Texto completo de la
catequesis del Papa en la audiencia del miércoles 30 de septiembre
El Santo Padre reflexiona sobre su reciente viaje apostólico a Cuba y
Estados Unidos
Ciudad del
Vaticano, 30 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
Publicamos a continuación la catequesis del Santo Padre
en la audiencia del miércoles 30 de septiembre.
Queridos
hermanos y hermanas, buenos días.
En los días pasados, he realizado el viaje apostólico
a Cuba y Estados Unidos de América. Esto nació de la voluntad de participar en
el 8ª Encuentro Mundial de las Familias, programado desde hacía tiempo en
Filadelfia. Este “núcleo originario” se ha alargado a una visitada a Estados
Unidos de América y a la sede central de las Naciones Unidas, y después también
a Cuba, que se ha convertido en la primera etapa del itinerario.
Expreso nuevamente mi reconocimiento al presidente
Castro, al presidente Obama y al secretario general Ban Ki-moon para la acogida
que me han reservado.
Doy las gracias de corazón a los hermanos obispos y a
todos los colaboradores por el gran trabajo realizado y por el amor a la
Iglesia que lo ha animado.
“Misionero de
la Misericordia”: así me he presentado en Cuba, una tierra rica de belleza
natural, de cultura y de fe. La misericordia de Dios es más grande que
cualquier herida, de cualquier conflicto, de cualquier ideología; y con esta
mirada de misericordia he podido abrazar a todo el pueblo cubano, en la patria
y fuera, más allá de cualquier división. Símbolo de esta unidad profunda del
alma cubana es la Virgen de la Caridad del Cobre, que precisamente hace cien
años fue proclamada Patrona de Cuba. He ido como peregrino al Santuario de esta
Madre de esperanza, Madre que guía en el camino de justicia, paz, libertad y
reconciliación.
He podido
compartir con el pueblo cubano la esperanza del cumplimiento de la profecía de
san Juan Pablo II: que Cuba se abra al mundo y el mundo se abra a Cuba. No más
cierres, no más explotación de la libertad, sino libertad en la dignidad. Este
es el camino que hace vibrar el corazón de tantos jóvenes cubanos: no un camino
de evasión, de ganancias fáciles, si no de responsabilidad, de servicio al
prójimo, de cuidado de la fragilidad. Un camino que trae fuerza de las raíces
cristianas de ese pueblo, que ha sufrido tanto. Un camino en el cual he animado
de forma particular a los sacerdotes y a todos los consagrados, los estudiantes
y las familias. El Espíritu Santo, con la intercesión de María Santísima, haga
crecer las semillas que hemos sembrado.
De Cuba a Estados
Unidos de América: ha sido un paso emblemático, un puente que gracias a Dios se
está reconstruyendo. Dios quiere siempre construir puentes; ¡somos
nosotros los que construimos muros! ¡Los muros caen siempre!
Y en Estados Unidos he realizado tres etapas:
Washington, Nueva York y Filadelfia.
En Washington me he
reunido con las autoridades políticas, la gente común, los obispos, los
sacerdotes y los consagrados, los más pobres y marginados. He recordado que la
riqueza más grande de ese país y de su gente está en el patrimonio espiritual y
ético. Y así he querido animar a llevar adelante la construcción social en la
fidelidad a su principio fundamental, es decir, que todos los hombres son
creados de por Dios iguales y dotados de inalienables derechos, como la vida,
la libertad y la persecución de la felicidad. Estos valores, compartidos por
todos, encuentran en el Evangelio su pleno cumplimiento, como ha destacado bien
la canonización del padre Junípero Serra, franciscano, gran evangelizador de
California. San Junípero muestra el camino de la alegría: ir y compartir con
los otros el amor de Cristo. Este es el camino del cristiano, pero también de
cualquier hombre ha conocido el amor: no quedárselo para uno mismo y no
compartirlo con los otros. Sobre esta base religiosa y moral han nacido y
crecido los Estados Unidos de América, y sobre esta base estos pueden continuar
y ser tierra de libertad y de acogida y cooperar a un mundo más justo y
fraterno.
En Nueva York he
podido visitar la Sede central de la ONU y saludar al personal que allí
trabaja. Tuve encuentro con el secretario general y los presidentes de las
últimas asambleas generales y del consejo de seguridad. Hablando a los
representantes de las Naciones, en la huella de mis predecesores, he renovado
el ánimo de la Iglesia católica y a esa institución y a su rol en la
promoción del desarrollo y de la paz, reclamando en particular la necesidad del
compromiso concorde y eficaz para el cuidado de la creación. He reiterado
también el llamamiento a detener y prevenir las violencias contra las minorías
étnicas y religiosas y contra la población civil.
Por la paz y la
fraternidad hemos rezado antes el Memorial de la Zona Cero, junto con los
representantes de las religiones, los parientes de los caídos y el pueblo de
Nueva York, tan rico de variedades culturales. Y por la paz y la justicia he
celebrado la eucaristía en el Madison Square Garden.
Tanto en
Washington como en Nueva York he podido encontrar algunas realidades
caritativas y educativas, emblemáticas del enorme servicio que las comunidades
católicas --sacerdotes, religiosas, religiosos, laicos-- ofrecen en estos
campos.
El culmen del
viaje ha sido el Encuentro de las Familias en Filadelfia, donde el horizonte se
ha agrandado a todo el mundo, a través del “prisma”, por así decir, de la
familia. La familia, es decir la alianza fecunda entre el hombre y la mujer, es
la respuesta al gran desafío de nuestro mundo, que es un desafío de nuestro
mundo, que es un desafío doble: la fragmentación y la masificación, dos
extremos que conviven y se apoyan el uno al otro, y juntos sostienen el modelo
económico consumista. La familia es la respuesta porque es la célula de una
sociedad que equilibra la dimensión personal y la comunitaria, y que al mismo
tiempo puede ser el modelo de una gestión sostenible de los bienes y de los recursos
de la creación. La familia es el sujeto protagonista de una ecología integral,
porque es el sujeto social primario, que contiene a dentro de sí los dos
principios-base de la civilización humana en la tierra: el principio de
comunión y el principio de fecundidad. El humanismo bíblico nos presenta este
icono: la pareja humana, unida y fecunda, puesta por Dios en el jardín del
mundo, para cultivarlo y custodiarlo.
Deseo dirigir un
fraterno y caluroso agradecimiento a monseñor Chaput, arzobispo de Filadelfia,
por su compromiso, su piedad, su entusiasmo y su gran amor a la familia en la
organización de este evento.
Mirando bien, no
es casualidad sino providencial que el mensaje, es más, el testimonio del
Encuentro Mundial de las Familias haya tenido lugar en este momento de Estados
Unidos de América, es decir, en el país que en el siglo pasado ha alcanzado el
máximo desarrollo económico y tecnológico sin renegar sus raíces religiosas.
Ahora estas raíces piden volver a partir de la familia para repensar y cambiar
el modelo de desarrollo, para el bien de toda la familia humana. Gracias.
01.10.15
Francisco en Sta.
Marta: el cristiano no debe perder la nostalgia de Dios
En la homilía de este jueves, el
Santo Padre reflexiona sobre la sustancia de la identidad de un
cristiano
Ciudad del
Vaticano, 01 de octubre de 2015 (ZENIT.org)
Un cristiano nunca debe dejar de sentir la nostalgia de
Dios, sino, nuestro corazón no puede hacer fiesta. Así lo aseguró el santo
padre Francisco en la homilía de la misa celebrada en Santa Marta este jueves,
en la que también recordó que la alegría del Señor es nuestra fuerza, en Él
encontramos nuestra identidad.
El pueblo de Israel, tras largos años de deportación,
vuelve a Jerusalén. El papa Francisco tomó como referencia la primera lectura,
del libro de Nehemías, para ofrecer una reflexión sobre la sustancia de la
identidad de un cristiano.
Así, señaló que, también en los años de Babilonia, el
pueblo siempre recordaba la patria. Y después de muchos años, llegó finalmente
el día del regreso, de la reconstrucción de Jerusalén y pide al escriba Esdras
leer delante del pueblo el Libro de la Ley. El pueblo estaba feliz: “estaba
alegre pero lloraba, y escuchaba la Palabra de Dios; tenía alegría, pero
también llanto, todo junto”.
¿Cómo se explica esto?, se preguntó el Papa durante la
homilía. Simplemente, “este pueblo no solo había encontrado su ciudad, la
ciudad donde había nacido, la ciudad de Dios, este pueblo al escuchar la Ley,
encontró su identidad, y por esto estaba feliz y lloraba”, explicó.
De este modo,
Francisco prosiguió: “pero lloraba de alegría, alegría porque había
encontrado su identidad, había reencontrado esa identidad que con los años de
deportación se había perdido un poco. Un largo camino este. ‘No estéis tristes
--dice Nehemías-- pues el gozo en el Señor es vuestra fortaleza’. Es la alegría
que da el Señor cuando encontramos nuestra identidad. Y nuestra identidad se
pierde en el camino, se pierde en tantas deportaciones o auto-deportaciones
nuestras, cuando hacemos un nido aquí, un nido allí, un nido... y no en la casa
del Señor. Encontrar la propia identidad”.
A propósito, el
Papa se preguntó de qué forma se puede encontrar la propia identidad. “Cuando
has perdido lo que era tuyo, tu casa, lo que era propio tuyo, te viene la
nostalgia y esa nostalgia se lleva de nuevo a tu casa”, indicó Francisco. Y
este pueblo --añadió-- con esta nostalgia, ha sentido que era feliz y lloraba
de felicidad por esto, porque la nostalgia de la propia identidad le había
llevado a encontrarla. Una gracia de Dios.
El Pontífice dio
un ejemplo: “si nosotros estamos lleno de comida, no tenemos hambre. Si estamos
cómodos, tranquilos donde estamos, no necesitamos ir a otro sitio. Y yo me
pregunto, y estaría bien que todos nosotros nos preguntáramos hoy: ‘¿estoy
tranquilo, contento, no necesito nada --hablo espiritualmente-- en mi corazón?
¿Se me ha apagado la nostalgia?’”
De este modo,
invitó a mirar a este pueblo feliz, que lloraba y estaba alegre. “Un
corazón que no tiene nostalgia, no conoce la alegría. Y la alegría,
precisamente, es nuestra fuerza: la alegría de Dios. Un corazón que no sabe qué
es la nostalgia, no puede hacer fiesta. Y todo este camino que comenzó desde
hace años termina en una fiesta”.
Finalmente, el Obispo de Roma observó que el pueblo exultó
con gran alegría porque había “entendido las palabras que habían sido
proclamadas. Habían encontrado lo que la nostalgia les hacía sentir e ir
adelante”. Por ello, invitó al concluir la homilía a preguntarnos cómo es
nuestra nostalgia de Dios: “¿estamos contentos, estamos felices así, o todos
los días tenemos este deseo de ir adelante?” Que el Señor --dijo Francisco--
nos dé la gracia. Que nunca, nunca, nunca, se apague en nuestro corazón la
nostalgia de Dios.
02.10.15
"El ángel de la
guarda es como un embajador de Dios"
En la homilía de este viernes, el
Santo Padre recordó que los ángeles de la guarda son como amigos que no
vemos pero que sí sentimos. Particulares presencias divinas que “el
Señor nos ha dado a todos”
Ciudad del
Vaticano, 02 de octubre de 2015 (ZENIT.org)
En la fiesta de los ángeles de la guarda, el santo
padre Francisco ha recordado que Dios ha dado a cada persona la “compañía” de
un ángel para aconsejarla y protegerla, un ángel al que debemos escuchar
con docilidad. Lo dijo en la homilía de la misa celebrada este viernes en la
capilla de la Casa Santa Marta.
De este modo, recordó que la prueba de una paternidad
que todo ama y cubre se encuentra en las primeras páginas de la Biblia.
Cuando Dios hecha a Adán del paraíso no le deja solo, no le dice “arréglatelas
como puedas”.
Y así, citó oraciones y salmos para recordar cómo la
figura del ángel de la guarda está siempre presente en cada situación de la
relación entre el hombre y el Cielo. “Voy a enviarte un ángel por delante, para
que te cuide en el camino y te lleve al lugar que he preparado”, afirma el
pasaje del Libro de Éxodo propuesto por la liturgia. Una liturgia dedicada a
esas particulares presencias divinas que “el Señor nos ha dado a todos”,
indicó el Papa. Por eso, recordó que “cada uno de nosotros tiene uno” que “nos
acompaña”.
Y lo ha explicado
así: “¡Está siempre con nosotros! Y esto es una realidad. Es como un embajador
de Dios que está con nosotros. Y el Señor nos aconseja: ‘¡Ten respeto por su
presencia!’ Y cuando nosotros --por ejemplo-- hacemos una cosa mala y
pensamos que estamos solo nosotros: no, está él. Ten respeto por su presencia.
Escucha su voz, porque él te aconseja. Cuando escuchamos esa inspiración: ‘Pero
haz esto… esto es mejor.. esto no se debe hacer…’ ¡Escucha! No te rebeles”
Tal y como subrayó
el Santo Padre, el ángel de la guarda nos defiende siempre y sobre todo del
mal. A veces, aseguró, “pensamos que nosotros podemos esconder muchas cosas”,
“cosas feas”, que al final acabarán viendo la luz. Y el ángel está ahí “para
aconsejarnos”, para “cubrirnos”, exactamente como haría “un amigo”. Un amigo --
explicó-- que no vemos, sino que sentimos. Un amigo que un día “estará con
nosotros en el Cielo, en la alegría eterna”.
Prosiguió el
Pontífice, asegurando que “solamente pide escucharlo, respetarlo. Solamente
esto: respeto y escucha. Y este respeto y escucha a este compañero de camino se
llama docilidad. El cristiano debe ser dócil al Espíritu Santo. La docilidad al
Espíritu Santo comienza con esta docilidad a los consejos de este compañero de
camino”.
Y para ser
dóciles, el Santo Padre aseguró que es necesario ser pequeños, como niños, o
como aquellos que Jesús dijo que son los más grandes en el Reino de su Padre.
Así, finalmente,
explicó que el ángel de la guarda es un compañero de camino que enseña la
humildad y se les escucha como a un niño: “Pidamos hoy al Señor la gracia de
esta docilidad, de escuchar la voz de este compañero, de este embajador de Dios
y que está junto a nosotros en su nombre, que somos sostenidos por su ayuda.
Siempre en camino… Y también en esta misa, con la que alabamos al Señor,
recordamos lo bueno que es el Señor que justo después de haber perdido la
amistad, no nos ha dejado solos, no nos ha abandonado”.
03.10.15
Francisco a los
voluntarios del Banco de Alimentos: “Tuve hambre y me han dado de comer”
'El hambre en el mundo un escándalo,
un verdadero pecado'. No olvidarse de los refugiados que llegan a
Europa.
Ciudad del
Vaticano, 03 de octubre de 2015 (ZENIT.org)
El santo padre Francisco tuvo un audiencia este sábado
por la mañana en el Vaticano, con la 'Fondazione Banco Alimentare'. Los varios
miles de voluntarios recibieron al Papa en el aula Pablo VI, con gran
entusiasmo, mientras los alpinos entonaban sus cantos.
El Pontífice les dijo que estaba contento de
encontrarlos, a todos, sean asociaciones, empresas o personas que colaboran con
esta red de caridad que es el Banco de Alimentos. Y les recordó que
delante del problema talmente grande del hambre en el mundo, agravado por los
flujos migratorios de personas que huyen, resuenan las palabras de Jesús: “Tuve
hambre y me han dado de comer”. “Les agradezco --dijo el Papa-- por lo que
hacen y les animo a seguir en este camino”.
En Italia cada año el 15 por ciento de la producción
alimentaria se desperdicia, indica la fundación en su web.
Añade que unas 700 las empresas abastecedoras donan sus excedencias, que
generalmente son de grandes dimensiones, especialmente ayudan los productores.
En Italia hay 22 asociaciones que colaboran. La iniciativa existe
también en diversos países del mundo.
El Papa dirigiéndose
a ellos y les dijo saber que “desde hace 25 años, están cotidianamente
empeñados como voluntarios en el frente de la pobreza. En particular la preocupación
por combatir el desperdicio de alimentos, recuperarlos y distribuirlos
entre las familias en dificultad y a los indigentes”.
El Papa les
recordó que “hoy el hambre tiene dimensiones de un verdadero escándalo que
amenaza la vida y la dignidad de tantas personas” y añadió que no solo es un
escándalo: “Me permito decir aún más, este pecado”. Indicó que cada
día es necesario ponerse delante de esta injusticia en un mundo rico
de recursos alimentarios, gracias también a los enormes progresos tecnológicos.
A pesar de ello demasiados son los que no tienen lo necesario para
sobrevivir. Y no solamente en países pobres, sino también cada vez más en las
sociedades ricas y desarrolladas.
Un problema,
aseguró el Pontífice, que se ve agravado por los flujos migratorios de
miles de refugiados que llegan a Europa, “quienes huyen de sus países y
necesitan todo”. Y si no podemos hacer un milagro como el de Jesús con la
multiplicación de los panes, "podemos educar a los hombres a reconocer la
humanidad presente en cada persona".
El Papa
elogió al fundador del Banco de Alimentos, Danilo Fossati, empresario que
le confió a Don Giussani, fundador de Comunión y Liberación, su desagrado por
la destrucción de productos que eran aún comestibles. Y el Banco fue su obra,
“siempre en puntas de pié”.
“Sigan con
confianza esta obra --les dijo-- actuando la cultura del encuentro y del
compartir”. Porque “es el mismo Jesús que nos invita a dar de comer a los
hambrientos y la Iglesia la ha hecho una de las obras de misericordia corporal”.
Y al
encontrar diariamente a estas personas necesitadas, les pidió el Papa, “hay que
mirarlas en la cara, darles la mano, ver en ellos la carne de Cristo y
ayudarles a reconquistar su dignidad y ponerse de pié”. Además “hacerles sentir
que son importantes a los ojos de Dios”
04.10.15
Así el Papa explica qué es un Sínodo y pide oraciones para ser dóciles al Espíritu Santo en el defender la familia. Y también solicitó a los papás y a los educadores a acoger a los niños, recordando el drama de tantos pequeños que pasan hambre, sufren violencia o tienen que escapar o sufrir las guerras. Invitó asi a no ser una sociedad-fortaleza, sino una sociedad-familia, capaces de acogerlos con reglas adecuadas, pero acogerlos.
«Queridos hermanos y hermanas, ha concluido hace poco en la basílica de San Pedro la celebración eucarística con la cual hemos dado inicio a la XIV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos. Los padres sinodales provenientes de todas las partes del mundo y reunidos entorno al sucesor de Pedro, reflexionarán por tres semanas sobre la vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en la sociedad, para lograr un atento discernimiento espiritual y pastoral.
Francisco en el ángelus
explica qué es Sínodo y pide oraciones
Texto completo. Recordó a
tantos niños que sufren hambre, guerra o persecución. Invitó a no ser
una sociedad-fortaleza, sino una sociedad-familia, capaz de acogerlos
Ciudad del
Vaticano, 04 de octubre de 2015 (ZENIT.org)
El papa Francisco rezó este domingo la oración del
ángelus desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico, delante de
miles de fieles que le esperaban en la Plaza de San Pedro. El Santo padre
acababa de abrir el Sínodo sobre la Familia, con una solemne misa en la basílica de
San Pedro.
Así el Papa explica qué es un Sínodo y pide oraciones para ser dóciles al Espíritu Santo en el defender la familia. Y también solicitó a los papás y a los educadores a acoger a los niños, recordando el drama de tantos pequeños que pasan hambre, sufren violencia o tienen que escapar o sufrir las guerras. Invitó asi a no ser una sociedad-fortaleza, sino una sociedad-familia, capaces de acogerlos con reglas adecuadas, pero acogerlos.
A continuación las palabras del papa Francisco:
«Queridos hermanos y hermanas, ha concluido hace poco en la basílica de San Pedro la celebración eucarística con la cual hemos dado inicio a la XIV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos. Los padres sinodales provenientes de todas las partes del mundo y reunidos entorno al sucesor de Pedro, reflexionarán por tres semanas sobre la vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en la sociedad, para lograr un atento discernimiento espiritual y pastoral.
Tendremos la
mirada fija en Jesús para individuar, basándonos en sus enseñanzas de verdad y
de misericordia, los caminos más oportunos para un empeño adecuado de la
Iglesia con las familias y para las familias. De manera que el plan
ordinario del Creador para el hombre y la mujer pueda realizarse y obrar en
toda su belleza y fortaleza en el mundo de hoy.
La liturgia de
este domingo propone justamente el texto fundamental del Libro del Génesis,
sobre la complementariedad y reciprocidad entre el hombre y la mujer. Por ello
--dice la biblia-- el hombre deja a su padre y a su madre y se une a su esposa
y los dos se vuelven una sola carne, o sea una sola vida, una sola existencia.
En tal unidad los cónyuges transmiten la vida a los nuevos seres humanos: se
vuelven progenitores. Participan de la potencia creadora del mismo Dios.
¡Pero atención!,
Dios es amor y se participa a su obra cuando se ama con Él y como Él. Con
tal finalidad --dice san Pablo-- el amor ha sido puesto en nuestros corazones
por medio del Espíritu Santo que nos ha sido dado. Y ésto es también
el amor que es dado a los esposos en el sacramento del matrimonio.
Es el amor que
alimenta su relación a través de alegrías y dolores, momentos serenos y
difíciles. Es el amor que suscita el deseo de general hijos, de
atenderlos, acogerlos, hacerlos crecer, educarlos. Es el mismo amor que en el
Evangelio de hoy, Jesús manifiesta a los niños: “Dejen que los niños vengan a
mi, no se lo impidan: a quien es como ellos de hecho pertenece el reino del
Cielo".
Pidamos hoy al
Señor que todos los papás y los educadores del mundo, como también la sociedad
entera, sean instrumentos de aquella acogida, de aquel amor con el cual Jesús
abraza a los más pequeños. Él mira en sus corazones la ternura y la solicitud
de un padre y al mismo tiempo de una madre.
Pienso a tantos
niños hambrientos, abandonados, explotados, obligados a la guerra, rechazados.
Es doloroso ver las imágenes de niños infelices, con la mirada perdida, que
huyen de la pobreza y los conflictos, que llaman a nuestras puertas y a
nuestros corazones implorando ayuda.
El Señor nos ayude
a no ser una sociedad-fortaleza, sino una sociedad-familia, capaces de
acogerlos con reglas adecuadas, pero acogerlos, acogerlos siempre, con amor.
Les invito a
apoyar con la oración los trabajos del Sínodo, para que el Espíritu Santo
vuelva a los Padres sinodales plenamente dóciles a sus inspiraciones.
Invocamos la
materna intercesión de la Virgen María, uniéndonos espiritualmente a quienes en
este momento, en el Santuario de Pompei, recitan la 'Súplica a la Virgen del
Rosario'».
(El Papa reza la oración del ángelus)
«Ayer en
Santander, en España, fueron proclamados beatos, Pío Heredia y 17 compañeros y
compañeras del 'Orden de los Cistercienses de estricta observancia y de San
Bernardo', asesinados por su fe durante la Guerra Civil Española y la
persecución religiosa de los años treinta del siglo pasado. Alabemos al Señor
por estos valientes testimonios, y por su intercesión súpliquemos de librar al
mundo del flagelo de la guerra.
Quiero dirigir al
Señor una oración por las víctimas del alud que ha arrasado a todo un
pueblo en Guatemala, así como a los del aluvión en Francia, en la Costa Azul.
Estemos cerca de las poblaciones duramente golpeadas también con la solidaridad
concreta.
Agradezco a todos
ustedes que han venido y son tan numerosos, desde Roma, Italia y de tantas
partes del mundo. Saludo a los fieles de la arquidiócesis de Paderborn en
Alemania, y a los de Porto de Portugal, y al grupo del colegio Mekhitarista en
Roma.
En el día de san
Francisco de Asís, patrono de Italia, saludo con particular cariño a los
peregrinos italianos, en particular a los fieles de Reggio Calabria, Bollate,
Mozzanica, Castano Primo, Nule y Parabita. Saludo a los jóvenes de Belvedere di
Spinello y a la asociación de los derechos de los peatones de Roma y del Lazio.
Y a todos les
deseo un buen domingo, y por favor no se olviden de rezar por mi. 'Buon pranzo
e arrivederci'».
05.10.15
El Papa: el método del
Sínodo es abrirse al Espíritu Santo
El Santo Padre, en su discurso al
inicio del la primera Congregación General del Sínodo, recuerda que si no
se dejan guiar por el Espíritu Santo, “todas nuestras decisiones
serán solo decoraciones que en vez de ensalzar el Evangelio, lo cubren y lo
esconden”
Ciudad del
Vaticano, 05 de octubre de 2015 (ZENIT.org)
El Sínodo es un caminar juntos con espíritu de colegialidad
y sinodalidad, aceptando con valentía la “parresía, el celo pastoral y
doctrinal, la sabiduría, la franqueza y poniendo siempre delante de nuestros
ojos el bien de la Iglesia y de las familias”. El Sínodo no es un
congreso, ni un parlamento o un senado donde hay que ponerse de acuerdo. El
Sínodo es una expresión eclesial, “es la Iglesia que camina junta para
leer la realidad con los ojos de la fe y con el corazón de Dios”, “es la
Iglesia que se interroga sobre la fidelidad al depósito de la fe que por eso no
representa un museo para verlo o cuidarlo sino una fuente viva de la que la
Iglesia se sacia para saciar el depósito de la vida”.
Con estas palabras, el santo padre Francisco se
dirigió esta mañana a la Asamblea General del Sínodo, en el primer día que se
reúnen para comenzar la primera Congregación General. Durante las próximas tres
semanas, obispos y expertos de todo el mundo hablarán sobre La vocación y la
misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo en el
Vaticano.
Aunque no estaba previsto en el programa, el Pontífice
ha querido saludar a los participantes y recordarles el sentido de este
encuentro y el objetivo principal. Sin escuchar a Dios --advirtió-- todas
nuestras palabras serán solamente palabras, que no sacian y no sirven.
Sin dejarse guiar
por el Espíritu Santo, “todas nuestras decisiones serán solo decoraciones que
en vez de ensalzar el Evangelio, lo cubren y lo esconden”.
De este modo,
señaló que el Sínodo se mueve necesariamente en el seno de la Iglesia y “dentro
del Santo Pueblo de Dios del que formamos parte en calidad de pastores, o sea,
servidores”. El Sínodo --prosiguió Francisco-- es un espacio protegido,
donde la Iglesia experimenta la acción del Espíritu Santo. “En el Sínodo el
Espíritu habla a través de la lengua de todas las personas que se dejan guiar
del Dios que sorprende siempre, del Dios que se revela a los pequeños, lo que
esconde a los sabios y a los inteligentes. Del Dios que ha creado la Ley y el
sábado para el hombre y no al revés. Del Dios que deja a las 99 ovejas para
buscar a la única oveja perdida. Del Dios que siempre es más grande que
nuestras lógicas y nuestros cálculos”, explicó el Santo Padre.
Por otro lado,
quiso recordar también que el “Sínodo podrá ser un espacio a la acción del
Espíritu Santo solo si nosotros, participantes, nos revestimos de valentía
apostólica, de unidad evangélica y de oración confiada”.
Y continuó: “la
valentía apostólica que no se deja asustar por las seducciones del mundo que
tienden a apagar en el corazón de los hombres la luz de la verdad
sustituyéndola con pequeñas luces temporales”. La valentía apostólica de
“llevar vida y no hacer de nuestra vida cristiana un museo de recuerdos”.
El Santo Padre
también habló de la humildad evangélica que sabe vaciarse de las propias
convicciones y prejuicios para escuchar a los hermanos obispos y llenarse de
Dios”.
Humildad
--indicó-- que lleva a no apuntar a los otros con el dedo para juzgarlos
sino para tenderles la mano y levantarles sin sentirse nunca superiores a
ellos.
“La acción
confiada es la acción del corazón cuando se abre a Dios, cuando hace
callar todos nuestros ruidos para escuchar la suave voz de Dios que habla en el
silencio”, observó el Papa.
Al concluir su
intervención, Francisco volvió a insistir en que el Sínodo no es un parlamento
donde para llegar a un consenso o acuerdo común se recurre a la negociación o a
los compromisos. “El único método del Sínodo es el de abrirse al Espíritu Santo
con valentía apostólica, humildad evangélica y con oración silenciosa para que
sea Él quien nos guíe, nos ilumine, y ponernos delante de los ojos con nuestras
opiniones personales la fe en Dios, la fidelidad al Magisterio, el bien de la Iglesia
y la salus animarum”.
Para finalizar dio
las gracias a todos los que de una forma u otra y con distintos tipos de
responsabilidad, participan y trabajan por este Sínodo. En este sentido,
agradeció también a los periodistas “su atención” y “su participación”.
06.10.15
El Papa en Santa
Marta: la terquedad desafía a la misericordia de Dios
En la homilía de este martes, el
Santo Padre advierte que hay ministros que creen que son más importantes sus
pensamientos o una lista de mandamientos que deben observarse
Ciudad del
Vaticano, 06 de octubre de 2015 (ZENIT.org)
Cuidémonos de tener un corazón duro que no deje entrar
a la misericordia de Dios. Esta es la idea que subrayó el papa Francisco en la
misa de la mañana, que celebró en la capilla de la Casa Santa Marta, antes de
ir al Aula Nueva del Sínodo. El Santo Padre instó a los presentes a no
resistirse a la misericordia del Señor, creyendo que son más importantes los
propios pensamientos o una lista de mandamientos que deben ser observados.
El profeta Jonás se resiste a la voluntad de Dios,
pero al final aprende que debe obedecer al Señor. El Pontífice desarrolló
su homilía de este martes a partir de la primera lectura, tomada del Libro
de Jonás, y señaló que la gran ciudad de Nínive se convierte gracias a su
predicación.
“Realmente hace un milagro, porque en este caso
él ha dejado de lado su terquedad y ha obedecido a la voluntad
de Dios, y ha hecho lo que el Señor le había mandado”.
Nínive, por lo tanto, se convierte y ante esta
conversión, Jonás, que es el hombre que “no es dócil al Espíritu de Dios,
se enfada”: “Jonás – dijo el Papa – sintió una gran tristeza y se desdeñó”. E,
incluso, “reprende al Señor”.
La historia de
Jonás y Nínive, señaló Francisco, se articula en tres capítulos: el
primero “es la resistencia a la misión que el Señor le confía”; el segundo “es
la obediencia, y cuando se obedece se hacen milagros. La obediencia a la
voluntad de Dios y Nínive se convierte”. En el tercer capítulo, “hay una
resistencia a la misericordia de Dios”.
“Esas
palabras: ‘Señor, ¿no era esto quizás lo que yo decía cuando estaba
en mi pueblo? Porque Tú eres un Dios misericordioso y clemente’, y yo
he hecho todo el trabajo de predicar, he hecho mi trabajo bien hecho, ¿y
Tú les perdonas? Y el corazón con esa dureza que no deja
entrar la misericordia de Dios. Es más importante mi sermón, son
más importantes mis pensamientos, es más importante toda
esa lista de mandamientos que debo observar, todo, todo,
todo que la misericordia de Dios”.
“Y este
drama – recordó Francisco – también Jesús lo ha
vivido con los doctores de la Ley, que no entendía por qué Él no dejó que
lapidaran a aquella mujer adúltera, cuando Él iba a cenar con los
publicanos y pecadores: no lo entendían. No entendían la
misericordia. ‘Tú eres misericordioso y clemente’”. En el Salmo que
hoy hemos rezado, prosiguió el Santo Padre, nos sugiere “esperar en el Señor,
porque en el Señor hay misericordia, y en Él hay abundante redención”.
“Donde está el
Señor – insistió el Pontífice – hay misericordia. Y san Ambrosio añadía: ‘Y
donde hay rigidez están sus ministros’. La terquedad que desafía a la
misión, que desafía a la misericordia”.
“Cercanos al
inicio del Año de la Misericordia, roguemos al Señor que nos ayude a entender
cómo es su corazón, lo que significa ‘misericordia’, qué quiere decir cuando Él
dice: ‘¡Misericordia quiero, y no sacrificio!’ Y por eso, en la oración Colecta
de la Misa hemos rezado mucho con esa frase tan hermosa: ‘Derrama sobre
nosotros tu misericordia’, porque solo se comprende la
misericordia de Dios cuando se ha vertido sobre nosotros, sobre nuestros
pecados, sobre nuestras miserias…”.
07.10.15
Y lo explicó así: “Ahora no vemos los frutos de esta gente que sufre, de esta gente que lleva la cruz, como en ese Viernes Santo y ese Sábado Santo no se veían los frutos del Hijo de Dios Crucificado, de sus sufrimientos”. Asimismo, interrogó el Pontífice: "Qué dice el Salmo sobre los malvados, sobre los que pensamos que les va todo bien? ‘No así los impíos, no así; serán paja que arrebata el viento. Porque el Señor protege el camino de los justos, pero el camino de los impíos acaba mal’”.
Texto completo de la
catequesis del Papa en la audiencia del miércoles 7 de octubre
En el contexto el Sínodo, el Santo
Padre indica que en este periodo las catequesis serán reflexiones
inspiradas por algunos aspectos de la relación indisoluble, entre la
Iglesia y la familia
Ciudad del
Vaticano, 07 de octubre de 2015 (ZENIT.org)
Publicamos a
continuación la catequesis completa del Santo Padre en la audiencia general del
miércoles 7 de octubre
Queridos
hermanos y hermanas, buenos días.
Hace pocos días comenzó el Sínodo de los Obispos
sobre el tema “La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el
mundo contemporáneo”. La familia que camina en la vía del Señor es fundamental
en el testimonio del amor de Dios y merece por ello la dedicación de la que la
Iglesia es capaz. El Sínodo está llamado a interpretar, hoy, esta solicitud y
esta atención de la Iglesia. Acompañemos todo el recorrido sinodal sobre todo
con nuestra oración y nuestra atención. Y en este período las catequesis serán
reflexiones inspiradas por algunos aspectos de la relación --que podemos decir
indisoluble-- entre la Iglesia y la familia, con el horizonte abierto para
el bien de la entera comunidad humana.
Una mirada atenta
a la vida cotidiana de los hombres y de las mujeres de hoy muestra
inmediatamente la necesidad que hay por todos lados de una robusta inyección de
espíritu familiar. De hecho, el estilo de las relaciones --civiles, económicas,
jurídicas, profesionales, de ciudadanía-- aparece muy racional, formal,
organizado, pero también muy “deshidratado”, árido, anónimo. A veces se hace insoportable.
Aún queriendo ser inclusivo en sus formas, en la realidad abandona a la soledad
y al descarte un número cada vez mayor de personas. Por esto, la familia abre
para toda la sociedad una perspectiva más humana: abre los ojos de los
hijos sobre la vida - y no solo la mirada, sino también todos los demás
sentidos - representando una visión de la relación humana edificada sobre la
libre alianza de amor. La familia introduce a la necesidad de las uniones de
fidelidad, sinceridad, confianza, cooperación, respeto; anima a proyectar un
mundo habitable y a creer en las relaciones de confianza, también en
condiciones difíciles; enseña a honrar la palabra dada, el respeto a las
personas, el compartir los límites personales y de los demás. Y todos somos
conscientes de lo insustituible de la atención familiar por los miembros
más pequeños, más vulnerables, más heridos, e incluso los más desastrosos en
las conductas de su vida. En la sociedad, quien practica estas actitudes, las
ha asimilado del espíritu familiar, no de la competición y del deseo de
autorrealización.
Pues bien, aún
sabiendo todo esto, no se da a la familia el peso debido --y reconocimiento, y
apoyo-- en la organización política y económica de la sociedad contemporánea.
Quisiera decir más: la familia no solo no tiene reconocimiento adecuado, ¡sino
que no genera más aprendizaje! A veces nos vendría decir que, con toda su
ciencia y su técnica, la sociedad moderna no es capaz todavía de traducir estos
conocimientos en formas mejores de convivencia civil. No solo la organización
de la vida común se estanca cada vez más en una burocracia del todo extraña a
las uniones humanas fundamentales, sino, incluso, las costumbres sociales y
políticas muestran a menudo signos de degradación --agresividad, vulgaridad,
desprecio…--, que están por debajo del umbral de una educación familiar también
mínimo. En tal situación, los extremos opuestos de este embrutecimiento de las
relaciones --es decir el embotamiento tecnocrático y el familismo amoral-- se
conjugan y se alimentan el uno al otro. Es una paradoja.
La Iglesia
individua hoy, en este punto exacto, el sentido histórico de su misión sobre la
familia y del auténtico espíritu familiar: comenzando por una atenta revisión
de la vida, que se refiere a sí misma. Se podría decir que el “espíritu
familiar” es una carta constitucional para la Iglesia: así el cristianismo debe
aparecer, y así debe ser. Está escrito en letras claras: “Vosotros que un
tiempo estabais lejos – dice san Pablo – […] ya no sois extranjeros ni
huéspedes, sino conciudadanos de los santos y familia de Dios” (Ef 2,19). La
Iglesia es y debe ser la familia de Dios.
Jesús, cuando
llamó a Pedro para seguirlo, le dijo que le haría “pescador de hombres”; y por
esto es necesario un nuevo tipo de redes. Podríamos decir que hoy las familias
son una de las redes más importantes para la misión de Pedro y de la Iglesia.
¡Esta no es una red que hace prisioneros! Al contrario, libera de las malas
aguas del abandono y de la indiferencia, que ahogan a muchos seres humanos en
el mar de la soledad y de la indiferencia. La familia sabe bien qué es la
dignidad de sentirse hijos y no esclavos, o extranjeros, o solo un número de
carné de identidad.
Desde aquí, desde
la familia, Jesús comienza de nuevo su paso entre los seres humanos para
persuadirlos que Dios no les ha olvidado. De aquí, Pedro toma fuerzas para su
ministerio. De aquí la Iglesia, obedeciendo a la palabra del Maestro, sale a
pescar al lago, segura que, si esto sucede, la pesca será milagrosa. Pueda el
entusiasmo de los Padres sinodales, animados por el Espíritu Santo, fomentar el
impulso de una Iglesia que abandona las viejas redes y vuelve a pescar
confiando en la palabra de su Señor. ¡Recemos intensamente por esto! Cristo,
por lo demás, ha prometido y nos confirma: si incluso los malos padres no
rechazan dar pan a los hijos hambrientos, ¡Imaginémonos si Dios no dará el Espíritu
a los que – aun imperfectos como son – lo piden con apasionada insistencia (cfr
Lc 11,9-13)!
08.10.15
El Papa en Santa
Marta: 'Dichoso el que encuentra su alegría en la ley del Señor'
En la homilía de este jueves, el
Santo Padre ha recordado que los malvados no tienen nombre en el Libro de
la Memoria de Dios
Ciudad del
Vaticano, 08 de octubre de 2015 (ZENIT.org)
Dios no abandona nunca a los justos, mientras
quienes siembran el mal son como los desconocidos, de ellos el cielo no
recuerda su nombre. Así lo recordó este jueves el santo padre
Francisco durante la homilía de la misa celebrada en Santa Marta.
Una madre coraje, marido, tres hijos, menos de 40 años
y un tumor “de esos feos” que te deja en la cama. ¿Por qué? Un mujer anciana,
persona con la oración en el corazón y con un hijo asesinado por la mafia ¿Por
qué? De este modo, el Papa ha planteado estos pensamientos de tanta gente
que con una fe convencida y arraigada, es probada por los dramas de la
vida.
Y preguntó "¿qué ventaja hemos recibido por
cumplir los mandamientos de Dios, mientras que los 'soberbios' aun
haciendo el mal, se multiplican y, aun provocando a Dios quedan
impunes?".
Por eso, recordó que muchas veces vemos
ésto en la gente mala, en gente que hace el mal y parece que en la vida le
va bien: son felices, tienen lo que quieren, no les falta nada. “¿Por qué a
este que es un descarado a quien no le importa ni Dios ni los otros, que es una
persona injusta y mala, le va todo bien en la vida, tiene todo lo que
quiere y nosotros que queremos hacer el bien tenemos tantos problemas?
La respuesta la
encontramos, indicó el Papa, en el salmo del día, que proclama
'dichoso' al hombre “que no sigue los consejos de los malvados” y que
“encuentra su alegría” en “la ley del Señor”.
Y lo explicó así: “Ahora no vemos los frutos de esta gente que sufre, de esta gente que lleva la cruz, como en ese Viernes Santo y ese Sábado Santo no se veían los frutos del Hijo de Dios Crucificado, de sus sufrimientos”. Asimismo, interrogó el Pontífice: "Qué dice el Salmo sobre los malvados, sobre los que pensamos que les va todo bien? ‘No así los impíos, no así; serán paja que arrebata el viento. Porque el Señor protege el camino de los justos, pero el camino de los impíos acaba mal’”.
Un acabar mal,
subrayó Francisco, citando la parábola evangélica de Lázaro, símbolo de una
miseria sin salida, y del rico que le negaba incluso las migas que caían de la
mesa.
Para finalizar su
homilía de hoy, el Santo Padre indicó: “Es curioso que de ese hombre no se
dice el nombre. Solamente un adjetivo: es un rico. De los malvados, en el Libro
de la Memoria de Dios, no hay nombre: es un malvado, es un estafador, es un
explotador…”. Y precisó que “no tienen nombre, solo tienen adjetivos. Sin
embargo, todos los que procuran ir sobre el camino del Señor, estarán con su
Hijo, que tiene el nombre, Jesús Salvador. Pero un nombre difícil de entender,
también inexplicable por la prueba de la cruz y por todo lo que Él ha sufrido
por nosotros”.
09.10.15
Angelus Domini nuntiavit Mariae...
Al concluir la plegaria, el Papa recordó el trágico atentado en Turquía:
CUÍDAMELO!
Hacia el 2016, “Año de la Misericordia”
MARI PAZ LÓPEZ SANTOS,
Hacia el 2016, “Año de la Misericordia”
MARI PAZ LÓPEZ SANTOS,
ECLESALIA, 28/09/15.- Hace unos meses asistí a un
encuentro de laicos en donde se dedicó un buen espacio a la Lectio.
Se leyó en voz alta el pasaje del Buen Samaritano
(Lc 10, 25-37) e inmediatamente pasamos, en silencio, a releerlo
individualmente; una y otra vez como se indica en el proceso de rumia de la
Palabra en la Lectio, dejándose alimentar por ella antes de
adentrarse en los siguientes pasos: Meditatio, Oratio y
Contemplatio.
En esa ocasión no llevé la Biblia que utilizo
habitualmente y me prestaron una. La traducción de uno de los versículos de
este pasaje me llevó a una comprensión nueva para mí, mucho más profunda, de lo
que es la misericordia.
Aquel maestro de la ley quería debatir con Jesús, como
casi siempre, con doble intención. “Maestro, ¿qué he de hacer para tener en
herencia la vida eterna?” Jesús, que ya debía estar acostumbrado a la
incitación al debate que tanto gustaba a los eruditos de la ley, le contesta
escuetamente: “¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?” Esto último
debió sentarle poco bien al que preguntó pues, en cierto modo, cuestionaba
si se enteraba de lo que leía o no… y era un maestro de la ley.
Respondió rápidamente dejando claro que conocía la
letra de la Ley con puntos y comas: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu
corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y al prójimo como a ti mismo”.
Jesús le dijo: “Bien has respondido. Haz eso y vivirás”. No dijo
nada de herencia ni de vida eterna. Dijo: “Vivirás”, desde el momento
presente y para siempre; dando finalizado el debate, o al menos eso pensó.
Pero el maestro de la ley “queriendo justificarse” y
requiriendo una atención de Jesús más a la altura de su categoría, preguntó: “Y
quién es mi prójimo?”
Entonces Jesús le contó una historia del todo
pedagógica, en forma de parábola, para que no hubiera peligro de olvido. El
maestro de la ley debió de quedarse algo perplejo. Él era un erudito que sabía
de leyes y no necesitaba “cuentitos” como el pueblo llano e ignorante.
La historia empieza de una forma que enseguida adentra
en el tema y anima a escuchar atentamente para conocer el final. El letrado
dejó su ego académico e intelectual y puso oídos a las palabras
que Jesús iba desgranando: “Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó y
cayó en manos de unos bandidos que, después de despojarle y darle una
paliza, se fueron, dejándolo medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino
un sacerdote (alguien superior para los judíos) que, al verlo,
dio un rodeo. De igual modo, un levita (servidor en el Templo) que
pasaba por aquel sitio lo vio y dio un rodeo. Pero un samaritano
(es decir, un extranjero ajeno al pueblo de Israel y considerado enemigo) que
iba de camino llegó junto a él y, al verlo, tuvo compasión. Se acercó, vendó
sus heridas y echó en ellas aceite y vino; lo montó luego sobre su propia
cabalgadura, lo llevó a una posada y cuidó de él”.
Jesús debió hacer un punto y aparte para que el maestro
de la ley fuera integrando por dentro la escena y los personajes. Continuó: “Al
día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al posadero, diciendo: ‘Cuídamelo’,
y si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva”.
Hagamos aquí una pequeña pausa, deteniéndonos en la
palabra que hizo saltar por los aires el habitual significado del verbo
“cuidar”, haciéndolo más amplio, extenso y profundo. En otras traducciones se
lee: “cuídale…” o “cuida de él…”. Pero “cuídamelo…”,
es otra cosa.
Vamos a ver como siguió Jesús: “¿Quién de estos
tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los bandidos?”. Respondió
el otro: “El que practicó la misericordia con él”. Y Jesús, ahora sí
dando por acabado el debate y la parábola le dijo: “Vete y haz tú lo mismo”,
es decir, muévete, asume a tu prójimo como algo tuyo, como carne de tu carne y “cuídamelo”.
En las traducciones habituales (“cuídale” o “cuida de
él”) la persona tuvo compasión y se solidarizó con el caído para que saliera de
su delicada situación. Después transfiere a un tercero la responsabilidad del
cuidado, al menos hasta su vuelta.
En este caso, la biblia pone en boca del samaritano un
término que implica que le deja a alguien que reconoce como suyo. Ese pronombre
personal, integrado en la palabra que expresa atención al otro, intensifica la
comprensión del compromiso que asumió el samaritano. Le pide que lo cuide
indicando que le afecta a él mismo. Este término se comprende cuando se habla
de alguien de la propia familia o de un amigo muy cercano. No es normal
para quien se encuentra al borde del camino, maltratado y abandonado, porque no
se siente como responsabilidad personal. Pero cuando entra en escena el
pronombre “ME” es la Misericordia la que está actuando en primera
persona.
Leer la Palabra (Lectio), meditarla (Meditatio),
orarla (Oratio) y dejarnos hacer en la contemplación (Contemplatio)
nos lleva, sin lugar a dudas, a ponernos en marcha en la acción (Actio)
escuchando un susurro conocido: “Vete y haz tú lo mismo”.
Adentrémonos en el meollo de la auténtica Misericordia
a lo largo del año 2016, que próximamente nombrará el Papa Francisco como “Año
de la Misericordia”. La humanidad está muy necesitada de este ungüento para
curar heridas del alma y sanar las del cuerpo, tan dañado por la violencia en
todas sus formas
El Papa en Sta. Marta:
'El demonio con el relativismo anestesia la conciencia'
En la homilía de este viernes,
invita al examen de conciencia y a pedir la gracia de la vigilancia
y del discernimiento
Ciudad del
Vaticano, 09 de octubre de 2015 (ZENIT.org)
El santo padre Francisco invitó al discernimiento y a
la vigilancia, para no “interpretar mal a quien hace el bien, calumniar por
envidia, tender trampas para hacer caer”, porque todo esto no viene de Dios
sino del demonio. Así lo hizo durante su homilía de este viernes, en la misa que
ha celebrado en Santa Marta.
Tal y como recordó, en el Evangelio de hoy Jesús
expulsa un demonio, hace el bien, está entre la gente que lo escucha y reconoce
su autoridad, pero hay quien no lo escucha. Francisco explicó que “había
un grupo de personas que no le querían y trataban siempre de interpretar las
palabras de Jesús y también sus comportamientos, de forma distinta, contra
Jesús”.
Y precisó: “Algunos por envidia, otros por
rigidez doctrinal, otros porque tenían miedo que vinieran los romanos y les masacraran;
por muchos motivos trataban de alejar la autoridad de Jesús del pueblo y
también con la calumnia”. La calumnia como se ve en el Evangelio de hoy:
"Si echa los demonios es por arte de Belzebú, el príncipe de los
demonios". El Papa recordó que le ponían a prueba continuamente, “le
ponían delante de una trampa para ver si caía”.
Por ello, el
Pontífice invitó al discernimiento y a la vigilancia. “Saber discernir las
situaciones”: es decir, lo que viene de Dios y lo que viene del maligno que
siempre trata "de engañar”, “de hacernos elegir un camino equivocado”. El
cristiano --aseguró-- no puede estar tranquilo con que todo va bien, debe
discernir las cosas y mirar bien de dónde vienen, y cuál es su raíz.
A propósito de la
vigilancia, el Santo Padre advirtió que en un camino de fe “las tentaciones
vuelven siempre, el mal espíritu no se cansa nunca”. Cuando el demonio “ha
sido expulsado” tiene “paciencia, espera para volver” y si lo dejas entrar se
cae en una situación peor. De hecho, antes se sabía que era “el demonio que
atormentaba”. Después, “el Maligno se ha escondido, viene con sus amigos muy
educados, llama a la puerta, pide permiso, entra y convive con el hombre, su
vida cotidiana y, juega y juega, da las instrucciones”. De este modo, Francisco
recordó que con “esta modalidad educada” el diablo convence para “hacer las
cosas con relativismo”, tranquilizando la conciencia.
Y lo explicó:
“tranquilizar la conciencia. Anestesiar la conciencia. Y esto es un gran mal.
Cuando el mal espíritu consigue anestesiar la conciencia, se puede hablar de
una verdadera victoria suya, se convierte en propietario de esa
conciencia". El Papa advirtió que esto sucede por todas partes. “Sí, pero
todos, todos tenemos problemas, todos somos pecadores, todos… Y en el ‘todos’
está el ‘ninguno’. Todos, pero yo no. Y así se vive esta mundanidad que es hija
del mal espíritu”.
De este modo, y
para concluir la homilía, el Obispo de Roma reiteró las dos palabras:
vigilancia y discernimiento. “Vigilancia. La Iglesia nos aconseja siempre el
ejercicio del examen de conciencia: ¿qué ha sucedido hoy en mi corazón, hoy,
por esto? ¿Ha venido este demonio educado con sus amigos conmigo?
Discernimiento. ¿De dónde vienen los comentarios, las palabras, las enseñanzas,
quién dice esto?” Discernir y vigilar --finalizó el Papa-- para no dejar entrar
a quien engaña, seduce, encanta. Pidamos al Señor esta gracia, la gracia del discernimiento
y la gracia de la vigilancia.
10.10.15
El Papa en el Ángelus:
'Hay más alegría en dar que en recibir'
Texto completo. El Pontífice
advirtió que solo acogiendo con humilde gratitud el amor del Señor nos
liberamos de la seducción de los ídolos y de la ceguera de nuestras ilusiones
Ciudad del
Vaticano, 11 de octubre de 2015 (ZENIT.org)
Como cada domingo, el papa Francisco rezó el Ángelus
desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico, ante una multitud que
le atendía en la Plaza de San Pedro. Dirigiéndose a los fieles y
peregrinos venidos de todo el mundo, que le acogieron con un largo y caluroso
aplauso, el Pontífice les dijo:
Queridos
hermanos y hermanas, buenos días.
El Evangelio de hoy, tomado del capítulo 10 de Marcos,
se articula en tres escenas, marcadas por tres miradas de Jesús.
La primera escena
presenta el encuentro entre el Maestro y un tal, que --según el pasaje paralelo
de Mateo-- es identificado como ‘joven’. El encuentro de Jesús con un
joven. Él corre hacia Jesús, se arrodilla y lo llama “Maestro
bueno”. Entonces le pregunta: “¿Qué debo hacer para heredar la Vida
eterna?” (v. 17). Es decir, la felicidad. “Vida eterna” no es solo la vida del
más allá, sino que es esta: la vida plena, cumplida, sin límites. ¿Qué
debemos hacer para alcanzarla? La respuesta de Jesús resume los mandamientos
que se refieren al amor al prójimo. A este respecto, ese joven no tiene nada
que reprocharse; pero evidentemente la observancia de los preceptos no le
basta, no satisface su deseo de plenitud. Y Jesús intuye este deseo que el
joven lleva en su corazón; por lo tanto su respuesta se traduce en una mirada
intensa llena de ternura y de cariño. Así dice el Evangelio: “Jesús lo
miró con amor” (v. 21). Se dio cuenta de que era un buen joven. Pero Jesús
comprende también cuál es el punto débil de su interlocutor y le hace una
propuesta concreta: dar todos sus bienes a los pobres y seguirlo. Pero ese
joven tiene el corazón dividido entre dos dueños: Dios y el dinero, y se va
triste. Esto demuestra que no pueden convivir la fe y el apego a las riquezas.
Así, al final, el impulso inicial del joven se desvanece en la infelicidad de
un seguimiento naufragado.
En la segunda
escena, el evangelista enfoca los ojos de Jesús y esta vez se trata de una mirada
pensativa, de advertencia. Dice así: “Mirando alrededor, dijo a sus
discípulos: ¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!” (v.
23). Ante el estupor de los discípulos, que se preguntan: “Entonces, ¿quién
podrá salvarse?” (v. 26), Jesús responde con una mirada de aliento --es
la tercera mirada-- y dice: la salvación, sí, es “imposible para los
hombres, ¡pero no para Dios!” (v. 27). Si nos encomendamos al Señor, podemos
superar todos los obstáculos que nos impiden seguirlo en el camino de la fe.
Encomendarse al Señor. Él nos dará la fuerza, él nos dará la salvación, él nos
acompaña en el camino.
Y así hemos
llegado a la tercera escena, aquella de la solemne declaración de Jesús:
Les aseguro que el que deja todo para seguirme tendrá la vida eterna en el
futuro y el ciento por uno ya en el presente (cfr. vv. 29-30). Este “ciento por
uno” está hecho de las cosas primero poseídas y luego dejadas, pero que se
encuentran multiplicadas hasta el infinito. Nos privamos de los bienes y
recibimos en cambio el gozo del verdadero bien; nos liberamos de la esclavitud
de las cosas y ganamos la libertad del servicio por amor; renunciamos a poseer
y conseguimos la alegría de dar. Lo que Jesús decía: “Hay más alegría en dar
que en recibir”.
El joven no se ha
dejado conquistar por la mirada de amor de Jesús y así no ha podido cambiar. Solo
acogiendo con humilde gratitud el amor del Señor nos liberamos de la seducción
de los ídolos y de la ceguera de nuestras ilusiones. El dinero, el placer, el
éxito deslumbran, pero luego desilusionan: prometen vida, pero causan muerte.
El Señor nos pide el desapego de estas falsas riquezas para entrar en la vida
verdadera, la vida plena, auténtica y luminosa. Y yo les pregunto a
ustedes, jóvenes, chicos y chicas, que están en la plaza: ¿han percibido la
mirada de Jesús sobre ustedes? ¿Qué le quieren responder? ¿Prefieren dejar esta
plaza con la alegría que nos da Jesús o con la tristeza en el corazón que la
mundanidad nos ofrece?
La Virgen María
nos ayude a abrir nuestro corazón al amor de Jesús, a la mirada de Jesús, el
único que puede apagar nuestra sed de felicidad.
Al término de estas palabras, el Santo Padre
rezó la oración mariana:Angelus Domini nuntiavit Mariae...
Al concluir la plegaria, el Papa recordó el trágico atentado en Turquía:
Ayer hemos
recibido con gran dolor la noticia de la terrible masacre sucedida en Ankara,
en Turquía. Dolor por los numerosos muertos. Dolor por los heridos. Dolor
porque los terroristas han atentado contra personas indefensas que se
manifestaban por la paz. Mientras rezo por ese querido país, pido al Señor que
acoja las almas de los difuntos y conforte a los que sufren y a los familiares.
Hagamos una oración en silencio. Todos juntos.
Además, el
Pontífice invitó a cuidar la casa común para reducir los desastres
naturales:
Queridos hermanos y hermanas,
el martes próximo,
13 de octubre, se celebra la Jornada internacional para la reducción de los
desastres naturales. Lamentablemente hay que reconocer que los efectos de
semejantes calamidades con frecuencia se agravan por la falta de cuidado del
medio ambiente por parte del hombre. Me uno a todos los que, de modo previsor,
se comprometen con la tutela de nuestra casa común, para promover una cultura
global y local de reducción de los desastres y de mayor resiliencia ante ellos,
armonizando los nuevos conocimientos con aquellos tradicionales, y con especial
atención a las poblaciones más vulnerables.
A continuación
llegó el turno de los saludos que tradicionalmente realiza el Santo Padre:
Saludo con
afecto a todos los peregrinos, sobre todo a las familias y a los grupos
parroquiales, procedentes de Italia y de diversos países. En particular: a los
diáconos y a los sacerdotes del Colegio Germano-Húngaro que han sido ordenados
ayer y a quienes animo a emprender con alegría y confianza su servicio a
la Iglesia; a los nuevos seminaristas del Venerable Colegio Inglés; a la
Cofradia de la Santa Vera Cruz de Calahorra.
Saludo a los
fieles de la parroquia del Sagrado Corazón y de Santa Teresa Margarita Redi, de
Arezzo, en el 50° aniversario de su fundación; así como a los de Camaiore
y de Capua; al grupo “Jesús ama” que acaba de realizar una semana de
evangelización en el barrio romano de Trastevere; a los chicos y chicas que
acaban de recibir la Confirmación; y por último, a la Asociación “Davide
Ciavattini” para la asistencia a los niños con graves enfermedades de la
sangre.
Como de costumbre, el papa Francisco concluyó
su intervención diciendo:
A todos les deseo
un buen domingo. Y por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y
hasta pronto!
12.10.15
El Papa pide a los
grupos misioneros de Argentina aprender a mirar como Jesús
En un mensaje enviado al IV
Encuentro Nacional de Grupos Misioneros, el Pontífice les invita a
seguir construyendo una Iglesia en salida y grupos solidarios
que trabajan para comunicar la alegría que el Señor ha puesto en nuestros
corazones
Ciudad del
Vaticano, 12 de octubre de 2015 (ZENIT.org)
Ojalá recordemos siempre que no podemos mostrar a los demás
lo que nosotros mismos no hemos visto ni oído. Por eso, para ser misionero,
antes de anunciar, de comunicar, es necesario ver. Así lo indica el papa
Francisco en el mensaje enviado a lo participantes en el IV Encuentro Nacional
de Grupos Misioneros.
El encuentro, organizado por la Comisión nacional para
las misiones y por las Obras Misioneras Pontificias de Argentina,
concluye este lunes en Santiago del Estero y ha llevado por lema ''Misión, un
estilo de vida''.
El Papa indica en su mensaje que es necesario “ver a
ese Jesús que se ha hecho pequeño para alcanzar nuestra debilidad, que ha
asumido nuestra carne mortal, para revestirla de su inmortalidad y que viene
cotidianamente a nuestro encuentro, para caminar con nosotros y tendernos su
mano amiga en la dificultad”.
De este modo, el
Pontífice pide a los destinatarios del mensaje que “no olviden nunca el
llamado, el primer encuentro con Jesús, el gozo con el que recibieron ustedes
el primer anuncio, tal vez de sus padres, de sus abuelos, de sus catequistas o
maestros”. Y les pide que “no dejen de rezar, de rezar los unos por los otros,
de sostenerse mutuamente con la oración, y verán como Jesús, por medio de ustedes,
y a pesar de su debilidad, obrará maravillas ante todos los pueblos”.
Del mismo modo, el
Santo Padres les exhorta a no olvidar “tampoco que la misión, además de ser una
pasión por Jesús, es una pasión por su pueblo: Dejémonos mirar por Jesús, pero aprendamos
también a mirar como Jesús”. Una mirada de ternura, de comprensión y de
misericordia --explica-- que nos lleve a tocar las llagas del Señor en la carne
de nuestros hermanos necesitados. A propósito asegura que “ver a Jesús en el
otro purifica el corazón, liberándolo del egoísmo, de toda segunda intención,
de todo deseo mundano”.
Finalmente, les
anima a seguir “construyendo una Iglesia en salida, unos grupos solidarios que
trabajan para comunicar esta alegría que el Señor ha puesto en nuestros corazones”.
13.10.15
El Papa a la Acción
Católica Argentina: 'Vayan, salgan, no tengan miedo'
Durante el acto de clausura de la
28ª Asamblea Federal, que tuvo lugar este domingo en la ciudad de Bahía Blanca,
se proyectó un vídeo con un mensaje del Santo Padre
Madrid, 13
de octubre de 2015 (ZENIT.org)
Durante el acto de clausura de la 28ª Asamblea Federal de la Acción Católica
Argentina, que tuvo lugar este domingo en la ciudad de Bahía Blanca,
se proyectó un vídeo con un mensaje del papa Francisco. “Les quiero hacer
llegar mi saludo, un poco lejos pero cerca con el corazón”, dijo el Santo Padre
a los delegados de la organización laical. “Vayan, salgan, no tengan miedo.
Salgan con ganas, salgan con pasión”, les pidió.
“Pasión por Jesús… Mientras uno explica quién es
Jesús, uno va a sentir quién es Jesús”, señaló el Pontífice. “Pasión por
la gente que necesita siempre la Palabra de Dios para vivir”, añadió. “Esa la
tienen que llevar ustedes. Ahora, si están encerrados, si son abúlicos, si no
conocen a Jesús, si no les interesa la gente, no van a poder hacer nada”,
advirtió.
“Salgan, vayan, apasionados por la persona de Jesús y
apasionados por el bien de los hermanos”, sintetizó el Papa. Y, como de
costumbre, Francisco terminó su intervención diciendo: “Que el Señor los
bendiga, que la Virgen los cuide y los acompañe. Y por favor, no se olviden de
rezar por mí”.
Bajo el lema “¡Vayan!
Acción Católica: Pasión por Jesús, pasión por nuestro pueblo”, el
multitudinario encuentro, que congregó a unos siete mil participantes
provenientes de 50 diócesis del país, se desarrolló en el parque
Boronat del 10 al 12 de octubre.
14.10.15
Texto completo de la
catequesis del Papa en la audiencia del miércoles 14 de octubre
El Santo Padre recuerda que los
ángeles de los niños reflejan la mirada de Dios. Y que al mirar a los
niños con los ojos de Jesús entendemos que defendiendo la familia,
protegemos a la humanidad
Ciudad del
Vaticano, 14 de octubre de 2015 (ZENIT.org)
El santo padre Francisco realizó durante la audiencia genteral
de este miércoles una catequesis siguiendo el tema de la familia. Al inicio de la misma el
Papa pidió perdón por los escándalos recientes en Roma y en el Vaticano, y
entró en la catequésis reflexionado sobre las promesas hechas a los niños.
Saludó también a los 33 mineros chilenos que estuvieron atrapados
bajo tierra durante 70 días.
Publicamos a continuación el texto del Santo Padre
durante la catequesis de la audiencia general:
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy como las previsiones del tiempo eran un poco
inseguras, se esperaba lluvia, esta audiencia se realiza contemporáneamente en
dos lugares, nosotros en la plaza y 700 enfermos en el aula Pablo VI que siguen
la audiencia en las pantallas, todos estamos unidos, les saludamos con un
aplauso.
La palabra de Jesús es fuerte hoy ¡Ay del mundo a
causa de los escándalos! Jesús es realista y dice que es inevitable que vengan
los escándalos pero ¡ay del hombre que causa el escándalo!
Yo quisiera antes
de iniciar la catequesis, en nombre de la Iglesia, pedirles perdón por los
escándalos que en estos últimos tiempos han ocurrido tanto en Roma como en el
Vaticano ¡les pido perdón!
Hoy reflexionamos
sobre un tema muy importante: las promesas que hacemos a los niños. No hablo
tanto de las promesas que hacemos aquí o allí, durante el día, para que están
contentos o para que sean buenos, (quizá con algún truco inocente, te doy un
caramelo, esas promesas…) para convencerles de que se apliquen en el escuela o
para disuadirles de algún capricho. Hablo de las promesas más importantes,
decisivas para lo que esperan de la vida, para su confianza con los seres
humanos, para su capacidad de concebir el nombre de Dios como una bendición.
Nosotros, adultos,
estamos listos para hablar de los niños como de una promesa de vida. Y también
nos conmovemos con facilidad, diciendo a los jóvenes que son nuestro futuro. Es
verdad. Pero a veces me pregunto si somos serios sobre su
futuro. Con el futuro de los niños, con el futuro de los jóvenes. Una pregunta
que debemos hacernos más a menudo es esta: ¿cuánto somos leales con las
promesas que hacemos a los niños, haciéndoles venir a nuestro mundo?
Nosotros los hacemos venir al mundo y ésto es una promesa. ¿Qué le
prometemos a ellos?
Acogida y cuidado,
cercanía y atención, confianza y esperanza, son muchas otras promesas de base,
que se pueden resumir en una sola: amor. Nosotros prometemos amor, es decir, el
amor que se expresa en la acogida, en el cuidado, en la cercanía, en la
atención, en la confianza, en la esperanza. Pero la gran promesa es el amor.
Ésta es la forma
más adecuada de acoger a un ser humano que viene al mundo, y todos nosotros lo
aprendemos, antes aún de ser conscientes. Me gusta mucho cuando veo a los papás
y mamás, cuando paso entre ustedes, y me traen a un niño, a una niña
pequeños. ¿Cuánto tiempo tiene?, tres semanas, cuatro semanas, pero busco
que el Señor lo bendiga, esto se llama amor también.
La promesa, el
amor es una promesa que el hombre y la mujer hacen a cada hijo: desde que es
concebido en el pensamiento. Los niños vienen al mundo y se espera tener
confirmación de esta promesa: lo esperan de forma total, confiada, indefensa.
Basta con mirarles: en todas las razas, en todas las culturas, en todas las
condiciones de la vida.
Cuando sucede lo
contrario, los niños son heridos por un escándalo insoportable, aún más grave,
en cuanto que no tienen medios para descifrarlo. No pueden entender qué cosa
sucede. Dios vigilia sobre esta promesa, desde el primer instante. ¿Se recuerdan qué
dice Jesús?, que los ángeles de los niños reflejan la mirada de Dios, y Dios no
pierda nunca de vista a los niños (Mt 18,10)'. Ay de aquellos que
traicionan su confianza, ay de aquellos. Su confiado abandono a nuestra
promesa, que nos compromete desde el primer instante, nos juzga.
Y quisiera añadir
otra cosa, con mucho respeto por todos, pero también con mucha franqueza. Su
espontánea confianza en Dios no debería nunca ser herida, sobre todo cuando lo
que sucede es motivo de una cierta presunción (más o menos inconsciente) de
sustituir a Dios. La tierna y misteriosa relación de Dios con el alma de
los niños no debería ser violado. Es una relación real que Dios la quiere y
Dios la cuida. El niño está preparado desde el nacimiento para sentirse amado
por Dios. Desde el principio es capaz de sentir que es amado por sí mismo, un
hijo siente también que hay un Dios que ama a los niños.
Los niños, recién
nacidos, comienzan a recibir como regalo, junto con el alimento y los cuidados,
la confirmación de las cualidades espirituales del amor. Los actos de amor
pueden pasan a través del don del nombre personal, el compartir el lenguaje,
las intenciones de las miradas, lo que iluminan las sonrisas. Aprenden así que
la belleza de la unión entre los seres humanos se dirige hacia nuestra alma,
busca nuestra libertad, acepta la libertad del otro, lo reconoce y lo respeta
como interlocutor.
Un segundo
milagro, una segunda promesa: nosotros - padre y madre – ¡nos donamos a ti,
para que tú te dones a ti mismo! Y esto es amor, ¡que trae una chispa de
aquello de Dios! Pero ustedes, padres y madres tienen esta chispa de Dios que
dan a los niños, ustedes son instrumento del amor de Dios y esto es bello,
bello, bello.
Solo si
miraramos a los niños con los ojos de Jesús, podríamos realmente
entender en qué sentido, defendiendo la familia, protegemos a la humanidad.
El punto de vista
de los niños es el punto de vista del Hijo de Dios. La Iglesia misma, en el
Bautismo, hace grandes promesas a los niños, con las que compromete a los padres
y a la comunidad cristiana. La santa Madre de Jesús --por medio de la cual el
Hijo de Dios ha llegado a nosotros, amada y generado como un niño-- haga a la
Iglesia capaz de seguir el camino de maternidad y de su fe. Y san José --hombre
justo, que lo ha acogido y protegido, honrando con valentía la bendición y la
promesa de Dios --nos haga dignos de hospedar a Jesús en cada niño que manda
sobre la tierra.
15.10.15
El Papa en Santa
Marta: '¿Creo que el Señor me ha salvado gratuitamente?
En la homilía de este jueves,
Francisco advierte sobre los doctores de la ley que tratan de acortar los
horizontes del amor de Dios
Ciudad del
Vaticano, 15 de octubre de 2015 (ZENIT.org)
El santo padre Francisco ha pedido tener cuidado con
los doctores de la ley que acortan los horizontes de Dios y hacen pequeño su
amor. Lo ha hecho durante su homilía en la misa celebrada este jueves en Santa
Marta, en la que se ha centrado en el mandamiento del amor y la tentación de
querer ser controladores de la salvación.
Así, ha asegurado que “una de las cosas más difíciles
de entender, para todos nosotros cristianos, es la gratuidad de la salvación en
Jesucristo”. De este modo, el Papa ha explicado que ya San Pablo encontró
dificultad para hacer comprender a los hombres de su tiempo que esta es la
verdadera doctrina: ‘la gratuidad de la salvación’”. Por eso ha indicado que
“nosotros estamos acostumbrados a escuchar que Jesús es el Hijo de Dios, que ha
venido por amor, para salvarnos y que ha muerto por nosotros. Pero lo hemos
escuchado tantas veces que estamos acostumbrados”. Cuando entramos en el
misterio de Dios de este amor sin límites --ha precisado-- nos quedamos
maravillados y quizá, preferimos no entenderlo.
Hacer lo que “Jesús nos dice es bueno y se debe hacer”
pero esta es “mi respuesta a la salvación que es gratuita, viene del amor
gratuito de Dios”.
El Pontífice ha
señalado que “también Jesús está un poco enfadado con estos doctores de la ley,
porque les dice cosas fuertes. Les dice cosas fuertes y muy duras. ‘Os habéis
llevado la llave del conocimiento, no habéis entrado, y a los que querían
entrar se lo habéis impedido, porque os habéis llevado la llave’ es decir, la
llave de la gratuidad de la salvación, de ese conocimiento”.
Y estos doctores
de la ley “solamente pensaban que respetando todos los mandamientos se podían
salvar, y quien no hacía eso se condenaba”, ha explicado el Papa.
Y ha proseguido:
“acortaban los horizontes de Dios y hacían pequeño el amor de Dios” a la
“medida de cada uno de nosotros”. Esta “es la lucha que tanto Jesús como Pablo
hacen para defender la doctrina”.
El Santo Padre ha
asegurado que ciertamente están los mandamientos, pero la síntesis de todo es
“amar a Dios y amar al prójimo”. Y con esta “actitud de amor”, ha precisado,
“estamos a la altura de la gratuidad de la salvación, porque el amor es
gratuito”. De este modo, ha advertido que si yo digo “te amo” pero hay un
interés detrás, eso no es amor, eso es “interés”.
A propósito, el
Papa ha indicado que “por eso Jesús dice: ‘el amor más grande es este:
amar a Dios con toda la vida, con con todo el corazón, con toda la fuerza,
y al prójimo como a uno mismo’. Porque es el único mandamiento que está a la
altura de la gratuidad de la salvación de Dios. Y después añade Jesús: ‘en este
mandamiento están todos los otros, porque ese llama --hace todo el bien-- a
todos los otros’. Pero la fuente es el amor; el horizonte es el amor. Si tú has
cerrado la puerta y has echado la llave del amor, no estarás a la altura de la
gratuidad de la salvación que has recibido. Esta lucha por el control de la
salvación --solamente se salvan estos, estos que hacen cosas-- no ha terminado
con Jesús y con Pablo”.
El Pontífice
también ha querido subrayar en su homilía que este año se cumplen 500 años del
nacimiento de santa Teresa de Ávila, que festejamos hoy. Un mística, una mujer
a quien “el Señor ha dado la gracia de entender los horizontes del amor” y
“también ella fue juzgada por los doctores de su tiempo”. Estos santos --ha
precisado Francisco-- han sido perseguidos por defender el amor, la gratuidad
de la salvación, la doctrina. Todos santos. Pensemos en Juana de Arco.
Por otro lado, ha
asegurado que esta lucha “no termina, también es una lucha que nosotros
llevamos dentro. Y nos hará bien hoy preguntarnos: ¿me creo que el Señor
me ha salvado gratuitamente? ¿Creo que me merezco la salvación? ¿Y si
merezco algo es por medio de Jesucristo y de lo que Él ha hecho por mí?”
Para finalizar su
homilía, el Santo Padre ha invitado a hacerse estas preguntas, “solamente así
seremos fieles a este amor tan misericordioso: amor de padre y de madre, porque
también Dios dice que Él es como una madre con nosotros; amor, horizontes
grandes, sin límites, sin limitaciones. Y no nos dejemos engañar por los
doctores que limitan este amor”.
16.10.15
El Papa en Sta. Marta:
la hipocresía juega con las medias tintas
En la homilía de este viernes, el
Santo Padre advierte sobre la actitud farisea que nunca llegará a la luz
de Dios
Ciudad del
Vaticano, 16 de octubre de 2015 (ZENIT.org)
Es necesario rezar mucho para no dejarse contagiar por
el “virus” de la hipocresía, esa actitud farisea que seduce con las mentiras
estando en la sombra. Es la solicitud de Jesús que el papa Francisco ha
invitado a acoger, al comentar el Evangelio del día en la homilía de la misa
celebrada este viernes por la mañana en Santa Marta.
El Santo Padre ha advertido que la hipocresía no tiene
un color porque juega con las medias tintas. Se insinúa y seduce en
“claroscuro”, con “la fascinación de la mentira”. De este modo, el Pontífice ha
reflexionado sobre la escena del evangelio del día destacando la advertencia de
Cristo a los suyos: “Cuidado con la levadura de los fariseos”. La levadura es
una cosa pequeñísima, ha observado, pero por como habla Jesús es como si
quisiera decir “virus”. Como “un médico” que diga “a sus colaboradores” poner
atención a los riesgos de un “contagio”.
Y Francisco lo ha explicado así: “la hipocresía es esa
forma de vivir, de actuar, de hablar, que no es claro. Quizá sonríe, quizá está
serio… No es luz, no es tiniebla… Se mueve de una forma que parece no amenazar
a nadie, como la serpiente, pero tiene el encanto del claroscuro. Tiene ese
encanto de no tener las cosas claras, de no decir las cosas claramente; la
fascinación de la mentira, de las apariencias”. El Papa ha recordado que Jesús
decía a los fariseos hipócritas que “estaban llenos de sí mismos, de vanidad,
que a ellos les gustaba pasear en las plazas haciendo ver que eran importantes,
gente culta…”
Tal y como ha
explicado el Santo Padre, Jesús aseguró a la multitud “no tengáis miedo” porque
“no hay nada cubierto que no sea desvelado, ni secreto que no sea revelado”. Y
ha precisado que esconderse “no ayuda” aun si “la levadura de los fariseos”
llevaba y lleva a “la gente a amar más las tinieblas que la luz”.
Asimismo, el
Pontífice ha recordado: “esta levadura es un virus que enferma y te hace morir.
¡Cuidado! Esta levadura te lleva a las tinieblas. ¡Cuidado! Pero hay uno que es
más grande que esto: es el Padre que está en el Cielo. ‘¿No se venden cinco
gorriones quizá por dos monedas?’ Y ni siquiera uno de ellos es olvidado
delante de Dios. También los cabellos de vuestra cabeza son contados’. Y
después, la exhortación final: ‘¡No tengáis miedo! ¡Valéis más que muchos
gorriones! Delante de todos estos miedos que nos ponen aquí o allá, y que nos
pone el virus, la levadura de la hipocresía farisea, Jesús nos dice: ‘Hay un
Padre. Hay un Padre que os ama. Hay un Padre que cuida de vosotros’”.
Y hay solo un modo
para evitar el contagio, ha advertido el Papa. Es el camino indicado por Jesús:
rezar. Así, ha concluido afirmando que para no caer en esa “actitud farisea que
no es ni luz ni tinieblas” sino que está “a mitad” de camino que “nunca llegará
a la luz de Dios”.
A propósito,
Francisco ha concluido invitando a rezar, “rezar mucho”. “Señor, cuida a tu
Iglesia, que somos todos nosotros: cuida a tu pueblo, el que se había reunido y
se pisoteaban entre ellos, unos a otros. Cuida a tu pueblo, para que ame la
luz, la luz que viene del Padre, que viene de Tu Padre, que ha enviado para
salvarnos. Cuida tu pueblo para que no se haga hipócrita, para que no caiga en
el calor de la vida. Cuida a tu pueblo para que tenga la alegría de saber que
hay un padre que nos ama mucho”.
17.10.15
19.10.15
Francisco en el
Ángelus: 'Es decisivo que se logre la paz en Tierra Santa'
Texto completo. El Santo Padre
ha saludado a todos los que han asistido a la ceremonia de
canonización para rendir homenaje a los nuevos Santos¡
Ciudad del
Vaticano, 18 de octubre de 2015 (ZENIT.org)
Al final de la Misa celebrada este domingo en el atrio
de la basílica de San Pedro para la canonización de cuatro beatos, y antes de
rezar el Ángelus, el papa Francisco ha dirigido las siguientes palabras a los
fieles y peregrinos presentes en la Plaza:
Queridos
hermanos y hermanas,
Sigo con gran preocupación la situación de fuerte
tensión y violencia que aflige a Tierra Santa. En este momento necesitamos
mucho coraje y mucha fortaleza para decir no al odio y la venganza y hacer
gestos de paz. Oremos para que Dios fortalezca en todos, los gobernantes y los
ciudadanos, la valentía de oponerse a la violencia y tomar medidas concretas
para la distensión. En el contexto actual de Oriente Medio es más que nunca
decisivo que se logre la paz en Tierra Santa: esto nos piden Dios y
el bien de la humanidad.
Al final de esta celebración, deseo saludar a todos
los que habéis venido a rendir homenaje a los nuevos santos, de manera
particular a las delegaciones oficiales de Italia, España y Francia.
Saludo a los fieles de la diócesis de Lodi y Cremona, así
como a las Hijas del Oratorio. El ejemplo de san Vicente Grossi sostenga el
compromiso a favor de la educación cristiana de las nuevas generaciones.
Saludo a los
peregrinos que han venido de España, particularmente de Sevilla, y a las
Hermanas de la Compañía de la Cruz. El testimonio de santa María de la Purísima
nos ayude a vivir la solidaridad y cercanía con los más necesitados.
Saludo a los
fieles provenientes de Francia, especialmente de Bayeux, Lisieux y Sées: a la
intercesión de los santos esposos Ludovico Martin y Maria Azelia Guérin
encomendamos las alegrías, las esperanzas y las dificultades de las
familias francesas y de todo el mundo.
Agradezco a los
cardenales, los obispos, los sacerdotes, las personas consagradas, así como a
las familias, los grupos religiosos y las asociaciones.
Y ahora nos dirigimos con amor filial a la
Virgen María.19.10.15
El Papa en Sta. Marta:
el apego al dinero destruye familias
En la homilía de este lunes, el
Santo Padre recuerda que no se puede servir a dos amos: a Dios y al
dinero
Ciudad del
Vaticano, 19 de octubre de 2015 (ZENIT.org)
El santo padre Francisco ha recordado que Jesús no condena
la riqueza sino el apego a la riqueza, porque divide a las familias y provoca
las guerras. Lo ha hecho durante la homilía de la misa celebrada este lunes
temprano en Santa Marta, antes del inicio de la asamblea sinodal.
De este modo, ha asegurado que no se puede “servir a
dos amos”, o se sirve a Dios o a las riquezas. Jesús --ha explicado-- “no está
contra las riquezas en sí mismas” pero advierte sobre poner la propia seguridad
en el dinero que puede hacer de la “religión una agencia de seguros”. Además,
ha indicado, el apego al dinero divide, como dice el Evangelio que habla de los
“dos hermanos que se pelean por su herencia”.
Y lo ha explicado así: “Pero pensemos en cuántas
familias conocen que han peleado, pelan, no se saludan, se odian por una herencia.
Y este es uno de los casos. Ya no es más importante el amor de la
familia, el amor de los hijos, de los hermanos, de los padres. No, es el
dinero. Y esto destruye”. Del mismo modo, el Santo Padre ha asegurado que
“también las guerras que hoy vemos. Pero sí, hay un ideal, pero detrás está el
dinero: el dinero de los traficantes de armas, el dinero de los que se
aprovechan de la guerra”.
El Pontífice ha
subrayado que “Jesús es claro: ‘guardaos de toda clase de codicia’. La
codicia. Porque nos da esta seguridad que no es verdadera y te lleva sí, a
rezar --tú puedes rezar, ir a la iglesia-- pero también a tener el corazón
apegado, y al final terminar mal”.
Jesús cuenta la
parábola de un hombre rico, “un empresario bueno”, cuya “cosecha había sido
buena” y “estaba lleno de riquezas”. Y en vez de pensar “compartiré esto con
mis trabajadores, para que ellos tengan algo para sus familias”, razona de otra
manera: "¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha. Haré lo
siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más
grandes". Por esto, el Santo Padre ha subrayado que “la sed del apego
a las riquezas no termina nunca. Si tú tienes el corazón apegado a las riquezas
--cuando tienes muchas-- quieres más. Y este es el dios de la persona que está
atacada a las riquezas”.
Asimismo, ha
explicado que el camino de la salvación son las bienaventuranzas: “la primera
es la pobreza de espíritu”, es decir no apegarse a las riquezas que si se
poseen son “para el servicio de los otros, para compartir, para ayudar a la
gente”. Y ha añadido que el signo de que no estamos en “este pecado de
idolatría” es dar limosna, es dar “a los que lo necesitan” y no dar lo
superfluo sino lo que me cuesta, “privarse de algo” porque quizá “es necesario
para mí”.
El Santo Padre ha
señalado que esta es una buena señal, eso significa que es más grande el
amor hacia Dios que el apego a las riquezas.
Para concluir,
Francisco ha indicado que podemos hacernos tres preguntas. La primera:
¿doy? La segunda: ¿cuánto doy? La tercera: ¿Cómo doy? ¿cómo da Jesús, con la
caricia del amor o como quien paga una tasa? Así, ha seguido preguntado:
“cuando ayudas a una persona, ¿la miras a los ojos? ¿Le tocas la mano? Es la
carne de Cristo, es tu hermano, tu hermana. Y tú en ese momento eres como el
Padre que no deja que les falte la comida a los pájaros del cielo. Con cuánto
amor el Padre da”.
Finalmente,
ha invitado a pedir al Señor la gracia de ser libres de esta idolatría, el
apego a las riquezas: la gracia de mirarle a Él, tan rico en su amor y tan rico
en su generosidad, en su misericordia; es la gracia de ayudar a los otros con
el ejercicio de la limosna, pero como lo hace Él.
20.10.15
El Papa en Santa
Marta: "Dios nos ama sin medida y sale a buscarnos"
En la homilía de este martes, el
Santo Padre recuerda que “no es fácil, con nuestros criterios humanos”,
pequeños y limitados, “entender el amor de Dios”
Ciudad del
Vaticano, 20 de octubre de 2015 (ZENIT.org)
Dios siempre da con abundancia su gracia a los
hombres, que en cambio tienen “la costumbre de medir las situaciones”:
comprender la abundancia del amor divino es siempre fruto de una gracia. Ésta
es la idea central de la homilía que el papa Francisco ha pronunciado durante
la misa de hoy martes por la mañana, en la capilla de la Casa Santa Marta.
Abundante. El amor de Dios por el hombre es así. Una
generosidad que al hombre en cambio se le escapa, demasiado acostumbrado a con
gotero algo que él posee. El Santo Padre lee el pasaje de san Pablo
en esta clave. La salvación traída por Jesús, que supera la caída de Adán, es
una demostración de este darse con abundancia. Y la salvación, explica, “es la
amistad entre nosotros y Él”.
“¿Cómo da Dios su amistad
para nuestra salvación? Nos dará con una buena medida, apretada,
colma, rebosante... Pero esto sugiere la abundancia y esta palabra
'abundancia', en este pasaje se repite tres veces. Dios da en abundancia hasta
el punto de decir, Pablo, como resumen final: 'Donde abundó el pecado,
sobreabundó la gracia'. Sobreabunda, todo. Y este es el amor de Dios: sin
medida. Todo de sí mismo”.
Sin medida como el
padre de la parábola del Evangelio, que todos los días mira hacia el horizonte
para ver si su hijo decide regresar donde él. “El corazón de Dios --afirma el
Pontífice-- no está cerrado: siempre está abierto. Y cuando llegamos, como
aquel hijo, nos abraza, nos besa: un Dios que hace fiesta”.
“Dios no es un
Dios mezquino: Él no conoce la mezquindad. Él da todo. Dios no es un Dios
quieto que se queda mirando y esperando que nosotros nos convirtamos.
Dios es un Dios que sale: sale a buscar, a buscar a cada uno de nosotros. ¿Pero
esto es verdad? Todos los días Él nos busca, nos está buscando. Como ya lo ha
hecho, como he dicho, en la parábola de la oveja perdida o de la moneda
perdida: busca. Siempre es así”.
En el cielo,
insiste el Papa, se hace “más fiesta” por un solo pecador que se convierte, que
por cien que permanecen fieles. Y sin embargo --reconoce-- “no es fácil, con
nuestros criterios humanos”, pequeños y limitados, “entender el amor de Dios”.
Se entiende por una “gracia”, como lo había entendido --recuerda
Francisco-- la monja de 84 años, conocida en su diócesis, que todavía
recorría constantemente las salas del hospital para hablar con una sonrisa del
amor de Dios a los enfermos. Ella, concluye el Santo Padre, tenía “el don de
comprender este misterio, esta sobreabundancia” del amor de Dios, que a la
mayoría se les escapa.
“Es cierto,
siempre tenemos la costumbre de medir las situaciones, las cosas con las
medidas que tenemos: y nuestras medidas son pequeñas. Por ello, haremos bien en
pedir la gracia del Espíritu Santo, orar al Espíritu Santo, la gracia de
acercarnos al menos un poco para entender este amor y tener el deseo de ser
abrazados, besados con esa medida sin límites”.
21.10.15
25.10.15
Texto completo de la
catequesis del Papa en la audiencia del miércoles 21 de octubre
En la audiencia general, Francisco
recuerda que 'sin libertad no hay amistad, sin libertad no hay amor, sin
libertad no hay matrimonio'
Ciudad del
Vaticano, 21 de octubre de 2015 (ZENIT.org)
El papa Francisco dedicó la catequesis de este
miércoles a “la promesa de amor y de fidelidad que el hombre y la mujer se
hacen el uno al otro”. En su reflexión semanal, el Pontífice destacó que “la
fidelidad a las promesas es una verdadera obra maestra de la humanidad”. Por
ello, dijo que “es necesario restituir el honor social a la fidelidad del amor”
(leer la crónica).
A
continuación publicamos las palabras del Santo Padre en la audiencia general:
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En la pasada meditación hemos reflexionado sobre las
promesas importantes que los padres hacen a los niños, desde que ellos han sido
pensados en el amor y concebidos en el vientre.
Podemos añadir que, mirándolo bien, toda la realidad
familiar está fundada en la promesa: pensar bien esto, la identidad familiar
está fundada en la promesa. Se puede decir que la familia vive de la promesa de
amor y de fidelidad que el hombre y la mujer se hacen el uno al otro. Esta
conlleva el compromiso de acoger y educar a los hijos; pero se lleva a cabo
también en el cuidar a los padres ancianos, en el proteger y asistir a los
miembros más débiles de la familia, en el ayudarse unos a otros para realizar
las propias cualidades y aceptar los propios límites.
Y la promesa
conyugal se extiende para compartir las alegrías y los sufrimientos de todos
los padres, las madres y los niños, con generosa apertura en lo relacionado con
la convivencia humana y el bien común. Una familia que se cierra en sí misma es
como una contradicción, una mortificación de la promesa que la ha hecho nacer y
la hace vivir. No olvidar nunca la identidad de la familia siempre es una
promesa que se extiende y extiende a toda la familia y también a toda la
humanidad.
En nuestros días,
el honor de la fidelidad a la promesa de la vida familiar se presenta muy
debilitada. Por una parte, por una malentendido derecho de buscar la propia
satisfacción, a toda costa y en cualquier relación, se exalta como un principio
no negociable de la libertad. Por otro lado, porque se fían exclusivamente de
las constricciones de la ley los vínculos de la vida de relación y del
compromiso por el bien común. Pero, en realidad, nadie quiere
ser amado solo por los propios bienes o por obligación. El amor, como también
la amistad, deben su fuerza y su belleza precisamente a este hecho: que generan
una unión sin quitar la libertad. El amor es libre, la promesa de la familia es
libre. Y esta es la belleza. Sin la libertad no hay amistad, sin libertad no
hay amor, sin libertad no hay matrimonio. Por tanto, libertad y fidelidad no se
oponen la una a la otra, es más, se sostienen la una a la otra, tanto en las
relaciones personales, como en las sociales. De hecho, pensemos en los daños
que producen, en la civilización de la comunicación global, la inflación de
promesas mantenidas, en varios campos y la indulgencia por la infidelidad a la
palabra dada y a los compromisos tomados.
Sí, queridos
hermanos y hermanas, la fidelidad es una promesa de compromiso que se
auto-cumple, creciendo en la libre obediencia a la palabra dada. La fidelidad
es una confianza que “quiere” ser realmente compartida, y una esperanza que
“quiere” ser cultivada junta. Y hablando de fidelidad me viene a la mente lo
que nuestros ancianos , nuestros abuelos cuentan ‘esos tiempos cuando se hacía
un acuerdo, un apretón de manos era suficiente, porque había fidelidad a las
promesas’. Y esto que es un hecho social también tiene su origen en la familia,
en el apretón de manos del hombre y la mujer para ir adelante juntos toda la
vida. ¡La fidelidad a las promesas es una verdadera obra maestra de la
humanidad! Si miramos a su belleza audaz, estamos asustados, pero si despreciamos
su valiente tenacidad, estamos perdidos. Ninguna relación de amor --ninguna
amistad, ninguna forma de querer, ninguna felicidad del bien común-- alcanza a
la altura de nuestro deseo y de nuestra esperanza, si no llega a habitar
este milagro del alma. Y digo “milagro”, porque la fuerza y la persuasión de la
fidelidad, a pesar de todo, no termina de encantarnos y de sorprendernos. El
honor a la palabra dada, la fidelidad a la promesa, no se pueden comprar y
vender. No se pueden obligar con la fuerza, pero tampoco cuidar sin sacrificio.
Ninguna otra
escuela puede enseñar la verdad del amor, si la familia no lo hace. Ninguna ley
puede imponer la belleza y la herencia de este tesoro de la dignidad humana, si
la unión personal entre amor y generación no la escribe en nuestra carne.
Hermanos y
hermanas, es necesario restituir el honor social a la fidelidad del
amor, restituir honor social a la fidelidad del amor. Es necesario restar
clandestinidad al milagro cotidiano de millones de hombres y mujeres que regeneran
su fundamento familiar, del cuál vive cada sociedad, sin estar en grado de
garantizarlo de ninguna manera. No es casualidad, este principio de fidelidad a
la promesa del amor y de la generación está escrito en la creación de Dios como
una bendición perenne, a la cual está confiada el mundo.
Si san Pablo puede
afirmar que en la unión familiar está misteriosamente revelada una verdad
decisiva también para la unión del Señor y de la Iglesia, quiere decir que la
Iglesia misma encuentra aquí una bendición para cuidar y de la cual siempre se
aprende, antes aún de enseñarla. Nuestra fidelidad a la promesa está siempre
confiada a la gracia y la misericordia de Dios. El amor por la familia humana,
en la buena y en la mala suerte, ¡es un punto de honor para la Iglesia! Dios
nos conceda estar a la altura de esta promesa.
Y rezamos por los
Padres del Sínodo: el Señor bendiga su trabajo, desempeñado con fidelidad
creativa, en la confianza que Él el primero, el Señor, es fiel a sus promesas.
Gracias
22.10.15
El Papa en Sta. Marta:
'No somos faquires, nuestro esfuerzo abre las puertas al Espíritu Santo'
En la homilía de este jueves, el
Santo Padre recuerda que nuestra conversión es un trabajo de todos los días
Ciudad del
Vaticano, 22 de octubre de 2015 (ZENIT.org)
El esfuerzo del cristiano tiene como objetivo abrir la
puerta del corazón al Espíritu Santo. Esta es la idea central de la homilía del
papa Francisco en la misa de este jueves por la mañana, celebrada en la capilla
de la Casa Santa Marta. En su reflexión, el Pontífice ha destacado que la
conversión, para el cristiano, “es una tarea, es un trabajo diario” que nos
lleva al encuentro con Jesús. Así, el Santo Padre ha puesto el ejemplo de una
madre con cáncer que ha hecho todo lo posible para derrotar a la enfermedad.
El Papa se ha inspirado en la Carta de san Pablo a los
Romanos y ha señalado que, para pasar del servicio de la iniquidad a la
santificación, debemos esforzarnos todos los días. San Pablo, ha
observado, utiliza “la imagen del deportista”, el hombre que “se entrena para
prepararse para el partido y hace un gran esfuerzo”. Y dice: “Pero si este,
para ganar un partido hace este esfuerzo, entonces nosotros, que tenemos que
llegar a esa gran victoria del Cielo, ¿cómo lo haremos?”. San Pablo, ha
proseguido, nos “exhorta mucho a avanzar en este esfuerzo”.
“'Ah, Padre,
¿podemos pensar que la santificación llega a través del esfuerzo que hago, como
la victoria llega a través del entrenamiento para el que hace deporte?'. No. El
esfuerzo que hacemos, este trabajo diario de servir al Señor con nuestra alma,
con nuestro corazón, con nuestro cuerpo, con toda nuestra vida solo abre la
puerta al Espíritu Santo. ¡Él es el que entra en nosotros y nos salva! ¡Él es
el don en Jesucristo! Al contrario, nos pareceremos a los faquires: no, no
somos faquires. Nosotros, con nuestro esfuerzo, abrimos la puerta”.
Una tarea difícil,
ha reconocido Francisco, “porque nuestra debilidad, el pecado original, el
diablo siempre nos acobardan”. El autor de la Carta a los Hebreos, ha añadido,
“nos advierte contra esta tentación de retroceder”, nos invita a “no
retroceder, no ceder”. Debemos “ir hacia adelante --ha instado-- siempre: un
poco cada día”, incluso “cuando hay una gran dificultad”.
“Hace unos meses,
me encontré con una mujer. Joven, madre de una familia --una hermosa familia--
que tenía cáncer. Un cáncer malo. Pero ella se movía con felicidad, hacía como
si estuviera sana. Y hablando de esa actitud, me ha dicho: 'Padre, ¡hago todo
lo posible para vencer al cáncer!'. Así el cristiano. Nosotros, los que hemos
recibido este don en Jesucristo y hemos pasado del pecado, de la vida de la
iniquidad a la vida del don en Cristo, en el Espíritu Santo, debemos hacer lo
mismo. Cada día un paso. Cada día un paso”.
23.10.15
Sta. Marta: leer los
signos de los tiempos y cambiar fieles en la verdad del Evangelio
En la homilía de este viernes el
Santo Padre ha recordado que Dios nos ha creado libres, que
debemos abrirnos a la fuerza del Espíritu y entender bien qué sucede
dentro y fuera de nosotros usando el discernimiento, en silencio,
reflexión y oración
Ciudad del
Vaticano, 23 de octubre de 2015 (ZENIT.org)
La Iglesia debe obrar siguiendo los signos de los tiempos
sin caer en la comodidad del conformismo, sino dejándose inspirar por la
oración. Y es que los tiempos cambian y nosotros los cristianos debemos cambiar
continuamente con libertad en la verdad de la fe. Así lo ha asegurado el Santo
Padre esta mañana durante su homilía de la misa celebrada en Santa Marta.
Los tiempos hacen lo que deben: cambian. Por eso, el
papa Francisco ha recordado que los cristianos tienen que hacer lo que quiere
Cristo: valorar los tiempos y cambiar con ellos, permaneciendo “fieles en la
verdad del Evangelio”. Lo que no está permitido es “el tranquilo conformismo
que, de hecho, hace permanecer inmóviles”.
Haciendo referencia a la lectura del día de la Carta a
los Romanos de San Pablo, el Pontífice ha subrayado que el apóstol predica con
“mucha fuerza la libertad que nos ha salvado del pecado”. Y está la página del
Evangelio en la cual Jesús habla de “los signos de los tiempos” llamando
hipócritas a aquellos que saben comprenderlos pero que no hacen lo mismo con el
tiempo del Hijo del Hombre. A propósito, el Papa ha asegurado que Dios nos ha
creado libres y “para tener esta libertad” debemos “abrirnos a la fuerza del
Espíritu y entender bien qué sucede dentro y fuera de nosotros” usando “el
discernimiento”.
De este modo, el
Santo Padre ha comentado que “tenemos esta libertad de juzgar lo que
sucede fuera de nosotros. Pero, para juzgar debemos conocer bien lo que sucede
fuera de nosotros”. Por eso se ha preguntado “¿cómo se puede hacer esto? ¿Cómo
se puede hacer esto, que la Iglesia llama ‘conocer los signos de los tiempos’?”
A continuación, el
Santo Padre ha asegurado que “los tiempos cambian y es propio de la sabiduría
cristiana conocer estos cambios, conocer los diversos tiempos y conocer los
signos de los tiempos. Qué significa una cosa y otra. Y hacer esto sin
miedo, con libertad”.
Francisco ha
reconocido que no es algo fácil, porque son demasiados los condicionantes
externos que presionan también a los cristianos induciendo a muchos a un ‘no
hacer’.
Y lo ha explicado
así: “Esto es un trabajo que de costumbre no hacemos: nos conformamos, nos
tranquilizamos con un ‘me ha dicho, he escuchado, la gente dice, he leído…’ Y
así estamos tranquilos… ¿Pero cuál es la verdad? ¿Cuál es el mensaje que el
Señor quiere darme con el signo de los tiempos? Para entender los signos de los
tiempos, antes que nada es necesario el silencio: hacer silencio y observar. Y
después reflexionar dentro de nosotros”. Al respecto ha preguntado: “¿por qué
hay tantas guerras ahora? ¿Por qué ha sucedido algo? Y rezar… silencio,
reflexión y oración. Solamente así --ha asegurado-- podremos entender los
signos de los tiempos, lo que Jesús quiere decirnos.
Del mismo modo, ha
precisado que entender los signos de los tiempos no es un trabajo exclusivo de
una élite cultural. Jesús no dice “mirad cómo hacen los universitarios, mirado
cómo hacen los doctores, mirad cómo hacen los intelectuales…”. El Papa ha
subrayado que Jesús habla a los campesinos que “en su sencillez” saben
“distinguir el grano de la cizaña”.
Para finalizar, el
Pontífice ha indicado que “los tiempos cambian y nosotros cristianos debemos
cambiar continuamente. Debemos cambiar firmes en la fe en Jesucristo, firmes en
la verdad del Evangelio, pero nuestra actitud debe moverse continuamente según
los signos de los tiempos. Somos libres. Somos libres por el don de la libertad
que nos ha dado Jesucristo. Pero nuestro trabajo es mirar qué sucede dentro de
nosotros, discernir nuestros sentimientos, nuestros pensamientos; y qué sucede
fuera de nosotros y discernir los signos de los tiempos. Con silencio, con la
reflexión y con la oración”.
24.10.15
Francisco rezó por las
víctimas del accidente en Francia
Envió un telegrama al obispo de Burdeos
El santo padre Francisco envió hoy sábado sus
condolencias por el accidente en Francia e indicó que “acompaña con su
oración la tristeza de las familias en duelo y confía a las víctimas a la
misericordia de Dios para que sean acogidas en su luz”.
Un violento choque entre un autobús y un
camión en una carretera en Francia ocurrido este viernes registra un saldo
provisorio de 43 muertos. Fue en la carretera departamental 123, en localidad
de Puisseguin, en la región de Gironda, en el suroeste de Francia. Ambos
vehículos se incendiaron tras la colisión. La rapidez del conductor del autobús
que logró abrir las puertas evitó que el número de víctimas fuera mayor.
El Papa envió sus condolencias a través de un
telegrama firmado por el secretario de estado del Vaticano, cardenal Pietro
Parolin, dirigido al arzobispo de Burdeos, Mons. Jean-Pierre Ricard.
El telegrama dice: “Al enterarse del trágico accidente
ocurrido en Puisseguin, entre un autobús que transportaba a personas de la
tercera edad y un camión, que ha dejado numerosas víctimas, Su Santidad el Papa
Francisco acompaña con su oración la tristeza de las familias en duelo y confía
a las víctimas a la misericordia de Dios para que sean acogidas en su luz”.
(24 de
octubre de 2015) © Innovative Media Inc.
25.10.15
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