inculturación siempre será
un desafío, como este “viaje” entre estas dos mujeres que
quedarán mutuamente transformadas por el encuentro, el diálogo y el
servicio. «Las Iglesias particulares deben fomentar activamente
formas, al menos incipientes, de inculturación. Lo que debe
procurarse, en definitiva, es que la predicación del Evangelio,
expresada con categorías propias de la cultura donde es anunciado,
provoque una nueva síntesis con esa cultura. Aunque estos procesos
son siempre lentos, a veces el miedo nos paraliza demasiado. Si
dejamos que las dudas y temores sofoquen toda audacia, es posible
que, en lugar de ser creativos, simplemente nos quedemos cómodos y
no provoquemos avance alguno y, en ese caso, no seremos partícipes
de procesos históricos con nuestra cooperación, sino simplemente
espectadores de un estancamiento infecundo de la Iglesia» (Exhort.
ap. Evangelii
gaudium,
129).
La
“distancia” entre Nazaret y Jerusalén se acorta, se hace
inexistente por ese “sí” de María. Porque las distancias, los
regionalismos y particularismos, el estar constantemente construyendo
muros atentan contra la dinámica de la encarnación, que ha
derribado el muro que nos separaba (cf. Ef 2,14).
Vosotros que habéis sido testigos —al menos los mayores— de
divisiones y rencores queterminaron en guerras, tenéis que estar
siempre dispuestos a “visitaros”, a acortar las distancias. La
Iglesia de Mozambique está invitada a ser la Iglesia de la
Visitación. No puede ser parte del problema de las
competencias, menosprecios y divisiones de unos con otros, sino
puerta de solución, espacio donde sea posible el respeto, el
intercambio y el diálogo. La pregunta formulada sobre qué hacer
ante un matrimonio interreligioso nos desafía en esta tendencia
asentada que tenemos a la fragmentación, a separar en vez de unir.
Como también lo es el vínculo entre nacionalidades, entre razas,
entre los del norte y los del sur, entre comunidades, sacerdotes y
obispos. Es el desafío porque, hasta desarrollar «una cultura del
encuentro en una pluriforme armonía», se requiere «un proceso
constante en el cual cada nueva generación se ve involucrada. Es un
trabajo lento y arduo que exige querer integrarse y aprender a
hacerlo». Es el requisito necesario para la «construcción de un
pueblo en paz, justicia y fraternidad», para «el desarrollo de la
convivencia social y la construcción de un pueblo donde las
diferencias se armonicen en un proyecto común» (ibíd.,
220-221). Así como María fue a la casa de Isabel, como Iglesia
tenemos que aprender el camino frente a nuevas problemáticas,
buscando no quedar paralizados por una lógica que enfrenta, divide,
condena. Poneos en camino y buscad una respuesta a estos desafíos
pidiendo la asistencia segura del Espíritu Santo. Él es el Maestro
para mostrar los nuevos caminos a transitar.
Reavivemos
entonces nuestro llamado vocacional, hagámoslo bajo este magnífico
templo dedicado a María, y que nuestro “sí” comprometido
proclame las grandezas del Señor, alegre el espíritu de nuestro
pueblo en Dios, nuestro Salvador (cf. Lc1,46-47).
Y llene de esperanza, paz y reconciliación a vuestro país, a
nuestro querido Mozambique.
Os
pido que, por favor, recéis y hagáis rezar por mí.
Que
el Señor os bendiga y la Virgen Santa os cuide.
Gracias.
06.09.19
Semillas de “alegría y esperanza, paz y reconciliación”
Misa en Mozambique
(6 sept. 2019).- 60.000 mozambiqueños han participado este viernes, 6
de septiembre de 2019, a las 10 horas, en la Misa que ha celebrado el
Papa Francisco como colofón de su visita a Mozambique, primera
parada de este intenso viaje por África: el itinerario continúa por
Madagascar e Islas Mauricio hasta el 10 de septiembre.
Los
fieles africanos han respondido con júbilo a la llamada del Santo
Padre realizada estos días con gran intensidad, a través de 3
discursos públicos y
una homilía,
pronunciada hoy en el estadio de Zimpeto. Francisco ha exhortado a
los mozambiqueños, sumidos en guerra civil durante dos décadas, a
ser los “protagonistas” del Reino de Dios”. Como ha
especificado en la Misa: “Aquí y ahora, semillas de alegría y
esperanza, paz y reconciliación”.
Ni
la intensa lluvia ni la pronta hora han frenado la inmensa emoción
de alegría y gratitud de las gentes de Mozambique para unirse en
oración al Papa Francisco en su plegaria por la paz y la esperanza
para el país. “Queremos que reine la paz en nuestros
corazones y en el palpitar de nuestro pueblo. Queremos un futuro de
paz” ha proclamado el Papa en su homilía.
“Lo
que el Espíritu viene a impulsar –dijo Francisco a los
mozambiqueños– no es un activismo desbordante, sino, ante todo,
una atención puesta en el otro, a reconocerlo y valorarlo como
hermano hasta sentir su vida y su dolor como nuestra vida y nuestro
dolor”.
El
Obispo de Roma ha terminado la última celebración en Mozambique con
palabras de aliento: “Tenéis muchos motivos para esperar. Lo he
visto, lo he tocado con mis manos estos días. Por favor, mantened la
esperanza. No dejéis que os la roben. Y no hay mejor manera de
mantener la esperanza que permanecer unidos”.
Vivos
colores y alegres cantos
La
Misa, encomendada al progreso de los pueblos, ha estado animada en
todo momento por los enérgicos cantos y bailes de los mozambiqueños.
Un gran coro acompañaba la ceremonia, y un grupo de fieles vestidos
con colores y prendas típicas de la tierra africana, han entregado
al Papa las ofrendas en el altar.
La
peticiones de la oración de los fieles han sido leídos por mujeres
y hombres en portugués, en lengua, macua, maconde, sena, shona,
chopi.
El presidente
de la República, Filipe
Jacinto Nyusi, ha asistido con su esposa, Isaura Ferrao Nyusi, a la
Celebración Eucarística, que pone final a la visita del Pontífice
en el país, antes de continuar por Madagascar.
Estadio
de Zimpeto
El
Estadio Nacional Zimpeto, construido en 2011, está ubicado a la
afueras de Maputo, en el popular barrio de Zimpeto. A pesar de tener
capacidad para acoger a 42 mil espectadores, la alta participación
en la Celebración Eucarística del Papa Francisco ha superado las
expectativas: 60.000 mozambiqueños han querido participar.
Antes
de llegar al Estadio Zimpeto, el Santo Padre ha
visitado el Hospital con
el mismo nombre, cerca del recinto deportivo. Después de algunos
giros en papamóvil entre los fieles, el Papa ha comenzado la
celebración unos 15 minutos antes de la hora prevista, las 10 horas.
Después
de la Eucaristía, el Arzobispo de Maputo, Mons. Francisco
Chimoio, ha agradecido al Santo Padre su presencia. Después, antes
de la bendición final, el Papa ha devuelto el agradecimientos a los
sacerdotes, organizadores de la visita y al pueblo de Mozambique.
Homilía del Papa Francisco
Queridos
hermanos y hermanas,
Hemos
escuchado en el evangelio de Lucas un pasaje del sermón de la
llanura. Después de elegir a sus discípulos y haber proclamado las
bienaventuranzas, Jesús dice: «a vosotros los que me escucháis os
digo: Amad a vuestros enemigos» (Lc 6,27).
Una palabra dirigida también a nosotros hoy que lo escuchamos en
este estadio.
Y
lo dice con claridad, sencillez y firmeza señalando un sendero, un
camino estrecho que necesita de algunas virtudes. Porque Jesús no es
un idealista que desconoce la realidad, él está hablando del
enemigo concreto, del enemigo real; el que ha descripto en la
bienaventuranza anterior (6,22): de aquel que nos odia, excluye,
insulta y proscribe como infame.
Muchos
de vosotros todavía podéis contar en primera persona historias de
violencia, odio y desencuentros; algunos en carne propia, otros de
alguien conocido que ya no está, otros incluso por el miedo de que
heridas del pasado se repitan e intenten borrar el camino recorrido
de paz, como en Cabo Delgado.
Jesús
no nos invita a un amor abstracto, etéreo o teórico, redactado en
escritorios y para discursos. El camino que nos propone es el que Él
recorrió primero, el que lo hizo amar a los que lo traicionaron y
juzgaron injustamente, a los que lo mataron.
Es
difícil hablar de reconciliación cuando las heridas causadas en
tantos años de desencuentro están todavía frescas o invitar a dar
ese paso de perdón que no significa ignorar el dolor o pedir que se
pierda la memoria o los ideales (cf. Exhort. ap. Evangelii
gaudium,
100).
Aun
así, Jesucristo invita a amar y a hacer el bien; que es mucho más
que ignorar al que nos hizo daño o hacer el esfuerzo para que no se
crucen nuestras vidas: es un mandato a una benevolencia activa,
desinteresada y extraordinaria con respecto a quienes nos hirieron.
Pero no se queda allí, también nos pide que los bendigamos y oremos
por ellos; es decir, que nuestro decir sobre ellos sea un bien
-decir, generador de vida y no de muerte, que pronunciemos sus
nombres no para el insulto o la venganza sino para inaugurar un nuevo
vínculo para la paz. La vara que el Maestro nos propone es alta.
Con
esta invitación, Jesús quiere clausurar para siempre la práctica
tan corriente —de ayer y de hoy— de ser cristianos y vivir bajo
la ley del talión. No se puede pensar el futuro, construir una
nación, una sociedad sustentada en la “equidad” de la violencia.
No puedo seguir a Jesús si el orden que promuevo y vivo es el “ojo
por ojo, diente por diente”.
Ninguna
familia, ningún grupo de vecinos o una etnia, menos un país, tiene
futuro si el motor que los une, convoca y tapa las diferencias es la
venganza y el odio. No podemos ponernos de acuerdo y unirnos para
vengarnos, para hacerle al que fue violento lo mismo que él nos
hizo, para planificar ocasiones de desquite bajo formatos
aparentemente legales. «Las armas y la represión violenta, más que
aportar soluciones, crean nuevos y peores conflictos» ( ibíd.,60).
La “equidad” de la violencia siempre es un espiral sin salida y
su costo es muy alto. Otro camino es posible porque es crucial no
olvidar que nuestros pueblos tienen derecho a la paz. Vosotros tenéis
derecho a la paz.
Para
hacer más concreta su invitación y aplicable al día a día, Jesús
propone una primera regla de oro al alcance de todos —«como
queráis que la gente se porte con vosotros, de igual manera portaos
con ella» (Lc6,31)—
y nos ayuda a descubrir qué es lo más importante de ese trato
mutuo: amarnos, ayudarnos y prestar sin esperar nada a cambio.
“Amarnos”,
nos dice Jesús; y Pablo lo traduce como “revestirnos de compasión
entrañable y de bondad” (cf. Col3,12).
El mundo desconocía —y sigue sin conocer— la virtud de la
misericordia, de la compasión, al matar o abandonar a su suerte a
discapacitados y ancianos, eliminar heridos y enfermos, o gozar con
los sufrimientos de los animales. Tampoco practicaba la bondad, la
amabilidad, que nos mueve a que el bien del prójimo sea tan querido
como el propio.
Superar
los tiempos de división y violencia supone no sólo un acto de
reconciliación o la paz entendida como ausencia de conflicto, sino
el compromiso cotidiano de cada uno de nosotros de tener una mirada
atenta y activa que nos lleve a tratar a los demás con esa
misericordia y bondad con la que queremos ser tratados; misericordia
y bondad especialmente hacia aquellos que, por su condición, son
rápidamente rechazados y excluidos. Se trata de una actitud de
fuertes y no de débiles, una actitud de hombres y mujeres que
descubren que no es necesario maltratar, denigrar o aplastar para
sentirse importantes, sino al contrario. Y esta actitud es la fuerza
profética que Jesucristo mismo nos enseñó al querer identificarse
con ellos (cf. Mt25,35-45)
y mostrarnos que el servicio es el camino.
Mozambique
es un territorio lleno de riquezas naturales y culturales, pero
paradójicamente con una enorme cantidad de su población bajo la
línea de pobreza. Y a veces pareciera que quienes se acercan bajo el
supuesto deseo de ayudar, tienen otros intereses. Y es triste cuando
esto se constata entre hermanos de la misma tierra que se dejan
corromper; es muy peligroso aceptar que este sea el precio que
tenemos que pagar ante la ayuda extranjera.
«No
será así entre vosotros» (Mt20,26;
cf. vv. 26-28) . Con sus palabras, Jesús nos impulsa a ser
protagonistas de otro trato: el de su Reino. Aquí y ahora, semillas
de alegría y esperanza, paz y reconciliación. Lo que el Espíritu
viene a impulsar no es un activismo desbordante, sino, ante todo, una
atención puesta en el otro, a reconocerlo y valorarlo como hermano
hasta sentir su vida y su dolor como nuestra vida y nuestro dolor.
Este es el mejor termómetro para descubrir todas las ideologías de
cualquier tipo que intentan manipular a los pobres y a las
situaciones de injusticia para el servicio de intereses políticos o
personales (cf. Exhort. ap. Evangelii
gaudium,
199). Sólo así seremos, allí donde nos encontremos, semillas e
instrumentos de paz y reconciliación.
Queremos
que reine la paz en nuestros corazones y en el palpitar de nuestro
pueblo. Queremos un futuro de paz. Queremos «que la paz de Cristo
reine en vuestros corazones» (Col 3,15),
como bien lo decía la carta de san Pablo. Él utiliza un verbo que
viene del campo de los deportes; es la palabra que se refiere al
árbitro que decide las cosas discutibles: “que la paz de Cristo
sea el árbitro en vuestros corazones”. Si la paz de Cristo es el
árbitro en nuestros corazones, entonces, cuando los sentimientos
estén en conflicto y nos sintamos impulsados ante dos sentidos
opuestos, “juguémonos” por Cristo. La decisión de Cristo nos
mantendrá en el camino del amor, en la senda de la misericordia, en
la opción por los más pobres, en la preservación de la naturaleza.
En el camino de la paz. Si Jesús es el árbitro entre las emociones
conflictivas de nuestro corazón, entre las decisiones complejas de
nuestro país, entonces Mozambique tiene un futuro de esperanza
garantizado; entonces nuestro país cantará a Dios, dando gracias de
corazón, con salmos, himnos y cantos inspirados (cf. Col 3,16)
06.09.19
Mozambique: Discurso de Francisco en el Encuentro Interreligioso con jóvenes
“Dios
os ama”
(6
sept. 2019).- Ayer, 5 de septiembre de 2019, a las 11 horas, el Santo
Padre participó en un Encuentro
interreligioso con
los jóvenes en el Estadio Maxaquene de Maputo, Mozambique.
Discurso
del Santo Padre
Muchas
gracias por tus palabras de bienvenida, muchas gracias también por
todas y cada una de las representaciones artísticas que habéis
realizado. Muchas gracias, gracias. Siéntense, pónganse cómodos.
Me
agradecíais porque he reservado tiempo para estar con vosotros. ¿Qué
es más importante para un pastor que estar con los suyos? ¿Qué es
más importante para un pastor que encontrarse con sus jóvenes?
¡Vosotros sois importantes! Tenéis que saberlo, tenéis que
creéroslo. ¡Vosotros sois importantes! Pero con humildad. Porque
vosotros no sois sólo el futuro de Mozambique, tampoco de la Iglesia
y de la humanidad. Vosotros sois el presente, sois el presente de
Mozambique, que, con todo lo que sois y hacéis, ya estáis aportando
lo mejor que hoy podéis regalar. Sin vuestro entusiasmo, vuestros
cantos, vuestra alegría de vivir, ¿qué sería de esta tierra? Sin
los jóvenes, ¿qué sería de esta tierra? Veros cantar, sonreír,
bailar, en medio de todas las dificultades que vivís —como bien
nos contabas tú— es el mejor signo de que vosotros, jóvenes, sois
la alegría de esta tierra, la alegría de hoy, de hoy. La esperanza
del mañana.
La
alegría de vivir es una de vuestras principales características, la
característica de los jóvenes, la alegría de vivir —y eso se
puede sentir aquí—.
Alegría compartida y celebrada, que reconcilia, y se transforma en
el mejor antídoto que desmiente a todos aquellos que os quieren
dividir —atentos: que os quieren dividir—, que os quieren
fragmentar, que os quieren enfrentar. ¡Cuánto les hace falta a
algunas regiones del mundo vuestra alegría de vivir! Como se siente,
en algunas regiones del mundo, la alegría de estar sólo juntos, de
vivir juntos distintas confesiones religiosas, pero hijos de la misma
tierra, unidos.
Gracias
por estar presentes las distintas confesiones religiosas. Gracias por
animaros a vivir el desafío de la paz y a celebrarla hoy juntos como
familia; también a aquellos que sin ser parte de alguna tradición
religiosa estáis participando. Es hacer la experiencia de que todos
somos necesarios, con nuestras diferencias, pero necesarios. Nuestras
diferencias son necesarias. Vosotros juntos —así como os
encontráis ahora—, sois el palpitar de este pueblo, donde cada uno
juega un papel fundamental en un único proyecto creador, para
escribir una nueva página de la historia, una página llena de
esperanza, llena de paz, llena de reconciliación. Os pregunto:
¿Queréis escribir esta página? [Responden: sí.] Cuando yo
entraba, cantaban: “Reconciliación”. ¿Lo repiten? [Todos:
Reconciliación. Reconciliación. Reconciliación.] Gracias.
Me
hicisteis dos preguntas que creo van unidas. Por un lado, ¿cómo
hacer para que los sueños de los jóvenes se hagan realidad? Y,
¿cómo hacer para que los jóvenes se involucren en los problemas
que aquejan al país? Vosotros hoy nos marcasteis el camino y nos
enseñasteis cómo responder a estas preguntas.
Habéis
expresado con el arte, con la música, con esa riqueza cultural que
mencionabas con tanto orgullo, una parte de vuestros sueños y
realidades; en todas ellas mostráis diferentes modos de asomaros al
mundo y mirar el horizonte: siempre con ojos llenos de esperanza,
llenos de futuro y llenos de ilusiones. Vosotros, jóvenes, camináis
con dos pies como los adultos, igual, pero a diferencia de los
adultos, que los tienen paralelos, vosotros ponéis uno delante del
otro, dispuesto a irse, a partir. Vosotros tenéis tanta fuerza, sois
capaces de mirar con
tanta esperanza, sois una promesa de vida que lleva incorporado un
cierto grado de tenacidad (cf. Exhortó. ap. postsin. Christus vivit,
139), que no debéis perder ni dejar que os la roben.
¿Cómo
realizar los sueños, cómo contribuir a los problemas del país? Me
gustaría decirte: No dejéis que os roben la alegría. No dejéis de
cantar y expresaros de acuerdo a todo lo bueno que aprendisteis de
vuestras tradiciones. Que no os roben la alegría. Como os decía,
hay muchas formas de mirar el horizonte, el mundo, de mirar el
presente y el futuro, hay muchos modos. Pero es necesario cuidarse de
dos actitudes que matan los sueños y la esperanza. ¿Cuáles son? La
resignación y la ansiedad. Dos actitudes que matan los sueños y la
esperanza. Son grandes enemigas de la vida, porque nos empujan
normalmente por un camino fácil, pero de derrota, y el precio que
piden para pasar es muy caro, es muy caro. Se paga con la propia
felicidad e incluso con la propia vida. Resignación y ansiedad, dos
actitudes que roban la esperanza. ¡Cuántas promesas de felicidad
vacías que terminan truncando vidas! Seguro conocéis amigos,
conocidos —o incluso os puede haber pasado a vosotros mismos—, el
vivir momentos difíciles, dolorosos, donde parece que todo se viene
encima y lleva a la resignación. Hay que estar muy atentos porque
esa actitud
«te hace tomar la senda equivocada. Cuando todo parece paralizado y
estancado, cuando los problemas personales nos inquietan, los
malestares sociales no encuentran las debidas respuestas, no es bueno
darse por vencido» (ibíd., 141). No es bueno darse por vencido,
repitan: no está bien darse por vencido [todos: no está bien darse
por vencido].
Sé
que a la mayoría de vosotros os gusta mucho el fútbol. ¿Es verdad?
Recuerdo un gran jugador de estas tierras que aprendió a no
resignarse: Eusebio da Silva, la “pantera negra”. Comenzó su
vida deportiva en el club de esta ciudad. Las severas dificultades
económicas de su familia y la muerte prematura de su padre, no
pudieron impedir sus sueños; su pasión por el fútbol lo hizo
perseverar, soñar y salir adelante, ¡y hasta llegó a hacer 77
goles para este club de Maxaquene! Tenía todo para resignarse. Y no
se resignó.
Su
sueño y ganas de jugar lo lanzaron hacia delante, pero tan
importante como eso fue encontrar con quién jugar. Vosotros bien
sabéis que en un equipo no son todos iguales, ni hacen las mismas
cosas o piensan de la misma manera. No. Cada jugador tiene sus
características, como lo podemos descubrir y disfrutar en este
encuentro: venimos de tradiciones diferentes e incluso podemos hablar
lenguas diferentes, pero eso no impidió que nos encontremos. Mucho
se ha sufrido y se sufre porque algunos se creen con el derecho de
determinar quién puede “jugar” —no— y quién tiene que
quedar “fuera de la cancha” —es un derecho injusto—. Y van
por la vida dividiendo y enfrentando, y haciendo la guerra. Vosotros,
queridos amigos, hoy sois un ejemplo sois un testimonio de cómo
tenemos que actuar. Testimonio de unidad, de reconciliación, de
esperanza. Como un equipo de fútbol. ¿Cómo comprometerse con el
país? Así como lo estáis haciendo, permaneciendo unidos más allá
de lo que os puede diferenciar, buscando siempre la ocasión para
realizar los sueños por un país mejor, pero juntos. Juntos. ¡Qué
importante es no olvidar que la enemistad social destruye! Juntos:
[todos: ¡la enemistad social destruye!] «Y una familia se destruye
por la enemistad. Un país se destruye por la enemistad. Juntos:
[todos: ¡la enemistad social destruye!] El mundo se destruye por la
enemistad. Y la enemistad más grande es la guerra.
Porque
son incapaces de sentarnos y hablar […]. Sean capaces de crear la
amistad social [cf. ibíd., 169].
Recuerdo
ese proverbio que dice: «Si quieres llegar rápido camina solo, si
quieres llegar lejos, ve acompañado». Lo repetimos. [Todos: si
quieres llegar rápido camina solo, si quieres llegar lejos, ve
acompañado]. Se trata siempre de soñar juntos, como lo estáis
haciendo hoy. Soñad con otros, nunca contra otros; soñad como habéis
soñado y preparado este encuentro: todos unidos y sin barreras. Eso
es parte de la “nueva página de la historia” de Mozambique.
Fútbol,
equipos, jugar juntos. Jugar juntos nos enseña que no sólo la
resignación es enemiga de los sueños y del compromiso, también lo
es la ansiedad. Resignación y ansiedad. La ansiedad: «Puede ser una
gran enemiga cuando nos lleva a bajar los brazos porque descubrimos
que los resultados no son instantáneos. Los sueños más bellos se
conquistan con esperanza, paciencia y empeño, renunciando a las
prisas. Al mismo tiempo, no hay que detenerse por inseguridad, no hay
que tener miedo de apostar y de cometer errores» (ibíd., 142), es
normal. Las cosas más hermosas se gestan con el tiempo y, si algo no
te salió la primera vez, no tengas miedo de volver a intentar, una y
otra vez, y otra. No tengas miedo a equivocarte, nos vamos a
equivocar mil veces, pero no caigamos en el error de detenernos
porque hay cosas que no nos salieron bien la primera vez. El peor
error sería abandonar, por causa de la ansiedad, abandonar los
sueños y las ganas de un país mejor por la ansiedad.
Por
ejemplo, tenéis ese hermoso testimonio de María Mutola, que
aprendió a perseverar, a seguir intentando a pesar de no cumplir su
anhelo de la medalla de oro en los tres primeros juegos olímpicos
que compitió; después, al cuarto intento, esta atleta de los 800
metros alcanzó su medalla de oro en las olimpíadas de Sídney.
Intentar, intentar. La ansiedad no la hizo ensimismarse; sus nueve
títulos mundiales no le hicieron olvidar a su pueblo, sus raíces, y
sigue cerca de los niños necesitados de Mozambique. ¡Cuánto nos
enseña el deporte a perseverar en nuestros sueños!
Me
gustaría sumar otro elemento importante: no dejéis afuera a
vuestros mayores. No al ansia, no a la resignación y ahora otro
elemento importante: no excluir a vuestros ancianos.
También
vuestros mayores os pueden ayudar a que vuestros sueños y
aspiraciones no se sequen, no los tire el primer viento de la
dificultad o la impotencia; los mayores son nuestras raíces. ¿Lo
decimos juntos? [Todos: los mayores son nuestras raíces]
Las
generaciones anteriores tienen mucho para deciros, para proponeros.
Es cierto que a veces nosotros, los mayores, lo hacemos de modo
impositivo, como advertencia, metiendo miedo. Es verdad, a veces
damos miedo; o pretendemos que hagáis, digáis y viváis exactamente
igual que nosotros. Es un error. Vosotros tendréis que hacer vuestra
propia síntesis, pero escuchando, valorando a los que os han
precedido. Y esto, ¿no es lo que habéis hecho con vuestra música?
Al ritmo tradicional de Mozambique, la “marrabenta”, le habéis
incorporado otros modernos y nació el “pandza”. Lo que
escuchabais, lo que veíais cantar y bailar a vuestros padres y
abuelos, lo habéis hecho vuestro. Ese es el camino que os propongo,
un camino «hecho de libertad, de entusiasmo, de creatividad, de
horizontes nuevos, pero cultivando al mismo tiempo esas raíces que
alimentan y sostienen» (ibíd., 184). Los mayores son nuestras
raíces. [Todos: Los mayores son nuestras raíces].
Todos
estos son pequeños elementos que pueden daros el apoyo necesario
para no achicarse en los momentos de dificultad, sino para abrir una
brecha de esperanza; brecha que os ayudará a poner en juego vuestra
creatividad y a encontrar nuevos caminos y espacios para responder a
los problemas con el gusto de la solidaridad.
Muchos
de vosotros nacisteis bajo el signo de la paz, una paz trabajosa que
pasó por momentos más luminosos y otros de prueba. La paz es un
proceso que también vosotros estáis llamados a recorrer, tendiendo
siempre vuestras manos especialmente a aquellos que están pasando en
un momento de dificultad. ¡Grande es el poder de la mano tendida y
de la amistad que se juega en lo concreto! Pienso en el sufrimiento
de aquellos jóvenes que llegaron llenos de ilusiones en búsqueda de
trabajo a la ciudad y hoy están sin techo, sin familia y que no
encuentran una mano amiga. Qué importante es que aprendamos a ser
manos amigas y tendidas. El gesto de la mano extendida. Todos juntos:
el gesto de la mano extendida. [Todos: el gesto de la mano
extendida]. Gracias. Buscad crecer en la amistad también con los que
piensan distinto, para que la solidaridad crezca entre vosotros y se
transforme en la mejor arma para transformar la historia. La
solidaridad es la mejor arma para transformar la historia.
Mano
tendida que también nos recuerda la necesidad de comprometernos por
el cuidado de nuestra casa común. Vosotros, sin lugar a dudas,
fuisteis bendecidos con una gran belleza natural, estupenda: bosques
y ríos, valles y montañas y esas lindas playas.
Pero
tristemente, hace pocos meses habéis sufrido el embate de dos
ciclones, habéis visto las consecuencias del descalabro ecológico
en el que vivimos. Muchos ya habéis aceptado el desafío imperioso
de proteger nuestra casa común, y entre estos hay muchos jóvenes.
Tenemos un desafío: proteger nuestra casa común.
Y
permitidme deciros una última reflexión: Dios os ama, y en esa
afirmación estamos de acuerdo todas las tradiciones religiosas.
«Para Él realmente eres valioso, no eres insignificante, le
importas, porque eres obra de sus manos.
Porque
te ama. Intenta quedarte un momento en silencio dejándote amar por
Él. Intenta acallar todas las voces y gritos interiores y quédate
un instante en sus brazos de amor» (ibíd., 115). Lo hacemos ahora
juntos [permanecen un momento en silencio].
Es
el amor del Señor que sabe más de levantadas que de caídas, de
reconciliación que de prohibición, de dar nueva oportunidad que de
condenar, de futuro que de pasado» (ibíd., 116).
Sé
que vosotros creéis en ese amor que hace posible la reconciliación.
Muchas
gracias y, por favor, no os olvidéis de rezar por mí.
Que
Dios os bendiga.
07.09.19
Madagascar: “Ser constructores del futuro”
Francisco a los jóvenes en la Vigilia de Oración
Vivir
nuestra misión en comunidad
(7
sept. 2019).- “A través de vosotros entra el futuro en Madagascar
y en la Iglesia. El Señor es el primero en confiar en vosotros (…)”
y os invita “a ser constructores del futuro”, dijo el Papa
Francisco a los jóvenes malgaches.
Hoy,
7 de septiembre de 2019, por la tarde, el Santo Padre llegó en
papamóvil al Campamento Diocesano de Soamandrakizay en Antananarivo,
Madagascar, para presidir la Vigilia de Oración con los jóvenes.
Canciones,
bailes, testimonios y oración
En
torno a las 18.00 horas (17.00 h. en Roma), comenzó la vigilia. En
primer lugar, tuvo lugar el saludo de Mons. Fulgence Razakarivony,
obispo de Ihosy y presidente de la Comisión Episcopal para los
jóvenes en Madagascar, que definió a estos como esperanzados por
las exhortaciones e invitaciones del Papa.
Después
de una danza tradicional, tuvieron lugar los testimonios de dos
jóvenes, el de Rova Sitraka, de 27 años, que habló sobre su
experiencia misionera de ayuda a las personas en la cárcel. Y el de
Vavy Elyssa, de 21 años, que relató las dificultades que las
diferencias étnicas entre sus padres les generaron como familia, así
como su acercamiento al grupo franciscano para vivir su fe.
Más
tarde, el Pontífice dirigió un discurso a los 100.000 jóvenes
presentes, representantes de este grupo de edad en Madagascar, que
constituye el 60% de la población y la esperanza de un país que
aún es el quinto más pobre del mundo.
Búsqueda
de fe
Dios
“está en ti”
“Sígueme”
Misión
en comunidad
Encomendados
a María
***
Discurso
del Santo Padre
Agradezco
a monseñor por sus palabras de bienvenida. Gracias, queridos jóvenes
que habéis venido de todos los rincones de esta hermosa isla, a
pesar de los esfuerzos y dificultades que esto representa para un
gran número de vosotros. Sin embargo ¡estáis aquí! Me da mucha
alegría poder vivir con vosotros esta vigilia a la que el Señor
Jesús nos invita. Gracias por las canciones y bailes tradicionales
que habéis realizado con tanto entusiasmo — no se equivocaron
quienes me dijeron que vosotros tenéis una alegría y entusiasmo
extraordinario.
Gracias,
Rova Sitraka y Vavy Elyssa, por compartir con cada uno de nosotros
vuestro camino de búsqueda entre aspiraciones y desafíos. ¡Qué
bueno encontrar dos jóvenes con fe viva, en movimiento! Jesús nos
deja el corazón siempre inquieto, nos pone en camino y en
movimiento. El discípulo de Jesús, si quiere crecer en su amistad,
no puede quedar quieto, quejándose o mirándose a sí mismo. Debe
moverse, debe actuar, comprometerse, seguro de que el Señor lo apoya
y lo acompaña.
Por
eso, me gusta ver a cada joven como uno que busca. ¿Os acordáis de
la primera pregunta que Jesús le hace a los discípulos a la orilla
del Jordán?: «¿Qué buscáis?» (Jn 1,38).
El Señor sabe que somos buscadores de esa «felicidad para la cual
fuimos creados» y que «el mundo no nos podrá quitar» (Exhort.
ap. Gaudete
et exultate ,1;
177). Cada uno lo manifiesta de diversas maneras pero, en el fondo
vosotros siempre estáis buscando esa felicidad que nadie nos podrá
quitar.
Como
nos lo compartiste tú, Rova. En tu corazón tenías una vieja
inquietud de visitar a las personas encarceladas. Comenzaste a ayudar
a un sacerdote en su misión y, poco a poco, te fuiste comprometiendo
cada vez más hasta que se convirtió en tu misión personal.
Descubriste que tu vida era una misión. Esta búsqueda de fe ayuda a
hacer que el mundo en el que vivimos sea mejor, más evangélico. Y
lo que hiciste por los demás, te transformó, cambió tu forma de
ver y de juzgar a las personas. Te hizo más justo y más humano. Te
comprometiste y descubriste cómo el Señor se comprometió contigo
dándote una felicidad que el mundo no te podrá quitar (cf. ibíd.,
177).
Rova,
en tu misión aprendiste a dejar los adjetivos y a llamar a las
personas por su nombre, como el Señor lo hace con nosotros. No nos
llama por nuestro pecado, por nuestros errores, equivocaciones,
limitaciones, sino que lo hace por nuestro nombre; cada uno es
precioso a sus ojos. El demonio, sin embargo, sabiendo también
nuestros nombres prefiere llamarnos y recordarnos continuamente
nuestros pecados y errores; y de esta forma nos hace sentir que
hagamos lo que hagamos nada puede cambiar, que todo seguirá igual.
El Señor no actúa así. El Señor siempre nos recuerda lo valiosos
que somos ante sus ojos y nos confía una misión.
Rova,
aprendiste a conocer no solo las cualidades, sino las historias que
se esconden detrás de cada rostro. Dejaste de lado la crítica fácil
y rápida, que siempre paraliza, para aprender algo que a muchas
personas nos puede llevar años descubrir. Te diste cuenta que, en
muchas de las personas que estaban en prisión, no había maldad sino
malas elecciones. Erraron el camino y lo sabían, pero ahora tenían
ganas de recomenzar.
Esto
nos recuerda uno de los regalos más hermosos que la amistad con
Jesús nos puede ofrecer. «Él está en ti, Él está contigo y
nunca se va. Por más que te alejes, allí está el Resucitado,
llamándote y esperándote para volver a empezar» (Exhort. ap.
postsin. Christus vivit,
2) y confiarte una misión. Este es el regalo que nos invita a
descubrir y a celebrar hoy a todos nosotros.
Todos
sabemos, incluso por experiencia personal, que se puede errar el
camino y correr detrás de espejismos que nos prometen y encantan con
una felicidad aparente, rápida, fácil e inmediata, pero que al
final dejan el corazón, la mirada y el alma a mitad de camino (…).
Esas ilusiones que, cuando somos jóvenes, nos seducen con promesas
que nos adormecen, nos quitan vitalidad, alegría, nos vuelven
dependientes y encerrados en un aparente círculo sin salida y lleno
de amargura.
Una
amargura que, yo no sé si es verdad, pero os puede hacer caer en el
peligro de pensar: “Es así… nada puede cambiar y nadie puede
cambiarlo”. Especialmente cuando no se cuenta con lo mínimo
necesario para pelear el día a día; cuando las oportunidades
efectivas para estudiar no son suficientes; o para aquellos que
experimentan que su futuro está atascado debido a la falta de
trabajo, la precariedad, las injusticias sociales, y entonces tienen
la tentación de rendirse, estad atentos a no caer en esta amargura.
El
Señor es el primero en decir: no, este no es el camino. Él está
vivo y te quiere vivo a ti también compartiendo todos tus dones y
carismas, tus
búsquedas y competencias (cf. ibíd.,
1). El Señor nos llama por nuestros nombres y nos dice: ¡Sígueme!
No para hacernos correr detrás de espejismos, sino para
transformarnos a cada uno en discípulos-misioneros aquí y ahora. Él
es el primero en desmentir todas las voces que buscan adormeceros,
domesticaros, anestesiaros o silenciaros para que no busquéis nuevos
horizontes. Con Jesús siempre hay nuevos horizontes. Él nos quiere
transformar a todos y hacer de nuestra vida una misión. Pero nos
pide que no tengamos miedo a ensuciarnos las manos.
A
través de vosotros entra el futuro en Madagascar y en la Iglesia. El
Señor es el primero en confiar en vosotros y os invita a que también
confiéis en vosotros mismos, en vuestras habilidades y capacidades,
que son muchas. Os invita a animaros, unidos a Él para escribir la
página más hermosa de vuestras vidas, a superar la apatía y a
ofrecer, como Rova, una respuesta cristiana a los múltiples
problemas que tenéis que enfrentar. Es el Señor quien nos invita a
ser constructores del futuro (cf. ibíd., 174).
Contribuyendo a ello como sólo vosotros podéis hacerlo con la
alegría y la frescura de vuestra fe. A ti, a ti y a ti, te pregunto
y te pido que tú mismo te preguntes: ¿Puede Él contar contigo? Tu
patria, Madagascar, ¿puede contar contigo?
Pero
el Señor no quiere aventureros solitarios. Él nos regala una
misión, sí, pero no nos manda solos al frente de batalla.
Como
bien ha dicho Vavy Elyssa, es imposible ser discípulos misioneros
solos; necesitamos de los demás para poder vivir y compartir el amor
y la confianza que el Señor nos tiene. El encuentro personal con
Jesús es irremplazable, pero no en solitario sino en
comunidad. Es cierto que solos podemos hacer cosas grandes, sí; pero
juntos podemos soñar y comprometernos con cosas inimaginables. Vavy
lo ha expresado con claridad. Estamos invitados a descubrir el rostro
de Jesús en el rostro de los demás: celebrando la fe en familia,
creando lazos de fraternidad, participando en la vida de un grupo o
movimiento y animándonos a trazar un camino común vivido en
solidaridad. Así podremos aprender a descubrir y discernir los
caminos que el Señor nos invita a recorrer, los horizontes que tiene
para vosotros: Pero ¡nunca aislarse o “querer estar solos”! Esa
es una de las peores tentaciones que podemos tener.
En
comunidad, juntos, podemos aprender a presenciar los pequeños
milagros cotidianos, así como los testimonios de lo hermoso que es
seguir y amar a Jesús. Y esto, muchas veces de forma indirecta, como
en el caso de tus padres Vavy que, a pesar de pertenecer a dos tribus
diversas, cada una con sus usos y costumbres, gracias al amor
recíproco que se tienen, pudieron superar todas las pruebas y
diferencias, y mostrarte un hermoso camino por el que transitar.
Camino que se sella cada vez que os dan los frutos de la tierra para
ofrecerlos en el altar. ¡Cuanta falta hacen estos testimonios! O
como tu tía o las catequistas y los sacerdotes que las han
acompañado y sostenido en el proceso de fe. Todo ayudó a engendrar
y animar vuestro “sí”. Todos somos importantes y necesarios y
nadie puede decir: “no te necesito” o “no formas parte de este
proyecto de amor que el Padre soñó al crearnos”.
Ahora
os presento un desafío, repetid tres veces: “Ninguno puede decir
‘no tengo necesidad de ti’”. Habéis estado animosos.
Tranquilos que ya voy a terminar, hace frío. Somos una gran familia,
y podemos descubrir, queridos jóvenes, que tenemos una Madre: la
protectora de Madagascar, la Virgen María. Siempre me impactó la
fuerza del “sí” de María joven. La fuerza de ese “hágase
según tu palabra” que le dijo al ángel. Fue algo distinto a un
“sí” como diciendo: “bueno, vamos a probar a ver qué pasa”.
María no conocía la expresión: “Vamos a ver qué pasa”. Dijo
“sí”, sin vueltas. Fue el “sí” de quien quiere
comprometerse y arriesgar, de quien quiere apostarlo todo, sin más
seguridad que la certeza de saberse portador de una promesa. Aquella
muchacha hoy es la Madre que vela por sus hijos que caminamos por la
vida muchas veces cansados, necesitados, pero queriendo que la luz de
la esperanza no se apague. Eso es lo que queremos para Madagascar,
para cada uno de vosotros y de vuestros amigos: que la luz de la
esperanza no se apague. Nuestra Madre mira a este pueblo de jóvenes
que ella ama, que también la busca haciendo silencio en el corazón,
aunque en el camino haya mucho ruido, conversaciones y distracciones;
y le implora para que no se apague la esperanza (cf. ibíd., 44-48).
A
ella, nuestra Madre, quiero confiar la vida de todos y cada uno de
vosotros, de vuestras familias y amigos para que nunca os falte la
luz de la esperanza y Madagascar pueda ser cada vez más la tierra
que el Señor soñó. Que ella os acompañe y os proteja siempre.
Y,
por favor, no os olvidéis de rezar por mí.
08.09.19
Madagascar: “Toda renuncia cristiana tiene sentido a la luz del encuentro con Jesucristo”
Homilía del Papa en
Soamandrakizay
(8
sept. 2019).- En la homilía de hoy, 8 de septiembre de 2019, el
Santo Padre ha remitido al evangelio del día, en el que san Lucas
recuerda las exigencias que el seguimiento de Cristo supone y que el
Pontífice ha dividido en tres, señalando previamente que “toda
renuncia cristiana tiene sentido a la luz del gozo y la fiesta del
encuentro con Jesucristo”.
Esta
mañana, aproximadamente a las 10, hora local (9 h. en Roma), el Papa
Francisco ha celebrado la Eucaristía
en el Campo Diocesano de Soamandrakizay de
Antananarivo, Madagascar.
Ver
al otro como hermano
La
primera exigencia para los cristianos anima a revisar los vínculos
familiares, ya que “cuando el ‘parentesco’ se vuelve la clave
decisiva y determinante de todo lo que es justo y bueno se termina
por justificar y hasta ‘consagrar’ ciertas prácticas que
desembocan en la cultura de los privilegios y la exclusión —
favoritismos, amiguismos y, por tanto, corrupción”, afirmó el
Papa.
Y
añadió: “Cualquiera que no sea capaz de ver al otro como hermano,
de conmoverse con su vida y con su situación, más allá de su
proveniencia familiar, cultural, social ‘no puede ser mi discípulo’
(Lc 14,26)”.
Diálogo
y conocimiento
En
segundo lugar, Francisco resaltó la dificultad de seguir al Señor
cuando se identifica su Reino con los intereses personales o con “la
fascinación por alguna ideología que termina por instrumentalizar
el nombre de Dios o la religión para justificar actos de violencia,
segregación e incluso homicidio, exilio, terrorismo y marginación”.
De
este modo, la exigencia del Maestro propone “construir la historia
en fraternidad y solidaridad, en el respeto gratuito de la tierra y
de sus dones sobre cualquier forma de explotación; animándonos a
vivir el ‘diálogo como camino; la colaboración común como
conducta; el conocimiento
recíproco como método y criterio’ (Documento sobre la fraternidad
humana, Abu Dhabi, 4 febrero 2019)” y sin ceder “a la tentación
de ciertas doctrinas incapaces de ver crecer juntos el trigo y la
cizaña en la espera del dueño de la mies (cf. Mt 13,24-30)”,
agregó el Obispo de Roma.
Recuperar
la memoria agradecida
La
última de las exigencias, según el Santo Padre, constituye una
llamada a “recuperar la memoria agradecida y reconocer que, más
bien que una victoria personal, nuestra vida y nuestras capacidades
son fruto de un regalo (cf. Exhort. ap. Gaudete
et exsultate, 55)”
de Dios.
A
través de estas exigencias, Jesús prepara a los discípulos para
“la fiesta de la irrupción del Reino de Dios”, intentando
liberarles de la esclavitud del “vivir para sí”, “de
encerrarse en pequeños mundos que terminan dejando poco espacio para
los demás: ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios,
ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el
entusiasmo por hacer el bien”.
“El
creyente extiende su mano”
Con
estos requerimientos, indicó el Pontífice, el Señor nos interpela
“a levantar la mirada, a ajustar las prioridades y sobre todo a
crear espacios para que Dios sea el centro y eje de nuestra vida”.
Esto
significa observar nuestro entorno y reaccionar ante el sufrimiento
de las personas, que no forma parte del plan de Dios.
Homilía
del Santo Padre
El
Evangelio nos dice que «mucha gente acompañaba a Jesús»
(Lc 14,25). Como esas multitudes que se agrupaban a lo
largo del camino de Jesús, muchos de vosotros habéis venido para
acoger su mensaje y para seguirlo. Pero bien sabéis que el
seguimiento de Jesús no es fácil. Vosotros no habéis descansado, y
muchos habéis pasado la noche aquí. El evangelio de Lucas nos
recuerda, en efecto, las exigencias de este compromiso.
Es
importante evidenciar cómo estas exigencias se dan en el marco de la
subida de Jesús a Jerusalén, entre la parábola del banquete donde
la invitación está abierta a todos —especialmente para aquellos
rechazados que viven en las calles y plazas, en el cruce de caminos—;
y las tres parábolas llamadas de la misericordia, donde también se
organiza fiesta cuando lo perdido es hallado, cuando quien parecía
muerto es acogido, celebrado y devuelto a la vida en la posibilidad
de un nuevo comenzar. Toda renuncia cristiana tiene sentido a la luz
del gozo y la fiesta del encuentro con Jesucristo.
La
primera exigencia nos invita a mirar nuestros vínculos familiares.
La vida nueva que el Señor nos propone resulta incómoda y se
transforma en sinrazón escandalosa para aquellos que creen que el
acceso al Reino de los Cielos sólo puede limitarse o reducirse a los
vínculos de sangre, a la pertenencia a determinado grupo, clan o
cultura particular. Cuando el “parentesco” se vuelve la clave
decisiva y determinante de todo lo que es justo y bueno se termina
por justificar y hasta “consagrar” ciertas prácticas que
desembocan en la cultura de los privilegios y la exclusión
—favoritismos, amiguismos y, por tanto, corrupción—. La
exigencia del Maestro nos lleva a levantar la mirada y nos dice:
cualquiera que no sea capaz de ver al otro como hermano, de
conmoverse con su vida y con su situación, más allá de su
proveniencia familiar, cultural, social «no puede ser mi discípulo»
(Lc 14,26). Su amor y entrega es una oferta gratuita por
todos y para todos.
La
segunda exigencia nos muestra lo difícil que resulta el seguimiento
del Señor cuando se quiere identificar el Reino de los Cielos con
los propios intereses personales o con la fascinación por alguna
ideología que termina por instrumentalizar el nombre de Dios o la
religión para justificar actos de violencia, segregación e incluso
homicidio, exilio, terrorismo y marginación. La exigencia del
Maestro nos anima a no manipular el Evangelio con tristes
reduccionismos sino a construir la historia en fraternidad y
solidaridad, en el respeto gratuito de la tierra y de sus dones sobre
cualquier forma de explotación; animándonos a vivir el «diálogo
como camino; la colaboración común como conducta; el conocimiento
recíproco como método y criterio» (Documento sobre la
fraternidad humana, Abu Dhabi, 4 febrero 2019); no cediendo a la
tentación de ciertas doctrinas incapaces de ver crecer juntos el
trigo y la cizaña en la espera del dueño de la mies
(cf. Mt 13,24-30).
Y,
por último, ¡qué difícil puede resultar compartir la vida nueva
que el Señor nos regala cuando continuamente somos impulsados a
justificarnos a nosotros mismos, creyendo que todo proviene
exclusivamente de nuestras fuerzas y de aquello que poseemos Cuando
la carrera por la acumulación se vuelve agobiante y abrumadora —como
escuchamos en la primera lectura— exacerbando el egoísmo y el uso
de medios inmorales! La exigencia del Maestro es una invitación a
recuperar la memoria agradecida y reconocer que, más bien que una
victoria personal, nuestra vida y nuestras capacidades son fruto de
un regalo (cf. Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 55)
tejido entre Dios y tantas manos silenciosas de personas de las
cuales sólo llegaremos a conocer sus nombres en la manifestación
del Reino de los Cielos.
Con
estas exigencias, el Señor quiere preparar a sus discípulos a la
fiesta de la irrupción del Reino de Dios liberándolos de ese
obstáculo dañino, en definitiva, una de las peores esclavitudes: el
vivir para sí. Es la tentación de encerrarse en pequeños mundos
que termina dejando poco espacio para los demás: ya no entran los
pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce
alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien.
Muchos, al encerrarse, pueden sentirse “aparentemente” seguros,
pero terminan por convertirse en personas resentidas, quejosas, sin
vida. Esa no es la opción de una vida digna y plena, ese no es el
deseo de Dios para nosotros, esa no es la vida en el Espíritu que
brota del corazón de Cristo resucitado (cf. Exhort. ap. Evangelii
gaudium, 2).
En
el camino hacia Jerusalén, el Señor, con estas exigencias, nos
invita a levantar la mirada, a ajustar las prioridades y sobre todo a
crear espacios para que Dios sea el centro y eje de nuestra vida.
Miremos
nuestro entorno, ¡cuántos hombres y mujeres, jóvenes, niños
sufren y están totalmente privados de todo! Esto no pertenece al
plan de Dios. Cuán urgente es esta invitación de Jesús a morir a
nuestros encierros, a nuestros individualismos orgullosos para dejar
que el espíritu de hermandad —que surge del costado abierto de
Jesucristo, de donde nacemos como familia de Dios— triunfe, y donde
cada uno pueda sentirse amado, porque es comprendido, aceptado y
valorado en su dignidad. «Ante la dignidad humana pisoteada, a
menudo permanecemos con los brazos cruzados o con los brazos caídos,
impotentes ante la fuerza oscura del mal. Pero el cristiano no puede
estar con los brazos cruzados, indiferente, ni con los brazos caídos,
fatalista: ¡no! El creyente extiende su mano, como lo hace Jesús
con él» (Homilía con motivo de la Jornada Mundial de los
Pobres, 18 noviembre 2018).
La
Palabra de Dios que hemos escuchado nos invita a reanudar el camino y
a atrevernos a dar ese salto cualitativo y adoptar esta sabiduría
del desprendimiento personal como la base para la justicia y para la
vida de cada uno de nosotros: porque juntos podemos darle batalla a
todas esas idolatrías que llevan a poner el centro de nuestra
atención en las seguridades engañosas del poder, de la carrera y
del dinero y en la búsqueda patológica de glorias humanas.
Las
exigencias que indica Jesús dejan de ser pesantes cuando comenzamos
a gustar la alegría de la vida nueva que él mismo nos propone: la
alegría que nace de saber que Él es el primero en salir a buscarnos
al cruce de caminos, también cuando estábamos perdidos como aquella
oveja o ese hijo pródigo. Que este humilde realismo —es un
realismo, un realismo cristiano— nos impulse a asumir grandes
desafíos, y os dé las ganas de hacer de vuestro bello país un
lugar donde el Evangelio se haga vida, y la vida sea para mayor
gloria de Dios.
Decidámonos
y hagamos nuestros los proyectos del Señor.
09.09.19
Las bienaventuranzas, “carnet de identidad del cristiano”
Homilía del Santo Padre en
Mauricio
(9
sept. 2019).- El Papa Francisco, indicó que las bienaventuranzas
“son el carnet de identidad del cristiano” y que para ser buen
cristiano basta con hacer lo que Jesús indica en las mismas, ya que,
“en ellas se dibuja el rostro del Maestro, que estamos llamados a
transparentar en lo cotidiano de nuestras vidas (Exhort. ap. Gaudete
et exsultate, 63)”.
Hoy,
9 de septiembre de 2019, en torno las 12:15, hora local (10:15 h. en
Roma), el Santo Padre ha presidido la celebración
eucarística en
el Monumento de María Reina de la Paz en Port Louis, Mauricio.
Francisco
ha llegado esta misma mañana a Mauricio, tercer y último destino de
su viaje apostólico a África, que está teniendo lugar del 4 al 10
de septiembre y en el que también ha visitado Mozambique y
Madagascar.
Ejemplo
del padre Laval
Con
respecto a vivir las bienaventuranzas en nuestra vida, el Pontífice
se refirió al ejemplo del beato Jacques-Désiré Laval, misionero
evangelizador, muy venerado en Mauricio y que celebra hoy su fiesta.
Así,
resaltó cómo el padre Laval supo que “evangelizar suponía
hacerse todo para todos (cf. 1 Co 9, 19-22): aprendió el idioma de
los esclavos recientemente liberados y les anunció de manera simple
la Buena Nueva de la salvación. Supo convocar a los fieles y los
formó para emprender la misión y crear pequeñas comunidades
cristianas en barrios, ciudades y aldeas vecinas(…)”.
Y
añadió que, “a través de su impulso misionero y su amor, el
padre Laval dio a la Iglesia mauriciana una nueva juventud, un nuevo
aliento, que hoy estamos invitados a continuar en el contexto
actual”.
“Impulso
misionero”
En
cuanto a dicho impulso misionero, Francisco apuntó que es necesario
cuidarlo para no caer “en la tentación de perder el entusiasmo
evangelizador refugiándonos en seguridades mundanas que,
poco a poco, no solo condicionan la misión, sino que la vuelven
pesada e incapaz de convocar (cf. Exhort. ap. Evangelii
gaudium,
26)” y que este “tiene rostro joven y rejuvenecedor”.
De
este modo, según el Pontífice, “con su vitalidad y entrega”,
los jóvenes son los encargados de proporcionar “belleza y
frescura” a la misión de la comunidad cristiana, algo que no es
fácil siempre, “porque exige que aprendamos a reconocerles y
otorgarles un lugar en el seno de nuestra comunidad y de nuestra
sociedad”.
Los
jóvenes, primera misión
A
continuación, el Santo Padre se refirió al sufrimiento de los
jóvenes, que, a pesar del crecimiento económico de las últimas
décadas en el país, se encuentran con la desocupación, con un
“futuro incierto que los empuja fuera del camino y los obliga a
escribir su vida muchas veces al margen, dejándolos vulnerables y
casi sin puntos de referencia ante las nuevas formas de esclavitud de
este siglo XXI”.
Por
ello, el Papa subrayó “¡Ellos, nuestros jóvenes, son la primera
misión! A ellos debemos invitar a encontrar su felicidad en Jesús;
pero no de forma aséptica o lejana, sino aprendiendo a darles un
lugar, conociendo ‘su lenguaje’, escuchando sus historias,
viviendo a su lado, haciéndoles sentir que son bienaventurados de
Dios”.
Por
otro lado, reconoce que en nuestra sociedad, alienada por las
ambiciones de poder y los intereses mundanos, a veces es difícil
vivir las bienaventuranzas, pero que, al mismo tiempo, no podemos
“dejar que nos gane en el desaliento”.
Feliz
es sinónimo de santo
El
Obispo de Roma, afirmó que deseaba que el pie del monte en el que se
encontraban se convirtiera en “el monte de las Bienaventuranzas”
en el que recuperar “esta invitación a ser felices”, pues solo
los cristianos alegres despiertan el “deseo de seguir ese camino”.
Y
agregó: “la palabra ‘feliz’ o ‘bienaventurado’ pasa a ser
sinónimo de ‘santo’, porque expresa que la persona que es fiel a
Dios y vive su Palabra alcanza, en la entrega de sí, la verdadera
dicha”.
Espíritu
Santo, protagonista de la Iglesia
En
definitiva, los proyectos de vida cristiana realizados con alegría,
son los que animan a los jóvenes a decir: “Yo quiero subir a ese
monte de las bienaventuranzas, yo quiero encontrarme con la mirada de Jesús
y que Él me diga cuál es mi camino de felicidad”, apuntó
Francisco.
Finalmente,
el Santo Padre invitó a pedir por nuestras comunidades para que,
“dando testimonio de la alegría de la vida cristiana, vean
florecer la vocación a la santidad en las múltiples formas de vida
que el Espíritu nos propone”.
Y
exhortó a no olvidar que “quien convoca con fuerza, quien
construye la Iglesia, es el Espíritu Santo, con su fuerza. Él es el
protagonista de la misión, Él es el protagonista de la Iglesia”.
***
Homilía
del Santo Padre
Aquí,
ante este altar dedicado a María, Reina de la Paz; en este monte
desde el que se ve la ciudad y más allá el mar, nos encontramos
para participar de esa multitud de rostros que han venido de Mauricio
y de las demás islas de esta región del Océano Índico para
escuchar a Jesús que anuncia las bienaventuranzas. La misma Palabra
de Vida que, como hace dos mil años, tiene la misma fuerza, el mismo
fuego que enciende hasta los corazones más fríos. Juntos podemos
decir al Señor: creemos en ti y, con la luz de la fe y el palpitar
del corazón, sabemos que es verdad la profecía de Isaías: anuncias
la paz y la salvación, traes buenas noticias, reina nuestro Dios.
Las
bienaventuranzas «son el carnet de identidad del cristiano. Si
alguno de nosotros se plantea la pregunta: “¿Cómo se hace para
ser un buen cristiano?”, la respuesta es sencilla: es necesario
hacer, cada uno a su modo, lo que pide Jesús en las
bienaventuranzas. En ellas se dibuja el rostro del Maestro, que
estamos llamados a transparentar en lo cotidiano de nuestras vidas»
(Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 63), tal como hizo el llamado
“apóstol de la unidad mauriciana”, el beato Jacques-Désiré
Laval, tan venerado en estas tierras. El amor a Cristo y a los pobres
marcó su vida de tal manera que lo protegió de la ilusión de
realizar una evangelización “lejana y aséptica”. Sabía que
evangelizar suponía hacerse todo para todos (cf. 1 Co 9, 19-22):
aprendió el idioma de los esclavos recientemente liberados y les
anunció de manera simple la Buena Nueva de la salvación. Supo
convocar a los fieles y los formó para emprender la misión y crear
pequeñas comunidades cristianas en barrios, ciudades y aldeas
vecinas, muchas de estas pequeñas comunidades han sido el inicio de
las actuales parroquias. Fue solícito en brindar confianza a los más
pobres y descartados para que fuesen ellos los primeros en
organizarse y encontrar respuestas a sus sufrimientos.
A
través de su impulso misionero y su amor, el padre Laval dio a la
Iglesia mauriciana una nueva juventud, un nuevo aliento, que hoy
estamos invitados a continuar en el contexto actual.
Y
este impulso misionero hay que cuidarlo porque puede darse que, como
Iglesia de Cristo, caigamos en la tentación de perder el entusiasmo
evangelizador refugiándonos en seguridades mundanas que, poco a
poco, no sólo condicionan la misión, sino que la vuelven pesada e
incapaz de convocar (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 26). El
impulso misionero tiene rostro joven y rejuvenecedor. Son
precisamente los jóvenes quienes, con su vitalidad y entrega, pueden
aportarle la belleza y frescura propia de la juventud cuando desafían
a la comunidad cristiana a renovarnos y nos invitan a partir hacia
nuevos horizontes (cf. Exhort. ap. Christus vivit, 37).
Pero
esto no siempre es fácil, porque exige que aprendamos a reconocerles
y otorgarles un lugar en el seno de nuestra comunidad y de nuestra
sociedad.
Pero
qué duro es constatar que, a pesar del crecimiento económico que
tuvo vuestro país en las últimas décadas, son los jóvenes los que
más sufren, ellos son quienes más padecen la desocupación que
provoca no sólo un futuro incierto, sino que además les quita la
posibilidad de sentirse actores privilegiados de la propia historia
común. Un futuro incierto que los empuja fuera del camino y los
obliga a escribir su vida muchas veces al margen, dejándolos
vulnerables y casi sin puntos de referencia ante las nuevas formas de
esclavitud de este siglo XXI. ¡Ellos, nuestros jóvenes, son la
primera misión! A ellos debemos invitar a encontrar su felicidad en
Jesús; pero no de forma aséptica o lejana, sino aprendiendo a
darles un lugar, conociendo “su lenguaje”, escuchando sus
historias, viviendo a su lado, haciéndoles sentir que son
bienaventurados de Dios. ¡No nos dejemos robar el rostro joven de la
Iglesia y de la sociedad; no dejemos que sean los mercaderes de la
muerte quienes roben las primicias de esta tierra!
A
nuestros jóvenes y a cuantos como ellos sienten que no tienen voz
porque están sumergidos en la precariedad, el padre Laval los
invitaría a dejar resonar el anuncio de Isaías: «¡Prorrumpan en
gritos de alegría, ruinas de Jerusalén, porque el Señor consuela a
su Pueblo, él redime a Jerusalén!» (52,9). Aun cuando lo que nos
rodee pueda parecer que no tiene solución, la esperanza en Jesús
nos pide recuperar la certeza del triunfo de Dios no sólo más allá
de la historia, sino también en la trama oculta de las pequeñas
historias que se van entrelazando y que nos tienen como protagonistas
de la victoria de Aquel que nos ha regalado el Reino.Para
vivir el Evangelio, no se puede esperar que todo a nuestro alrededor
sea favorable, porque muchas veces las ambiciones del poder y los
intereses mundanos juegan en contra nuestra. San Juan Pablo II decía
que «está alienada una sociedad que, en sus formas de organización
social, de producción y consumo, hace más difícil la realización
de esta donación [de sí] y la formación de esa solidaridad
interhumana» (Enc. Centesimus annus, 41c). En una sociedad así, se
vuelve difícil vivir las bienaventuranzas; puede llegar incluso a
ser algo mal visto, sospechado, ridiculizado (cf. Exhort. ap. Gaudete
et exsultate, 91). Es cierto, pero no podemos dejar que nos gane el
desaliento.
Al
pie de este monte, que hoy quisiera que fuera el monte de las
Bienaventuranzas, también nosotros tenemos que recuperar esta
invitación a ser felices. Sólo los cristianos alegres despiertan el
deseo de seguir ese camino; «la palabra “feliz” o
“bienaventurado” pasa a ser sinónimo de “santo”, porque
expresa que la persona que es fiel a Dios y vive su Palabra alcanza,
en la entrega de sí, la verdadera dicha» (ibíd., 64).
Cuando
escuchamos el amenazante pronóstico “cada vez somos menos”, en
primer lugar, deberíamos preocuparnos no por la disminución de tal
o cual modo de consagración en la Iglesia, sino por las carencias de
hombres y mujeres que quieren vivir la felicidad haciendo caminos de
santidad, hombres y mujeres que dejen arder su corazón con el
anuncio más hermoso y liberador. «Si algo debe inquietarnos
santamente y preocupar nuestra conciencia, es que tantos
hermanos nuestros vivan sin la fuerza, sin la luz y el consuelo de la
amistad con Jesucristo, viven sin una comunidad de fe que los
contenga, sin un horizonte de sentido y de vida» (Exhort. ap.
Evangelii gaudium, 49).
Cuando
un joven ve un proyecto de vida cristiana realizado con alegría, eso
lo entusiasma y alienta, y siente ese deseo que puede expresar así:
“Yo quiero subir a ese monte de las bienaventuranzas, yo quiero
encontrarme con la mirada de Jesús y que Él me diga cuál es mi
camino de felicidad”.
Pidamos,
queridos hermanos y hermanas, por nuestras comunidades, para que,
dando testimonio de la alegría de la vida cristiana, vean florecer
la vocación a la santidad en las múltiples formas de vida que el
Espíritu nos propone. Implorémoslo para esta diócesis, como
también para aquellas otras que hoy han hecho el esfuerzo de venir
aquí. El padre Laval, el beato cuyas reliquias veneramos, vivió
también momentos de decepción y dificultad con la comunidad
cristiana, pero finalmente el Señor venció en su corazón. Tuvo confianza
en la fuerza del Señor. Dejemos que toque el corazón de muchos
hombres y mujeres de esta tierra, dejemos que toque también nuestro
corazón para que su novedad renueve nuestra vida y la de nuestra
comunidad (cf. ibíd., 11). Y no nos olvidemos que quien convoca con
fuerza, quien construye la Iglesia, es el Espíritu Santo, con su
fuerza. Él es el protagonista de la misión, Él es el protagonista
de la Iglesia.
La
imagen de María, la Madre que nos protege y acompaña, nos recuerda
que fue llamada la “bienaventurada”. A ella que vivió el dolor
como una espada que le atraviesa el corazón, a ella que cruzó el
peor umbral del dolor que es ver morir a su hijo, pidámosle el don
de la apertura al Espíritu Santo, de la alegría perseverante, esa
que no se amilana, ni se repliega, la que siempre vuelve a
experimentar y afirmar: “El Todopoderoso hace grandes obras, su
nombre es santo”.
09.09.19
El Papa agradece a la Virgen tras su viaje cuarto viaje a África
Mozambique,
Madagascar y Mauricio
(10
sept. 2019).- El avión Boeing de Air
Madagascar con
el Papa Francisco a bordo aterrizó a las 17:55 horas en el
aeropuerto de Ciampino de Roma, procedente de Antananarivo,
concluyendo su 21º
viaje internacional a Mozambique, Madagascar y Mauricio.
Nada
más llegar a Roma, el Pontífice ha acudido a la basílica de Santa
María la Mayor, para agradecer el buen trayecto y los frutos de su
visita apostólica a la Virgen, la imagen bizantina “Salus Populi
romani”, y dejarle un ramo de flores como signo de gratitud
por el viaje apenas concluido como tiene por costumbre,
informa Vatican
News en
español.
“Salus
Populi romani”
Es el
nombre que se le da en el siglo XIX al icono bizantino de la Virgen y
el Niño, que procede de los primeros cristianos, y se encuentra en
la basílica Santa María la Mayor.
Como
ocurre con la mayoría de los iconos marianos del área
greco-bizantina, según la tradición la Salus Populi Romani fue
pintada por San Lucas en un trozo de madera de la mesa que se
utilizó en la Última cena de Jesús con sus apóstoles o bien, en
una mesa construida por el propio Redentor que la Virgen María
guardó tras su cruxifición.
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