El Santo Padre: 'El
terrorismo que se alimenta del miedo nace de la pobreza y la frustración'
“La experiencia demuestra que la
violencia, los conflictos y el terrorismo que se alimenta del miedo, la
desconfianza y la desesperación, nacen de la pobreza y la frustración. En
última instancia, la lucha contra estos enemigos de la paz y la prosperidad
debe ser llevada a cabo por hombres y mujeres que creen en ella sin temor, y
den testimonio creíble de los grandes valores espirituales y políticos que
inspiraron el nacimiento de la nación”.
Con estas palabras el papa Francisco se ha dirigido a
las autoridades y el cuerpo diplomático de Kenia, en su primer discurso de su
gira en África, que ha comenzado hoy y concluye el 30 de noviembre.
El Pontífice ha llegado a Nairobi este miércoles
por la tarde, primera etapa de una gira que le llevará también a otros dos
países africanos, Uganda y República Centroafricana.
Desde el aeropuerto, se ha dirigido directamente a la State
House, para reunirse con el presidente, Uhuru Kenyatta, y con las
autoridades y los miembros del cuerpo diplomático del país.
En el discurso que les ha dirigido, el Santo Padre ha asegurado
que “Kenia es una nación joven y vibrante, una sociedad de gran diversidad, que
desempeña un papel significativo en la región”. En muchos aspectos --ha
precisado-- su experiencia de dar forma a una democracia es compartida por
muchas otras naciones africanas que al igual que Kenia, también están
trabajando para construir, sobre las bases sólidas del respeto mutuo, el
diálogo y la cooperación, una sociedad multiétnica que sea verdaderamente
armoniosa, justa e inclusiva.
El Papa ha dedicado también unas palabras a los
jóvenes de este país, a quienes espera poder alentar “sus esperanzas y
aspiraciones para el futuro”. Señalando que los jóvenes son la riqueza más
valiosa de una nación, ha asegurado que “protegerlos, invertir en ellos y
tenderles una mano es la mejor manera que tenemos para garantizarles un futuro
digno de la sabiduría y de los valores espirituales apreciados por sus mayores,
valores que son el corazón y el alma de un pueblo”.
Por otro lado, ha subrayado que Kenia ha sido
bendecida sino también con la abundancia de recursos naturales. “Los keniatas
tienen gran aprecio por estos dones recibidos de Dios, y son conocidos por su
cultura de la conservación, lo cual les honra”, ha indicado. Pero, también ha
recordado que “la grave crisis ambiental que afronta nuestro mundo exige cada
vez más una mayor sensibilidad por la relación entre los seres humanos y la
naturaleza”.
El Pontífice ha asegurado que “renemos la
responsabilidad de transmitir a las generaciones futuras la belleza de la
naturaleza en su integridad, y la obligación de administrar adecuadamente los
dones que hemos recibido”. Estos valores --ha precisado-- están profundamente
arraigados en el alma africana.
A propósito, el Santo Padre ha explicado que en la
medida en que nuestras sociedades experimentan divisiones, ya sea étnicas,
religiosas o económicas,” todos los hombres y mujeres de buena voluntad están
llamados a trabajar por la reconciliación y la paz, el perdón y la sanación”.
El Santo Padre ha indicado que “la tarea de construir un orden democrático
sólido, de fortalecer la cohesión y la integración, la tolerancia y el respeto
por los demás, está orientada primordialmente a la búsqueda del bien común”.
Por todo ello, el Pontífice ha recordado a los
presentes que la promoción y preservación de estos grandes valores se les
confía a ellos de un modo especial.
Asimismo, les ha animado a trabajar con integridad y
transparencia por el bien común, y fomentar un espíritu de solidaridad en todos
los ámbitos de la sociedad. Y de forma particular, les ha exhortado a
“preocuparse verdaderamente por las necesidades de los pobres, las aspiraciones
de los jóvenes y una justa distribución de los recursos naturales y humanos con
que el Creador ha bendecido a su país”. Al mismo tiempo, les ha asegurado el
compromiso constante de la comunidad católica, a través de sus obras educativas
y caritativas.
Para finalizar su discurso, el Santo Padre ha contado
haber escuchado que en Kenia es una tradición que los escolares jóvenes
planten árboles para la posteridad. Por eso, ha pedido que este signo elocuente
de esperanza en el futuro y la confianza en que Dios acompaña su crecimiento,
los sostenga en sus esfuerzos por cultivar una sociedad solidaria, justa y
pacífica, en este país y en todo el gran continente africano.
El papa Francisco ha concluido diciendo “Mungu abariki
Kenya” que quiere decir “Que Dios bendiga Kenia”.
26.11.15
El Papa pide oponerse
a las prácticas que degradan a las mujeres
El papa Francisco ha hecho un llamado especial a los
jóvenes de la nación. Así, ha pedido que “los grandes valores de la
tradición africana, la sabiduría y la verdad de la Palabra de Dios, y el
generoso idealismo de su juventud, los guíen en su esfuerzo por construir una
sociedad que sea cada vez más justa, inclusiva y respetuosa de la dignidad
humana”. Del mismo modo les ha pedido que se preocupen de las necesidades de
los pobres y rechacen todo prejuicio y discriminación. Lo ha hecho durante la
homilía de la misa celebrada en su segundo día en Kenia.
Igualmente ha recordado que “las familias cristianas
tienen esta misión especial: irradiar el amor de Dios y difundir las aguas
vivificantes de su Espíritu. Esto tiene hoy una importancia especial, cuando
vemos el avance de nuevos desiertos creados por la cultura del materialismo y
de la indiferencia hacia los demás”.
Después del encuentro ecuménico e interreligioso, el
Santo Padre se ha dirigido esta mañana a la Universidad de Nairobi para
celebrar la misa. Cantos y danzas tradicionales han precedido la llegada del
Papa a esta celebración eucarística por la evangelización de los pueblos.
La lluvia no ha impedido que miles de personas acudieran a compartir este
momento con el Pontífice.
Durante su homilía, el Papa ha asegurado que la
sociedad keniata “ha sido abundantemente bendecida con una sólida vida
familiar, con un profundo respeto por la sabiduría de los ancianos y con un
gran amor por los niños”. La salud de cualquier sociedad depende de la salud
de sus familias, ha precisado. De este modo, ha afirmado que nuestra fe en la
Palabra de Dios “nos llama a sostener a las familias en su misión en la
sociedad, a recibir a los niños como una bendición para nuestro mundo, y a
defender la dignidad de cada hombre y mujer, porque todos somos hermanos y
hermanas en la única familia humana”.
También estamos llamados --ha precisado-- a oponernos
a las prácticas que fomentan la arrogancia de los hombres, que hieren o
degradan a las mujeres, y ponen en peligro la vida de los inocentes aún no
nacidos. “Estamos llamados a respetarnos y apoyarnos mutuamente, y a estar
cerca de todos los que pasan necesidad”, ha subrayado el Santo Padre.
Haciendo alusión a los dones de gracia que recibimos
en elos sacramento, ha recordado que “nos hacen más fieles discípulos del
divino Maestro, vasos de misericordia y de amorosa ternura en un mundo lacerado
por el egoísmo, el pecado y la división”. Estos son los dones que Dios en su
providencia --ha añadido-- les concede para que contribuyan, como hombres y
mujeres de fe, en la construcción de su país, con la concordia civil y la
solidaridad fraterna.
A propósito de la lectura del Evangelio, cuando Jesús
resucitado afirma «Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra» , ha
recordado que “nos está asegurando que Él, el Hijo de Dios, es la roca”.
Él quiere --ha indicado-- que todos nosotros construyamos nuestra vida
sobre el cimiento firme de su palabra.
Asimismo, ha recordado el encargo que el Señor nos da
a cada uno: “nos pide que seamos discípulos misioneros, hombres y mujeres que
irradien la verdad, la belleza y el poder del Evangelio, que transforma la
vida”
Hombres y mujeres --ha observado-- que sean canales de
la gracia de Dios, que permitan que la misericordia, la bondad y la verdad
divinas sean los elementos para construir una casa sólida. “Una casa que sea
hogar, en la que los hermanos y hermanas puedan, por fin, vivir en armonía y
respeto mutuo, en obediencia a la voluntad del verdadero Dios, que nos ha
mostrado en Jesús el camino hacia la libertad y la paz que todo corazón
ansía”, ha concluido el Santo Padre.
Para finalizar la homilía el papa Francisco ha
exclamado ¡Mungu awabariki! (Que Dios los bendiga) y ¡Mungu abariki Kenya!
(Que Dios bendiga a Kenia).
27.11.15
Francisco en la
periferia de Nairobi: Los niños son 'carne de cañón' para negocios
ensangrentados
El santo padre Francisco inició este viernes el
tercer día de su viaje apostólico en África. El miércoles llegó a Nairobi,
la capital de Kenia, donde el jueves tuvo una intensa jornada llena de eventos.
Y donde hoy viernes a primeras horas de la tarde concluye su viaje en el
país.
Por la mañana, después de haber celebrado la santa
misa en privado en la Nunciatura, el papa Francisco se dirigió al barrio
pobre de Kangemi, situado en la periferia de Nairobi.
Favela,
villa de emergencia, bidonville, los nombres de estos barrios varía, pero en
ellos viven personas, a quienes el Papa quiso encontrar.
El Santo Padre que llegó a las 8,30 locales fue
recibido por población del lugar que le esperaba demostrando gran alegría,
cantando y agitando banderas. Francisco en un jeep descubierto pasó
por las calles de tierra hasta la iglesia de San José Obrero, una
parroquia católica en el interior de este barrio marginado, en donde
trabajan sacerdotes jesuitas.
Allí el Papa ha sido recibido por el superior
provincial de la Orden, para África orienta, el padre Joseph Oduor Afulo y
por el párroco de Kangemi, P. Pascal Mwijage. Se encontraban allí
presentes también la directora del Mukuru Promotion Centre, sor
Mary Killeen, el arzobispo de Mombasa y presidente de Caritas
Kenya, Mons. Martin Musonde Kivuva y el obispo encargado de
la Comisión Justicia y Paz, Mons. Cornelius Arap Korir.
El Santo Padre firmó el libro de los huéspedes y
asistió a la proyección de un breve documental y un saludo de una señora de
la bidonville de Kibera.
Francisco entonces dirigió unas palabras a los
presentes en las que confió sentirse "como en casa compartiendo este
momento con hermanos y hermanas", y de conocer las dificultades
que tienen cada día, olvidados por una sociedad que vive en la opulencia.
Se refirió a "la sabiduría de los barrios
populares" con los valores como la solidaridad; dar la vida por
otro; preferir el nacimiento a la muerte; ofrecer un lugar para el enfermo
en la propia casa; compartir el pan con el hambriento: “donde comen 10 comen
12”; la paciencia y la fortaleza frente a las grandes adversidades, etc.
"Valores que se sustentan en que cada ser humano es más importante que el
dios dinero", dijo el Papa.
Manifestaciones de vida buena que no
implica desconocer la atroz injusticia de la marginación urbana. Así
señaló los diversos abusos que sufren, y problemas como la falta de acceso
al agua, a infraestructuras y servicios básicos. Situación que se
agrava cuando la violencia se generaliza, y donde "no faltan, de hecho,
presiones para que se adopten políticas de descarte, como la de la reducción de
la natalidad".
Pidió por ello invitó a "pagar la deuda social,
la deuda ambiental con los pobres de las ciudades" y para ello
pidió "concretar acciones sistemáticas que mejoren el hábitat popular
y planificar nuevas urbanizaciones de calidad para albergar a las futuras
generaciones", para que todos puedan tener "la paz y la
seguridad que se merecen conforme a su infinita dignidad humana".
Texto
completo:
"Gracias por recibirme en su barrio. Gracias al
Señor Arzobispo Kivuva y al Padre Pascal por sus palabras. En verdad, me siento
como en casa compartiendo este momento con hermanos y hermanas que, no me
avergüenza decirlo, tienen un lugar preferencial en mi vida y opciones. Estoy
aquí porque quiero que sepan que sus alegrías y esperanzas, sus angustias y
tristezas, no me son indiferentes. Sé de las dificultades que atraviesan día a
día.
¿Cómo no denunciar las injusticias que sufren? Pero
ante todo, quisiera detenerme en una realidad que los discursos excluyentes no
logran reconocer o parecen desconocer.
Me quiero referir a la sabiduría de los barrios
populares. Una sabiduría que brota de la «empecinada resistencia de lo
auténtico», de valores evangélicos que la sociedad opulenta, adormecida por
el consumo desenfrenado, pareciera haber olvidado.
Ustedes son capaces de tejer «lazos de pertenencia y
de convivencia que convierten el hacinamiento en una experiencia comunitaria
donde se rompen las paredes del yo y se superan las barreras del egoísmo».
La cultura de los barrios populares, impregnada con
esa sabiduría particular, «tiene características muy positivas, que son un
aporte para el tiempo que nos toca vivir, se expresa en valores como la
solidaridad; dar la vida por otro; preferir el nacimiento a la muerte; dar un
entierro cristiano a sus muertos. Ofrecer un lugar para el enfermo en la propia
casa; compartir el pan con el hambriento: “donde comen 10 comen 12”; la
paciencia y la fortaleza frente a las grandes adversidades, etc.»
Valores que se sustentan en que cada ser humano es más
importante que el dios dinero. Gracias por recordarnos que hay otro tipo de
cultura posible. Quisiera reivindicar en primer lugar estos valores que ustedes
practican, valores que no cotizan en Bolsa, valores con los que no se especula
ni tienen precio de mercado. Los felicito, los acompaño y quiero que sepan que
el Señor nunca se olvida de ustedes.
El camino de Jesús comenzó en las periferias, va desde
los pobres y con los pobres hacia todos. Reconocer estas manifestaciones de
vida buena que crecen cotidianamente entre ustedes no implica, de ninguna
manera, desconocer la atroz injusticia de la marginación urbana.
Son las heridas provocadas por minorías que concentran
el poder, la riqueza y derrochan con egoísmo, mientras crecientes mayorías
deben refugiarse en periferias abandonadas, contaminadas, descartadas. Esto se
agrava cuando vemos la injusta distribución del suelo –tal vez no en este
barrio pero sí en otros–, que lleva en muchos casos a familias enteras a pagar alquileres
abusivos por viviendas en condiciones edilicias nada adecuadas.
También sé del grave problema del acaparamiento de
tierras por parte de «desarrolladores privados» sin rostro, que hasta pretenden
apropiarse del patio de las escuelas de sus hijos. Esto sucede porque se olvida
que «Dios ha dado la tierra a todo el género humano para que ella sustente a
todos sus habitantes, sin excluir a nadie ni privilegiar a ninguno».
En este sentido, es un grave problema la falta de
acceso a infraestructuras y servicios básicos. Me refiero a baños,
alcantarillado, desagües, recolección de residuos, luz, caminos, pero también a
escuelas, hospitales, centros recreativos y deportivos, talleres artísticos.
Quiero referirme en particular al agua potable. «El
acceso al agua potable y segura es un derecho humano básico, fundamental y
universal, porque determina la sobrevivencia de las personas, y por lo tanto es
condición para el ejercicio de los demás derechos humanos.
Este mundo tiene una grave deuda social con los pobres
que no tienen acceso al agua potable, porque eso es negarles el derecho a
la vida radicado en su dignidad inalienable». Negarle el agua a una
familia, bajo cualquier pretexto burocrático, es una gran injusticia, sobre
todo cuando se lucra con esta necesidad.
Este contexto de indiferencia y hostilidad que sufren
los barrios populares se agrava cuando la violencia se generaliza y las
organizaciones criminales, al servicio de intereses económicos o políticos,
utilizan a niños y jóvenes como «carne de cañón» para sus negocios
ensangrentados.
También conozco los padecimientos de las mujeres que
luchan heroicamente para proteger a sus hijos e hijas de estos peligros. Pido a
Dios que las autoridades asuman junto a ustedes el camino de la inclusión
social, la educación, el deporte, la acción comunitaria y la protección de las
familias, porque es esta la única garantía de una paz justa, verdadera y
duradera.
Estas realidades que he enumerado no son una
combinación casual de problemas aislados. Incluso son una consecuencia de
nuevas formas de colonialismo que pretende que los países africanos sean
«piezas de un mecanismo y de un engranaje gigantesco».
No faltan, de hecho, presiones para que se adopten
políticas de descarte, como la de la reducción de la natalidad, que pretenden
«legitimar el modelo distributivo actual, donde una minoría se cree con el
derecho de consumir en una proporción que sería imposible generalizar».
En ese sentido, propongo retomar la idea de una
respetuosa integración urbana. Ni erradicación, ni paternalismo, ni
indiferencia, ni mera contención. Necesitamos ciudades integradas y para todos.
Necesitamos superar la mera proclamación de derechos que en la práctica no se
respetan, concretar acciones sistemáticas que mejoren el hábitat popular y
planificar nuevas urbanizaciones de calidad para albergar a las futuras
generaciones.
La deuda social, la deuda ambiental con los pobres de
las ciudades se paga haciendo efectivo el derecho sagrado a las «tres T»:
tierra, techo y trabajo. No es filantropía, es una obligación de todos.
Quiero llamar a todos los cristianos, en particular a
los pastores, a renovar el impulso misionero, a tomar la iniciativa frente a
tantas injusticias, a involucrarse con los problemas de los vecinos, a
acompañarlos en sus luchas, a cuidar los frutos de su trabajo comunitario y
celebrar juntos cada pequeña o gran victoria.
Sé que hacen mucho pero les pido que recuerden que no
es una tarea más, sino tal vez la más importante, porque «los pobres son los
destinatarios privilegiados del Evangelio».
Queridos vecinos, queridos hermanos. Recemos,
trabajemos y comprometámonos juntos para que toda familia tenga un techo digno,
tenga acceso al agua potable, tenga un baño, tenga energía segura para
iluminarse, cocinar, para que puedan mejorar sus viviendas... para que todo
barrio tenga caminos, plazas, escuelas, hospitales, espacios deportivos,
recreativos y artísticos; para que los servicios básicos lleguen a cada uno de
ustedes; para que se escuchen sus reclamos y su clamor de oportunidades; para
que todos puedan gozar de la paz y la seguridad que se merecen conforme a su
infinita dignidad humana.
Mungu
awabariki (Que Dios los bendiga).
Y les pido,
por favor, que no se olviden de rezar por mí".
28.11.15
28.11.15
Homilía del Santo
Padre en Namugongo, en el lugar de los mártires de Uganda
El santo padre Francisco celebró este sábado la santa
misa en la basílica ubicada en la colina de Namugongo, lugar en el que fueron
martirizados a fines del siglo XVIII 22 laícos católicos que no quisieron
renunciar a la fe católica. Poco antes vistió el santuario de otros 23 mártires anglicanos ejecutados
por el mismo rey. El Papa les invitó siguiendo el ejemplo de
los mártires a profesar la fe y dar el ejemplo. Recordó que no hace falta
viajar como los misioneros para evangelizar, ya que en los propios lugares es
posible encontrar oportunidades de hacer el bien y dar testimonio.
A
continuación el texto de la homilía:
«Recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá
sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y
hasta los confines de la tierra» (Hch 1,8).
Desde la época Apostólica hasta nuestros días, ha
surgido un gran número de testigos para proclamar a Jesús y manifestar el poder
del Espíritu Santo. Hoy, recordamos con gratitud el sacrificio de los mártires
ugandeses, cuyo testimonio de amor por Cristo y su Iglesia ha alcanzado
precisamente «los extremos confines de la tierra». Recordamos también a los
mártires anglicanos, su muerte por Cristo testimonia el ecumenismo de la
sangre. Todos estos testigos han cultivado el don del Espíritu Santo en sus
vidas y han dado libremente testimonio de su fe en Jesucristo, aun a costa de
su vida, y muchos de ellos a muy temprana edad.
También nosotros hemos recibido el don del Espíritu,
que nos hace hijos e hijas de Dios, y también para dar testimonio de Jesús y
hacer que lo conozcan y amen en todas partes. Hemos recibido el Espíritu cuando
renacimos por el bautismo, y cuando fuimos fortalecidos con sus dones en la
Confirmación. Cada día estamos llamados a intensificar la presencia del
Espíritu Santo en nuestra vida, a «reavivar» el don de su amor divino para
convertirnos en fuente de sabiduría y fuerza para los demás.
El don del Espíritu Santo se da para ser compartido.
Nos une mutuamente como fieles y miembros vivos del Cuerpo místico de Cristo.
No recibimos el don del Espíritu sólo para nosotros, sino para edificarnos los
unos a los otros en la fe, en la esperanza y en el amor. Pienso en los santos
José Mkasa y Carlos Lwanga que, después de haber sido instruidos por otros en
la fe, han querido transmitir el don que habían recibido. Lo hicieron en
tiempos difíciles. No estaba amenazada solamente su vida, sino también la de
los muchachos más jóvenes confiados a sus cuidados. Dado que ellos habían
cultivado la propia fe y habían crecido en el amor de Cristo, no tuvieron miedo
de llevar a Cristo a los demás, aun a precio de la propia vida. Su fe se
convirtió en testimonio; venerados como mártires, su ejemplo sigue inspirando
hoy a tantas personas en el mundo. Ellos siguen proclamando a Jesucristo y el
poder de la cruz.
Si, a semejanza de los mártires, reavivamos
cotidianamente el don del Espíritu Santo que habita en nuestros corazones,
entonces llegaremos a ser de verdad los discípulos misioneros que Cristo quiere
que seamos. Sin duda, lo seremos para nuestras familias y nuestros amigos, pero
también para los que no conocemos, especialmente para quienes podrían ser poco
benévolos e incluso hostiles con nosotros. Esta apertura hacia los demás
comienza en la familia, en nuestras casas, donde se aprende a conocer la misericordia
y el amor de Dios. Y se expresa también en el cuidado de los ancianos y de los
pobres, de las viudas y de los huérfanos.
El testimonio de los mártires nuestra, a todos los que
han conocido su historia, entonces y hoy, que los placeres mundanos y el poder
terreno no dan alegría ni paz duradera. Es más, la fidelidad a Dios, la
honradez y la integridad de la vida, así como la genuina preocupación por el
bien de los otros, nos llevan a esa paz que el mundo no puede ofrecer. Esto no
disminuye nuestra preocupación por las cosas de este mundo, como si mirásemos
solamente a la vida futura. Al contrario, nos ofrece un objetivo para la vida
en este mundo y nos ayuda a acercarnos a los necesitados, a cooperar con los
otros por el bien común y a construir, sin excluir a nadie, una sociedad más
justa, que promueva la dignidad humana, defienda la vida, don de Dios, y
proteja las maravillas de la naturaleza, la creación, nuestra casa común.
Queridos hermanos y hermanas, esta es la herencia que
han recibido de los mártires ugandeses: vidas marcadas por la fuerza del
Espíritu Santo, vidas que también ahora siguen dando testimonio del poder
transformador del Evangelio de Jesucristo. Esta herencia no la hacemos nuestra
como un recuerdo circunstancial o conservándola en un museo como si fuese una
joya preciosa. En cambio, la honramos verdaderamente, y a todos los santos,
cuando llevamos su testimonio de Cristo a nuestras casas y a nuestros prójimos,
a los lugares de trabajo y a la sociedad civil, tanto si nos quedamos en
nuestras propias casas como si vamos hasta los más remotos confines del mundo.
Que los mártires ugandeses, junto con María, Madre de
la Iglesia, intercedan por nosotros, y que el Espíritu Santo encienda en
nosotros el fuego del amor divino.
¡Omukama
abawe omukisa! (Que Dios los bendiga)".
29.11.15
El Papa en
Centroáfrica: 'La grandeza del ser humano es trabajar por la dignidad de sus
semejantes'
“Vengo como
peregrino de la paz, y me presento como apóstol de la esperanza”. Con estas
palabras el papa Francisco ha querido iniciar este domingo su
primer discurso en la República Centroafricana, en su encuentro con las
autoridades en el Palacio Presidencia. El Santo Padre ha llegado a Bangui,
última etapa de su viaje a África. Después de aterrizar este domingo a las
10.00 de la mañana en el aeropuerto de Bangui, el Papa se ha dirigido
directamente a la visita de cortesía a la Jefa de Estado de la Transición de la
República Centroafricana, Catherine Samba-Panza.
A su llegada al palacio presidencial, después de
escuchar los himnos y rendir homenaje a las banderas, el Papa ha sido recibido
por la Jefe de Estado, con la que se ha reunidos en privado. A la vez, ha
tenido un encuentro entre la delegación vaticana y la del Gobierno de
Centroáfrica. Tras el encuentro privado, ha tenido lugar el intercambio de
regalos. A continuación, el Santo Padre se ha reunido con las autoridades del
Estado, la clase dirigente y el cuerpo diplomático de la nación, en el patio
del palacio presidencial de Bangui.
En su discurso, el Papa ha observado que en este
momento este país se encamina, poco a poco y a pesar de las dificultades, hacia
la normalización de su vida social y política. Por ello ha querido felicitar a
las diversas autoridades nacionales e internacionales “por los esfuerzos que
han realizado para dirigir el país en esta etapa”. Y así, ha deseado que las
diferentes consultas nacionales, que se celebrarán en las próximas semanas,
“permitan al país entrar con serenidad en una nueva etapa de su historia”.
Haciendo referencia al lema de la República
Centroafricana, «Unidad – Dignidad – Trabajo», el Santo Padre ha asegurado que
“hoy más que nunca, esta trilogía expresa las aspiraciones de todos los centroafricanos
y, por tanto, es una brújula segura para las autoridades que han de guiar los
destinos del país”. De este modo, ha estructurado su discurso en estas tres
ideas.
A propósito de la unidad, el Pontífice ha recordado
que “es un valor fundamental para la armonía de los pueblos”. Se ha de vivir y
construir “teniendo en cuenta la maravillosa diversidad del mundo circundante,
evitando la tentación de tener miedo de los demás, del que no nos es familiar,
del que no pertenece a nuestro grupo étnico, a nuestras opciones políticas o a
nuestra religión”, ha indicado. Asimismo ha añadido que la unidad requiere
“crear y promover una síntesis de la riqueza que cada uno lleva consigo”.
En segundo lugar, la dignidad. El Santo Padre ha
subrayado que este valor moral es el que “caracteriza a los hombres y mujeres
conscientes de sus derechos y de sus deberes, y que lleva al respeto mutuo”.
Hay que hacer lo que sea --ha añadido-- para salvaguardar la condición y
dignidad de la persona humana. De este modo, también ha asegurado que el que
tiene los medios para vivir una vida digna “debe tratar de ayudar a los pobres
para que puedan acceder también a una condición de vida acorde con la dignidad
humana, mediante el desarrollo de su potencial humano, cultural, económico y
social”. Por lo tanto, el Obispo de Roma ha reconocido que “el acceso a la
educación y a la sanidad, la lucha contra la desnutrición y el esfuerzo por
asegurar a todos una vivienda digna, ha de tener un puesto principal en un plan
de desarrollo que se preocupe de la dignidad humana”. La grandeza del ser
humano --ha precisado-- consiste en trabajar por la dignidad de sus semejantes.
Finalmente ha reflexionado sobre el trabajo. Así,
Francisco ha indicado que los centroafricanos “pueden mejorar esta maravillosa
tierra, usando con responsabilidad sus múltiples recursos”. Recordando que este
país se encuentra en una zona que, por su excepcional riqueza en biodiversidad,
está considerada como uno de los dos pulmones de la humanidad, el Papa ha
llamado la atención acerca de la grave responsabilidad que les corresponde en
la explotación de los recursos medioambientales, en las opciones y proyectos de
desarrollo. La construcción de una sociedad próspera --ha observado-- debe ser
una obra solidaria.
Por otro lado, el Santo Padre ha hecho hincapié en la
importancia crucial que tiene la conducta y la gestión de las autoridades
públicas, ya que debeb ser las primeras que han de encarnar en sus vidas con
coherencia los valores de la unidad, la dignidad y el trabajo, y ser un ejemplo
para sus compatriotas.
Para concluir su discurso, el Santo Padre ha dedicado
unas palabras al papel de la Iglesia en este país. Y junto con los obispos, ha
renovado “el propósito de esta Iglesia particular de contribuir cada vez más a
la promoción del bien común, especialmente a través de la búsqueda de la paz y
la reconciliación”. También ha reconocido los esfuerzos realizados por la
Comunidad internacional. Y les ha animado a que sigan avanzando todavía más en
el camino de la solidaridad, “con la esperanza de que su compromiso, unido al
de las Autoridades centroafricanas, sirva para que el país progrese, sobre todo
en la reconciliación, el desarme, la preservación de la paz, la asistencia
sanitaria y la cultura de una buena gestión en todos los ámbitos”.
30.11.15
El Papa pide a los
cristianos centroafricanos ser artífices de la renovación humana y espiritual
del país
“Ustedes, queridos centroafricanos, deben mirar sobre
todo al futuro y, apoyándose en el camino ya recorrido, decidirse con
determinación a abrir una nueva etapa en la historia cristiana de su País, a
lanzarse hacia nuevos horizontes, a ir mar adentro, a aguas profundas”. Esta ha
sido la última exhortación que el papa Francisco ha dejado al pueblo de
República Centroafricana.
Lo ha hecho durante la celebración eucarística este
lunes por la mañana en el Estadio “Barthélémy Boganda” de Bangui,
República Centroafricana, como acto final de su viaje apostólico a África.
Miles de personas han acudido para tener un último encuentro con el Pontífice.
En la homilía, el Santo Padre ha asegurado que “es
bueno, sobre todo en tiempos difíciles, cuando abundan las pruebas y los
sufrimientos, cuando el futuro es incierto y nos sentimos cansados, con miedo
de no poder más” reunirse alrededor del Señor para gozar de su presencia,
de su vida nueva y de la salvación que nos propone, como esa otra orilla hacia
la que debemos dirigirnos.
De este modo, ha precisado que la otra
orilla es “la vida eterna, el Cielo que nos espera”. La vida eterna
--ha asegurado-- no es una ilusión, no es una fuga del mundo, sino una poderosa
realidad que nos llama y compromete a perseverar en la fe y en el amor.
Pero esa otra orilla más inmediata
que buscamos alcanzar, la salvación que la fe nos obtiene y de la que nos habla
san Pablo, “es una realidad que transforma ya desde ahora nuestra vida presente
y el mundo en que vivimos”.
Y así, el Pontífice ha invitado a dar las gracias al
Señor “por su presencia y por la fuerza que nos comunica en nuestra vida
diaria, cuando experimentamos el sufrimiento físico o moral, la pena, el luto”.
También “por los gestos de solidaridad y de generosidad que nos ayuda a
realizar; por las alegrías y el amor que hace resplandecer en nuestras
familias, en nuestras comunidades, a pesar de la miseria, la violencia que, a
veces, nos rodea o del miedo al futuro”. Así como “por el deseo que pone en
nuestras almas de querer tejer lazos de amistad, de dialogar con el que es
diferente, de perdonar al que nos ha hecho daño, de comprometernos a construir
una sociedad más justa y fraterna en la que ninguno se sienta abandonado”.
El papa Francisco ha reconocido que “todavía no hemos
llegado a la meta, estamos como a mitad del río y, con renovado empeño
misionero, tenemos que decidirnos a pasar a la otra orilla”. Todo
bautizado, ha observado, ha de romper continuamente con lo que aún tiene del
hombre viejo, del hombre pecador, siempre inclinado a ceder a la tentación del
demonio –y cuánto actúa en nuestro mundo y en estos momentos de conflicto, de
odio y de guerra–, que lo lleva al egoísmo, a encerrarse en sí mismo y a la
desconfianza, a la violencia y al instinto de destrucción, a la venganza, al
abandono y a la explotación de los más débiles.
Al respecto, ha indicado que también las comunidades
cristianas, llamadas a la santidad, les queda todavía un largo camino por
recorrer. “Es evidente que todos tenemos que pedir perdón al Señor por nuestras
excesivas resistencias y demoras en dar testimonio del Evangelio”, ha
asegurado. Por eso, el Papa ha deseado que el Año Jubilar de la Misericordia
ayude a ello.
Por otro lado, el Santo Padre ha invitado a los
presentes a preguntarse sobre su relación personal con Jesús, y examinar “lo
que ya ha aceptado –o tal vez rechazado– para poder responder a su llamado a
seguirlo más de cerca”. Y ha recordado la invitación a perseverar con
entusiasmo en la misión, una misión que necesita de nuevos mensajeros, más
numerosos todavía, más generosos, más alegres, más santos. Todos y cada uno de
nosotros --ha asegurado el Papa-- estamos llamados a ser este mensajero que
nuestro hermano, de cualquier etnia, religión y cultura, espera a menudo sin
saberlo.
Finalmente, el papa Francisco ha subrayado que
“la otra orilla está al alcance de la mano, y Jesús atraviesa
el río con nosotros”. Y ha concluído diciendo a los cristianos de
Centroáfrica, que cada uno de ellos está llamado a ser, con la perseverancia de
su fe y de su compromiso misionero, “artífice de la renovación humana y
espiritual de su país”.
01.12.15
El Papa agradece su viaje a la Virgen en Santa
María la Mayor
Se ha
convertido en una tradición: de regreso del viaje a África, de camino del
aeropuerto de Ciampino al Vaticano, el papa Francisco se detuvo en la basílica
de Santa María la Mayor, para dar las gracias a la Salus Populi Romani por su
viaje apostólico al continente africano. Se trata de la 28ª vez que el
Pontífice visita la basílica.
El vuelo de Alitalia en el que viajaba el Santo Padre,
aterrizó en Roma este lunes a las 18.30 después de seis horas de vuelo.
De este modo prosigue la tradición que comenzó con su
visita a Brasil en julio de 2013, de encomendar y agradecer a la
Virgen, antes y después de sus viajes.
02.12.15
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