Este pasado Junio se presentó en sociedad la última (y primera)
Encíclica social del Francisco. Laudato si tiene como principal tema la ecología, pero es evidente que es difícil hablar
de ecología sin hacer referencia a la economía. Por ello, voy a comentar en
este breve artículo las principales ideas económicas que se pueden observar en
la Encíclica.
La primera idea que se observa es cómo Francisco liga la idea de que
preocuparse por el medio ambiente es una manera de preocuparse por los más
desfavorecidos. Las dos preocupaciones vienen conjuntamente: son
inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el
compromiso con la sociedad y la paz interior (10). Dios creó el universo
para todas y cada una de las personas que habitan nuestro planeta. No reservó
sus bienes para unos o para otros, sino que los ofreció a todos. Lo creado no
es solo para mi, para que me aproveche individualmente de ello, para que sirva
a mis intereses y no a los de otros sino que tiene una vocación común que no
debemos olvidar. Por ello debe estar al servicio de las personas para que todos
tengamos al menos lo suficiente para vivir y ello implica necesariamente
priorizar a los más pobres, a los que menos tienen.
La segunda gran idea económica de la Encíclica es que el deterioro
ambiental es otra cara de la cultura del descarte a la que tanto hace
mención Francisco. Estos problemas están íntimamente ligados a la cultura
del descarte, que afecta tanto a los seres humanos excluidos como a las cosas
que rápidamente se convierten en basura (22). Porque cuando se piensa
solamente en el interés personal y en buscar el máximo provecho para uno mismo,
se descartan las personas, pero también se descartan las cosas. Lo que ya ha
pasado de moda, lo que ha dejado de interesarme, lo que ya no es actual se
descarta, se tira, se convierte en inútil y se desecha. Esto lleva a montañas
de basuras, a productos que no han acabado su vida útil pero que llenan los
contenedores o los nuevos vertederos selectivos (ecoparques).
Insiste también Francisco en que la excesiva especialización de los
saberes tiene como principal consecuencia negativa la dificultad de
observar al conjunto, de ver más allá de las ideas y de la relación de
causalidad que se da entre el estrecho marco estudiado por los científicos que
trabajan en esta dinámica. Esto es especialmente grave en una ciencia económica
que en la actualidad se limita a estudiar problemas concretos que se dan en un
pequeño marco de relaciones de causalidad. Ello le lleva a olvidar
consideraciones más amplias, a ir más allá de su propio marco, a buscar una
visión más general de aquello que se estudia. Esta es una de las causas de que
la economía olvide con frecuencia a los más pobres, obvie el medio ambiente,
descuide lo que le puede pasar a los que vendrán después, deje de mirar el
largo plazo para centrarse solo en lo inmediato…
En este sentido, habla también de un relativismo práctico que hace que todo
se vuelve irrelevante si no sirve a los propios intereses inmediatos
(122). Esta es la causa por la que el otro y la creación, el medio
ambiente, son vistos como algo que solamente me sirven a mi, que solamente son
buenos en la medida que los pongo al servicio de mi yo. Esto nos lleva a
cosificar al otro, a preferir lo que nos da beneficios a nosotros y a utilizar
a los otros y a lo otro en lugar de considerarlo como algo importante por si
mismo y no solo en la medida que me sirve.
Para superar estos problemas desde el punto de vista económico, realiza
varias sugerencias. La primera es que hay que recordar, tal como hizo San Juan
Pablo II en la Laborem exercens, que la preferencia es el trabajo y no el
capital. La persona y su trabajo deben estar por encima del capital, por
encima de los intereses económicos y del beneficio. Por ello afirma que debe
promoverse una economía que favorezca la diversidad productiva y la
creatividad empresarial (129), para que lo humano prevalezca, para que las
personas estén por delante de los beneficios.
En segundo lugar hace una apuesta decidida por una economía a pequeña
escala. Priorizar a los últimos, buscar una economía que cree empleo y que
busque un servicio real al bien común, precisa de la diversificación de la
actividad económica y de una potenciación de la creatividad que son difíciles
de lograr cuando las empresas son demasiado grandes y el mercado está solamente
controlado por unos pocos. La escala humana en los negocios, en las empresas,
en los mercados, favorece una economía más respetuosa con el medio ambiente y
la creación de empleo.
En tercer lugar insiste en una idea de la que ya habló Benedicto XVI en su
mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de 2013: la necesidad de cambiar
el sistema económico, consumista y productivo en el que nos encontramos.
Habla de cambiar el modelo de desarrollo global (194) y para hacerlo
recuerda una idea básica en la Doctrina Social de la Iglesia: que la rentabilidad
no puede ser el único criterio en tenerse en cuenta (187) porque olvida la
mirada global que se reclama a toda actuación económica. El principio de
maximización de la ganancia, que tiende a aislarse de toda otra consideración,
es una distorsión conceptual de la economía (195), ya que, entre otras
cosas, solamente introduce los costes económicos, pero no los ambientales,
sociales o humanos que puede provocar una actividad económica. Por ello, habla
de aceptar el decrecimiento como otro modo de progreso y desarrollo (190).
Ha llegado la hora de aceptar cierto decrecimiento en algunas partes del
mundo aportando recursos para que se pueda crecer sanamente en otras partes (193).
Por último insiste en que No solo es necesario cambiar el modelo de
desarrollo global, sino que también se precisa un cambio personal. Una
modificación de nuestro estilo de vida. Precisamos de una opción personal que
nos lleve a vivir de otra manera, que nos impulse a dar un sentido diferente a
nuestro quehacer económico. Para ello Francisco recupera, en primer lugar, algo
que proviene de la sabiduría tradicional (y también de la sabiduría cristiana),
el saber que menos es más (222). Saber conformarse con poco, buscar tan
solo “el pan nuestro de cada día” para lo que podemos rebajar nuestro
consumo, reciclar, separar los residuos, ahorrar agua y electricidad, utilizar
transporte público… (211) Hacer gala de lo que Francisco denomina austeridad
responsable (214)
Francisco: los niños y
las mujeres de la calle no son números
“Esta realidad es una vergüenza de
nuestras sociedades que presumen de ser modernas"
Ciudad del
Vaticano, 17 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
Es preocupante ver el aumento del número de las
jóvenes y mujeres que son obligadas a ganarse la vida en la calle, vendiendo su
cuerpo, explotadas por las organizaciones criminales y a veces por pariente y
familiares. “Esta realidad es una vergüenza de nuestras sociedades que
presumen de ser modernas y de haber alcanzado altos niveles de cultura y
de desarrollo. La corrupción difundida y la búsqueda del beneficio a toda costa
privan a los inocentes y a los más débiles de las posibilidades de una vida
digna, alimentan la criminalidad de la trata y las otras injusticias que caen
sobre sus hombros”. Así lo ha asegurado el Santo Padre en la mañana de
este jueves, en su discurso a los participantes del Simposio Internacional
sobre la Pastoral de la Calle, promovido por el Pontificio Consejo de la
Pastoral de Migrantes e Itinerantes.
De este modo, el papa Francisco ha exclamado que
“¡nadie puede permanecer inerte frente a la necesidad urgente de cuidar la
dignidad de la mujer, amenazada por factores culturales y
económicos!”
Tal y como ha recordado el Pontífice, “el objetivo de
estas jornadas de estudio y de reflexión es preparar un plan de acción en
respuesta al fenómeno de los niños y de las niñas --y de sus familias-- que
tienen como principal ambiente de vida la calle”. Reconociendo tener “gran
estima por vuestro compromiso”, les ha animado a ir adelante con confianza y
con celo apostólico.
Estas realidades
con las que trabajan, “son causadas por la indiferencia, la pobreza, la
violencia familiar y social, y de la trata de las personas humanas”, ha
asegurado Francisco. Del mismo modo ha recordado que no falta el dolor por las
separaciones conyugales y el nacimiento de niños fuera del matrimonio,
destinados a menudo a una vida “callejera”.
Y ha añadido que
“los niños y las mujeres de la calle no son números, no son ‘paquetes’ que
se intercambian: son seres humanos con un nombre propio y un rostros
propio, con una identidad donada por Dios a cada uno de ellos”.
A propósito, el
Papa ha advertido que ningún niño elige por su cuenta vivir en la calle.
Lamentablemente, “también en el mundo moderno y globalizado, a muchos niños se
les roba su infancia, sus derechos, su futuro”. Por eso el Papa ha reconocido
que la carencia de leyes y de estructuras adecuadas contribuyen a empeorar su
estado de privación: les falta una verdadera familia, educación y asistencia
sanitaria. Y ha advertido que “cada niño a abandonado y obligado a vivir en la
calle, se convierten en presa de las organizaciones criminales”.
“Es un grito que
sube a Dios”, exclamó el Pontífica, “es un grito que acusa un sistema
social que criticamos desde hace años pero que nos cuesta cambiar según los
criterios de justicia”.
Asimismo, el Papa
ha pedido a los presentes que no se rindan ante las dificultades de los
desafíos que interpelan su convicción. Por eso, ha advertido que ni la Iglesia
ni las instituciones eclesiales pueden “cerrar los ojos frente al nefasto
fenómeno de los niños y de las mujeres de la calle”. Por otro lado,
Francisco ha recordado que “la misericordia es el acto supremo con el cual Dios
viene a nuestro encuentro, es el camino que abre el corazón a la esperanza de
ser amados para siempre”.
Para finalizar su
discurso, el Pontífice les ha deseado “una fecunda misión en vuestros países
para el cuidado pastoral y espiritual y para la liberación de los más frágiles
y explotados; una misión fecunda para la promoción y cuidado de su identidad y
dignidad”.
18.09.15
El Papa invita a una
comprensión religiosa de la creación al mirar el firmamento
El Santo Padre exhorta a los
participantes del Simposio del Observatorio Vaticano a "estar en las
fronteras entre la fe y la ciencia moderna” y a dialogar con las otras
religiones sobre la creación
Ciudad del
Vaticano, 18 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
En el contexto del diálogo interreligioso, hoy más
urgente que nunca, la búsqueda científica sobre el universo puede ofrecer una
perspectiva única, compartida por los creyentes y no creyentes, que ayude a
alcanzar una mejor comprensión religiosa de la creación. Así lo ha asegurado el
santo padre Francisco en su discurso a los participantes del Simposio promovido
del Observatorio Vaticano.
Asimismo, ha indicado que en este sentido, las
Escuelas de Astrofísica que el Observatorio ha organizado en los últimos treinta
años, “son una preciosa oportunidad en la que los jóvenes astrónomos de todo el
mundo dialogan y colaboran en la búsqueda de la verdad”.
El Pontífice ha recordado en su discurso que “el mundo
es algo más que un problema a resolver, es un misterio gozoso que contemplamos
con jubilosa alabanza”. A propósito ha señalado que san Ignacio de Loyola
entendía bien este lenguaje. “Él mismo contó que su consolación más grande era
mirar al cielo y las estrellas porque esto le hacía sentir un gran deseo de servir
al Señor”, ha explicado Francisco.
Tal y como ha
recordado, con la refundación del Observatorio en Castel Gandolfo, Pío XI
estableció también que su gestión fuera responsabilidad de la Compañía de
Jesús. Por eso, ha subrayado el discurso que Benedicto XVI dirigió a los Padres
de la última Congregación General de la Compañía de Jesús en el que señalaba que
“la Iglesia tiene la urgente necesidad de religiosos que dediquen su vida a
estar precisamente en las fronteras entre la fe y el saber humano, la fe y la
ciencia moderna”.
El Papa, también
ha asegurado a los presentes que es muy importante que compartan el don de
su conocimiento científico del universo con la gente, “dando gratis lo que
habéis recibido gratis”.
Finalmente, les ha
alentado a continuar el camino con sus colegas, y con cuantos comparten el
entusiasmo y el cansancio de la “exploración del universo”.
19.09.15
Texto completo del
Papa en el aeropuerto de La Habana
El Santo Padre llega a Cuba en su
primera etapa del décimo viaje de su pontificado
Ciudad del
Vaticano, 19 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
Publicamos a continuación el discurso completo del
Santo Padre en la ceremonia de acogida en La Habana
Señor
Presidente, Distinguidas Autoridades, Hermanos en el Episcopado, Señoras y
señores:
Muchas gracias, Señor Presidente, por su acogida y
sus atentas palabras de bienvenida en nombre del Gobierno y de todo el pueblo
cubano. Mi saludo se dirige también a las autoridades y a los miembros del
Cuerpo diplomático que han tenido la amabilidad de hacerse presentes en este
acto.
Al Cardenal Jaime Ortega y Alamino, Arzobispo de La
Habana, a Monseñor Dionisio Guillermo García Ibáñez, Arzobispo de Santiago
de Cuba y Presidente de la Conferencia Episcopal, a los demás Obispos y a todo
el pueblo cubano, les agradezco su fraterno recibimiento.
Gracias a todos los que se han esmerado para preparar
esta visita pastoral. Quisiera pedirle a Usted, Señor Presidente, que
transmita mis sentimientos de especial consideración y respeto a su hermano
Fidel. A su vez, quisiera que mi saludo llegase especialmente a todas aquellas
personas que, por diversos motivos, no podré encontrar y a todos los cubanos
dispersos por el mundo.
Como señaló usted,
señor presidente, este año 2015 se celebra el 80 aniversario del
establecimiento de relaciones diplomáticas ininterrumpidas entre la
República de Cuba y la Santa Sede.
La Providencia me
permite llegar hoy a esta querida Nación, siguiendo las huellas indelebles del
camino abierto por los inolvidables viajes apostólicos que realizaron a esta
Isla mi dos predecesores, san Juan Pablo II y Benedicto XVI. Sé que su
recuerdo suscita gratitud y cariño en el pueblo y las autoridades de Cuba. Hoy
renovamos estos lazos de cooperación y amistad para que la Iglesia siga
acompañando y alentando al pueblo cubano en sus esperanzas y en sus
preocupaciones, con libertad y con los medios y espacios necesarios para llevar
el anuncio del Reino hasta las periferias existenciales de la sociedad.
Este viaje
apostólico coincide además con el I Centenario de la declaración de la
Virgen de la Caridad del Cobre como Patrona de Cuba, por Benedicto XV. Fueron
los veteranos de Guerra de la Independencia, movidos por sentimientos de fe y
patriotismo, quienes pidieron que la Virgen mambisa fuera la patrona de Cuba
como nación libre y soberana. Desde entonces, Ella ha acompañado la historia
del pueblo cubano, sosteniendo la esperanza que preserva la dignidad de las
personas en las situaciones más difíciles y abanderando la promoción de todo
lo que dignifica al ser humano. Su creciente devoción es testimonio
visible de la presencia de la Virgen en el alma del pueblo cubano. En estos
días tendré ocasión de ir al Cobre, como hijo y peregrino, para pedirle a
nuestra Madre por todos sus hijos cubanos y por esta querida Nación, para que
transite por los caminos de justicia, paz, libertad y reconciliación.
Geográficamente,
Cuba es un archipiélago que mira hacia todos los caminos, con un valor
extraordinario como «llave» entre el norte y el sur, entre el este y el oeste.
Su vocación natural es ser punto de encuentro para que todos los pueblos se
reúnan en amistad, como soñó José Martí, «por sobre la lengua de los
istmos y la barrera de los mares» (La Conferencia Monetaria de las
Repúblicas de América, en Obras escogidas II, La Habana 1992,
505). Ese mismo fue el deseo de san Juan Pablo II con su ardiente llamamiento a
«que Cuba se abra con todas sus magníficas posibilidades al mundo y que el
mundo se abra a Cuba» (Discurso en la ceremonia de llegada, 21-
1-1998, 5).
Desde hace varios
meses, estamos siendo testigos de un acontecimiento que nos llena de esperanza:
el proceso de normalización de las relaciones entre dos pueblos, tras años de
distanciamiento... Es un signo de la victoria de la cultura del encuentro, del
diálogo, del «sistema del acrecentamiento universal... por sobre el sistema,
muerto para siempre, de dinastía y de grupos» (José Martí, ibíd.).
Animo a los responsables políticos a continuar avanzando por este camino y a
desarrollar todas sus potencialidades, como prueba del alto servicio que están
llamados a prestar en favor de la paz y el bienestar de sus pueblos
y de toda América, y como ejemplo de reconciliación para el mundo
entero. El mundo necesita reconciliación en esta atmósfera de tercera guerra
mundial por etapas que estamos viviendo.
Pongo estos días
bajo la intercesión de la Virgen de la Caridad del Cobre, de los beatos Olallo
Valdés y José López Piteira y del venerable Félix Varela, gran propagador
del amor entre los cubanos y entre todos los hombres, para que aumenten
nuestros lazos de paz, solidaridad y respeto mutuo.
Nuevamente, muchas gracias, Señor
Presidente. 20.09.15
Francisco a la juventud
cubana: “Sean capaces de crear la amistad social”
El Papa se reunió con los
jóvenes del Centro Cultural Padre Félix Varela de La Habana
Madrid, 21
de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
El papa Francisco mantuvo este domingo por la tarde un
encuentro con la juventud cubana en el Centro Cultural Padre Félix Varela.
Ante miles de jóvenes de La Habana, el Santo Padre pidió a los presentes que
“sean capaces de crear la amistad social” y eviten los “conventillos de las
ideologías o las religiones”.
Además, el Pontífice les invitó a que trabajen juntos,
aunque piensen de forma diferente, en la “cultura del encuentro”. “A
ustedes, jóvenes cubanos, aunque piensen diferente, aunque tengan puntos de
vista diferentes quiero que vayan acompañados, juntos, buscando la esperanza,
el futuro y la nobleza de la patria”, instó el Papa en una alocución
improvisada.
Francisco exhortó a los chicos y chicas congregados a
las puertas del Centro Cultural Padre Félix Varela a tener los
“corazones abiertos y las mentes abiertas” y hablar con el que piensa distinto
buscando lo que existe en común.
“¿Por qué tiramos la piedra sobre aquello que nos
separa, aquello sobre lo que somos, aquello sobre lo que somos distintos? ¿Por
qué no nos damos la mano sobre lo que tenemos en común?”, preguntó el Santo
Padre en su mensaje que fue interrumpido en varias ocasiones por los jóvenes
con aplausos y expresiones de entusiasmo.
Les encomendó que trabajen para crear “amistad social”
porque la enemistad destruye la familia, destruye un país y puede destruir el
mundo.
El Pontífice animó
a la juventud de la Isla a soñar, porque un joven que no es capaz de hacerlo
“está clausurado y cerrado en sí mismo”. “Soñá que el mundo con vos puede ser
distinto, soñá que si vos ponés lo mejor de vos vas a ayudar a que ese mundo
sea distinto”, exhortó a los presentes.
También recordó
que los jóvenes “son la esperanza de un pueblo” y advirtió sobre el grave
problema de desempleo juvenil que existe en Europa.
“Un pueblo que no
se preocupa por dar trabajo a los jóvenes no tiene futuro”, denunció el Papa,
al tiempo que lamentó que la juventud entre a formar parte de esa “cultura del
descarte” que genera el “imperio del dios dinero”.
Así, alertó que al
joven que no tiene trabajo lo que le quedan son “las adicciones, el suicidio, o
irse por ahí buscando un ejército de destrucción para crear guerras”. “Esta
cultura del descarte nos está haciendo mal a todos, nos quita la esperanza”,
reiteró.
“Me despido
deseándoles lo mejor, voy a rezar por ustedes y les pido que recen por mí y si
alguno de ustedes no es creyente, y no puede rezar porque no es creyente, que
al menos me desee cosas buenas”, dijo Francisco.
Con su saludo a
los jóvenes, entre los que había creyentes y no creyentes, el Santo Padre
concluyó la intensa agenda que ha desarrollado este domingo en La Habana, donde
ofició una misa multitudinaria en la Plaza de la Revolución, visitó a Fidel
Castro, se reunió con su hermano, el presidente Raúl y participó en la Catedral
en el rezo de vísperas junto a sacerdotes, religiosas, religiosos y
seminaristas.
21.09.15
Francisco en
Washington visita por sorpresa a las Hermanitas de los Pobres
El Santo Padre subrayó la labor
de las religiosas en el cuidado de los ancianos
Ciudad del
Vaticano, 24 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
Los fuera de programa del papa Francisco se han
convertido en un clásico en sus viajes apostólicos. En esta ocasión, ha
sido para visitar a las Hermanitas de los Pobres en Washington. Después de la
eucaristía de la canonización de fray Junípero Serra este
miércoles, Francisco llegó a la Casa de las Hermanitas de los Pobres
para hacerles una visita sorpresa. La noticia fue confirmada por
el director de la Oficina de Prensa del Vaticano, padre
Federico Lombardi, quien además precisó que el Santo Padre quiso
realizar esta parada para expresar su apoyo a las religiosas comprometidas en
algunas batallas legales en el ámbito del conocido como Obamacare, reforma
sanitaria propuesta por el actual presidente de Estados Unidos.
Desde el 2013, de
hecho, las religiosas iniciaron una demanda contra la administración de Obama
ya que dicha reforma obliga a empresas e instituciones a suministrar cobertura
sanitaria a sus empleados incluyendo control de la natalidad, esterilizaciones
y píldoras abortivas.
El Pontífice
--explicó el portavoz vaticano-- se detuvo en la capilla durante 15 minutos
para charlar con todas las hermanas y también con su abogado.
De cualquier
forma, precisó que el Santo Padre no ha entrado específicamente en la cuestión
y en su breve saludo, después de haber hablado con cada una, subrayó la
importancia del ministerio de las hermanas y en particular sobre el cuidado de
los ancianos.
25.09.15
Francisco afirma que
Dios camina a nuestro lado en las grandes ciudades
En su homilía en el Madison
Square Garden, el Papa realizó un llamamiento a no desentendernos de la
vida de los demás
Madrid, 26
de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
El papa Francisco ofició este viernes por la tarde la
Santa Misa en el Madison Square Garden de Nueva York. Antes de la celebración
eucarística, el Santo Padre recorrió en un cochecito de golf el perímetro
interior del estadio cubierto, “lugar emblemático de la ciudad y sede de
importantes encuentros deportivos, artísticos y musicales”, como recordó el
Pontífice a las más de 20 mil personas presentes.
A su paso, Francisco saludó a algunos enfermos. Entre
ellos, le acercaron una niña en los brazos de su padre. La pequeña llevaba una
sonda, y previsiblemente sufría algún problema grave de salud. En cuanto el
Papa le dio un beso con enorme cariño, los progenitores rompieron a llorar por
la emoción.
Tras un día y medio de intensa actividad en la Gran
Manzana, tierra de adopción de millones de inmigrantes, el Santo Padre se
dirigió en español a la multitud congregada. En su homilía, el Pontífice
se refirió a las ciudades que “esconden el rostro de tantos que parecen no
tener ciudadanía o ser ciudadanos de segunda categoría”.
Así, mencionó a “los extranjeros, sus hijos (y no
solo) que no logran la escolarización, los privados de seguro médico, los sin
techo, los ancianos solos”, que se quedan en los márgenes de nuestras calles
“en un anonimato ensordecedor”.
En este sentido,
Francisco volvió a realizar una llamada a no olvidar a los últimos,
como había hecho en Washington yendo a visitar un refugio de personas sin techo
después de su visita al Congreso. Los cristianos son un “pueblo que
camina, respira, vive entre el «smog», ha visto una gran luz, ha experimentado
un aire de vida”, aseguró
Aunque había
iniciado sus palabras con una invitación seria a no olvidar a los más débiles,
el mensaje del Papa fue positivo y lleno de “una esperanza que nos libera de
esa fuerza que nos empuja a aislarnos, a desentendernos de la vida de los demás,
de la vida de nuestra ciudad”.
“Una esperanza
--prosiguió-- que nos libra de «conexiones» vacías, de los análisis abstractos
o de las rutinas sensacionalistas”. “Una esperanza que no tiene miedo a
involucrarse actuando como fermento en los rincones donde nos toque vivir y
actuar. Una esperanza que nos invita a ver en medio del «smog» la presencia de
Dios”, indicó el Santo Padre.
Por eso, el
Pontífice recordó que Jesús es el Emmanuel, “el Dios-con-nosotros, el Dios que
camina a nuestro lado, que se ha mezclado en nuestras cosas, en nuestras casas,
en nuestras «ollas», como le gustaba decir a santa Teresa de Jesús”.
“Dios es nuestro
Padre, que camina a nuestro lado, nos libera del anonimato, de una vida sin
rostros, una vida vacía y nos introduce en la escuela del encuentro”, reiteró
el Papa.
Con gran energía,
Francisco subrayó que “Dios está en la ciudad”. Ante esta afirmación del Santo
Padre, los neoyorquinos no pudieron contenerse y reaccionaron con un
ensordecedor aplauso.
Una vez concluida
la Eucaristía, el Pontífice dio por finalizada su intensa agenda en Nueva York,
que continuará el fin de semana en Filadelfia.
26.09.15
El Papa a los
inmigrantes en Filadelfia: no se avergüencen nunca de sus tradiciones
El Santo Padre ha celebrado un
encuentro por la libertad religiosa con la comunidad hispana y otros
inmigrantes, a quienes recordó que es necesario que los fieles de las diversas
religiones unan sus voces para clamar por la paz
Madrid, 26
de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
Un pueblo que tiene memoria no repite los errores del
pasado; en cambio, afronta con confianza los retos del presente y del futuro.
La memoria salva el alma de un pueblo de aquello o de aquellos que quieren
dominarlo o utilizarlo para sus intereses. Así lo afirmó el santo padre
Francisco en el Independence National Historical Park de Filadelfia,
donde se reunió con la comunidad hispana y otros inmigrantes. También
recordó en su discurso que la globalización no es mala, lo que puede ser malo
es el modo de hacerlo. "Si una globalización pretende igualar a todos como
si fuera una esfera, esa globalización destruye la riqueza y la
particularidad de cada persona y de cada pueblo", observó.
A su llegada, hizo un recorrido en papamóvil por la
plaza para saludar a los fieles allí reunidos.
El arzobispo José H. Gomez y John M. Miller junto a
cinco representantes de “Encuentro” presentaron al Papa, para su bendición, una
cruz que será llevada en peregrinación por todo Estados Unidos como
preparación para cada “Encuentro” nacional de la Comunidad hispano-latina.
Después visitó la conocida Liberty Bell, la campana de la
libertad, símbolo de la independencia de Estados Unidos.
Tras el saludo del arzobispo de Filadelfia, monseñor
Charles Joseph Chaput, OFM Cap., el Papa dirigió unas palabras a los presentes.
Tal y como
recordó, en este lugar “fueron proclamadas por primera vez las libertades que
definen este país”. Y es que “la Declaración de Independencia proclamó que
todos los hombres y mujeres fueron creados iguales; que están dotados por su
Creador de ciertos derechos inalienables, y que los gobiernos existen para
proteger y defender esos derechos”. Pero la historia muestra también,
advirtió, que estas y otras verdades deben ser constantemente reafirmadas,
nuevamente asimiladas y defendidas. El Papa señaló que “la historia de esta
nación es también la historia de un esfuerzo constante, que dura hasta nuestros
días, para encarnar esos elevados principios en la vida social y política”.
De este modo,
recordó grandes luchas como la “abolición de la esclavitud”, “la extensión del
derecho de voto”, “el crecimiento del movimiento obrero” y “el esfuerzo gradual
para eliminar todo tipo de racismo y de prejuicios”.
A continuación,
Francisco hizo una reflexión sobre el derecho a la libertad religiosa, “un
derecho fundamental que da forma a nuestro modo de interactuar social y
personalmente con nuestros vecinos, que tienen creencias religiosas distintas a
la nuestra”.
La libertad
religiosa “comporta el derecho a adorar a Dios, individualmente y en comunidad,
de acuerdo con nuestra conciencia”. Pero, por otro lado, “trasciende los
lugares de culto y la esfera privada de los individuos y las
familias”.
Nuestras distintas
tradiciones religiosas, afirmó el Santo Padre, “nos recuerdan la dimensión
trascendente de la existencia humana y de nuestra libertad irreductible frente
a la pretensión de todo poder absoluto”. Al respecto, citó las atrocidades
perpetradas, especialmente en el siglo pasado, por los sistemas “que pretendían
construir algún tipo de paraíso terrenal, dominando pueblos, sometiéndolos a
principios aparentemente indiscutibles y negándoles cualquier tipo de
derechos”.
De este modo,
subrayó que “en un mundo en el que diversas formas de tiranía moderna tratan de
suprimir la libertad religiosa, o de reducirla a una subcultura sin derecho a
voz y voto en la plaza pública, o de utilizar la religión como pretexto para el
odio y la brutalidad”, es necesario que “los fieles de las diversas religiones
unan sus voces para clamar por la paz, la tolerancia y el respeto a la dignidad
y derechos de los demás”.
El papa argentino
aprovechó esta oportunidad para agradecer a todos los que, cualquiera que sea
su religión, “han tratado de servir al Dios de la paz construyendo ciudades de
amor fraterno, cuidando de nuestro prójimo necesitado, defendiendo la dignidad
del don divino de la vida en todas sus etapas, defendiendo la causa de los
pobres y los inmigrantes”.
Dirigiéndose a los
miembros de la gran población hispana de América y a los representantes de
inmigrantes recién llegados a los Estados Unidos allí presentes, les pidió que
“no se desanimen por los retos y dificultades que tengan que afrontar”. Asmismo
les invitó a que no olviden que, al igual que los que llegaron aquí antes,
“ustedes traen muchos dones a su nueva nación”. Es más, “no se avergüencen
nunca de sus tradiciones. No olviden las lecciones que aprendieron de sus
mayores, y que pueden enriquecer la vida de esta tierra americana”.
Igualmente, les recordó que están “llamados a ser ciudadanos
responsables y a contribuir provechosamente a la vida de las comunidades en que
viven”. Al contribuir con sus dones,--señaló el Santo Padre-- no solo
encontrarán su lugar aquí, sino que ayudarán a renovar la sociedad desde
dentro.
27.09.15
El Papa se despide de Estados Unidos
Tras una
histórica visita de seis días, que le llevó a Washington, Nueva York y
Filadelfia, Francisco puso rumbo a Roma. La llegada está prevista para las 10
horas locales
Madrid, 28
de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
El papa Francisco concluyó este domingo por la tarde
su gira de seis días por Estados Unidos. A las 19:46 hora local, el Pontífice
abandonó el país a bordo de un avión de la compañía American Airlines, tras ser
despedido en el Aeropuerto Internacional de Filadelfia por el vicepresidente
estadounidense, Joe Biden.
En el Hangar Uno, el Santo Padre asistió a una
ceremonia de despedida en la que se dirigió en inglés al Comité organizador, a
los voluntarios y a los benefactores del VIII Encuentro Mundial de las Familias
que clausuró hoy en Filadelfia.
En su intervención, el Papa pidió a Biden, con quien
mantuvo una reunión privada, que trasladara su gratitud al presidente Barack
Obama. También dio las gracias a los organizadores de su visita, al
afirmar que los “días con ustedes han sido breves, pero han sido días de gran
gracia para mí y rezo por ustedes también”.
“Para mí fue especialmente emotivo la canonización de
san Junípero Serra, que nos recuerda a todos nuestro llamado a ser discípulos misioneros.
También lo fue la visita, junto a mis hermanos y hermanas de otras religiones,
a la Zona Cero, lugar que nos habla con fuerza del misterio del mal”, dijo al
hacer balance de su gira estadounidense.
Francisco aprovechó
hasta el último momento de su estancia para insistir en su mensaje de
cuidar el medio ambiente, uno de los principales temas durante el viaje. “Ruego
al Señor para que ustedes sean administradores buenos y generosos de los
recursos humanos y materiales que les han sido confiados”, indicó dirigiéndose
a las autoridades políticas presentes.
Sus últimas
palabras antes de subir al avión de regreso fueron: “Los saludo a todos en el
Señor y los encomiendo al cuidado maternal de María Inmaculada, Patrona de los
Estados Unidos. Los tendré presentes en mis oraciones a ustedes y a sus
familias, y les pido, por favor, que recen por mí. Que Dios los bendiga. ¡Que
Dios bendiga a América!”. Al frente de la comitiva gubernamental, el
vicepresidente de Estados Unidos acompañó al Pontífice hasta la escalerilla de
la aeronave.
El Santo Padre
partió hacia Roma un par de horas después de oficiar una misa para poner el
broche al VIII Encuentro Mundial de las Familias, que congregó en la céntrica
avenida de Benjamin Franklin Parkway a casi un millón de personas.
Durante su visita
a este país, Francisco cumplió con una apretada agenda que le llevó a
Washington, Nueva York y Filadelfia.
En la capital
estadounidense, se reunió con Barack Obama, ante quien se presentó en la Casa Blanca
como un “hijo de familia de inmigrantes”. También en Washington, el Papa
canonizó al misionero español Junípero Serra en el Santuario Nacional de la
Inmaculada Concepción, con una misa al aire libre a la que asistieron más de 25
mil personas.
Además, hizo
historia al convertirse en el primer pontífice en dar un discurso ante el pleno
del Congreso de Estados Unidos, donde el Santo Padre pidió “no dar nunca la
espalda a los vecinos”, en alusión a los millones de inmigrantes cuyos derechos
“no siempre fueron respetados”.
La siguiente
parada de Francisco fue en la Gran Manzana. En una histórica alocución ante la
Asamblea General de las Naciones Unidas, el Papa pidió reemplazar la
“indiferencia global” por una “solidaridad global”.
En la ciudad que
nunca duerme, el Santo Padre ofició una misa en el Madison Square Garden a la
que asistieron miles de personas y tuvo un baño de masas en Central Park.
En Nueva York, el
Pontífice celebró también unas vísperas en la Catedral de San Patricio y otro
acto con representantes de distintas religiones en el World Trade Center, donde
rindió un homenaje a las víctimas de los atentados del 11 de septiembre de
2001.
Ya en Filadelfia,
el Papa presidió la Santa Misa en la Catedral de San Pedro y San Pablo, donde
dijo que los laicos tienen en sus manos el futuro de la Iglesia y destacó
especialmente en ese contexto el papel de las mujeres.
En esta misma
ciudad, Francisco habló el sábado ante miles de personas desde el Independence
Hall, que acogió la firma de la Declaración de Independencia y la Constitución
de Estados Unidos, donde apoyó nuevamente a los inmigrantes, con mención
especial a los hispanos.
Asimismo, el
Pontífice participó ayer en la Fiesta de las familias y hoy se reunió con
víctimas de abusos sexuales cometidos por miembros de la Iglesia, ante quienes
prometió que los responsables “rendirán cuentas”.
Antes de clausurar
el VIII Encuentro Mundial de las Familias, el Santo Padre visitó la prisión
Curran-Fromhold, en la que lamentó la existencia de sistemas penitenciarios que
nEl papa Francisco llegó a Estados Unidos el pasado día 22 procedente de Cuba,
la primera escala de un viaje marcado por el papel crucial que ha desempeñado
el Pontífice argentino en el restablecimiento de las relaciones entre esos dos
países.o ayudan a la reinserción de los presos.
28.09.15
Mensaje del Santo
Padre para la XXXI Jornada Mundial de la Juventud
El Papa recuerda a los jóvenes que
'la misericordia de Dios es muy concreta y todos estamos llamados a
experimentarla en primera persona'
Ciudad del
Vaticano, 28 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
Publicamos a continuación el Mensaje del Santo
Padre para la XXXI Jornada Mundial de la Juventud que se celebra en Cracovia
(Polonia) del 26 al 31 de julio de 2016, que ha dado a conocer hoy la
Oficina de Prensa de la Santa Sede. El Santo Padre invita a los jóvenes que
como preparación a la JMJ elijan una obra de misericordia corporal y una
espiritual para practicarla cada mes.
«Bienaventurados
los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia» (Mt 5,7)
"Queridos jóvenes:
Hemos llegado ya a la última etapa de nuestra peregrinación a Cracovia, donde el próximo año, en el mes de julio, celebraremos juntos la XXXI Jornada Mundial de la Juventud. En nuestro largo y arduo camino nos guían las palabras de Jesús recogidas en el “sermón de la montaña”. Hemos iniciado este recorrido en 2014, meditando juntos sobre la primera de las Bienaventuranzas: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos» (Mt 5,3). Para el año 2015 el tema fue «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mt 5,8). En el año que tenemos por delante nos queremos dejar inspirar por las palabras: «Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia» (Mt
1.El
Jubileo de la Misericordia
Con este tema la
JMJ de Cracovia 2016 se inserta en el Año Santo de la Misericordia,
convirtiéndose en un verdadero Jubileo de los Jóvenes a nivel mundial. No es la
primera vez que un encuentro internacional de los jóvenes coincide con un Año
jubilar. De hecho, fue durante el Año Santo de la Redención (1983/1984) que San
Juan Pablo II convocó por primera vez a los jóvenes de todo el mundo para el
Domingo de Ramos. Después fue durante el Gran Jubileo del Año 2000 en que más
de dos millones de jóvenes de unos 165 países se reunieron en Roma para la XV
Jornada Mundial de la Juventud. Como sucedió en estos dos casos precedentes,
estoy seguro de que el Jubileo de los Jóvenes en Cracovia será uno de los
momentos fuertes de este Año Santo.
Quizás alguno de
ustedes se preguntará: ¿Qué es este Año jubilar que se celebra en la Iglesia?
El texto bíblico del Levítico 25 nos ayuda a comprender lo que
significa un “jubileo” para el pueblo de Israel: Cada cincuenta años los
hebreos oían el son de la trompeta (jobel) que les convocaba (jobil)
para celebrar un año santo, como tiempo de reconciliación (jobal) para
todos. En este tiempo se debía recuperar una buena relación con Dios, con el
prójimo y con lo creado, basada en la gratuidad. Por ello se promovía, entre
otras cosas, la condonación de las deudas, una ayuda particular para quien se
empobreció, la mejora de las relaciones entre las personas y la liberación de
los esclavos.
Jesucristo vino
para anunciar y llevar a cabo el tiempo perenne de la gracia del Señor,
llevando a los pobres la buena noticia, la liberación a los cautivos, la vista
a los ciegos y la libertad a los oprimidos (cfr. Lc 4,18-19). En Él,
especialmente en su Misterio Pascual, se cumple plenamente el sentido más
profundo del jubileo. Cuando la Iglesia convoca un jubileo en el nombre de
Cristo, estamos todos invitados a vivir un extraordinario tiempo de gracia. La
Iglesia misma está llamada a ofrecer abundantemente signos de la presencia y
cercanía de Dios, a despertar en los corazones la capacidad de fijarse en lo
esencial. En particular, este Año Santo de la Misericordia «es el tiempo para
que la Iglesia redescubra el sentido de la misión que el Señor le ha confiado
el día de Pascua: ser signo e instrumento de la misericordia del Padre» (Homilía
en las Primeras Vísperas del Domingo de la Divina Misericordia, 11 de
abril de 2015).
2.
Misericordiosos como el Padre
El lema de este Jubileo extraordinario es: «Misericordiosos como el Padre» (cfr. Misericordiae Vultus, 13), y con ello se entona el tema de la próxima JMJ. Intentemos por ello comprender mejor lo que significa la misericordia divina.
El Antiguo
Testamento, para hablar de la misericordia, usa varios términos; los más
significativos son los de hesed y rahamim. El primero,
aplicado a Dios, expresa su incansable fidelidad a la Alianza con su pueblo,
que Él ama y perdona eternamente. El segundo, rahamim, se puede
traducir como “entrañas”, que nos recuerda en modo particular el seno materno y
nos hace comprender el amor de Dios por su pueblo, como es el de una madre por
su hijo. Así nos lo presenta el profeta Isaías: «¿Se olvida una madre de su
criatura, no se compadece del hijo de sus entrañas? ¡Pero aunque ella se
olvide, yo no te olvidaré!» (Is 49,15). Un amor de este tipo implica
hacer espacio al otro dentro de uno, sentir, sufrir y alegrarse con el prójimo.
En el concepto
bíblico de misericordia está incluido lo concreto de un amor que es fiel,
gratuito y sabe perdonar. En Oseas tenemos un hermoso ejemplo del amor de Dios,
comparado con el de un padre hacia su hijo: «Cuando Israel era niño, yo lo amé,
y de Egipto llamé a mi hijo. Pero cuanto más los llamaba, más se alejaban de
mí; [...] ¡Y yo había enseñado a caminar a Efraím, lo tomaba por los brazos!
Pero ellos no reconocieron que yo los cuidaba. Yo los atraía con lazos humanos,
con ataduras de amor; era para ellos como los que alzan a una criatura contra
sus mejillas, me inclinaba hacia él y le daba de comer» (Os 11,1-4). A
pesar de la actitud errada del hijo, que bien merecería un castigo, el amor del
padre es fiel y perdona siempre a un hijo arrepentido. Como vemos, en la
misericordia siempre está incluido el perdón; ella «no es una idea abstracta,
sino una realidad concreta con la cual Él revela su amor, que es como el de un
padre o una madre que se conmueven en lo más profundo de sus entrañas por el
propio hijo. [...] Proviene desde lo más íntimo como un sentimiento profundo,
natural, hecho de ternura y compasión, de indulgencia y de perdón» (Misericordiae
Vultus, 6).
El Nuevo
Testamento nos habla de la divina misericordia (eleos) como síntesis
de la obra que Jesús vino a cumplir en el mundo en el nombre del Padre (cfr. Mt
9,13). La misericordia de nuestro Señor se manifiesta sobre todo cuando Él
se inclina sobre la miseria humana y demuestra su compasión hacia quien
necesita comprensión, curación y perdón. Todo en Jesús habla de misericordia,
es más, Él mismo es la misericordia.
En el capítulo 15
del Evangelio de Lucas podemos encontrar las tres parábolas de la misericordia:
la de la oveja perdida, de la moneda perdida y aquélla que conocemos como la
del “hijo pródigo”. En estas tres parábolas nos impresiona la alegría de Dios,
la alegría que Él siente cuando encuentra de nuevo al pecador y le perdona.
¡Sí, la alegría de Dios es perdonar! Aquí tenemos la síntesis de todo el
Evangelio. «Cada uno de nosotros es esa oveja perdida, esa moneda perdida; cada
uno de nosotros es ese hijo que ha derrochado la propia libertad siguiendo
ídolos falsos, espejismos de felicidad, y ha perdido todo. Pero Dios no nos
olvida, el Padre no nos abandona nunca. Es un padre paciente, nos espera
siempre. Respeta nuestra libertad, pero permanece siempre fiel. Y cuando
volvemos a Él, nos acoge como a hijos, en su casa, porque jamás deja, ni
siquiera por un momento, de esperarnos, con amor. Y su corazón está en fiesta
por cada hijo que regresa. Está en fiesta porque es alegría. Dios tiene esta
alegría, cuando uno de nosotros pecadores va a Él y pide su perdón» (Ángelus,
15 de septiembre de 2013).
La misericordia de
Dios es muy concreta y todos estamos llamados a experimentarla en primera
persona. A la edad de diecisiete años, un día en que tenía que salir con mis
amigos, decidí pasar primero por una iglesia. Allí me encontré con un sacerdote
que me inspiró una confianza especial, de modo que sentí el deseo de abrir mi
corazón en la Confesión. ¡Aquel encuentro me cambió la vida! Descubrí que
cuando abrimos el corazón con humildad y transparencia, podemos contemplar de
modo muy concreto la misericordia de Dios. Tuve la certeza que en la persona de
aquel sacerdote Dios me estaba esperando, antes de que yo diera el primer paso
para ir a la iglesia. Nosotros le buscamos, pero es Él quien siempre se nos
adelanta, desde siempre nos busca y es el primero que nos encuentra. Quizás
alguno de ustedes tiene un peso en el corazón y piensa: He hecho esto, he hecho
aquello... ¡No teman! ¡Él les espera! Él es padre: ¡siempre nos espera! ¡Qué
hermoso es encontrar en el sacramento de la Reconciliación el abrazo
misericordioso del Padre, descubrir el confesionario como lugar de la
Misericordia, dejarse tocar por este amor misericordioso del Señor que siempre
nos perdona!
Y tú, querido
joven, querida joven, ¿has sentido alguna vez en ti esta mirada de amor
infinito que, más allá de todos tus pecados, limitaciones y fracasos, continúa
fiándose de ti y mirando tu existencia con esperanza? ¿Eres consciente del
valor que tienes ante Dios que por amor te ha dado todo? Como nos enseña San
Pablo, «la prueba de que Dios nos ama es que Cristo murió por nosotros cuando
todavía éramos pecadores» (Rom 5,8). ¿Pero entendemos de verdad la
fuerza de estas palabras?
Sé lo mucho que
ustedes aprecian la Cruz de las JMJ – regalo de San Juan Pablo II – que desde
el año 1984 acompaña todos los Encuentros mundiales de ustedes. ¡Cuántos
cambios, cuántas verdaderas y auténticas conversiones surgieron en la vida de
tantos jóvenes al encontrarse con esta cruz desnuda! Quizás se hicieron la pregunta:
¿De dónde viene esta fuerza extraordinaria de la cruz? He aquí la respuesta:
¡La cruz es el signo más elocuente de la misericordia de Dios! Ésta nos da
testimonio de que la medida del amor de Dios para con la humanidad es amar sin
medida! En la cruz podemos tocar la misericordia de Dios y dejarnos tocar por
su misericordia. Aquí quisiera recordar el episodio de los dos malhechores
crucificados junto a Jesús. Uno de ellos es engreído, no se reconoce pecador,
se ríe del Señor; el otro, en cambio, reconoce que ha fallado, se dirige al
Señor y le dice: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino».
Jesús le mira con misericordia infinita y le responde: «Hoy estarás conmigo en
el Paraíso» (cfr. Lc 23,32.39-43). ¿Con cuál de los dos nos
identificamos?
¿Con el que es
engreído y no reconoce sus errores? ¿O quizás con el otro que reconoce que
necesita la misericordia divina y la implora de todo corazón? En el Señor, que
ha dado su vida por nosotros en la cruz, encontraremos siempre el amor
incondicional que reconoce nuestra vida como un bien y nos da siempre la
posibilidad de volver a comenzar.
3. La
extraordinaria alegría de ser instrumentos de la misericordia de Dios
La Palabra de Dios nos enseña que «la felicidad está más en dar que en recibir» (Hch 20,35). Precisamente por este motivo la quinta Bienaventuranza declara felices a los misericordiosos. Sabemos que es el Señor quien nos ha amado primero. Pero sólo seremos de verdad bienaventurados, felices, cuando entremos en la lógica divina del don, del amor gratuito, si descubrimos que Dios nos ha amado infinitamente para hacernos capaces de amar como Él, sin medida. Como dice San Juan: «Queridos míos, amémonos los unos a los otros, porque el amor procede de Dios, y el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. [...] Y este amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero, y envió a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados. Queridos míos, si Dios nos amó tanto, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros» (1 Jn 4,7-11).
La Palabra de Dios nos enseña que «la felicidad está más en dar que en recibir» (Hch 20,35). Precisamente por este motivo la quinta Bienaventuranza declara felices a los misericordiosos. Sabemos que es el Señor quien nos ha amado primero. Pero sólo seremos de verdad bienaventurados, felices, cuando entremos en la lógica divina del don, del amor gratuito, si descubrimos que Dios nos ha amado infinitamente para hacernos capaces de amar como Él, sin medida. Como dice San Juan: «Queridos míos, amémonos los unos a los otros, porque el amor procede de Dios, y el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. [...] Y este amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero, y envió a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados. Queridos míos, si Dios nos amó tanto, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros» (1 Jn 4,7-11).
Después de
haberles explicado a ustedes en modo muy resumido cómo ejerce el Señor su
misericordia con nosotros, quisiera sugerirles cómo podemos ser concretamente
instrumentos de esta misma misericordia hacia nuestro prójimo.
Me viene a la mente el ejemplo del beato Pier Giorgio Frassati. Él decía: «Jesús me visita cada mañana en la Comunión, y yo la restituyo del mísero modo que puedo, visitando a los pobres». Pier Giorgio era un joven que había entendido lo que quiere decir tener un corazón misericordioso, sensible a los más necesitados. A ellos les daba mucho más que cosas materiales; se daba a sí mismo, empleaba tiempo, palabras, capacidad de escucha. Servía siempre a los pobres con gran discreción, sin ostentación. Vivía realmente el Evangelio que dice: «Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto» (Mt 6,3-4). Piensen que un día antes de su muerte, estando gravemente enfermo, daba disposiciones de cómo ayudar a sus amigos necesitados. En su funeral, los familiares y amigos se quedaron atónitos por la presencia de tantos pobres, para ellos desconocidos, que habían sido visitados y ayudados por el joven Pier Giorgio.
A mí siempre me
gusta asociar las Bienaventuranzas con el capítulo 25 de Mateo, cuando Jesús
nos presenta las obras de misericordia y dice que en base a ellas seremos
juzgados. Les invito por ello a descubrir de nuevo las obras de misericordia
corporales: dar de comer a los hambrientos, dar de beber a los sedientos,
vestir a los desnudos, acoger al extranjero, asistir a los enfermos, visitar a
los presos, enterrar a los muertos. Y no olvidemos las obras de misericordia
espirituales: aconsejar a los que dudan, enseñar a los ignorantes, advertir a
los pecadores, consolar a los afligidos, perdonar las ofensas, soportar pacientemente
a las personas molestas, rezar a Dios por los vivos y los difuntos. Como ven,
la misericordia no es “buenismo”, ni un mero sentimentalismo. Aquí se demuestra
la autenticidad de nuestro ser discípulos de Jesús, de nuestra credibilidad
como cristianos en el mundo de hoy.
A ustedes,
jóvenes, que son muy concretos, quisiera proponer que para los primeros siete
meses del año 2016 elijan una obra de misericordia corporal y una espiritual
para ponerla en práctica cada mes. Déjense inspirar por la oración de Santa
Faustina, humilde apóstol de la Divina Misericordia de nuestro tiempo:
«Ayúdame, oh
Señor, a que mis ojos sean misericordiosos, para que yo jamás recele o juzgue
según las apariencias, sino que busque lo bello en el alma de mi prójimo y
acuda a ayudarla [...] a que mis oídos sean misericordiosos para que tome en
cuenta las necesidades de mi prójimo y no sea indiferente a sus penas y gemidos
[...] a que mi lengua sea misericordiosa para que jamás hable negativamente de
mis prójimos sino que tenga una palabra de consuelo y perdón para todos [...] a
que mis manos sean misericordiosas y llenas de buenas obras [...]a que mis pies
sean misericordiosos para que siempre me apresure a socorrer a mi prójimo, dominando
mi propia fatiga y mi cansancio [...]
a que mi corazón sea misericordioso para que yo sienta todos los sufrimientos de mi prójimo» (Diario 163).
a que mi corazón sea misericordioso para que yo sienta todos los sufrimientos de mi prójimo» (Diario 163).
El mensaje de la
Divina Misericordia constituye un programa de vida muy concreto y exigente,
pues implica las obras. Una de las obras de misericordia más evidente, pero
quizás más difícil de poner en práctica, es la de perdonar a quien te ha
ofendido, quien te ha hecho daño, quien consideramos un enemigo. «¡Cómo es
difícil muchas veces perdonar! Y, sin embargo, el perdón es el instrumento
puesto en nuestras frágiles manos para alcanzar la serenidad del corazón. Dejar
caer el rencor, la rabia, la violencia y la venganza son condiciones necesarias
para vivir felices» (Misericordiae Vultus, 9).
Me encuentro con tantos
jóvenes que dicen estar cansados de este mundo tan dividido, en el que se
enfrentan seguidores de facciones tan diferentes, hay tantas guerras y hay
incluso quien usa la propia religión como justificación para la violencia.
Tenemos que suplicar al Señor que nos dé la gracia de ser misericordiosos con
quienes nos hacen daño. Como Jesús que en la cruz rezaba por aquellos que le
habían crucificado: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34).
El único camino para vencer el mal es la misericordia. La justicia es
necesaria, cómo no, pero ella sola no basta. Justicia y misericordia tienen que
caminar juntas. ¡Cómo quisiera que todos nos uniéramos en oración unánime,
implorando desde lo más profundo de nuestros corazones, que el Señor tenga misericordia
de nosotros y del mundo entero!
4.
¡Cracovia nos espera!
Faltan pocos meses para nuestro encuentro en Polonia. Cracovia, la ciudad de San Juan Pablo II y de Santa Faustina Kowalska, nos espera con los brazos y el corazón abiertos. Creo que la Divina Providencia nos ha guiado para celebrar el Jubileo de los Jóvenes precisamente ahí, donde han vivido estos dos grandes apóstoles de la misericordia de nuestro tiempo. Juan Pablo II había intuido que este era el tiempo de la misericordia. Al inicio de su pontificado escribió la encíclica Dives in Misericordia. En el Año Santo 2000 canonizó a Sor Faustina instituyendo también la Fiesta de la Divina Misericordia en el segundo domingo de Pascua. En el año 2002 consagró personalmente en Cracovia el Santuario de Jesús Misericordioso, encomendando el mundo a la Divina Misericordia y esperando que este mensaje llegase a todos los habitantes de la tierra, llenando los corazones de esperanza: «Es preciso encender esta chispa de la gracia de Dios. Es preciso transmitir al mundo este fuego de la misericordia. En la misericordia de Dios el mundo encontrará la paz, y el hombre, la felicidad» (Homilía para la Consagración del Santuario de la Divina Misericordia en Cracovia, 17 de agosto de 2002).
Queridos jóvenes,
Jesús misericordioso, retratado en la imagen venerada por el pueblo de Dios en
el santuario de Cracovia a Él dedicado, les espera. ¡Él se fía de ustedes y
cuenta con ustedes! Tiene tantas cosas importantes que decirle a cada uno y
cada una de ustedes... No tengan miedo de contemplar sus ojos llenos de amor
infinito hacia ustedes y déjense tocar por su mirada misericordiosa, dispuesta
a perdonar cada uno de sus pecados, una mirada que es capaz de cambiar la vida
de ustedes y de sanar sus almas, una mirada que sacia la profunda sed que
demora en sus corazones jóvenes: sed de amor, de paz, de alegría y de auténtica
felicidad. ¡Vayan a Él y no tengan miedo! Vengan para decirle desde lo más
profundo de sus corazones: “¡Jesús, confío en Ti!”. Déjense tocar por su misericordia
sin límites, para que ustedes a su vez se conviertan en apóstoles de la
misericordia mediante las obras, las palabras y la oración, en nuestro mundo
herido por el egoísmo, el odio y tanta desesperación.
Lleven la llama
del amor misericordioso de Cristo – del que habló San Juan Pablo II – a los
ambientes de su vida cotidiana y hasta los confines de la tierra. En esta
misión, yo les acompaño con mis mejores deseos y mi oración, les encomiendo
todos a la Virgen María, Madre de la Misericordia, en este último tramo del
camino de preparación espiritual hacia la próxima JMJ de Cracovia, y les
bendigo de todo corazón.
Desde el Vaticano, 15 de agosto de 2015Solemnidad de la Asunción de la Virgen María".
29.09.15
El Papa en el avión:
El muro no es una solución para los inmigrantes
Francisco conversa con los
periodistas del vuelo papal de regreso de Estados Unidos y responde a temas
como pederastia, crisis migratoria, sacerdocio femenino o el proceso de
paz en Colombia
Ciudad del
Vaticano, 28 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
El santo padre Francisco, como es habitual al concluir
un viaje apostólico, conversó con los periodistas que le acompañaban en el
vuelo papal de regreso de Estados Unidos. De este modo, el Papa respondió a
preguntas durante más de 40 minutos, sobre la pederastia, el sacerdocio
femenino, el inminente Sínodo de los Obispos y también de cuestiones más
personales, como lo que siente cuando se va de los países que visita, tal
y como han publicado los medios presentes en la rueda de prensa con el
Pontífice.
ABUSOS SEXUALES A MENORES
Los abusos a menores están por todas partes, están en el entorno familiar, en el entorno vecinal, en las escuelas, en los gimnasios... pero “cuando un sacerdote comete un abuso es gravísimo, porque la vocación del sacerdote es hacer crecer ese niño, esa niña, hacia el amor de Dios, hacia la madurez afectiva, o el bien. En vez de hacer eso lo ha impulsado al mal y por esto es casi un sacrilegio”. Asimismo, aseguró que los sacerdotes que abusan de menores traicionan su vocación. Es más, “también son culpables aquellos que han tapado estas cosas”, afirmó.
Sobre el perdón a estas personas que comete abusos, Francisco respondió que “si una persona ha hecho mal, es consciente de lo que ha hecho y no pide perdón, yo le pido a Dios que lo tenga en cuenta. Yo lo perdono, pero él no recibe el perdón. Está cerrado al perdón”.
Y a propósito de
las víctimas y sus familias que no logran perdonar o no quieren hacerlo, el
Papa explicó que “los comprendo, rezo por ellos y no los juzgo”.
Y contó que una vez, en una de estas reuniones con víctimas, una mujer le dijo que cuando su madre se enteró que habían abusado de ella “blasfemó contra Dios, perdió la fe y murió atea”. Por eso, el Papa aseguró que comprende a esa mujer y “Dios, que es más bueno que yo, la comprende. Y estoy seguro que a esa mujer Dios la ha recibido porque lo que fue manoseado, lo que fue destrozado, era su propia carne, la carne de su hija. Yo la comprendo”.
CRISIS
MIGRATORIA
Respondiendo a otra pregunta, Francisco habló de las barreras que muchos países están construyendo para contener a los inmigrantes. En primer lugar, indicó que esta crisis es “el resultado de un proceso de años, porque esa gente huye de las guerras que duran desde hace años. El hambre es hambre de años”. Y añadió que “todos todos los muros caen, hoy, mañana, o dentro de cien años, pero todos caen. No es una solución. El muro no es una solución”. Pero --observó-- con el diálogo entre países deben encontrarla.
PROCESO DE
PAZ EN COLOMBIA
A propósito de la firma de la paz entre las FARC y el Gobierno de Colombia, el Santo Padre señaló que cuando supo la noticia de que en marzo se va a firmar el acuerdo, pidió al Señor “haz que lleguemos a marzo, que se llegue con esta bella intención porque faltan pequeñas cosas pero la voluntad existe, de ambas partes”. Y añade que se quedó “contentísimo” y que se sintió parte “en el sentido que yo siempre quise esto”. Asimismo, recordó que habló tres veces con el presidente Santos sobre este problema y que la Santa Sede está muy abierta a ayudar como pueda.
CHINA
Respondiendo a una pregunta sobre las relaciones de la Santa Sede con China y la situación en este país, el Pontífice aseguró que “es una gran nación que aporta al mundo una gran cultura y tantas cosas buenas”. Y recordó que le “gustaría mucho ir a China” y que ama “al pueblo chino, lo quiero mucho”.
Respondiendo a una pregunta sobre las relaciones de la Santa Sede con China y la situación en este país, el Pontífice aseguró que “es una gran nación que aporta al mundo una gran cultura y tantas cosas buenas”. Y recordó que le “gustaría mucho ir a China” y que ama “al pueblo chino, lo quiero mucho”.
SACERDOCIO
FEMENINO
El Papa fue muy claro sobre permitir el sacerdocio a las mujeres: “Eso no puedo hacerlo”. Recordó que el papa san Juan Pablo II, después de largos tiempos de reflexión, lo dejó dicho claramente. ¡No porque las mujeres no tengan la capacidad! Asimismo, observó que en la Iglesia son más importantes las mujeres que los hombres, “porque la Iglesia es mujer. La Iglesia, no el iglesia. La Iglesia es la esposa de Jesucristo”. Y la Virgen --precisó-- es más importante que los papas y los obispos, y que los curas. Pero, también reconoció que “nosotros estamos un poco con retraso en una elaboración de la teología de la mujer; debemos avanzar en esa teología”.
ÉXITO DE
FRANCISCO Y VIAJES PAPALES
Yendo a cuestiones más personales, interrogado sobre su éxito y el hecho de que se ha convertido en “una estrella”, el Papa indicó que “las estrellas son bonitas para verlas” pero “el Papa debe ser el siervo de los siervos de Dios”.
A propósito de Estados Unidos, el Santo Padre aseguró que le han sorprendido “las miradas, el calor de la gente, tan amable, una cosa bella y también diferente”. Y también le impresionó mucho “el recibimiento en las ceremonias religiosas y también por la piedad, la religiosidad”.
Del mismo modo, contó que “cuando el avión parte después de una visita me vienen las miradas de tanta gente, me vienen las ganas de rezar por ellos”, y decirle al Señor: "Yo vine aquí para hacer algo, para hacer el bien. Tal vez hice mal, perdóname pero custodia toda esa gente que me ha visto, que ha pensado las cosas que yo he dicho, me ha escuchado, incluso los que me criticaron y por todos”.
29.09.15
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