Santa Marta: Dios conceda la gracia de “enviarnos siempre un profeta”
Para
no perder la conciencia del pecado
(31
enero 2020).- El Papa Francisco pidió: “Que el Señor nos conceda
la gracia de enviarnos siempre un profeta – puede ser el vecino, el
hijo, la madre, el padre – que nos abofetee un poco cuando nos
deslizamos en esta atmósfera donde todo parece ser legítimo”.
Hoy,
31 de enero de 2020, en la homilía de la Misa en la Casa Santa
Marta, el Santo Padre ha reflexionado en torno al pasaje del segundo
libro de Samuel, centrado en la figura del “santo rey David”,
informa Vatican
News.
Conciencia
del pecado
En
dicho fragmento, David, deslizándose por una vida cómoda, olvida
que fue elegido por Dios.
De
acuerdo al medio vaticano, Francisco se refirió a los pecados de
David: el censo de la gente y la historia de Uriya que hizo matar a
su esposa Betsabé después de que la dejó embarazada. Él elige el
asesinato porque su plan para arreglar las cosas tras cometer
adulterio, fracasa. David, describió, “continuó su vida normal.
Silencio. Su corazón no se movió”.
Espíritu
de la mundanidad
“Pero,
¿cómo el gran David, que es santo, que había hecho tantas cosas
buenas, que estaba tan unido a Dios, pudo hacer eso? Eso no es algo
que se hace de la noche a la mañana. El gran David, se deslizó
lentamente”, expuso.
Y
continuó: “Hay pecados del momento: el pecado de la ira, un
insulto, que no puedo controlar. Pero hay pecados en los que uno se
desliza lentamente, con el espíritu de la mundanidad. Es el espíritu
del mundo el que te lleva a hacer estas cosas como si fueran
normales. Un asesinato…”.
En
este sentido, el Obispo de Roma describió cómo el pecado se apodera
lentamente del hombre aprovechando su comodidad. “Todos somos
pecadores”, “pero a veces pecamos en el momento. Me enfado,
insulto. Entonces me arrepiento”. En otras ocasiones, sin embargo,
“nos dejamos llevar a un estado de vida en el que… parece
normal”. Y puso como ejemplo que se puede concebir como normal el
“no pagar a la criada como se debe pagar” o pagar la mitad de lo
que es justo a los trabajadores del campo.
Mal
de nuestro tiempo
Así,
el Papa Francisco indica que, a pesar de que algunos pueden parecer
“buenas personas” “que van a Misa todos los domingos, que se
llaman a sí mismos cristianos, cometen pecados graves porque han
caído “en un estado en el que has perdido la conciencia del
pecado. Y ese es uno de los males de nuestro tiempo. Pío XII dijo:
perder la conciencia del pecado”.
Para
señalar que esta realidad no forma parte del pasado, el Santo Padre
remitió a un reciente incidente en Argentina en el que unos jóvenes
jugadores de rugby mataron a un camarada en una pelea después de una
noche de movida. Los chicos que intervinieron en el suceso, apuntó,
se convirtieron en “una manada de lobos”.
Escuchar
a los demás
Francisco
subrayó que “tantas veces una bofetada de la vida” es necesaria
para parar, para detener el deslizamiento progresivo hacia el pecado
y que es preciso que haya alguien como el profeta Natán, al que Dios
envió para mostrar su error a David.
“Pensemos
un poco: ¿cuál es la atmósfera espiritual de mi vida? Soy
cuidadoso, siempre necesito que alguien me diga la verdad, ¿no lo
creo? ¿Escucho el reproche de algún amigo, el confesor, el marido,
la mujer, los niños, que me ayuda un poco?”, cuestionó.
Y
finalmente, mirando esta historia de David, “del rey Santo David”,
el Pontífice invitó a cuestionarse: “si un santo fue capaz de
caer así, tengamos cuidado, hermanos y hermanas, también nos puede
pasar a nosotros. Además, preguntémonos: ¿En qué atmósfera
vivo?”.
01.02.20
Misa de la Presentación: El “secreto” de la vida consagrada y de una “vejez plena”
“Si
no miramos al Señor cada día, nos volvemos ciegos”
(2
febrero 2020).- El Papa Francisco indica el “secreto” de la vida
consagrada y la vejez plena, en su homilía para la fiesta de la
Presentación de Jesús en el Templo de Jerusalén, Día Mundial de
la Vida Consagrada, en la tarde del 1 de febrero de 2020, en Basílica
de San Pedro.
El
Papa invitó a ver qué hacen el viejo Simeón y la profetisa Ana,
según el relato del Evangelio de San Lucas (Lc 2, 22-40).
El
Papa sugirió esta gracia para pedir: “Para tener una visión justa
de la vida, pidamos saber cómo ver la gracia de Dios para nosotros,
como Simeón”.
Homilía
del Papa Francisco
“Mis
ojos han visto a tu Salvador” (Lc 2,30). Son las palabras de
Simeón, que el Evangelio presenta como un hombre sencillo: un
“hombre justo y piadoso”, dice el texto (v. 25). Pero entre todos
los hombres que aquel día estaban en el templo, sólo él vio en
Jesús al Salvador. ¿Qué es lo que vio? Un niño, simplemente un
niño pequeño y frágil. Pero allí vio la salvación, porque el
Espíritu Santo le hizo reconocer en aquel tierno recién nacido “al
Mesías del Señor” (v. 26). Tomándolo entre sus brazos percibió,
en la fe, que en Él Dios llevaba a cumplimiento sus promesas. Y
entonces, Simeón podía irse en paz: había visto la gracia que vale
más que la vida (cf. Sal 63,4), y no esperaba nada más.
También
vosotros, queridos hermanos y hermanas consagrados, sois hombres y
mujeres sencillos que habéis visto el tesoro que vale más que todas
las riquezas del mundo. Por eso habéis dejado cosas preciosas, como
los bienes, como formar una familia. ¿Por qué lo habéis hecho?
Porque os habéis enamorado de Jesús, habéis visto todo en Él y,
cautivados por su mirada, habéis dejado lo demás. La vida
consagrada es esta visión. Es ver lo que es importante en la vida.
Es acoger el don del Señor con los brazos abiertos, como hizo
Simeón. Eso es lo que ven los ojos de los consagrados: la gracia de
Dios que se derrama en sus manos. El consagrado es aquel que cada día
se mira y dice: “Todo es don, todo es gracia”. Queridos hermanos
y hermanas:No
hemos merecido la vida religiosa, es un don de amor que hemos
recibido.
Mis
ojos han visto a tu Salvador.
Son las palabras que repetimos cada noche en Completas. Con ellas
concluimos la jornada diciendo: “Señor, mi Salvador eres Tú, mis
manos no están vacías, sino llenas de tu gracia”. El punto de
partida es saber ver la gracia. Mirar hacia atrás, releer la propia
historia y ver el don fiel de Dios: no sólo en los grandes momentos
de la vida, sino también en las fragilidades, en las debilidades, en
las miserias. El tentador, el diablo insiste precisamente en nuestras
miserias, en nuestras manos vacías: “En tantos años no mejoraste,
no hiciste lo que podías, no te dejaron hacer aquello para lo que
valías, no fuiste siempre fiel, no fuiste capaz…” y así
sucesivamente. Cada uno de nosotros conoce bien esta historia, estas
palabras. Nosotros vemos que eso, en parte, es verdad, y vamos detrás
de pensamientos y sentimientos que nos desorientan. Y corremos el
riesgo de perder la brújula, que es la gratuidad de Dios. Porque
Dios siempre nos ama y se nos da, incluso en nuestras miserias. San
Jerónimo daba tantas cosas al Señor y el Señor le pedía cada vez
más. Él le ha dicho: “Pero, Señor, ya te he dado todo, todo,
¿qué me falta?” —“tus pecados, tus miserias, dame tus
miserias”. Cuando tenemos la mirada fija en Él, nos abrimos al
perdón que nos renueva y somos confirmados por su fidelidad. Hoy
podemos preguntarnos: “Yo, ¿hacia quién oriento mi mirada: hacia
el Señor o hacia mí mismo?”. Quien sabe ver ante todo la gracia
de Dios descubre el antídoto contra la desconfianza y la mirada
mundana.
Porque
sobre la vida religiosa se cierne esta tentación: tener una mirada
mundana. Es la mirada que no ve más la gracia de Dios como
protagonista de la vida y va en busca de cualquier sucedáneo: un
poco de éxito, un consuelo afectivo, hacer finalmente lo que quiero.
Pero la vida consagrada, cuando no gira más en torno a la gracia de
Dios, se repliega en el yo. Pierde impulso, se acomoda, se estanca. Y
sabemos qué sucede: se reclaman los propios espacios y los propios
derechos, uno se deja arrastrar por habladurías y malicias, se
irrita por cada pequeña cosa que no funciona y se entonan las
letanías del lamento —las quejas, “el padre quejas”, “la
hermana quejas”—: sobre los hermanos, las hermanas, la comunidad,
la Iglesia, la sociedad. No se ve más al Señor en cada cosa, sino
sólo al mundo con sus dinámicas, y el corazón se entumece. Así
uno se vuelve rutinario y pragmático, mientras dentro aumentan la
tristeza y la desconfianza, que acaban en resignación. Esto es a lo
que lleva la mirada mundana. La gran Teresa decía a sus monjas: “ay
de la monja que repite ‘me han hecho una injusticia’, ay”. Para
tener la mirada justa sobre la vida, pidamos saber ver la gracia que
Dios nos da a nosotros, como Simeón. El Evangelio repite tres veces
que él tenía familiaridad con el Espíritu Santo, que estaba con
él, lo inspiraba, lo movía (cf. vv. 25-27). Tenía familiaridad con
el Espíritu Santo, con el amor de Dios. La vida consagrada, si se
conserva en el amor del Señor, ve la belleza. Ve que la pobreza no
es un esfuerzo titánico, sino una libertad superior, que nos regala
a Dios y a los demás como las verdaderas riquezas. Ve que la
castidad no es una esterilidad austera, sino el camino para amar sin
poseer. Ve que la obediencia no es disciplina, sino la victoria sobre
nuestra anarquía, al estilo de Jesús. En una de las zonas que
sufrieron el terremoto en Italia —hablando de pobreza y de vida
comunitaria— un monasterio benedictino había quedado completamente
destruido y otro monasterio invitó a las monjas a trasladarse al
suyo. Pero se han quedado poco tiempo allí: no eran felices,
pensaban en lugar que habían dejado, en la gente de allí. Y al
final han decidido volverse y hacer el monasterio en dos caravanas.
En vez de estar en un gran monasterio, cómodas, estaban como las
pulgas, allí, todas juntas, pero felices en la pobreza. Esto ha
sucedido en este último año. Una cosa hermosa.
Mis
ojos han visto a tu Salvador.
Simeón ve a Jesús pequeño, humilde, que ha venido para servir y no
para ser servido, y se define a sí mismo como siervo. Dice, en
efecto: “Ahora, Señor, puedes dejar a tu siervo irse en paz” (v.
29). Quien tiene la mirada en Jesús aprende a vivir para servir. No
espera que comiencen los demás, sino que sale a buscar al prójimo,
como Simeón que buscaba a Jesús en el templo. En la vida
consagrada, ¿dónde se encuentra al prójimo? Esta es la pregunta:
¿Dónde se encuentra el prójimo? En primer lugar, en la propia
comunidad. Hay que pedir la gracia de saber buscar a Jesús en los
hermanos y en las hermanas que hemos recibido. Es allí donde se
comienza a poner en práctica la caridad: en el lugar donde vives,
acogiendo a los hermanos y hermanas con sus propias pobrezas, como
Simeón acogió a Jesús sencillo y pobre. Hoy, muchos ven en los
demás sólo obstáculos y complicaciones. Se necesitan miradas que
busquen al prójimo, que acerquen al que está lejos. Los religiosos
y las religiosas, hombres y mujeres que viven para imitar a Jesús,
están llamados a introducir en el mundo su misma mirada, la mirada
de la compasión, la mirada que va en busca de los alejados; que no
condena, sino que anima, libera, consuela, la mirada de la compasión.
Es ese estribillo del Evangelio, que hablando de Jesús repite
frecuentemente: “se compadeció”. Es Jesús que se inclina hacia
cada uno de nosotros.
Mis
ojos han visto a tu Salvador.
Los ojos de Simeón han visto la salvación porque la aguardaban (cf.
v. 25). Eran ojos que aguardaban, que
esperaban. Buscaban la luz y vieron la luz de las naciones (cf. v.
32). Eran ojos envejecidos, pero encendidos de esperanza. La mirada
de los consagrados no puede ser más que una mirada de esperanza.
Saber esperar. Mirando alrededor, es fácil perder la esperanza: las
cosas que no van, la disminución de las vocaciones… Otra vez se
cierne la tentación de la mirada mundana, que anula la esperanza.
Pero miremos al Evangelio y veamos a Simeón y Ana: eran ancianos,
estaban solos y, sin embargo, no habían perdido la esperanza, porque
estaban en contacto con el Señor. Ana “no se apartaba del templo,
sirviendo a Dios con ayunos y oraciones noche y día” (v. 37). Este
es el secreto: no apartarse del Señor, fuente de la esperanza. Si no
miramos cada día al Señor, si no lo adoramos, nos volvemos ciegos.
Adorar al Señor.
Queridos
hermanos y hermanas: Demos gracias a Dios por el don de la vida
consagrada y pidamos una mirada nueva, que sabe ver la gracia, que
sabe buscar al prójimo, que sabe esperar. Entonces, también
nuestros ojos verán al Salvador.
03.02.20
Roma, “ciudad de encuentro”: Mensaje del Papa en el 150 aniversario de la capital
Hoy comienzan
las celebraciones
(3
feb. 2020).- “En la escena internacional, llena de conflictos, Roma
podría ser una ciudad de encuentro” escribe el Papa Francisco en
un mensaje dirigido a todos los habitantes de Roma, con motivo de los
150 años de su proclamación como capital de Italia.
El
texto escrito por el Santo Padre ha sido leído este mediodía, 3 de
febrero de 2020, por el cardenal Pietro Parolin, secretario de
Estado, en la Ópera de Roma, coincidiendo con la apertura de las
celebraciones por el aniversario de la ciudad, que culminarán en
2021.
El
programa de eventos dura un año y se cierra el 3 de febrero de 2021,
en el cumplimiento del aniversario (3 de febrero de 1871),
informa Vatican
News.
En su misiva, el Papa recuerda históricos momentos de la vida de la
ciudad que acogiera, entre otros, el evento del Concilio Vaticano II,
entre 1962 y 1965.
En
aquel entonces Roma, escribe el Pontífice, “brilló como un
espacio universal, católico y ecuménico. Se convirtió en una
ciudad universal de diálogo ecuménico e inter-religioso, de paz. Se
vio lo mucho que la ciudad significa para la Iglesia y para el mundo
entero”. Así, Francisco recuerda que “Roma habla al mundo de
hermandad, armonía y paz”, decía Pablo VI, y señala: “Con
tales sentimientos y esperanzas, formulo fervientes deseos para el
futuro de la ciudad y sus habitantes”.
“La
proclamación de Roma como capital fue un evento providencial, que
luego causó polémicas y problemas. Pero Roma, Italia, y la misma
Iglesia cambiaron: una nueva historia estaba comenzando”, escribe
Francisco en el mensaje.
El
Papa hace presente que “en 150 años, Roma ha crecido y cambiado
tanto”: de un entorno humano homogéneo –cita a san Juan Pablo
II– a una comunidad multiétnica, en la que conviven, junto a la
católica, visiones de la vida inspiradas por otras creencias
religiosas y también por concepciones no religiosas de la
existencia.
Ocupación
nazi
Asimismo,
el Papa ha hecho referencia a los nueve meses de ocupación nazi de
la ciudad, entre 1943 y 1944: “De esos tiempos difíciles, sacamos
ante todo la lección de la imperecedera fraternidad entre la Iglesia
Católica y la Comunidad Judía, que reafirmé en mi visita al Templo
Mayor de Roma. También estamos convencidos, con humildad, de que la
Iglesia representa un recurso de humanidad en la ciudad. Y los
católicos están llamados a vivir la vida de Roma con pasión y
responsabilidad, especialmente sus aspectos más dolorosos”.
Al
final de su mensaje, Francisco afirma que Roma vivirá su vocación
universal “sólo si se convierte cada vez más en una ciudad
fraternal”, y señala la necesidad de unirse “alrededor de una
visión de una ciudad fraternal y universal, que es un sueño
propuesto a las generaciones más jóvenes”.
04.02.20
Santa Marta: Dios es un Padre que jamás “niega a sus hijos”
Reflexión del
Francisco en la Misa
(4
febrero 2020).- El Papa Francisco subrayó que, como David, el Señor
es un Padre que “no niega a sus hijos, Dios no negocia su
paternidad”, ni siquiera cuando “nos destruimos con el pecado”.
Hoy,
30 de febrero de 2020, en la homilía de la Misa en la Casa Santa
Marta, el Santo Padre reflexionó en torno a la primera lectura de la
liturgia del día, tomada del segundo Libro de Samuel,
informa Vatican
News.
Guerra
contra David
En
este fragmento se describe el final de la batalla liderada por
Absalón contra su padre, el rey David, para reemplazarlo en el
trono. Francisco resumió el relato bíblico destacando el
sufrimiento de David por la guerra que su vástago emprendió contra
él. Absalón persuadió al pueblo para que luchara con él, de
manera que David tuvo que huir de Jerusalén para salvarse, indica la
misma fuente.
“Descalzo,
con la cabeza cubierta, insultado por algunos, otros le tiraban
piedras, porque todo la gente estaba con este hijo que había
engañado al pueblo, había seducido el corazón de las personas con
promesas”, describió el Papa.
En
el pasaje concreto del día de hoy David recibe noticias del frente
por parte de un mensajero que le informa de que Absalón murió en la
guerra. Ante ello, David llora diciendo: ”¡Hijo mío Absalón!
¡Hijo mío, hijo mío Absalón! ¡Si hubiera muerto yo en tu
lugar!”.
“Mi
hijo”
Quien
estaba con él se sorprendió de esta reacción: “Pero ¿por qué
lloras? ¡Él estaba contra ti, te había negado, había negado tu
paternidad, te insultaba, te perseguía, más bien festeja, celebra
porque has ganado!”, dijo el Pontífice.
Sin
embargo, David solo lloraba y repetía: “Mi hijo, mi hijo, mi
hijo”. Para el Obispo de Roma, este llanto de David es un hecho
histórico y una profecía que nos permite ver el corazón de Dios,
cómo actúa el Señor con nosotros cuando nos alejamos de Él, cómo
reacciona cuando nos destruimos con el pecado. Dios, como David, es
un Padre y jamás niega esta paternidad.
El
Santo Padre continuó diciendo que las personas estamos en ese llanto
de Dios cuando acudimos a la confesión de nuestros pecados, porque
no es como “ir a la tintorería” y quitar una mancha, sino que
“es ir al padre que llora por mí, porque es padre”.
Profecía
del amor de Dios
Para
él, la frase de David “si yo hubiera muerto en tu lugar, Absalón,
hijo mío” es, efectivamente, profética y reitera que en Dios “se
hace realidad”: “Tan grande es el amor de padre que Dios tiene
por nosotros que murió en nuestro lugar. Se hizo hombre y murió por
nosotros”, señaló.
Y
agregó: “Cuando miremos el crucifijo, pensemos en esto: ‘Si yo
hubiera muerto en tu lugar’. Y escuchemos la voz del padre que en
el hijo nos dice: ‘Hijo mío, hijo mío’. Dios no niega a sus
hijos, Dios no negocia su paternidad”.
El
Papa Francisco continuó remarcando que el amor de Jesús llega al
extremo: “El que está en la cruz es Dios, el Hijo del Padre,
enviado a dar su vida por nosotros”. Así, recomendó “en los
malos momentos de nuestra vida – todos los tenemos –
momentos de pecado, momentos de alejamiento de Dios, escuchar esta
voz en el corazón: ‘Hijo mío, hija mía, ¿qué estás haciendo?
No te suicides, por favor. Yo he muerto por ti’”.
Escuchar
la voz del Señor
Al
final de la homilía, el Papa recordó cómo Jesús lloró al mirar a
Jerusalén “porque nosotros no dejamos que Él nos ame”.
Por
ello, de acuerdo al medio vaticano, concluyó invitando a que: “En
el momento de la tentación, en el momento del pecado, en el momento
en que nos alejamos de Dios, tratemos de escuchar esta voz: ‘Hijo
mío, hija mía, ¿por qué?’“.
05.02.20
Aceptar la pobreza de nuestro ser para “poder amar”– Catequesis completa
Ciclo
sobre las bienaventuranzas
(5
febrero 2020).- “Porque hay una pobreza que debemos aceptar, la de
nuestro ser, y una pobreza que en cambio debemos buscar, la concreta,
de las cosas de este mundo, para ser libres y poder amar”, indicó
el Papa Francisco.
Hoy,
5 de febrero de 2020, en el Aula Pablo VI, el Santo Padre ha
continuado con el ciclo de catequesis sobre la primera de las ocho
bienaventuranzas descrita en el Evangelio de Mateo: “Bienaventurados
los pobres de espíritu, porque de ellos será el Reino de los
cielos” (Mt. 11, 28-30).
Francisco
resaltó cómo este evangelista no se refiere al sentido económico
del término “pobreza”, sino a los “pobres de espíritu”:
“aquellos que son y se sienten pobres, mendigos, en lo más
profundo de su ser” y a los que Jesús proclama benditos “porque
el Reino de los Cielos les pertenece”.
Todos
somos vulnerables
El
Pontífice subrayó que todos los humanos somos vulnerables y que se
vive mal si se rechaza este límite. Las personas orgullosas “no
piden ayuda, no pueden pedir ayuda, no se les ocurre pedir ayuda
porque tienen que mostrarse autosuficientes”. El orgulloso “no
puede disculparse: siempre tiene razón. No es pobre en espíritu”.
En
cambio, el Señor “no se cansa de perdonar” y “somos nosotros
los que desgraciadamente nos cansamos de pedir perdón. El cansancio
de pedir perdón: esta es una enfermedad fea”, describió. Y agregó
que es
difícil pedir perdón porque humilla, pero que vivir ocultando los
propios defectos es “angustiante”.
Ante
ello, continuó el Obispo de Roma, “Jesucristo nos dice: ser pobre
es una ocasión de gracia; y nos muestra el camino para salir de esta
fatiga. Se nos da el derecho de ser pobres de espíritu, porque este
es el camino del Reino de Dios”. Y no necesitamos transformarnos
para ser pobres: “¡somos ‘pobres’ en espíritu! Necesitamos de
todo. Todos somos pobres de espíritu, somos mendigos. Es la
condición humana”.
La
verdadera libertad
“El Reino de Dios es de los pobres de espíritu. Están aquellos que tienen los reinos de este mundo: tienen bienes y tienen comodidad. Pero son reinos que terminan”, expuso, y puntualizó que “realmente reinan aquellos que saben cómo amar el verdadero bien más que a sí mismos. Y ese es el poder de Dios”.
Finalmente
el Santo Padre recordó que el poder de Cristo se mostró porque “ha
sabido hacer lo que los reyes de la tierra no hacen: dar la vida por
los hombres” y “ese es el verdadero poder. El poder de la
fraternidad, de la caridad, del amor, de la humildad”.
“En
esto reside la verdadera libertad. Quien tiene este poder de la
humildad, del servicio, de la hermandad, ¡es libre! Al servicio de
esta libertad está la pobreza alabada por las Bienaventuranzas”,
concluyó.
A
continuación, sigue la catequesis completa del Santo Padre.
Catequesis
del Santo Padre
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy
nos enfrentamos a la primera de las ocho Bienaventuranzas del
Evangelio de Mateo. Jesús comienza a proclamar su camino hacia la
felicidad con un anuncio paradójico: “Bienaventurados los pobres
de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” (5,3). Una
forma sorprendente, y un extraño objeto de felicidad, la pobreza.
Debemos
preguntarnos: ¿qué se entiende por “pobre” aquí? Si Mateo
usara solamente esta palabra, el significado sería simplemente
económico, es decir, indicaría a las personas que tienen pocos o
ningún medio de subsistencia y necesitan la ayuda de otros.
Pero
el Evangelio de Mateo, a diferencia de Lucas, habla de “pobres de
espíritu”. ¿Qué quiere decir? El espíritu, según la Biblia, es
el aliento de vida que Dios comunicó a Adán; es nuestra dimensión
más íntima, digamos la dimensión espiritual, la más íntima,
aquella que nos hace humanos, el núcleo profundo de nuestro ser.
Entonces los “pobres de espíritu” son aquellos que son y se
sienten pobres, mendigos, en lo más profundo de su ser. Jesús los
proclama benditos, porque a ellos pertenece el Reino de los cielos.
¡Cuántas
veces nos han dicho lo contrario! Tienes que ser algo en la vida,
tienes que ser alguien… Tienes que hacerte un nombre… De esto
surge la soledad y la infelicidad: si tengo que ser “alguien”,
estoy en competencia con los demás y vivo en una preocupación
obsesiva por mi ego. Si no acepto ser pobre, aborrezco todo lo que me
recuerda mi fragilidad. Porque esta fragilidad me impide convertirme
en una persona importante, un rico no solo en dinero, sino en fama,
en todo.
Todo
el mundo, frente a sí mismo, sabe que por mucho que lo intente,
siempre permanece radicalmente incompleto y vulnerable. No hay ningún
truco para cubrir esta vulnerabilidad. Todo el mundo es vulnerable en
el interior. Tiene que ver dónde. ¡Qué mal se vive mal si rechazas
tus límites! Se vive mal. Sin digerir el límite. Está ahí. Las
personas orgullosas no piden ayuda, no pueden pedir ayuda, no se les
ocurre pedir ayuda porque tienen que mostrarse autosuficientes. Y
cuántos de ellos necesitan ayuda, pero el orgullo les impide pedir
ayuda. ¡Y qué difícil es admitir un error y pedir perdón!. Cuando
doy algún consejo a los recién casados, que me hablan de cómo
llevar bien su matrimonio, les digo: “Hay tres palabras mágicas:
permiso, gracias, disculpa”. Son palabras que provienen de la
pobreza de espíritu. No tienes que ser entrometido, pero pide
permiso: “¿Te parece bien hacer esto?”, así hay diálogo en la
familia, el esposo y la esposa dialogan. “Hiciste esto por mí,
gracias, lo necesitaba”. Después siempre se cometen errores, se
tropieza: “Disculpa”. Y normalmente, las parejas, los nuevos
matrimonios, los que están aquí y muchos, me dicen: “El tercero
es el más difícil”, pedir disculpas, pedir perdón. Porque el
orgulloso no puede hacerlo. No puede disculparse: siempre tiene
razón. No es pobre en espíritu. En cambio, el Señor no se cansa de
perdonar; somos nosotros los que desgraciadamente nos cansamos de
pedir perdón. El cansancio de pedir perdón: esta es una enfermedad
fea.
¿Por
qué es difícil pedir perdón? Porque humilla nuestra imagen
hipócrita. Pero vivir tratando de ocultar los propios defectos es
agotador y angustiante. Jesucristo nos dice: ser pobre es una ocasión
de gracia; y nos muestra el camino para salir de esta fatiga. Se nos
da el derecho de ser pobres de espíritu, porque este es el camino
del Reino de Dios.
Pero
hay algo fundamental que reiterar: no debemos transformarnos para
hacernos pobres de espíritu, no debemos hacer ninguna transformación
porque ya somos pobres! Somos pobres… o más claramente: ¡somos
“pobres” en espíritu! Necesitamos de todo. Todos somos pobres de
espíritu, somos mendigos. Es la condición humana.
El
Reino de Dios es de los pobres de espíritu. Están aquellos que
tienen los reinos de este mundo: tienen bienes y tienen comodidad.
Pero son reinos que terminan. El poder de los hombres, incluso los
más grandes imperios, pasan y desaparecen. Tantas veces vemos en el
telediario o en los periódicos que aquel gobernante fuerte, potente
o aquel Gobierno que ayer estaba y que hoy ya no, cayó. Las riquezas de
este mundo se van y también el dinero. Los viejos nos enseñaban que
el sudario no tenía bolsillos. Es verdad. Yo nunca he visto detrás
de una procesión fúnebre un camión de mudanza: nadie se lleva
nada. Estas riquezas se quedan aquí.
El
Reino de Dios es de los pobres de espíritu. Hay quienes tienen
reinos de este mundo, tienen bienes y tienen comodidades. Pero
sabemos cómo terminan. Realmente reinan aquellos que saben cómo
amar el verdadero bien más que a sí mismos. Y ese es el poder de
Dios.
¿En
qué se ha mostrado Cristo poderoso? Porque ha sabido hacer lo que
los reyes de la tierra no hacen: dar la vida por los hombres. Ese es
el verdadero poder. El poder de la fraternidad, de la caridad, del
amor, de la humildad. Esto hizo Cristo.
En
esto reside la verdadera libertad. Quien tiene este poder de la
humildad, del servicio, de la hermandad, ¡es libre! Al servicio de
esta libertad está la pobreza alabada por las Bienaventuranzas.
Palabras del Papa en la Cumbre de Ferias Internacionales
( 6 feb. 2020).- El Papa ha solicitado a los participantes en la Cumbre de la Unión de Ferias Internacionales a “contribuir a una economía mundial más justa y humana” sin estandarizar y aplanar la originalidad y la creatividad de los pueblos y las personas sino, por el contrario, alentando “la rica diversidad y la belleza de las culturas y los ecosistemas locales”.
El Santo Padre ha recibido esta mañana, 6 de febrero de 2020, a las personas que han participado en esta reunión, celebrada en Roma del 5 al 7 de este mes.
En su discurso, publicado por la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Francisco, ha convocado, una vez más, a una “cultura del encuentro”, a la que deben contribuir de manera particular –ha dicho– las exposiciones internacionales. Una cultura que “refuerza los lazos de solidaridad y favorece el enriquecimiento mutuo entre los miembros de la familia humana”.
Las ferias y eventos, como un “servicio al bien común”, deben “promover la inclusión, el cuidado de la casa común y el desarrollo integral de las personas y los pueblos”.
En este sentido, el Pontífice ha indicado que estas preocupaciones éticas no son secundarias, sino “esenciales para construir una economía en la que los rendimientos financieros no sean la única variable para medir el éxito”.
Así, ha asegurando que “en el centro no está el dios dinero”, que tarde o temprano se desvanece, “sino el hombre, con su dignidad y su vocación a la eternidad”.
Cooperación
humana
Asimismo,
el Papa ha evidenciado que las ferias, desde el momento de su
preparación hasta la realización, tienen como elemento constitutivo
la “cooperación”, tanto humana como material.
En
este contexto, ha afirmado que “cuanto mayor sea la cooperación a
nivel local e internacional, mayores serán las posibilidades de
éxito, tanto en el plano económico como en el humano”.
Y
ha señalado que las ferias comerciales que apoyan la economía de la
zona, “involucran a su fuerza de trabajo, dan valor y relevancia a
su cultura y respetan escrupulosamente su ecología humana y
ambiental, serán finalmente más exitosas y renombradas”.
07.02.20
Santa Marta: El Papa invita a seguir el “camino de la humillación”
Siguiendo
el camino de Jesús y Juan
(7
feb. 2020).- Pidamos al Señor que nos envíe “alguna humillación”
para “hacernos humildes”, para “imitar mejor a Jesús”, ha
exhortado el Papa Francisco esta mañana, 7 de febrero, en la
celebración de la Misa en la capilla de la Casa Santa Marta.
“No
tengamos miedo a la humillación”. El Santo Padre, reflexionando
sobre el Evangelio de hoy según San Marcos, ha insistido en que “no
se puede ser humilde sin humillación”, llamando a los cristianos a
aprender del «mensaje» de la Palabra de Dios de hoy. Y ha advertido
a los sacerdotes contra este peligro: “Si un pastor no sigue este
camino, no es un discípulo de Jesús: es un escalador en sotana”.
“Cuando
tratamos de mostrarnos, en la Iglesia, en la comunidad, para tener
una posición o algo más, ese es el camino del mundo, es un camino
mundano, no es el camino de Jesús. Y esta tentación de escalar
también puede ocurrir a los pastores: ‘Esto es una injusticia,
esto es una humillación, no puedo tolerarlo’”, ha comentado.
Jesús
y san Juan
Así,
el Obispo de Roma ha explicado cómo Juan el Bautista fue enviado por
Dios para “mostrar el camino”, “el camino” de Jesús. El
“último de los profetas”, tuvo la gracia de decir: “Este es el
Mesías”, ha recordado.
Jesús
en el Huerto de los Olivos y Juan en prisión, tentado por la
“carcoma de la duda” de si Jesús era realmente el Mesías, ha
narrado. Ambos “terminan de la manera más humillante: Jesús con
la muerte en la cruz, «la muerte de los más bajos criminales,
terrible física y también moralmente”, “desnudo ante el pueblo”
y “a su madre”, y Juan el Bautista “decapitado en prisión por
un guardia” por orden de “un rey debilitado por los vicios”,
“corrompido por el capricho de una bailarina y el odio de una
adúltera”, en referencia a Herodías y su hija.
Tanto
Jesús como Juan “nos muestran el camino que los cristianos debemos
seguir”, ha indicado Francisco. De hecho, en las Bienaventuranzas
se enfatiza que el camino es el de la humildad.
08.02.20
Ángelus: “Ser testigo de los valores de la honestidad”
Palabras
del Papa antes del Ángelus
(8
feb. 2020).- A las 12 del mediodía de hoy, el Papa Francisco se
asoma a la ventana del estudio del Palacio Apostólico Vaticano
para recitar el Ángelus con los fieles y peregrinos reunidos en la
Plaza de San Pedro.
Palabras
del Papa antes del Ángelus
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En
el Evangelio de hoy (cf. Mt 5,13-16), Jesús dice a sus discípulos:
“Vosotros sois la sal de la tierra. […]. Vosotros sois la luz del
mundo” (vv. 13.14). Utiliza un lenguaje simbólico no tanto para
dar una definición del discípulo, sino para indicar a aquellos que
pretenden seguirlo algunos criterios para vivir su misión en
el mundo.
Primera
imagen: sal. La sal es el elemento que da sabor y que conserva y
preserva los alimentos de la corrupción. Por lo tanto, el discípulo
está llamado a mantener alejados de la sociedad los peligros, los
gérmenes corrosivos que contaminan la vida de las personas. Se trata
de resistir al pecado, a la degradación moral, siendo testigo de los
valores de la honestidad y fraternidad, sin ceder a las tentaciones
mundanas del arribismo, del poder y la riqueza. Es “sal” el
discípulo que, a pesar de los fracasos diarios, que todos nosotros
tenemos, se levanta del polvo de sus propios errores, comenzando de
nuevo con coraje y paciencia, cada día, buscando el diálogo y el
encuentro con los demás. Es “sal” el discípulo que no busca el
consenso… y los elogios, sino que se esfuerza por ser una presencia
humilde y constructiva, en fidelidad a las enseñanzas de Jesús, que
vino al mundo no para ser servido, sino para servir. Y de esta
actitud hay tanta necesidad!
La
segunda imagen que Jesús propone a sus discípulos es la de la luz:
“Tú eres la luz del mundo”. La luz disipa la oscuridad y nos
permite ver. Jesús es la luz que ha disipado la oscuridad, pero aún
permanece en el mundo y en los individuos. Es la tarea del cristiano
dispersarlas, haciendo brillar la luz de Cristo en medio de nosotros
y proclamando su Evangelio. Es una irradiación que también puede
provenir de nuestras palabras, pero debe provenir principalmente de
nuestras “buenas obras” (v. 16). Un discípulo y una comunidad
cristiana son luz en el mundo cuando dirigen a los demás hacia Dios,
ayudando a cada uno a experimentar su bondad y su misericordia. El
discípulo de Jesús es luz cuando sabe cómo vivir su fe fuera de
los espacios confinados, cuando ayuda a eliminar prejuicios,
calumnias y a llevar la luz de la verdad a las situaciones arruinadas
por la hipocresía y la mentira. Hacer luz, pero no es mi luz, es la
luz de Jesús, nosotros somos instrumentos para que la luz de
Jesús llegue a todos.
Jesús
nos invita a no tener miedo de vivir en el mundo, incluso si a veces
hay condiciones de conflicto y pecado. Frente a la violencia, la
injusticia y la opresión, el cristiano, no puede encerrarse en sí
mismo, ni esconderse en la seguridad de su propio recinto; no puede
abandonar su misión de evangelización y servicio.
Jesús
en la última cena, pidió al Padre de no quitar a los discípulos
del mundo, de dejarlos allí en el mundo y de custodiarlos del
espíritu del mundo. La Iglesia se gasta a sí misma con
generosidad y ternura para los pequeños y los pobres, esto es su
luz, la sal, aquí se escucha el grito de los últimos y de los
excluidos, porque es consciente de ser una comunidad peregrina,
llamada a prolongar en la historia la presencia salvadora de
Jesucristo.
Que
la Santísima Virgen nos ayude a ser sal y luz en medio de la gente,
llevando a todos, con la vida y la palabra, la Buena Nueva del amor
de Dios.
TrSiria: Llamamiento urgente del Papa para proteger la vida de los civiles
Y
para usar el diálogo y la negociación
Después
de la oración mariana, el Papa habló de “las dolorosas noticias
del noreste de Siria”, en particular “las difícil situación de
tantas mujeres y niños, personas obligadas a huir debido a la
escalada militar”.
Y
para agregar: “Renuevo mi llamamiento urgente a la comunidad
internacional y a todos los interesados, para que utilicen los
instrumentos diplomáticos, del diálogo y las negociaciones, de
conformidad con el derecho internacional humanitario, para proteger
las vidas y la suerte de los civiles”.
“Oremos
por esta amada y martirizada Siria”, concluyó el Papa antes de
rezar un Ave María…. con la multitud.
Trata de personas: El Papa señala la responsabilidad de los medios
“Es
necesario el compromiso de todos”
Para
prevenir la trata de personas, el Papa Francisco destaca la
“responsabilidad” de los proveedores de medios modernos de
comunicación, medios utilizados por los delincuentes para atraer a
las víctimas.
En
el Ángelus que presidió el 9 de febrero de 2020 en la Plaza de San
Pedro, el Papa evocó la memoria litúrgica de Santa Josefina
Bakhita, en la Jornada Mundial de Oración y Reflexión contra la
Trata de Personas, celebrada el día anterior.
“Para
remediar este flagelo, ¡porque es un verdadero flagelo! – Que
explota a los más débiles, es necesario el compromiso de todos:
instituciones, asociaciones y organizaciones educativas ”, declaró.
“En
lo que respecta a la prevención”, agregó el Papa, “me gustaría
señalar cómo las diversas investigaciones atestiguan que las
organizaciones criminales están utilizando cada vez más los medios
modernos de comunicación para atraer a las víctimas mediante el
engaño. Es por eso que es necesario, por un lado, educar en el uso
saludable de los medios tecnológicos y, por otro lado, observar y
recordar a los proveedores de estos servicios telemáticos sus
responsabilidades”
09.02.20
Focolares: El carisma de la unidad, gracia “para nuestro tiempo”
Mensaje
del Santo Padre
(10
febrero 2020).- Para el Papa Francisco el carisma de la unidad “es
una de estas gracias para nuestro tiempo, que experimenta un cambio
de envergadura epocal e invoca una reforma espiritual y pastoral
simple y radical que haga regresar a la Iglesia a la fuente siempre
nueva y actual del Evangelio de Jesús”.
Escuela
del Espíritu Santo
El
Santo Padre recomendó a los obispos ponerse siempre de nuevo en la
escuela del Espíritu Santo, “para caminar en el fuego de
Pentecostés con todo el Pueblo de Dios por los caminos de la
misión”, pues “su luz y su fuerza llevan a encontrar con
misericordia y ternura a los que viven y sufren en las periferias
existenciales y sociales, anunciando y testimoniando con alegría,
sin miedo, ricos solamente de fe, de esperanza y de amor el Evangelio
de Jesús”.
Mensaje
del Santo Padre
¡Queridos
hermanos!
Me
alegro vivamente por la celebración de la Conferencia Internacional
durante la cual os reunís, primero en Trento y luego en Loppiano,
con ocasión del centenario del nacimiento de la Sierva de Dios
Chiara Lubich, para profundizar en el significado y la aportación
del carisma de la unidad al servicio hoy de la misión de la Iglesia
como comunión evangelizadora.
Los
carismas son «regalos del Espíritu integrados en el cuerpo
eclesial, atraídos hacia el centro que es Cristo, desde donde se
encauzan en un impulso evangelizador» (Exhortación
Apostólica Evangelii gaudium, 130).
Es bueno entonces, también para los obispos, ponerse siempre de
nuevo en la escuela del Espíritu Santo, que hace salir del Cenáculo
– donde el Señor Jesús los reunió en unidad con Pedro y María,
Madre de Dios y Madre de la Iglesia – para caminar en el fuego de
Pentecostés con todo el Pueblo de Dios por los caminos de la misión.
Su luz y su fuerza llevan a encontrar con misericordia y ternura a
los que viven y sufren en las periferias existenciales y sociales,
anunciando y testimoniando con alegría, sin miedo, ricos solamente
de fe, de esperanza y de amor el Evangelio de Jesús.
Los
dones carismáticos son coesenciales, junto con los dones
jerárquicos, en la misión de la Iglesia [1], y los Pastores
están investidos del don específico de reconocer y promover la
acción del Espíritu Santo que distribuye en el seno del Pueblo de
Dios, entre los fieles de cualquier vocación, «gracias especiales
con las que los hace aptos y prontos para ejercer las diversas obras
y deberes que sean útiles para la renovación y la mayor edificación
de la Iglesia» (Lumen
Gentium, 12).
El carisma de la unidad es una de estas gracias para nuestro tiempo,
que experimenta un cambio de envergadura epocal e invoca una
reforma espiritual y pastoral simple y radical que haga regresar a la
Iglesia a la fuente siempre nueva y actual del Evangelio de Jesús.
A
través del carisma de la unidad, en plena sintonía con el
magisterio del Concilio Ecuménico Vaticano II, el Espíritu Santo
nos enseña concretamente a vivir la gracia de la unidad según la
oración que Jesús dirigió al Padre en la víspera de su Pascua de
muerte y resurrección (cf. Jn 17,21). El Espíritu nos invita a
elegir como la única totalidad de nuestro seguimiento y como la
única brújula de nuestro ministerio a Jesús crucificado -Chiara
Lubich añadiría «abandonado» (cf. Mc 15,34; Mt 27,46)-
haciéndose uno con todos, empezando por los últimos, los excluidos,
los descartados, para llevarles la luz, la alegría y la paz. El
Espíritu se abre al diálogo de la caridad y de la verdad con cada
hombre y mujer, de todas las culturas, tradiciones religiosas y
convicciones ideales, para construir en el encuentro la nueva
civilización del amor. El Espíritu nos pone en la escuela de María,
donde aprendemos que lo que vale y permanece es el amor. Como María
y con ella, estamos llamados a hacer presente y casi tangible a la
vez, para la humanidad de hoy, a Jesús, el Hijo de Dios, que en su
seno se convirtió en el primogénito entre muchos hermanos y
hermanas (cf. Rm 8,29) y que vive resucitado entre los que son uno en
su Nombre (cf. Mt 18,20).
Con
vosotros, pues, queridos hermanos obispos, expreso mi gratitud a Dios
por el don del carisma de la unidad a través del testimonio y la
enseñanza de la Sierva de Dios Chiara Lubich y, con renovada
comunión y bajo la mirada materna de María, «invoco […] al
Espíritu Santo, le ruego que venga a renovar, a sacudir, a
impulsar a la Iglesia en una audaz salida fuera de sí para
evangelizar a todos los pueblos» (Exhortación apostólica Evangelii
Gaudium, 261).
Bendigo
a cada uno de vosotros y a las comunidades que os han sido confiadas,
y os pido por favor que recéis por mí.
Roma,
en San Juan de Letrán, 29 de enero 2020
10.02.20