Santa Marta: Coronavirus, oración del Papa por las enfermeras
“Ejemplo de heroísmo”
(12 mayo 2020).- Según informa Vatican News, en la introducción de la Misa matutina celebrada y transmitida en vivo en la capilla de la Casa Santa Marta, el Papa Francisco dirigió su oración a las enfermeras.
Así, hoy, 12 de mayo de 2020, en el día de la enfermería, el Santo Padre pidió rezar por “los enfermeros y enfermeras, hombres, mujeres, muchachos y muchachas que tienen esta profesión”, que es “más que una profesión, es una vocación, una dedicación”.
“Que el Señor los bendiga”, ha continuado. “En esta época de la pandemia han dado ejemplo de heroísmo y algunos han dado su vida. Recemos por las enfermeras y los enfermeros”.
Después, en la homilía, meditó sobre el Evangelio hodierno (Jn 14,27-31) en el que Jesús dice a sus discípulos: “Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo”.
La paz del mundo
“El Señor antes de irse saluda a los suyos y da el don de la paz, la paz del Señor”, explicó Francisco, “no se trata de la paz universal, aquella paz sin guerras que todos nosotros deseamos que exista siempre, sino la paz del corazón, la paz del alma, la paz que cada uno de nosotros tiene dentro. Y el Señor te la da, pero no como la da el mundo”.
Así, indicó que se trata de paces distintas: “El mundo te da paz interior”, la paz de tu vida, este vivir con el corazón en paz, “como una posesión tuya, como algo que es tuyo y te aísla de los demás” y “es una adquisición tuya: tengo paz. Y tú, sin darte cuenta, te encierras en esa paz, es una paz un poco para ti”, que hace estar tranquilo y feliz, pero “te adormece un poco, te anestesia y te hace quedarte contigo mismo”. En definitiva, es “un poco egoísta”.
Esta es la paz que da el mundo, “una paz cara porque tienes que cambiar constantemente los instrumentos de paz: cuando te entusiasmas con una cosa, te da paz una cosa, luego se acaba y tienes que encontrar otra… Es cara porque es temporal y estéril”, clarificó el Papa.
La paz de Dios
“En cambio, la paz que Jesús da es otra cosa. Es una paz que te pone en movimiento, no te aísla, te pone en movimiento, te hace ir hacia los demás, crea comunidad, crea comunicación. La paz del mundo es cara, la paz de Jesús es gratis, es gratuita: la paz del Señor es un don del Señor. Es fecunda, siempre te hace avanzar”, prosiguió el Pontífice.
Y propuso un ejemplo del Evangelio “que me hace pensar en cómo es la paz del mundo”: “Ese Señor que tenía los graneros llenos” y planeó construir otros almacenes “para vivir finalmente en tranquilo”
“Necio, dice Dios, esta noche morirás”, relató el Obispo de Roma. Esta es “una paz inmanente que no abre la puerta al más allá. En cambio, la paz del Señor está “abierta al Cielo, está abierta al Paraíso”, es “una paz fecunda que se abre y porta a otros contigo al Paraíso”.
Examinar cuál es nuestra paz
A continuación, el Papa Francisco invitó a ver dentro de nosotros mismos cuál es nuestra paz: “¿encontramos la paz en el bienestar, en la posesión y en muchas otras cosas o encuentro la paz como don del Señor? ¿Tengo que pagar por la paz o la recibo gratis del Señor? ¿Cómo es mi paz? Cuando me falta algo, ¿me enfado?”.
Esta, puntualizó, “no es la paz del Señor. Esta es una de las pruebas. ¿Estoy tranquilo en mi paz, me adormezco? No es del Señor. ¿Estoy en paz y quiero comunicarla a los demás y llevar algo adelante? Esa es la paz del Señor. Incluso en tiempos malos y difíciles, ¿esa paz permanece en mí? Es del Señor. Y la paz del Señor es fecunda también para mí porque está llena de esperanza, es decir, mira al Cielo”.
Paz definitiva del Cielo
En este sentido, el Santo Padre contó que ayer recibió una carta de un buen sacerdote que le dijo que hablaba poco del Cielo, que debería hablar más de él: “Y tiene razón, tiene razón. Por eso hoy he querido subrayar esto: que la paz, esta paz que nos da Jesús, es una paz para el presente y para el futuro. Es empezar a vivir el Cielo, con la fecundidad del Cielo. No es anestesia”.
“La otra, sí: te anestesias con las cosas del mundo y cuando la dosis de esta anestesia termina tomas otra y otra y otra y otra… Esta es una paz definitiva, fecunda, también contagiosa. No es narcisista, porque siempre mira al Señor. La otra te mira a ti, es un poco narcisista”, agregó.
Por último, Francisco pidió: “Que el Señor nos dé esta paz llena de esperanza, que nos hace fecundos, nos hace comunicativos con los demás, que crea comunidad y que siempre busca la paz definitiva del Paraíso”.
Adoración y bendición eucaristíaca
De acuerdo al citado medio vaticano, el Papa Francisco terminó la celebración con la adoración y la bendición eucarística. Antes de salir de la capilla dedicada al Espíritu Santo, se cantó la antífona mariana del tiempo de Pascua, Regina caeli:
Regína caeli laetáre, allelúia.
Quia quem merúisti portáre, allelúia.
Resurréxit, sicut dixit, allelúia.
Ora pro nobis Deum, allelúia.
13.05.20
Audiencia general: Segunda catequesis del Papa sobre la oración
Texto completo
(13 mayo 2020).- El Santo Padre indica que en el padre nuestro “Jesús nos ha enseñado a hacerle una serie de peticiones” y que “a Dios podemos pedirle todo, todo, explicarle todo, contarle todo. No importa si en nuestra relación con Dios nos sentimos en defecto: no somos buenos amigos, no somos hijos agradecidos, no somos cónyuges fieles. Él sigue amándonos”.
En la audiencia general de hoy, 13 de mayo de 2020, celebrada en la biblioteca del Palacio Apostólico debido a la pandemia del coronavirus, el Papa Francisco expuso su segunda catequesis en torno al tema de la oración: “La oración del cristiano” (Sal 63,2- 5.9).
En sus palabras, Francisco resaltó que la oración “es un impulso, es una invocación que va más allá de nosotros mismos: algo que nace en lo profundo de nuestra persona y se proyecta, porque siente la nostalgia de un encuentro. Esa nostalgia que es más que una necesidad: es un camino”.
Un “Yo” en busca de un “Tú”
Rezar “es la voz de un ‘Yo’” en busca “de un ‘Tú’, “un encuentro humano y muchas veces se va a tientas para encontrar el ‘Tú’ que mi ‘yo’ estaba buscando”, explicó el Papa.
De este modo, la oración cristiana nace de una revelación: “el ‘Tú’ no ha permanecido envuelto en el misterio, sino que ha entrado en relación con nosotros”.
El “cristianismo es la religión que celebra continuamente la ‘manifestación’ de Dios, es decir, su epifanía”. Por ello, las primeras fiestas del año litúrgico (nacimiento en Belén, contemplación de los Reyes Magos, Bautismo en el Jordán y bodas de Canaá) “son la celebración de este Dios que no permanece oculto, sino que ofrece su amistad a los hombres”, describió.
El rostro tierno de Dios
El Pontífice resaltó que, al rezar, el cristiano “entra en relación con el Dios de rostro más tierno, que no quiere infundir miedo alguno a los hombres”, de manera que los fieles cristianos se dirigen a Él “atreviéndose a llamarlo con confianza con el nombre de ‘Padre’. Todavía más, Jesús usa otra palabra: ‘papá’”.
En este sentido, agregó que el cristianismo ha desterrado del trato con Dios cualquier relación “feudal”, ya que en su discurso de despedida a los discípulos, Jesús dice que no los llama “siervos”, sino “amigos”, porque “todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer”, y les promete que “todo lo que pidáis al Padre en mi nombre” les será concedido.
La paciencia de un Padre
Dios, aclaró el Obispo de Roma, “es un aliado fiel: si los hombres dejan de amar, Él sigue amando, aunque el amor lo lleve al Calvario. Dios está siempre cerca de la puerta de nuestro corazón y espera que le abramos”.
Y, a veces, “llama al corazón pero no es invadente: espera. La paciencia de Dios con nosotros es la paciencia de un papá, de uno que nos quiere mucho. Yo diría que es la paciencia junta de un papá y de una mamá. Siempre cerca de nuestro corazón, y cuando llama lo hace con ternura y con tanto amor”.
A continuación, sigue la catequesis completa del Papa Francisco.
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Catequesis del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy damos el segundo paso en el camino de la catequesis sobre la oración que comenzó la semana pasada.
La oración pertenece a todos: a la gente de cualquier religión, y probablemente también a aquellos que no profesan ninguna. La oración nace en el secreto de nosotros mismos, en ese lugar interior que los autores espirituales suelen llamar “corazón” (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2562-2563). Lo que reza, entonces, en nosotros no es algo periférico, no es una facultad secundaria y marginal nuestra, sino que es el misterio más íntimo de nosotros mismos. Este misterio es el que reza. Las emociones rezan, pero no se puede decir que la oración es sólo emoción. La inteligencia reza, pero rezar no es sólo un acto intelectual. El cuerpo reza, pero se puede hablar con Dios incluso en la más grave discapacidad. Por lo tanto, es todo el hombre el que reza, si su “corazón” reza.
La oración es un impulso, es una invocación que va más allá de nosotros mismos: algo que nace en lo profundo de nuestra persona y se proyecta, porque siente la nostalgia de un encuentro. Esa nostalgia que es más que una necesidad: es un camino. La oración es la voz de un “Yo” que se tambalea, que anda a tientas, en busca de un “Tú”. El encuentro entre el “yo” y el “Tú” no se puede hacer con las calculadoras: es un encuentro humano y muchas veces se va a tientas para encontrar el “Tú” que mi “yo” estaba buscando.
La oración del cristiano nace, en cambio, de una revelación: el “Tú” no ha permanecido envuelto en el misterio, sino que ha entrado en relación con nosotros. El cristianismo es la religión que celebra continuamente la “manifestación” de Dios, es decir, su epifanía. Las primeras fiestas del año litúrgico son la celebración de este Dios que no permanece oculto, sino que ofrece su amistad a los hombres. Dios revela su gloria en la pobreza de Belén, en la contemplación de los Reyes Magos, en el bautismo en el Jordán, en el milagro de las bodas de Caná. El Evangelio de Juan concluye el gran himno del Prólogo con una afirmación sintética: “A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado”. Fue Jesús el que nos reveló a Dios.
La oración del cristiano entra en relación con el Dios de rostro más tierno, que no quiere infundir miedo alguno a los hombres. Esta es la primera característica de la oración cristiana. Si los hombres siempre estaban acostumbrados desde siempre a acercarse a Dios un poco intimidados, un poco asustados por este misterio, fascinante y terrible , si se habían acostumbrado a venerarlo con una actitud servil, similar a la de un súbdito que no quiere faltar al respeto a su Señor, los cristianos se dirigen en cambio a Él atreviéndose a llamarlo con confianza con el nombre de “Padre”. Todavía más, Jesús usa otra palabra: “papá”.
El cristianismo ha desterrado del vínculo con Dios cualquier relación “feudal”. En el patrimonio de nuestra fe no hay expresiones como “sometimiento”, “esclavitud” o “vasallaje”, sino palabras como “alianza”, “amistad”, “promesa”, “comunión”, “cercanía”. En su largo discurso de despedida a los discípulos, Jesús dice así: “No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda” (Jn 15, 15-16). Pero este es un cheque en blanco: “Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo concedo”.
Dios es el amigo, el aliado, el esposo. En la oración podemos establecer una relación de confianza con Él, tanto que en el “Padre Nuestro” Jesús nos ha enseñado a hacerle una serie de peticiones. A Dios podemos pedirle todo, todo, explicarle todo, contarle todo. No importa si en nuestra relación con Dios nos sentimos en defecto: no somos buenos amigos, no somos hijos agradecidos, no somos cónyuges fieles. Él sigue amándonos. Es lo que Jesús demuestra definitivamente en la última cena, cuando dice: “Esta copa es la nueva alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros”. (Lc 22,20). En ese gesto Jesús anticipa en el Cenáculo el misterio de la Cruz. Dios es un aliado fiel: si los hombres dejan de amar, Él sigue amando, aunque el amor lo lleve al Calvario. Dios está siempre cerca de la puerta de nuestro corazón y espera que le abramos. Y a veces llama al corazón pero no es invadente: espera. La paciencia de Dios con nosotros es la paciencia de un papá, de uno que nos quiere mucho. Yo diría que es la paciencia junta de un papá y de una mamá. Siempre cerca de nuestro corazón, y cuando llama lo hace con ternura y con tanto amor.
Tratemos todos de rezar de esta manera, entrando en el misterio de la Alianza. A meternos en oración entre los brazos misericordiosos de Dios, a sentirnos envueltos por ese misterio de felicidad que es la vida trinitaria, a sentirnos como invitados que no se merecían tanto honor. Y a repetirle a Dios, en el asombro de la oración: ¿Es posible que Tú solo conozcas el amor? El no conoce el odio. Él es odiado, pero no conoce el odio. Conoce solo amor. Este es el Dios al que rezamos. Este es el núcleo incandescente de toda oración cristiana. El Dios de amor, nuestro Padre que nos espera y nos acompaña.
13.05.20
Santa Marta: El Papa invita a “rezar como hermanos” por el fin de toda pandemia
(14 mayo 2020).- Coincidiendo con la fiesta de San Matías, apóstol, el Papa ha exhortado en la Misa matutina a “rezar juntos como hermanos por la liberación de todas las pandemias”, hoy, 14 de mayo, Jornada de oración, ayuno y obras de caridad promovida por el Alto Comité de la Fraternidad Humana.
Como cada mañana, el Santo Padre ha celebrado la Eucaristía a las 7 horas en la capilla de su residencia, la Casa de Santa Marta. En la homilía, Francisco ha recordado que “todos somos hermanos”, como dijo san Francisco de Asís. “Y para esto, hombres y mujeres de todas las denominaciones religiosas, hoy, nos unimos en oración y penitencia, para pedir la Gracia de la curación de esta pandemia”.
Otras pandemias
En la primera lectura, tomada del Libro de Jonás, el profeta invita al pueblo de Nínive a convertirse para no sufrir la destrucción de la ciudad. Nínive se convirtió y la ciudad se salvó de una pandemia, tal vez “una pandemia moral”, ha observado el Papa. En esta línea, el Papa recordó que hay otras pandemias que causan millones de muertes, como la pandemia del hambre y la guerra, e invitó a pedirle a Dios que nos bendiga y tenga misericordia de nosotros.
El Papa cita una estadística oficial, que no habla de la pandemia de coronavirus, sino de otra: “En los primeros cuatro meses de este año, 3 millones 700 mil personas murieron de hambre. Existe la pandemia del hambre. En cuatro meses, casi 4 millones de personas”.
“Y hoy todos nosotros, hermanos y hermanas de todas las tradiciones religiosas, rezamos: jornada de oración y ayuno, de penitencia, convocada por el Alto Comité para la Hermandad Humana. Cada uno de nosotros reza, las comunidades rezan, las confesiones religiosas rezan: rezan a Dios, todos los hermanos, unidos en la hermandad que nos une en este momento de dolor y tragedia”, ha indicado.
Rezar al Padre de todos
En este contexto, ha advertido que quizás habrá alguien que dirá: “Pero esto es relativismo religioso y no se puede hacer”, a lo que ha respondido: “Pero cómo que no se puede hacer, ¿no podemos rezar al Padre de todos? Cada uno reza como sabe, cómo puede, según su propia cultura”.
Francisco ha subrayado que “No estamos rezando unos contra otros, esta tradición religiosa contra esta, ¡no! Todos estamos unidos como seres humanos, como hermanos, rezando a Dios, de acuerdo con la propia cultura, de acuerdo con la propia tradición, de acuerdo con las propias creencias, pero hermanos y rezando a Dios, esto es lo importante”.
De este modo, el Papa ha indicado la mejor manera para hacerlo: “Hermanos, ayunando, pidiendo perdón a Dios por nuestros pecados, para que el Señor tenga misericordia de nosotros, para que el Señor nos perdone, para que el Señor detenga esta pandemia. Hoy es un día de hermandad, mirando al único Padre, hermanos y paternidad. Día de oración”.
Comunión espiritual
El Papa invitó a hacer la comunión espiritual con esta oración:
- “Creo, Jesús mío, que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Pero como ahora no puedo recibirte sacramentado, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno del todo a Ti. Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti. Amén”.
- El Pontífice terminó la celebración con la adoración y bendición eucarística y antes de abandonar la capilla dedicada al Espíritu Santo, se cantó la antífona mariana Regina caeli, cantada durante el tiempo de Pascua:
- “Regína caeli laetáre, allelúia. Quia quem merúisti portáre, allelúia. Resurréxit, sicut dixit, allelúia. Ora pro nobis Deum, allelúia”.
15.05.20
Santa Marta: El Papa ora para que “el espíritu de amor” crezca en las familias
“Donde hay rigidez no hay Espíritu Santo”
(15 mayo 2020).- El Papa Francisco presidió la Misa en la Casa Santa Marta de hoy, 15 de mayo de 2020, viernes de la quinta semana de Pascua. En la introducción de la misma dirigió sus pensamientos a las familias, informa Vatican News.
“Hoy es el Día Mundial de la Familia: oremos por las familias para que el Espíritu del Señor, el espíritu de amor, respeto y libertad, crezca en las familias”, dijo el Papa.
Después, en su homilía, el Santo Padre reflexionó sobre el pasaje de los Hechos de los Apóstoles (Hechos 15:22-31) en el que Pablo y Bernabé son enviados a los paganos convertidos de Antioquía, escandalizados y perturbados por los discursos de algunos que no tenían ningún cargo.
Tiempos de agitación
Los apóstoles traen una carta que anima y alegra a los nuevos discípulos, explicándoles cómo no están obligados a la circuncisión según la Ley de Moisés, como exigían algunos fariseos convertidos en cristianos.
“En el Libro de los Hechos de los Apóstoles vemos que, en la Iglesia, al principio, hubo tiempos de paz”, explica Francisco, pero “también hubo tiempos de persecución” y “tiempos de agitación”.
Y este es el tema de la primera lectura de hoy, “un tiempo de agitación”, indicó. Los cristianos que venían del paganismo “habían creído en Jesucristo y recibido el bautismo, y eran felices: habían recibido el Espíritu Santo. Del paganismo al cristianismo, sin ninguna etapa intermedia”.
¿Cristianos de segunda clase?
No obstante, prosiguió el Papa, había cristianos “judaizantes” que “argumentaban que esto no podía hacerse”. Si uno era pagano, primero “debía convertirse en judío, un buen judío, y luego en cristiano”.
Los cristianos convertidos del paganismo, contó, no entendieron esto: “¿Pero cómo, somos cristianos de segunda clase? ¿No se puede pasar del paganismo directamente al cristianismo?”. Y se cuestionaron si la Resurrección de Cristo había conducido o no a la antigua ley a una mayor plenitud. Estaban preocupados, desconcertados, hubo mucha discusión entre ellos.
Los “judaizantes”, apuntó el Pontífice apoyaron su tesis “con argumentos pastorales, teológicos, incluso algunos morales” y “esto cuestionaba la libertad del Espíritu Santo, incluso la gratuidad de la Resurrección de Cristo y de la gracia”.
“Eran metódicos. Y también rígidos”, y Jesús ya había reprochado a estos doctores de la Ley por hacer a los prosélitos peores que ellos. “Estas personas que eran ideológicas”, más que dogmáticas, describió, habían “reducido la Ley, el dogma a una ideología”, a “una religión de prescripciones, y con ello quitaron la libertad del Espíritu”.
La rigidez no es del buen Espíritu
Según ellos, “la perfección del camino para seguir a Jesús era la rigidez”. “Estos doctores manipularon las conciencias de los fieles, las convirtieron en rígidas o se fueron”, dijo el Obispo de Roma.
Así, Francisco reiteró: “La rigidez no es del buen Espíritu, porque pone en tela de juicio la gratuidad de la redención, la gratuidad de la resurrección de Cristo” y “durante la historia de la Iglesia, esto se ha repetido. Pensemos en los pelagianos”, “rígidos famosos”.
“Y aún en nuestros tiempos hemos visto algunas organizaciones apostólicas que parecían muy bien organizadas, que funcionaban bien… pero todas rígidas, todas iguales entre sí, y entonces nos enteramos de la corrupción que había dentro, incluso en los fundadores”, remarcó.
“Donde hay rigidez no hay Espíritu de Dios, porque el Espíritu de Dios es libertad”, insistió. Y esta gente se llevó “la libertad del Espíritu de Dios y la gratuidad de la Redención”. Pero “la justificación es gratuita. La muerte y la resurrección de Cristo es gratuita. No se paga, no se compra: es un don”, subrayó el Santo Padre.
Concilio
En esta situación, relató, los apóstoles se reunieron en el concilio y al final escribieron una carta que comenzaba así: “Parecía bien, de hecho, al Espíritu Santo y a nosotros no imponeros ninguna otra obligación”, y “pusieron estas obligaciones más morales, de sentido común: no confundir el cristianismo con el paganismo”.
De este modo, “al final, cuando estos cristianos turbados, reunidos en asamblea, recibieron la carta” se “alegraron por el aliento que les daba. De la tristeza a la alegría. El espíritu de la rigidez siempre te lleva al turbamiento: ‘¿Pero he hecho esto bien? ¿No lo hice bien? El escrúpulo’».
Gratuidad evangélica
En cambio, aclaró el Papa Francisco, el espíritu de libertad evangélica lleva al gozo, “porque eso es precisamente lo que Jesús hizo con su Resurrección: el gozo”. La relación con Dios no lleva a decir: ‘Yo hago esto y tú me das esto’, una ‘relación comercial’: ¡no! Es gratis, así como la relación de Jesús con los discípulos es gratuita: ‘Sois mis amigos’. No los llamo sirvientes, los llamo amigos. No me has elegido a mí: yo te he elegido a ti: esto es la gratuidad”.
Finalmente, de acuerdo al medio vaticano, pidió al Señor “que nos ayude a discernir los frutos de la gratuidad evangélica de los frutos de la rigidez no evangélica, y que nos libere de toda perturbación de los que ponen la fe, la vida de fe bajo prescripciones casuísticas, prescripciones que no tienen sentido. Me refiero a estas prescripciones que no tienen sentido, no a los mandamientos. Que nos libere de este espíritu de rigidez que te quita la libertad”.
Comunión espiritual, adoración y bendición eucarística
El Pontífice invitó a hacer la comunión espiritual con esta oración: “A tus pies, oh Jesús mío, me postro y te ofrezco el arrepentimiento de mi corazón contrito que se abandona en su nada y en tu santa presencia. Te adoro en el sacramento de tu amor, la inefable Eucaristía. Deseo recibirte en la pobre morada que mi corazón te ofrece; esperando la felicidad de la comunión sacramental, quiero poseerte en espíritu. Ven a mí, oh Jesús mío, que yo venga a ti. Que tu amor inflame todo mi ser para la vida y la muerte. Creo en ti, espero en ti, te amo. Que así sea”
Como es habitual, Francisco terminó la celebración con la adoración y la bendición eucarística. Antes de salir de la capilla dedicada al Espíritu Santo, se entonó la antífona mariana Regina caeli, propia del tiempo de Pascua:
Regína caeli laetáre, allelúia.
Quia quem merúisti portáre, allelúia.
Resurréxit, sicut dixit, allelúia.
Ora pro nobis Deum, allelúia.
Regína caeli laetáre, allelúia.
Ora pro nobis Deum, allelúia.
16.05.20
Santa Marta: “Dulzura, humildad, respeto, fraternidad”: ¡La fuente!
Lo que hace de los hombres una familia, no huérfanos
(17 mayo 2020).- La fuente de la “dulzura”, de la “humildad”, del “respeto”, de la “fraternidad” es la certeza de tener un Padre y esto es lo que el Espíritu Santo viene a “recordar”, explica en esencia el Papa Francisco, comentando el evangelio (Jn 14, 15-21) de este domingo 17 de mayo de 2020 en la capilla dedicada al Espíritu Santo de la Casa de Santa Marta en el Vaticano: “Esto es lo que hace que los hombres sean una familia”, y no “huérfanos”.
El Papa continuó el comentario sobre el “discurso de despedida” de Jesús en el Evangelio de San Juan al presentar el tema de “sentirse huérfano”: “En el discurso de despedida de Jesús a los discípulos, Jesús les da la paz y la tranquilidad con una promesa: “No os dejaré huérfanos”: los defiende frente a este dolor, a esta dolorosa sensación de ser huérfanos”.
El Papa señaló que esta es una característica del mundo actual: “Hoy existe una gran sensación en el mundo de ser huérfano: muchos tienen muchas cosas, pero les falta el Padre. Y esto se repite en la historia de la humanidad. Cuando falta el Padre, falta algo
Subrayó que es una aspiración profunda presente en las civilizaciones más antiguas: “Y existe el deseo de encontrarnos, de encontrar al Padre. Pensemos en mitos antiguos … Edipo, Telémaco, siempre en busca del Padre que falta”. Y hoy vivimos en una sociedad donde falta el Padre, es el sentido de ser huérfano lo que toca a la pertenencia y a la fraternidad.
Aquí, explicó el Papa, es el papel del Espíritu Santo: “Me voy”, dijo Jesús, “pero os envío otro Paráclito … que os recordará el acceso al Padre”. El Espíritu Santo no viene para hacernos “clientes”, sino para recordarnos el acceso al Padre que Jesús … hizo visible”.
Para el Papa, la presencia del Padre es también la fuente de la paz: “Solo con esta conciencia de hijos que no son huérfanos podemos vivir en paz entre nosotros. Siempre, las pequeñas o grandes guerras, tienen una dimensión de la sensación de ser huérfano: falta el Padre para hacer la paz”
La conciencia de ser hijos del mismo Padre es la fuente de la dulzura y la fraternidad: “El Espíritu Santo enseña la mansedumbre, la humildad de los hijos del Padre. No enseña insultos. Y una de las consecuencias del sentido de orfandad es el insulto, las guerras, porque si no está el Padre no hay hermanos, se pierde la hermandad”.
Es la fuente del sentimiento de pertenencia a la misma familia: “El respeto, la dulzura, la humildad, son actitudes de pertenencia, de pertenecer a una familia que tiene un Padre. “Yo ruego al Padre y os enviará otro Paráclito” y él os recordará el acceso al Padre. Él os recordará que tenemos un Padre que es el centro de todo, el origen de todo, la unidad de todos, la salvación de todos porque envió a su Hijo para salvarnos a todos. Ahora él envía al Espíritu Santo para recordarnos el acceso a Él, al Padre”.
Esta es la “gracia” que el Papa sugiere pedir en oración: “Y con esta paternidad, esta actitud de humildad, de dulzura, de paz, pidamos al Espíritu Santo que nos recuerde, siempre, siempre, este acceso al Padre … Que tenemos un Padre … Y que Él da a esta civilización que tiene un gran sentido de ser huérfano, que Él da el acceso al Padre”.
“Esto es lo que da sentido a toda la vida y hace de los hombres una familia”, concluyó el Papa.
17.05.20
Regina Coeli: “Jesús nos pide que lo amemos, que nos amemos”
Palabras del Papa antes del Regina Coeli
(17 mayo 2020).- “Jesús vincula el amor por Él a la observancia de los mandamientos, y en esto insiste en su discurso de despedida: “Si me amáis, guardaréis mis mandamientos” (v. 15). Con estas palabras comienza el Papa en su mensaje antes de la oración del Regina Coeli de este domingo 17 de mayo, que ha dirigido desde la Biblioteca del Palacio Apostólico del Vaticano.
“Como yo os he amado, amaos también vosotros los unos a los otros” (Jn. 13,34). No dijo: “Ámame como te he amado”, sino “amaos unos a otros como yo os he amado”. Añadió el Papa.
Exhortando. “Los mandamientos no se nos dan como una especie de espejo, en el que ver reflejadas nuestras miserias e inconsistencias. No, la Palabra de Dios se nos da como la Palabra de vida, que transforma, que transforma el corazón, la vida, que renueva, que no juzga para condenar, sino que sana y que tiene como fin el perdón. Es la misericordia de Dios así”.
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Palabras del Papa antes del Regina Coeli
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de este domingo (cf. Jn 14, 15-21) presenta dos mensajes fundamentales: la observancia de los mandamientos y la promesa del Espíritu Santo.
Jesús vincula el amor por Él a la observancia de los mandamientos, y en esto insiste en su discurso de despedida: “Si me amáis, guardaréis mis mandamientos” (v. 15); “El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama” (v. 21). Jesús nos pide que lo amemos, pero nos explica: este amor no termina en un deseo por Él, o en un sentimiento, no, requiere disponibilidad de seguir su camino, es decir, la voluntad del Padre. Y esto se resume en el mandamiento del amor recíproco, el primer amor, dado por el mismo Jesús: “Como yo os he amado, amaos también vosotros los unos a los otros” (Jn. 13,34). No dijo: “Ámame como te he amado”, sino “amaos unos a otros como yo os he amado”. Él nos ama sin pedirnos nada a cambio, es un amor gratuito, y quiere que este amor gratuito se convierta en una forma concreta de vida entre nosotros: esta es su voluntad.
Para ayudar a los discípulos a recorrer este camino, Jesús promete que rogará al Padre que envíe “otro Paráclito” (v. 16), es decir, un Consolador, un Defensor que tome su lugar y les dé a ellos la inteligencia para escuchar y el valor para observar sus palabras. Este es el Espíritu Santo, que es el don del amor de Dios que desciende al corazón del cristiano después de que Jesús murió y resucitó. Su amor es dado a aquellos que creen en Él y son bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. El Espíritu mismo los guía, los ilumina, los fortalece, para que cada uno pueda caminar en la vida, incluso a través de las adversidades y las dificultades, en las alegrías y las penas, permaneciendo en el camino de Jesús. Esto es posible precisamente manteniéndose dócil al Espíritu Santo, de modo que con su presencia operante, no sólo consuele sino que transforme los corazones, abriéndolos a la verdad y al amor.
Ante la experiencia del error y del pecado – que todos hacemos – el Espíritu Santo nos ayuda a no sucumbir y nos hace comprender y vivir plenamente el significado de las palabras de Jesús: “Si me aman, guardarán mis mandamientos” (v. 15). Los mandamientos no se nos dan como una especie de espejo, en el que ver reflejadas nuestras miserias e inconsistencias. No, la Palabra de Dios se nos da como la Palabra de vida, que transforma, que transforma el corazón, la vida, que renueva, que no juzga para condenar, sino que sana y que tiene como fin el perdón. Es la misericordia de Dios así. Una palabra que es luz en nuestros pasos. ¡Y todo esto es obra del Espíritu Santo! Él es el don de Dios, es el mismo Dios, que nos ayuda a ser personas libres, personas que quieren y saben amar, personas que han comprendido que la vida es una misión para anunciar las maravillas que el Señor realiza en aquellos que confían en Él.
Que la Virgen María, modelo de la Iglesia que sabe escuchar la Palabra de Dios y acoger el don del Espíritu Santo, nos ayude a vivir el Evangelio con alegría, sabiendo que estamos sostenidos por el Espíritu, fuego divino que calienta nuestros corazones e ilumina nuestros pasos.
Regina Coeli : Comienza la Semana Laudato sí´
( 17 mayo 2020).- Después del rezo del Regina Coeli, el Papa ha recordado la fiesta de San Juan Pablo II que se celebrará mañana. También “ha saludado a los niños y niñas que en estas fechas no podrán celebrar la Primera Comunión a causa de la pandemia” y “la reanudación de la Santa Misa en algunos países”.
Ha recordado “el comienzo de la Semana Laudato sí´,que terminará el próximo domingo. Esperando que toda la reflexión y compromiso común ayuden a crear y fortalecer actitudes constructivas para el cuidado de la creación”.
Estas son las palabras del Papa después del Regina Coeli:
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Palabras del Papa
¡Queridos hermanos y hermanas!,
Mañana se celebra el centenario del nacimiento de San Juan Pablo II, en Wadowice, Polonia. Lo recordamos con mucho afecto y gratitud. Mañana por la mañana, a las 7:00 horas, celebraré la Santa Misa, que será transmitida a todo el mundo, en el altar donde descansan sus restos mortales. Que desde el cielo continúe intercediendo por el Pueblo de Dios y por la paz en el mundo.
En algunos países se han reanudado las celebraciones litúrgicas con los fieles; en otros se está considerando esta posibilidad; en Italia, a partir de mañana se podrá celebrar la Santa Misa con el pueblo; pero por favor, vayamos adelante con las normas, las prescripciones que nos dan, para salvaguardar la salud de cada uno y del prójimo.
En el mes de mayo, es una tradición en muchas parroquias celebrar las misas de Primera Comunión. Claramente, debido a la pandemia, este hermoso momento de fe y celebración ha sido pospuesto. Por lo tanto me gustaría enviar un pensamiento afectuoso a los niños y a las niñas que deberían haber recibido por la primera vez la Eucaristía. Queridos amigos, os invito a vivir este tiempo de espera como una oportunidad para prepararse mejor: rezando, leyendo el libro de catecismo para profundizar en el conocimiento de Jesús, creciendo en la bondad y en el servicio a los demás. ¡Que tengáis un buen camino!.
Hoy comienza la Semana Laudato sí´,que terminará el próximo domingo, en la que recordamos el quinto aniversario de la publicación de la Encíclica. En estos tiempos de pandemia, en los que estamos más consciente de la importancia de cuidar nuestro hogar común, espero que toda la reflexión y compromiso común ayuden a crear y fortalecer actitudes constructivas para el cuidado de la creación.
Y les deseo a todos un buen domingo. Por favor, no se olviden de rezar por mí. Feliz almuerzo y el adiós.
17.05.20
“La vida después de la pandemia”: Libro del Papa sobre la era post-COVID-19
Ocho intervenciones del Pontífice
(18 mayo 2020).- Para el Papa Francisco ha llegado el momento de mirar a un mundo post-COVID y de prepararse para el cambio. “La vida después de la pandemia” es el nombre del libro publicado por la Librería Editorial Vaticana que recoge las reflexiones del Pontífice sobre la pandemia de coronavirus durante los primeros meses de 2020, a medida que ésta se extendía por la familia humana.
En el documento se recogen ocho significativos textos, pronunciados o escritos desde el 27 de marzo al 22 de abril. El texto está disponible en italiano, español, inglés, francés y portugués, en un documento pdf gratuito descargable desde la página web de la Librería Editorial Vaticana, y a través de Vatican News.
Las relaciones personales, en el centro
Las palabras del Santo Padre sacan a relucir su mensaje y su sueño para el “nuevo” mundo que está emergiendo durante y después de la pandemia de coronavirus. Un mundo cuyo centro sea la relación entre las personas, en el que la solidaridad y la colaboración, la creatividad y el apoyo a los que están “más atrás”, son los pilares.
Los textos recogidos ponen de relieve el pensamiento de Francisco en relación con los temas a los que todos nosotros, a la luz de la pandemia, nos enfrentamos diariamente: contaminación global, economía, trabajo, valorización de la atención sanitaria. El Papa “nos insta a dejar de lado nuestros intereses individuales, corporativos y nacionales para crear una nueva era de solidaridad en la que todos los seres humanos tengan la misma dignidad”, señala Vatican News.
Prefacio del cardenal Czerny
Introduce el texto el prefacio del cardenal Michael Czerny, jesuita, subsecretario de la Sección del Migrante y del Refugiado del Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral de la Santa Sede.
Más allá de las ocasiones específicas, el cardenal Czerny señala que estos ocho textos pueden ser leídos juntos como un “único desarrollo de su pensamiento y como un rico mensaje para la humanidad”, e indica que dicho mensaje tiene dos objetivos.
“El primero es sugerir una dirección, algunas claves y directrices para reconstruir un mundo mejor que podría nacer de esta crisis de la humanidad”, mientras que el segundo es “sembrar esperanza en medio de tanto sufrimiento y desconcierto. El Papa basa claramente esta esperanza en la fe, “porque con Dios la vida nunca muere”.
19.05.20
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