Francisco en Santa Marta: como
Maria, abrir el alma a Jesús que nace
El santo padre recuerda este lunes
que en Navidad tenemos que hacer sitio al Niño, más que a las compras y al
ruido
CIUDAD DEL VATICANO, 23 de diciembre de 2013 (Zenit.org) - En Navidad,
como María, hagamos sitio a Jesús que viene. Es la exhortación que el papa
Francisco ha hecho esta mañana en la homilía de Santa Marta. El papa ha
subrayado que el Señor visita cada día su Iglesia y ha advertido sobre la actitud
de cerrar nuestra alma. El cristiano, ha indicado, debe siempre estar en espera
vigilante del Señor.
Además, el santo padre ha subrayado que la
Iglesia, como María, está en espera de un parto. También ella, ha explicado,
“sentía lo que sienten todas las mujeres de aquel tiempo”. Siente estas
“percepciones interiores en su cuerpo, en su alma” que el hijo está llegando.
María, ha dicho el papa, siente en su corazón que quiere ver el rostro de su
Niño. El santo padre ha recordado que “nosotros como Iglesia, acompañamos a la
Virgen en este camino de espera” y casi “queremos apresurar este nacimiento del
Señor”. Así, Francisco ha explicado que el Señor viene dos veces, “el que
conmemoramos ahora, el nacimiento físico” y el que “sucederá al final de los
tiempo”. Pero, como afirma san Bernardo, hay también un tercer nacimiento.
“Hay una tercera vendida del Señor: la de cada día.
¡El Señor cada día visita a su Iglesia! Visita a cada uno de nosotros y también
nuestra alma entra en esta semejanza: nuestra alma se parece a la iglesia,
nuestra alma se parece a María. Los padres del desierto dicen que María, la
Iglesia y nuestra alma son femeninas y que lo que se dice de una, análogamente
se puede decir de la otra. Nuestra alma está en espera, en esta espera por la venida
del Señor; un alma abierta que llama: ‘¡Ven, Señor!'
Y en estos días, también a cada uno de nosotros,
ha proseguido el santo padre, “el Espíritu Santo nos mueve a hacer esta
oración: ¡Ven! ¡Ven!”. Todos los días del Adviento, ha recordado Francisco
“hemos dicho en el prefacio que nosotros, la Iglesia, como María, estamos
vigilantes en la espera”. Y la vigilancia, ha señalado, “es la virtud” del
peregrino y nosotros todos “somos peregrinos”.
El santo padre se ha preguntado “¿estamos en
espera o estamos cerrados? ¿Estamos vigilantes o estamos seguros en un hotel, a
lo largo del camino y no queremos ir más adelante? ¿Somos peregrinos o somos
errantes?” Por esto, ha explicado Francisco, “la Iglesia nos invita a rezar
esto ‘¡Ven!’, a abrir nuestra alma y que nuestra alma sea, en estos días,
vigilante en la espera. ¡Vigilar!” Y nuevamente ha preguntado el pontífice
“¿qué sucede en nosotros si viene el Señor o si no viene? ¿Hay sitio para el
Señor o hay sitio para las fiestas, para hacer compras, hacer ruidos… ¿Nuestra
alma está abierta, como está abierta la Santa Madre Iglesia y como estaba
abierta la Virgen? ¿O nuestra alma está cerrada y hemos colocado en la puerta
un cartel, muy educado, que dice: ‘Se ruega no molestar’?
Francisco ha indicado que “el mundo no termina
con nosotros, nosotros no somos los más importantes del mundo: es el Señor, con
la Virgen y con la Madre Iglesia!” Por esta razón, ha invitado el papa, nos
hará bien repetir la invocación: “¡Oh sabiduría, oh llave de David, o Rey de
las gentes, ven!
Al finalizar, el santo padre ha propuesto
"repetir muchas veces ¡Ven!, y buscar que nuestra alma no sea un alma que
diga: ‘no molestar’. ¡No! Que sea un alma abierta, que sea un alma grande, para
recibir al Señor en estos días y que comience a escuchar lo que mañana en la
antífona nos dirá la Iglesia: ‘¡Sabed que hoy viene el Señor y que mañana
veréis su gloria!”.
24.12.13
24.12.13
Papa Francisco: Jesús ha venido a
nuestra historia y ha compartido nuestro camino
Homilía del santo padre Francisco en
la Misa del Gallo.
CIUDAD DEL VATICANO, 24 de diciembre de 2013 (Zenit.org) - El santo
padre Francisco ha presidido en la basílica Vaticana, a las 21.30, la Santa
Misa de la Noche por la Solemnidad de la Navidad del Señor. Durante la
celebración eucarística, después de la proclamación del Evangelio, el papa ha
pronunicado la siguiente homilía.
1.- «El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz
grande» (Is 9,1).
Esta profecía de Isaías no deja de conmovernos, especialmente cuando la escuchamos en la Liturgia de la Noche de Navidad. No se trata sólo de algo emotivo, sentimental; nos conmueve porque dice la realidad de lo que somos: somos un pueblo en camino, y a nuestro alrededor –y también dentro de nosotros– hay tinieblas y luces. Y en esta noche, cuando el espíritu de las tinieblas cubre el mundo, se renueva el acontecimiento que siempre nos asombra y sorprende: el pueblo en camino ve una gran luz. Una luz que nos invita a reflexionar en este misterio: misterio de caminar y de ver.
Esta profecía de Isaías no deja de conmovernos, especialmente cuando la escuchamos en la Liturgia de la Noche de Navidad. No se trata sólo de algo emotivo, sentimental; nos conmueve porque dice la realidad de lo que somos: somos un pueblo en camino, y a nuestro alrededor –y también dentro de nosotros– hay tinieblas y luces. Y en esta noche, cuando el espíritu de las tinieblas cubre el mundo, se renueva el acontecimiento que siempre nos asombra y sorprende: el pueblo en camino ve una gran luz. Una luz que nos invita a reflexionar en este misterio: misterio de caminar y de ver.
Caminar. Este verbo nos hace pensar en el curso
de la historia, en el largo camino de la
historia de la salvación, comenzando por Abrahán, nuestro padre en la
fe, a quien el Señor llamó un día a salir de su pueblo para ir a la tierra que
Él le indicaría. Desde entonces, nuestra identidad como creyentes es la de
peregrinos hacia la tierra prometida. El Señor acompaña siempre esta historia.
Él permanece siempre fiel a su alianza y a sus promesas. «Dios es luz sin tiniebla
alguna» (1 Jn 1,5). Por parte del pueblo, en cambio, se alternan momentos de
luz y de tiniebla, de fidelidad y de
infidelidad, de obediencia y de rebelión, momentos de pueblo peregrino y de
pueblo errante.
También en nuestra historia personal se alternan momentos luminosos y oscuros, luces y sombras. Si amamos a Dios y a los hermanos, caminamos en la luz, pero si nuestro corazón se cierra, si prevalecen el orgullo, la mentira, la búsqueda del propio interés, entonces las tinieblas nos rodean por dentro y por fuera. «Quien aborrece a su hermano –escribe el apóstol San Juan– está en las tinieblas, camina en las tinieblas, no sabe adónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos» (1 Jn 2,11).
2. Pueblo en camino pero pueblo peregrino que no quiere ser pueblo errante. En esta noche, como un haz de luz clarísima, resuena el anuncio del Apóstol: «Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres» (Tt 2,11).
La gracia que ha aparecido en el mundo es Jesús, nacido de María Virgen, Dios y hombre verdadero. Ha venido a nuestra historia, ha compartido nuestro camino. Ha venido para librarnos de las tinieblas y darnos la luz. En Él ha aparecido la gracia, la misericordia, la ternura del Padre: Jesús es el Amor hecho carne. No es solamente un maestro de sabiduría, no es un ideal al que tendemos y del que nos sabemos por fuerza distantes, es el sentido de la vida y de la historia que ha puesto su tienda entre nosotros.
3. Los pastores fueron los primeros que vieron
esta “tienda”, que recibieron el anuncio delnacimiento de Jesús. Fueron los
primeros porque eran de los últimos, de los marginados. Y fueron los primeros porque estaban en vela
aquella noche, guardando su rebaño. El peregrino hacía la vela, y ellos la
hacían. Con ellos nos quedamos ante el Niño, nos quedamos en silencio. Con
ellos damos gracias al Señor por habernos dado a Jesús, y con ellos, desde
dentro de nuestro corazón, alabamos su fidelidad: Te bendecimos, Señor, Dios
Altísimo, que te has despojado de tu rango por nosotros. Tú eres inmenso, y te
has hecho pequeño; eres rico, y te has hecho pobre; eres omnipotente, y te has
hecho débil.
Que en esta Noche compartamos la alegría del Evangelio: Dios nos ama, nos ama tanto quenos ha dado a su Hijo como nuestro hermano, como luz para nuestras tinieblas. El Señor nos dice una vez más: “No teman” (Lc 2,10). Como han dicho los ángeles a los pastores, 'no teman'. Y también yo les repito: No teman. Nuestro Padre tiene paciencia con nosotros, nos ama, nos da a Jesús como guía en el camino a la tierra prometida. Él es la luz que disipa las tinieblas. Él es la misericordia. Nuestro Padre perdona siempre. Él es nuestra paz. Amén.
Que en esta Noche compartamos la alegría del Evangelio: Dios nos ama, nos ama tanto quenos ha dado a su Hijo como nuestro hermano, como luz para nuestras tinieblas. El Señor nos dice una vez más: “No teman” (Lc 2,10). Como han dicho los ángeles a los pastores, 'no teman'. Y también yo les repito: No teman. Nuestro Padre tiene paciencia con nosotros, nos ama, nos da a Jesús como guía en el camino a la tierra prometida. Él es la luz que disipa las tinieblas. Él es la misericordia. Nuestro Padre perdona siempre. Él es nuestra paz. Amén.
25.12.13
en vosotros contemplamos
el esplendor del verdadero amor,
a vosotros, confiados, nos dirigimos.
Santa Familia de Nazaret,
haz también de nuestras familiaslugar de comunión y cenáculo de oración,
auténticas escuelas del Evangelio
y pequeñas Iglesias domésticas.
Santa Familia de Nazaret,
que nunca más haya en las familias episodios
de violencia, de obstinación y división;
que quien haya sido herido o escandalizado
sea pronto consolado y curado.
Santa Familia de Nazaret,
que el próximo Sínodo de los Obispos
haga tomar conciencia a todos
del carácter sagrado e inviolable de la familia,
de su belleza en el proyecto de Dios.
Jesús, María y José,
escuchad, acoged nuestra súplica.
Amén
Francisco da la bendición 'Urbi et
orbe'. Sus palabras: una oración por la paz
Ante una plaza repleta pide rezar a
Dios por la paz y a los no creyentes a desarla. Enumera los diversos conflictos
en el mundo. Texto completo
CIUDAD DEL VATICANO, 25 de diciembre de 2013 (Zenit.org) - El papa
Francisco impartió este domingo de Navidad al medio día, la bendición Urbi et
Orbi, ante una abarrotada plaza de San Pedro, con los fieles que llenaban
incluso Vía de la Conciliación.
El papa hizo un discurso que más bien ha sido una
oración pidiendo a Dios por la paz del mundo, e indicó los principales lugares
de conflicto, así como la tragedia que vieven los inmigrantes. A los creyentes
les pidió que recen por esta intención y a los no creyentes que la
deseen.
"A todos ustedes, queridos hermanos y hermanas,
venidos de todas partes del mundo a esta Plaza, y a cuantos desde distintos
países se unen a nosotros a través de los medios de comunicación, les deseo una
¡Feliz Navidad!" dijo el papa desde el balcón de la logia de la basílica
de San Pedro.
"En este día, iluminado por la esperanza
evangélica que proviene de la humilde gruta de Belén, pido para todos ustedes
el don navideño de la alegría y de la paz: para los niños y los ancianos, para
los jóvenes y las familias, para los pobres y marginados. Que Jesús, que vino a
este mundo por nosotros, consuele a los que pasan por la prueba de la
enfermedad y el sufrimiento y sostenga a los que se dedican al servicio de los
hermanos más necesitados. ¡Feliz Navidad!
".
Minutos
antes leyó sus palabras por la Navidad, que reportamos íntegras a continuación.
"Queridos hermanos y hermanas de Roma y del
mundo entero, ¡Buen díay feliz Navidad!
Hago
mías las palabras del cántico de los ángeles, que se aparecieron a
los pastores de Belén la noche de la Navidad.
Un cántico que une cielo y tierra, elevando al
cielo la alabanza y la gloria y saludando a la tierra de los hombres con el
deseo de la paz.
Les invito a todos a hacer suyo este cántico, que es el de
cada hombre y mujer que vigila en la noche, que espera un mundo mejor, que se
preocupa de los otros, intentado hacer humildemente su proprio deber.
Gloria a Dios.
A esto nos invita la Navidad en
primer lugar: a dar gloria a Dios, porque es bueno, fiel, misericordioso. En
este día mi deseo es que todos puedan conocer el verdadero rostro de Dios, el
Padre que nos ha dado a Jesús. Me gustaría que todos pudieran sentir a Dios
cerca, sentirse en su presencia, que lo amen, que lo adoren.
Y que todos
nosotros demos gloria a Dios, sobre todo, con la vida, con una vida entregada
por amor a Él y a los hermanos.
Y paz a los hombres.
La verdadera paz no es un
equilibrio de fuerzas opuestas. No es pura "fachada", que esconde
luchas y divisiones. La paz es un compromiso artesanal, que se logra contando
con el don de Dios, con la gracia que nos ha dado en Jesucristo.
Viendo al Niño en el Belén, Niño de paz, pensemos
en los niños que son las víctimas más vulnerables de las guerras, pero pensemos
también en los ancianos, en las mujeres maltratadas, en los enfermos… ¡Las
guerras destrozan tantas vidas y causan tanto sufrimiento!
Demasiadas ha
destrozado en los últimos tiempos el conflicto de Siria, generando odios y
venganzas. Sigamos rezando al Señor para que el amado pueblo sirio se vea libre
de más sufrimientos y las partes en conflicto pongan fin a la violencia y
garanticen el acceso a la ayuda humanitaria.
Hemos podido comprobar la fuerza de la oración. Y
me alegra que hoy se unan a nuestra oración por la paz en Siria también
creyentes de diversas confesiones religiosas. No perdamos nunca la fuerza de la
oración. La fuerza para decir a Dios: Señor, concede tu paz a Siria y al mundo
entero.
Y también a los no creyentes les invito a desear
la paz, con un deseo que amplía el corazón, con la oración o el deseo, pero
todos por la paz.
Concede la paz, Niño, a la República
Centroafricana, a menudo olvidada por los hombres. Pero tú, Señor, no te
olvidas de nadie. Y quieres que reine la paz también en aquella tierra,
destrozada por una espiral de violencia y de miseria, donde muchas personas
carecen de techo, agua y alimento, sin lo mínimo indispensable para vivir. Que
se afiance la concordia en Sudán del Sur, donde las tensiones actuales ya han
provocado víctimas y amenazan la pacífica convivencia de este joven Estado.
Tú, Príncipe de la paz, convierte el corazón de
los violentos, allá donde se encuentren, para que depongan las armas y
emprendan el camino del diálogo. Vela por Nigeria, lacerada por continuas
violencias que no respetan ni a los inocentes e indefensos. Bendice la tierra que
elegiste para venir al mundo y haz que lleguen a feliz término las
negociaciones de paz entre israelitas y palestinos.
Sana las llagas de la querida tierra de Iraq,
azotada todavía por frecuentes atentados.
Tú, Señor de la vida, protege a
cuantos sufren persecución a causa de tu nombre. Alienta y conforta a los
desplazados y refugiados, especialmente en el Cuerno de África y en el este de
la República Democrática del Congo.
Haz que los emigrantes, que buscan una vida
digna, encuentren acogida y ayuda. Que no asistamos de nuevo a tragedias como
las que hemos visto este año, con los numerosos muertos en Lampedusa, no
sucedan nunca más.
Oh
Niño de Belén, toca el corazón de cuantos están
involucrados en la trata de seres humanos, para que se den cuenta de la
gravedad de este delito contra la humanidad. Dirige tu mirada sobre los niños
secuestrados, heridos y asesinados en los conflictos armados, y sobre los que
se ven obligados a convertirse en soldados, robándoles su infancia.
Señor, del cielo y de la tierra, mira a nuestro planeta, que a menudo la
codicia y el egoísmo de los hombres explota indiscriminadamente. Asiste y
protege a cuantos son víctimas de los desastres naturales, sobre todo al
querido pueblo filipino, gravemente afectado por el reciente tifón.
Queridos hermanos y hermanas, en este mundo, en
esta humanidad hoy ha nacido el Salvador, Cristo el Señor. No pasemos de largo
ante el Niño de Belén. Tenemos miedo de esto, no tengamos miedo que
nuestro corazón se conmueva.
Dejemos que nuestro corazón se conmueva, se
enardezca con la ternura de Dios; necesitamos sus caricias.Las caricias de Dios
no producen heridas, las caricias de Dios nos dan paz y fuerza, necesitamos las
caricias de Dios.
El amor de Dios es grande; a Él la gloria por los
siglos. Dios es nuestra paz: pidámosle que nos ayude a construirla cada día, en
nuestra vida, en nuestras familias, en nuestras ciudades y naciones, en el
mundo entero. Dejémonos conmover por la bondad de Dios.
26.12.13
Francisco en el Ángelus: recemos por
los cristianos perseguidos por su fe
La memoria del primer mártir, san
Esteban, equilibra una falsa idea edulcorada de la Navidad
CIUDAD DEL VATICANO, 26 de diciembre de 2013 (Zenit.org) - Este 26 de
diciembre día de san Esteban, el primer mártir de la Iglesia, el papa Francisco
rezó la oración del Ángelus desde la ventana del estudio pontificio que da
hacia la plaza de San Pedro. Allí una importante multitud le aguardaba con los
paraguas cerrados, pues durante esos momentos la lluvia había cesado.
A continuación las palabras completas del papa antes y
después de la oración del Ángelus:
"Queridos hermanos y hermanas. Ustedes no
tienen miedo de la lluvia, son valerosos. La liturgia prolonga la
solemnidad de la Navidad durante ocho días: ¡un tiempo de alegría para todo el
pueblo de Dios!
En este segundo día de la octava, en la alegría de la
Navidad se inserta la fiesta de san Esteban, el primer martir de la Iglesia. El
libro de los Actos de los Apóstoles nos lo presenta como “un hombre lleno de fe
y de Espíritu Santo”, elegido con otros seis para dar servicio a las viudas y a
los pobres en la primera comunidad de Jerusalén. Y nos cuenta su martirio,
cuando después de un fogoso discurso que suscitó la ira de los miembros del
Sinedrio, fue arrastrado afuera de las murallas de la ciudad y lapidado.
Esteban murió como Jesús, pidiendo perdón por sus
asesinos. En el clima de la alegría navideña, esta conmemoración podría parecer
fuera de contexto. De hecho la Navidad es la fiesta de la vida y nos infunde
sentimientos de serenidad y de paz. ¿Por qué entonces turbar su encanto con el
recuerdo de una violencia tan atroz? En realidad en la óptica de la fe, la
fiesta de san Esteban está en plena sintonía con el significado profundo de la
Navidad.
En el martirio, de hecho, el amor derrota a la
violencia, la vida a la muerte. La Iglesia ve en el sacrificio de los martires
su 'nacimiento al cielo'. Celebramos por lo tanto hoy la 'navidad' de Esteban,
que en profundidad se desprende de la Navidad de Cristo. ¡Jesús transforma la
muerte de quienes lo aman en aurora de vida nueva!
En el martirio de Esteban se reproduce la misma
lucha entre el bien y el mal, entre el odio y el perdón, entre la mansedumbre y
la violencia, que tuvo su culminación en la cruz de Cristo. La memoria del
primer mártir acaba así con una falsa imagen de la Navidad: ¡una imagen de
fábula y edulcorada, que en el evangelio no existe!
La liturgia nos trae el sentido auténtico de la
Encarnación, relacionando Belén al Calvario y recordándonos que la salvación
divina implica que la lucha al pecado, pasa por la puerta estrecha de la cruz.
Este es el camino que Jesús ha indicado
claramente a sus discípulos, como testimonia el evangelio de hoy: 'Serán todos
odiados a causa de mi nombre. Pero quién habrá perseverado hasta el final será
salvado'.
Por eso hoy rezamos de manera particular por los
cristianos que sufren discriminación a causa del testimonio que dan de Cristo y
del evangelio. Estamos cerca de estos hermanos y hermanas que como san Esteban,
son acusados injustamente y objeto de violencias de varios tipos.
Estoy seguro que, lamentablemente, son más numerosos
hoy que en los primeros tiempos de la Iglesia y que son tantos. Esto sucede
especialmente en los lugares en donde la libertad religiosa no está todavía
garantizada o no está plenamente realizada. Sucede también en países y
ambientes que en sus papeles tutelan la libertad y los derechos humanos, pero
donde de hecho los creyentes, especialmente los cristianos, encuentran
limitaciones y discriminaciones.
Yo quiero pedirles de rezar por estas hermanas y
hermanos, unos instantes, todos. Y los recomendamos a la Virgen: Ave María...
A un cristiano esto no lo maravilla, porque Jesús
lo ha anunciado como ocasión propicia para dar testimonio. Entretanto en el
plano civil, la injusticia va denunciada y eliminada. Que María Reina de los
Mártires nos ayude a vivir esta Navidad con aquel ardor de fe y de amor que
refulge en san Esteban y en todos los mártires de la Iglesia".
27.12.13
Las palabras del papa Francisco en
el ángelus de la Sagrada Familia
Texto completo. Ante una plaza
repleta recuerda a las familias que hay que 'saber pedir permiso, dar gracias y
pedir perdó
CIUDAD DEL VATICANO, 29 de diciembre de 2013 (Zenit.org) - En este
primer domingo después del día de Navidad, solemnidad de la Sagrada Familia, el
papa Francisco rezó la oración del ángelus desde la ventana de su estudio en el
Palacio Apostólico, ante una multitud que le atendía en la plaza de san Pedro.
Dirigiéndose a los fieles y peregrinos venidos de todo
el mundo, que le acogieron con un largo y caluroso aplauso, el pontífice
argentino les dijo:
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En este primer domingo después de Navidad, la liturgia
nos invita a celebrar la fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret. De hecho,
cada pesebre nos muestra a Jesús junto a la Virgen y San José en la gruta de
Belén. Dios ha querido nacer en una familia humana, ha querido tener una madre
y un padre como nosotros.
El Evangelio de hoy nos presenta a la Santa Familia en
la vía dolorosa del exilio, buscando refugio en Egipto. José, María y Jesús
experimentan la condición dramática de los refugiados, marcada por el miedo, la
incertidumbre, la incomodidad (cf. Mt 2,13-15.19-23).
Por desgracia, en nuestros días, millones de
familias pueden identificarse con esta triste realidad. Casi todos los días la
televisión y los periódicos dan noticias de los refugiados que huyen del
hambre, la guerra y otros graves peligros en busca de seguridad y una vida
digna para ellos y sus familias. En tierras lejanas, incluso cuando encuentran
trabajo, los refugiados y los inmigrantes no siempre encuentran una acogida
verdadera, el respeto, el aprecio de los valores quellevan. Sus expectativas
legítimas chocan con situaciones complejas y problemas que parecen insuperables
a veces. Por lo tanto, mientras fijamos la mirada sobre la Santa Familia de
Nazaret, cuando se ve obligada a convertirse en prófuga, pensemos en el drama
de los inmigrantes y refugiados que son víctimas del rechazo y la explotación,
que son víctimas de la trata de personas y del trabajo esclavo. Pero también
pensemos en los "exiliados", yo los llamaría "exiliados
escondidos", aquellos “exiliados” que puedan existir dentro de las
propias familias: los ancianos, por ejemplo, que a veces son tratados como un
estorbo. Muchas veces pienso que un signo para saber cómo van las cosas en una
familia es ver cómo son tratados los niños y los ancianos.
Jesús ha querido pertenecer a una familia que ha
experimentado este tipo de dificultades, para que nadie se sienta excluido de
la cercanía amorosa de Dios. La huida a Egipto a causa de las amenazas de
Herodes nos muestra que Dios está allí donde el hombre se encuentra en peligro,
donde el hombre sufre, donde se escapa, donde experimenta el rechazo y el
abandono; pero también está donde el hombre sueña, espera regresar a su patria
en libertad, proyecta y elige a favor de la vida y la dignidad de sí mismo y de
sus familiares. Hoy nuestra mirada sobre la Santa Familia se deja atraer
también por la simplicidad de la vida que esta lleva en Nazaret. Es un
ejemplo que hace tanto bien a nuestras familias, ayudándoles a convertirse cada
vez más en comunidades de amor y de reconciliación, en las que se experimenta
la ternura, la ayuda mutua, el perdón mutuo.
Recordemos las tres palabras clave para vivir en
paz y alegría en la familia: “permiso”, “gracias”, “perdón”. Cuando en una
familia no se es entrometido, cuando en una familia no se es entrometido y se
pide permiso, cuando en una familia no se es egoísta y se aprende a decir
gracias, gracias, y cuando en una familia uno se da cuenta de que ha hecho algo
malo y sabe pedir perdón, ¡en esa familia hay paz y hay alegría!
Recordemos
estas tres palabras. Pero podemos repetirlas todos juntos. Permiso, gracias,
perdón. Todos: Permiso, gracias, perdón.
Pero también quisiera animar a las familias a
tomar conciencia de la importancia que tienen en la Iglesia y en la sociedad.
El anuncio del Evangelio, de hecho, pasa sobre todo a través de las familias,
para luego llegar a los diferentes ámbitos de la vida diaria.
Invoquemos con fervor a María Santísima, la Madre
de Jesús y Madre nuestra, y a San José, su esposo. Pidámosles que iluminen,
conforten y guíen a todas las familias del mundo, para que pueda cumplir con
dignidad y serenidad la misión que Dios les ha confiado .
Al término de estas palabras, el santo padre rezó
la oración del ángelus. Y al concluir la plegaria prosiguió:
Queridos hermanos y hermanas,
en el próximo Sínodo de los Obispos se abordará
el tema de la familia, y la fase de preparación ya ha iniciado desde hace
tiempo. Por eso hoy, fiesta de la Santa Familia, deseo confiar a Jesús, María y
José este trabajo sinodal, rezando por las familias de todo el mundo. Os invito
a uniros espiritualmente a mí en la oración que ahora recito:
Jesús, María y José,en vosotros contemplamos
el esplendor del verdadero amor,
a vosotros, confiados, nos dirigimos.
Santa Familia de Nazaret,
haz también de nuestras familiaslugar de comunión y cenáculo de oración,
auténticas escuelas del Evangelio
y pequeñas Iglesias domésticas.
Santa Familia de Nazaret,
que nunca más haya en las familias episodios
de violencia, de obstinación y división;
que quien haya sido herido o escandalizado
sea pronto consolado y curado.
Santa Familia de Nazaret,
que el próximo Sínodo de los Obispos
haga tomar conciencia a todos
del carácter sagrado e inviolable de la familia,
de su belleza en el proyecto de Dios.
Jesús, María y José,
escuchad, acoged nuestra súplica.
Amén
Después de rezar esta oración inédita, escrita de
su puño y letra, llegó el turno de los saludos que tradicionalmente realiza el
pontífice:
Dirijo un saludo especial a los fieles que están
conectados con nosotros desde Nazaret, Basílica de la Anunciación, donde ha ido
el secretario general del Sínodo de los Obispos; desde Barcelona, Basílica de la
Sagrada Familia Basílica, donde ha ido el presidente del Consejo Pontificio
para la Familia; Loreto, Basílica Santuario de la Santa Casa. Y lo extiendo a
los reunidos en diversas partes del mundo para otras celebraciones en las que
los principales protagonistas son las familias , como la de Madrid.
Por último, saludo con afecto a todos los
peregrinos aquí presentes, ¡especialmente a las familias! Sé que hay de la
comunidad de rumanos en Roma. Saludo a los jóvenes del Movimiento de los
Focolares, venidos de varios países, y al resto de los jóvenes, incluidos los
grupos de la diócesis de Milán, Como, Lodi, Padua, Vicenza y
Concordia-Pordenone. Saludo a los chicos de Curno y Calcinate con sus
catequistas, los fieles de Salcedo, Carzago Riviera, San Giovanni in Persiceto
y Modica.
Y concluyó, como de costumbre:
Os deseo a todos una hermosa fiesta de la Sagrada
Familia, un buen domingo y una buena comida. ¡Hasta pronto!
30.12.13
Francisco: 'Un año que ha pasado no
termina pero se cumple'
Recojamos como en una cesta los días,
semanas y meses para ofrecerlos al Señor. Agradecemos y pedimos perdón.
CIUDAD DEL VATICANO, 31 de diciembre de 2013 (Zenit.org) - El papa
Francisco presidió este martes por la tarde en la basílica de San Pedro, la
celebración de las vísperas de la solemnidad de María Santísima Madre de Dios.
Le siguió la exposición del Santísimo Sacramento y el Te Deum para agradecer
por el año civil transcurrido. La ceremonia solemne animada por el coro
pontificio de la Capilla Sixtina concluyó con la bendición eucarística.
En sus palabras el Santo Padre recordó que "cada
momento de nuestra vida no es provisorio, es definitivo y cada acción nuestra
está cargada de eternidad".
Añadió que "un año que ha pasado por lo tanto no
nos lleva a una realidad que termina pero a una realidad que se cumple, es un
paso ulterior hacia la meta que está delante de nosotros: una meta de esperanza
y de felicidad, porque encontraremos a Dios, razón de nuestra esperanza y
fuente de nuestra alegría".
"Mientras llega su término el año 2013 --indicó
el Santo Padre-- recogemos como en un cesto, los días, las semanas, los mese
que hemos vivido, para ofrecer todo al Señor. Y preguntarnos: ¿Cómo hemos
vivido el tiempo que él nos ha donado? ¿Lo hemos vivido sobre todo para
nosotros mismos, para nuestros intereses, o hemos sabido usarlo también para
los otros? ¿Cuánto tiempo hemos reservado para 'estar con Él', en la oración,
en el silencio, en la adoración?".
"Esta noche concluimos el Año del Señor 2013,
agradeciendo y pidiendo perdón. Las dos cosas juntas, agradecemos y pedimos
perdón" dijo. Y el obispo de Roma recordó que también en una ciudad
hermosa como lo es ésta, existen situaciones de dificultad, refugiados, quienes
no encuentran trabajo, quienes sufren. Y de la responsabilidad que tienen todos
sus habitantes de superar y ayudar en esas situaciones, involucrándose y no
mirando la ciudad como se mira una tarjeta postal, porque la ciudad es como un
mosaico en el cual cada uno de nosotros es un pequeño azulejo.
Al terminar la celebración de las Vísperas en la
basílica de San Pedro, el santo padre realizó una breve visita al pesebre
preparado en la Plaza de San Pedro, al que se acercó en el jeep cubierto. Allí
al concluir sus oraciones ante el pesebre, saludó a quienes trabajaron en
armarlo. Y después se acercó para saludar al público que se apiñaba en las
vallas.
Texto
completo de las palabras que el santo padre dirigió a los presentes
“El apóstol Juan define el tiempo presente de una
manera precisa: “Ha llegado la última hora”. Esta afirmación que se repite en
la misa del 31 de diciembre, significa que con la venida de Dios en la historia
estamos ya en los tiempos “últimos”, después de los cuales el paso final será
la segunda y definitiva venida de Cristo.
Naturalmente aquí se habla de la 'calidad' del tiempo,
no de su 'cantidad'. Con Jesús ha venido la plenitud del tiempo, plenitud de
significado y plenitud de salvación. Y no habrá más una nueva revelación, pero
la manifestación plena de lo que Jesús ha ya revelado.
En este sentido estamos ya en la 'última hora'; cada
momento de nuestra vida no es provisorio es definitivo y cada acción nuestra
está cargada de eternidad. De hecho la respuesta que damos hoy a Dios que nos
ama en Jesucristo, incide en nuestro futuro.
La visión bíblica y cristiana del tiempo y de la
historia no es cíclica, pero linear: es un camino que va hacia un cumplimiento.
Un año que ha pasado por lo tanto no nos lleva a una realidad que termina pero
a una realidad que se cumple, es un paso ulterior hacia la meta que está
delante de nosotros: una meta de esperanza y de felicidad, porque encontraremos
a Dios, razón de nuestra esperanza y fuente de nuestra alegría.
Mientras llega a su término el año 2013, recogemos
como en un cesto, los días, las semanas, los mese que hemos vivido, para
ofrecer todo al Señor. Y preguntarnos: ¿cómo hemos vivido el tiempo que él nos
ha donado? ¿Lo hemos vivido sobre todo para nosotros mismos, para nuestros
intereses, o hemos sabido usarlo también para los otros? ¿Cuánto tiempo hemos
reservado para 'estar con él', en la oración, en el silencio, en la adoración?
Y después pensemos, nosotros ciudadanos romanos,
también a esta ciudad de Roma. ¿Qué ha sucedido este año? ¿Qué está sucediendo,
qué sucederá? ¿Cómo es la calidad de la vida en esta ciudad? ¡Depende de todos
nosotros! ¿Cómo es la calidad de nuestra ciudadanía? ¿Este año hemos
contribuido en nuestra pequeña capacidad a volverla vivible, ordenada,
acogedora?
De hecho el rostro de una ciudad es como un
enorme mosaico cuyos azulejos son todos los que allí viven. Seguramente quien
recubre cargos públicos tiene mayor responsabilidad, pero cada uno es
corresponsable en el bien y en el mal.
Roma es una ciudad de una belleza única. Su
patrimonio espiritual y cultural es extraordinario. Y al mismo tiempo en Roma
existen tantas personas marcadas por las miserias materiales y morales,
personas pobres, infelices, sufridoras, que interpelan la conciencia de cada
ciudadano.
En Roma quizás sentimos más fuerte este contraste
entre el ambiente majestuoso y cargado de belleza artística y el malestar
social de quien hace más esfuerzo. Roma es una ciudad llena de turistas, pero
también llena de refugiados. Roma está llena de gente que trabaja, pero también
de personas que no encuentran trabajo o realizan trabajos mal pagados y a veces
indignos. Y todos tienen derecho a ser tratados con la misma actitud de acogida
y equidad, porque cada uno es portador de dignidad humana. Es el último día del
año. ¿Qué haremos, como actuaremos en el próximo año para volver un poco mejor
a nuestra ciudad? Roma del año nuevo tendrá un rostro aún más bello si será aún
más rica de humanidad, que sabe hospedar, acoger. Si todos nosotros estaremos
atentos y seremos generosos hacia quien está en dificultad; si sabremos
colaborar con el espíritu constructivo y solidario, en favor del bien de todos.
Roma del año nuevo será mejor si no habrán
personas que la miran 'de lejos', como a una tarjeta postal, que miran la vida
solamente 'desde el balcón', sin involucrarse en tantos problemas humanos,
problemas de hombres y mujeres que al final... y desde el principio, queramos o
no, son nuestros hermanos.
En esta perspectiva la Iglesia de Roma se siente
impregnada para dar su contribución a la vida y al futuro de la ciudad. Pero es
su deber, se siente animada y a animar con la levadura del evangelio, a ser
signo e instrumento de la misericordia de Dios.
Esta noche concluimos el Año del Señor 2013,
agradeciendo y pidiendo perdón. Las dos cosas juntas, agradecemos y pedimos
perdón.
Agradecemos por todos los beneficios que Dios nos
ha dado, y especialmente por su paciencia y su fidelidad, que se manifiestan en
el sucederse de los tiempos, pero en modo singular en la plenitud del tiempo
cuando “Dios mandó a su Hijo, nacido de mujer”.
La Madre de Dios, en cuyo nombre mañana
iniciaremos un nuevo tramo de nuestra peregrinación terrena, nos enseñe a
acoger a Dios hecho hombre, porque cada año, cada mes, cada día sea lleno de su
eterno amor”.
31.12.13
El Santo Padre celebra la primer
misa del 2014 en honor de la Virgen
Indicó que María Madre de Dios es
también madre nuestra y hace fructificar nuestro anuncio del evangelio
CIUDAD DEL VATICANO, 01 de enero de 2014 (Zenit.org) - En la
mañana el primer día del año 2014 el santo padre Francisco celebró la santa
misa en la basílica de San Pedro, vistiendo paramentos blancos y azules en la
solemne festividad de María Santísima Madre de Dios.
La homilia del papa Francisco se ha centrado en María,
desde la bendición de Arón que se realiza enteramente en Ella, en el título de
Madre de Dios, y en su pesencia en el corazón, en la devoción y, sobre
todo, en el camino de fe del pueblo cristiano. Nuestro camino de fe está
--precisó el Papa-- está "unido de manera indisoluble a María desde el
momento en que Jesús, muriendo en la cruz, nos la ha dado como Madre". Y
que María con su ejemplo de humildad y de disponibilidad a la voluntad de
Dios nos ayuda a traducir nuestra fe en un anuncio del Evangelio alegre y sin
fronteras" volviendo fecunda nuesta misión. El Santo Padre concluyó
la homilía invitando a la asamblea a repetir tre veces: 'Madre de Dios'
La solemne ceremonia concluyó con el canto Alma
Redemptoris Mater, que la Iglesia canta desde hace 13 siglos y con la adoración
del papa Francisco al Niño Jesús, ante el altar con una imagen del
'bambinello'.
A
continuación presentamos la homilía del Santo Padre
La primera lectura que hemos escuchado nos
propone una vez más las antiguas palabras de bendición que Dios sugirió a
Moisés para que las enseñara a Aarón y a sus hijos: «Que el Señor te bendiga y
te proteja. Que el Señor haga brillar su rostro sobre ti y te muestre su
gracia. Que el Señor te descubra su rostro y te conceda la paz» (Nm 6,24-26).
Es muy significativo escuchar de nuevo esta bendición precisamente al comienzo
del nuevo año: ella acompañará nuestro camino durante el tiempo que ahora nos
espera. Son palabras de fuerza, de valor, de esperanza. No de una esperanza
ilusoria, basada en frágiles promesas humanas; ni tampoco de una esperanza
ingenua, que imagina un futuro mejor sólo porque es futuro. Esta esperanza tiene
su razón de ser precisamente en la bendición de Dios, una bendición que
contiene el mejor de los deseos, el deseo de la Iglesia para todos nosotros,
impregnado de la protección amorosa del Señor, de su ayuda providente.
El deseo contenido en esta bendición se ha
realizado plenamente en una mujer, María, por haber sido destinada a ser la
Madre de Dios, y se ha cumplido en ella antes que en ninguna otra criatura.
Madre de Dios. Este es el título principal y
esencial de la Virgen María. Es una cualidad, un cometido, que la fe del pueblo
cristiano siempre ha experimentado, en su tierna y genuina devoción por nuestra
madre celestial.
Recordemos aquel gran momento de la historia de
la Iglesia antigua, el Concilio de Éfeso, en el que fue definida con autoridad
la divina maternidad de la Virgen. La verdad sobre la divina maternidad de
María encontró eco en Roma, donde poco después se construyó la Basílica de
Santa María «la Mayor», primer santuario mariano de Roma y de todo occidente, y
en el cual se venera la imagen de la Madre de Dios —la Theotokos—con
el título de Salus populi romani. Se dice que, durante el
Concilio, los habitantes de Éfeso se congregaban a ambos lados de la puerta de
la basílica donde se reunían los Obispos, gritando: «¡Madre de Dios!». Los fieles,
al pedir que se definiera oficialmente este título mariano, demostraban
reconocer ya la divina maternidad. Es la actitud espontánea y sincera de los
hijos, que conocen bien a su madre, porque la aman con inmensa ternura. (...)
María está desde siempre presente en el corazón,
en la devoción y, sobre todo, en el camino de fe del pueblo cristiano. «La
Iglesia… camina en el tiempo… Pero en este camino —deseo destacarlo enseguida—
procede recorriendo de nuevo el itinerario realizado por la Virgen María» (Juan
Pablo II, Enc. Redentoris Mater, 2). Nuestro itinerario de fe es
igual al de María, y por eso la sentimos particularmente cercana a nosotros.
Por lo que respecta a la fe, que es el quicio de la vida cristiana, la Madre de
Dios ha compartido nuestra condición, ha debido caminar por los mismos caminos
que recorremos nosotros, a veces difíciles y oscuros, ha debido avanzar en «la
peregrinación de la fe» (Conc. Ecum. Vat. II, Const. Lumen gentium,
58).
Nuestro camino de fe está unido de manera
indisoluble a María desde el momento en que Jesús, muriendo en la cruz, nos la
ha dado como Madre diciendo: «He ahí a tu madre» (Jn 19,27).
Estas palabras tienen un valor de testamento y dan al mundo una Madre. Desde
ese momento, la Madre de Dios se ha convertido también en nuestra Madre. En
aquella hora en la que la fe de los discípulos se agrietaba por tantas
dificultades e incertidumbres, Jesús les confió a aquella que fue la primera en
creer, y cuya fe no decaería jamás. Y la «mujer» se convierte en nuestra Madre
en el momento en el que pierde al Hijo divino. Y su corazón herido se ensancha
para acoger a todos los hombres, buenos y malos, y los ama como los amaba
Jesús. La mujer que en las bodas de Caná de Galilea había cooperado con su fe a
la manifestación de las maravillas de Dios en el mundo, en el Calvario mantiene
encendida la llama de la fe en la resurrección de su Hijo, y la comunica con
afecto materno a los demás. María se convierte así en fuente de esperanza y de
verdadera alegría.
La Madre del Redentor nos precede y continuamente
nos confirma en la fe, en la vocación y en la misión. Con su ejemplo de
humildad y de disponibilidad a la voluntad de Dios nos ayuda a traducir nuestra
fe en un anuncio del Evangelio alegre y sin fronteras. De este modo nuestra misión
será fecunda, porque está modelada sobre la maternidad de María. A ella
confiamos nuestro itinerario de fe, los deseos de nuestro corazón, nuestras
necesidades, las del mundo entero, especialmente el hambre y la sed de justicia
y de paz; y la invocamos todos juntos: ¡Santa Madre de Dios! (...)
El Santo Padre concluyó la homilía invitando a la
asamblea a repetir tre veces: 'Madre de Dios'
02.01.14
Las rosas blancas de Francisco a los
pies de la Virgen
El Papa visitó privadamente en el
primer día del año el santuario de Santa María la Mayor
ROMA, 02 de enero de 2014 (Zenit.org) - El santo
padre Francisco visitó ayer, primero de enero, de manera estrictamente privada
la iglesia de Santa María la Mayor, para rezar ante ícono de origen bizantino
de la Virgen María del santuario mariano más antiguo del mundo, con motivo de
la solemnidad de Santa María Madre de Dios.
Las puertas de la basílica permanecieron abiertas
permitiendo así a las personas presentes quedarse, a las que se sumaron
turistas, curiosos y otros que a último momento se enteraron, según le
indicaron a ZENIT algunos religiosos allí presentes.
El Santo Padre depositó un ramo de rosas blancas sobre
el altar de María Salus Pópuli Romani, la antigua invocación que indica
a la Virgen como protectora del pueblo de esta ciudad. El ícono está situado en
la capilla Paolina y fue pintado según la tradición por el evangelista Lucas.
Allí el Papa se quedó orando en silencio desde las 16,15 horas, durante 20
minutos.
A la salida entre el público apiñado una persona
de un grupo de peregrinos le dijo: 'Papa Francisco, somos argentinos”, a los
que respondió “yo también...”. Entre los presentes, se encontraba el
cardenal español y archipreste de la basílica, Santos Abril y Castelló.
Es la séptima vez que el Santo Padre va a este
santuario. La primera vez fue en la mañana temprano del día siguiente a su
elección a la cátedra de Pedro.
La llamada telefónica y el cambio de felicitaciones con el
presidente de Italia
Se trata del lugar que Francisco ha visitado más
fuera del Vaticano, desde que es papa. El 4 de mayo recitó el santo rosario; el
30 de mayo presidió la solemnidad de Corpus Christi; el 20 de julio rezó por su
viaje a la Jornada Mundial de la Juventud Río-2013 y el 29 del mismo mes para
agradecer a su regreso de Brasil. El día de la Inmaculada realizó también otra
breve visita.
En el Vaticano, poco antes de salir, el Papa
habló por teléfono con el presidente de Italia, Giorgio Napolitano, con motivo
de las felicitaciones de año nuevo.
De hecho el día anterior en su mensaje el
presidente de 88 años en su discurso había dicho: “A la común responsabilidad
para el futuro del mundo nos ha llamado en su mensaje de Navidad y por la
Jornada Mundial de la Paz, el papa Francisco, con la fuerza de su inspiración
que toma fuerza en el principio de la fraternidad y que solicita decisiones
coherentes de acogida y solidaridad hacia quienes huyen de las guerras,
opresiones y carestías y buscan asilo en Italia y en Europa”.
Saludo correspondido por Francisco durante sus
palabras después de la oración del ángelus, cuando dijo: “Deseo agradecer al
presidente de la República Italiana por las felicitaciones que me ha dirigido
anoche durante su mensaje a la Nación. Las devuelvo de corazón, invocando la bendición
del Señor sobre el pueblo italiano, para que con la contribución responsable y
solidaria de todos pueda mirar al futuro con confianza y esperanza”.
03.01.14
Homilía de Francisco sobre el padre
Fabre: La inquietud de Dios en el corazón
Advierte de la tentación de
relacionar el anuncio del Evangelio con palazos inquisidores
ROMA, 03 de enero de 2014 (Zenit.org) - El santo
padre Francisco celebró hoy en Roma una misa en la iglesia 'de Jesús', para
agradecer la inscripción del jesuita Pedro Fabro en el libro de los santos. A
continuación las palabras de su homilía.
“San Pablo nos dice, lo han escuchado, 'Tengan los
mismos sentimientos de Cristo Jesús, Él mismo estando en la condición de Dios,
no consideró un privilegio ser como Dios pero se anonadó a si mismo asumiendo
una condición de siervo'. Nosotros, los jesuitas, queremos llevar el nombre de
Jesús, militar debajo del estandarte de su cruz, y esto significa tener los
mismos sentimientos de Cristo, significa pensar como Él; querer bien como Él;
ver como Él; caminar como Él.
Significa hacer lo mismo que Él hizo y con sus mismos
sentimientos, con los sentimientos de su corazón. El corazón de Cristo, de un
Dios que por amor se ha vaciado. Cada uno de nosotros los jesuitas, que siguen
a Jesús, deberían estar dispuestos a vaciarse a sí mismo. Estamos llamados a
este vaciamiento, ser vaciados, ser hombres que no deben vivir centrados en si
mismos, porque el centro de la Compañía es Cristo y su Iglesia.
Y Dios es siempre el 'Deus semper maior', el Dios de
las sorpresas, y si el Dios de las sorpresas no está siempre en el centro, la
Compañía se desorienta. Por eso ser jesuita significa ser una persona de
pensamiento incompleto, de pensamiento abierto, porque piensa siempre mirando
al horizonte que es la gloria de Dios, siempre mayor, que nos sorprende sin
descanso. Es esta la inquietud de nuestra aspiración, la santa y bella
inquietud.
Porque pecadores, podemos preguntarnos si nuestro
corazón ha mantenido la inquietud de la búsqueda o si por el contrario se ha
atrofiado, si nuestro corazón está siempre en tensión, un corazón que no se
relaja, no se cierra en si mismo, pero que marca el ritmo de un camino que es
necesario cumplir junto a todo el pueblo de Dios. Es necesario buscar a Dios
para encontrarlo, y encontrarlo para buscarlo y siempre. Solamente esta
inquietud le da paz al corazón de un jesuita.
Una inquietud también apostólica no nos debe
hacer renunciar al anuncio del kerigma, a evangelizar con coraje. Es la
inquietud que nos prepara para recibir el don de la fecundidad apostólica, sin
inquietud somos estériles. En esta inquietud que tenía Pedro Fabro, hombre de
grandes deseos, había otro Daniel.
Fabro era un hombre modesto, sensible, de
profunda vida interior, dotado del don de tener amistad con personas de todo
tipo. Era un espíritu inquieto, indeciso, nunca satisfecho. Bajo la guía de san
Ignacio logró unir su sensibilidad inquieta, pero también dulce y exquisita,
con la capacidad de tomar decisiones. Era un hombre de grandes deseos, se ha
hecho cargo de sus deseos y los ha reconocido. Más aún, Pedro Fabro, cuando se proponen
cosas difíciles es que se manifiesta el verdadero espíritu de un hombre de
acción. Una fe profunda implica siempre un profundo deseo de cambiar el mundo.
Esta es la pregunta que debemos ponernos: tenemos
también nosotros grandes visiones y arrojos? ¿Somos nosotros también audaces?
Nuestro sueño vuela alto, el celo nos devora? O somos mediocres y nos
conformamos de nuestras programaciones apostólicas de trabajadores.
Recordémoslo siempre: la fuerza de la Iglesia no vive en sí misma y en su
capacidad organizativa, pero se esconde en las aguas profundas de Dios. En
estas aguas se agitan nuestros deseos y los deseos ensanchan el corazón, como
decía san Agustín: rezar para desear y desear para ensanchar el corazón.
Justamente en sus deseos Fabro podía discernir la
voz de Dios. Sin deseos no se va a ninguna parte. Es por ello que hay que
ofrecer los propios deseos al Señor. En las constituciones se dice que se ayuda
al prójimo con los deseos presentados a Dios Nuestro Señor. Fabro tenía el
verdadero deseo de ser dilatado en Dios, estaba totalmente centrado en Dios,
por eso podía ir en espíritu de obediencia, también muchas veces a pié por
todas partes de Europa a dialogar con todos con dulzura, era la lanza del
evangelio.
Me hace pensar a la tentación que quizás podemos
tener nosotros, de relacionar el anuncio del evangelio con palazos
inquisitorios y condenatorios. No, el evangelio se anuncia con dulzura, con
fraternidad, con amor. Su familiaridad con Dios le llevaba a entender que la
experiencia interior y la vida apostólica van siempre juntos. Escribe en sus
memorias que el primer movimiento del corazón tiene que ser desear lo que es
esencial y originario, o sea que el primer puesto sea dado a la solicitud
perfecta de encontrar a Dios nuestro Señor. Fabro encuentra el deseo de dejar
que Cristo opere en el centro del corazón. Solamente si se está centrado en
Dios se puede ir a las periferias del mundo. Y Fabro viajó sin tregua también
por las fronteras geográficas a tal punto, que se decía de él 'parece que haya
nacido para no estar quieto en ninguna parte'.
Fabro era devorado por el intenso deseo de
comunicar al Señor. Si nosotros no tenemos su mismo deseo entonces tenemos
necesidad de detenernos en oración y con fervor silencioso pedirle al Señor por
intercesión de nuestro hermano Pedro, que vuelva a fascinarnos con el brillo
del Señor que llevaba a Pedro a todas estas locuras apostólicas y a ese deseo
sin control.
Nosotros somos hombres en tensión, somos también
hombres contradictorios e incoherentes, pecadores todos, pero hombres que
quieren caminar bajo la mirada de Jesús. Somos pequeños, pecadores, pero
queremos militar bajo el estandarte de la cruz, en la Compañía que lleva el
nombre de Jesús. Nosotros que somos egoístas queremos entretanto vivir una vida
agitada por grandes deseos. Renovemos entonces nuestra oración al Eterno Señor
del Universo, para que con la ayuda de su Madre Gloriosa, podamos querer,
desear, vivir el sentimiento de Cristo que se vació a si mismo. Como decía
Pedro Fabro, no busquemos en esta vida un nombre que no se aferre a aquel de
Jesús. Recemos a la Virgen para ser puestos con su Hijo.
04.01.14
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