1 de set. 2019

PAPA - SEPTIEMBRE


Ángelus: Seguir el “camino de la humildad” que ayuda a tener “relaciones auténticas”

Palabras antes de la oración mariana
(1 septiembre 2019).- De acuerdo a las palabras del Papa Francisco, el Señor nos invita a que no busquemos “por nuestra propia iniciativa la atención y la consideración de los demás, sino, más bien, dejar que sean los otros las que nos las presten”, y a seguir “el camino de la humildad”, “porque es el más auténtico, el camino de la humildad, que también nos permite tener relaciones auténticas”.
Antes del rezo del Ángelus, el Santo Padre se ha referido hoy, 1 de septiembre de 2019, al evangelio dominical (Lc 14,1.7-14) que muestra a Jesús participando en un banquete en casa de un jefe de los fariseos y en el que este observa como los invitados corrían para ocupar los primeros puestos.


Palabras del Papa Francisco
En primer lugar, tengo que disculparme por el retraso, pero hubo un incidente: ¡me quedé atrapado
en el ascensor durante 25 minutos! Hubo un corte de electricidad y el ascensor se paró. Gracias a Dios
los bomberos han venido -¡se lo agradezco mucho! – y después de 25 minutos de trabajo se las arreglaron para hacerlo andar. ¡Un aplauso para los bomberos!
El Evangelio de este domingo nos muestra a Jesús, participando en un banquete en casa de un jefe de los fariseos. Jesús miraba y observaba como los invitados corren para conseguir los primeros lugares, una actitud bastante difundida en nuestros días, y no solo cuando se nos invita a una comida. Habitualmente se busca el primer lugar para afirmar una supuesta superioridad sobre los demás.  En realidad, esta carrera hacia los primeros puestos perjudica a la comunidad, tanto civil como eclesial, porque arruina la fraternidad. Todos conocemos a estas personas que siempre quieren trepar para ir cada vez más arriba y dañan la fraternidad. Ante esta escena, Jesús cuenta dos breves parábolas.
La primera parábola se dirige al que es invitado a un banquete y lo exhorta a no ponerse en el primero puesto, porque, dice, “no haya otro invitado más digno que tú y el que te invito a ti y a él venga a decirte: ‘Cédele tu lugar’. Entonces deberás ocupar con vergüenza el último puesto”. Jesús, en cambio, enseña a tener una actitud opuesta: “Cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que cuando venga el que te ha invitado te diga: ‘Amigo, ven más adelante’” (v. 10). Por lo tanto, no debemos buscar por nuestra propia iniciativa la atención y la consideración de los demás, sino, más bien, dejar que sean los otros las que nos las presten. Jesús, nos muestra siempre el camino de la humildad, porque es el más auténtico, el camino de la humildad, que también nos permite tener relaciones auténticas. El camino de la humildad, no la humildad ficticia, la verdadera humildad.
En la segunda parábola, Jesús se dirige al que invita y, refiriéndose al modo de seleccionar a los invitados a la fiesta, le dice: “Cuando ofrezcas un banquete invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos y serás bienaventurado porque no tienen nada para devolverte. También aquí, Jesús va completamente a contracorriente, manifestando como siempre la lógica de Dios Padre. Y añade también la clave para interpretar su razonamiento, y ¿cuál es la clave?: si tú haces esto “recibirás en efecto tu recompensa en la resurrección de los justos” (v. 14). Esto significa que el que se comporta de esta manera, tendrá la recompensa divina, mucho más alta que el intercambio humano que uno se espera: yo te hago un favor esperando que tú me hagas otro, no, la generosidad humilde. El intercambio humano, de hecho, suele distorsionar las relaciones, introduciendo el interés personal en una relación que debería ser generosa y gratuita. En cambio, Jesús, nos invita a la generosidad desinteresada para abrirnos el camino hacia una alegría mucho mayor: la alegría de ser partícipes del amor mismo de Dios, que nos espera a todos nosotros en el banquete celestial.
Que la Virgen María “humilde y elevada más que una criatura” (Dante, Paradiso, XXXIII, 2), nos ayude a reconocernos como somos, es decir, pequeños, y a alegrarnos en el dar sin reciprocidad.
02.09.19





Proteger la “red de la vida de la que formamos parte” – Mensaje del Papa Francisco

Para la Jornada de Oración por el cuidado de la creación


(2 septiembre 2019).- Con motivo de la Jornada Mundial de Oración por el cuidado de la creación, celebrada cada año el 1 de septiembre, el Santo Padre, difundió ayer un mensaje en el que invita a que nos sintamos “en profunda armonía con los hombres y mujeres de buena voluntad, llamados juntos a promover, en el contexto de la crisis ecológica que afecta a todos, la protección de la red de la vida de la que formamos parte”.
Para Francisco, la creación es un don que Dios ofrece al hombre “como un precioso regalo para custodiar”, aunque trágicamente la respuesta a este presente ha convertido el medioambiente, “algo bueno”, en “algo explotable” para el ser humano. Así, especialmente en las últimas décadas, la degradación medioambiental, señala el Pontífice, “ha creado una emergencia climática que amenaza seriamente la naturaleza y la vida, incluida la nuestra”.
Tiempo de la Creación, tiempo para orar
Tiempo para reflexionar
Tiempo para emprender acciones proféticas
Cumbre de la ONU y Sínodo amazónico


Mensaje del Santo Padre
«Dios vio que era bueno» (Gn 1,25). La mirada de Dios, al comienzo de la Biblia, se fija suavemente en la creación. Desde la tierra para habitar hasta las aguas que alimentan la vida, desde los árboles que dan fruto hasta los animales que pueblan la casa común, todo es hermoso a los ojos de Dios, quien ofrece al hombre la creación como un precioso regalo para custodiar.
Trágicamente, la respuesta humana a ese regalo ha sido marcada por el pecado, por la barrera en su propia autonomía, por la codicia de poseer y explotar. Egoísmos e intereses han hecho de la creación —lugar de encuentro e intercambio—, un teatro de rivalidad y enfrentamientos. Así, el mismo ambiente ha sido puesto en peligro, algo bueno a los ojos de Dios se ha convertido en algo explotable en manos humanas. La degradación ha aumentado en las últimas décadas: la contaminación constante, el uso incesante de combustibles fósiles, la intensiva explotación agrícola, la práctica de arrasar los bosques están elevando las temperaturas globales a niveles alarmantes. El aumento en la intensidad y frecuencia de fenómenos climáticos extremos y la desertificación del suelo están poniendo a dura prueba a los más vulnerables entre nosotros. El derretimiento de los glaciares, la escasez de agua, el descuido de las cuencas y la considerable presencia de plásticos y microplásticos en los océanos son hechos igualmente preocupantes, que confirman la urgencia de intervenciones que no pueden posponerse más. Hemos creado una emergencia climática que amenaza seriamente la naturaleza y la vida, incluida la nuestra.
En la raíz, hemos olvidado quiénes somos: criaturas a imagen de Dios (cf. Gn 1,27), llamadas a vivir como hermanos y hermanas en la misma casa común. No fuimos creados para ser individuos que mangonean; fuimos pensados y deseados en el centro de una red de vida compuesta por millones de especies unidas amorosamente por nuestro Creador. Es la hora de redescubrir nuestra vocación como hijos de Dios, hermanos entre nosotros, custodios de la creación. Es el momento de arrepentirse y convertirse, de volver a las raíces: somos las criaturas predilectas de Dios, quien en su bondad nos llama a amar la vida y vivirla en comunión, conectados con la creación.
Por lo tanto, insto a los fieles a que se dediquen en este tiempo a la oración, que a partir de una oportuna iniciativa nacida en el ámbito ecuménico se ha configurado como Tiempo de la creación: un período de oración y acción más intensas en beneficio de la casa común que se abre hoy, 1 de septiembre, Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, y finalizará el 4 de octubre, en memoria de san Francisco de Asís. Es una ocasión para sentirnos aún más unidos con los hermanos y hermanas de las diferentes denominaciones cristianas. Pienso, de modo particular, en los fieles ortodoxos que llevan treinta años celebrando esta Jornada. Sintámonos también en profunda armonía con los hombres y mujeres de buena voluntad, llamados juntos a promover, en el contexto de la crisis ecológica que afecta a todos, la protección de la red de la vida de la que formamos parte.
Este es el tiempo para habituarnos de nuevo a rezar inmersos en la naturaleza, donde la gratitud a Dios creador surge de manera espontánea. San Buenaventura, cantor de la sabiduría franciscana, decía que la creación es el primer “libro” que Dios abrió ante nuestros ojos, de modo que al admirar su variedad ordenada y hermosa fuéramos transportados a amar y alabar al Creador (cf. Breviloquium, II,5.11) . En este libro, cada criatura se nos ha dado como una “palabra de Dios” (cf. Commentarius in librum Ecclesiastes, I,2) . En el silencio y la oración podemos escuchar la voz sinfónica de la creación, que nos insta a salir de nuestras cerrazones autorreferenciales para redescubrirnos envueltos en la ternura del Padre y regocijarnos al compartir los dones recibidos. En este sentido, podemos decir que la creación red de la vida, lugar de encuentro con el Señor y entre nosotros, es «la red social de Dios» (Audiencia con guías y scouts de Europa, 3 agosto 2019), que nos lleva a elevar una canción de alabanza cósmica al Creador, como enseña la Escritura: «Cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor, ensálcelo con himnos por los siglos» (Dn 3,76).
Este es el tiempo para reflexionar sobre nuestro estilo de vida y sobre cómo nuestra elección diaria en términos de alimentos, consumo, desplazamientos, uso del agua, de la energía y de tantos bienes materiales a menudo son imprudentes y perjudiciales. Nos estamos apoderando demasiado de la creación. ¡Elijamos cambiar, adoptar estilos de vida más sencillos y respetuosos! Es hora de abandonar la dependencia de los combustibles fósiles y emprender, de manera rápida y decisiva, transiciones hacia formas de energía limpia y economía sostenible y circular. Y no olvidemos escuchar a los pueblos indígenas, cuya sabiduría ancestral puede enseñarnos a vivir mejor la relación con el medio ambiente.
Este es el tiempo para emprender acciones proféticas. Muchos jóvenes están alzando la voz en todo el mundo, pidiendo decisiones valientes. Están decepcionados por tantas promesas incumplidas, por compromisos asumidos y descuidados por intereses y conveniencias partidistas. Los jóvenes nos recuerdan que la Tierra no es un bien para estropear, sino un legado que transmitir; esperar el mañana no es un hermoso sentimiento, sino una tarea que requiere acciones concretas hoy. A ellos debemos responder con la verdad, no con palabras vacías; hechos, no ilusiones.
Nuestras oraciones y llamamientos tienen como objetivo principal sensibilizar a los líderes políticos y civiles. Pienso de modo particular en los gobiernos que se reunirán en los próximos meses para renovar compromisos decisivos que orienten el planeta a la vida, en vez de conducirlo a la muerte. Vienen a mi mente las palabras que Moisés proclamó al pueblo como una especie de testamento espiritual antes de entrar en la Tierra prometida: «Elige la vida, para que viváis tú y tu descendencia» (Dt 30,19). Son palabras proféticas que podríamos adaptar a nosotros mismos y a la situación de nuestra Tierra. ¡Así que escojamos la vida! Digamos no a la avaricia del consumo y a los reclamos de omnipotencia, caminos de muerte; avancemos por sendas con visión de futuro, hechas de renuncias responsables hoy para garantizar perspectivas de vida mañana. No cedamos ante la lógica perversa de las ganancias fáciles, ¡pensemos en el futuro de todos!
En este sentido, la próxima Cumbre de las Naciones Unidas para la Acción Climática es de particular importancia, durante la cual los gobiernos tendrán la tarea de mostrar la voluntad política de acelerar drásticamente las medidas para alcanzar lo antes posible cero emisiones netas de gases de efecto invernadero y contener el aumento medio de la temperatura global en 1,5°C frente a los niveles preindustriales, siguiendo los objetivos del Acuerdo de París. En el próximo mes de octubre, una asamblea especial del Sínodo de los Obispos estará dedicada a la Amazonia, cuya integridad está gravemente amenazada. ¡Aprovechemos estas oportunidades para responder al grito de los pobres y de la tierra!
Cada fiel cristiano, cada miembro de la familia humana puede contribuir a tejer, como un hilo sutil, pero único e indispensable, la red de la vida que abraza a todos. Sintámonos involucrados y responsables de cuidar la creación con la oración y el compromiso. Dios, «amigo de la vida» (Sb 11,26), nos dé la valentía para trabajar por el bien sin esperar que sean otros los que comiencen, ni que sea demasiado tarde.
Vaticano, 1 de septiembre de 2019
Francisco
03.09.19



El Papa se encomienda a la Virgen antes de viajar a Mozambique, Madagascar y Mauricio

31º viaje apostólico internacional

(3 sept. 2019).- El Papa Francisco viajará mañana, 4 de septiembre de 2019, por segunda vez, a África subsahariana. En esta ocasión, su 31º viaje apostólico internacional, visitará Mozambique, Madagascar e Islas Mauricio del 4 al 10 de septiembre.
En vísperas de esta visita apostólica de 7 días de duración, el Pontífice ha ido esta mañana, 3 de septiembre de 2019, a la Basílica de Santa María La Mayor en Roma, para recogerse en oración ante el icono de la Virgen María, la Salus Popoli Romani, ha informado Vatican News.
El Santo Padre estuvo en noviembre de 2015 en Kenia, Uganda y la República Centroafricana, donde inauguró el Año Santo de la Misericordia. Así, de nuevo, en los próximos días, el Pontífice será portador de la Buena Nueva en un continente hambriento y sediento de justicia y paz.
Esperanza, paz y reconciliación”
Bajo el lema de “Esperanza, paz y reconciliación”, el Papa llegará el día 4 a Maputo, capital de Mozambique, país que se encuentra actualmente en una tregua del reciente conflicto militar, tras la firma de un histórico acuerdo de pazpor parte del presidente Filipe Nyusi y el líder de la RENAMO (Resistencia Nacional Mozambiqueña), Ossufo Momade, que prevé, entre otras cosas, la celebración de elecciones generales libres, pacíficas y transparentes el próximo 15 de octubre.
Mozambique es un país con el 28,1% de católicos entre su población, en un territorio de 801.590 kilómetros cuadrados y 27,12 millones de habitantes, según la Santa Sede.
Mozambique, país joven
El caso de Mozambique es emblemático: ha sido golpeado repetidamente por ciclones catastróficos, los últimos de los cuales fueron los de Idai y Kenneth, que han sembrado la muerte y la destrucción. Todo esto en un país que sufrió un castigo indecible durante una sangrienta guerra civil que estalló en 1975 y terminó con los acuerdos de paz firmados en Roma gracias a la mediación de la Comunidad de Sant’Egidio en octubre de 1992, apunta L’Osservatore Romano, el diario del Vaticano.
Asimismo, se trata de un país muy joven: más del 60% de la población tiene menos de 25 años y por eso miramos al futuro con esperanza, aunque sólo sea porque las generaciones más jóvenes son las que invocan el codiciado cambio en nombre de la armonía, el desarrollo y el bien común.
Madagascar
La segunda etapa del viaje será Madagascar. En las últimas décadas, ha estado plagada de crisis políticas e institucionales que han amenazado con sumirla en una guerra civil debido a las divisiones dentro de la arena política nacional. El crecimiento económico a menudo se ha visto obstaculizado por la corrupción y la explotación de los recursos naturales. Además, existe el azote de la exclusión social, que penaliza severamente a los menos favorecidos,
La Iglesia católica malgache es muy viva y comprometida, cuenta con una representación del 34,8% entre sus habitantes. También a través de la contribución de las congregaciones misioneras y de las órdenes religiosas, al anuncio del Evangelio y a la promoción humana.
Hindúes, cristianos y musulmanes
Finalmente, el viaje apostólico terminará en las Islas Mauricio, rodeadas por el inmenso Océano Índico, con un territorio de 2.040 kilómetros cuadrados, habitados por por hindúes, cristianos y musulmanes. Esta visita será para Francisco una oportunidad para afirmar el diálogo interreligioso en un archipiélago que es una encrucijada de pueblos”...
Su capital, Port Louis, será visitada por el Pontífice argentino el 9 de septiembre de 2019. Mauricio es un país soberano insular a unos 900 kilómetros de Toamasina, ciudad en la costa oriental más cercana de Madagascar y, aproximadamente a 3800 kilómetros en dirección suroeste del cabo Comorin en el extremo sur de la India. Cuenta con 1,3 millón de habitantes, de los que el 28,1% son católicos.
El país logró la independencia del Reino Unido en 1968, y se convirtió en una república dentro de la Commonwealth en 1992. Mauricio ha sido una democracia estable con elecciones libres regulares con un récord positivo de respeto a los derechos humanos y ha atraído considerables inversiones extranjeras logrando uno de los ingresos per cápita más altos de África.
03.09.19



Mozambique: Francisco llega al país con un mensaje de ‘Esperanza, paz y reconciliación’

Comienza el viaje a África

(4 sept. 2019).- Hoy, 4 de septiembre de 2019, empieza el 31º viaje apostólico del Papa Francisco. El primer destino de Francisco es Mozambique y, más tarde, se trasladará a Madagascar y Mauricio.
Entre 1988 y 1989, en varias expediciones, Juan Pablo II acudió también a los tres citados países africanos.
Este viaje, que finaliza el 10 de septiembre, no constituye la primera visita de Francisco al continente africano, pues previamente ha estado en Egipto, Kenia, Uganda, la República Centroafricana y Marruecos.
Encuentro con africanos
Según informó la Oficina de Prensa de la Santa Sede, a las 7 horas, antes de salir de Casa Santa Marta para ir al aeropuerto, el Santo Padre tuvo un encuentro con unas 12 personas acogidas por el Centro Astalli y la Comunidad de San Egidio y procedentes de Mozambique, Madagascar y Mauricio. El grupo fue acompañado por Konrad Krajewski, limosnero apostólico.
A las 8 horas, a bordo de un avión Alitalia A330, el Papa partió hacia Mozambique. La hora de llegada al país estimada es a las 18:30 horas.
Tweet del Papa
Con respecto a este viaje, el Santo Padre ha expresado esta mañana en un tweet: “Invito a todos a que se unan a mi oración para que Dios, Padre de todos, consolide en toda África la reconciliación fraterna, única esperanza para una paz sólida y duradera”.
Por otra parte, en el momento de abandonar el territorio italiano, el Obispo de Roma ha enviado al presidente de la República Italiana, Sergio Mattarella, un mensaje telegráfico en el que ha informado al mandatario sobre su viaje a dichos países y le ha comunicado su “ferviente saludo”.
País en desarrollo
El Pontífice llega hoy a Mozambique, un país con un gran potencial económico debido al descubrimiento de yacimientos de gas en la costa, pero que aún se encuentra en desarrollo y constituye una de las naciones más pobres de África, indica Vatican News.
La nación mozambiqueña, por otro lado, es muy joven: el 60% de sus ciudadanos tiene menos de 25 años, presentando un futuro esperanzador en este sentido.
Con una población (en miles) de 27.129 habitantes, el número de católicos (en miles) en esta región es de 7.621. La Iglesia católica cuenta con 12 circunscripciones eclesiásticas, 343 parroquias, 659 sacerdotes, 89 religiosos no sacerdotes y 1.207 religiosas.
Historia reciente
Mozambique se independizó de Portugal en 1975. Se trata de un territorio que aún sufre las consecuencias de un conflicto armado posterior a dicha independencia, producido desde 1977 hasta 1992.
A pesar de que la guerra civil había terminado oficialmente, las tensiones persistieron a lo largo de los años y la violencia estalló en 2013 entre el partido gobernante, FRELIMO (Frente de Liberación de Mozambique), y la oposición, RENAMO (Resistencia Nacional de Mozambique).
En diciembre de 2016 se logró negociar una tregua temporal que detuvo el conflicto armado y en 2018 se firmó un principio de acuerdo que estableció el itinerario a seguir para que se produjera el desarme de RENAMO.
El pasado mes de agosto, el presidente de Mozambique, Filipe Nyusi, de FRELIMO, y el líder de RENAMO, Ossufo Momade, rubricaron un nuevo acuerdo de paz global que establece los términos del alto el fuego entre las dos partes y que compromete a los signatarios a celebrar elecciones generales pacíficas el próximo 15 de octubre.
Efectos de los ciclones
Mozambique se encuentra en proceso de recuperación de los efectos destructores del ciclón Idai, un huracán tropical que ha azotado a África y al hemisferio sur del planeta.
Además, un mes después de este ciclón, en abril de 2019, el huracán Kenneth llegó a la región norte del país, ocasionando importantes daños materiales y pérdidas de vidas.
Lema y mensaje del Papa
En este contexto, el lema de Francisco para esta visita a Mozambique es: “Esperanza, paz y reconciliación”, mensaje que, efectivamente, el Pontífice llevará para los mozambiqueños.
Asimismo, en el video mensaje al pueblo de Mozambique difundido el pasado 30 de agosto de 2019, el Santo Padre invita a todos a unirse a su oración “para que Dios, Padre de todos, consolide la reconciliación, la reconciliación fraterna en Mozambique y en toda África, la única esperanza de una paz firme y duradera”.
Programa
El Papa llega esta tarde a Maputo, Mozambique, donde está prevista una ceremonia de bienvenida. Mañana, jueves día 5, celebrará un encuentro interreligioso con los jóvenes, y otro con los obispos, sacerdotes, religiosos/as, consagrados y seminaristas, catequistas y animadores.
También visitará, el mismo día 5, la Casa “Matteo 25” y, el día 6, estará en el Hospital de Zimpeto, además de celebrar la Misa en el estadio del mismo nombre.


Mozambique: Bailes africanos para el Papa en el aeropuerto de Maputo

Recibido por el presidente Nyusi

(4 sept. 2019).- El Papa Francisco ha llegado al aeropuerto de Maputo, capital de Mozambique, a las 18:20 horas, este miércoles, 4 de septiembre de 2019, donde le han recibido el nuncio apostólico en el país y el presidente del gobierno Filipe Jacinto Nyusi, acompañado de su esposa, Isaura Nyusi, junto a unos niños vestidos con trajes tradicionales, que le han regalado unas flores.
También aguardaban a la llegada del Pontífice en el aeropuerto internacional de Maputo los dignatarios religiosos y políticos locales, bandas, cantantes, bailarines y una gran multitud de fieles, que aplaudían y silbaban la visita del segundo papa a su país, tras los pasos de san Juan Pablo II, en 1989.
Después de que al avión Alitalia A330 aterrizara en el aeropuerto, tal y como indica el protocolo en los viajes pontificios, el nuncio apostólico en el país, en este caso, Mons. Piergiorgio Bertoldi, arzobispo de Spello, ha subido al avión para saludar al Santo Padre.
A continuación, Francisco ha bajado las escaleras a pie, sin ayuda de nadie, y ha saludado al presidente de Mozambique y a su esposa. Juntos se han dirigido a una tarima, frente a la que ondeando las banderas de ambos estados, han sonado los himnos nacionales para rendir homenaje al jefe del Estado Vaticano.
Saludos y bailes
Minutos después, como es tradicional en los viajes internacionales del Pontífice, se ha dirigido a saludar a la delegación local que acompañaba al presidente de Mozambique, y el mandatario Nyusi ha estrechado la mano a los representantes del Vaticano, que acompañan en su visita al Papa, entre ellos D. Mauricio Rueda y Mons. Pietro Parolin.
Un grupo de fieles de Mozambique han bailado para el Papa, con vestidos de vivos colores, a ritmos de tambores africanos. Junto al presidente, el Papa se ha dirigido al papamóvil, acompañado por el bullicio y la alegría de los presentes. Después el Papa se ha dirigido a la nunciatura apostólica, donde dormirá estos días en la capital.
Paz “sólida y duradera”
Invito a todos a que se unan a mi oración para que Dios, Padre de todos, consolide en toda África la reconciliación fraterna, única esperanza para una paz sólida y duradera”: ha escrito el Santo Padre en su cuenta oficial de Twitter @Pontifex_es hoy, 4 de septiembre de 2019, coincidiendo con su llegada a África –por cuarta vez– para visitar Mozambique, Madagascar e Islas Mauricio.
En el video mensaje que el Pontífice dirigió a los mozambiqueños días antes de su llegada, el Papa exhortó a todos a unirse a su oración “para que Dios, Padre de todos, consolide la reconciliación, la reconciliación fraterna en Mozambique y en toda África, la única esperanza de una paz firme y duradera”.


05.09.19



Mozambique: El Papa alienta a los consagrados a “volver siempre al amor primero”

Meditación en la catedral de Maputo

(5 sept. 2019).- Acompañado por alegres cánticos evangélicos, el Papa Francisco ha entrado a la catedral de Maputo esta tarde, 5 de septiembre de 2019, para encontrarse con los obispos, sacerdotes, religiosas y religiosas, seminaristas y catequistas del país, en su segunda jornada de la 31ª visita apostólica internacional y cuarta al continente africano.
Nadie más pequeño que un sacerdote”
Así, el Papa ha comparado al sacerdote con Zacarías, un hombre pequeño, que dudaba, en contraposición con el “sí” decisivo de María: “Nadie más pequeño que un sacerdote dejado a sus propias fuerzas; por eso nuestra oración protectora contra toda insidia del Maligno es la oración de nuestra Madre: soy sacerdote porque Él miró con bondad mi pequeñez”.
Es agotador vivir el vínculo con Dios como Zacarías –ha asegurado– como un doctor de la ley: siempre cumpliendo, siempre creyendo que la paga es proporcional al esfuerzo que haga, que es mérito mío si Dios me bendice, que la Iglesia tiene el deber de reconocer mis virtudes y esfuerzos”.
Por ello, ha alentado a los pastores: “No podemos correr tras aquello que redunde en beneficios personales;nuestros cansancios deben estar más vinculados a nuestra capacidad de compasión, son tareas en las que nuestro corazón es ‘movido’ y conmovido”.
Ser Iglesia de la Visitación
El líder de la Iglesia Católica ha alentado a la Iglesia de Mozambique a “ser la Iglesia de la Visitación”: “No puede ser parte del problema de las competencias, menosprecios y divisiones de unos con otros, sino puerta de solución, espacio donde sea posible el respeto, el intercambio y el diálogo”.
En este sentido, el Papa ha dicho: “Vosotros que habéis sido testigos de divisiones y rencores que terminaron en guerras, tenéis que estar siempre dispuestos a ‘visitaros’, a acortar las distancias”.
Nos guste o no, estamos llamados a enfrentar la realidad tal como es”, ha anunciado Francisco. “Nos encontramos en esta catedral, dedicada a la Inmaculada Concepción de la Virgen María –ha descrito– para compartir como familia lo que nos pasa. Como familia que nació en ese ‘sí’ que María le dijo al ángel. Ella, ni por un momento miró hacia atrás”.
Los tiempos cambian y debemos reconocer que a menudo no sabemos cómo insertarnos en los nuevos escenarios; podemos soñar con las “cebollas de Egipto” olvidando que la Tierra Prometida está adelante y no atrás, y en ese lamento por los tiempos pasados, nos vamos petrificando. En lugar de profesar una Buena Nueva, lo que anunciamos es algo gris que no atrae ni enciende el corazón de nadie”, ha alertado.
Testimonios
Esta tarde, en la catedral de Maputo también ha habido lugar para que algunos consagrados expresaran al Santo Padre sus preocupaciones y testimonios. Así, han expuesto unas palabras un sacerdote, una religiosa y un catequista, después del discurso que ha dirigido al Papa Mons. Hilário da Cruz Massinga, obispo de Quelimane Mozambique y presidente de la Comisión para el Clero y la Vida Consagrada.


Discurso del Papa
Queridos hermanos obispos,
Queridos sacerdotes, religiosas, religiosos y seminaristas,
Queridos catequistas y animadores de comunidades cristianas,
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenas tardes!

Agradezco el saludo de bienvenida de Mons. Hilário en nombre de todos vosotros. Con afecto y gran reconocimiento, os saludo a todos. Sé que habéis hecho un gran esfuerzo para estar aquí. Juntos, queremos renovar la respuesta al llamado que una vez hizo arder nuestros corazones y que la Santa Madre Iglesia nos ayudó a discernir y confirmar con la misión. Gracias por vuestros testimonios, que hablan de las horas difíciles y los desafíos serios que vivís, reconociendo límites y debilidades; pero también admirándoos de la misericordia de Dios. Me alegró escuchar de la boca de una catequista decir: “Somos una Iglesia insertada en un pueblo heroico”, que sabe de sufrimientos pero mantiene viva la esperanza. Con ese sano orgullo por vuestro pueblo, que invita a renovar la fe y la esperanza, queremos renovar nuestro “sí”. ¡Qué feliz es la Santa Madre Iglesia al escucharos manifestar el amor del Señor y la misión que os ha dado! ¡Qué contenta está de ver vuestro deseo de volver siempre al «amor primero» (Ap2,4)! Pido al Espíritu Santo que os dé siempre la lucidez de llamar a la realidad con su nombre, la valentía de pedir perdón y la capacidad de aprender a escuchar lo que Él quiere decirnos.
Queridos hermanos y hermanas, nos guste o no, estamos llamados a enfrentar la realidad tal como es. Los tiempos cambian y debemos reconocer que a menudo no sabemos cómo insertarnos en los nuevos escenarios; podemos soñar con las “cebollas de Egipto” (cf. Nm11,5), olvidando que la Tierra Prometida está adelante y no atrás, y en ese lamento por los tiempos pasados, nos vamos petrificando. En lugar de profesar una Buena Nueva, lo que anunciamos es algo gris que no atrae ni enciende el corazón de nadie.
Nos encontramos en esta catedral, dedicada a la Inmaculada Concepción de la Virgen María, para compartir como familia lo que nos pasa. Como familia que nació en ese “sí” que María le dijo al ángel. Ella, ni por un momento miró hacia atrás. Es el evangelista Lucas quien nos narra estos acontecimientos del inicio del misterio de la Encarnación. Quizás en su modo de hacerlo encontremos respuestas a las preguntas que hoy habéis hecho, y descubramos también el estímulo necesario para responder con la misma generosidad y premura de María. (…)
San Lucas va presentando en paralelo los acontecimientos vinculados a san Juan Bautista y a Jesucristo; quiere que en el contraste descubramos aquello que se va apagando del modo de ser de Dios y de vincularse con Él en el Antiguo Testamento, y el nuevo modo que nos trae el Hijo de Dios hecho hombre.
Es evidente que en ambas anunciaciones hay un ángel. Pero, en una, la aparición se da en Judea, en la ciudad más importante: Jerusalén; y no en cualquier lugar, sino en el templo y, dentro de él, en el Santo de los Santos; el ángel se dirige a un varón, y sacerdote. Por el contrario, el anuncio de la Encarnación es en Galilea, la más alejada y conflictiva de las regiones, en una pequeña aldea, Nazaret, en una casa y no en una sinagoga o lugar religioso, y se hace a una laica, y mujer. ¿Qué ha cambiado? Todo. Y, en ese cambio, está nuestra identidad más profunda.
Vosotros preguntabais qué hacer con la crisis de identidad sacerdotal, cómo luchar contra ella. A propósito, lo que voy a decir relativo a los sacerdotes es algo que todos —obispos, catequistas, consagrados, seminaristas— estamos llamados a cultivar y desarrollar.
Frente a la crisis de identidad sacerdotal, quizás tenemos que salir de los lugares importantes, solemnes; tenemos que volver a los lugares donde fuimos llamados, donde era evidente que la iniciativa y el poder eran de Dios. A veces sin querer, sin culpa moral, nos habituamos a identificar nuestro quehacer cotidiano como sacerdotes con ciertos ritos, con reuniones y coloquios donde el lugar que ocupamos en la reunión, en la mesa o en el aula es de jerarquía; nos parecemos más a Zacarías que a María. «Creo que no exageramos si decimos que el sacerdote es una persona muy pequeña: la inconmensurable grandeza del don que nos es dado para el ministerio nos relega entre los más pequeños de los hombres. El sacerdote es el más pobre de los hombres si Jesús no lo enriquece con su pobreza, el más inútil siervo si Jesús no lo llama amigo, el más necio de los hombres si Jesús no lo instruye pacientemente como a Pedro, el más indefenso de los cristianos si el Buen Pastor no lo fortalece en medio del rebaño. Nadie más pequeño que un sacerdote dejado a sus propias fuerzas; por eso nuestra oración protectora contra toda insidia del Maligno es la oración de nuestra Madre: soy sacerdote porque Él miró con bondad mi pequeñez (cf. Lc 1,48)» (Homilía en la Misa Crismal, 17 de abril de 2014). Volver a Nazaret puede ser el caminopara afrontar la crisis de identidad, para renovarnos como pastores-discípulos-misioneros. Vosotros mismos expresabais cierta exageración en la preocupación por generar recursos para el bienestar personal, por “caminos tortuosos” que muchas veces terminan privilegiando actividades con una retribución garantizada y generan resistencias a entregar la vida en el pastoreo cotidiano. La imagen de esta sencilla doncella en su casa, en contraste con toda la estructura del templo y de Jerusalén, puede ser el espejo donde miremos nuestras complicaciones y afanes, que oscurecen y dilatan la generosidad de nuestro “sí”.
Las dudas y la necesidad de explicaciones de Zacarías desentonan con el “sí” de María que sólo requiere saber cómo se va a dar todo lo que le suceda. Zacarías no puede superar el afán de controlarlo todo, no puede salir de la lógica de ser y sentirse el responsable y autor de lo que suceda. María no duda, no se mira a sí misma: se entrega, confía. Es agotador vivir el vínculo con Dios como Zacarías, como un doctor de la ley: siempre cumpliendo, siempre creyendo que la paga es proporcional al esfuerzo que haga, que es mérito mío si Dios me bendice, que la Iglesia tiene el deber de reconocer mis virtudes y esfuerzos. No podemos correr tras aquello que redunde en beneficios personales; nuestros cansancios deben estar más vinculados a «nuestra capacidad de compasión, son tareas en las que nuestro corazón es “movido” y conmovido. Nos alegramos con los novios que se casan, reímos con el bebé que traen a bautizar; acompañamos a los jóvenes que se preparan para el matrimonio y a las familias; nos apenamos con el que recibe la unción en la cama del hospital, lloramos con los que entierran a un ser querido» (Homilía Misa en la Misa Crismal, 2 abril 2015). Entregamos minutos y días en pos de esa madre con SIDA, ese pequeño que quedó huérfano, esa abuela a cargo de tantos nietos o ese joven que ha venido a la ciudad y está desesperado porque no encuentra trabajo. «Tantas emociones… Si tenemos el corazón abierto, esta emoción y tanto afecto fatigan el corazón del Pastor. Para nosotros, sacerdotes, las historias de nuestra gente no son un noticiero: nosotros conocemos a nuestro pueblo, podemos adivinar lo que les está pasando en su corazón; y el nuestro, al compadecernos (al padecer con ellos), se nos va deshilachando, se nos parte en mil pedacitos, se conmueve y hasta parece comido por la gente: “Tomad, comed”. Esa es la palabra que musita constantemente el sacerdote de Jesús cuando va atendiendo a su pueblo fiel: “Tomad y comed, tomad y bebed…”. Y así nuestra vida sacerdotal se va entregando en el servicio, en la cercanía al pueblo fiel de Dios… que siempre, siempre cansa» (ibíd.). Es hermoso encontrar a un sacerdote cansado por su cercanía…
Renovar el llamado muchas veces pasa por revisar si nuestros cansancios y afanes tienen que ver con cierta “mundanidad espiritual”, «por la fascinación de mil propuestas de consumo que no nos podemos quitar de encima para caminar, libres, por los senderos que nos llevan al amor de nuestros hermanos, a los rebaños del Señor, a las ovejitas que esperan la voz de sus pastores» (Homilía en la Misa Crismal, 24 marzo 2016); renovar el llamado pasa por elegir, decir sí y cansarnos por aquello que es fecundo a los ojos de Dios, que hace presente, encarna, a su Hijo Jesús. Que en este sano cansancio encontremos la fuente de nuestra identidad y felicidad.
Que nuestros jóvenes descubran eso en nosotros, que nos dejamos “tomar y comer”, y que sea eso lo que los lleva a preguntarse por el seguimiento de Jesús, que deslumbrados por la alegría de una entrega cotidiana no impuesta sino madurada y elegida en el silencio y la oración, ellos quieran dar su “sí”. Tú, que te lo preguntas o ya estás en camino de una consagración definitiva, has descubierto «que la ansiedad y la velocidad de tantos estímulos que nos bombardean hacen que no quede lugar para ese silencio interior donde se percibe la mirada de Jesús y se escucha su llamado. Mientras tanto, te llegarán muchas propuestas maquilladas, que parecen bellas e intensas, aunque con el tiempo solamente te dejarán vacío, cansado y solo. No dejes que eso te ocurra, porque el torbellino de este mundo te lleva a una carrera sin sentido, sin orientación, sin objetivos claros, y así se malograrán muchos de tus esfuerzos. Más bien busca esos espacios de calma y de silencio que te permitan reflexionar, orar, mirar mejor el mundo que te rodea, y entonces sí, con Jesús, podrás reconocer cuál es tu vocación en esta tierra» (Exhort. ap. Christus vivit, 277).
Este juego de contrastes que plantea el evangelista Lucas, culmina en el encuentro de las dos mujeres: Isabel y María. La Virgen visita a su prima mayor y todo es fiesta, baile y alabanza. Hay una parte de Israel que ha entendido el cambio profundo, vertiginoso del proyecto de Dios: por eso acepta ser visitada, por eso el niño salta en el vientre. En una sociedad patriarcal, por un instante, el mundo de los hombres se retira, enmudece como Zacarías. Hoy también nos ha hablado una catequista, una mujer mozambiqueña que nos ha recordado que nada les hará perder su entusiasmo por evangelizar, por cumplir con su compromiso bautismal. La identidad de la Iglesia es evangelizar, no hacer proselitismo. Proselitismo no es evangelización.
Y en ella están todos los que salen al encuentro de sus hermanos: los que visitan como María, los que al dejarse visitar aceptan gustosos que el otro los transforme al regalarle su cultura, sus modos de vivir la fe y de expresarla.
La inquietud que expresas nos devela que la inculturación siempre será un desafío, como este “viaje” entre estas dos mujeres que quedarán mutuamente transformadas por el encuentro, el diálogo y el servicio. «Las Iglesias particulares deben fomentar activamente formas, al menos incipientes, de inculturación. Lo que debe procurarse, en definitiva, es que la predicación del Evangelio, expresada con categorías propias de la cultura donde es anunciado, provoque una nueva síntesis con esa cultura. Aunque estos procesos son siempre lentos, a veces el miedo nos paraliza demasiado. Si dejamos que las dudas y temores sofoquen toda audacia, es posible que, en lugar de ser creativos, simplemente nos quedemos cómodos y no provoquemos avance alguno y, en ese caso, no seremos partícipes de procesos históricos con nuestra cooperación, sino simplemente espectadores de un estancamiento infecundo de la Iglesia» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 129).
La “distancia” entre Nazaret y Jerusalén se acorta, se hace inexistente por ese “sí” de María. Porque las distancias, los regionalismos y particularismos, el estar constantemente construyendo muros atentan contra la dinámica de la encarnación, que ha derribado el muro que nos separaba (cf. Ef 2,14). Vosotros que habéis sido testigos —al menos los mayores— de divisiones y rencores queterminaron en guerras, tenéis que estar siempre dispuestos a “visitaros”, a acortar las distancias. La Iglesia de Mozambique está invitada a ser la Iglesia de la Visitación. No puede ser parte del problema de las competencias, menosprecios y divisiones de unos con otros, sino puerta de solución, espacio donde sea posible el respeto, el intercambio y el diálogo. La pregunta formulada sobre qué hacer ante un matrimonio interreligioso nos desafía en esta tendencia asentada que tenemos a la fragmentación, a separar en vez de unir. Como también lo es el vínculo entre nacionalidades, entre razas, entre los del norte y los del sur, entre comunidades, sacerdotes y obispos. Es el desafío porque, hasta desarrollar «una cultura del encuentro en una pluriforme armonía», se requiere «un proceso constante en el cual cada nueva generación se ve involucrada. Es un trabajo lento y arduo que exige querer integrarse y aprender a hacerlo». Es el requisito necesario para la «construcción de un pueblo en paz, justicia y fraternidad», para «el desarrollo de la convivencia social y la construcción de un pueblo donde las diferencias se armonicen en un proyecto común» (ibíd., 220-221). Así como María fue a la casa de Isabel, como Iglesia tenemos que aprender el camino frente a nuevas problemáticas, buscando no quedar paralizados por una lógica que enfrenta, divide, condena. Poneos en camino y buscad una respuesta a estos desafíos pidiendo la asistencia segura del Espíritu Santo. Él es el Maestro para mostrar los nuevos caminos a transitar.
Reavivemos entonces nuestro llamado vocacional, hagámoslo bajo este magnífico templo dedicado a María, y que nuestro “sí” comprometido proclame las grandezas del Señor, alegre el espíritu de nuestro pueblo en Dios, nuestro Salvador (cf. Lc1,46-47). Y llene de esperanza, paz y reconciliación a vuestro país, a nuestro querido Mozambique.
Os pido que, por favor, recéis y hagáis rezar por mí.
Que el Señor os bendiga y la Virgen Santa os cuide.
Gracias.
06.09.19





Semillas de “alegría y esperanza, paz y reconciliación”

Misa en Mozambique

(6 sept. 2019).- 60.000 mozambiqueños han participado este viernes, 6 de septiembre de 2019, a las 10 horas, en la Misa que ha celebrado el Papa Francisco como colofón de su visita a Mozambique, primera parada de este intenso viaje por África: el itinerario continúa por Madagascar e Islas Mauricio hasta el 10 de septiembre.
Los fieles africanos han respondido con júbilo a la llamada del Santo Padre realizada estos días con gran intensidad, a través de 3 discursos públicos y una homilía, pronunciada hoy en el estadio de Zimpeto. Francisco ha exhortado a los mozambiqueños, sumidos en guerra civil durante dos décadas, a ser los “protagonistas” del Reino de Dios”. Como ha especificado en la Misa: “Aquí y ahora, semillas de alegría y esperanza, paz y reconciliación”.
Ni la intensa lluvia ni la pronta hora han frenado la inmensa emoción de alegría y gratitud de las gentes de Mozambique para unirse en oración al Papa Francisco en su plegaria por la paz y la esperanza para el país. “Queremos que reine la paz en nuestros corazones y en el palpitar de nuestro pueblo. Queremos un futuro de paz” ha proclamado el Papa en su homilía.
Lo que el Espíritu viene a impulsar –dijo Francisco a los mozambiqueños– no es un activismo desbordante, sino, ante todo, una atención puesta en el otro, a reconocerlo y valorarlo como hermano hasta sentir su vida y su dolor como nuestra vida y nuestro dolor”.
El Obispo de Roma ha terminado la última celebración en Mozambique con palabras de aliento: “Tenéis muchos motivos para esperar. Lo he visto, lo he tocado con mis manos estos días. Por favor, mantened la esperanza. No dejéis que os la roben. Y no hay mejor manera de mantener la esperanza que permanecer unidos”.
Vivos colores y alegres cantos

La Misa, encomendada al progreso de los pueblos, ha estado animada en todo momento por los enérgicos cantos y bailes de los mozambiqueños. Un gran coro acompañaba la ceremonia, y un grupo de fieles vestidos con colores y prendas típicas de la tierra africana, han entregado al Papa las ofrendas en el altar.
La peticiones de la oración de los fieles han sido leídos por mujeres y hombres en portugués, en lengua, macua, maconde, sena, shona, chopi.
El presidente de la República, Filipe Jacinto Nyusi, ha asistido con su esposa, Isaura Ferrao Nyusi, a la Celebración Eucarística, que pone final a la visita del Pontífice en el país, antes de continuar por Madagascar.
Estadio de Zimpeto
El Estadio Nacional Zimpeto, construido en 2011, está ubicado a la afueras de Maputo, en el popular barrio de Zimpeto. A pesar de tener capacidad para acoger a 42 mil espectadores, la alta participación en la Celebración Eucarística del Papa Francisco ha superado las expectativas: 60.000 mozambiqueños han querido participar.
Antes de llegar al Estadio Zimpeto, el Santo Padre ha visitado el Hospital con el mismo nombre, cerca del recinto deportivo. Después de algunos giros en papamóvil entre los fieles, el Papa ha comenzado la celebración unos 15 minutos antes de la hora prevista, las 10 horas.
Después de la Eucaristía, el Arzobispo de Maputo, Mons. Francisco Chimoio, ha agradecido al Santo Padre su presencia. Después, antes de la bendición final, el Papa ha devuelto el agradecimientos a los sacerdotes, organizadores de la visita y al pueblo de Mozambique.


Homilía del Papa Francisco

Queridos hermanos y hermanas,
Hemos escuchado en el evangelio de Lucas un pasaje del sermón de la llanura. Después de elegir a sus discípulos y haber proclamado las bienaventuranzas, Jesús dice: «a vosotros los que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos» (Lc 6,27). Una palabra dirigida también a nosotros hoy que lo escuchamos en este estadio.
Y lo dice con claridad, sencillez y firmeza señalando un sendero, un camino estrecho que necesita de algunas virtudes. Porque Jesús no es un idealista que desconoce la realidad, él está hablando del enemigo concreto, del enemigo real; el que ha descripto en la bienaventuranza anterior (6,22): de aquel que nos odia, excluye, insulta y proscribe como infame.
Muchos de vosotros todavía podéis contar en primera persona historias de violencia, odio y desencuentros; algunos en carne propia, otros de alguien conocido que ya no está, otros incluso por el miedo de que heridas del pasado se repitan e intenten borrar el camino recorrido de paz, como en Cabo Delgado.
Jesús no nos invita a un amor abstracto, etéreo o teórico, redactado en escritorios y para discursos. El camino que nos propone es el que Él recorrió primero, el que lo hizo amar a los que lo traicionaron y juzgaron injustamente, a los que lo mataron.
Es difícil hablar de reconciliación cuando las heridas causadas en tantos años de desencuentro están todavía frescas o invitar a dar ese paso de perdón que no significa ignorar el dolor o pedir que se pierda la memoria o los ideales (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 100).
Aun así, Jesucristo invita a amar y a hacer el bien; que es mucho más que ignorar al que nos hizo daño o hacer el esfuerzo para que no se crucen nuestras vidas: es un mandato a una benevolencia activa, desinteresada y extraordinaria con respecto a quienes nos hirieron. Pero no se queda allí, también nos pide que los bendigamos y oremos por ellos; es decir, que nuestro decir sobre ellos sea un bien -decir, generador de vida y no de muerte, que pronunciemos sus nombres no para el insulto o la venganza sino para inaugurar un nuevo vínculo para la paz. La vara que el Maestro nos propone es alta.
Con esta invitación, Jesús quiere clausurar para siempre la práctica tan corriente —de ayer y de hoy— de ser cristianos y vivir bajo la ley del talión. No se puede pensar el futuro, construir una nación, una sociedad sustentada en la “equidad” de la violencia. No puedo seguir a Jesús si el orden que promuevo y vivo es el “ojo por ojo, diente por diente”.
Ninguna familia, ningún grupo de vecinos o una etnia, menos un país, tiene futuro si el motor que los une, convoca y tapa las diferencias es la venganza y el odio. No podemos ponernos de acuerdo y unirnos para vengarnos, para hacerle al que fue violento lo mismo que él nos hizo, para planificar ocasiones de desquite bajo formatos aparentemente legales. «Las armas y la represión violenta, más que aportar soluciones, crean nuevos y peores conflictos» ( ibíd.,60). La “equidad” de la violencia siempre es un espiral sin salida y su costo es muy alto. Otro camino es posible porque es crucial no olvidar que nuestros pueblos tienen derecho a la paz. Vosotros tenéis derecho a la paz.
Para hacer más concreta su invitación y aplicable al día a día, Jesús propone una primera regla de oro al alcance de todos —«como queráis que la gente se porte con vosotros, de igual manera portaos con ella» (Lc6,31)— y nos ayuda a descubrir qué es lo más importante de ese trato mutuo: amarnos, ayudarnos y prestar sin esperar nada a cambio.
Amarnos”, nos dice Jesús; y Pablo lo traduce como “revestirnos de compasión entrañable y de bondad” (cf. Col3,12). El mundo desconocía —y sigue sin conocer— la virtud de la misericordia, de la compasión, al matar o abandonar a su suerte a discapacitados y ancianos, eliminar heridos y enfermos, o gozar con los sufrimientos de los animales. Tampoco practicaba la bondad, la amabilidad, que nos mueve a que el bien del prójimo sea tan querido como el propio.
Superar los tiempos de división y violencia supone no sólo un acto de reconciliación o la paz entendida como ausencia de conflicto, sino el compromiso cotidiano de cada uno de nosotros de tener una mirada atenta y activa que nos lleve a tratar a los demás con esa misericordia y bondad con la que queremos ser tratados; misericordia y bondad especialmente hacia aquellos que, por su condición, son rápidamente rechazados y excluidos. Se trata de una actitud de fuertes y no de débiles, una actitud de hombres y mujeres que descubren que no es necesario maltratar, denigrar o aplastar para sentirse importantes, sino al contrario. Y esta actitud es la fuerza profética que Jesucristo mismo nos enseñó al querer identificarse con ellos (cf. Mt25,35-45) y mostrarnos que el servicio es el camino.
Mozambique es un territorio lleno de riquezas naturales y culturales, pero paradójicamente con una enorme cantidad de su población bajo la línea de pobreza. Y a veces pareciera que quienes se acercan bajo el supuesto deseo de ayudar, tienen otros intereses. Y es triste cuando esto se constata entre hermanos de la misma tierra que se dejan corromper; es muy peligroso aceptar que este sea el precio que tenemos que pagar ante la ayuda extranjera.
«No será así entre vosotros» (Mt20,26; cf. vv. 26-28) . Con sus palabras, Jesús nos impulsa a ser protagonistas de otro trato: el de su Reino. Aquí y ahora, semillas de alegría y esperanza, paz y reconciliación. Lo que el Espíritu viene a impulsar no es un activismo desbordante, sino, ante todo, una atención puesta en el otro, a reconocerlo y valorarlo como hermano hasta sentir su vida y su dolor como nuestra vida y nuestro dolor. Este es el mejor termómetro para descubrir todas las ideologías de cualquier tipo que intentan manipular a los pobres y a las situaciones de injusticia para el servicio de intereses políticos o personales (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 199). Sólo así seremos, allí donde nos encontremos, semillas e instrumentos de paz y reconciliación.
Queremos que reine la paz en nuestros corazones y en el palpitar de nuestro pueblo. Queremos un futuro de paz. Queremos «que la paz de Cristo reine en vuestros corazones» (Col 3,15), como bien lo decía la carta de san Pablo. Él utiliza un verbo que viene del campo de los deportes; es la palabra que se refiere al árbitro que decide las cosas discutibles: “que la paz de Cristo sea el árbitro en vuestros corazones”. Si la paz de Cristo es el árbitro en nuestros corazones, entonces, cuando los sentimientos estén en conflicto y nos sintamos impulsados ante dos sentidos opuestos, “juguémonos” por Cristo. La decisión de Cristo nos mantendrá en el camino del amor, en la senda de la misericordia, en la opción por los más pobres, en la preservación de la naturaleza. En el camino de la paz. Si Jesús es el árbitro entre las emociones conflictivas de nuestro corazón, entre las decisiones complejas de nuestro país, entonces Mozambique tiene un futuro de esperanza garantizado; entonces nuestro país cantará a Dios, dando gracias de corazón, con salmos, himnos y cantos inspirados (cf. Col 3,16)
06.09.19


Mozambique: Discurso de Francisco en el Encuentro Interreligioso con jóvenes

Dios os ama”

(6 sept. 2019).- Ayer, 5 de septiembre de 2019, a las 11 horas, el Santo Padre participó en un Encuentro interreligioso con los jóvenes en el Estadio Maxaquene de Maputo, Mozambique.
Discurso del Santo Padre
Muchas gracias por tus palabras de bienvenida, muchas gracias también por todas y cada una de las representaciones artísticas que habéis realizado. Muchas gracias, gracias. Siéntense, pónganse cómodos.
Me agradecíais porque he reservado tiempo para estar con vosotros. ¿Qué es más importante para un pastor que estar con los suyos? ¿Qué es más importante para un pastor que encontrarse con sus jóvenes? ¡Vosotros sois importantes! Tenéis que saberlo, tenéis que creéroslo. ¡Vosotros sois importantes! Pero con humildad. Porque vosotros no sois sólo el futuro de Mozambique, tampoco de la Iglesia y de la humanidad. Vosotros sois el presente, sois el presente de Mozambique, que, con todo lo que sois y hacéis, ya estáis aportando lo mejor que hoy podéis regalar. Sin vuestro entusiasmo, vuestros cantos, vuestra alegría de vivir, ¿qué sería de esta tierra? Sin los jóvenes, ¿qué sería de esta tierra? Veros cantar, sonreír, bailar, en medio de todas las dificultades que vivís —como bien nos contabas tú— es el mejor signo de que vosotros, jóvenes, sois la alegría de esta tierra, la alegría de hoy, de hoy. La esperanza del mañana.

La alegría de vivir es una de vuestras principales características, la característica de los jóvenes, la alegría de vivir —y eso se puede sentir aquí—. Alegría compartida y celebrada, que reconcilia, y se transforma en el mejor antídoto que desmiente a todos aquellos que os quieren dividir —atentos: que os quieren dividir—, que os quieren fragmentar, que os quieren enfrentar. ¡Cuánto les hace falta a algunas regiones del mundo vuestra alegría de vivir! Como se siente, en algunas regiones del mundo, la alegría de estar sólo juntos, de vivir juntos distintas confesiones religiosas, pero hijos de la misma tierra, unidos.
Gracias por estar presentes las distintas confesiones religiosas. Gracias por animaros a vivir el desafío de la paz y a celebrarla hoy juntos como familia; también a aquellos que sin ser parte de alguna tradición religiosa estáis participando. Es hacer la experiencia de que todos somos necesarios, con nuestras diferencias, pero necesarios. Nuestras diferencias son necesarias. Vosotros juntos —así como os encontráis ahora—, sois el palpitar de este pueblo, donde cada uno juega un papel fundamental en un único proyecto creador, para escribir una nueva página de la historia, una página llena de esperanza, llena de paz, llena de reconciliación. Os pregunto: ¿Queréis escribir esta página? [Responden: sí.] Cuando yo entraba, cantaban: “Reconciliación”. ¿Lo repiten? [Todos: Reconciliación. Reconciliación. Reconciliación.] Gracias.
Me hicisteis dos preguntas que creo van unidas. Por un lado, ¿cómo hacer para que los sueños de los jóvenes se hagan realidad? Y, ¿cómo hacer para que los jóvenes se involucren en los problemas que aquejan al país? Vosotros hoy nos marcasteis el camino y nos enseñasteis cómo responder a estas preguntas.
Habéis expresado con el arte, con la música, con esa riqueza cultural que mencionabas con tanto orgullo, una parte de vuestros sueños y realidades; en todas ellas mostráis diferentes modos de asomaros al mundo y mirar el horizonte: siempre con ojos llenos de esperanza, llenos de futuro y llenos de ilusiones. Vosotros, jóvenes, camináis con dos pies como los adultos, igual, pero a diferencia de los adultos, que los tienen paralelos, vosotros ponéis uno delante del otro, dispuesto a irse, a partir. Vosotros tenéis tanta fuerza, sois capaces de mirar con tanta esperanza, sois una promesa de vida que lleva incorporado un cierto grado de tenacidad (cf. Exhortó. ap. postsin. Christus vivit, 139), que no debéis perder ni dejar que os la roben.
¿Cómo realizar los sueños, cómo contribuir a los problemas del país? Me gustaría decirte: No dejéis que os roben la alegría. No dejéis de cantar y expresaros de acuerdo a todo lo bueno que aprendisteis de vuestras tradiciones. Que no os roben la alegría. Como os decía, hay muchas formas de mirar el horizonte, el mundo, de mirar el presente y el futuro, hay muchos modos. Pero es necesario cuidarse de dos actitudes que matan los sueños y la esperanza. ¿Cuáles son? La resignación y la ansiedad. Dos actitudes que matan los sueños y la esperanza. Son grandes enemigas de la vida, porque nos empujan normalmente por un camino fácil, pero de derrota, y el precio que piden para pasar es muy caro, es muy caro. Se paga con la propia felicidad e incluso con la propia vida. Resignación y ansiedad, dos actitudes que roban la esperanza. ¡Cuántas promesas de felicidad vacías que terminan truncando vidas! Seguro conocéis amigos, conocidos —o incluso os puede haber pasado a vosotros mismos—, el vivir momentos difíciles, dolorosos, donde parece que todo se viene encima y lleva a la resignación. Hay que estar muy atentos porque esa actitud «te hace tomar la senda equivocada. Cuando todo parece paralizado y estancado, cuando los problemas personales nos inquietan, los malestares sociales no encuentran las debidas respuestas, no es bueno darse por vencido» (ibíd., 141). No es bueno darse por vencido, repitan: no está bien darse por vencido [todos: no está bien darse por vencido].
Sé que a la mayoría de vosotros os gusta mucho el fútbol. ¿Es verdad? Recuerdo un gran jugador de estas tierras que aprendió a no resignarse: Eusebio da Silva, la “pantera negra”. Comenzó su vida deportiva en el club de esta ciudad. Las severas dificultades económicas de su familia y la muerte prematura de su padre, no pudieron impedir sus sueños; su pasión por el fútbol lo hizo perseverar, soñar y salir adelante, ¡y hasta llegó a hacer 77 goles para este club de Maxaquene! Tenía todo para resignarse. Y no se resignó.
Su sueño y ganas de jugar lo lanzaron hacia delante, pero tan importante como eso fue encontrar con quién jugar. Vosotros bien sabéis que en un equipo no son todos iguales, ni hacen las mismas cosas o piensan de la misma manera. No. Cada jugador tiene sus características, como lo podemos descubrir y disfrutar en este encuentro: venimos de tradiciones diferentes e incluso podemos hablar lenguas diferentes, pero eso no impidió que nos encontremos. Mucho se ha sufrido y se sufre porque algunos se creen con el derecho de determinar quién puede “jugar” —no— y quién tiene que quedar “fuera de la cancha” —es un derecho injusto—. Y van por la vida dividiendo y enfrentando, y haciendo la guerra. Vosotros, queridos amigos, hoy sois un ejemplo sois un testimonio de cómo tenemos que actuar. Testimonio de unidad, de reconciliación, de esperanza. Como un equipo de fútbol. ¿Cómo comprometerse con el país? Así como lo estáis haciendo, permaneciendo unidos más allá de lo que os puede diferenciar, buscando siempre la ocasión para realizar los sueños por un país mejor, pero juntos. Juntos. ¡Qué importante es no olvidar que la enemistad social destruye! Juntos: [todos: ¡la enemistad social destruye!] «Y una familia se destruye por la enemistad. Un país se destruye por la enemistad. Juntos: [todos: ¡la enemistad social destruye!] El mundo se destruye por la enemistad. Y la enemistad más grande es la guerra.
Porque son incapaces de sentarnos y hablar […]. Sean capaces de crear la amistad social [cf. ibíd., 169].
Recuerdo ese proverbio que dice: «Si quieres llegar rápido camina solo, si quieres llegar lejos, ve acompañado». Lo repetimos. [Todos: si quieres llegar rápido camina solo, si quieres llegar lejos, ve acompañado]. Se trata siempre de soñar juntos, como lo estáis haciendo hoy. Soñad con otros, nunca contra otros; soñad como habéis soñado y preparado este encuentro: todos unidos y sin barreras. Eso es parte de la “nueva página de la historia” de Mozambique.
Fútbol, equipos, jugar juntos. Jugar juntos nos enseña que no sólo la resignación es enemiga de los sueños y del compromiso, también lo es la ansiedad. Resignación y ansiedad. La ansiedad: «Puede ser una gran enemiga cuando nos lleva a bajar los brazos porque descubrimos que los resultados no son instantáneos. Los sueños más bellos se conquistan con esperanza, paciencia y empeño, renunciando a las prisas. Al mismo tiempo, no hay que detenerse por inseguridad, no hay que tener miedo de apostar y de cometer errores» (ibíd., 142), es normal. Las cosas más hermosas se gestan con el tiempo y, si algo no te salió la primera vez, no tengas miedo de volver a intentar, una y otra vez, y otra. No tengas miedo a equivocarte, nos vamos a equivocar mil veces, pero no caigamos en el error de detenernos porque hay cosas que no nos salieron bien la primera vez. El peor error sería abandonar, por causa de la ansiedad, abandonar los sueños y las ganas de un país mejor por la ansiedad.
Por ejemplo, tenéis ese hermoso testimonio de María Mutola, que aprendió a perseverar, a seguir intentando a pesar de no cumplir su anhelo de la medalla de oro en los tres primeros juegos olímpicos que compitió; después, al cuarto intento, esta atleta de los 800 metros alcanzó su medalla de oro en las olimpíadas de Sídney. Intentar, intentar. La ansiedad no la hizo ensimismarse; sus nueve títulos mundiales no le hicieron olvidar a su pueblo, sus raíces, y sigue cerca de los niños necesitados de Mozambique. ¡Cuánto nos enseña el deporte a perseverar en nuestros sueños!
Me gustaría sumar otro elemento importante: no dejéis afuera a vuestros mayores. No al ansia, no a la resignación y ahora otro elemento importante: no excluir a vuestros ancianos.
También vuestros mayores os pueden ayudar a que vuestros sueños y aspiraciones no se sequen, no los tire el primer viento de la dificultad o la impotencia; los mayores son nuestras raíces. ¿Lo decimos juntos? [Todos: los mayores son nuestras raíces]
Las generaciones anteriores tienen mucho para deciros, para proponeros. Es cierto que a veces nosotros, los mayores, lo hacemos de modo impositivo, como advertencia, metiendo miedo. Es verdad, a veces damos miedo; o pretendemos que hagáis, digáis y viváis exactamente igual que nosotros. Es un error. Vosotros tendréis que hacer vuestra propia síntesis, pero escuchando, valorando a los que os han precedido. Y esto, ¿no es lo que habéis hecho con vuestra  música? Al ritmo tradicional de Mozambique, la “marrabenta”, le habéis incorporado otros modernos y nació el “pandza”. Lo que escuchabais, lo que veíais cantar y bailar a vuestros padres y abuelos, lo habéis hecho vuestro. Ese es el camino que os propongo, un camino «hecho de libertad, de entusiasmo, de creatividad, de horizontes nuevos, pero cultivando al mismo tiempo esas raíces que alimentan y sostienen» (ibíd., 184). Los mayores son nuestras raíces. [Todos: Los mayores son nuestras raíces].
Todos estos son pequeños elementos que pueden daros el apoyo necesario para no achicarse en los momentos de dificultad, sino para abrir una brecha de esperanza; brecha que os ayudará a poner en juego vuestra creatividad y a encontrar nuevos caminos y espacios para responder a los problemas con el gusto de la solidaridad.
Muchos de vosotros nacisteis bajo el signo de la paz, una paz trabajosa que pasó por momentos más luminosos y otros de prueba. La paz es un proceso que también vosotros estáis llamados a recorrer, tendiendo siempre vuestras manos especialmente a aquellos que están pasando en un momento de dificultad. ¡Grande es el poder de la mano tendida y de la amistad que se juega en lo concreto! Pienso en el sufrimiento de aquellos jóvenes que llegaron llenos de ilusiones en búsqueda de trabajo a la ciudad y hoy están sin techo, sin familia y que no encuentran una mano amiga. Qué importante es que aprendamos a ser manos amigas y tendidas. El gesto de la mano extendida. Todos juntos: el gesto de la mano extendida. [Todos: el gesto de la mano extendida]. Gracias. Buscad crecer en la amistad también con los que piensan distinto, para que la solidaridad crezca entre vosotros y se transforme en la mejor arma para transformar la historia. La solidaridad es la mejor arma para transformar la historia.
Mano tendida que también nos recuerda la necesidad de comprometernos por el cuidado de nuestra casa común. Vosotros, sin lugar a dudas, fuisteis bendecidos con una gran belleza natural, estupenda: bosques y ríos, valles y montañas y esas lindas playas.
Pero tristemente, hace pocos meses habéis sufrido el embate de dos ciclones, habéis visto las consecuencias del descalabro ecológico en el que vivimos. Muchos ya habéis aceptado el desafío imperioso de proteger nuestra casa común, y entre estos hay muchos jóvenes. Tenemos un desafío: proteger nuestra casa común.
Y permitidme deciros una última reflexión: Dios os ama, y en esa afirmación estamos de acuerdo todas las tradiciones religiosas. «Para Él realmente eres valioso, no eres insignificante, le importas, porque eres obra de sus manos.
Porque te ama. Intenta quedarte un momento en silencio dejándote amar por Él. Intenta acallar todas las voces y gritos interiores y quédate un instante en sus brazos de amor» (ibíd., 115). Lo hacemos ahora juntos [permanecen un momento en silencio].
Es el amor del Señor que sabe más de levantadas que de caídas, de reconciliación que de prohibición, de dar nueva oportunidad que de condenar, de futuro que de pasado» (ibíd., 116).
Sé que vosotros creéis en ese amor que hace posible la reconciliación.
Muchas gracias y, por favor, no os olvidéis de rezar por mí.
Que Dios os bendiga.
07.09.19




Madagascar: “Ser constructores del futuro”

Francisco a los jóvenes en la Vigilia de Oración

Vivir nuestra misión en comunidad

(7 sept. 2019).- “A través de vosotros entra el futuro en Madagascar y en la Iglesia. El Señor es el primero en confiar en vosotros (…)” y os invita “a ser constructores del futuro”, dijo el Papa Francisco a los jóvenes malgaches.
Hoy, 7 de septiembre de 2019, por la tarde, el Santo Padre llegó en papamóvil al Campamento Diocesano de Soamandrakizay en Antananarivo, Madagascar, para presidir la Vigilia de Oración con los jóvenes.
Canciones, bailes, testimonios y oración
En torno a las 18.00 horas (17.00 h. en Roma), comenzó la vigilia. En primer lugar, tuvo lugar el saludo de Mons. Fulgence Razakarivony, obispo de Ihosy y presidente de la Comisión Episcopal para los jóvenes en Madagascar, que definió a estos como esperanzados por las exhortaciones e invitaciones del Papa.
Después de una danza tradicional, tuvieron lugar los testimonios de dos jóvenes, el de Rova Sitraka, de 27 años, que habló sobre su experiencia misionera de ayuda a las personas en la cárcel. Y el de Vavy Elyssa, de 21 años, que relató las dificultades que las diferencias étnicas entre sus padres les generaron como familia, así como su acercamiento al grupo franciscano para vivir su fe.

Más tarde, el Pontífice dirigió un discurso a los 100.000 jóvenes presentes, representantes de este grupo de edad en Madagascar, que constituye el 60% de la población y la esperanza de un país que aún es el quinto más pobre del mundo.
Búsqueda de fe


Dios “está en ti”
Sígueme”
Misión en comunidad
Encomendados a María
***
Discurso del Santo Padre
Agradezco a monseñor por sus palabras de bienvenida. Gracias, queridos jóvenes que habéis venido de todos los rincones de esta hermosa isla, a pesar de los esfuerzos y dificultades que esto representa para un gran número de vosotros. Sin embargo ¡estáis aquí! Me da mucha alegría poder vivir con vosotros esta vigilia a la que el Señor Jesús nos invita. Gracias por las canciones y bailes tradicionales que habéis realizado con tanto entusiasmo — no se equivocaron quienes me dijeron que vosotros tenéis una alegría y entusiasmo extraordinario.
Gracias, Rova Sitraka y Vavy Elyssa, por compartir con cada uno de nosotros vuestro camino de búsqueda entre aspiraciones y desafíos. ¡Qué bueno encontrar dos jóvenes con fe viva, en movimiento! Jesús nos deja el corazón siempre inquieto, nos pone en camino y en movimiento. El discípulo de Jesús, si quiere crecer en su amistad, no puede quedar quieto, quejándose o mirándose a sí mismo. Debe moverse, debe actuar, comprometerse, seguro de que el Señor lo apoya y lo acompaña.
Por eso, me gusta ver a cada joven como uno que busca. ¿Os acordáis de la primera pregunta que Jesús le hace a los discípulos a la orilla del Jordán?: «¿Qué buscáis?» (Jn 1,38). El Señor sabe que somos buscadores de esa «felicidad para la cual fuimos creados» y que «el mundo no nos podrá quitar» (Exhort. ap. Gaudete et exultate ,1; 177). Cada uno lo manifiesta de diversas maneras pero, en el fondo vosotros siempre estáis buscando esa felicidad que nadie nos podrá quitar.
Como nos lo compartiste tú, Rova. En tu corazón tenías una vieja inquietud de visitar a las personas encarceladas. Comenzaste a ayudar a un sacerdote en su misión y, poco a poco, te fuiste comprometiendo cada vez más hasta que se convirtió en tu misión personal. Descubriste que tu vida era una misión. Esta búsqueda de fe ayuda a hacer que el mundo en el que vivimos sea mejor, más evangélico. Y lo que hiciste por los demás, te transformó, cambió tu forma de ver y de juzgar a las personas. Te hizo más justo y más humano. Te comprometiste y descubriste cómo el Señor se comprometió contigo dándote una felicidad que el mundo no te podrá quitar (cf. ibíd., 177).  

Rova, en tu misión aprendiste a dejar los adjetivos y a llamar a las personas por su nombre, como el Señor lo hace con nosotros. No nos llama por nuestro pecado, por nuestros errores, equivocaciones, limitaciones, sino que lo hace por nuestro nombre; cada uno es precioso a sus ojos. El demonio, sin embargo, sabiendo también nuestros nombres prefiere llamarnos y recordarnos continuamente nuestros pecados y errores; y de esta forma nos hace sentir que hagamos lo que hagamos nada puede cambiar, que todo seguirá igual. El Señor no actúa así. El Señor siempre nos recuerda lo valiosos que somos ante sus ojos y nos confía una misión.
Rova, aprendiste a conocer no solo las cualidades, sino las historias que se esconden detrás de cada rostro. Dejaste de lado la crítica fácil y rápida, que siempre paraliza, para aprender algo que a muchas personas nos puede llevar años descubrir. Te diste cuenta que, en muchas de las personas que estaban en prisión, no había maldad sino malas elecciones. Erraron el camino y lo sabían, pero ahora tenían ganas de recomenzar.
Esto nos recuerda uno de los regalos más hermosos que la amistad con Jesús nos puede ofrecer. «Él está en ti, Él está contigo y nunca se va. Por más que te alejes, allí está el Resucitado, llamándote y esperándote para volver a empezar» (Exhort. ap. postsin. Christus vivit, 2) y confiarte una misión. Este es el regalo que nos invita a descubrir y a celebrar hoy a todos nosotros.
Todos sabemos, incluso por experiencia personal, que se puede errar el camino y correr detrás de espejismos que nos prometen y encantan con una felicidad aparente, rápida, fácil e inmediata, pero que al final dejan el corazón, la mirada y el alma a mitad de camino (…). Esas ilusiones que, cuando somos jóvenes, nos seducen con promesas que nos adormecen, nos quitan vitalidad, alegría, nos vuelven dependientes y encerrados en un aparente círculo sin salida y lleno de amargura.
Una amargura que, yo no sé si es verdad, pero os puede hacer caer en el peligro de pensar: “Es así… nada puede cambiar y nadie puede cambiarlo”. Especialmente cuando no se cuenta con lo mínimo necesario para pelear el día a día; cuando las oportunidades efectivas para estudiar no son suficientes; o para aquellos que experimentan que su futuro está atascado debido a la falta de trabajo, la precariedad, las injusticias sociales, y entonces tienen la tentación de rendirse, estad atentos a no caer en esta amargura.
El Señor es el primero en decir: no, este no es el camino. Él está vivo y te quiere vivo a ti también compartiendo todos tus dones y carismas,  tus búsquedas y competencias (cf. ibíd., 1). El Señor nos llama por nuestros nombres y nos dice: ¡Sígueme! No para hacernos correr detrás de espejismos, sino para transformarnos a cada uno en discípulos-misioneros aquí y ahora. Él es el primero en desmentir todas las voces que buscan adormeceros, domesticaros, anestesiaros o silenciaros para que no busquéis nuevos horizontes. Con Jesús siempre hay nuevos horizontes. Él nos quiere transformar a todos y hacer de nuestra vida una misión. Pero nos pide que no tengamos miedo a ensuciarnos las manos.
A través de vosotros entra el futuro en Madagascar y en la Iglesia. El Señor es el primero en confiar en vosotros y os invita a que también confiéis en vosotros mismos, en vuestras habilidades y capacidades, que son muchas. Os invita a animaros, unidos a Él para escribir la página más hermosa de vuestras vidas, a superar la apatía y a ofrecer, como Rova, una respuesta cristiana a los múltiples problemas que tenéis que enfrentar. Es el Señor quien nos invita a ser constructores del futuro (cf. ibíd., 174). Contribuyendo a ello como sólo vosotros podéis hacerlo con la alegría y la frescura de vuestra fe. A ti, a ti y a ti, te pregunto y te pido que tú mismo te preguntes: ¿Puede Él contar contigo? Tu patria, Madagascar, ¿puede contar contigo?
Pero el Señor no quiere aventureros solitarios. Él nos regala una misión, sí, pero no nos manda solos al frente de batalla.
Como bien ha dicho Vavy Elyssa, es imposible ser discípulos misioneros solos; necesitamos de los demás para poder vivir y compartir el amor y la confianza que el Señor nos tiene. El encuentro personal con Jesús es irremplazable, pero no en solitario sino en comunidad. Es cierto que solos podemos hacer cosas grandes, sí; pero juntos podemos soñar y comprometernos con cosas inimaginables. Vavy lo ha expresado con claridad. Estamos invitados a descubrir el rostro de Jesús en el rostro de los demás: celebrando la fe en familia, creando lazos de fraternidad, participando en la vida de un grupo o movimiento y animándonos a trazar un camino común vivido en solidaridad. Así podremos aprender a descubrir y discernir los caminos que el Señor nos invita a recorrer, los horizontes que tiene para vosotros: Pero ¡nunca aislarse o “querer estar solos”! Esa es una de las peores tentaciones que podemos tener.
En comunidad, juntos, podemos aprender a presenciar los pequeños milagros cotidianos, así como los testimonios de lo hermoso que es seguir y amar a Jesús. Y esto, muchas veces de forma indirecta, como en el caso de tus padres Vavy que, a pesar de pertenecer a dos tribus diversas, cada una con sus usos y costumbres, gracias al amor recíproco que se tienen, pudieron superar todas las pruebas y diferencias, y mostrarte un hermoso camino por el que transitar. Camino que se sella cada vez que os dan los frutos de la tierra para ofrecerlos en el altar. ¡Cuanta falta hacen estos testimonios! O como tu tía o las catequistas y los sacerdotes que las han acompañado y sostenido en el proceso de fe. Todo ayudó a engendrar y animar vuestro “sí”. Todos somos importantes y necesarios y nadie puede decir: “no te necesito” o “no formas parte de este proyecto de amor que el Padre soñó al crearnos”. 
Ahora os presento un desafío, repetid tres veces: “Ninguno puede decir ‘no tengo necesidad de ti’”. Habéis estado animosos. Tranquilos que ya voy a terminar, hace frío. Somos una gran familia, y podemos descubrir, queridos jóvenes, que tenemos una Madre: la protectora de Madagascar, la Virgen María. Siempre me impactó la fuerza del “sí” de María joven. La fuerza de ese “hágase según tu palabra” que le dijo al ángel. Fue algo distinto a un “sí” como diciendo: “bueno, vamos a probar a ver qué pasa”. María no conocía la expresión: “Vamos a ver qué pasa”. Dijo “sí”, sin vueltas. Fue el “sí” de quien quiere comprometerse y arriesgar, de quien quiere apostarlo todo, sin más seguridad que la certeza de saberse portador de una promesa. Aquella muchacha hoy es la Madre que vela por sus hijos que caminamos por la vida muchas veces cansados, necesitados, pero queriendo que la luz de la esperanza no se apague. Eso es lo que queremos para Madagascar, para cada uno de vosotros y de vuestros amigos: que la luz de la esperanza no se apague. Nuestra Madre mira a este pueblo de jóvenes que ella ama, que también la busca haciendo silencio en el corazón, aunque en el camino haya mucho ruido, conversaciones y distracciones; y le implora para que no se apague la esperanza (cf. ibíd., 44-48).
A ella, nuestra Madre, quiero confiar la vida de todos y cada uno de vosotros, de vuestras familias y amigos para que nunca os falte la luz de la esperanza y Madagascar pueda ser cada vez más la tierra que el Señor soñó. Que ella os acompañe y os proteja siempre.
Y, por favor, no os olvidéis de rezar por mí.
08.09.19






Madagascar: “Toda renuncia cristiana tiene sentido a la luz del encuentro con Jesucristo”

Homilía del Papa en Soamandrakizay

(8 sept. 2019).- En la homilía de hoy, 8 de septiembre de 2019, el Santo Padre ha remitido al evangelio del día, en el que san Lucas recuerda las exigencias que el seguimiento de Cristo supone y que el Pontífice ha dividido en tres, señalando previamente que “toda renuncia cristiana tiene sentido a la luz del gozo y la fiesta del encuentro con Jesucristo”.
Esta mañana, aproximadamente a las 10, hora local (9 h. en Roma), el Papa Francisco ha celebrado la Eucaristía en el Campo Diocesano de Soamandrakizay de Antananarivo, Madagascar.
Ver al otro como hermano
La primera exigencia para los cristianos anima a revisar los vínculos familiares, ya que “cuando el ‘parentesco’ se vuelve la clave decisiva y determinante de todo lo que es justo y bueno se termina por justificar y hasta ‘consagrar’ ciertas prácticas que desembocan en la cultura de los privilegios y la exclusión — favoritismos, amiguismos y, por tanto, corrupción”, afirmó el Papa.
Y añadió: “Cualquiera que no sea capaz de ver al otro como hermano, de conmoverse con su vida y con su situación, más allá de su proveniencia familiar, cultural, social ‘no puede ser mi discípulo’ (Lc 14,26)”.
Diálogo y conocimiento
En segundo lugar, Francisco resaltó la dificultad de seguir al Señor cuando se identifica su Reino con los intereses personales o con “la fascinación por alguna ideología que termina por instrumentalizar el nombre de Dios o la religión para justificar actos de violencia, segregación e incluso homicidio, exilio, terrorismo y marginación”.
De este modo, la exigencia del Maestro propone “construir la historia en fraternidad y solidaridad, en el respeto gratuito de la tierra y de sus dones sobre cualquier forma de explotación; animándonos a vivir el ‘diálogo como camino; la colaboración común como conducta; el  conocimiento recíproco como método y criterio’ (Documento sobre la fraternidad humana, Abu Dhabi, 4 febrero 2019)” y sin ceder “a la tentación de ciertas doctrinas incapaces de ver crecer juntos el trigo y la cizaña en la espera del dueño de la mies (cf. Mt 13,24-30)”, agregó el Obispo de Roma.

Recuperar la memoria agradecida
La última de las exigencias, según el Santo Padre, constituye una llamada a “recuperar la memoria agradecida y reconocer que, más bien que una victoria personal, nuestra vida y nuestras capacidades son fruto de un regalo (cf. Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 55)” de Dios.
A través de estas exigencias, Jesús prepara a los discípulos para “la fiesta de la irrupción del Reino de Dios”, intentando liberarles de la esclavitud del “vivir para sí”, “de encerrarse en pequeños mundos que terminan dejando poco espacio para los demás: ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien”.
El creyente extiende su mano”
Con estos requerimientos, indicó el Pontífice, el Señor nos interpela “a levantar la mirada, a ajustar las prioridades y sobre todo a crear espacios para que Dios sea el centro y eje de nuestra vida”.
Esto significa observar nuestro entorno y reaccionar ante el sufrimiento de las personas, que no forma parte del plan de Dios. 
Homilía del Santo Padre
El Evangelio nos dice que «mucha gente acompañaba a Jesús» (Lc 14,25). Como esas multitudes que se agrupaban a lo largo del camino de Jesús, muchos de vosotros habéis venido para acoger su mensaje y para seguirlo. Pero bien sabéis que el seguimiento de Jesús no es fácil. Vosotros no habéis descansado, y muchos habéis pasado la noche aquí. El evangelio de Lucas nos recuerda, en efecto, las exigencias de este compromiso.
Es importante evidenciar cómo estas exigencias se dan en el marco de la subida de Jesús a Jerusalén, entre la parábola del banquete donde la invitación está abierta a todos —especialmente para aquellos rechazados que viven en las calles y plazas, en el cruce de caminos—; y las tres parábolas llamadas de la misericordia, donde también se organiza fiesta cuando lo perdido es hallado, cuando quien parecía muerto es acogido, celebrado y devuelto a la vida en la posibilidad de un nuevo comenzar. Toda renuncia cristiana tiene sentido a la luz del gozo y la fiesta del encuentro con Jesucristo.
La primera exigencia nos invita a mirar nuestros vínculos familiares. La vida nueva que el Señor nos propone resulta incómoda y se transforma en sinrazón escandalosa para aquellos que creen que el acceso al Reino de los Cielos sólo puede limitarse o reducirse a los vínculos de sangre, a la pertenencia a determinado grupo, clan o cultura particular. Cuando el “parentesco” se vuelve la clave decisiva y determinante de todo lo que es justo y bueno se termina por justificar y hasta “consagrar” ciertas prácticas que desembocan en la cultura de los privilegios y la exclusión —favoritismos, amiguismos y, por tanto, corrupción—. La exigencia del Maestro nos lleva a levantar la mirada y nos dice: cualquiera que no sea capaz de ver al otro como hermano, de conmoverse con su vida y con su situación, más allá de su proveniencia familiar, cultural, social «no puede ser mi discípulo» (Lc 14,26). Su amor y entrega es una oferta gratuita por todos y para todos.
La segunda exigencia nos muestra lo difícil que resulta el seguimiento del Señor cuando se quiere identificar el Reino de los Cielos con los propios intereses personales o con la fascinación por alguna ideología que termina por instrumentalizar el nombre de Dios o la religión para justificar actos de violencia, segregación e incluso homicidio, exilio, terrorismo y marginación. La exigencia del Maestro nos anima a no manipular el Evangelio con tristes reduccionismos sino a construir la historia en fraternidad y solidaridad, en el respeto gratuito de la tierra y de sus dones sobre cualquier forma de explotación; animándonos a vivir el «diálogo como camino; la colaboración común como conducta; el conocimiento recíproco como método y criterio» (Documento sobre la fraternidad humana, Abu Dhabi, 4 febrero 2019); no cediendo a la tentación de ciertas doctrinas incapaces de ver crecer juntos el trigo y la cizaña en la espera del dueño de la mies (cf. Mt 13,24-30).
Y, por último, ¡qué difícil puede resultar compartir la vida nueva que el Señor nos regala cuando continuamente somos impulsados a justificarnos a nosotros mismos, creyendo que todo proviene exclusivamente de nuestras fuerzas y de aquello que poseemos Cuando la carrera por la acumulación se vuelve agobiante y abrumadora —como escuchamos en la primera lectura— exacerbando el egoísmo y el uso de medios inmorales! La exigencia del Maestro es una invitación a recuperar la memoria agradecida y reconocer que, más bien que una victoria personal, nuestra vida y nuestras capacidades son fruto de un regalo (cf. Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 55) tejido entre Dios y tantas manos silenciosas de personas de las cuales sólo llegaremos a conocer sus nombres en la manifestación del Reino de los Cielos.
Con estas exigencias, el Señor quiere preparar a sus discípulos a la fiesta de la irrupción del Reino de Dios liberándolos de ese obstáculo dañino, en definitiva, una de las peores esclavitudes: el vivir para sí. Es la tentación de encerrarse en pequeños mundos que termina dejando poco espacio para los demás: ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien. Muchos, al encerrarse, pueden sentirse “aparentemente” seguros, pero terminan por convertirse en personas resentidas, quejosas, sin vida. Esa no es la opción de una vida digna y plena, ese no es el deseo de Dios para nosotros, esa no es la vida en el Espíritu que brota del corazón de Cristo resucitado (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 2).
En el camino hacia Jerusalén, el Señor, con estas exigencias, nos invita a levantar la mirada, a ajustar las prioridades y sobre todo a crear espacios para que Dios sea el centro y eje de nuestra vida.
Miremos nuestro entorno, ¡cuántos hombres y mujeres, jóvenes, niños sufren y están totalmente privados de todo! Esto no pertenece al plan de Dios. Cuán urgente es esta invitación de Jesús a morir a nuestros encierros, a nuestros individualismos orgullosos para dejar que el espíritu de hermandad —que surge del costado abierto de Jesucristo, de donde nacemos como familia de Dios— triunfe, y donde cada uno pueda sentirse amado, porque es comprendido, aceptado y valorado en su dignidad. «Ante la dignidad humana pisoteada, a menudo permanecemos con los brazos cruzados o con los brazos caídos, impotentes ante la fuerza oscura del mal. Pero el cristiano no puede estar con los brazos cruzados, indiferente, ni con los brazos caídos, fatalista: ¡no! El creyente extiende su mano, como lo hace Jesús con él» (Homilía con motivo de la Jornada Mundial de los Pobres, 18 noviembre 2018).
La Palabra de Dios que hemos escuchado nos invita a reanudar el camino y a atrevernos a dar ese salto cualitativo y adoptar esta sabiduría del desprendimiento personal como la base para la justicia y para la vida de cada uno de nosotros: porque juntos podemos darle batalla a todas esas idolatrías que llevan a poner el centro de nuestra atención en las seguridades engañosas del poder, de la carrera y del dinero y en la búsqueda patológica de glorias humanas.
Las exigencias que indica Jesús dejan de ser pesantes cuando comenzamos a gustar la alegría de la vida nueva que él mismo nos propone: la alegría que nace de saber que Él es el primero en salir a buscarnos al cruce de caminos, también cuando estábamos perdidos como aquella oveja o ese hijo pródigo. Que este humilde realismo —es un realismo, un realismo cristiano— nos impulse a asumir grandes desafíos, y os dé las ganas de hacer de vuestro bello país un lugar donde el Evangelio se haga vida, y la vida sea para mayor gloria de Dios.
Decidámonos y hagamos nuestros los proyectos del Señor.
09.09.19





Las bienaventuranzas, “carnet de identidad del cristiano”

Homilía del Santo Padre en Mauricio


(9 sept. 2019).- El Papa Francisco, indicó que las bienaventuranzas “son el carnet de identidad del cristiano” y que para ser buen cristiano basta con hacer lo que Jesús indica en las mismas, ya que, “en ellas se dibuja el rostro del Maestro, que estamos llamados a transparentar en lo cotidiano de nuestras vidas (Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 63)”.
Hoy, 9 de septiembre de 2019, en torno las 12:15, hora local (10:15 h. en Roma), el Santo Padre ha presidido la celebración eucarística en el Monumento de María Reina de la Paz en Port Louis, Mauricio.
Francisco ha llegado esta misma mañana a Mauricio, tercer y último destino de su viaje apostólico a África, que está teniendo lugar del 4 al 10 de septiembre y en el que también ha visitado Mozambique y Madagascar.
Ejemplo del padre Laval
Con respecto a vivir las bienaventuranzas en nuestra vida, el Pontífice se refirió al ejemplo del beato Jacques-Désiré Laval, misionero evangelizador, muy venerado en Mauricio y que celebra hoy su fiesta.
Así, resaltó cómo el padre Laval supo que “evangelizar suponía hacerse todo para todos (cf. 1 Co 9, 19-22): aprendió el idioma de los esclavos recientemente liberados y les anunció de manera simple la Buena Nueva de la salvación. Supo convocar a los fieles y los formó para emprender la misión y crear pequeñas comunidades cristianas en barrios, ciudades y aldeas vecinas(…)”.
Y añadió que, “a través de su impulso misionero y su amor, el padre Laval dio a la Iglesia mauriciana una nueva juventud, un nuevo aliento, que hoy estamos invitados a continuar en el contexto actual”.
Impulso misionero”
En cuanto a dicho impulso misionero, Francisco apuntó que es necesario cuidarlo para no caer “en la tentación de perder el entusiasmo evangelizador refugiándonos en seguridades mundanas  que, poco a poco, no solo condicionan la misión, sino que la vuelven pesada e incapaz de convocar (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 26)” y que este “tiene rostro joven y rejuvenecedor”.

De este modo, según el Pontífice, “con su vitalidad y entrega”, los jóvenes son los encargados de proporcionar “belleza y frescura” a la misión de la comunidad cristiana, algo que no es fácil siempre, “porque exige que aprendamos a reconocerles y otorgarles un lugar en el seno de nuestra comunidad y de nuestra sociedad”.
Los jóvenes, primera misión
A continuación, el Santo Padre se refirió al sufrimiento de los jóvenes, que, a pesar del crecimiento económico de las últimas décadas en el país, se encuentran con la desocupación, con un “futuro incierto que los empuja fuera del camino y los obliga a escribir su vida muchas veces al margen, dejándolos vulnerables y casi sin puntos de referencia ante las nuevas formas de esclavitud de este siglo XXI”.
Por ello, el Papa subrayó “¡Ellos, nuestros jóvenes, son la primera misión! A ellos debemos invitar a encontrar su felicidad en Jesús; pero no de forma aséptica o lejana, sino aprendiendo a darles un lugar, conociendo ‘su lenguaje’, escuchando sus historias, viviendo a su lado, haciéndoles sentir que son bienaventurados de Dios”.
Por otro lado, reconoce que en nuestra sociedad, alienada por las ambiciones de poder y los intereses mundanos, a veces es difícil vivir las bienaventuranzas, pero que, al mismo tiempo, no podemos “dejar que nos gane en el desaliento”.
Feliz es sinónimo de santo
El Obispo de Roma, afirmó que deseaba que el pie del monte en el que se encontraban se convirtiera en “el monte de las Bienaventuranzas” en el que recuperar “esta invitación a ser felices”, pues solo los cristianos alegres despiertan el “deseo de seguir ese camino”.
Y agregó: “la palabra ‘feliz’ o ‘bienaventurado’ pasa a ser sinónimo de ‘santo’, porque expresa que la persona que es fiel a Dios y vive su Palabra alcanza, en la entrega de sí, la verdadera dicha”.
Espíritu Santo, protagonista de la Iglesia
En definitiva, los proyectos de vida cristiana realizados con alegría, son los que animan a los jóvenes a decir: “Yo quiero subir a ese monte de las bienaventuranzas, yo quiero encontrarme con la mirada de Jesús y que Él me diga cuál es mi camino de felicidad”, apuntó Francisco.
Finalmente, el Santo Padre invitó a pedir por nuestras comunidades para que, “dando testimonio de la alegría de la vida cristiana, vean florecer la vocación a la santidad en las múltiples formas de vida que el Espíritu nos propone”.
Y exhortó a no olvidar que “quien convoca con fuerza, quien construye la Iglesia, es el Espíritu Santo, con su fuerza. Él es el protagonista de la misión, Él es el protagonista de la Iglesia”.
***
Homilía del Santo Padre
Aquí, ante este altar dedicado a María, Reina de la Paz; en este monte desde el que se ve la ciudad y más allá el mar, nos encontramos para participar de esa multitud de rostros que han venido de Mauricio y de las demás islas de esta región del Océano Índico para escuchar a Jesús que anuncia las bienaventuranzas. La misma Palabra de Vida que, como hace dos mil años, tiene la misma fuerza, el mismo fuego que enciende hasta los corazones más fríos. Juntos podemos decir al Señor: creemos en ti y, con la luz de la fe y el palpitar del corazón, sabemos que es verdad la profecía de Isaías: anuncias la paz y la salvación, traes buenas noticias, reina nuestro Dios.
Las bienaventuranzas «son el carnet de identidad del cristiano. Si alguno de nosotros se plantea la pregunta: “¿Cómo se hace para ser un buen cristiano?”, la respuesta es sencilla: es necesario hacer, cada uno a su modo, lo que pide Jesús en las bienaventuranzas. En ellas se dibuja el rostro del Maestro, que estamos llamados a transparentar en lo cotidiano de nuestras vidas» (Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 63), tal como hizo el llamado “apóstol de la unidad mauriciana”, el beato Jacques-Désiré Laval, tan venerado en estas tierras. El amor a Cristo y a los pobres marcó su vida de tal manera que lo protegió de la ilusión de realizar una evangelización “lejana y aséptica”. Sabía que evangelizar suponía hacerse todo para todos (cf. 1 Co 9, 19-22): aprendió el idioma de los esclavos recientemente liberados y les anunció de manera simple la Buena Nueva de la salvación.  Supo convocar a los fieles y los formó para emprender la misión y crear pequeñas comunidades cristianas en barrios, ciudades y aldeas vecinas, muchas de estas pequeñas comunidades han sido el inicio de las actuales parroquias. Fue solícito en brindar confianza a los más pobres y descartados para que fuesen ellos los primeros en organizarse y encontrar respuestas a sus sufrimientos.
A través de su impulso misionero y su amor, el padre Laval dio a la Iglesia mauriciana una nueva juventud, un nuevo aliento, que hoy estamos invitados a continuar en el contexto actual.
Y este impulso misionero hay que cuidarlo porque puede darse que, como Iglesia de Cristo, caigamos en la tentación de perder el entusiasmo evangelizador refugiándonos en seguridades mundanas que, poco a poco, no sólo condicionan la misión, sino que la vuelven pesada e incapaz de convocar (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 26). El impulso misionero tiene rostro joven y rejuvenecedor. Son precisamente los jóvenes quienes, con su vitalidad y entrega, pueden aportarle la belleza y frescura propia de la juventud cuando desafían a la comunidad cristiana a renovarnos y nos invitan a partir hacia nuevos horizontes (cf. Exhort. ap. Christus vivit, 37).
Pero esto no siempre es fácil, porque exige que aprendamos a reconocerles y otorgarles un lugar en el seno de nuestra comunidad y de nuestra sociedad.
Pero qué duro es constatar que, a pesar del crecimiento económico que tuvo vuestro país en las últimas décadas, son los jóvenes los que más sufren, ellos son quienes más padecen la desocupación que provoca no sólo un futuro incierto, sino que además les quita la posibilidad de sentirse actores privilegiados de la propia historia común. Un futuro incierto que los empuja fuera del camino y los obliga a escribir su vida muchas veces al margen, dejándolos vulnerables y casi sin puntos de referencia ante las nuevas formas de esclavitud de este siglo XXI. ¡Ellos, nuestros jóvenes, son la primera misión! A ellos debemos invitar a encontrar su felicidad en Jesús; pero no de forma aséptica o lejana, sino aprendiendo a darles un lugar, conociendo “su lenguaje”, escuchando sus historias, viviendo a su lado, haciéndoles sentir que son bienaventurados de Dios. ¡No nos dejemos robar el rostro joven de la Iglesia y de la sociedad; no dejemos que sean los mercaderes de la muerte quienes roben las primicias de esta tierra!
A nuestros jóvenes y a cuantos como ellos sienten que no tienen voz porque están sumergidos en la precariedad, el padre Laval los invitaría a dejar resonar el anuncio de Isaías: «¡Prorrumpan en gritos de alegría, ruinas de Jerusalén, porque el Señor consuela a su Pueblo, él redime a Jerusalén!» (52,9). Aun cuando lo que nos rodee pueda parecer que no tiene solución, la esperanza en Jesús nos pide recuperar la certeza del triunfo de Dios no sólo más allá de la historia, sino también en la trama oculta de las pequeñas historias que se van entrelazando y que nos tienen como protagonistas de la victoria de Aquel que nos ha regalado el Reino.Para vivir el Evangelio, no se puede esperar que todo a nuestro alrededor sea favorable, porque muchas veces las ambiciones del poder y los intereses mundanos juegan en contra nuestra. San Juan Pablo II decía que «está alienada una sociedad que, en sus formas de organización social, de producción y consumo, hace más difícil la realización de esta donación [de sí] y la formación de esa solidaridad interhumana» (Enc. Centesimus annus, 41c). En una sociedad así, se vuelve difícil vivir las bienaventuranzas; puede llegar incluso a ser algo mal visto, sospechado, ridiculizado (cf. Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 91). Es cierto, pero no podemos dejar que nos gane el desaliento.
Al pie de este monte, que hoy quisiera que fuera el monte de las Bienaventuranzas, también nosotros tenemos que recuperar esta invitación a ser felices. Sólo los cristianos alegres despiertan el deseo de seguir ese camino; «la palabra “feliz” o “bienaventurado” pasa a ser sinónimo de “santo”, porque expresa que la persona que es fiel a Dios y vive su Palabra alcanza, en la entrega de sí, la verdadera dicha» (ibíd., 64).
Cuando escuchamos el amenazante pronóstico “cada vez somos menos”, en primer lugar, deberíamos preocuparnos no por la disminución de tal o cual modo de consagración en la Iglesia, sino por las carencias de hombres y mujeres que quieren vivir la felicidad haciendo caminos de santidad, hombres y mujeres que dejen arder su corazón con el anuncio más hermoso y liberador. «Si algo debe inquietarnos santamente y preocupar nuestra con­ciencia, es que tantos hermanos nuestros vivan sin la fuerza, sin la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, viven sin una comunidad de fe que los contenga, sin un horizonte de sentido y de vida» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 49).
Cuando un joven ve un proyecto de vida cristiana realizado con alegría, eso lo entusiasma y alienta, y siente ese deseo que puede expresar así: “Yo quiero subir a ese monte de las bienaventuranzas, yo quiero encontrarme con la mirada de Jesús y que Él me diga cuál es mi camino de felicidad”.
Pidamos, queridos hermanos y hermanas, por nuestras comunidades, para que, dando testimonio de la alegría de la vida cristiana, vean florecer la vocación a la santidad en las múltiples formas de vida que el Espíritu nos propone. Implorémoslo para esta diócesis, como también para aquellas otras que hoy han hecho el esfuerzo de venir aquí. El padre Laval, el beato cuyas reliquias veneramos, vivió también momentos de decepción y dificultad con la comunidad cristiana, pero finalmente el Señor venció en su corazón. Tuvo confianza en la fuerza del Señor. Dejemos que toque el corazón de muchos hombres y mujeres de esta tierra, dejemos que toque también nuestro corazón para que su novedad renueve nuestra vida y la de nuestra comunidad (cf. ibíd., 11). Y no nos olvidemos que quien convoca con fuerza, quien construye la Iglesia, es el Espíritu Santo, con su fuerza. Él es el protagonista de la misión, Él es el protagonista de la Iglesia.
La imagen de María, la Madre que nos protege y acompaña, nos recuerda que fue llamada la “bienaventurada”. A ella que vivió el dolor como una espada que le atraviesa el corazón, a ella que cruzó el peor umbral del dolor que es ver morir a su hijo, pidámosle el don de la apertura al Espíritu Santo, de la alegría perseverante, esa que no se amilana, ni se repliega, la que siempre vuelve a experimentar y afirmar: “El Todopoderoso hace grandes obras, su nombre es santo”.
09.09.19


El Papa agradece a la Virgen tras su viaje cuarto viaje a África

Mozambique, Madagascar y Mauricio


(10 sept. 2019).- El avión Boeing de Air Madagascar con el Papa Francisco a bordo aterrizó a las 17:55 horas en el aeropuerto de Ciampino de Roma, procedente de Antananarivo, concluyendo su 21º viaje internacional a Mozambique, Madagascar y Mauricio.
Nada más llegar a Roma, el Pontífice ha acudido a la basílica de Santa María la Mayor, para agradecer el buen trayecto y los frutos de su visita apostólica a la Virgen, la imagen bizantina “Salus Populi romani”, y dejarle un ramo de flores como signo de gratitud por el viaje apenas concluido como tiene por costumbre, informa Vatican News en español.
Salus Populi romani”
Es el nombre que se le da en el siglo XIX al icono bizantino de la Virgen y el Niño, que procede de los primeros cristianos, y se encuentra en la basílica Santa María la Mayor.
Como ocurre con la mayoría de los iconos marianos del área greco-bizantina, según la tradición la Salus Populi Romani fue pintada por San Lucas en un trozo de madera de la mesa que se utilizó en la Última cena de Jesús con sus apóstoles o bien, en una mesa construida por el propio Redentor que la Virgen María guardó tras su cruxifición.
Esta misma tradición dice que es una copia de una imagen aparecida de forma milagrosa en Lydda, en una iglesia construida por los apóstoles Pedro y Juan.
11.09.19


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