16 de nov. 2015

SCHEMATA







En la homilía de este lunes, el Santo Padre advierte contra el peligro de 'poner a subasta' nuestra identidad por querer ser como todos 
El pensamiento único, el humanismo que toma el lugar de Jesús, hombre verdadero destruye la identidad cristiana. Es la advertencia del papa Francisco durante la homilía de este lunes en la misa celebrada en Santa Marta.
Haciendo referencia a la Primera Lectura del día, del Libro de los Macabeos, el Pontífice ha comentado “la imagen de la raíz que está bajo tierra”. La fenomenología de la raíz es esta: “no se ve, parece que no hace mal, pero después crece y muestra, hace ver, la propia realidad”, ha precisado. “Era una raíz razonable” que empujaba a los israelitas a aliarse con las naciones vecinas para estar protegidos. “¿Por qué tantas diferencias? Porque desde que nos hemos separado nos han sucedido muchos males. Vamos donde ellos, somos iguales”, ha precisando comentado la Lectura. Y así ha explicado esta situación con tres palabras: “mundanidad, apostasía, persecución”.
De este modo, ha asegurado que la mundanidad es hacer lo que hace el mundo. Es decir: “ponemos a subasta nuestro carné de identidad, todos somos iguales”. Así, muchos israelitas “reniegan de la fe y se alejan de la Santa Alianza”,  ha proseguido. Y lo “que parece muy razonable -’somos como todos, somos normales’- se convirtió en destrucción”, ha advertido el Papa.
Asimismo, ha explicado que “después el rey ordenó que en su reino todos formaran un solo pueblo --el único pensamiento, la mundanidad-- y cada uno abandonara las propias costumbres. Todos los pueblos se adecuaron a la órdenes del rey; también muchos israelitas aceptaron su culto: sacrificaron a los ídolos y profanaron el sábado. La apostasía. Es decir, la mundanidad te lleva al pensamiento único y a la apostasía. No se permiten, no se permiten las diferencias: todos iguales. Y en la historia de la Iglesia lo hemos visto, pienso en un caso, que la fiestas religiosas se les ha cambiado el nombre --el Nacimiento del Señor tiene otro nombre-- para cancelar la identidad”.
Por otro lado, el Pontífice ha recordado que en Israel se quemaron los libros de la ley “y si alguno obedecía a la ley, la sentencia del rey lo condenaba a muerte”. Esta es la persecución --ha observado-- iniciando con una “raíz venenosa”.
A continuación, el Santo Padre ha afirmado que siempre le ha conmovido que el Señor, en la Última Cena, en esa larga oración, rezase por la unidad de los suyos y pidiera al Padre que le liberase de cualquier espíritu mundano, de toda mundanidad, porque la mundanidad destruye la identidad, la mundanidad lleva al pensamiento único.  
“Comienza por una raíz, pero es pequeña, y termina en la abominación de la desolación, en la persecución. Este es el engaño de la mundanidad, y por esto Jesús pedía al Padre, en esa cena: ‘Padre, no te pido que los elimines del mundo, sino que los cuides del mundo’. De esta mentalidad, de este humanismo, que viene a tomar el lugar del hombres verdadero, Jesucristo, que viene a quitarnos la identidad cristiana y nos lleva al pensamiento único: ‘todos hacen así, ¿por qué yo no?’”, ha explicado Francisco.
De este modo, ha invitado a pensar cómo es la identidad de cada uno, cristiana o mundana. ¿O me llamo cristiano porque fui bautizado de niño y he nacido en un país cristiano, donde todos son cristianos?, ha preguntado.
Por eso ha advertido que “la mundanidad entra lentamente, crece, se justifica y contagia: crece como esa raíz, se justifica --'pero, hagamos como toda la gente, no somos tan diferentes’-- busca siempre una justificación, y al final contagia, y muchos males vienen de ahí”.
Para concluir la homilía, el Pontífice ha exhortado a pedir al Señor “por la Iglesia, para que el Señor la custodie de todo tipo de mundanidad”, “que siempre tenga la identidad dispuesta por Jesucristo”, “que todos nosotros tengamos la identidad que hemos recibido en el bautismo, y que esta identidad de querer ser como todos, por motivos de ‘normalidad’, no surja”.
Finalmente ha pedido que el Señor “nos dé la gracia de mantener y cuidar nuestra identidad cristiana contra el espíritu de mundanidad que siempre crece, se justifica y contagia”.
17.11.15
 






El Papa en Sta. Marta: 'La mundanidad lleva a una doble vida'

En la homilía de este martes, el Santo Padre recuerda que el espíritu cristiano nunca es egoísta, tiene que ser coherente. No es fácil pero el Señor es capáz de lograrlo en nosotros
El papa Francisco ha advertido que la mundanidad nos “lleva a la doble vida”. Lo ha hecho durante la homilía de la misa matutina en Santa Marta. De este modo, el Santo Padre ha subrayado que es necesario cuidar la identidad cristiana y para ello hay que ser coherentes y evitar las tentaciones de una vida mundana.  
Haciendo referencia a la Primera Lectura del día, ha señalado que el viejo Eleazar “no se deja debilitar por el espíritu de la mundanidad” y prefiere morir en vez que rendirse a la apostasía del “pensamiento único”. El anciano Eleazar no aceptó comer carne de cerdo como le pedían sus “amigos mundanos” preocupados por salvarle la vida. Sin embargo, él mantiene su dignidad “con esa nobleza” que “tenía de una vida coherente, va al martirio, da testimonio”.
Asimismo ha advertido que la mundanidad espiritual nos aleja de la coherencia de vida y nos hace incoherentes. Así la persona “finge ser de un modo” pero vive “de otra manera”. Y la mundanidad, ha observado el Santo Padre, “es difícil reconocerla desde el primer momento porque es como la carcoma que destruye lentamente, estropea el tejido y después ese tejido” se hace inutilizable y así, "ese hombre que se deja llevar por la mundanidad pierde la identidad cristiana”.
El Papa ha asegurado que “la carcoma de la mundanidad arruina la identidad cristiana, es incapaz de ser coherente. ‘Oh, yo soy muy católico padre, yo voy a misa todos los domingos, pero muy católico’. Y después cuando va a trabajar alguien le dice: ‘Si me compras ésto, te doy este dinero, y él toma el soborno’. Ésto no es coherencia de vida, esto es mundanidad. Doy este ejemplo. La mundanidad lleva a tener una doble vida, la que aparece y la verdadera. Aleja de Dios y destruye la identidad cristiana”.
Por esto, Jesús es “muy fuerte” cuando pide al Padre que salve a sus discípulos del espíritu mundando “que destruye la identidad cristiana”. De este modo, ha indicado que Eleazar es un ejemplo de este baluarte contra este espíritu.
A propósito, el Pontífice ha subrayado que “el espíritu cristiano, la identidad cristiana, nunca es egoísta, siempre trata de cuidar la propia coherencia, cuidar, evitar el escándalo, cuidar a los otros, dar el buen ejemplo. ‘Pero no es fácil padre, vivir de esta forma, donde las tentaciones son muchas, y el truco de la doble vida nos tienta todos los días, no es fácil’. El Papa reconoció que "para nosotros no solos no es fácil, es imposible. Solamente Él es capaz de hacerlo”.
Igualmente, el Papa ha precisado que el Señor es nuestro apoyo contra la mundanidad que destruye nuestra identidad cristiana, que nos lleva a la doble vida. Y es Él el único que puede salvarnos. Por eso, Francisco ha invitado a hacer esta oración: “Señor, soy pecador, realmente, todos lo somos, pero te pido tu apoyo, dame tu apoyo, para que por una lado no finja ser cristiano y por otro viva una vida como un  pagano, como un mundano”.
Para concluir la homilía, el Santo Padre ha invitado a los presentes a que si hoy tienen un poco de tiempo, tomen la Biblia, el segundo libro de los Macabeos, capítulo sexto, y lean la historia de Eleazar. “hace bien, da valentía para ser ejemplo para todos y también dará fuerza y apoyo para llevar adelante la identidad cristiana, sin compromisos, sin doble vida”.
18.11.15



Texto completo de la catequesis del Papa en la audiencia del miércoles 18 de noviembre
"Queridos hermanos y hermanas, buenos días
Con esta reflexión hemos llegado a la puertas del Jubileo, ¡está cerca! Delante de nosotros se encuentra la gran puerta de la Misericordia de Dios, una bonita puerta, que acoge nuestro arrepentimiento ofreciendo la gracia de su perdón. La puerta está generalmente abierta, pero nosotros debemos cruzar el umbral con valentía, cada uno de nosotros tiene detrás de sí cosas que pesan ¿o no? Todos somos pecadores, aprovechemos este momento que viene y crucemos el umbral de esta misericordia de Dios que nunca se cansa de perdonar, ¡entremos por esta puerta con valentía!
Del Sínodo de los obispos, que hemos celebrado el pasado mes de octubre, todas las familias, y toda la Iglesia, han recibido un gran estímulo para encontrarse en el umbral de esta puerta.
La Iglesia ha sido animada a abrir sus puertas, para salir con el Señor al encuentro de los hijos y las hijas en camino, a veces incierto, a veces perdidos, en estos tiempos difíciles. Las familias cristianas, en particular, han sido animadas a abrir la puerta al Señor que espera para entrar, llevando su bendición y su amistad. Y si la puerta Misericordia de Dios está siempre abierta, también las puertas de nuestras instituciones debe estar siempre abiertas para que así todos puedan salir a llevar la misericordia de Dios, esto significa el Jubileo, dejar entrar y salir al Señor. El Señor no fuerza nunca la puerta: también Él pide permiso para entrar, pide permiso, no fuerza la puerta, como dice el Libro del Apocalipsis: “Yo estoy a la puerta y llamo --imaginemos al Señor que llama a la puerta de nuestros corazón--. Si alguien oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos”  (3,20). Y en la última gran visión de este Libro, así se profetiza de la Ciudad de Dios: “Sus puertas no se cerrarán durante el día”, lo que significa para siempre, porque “no existirá la noche en ella” (21, 25). Hay sitios en el mundo en los que no se cierran las puertas con llave. Todavía los hay, pero hay muchos donde las puertas blindadas son normales. No debemos rendirnos a la idea de tener que aplicar este sistema que, también de seguridad, a toda  nuestra vida, a la vida de la familia, de la ciudad, de la sociedad. Y tampoco a la vida de la Iglesia. ¡Sería terrible! Una Iglesia que no es hospital, así como una familia cerrada en sí misma, mortifica el Evangelio y marchita al mundo. ¡Nada de puertas blindadas en la Iglesia, nada, todo abierto!
La gestión simbólica de las “puertas” --de los umbrales, de los caminos, de las fronteras-- se ha hecho crucial. La puerta debe custodiar, cierto, pero rechazar. La puerta no debe ser forzada, al contrario, se pide permiso, porque la hospitalidad resplandece en la libertad de la acogida, y se oscurece en la prepotencia de la invasión. La puerta se abre frecuentemente, para ver si afuera hay alguien que espera, y tal vez no tiene la valentía, o ni siquiera la fuerza de tocar. ¡Cuánta gente ha perdido la confianza, no tiene la valentía de llamar a la puerta de nuestro corazón cristiano, las puertas de nuestras iglesias, que están ahí! No tienen la valentía, les hemos quitado la confianza. Por favor, que esto no sucede nunca.
La puerta dice muchas cosas de la casa, y también de la Iglesia. La gestión de la puerta necesita atento discernimiento y, al mismo tiempo, debe inspirar gran confianza. Quisiera expresar una palabra de agradecimiento para todos los vigilantes de las puertas: de nuestros edificios, de las instituciones cívicas, de las mismas iglesias. Muchas veces la sagacidad y la gentileza de la recepción son capaces de ofrecer una imagen de humanidad y de acogida de la entera casa, ya desde la entrada. ¡Hay que aprender de estos hombres y mujeres, que son los guardianes de los lugares de encuentro y de acogida de ciudad del hombre!
A todos vosotros, custodios de tantas puertas, sean puertas de casas o puertas de iglesias, muchas gracias. Siempre con una sonrisa. siempre mostrando la acogida de esa casa, de esa iglesia, así la gente se siente feliz y acogida en ese lugar.
En verdad, sabemos bien que nosotros mismos somos los custodios y los siervos de la Puerta de Dios, y la puerta de Dios, ¿cómo se llama? ¿Quién sabe decirlo? ¿Quién es la puerta de Dios? Jesús. ¿Quién es la puerta de Dios? ¡Fuerte! Jesús. Él nos ilumina en todas las puertas de la vida, incluso aquella de nuestro nacimiento y de nuestra muerte. Él mismo ha afirmado: “Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento” (Jn 10, 9).
Jesús es la puerta que nos hace entrar y salir. ¡Porque el rebaño de Dios es un amparo, no una prisión! La casa de Dios es un amparo, no es una prisión. Y la puerta ¿se llama? ¡Otra vez! ¿Cómo se llama? Jesús.  Y si la puerta está cerrada decimos, ‘Señor abre la puerta’. Jesús es la puerta. Jesús es la puerta y nos hace entrar y salir.
Son los ladrones los que tratan de evitar la puerta. Es curioso, los ladrones tratan siempre de entrar por otra parte, la ventana, el techo, pero evitan la puerta porque tienen malas intenciones, y se meten en el rebaño para engañar a las ovejas y aprovecharse de ellas.
Nosotros debemos pasar por la puerta y escuchar la voz de Jesús: si sentimos su tono de voz, estamos seguros, somos salvados. Podemos entrar sin temor y salir sin peligro. En este hermoso discurso de Jesús, se habla también del guardián, que tiene la tarea de abrir al buen Pastor (Cfr. Jn 10,2).
Si el guardián escucha la voz del Pastor, entonces abre, y hace entrar a todas las ovejas que el Pastor trae, todas, incluso aquellas perdidas en el bosque, que el buen Pastor ha ido a buscarlas. A las ovejas no las elige el guardián, no las elige el secretario parroquial, o la secretaria de la parroquia, no, no las elige. Las ovejas son todas invitadas. Son elegidas por el buen Pastor.  El guardián --también él-- obedece a la voz del Pastor. Entonces, podemos bien decir que nosotros debemos ser como este guardián. La Iglesia es la portera de la casa del Señor, la Iglesia es la portera, no es la dueña de la casa del Señor.
La Sagrada Familia de Nazaret sabe bien qué cosa significa una puerta abierta o cerrada, para quien espera un hijo, para quien no tiene amparo, para quien huye del peligro. Las familias cristianas hagan del umbral de sus casas un pequeño gran signo de la Puerta de la misericordia y de la acogida de Dios. Es así que la Iglesia deberá ser reconocida, en cada rincón de la tierra: como la custodia de un Dios que toca, como la acogida de un Dios que no te cierra la puerta en la cara, con la excusa que no eres de casa.
Con este espíritu estamos cerca, estamos todos cerca del Jubileo. Estará la Puerta Santa, pero está también la puerta de la gran Misericordia de Dios, y que exista también la puerta de nuestro corazón para recibir a todos, tanto para recibir el perdón de Dios como dar nuestro perdón y acoger a todos los que llaman a nuestra puerta".
19.11.15



El Papa en Sta. Marta: 'Dios llora ante la guerra en el mundo'


En la homilía de este jueves, el Santo Padre asegura que quienes trabajan por la guerra son delincuentes y recuerda a los operadores de paz que están dispuestos a dar su vida por los otros
Todo el mundo está hoy en guerra, y ésto no tiene justificación. Más aún, rechazar el “camino de la paz” hace que Dios mismo llore. Lo ha asegurado el papa Francisco en la homilía de la misa celebrada esta mañana en Santa Marta.
Haciendo referencia al Evangelio del día, el Santo Padre ha explicado que Jesús se acerca a Jerusalén y la observa y llora, dirigiendo a la ciudad estas palabras: “¡Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz! Pero no: está escondido a tus ojos”. Y ha añadido que “Jesús también hoy llora. Porque hemos preferido el camino de las guerras, el camino del odio, el camino de las enemistades”.
El Santo Padre ha recordado que estamos cerca de la Navidad y habrá luces, fiestas, árboles luminosos, pesebres… “todo maquillado: el mundo continúa haciendo la guerra, haciendo las guerras. El mundo no ha comprendido el camino de la paz”.
También ha querido recordar las recientes conmemoraciones de la segunda Guerra Mundial, las bombas de Hiroshima y Nagasaki, su visita a Redipuglia el año pasado por el aniversario de la Primera Guerra.  “Matanzas inútiles”, ha precisado repitiendo las palabras del papa Benedicto XV. Así, ha advertido que “hay guerra por todas partes, hoy, hay odio”. Por eso ha planteado una pregunta: “¿qué queda de una guerra, de ésta, que estamos viviendo ahora?”
El Papa ha respondido que deja: “ruinas, miles de niños sin educación, tantos muertos inocentes, muchos, y mucho dinero en los bolsillos de los traficantes de armas”.
A propósito, el Pontífice ha precisado que la guerra es precisamente decidir de las riquezas: “hagamos armas, así la economía se equilibra un poco, y vamos adelante con nuestros interés”. Y ha recordado que hay una palabra fea del Señor: “¡Malditos!”. Porque Él ha dicho: “bienaventurados los que trabajan por la paz”. Por eso, Francisco ha indicado que los que trabajan por la guerra, los que hacen guerra, son malditos, son delincuentes.
A continuación, el Santo Padre ha observado que una guerra se puede justificar --entre comillas-- con muchas, muchas razones. “Pero cuando todo el mundo, como hoy, está en guerra, ¡todo el mundo! es una guerra mundial por partes: aquí, allí, allí, por todas partes …, no hay justificación. Y Dios llora. Jesús llora”, ha precisado.
Por otro lado, el Santo Padre ha advertido que mientras los traficantes de armas hacen su trabajo “están los pobres trabajadores de paz que solamente por ayudar a una persona, a otra, a otra, a otra, dan la vida”.
A este punto, ha puesto como ejemplo a “un símbolo de nuestro tiempo: Teresa de Calcuta”. Contra la cual se podría decir, con el cinismo de los poderosos, “¿pero qué ha hecho esa mujer? ¿Ha perdido su vida ayudando a la gente a morir?” Por eso el Papa ha reconocido que “no se entiende el camino de la paz”.
Para finalizar la homilía, el Pontífice ha asegurado que nos hará bien pedir la gracia del llanto, “para este mundo que no reconoce el camino de la paz. Que vive para hacer la guerra, con el cinismo de decir que no quiere no hacerla”. Por eso, ha invitado a “pedir la conversión del corazón. Precisamente a la puerta del Jubileo de la Misericordia, que nuestro júbilo, nuestra alegría, sea la gracia que el mundo encuentre de nuevo la capacidad de llorar por sus crímenes, por lo que hace con las guerras”.
20.11.15





El Papa en Sta. Marta critica el 'santo soborno' en la Iglesia


El papa Francisco ha pedido que la Iglesia no se apegue al dinero y al poder y no adore el “santo soborno”, sino que su fuerza y su alegría sea la palabra de Jesús.
Haciendo referencia a la primera lectura del Libro de los Macabeos, que cuenta la alegría del pueblo por la consagración del Templo profanado por los paganos y el espíritu mundano, el Santo Padre ha reflexionado sobre la victoria de los que son perseguidos por parte del “pensamiento único”. El pueblo de Dios hace fiesta, se regocija, porque encuentra de nuevo la “propia identidad”. De este modo, ha explicado que la fiesta “es algo que la mundanidad no sabe hacer, no puede hacer”. El espíritu mundano --ha añadido-- nos lleva como mucho a tener un poco de diversión, un poco de ruido, pero la alegría solamente viene de la fidelidad a la Alianza.
Asimismo, ha recordado que en el Evangelio Jesús expulsa a los mercaderes del Templo, diciendo: “Está escrito: ‘Mi casa es casa de oración’, pero vosotros la habéis convertido en una ‘cueva de bandidos’” . De este modo, ha señalado que durante la época de los Macabeos, el espíritu mundano “había suplantado el lugar de la adoración al Dios Viviente”. También ahora --ha añadido-- esto sucede, aunque “de otra forma”.  
Y el Pontífice lo ha explicado así: “los jefes del Templo, los jefes de los sacerdotes --dice el Evangelio-- y los escribas había cambiado las cosas un poco. Habían entrado en un proceso de degradación y había ‘ensuciado’ el Templo. ¡Habían ensuciado el Templo! El Templo es un símbolo de la Iglesia. La Iglesia siempre --¡siempre!-- sufrirá la tentación de la mundanidad y la tentación de un poder que no es el poder que Jesucristo quiere para ella. Jesús no dice: ‘no, esto no se hace. Hacedlo fuera’. Dice: ‘¡Habéis hecho una cueva de ladrones aquí!’ Y cuando la Iglesia entra en este proceso de degradación el final es muy feo. ¡Muy feo!”.
A continuación, el Santo Padre ha advertido del peligro de la corrupción. “Siempre está en la Iglesia la tentación de la corrupción. Es cuando la Iglesia, en vez de estar unido a la fidelidad al Señor Jesús, al Señor de la paz, de la alegría, de la salvación, se apega al dinero y al poder. Esto sucede aquí, en este Evangelio. Estos jefes de los sacerdotes, estos escribas estaban apegados al dinero, al poder, y habían olvidado el espíritu”.  Y para justificarse y decir que eran justos, que eran buenos --ha indicado-- habían cambiado el espíritu de libertad del Señor por la rigidez.
El Santo Padre ha observado que Jesús, en el capítulo 23 de Mateo, habla de esta rigidez. “La gente había perdido el sentido de Dios, también la capacidad de alegría, también la capacidad de alabanza: no sabían alabar a Dios porque estaban apegados al dinero y al poder, a una forma de mundanidad, como el otro en el Antiguo Testamento”, ha explicado.
Tal y como ha recordado el Papa, Jesús expulsa del Templo a los sacerdotes, a los escribas, a los que hacían negocios allí. “Y los jefes de los sacerdotes y los escribas estaban unidos entre ellos: ¡estaba el ‘santo soborno’ allí!  Y lo recibían, estaban apegados al dinero y veneraban esta santa”, ha advertido. De este modo, el Santo Padre ha asegurado que el Evangelio es muy fuerte. Dice: “los jefes de los sacerdotes y los escribas trataban de destruir a Jesús y así también a los jefes del pueblo”. Era lo mismo que había sucedido en el templo de Judas Macabeo. ¿Y por qué? Por este motivo con Jesús “no sabían qué hacer porque todo el pueblo le escuchaba”.
El Pontífice ha explicado que la fuerza de Jesús era su palabra, su testimonio, su amor. “Y donde está Jesús no hay sitio para la mundanidad, no hay sitio para la corrupción”, ha asegurado.
Del mismo modo, Francisco ha observado que “esta es la lucha de cada uno de nosotros, esta es la lucha cotidiana de la Iglesia: siempre Jesús, siempre con Jesús, siempre escuchando sus palabras; y nunca buscar seguridad donde están las cosas de otro dueño. Jesús nos había dicho que no se puede servir a dos señores: o Dios o las riquezas, o Dios o el poder”.
Para finalizar la homilía, el Obispo de Roma ha asegurado que nos hará bien rezar por la Iglesia. “Pensar en tantos mártires de hoy que, por no entrar en este espíritu de mundanidad, del pensamiento único, de la apostasía, sufren y mueren. ¡Hoy!”. Hoy --ha concluido-- hay más mártires en la Iglesia que en los primeros tiempos. Pensemos. Nos hará bien pensar en ellos. Y también pedir la gracia para no entrar nunca, nunca en este proceso de degradación hacia la mundanidad que nos lleva a apegarnos al dinero y al poder.  
21.11.15



Francisco a los educadores católicos: 'La verdadera escuela debe enseñar conceptos, hábitos y valores'
El papa Francisco recibió esta sábado a los más de siete mil participantes del Congreso Mundial “Educar Hoy y Mañana. Una pasión que se renueva”, promovido por la Congregación para la Educación Católica, que concluyó con este encuentro en el Aula Pablo VI del Vaticano.
Respondiendo de forma improvisada a algunas preguntas, el Santo Padre subrayó que los maestros se encuentran entre los trabajadores peor pagados, pero juegan un papel extraordinario en la promoción de la humanidad. El Pontífice advirtió también de los riesgos de una educación selectiva, que distancia a los ricos de los pobres, e invitó a los presentes a apostar por una educación inclusiva.  
“No se puede hablar de una educación católica sin hablar de humanidad --dijo el Papa-- porque precisamente la identidad católica es Dios que se hizo hombre”. “Educar cristianamente no es solo hacer una catequesis. Esta es una parte. No es solo hacer proselitismo. No hagáis nunca proselitismo en las escuelas, ¡eh! ¡Nunca! La educación cristiana es sacar adelante a los jóvenes, a los niños en los valores humanos, en toda la realidad, y una de esas realidades es lo trascendente”, añadió.
Hoy, prosiguió Francisco, existe una tendencia al “neopositivismo, es decir, a educar en las cosas inmanentes, en el valor de las cosas inmanentes, y esto sucede en los países de tradición cristiana y en los países” de otras tradiciones. “Falta la trascendencia”, lamentó.
Para el Santo Padre, “la mayor crisis de la educación, para que sea cristiana, es este cierre a lo trascendente. Estamos cerrados a la trascendencia”. “Preparar los corazones para que el Señor se manifieste, pero en su totalidad. Es decir, en la totalidad de la humanidad que también tiene esta dimensión de la trascendencia. Educar humanamente, pero con horizontes abiertos. Para la educación, no sirve todo tipo de cierre”, enfatizó.
A continuación, el Pontífice señaló que “la educación se ha vuelto demasiado selectiva y elitista” y advirtió de que parece que solo tienen derecho a la educación algunas personas que tienen un cierto nivel económico. “Es una realidad que nos lleva hacia una selección humana, y que en lugar de unir a los pueblos, los separa; También, distancia a los ricos de los pobres, distancia a esta cultura de la otra. Pero esto también ocurre en lo pequeño: ¡se ha roto el pacto educativo entre la familia y la escuela! Hay que volver a empezar”, afirmó.
Entre “los trabajadores peor pagados están los educadores” --aseguró el Papa-- y “esto significa simplemente que el Estado no tiene interés. Si lo tuviera, las cosas no irían así”. Por eso, indicó, “aquí está nuestro trabajo: buscar nuevos caminos”. “Hoy se necesita una educación de emergencia, hay que arriesgar con la educación informal, porque la educación formal se ha empobrecido debido a la herencia del positivismo. Solo concibe un tecnicismo intelectualista y el lenguaje de la cabeza. Y por eso, se ha empobrecido. Tenemos que romper este esquema”, insistió.
La verdadera escuela, explicó Francisco, “debe enseñar conceptos, hábitos y valores; y cuando una escuela no puede hacer esto, esta escuela es selectiva y exclusiva, para unos pocos”.
El Santo Padre reitero que el primer reto es dejar los “lugares donde hay muchos educadores” para ir “a las periferias”, porque allí los jóvenes tienen “la experiencia de la supervivencia”, “tienen una humanidad herida”, y a partir de estas heridas tiene que empezar el trabajo del educador. “No se trata de ir allí para hacer la caridad, para enseñar a leer, para dar de comer, no. Esto es necesario, pero es temporal. Es el primer paso. El problema --y ese es el desafío al que os animo-- es ir allí para hacerlos crecer en humanidad, en inteligencia, en valores, en hábitos, para que puedan seguir adelante y llevar a los otros experiencias que no conocen”.
Por último, el Pontífice indicó que “el fracaso más grande que puede tener un educador es educar 'dentro de los muros'. Educar en el interior de los muros, los muros de una cultura selectiva, los muros de una cultura de la seguridad, los muros de un sector social que es acomodado y del que no puede salir más”.
El Congreso “Educar Hoy y Mañana. Una pasión que se renueva” se desarrolló en la localidad de Castel Gandolfo y durante tres días educadores de diferentes partes del mundo reflexionaron a la luz de dos documentos conciliares: la Declaración Gravissimum educationis y la Constitución Apostólica Ex corde Ecclesiae. Ambos textos orientaron a los participantes en la búsqueda de soluciones a la problemática educativa y a relanzar el compromiso de la Iglesia en este ámbito.
22.11.15




El Papa en el Ángelus: 'La fuerza del reino de Cristo es el amor'

Como cada domingo, el papa Francisco rezó el Ángelus desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico, ante una multitud que le atendía en la Plaza de San Pedro. Dirigiéndose a los fieles y peregrinos venidos de todo el mundo, que le acogieron con un largo y caluroso aplauso, el Pontífice les dijo:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En este último domingo del año litúrgico, celebramos la solemnidad de Cristo Rey. Y el Evangelio de hoy nos hace contemplar a Jesús mientras se presenta ante Pilatos como rey de un reino que “no es de este mundo”. Esto no significa que Cristo sea rey de otro mundo, sino que es rey de otro modo, pero es rey en este mundo. Se trata de una contraposición entre dos lógicas. La lógica mundana se apoya en la ambición, en la competición, combate con las armas del miedo, del chantaje y de la manipulación de las conciencias. La lógica del Evangelio, es decir, la lógica de Jesús, en cambio se expresa en la humildad y en la gratuidad, se afirma silenciosamente pero eficazmente con la fuerza de la verdad. Los reinos de este mundo a veces se sostienen con prepotencias, rivalidades, opresiones; el reino de Cristo es un “reino de justicia, de amor y de paz”.
Jesús se ha revelado rey, ¿cuándo? ¡En el evento de la Cruz! Quien mira a la Cruz de Cristo no puede no ver la sorprendente gratuidad del amor. Pero alguno de vosotros puede decir: “Pero padre, ¡esto ha sido un fracaso!” Es precisamente en el fracaso del pecado, que el pecado es un fracaso. En el fracaso de las ambiciones humanas, ahí está el triunfo de la Cruz, está la gratuidad del amor. En el fracaso de la Cruz, se ve el amor. Y este amor que es gratuito, que nos da Jesús. Hablar de potencia y de fuerza, para el cristiano, significa hacer referencia a la potencia de la Cruz y a la fuerza del amor de Jesús: un amor que permanece firme e íntegro, incluso ante el rechazo, y que se muestra como el cumplimiento de una vida gastada en la total entrega de sí en favor de la humanidad. En el Calvario, los transeúntes y los jefes se burlan de Jesús clavado en la Cruz, y le lanzan el desafío: “¡Sálvate a ti mismo bajando de la Cruz! ¡Sálvate a ti mismo!”. Pero paradójicamente la verdad de Jesús es precisamente aquella que en tono de ironía le lanzan sus adversarios: “¡No puede salvarse a sí mismo!”. Si Jesús hubiera bajado de la cruz, habría cedido a las tentaciones del príncipe de este mundo; en cambio Él no puede salvarse a sí mismo precisamente para poder salvar a los demás, porque precisamente ha dado su vida por nosotros, por cada uno de nosotros. Pero decir: “Jesús ha dado su vida por el mundo”, es verdad. Pero es más hermoso decir: “¡Jesús ha dado su vida por mí!” Y hoy, en la Plaza, cada uno de nosotros diga en su corazón: “Ha dado su vida por mí, para poder salvar a cada uno de nosotros de nuestros pecados”.
Y esto, ¿quién lo ha entendido? Lo ha entendido bien uno de los dos malhechores que son crucificados con Él, llamado el “buen ladrón”, que Le suplica: “Jesús, acuérdate de mí cuando entres en tu Reino”. Pero este era un malhechor, era un corrupto, y estaba precisamente allí, condenado a muerte por todas las brutalidades que había cometido en su vida... Pero ha visto en el comportamiento de Jesús, en la mansedumbre de Jesús, el amor. Y esta es la fuerza del reino de Cristo, el amor. Por esto la majestad de Jesús no nos oprime, sino que nos libera de nuestras debilidades y miserias, animándonos a recorrer los caminos del bien, de la reconciliación y del perdón. Miremos la Cruz de Jesús, miremos al “buen ladrón”, y digamos todos juntos lo que ha dicho el “buen ladrón”: “Jesús, acuérdate de mí cuando entres en tu Reino”. Juntos: “Jesús, acuérdate de mí cuando hayas entrado en tu Reino”. Y pedir a Jesús cuando nos sintamos débiles, pecadores, derrotados, que nos mire y decir: “Pero, Tú estas ahí. No te olvides de mí”.
Frente a tantas laceraciones en el mundo y demasiadas heridas en la carne de los hombres, pidamos a la Virgen María que nos sostenga en nuestro compromiso de imitar a Jesús, nuestro rey, haciendo presente su reino con gestos de ternura, de comprensión y de misericordia.
Al término de estas palabras, el Santo Padre rezó la oración mariana:
Angelus Domini nuntiavit Mariae...
Al concluir la plegaria, el Papa recordó la beatificación de veintiséis mártires capuchinos, una ceremonia que tuvo lugar este sábado en la catedral de la Ciudad Condal:
Ayer, en Barcelona, han sido proclamados beatos Federico de Berga y veinticinco compañeros mártires, asesinados en España durante la feroz persecución contra la Iglesia en el siglo pasado. Se trata de sacerdotes, jóvenes profesos en espera de la ordenación y hermanos laicos pertenecientes al Orden de los Frailes Menores Capuchinos. Encomendemos a su intercesión a muchos de nuestros hermanos y hermanas que lamentablemente también hoy, en diferentes partes del mundo, son perseguidos a causa de la fe en Cristo.
A continuación, llegó el turno de los saludos que realiza tradicionalmente el Pontífice:
Saludos a todos los peregrinos, llegados de Italia y de diferentes países: las familias, los grupos parroquiales, las asociaciones. En particular saludo a los de México, de Australia y de Paderborn (Alemania). Saludo a los fieles de Avola, Mestre, Foggia, Pozzallo, Campagna y de la Val di Non; así como a los grupos musicales, que he escuchado, y que festejan a santa Cecilia, patrona del canto y de la música. Después del Ángelus, que os oigan, porque tocáis bien.
Además, el Santo Padre se refirió a su inminente viaje apostólico al continente africano:
El próximo miércoles inicio el viaje a África, visitando Kenia, Uganda y la República Centroafricana. Os pido a todos que recéis por este viaje, para que sea para todos estos queridos hermanos, y también para mí, un signo de cercanía y de amor. Pidamos juntos a la Virgen que bendiga a estas queridas tierras, para que allí haya paz y prosperidad.
Y acto seguido, Francisco rezó un Ave María en italiano.
El Obispo de Roma concluyó su intervención diciendo:
Os deseo a todos un buen domingo. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto! Y a los músicos, ¡que os oigan!
23.11,15



El Papa en Sta. Marta: 'La Iglesia es fiel si su tesoro es Jesús'


La Iglesia es fiel si su único tesoro y su único interés es Jesús, pero es tibia y mediocre si busca su seguridad en las cosas del mundo. Esta ha sido la advertencia del papa Francisco en la homilía de la misa celebrada este mañana en Santa Marta.
El Evangelio del día habla de la pobre viuda que deja en el tesoro del templo dos monedas de cobre mientras los ricos muestran sus grandes ofrendas. Por eso, Jesús afirma que “esta viuda tan pobre ha dado más que todos”, porque los otros han donado lo superfluo, mientras que ella, en su miseria, ha entregado todo lo que tenía para vivir”. El papa Francisco ha explicado que en la Biblia “la viuda es la mujer sola, que no tiene marido que la cuide; la mujer que debe salir adelante como pueda, que vive de la caridad pública”. Y la viuda de este pasaje del Evangelio era “una viuda que tenía su esperanza solamente en el Señor”. Al respecto, el Santo Padre ha confesado que le gusta ver en las viudas del Evangelio “la imagen de la ‘viudez’ de la Iglesia que espera la vuelta de Jesús”.
De este modo, ha explicado que “la Iglesia es esposa de Jesús, pero su Señor se ha ido y su único tesoro es su Señor. Y la Iglesia, cuando es fiel, lo deja todo esperando a su Señor. Sin embargo, cuando la Iglesia no es fiel o no es tan fiel, o no tiene tanta fe en el amor de su Señor, trata de salir adelante también con otras cosas, con otras seguridades, más del mundo que de Dios”.
Al respecto, el Papa ha asegurado que “las viudas del Evangelio nos dan un bonito mensaje de Jesús sobre la Iglesia”.
Y lo ha explicado recordando como la viuda "que salía de Naín, con el ataúd de su hijo: lloraba, sola. ¡Sí, la gente, muy buena la acompañaba, pero su corazón estaba solo! La Iglesia viuda llora cuando sus hijos mueren de la vida de Jesús. Hay alguna otra que, para defender a sus hijos, va al juez injusto: le hace la vida imposible, llamándole a la puerta todos los días diciendo ‘¡hazme justicia!’ Al final hace justicia. Es la Iglesia viuda que reza, intercede por sus hijos. Pero el corazón de la Iglesia está siempre con su Esposo, con Jesús. Está ahí arriba. También nuestra alma --según los padres del desierto-- se parece mucho a la Iglesia. Y cuando nuestra alma, nuestra vida, está más cerca de Jesús, se aleja de muchas cosas mundanas, cosa que no sirven, que no ayudan y que alejan de Jesús”.
La “viudez” de la Iglesia se refiere al hecho de que la Iglesia está esperando a Jesús. Puede ser --ha explicado-- una Iglesia fiel a esta espera, esperando con confianza la vuelta del marido o una Iglesia no fiel a esta ‘viudez’, buscando seguridad en otras cosas… la Iglesia tibia, la Iglesia mediocre, la Iglesia mundana”.
Para finalizar ha preguntado: “¿Nuestras almas buscan seguridad solamente en el Señor o buscan otras seguridades que no le gustan al Señor?”
En estos últimos días del Año Litúrgico --ha precisado Francisco-- nos hará bien preguntarnos sobre nuestra alma: si es como la de esta Iglesia que quiere a Jesús; si nuestra alma se dirige a su esposo y dice: "¡ven señor Jesús. Ven!"

Y nos hará bien "dejar de lado todas estas cosas que no sirven y no ayudan a la fidelidad”.
 24.11.15



 

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