2 de des. 2015

MISERICORDIAE VULTUS...







El Papa en la audiencia: 'He tenido la alegría de llevar a África la palabra de esperanza de Jesús resucitado'

El papa Francisco ha acudido un miércoles más a la Plaza de San Pedro para la audiencia general. Allí le han recibido los fieles y peregrinos que le esperaban con cantos y aplausos. En este día frío y soleado, el Santo Padre se ha detenido varias veces para saludar a los presentes y bendecir y besar a varios niños.
Esta semana, el Pontífice se ha referido a su reciente viaje al continente africano que ha tenido lugar del 25 al 30 de noviembre. En el resumen hecho en español, Francisco ha dicho: “Queridos hermanos y hermanas: Hoy quiero hablarles de mi visita apostólica a Kenia, Uganda y la República Centroafricana, donde he tenido la alegría de llevar la palabra de esperanza de Jesús resucitado”.
En Kenia, “un País que representa bien el reto global de nuestra época, los animé a cuidar sus riqueza naturales y espirituales, constituidas por los recursos de la tierra, de las nuevas generaciones y de los valores que forman la sabiduría de los pueblos, para que sea justo, inclusivo y sostenible”, ha recordado.
En Uganda, “bajo la memoria de sus mártires, he constatado el testimonio de esperanza y el servicio en la caridad de tantos discípulos-misioneros que, no obstante las dificultades buscan vivir según el Evangelio”, ha proseguido.
Y en la República Centroafricana, “corazón geográfico del continente, he querido abrir en la catedral de Bangui la primera Puerta Santa del Jubileo de la Misericordia, en donde hemos experimentado que el Señor esta con nosotros en la barca, es él quien la guía y a él hemos renovado el compromiso de seguirle. Él es nuestra esperanza, nuestra paz, rostro de la divina Misericordia”, ha asegurado.
El Papa ha agradecido, una vez más, “a las autoridades civiles y a los obispos de estas naciones su acogida, y doy las gracias a todos los que de diversos modos han colaborado”.
A continuación, el Santo Padre ha saludado a los peregrinos de lengua española, en particular “a los grupos venidos de España y Latinoamérica”. De este modo, el Pontífice ha invitado a todos “a dar gracias al Señor por este primer viaje apostólico a África, y a pedirle que de abundantes frutos y muchos misioneros”.
Al concluir los saludos en todas las lenguas, el papa Francisco ha dirigido un pensamiento especial a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados.

Texto completo de la catequesis del papa Francisco en la audiencia general del miércoles 2 de noviembre de 2015

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En los días pasados he realizado mi primer viaje apostólico en África. ¡Que bella es África! Doy gracias al Señor por este su gran don, que me permitió visitar tres países: primero Kenia, después Uganda y al final la República Centroafricana. Expreso nuevamente mi reconocimiento a las autoridades civiles y a los obispos de estas naciones por haberme recibido y les agradezco a todos aquellos que de tantas maneras han colaborado. ¡Gracias de corazón!
Kenia es un país que representa bien los desafíos globales de nuestra época: tutelar la creación reformando el modelo de desarrollo para que sea equitativo, inclusivo y sostenible. Todo esto se encuentra en Nairobi, la ciudad más grande de África oriental en donde conviven riqueza y miseria, pero esto es un escándalo. Y no solamente en África, sino también aquí por todas partes. La convivencia entre riqueza y pobreza es un escándalo, es una vergüenza para la humanidad.
En Nairobi tiene su sede la Oficina de las Naciones Unidas sobre el Ambiente, que he visitado. En Kenia tuve un encuentro con las autoridades y diplomáticos, y también a los habitantes de un barrio popular; tuve otro encuentro con los líderes de las diversas confesiones cristianas y de otras religiones, con los sacerdotes y consagrados, y he tenido también un encuentro con los jóvenes, ¡muchos jóvenes!
En cada ocasión les he animado para que aprecien las grandes riquezas de aquel país: riqueza natural y espiritual, constituida por los recursos de la tierra, por las nuevas generaciones y por los valores del pueblo. En este contexto así dramáticamente actual tuve la alegría de llevar la palabra de esperanza de Jesús Resucitado: “Sean firmes en la fe, no tengan miedo”. Este era el lema de la visita. Una palabra que es vivida cada día por tantas personas humildes y simples, con noble dignidad; una palabra de la que dieron testimonio de manera trágica y heroica los jóvenes de la Universidad de Garisa, asesinados el 2 de abril pasado porque eran cristianos. Su sangre es semilla de paz y de fraternidad para Kenia, África y el mundo entero.
En Uganda mi visita fue en el signo de los mártires de aquel país, 50 años después de su histórica canonización, realizada por el beato Pablo VI. Por este motivo el lema era: “Serán mis testigos” (Act. 1,8). Un lema que presupone las palabras inmediatamente anteriores: “Tendrán la fuerza del Espíritu Santo” porque es el espíritu el que anima el corazón y las manos de los discípulos misioneros. Y toda la visita en Uganda se ha realizado en el fervor del testimonio animado por el Espíritu Santo. Testimonio en sentido explícito es el servicio de los catequistas, a quienes les he agradecido y animado por su empeño, que muchas veces incluye también a sus familias. Testimonio es el de la caridad que he tocado con la mano en la Casa de Nalukolongo, y que ve empeñadas a tantas comunidades y asociaciones al servicio de los más pobres, discapacitados, enfermos.
Testimonio es el de los jóvenes que a pesar de las dificultades custodian el don de la esperanza e intentan vivir de acuerdo con el evangelio y no según el mundo, yendo así contracorriente. Testimonio son los sacerdotes, los consagrados y consagradas que renuevan día a día su 'sí' total a Cristo y se dedican con alegría al servicio del pueblo santo de Dios. Y hay un tercer grupo de testimonios, pero hablaré después.
Todo este multiforme testimonio, animado por el mismo Espíritu Santo, es levadura para toda la sociedad, como lo demuestra la eficaz obra realizada en Uganda en la lucha al SIDA y en la recepción de los refugiados.
La tercera etapa del viaje fue en la República Centroafricana, en el corazón geográfico del continente. Esta visita fue en realidad mi primera intención, porque aquel país esta intentando salir de un período muy difícil, de conflictos violentos y hay tanto sufrimiento en la población. Por este motivo quise justamente allí, en Bangui, una semana antes, abrir la primera Puerta Santa del Jubileo de la Misericordia, en un país que sufre tanto, como signo de fe y de esperanza para aquel pueblo, y simbólicamente para todas las poblaciones africanas más necesitadas de rescate y confort.
La invitación de Jesús a los discípulos: “Crucemos a la otra orilla” (LC 8,22) era el lema para Centroafricana. “Cruzar a la otra orilla”, desde el punto de vista civil significa dejar atrás la guerra, las divisiones, las miserias, y elegir la paz, la reconciliación, el desarrollo. Pero esto presupone un 'cambio' que se realiza en las conciencias, en las actitudes y en las intenciones de las personas.
Y a este nivel es decisivo el aporte de las comunidades religiosas. Por lo tanto he encontrado a las comunidades evangélicas y a aquella musulmana, compartiendo la oración y el empeño por la paz.
Con los sacerdotes y los consagrados, pero también con los jóvenes hemos compartido la alegría de sentir que el Señor resucitado está con nosotros en la barca, y es Él quien la guía a la otra orilla.
Para finalizar, la última misa en el estadio de Bangui, en el día de la fiesta del apóstol Andrés, hemos renovado el empeño para seguir a Jesús, nuestra esperanza, nuestra paz, rostro de la divina misericordia.
Esta última misa maravillosa estaba llena de jóvenes, un estadio de jóvenes. Más de la mitad de la población de República Centroafricana son jóvenes, con menos de 18 años: ¡una promesa para ir hacia adelante!
Querría decir una palabra sobre los misioneros. Hombres y mujeres que han dejado la patria, todo... Siendo jóvenes fueron allí teniendo una vida con tanto trabajo, a veces durmiendo en el piso. En un determinado momento he encontrado en Bangui a una monja, era italiana. Se veía que era anciana.
- ¿Cuántos años tiene?, le pregunté.
- "81"
- No tantos, dos más que yo.
Esta monja estaba allí desde sus 23 o 24 años de edad: toda la vida. Y como ella tantas. Estaba con una niña. Y la niña en italiano le decía: 'nonna'. Y la monja me ha dicho: “Pero yo no soy de aquí, sino de un pueblo cercano, del Congo, y he venido en canoa con esta niña”. Así son los misioneros: llenos de coraje.

- ¿Y qué hace, hermana?

- “Soy enfermera, he estudiado un poco aquí y me he vuelto obstétrica y he hecho nacer a 3.280 niños”.
Así me ha dicho. Toda su vida para la vida de los otros. Y como esta monja , hay tantas, tantas: tantas monjas, tantos sacerdotes, tantos religiosos que queman su vida para anunciar a Jesucristo. Es bello ver ésto. Es bello.
Quisiera decir una palabra a los jóvenes. Pero hay pocos, porque la natalidad es un lujo, parece, en Europa la natalidad es cero, natalidad del uno por ciento. Y me dirijo a los jóvenes, piensen qué cosa haces de la propia vida. Piensen en esta monja y en tantas como ella que dieron la vida y en tantas que han muerto allá.
Se es misionero no para hacer proselitismo: me decía esta monja que las mujeres musulmanas van donde ellas porque saben que las monjas son enfermeras buenas que curan bien, y no le hacen la catequesis para convertirlas. Dan testimonio, y a quien quiere le enseñan el catecismo. Pero el testimonio es éste, la gran misionaridad heroica de la Iglesia. Anunciar a Jesucristo con la propia vida. Me dirigo a los jóvenes: piensen qué quieres hacer tú de la propia vida. Es el momento de pensar y pedir al Señor que te haga sentir su voluntad. Pero sin excluir, por favor, esta posibilidad de volverse misionero, para llevar el amor, la humanidad, la fe a otros países. No para hacer proselitismo, no. Ésto lo hacen otros para buscar otra cosa. La fe se predica antes con el testimonio y después con la palabra. Lentamente.
Alabemos juntos al Señor por esta peregrinación en tierra africana, y dejémonos guiar por sus palabras claves: “Sean firmes en la fe, no tengan miedo”; “Serán mis testigos”; “Crucemos a la otra orilla”.
03.12.15



Francisco: "Soy un hombre perdonado"

La revista italiana Credere, la publicación oficial del Año Santo Extraordinario que se inaugura el próximo 8 de diciembre, ha realizado una entrevista exclusiva al papa Francisco en la que explica los motivos del Jubileo de la Misericordia y sus expectativas.
"El tema de la misericordia --dice el Santo Padre al director de la revista, el sacerdote Antonio Rizzolo-- se va acentuando con fuerza en la vida de la Iglesia a partir de Pablo VI. Fue Juan Pablo II el que lo subrayó fuertemente con la Dives in misericordia, la canonización de santa Faustina y la institución de la fiesta de la Divina Misericordia en la Octava de Pascua". En esta línea, "he sentido que hay como un deseo del Señor de mostrar a los hombres su misericordia. Entonces no es que me haya venido a la mente, sino que retomo una tradición relativamente reciente, si bien siempre ha existido. Y me he dado cuenta de que se debía hacer algo para continuar esta tradición".
"Es obvio que el mundo de hoy tiene necesidad de misericordia, tiene necesidad de compasión, o de sufir con", prosigue el Pontífice. "Estamos habituados a las malas noticias, a las noticias crueles y a las atrocidades más grandes que ofenden el nombre y la vida de Dios", lamenta. "El mundo tiene necesidad de descubrir que Dios es Padre, que tiene misericordia, que la crueldad no es el camino, se cae en la tentación de seguir una línea dura, en la tentación de subrayar solo las normas morales, pero cuánta gente se queda fuera", enfatiza.
"Me ha venido a la mente esa imagen de la Iglesia como un hospital de campaña después de la batalla; es la verdad, ¡cuánta gente herida y destruida! Los heridos son curados, ayudados a sanar, no sometidos a los análisis para el colesterol. Creo que este es el momento de la misericordia", asegura el Papa. "Todos nosotros somos pecadores, todos llevamos pesos interiores. He sentido que Jesús quiere abrir la puerta de Su corazón, que el Padre quiere mostrar sus entrañas de misericordia, y por eso nos manda el Espíritu: para moverse y para movernos. Es el año del perdón, el año de la reconciliación", reitera.
Preguntado por su experiencia personal de la misericordia divina, Francisco reconoce: "Soy pecador, me siento pecador, estoy seguro de serlo; soy un pecador al cual el Señor ha mirado con misericordia. Soy, como he dicho a los encarcelados en Bolivia, un hombre perdonado. Soy un hombre perdonado, Dios me ha mirado con misericordia y me ha perdonado. Todavía ahora cometo errores y pecados, y me confieso cada quince o veinte días. Y si me confieso es porque tengo necesidad de sentir que la misericordia de Dios todavía está en mí".
El Santo Padre recuerda además que tuvo esa sensación de forma especial el 21 de septiembre de 1953, cuando sintió la necesidad de entrar en una iglesia y confesarse con un sacerdote que no conocía y a partir de entonces su vida fue diferente; decidió hacerse sacerdote y aquel confesor, enfermo de leucemia, lo acompañó durante un año. "Murió al año siguiente --relata--. Después del funeral lloré amargamente, me sentí totalmente perdido, como con el temor de que Dios me hubiese abandonado. Este fue el momento en el que me sumergí en la misericordia de Dios y está muy unido a mi lema episcopal: el 21 de septiembre es el día de san Mateo, y Beda el Venerable, hablando de la conversión de Mateo, dice que Jesús miró a Mateo miserando atque eligendo". "Se trata de una expresión que no se puede traducir, porque en italiano uno de los dos verbos no tiene gerundio, ni tampoco en español. La traducción literal sería “misericordiando y eligiendo”, casi como un trabajo artesanal. “Lo misericordió”: esta es la traducción literal del texto", indica.
"Cuando años después, recitando el breviario latino, descubrí esta lectura, me acordé de que el Señor me había modelado artesanalmente con Su misericordia. Cada vez que venía a Roma, porque me alojaba en Via della Scrofa, iba a la iglesia de San Luis de los Franceses a rezar delante del cuadro de Caravaggio, sobre la Vocación de san Mateo", refiere.
Para el Pontífice, el Jubileo de la Misericordia también puede ser una ocasión para redescubrir la “maternidad” de Dios: "Él mismo lo afirma cuando dice en Isaías que si una madre se olvidase de su hijo, también una madre puede olvidar... “yo en cambio no te olvidaré jamás”. Aquí se ve la dimensión materna de Dios. No todos comprenden cuando se habla de la “maternidad de Dios”, no es un lenguaje popular --en el buen sentido de la palabra--, parece un lenguaje un poco elegido; por eso prefiero usar la ternura, propia de una madre, la ternura de Dios, la ternura nace de las entrañas paternas. Dios es padre y madre".
Por último, el papa Francisco advierte de que el descubrimiento de un Dios misericordioso conlleva un cambio de actitud hacia los demás. "Hoy la revolución es la de la ternura porque de aquí deriva la justicia y todo el resto", afirma. "La revolución de la ternura es aquella que hoy tenemos que cultivar como fruto de este año de la misericordia: la ternura de Dios hacia cada uno de nosotros. Cada uno de nosotros debe decir: “Soy un desgraciado, pero Dios me ama así; entonces también yo debo amar a los otros del mismo modo”", aclara. "Descubrirlo nos llevará a tener una actitud más tolerante, más paciente, más tierna", concluye. 
04.12.15



El Papa destaca la contribución esencial de las mujeres trabajadoras
Es necesario “afirmar el rol insustituible de la mujer en la familia y en la educación de los hijos, como también la contribución esencial de las mujeres trabajadoras en la edificación de estructuras económicas y políticas ricas de humanidad”. Así lo asegura el papa Francisco en un mensaje, firmado por el cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin, dirigido al Seminario internacional de estudio promovido por el Pontificio Consejo para los Laicos sobre el tema “Mujeres y trabajo”.
De este modo, el Santo Padre invita a localizar “sugerencias y modelos positivos concretos para armonizar compromisos laborales y exigencias familiares”, en el contexto de la dicotomía actual entre la vida de la familia y la organización del trabajo.
En un comunicado del dicasterio, se recuerda que “hoy es necesario afirmar un doble reconocimiento del importante rol que la mujer cubre en la vida pública, para la edificación de estructuras más ricas de humanidad, y en la vida familiar, para el bienestar de la familia misma y la educación de los hijos”.
Asimismo, explican que el seminario tiene como objetivo indagar sobre las causas y consecuencias de la actual dicotomía entre exigencias familiares y organización del trabajo. Se buscará, además, “analizar y considerar caminos para salir del aut-aut en el que se encuentran hoy muchísimas mujeres, y proponer soluciones innovadoras hacia un et-et que permitan conjugar compromisos de trabajo y familiares”. Se considerarán propuestas --informa el comunicado-- para una mayor valoración del trabajo femenino, de modo que se superen las discriminaciones de que son todavía objeto las trabajadoras, como la penalización de la maternidad y la desigualdad de salario.
Por otro lado, se reflexionará “sobre cómo destacar el insustituible servicio que sólo el genio femenino sabe ofrecer al género humano, para el crecimiento de cada persona y la construcción de la sociedad”.
El Seminario congregará a distinguidos conferencistas de nueve nacionalidades y prevé amplios espacios de discusión para permitir la participación de todos los presentes en los trabajos.
05.12.15





Francisco a los jóvenes: "La Biblia es un libro extremadamente peligroso"

Lean la Biblia, no es “una obra de arte literaria”, sino que es “Dios que habla”, un libro “extremadamente peligroso, tan arriesgado que en ciertos países quien posee una Biblia es tratado como si ocultara ¡granadas de mano en el armario!”, escribe el papa Francisco en el prólogo de una edición en alemán de las Sagradas Escrituras. Se trata de una iniciativa de algunos jesuitas austríacos, profesores de Antiguo Testamento, destinada a los jóvenes.
La carta escrita por el Pontífice ha sido publicada esta semana en el último número de La Civiltà Cattolica, la revista de la Compañía de Jesús que dirige el padre Antonio Spadaro.
“Mis queridos jóvenes amigos, si ustedes vieran mi Biblia quizás se sorprenderían. Dirían: ‘¿Qué? ¿Esta es la Biblia del Papa? ¡Un libro tan viejo, tan desgastado!’”, dice Francisco. “Podrían también regalarme una nueva, quizás también una de 1.000 euros: no, no la querría. Amo mi vieja Biblia, aquella que me acompañó la mitad de mi vida. Vio mi alegría, se mojó con mis lágrimas: es mi inestimable tesoro. Vivo por ella y por nada del mundo la apartaría de mí”, añade.
En este sentido, el Santo Padre pide que la Biblia no termine arrinconada en una estantería, “en tercera fila”, “llenándose de polvo”. Porque “un día, sus hijos la venderán en el mercadillo de lo usado. ¡No! ¡Esto no puede ser!”, advierte en el prólogo.
“Quiero decirles una cosa: hoy, todavía más que en los inicios de la Iglesia, los cristianos son perseguidos; ¿cuál es la razón? Son perseguidos porque llevan una cruz y dan testimonio de Cristo; son condenados porque poseen una Biblia”, asegura el Pontífice. “Evidentemente la Biblia es un libro extremadamente peligroso, de tal riesgo que en ciertos países quien posee una Biblia es tratado como si escondiese ¡granadas de mano en el armario!”, subraya. 
“Mahatma Gandhi, que no era cristiano, una vez dijo: 'A ustedes los cristianos se les encomendó un texto que contiene una cantidad de dinamita suficiente como para hacer explotar en mil pedazos toda la civilización, para poner el mundo al revés y llevar la paz a un planeta devastado por la guerra. Sin embargo, lo tratan como si fuera simplemente una obra literaria y nada más'”, relata el Papa.
Así, Francisco pregunta a los jóvenes: “'Entonces, ¿qué tienen en la mano? ¿Una obra de arte literaria? ¿Una antología de antiguas y bellas historias? En tal caso, habría que decirle a muchos cristianos que son encarcelados y torturados por la Biblia: ‘De verdad, han sido necios y poco listos: ¡es solo una obra literaria!'”. “No, con la Palabra de Dios la luz vino al mundo y nunca más se apagará”, concluye.
06.12.15



El Papa en el Ángelus: 'Las mentes cerradas y los corazones duros son los desiertos de hoy'

Como cada domingo, el papa Francisco rezó el Ángelus desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico, ante una multitud que le atendía en la Plaza de San Pedro. Dirigiéndose a los fieles y peregrinos venidos de todo el mundo, que le acogieron con un largo y caluroso aplauso, el Pontífice les dijo:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En este segundo domingo de Adviento, la liturgia nos pone a la escuela de Juan el Bautista, que predicaba “un bautismo de conversión para el perdón de los pecados”. Y nosotros quizá nos preguntemos: '¿Por qué nos tendríamos que convertir? La conversión es para el que de ateo se vuelve creyente, de pecador se hace justo. Pero nosotros no la necesitamos. Nosotros somos ya cristianos'. Podemos preguntarnos esto. Por tanto, 'estamos bien'. Y eso no es verdad. Pensando de este modo, no nos damos cuenta de que es precisamente por esta presunción --que somos cristianos, todos buenos, que estamos en lo correcto-- precisamente por esta presunción, es por lo que nos debemos convertir: de la suposición de que, en fin de cuentas, va bien así y no necesitamos conversión alguna.
Pero preguntémonos: ¿es cierto que en las diversas situaciones y circunstancias de la vida, tenemos en nosotros los mismos sentimientos de Jesús? ¿Es verdad que sentimos como siente Jesús? Por ejemplo, cuando sufrimos algún mal o alguna afrenta ¿podemos reaccionar sin animosidad y perdonar de corazón a los que nos piden perdón? Que difícil es perdonar, ¿eh? ¡Que difícil! ‘Me la vas a pagar: esta palabra viene de dentro, ¿eh? Cuando estamos llamados a compartir alegrías y tristezas, ¿sabemos llorar sinceramente con el que llora y alegrarnos con el que se alegra? Cuando debemos expresar nuestra fe, ¿sabemos hacerlo con valentía y sencillez, sin avergonzarnos del Evangelio? Y así podemos plantearnos tantas preguntas. No estamos bien. Siempre debemos convertirnos, tener los sentimientos que tenía Jesús.
La voz del Bautista grita aún en los desiertos de hoy de la humanidad, que son --¿cuáles son los desiertos de hoy?-- son las mentes cerradas y los corazones duros, y nos provoca para que nos preguntemos si efectivamente estamos recorriendo el camino correcto, viviendo una vida según el Evangelio. Hoy, como entonces, él nos amonesta con las palabras del profeta Isaías: “¡Preparad el camino del Señor!”. Es una invitación apremiante a abrir el corazón y recibir la salvación que Dios nos ofrece incesantemente, casi con testarudez, porque nos quiere a todos libres de la esclavitud del pecado. Pero el texto del profeta dilata esa voz, preanunciando que “todos los hombres verán la Salvación de Dios”. Y la salvación es ofrecida a todo hombre, y a todo pueblo, sin excluir a nadie, a cada uno de nosotros: ninguno de nosotros puede decir: ‘Yo soy santo, yo soy perfecto, yo ya estoy salvado’. No. Siempre debemos aceptar este ofrecimiento de la salvación, y por eso el Año de la Misericordia: para avanzar más en ese camino de la salvación, ese camino que nos ha enseñado Jesús. Dios quiere que todos los hombres sean salvados por medio de Jesucristo, el único mediador.
Por lo tanto, cada uno de nosotros está llamado a hacer conocer a Jesús a cuantos no lo conocen aún: pero eso no es hacer proselitismo. No. Es abrir una puerta. “¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!”, declaraba san Pablo. Si a nosotros el Señor Jesús nos ha cambiado la vida, y nos la cambia cada vez que acudimos a Él, ¿cómo no sentir la pasión de hacerlo conocer a cuantos encontramos en el trabajo, en la escuela, en la comunidad, en el hospital, en los lugares de reunión? Si miramos a nuestro alrededor, encontramos a personas que estarían dispuestas a comenzar o a volver a comenzar un camino de fe, si encontraran a cristianos enamorados de Jesús. ¿No deberíamos y no podríamos ser nosotros esos cristianos? Os dejo la pregunta: ¿De verdad estoy enamorado de Jesús? ¿Estoy convencido de que Jesús me ofrece y me da la salvación? Y, si estoy enamorado, ¡tengo que hacerlo conocer! Pero debemos ser valientes: allanar las montañas del orgullo y de la rivalidad, rellenar los abismos excavados por la indiferencia y la apatía, enderezar los senderos de nuestras perezas y de nuestros acomodamientos.
Que nos ayude la Virgen María --que es Madre y sabe cómo hacerlo-- a derribar las barreras y los obstáculos que impiden nuestra conversión, es decir, nuestro camino hacia el encuentro con el Señor. ¡Él solo! ¡Solo Jesús puede dar cumplimiento a todas las esperanzas del hombre!
Al término de estas palabras, el Santo Padre rezó la oración mariana:
Angelus Domini nuntiavit Mariae...
Al concluir la plegaria, el Papa se refirió a la XXI Conferencia Internacional sobre el Cambio Climático que se está llevando a cabo en París:
Queridos hermanos y hermanas,
Sigo con gran atención los trabajos de la Conferencia sobre el clima en curso en París, y me vuelve a la mente una pregunta que hice en la encíclica Laudato si' “¿Qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan, a los niños que están creciendo?” Por el bien de la casa común, de todos nosotros y de las futuras generaciones, en París todo el esfuerzo debería estar dirigido a mitigar los impactos de los cambios climáticos y, al mismo tiempo, a contrastar la pobreza y hacer florecer la dignidad humana. Las dos elecciones van unidas. Parar los cambios climáticos y contrastar la pobreza para que florezca la dignidad humana. Recemos para que el Espíritu Santo ilumine a todos los que están llamados a tomar decisiones tan importantes y les dé la valentía de tener siempre como criterio de elección el bien mayor para la familia humana.
Además, el Pontífice recordó el quincuagésimo aniversario de la eliminación de las sentencias mutuas de excomunión de 1054:
Mañana se conmemora el quincuagésimo aniversario de un acontecimiento memorable entre católicos y ortodoxos. El 7 de diciembre de 1965, en la vigilia de la conclusión del Concilio Vaticano II, con una declaración común del papa Pablo VI y del patriarca ecuménico Atenágoras, se eliminaban de la memoria las sentencias de excomunión intercambiadas entre la Iglesia de Roma y la de Constantinopla en 1054. Es realmente providencial que este gesto histórico de reconciliación, que ha creado las condiciones para un nuevo diálogo entre ortodoxos y católicos en el amor y la verdad, sea recordado precisamente en el inicio del Jubileo de la Misericordia. No hay un auténtico camino hacia la unidad sin una petición de perdón a Dios y entre nosotros, por el pecado de la división. Recordemos en nuestras oraciones al querido patriarca ecuménico Bartolomé y a los demás jefes de las Iglesias ortodoxas, y pidamos al Señor que las relaciones entre católicos y ortodoxos estén inspiradas siempre por el amor fraterno.
Sobre la ceremonia de beatificación de los mártires de la diócesis de Chimbote, el Santo Padre señaló:
Ayer, en Chimbote (Perú), fueron proclamados beatos Michael Tomaszek y Zbigniew Strzałkowski, franciscanos conventuales, y Alessandro Dordi, sacerdote fidei donum, asesinados por odio a la fe en 1991. Que la fidelidad de estos mártires en el seguimiento de Jesús nos dé la fuerza a todos nosotros, pero especialmente a los cristianos perseguidos en diferentes partes del mundo, para testimoniar con valentía el Evangelio.
A continuación, llegó el turno de los saludos que realiza tradicionalmente el Obispo de Roma:
Saludos a todos los peregrinos, llegados de Italia y de diferentes países. ¡Hay muchas banderas! ¿eh? En particular, al coro litúrgico de Milherós de Poiares y a los fieles de Casal de Cambra, Portugal. Saludo a los participantes en el Congreso del Movimiento de Compromiso Educativo de Acción Católica, a los fieles de Biella, Milán, Cusano Milanino, Neptuno, Rocca di Papa y Foggia; a los confirmandos de Roncone y los confirmando de Settimello, a la Banda de Calangianus y al Coro de Taio.
Francisco concluyó su intervención diciendo:
Os deseo a todos un buen domingo y una buena preparación para el inicio del Año de la Misericordia. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto! 
07.12.15






Mensaje del Santo Padre por la 53° Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones

El papa Francisco ha preparado un mensaje con motivo de la 53° Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones que se celebra 17 de abril de 2016, el IV domingo de Pascua, con el tema: “La Iglesia madre de vocaciones”.
En el mensaje, publicado este lunes por la Oficina de Prensa de la Santa Sede, el Santo Padre desea que a lo largo del Jubileo Extraordinario de la Misericordia, todos los bautizados puedan experimentar el gozo de pertenecer a la Iglesia, y recuerda que la vocación de cada uno tiene su origen en la mirada compasiva de Jesús, así como conversión y vocación son como las dos caras de una sola moneda.
El Pontífice añade que la Iglesia no es solo el lugar donde se cree, sino también verdadero objeto de nuestra fe, y que por eso decimos en el Credo: «Creo en la Iglesia», a la cual Dios nos llama a pertenecer y nos concede una vocación específica. El dinamismo eclesial de la vocación --asegura-- es un antídoto contra el veneno de la indiferencia y el individualismo.
Por todo eso, el Papa invita a todos los fieles a asumirse las responsabilidad en el cuidado y el discernimiento vocacional y en particular a los sacerdotes, porque cuidado pastoral de las vocaciones es una parte fundamental de su ministerio pastoral. Recuerda además que la vocación crece en la Iglesia, durante el proceso formativo hasta el compromiso definitivo, porque el camino vocacional en la Iglesia no termina, sino que continúa en la disponibilidad y el servicio hacia el prójimo.
El mensaje concluye con una oración pidiendo por intercesión de la Virgen María, “comunidades cristianas vivas, fervorosas y alegres, que sean fuentes de vida fraterna y que despierten entre los jóvenes el deseo de consagrarse a Ti y a la evangelización”.

                                                                                          ***
Texto completo:
«Queridos hermanos y hermanas: Cómo desearía que, a lo largo del Jubileo Extraordinario de la Misericordia, todos los bautizados pudieran experimentar el gozo de pertenecer a la Iglesia. Ojalá puedan redescubrir que la vocación cristiana, así como las vocaciones particulares, nacen en el seno del Pueblo de Dios y son dones de la divina misericordia. La Iglesia es la casa de la misericordia y la «tierra» donde la vocación germina, crece y da fruto.
Por eso, invito a todos los fieles, con ocasión de esta 53a Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, a contemplar la comunidad apostólica y a agradecer la mediación de la comunidad en su propio camino vocacional.

En la Bula de convocatoria del Jubileo Extraordinario de la Misericordia recordaba las palabras de san Beda el Venerable referentes a la vocación de san Mateo: misereando atque eligendo (Misericordiae vultus, 8).

La acción misericordiosa del Señor perdona nuestros pecados y nos abre a la vida nueva que se concreta en la llamada al seguimiento y a la misión. Toda vocación en la Iglesia tiene su origen en la mirada compasiva de Jesús. Conversión y vocación son como las dos caras de una sola moneda y se implican mutuamente a lo largo de la vida del discípulo misionero.
El beato Pablo VI, en su exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, describió los pasos del proceso evangelizador. Uno de ellos es la adhesión a la comunidad cristiana (cf. n. 23), esa comunidad de la cual el discípulo del Señor ha recibido el testimonio de la fe y el anuncio explícito de la misericordia del Señor.
Esta incorporación comunitaria incluye toda la riqueza de la vida eclesial, especialmente los Sacramentos. La Iglesia no es sólo el lugar donde se cree, sino también verdadero objeto de nuestra fe; por eso decimos en el Credo: «Creo en la Iglesia».
La llamada de Dios se realiza por medio de la mediación comunitaria. Dios nos llama a pertenecer a la Iglesia y, después de madurar en su seno, nos concede una vocación específica. El camino vocacional se hace al lado de otros hermanos y hermanas que el Señor nos regala: es una con-vocación.
El dinamismo eclesial de la vocación es un antídoto contra el veneno de la indiferencia y el individualismo. Establece esa comunión en la cual la indiferencia ha sido vencida por el amor, porque nos exige salir de nosotros mismos, poniendo nuestra vida al servicio del designio de Dios y asumiendo la situación histórica de su pueblo santo.
En esta jornada, dedicada a la oración por las vocaciones, deseo invitar a todos los fieles a asumir su responsabilidad en el cuidado y el discernimiento vocacional. Cuando los apóstoles buscaban uno que ocupase el puesto de Judas Iscariote, san Pedro convocó a ciento veinte hermanos (Hch. 1,15); para elegir a los Siete, convocaron el pleno de los discípulos (Hch. 6,2). San Pablo da a Tito criterios específicos para seleccionar a los presbíteros (Tt 1,5-9). También hoy la comunidad cristiana está siempre presente en el surgimiento, formación y perseverancia de las vocaciones (cfr. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 107).
La vocación nace en la Iglesia. Desde el nacimiento de una vocación es necesario un adecuado «sentido» de Iglesia. Nadie es llamado exclusivamente para una región, ni para un grupo o movimiento eclesial, sino al servicio de la Iglesia y del mundo. Un signo claro de la autenticidad de un carisma es su eclesialidad, su capacidad para integrarse armónicamente en la vida del santo Pueblo fiel de Dios para el bien de todos (ibíd., 130).
Respondiendo a la llamada de Dios, el joven ve cómo se amplía el horizonte eclesial, puede considerar los diferentes carismas y vocaciones y alcanzar así un discernimiento más objetivo. La comunidad se convierte de este modo en el hogar y la familia en la que nace la vocación. El candidato contempla agradecido esta mediación comunitaria como un elemento irrenunciable para su futuro. Aprende a conocer y a amar a otros hermanos y hermanas que recorren diversos caminos; y estos vínculos fortalecen en todos la comunión.
La vocación crece en la Iglesia. Durante el proceso formativo, los candidatos a las distintas vocaciones necesitan conocer mejor la comunidad eclesial, superando las percepciones limitadas que todos tenemos al principio.
Para ello, es oportuno realizar experiencias apostólicas junto a otros miembros de la comunidad, por ejemplo: comunicar el mensaje evangélico junto a un buen catequista; experimentar la evangelización de las periferias con una comunidad religiosa; descubrir y apreciar el tesoro de la contemplación compartiendo la vida de clausura; conocer mejor la misión ad gentes por el contacto con los misioneros; profundizar en la experiencia de la pastoral en la parroquia y en la diócesis con los sacerdotes diocesanos. Para quienes ya están en formación, la comunidad cristiana permanece siempre como el ámbito educativo fundamental, ante la cual experimentan gratitud.
La vocación está sostenida por la Iglesia. Después del compromiso definitivo, el camino vocacional en la Iglesia no termina, continúa en la disponibilidad para el servicio, en la perseverancia y en la formación permanente. Quien ha consagrado su vida al Señor está dispuesto a servir a la Iglesia donde esta le necesite.
La misión de Pablo y Bernabé es un ejemplo de esta disponibilidad eclesial. Enviados por el Espíritu Santo desde la comunidad de Antioquía a una misión (Hch 13,1-4), volvieron a la comunidad y compartieron lo que el Señor había realizado por medio de ellos (Hch 14,27). Los misioneros están acompañados y sostenidos por la comunidad cristiana, que continúa siendo para ellos un referente vital, como la patria visible que da seguridad a quienes peregrinan hacia la vida eterna.
Entre los agentes pastorales tienen una importancia especial los sacerdotes. A través de su ministerio se hace presente la palabra de Jesús que ha declarado: Yo soy la puerta de las ovejas... Yo soy el buen pastor (Jn 10, 7.11). El cuidado pastoral de las vocaciones es una parte fundamental de su ministerio pastoral. Los sacerdotes acompañan a quienes están en buscan de la propia vocación y a los que ya han entregado su vida al servicio de Dios y de la comunidad.
Todos los fieles están llamados a tomar conciencia del dinamismo eclesial de la vocación, para que las comunidades de fe lleguen a ser, a ejemplo de la Virgen María, seno materno que acoge el don del Espíritu Santo (cf Lc 1,35-38). La maternidad de la Iglesia se expresa a través de la oración perseverante por las vocaciones, de su acción educativa y del acompañamiento que brinda a quienes perciben la llamada de Dios.
También lo hace a través de una cuidadosa selección de los candidatos al ministerio ordenado y a la vida consagrada. Finalmente es madre de las vocaciones al sostener continuamente a aquellos que han consagrado su vida al servicio de los demás.
Pidamos al Señor que conceda a quienes han emprendido un camino vocacional una profunda adhesión a la Iglesia; y que el Espíritu Santo refuerce en los Pastores y en todos los fieles la comunión eclesial, el discernimiento y la paternidad y maternidad espirituales:
Padre de misericordia, que has entregado a tu Hijo por nuestra salvación y nos sostienes continuamente con los dones de tu Espíritu, concédenos comunidades cristianas vivas, fervorosas y alegres, que sean fuentes de vida fraterna y que despierten entre los jóvenes el deseo de consagrarse a Ti y a la evangelización.
Sostenlas en el empeño de proponer a los jóvenes una adecuada catequesis vocacional y caminos de especial consagración. Dales sabiduría para el necesario discernimiento de las vocaciones de modo que en todo brille la grandeza de tu amor misericordioso. Que María, Madre y educadora de Jesús, interceda por cada una de las comunidades cristianas, para que, hechas fecundas por el Espíritu Santo, sean fuente de auténticas vocaciones al servicio del pueblo santo de Dios.
Vaticano, 29 de noviembre de 2015, Primer Domingo de Adviento».
 08.12.15



El Papa: 'Cruzar la Puerta Santa nos compromete a hacer nuestra la misericordia del Buen Samaritano'

Este Año Santo Extraordinario es un don de gracia. Entrar por la puerta significa descubrir la profundidad de la misericordia del Padre que recibe a todos y sale personalmente al encuentro de cada uno. Así, lo ha asegurado el papa Francisco en la homilía de la misa celebrada en la misa en la solemnidad de la Inmaculada Concepción celebrada en la plaza de San Pedro, en la que además abrirá la Puerta Santa y dará así inicio al Jubileo Extraordinario de la Misericordia.     

De este modo, el Santo Padre ha explicado que “será un año para crecer en la convicción de la misericordia”. Además, ha indicado que “debemos anteponer la misericordia al juicio y, en todo caso, el juicio de Dios será siempre a la luz de su misericordia”.

Atravesar la Puerta Santa, por lo tanto, “nos hace sentir partícipes de este misterio de amor. Abandonemos toda forma de miedo y temor, porque no es propio de quien es amado; vivamos, más bien, la alegría del encuentro con la gracia que lo transforma todo”.

Durante la homilía, el Santo Padre ha explicado que cumplimos esto de abrir la Puerta Santa de la Misericordia, “a la luz de la Palabra de Dios que hemos escuchado, y que pone en primer plano el primado de la gracia”.
A propósito de la liturgia del día, Francisco ha recordado que la “Virgen María es llamada en primer lugar a regocijarse por todo lo que el Señor ha hecho en ella”. La plenitud de la gracia --ha precisado-- puede transformar el corazón, y lo hace capaz de realizar un acto tan grande que puede cambiar la historia de la humanidad.
Asimismo, el Santo Padre ha asegurado que “la fiesta de la Inmaculada Concepción expresa la grandeza del amor Dios”. Y ha añadido que “Él no es sólo quien perdona el pecado, sino que en María llega a prevenir la culpa original que todo hombre lleva en sí cuando viene a este mundo”. Es el amor de Dios el que previene, anticipa y salva, ha indicado Francisco. Por eso, el Papa ha explicado que “el inicio de la historia del pecado en el Jardín del Edén se resuelve en el proyecto de un amor que salva”.
Tal y como ha observado el Pontífice en su homilía, “siempre existe la tentación de la desobediencia, que se expresa en el deseo de organizar nuestra vida independientemente de la voluntad de Dios”.  Sin embargo, “la historia del pecado solamente se puede comprender a la luz del amor que perdona. Si todo quedase relegado al pecado, seríamos los más desesperados entre las criaturas, mientras que la promesa de la victoria del amor de Cristo integra todo en la misericordia del Padre”. La Virgen Inmaculada --ha asegurado-- es ante nosotros testigo privilegiada de esta promesa y de su cumplimiento.
El Santo Padre, haciendo referencia a este aniversario, ha indicado que esta fecha no puede ser recordada solo por la riqueza de los documentos producidos, “que hasta el día de hoy permiten verificar el gran progreso realizado en la fe”.  
De este modo, el Pontífice ha asegurado que en primer lugar el Concilio fue un encuentro. “Un verdadero encuentro entre la Iglesia y los hombres de nuestro tiempo. Un encuentro marcado por el poder del Espíritu que empujaba a la Iglesia a salir de los escollos que durante muchos años la habían recluido en sí misma, para retomar con entusiasmo el camino misionero”, ha explicado. Un impulso misionero, por lo tanto, “que después de estas décadas seguimos retomando con la misma fuerza y el mismo entusiasmo”.
Finalmente, el papa Francisco ha afirmado que “el jubileo nos provoca esta apertura y nos obliga a no descuidar el espíritu surgido en el Vaticano II, el del samaritano, como recordó el beato Pablo VI en la Conclusión del concilio”. Cruzar hoy la Puerta Santa --ha concluido-- nos compromete a hacer nuestra la misericordia del Buen Samaritano.  
 09.12.15
             
      
Texto completo de la catequesis del Papa en la audiencia del miércoles 9 de diciembre

El Santo Padre recuerda que lo que más le gusta a Dios es perdonar y ser misericordioso 

Queridos hermanos y hermanas, buenos días.

Ayer abrí aquí, en la Basílica de San Pedro, la Puerta Santa del Jubileo de la Misericordia, después de haberla abierta ya en la catedral de Bangui, en Centroáfrica. Hoy quisiera reflexionar con vosotros el significado de este Año Santo, respondiendo a la pregunta: ¿por qué un Jubileo de la Misericordia? ¿Qué significa esto?
La Iglesia necesita este momento extraordinario. No digo que es bueno para la Iglesia este momento extraordinario. No no. La Iglesia necesita este momento extraordinario.  En nuestra época de profundos cambios, la Iglesia está llamada a ofrecer su contribución peculiar, haciendo visibles los signos de la presencia y de la cercanía de Dios.
Y el Jubileo es un tiempo favorable para todos nosotros, porque contemplando la Divina Misericordia, que supera todo límite humano y resplandece sobre la oscuridad del pecado, podemos convertirnos en testigos más convincentes y eficaces.
Dirigir la mirada a Dios, Padre misericordioso, y a los hermanos necesitados de misericordia, significa poner la atención en el contenido esencial del Evangelio: Jesús, la Misericordia hecha carne, que hace visible a nuestros ojos el gran misterio del Amor trinitario de Dios. Celebrar el Jubileo de la Misericordia equivale a poner de nuevo en el centro de nuestra vida personal y de nuestras comunidades, lo específico de la fe cristiana. Es decir, Jesucristo, el Dios misericordioso.
Un Año Santo, por tanto, para vivir la misericordia. Sí, queridos hermanos y hermanas, este Año Santo se nos ha ofrecido para experimentar en nuestra vida el toque dulce y suave del perdón de Dios, su presencia junto a nosotros y su cercanía sobre todo en los momentos de mayor necesidad.
Este Jubileo, de hecho, es un momento privilegiado para que la Iglesia aprenda a elegir únicamente “lo que a Dios le gusta más”. Y, ¿qué es lo que “a Dios le gusta más”? Perdonar a sus hijos, tener misericordia de ellos, para que puedan a su vez perdonar a sus hermanos, resplandeciendo como antorchas de la misericordia de Dios en el mundo.
Esto es lo que más le gusta a Dios. San Ambrosio en un libro de teología que escribió sobre Adán, toma la historia de la creación del mundo y dice que Dios, cada día después de haber hecho una cosa, la luna, el sol, los animales… La Biblia dice que Dios vio que era bueno. Pero cuando ha hecho al hombre y a la mujer, la Biblia dice que y vio que esto era muy bueno. Y san Ambrosio se pregunta ‘¿pero por qué dice dice muy bueno? ¿por qué está tan contento Dios después de la creación del hombre y la mujer?’. Porque finalmente tenía a alguno para perdonar. Es bonito, ¿eh? La alegría de Dios es perdonar. El ser de Dios es misericordia. Por eso en este año debemos abrir el corazón para que esta amor, esta alegría de Dios nos llene a todos de esta misericordia.
El Jubileo será un “tiempo favorable” para la Iglesia si aprendemos a elegir “lo que a Dios le gusta más”, sin ceder a la tentación de pensar que hay otra cosa que es más importante o prioritario. Nada es más importante que elegir “lo que a Dios le gusta más”, es decir, su misericordia, su amor, su ternura, su abrazo, sus caricias.
También la necesaria obra de renovación de las instituciones y de las estructuras de la Iglesia es un medio que debe conducirnos a hacer la experiencia viva y vivificante de la misericordia de Dios que, sola, puede garantizar a la Iglesia ser esa ciudad puesta sobre un monte que no puede permanecer escondida (cfr Mt 5,14). Solamente brilla una Iglesia misericordiosa. Si tuviéramos, aunque fuera solo por un momento, que olvidar que la misericordia es “lo que a Dios le gusta más”, cualquier esfuerzo nuestro sería en vano, porque nos haríamos esclavos de nuestras instituciones y de nuestras estructuras, por muy renovadas que puedan ser. Pero siempre seremos esclavos.
“Sentir fuerte en nosotros la alegría de haber sido encontrados por Jesús, que como Buen Pastor ha venido a buscarnos porque estábamos perdidos” (Homilía en las Primeras Víspera del Domingo de la Divina Misericordia, 11 de abril de 2015): este es el objetivo que la Iglesia se pone en este Año Santo.
Así reforzaremos en nosotros la certeza de que la misericordia puede contribuir realmente en la edificación de un mundo más humano. Especialmente en estos nuestros tiempos, en los que el perdón es un huésped raro en los ámbitos de la vida humana, el reclamo a la misericordia se hace más urgente, y esto en cada lugar: en la sociedad, en las instituciones, en el trabajo y también en la familia.
Ciertamente, alguno podría objetar: “Pero, padre, la Iglesia, en este Año, ¿no debería hacer algo más? Es justo contemplar la misericordia de Dios, ¡pero hay muchas necesidades urgentes!”. Es verdad, hay mucho que hacer, y yo soy el primero que no se cansa de recordarlo. Pero es necesario tener en cuenta, en la raíz de la falta de la misericordia, está siempre el amor propio.
En el mundo, esto toma la forma de la búsqueda exclusiva de los propios intereses, de placeres y honores unidos al querer acumular riquezas, mientras que en el vida de los cristianos se disfraza a menudo de hipocresía y mundanidad. Todas estas cosas son contrarias a la misericordia. Los lemas del amor propio, que hacen extranjera a la misericordia en el mundo, son tantos que a menudo no somos ni siquiera capaces de reconocerles como límites y como pecado. Es por esto que es necesario reconocerse pecadores, para reforzar en nosotros la certeza de la misericordia divina. ‘Señor yo soy un pecador, Señor yo soy una pecadora, ven con tu misericordia’. Y esta es una oración bellísima, es una oración fácil para decir todos los días. ‘Señor yo soy un pecador, Señor soy una pecadora, ven con tu misericordia’.
Queridos hermanos y hermanas, deseo que este Año Santo, cada uno de nosotros experimente la misericordia de Dios, para ser testigos de “lo que a Él le gusta más”. ¿Es de ingenuos creer que esto pueda cambiar el mundo? Sí, humanamente hablado es de locos, pero “la locura de Dios es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad de Dios es más fuerte que la fortaleza de los hombres“ (1 Cor 1, 25). Gracias.
10.12.15    
        
 

El Papa en Santa Marta: 'Dios está enamorado de nuestra pequeñez'

Dios está enamorado de nuestra pequeñez, su misericordia no tiene fin. Esta es la idea que subrayó este jueves el papa Francisco en la misa de la mañana, que celebró en la capilla de la Casa Santa Marta, en la que también participaron los cardenales del Consejo de los Nueve, que hoy comenzaron su 12ª Reunión de trabajo con el Santo Padre.
En su homilía, el Pontífice señaló que la misericordia es como una caricia, como el abrazo de un padre que da consuelo y seguridad a su hijo. “El Señor es misericordioso y grande en el amor”, dijo.
El papa Francisco desarrolló su reflexión partiendo de la primera Lectura, tomada del libro de Isaías, donde en un monólogo del Señor se comprende que Dios ha elegido a su pueblo “no porque fuera grande o poderoso”, sino “porque era el más pequeño de todos, el más miserable de todos”.
Dios --prosiguió el Santo Padre-- “se ha enamorado de esta miseria, se ha enamorado precisamente de esta pequeñez”. Y en este monólogo de Dios con su pueblo, insistió, “se ve este amor”, un “amor tierno, un amor como el del padre o la madre”, cuando habla con el niño que “se despierta de noche asustado por un sueño”. Y lo tranquiliza: “Yo te tomo la mano derecha, quédate tranquilo, no temas”:
“Todos nosotros conocemos las caricias de los padres y de las madres, cuando los niños están inquietos por el susto: ‘No temas, yo estoy aquí; Yo estoy enamorado de tu pequeñez; me he enamorado de tu pequeñez, de tu nada’. E incluso: ‘No tengas miedo de tus pecados, yo te quiero tanto; yo estoy aquí para perdonarte’. Esta es la misericordia de Dios”.
El Pontífice recordó también a un santo que hacía muchas penitencias, al que el Señor le pedía cada vez más hasta que éste le dijo que ya no tenía nada más para darle y a quien Dios le respondió: “Dame tus pecados”.
“El Señor quiere tomar sobre sí nuestras debilidades, nuestros pecados, nuestros cansancios. Jesús cuántas veces hacía sentir esto y después: ‘Vengan a mí, todos los que están fatigados, agobiados, y yo les daré descanso. Yo soy el Señor tu Dios, que te tengo por la derecha, no temas pequeño, no temas. Yo te daré fuerza. Dame todo y yo te perdonaré, te daré paz”.
Estas son “las caricias de Dios”, explicó Francisco, son las caricias de nuestro Padre, cuando se expresa con su misericordia”.
“Nosotros que estamos tan nerviosos, cuando una cosa no va bien, nos agitamos, estamos impacientes… En cambio Él: ‘Quédate tranquilo, hiciste algo gordo, sí, pero quédate tranquilo; no temas, yo te perdono. Dámela’. Esto es lo que significa lo que hemos repetido en el Salmo: ‘El Señor es misericordioso y grande en el amor’. Nosotros somos pequeños. Él nos ha dado todo. Nos pide solo nuestras miserias, nuestras pequeñeces, nuestros pecados, para abrazarnos, para acariciarnos”.
“Pidamos al Señor --concluyó el Papa-- que despierte en cada uno de nosotros, y en todo el pueblo, la fe en esta paternidad, en esta misericordia, en su corazón. Y que esta fe en su paternidad y su misericordia nos haga un poco más misericordiosos con los demás”.

11.12.15




El Papa insta a seguir trabajando por la tierra, el techo y el trabajo

El papa Francisco envió una carta instando a trabajar por “la Tierra, el Techo y el Trabajo” a los movimientos populares argentinos, que se reunieron el pasado 5 de diciembre en el santuario dedicado a los Santos Latinoamericanos en Lomas de Zamora.
El Pontífice hizo llegar su “saludo fraterno” a las diversas organizaciones que “se reúnen para profundizar los debates del Encuentro Mundial de Movimientos Populares y trabajar por la dignidad de los más humildes”, dice el texto al que tuvo acceso ZENIT.
El mensaje del Santo Padre también contiene “un saludo especialmente afectuoso a los cartoneros, trabajadores de empresas recuperadas, vendedores ambulantes, artesanos, cooperativistas y demás trabajadores de la economía popular; a los campesinos, agricultores familiares y pueblos originarios, a los habitantes de las villas, asentamientos y barrios populares; y a todos los que se empeñan por la Tierra, el Techo y el Trabajo”.
Así, Francisco recuerda que --como dijo en Bolivia este año-- “el futuro de la humanidad no está únicamente en manos de los grandes dirigentes, las grandes potencias y las élites”, sino “fundamentalmente en manos de los pueblos” que pueden “organizarse y promover alternativas creativas, en la búsqueda cotidiana de ‘las tres T' [Tierra, Techo y Trabajo, ndr]”.
En aquel encuentro en Santa Cruz de la Sierra, el Papa les propuso tres grandes tareas: “poner la economía al servicio de los pueblos”; “unir a nuestros pueblos en el camino de la paz y la justicia”; y “defender la Madre Tierra”. “Confío en que a través del diálogo, el compromiso social y la organización comunitaria encontrarán los caminos adecuados para desarrollarlas”, indica el Pontífice.
“Espero nos encontremos pronto. Sepan que rezo por ustedes. Les pido, por favor, no se olviden de rezar por mí", concluye la misiva remitida por el Santo Padre a más de 400 delegados de un centenar de organizaciones.
12.12.15



Francisco anuncia su viaje a México en la misa a la Virgen de Guadalupe

El papa Francisco celebró este 12 de diciembre en la basílica de San Pedro, la misa en honor de la Nuestra Señora de Guadalupe, patrona de México y de América Latina. Es la segunda vez que el Santo Padre celebra en honor a la Guadalupana.
 En su homilía le pidió a Maria "Madre de misericordia que nos convirtamos en misericordiosos. Que las comunidades cristianas sepan ser oasis y fuentes de misericordia, testigos de una caridad que no admite exclusiones". Y "para pedir ésto de manera fuerte viajaré a venerarla en su santuario el próximo mes de febrero. Así podremos rezar todo ésto, en toda América de quien Ella es particularmente Madre". 
La misa solemne fue principalmente en idioma español, con las peticiones en diversos idiomas, entre los cuales el quechua y portugués. Concluidas las mismas el Papa pidió: 'Recemos por mi padre y madre que un día como hoy contrajeron matrimonio'.
El coro de la Capilla Sixtina participó de la liturgia con el repertorio polifónico en latín que el caracteriza. 

A continuación el texto completo de la homilía:
«El Señor tu Dios, está en medio de ti [...], se alegra y goza contigo, te renueva con su amor; exulta y se alegra contigo como en día de fiesta» (So 3,17-18). Estas palabras del profeta Sofonías, dirigidas a Israel, pueden también ser referidas a la Virgen María, a la Iglesia, y a toda persona, amada por Dios con amor misericordioso.
Sí, Dios nos ama tanto que incluso se goza y se complace en nosotros. Nos ama con amor gratuito, sin límites, sin esperar nada a cambio.  No le gusta el pelagianismo. Este amor misericordioso es el atributo más sorprendente de Dios, la síntesis en que se condensa el mensaje evangélico, la fe de la Iglesia.
La palabra «misericordia» está compuesta por dos palabras: miseria y corazón. El corazón indica la capacidad de amar; la misericordia es el amor que abraza la miseria de la persona humana. Es un amor que «siente» nuestra indigencia como si fuera propia, para liberarnos de ella. «En esto está el amor: no somos nosotros que amamos a Dios, sino que es Él que nos ha amado y ha mandado a su Hijo como víctima de expiación por nuestros pecados» (1 Jn 4,9-10).
«El Verbo se hizo carne», a Dios no le gusta tampoco el gnosticismo. Quiso compartir todas nuestras fragilidades. Quiso experimentar nuestra condición humana, hasta cargar en la Cruz con todo el dolor de la existencia humana. Tal es el abismo de su compasión y misericordia: un anonadarse para convertirse en compañía y servicio a la humanidad herida. Ningún pecado puede cancelar su cercanía misericordiosa, ni impedirle poner en acto su gracia de conversión, con tal de que la invoquemos.
Más aún, el mismo pecado hace resplandecer con mayor fuerza el amor de Dios Padre quien, para rescatar al esclavo, ha sacrificado a su Hijo. Esa misericordia de Dios llega a nosotros con el don del Espíritu Santo que, en el Bautismo, hace posible, genera y nutre la vida nueva de sus discípulos.
Por más grandes y graves que sean los pecados del mundo, el Espíritu, que renueva la faz de la tierra, posibilita el milagro de una vida más humana, llena de alegría y esperanza. También nosotros gritamos jubilosos: «¡El Señor es mi Dios y salvador!». «El Señor está cerca», y ésto nos lo dice el apóstol Pablo, nada nos tiene que preocupar. No solamente, también con su mamá que le decía a san Juan Diego: '¿Por qué tienes miedo, no estoy yo aquí y soy tu mamá?'. Él y su mamá.
La misericordia más grande radica en su estar en medio de nosotros, en su presencia y compañía. Camina junto a nosotros, nos muestra el sendero del amor, nos levanta en nuestras caídas, nos sostiene ante nuestras fatigas, nos acompaña en todas las circunstancias de nuestra existencia. Nos abre los ojos para mirar las miserias propias y del mundo, pero a la vez nos llena de esperanza. «Y la paz de Dios [...] custodiará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús» nos dice San Pablo. (Flp 4,7).
Esta es la fuente de nuestra vida pacificada y alegre; nada ni nadie puede robarnos esta paz y esta alegría, no obstante los sufrimientos y las pruebas de la vida. El Señor con su ternura nos abre su corazón, nos abre su corazón. El Señor es alérgico a las cosas rígidas. Cultivemos esta experiencia de misericordia, de paz y esperanza, durante el camino de adviento que estamos recorriendo y a la luz del año jubilar.
Anunciar la Buena noticia a los pobres, como Juan Bautista, realizando las obras de misericordia, es una buena manera de esperar la venida de Jesús en la Navidad.
Tenemos que imitarlo a Él que dio todo y si dio todo, ésta es su misericordia sin pedir nada en cambio. 
Dios se goza y complace muy especialmente en María. En una de las oraciones más queridas por el pueblo cristiano, la Salve Regina, llamamos a María «madre de misericordia». Ella ha experimentado la misericordia divina, y ha acogido en su seno la fuente misma de esta misericordia: Jesucristo.
Ella, que ha vivido siempre íntimamente unida a su Hijo, sabe mejor que nadie lo que Él quiere: que todos los hombres se salven, y que a ninguna persona le falte nunca la ternura y el consuelo de Dios. Que María, Madre de Misericordia, nos ayude a entender cuánto nos quiere Dios.
A María santísima le encomendamos los sufrimientos y las alegrías de los pueblos de todo el continente americano, que la aman como madre y reconocen como «patrona», bajo el título entrañable de Nuestra Señora de Guadalupe.
Que «la dulzura de su mirada nos acompañe en este Año Santo, para que todos podamos redescubrir la alegría de la ternura de Dios». A Ella le pedimos que este año jubilar sea una siembra de amor misericordioso en el corazón de las personas, las familias y las naciones.
Que siga a decirnos, ¿pero no estoy  yo aquí que soy tu madre? Madre de misericordia que nos convirtamos en misericordiosos. Que las comunidades cristianas sepan ser oasis y fuentes de misericordia, testigos de una caridad que no admite exclusiones.
Para pedir ésto de manera fuerte viajaré a venerarla en su santuario el próximo mes de febrero. Así podremos rezar todo esto, en toda América de quien Ella es particularmente Madre. 
A Ella le suplico que guíe los pasos de su pueblo americano, pueblo peregrino que busca a la Madre de misericordia, y solamente le pide una cosa que le muestre a su Hijo Jesús".
13.12.15

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