Santa Marta: El perdón, “medicina” para las “enfermedades del alma”
Meditación
del Papa en la Misa
(17
enero 2020).- Francisco destacó que lo esencial en la vida es cuidar
“tu relación con Dios”, que las “enfermedades del alma”
también han de ser curadas y la “medicina” para sanarlas “es
el perdón”.
Hoy,
17 de enero de 2020, en la homilía de la Misa en la Casa Santa
Marta, el Santo Padre reflexionó sobre el episodio evangélico de
san Marcos en el que Jesús sana a un paralítico, informa Vatican
News.
Jesús
se encontraba en Cafarnaún y congregó a la multitud a su alrededor.
A través de un agujero en el techo le presentaron a un hombre
impedido en una camilla. Todos esperaban que Jesús lo sanase, pero
este despachó a todos diciendo “Hijo, tus pecados te son
perdonados” y, después, le ordena que se levante, tome la camilla
y vuelva a casa.
Jesús
va a lo esencial
Con
respecto a este pasaje, de acuerdo a la misma fuente, Francisco
indicó que con sus palabras Jesús nos permite ir a lo esencial. “Es
un hombre de Dios”, que sanó, pero no era un sanador, enseñaba,
pero era más que un maestro y frente a la escena que se le presenta
va a lo esencial, se dirige al paralítico y le dice: “Tus pecados
están perdonados”.
Para
el Papa, la curación física es un regalo, pues la salud física es
un regalo que debemos cuidar, pero el Señor nos enseña que también
es importante proteger la salud del corazón, la salud espiritual.
Jesús
también va a lo esencial ante la mujer pecadora de la que habla el
Evangelio, a quien repite el mismo mensaje, “Tus pecados te son
perdonados”. En este sentido, el Pontífice comentó cómo los
testigos se escandalizaban “cuando Jesús va a lo esencial”
porque “allí está la profecía, la fuerza”.
De
la misma manera, Jesús le dice al hombre en la piscina que nunca
llega a tiempo para bajar al aguas y ser sanado, “Vete, pero no
peques más”. Y, a la mujer samaritana que le planteó muchas
preguntas e “hizo el papel de teóloga”, “Jesús pregunta por
su marido”, siempre va “a lo esencial de la vida”, describió
el Obispo de Roma.
Lo
esencial es “tu relación con Dios”
Y
subrayó que “lo esencial es tu relación con Dios”, algo que
“olvidamos, muchas veces, como si tuviéramos miedo de ir allí
donde está el encuentro con el Señor, con Dios”.
A
continuación, el Santo Padre volvió a hablar sobre la preocupación
por la salud física, algo que siempre es bueno, “¿pero pensamos
en la salud del corazón?”. En esta línea, expuso que existe una
frase que quizás nos ayude: “Hijo, tus pecados están perdonados”.
“¿Estamos
acostumbrados a pensar en esta medicina de perdonar nuestros pecados,
nuestros errores? Nos preguntamos: ‘¿Tengo que pedirle perdón a
Dios por algo?’ Sí, sí, sí, en general, todos somos pecadores, y
así se diluye y pierde fuerza, este poder de profecía que tiene
Jesús cuando va a lo esencial. Y hoy Jesús nos dice a cada uno de
nosotros: ‘Quiero perdonar tus pecados”’, apuntó.
Conciencia
de los pecados
Francisco
aludió también al hecho que quizás algunos no encuentren pecados
en ellos mismos para confesar porque “hay una falta de
conciencia de los pecados”, de los “pecados concretos”, de las
citadas “enfermedades del alma” que han de ser curadas con la
medicina del perdón.
Esto,
concluyó, “es algo sencillo que Jesús nos enseña cuando va a lo
esencial. Lo esencial es la salud, toda: del cuerpo y del alma.
Guardamos bien la del cuerpo, pero también la del alma. Y vamos al
Doctor que puede curarnos, que puede perdonar nuestros pecados. Jesús
vino para esto, dio su vida por esto”.
18.01.20
Ángelus: «No más esclavos del mal, sino ¡hijos de Dios!»
Palabras
antes del Ángelus
(
19 enero 2020).- A las 12 de la mañana de hoy, 19 enero de 2020 el
Santo Padre Francisco se asoma la ventana del estudio del Palacio
Vaticano Apostólico para rezar el Ángelus con los fieles y
peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro.
Estas
son las palabras del Papa al introducir la oración mariana:
***
Palabras
del Papa antes del Ángelus
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Este
segundo domingo del tiempo ordinario está en continuidad con la
Epifanía y con la la Fiesta del Bautismo de Jesús, que celebramos
el domingo pasado. El pasaje evangélico (cf. 1:29-34) todavía nos
habla de la manifestación de Jesús en el Templo después de haber
sido bautizado en el río Jordán, fue consagrado por el Espíritu
Santo que reposó sobre él y fue proclamado Hijo de Dios por la voz
del Padre celestial (cf. Mt 3,16-17 y par.). El evangelista Juan, a
diferencia de los otros tres, no describe el evento, sino que propone
el testimonio de Juan el Bautista. Él fue el primer testigo de
Cristo. Dios lo había llamado y preparado para esto.
El
Bautista no pudo contener el urgente deseo de rendir testimonio de
Jesús y declara: «He visto y he dado testimonio» (v. 34). Juan,
vio algo de impactante, es decir, el Hijo amado de Dios en
solidaridad con los pecadores; y el Espíritu Santo le hizo
entender la novedad sin precedentes, un verdadero cambio de rumbo. De
hecho, mientras que en todas las religiones es el hombre quien ofrece
y sacrifica algo a Dios, en el caso de Jesús es Dios quién ofrece a
su Hijo para la salvación de la humanidad. Juan manifiesta su
asombro y su consentimiento a esta novedad impactante que trae Jesús,
a través de una expresión significativa que repetimos cada vez en
la Misa: «He
aquí el Cordero de Dios el que quita el pecado del mundo». (v. 29).
El
testimonio de Juan el Bautista nos invita a emprender una y otra vez
nuestro camino de la fe: empezar de nuevo desde Jesucristo, el
Cordero lleno de misericordia que el Padre ha dado por nosotros.
Sorprendámonos una vez más por la elección de Dios de estar de
nuestro lado, de ser solidario con nosotros pecadores, y de
salvar al mundo del mal asumiéndose totalmente la responsabilidad.
Aprendamos
del Bautista a no dar por sentado que ya conocemos a Jesús, que ya
lo conocemos todo de Él (cf. v. 31). No, no es así. Detengámonos
en el Evangelio, quizás incluso contemplando un icono de Cristo, un
«Santo Rostro», una de las muchas maravillosas representaciones de
las que es rica la historia del arte en Oriente y en el Occidente.
Contemplemos con los ojos y más aún con el corazón; y dejémonos
instruir por el Espíritu Santo, que por dentro nos dice: ¡Es él!
Es el Hijo de Dios hecho cordero, inmolado por amor. Él, Él solo ha
llevado, sufrido, expiado el pecado del mundo, y también mis pecados
todos. Ha tomado todos nuestros pecados y los alejó de nosotros para
que finalmente fuéramos libres, no más esclavos del mal. Sí,
todavía pobres pecadores pero no esclavos,sino ¡hijos de Dios!
Que
la Virgen María nos obtenga la fuerza para dar testimonio de su Hijo
Jesús; para anunciarlo con alegría con una vida liberada del mal y
con una palabra llena de fe, de asombro y de gratitud.
Libia: El Papa Francisco saluda la conferencia de Berlín por la paz
(
19 enero 2020).- El Papa Francisco acoge con beneplácito la
organización de la conferencia por la paz en Libia que se lleva a
cabo en Berlín (Alemania), este domingo 19 de enero de 2020.
El
Papa habló de esta iniciativa después de la oración del Ángelus
del mediodía este domingo, 19 enero 2020, en la Plaza de San Pedro,
diciendo: “Hoy se está celebrando una conferencia para discutir la
crisis en Libia en Berlín».
El
Papa ha deseado que el encuentro abra caminos de «paz» y de
«estabilidad»: «Espero sinceramente que esta cumbre, tan
importante, sea el lanzamiento de un camino hacia el cese de la
violencia y una solución negociada que conduzca a la tan deseada paz
y estabilidad del país».
Esta
conferencia internacional se organiza bajo los auspicios de las
Naciones Unidas para tratar de crear las condiciones para una paz
duradera en un país destrozado por la guerra civil.
Es
una iniciativa multilateral con representantes de 11 países,
incluidos Rusia, Turquía, Estados Unidos, China, Italia y Francia,
con la participación del mariscal libio Haftar y Fayez al-Sarraj,
jefe de gobierno reconocido por la ONU (GNA).
Según
el enviado especial de la ONU en Libia, Ghassan Salamé, la
conferencia de Berlín tiene como objetivo establecer un «Comité de
seguimiento» que incluya a los países involucrados en Libia, que
participan en esta cumbre y que deben «volver a una mayor
neutralidad».
20.01.20
Santa Marta: Ser “buen cristiano” significa ser “dócil” a la Palabra de Dios
Meditación
del Papa en la Misa
(20
enero 2020).- Ser un “buen cristiano” significa ser “dócil”
a la Palabra del Señor, escuchar lo que el Señor dice “sobre la
justicia”, “sobre la caridad”, “sobre el perdón”, “sobre
la misericordia” y no ser “incoherentes en la vida”, utilizando
“una ideología para poder ir adelante”, indicó el Papa
Francisco.
Hoy,
20 de enero de 2020, en la homilía de la Misa en la Casa Santa
Marta, el Santo Padre reflexionó sobre la Primera Lectura, en torno
al rechazo “por parte de Dios” de Saúl como rey, “profecía”
confiada a Samuel, informa Vatican
News.
Francisco
reconoció que la Palabra del Señor “a veces nos pone ‘en
problemas’”, pero también “el diablo hace lo mismo”,
“engañosamente” y que, “ser cristiano” es, por lo tanto,
“ser libres” a través de la “confianza” en Dios.
El
pecado de Saúl
Para
el Papa, según la misma fuente, el “pecado de Saúl” fue la
“falta de docilidad” a la Palabra de Dios, pensando que la propia
“interpretación” de la misma era “más justa”. Y esta es la
“sustancia del pecado contra la docilidad”, puntualizó, pues el
Señor le había dicho que no tomara nada del pueblo que había sido
vencido y esto no sucedió así.
“Cuando
Samuel va a reprocharlo por parte del Señor, él dice: ’Pero,
mira, había bueyes, había muchos animales gordos, buenos, y con
ellos hice un sacrificio al Señor’. No puso nada en su bolsillo,
los demás sí. Por el contrario, con esta actitud de interpretar la
Palabra de Dios como le parecía justo, permitió que los demás se
pusieran algo del botín en sus bolsillos. Los pasos de la
corrupción: se comienza con una pequeña desobediencia, una falta de
docilidad, y se va adelante, adelante, adelante”, describió el
Pontífice.
Dios
prefiere la obediencia
Tras
exterminar a los amalecitas, el pueblo tomó del botín “ganado
pequeño y grande, primicias de lo que se destina al exterminio, para
sacrificar al Señor”. Samuel fue el que recordó que el Señor
prefiere “la obediencia a la voz” de Dios en lugar de los
holocaustos y los sacrificios.
De
este modo, el profeta aclaró a “jerarquía de los valores”: es
más importante tener un “corazón dócil” y “obedecer” que
“hacer sacrificios, ayunos, penitencias”, dijo el Pontífice.
Para él, el “pecado de la falta de docilidad”, reside
precisamente en “ese preferir” lo que “yo pienso y no lo que el
Señor me manda y que tal vez no entiendo”.
Así,
cuando uno se rebela contra la “voluntad del Señor”, no es
dócil, “es como si fuera un pecado de adivinación”. Como si,
aun reconociendo que crees en Dios, vas “al adivino para que te lea
las manos ‘por si acaso’”. Esta falta de docilidad, el no
obedecer a Dios, prosiguió, es como una recurrir a la “adivinación”.
Pensar
en la docilidad
“Cuando
te obstinas ante la voluntad del Señor eres un idólatra, porque
prefieres lo que tú piensas, ese ídolo, a la voluntad del Señor. Y
a Saúl esta desobediencia le costó el reino: ‘Por cuanto
rechazaste la Palabra del Señor, el Señor te rechazó como rey’”,
añadió el Obispo de Roma.
En
este sentido, también apuntó que “esto debe hacernos pensar un
poco en nuestra docilidad” porque “muchas veces nosotros
preferimos nuestras interpretaciones del Evangelio o de la Palabra
del Señor al Evangelio y a la Palabra del Señor. Por ejemplo,
cuando caemos en las casuísticas, en las casuísticas morales…
Esta no es la voluntad del Señor”.
“La
voluntad del Señor es clara, Él la hace ver con los mandamientos en
la Biblia y te la hace ver con el Espíritu Santo dentro de tu
corazón. Pero cuando yo soy obstinado y transformo la Palabra del
Señor en ideología, soy un idólatra, no soy dócil. La docilidad,
la obediencia”, insistió el Santo Padre.
“Misericordia
quiero y no sacrificios”
Con
respecto al Evangelio de Marcos de hoy, Francisco recordó cómo se
criticaba a los discípulos “porque no ayunaban”. En él, Jesús
expone que estos no ayunan porque tienen al novio con ellos y que
habrá un día en el que este se vaya y entonces cumplirán con esa
norma.
Asimismo,
el Papa subrayó que “la novedad de la Palabra del Señor –
porque la Palabra del Señor siempre es novedad, siempre nos lleva
adelante – siempre gana, es mejor que todo. Vence la idolatría,
vence la soberbia y vence esta actitud de estar demasiado seguros de
sí mismos, no por la Palabra del Señor sino por las ideologías que
yo he construido
en torno a la Palabra del Señor. Hay una frase muy buena de Jesús
que explica todo esto y que viene de Dios, tomada del Antiguo
Testamento: ‘Misericordia quiero y no sacrificios’”.
21.01.20
Foro Económico Mundial: Francisco exhorta a «situar a la persona en el centro de la política»
Mensaje
del Santo Padre
(21
enero 2020).- El Papa Francisco indica que una cuestión primordial
que nunca debe olvidarse es “que todos somos miembros de la única
familia humana” y de ella surge “la obligación moral de cuidar
unos de otros”, así como “el principio correlativo de situar a
la persona humana -en lugar de la mera búsqueda de poder o
beneficio- en el centro de la política pública”.
Hoy,
21 de enero de 2020, la Oficina de Prensa de la Santa Sede ha
difundido el mensaje que el Santo Padre ha enviado al profesor Klaus
Schwab, presidente Ejecutivo del Foro Económico Mundial (FEM), con
motivo de su reunión anual, que se celebra en Davos-Klosters (Suiza)
del 21 al 24 de enero de 2020.
Este
texto será entregado por el cardenal Peter Turkson, prefecto del
Dicasterio para el Servicio de Desarrollo Humano Integral, como
representante de la Santa Sede.
“Un
mundo coherente y sostenible”
Desarrollo
humano integral
Enfoque
humanista
***
Mensaje
del Santo Padre
Al
profesor Klaus Schwab
Presidente
Ejecutivo del Foro Económico Mundial
Mientras
el Foro Económico Mundial celebra su quincuagésimo aniversario,
envío mis saludos y mis buenos deseos a todos los que participan en
la reunión de este año. Os agradezco vuestra invitación a
participar y he pedido al cardenal Peter Turkson, Prefecto del
Dicasterio para la Promoción del Desarrollo Humano Integral, que
asista como representante de la Santa Sede.
En
estos años, el Foro Económico Mundial ha representado una
oportunidad para que los diversas stakeholders se
comprometieran a explorar formas innovadoras y eficaces de construir
un mundo mejor. También ha proporcionado un escenario para que
la voluntad política y la cooperación mutua se orientasen y
reforzasen para superar el aislamiento, el individualismo y la
colonización ideológica que tristemente caracteriza buena parte del
debate actual.
A
la luz de los desafíos cada vez más numerosos e interrelacionados
que afectan a nuestro mundo (cf. Laudato
Si’,
138 ss.), el tema elegido para este año –Stakeholders para
un mundo coherente y sostenible–
apunta a la necesidad de un mayor compromiso en todos los ámbitos
para abordar con más eficacia las diversas cuestiones que enfrenta
la humanidad. A lo largo de los últimos cinco decenios, hemos
sido testigos de transformaciones geopolíticas y cambios
significativos, desde la economía y los mercados laborales hasta la
tecnología digital y el medio ambiente. Muchos de estos
acontecimientos han beneficiado a la humanidad, mientras que otros
han tenido efectos adversos y han creado importantes lagunas de
desarrollo. Si por una parte los desafíos de hoy no son
los mismos que los de hace medio siglo, hay una serie de
características que siguen siendo relevantes al comenzar una nueva
década.
La
consideración primordial, que nunca debe olvidarse, es que todos
somos miembros de la única familia humana. La obligación
moral de cuidar unos de otros surge de este hecho, así como el
principio correlativo de situar a la persona humana -en lugar de la
mera búsqueda de poder o beneficio- en el centro de la política
pública. Este deber incumbe, además, tanto a los sectores
empresariales como a los gobiernos, y es indispensable en la búsqueda
de soluciones equitativas a los desafíos que enfrentamos. Por
consiguiente, es necesario ir más allá de los enfoques tecnológicos
o económicos a corto plazo y tener plenamente en cuenta la dimensión
ética en la búsqueda de soluciones a los problemas actuales o en la
propuesta de iniciativas para el futuro.
Con
demasiada frecuencia, las visiones materialistas o utilitarias, a
veces ocultas, a veces aplaudidas, conducen a prácticas y
estructuras, motivadas en gran parte o incluso únicamente por el
interés propio, que consideran a los demás como un medio para
alcanzar un fin y conllevan una falta de solidaridad y de caridad que
a su vez da lugar a una verdadera injusticia, mientras que un
desarrollo humano verdaderamente integral puede prosperar solamente
cuando todos los miembros de la familia humana están incluidos en la
búsqueda del bien común y contribuyen a él. Cuando se busca
el verdadero progreso, no hay que olvidar que atropellar la dignidad
de otra persona es, de hecho, debilitar el propio valor.
En
mi carta encíclica Laudato
Si’, llamaba
la atención sobre la importancia de una «ecología integral» que
tenga en cuenta la totalidad de las implicaciones de la complejidad y
de las interconexiones de nuestra casa común. Este enfoque
ético renovado e integrado requiere un humanismo “que de por sí
convoca a los distintos saberes, también al económico, hacia una
mirada más integral e integradora. » (ibíd., 141).
Reconociendo
los logros de los últimos cincuenta años, espero que los
participantes en el Foro de hoy, y en los que se celebrarán en el
futuro, tengan presente la alta responsabilidad moral que incumbe
sobre cada uno de nosotros a la hora de buscar el desarrollo integral
de todos nuestros hermanos y hermanas, incluidos los de las
generaciones futuras. Ojalá vuestras discusiones conduzcan a
un aumento de la solidaridad, especialmente con los más necesitados,
que experimentan la injusticia social y económica y cuya existencia
misma está incluso amenazada.
A
los participantes en el Foro renuevo mis fervientes deseos de un
encuentro fructífero e invoco sobre todos vosotros las bendiciones
divinas de sabiduría.
Desde
el Vaticano, 15 de enero de 2020
22.01.20
«Hospitalidad ecuménica» para la unidad del pueblo cristiano – Catequesis completa
Semana
de Oración por la Unidad de los Cristianos
(22
enero 2020).- Al trabajar juntos por vivir la “hospitalidad
ecuménica”, “particularmente con aquellos cuyas vidas son más
vulnerables, hará de todos nosotros, los cristianos –protestantes,
ortodoxos, católicos, todos los cristianos- mejores seres
humanos, mejores discípulos y un pueblo cristiano más unido. Nos
acercará más a la unidad, que es la voluntad de Dios para
nosotros”, indicó el Papa Francisco.
Hoy,
22 de enero de 2020, en el Aula Pablo VI, el Santo Padre ha dedicado
la catequesis a la Semana de Oración por la Unidad de los
Cristianos. Para ello, citó el pasaje “Nos mostraron una humanidad
poco común” (Hch
28, 2).
Testimonio
de la humanidad
Así,
Francisco se refirió al relato en el que san Pablo y sus compañeros
de viaje, más de 260 personas, naufragaron catorce días a merced
del mar tempestuoso. No obstante, ante esta situación dramática, el
Apóstol, “inspirado por la fe, les anuncia que Dios no permitirá
que pierdan ni un solo cabello”, narró el Papa.
Para
él, efectivamente, esta profecía se cumple cuando todos ellos
llegan a Malta “sanos y salvos”. Allí reciben “el testimonio
de la ‘humanidad poco común’” por parte de un pueblo que aún
no conoce la Buena Nueva de Cristo, pero que manifiestan el amor de
Dios “en actos concretos de bondad”.
Se
trata de una “hospitalidad espontánea” y de una “amabilidad”
que “comunican algo del amor de Dios” y que se vieron
recompensadas “por los milagros de curación que Dios obra a través
de Pablo en la isla”, continuó el Pontífice.
Virtud
ecuménica
Así,
el Obispo de Roma, resaltó la importancia de la hospitalidad,
“virtud ecuménica”, que significa “reconocer, ante todo, que
los demás cristianos son verdaderamente nuestros hermanos y nuestras
hermanas en Cristo”.
Además,
la hospitalidad “no es un acto de generosidad en un solo sentido”
y, como los malteses, “somos recompensados porque recibimos lo que
el Espíritu Santo ha sembrado en estos hermanos y hermanas nuestros,
que se convierte en un regalo también para nosotros porque el
Espíritu Santo siembra también su gracia por doquier”, explicó.
Hospitalidad
con los migrantes
Después,
el Papa se refirió a cómo hoy en todo el mundo, las personas
migrantes enfrentan viajes arriesgados como el de Pablo y también
se encuentran con la “hostilidad de los seres humanos”:
“Son tratados como números y como una amenaza por algunos
gobernantes: ¡Hoy! A veces la inhospitalidad los arroja de nuevo
como una ola hacia la pobreza o hacia los peligros de los que han
huido”, remarcó.
En
este sentido el Papa Francisco exhortó a que como cristianos
trabajemos “juntos para mostrar a los migrantes el amor de Dios
revelado por Jesucristo”, “que no hay solamente hostilidad e
indiferencia, sino que cada persona es preciosa para Dios y amada”.
A
continuación, sigue la catequesis completa del Santo Padre.
***
Catequesis
del Santo Padre
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
La
catequesis de hoy se enmarca en la semana de oración por la
unidad de los cristianos que este año tiene como tema
la hospitalidad, partiendo
del pasaje de los Hechos de los Apóstoles que narra cómo las
comunidades de Malta y Gozo trataron a san Pablo y a sus compañeros
de viaje, cuando naufragaron. A este episodio me referí
precisamente en la catequesis de hace dos semanas.
Por
lo tanto, recordemos de nuevo la dramática experiencia de ese
naufragio. El barco en el que viaja Pablo está a merced de los
elementos. Llevan catorce días en el mar, a la deriva, y como no se
ven ni el sol ni las estrellas, los viajeros se sienten
desorientados, perdidos. El mar se estrella con violencia contra el
barco que temen que se rompa por la fuerza de las olas. También les
azotan el viento y la lluvia. La fuerza del mar y de la tormenta es
terrible e indiferente al destino de los navegantes: ¡eran más de
260 personas!
Pero
Pablo, que sabe que no es así, habla. La fe le dice que su vida está
en manos de Dios, que resucitó a Jesús de entre los muertos, y que
lo llamó a él, a Pablo, para llevar el Evangelio hasta los confines
de la tierra. Su fe también le dice que Dios, según lo que Jesús
reveló, es un Padre amoroso. Por eso Pablo se dirige a sus
compañeros de viaje e, inspirado por la fe, les anuncia que Dios no
permitirá que pierdan ni un solo cabello.
Esta
profecía se cumple cuando el barco encalla en la costa de
Malta y todos los pasajeros pisan la tierra firme sanos y salvos. Y
allí experimentan algo nuevo. En contraste con la violencia brutal
del mar tempestuoso, reciben el testimonio de la «humanidad poco
común» de los isleños. Esta gente, para la que son extranjeros, se
muestra atenta a sus necesidades. Encienden un fuego para que se
calienten, les dan refugio contra la lluvia y comida. Aunque todavía
no han recibido la Buena Nueva de Cristo, manifiestan el amor de Dios
en actos concretos de bondad. Efectivamente, la hospitalidad
espontánea y la amabilidad comunican algo del amor de Dios. Y la
hospitalidad de los isleños malteses se ve recompensada por los
milagros de curación que Dios obra a través de Pablo en la isla. La
gente de Malta fue, pues, un signo de la Providencia de Dios para el
Apóstol; también él fue testigo del amor misericordioso de Dios
por ellos.
Queridísimos:
la hospitalidad es importante; y es también una importante
virtud ecuménica.
Significa reconocer, ante todo, que los demás cristianos son
verdaderamente nuestros hermanos y nuestras hermanas en Cristo. Somos
hermanos. Alguien os dirá: “Pero ese es protestante, ese es
ortodoxo…”. Sí, pero somos hermanos en Cristo. No es un acto de
generosidad en un solo sentido, porque cuando somos hospitalarios con
otros cristianos los acogemos como un regalo que nos han hecho. Como
los malteses, – buenos, estos malteses- somos recompensados porque
recibimos lo que el Espíritu Santo ha sembrado en estos hermanos y
hermanas nuestros, que se convierte en un regalo también para
nosotros porque el Espíritu Santo siembra también su gracia por
doquier. Acoger a los cristianos de otra tradición significa, en
primer lugar, mostrar el amor de Dios por ellos, porque son hijos de
Dios, -hermanos nuestros- y también recibir lo que Dios ha
realizado en sus vidas. La hospitalidad ecuménica requiere la
voluntad de escuchar a los otros cristianos, prestando atención a
sus historias personales de fe y a la historia de su comunidad,
comunidad de fe con otra tradición diferente de la nuestra. La
hospitalidad ecuménica implica el deseo de conocer la experiencia
que otros cristianos tienen de Dios y la expectativa de recibir los
dones espirituales que la acompañan. Y esto es una gracia, descubrir
esto es una gracia. Pienso en los tiempos pasados, en mi tierra por
ejemplo. Cuando vinieron algunos misioneros evangélicos, un grupito
de católicos iba a quemarles las tiendas. Esto no: No es cristiano.
Somos hermanos, todos somos hermanos, y debemos ser hospitales unos
con otros.
Hoy,
el mar en el que naufragaron Pablo y sus compañeros vuelve a ser un
lugar peligroso para la vida de otros navegantes. En todo el mundo,
los hombres y las mujeres migrantes enfrentan viajes
arriesgados para escapar de la violencia, para escapar de la guerra,
para escapar de la pobreza. Como Pablo y sus compañeros experimentan
la indiferencia, la hostilidad del desierto, de los ríos, de los
mares… Muchas veces no les dejan desembarcar en los puertos. Pero,
desgraciadamente, a veces también encuentran la hostilidad mucho
peor de los seres humanos. Son explotados por traficantes
criminales: ¡Hoy! Son tratados como números y como una amenaza por
algunos gobernantes: ¡Hoy! A veces la inhospitalidad los arroja de
nuevo como una ola hacia la pobreza o hacia los peligros de los que
han huido.
Nosotros,
como cristianos, debemos trabajar juntos para mostrar a los migrantes
el amor de Dios revelado por Jesucristo. Podemos y debemos
testimoniar que no hay solamente hostilidad e indiferencia, sino que
cada persona es preciosa para Dios y amada por Él. Las divisiones
que existen todavía entre nosotros nos impiden ser plenamente el
signo del amor de Dios por el mundo. Trabajar juntos para vivir la
hospitalidad ecuménica, particularmente con aquellos cuyas vidas son
más vulnerables, hará de todos nosotros, los cristianos
–protestantes, ortodoxos, católicos, todos los cristianos-
mejores seres humanos, mejores discípulos y un pueblo
cristiano más unido. Nos acercará más a la unidad, que es la
voluntad de Dios para nosotros.
23.01.20
I Congreso de Pastoral para los Ancianos: “La riqueza de los años”
Del 29 al 31
de enero
(23
enero 2020).- Del 29 al 31 de enero de 2020 se celebrará en el
Centro de Congresos Augustinianum de
Roma el I Congreso Internacional de Pastoral para los Ancianos, que
será presentado el próximo martes 28.
Así
lo ha comunicado hoy, 23 de enero de 2020, la Oficina de Prensa de la
Santa Sede a través de una nota.
”Revolución
de la longevidad”
¿Qué
tiene que decir la Iglesia ante lo que se ha llamado la “revolución
de la longevidad”? Por iniciativa del Dicasterio para los
Laicos, la Familia y la Vida, alrededor de 550 expertos y
agentes de pastoral de 60 países de los cinco continentes se
reunirán para reflexionar y encontrar juntos las respuestas.
Es
la primera vez que la Santa Sede organiza un evento de este tipo,
encaminado a la reflexión pastoral sobre un tema que está destinado
a marcar la vida de la sociedad y de la Iglesia en las futuras
décadas.
Tres
sesiones temáticas
Tal
y como indica la citada nota, el encuentro se dividirá en tres
sesiones temáticas: la primera estará dedicada al enfrentamiento
contra la cultura del descarte y a la profundización de cómo, de
diferentes maneras según el contexto sociocultural de origen, la
Iglesia manifiesta su rostro misericordioso permaneciendo siempre
cerca de todos los ancianos.
La
segunda se centrará en las familias y su responsabilidad con los
abuelos y los ancianos: las familias están llamadas a reconocer los
dones de la vida y de la fe transmitidas viviendo una
conversión pastoral cuyo fulcro sea la gratitud. La Iglesia no puede
aceptar que los ancianos se vean privados de un contexto familiar, y
cuando sea así, se siente llamada a convertirse ella misma en
familia para todos aquellos que viven en soledad. ¡Los ancianos
necesitan una familia, y las familias necesitan a los ancianos!
La
última sesión estará dedicada a la vocación de los ancianos en la
Iglesia. El aumento de la esperanza de vida y la mejora general de la
salud han dado a tantas personas una estación más de vida: libre de
compromisos laborales, pero todavía con buena salud.
¿Cómo
vivir estos años cristianamente? El Papa Francisco ha dicho que
se trata de un tiempo nuevo que debemos inventar de alguna
manera. ¡No hay jubilación del Evangelio!
Comienzo
de la reflexión
El
primer congreso internacional de pastoral de los ancianos pretende
ser solo el comienzo de una reflexión que el Dicasterio para los
Laicos, la Familia y la Vida ha decidido emprender para responder de
manera concreta a las numerosas solicitudes del Santo Padre al
respecto.
Por
el mismo motivo, se ha creado en su seno una oficina que se ocupará
de manera estable de la pastoral de los ancianos en comunicación con
las conferencias episcopales, también a la luz de lo que surgirá
del congreso “La riqueza de los años”.
Palabras
del Santo Padre
Efectivamente,
en este sentido, el Papa Francisco ha compartido en varias ocasiones,
como es el caso del prefacio
del libro La
sabiduría del tiempo,
un pensamiento que lleva en su corazón: “Siento que esto es lo que
el Señor quiere que yo diga: que se haga una alianza entre jóvenes
y mayores”.
Para
el Pontífice, “este es el momento en el que los abuelos deben
soñar” para que los jóvenes puedan “tener visiones”. Esto
significa que “solamente si nuestros abuelos tienen el coraje de
soñar y nuestros jóvenes de profetizar grandes cosas, nuestra
sociedad avanzará. Si queremos ‘visiones’ para el futuro,
dejemos a nuestros abuelos que cuenten, que compartan sus sueños”.
Por
lo tanto, apunta Francisco: “¡Necesitamos abuelos soñadores! Son
ellos los que podrán inspirar a los jóvenes a correr hacia delante
con la creatividad de la profecía”, pues, los jóvenes necesitan
de esos sueños “para tener esperanza, para tener un ‘mañana’”.
24.01.20
Jornada de las Comunicaciones Sociales: Una narración que mire al mundo “con ternura”
Mensaje del Santo Padre
(24
enero 2020).- El Papa Francisco afirma que la humanidad precisa una
narración “que sepa mirar al mundo y a los acontecimientos con
ternura; que cuente que somos parte de un tejido vivo; que revele el
entretejido de los hilos con los que estamos unidos unos con otros”.
Mensaje
del Santo Padre
Para
que puedas contar y grabar en la memoria (cf. Ex 10,2)
La
vida se hace historia
Quiero
dedicar el Mensaje de
este año al tema de la narración, porque creo que para no perdernos
necesitamos respirar la verdad de las buenas historias: historias que
construyan, no que destruyan; historias que ayuden a reencontrar las
raíces y la fuerza para avanzar juntos. En medio de la confusión de
las voces y de los mensajes que nos rodean, necesitamos una narración
humana, que nos hable de nosotros y de la belleza que poseemos. Una
narración que sepa mirar al mundo y a los acontecimientos con
ternura; que cuente que somos parte de un tejido vivo; que revele el
entretejido de los hilos con los que estamos unidos unos con otros.
- Tejer historias
El
hombre es un ser narrador. Desde la infancia tenemos hambre de
historias como tenemos hambre de alimentos. Ya sean en forma de
cuentos, de novelas, de películas, de canciones, de noticias…, las
historias influyen en nuestra vida, aunque no seamos conscientes de
ello. A menudo decidimos lo que está bien o mal hacer basándonos en
los personajes y en las historias que hemos asimilado. Los relatos
nos enseñan; plasman nuestras convicciones y nuestros
comportamientos; nos pueden ayudar a entender y a decir quiénes
somos.
El
hombre no es solamente el único ser que necesita vestirse para
cubrir su vulnerabilidad (cf. Gn 3,21),
sino que también es el único ser que necesita “revestirse” de
historias para custodiar su propia vida. No tejemos sólo ropas, sino
también relatos: de hecho, la capacidad humana
de “tejer” implica tanto a los tejidos como
a los textos.
Las historias de cada época tienen un “telar” común: la
estructura prevé “héroes”, también actuales, que para llevar a
cabo un sueño se enfrentan a situaciones difíciles, luchan contra
el mal empujados por una fuerza que les da valentía, la del amor.
Sumergiéndonos en las historias, podemos encontrar motivaciones
heroicas para enfrentar los retos de la vida
El
hombre es un ser narrador porque es un ser en realización, que se
descubre y se enriquece en las tramas de sus días. Pero, desde el
principio, nuestro relato se ve amenazado: en la historia serpentea
el mal.
- No todas las historias son buenas
«El
día en que comáis de él, […] seréis como Dios» (cf. Gn 3,5).
La tentación de la serpiente introduce en la trama de la historia un
nudo difícil de deshacer. “Si posees, te convertirás,
alcanzarás…”, susurra todavía hoy quien se sirve del
llamado storytelling con
fines instrumentales. Cuántas historias nos narcotizan,
convenciéndonos de que necesitamos continuamente tener, poseer,
consumir para ser felices. Casi no nos damos cuenta de cómo nos
volvemos ávidos de chismes y de habladurías, de cuánta violencia y
falsedad consumimos. A menudo, en los telares de la comunicación, en
lugar de relatos constructivos, que son un aglutinante de los lazos
sociales y del tejido cultural, se fabrican historias destructivas y
provocadoras, que desgastan y rompen los hilos frágiles de la
convivencia. Recopilando información no contrastada, repitiendo
discursos triviales y falsamente persuasivos, hostigando con
proclamas de odio, no se teje la historia humana, sino que se despoja
al hombre de la dignidad.
Pero
mientras que las historias utilizadas con fines instrumentales y de
poder tienen una vida breve, una buena historia es capaz de
trascender los límites del espacio y del tiempo. A distancia de
siglos sigue siendo actual, porque alimenta la vida. En una época en
la que la falsificación es cada vez más sofisticada y alcanza
niveles exponenciales (el deepfake),
necesitamos sabiduría para recibir y crear relatos bellos,
verdaderos y buenos. Necesitamos valor para rechazar los que son
falsos y malvados. Necesitamos paciencia y discernimiento para
redescubrir historias que nos ayuden a no perder el hilo entre las
muchas laceraciones de hoy; historias que saquen a la luz la verdad
de lo que somos, incluso en la heroicidad ignorada de la vida
cotidiana.
- La Historiade las historias
La
Sagrada Escritura es una Historia
de historias.
¡Cuántas vivencias, pueblos, personas nos presenta! Nos muestra
desde el principio a un Dios que es creador y narrador al mismo
tiempo. En efecto, pronuncia su Palabra y las cosas existen
(cf. Gn 1).
A través de su narración Dios llama a las cosas a la vida y, como
colofón, crea al hombre y a la mujer como sus interlocutores libres,
generadores de historia junto a Él. En un salmo, la criatura le dice
al Creador: «Tú has creado mis entrañas, me has tejido en
el seno materno. Te doy gracias porque son admirables
tus obras […],
no desconocías mis huesos. Cuando, en lo oculto, me iba formando,
y entretejiendo en
lo profundo de la tierra» (139,13-15). No nacemos realizados, sino
que necesitamos constantemente ser “tejidos” y “bordados”. La
vida nos fue dada para invitarnos a seguir tejiendo esa “obra
admirable” que somos.
En
este sentido, la Biblia es la gran historia de amor entre Dios y la
humanidad. En el centro está Jesús: su historia lleva al
cumplimiento el amor de Dios por el hombre y, al mismo tiempo, la
historia de amor del hombre por Dios. El hombre será llamado así,
de generación en generación, a contar
y a grabar en su memoria los
episodios más significativos de esta Historia
de historias,
los que puedan comunicar el sentido de lo sucedido.
El
título de este Mensaje está
tomado del libro del Éxodo, relato bíblico fundamental, en el que
Dios interviene en la historia de su pueblo. De hecho, cuando los
hijos de Israel estaban esclavizados clamaron a Dios, Él los escuchó
y rememoró: «Dios se
acordó de
su alianza con Abrahán, Isaac y Jacob. Dios se fijó en los hijos de
Israel y se les apareció» (Ex 2,
24-25). De la memoria de Dios brota la liberación de la opresión,
que tiene lugar a través de signos y prodigios. Es entonces cuando
el Señor revela a Moisés el sentido de todos estos signos: «Para
que puedas contar [y grabar en la memoria] de
tus hijos y
nietos […] los signos que realicé en medio de ellos. Así sabréis
que yo soy el Señor» (Ex 10,2).
La experiencia del Éxodo nos enseña que el conocimiento de Dios se
transmite sobre todo contando, de generación en generación, cómo
Él sigue haciéndose presente. El Dios de la vida se comunica
contando la vida.
El
mismo Jesús hablaba de Dios no con discursos abstractos, sino con
parábolas, narraciones breves, tomadas de la vida cotidiana. Aquí
la vida se hace historia y luego, para el que la escucha, la historia
se hace vida: esa narración entra en la vida de quien la escucha y
la transforma.
No
es casualidad que también los Evangelios sean relatos. Mientras nos
informan sobre Jesús, nos “performan”[1] a
Jesús, nos conforman a Él: el Evangelio pide al lector que
participe en la misma fe para compartir la misma vida. El Evangelio
de Juan nos dice que el Narrador por excelencia —el Verbo, la
Palabra— se hizo narración: «El Hijo único, que está en el seno
del Padre, Él lo ha contado»
(cf. Jn 1,18).
He usado el término “contado” porque el
original exeghésato puede
traducirse sea como “revelado” que como “contado”. Dios se ha
entretejido personalmente en nuestra humanidad, dándonos así una
nueva forma de tejer nuestras historias
- Una historia que se renueva
La
historia de Cristo no es patrimonio del pasado, es nuestra historia,
siempre actual. Nos muestra que a Dios le importa tanto el hombre,
nuestra carne, nuestra historia, hasta el punto de hacerse hombre,
carne e historia. También nos dice que no hay historias humanas
insignificantes o pequeñas. Después de que Dios se hizo historia,
toda historia humana es, de alguna manera, historia divina. En la
historia de cada hombre, el Padre vuelve a ver la historia de su Hijo
que bajó a la tierra. Toda historia humana tiene una dignidad que no
puede suprimirse. Por lo tanto, la humanidad se merece relatos que
estén a su altura, a esa altura vertiginosa y fascinante a la que
Jesús la elevó.
Escribía
san Pablo: «Sois carta de Cristo […] escrita no con tinta, sino
con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en las
tablas de corazones de carne» (2 Co 3,3).
El Espíritu Santo, el amor de Dios, escribe en nosotros. Y, al
escribir dentro, graba en nosotros el bien, nos lo
recuerda. Re-cordar significa
efectivamente llevar
al corazón,
“escribir” en el corazón. Por obra del Espíritu Santo cada
historia, incluso la más olvidada, incluso la que parece estar
escrita con los renglones más torcidos, puede volverse inspirada,
puede renacer como una obra maestra, convirtiéndose en un apéndice
del Evangelio. Como las Confesiones de
Agustín. Como El Relato
del Peregrino de
Ignacio. Como la Historia
de un alma de
Teresita del Niño Jesús. Como Los
Novios, como Los
Hermanos Karamazov.
Como tantas innumerables historias que han escenificado
admirablemente el encuentro entre la libertad de Dios y la del
hombre. Cada uno de nosotros conoce diferentes historias que huelen a
Evangelio, que han dado testimonio del Amor que transforma la vida.
Estas historias requieren que se las comparta, se las cuente y se las
haga vivir en todas las épocas, con todos los lenguajes y por todos
los medios.
- Una historia que nos renueva
En
todo gran relato entra en juego el nuestro. Mientras leemos la
Escritura, las historias de los santos, y también esos textos que
han sabido leer el alma del hombre y sacar a la luz su belleza, el
Espíritu Santo es libre de escribir en nuestro corazón, renovando
en nosotros la memoria de lo que somos a los ojos de Dios. Cuando
rememoramos el amor que nos creó y nos salvó, cuando ponemos amor
en nuestras historias diarias, cuando tejemos de misericordia las
tramas de nuestros días, entonces pasamos página. Ya no estamos
anudados a los recuerdos y a las tristezas, enlazados a una memoria
enferma que nos aprisiona el corazón, sino que abriéndonos a los
demás, nos abrimos a la visión misma del Narrador. Contarle a Dios
nuestra historia nunca es inútil; aunque la crónica de los
acontecimientos permanezca inalterada, cambian el sentido y la
perspectiva. Contarse al Señor es entrar en su mirada de amor
compasivo hacia nosotros y hacia los demás. A Él podemos narrarle
las historias que vivimos, llevarle a las personas, confiarle las
situaciones. Con Él podemos anudar el tejido de la vida, remendando
los rotos y los jirones. ¡Cuánto lo necesitamos todos!
Con
la mirada del Narrador —el único que tiene el punto de vista
final— nos acercamos luego a los protagonistas, a nuestros hermanos
y hermanas, actores a nuestro lado de la historia de hoy. Sí, porque
nadie es un extra en el escenario del mundo y la historia de cada uno
está abierta a la posibilidad de cambiar. Incluso cuando contamos el
mal podemos aprender a dejar espacio a la redención, podemos
reconocer en medio del mal el dinamismo del bien y hacerle sitio.
No
se trata, pues, de seguir la lógica del storytelling,
ni de hacer o hacerse publicidad, sino de rememorar lo que somos a
los ojos de Dios, de dar testimonio de lo que el Espíritu escribe en
los corazones, de revelar a cada uno que su historia contiene obras
maravillosas. Para ello, nos encomendamos a una mujer que tejió la
humanidad de Dios en su seno y —dice el Evangelio— entretejió
todo lo que le sucedía. La Virgen María lo guardaba todo,
meditándolo en su corazón (cf. Lc 2,19).
Pidamos ayuda a aquella que supo deshacer los nudos de la vida con la
fuerza suave del amor:
Oh
María, mujer y madre, tú tejiste en tu seno la Palabra divina, tú
narraste con tu vida las obras magníficas de Dios. Escucha nuestras
historias, guárdalas en tu corazón y haz tuyas esas historias que
nadie quiere escuchar. Enséñanos a reconocer el hilo bueno que guía
la historia. Mira el cúmulo de nudos en que se ha enredado nuestra
vida, paralizando nuestra memoria. Tus manos delicadas pueden
deshacer cualquier nudo. Mujer del Espíritu, madre de la confianza,
inspíranos también a nosotros. Ayúdanos a construir historias de
paz, historias de futuro. Y muéstranos el camino para recorrerlas
juntos.
Vaticano,
24 de enero de 2020, fiesta de san Francisco de Sales.
FRANCISCUS
25.01.20
Conversión de San Pablo: Los débiles llevan el mensaje «más importante»
El
Papa concluye la 53ª semana de oración por la unidad de los
cristianos
(26
enero 2020).- «A menudo son los más débiles quienes llevan el
mensaje más importante de salvación», dijo el Papa Francisco
durante las vísperas de la Conversión de San Pablo este 25 de enero
de 2020. En conclusión de la 53ª Semana de Oración por la Unidad
los cristianos, el Papa, rodeado de representantes de otras iglesias
cristianas, alentaron a mirar «más allá de los intereses
especiales»: «cada comunidad tiene un don que ofrecer a los demás».
Desde
la basílica de San Pablo Extramuros, el Papa alentó a no ser
«atraído por la lógica mundana», sino más bien «escuchar a los
pequeños y a los pobres»: «porque es lo que agrada a Dios:
salvarnos no con la fuerza del mundo, sino con la debilidad de la
cruz ”.
«Todos
aquellos que son débiles y vulnerables, aquellos que tienen poco que
ofrecer pero que basan su riqueza en Dios, pueden dar mensajes
preciosos para el bien de todos», dijo. Incluso las comunidades
cristianas «más pequeñas», «si viven el amor de Dios y del
prójimo, tienen un mensaje que ofrecer a toda la familia cristiana».
El
Papa Francisco también invitó a los cristianos a ser «más
hospitalarios … entre hermanos de diversas religiones». «La
prioridad de Dios es la salvación de todos … es nuestro deber
llevar a cabo el deseo prioritario de Dios», dijo.
Durante
esta celebración, el Papa estuvo rodeado por el ortodoxo
metropolitano ortodoxo Gennadios, representante del Patriarcado
ecuménico de Constantinopla, y el arzobispo anglicano Ian Ernest,
representante personal en Roma del arzobispo de Canterbury. Con
ellos, se reunió ante la tumba del apóstol Pablo, y
bendijeron juntos a los participantes en esta oración.
***
Meditación
del Papa Francisco
A
bordo del barco que lleva a Pablo prisionero a Roma, hay tres grupos
diferentes. El más poderoso está formado por soldados, sujetos al
centurión. Luego están los marineros, de quienes dependen
naturalmente todos los que navegan durante este largo
viaje. Finalmente, están los más débiles y más vulnerables:
los presos.
Cuando
el barco encalla en la costa de Malta, después de estar en la
tormenta durante días, los soldados piensan en matar a los
prisioneros para asegurarse de que nadie huya, pero el centurión los
detiene, quiere salvar a Pablo. Aunque se encuentra entre los más
vulnerables, Pablo había ofrecido algo importante a sus compañeros
de viaje. Cuando todos perdieron la esperanza de sobrevivir, el
Apóstol había traído un mensaje inesperado de esperanza. Un ángel
lo había tranquilizado diciéndole: «No tengas miedo, Pablo … he
aquí, Dios te ha hecho gracia y a todos los que están en el barco
contigo. »(Hechos 27,24).
La
confianza de Pablo demostró estar bien fundada y al final todos los
pasajeros se salvaron y, al llegar en Malta, experimentaron la
hospitalidad de los habitantes de la isla, su amabilidad y su
humanidad. El tema de la Semana de Oración que termina hoy se extrae
de este importante detalle.
Queridos
hermanos y hermanas, este relato de los Hechos de los Apóstoles
también habla de nuestro viaje ecuménico, hacia la unidad que Dios
desea ardientemente. Primero, nos dice que todos aquellos que son
débiles y vulnerables, aquellos que tienen materialmente poco que
ofrecer pero que basan su riqueza en Dios, pueden dar mensajes
preciosos para el bien de todos. Pensemos en las comunidades
cristianas: incluso aquellas que son más pequeñas y menos
importantes a los ojos del mundo, si experimentan el Espíritu Santo,
si viven el amor de Dios y del prójimo, tienen un mensaje que
ofrecer a toda la familia cristiana. Pensemos en las comunidades
cristianas marginadas y perseguidas. Como en el relato del
hundimiento de Pablo, a menudo son los más débiles quienes llevan
el mensaje más importante de salvación. Porque esto agradó a Dios:
para salvarnos no con la fuerza del mundo, sino con la debilidad de
la cruz (cf. 1 Cor 1,20-25). Como discípulos de Jesús, debemos
tener cuidado de no dejarnos atraer por las lógicas mundanas, sino
de escuchar a los pequeños y a los pobres, porque a Dios le gusta
enviar sus mensajes a través de ellos, quienes más se parecen a su
Hijo hecho hombre.
El
relato de los Hechos nos recuerda un segundo aspecto: la prioridad de
Dios es la salvación de todos. Como el ángel le dijo a Pablo: «Dios
hace gracia a todos los que están en el bote contigo». Este es el
punto en el que Pablo insiste. También debemos repetirlo: es nuestro
deber implementar el deseo prioritario de Dios, quien, como escribe
Pablo, «quiere que todos los hombres sean salvos» (1 Tim. 2,4).
Es
una invitación no a dedicarnos exclusivamente a nuestras
comunidades, sino a abrirnos al bien de todos, a la mirada universal
de Dios, que se encarnó para abrazar a toda la raza humana, y que
murió y resucitó para la salvación de todos. Si, por su gracia, asimilamos
su visión, podemos superar nuestras divisiones. En el hundimiento de
Pablo, cada uno contribuye a la salvación de todos: el centurión
toma decisiones importantes, los marineros usan su conocimiento y su
habilidad, el Apóstol anima a los que no tienen esperanza. Entre los
cristianos también, cada comunidad tiene un regalo que ofrecer a los
demás. Cuanto más miremos más allá de los intereses particulares
y vayamos más allá de los legados del pasado con el deseo de
avanzar hacia un puerto común, más reconoceremos, acogeremos y
compartiremos estos dones espontáneamente.
Y
pasemos a un tercer aspecto que fue central en esta Semana de
Oración: la hospitalidad. San Lucas, en el último capítulo de los
Hechos de los Apóstoles, dice acerca de los habitantes de Malta:
«nos trataron con amabilidad» o «con una humanidad inusual» (v.
2). El fuego encendido en la orilla para calentar a los náufragos es
un hermoso símbolo del calor humano que los rodea inesperadamente.
El gobernador de la isla también fue acogedor y hospitalario con
Pablo, quien se lo devolvió curando a su padre y luego a muchas
otras personas enfermas (cf. vv. 7-9). Finalmente, cuando el Apóstol
y los que estaban con él se fueron a Italia, los malteses les
proporcionaron todo lo que necesitaban (v. 10).
Desde
esta semana de oración, nos gustaría aprender a ser más
hospitalarios, sobre todo entre nosotros cristianos, entre hermanos
de diversas religiones. La hospitalidad pertenece a la tradición
de las comunidades y familias cristianas. Nuestros ancianos nos
enseñaron con su ejemplo que en la mesa de una casa cristiana,
siempre hay un plato de sopa para el amigo que pasa o el necesitado
que llama a la puerta. Y en los monasterios, el anfitrión es
tratado con gran consideración, como lo fue Cristo. ¡No
perdamos, o más bien revivamos, estas costumbres que son del
Evangelio!
Queridos
hermanos y hermanas, con estos sentimientos extiendo mis saludos
cordiales y fraternos a su Eminencia el Metropolitano Gennadios,
representante del Patriarcado Ecuménico, a Su Gracia Ian Ernest,
representante personal en Roma del Arzobispado de Canterbury, y a
todos los representantes de las diversas Iglesias y comunidades
eclesiales reunidas aquí. También saludo a los estudiantes del
Instituto Ecuménico de Bossey, que visitan Roma para profundizar su
conocimiento de la Iglesia Católica, y a los jóvenes ortodoxos
orientales que estudian aquí con una beca del Comité de
Colaboración Cultural con las Iglesias Ortodoxas, que operan dentro
del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los
Cristianos, que saludo y agradezco. Juntos, sigamos orando sin
cansarnos de invocar a Dios el don de la plena unidad entre nosotros.
27.01.20
Irak: El Papa recibe al presidente Barham Saleh en el Vaticano
2ª
visita para promover la estabilidad y reconstrucción del país
(27
enero 2020).- El Papa Francisco recibió al presidente de la
República de Irak, Barham Saleh, el 25 de enero de 2020. Una nueva
reunión para promover la estabilidad y la reconstrucción del país
en un momento de gran tensión Oriente Medio.
Durante
su segunda visita al Vaticano, indica la Santa Sede en un comunicado,
el jefe de Estado también se reunió con el cardenal secretario de
Estado, Mons. Pietro Parolin, y con Mons. Paul Richard Gallagher,
secretario de relaciones con los Estados.
Este
diálogo ha constituido una ocasión de evocar “los retos actuales
del país”, con la voluntad de promover su “estabilidad” y su
“proceso de reconstrucción”, favoreciendo el diálogo y la
búsqueda de “soluciones adecuadas a favor de los ciudadanos y del
respeto de la soberanía nacional”.
Las
partes también expresaron su deseo de “preservar la presencia
histórica de los cristianos en el país, del que son parte
integrante”, y “la necesidad de garantizar la seguridad y un
lugar en el futuro de Irak”. Los intercambios pusieron de relieve
“la importante contribución que ellos aportan a la reconstrucción
del tejido social”.
Otros
temas tratados fueron: los conflictos y las graves crisis
humanitarias que afectan a la región y los esfuerzos que se están
realizando con el apoyo de la comunidad internacional para
restablecer la confianza y la coexistencia pacífica.
En
su reciente discurso
ante el cuerpo diplomático el
9 de enero de 2020, el Papa Francisco expresó su preocupación por
el “aumento de la tensión entre Irán y los Estados Unidos”.
Esta situación, dijo, “corre el riesgo, sobre todo, de ejercer una
fuerte presión sobre el lento proceso de reconstrucción de Irak,
así como de crear la base para un conflicto de mayor escala que
todos quisiéramos poder prevenir”. Por eso el Papa renovó su
“llamamiento para que todas las partes interesadas eviten el
aumento de la confrontación y mantengan ‘encendida la llama del
diálogo y del autocontrol’ en el pleno respeto de la legalidad
internacional”.
El
presidente Barham Saleh ya fue recibido por el Papa Francisco el 24
de noviembre de 2018, un mes y medio después de su elección al puesto
presidencial. Como kurdo, Barham Saleh fue elegido con el apoyo de la
Unión Patriótica del Kurdistán.
28.01.20
Santa Marta: La Iglesia “solo irá adelante con evangelizadores alegres”
Relato
del baile del rey David
(28
enero 2020).- “La Iglesia no irá adelante. El Evangelio no irá
adelante con evangelizadores aburridos y amargados. No. Sólo ira
adelante con evangelizadores alegres, llenos de vida”.
El
Santo Padre ha reflexionado este martes, 28 de enero de 2020, sobre
la primera lectura de hoy, tomada del Segundo Libro de Samuel, que
habla de David y de todo el pueblo de Israel celebrando el regreso
del Arca de la Alianza a Jerusalén.
Este
regreso supone “una gran alegría para el pueblo», ha expresado el
Papa. “La gente siente que Dios está cerca de ellos y lo celebran.
Y el rey David está con él, se pone a la cabeza de la procesión,
hace un sacrificio inmolando un novillo y un carnero gordo. Con el
pueblo entonces grita, canta y baila con todas sus fuerzas».
El
texto del profeta Samuel continúa describiendo el regreso de David a
su hogar donde encuentra a una de sus esposas, Mical, la hija de
Saúl. Ella lo recibe con desprecio, ha relatado el Papa. Al ver al
rey danzando se avergüenza de él y le reprocha diciendo: “¿Pero
te avergonzaste de bailar como un vulgar, como uno del pueblo?”.
“Es
el desprecio de la religiosidad exquisita hacia la espontaneidad de
la alegría con el Señor”, ha continuado Francisco. Y David le
explica: “Pero mira, esto era motivo de alegría. ¡La alegría en
el Señor, porque hemos traído el arca a casa!”. Ella desprecia. Y
dice en la Biblia que esta señora –se llamaba Mical– no tuvo
hijos por esto. El Señor la ha castigado. Cuando falta la alegría
en un cristiano, ese cristiano no es fecundo; cuando falta la alegría
en nuestro corazón, no hay fecundidad”.
Francisco
indicado que sentimos alegría «cuando estamos con el Señor» y,
tal vez en la parroquia o en los pueblos, la gente celebra. Aunque ha
advertido: «Es verdad, a veces el peligro de la alegría es ir más
allá y creer que esto es todo. No: este es el aire de la
celebración».
El
Papa ha señalado entonces que la fiesta no sólo se expresa
espiritualmente, sino que se convierte en un compartir. En este
contexto, recuerda que David, ese día, después de la bendición,
había distribuido «un pan para todos, una porción de carne asada y
un puré de pasas», para que todos pudieran celebrar en su propia
casa. «La Palabra de Dios no se avergüenza de la fiesta», dijo el
Pontífice.
29.01.20
La razón de la dicha es la “nueva condición que los bienaventurados reciben”
Catequesis
del Papa Francisco
(29
enero 2020).- “La razón de la dicha no es la situación
actual –ha explicado el Papa– sino la nueva condición que los
bienaventurados reciben como regalo de Dios: ‘de ellos es el reino
de los cielos’, ‘porque serán consolados’, ‘porque heredarán
la tierra’, y así sucesivamente”.
El
Pontífice ha comenzado esta mañana, miércoles, 29 de enero de
2020, una nueva serie de catequesis dedicado a las Bienaventuranzas,
(Pasaje bíblico del Evangelio según san Mateo 5, 1-11).
“Nos
hará bien tomar hoy el Evangelio de Mateo, capítulo cinco,
versículo de uno a once, y leer las bienaventuranzas -quizás
algunas veces más durante la semana- para entender este camino tan
hermoso, tan seguro de la felicidad que el Señor nos propone”, ha
sugerido Francisco.
La
audiencia general ha tenido lugar en el Aula Pablo VI donde el Papa
ha encontrado grupos de peregrinos y fieles de Italia y de todo el
mundo. Como es costumbre, tras resumir su discurso en diversas
lenguas, el Papa ha saludado a los grupos de fieles presentes.
La
audiencia general ha terminado con el canto del Pater
Noster y la bendición apostólica.
Sigue
la catequesis completa del Santo Padre, traducida al español y
difundida por la Oficina de Prensa de la Santa Sede:
***
Catequesis
del Papa
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy
comenzamos una serie de catequesis sobre las bienaventuranzas en el
evangelio de Mateo (5,1-11). Este texto que abre el «Sermón de la
Montaña» y que ha iluminado la vida de los creyentes y también de
muchos no creyentes. Es difícil no ser tocado por estas palabras de
Jesús, y es justo el deseo de entenderlas y de acogerlas cada vez
más plenamente. Las bienaventuranzas contienen el «carnet de
identidad»
del
cristiano -este es nuestro carnet de identidad-, porque dibujan el
rostro de Jesús, su forma de vida.
Esta
vez enmarcamos en conjunto estas palabras de Jesús; en la próxima
catequesis comentaremos las bienaventuranzas individuales, una a una.
En
primer lugar, es importante cómo se produjo la
proclamación de este mensaje: Jesús, viendo a la multitud que le
seguía, sube al suave monte que rodea el lago de Galilea, se sienta
y, dirigiéndose a sus discípulos, anuncia las bienaventuranzas. El
mensaje, pues, se dirige a los discípulos, pero en
el horizonte están las multitudes, es decir, toda la
humanidad. Es un mensaje para toda la humanidad.
Además,
«el monte» recuerda al Sinaí, donde Dios le dio a Moisés los
mandamientos. Jesús empieza a enseñar una nueva ley: ser pobre, ser
manso, ser misericordioso… Estos «nuevos mandamientos» son mucho
más que normas. De hecho, Jesús no impone nada, pero revela el
camino a la felicidad – su camino – repitiendo
ocho veces la palabra “bienaventurados”·.
Cada
bienaventuranza está compuesta de tres partes. Primero está siempre
la palabra «bienaventurado«; luego viene la situación en
la que se encuentran los bienaventurados: la pobreza de
espíritu, la aflicción, el hambre y la sed de justicia, y así
sucesivamente; finalmente está el motivo de la
bienaventuranza, introducido por la conjunción «porque».
“Bienaventurados sean estos porque, bienaventurados sean aquellos
porque…» Así son las ocho bienaventuranzas y estaría bien
aprenderlas de memoria para repetirlas, para tener en la mente y en
el corazón esta ley que Jesús nos dio.
Prestemos
atención a este hecho: la razón de la dicha no es la situación
actual, sino la nueva condición que los bienaventurados reciben como
regalo de Dios: «de ellos es el reino de los cielos», «porque
serán consolados», «porque heredarán la tierra», y así
sucesivamente.
En
el tercer elemento, que es precisamente la razón de la felicidad,
Jesús utiliza a menudo un futuro pasivo: «serán consolados»,
«heredarán la tierra», «serán saciados», «serán perdonados»,
«serán llamados hijos de Dios».
¿Pero
qué significa la palabra «bienaventurado«? ¿Por qué cada
una de las
ocho bienaventuranzas comienza con la palabra bienaventurado? La
palabra original no indica a alguien que tiene el estómago lleno o
que se divierte, sino una persona que está en una condición de
gracia y que progresa en la gracia de Dios y que progresa por el
camino de Dios: la paciencia, la pobreza, el servicio a los demás,
el consuelo…Los que progresan en estas cosas son felices y serán
bienaventurados.
Dios,
para entregarse a nosotros, elige a menudo caminos impensables, tal
vez los de nuestros límites, los de nuestras lágrimas, los de
nuestras derrotas. Es la alegría pascual, de la que hablan nuestros
hermanos orientales, la que tiene los estigmas pero está viva, ha
atravesado la muerte y ha experimentado la potencia de Dios. Las
bienaventuranzas te llevan a la alegría, siempre; son el camino para
alcanzar la alegría. Nos hará bien tomar hoy el Evangelio de Mateo,
capítulo cinco, versículo de uno a once, y leer las
bienaventuranzas -quizás algunas veces más durante la semana- para
entender este camino tan hermoso, tan seguro de la felicidad que el
Señor nos propone.
29.01.20
La doctrina cristiana se compendia en un rostro: “Jesucristo resucitado”
Discurso del Papa a la
Congregación Pontificia
(30
enero 2020).- La doctrina cristiana “no es un sistema rígido y
cerrado en sí mismo, pero tampoco es una ideología que cambie con
el paso de las estaciones” ha recordado el Papa Francisco a los
participantes en la Plenaria de la Congregación para la Doctrina de
la Fe, con quienes se ha encontrado esta mañana en el Vaticano.
En
la audiencia, celebrada este jueves, 30 de enero de 2020, Francisco
les ha agradecido por todo el trabajo que desempeñan “al servicio
de la Iglesia universal, en ayuda del Obispo de Roma y de los obispos
del mundo para promover y proteger la integridad de la doctrina
católica sobre la fe y la moral”.
Discurso
del Santo Padre
Sres.
cardenales, queridos hermanos en el episcopado y el sacerdocio,
queridos hermanos y hermanas:
Os
recibo con ocasión de vuestra asamblea plenaria. Agradezco al
prefecto sus amables palabras; y os saludo a todos vosotros,
superiores, funcionarios y miembros de la Congregación para la
Doctrina de la Fe. Os doy las gracias por todo el trabajo que
desempeñáis al servicio de la Iglesia universal, en ayuda del
Obispo de Roma y de los obispos del mundo para promover y proteger la
integridad de la doctrina católica sobre la fe y la moral.
La
doctrina cristiana no es un sistema rígido y cerrado en sí mismo,
pero tampoco es una ideología que cambie con el paso de
las estaciones; es una realidad dinámica que, permaneciendo fiel a
su fundamento, se renueva de generación en generación y se
compendia en un rostro, en un cuerpo y en un nombre: Jesucristo
resucitado.
Gracias
al Señor resucitado, la fe se abre de par en par a nuestro prójimo
y a sus necesidades, desde las más pequeñas a las más grandes. Por
lo tanto, la transmisión de la fe requiere que se tenga en cuenta a
su destinatario, que se conozca y se ame concretamente. En esta
perspectiva, es significativo vuestro compromiso de reflexionar, en
el curso de esta plenaria, sobre el cuidado de las personas en las
fases críticas y terminales de la vida.
El
contexto sociocultural actual está erosionando progresivamente la
conciencia de lo que hace que la vida humana sea preciosa. De hecho,
la vida se valora cada vez más por su eficiencia y utilidad, hasta
el punto de considerar como «vidas descartadas» o «vidas indignas»
las que no se ajustan a este criterio. En esta situación de pérdida
de los valores auténticos, se resquebrajan también los deberes
inderogables de solidaridad y fraternidad humana y cristiana.
En
realidad, una sociedad se merece la calificación de «civil» si
desarrolla los anticuerpos contra la cultura del descarte; si
reconoce el valor intangible de la vida humana; si la solidaridad se
practica activamente y se salvaguarda como fundamento de la
convivencia.
Cuando
la enfermedad llama a la puerta de nuestra vida, aflora siempre en
nosotros la necesidad de tener cerca a alguien que nos mire a los
ojos, que nos tome de la mano, que manifieste su ternura y nos cuide,
como el Buen Samaritano de la parábola evangélica. (cf. Mensaje
para la XXVIII Jornada Mundial del Enfermo, 11 de febrero de 2020).
El
tema del cuidado de los enfermos, en las fases críticas y terminales
de la vida, invoca la tarea de la Iglesia de reescribir la
«gramática» de hacerse cargo y de cuidar de la persona que sufre.
El ejemplo del Buen Samaritano enseña que es necesario convertir la
mirada del corazón, porque muchas veces los que miran no ven. ¿Por
qué? Porque falta compasión. Se me ocurre que, muchas veces, el
Evangelio, al hablar de Jesús frente a una persona que sufre, dice:
«se compadeció», «se compadeció»… Un estribillo de la persona
de Jesús. Sin compasión, el que mira no se involucra en lo que
observa y pasa de largo; en cambio, el que tiene un corazón
compasivo se conmueve y se involucra, se detiene y se ocupa de lo que
sucede.
Alrededor
de la persona enferma es necesario crear una verdadera plataforma
humana de relaciones que, al tiempo que fomentan la atención médica,
se abran a la esperanza, especialmente en aquellas situaciones límite
en las que el dolor físico va acompañado de desamparo emotivo y
angustia espiritual.
El
enfoque relacional –y no meramente clínico– con el enfermo,
considerado en la singularidad e integridad de su persona, impone el
deber de no abandonar nunca a nadie en presencia de males incurables.
La vida humana, por su destino eterno, conserva todo su valor y
dignidad en cualquier condición, incluso de precariedad y
fragilidad, y como tal es siempre digna de la más alta
consideración.
Santa
Teresa de Calcuta, que vivió el estilo de la cercanía y del
compartir, preservando hasta el final el reconocimiento y el respeto
de la dignidad humana, y haciendo más humano el morir, decía:
«Quien en el camino de la vida ha encendido incluso solo una luz en
la hora oscura de alguien no ha vivido en vano».
A
este respecto, pienso en lo bien que funcionan los hospices para los
cuidados paliativos, en los que los enfermos terminales son
acompañados con un apoyo médico, psicológico y espiritual
cualificado, para que puedan vivir con dignidad, confortados por la
cercanía de sus seres queridos, la fase final de su vida terrenal.
Espero que estos centros continúen siendo lugares donde se practique
con compromiso la «terapia de la dignidad», alimentando así el
amor y el respeto por la vida.
Aprecio,
además, el estudio que habéis emprendido sobre la revisión de las
normas de los delicta graviora reservados a vuestro dicasterio,
contenidas en el Motu proprio Sacramentorum
sanctitatis tutela de
san Juan Pablo II. Vuestro esfuerzo va en la dirección adecuada de
actualizar la normativa con miras a la mayor eficacia de los
procedimientos, para que sea más ordenada y orgánica, a la luz de
las nuevas situaciones y problemáticas del actual contexto
sociocultural. Al mismo tiempo, os exhorto a continuar resueltamente
en esta tarea,
para dar una contribución válida en un ámbito en el que la Iglesia
está directamente implicada, a proceder con rigor y transparencia en
la salvaguarda de la santidad de los sacramentos y de la dignidad
humana violada, especialmente la de los pequeños.
Por
último, me congratulo por la reciente publicación del documento
preparado por la Pontificia Comisión Bíblica sobre
los temas fundamentales de la antropología bíblica que profundiza
una visión global del proyecto divino, comenzado con la creación y
que encuentra su cumplimiento en Cristo, el Hombre Nuevo, que
constituye “la clave, el centro y el fin de toda la historia
humana” (Conc. Ecum. Vat. II, Constitución Pastoral Gaudium
et Spes,
10).
Os
agradezco a todos, miembros y colaboradores de la Congregación para
la Doctrina de la Fe, el precioso servicio que prestáis. Invoco
sobre vosotros la abundancia de las bendiciones del Señor; y os
pido, por favor, que recéis por mí. ¡Gracias
Congreso para Ancianos: Los mayores, “presente” y “mañana” de la Iglesia
(31
enero 2020).- El Papa Francisco considera que los
mayores “son
también el presente y el mañana de la Iglesia”, que, junto con
los jóvenes, “profetiza y sueña” e insiste en la relevancia de
que estas dos generaciones se comuniquen entre ellos.
En
la mañana de hoy, 31 de enero de 2020, el Santo Padre recibió en
audiencia a los participantes del I
Congreso Internacional de Pastoral para los Ancianos cuyo
tema es “La Riqueza de los Años”.
Este
encuentro fue organizado por el Dicasterio para los Laicos, la
Familia y la Vida, y se ha celebrado del 29 al 31 de enero en el
Centro de Congresos “Augustinianum” de
Roma.
Discurso
del Santo Padre
Queridos
hermanos y hermanas,
Os
doy mi cordial bienvenida a vosotros, participantes en el primer
Congreso internacional de pastoral de los ancianos – «La Riqueza
de los Años» – organizado por el Dicasterio para los Laicos, la
Familia y la Vida; y agradezco al cardenal Farrell sus amables
palabras.
La
«riqueza de los años» es la riqueza de las personas, de cada
persona que tiene a sus espaldas muchos años de vida, experiencia e
historia. Es el tesoro precioso que toma forma en el camino de la
vida de cada hombre y mujer, sin importar sus orígenes, procedencia,
condiciones económicas o sociales. Porque la vida es un regalo, y
cuando es larga es un privilegio, para uno mismo y para los demás.
Siempre, siempre es así.
En
el siglo XXI, la vejez se ha convertido en una de las características
de la humanidad. En unas pocas décadas, la pirámide demográfica –
que una vez descansaba sobre un gran número de niños y jóvenes y
tenía pocos ancianos en la cumbre – se ha invertido. Si hace
tiempo los ancianos hubieran poblar un pequeño estado, hoy pueden
poblar un
continente entero. En este sentido, la ingente presencia de los
ancianos es una novedad en todos los entornos sociales y geográficos
del mundo. Además, a la vejez corresponden hoy diferentes estaciones
de la vida: para muchos es la edad en la que cesa el esfuerzo
productivo, las fuerzas disminuyen y aparecen los signos de la
enfermedad, de la necesidad de ayuda y del aislamiento social;
pero para muchos es el comienzo de un largo período de bienestar
psicofísico y de liberación de las obligaciones laborales.
En
ambas situaciones, ¿cómo vivir estos años? ¿Qué sentido dar a
esta fase de la vida, que para muchos puede ser larga? La
desorientación social y, en muchos casos, la indiferencia y el
rechazo que nuestras sociedades muestran hacia las personas mayores,
llaman no sólo a la Iglesia, sino a todo el mundo, a una reflexión
seria para aprender a captar y apreciar el valor de la vejez. En
efecto, mientras que, por un lado, los Estados deben hacer frente a
la nueva situación demográfica en el plano económico, por otro, la
sociedad civil necesita valores y significados para la tercera y la
cuarta edad. Y aquí, sobre todo, se coloca la contribución de la
comunidad eclesial.
Por
eso he acogido con interés la iniciativa de esta conferencia, que ha
centrado la atención en la pastoral de los ancianos e iniciado una
reflexión sobre las implicaciones que se derivan de una presencia
sustancial de los abuelos en nuestras parroquias y sociedades. Os
pido que no se quede en una iniciativa aislada, sino que marque el
inicio de un camino de profundización y discernimiento pastoral.
Necesitamos cambiar nuestros hábitos pastorales para responder a la
presencia de tantas personas mayores en las familias y en las
comunidades.
En
la Biblia, la longevidad es una bendición. Nos enfrenta a nuestra
fragilidad, a nuestra dependencia mutua, a nuestros lazos familiares
y comunitarios, y sobre todo a nuestra filiación divina. Concediendo
la vejez, Dios Padre nos da tiempo para profundizar nuestro
conocimiento de Él, nuestra intimidad con Él, para entrar más y
más en su corazón y entregarnos a Él. Este es el momento de
prepararnos para entregar nuestro espíritu en sus manos,
definitivamente, con la confianza de los niños. Pero también es un
tiempo de renovada fecundidad. «En la vejez volverán a dar fruto»,
dice el salmista (Sal 91, 15). En efecto, el plan de salvación
de Dios también se lleva a cabo en la pobreza de los cuerpos
débiles, estériles e impotentes. Del vientre estéril de Sara y del
cuerpo centenario de Abraham nació el Pueblo Elegido (cf. Rom
4:18-20). De Isabel y el viejo Zacarías nació Juan Bautista. El
anciano, incluso cuando es débil, puede convertirse en un
instrumento de la historia de la salvación.
Consciente
de este papel irremplazable de los ancianos, la Iglesia se convierte
en un lugar donde las generaciones están llamadas a compartir el
plan de amor de Dios, en una relación de intercambio mutuo de los
dones del Espíritu Santo. Este intercambio intergeneracional nos
obliga a cambiar nuestra mirada hacia las personas mayores, a
aprender a mirar el futuro junto con ellos.
Cuando
pensamos en los ancianos y hablamos de ellos, sobre todo en la
dimensión pastoral, debemos aprender a cambiar un poco los tempos de
los verbos. No sólo hay un pasado, como si para los ancianos sólo
hubiera una vida detrás de ellos y un archivo enmohecido. No. El
Señor puede y quiere escribir con ellos también nuevas páginas,
páginas de santidad, de servicio, de oración… Hoy quisiera
deciros que los ancianos son
también el presente y el mañana de la Iglesia.
Sí, ¡son también el futuro de una Iglesia que, junto con los
jóvenes, profetiza y sueña! Por eso es tan importante que los
ancianos y los jóvenes hablen entre ellos, es muy importante.
La
profecía de los ancianos se cumple cuando la luz del Evangelio entra
plenamente en sus vidas; cuando, como Simeón y Ana, toman a Jesús
en sus brazos y anuncian la revolución
de la ternura,
la Buena Nueva de Aquel que vino al mundo para traer la luz del
Padre. Por eso os pido que no os canséis de proclamar el Evangelio a
los abuelos y a los ancianos. Id a ellos con una sonrisa en vuestro
rostro y el Evangelio en vuestras manos. Salid a las calles de
vuestras parroquias y buscad a los ancianos que viven solos. La vejez
no es una
enfermedad, es un privilegio. La soledad puede ser una enfermedad,
pero con caridad, cercanía y consuelo espiritual podemos curarla.
Dios
tiene un pueblo numeroso de abuelos en todo el mundo. Hoy en día, en
las sociedades secularizadas de muchos países, las generaciones
actuales de padres no tienen, en su mayoría, la formación cristiana
y la fe viva que los abuelos pueden transmitir a sus nietos. Son el
eslabón indispensable para educar a los niños y a los jóvenes en
la fe. Debemos acostumbrarnos a incluirlos en nuestros horizontes
pastorales y a considerarlos, de forma no episódica, como uno de los
componentes vitales de nuestras comunidades. No sólo son personas a
las que estamos llamados a ayudar y proteger para custodiar sus
vidas, sino que pueden ser actores de una pastoral evangelizadora,
testigos privilegiados del amor fiel de Dios.
Por
esto doy las gracias a todos los que dedicáis vuestras energías
pastorales a los abuelos y a los ancianos. Sé muy bien que vuestro
compromiso y vuestra reflexión nacen de la amistad concreta con
tantos ancianos. Espero que lo que hoy es la sensibilidad de unos
pocos se convierta en el patrimonio de cada comunidad eclesial. No
tengáis miedo, tomad iniciativas, ayudad a vuestros obispos y a
vuestras diócesis a promover el servicio pastoral a los ancianos y
con los ancianos. No os desaniméis, ¡adelante! El Dicasterio para
los Laicos, la Familia y la Vida continuará acompañándoos en este
trabajo.
Yo
también os acompaño con mi oración y mi bendición. Y vosotros por
favor, no os olvidéis de rezar por mí ¡Gracias!
31.01.20
Hola espectadores, soy Nelson y estoy a punto de compartir mi testimonio aquí, mi madre me presentó a Great Baba Ogbogo cuando descubrió que no podía embarazar a mi esposa después de 3 años de nuestro matrimonio. Entonces, estos trajeron muchos problemas a mi matrimonio y me llevaron al divorcio. ella dijo, él es Altamente espiritual y puede hacer que mi esposa regrese a mí con alegría y podamos tener hijos juntos. Al principio, no dudé hasta que lo contacté y luego me lancé hechizos poderosos e hice que mi esposa volviera a mí después de hacer lo que me pidieron y lo que necesitaba. Ahora, también estamos felices con niños encantadores. Desde el día en que Great BaBa Ogbogo trabajó para mí y resolvió mis problemas. Hice un fuerte voto de que mientras viva, continuaré testificando sobre la bondad de sus grandes obras, y para aquellos que enfrentan dificultades de relación y matrimoniales, deben contactarlo rápidamente y convertirse en un feliz testificador como yo. Dejo caer su contacto aquí, correo electrónico: greatbabaogbogotemple@gmail.com, o su número de WhatsApp. +447440557868 ...
ResponEliminaHizo que mi ex esposa volviera a mí con alegría
Me curó de un hombre impotente a un hombre de verdad.
Hola espectadores, soy Nelson y estoy a punto de compartir mi testimonio aquí, mi madre me presentó a Great Baba Ogbogo cuando descubrió que no podía embarazar a mi esposa después de 3 años de nuestro matrimonio. Entonces, estos trajeron muchos problemas a mi matrimonio y me llevaron al divorcio. ella dijo, él es Altamente espiritual y puede hacer que mi esposa regrese a mí con alegría y podamos tener hijos juntos. Al principio, no dudé hasta que lo contacté y luego me lancé hechizos poderosos e hice que mi esposa volviera a mí después de hacer lo que me pidieron y lo que necesitaba. Ahora, también estamos felices con niños encantadores. Desde el día en que Great BaBa Ogbogo trabajó para mí y resolvió mis problemas. Hice un fuerte voto de que mientras viva, continuaré testificando sobre la bondad de sus grandes obras, y para aquellos que enfrentan dificultades de relación y matrimoniales, deben contactarlo rápidamente y convertirse en un feliz testificador como yo. Dejo caer su contacto aquí, correo electrónico: greatbabaogbogotemple@gmail.com, o su número de WhatsApp. +447440557868 ...
ResponEliminaHizo que mi ex esposa volviera a mí con alegría
Me curó de un hombre impotente a un hombre de verdad.