23 de des. 2013

PARLA FRANCESC (10)







Francisco en Santa Marta: como Maria, abrir el alma a Jesús que nace
El santo padre recuerda este lunes que en Navidad tenemos que hacer sitio al Niño, más que a las compras y al ruido
CIUDAD DEL VATICANO, 23 de diciembre de 2013 (Zenit.org) - En Navidad, como María, hagamos sitio a Jesús que viene. Es la exhortación que el papa Francisco ha hecho esta mañana en la homilía de Santa Marta. El papa ha subrayado que el Señor visita cada día su Iglesia y ha advertido sobre la actitud de cerrar nuestra alma. El cristiano, ha indicado, debe siempre estar en espera vigilante del Señor.
Además, el santo padre ha subrayado  que la Iglesia, como María, está en espera de un parto. También ella, ha explicado, “sentía lo que sienten todas las mujeres de aquel tiempo”. Siente estas “percepciones interiores en su cuerpo, en su alma” que el hijo está llegando. María, ha dicho el papa, siente en su corazón que quiere ver el rostro de su Niño. El santo padre ha recordado que “nosotros como Iglesia, acompañamos a la Virgen en este camino de espera” y casi “queremos apresurar este nacimiento del Señor”. Así, Francisco ha explicado que el Señor viene dos veces, “el que conmemoramos ahora, el nacimiento físico” y el que “sucederá al final de los tiempo”. Pero, como afirma san Bernardo, hay también un tercer nacimiento.
“Hay una tercera vendida del Señor: la de cada día. ¡El Señor cada día visita a su Iglesia! Visita a cada uno de nosotros y también nuestra alma entra en esta semejanza: nuestra alma se parece a la iglesia, nuestra alma se parece a María. Los padres del desierto dicen que María, la Iglesia y nuestra alma son femeninas y que lo que se dice de una, análogamente se puede decir de la otra. Nuestra alma está en espera, en esta espera por la venida del Señor; un alma abierta que llama: ‘¡Ven, Señor!'
Y en estos días, también a cada uno de nosotros, ha proseguido el santo padre, “el Espíritu Santo nos mueve a hacer esta oración: ¡Ven! ¡Ven!”. Todos los días del Adviento, ha recordado Francisco “hemos dicho en el prefacio que nosotros, la Iglesia, como María, estamos vigilantes en la espera”. Y la vigilancia, ha señalado, “es la virtud” del peregrino y nosotros todos “somos peregrinos”.
El santo padre se ha preguntado “¿estamos en espera o estamos cerrados? ¿Estamos vigilantes o estamos seguros en un hotel, a lo largo del camino y no queremos ir más adelante? ¿Somos peregrinos o somos errantes?” Por esto, ha explicado Francisco, “la Iglesia nos invita a rezar esto ‘¡Ven!’, a abrir nuestra alma y que nuestra alma sea, en estos días, vigilante en la espera. ¡Vigilar!” Y nuevamente ha preguntado el pontífice “¿qué sucede en nosotros si viene el Señor o si no viene? ¿Hay sitio para el Señor o hay sitio para las fiestas, para hacer compras, hacer ruidos… ¿Nuestra alma está abierta, como está abierta la Santa Madre Iglesia y como estaba abierta la Virgen? ¿O nuestra alma está cerrada y hemos colocado en la puerta un cartel, muy educado, que dice: ‘Se ruega no molestar’?
Francisco ha indicado que “el mundo no termina con nosotros, nosotros no somos los más importantes del mundo: es el Señor, con la Virgen y con la Madre Iglesia!” Por esta razón, ha invitado el papa, nos hará bien repetir la invocación: “¡Oh sabiduría, oh llave de David, o Rey de las gentes, ven!
Al finalizar, el santo padre ha propuesto "repetir muchas veces ¡Ven!, y buscar que nuestra alma no sea un alma que diga: ‘no molestar’. ¡No! Que sea un alma abierta, que sea un alma grande, para recibir al Señor en estos días y que comience a escuchar lo que mañana en la antífona nos dirá la Iglesia: ‘¡Sabed que hoy viene el Señor y que mañana veréis su gloria!”.
24.12.13


Papa Francisco: Jesús ha venido a nuestra historia y ha compartido nuestro camino
Homilía del santo padre Francisco en la Misa del Gallo.
CIUDAD DEL VATICANO, 24 de diciembre de 2013 (Zenit.org) - El santo padre Francisco ha presidido en la basílica Vaticana, a las 21.30, la Santa Misa de la Noche por la Solemnidad de la Navidad del Señor. Durante la celebración eucarística, después de la proclamación del Evangelio, el papa ha pronunicado la siguiente homilía.
1.- «El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande» (Is 9,1).
Esta profecía de Isaías no deja de conmovernos, especialmente cuando la escuchamos en la  Liturgia de la Noche de Navidad. No se trata sólo de algo emotivo, sentimental; nos conmueve porque dice la realidad de lo que somos: somos un pueblo en camino, y a nuestro alrededor –y también dentro de nosotros– hay tinieblas y luces. Y en esta noche, cuando el espíritu de las tinieblas cubre el mundo, se renueva el acontecimiento que siempre nos asombra y sorprende: el pueblo en camino ve una gran luz. Una luz que nos invita a reflexionar en este misterio: misterio de caminar y de ver.

Caminar. Este verbo nos hace pensar en el curso de la historia, en el largo camino de la  historia de la salvación, comenzando por Abrahán, nuestro padre en la fe, a quien el Señor llamó un día a salir de su pueblo para ir a la tierra que Él le indicaría. Desde entonces, nuestra identidad como creyentes es la de peregrinos hacia la tierra prometida. El Señor acompaña siempre esta historia. Él permanece siempre fiel a su alianza y a sus promesas. «Dios es luz sin tiniebla alguna» (1 Jn 1,5). Por parte del pueblo, en cambio, se alternan momentos de luz y de tiniebla, de  fidelidad y de infidelidad, de obediencia y de rebelión, momentos de pueblo peregrino y de pueblo errante.

También en nuestra historia personal se alternan momentos luminosos y  oscuros, luces y  sombras. Si amamos a Dios y a los hermanos, caminamos en la luz, pero si nuestro corazón se cierra, si prevalecen el orgullo, la mentira, la búsqueda del propio interés, entonces las tinieblas nos rodean por dentro y por fuera. «Quien aborrece a su hermano –escribe el apóstol San Juan– está en las tinieblas, camina en las tinieblas, no sabe adónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos» (1 Jn 2,11).
2. Pueblo en camino pero pueblo peregrino que no quiere ser pueblo errante. En esta noche, como un haz de luz clarísima, resuena el anuncio del Apóstol: «Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres» (Tt 2,11).

La gracia que ha aparecido en el mundo es Jesús, nacido de María Virgen, Dios y hombre verdadero. Ha venido a nuestra historia, ha compartido nuestro camino. Ha venido para librarnos de las tinieblas y darnos la luz. En Él ha aparecido la gracia, la misericordia, la ternura del Padre: Jesús es el Amor hecho carne. No es solamente un maestro de sabiduría, no es un ideal al que tendemos y del que nos sabemos por fuerza distantes, es el sentido de la vida y de la historia que ha puesto su tienda entre nosotros.
3. Los pastores fueron los primeros que vieron esta “tienda”, que recibieron el anuncio delnacimiento de Jesús. Fueron los primeros porque eran de los últimos, de los marginados.  Y fueron los primeros porque estaban en vela aquella noche, guardando su rebaño. El peregrino hacía la vela, y ellos la hacían. Con ellos nos quedamos ante el Niño, nos quedamos en silencio. Con ellos damos gracias al Señor por habernos dado a Jesús, y con ellos, desde dentro de nuestro corazón, alabamos su fidelidad: Te bendecimos, Señor, Dios Altísimo, que te has despojado de tu rango por nosotros. Tú eres inmenso, y te has hecho pequeño; eres rico, y te has hecho pobre; eres omnipotente, y te has hecho débil.
Que en esta Noche compartamos la alegría del Evangelio: Dios nos ama, nos ama tanto quenos ha dado a su Hijo como nuestro hermano, como luz para nuestras tinieblas. El Señor nos dice una vez más: “No teman” (Lc 2,10). Como han dicho los ángeles a los pastores, 'no teman'. Y también yo les repito: No teman. Nuestro Padre tiene paciencia con nosotros, nos ama, nos da a Jesús como guía en el camino a la tierra prometida. Él es la luz que disipa las tinieblas. Él es la misericordia. Nuestro Padre perdona siempre. Él es nuestra paz. Amén.
 25.12.13


Francisco da la bendición 'Urbi et orbe'. Sus palabras: una oración por la paz
Ante una plaza repleta pide rezar a Dios por la paz y a los no creyentes a desarla. Enumera los diversos conflictos en el mundo. Texto completo
CIUDAD DEL VATICANO, 25 de diciembre de 2013 (Zenit.org) - El papa Francisco impartió este domingo de Navidad al medio día, la bendición Urbi et Orbi, ante una abarrotada plaza de San Pedro, con los fieles que llenaban incluso Vía de la Conciliación. 
El papa hizo un discurso que más bien ha sido una oración pidiendo a Dios por la paz del mundo, e indicó los principales lugares de conflicto, así como la tragedia que vieven los inmigrantes. A los creyentes les pidió que recen por esta intención y a los no creyentes que la deseen. 
"A todos ustedes, queridos hermanos y hermanas, venidos de todas partes del mundo a esta Plaza, y a cuantos desde distintos países se unen a nosotros a través de los medios de comunicación, les deseo una ¡Feliz Navidad!" dijo el papa desde el balcón de la logia de la basílica de San Pedro.
"En este día, iluminado por la esperanza evangélica que proviene de la humilde gruta de Belén, pido para todos ustedes el don navideño de la alegría y de la paz: para los niños y los ancianos, para los jóvenes y las familias, para los pobres y marginados. Que Jesús, que vino a este mundo por nosotros, consuele a los que pasan por la prueba de la enfermedad y el sufrimiento y sostenga a los que se dedican al servicio de los hermanos más necesitados. ¡Feliz Navidad!
".
Minutos antes leyó sus palabras por la Navidad, que reportamos íntegras a continuación.
"Queridos hermanos y hermanas de Roma y del mundo entero, ¡Buen díay feliz Navidad!Hago mías las palabras del cántico de los ángeles, que se aparecieron a los pastores de Belén la noche de la Navidad.
Un cántico que une cielo y tierra, elevando al cielo la alabanza y la gloria y saludando a la tierra de los hombres con el deseo de la paz.
Les invito a todos a hacer suyo este cántico, que es el de cada hombre y mujer que vigila en la noche, que espera un mundo mejor, que se preocupa de los otros, intentado hacer humildemente su proprio deber.

Gloria a Dios.
A esto nos invita la Navidad en primer lugar: a dar gloria a Dios, porque es bueno, fiel, misericordioso. En este día mi deseo es que todos puedan conocer el verdadero rostro de Dios, el Padre que nos ha dado a Jesús. Me gustaría que todos pudieran sentir a Dios cerca, sentirse en su presencia, que lo amen, que lo adoren.
Y que todos nosotros demos gloria a Dios, sobre todo, con la vida, con una vida entregada por amor a Él y a los hermanos.

Y paz a los hombres.
 La verdadera paz no es un equilibrio de fuerzas opuestas. No es pura "fachada", que esconde luchas y divisiones. La paz es un compromiso artesanal, que se logra contando con el don de Dios, con la gracia que nos ha dado en Jesucristo.

Viendo al Niño en el Belén, Niño de paz, pensemos en los niños que son las víctimas más vulnerables de las guerras, pero pensemos también en los ancianos, en las mujeres maltratadas, en los enfermos… ¡Las guerras destrozan tantas vidas y causan tanto sufrimiento!
Demasiadas ha destrozado en los últimos tiempos el conflicto de Siria, generando odios y venganzas. Sigamos rezando al Señor para que el amado pueblo sirio se vea libre de más sufrimientos y las partes en conflicto pongan fin a la violencia y garanticen el acceso a la ayuda humanitaria.
Hemos podido comprobar la fuerza de la oración. Y me alegra que hoy se unan a nuestra oración por la paz en Siria también creyentes de diversas confesiones religiosas. No perdamos nunca la fuerza de la oración. La fuerza para decir a Dios: Señor, concede tu paz a Siria y al mundo entero.
Y también a los no creyentes les invito a desear la paz, con un deseo que amplía el corazón, con la oración o el deseo, pero todos por la paz.

Concede la paz, Niño, a la República Centroafricana, a menudo olvidada por los hombres. Pero tú, Señor, no te olvidas de nadie. Y quieres que reine la paz también en aquella tierra, destrozada por una espiral de violencia y de miseria, donde muchas personas carecen de techo, agua y alimento, sin lo mínimo indispensable para vivir. Que se afiance la concordia en Sudán del Sur, donde las tensiones actuales ya han provocado víctimas y amenazan la pacífica convivencia de este joven Estado.

Tú, Príncipe de la paz, convierte el corazón de los violentos, allá donde se encuentren, para que depongan las armas y emprendan el camino del diálogo. Vela por Nigeria, lacerada por continuas violencias que no respetan ni a los inocentes e indefensos. Bendice la tierra que elegiste para venir al mundo y haz que lleguen a feliz término las negociaciones de paz entre israelitas y palestinos.
Sana las llagas de la querida tierra de Iraq, azotada todavía por frecuentes atentados.
Tú, Señor de la vida, protege a cuantos sufren persecución a causa de tu nombre. Alienta y conforta a los desplazados y refugiados, especialmente en el Cuerno de África y en el este de la República Democrática del Congo.
Haz que los emigrantes, que buscan una vida digna, encuentren acogida y ayuda. Que no asistamos de nuevo a tragedias como las que hemos visto este año, con los numerosos muertos en Lampedusa, no sucedan nunca más. 
Oh
 Niño de Belén, toca el corazón de cuantos están involucrados en la trata de seres humanos, para que se den cuenta de la gravedad de este delito contra la humanidad. Dirige tu mirada sobre los niños secuestrados, heridos y asesinados en los conflictos armados, y sobre los que se ven obligados a convertirse en soldados, robándoles su infancia.

Señor, del cielo y de la tierra, mira a nuestro planeta, que a menudo la codicia y el egoísmo de los hombres explota indiscriminadamente. Asiste y protege a cuantos son víctimas de los desastres naturales, sobre todo al querido pueblo filipino, gravemente afectado por el reciente tifón.

Queridos hermanos y hermanas, en este mundo, en esta humanidad hoy ha nacido el Salvador, Cristo el Señor. No pasemos de largo ante el Niño de Belén. Tenemos miedo de esto, no tengamos miedo que nuestro corazón se conmueva.
Dejemos que nuestro corazón se conmueva, se enardezca con la ternura de Dios; necesitamos sus caricias.Las caricias de Dios no producen heridas, las caricias de Dios nos dan paz y fuerza, necesitamos las caricias de Dios.
El amor de Dios es grande; a Él la gloria por los siglos. Dios es nuestra paz: pidámosle que nos ayude a construirla cada día, en nuestra vida, en nuestras familias, en nuestras ciudades y naciones, en el mundo entero. Dejémonos conmover por la bondad de Dios.
 26.12.13


Francisco en el Ángelus: recemos por los cristianos perseguidos por su fe
La memoria del primer mártir, san Esteban, equilibra una falsa idea edulcorada de la Navidad
CIUDAD DEL VATICANO, 26 de diciembre de 2013 (Zenit.org) - Este 26 de diciembre día de san Esteban, el primer mártir de la Iglesia, el papa Francisco rezó la oración del Ángelus desde la ventana del estudio pontificio que da hacia la plaza de San Pedro. Allí una importante multitud le aguardaba con los paraguas cerrados, pues durante esos momentos la lluvia había cesado. 
A continuación las palabras completas del papa antes y después de la oración del Ángelus:
"Queridos hermanos y hermanas. Ustedes no tienen miedo de la lluvia, son valerosos. La liturgia prolonga la solemnidad de la Navidad durante ocho días: ¡un tiempo de alegría para todo el pueblo de Dios!
En este segundo día de la octava, en la alegría de la Navidad se inserta la fiesta de san Esteban, el primer martir de la Iglesia. El libro de los Actos de los Apóstoles nos lo presenta como “un hombre lleno de fe y de Espíritu Santo”, elegido con otros seis para dar servicio a las viudas y a los pobres en la primera comunidad de Jerusalén. Y nos cuenta su martirio, cuando después de un fogoso discurso que suscitó la ira de los miembros del Sinedrio, fue arrastrado afuera de las murallas de la ciudad y lapidado.
Esteban murió como Jesús, pidiendo perdón por sus asesinos. En el clima de la alegría navideña, esta conmemoración podría parecer fuera de contexto. De hecho la Navidad es la fiesta de la vida y nos infunde sentimientos de serenidad y de paz. ¿Por qué entonces turbar su encanto con el recuerdo de una violencia tan atroz? En realidad en la óptica de la fe, la fiesta de san Esteban está en plena sintonía con el significado profundo de la Navidad.
En el martirio, de hecho, el amor derrota a la violencia, la vida a la muerte. La Iglesia ve en el sacrificio de los martires su 'nacimiento al cielo'. Celebramos por lo tanto hoy la 'navidad' de Esteban, que en profundidad se desprende de la Navidad de Cristo. ¡Jesús transforma la muerte de quienes lo aman en aurora de vida nueva!
En el martirio de Esteban se reproduce la misma lucha entre el bien y el mal, entre el odio y el perdón, entre la mansedumbre y la violencia, que tuvo su culminación en la cruz de Cristo. La memoria del primer mártir acaba así con una falsa imagen de la Navidad: ¡una imagen de fábula y edulcorada, que en el evangelio no existe!
La liturgia nos trae el sentido auténtico de la Encarnación, relacionando Belén al Calvario y recordándonos que la salvación divina implica que la lucha al pecado, pasa por la puerta estrecha de la cruz.
Este es el camino que Jesús ha indicado claramente a sus discípulos, como testimonia el evangelio de hoy: 'Serán todos odiados a causa de mi nombre. Pero quién habrá perseverado hasta el final será salvado'.
Por eso hoy rezamos de manera particular por los cristianos que sufren discriminación a causa del testimonio que dan de Cristo y del evangelio. Estamos cerca de estos hermanos y hermanas que como san Esteban, son acusados injustamente y objeto de violencias de varios tipos.
Estoy seguro que, lamentablemente, son más numerosos hoy que en los primeros tiempos de la Iglesia y que son tantos. Esto sucede especialmente en los lugares en donde la libertad religiosa no está todavía garantizada o no está plenamente realizada. Sucede también en países y ambientes que en sus papeles tutelan la libertad y los derechos humanos, pero donde de hecho los creyentes, especialmente los cristianos, encuentran limitaciones y discriminaciones.
Yo quiero pedirles de rezar por estas hermanas y hermanos, unos instantes, todos. Y los recomendamos a la Virgen: Ave María...
A un cristiano esto no lo maravilla, porque Jesús lo ha anunciado como ocasión propicia para dar testimonio. Entretanto en el plano civil, la injusticia va denunciada y eliminada. Que María Reina de los Mártires nos ayude a vivir esta Navidad con aquel ardor de fe y de amor que refulge en san Esteban y en todos los mártires de la Iglesia".
 27.12.13

Las palabras del papa Francisco en el ángelus de la Sagrada Familia
Texto completo. Ante una plaza repleta recuerda a las familias que hay que 'saber pedir permiso, dar gracias y pedir perdó
CIUDAD DEL VATICANO, 29 de diciembre de 2013 (Zenit.org) - En este primer domingo después del día de Navidad, solemnidad de la Sagrada Familia, el papa Francisco rezó la oración del ángelus desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico, ante una multitud que le atendía en la plaza de san Pedro.
Dirigiéndose a los fieles y peregrinos venidos de todo el mundo, que le acogieron con un largo y caluroso aplauso, el pontífice argentino les dijo:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En este primer domingo después de Navidad, la liturgia nos invita a celebrar la fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret. De hecho, cada pesebre nos muestra a Jesús junto a la Virgen y San José en la gruta de Belén. Dios ha querido nacer en una familia humana, ha querido tener una madre y un padre como nosotros.
El Evangelio de hoy nos presenta a la Santa Familia en la vía dolorosa del exilio, buscando refugio en Egipto. José, María y Jesús experimentan la condición dramática de los refugiados, marcada por el miedo, la incertidumbre, la incomodidad (cf. Mt 2,13-15.19-23).
Por desgracia, en nuestros días, millones de familias pueden identificarse con esta triste realidad. Casi todos los días la televisión y los periódicos dan noticias de los refugiados que huyen del hambre, la guerra y otros graves peligros en busca de seguridad y una vida digna para ellos y sus familias. En tierras lejanas, incluso cuando encuentran trabajo, los refugiados y los inmigrantes no siempre encuentran una acogida verdadera, el respeto, el aprecio de los valores quellevan. Sus expectativas legítimas chocan con situaciones complejas y problemas que parecen insuperables a veces. Por lo tanto, mientras fijamos la mirada sobre la Santa Familia de Nazaret, cuando se ve obligada a convertirse en prófuga, pensemos en el drama de los inmigrantes y refugiados que son víctimas del rechazo y la explotación, que son víctimas de la trata de personas y del trabajo esclavo. Pero también pensemos en los "exiliados", yo los llamaría "exiliados escondidos", aquellos “exiliados” que puedan existir dentro de las propias familias: los ancianos, por ejemplo, que a veces son tratados como un estorbo. Muchas veces pienso que un signo para saber cómo van las cosas en una familia es ver cómo son tratados los niños y los ancianos.
Jesús ha querido pertenecer a una familia que ha experimentado este tipo de dificultades, para que nadie se sienta excluido de la cercanía amorosa de Dios. La huida a Egipto a causa de las amenazas de Herodes nos muestra que Dios está allí donde el hombre se encuentra en peligro, donde el hombre sufre, donde se escapa, donde experimenta el rechazo y el abandono; pero también está donde el hombre sueña, espera regresar a su patria en libertad, proyecta y elige a favor de la vida y la dignidad de sí mismo y de sus familiares. Hoy nuestra mirada sobre la Santa Familia se deja atraer también por la simplicidad de la vida que esta lleva en Nazaret. Es un ejemplo que hace tanto bien a nuestras familias, ayudándoles a convertirse cada vez más en comunidades de amor y de reconciliación, en las que se experimenta la ternura, la ayuda mutua, el perdón mutuo.
Recordemos las tres palabras clave para vivir en paz y alegría en la familia: “permiso”, “gracias”, “perdón”. Cuando en una familia no se es entrometido, cuando en una familia no se es entrometido y se pide permiso, cuando en una familia no se es egoísta y se aprende a decir gracias, gracias, y cuando en una familia uno se da cuenta de que ha hecho algo malo y sabe pedir perdón, ¡en esa familia hay paz y hay alegría!
 Recordemos estas tres palabras. Pero podemos repetirlas todos juntos. Permiso, gracias, perdón. Todos: Permiso, gracias, perdón.
Pero también quisiera animar a las familias a tomar conciencia de la importancia que tienen en la Iglesia y en la sociedad. El anuncio del Evangelio, de hecho, pasa sobre todo a través de las familias, para luego llegar a los diferentes ámbitos de la vida diaria.
Invoquemos con fervor a María Santísima, la Madre de Jesús y Madre nuestra, y a San José, su esposo. Pidámosles que iluminen, conforten y guíen a todas las familias del mundo, para que pueda cumplir con dignidad y serenidad la misión que Dios les ha confiado .
Al término de estas palabras, el santo padre rezó la oración del ángelus. Y al concluir la plegaria prosiguió:
Queridos hermanos y hermanas,
en el próximo Sínodo de los Obispos se abordará el tema de la familia, y la fase de preparación ya ha iniciado desde hace tiempo. Por eso hoy, fiesta de la Santa Familia, deseo confiar a Jesús, María y José este trabajo sinodal, rezando por las familias de todo el mundo. Os invito a uniros espiritualmente a mí en la oración que ahora recito:
Jesús, María y José,
en vosotros contemplamos
el esplendor del verdadero amor,
a vosotros, confiados, nos dirigimos.
Santa Familia de Nazaret,
haz también de nuestras familiaslugar de comunión y cenáculo de oración,
auténticas escuelas del Evangelio
y pequeñas Iglesias domésticas.
Santa Familia de Nazaret,
que nunca más haya en las familias episodios
de violencia, de obstinación y división;
que quien haya sido herido o escandalizado
sea pronto consolado y curado.
Santa Familia de Nazaret,
que el próximo Sínodo de los Obispos
haga tomar conciencia a todos
del carácter sagrado e inviolable de la familia,
de su belleza en el proyecto de Dios.
Jesús, María y José,
escuchad, acoged nuestra súplica.
Amén
Después de rezar esta oración inédita, escrita de su puño y letra, llegó el turno de los saludos que tradicionalmente realiza el pontífice:
Dirijo un saludo especial a los fieles que están conectados con nosotros desde Nazaret, Basílica de la Anunciación, donde ha ido el secretario general del Sínodo de los Obispos; desde Barcelona, Basílica de ​​la Sagrada Familia Basílica, donde ha ido el presidente del Consejo Pontificio para la Familia; Loreto, Basílica Santuario de la Santa Casa. Y lo extiendo a los reunidos en diversas partes del mundo para otras celebraciones en las que los principales protagonistas son las familias , como la de Madrid.
Por último, saludo con afecto a todos los peregrinos aquí presentes, ¡especialmente a las familias! Sé que hay de la comunidad de rumanos en Roma. Saludo a los jóvenes del Movimiento de los Focolares, venidos de varios países, y al resto de los jóvenes, incluidos los grupos de la diócesis de Milán, Como, Lodi, Padua, Vicenza y Concordia-Pordenone. Saludo a los chicos de Curno y Calcinate con sus catequistas, los fieles de Salcedo, Carzago Riviera, San Giovanni in Persiceto y Modica.
Y concluyó, como de costumbre:
Os deseo a todos una hermosa fiesta de la Sagrada Familia, un buen domingo y una buena comida. ¡Hasta pronto!
 30.12.13

Francisco: 'Un año que ha pasado no termina pero se cumple'
Recojamos como en una cesta los dí­as, semanas y meses para ofrecerlos al Señor. Agradecemos y pedimos perdón.
CIUDAD DEL VATICANO, 31 de diciembre de 2013 (Zenit.org) - El papa Francisco presidió este martes por la tarde en la basílica de San Pedro, la celebración de las vísperas de la solemnidad de María Santísima Madre de Dios. Le siguió la exposición del Santísimo Sacramento y el Te Deum para agradecer por el año civil transcurrido. La ceremonia solemne animada por el coro pontificio de la Capilla Sixtina concluyó con la bendición eucarística.
En sus palabras el Santo Padre recordó que "cada momento de nuestra vida no es provisorio, es definitivo y cada acción nuestra está cargada de eternidad".
Añadió que "un año que ha pasado por lo tanto no nos lleva a una realidad que termina pero a una realidad que se cumple, es un paso ulterior hacia la meta que está delante de nosotros: una meta de esperanza y de felicidad, porque encontraremos a Dios, razón de nuestra esperanza y fuente de nuestra alegría".
"Mientras llega su término el año 2013 --indicó el Santo Padre-- recogemos como en un cesto, los días, las semanas, los mese que hemos vivido, para ofrecer todo al Señor. Y preguntarnos: ¿Cómo hemos vivido el tiempo que él nos ha donado? ¿Lo hemos vivido sobre todo para nosotros mismos, para nuestros intereses, o hemos sabido usarlo también para los otros? ¿Cuánto tiempo hemos reservado para 'estar con Él', en la oración, en el silencio, en la adoración?".
"Esta noche concluimos el Año del Señor 2013, agradeciendo y pidiendo perdón. Las dos cosas juntas, agradecemos y pedimos perdón" dijo. Y el obispo de Roma recordó que también en una ciudad hermosa como lo es ésta, existen situaciones de dificultad, refugiados, quienes no encuentran trabajo, quienes sufren. Y de la responsabilidad que tienen todos sus habitantes de superar y ayudar en esas situaciones, involucrándose y no mirando la ciudad como se mira una tarjeta postal, porque la ciudad es como un mosaico en el cual cada uno de nosotros es un pequeño azulejo.
Al terminar la celebración de las Vísperas en la basílica de San Pedro, el santo padre realizó una breve visita al pesebre preparado en la Plaza de San Pedro, al que se acercó en el jeep cubierto. Allí al concluir sus oraciones ante el pesebre, saludó a quienes trabajaron en armarlo. Y después se acercó para saludar al público que se apiñaba en las vallas. 
Texto completo de las palabras que el santo padre dirigió a los presentes
“El apóstol Juan define el tiempo presente de una manera precisa: “Ha llegado la última hora”. Esta afirmación que se repite en la misa del 31 de diciembre, significa que con la venida de Dios en la historia estamos ya en los tiempos “últimos”, después de los cuales el paso final será la segunda y definitiva venida de Cristo.
Naturalmente aquí se habla de la 'calidad' del tiempo, no de su 'cantidad'. Con Jesús ha venido la plenitud del tiempo, plenitud de significado y plenitud de salvación. Y no habrá más una nueva revelación, pero la manifestación plena de lo que Jesús ha ya revelado.
En este sentido estamos ya en la 'última hora'; cada momento de nuestra vida no es provisorio es definitivo y cada acción nuestra está cargada de eternidad. De hecho la respuesta que damos hoy a Dios que nos ama en Jesucristo, incide en nuestro futuro.
La visión bíblica y cristiana del tiempo y de la historia no es cíclica, pero linear: es un camino que va hacia un cumplimiento. Un año que ha pasado por lo tanto no nos lleva a una realidad que termina pero a una realidad que se cumple, es un paso ulterior hacia la meta que está delante de nosotros: una meta de esperanza y de felicidad, porque encontraremos a Dios, razón de nuestra esperanza y fuente de nuestra alegría.
Mientras llega a su término el año 2013, recogemos como en un cesto, los días, las semanas, los mese que hemos vivido, para ofrecer todo al Señor. Y preguntarnos: ¿cómo hemos vivido el tiempo que él nos ha donado? ¿Lo hemos vivido sobre todo para nosotros mismos, para nuestros intereses, o hemos sabido usarlo también para los otros? ¿Cuánto tiempo hemos reservado para 'estar con él', en la oración, en el silencio, en la adoración?
Y después pensemos, nosotros ciudadanos romanos, también a esta ciudad de Roma. ¿Qué ha sucedido este año? ¿Qué está sucediendo, qué sucederá? ¿Cómo es la calidad de la vida en esta ciudad? ¡Depende de todos nosotros! ¿Cómo es la calidad de nuestra ciudadanía? ¿Este año hemos contribuido en nuestra pequeña capacidad a volverla vivible, ordenada, acogedora?
De hecho el rostro de una ciudad es como un enorme mosaico cuyos azulejos son todos los que allí viven. Seguramente quien recubre cargos públicos tiene mayor responsabilidad, pero cada uno es corresponsable en el bien y en el mal.
Roma es una ciudad de una belleza única. Su patrimonio espiritual y cultural es extraordinario. Y al mismo tiempo en Roma existen tantas personas marcadas por las miserias materiales y morales, personas pobres, infelices, sufridoras, que interpelan la conciencia de cada ciudadano.
En Roma quizás sentimos más fuerte este contraste entre el ambiente majestuoso y cargado de belleza artística y el malestar social de quien hace más esfuerzo. Roma es una ciudad llena de turistas, pero también llena de refugiados. Roma está llena de gente que trabaja, pero también de personas que no encuentran trabajo o realizan trabajos mal pagados y a veces indignos. Y todos tienen derecho a ser tratados con la misma actitud de acogida y equidad, porque cada uno es portador de dignidad humana. Es el último día del año. ¿Qué haremos, como actuaremos en el próximo año para volver un poco mejor a nuestra ciudad? Roma del año nuevo tendrá un rostro aún más bello si será aún más rica de humanidad, que sabe hospedar, acoger. Si todos nosotros estaremos atentos y seremos generosos hacia quien está en dificultad; si sabremos colaborar con el espíritu constructivo y solidario, en favor del bien de todos.
Roma del año nuevo será mejor si no habrán personas que la miran 'de lejos', como a una tarjeta postal, que miran la vida solamente 'desde el balcón', sin involucrarse en tantos problemas humanos, problemas de hombres y mujeres que al final... y desde el principio, queramos o no, son nuestros hermanos.
En esta perspectiva la Iglesia de Roma se siente impregnada para dar su contribución a la vida y al futuro de la ciudad. Pero es su deber, se siente animada y a animar con la levadura del evangelio, a ser signo e instrumento de la misericordia de Dios.
Esta noche concluimos el Año del Señor 2013, agradeciendo y pidiendo perdón. Las dos cosas juntas, agradecemos y pedimos perdón.
Agradecemos por todos los beneficios que Dios nos ha dado, y especialmente por su paciencia y su fidelidad, que se manifiestan en el sucederse de los tiempos, pero en modo singular en la plenitud del tiempo cuando “Dios mandó a su Hijo, nacido de mujer”.
La Madre de Dios, en cuyo nombre mañana iniciaremos un nuevo tramo de nuestra peregrinación terrena, nos enseñe a acoger a Dios hecho hombre, porque cada año, cada mes, cada día sea lleno de su eterno amor”.  
31.12.13

El Santo Padre celebra la primer misa del 2014 en honor de la Virgen
Indicó que María Madre de Dios es también madre nuestra y hace fructificar nuestro anuncio del evangelio
CIUDAD DEL VATICANO, 01 de enero de 2014 (Zenit.org) - En la mañana el primer día del año 2014 el santo padre Francisco celebró la santa misa en la basílica de San Pedro, vistiendo paramentos blancos y azules en la solemne festividad de María Santísima Madre de Dios. 
La homilia del papa Francisco se ha centrado en María, desde la bendición de Arón que se realiza enteramente en Ella, en el título de Madre de Dios, y en su pesencia en el corazón, en la devoción y, sobre todo, en el camino de fe del pueblo cristiano.  Nuestro camino de fe está --precisó el Papa-- está "unido de manera indisoluble a María desde el momento en que Jesús, muriendo en la cruz, nos la ha dado como Madre". Y que María con su ejemplo de humildad y de disponibilidad a la voluntad de Dios nos ayuda a traducir nuestra fe en un anuncio del Evangelio alegre y sin fronteras" volviendo fecunda nuesta misión. El Santo Padre concluyó la homilía invitando a la asamblea a repetir tre veces: 'Madre de Dios'
La solemne ceremonia concluyó con el canto Alma Redemptoris Mater, que la Iglesia canta desde hace 13 siglos y con la adoración del papa Francisco al Niño Jesús, ante el altar con una imagen del 'bambinello'.
A continuación presentamos la homilía del Santo Padre 
La primera lectura que hemos escuchado nos propone una vez más las antiguas palabras de bendición que Dios sugirió a Moisés para que las enseñara a Aarón y a sus hijos: «Que el Señor te bendiga y te proteja. Que el Señor haga brillar su rostro sobre ti y te muestre su gracia. Que el Señor te descubra su rostro y te conceda la paz» (Nm 6,24-26). Es muy significativo escuchar de nuevo esta bendición precisamente al comienzo del nuevo año: ella acompañará nuestro camino durante el tiempo que ahora nos espera. Son palabras de fuerza, de valor, de esperanza. No de una esperanza ilusoria, basada en frágiles promesas humanas; ni tampoco de una esperanza ingenua, que imagina un futuro mejor sólo porque es futuro. Esta esperanza tiene su razón de ser precisamente en la bendición de Dios, una bendición que contiene el mejor de los deseos, el deseo de la Iglesia para todos nosotros, impregnado de la protección amorosa del Señor, de su ayuda providente.
El deseo contenido en esta bendición se ha realizado plenamente en una mujer, María, por haber sido destinada a ser la Madre de Dios, y se ha cumplido en ella antes que en ninguna otra criatura.
Madre de Dios. Este es el título principal y esencial de la Virgen María. Es una cualidad, un cometido, que la fe del pueblo cristiano siempre ha experimentado, en su tierna y genuina devoción por nuestra madre celestial.
Recordemos aquel gran momento de la historia de la Iglesia antigua, el Concilio de Éfeso, en el que fue definida con autoridad la divina maternidad de la Virgen. La verdad sobre la divina maternidad de María encontró eco en Roma, donde poco después se construyó la Basílica de Santa María «la Mayor», primer santuario mariano de Roma y de todo occidente, y en el cual se venera la imagen de la Madre de Dios —la Theotokos—con el título de Salus populi romani. Se dice que, durante el Concilio, los habitantes de Éfeso se congregaban a ambos lados de la puerta de la basílica donde se reunían los Obispos, gritando: «¡Madre de Dios!». Los fieles, al pedir que se definiera oficialmente este título mariano, demostraban reconocer ya la divina maternidad. Es la actitud espontánea y sincera de los hijos, que conocen bien a su madre, porque la aman con inmensa ternura. (...)
María está desde siempre presente en el corazón, en la devoción y, sobre todo, en el camino de fe del pueblo cristiano. «La Iglesia… camina en el tiempo… Pero en este camino —deseo destacarlo enseguida— procede recorriendo de nuevo el itinerario realizado por la Virgen María» (Juan Pablo II, Enc. Redentoris Mater, 2). Nuestro itinerario de fe es igual al de María, y por eso la sentimos particularmente cercana a nosotros. Por lo que respecta a la fe, que es el quicio de la vida cristiana, la Madre de Dios ha compartido nuestra condición, ha debido caminar por los mismos caminos que recorremos nosotros, a veces difíciles y oscuros, ha debido avanzar en «la peregrinación de la fe» (Conc. Ecum. Vat. II, Const. Lumen gentium, 58).
Nuestro camino de fe está unido de manera indisoluble a María desde el momento en que Jesús, muriendo en la cruz, nos la ha dado como Madre diciendo: «He ahí a tu madre» (Jn 19,27). Estas palabras tienen un valor de testamento y dan al mundo una Madre. Desde ese momento, la Madre de Dios se ha convertido también en nuestra Madre. En aquella hora en la que la fe de los discípulos se agrietaba por tantas dificultades e incertidumbres, Jesús les confió a aquella que fue la primera en creer, y cuya fe no decaería jamás. Y la «mujer» se convierte en nuestra Madre en el momento en el que pierde al Hijo divino. Y su corazón herido se ensancha para acoger a todos los hombres, buenos y malos, y los ama como los amaba Jesús. La mujer que en las bodas de Caná de Galilea había cooperado con su fe a la manifestación de las maravillas de Dios en el mundo, en el Calvario mantiene encendida la llama de la fe en la resurrección de su Hijo, y la comunica con afecto materno a los demás. María se convierte así en fuente de esperanza y de verdadera alegría.
La Madre del Redentor nos precede y continuamente nos confirma en la fe, en la vocación y en la misión. Con su ejemplo de humildad y de disponibilidad a la voluntad de Dios nos ayuda a traducir nuestra fe en un anuncio del Evangelio alegre y sin fronteras. De este modo nuestra misión será fecunda, porque está modelada sobre la maternidad de María. A ella confiamos nuestro itinerario de fe, los deseos de nuestro corazón, nuestras necesidades, las del mundo entero, especialmente el hambre y la sed de justicia y de paz; y la invocamos todos juntos: ¡Santa Madre de Dios! (...)
El Santo Padre concluyó la homilía invitando a la asamblea a repetir tre veces: 'Madre de Dios'
02.01.14


Las rosas blancas de Francisco a los pies de la Virgen
El Papa visitó privadamente en el primer día del año el santuario de Santa María la Mayor
ROMA, 02 de enero de 2014 (Zenit.org) - El santo padre Francisco visitó ayer, primero de enero, de manera estrictamente privada la iglesia de Santa María la Mayor, para rezar ante ícono de origen bizantino de la Virgen María del santuario mariano más antiguo del mundo, con motivo de la solemnidad de Santa María Madre de Dios.
Las puertas de la basílica permanecieron abiertas permitiendo así a las personas presentes quedarse, a las que se sumaron turistas, curiosos y otros que a último momento se enteraron, según le indicaron a ZENIT algunos religiosos allí presentes. 
El Santo Padre depositó un ramo de rosas blancas sobre el altar de María Salus Pópuli Romani, la antigua invocación que indica a la Virgen como protectora del pueblo de esta ciudad. El ícono está situado en la capilla Paolina y fue pintado según la tradición por el evangelista Lucas. Allí el Papa se quedó orando en silencio desde las 16,15 horas, durante 20 minutos.
A la salida entre el público apiñado una persona de un grupo de peregrinos le dijo: 'Papa Francisco, somos argentinos”, a los que respondió “yo también...”. Entre los presentes, se encontraba el cardenal español y archipreste de la basílica, Santos Abril y Castelló.
Es la séptima vez que el Santo Padre va a este santuario. La primera vez fue en la mañana temprano del día siguiente a su elección a la cátedra de Pedro.
La llamada telefónica y el cambio de felicitaciones con el presidente de Italia
Se trata del lugar que Francisco ha visitado más fuera del Vaticano, desde que es papa. El 4 de mayo recitó el santo rosario; el 30 de mayo presidió la solemnidad de Corpus Christi; el 20 de julio rezó por su viaje a la Jornada Mundial de la Juventud Río-2013 y el 29 del mismo mes para agradecer a su regreso de Brasil. El día de la Inmaculada realizó también otra breve visita.
En el Vaticano, poco antes de salir, el Papa habló por teléfono con el presidente de Italia, Giorgio Napolitano, con motivo de las felicitaciones de año nuevo.
De hecho el día anterior en su mensaje el presidente de 88 años en su discurso había dicho: “A la común responsabilidad para el futuro del mundo nos ha llamado en su mensaje de Navidad y por la Jornada Mundial de la Paz, el papa Francisco, con la fuerza de su inspiración que toma fuerza en el principio de la fraternidad y que solicita decisiones coherentes de acogida y solidaridad hacia quienes huyen de las guerras, opresiones y carestías y buscan asilo en Italia y en Europa”.
Saludo correspondido por Francisco durante sus palabras después de la oración del ángelus, cuando dijo: “Deseo agradecer al presidente de la República Italiana por las felicitaciones que me ha dirigido anoche durante su mensaje a la Nación. Las devuelvo de corazón, invocando la bendición del Señor sobre el pueblo italiano, para que con la contribución responsable y solidaria de todos pueda mirar al futuro con confianza y esperanza”. 

03.01.14

Homilía de Francisco sobre el padre Fabre: La inquietud de Dios en el corazón
Advierte de la tentación de relacionar el anuncio del Evangelio con palazos inquisidores
ROMA, 03 de enero de 2014 (Zenit.org) - El santo padre Francisco celebró hoy en Roma una misa en la iglesia 'de Jesús', para agradecer la inscripción del jesuita Pedro Fabro en el libro de los santos. A continuación las palabras de su homilía.
“San Pablo nos dice, lo han escuchado, 'Tengan los mismos sentimientos de Cristo Jesús, Él mismo estando en la condición de Dios, no consideró un privilegio ser como Dios pero se anonadó a si mismo asumiendo una condición de siervo'. Nosotros, los jesuitas, queremos llevar el nombre de Jesús, militar debajo del estandarte de su cruz, y esto significa tener los mismos sentimientos de Cristo, significa pensar como Él; querer bien como Él; ver como Él; caminar como Él.
Significa hacer lo mismo que Él hizo y con sus mismos sentimientos, con los sentimientos de su corazón. El corazón de Cristo, de un Dios que por amor se ha vaciado. Cada uno de nosotros los jesuitas, que siguen a Jesús, deberían estar dispuestos a vaciarse a sí mismo. Estamos llamados a este vaciamiento, ser vaciados, ser hombres que no deben vivir centrados en si mismos, porque el centro de la Compañía es Cristo y su Iglesia.
Y Dios es siempre el 'Deus semper maior', el Dios de las sorpresas, y si el Dios de las sorpresas no está siempre en el centro, la Compañía se desorienta. Por eso ser jesuita significa ser una persona de pensamiento incompleto, de pensamiento abierto, porque piensa siempre mirando al horizonte que es la gloria de Dios, siempre mayor, que nos sorprende sin descanso. Es esta la inquietud de nuestra aspiración, la santa y bella inquietud.
Porque pecadores, podemos preguntarnos si nuestro corazón ha mantenido la inquietud de la búsqueda o si por el contrario se ha atrofiado, si nuestro corazón está siempre en tensión, un corazón que no se relaja, no se cierra en si mismo, pero que marca el ritmo de un camino que es necesario cumplir junto a todo el pueblo de Dios. Es necesario buscar a Dios para encontrarlo, y encontrarlo para buscarlo y siempre. Solamente esta inquietud le da paz al corazón de un jesuita.
Una inquietud también apostólica no nos debe hacer renunciar al anuncio del kerigma, a evangelizar con coraje. Es la inquietud que nos prepara para recibir el don de la fecundidad apostólica, sin inquietud somos estériles. En esta inquietud que tenía Pedro Fabro, hombre de grandes deseos, había otro Daniel.
Fabro era un hombre modesto, sensible, de profunda vida interior, dotado del don de tener amistad con personas de todo tipo. Era un espíritu inquieto, indeciso, nunca satisfecho. Bajo la guía de san Ignacio logró unir su sensibilidad inquieta, pero también dulce y exquisita, con la capacidad de tomar decisiones. Era un hombre de grandes deseos, se ha hecho cargo de sus deseos y los ha reconocido. Más aún, Pedro Fabro, cuando se proponen cosas difíciles es que se manifiesta el verdadero espíritu de un hombre de acción. Una fe profunda implica siempre un profundo deseo de cambiar el mundo.
Esta es la pregunta que debemos ponernos: tenemos también nosotros grandes visiones y arrojos? ¿Somos nosotros también audaces? Nuestro sueño vuela alto, el celo nos devora? O somos mediocres y nos conformamos de nuestras programaciones apostólicas de trabajadores. Recordémoslo siempre: la fuerza de la Iglesia no vive en sí misma y en su capacidad organizativa, pero se esconde en las aguas profundas de Dios. En estas aguas se agitan nuestros deseos y los deseos ensanchan el corazón, como decía san Agustín: rezar para desear y desear para ensanchar el corazón.
Justamente en sus deseos Fabro podía discernir la voz de Dios. Sin deseos no se va a ninguna parte. Es por ello que hay que ofrecer los propios deseos al Señor. En las constituciones se dice que se ayuda al prójimo con los deseos presentados a Dios Nuestro Señor. Fabro tenía el verdadero deseo de ser dilatado en Dios, estaba totalmente centrado en Dios, por eso podía ir en espíritu de obediencia, también muchas veces a pié por todas partes de Europa a dialogar con todos con dulzura, era la lanza del evangelio.
Me hace pensar a la tentación que quizás podemos tener nosotros, de relacionar el anuncio del evangelio con palazos inquisitorios y condenatorios. No, el evangelio se anuncia con dulzura, con fraternidad, con amor. Su familiaridad con Dios le llevaba a entender que la experiencia interior y la vida apostólica van siempre juntos. Escribe en sus memorias que el primer movimiento del corazón tiene que ser desear lo que es esencial y originario, o sea que el primer puesto sea dado a la solicitud perfecta de encontrar a Dios nuestro Señor. Fabro encuentra el deseo de dejar que Cristo opere en el centro del corazón. Solamente si se está centrado en Dios se puede ir a las periferias del mundo. Y Fabro viajó sin tregua también por las fronteras geográficas a tal punto, que se decía de él 'parece que haya nacido para no estar quieto en ninguna parte'.
Fabro era devorado por el intenso deseo de comunicar al Señor. Si nosotros no tenemos su mismo deseo entonces tenemos necesidad de detenernos en oración y con fervor silencioso pedirle al Señor por intercesión de nuestro hermano Pedro, que vuelva a fascinarnos con el brillo del Señor que llevaba a Pedro a todas estas locuras apostólicas y a ese deseo sin control.
Nosotros somos hombres en tensión, somos también hombres contradictorios e incoherentes, pecadores todos, pero hombres que quieren caminar bajo la mirada de Jesús. Somos pequeños, pecadores, pero queremos militar bajo el estandarte de la cruz, en la Compañía que lleva el nombre de Jesús. Nosotros que somos egoístas queremos entretanto vivir una vida agitada por grandes deseos. Renovemos entonces nuestra oración al Eterno Señor del Universo, para que con la ayuda de su Madre Gloriosa, podamos querer, desear, vivir el sentimiento de Cristo que se vació a si mismo. Como decía Pedro Fabro, no busquemos en esta vida un nombre que no se aferre a aquel de Jesús. Recemos a la Virgen para ser puestos con su Hijo.  
04.01.14































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