En la homilía de este
lunes, el Santo Padre advierte contra el peligro de 'poner a subasta' nuestra
identidad por querer ser como todos
El pensamiento único, el humanismo que toma el lugar
de Jesús, hombre verdadero destruye la identidad cristiana. Es la advertencia
del papa Francisco durante la homilía de este lunes en la misa celebrada en
Santa Marta.
Haciendo referencia a la Primera Lectura del día, del
Libro de los Macabeos, el Pontífice ha comentado “la imagen de la raíz que está
bajo tierra”. La fenomenología de la raíz es esta: “no se ve, parece que
no hace mal, pero después crece y muestra, hace ver, la propia realidad”, ha
precisado. “Era una raíz razonable” que empujaba a los israelitas a aliarse con
las naciones vecinas para estar protegidos. “¿Por qué tantas diferencias? Porque
desde que nos hemos separado nos han sucedido muchos males. Vamos donde ellos,
somos iguales”, ha precisando comentado la Lectura. Y así ha explicado esta
situación con tres palabras: “mundanidad, apostasía, persecución”.
De este modo, ha asegurado que la mundanidad es hacer
lo que hace el mundo. Es decir: “ponemos a subasta nuestro carné de identidad,
todos somos iguales”. Así, muchos israelitas “reniegan de la fe y se alejan de
la Santa Alianza”, ha proseguido. Y lo “que parece muy razonable -’somos
como todos, somos normales’- se convirtió en destrucción”, ha advertido el
Papa.
Asimismo, ha explicado que “después el rey ordenó que
en su reino todos formaran un solo pueblo --el único pensamiento, la
mundanidad-- y cada uno abandonara las propias costumbres. Todos los pueblos se
adecuaron a la órdenes del rey; también muchos israelitas aceptaron su culto:
sacrificaron a los ídolos y profanaron el sábado. La apostasía. Es decir, la
mundanidad te lleva al pensamiento único y a la apostasía. No se permiten, no
se permiten las diferencias: todos iguales. Y en la historia de la Iglesia lo
hemos visto, pienso en un caso, que la fiestas religiosas se les ha cambiado el
nombre --el Nacimiento del Señor tiene otro nombre-- para cancelar la
identidad”.
Por otro lado, el Pontífice ha recordado que en Israel
se quemaron los libros de la ley “y si alguno obedecía a la ley, la sentencia
del rey lo condenaba a muerte”. Esta es la persecución --ha observado--
iniciando con una “raíz venenosa”.
A continuación, el Santo Padre ha afirmado que siempre
le ha conmovido que el Señor, en la Última Cena, en esa larga oración, rezase
por la unidad de los suyos y pidiera al Padre que le liberase de cualquier
espíritu mundano, de toda mundanidad, porque la mundanidad destruye la identidad,
la mundanidad lleva al pensamiento único.
“Comienza por una raíz, pero es pequeña, y termina en
la abominación de la desolación, en la persecución. Este es el engaño de la
mundanidad, y por esto Jesús pedía al Padre, en esa cena: ‘Padre, no te pido
que los elimines del mundo, sino que los cuides del mundo’. De esta mentalidad,
de este humanismo, que viene a tomar el lugar del hombres verdadero,
Jesucristo, que viene a quitarnos la identidad cristiana y nos lleva al
pensamiento único: ‘todos hacen así, ¿por qué yo no?’”, ha explicado Francisco.
De este modo, ha invitado a pensar cómo es la
identidad de cada uno, cristiana o mundana. ¿O me llamo cristiano porque fui
bautizado de niño y he nacido en un país cristiano, donde todos son
cristianos?, ha preguntado.
Por eso ha advertido que “la mundanidad entra
lentamente, crece, se justifica y contagia: crece como esa raíz, se justifica
--'pero, hagamos como toda la gente, no somos tan diferentes’-- busca siempre
una justificación, y al final contagia, y muchos males vienen de ahí”.
Para concluir la homilía, el Pontífice ha exhortado a
pedir al Señor “por la Iglesia, para que el Señor la custodie de todo tipo de
mundanidad”, “que siempre tenga la identidad dispuesta por Jesucristo”, “que
todos nosotros tengamos la identidad que hemos recibido en el bautismo, y que
esta identidad de querer ser como todos, por motivos de ‘normalidad’, no
surja”.
Finalmente ha pedido que el Señor “nos dé la gracia de
mantener y cuidar nuestra identidad cristiana contra el espíritu de mundanidad
que siempre crece, se justifica y contagia”.
17.11.15
El Papa en Sta. Marta:
'La mundanidad lleva a una doble vida'
En la homilía de este
martes, el Santo Padre recuerda que el espíritu cristiano nunca es
egoísta, tiene que ser coherente. No es fácil pero el Señor es capáz de
lograrlo en nosotros
El papa Francisco ha advertido que la mundanidad nos
“lleva a la doble vida”. Lo ha hecho durante la homilía de la misa matutina
en Santa Marta. De este modo, el Santo Padre ha subrayado que es necesario
cuidar la identidad cristiana y para ello hay que ser coherentes y evitar las
tentaciones de una vida mundana.
Haciendo referencia a la Primera Lectura del día, ha
señalado que el viejo Eleazar “no se deja debilitar por el espíritu de la
mundanidad” y prefiere morir en vez que rendirse a la apostasía del
“pensamiento único”. El anciano Eleazar no aceptó comer carne de cerdo como le
pedían sus “amigos mundanos” preocupados por salvarle la vida. Sin embargo, él
mantiene su dignidad “con esa nobleza” que “tenía de una vida coherente, va al
martirio, da testimonio”.
Asimismo ha advertido que la mundanidad espiritual nos
aleja de la coherencia de vida y nos hace incoherentes. Así la
persona “finge ser de un modo” pero vive “de otra manera”. Y la
mundanidad, ha observado el Santo Padre, “es difícil reconocerla desde el
primer momento porque es como la carcoma que destruye lentamente, estropea
el tejido y después ese tejido” se hace inutilizable y así, "ese hombre
que se deja llevar por la mundanidad pierde la identidad cristiana”.
El Papa ha asegurado que “la carcoma de la mundanidad
arruina la identidad cristiana, es incapaz de ser coherente. ‘Oh, yo soy muy
católico padre, yo voy a misa todos los domingos, pero muy católico’. Y después
cuando va a trabajar alguien le dice: ‘Si
me compras ésto, te doy este dinero, y él toma el soborno’. Ésto no
es coherencia de vida, esto es mundanidad. Doy este ejemplo. La mundanidad
lleva a tener una doble vida, la que aparece y la verdadera. Aleja de Dios
y destruye la identidad cristiana”.
Por esto, Jesús es “muy fuerte” cuando pide al Padre
que salve a sus discípulos del espíritu mundando “que destruye la identidad
cristiana”. De este modo, ha indicado que Eleazar es un ejemplo de este
baluarte contra este espíritu.
A propósito, el Pontífice ha subrayado que “el
espíritu cristiano, la identidad cristiana, nunca es egoísta, siempre trata de
cuidar la propia coherencia, cuidar, evitar el escándalo, cuidar a los otros,
dar el buen ejemplo. ‘Pero no es fácil padre, vivir de esta forma, donde
las tentaciones son muchas, y el truco de la doble vida nos tienta todos los
días, no es fácil’. El Papa reconoció que "para nosotros no solos no es fácil,
es imposible. Solamente Él es capaz de hacerlo”.
Igualmente, el Papa ha precisado que el Señor es
nuestro apoyo contra la mundanidad que destruye nuestra identidad cristiana,
que nos lleva a la doble vida. Y es Él el único que puede salvarnos. Por eso,
Francisco ha invitado a hacer esta oración: “Señor, soy pecador, realmente,
todos lo somos, pero te pido tu apoyo, dame tu apoyo, para que por una lado no
finja ser cristiano y por otro viva una vida como un pagano, como un
mundano”.
Para concluir la homilía, el Santo Padre ha invitado a
los presentes a que si hoy tienen un poco de tiempo, tomen la Biblia, el
segundo libro de los Macabeos, capítulo sexto, y lean la historia de Eleazar.
“hace bien, da valentía para ser ejemplo para todos y también dará fuerza y apoyo
para llevar adelante la identidad cristiana, sin compromisos, sin doble vida”.
18.11.15
Texto completo de la
catequesis del Papa en la audiencia del miércoles 18 de noviembre
"Queridos
hermanos y hermanas, buenos días
Con esta reflexión hemos llegado a la puertas del
Jubileo, ¡está cerca! Delante de nosotros se encuentra la gran puerta de la
Misericordia de Dios, una bonita puerta, que acoge nuestro arrepentimiento
ofreciendo la gracia de su perdón. La puerta está generalmente abierta, pero
nosotros debemos cruzar el umbral con valentía, cada uno de nosotros tiene
detrás de sí cosas que pesan ¿o no? Todos somos pecadores, aprovechemos este
momento que viene y crucemos el umbral de esta misericordia de Dios que nunca
se cansa de perdonar, ¡entremos por esta puerta con valentía!
Del Sínodo de los obispos, que hemos celebrado el
pasado mes de octubre, todas las familias, y toda la Iglesia, han recibido un
gran estímulo para encontrarse en el umbral de esta puerta.
La Iglesia ha sido animada a abrir sus puertas, para
salir con el Señor al encuentro de los hijos y las hijas en camino, a veces
incierto, a veces perdidos, en estos tiempos difíciles. Las familias
cristianas, en particular, han sido animadas a abrir la puerta al Señor que
espera para entrar, llevando su bendición y su amistad. Y si la puerta
Misericordia de Dios está siempre abierta, también las puertas de nuestras instituciones
debe estar siempre abiertas para que así todos puedan salir a llevar la
misericordia de Dios, esto significa el Jubileo, dejar entrar y salir al Señor.
El Señor no fuerza nunca la puerta: también Él pide permiso para entrar, pide
permiso, no fuerza la puerta, como dice el Libro del Apocalipsis: “Yo estoy a
la puerta y llamo --imaginemos al Señor que llama a la puerta de nuestros
corazón--. Si alguien oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaremos
juntos” (3,20). Y en la última gran visión de este Libro, así se
profetiza de la Ciudad de Dios: “Sus puertas no se cerrarán durante el día”, lo
que significa para siempre, porque “no existirá la noche en ella” (21, 25). Hay
sitios en el mundo en los que no se cierran las puertas con llave. Todavía los
hay, pero hay muchos donde las puertas blindadas son normales. No debemos
rendirnos a la idea de tener que aplicar este sistema que, también de
seguridad, a toda nuestra vida, a la vida de la familia, de la ciudad, de
la sociedad. Y tampoco a la vida de la Iglesia. ¡Sería terrible! Una Iglesia
que no es hospital, así como una familia cerrada en sí misma, mortifica el
Evangelio y marchita al mundo. ¡Nada de puertas blindadas en la Iglesia, nada,
todo abierto!
La gestión simbólica de las “puertas” --de los
umbrales, de los caminos, de las fronteras-- se ha hecho crucial. La
puerta debe custodiar, cierto, pero rechazar. La puerta no debe ser forzada, al
contrario, se pide permiso, porque la hospitalidad resplandece en la libertad
de la acogida, y se oscurece en la prepotencia de la invasión. La puerta se
abre frecuentemente, para ver si afuera hay alguien que espera, y tal vez no
tiene la valentía, o ni siquiera la fuerza de tocar. ¡Cuánta gente ha perdido
la confianza, no tiene la valentía de llamar a la puerta de nuestro corazón
cristiano, las puertas de nuestras iglesias, que están ahí! No tienen la
valentía, les hemos quitado la confianza. Por favor, que esto no sucede nunca.
La puerta dice muchas cosas de la casa, y también de
la Iglesia. La gestión de la puerta necesita atento discernimiento y, al mismo
tiempo, debe inspirar gran confianza. Quisiera expresar una palabra de
agradecimiento para todos los vigilantes de las puertas: de nuestros edificios,
de las instituciones cívicas, de las mismas iglesias. Muchas veces la sagacidad
y la gentileza de la recepción son capaces de ofrecer una imagen de humanidad y
de acogida de la entera casa, ya desde la entrada. ¡Hay que aprender de estos
hombres y mujeres, que son los guardianes de los lugares de encuentro y de
acogida de ciudad del hombre!
A todos vosotros, custodios de tantas puertas, sean
puertas de casas o puertas de iglesias, muchas gracias. Siempre con una
sonrisa. siempre mostrando la acogida de esa casa, de esa iglesia, así la
gente se siente feliz y acogida en ese lugar.
En verdad, sabemos bien que nosotros mismos somos los
custodios y los siervos de la Puerta de Dios, y la puerta de Dios, ¿cómo se
llama? ¿Quién sabe decirlo? ¿Quién es la puerta de Dios? Jesús. ¿Quién es la
puerta de Dios? ¡Fuerte! Jesús. Él nos ilumina en todas las puertas de la vida,
incluso aquella de nuestro nacimiento y de nuestra muerte. Él mismo ha
afirmado: “Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y
salir, y encontrará su alimento” (Jn 10, 9).
Jesús es la puerta que nos hace entrar y salir.
¡Porque el rebaño de Dios es un amparo, no una prisión! La casa de Dios es un
amparo, no es una prisión. Y la puerta ¿se llama? ¡Otra vez! ¿Cómo se llama?
Jesús. Y si la puerta está cerrada decimos, ‘Señor abre la puerta’. Jesús
es la puerta. Jesús es la puerta y nos hace entrar y salir.
Son los ladrones los que tratan de evitar la puerta.
Es curioso, los ladrones tratan siempre de entrar por otra parte, la ventana,
el techo, pero evitan la puerta porque tienen malas intenciones, y se meten en
el rebaño para engañar a las ovejas y aprovecharse de ellas.
Nosotros debemos pasar por la puerta y escuchar la voz
de Jesús: si sentimos su tono de voz, estamos seguros, somos salvados. Podemos
entrar sin temor y salir sin peligro. En este hermoso discurso de Jesús, se
habla también del guardián, que tiene la tarea de abrir al buen Pastor (Cfr. Jn
10,2).
Si el guardián escucha la voz del Pastor, entonces
abre, y hace entrar a todas las ovejas que el Pastor trae, todas, incluso aquellas
perdidas en el bosque, que el buen Pastor ha ido a buscarlas. A las ovejas no
las elige el guardián, no las elige el secretario parroquial, o la secretaria
de la parroquia, no, no las elige. Las ovejas son todas invitadas. Son elegidas
por el buen Pastor. El guardián --también él-- obedece a la voz del
Pastor. Entonces, podemos bien decir que nosotros debemos ser como este
guardián. La Iglesia es la portera de la casa del Señor, la Iglesia es la
portera, no es la dueña de la casa del Señor.
La Sagrada Familia de Nazaret sabe bien qué cosa
significa una puerta abierta o cerrada, para quien espera un hijo, para quien
no tiene amparo, para quien huye del peligro. Las familias cristianas hagan del
umbral de sus casas un pequeño gran signo de la Puerta de la misericordia y de
la acogida de Dios. Es así que la Iglesia deberá ser reconocida, en cada rincón
de la tierra: como la custodia de un Dios que toca, como la acogida de un Dios
que no te cierra la puerta en la cara, con la excusa que no eres de casa.
Con este espíritu estamos cerca, estamos todos cerca
del Jubileo. Estará la Puerta Santa, pero está también la puerta de la gran
Misericordia de Dios, y que exista también la puerta de nuestro corazón
para recibir a todos, tanto para recibir el perdón de Dios como dar
nuestro perdón y acoger a todos los que llaman a nuestra puerta".
19.11.15
El Papa en Sta. Marta:
'Dios llora ante la guerra en el mundo'
En la homilía de este
jueves, el Santo Padre asegura que quienes trabajan por la guerra son
delincuentes y recuerda a los operadores de paz que están dispuestos a dar su
vida por los otros
Todo el mundo está hoy en guerra, y ésto no
tiene justificación. Más aún, rechazar el “camino de la paz” hace que Dios
mismo llore. Lo ha asegurado el papa Francisco en la homilía de la misa
celebrada esta mañana en Santa Marta.
Haciendo referencia al Evangelio del día, el Santo
Padre ha explicado que Jesús se acerca a Jerusalén y la observa y llora,
dirigiendo a la ciudad estas palabras: “¡Si al menos tú comprendieras en este
día lo que conduce a la paz! Pero no: está escondido a tus ojos”. Y ha añadido
que “Jesús también hoy llora. Porque hemos preferido el camino de las guerras,
el camino del odio, el camino de las enemistades”.
El Santo Padre ha recordado que estamos cerca de la
Navidad y habrá luces, fiestas, árboles luminosos, pesebres… “todo maquillado:
el mundo continúa haciendo la guerra, haciendo las guerras. El mundo no ha
comprendido el camino de la paz”.
También ha querido recordar las recientes
conmemoraciones de la segunda Guerra Mundial, las bombas de Hiroshima
y Nagasaki, su visita a Redipuglia el año pasado por el aniversario de la
Primera Guerra. “Matanzas inútiles”, ha precisado repitiendo las palabras
del papa Benedicto XV. Así, ha advertido que “hay guerra por todas partes, hoy,
hay odio”. Por eso ha planteado una pregunta: “¿qué queda de una guerra, de
ésta, que estamos viviendo ahora?”
El Papa ha respondido que deja: “ruinas, miles de
niños sin educación, tantos muertos inocentes, muchos, y mucho dinero en los
bolsillos de los traficantes de armas”.
A propósito, el Pontífice ha precisado que la guerra
es precisamente decidir de las riquezas: “hagamos armas, así la economía se
equilibra un poco, y vamos adelante con nuestros interés”. Y ha recordado que
hay una palabra fea del Señor: “¡Malditos!”. Porque Él ha dicho:
“bienaventurados los que trabajan por la paz”. Por eso, Francisco ha indicado
que los que trabajan por la guerra, los que hacen guerra, son malditos, son
delincuentes.
A continuación, el Santo Padre ha observado que una
guerra se puede justificar --entre comillas-- con muchas, muchas razones. “Pero
cuando todo el mundo, como hoy, está en guerra, ¡todo el mundo! es una guerra
mundial por partes: aquí, allí, allí, por todas partes …, no hay justificación.
Y Dios llora. Jesús llora”, ha precisado.
Por otro lado, el Santo Padre ha advertido que
mientras los traficantes de armas hacen su trabajo “están los pobres
trabajadores de paz que solamente por ayudar a una persona, a otra, a otra, a
otra, dan la vida”.
A este punto, ha puesto como ejemplo a “un símbolo de
nuestro tiempo: Teresa de Calcuta”. Contra la cual se podría decir, con el
cinismo de los poderosos, “¿pero qué ha hecho esa mujer? ¿Ha perdido su vida
ayudando a la gente a morir?” Por eso el Papa ha reconocido que “no se entiende
el camino de la paz”.
Para finalizar la homilía, el Pontífice ha asegurado
que nos hará bien pedir la gracia del llanto, “para este mundo que no reconoce
el camino de la paz. Que vive para hacer la guerra, con el cinismo de decir que
no quiere no hacerla”. Por eso, ha invitado a “pedir la conversión del corazón.
Precisamente a la puerta del Jubileo de la Misericordia, que nuestro
júbilo, nuestra alegría, sea la gracia que el mundo encuentre de nuevo la
capacidad de llorar por sus crímenes, por lo que hace con las guerras”.
20.11.15
El Papa en Sta. Marta
critica el 'santo soborno' en la Iglesia
El papa Francisco ha pedido que la Iglesia no se
apegue al dinero y al poder y no adore el “santo soborno”, sino que su fuerza y
su alegría sea la palabra de Jesús.
Haciendo referencia a la primera lectura del Libro de
los Macabeos, que cuenta la alegría del pueblo por la consagración del Templo
profanado por los paganos y el espíritu mundano, el Santo Padre ha reflexionado
sobre la victoria de los que son perseguidos por parte del “pensamiento único”.
El pueblo de Dios hace fiesta, se regocija, porque encuentra de nuevo la
“propia identidad”. De este modo, ha explicado que la fiesta “es algo que la
mundanidad no sabe hacer, no puede hacer”. El espíritu mundano --ha añadido--
nos lleva como mucho a tener un poco de diversión, un poco de ruido, pero la
alegría solamente viene de la fidelidad a la Alianza.
Asimismo, ha recordado que en el Evangelio Jesús
expulsa a los mercaderes del Templo, diciendo: “Está escrito: ‘Mi casa es casa
de oración’, pero vosotros la habéis convertido en una ‘cueva de bandidos’” .
De este modo, ha señalado que durante la época de los Macabeos, el espíritu
mundano “había suplantado el lugar de la adoración al Dios Viviente”. También ahora --ha
añadido-- esto sucede, aunque “de otra forma”.
Y el Pontífice lo ha explicado así: “los jefes del
Templo, los jefes de los sacerdotes --dice el Evangelio-- y los escribas había
cambiado las cosas un poco. Habían entrado en un proceso de degradación y había
‘ensuciado’ el Templo. ¡Habían ensuciado el Templo! El Templo es un símbolo de
la Iglesia. La Iglesia siempre --¡siempre!-- sufrirá la tentación de la
mundanidad y la tentación de un poder que no es el poder que Jesucristo quiere
para ella. Jesús no dice: ‘no, esto no se hace. Hacedlo fuera’. Dice: ‘¡Habéis
hecho una cueva de ladrones aquí!’ Y cuando la Iglesia entra en este proceso de
degradación el final es muy feo. ¡Muy feo!”.
A continuación, el Santo Padre ha advertido del
peligro de la corrupción. “Siempre está en la Iglesia la tentación de la
corrupción. Es cuando la Iglesia, en vez de estar unido a la fidelidad al Señor
Jesús, al Señor de la paz, de la alegría, de la salvación, se apega al
dinero y al poder. Esto sucede aquí, en este Evangelio. Estos jefes de los
sacerdotes, estos escribas estaban apegados al dinero, al poder, y habían
olvidado el espíritu”. Y para justificarse y decir que eran justos, que
eran buenos --ha indicado-- habían cambiado el espíritu de libertad del Señor por
la rigidez.
El Santo Padre ha observado que Jesús, en el capítulo
23 de Mateo, habla de esta rigidez. “La gente había perdido el sentido de Dios,
también la capacidad de alegría, también la capacidad de alabanza: no sabían
alabar a Dios porque estaban apegados al dinero y al poder, a una forma de
mundanidad, como el otro en el Antiguo Testamento”, ha explicado.
Tal y como ha recordado el Papa, Jesús expulsa del
Templo a los sacerdotes, a los escribas, a los que hacían negocios allí.
“Y los jefes de los sacerdotes y los escribas estaban unidos
entre ellos: ¡estaba el ‘santo soborno’ allí! Y lo recibían, estaban
apegados al dinero y veneraban esta santa”, ha advertido. De este modo,
el Santo Padre ha asegurado que el Evangelio es muy fuerte. Dice: “los jefes de
los sacerdotes y los escribas trataban de destruir a Jesús y así también a los
jefes del pueblo”. Era lo mismo que había sucedido en el templo de Judas
Macabeo. ¿Y por qué? Por este motivo con Jesús “no sabían qué hacer porque
todo el pueblo le escuchaba”.
El Pontífice ha explicado que la fuerza de Jesús era
su palabra, su testimonio, su amor. “Y donde está Jesús no hay sitio para la
mundanidad, no hay sitio para la corrupción”, ha asegurado.
Del mismo modo, Francisco ha observado que “esta es la
lucha de cada uno de nosotros, esta es la lucha cotidiana de la Iglesia:
siempre Jesús, siempre con Jesús, siempre escuchando sus palabras; y nunca
buscar seguridad donde están las cosas de otro dueño. Jesús nos había dicho que
no se puede servir a dos señores: o Dios o las riquezas, o Dios o el poder”.
Para finalizar la homilía, el Obispo de Roma ha
asegurado que nos hará bien rezar por la Iglesia. “Pensar en tantos mártires de
hoy que, por no entrar en este espíritu de mundanidad, del pensamiento único,
de la apostasía, sufren y mueren. ¡Hoy!”. Hoy --ha concluido-- hay más mártires
en la Iglesia que en los primeros tiempos. Pensemos. Nos hará bien pensar en
ellos. Y también pedir la gracia para no entrar nunca, nunca en este proceso de
degradación hacia la mundanidad que nos lleva a apegarnos al dinero y al poder.
21.11.15
Francisco a los
educadores católicos: 'La verdadera escuela debe enseñar conceptos, hábitos y
valores'
El papa Francisco recibió esta sábado a los más de
siete mil participantes del Congreso Mundial “Educar Hoy y Mañana. Una pasión
que se renueva”, promovido por la Congregación para la Educación Católica, que
concluyó con este encuentro en el Aula Pablo VI del Vaticano.
Respondiendo de forma improvisada a algunas preguntas,
el Santo Padre subrayó que los maestros se encuentran entre los trabajadores
peor pagados, pero juegan un papel extraordinario en la promoción de la
humanidad. El Pontífice advirtió también de los riesgos de
una educación selectiva, que distancia a los ricos de los pobres, e invitó
a los presentes a apostar por una educación inclusiva.
“No se puede hablar de una educación católica sin
hablar de humanidad --dijo el Papa-- porque precisamente la identidad católica
es Dios que se hizo hombre”. “Educar cristianamente no es solo hacer una
catequesis. Esta es una parte. No es solo hacer proselitismo. No hagáis nunca
proselitismo en las escuelas, ¡eh! ¡Nunca! La educación cristiana es sacar
adelante a los jóvenes, a los niños en los valores humanos, en toda la
realidad, y una de esas realidades es lo trascendente”, añadió.
Hoy, prosiguió Francisco, existe una tendencia al
“neopositivismo, es decir, a educar en las cosas inmanentes, en el valor de las
cosas inmanentes, y esto sucede en los países de tradición cristiana y en los
países” de otras tradiciones. “Falta la trascendencia”, lamentó.
Para el Santo Padre, “la mayor crisis de la educación,
para que sea cristiana, es este cierre a lo trascendente. Estamos cerrados a la
trascendencia”. “Preparar los corazones para que el Señor se manifieste, pero
en su totalidad. Es decir, en la totalidad de la humanidad que también tiene
esta dimensión de la trascendencia. Educar humanamente, pero con horizontes
abiertos. Para la educación, no sirve todo tipo de cierre”, enfatizó.
A continuación, el Pontífice señaló que “la
educación se ha vuelto demasiado selectiva y elitista” y advirtió de que parece
que solo tienen derecho a la educación algunas personas que tienen un
cierto nivel económico. “Es una realidad que nos lleva hacia una
selección humana, y que en lugar de unir a los pueblos, los separa; También,
distancia a los ricos de los pobres, distancia a esta cultura de la otra. Pero
esto también ocurre en lo pequeño: ¡se ha roto el pacto educativo entre la
familia y la escuela! Hay que volver a empezar”, afirmó.
Entre “los trabajadores peor pagados están los
educadores” --aseguró el Papa-- y “esto significa simplemente que el
Estado no tiene interés. Si lo tuviera, las cosas no irían así”. Por eso,
indicó, “aquí está nuestro trabajo: buscar nuevos caminos”. “Hoy se
necesita una educación de emergencia, hay que arriesgar con la educación
informal, porque la educación formal se ha empobrecido debido a la herencia del
positivismo. Solo concibe un tecnicismo intelectualista y el lenguaje de la
cabeza. Y por eso, se ha empobrecido. Tenemos que romper este esquema”,
insistió.
La verdadera escuela, explicó Francisco, “debe enseñar
conceptos, hábitos y valores; y cuando una escuela no puede hacer esto, esta
escuela es selectiva y exclusiva, para unos pocos”.
El Santo Padre reitero que el primer reto es dejar los
“lugares donde hay muchos educadores” para ir “a las periferias”, porque allí
los jóvenes tienen “la experiencia de la supervivencia”, “tienen una humanidad
herida”, y a partir de estas heridas tiene que empezar el trabajo del
educador. “No se trata de ir allí para hacer la caridad, para enseñar a
leer, para dar de comer, no. Esto es necesario, pero es temporal. Es el primer
paso. El problema --y ese es el desafío al que os animo-- es ir allí para
hacerlos crecer en humanidad, en inteligencia, en valores, en hábitos, para que
puedan seguir adelante y llevar a los otros experiencias que no conocen”.
Por último, el Pontífice indicó que “el fracaso más
grande que puede tener un educador es educar 'dentro de los muros'. Educar en
el interior de los muros, los muros de una cultura selectiva, los muros de una
cultura de la seguridad, los muros de un sector social que es acomodado y del
que no puede salir más”.
El Congreso “Educar Hoy y Mañana. Una pasión que se
renueva” se desarrolló en la localidad de Castel Gandolfo y durante tres
días educadores de diferentes partes del mundo reflexionaron a la luz de dos
documentos conciliares: la Declaración Gravissimum educationis y la
Constitución Apostólica Ex corde Ecclesiae. Ambos textos orientaron
a los participantes en la búsqueda de soluciones a la problemática educativa y
a relanzar el compromiso de la Iglesia en este ámbito.
22.11.15
El Papa en el Ángelus:
'La fuerza del reino de Cristo es el amor'
Como cada domingo, el papa Francisco rezó el Ángelus
desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico, ante una multitud que
le atendía en la Plaza de San Pedro. Dirigiéndose a los fieles y
peregrinos venidos de todo el mundo, que le acogieron con un largo y caluroso
aplauso, el Pontífice les dijo:
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En este último domingo del año litúrgico, celebramos
la solemnidad de Cristo Rey. Y el Evangelio de hoy nos hace contemplar a Jesús
mientras se presenta ante Pilatos como rey de un reino que “no es de este
mundo”. Esto no significa que Cristo sea rey de otro mundo, sino que es rey de
otro modo, pero es rey en este mundo. Se trata de una contraposición entre dos
lógicas. La lógica mundana se apoya en la ambición, en la competición, combate
con las armas del miedo, del chantaje y de la manipulación de las conciencias.
La lógica del Evangelio, es decir, la lógica de Jesús, en cambio se expresa en
la humildad y en la gratuidad, se afirma silenciosamente pero eficazmente con
la fuerza de la verdad. Los reinos de este mundo a veces se sostienen con
prepotencias, rivalidades, opresiones; el reino de Cristo es un “reino de
justicia, de amor y de paz”.
Jesús se ha revelado rey, ¿cuándo? ¡En el evento de la
Cruz! Quien mira a la Cruz de Cristo no puede no ver la sorprendente gratuidad
del amor. Pero alguno de vosotros puede decir: “Pero padre, ¡esto ha sido un
fracaso!” Es precisamente en el fracaso del pecado, que el pecado es un
fracaso. En el fracaso de las ambiciones humanas, ahí está el triunfo de la
Cruz, está la gratuidad del amor. En el fracaso de la Cruz, se ve el amor. Y
este amor que es gratuito, que nos da Jesús. Hablar de potencia y de fuerza,
para el cristiano, significa hacer referencia a la potencia de la Cruz y a la
fuerza del amor de Jesús: un amor que permanece firme e íntegro, incluso ante
el rechazo, y que se muestra como el cumplimiento de una vida gastada en la
total entrega de sí en favor de la humanidad. En el Calvario, los transeúntes y
los jefes se burlan de Jesús clavado en la Cruz, y le lanzan el desafío:
“¡Sálvate a ti mismo bajando de la Cruz! ¡Sálvate a ti mismo!”. Pero
paradójicamente la verdad de Jesús es precisamente aquella que en tono de
ironía le lanzan sus adversarios: “¡No puede salvarse a sí mismo!”. Si Jesús
hubiera bajado de la cruz, habría cedido a las tentaciones del príncipe de este
mundo; en cambio Él no puede salvarse a sí mismo precisamente para poder salvar
a los demás, porque precisamente ha dado su vida por nosotros, por
cada uno de nosotros. Pero decir: “Jesús ha dado su vida por el mundo”, es
verdad. Pero es más hermoso decir: “¡Jesús ha dado su vida por mí!” Y hoy,
en la Plaza, cada uno de nosotros diga en su corazón: “Ha dado su vida por mí,
para poder salvar a cada uno de nosotros de nuestros pecados”.
Y esto, ¿quién lo ha entendido? Lo ha entendido bien
uno de los dos malhechores que son crucificados con Él, llamado el “buen
ladrón”, que Le suplica: “Jesús, acuérdate de mí cuando entres en tu Reino”.
Pero este era un malhechor, era un corrupto, y estaba precisamente allí,
condenado a muerte por todas las brutalidades que había cometido en su vida...
Pero ha visto en el comportamiento de Jesús, en la mansedumbre de Jesús, el
amor. Y esta es la fuerza del reino de Cristo, el amor. Por esto la majestad de
Jesús no nos oprime, sino que nos libera de nuestras debilidades y miserias,
animándonos a recorrer los caminos del bien, de la reconciliación y del perdón.
Miremos la Cruz de Jesús, miremos al “buen ladrón”, y digamos todos juntos lo
que ha dicho el “buen ladrón”: “Jesús, acuérdate de mí cuando entres en tu
Reino”. Juntos: “Jesús, acuérdate de mí cuando hayas entrado en tu Reino”. Y
pedir a Jesús cuando nos sintamos débiles, pecadores, derrotados, que nos mire
y decir: “Pero, Tú estas ahí. No te olvides de mí”.
Frente a tantas laceraciones en el mundo y demasiadas
heridas en la carne de los hombres, pidamos a la Virgen María que nos sostenga en
nuestro compromiso de imitar a Jesús, nuestro rey, haciendo presente su reino
con gestos de ternura, de comprensión y de misericordia.
Al término
de estas palabras, el Santo Padre rezó la oración mariana:
Angelus
Domini nuntiavit Mariae...
Al concluir la plegaria, el Papa recordó la
beatificación de veintiséis mártires capuchinos, una ceremonia que tuvo lugar
este sábado en la catedral de la Ciudad Condal:
Ayer, en Barcelona, han sido proclamados beatos
Federico de Berga y veinticinco compañeros mártires, asesinados en España
durante la feroz persecución contra la Iglesia en el siglo pasado. Se trata de
sacerdotes, jóvenes profesos en espera de la ordenación y hermanos laicos
pertenecientes al Orden de los Frailes Menores Capuchinos. Encomendemos a su
intercesión a muchos de nuestros hermanos y hermanas que lamentablemente
también hoy, en diferentes partes del mundo, son perseguidos a causa de la fe
en Cristo.
A continuación, llegó el turno de los saludos que
realiza tradicionalmente el Pontífice:
Saludos a todos los peregrinos, llegados de Italia y
de diferentes países: las familias, los grupos parroquiales, las asociaciones.
En particular saludo a los de México, de Australia y de Paderborn (Alemania).
Saludo a los fieles de Avola, Mestre, Foggia, Pozzallo, Campagna y de la Val di
Non; así como a los grupos musicales, que he escuchado, y que festejan a santa
Cecilia, patrona del canto y de la música. Después del Ángelus, que os oigan,
porque tocáis bien.
Además, el Santo Padre se refirió a su inminente
viaje apostólico al continente africano:
El próximo miércoles inicio el viaje a África,
visitando Kenia, Uganda y la República Centroafricana. Os pido a todos que
recéis por este viaje, para que sea para todos estos queridos hermanos, y
también para mí, un signo de cercanía y de amor. Pidamos juntos a la Virgen que
bendiga a estas queridas tierras, para que allí haya paz y prosperidad.
Y acto
seguido, Francisco rezó un Ave María en italiano.
El Obispo de
Roma concluyó su intervención diciendo:
Os deseo a todos un buen domingo. Por favor, no os
olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto! Y a los músicos,
¡que os oigan!
23.11,15
Y nos hará bien "dejar de lado todas estas cosas que no sirven y no ayudan a la fidelidad”.
El Papa en Sta. Marta:
'La Iglesia es fiel si su tesoro es Jesús'
La Iglesia es fiel si su único tesoro y su único
interés es Jesús, pero es tibia y mediocre si busca su seguridad en las cosas
del mundo. Esta ha sido la advertencia del papa Francisco en la homilía de la
misa celebrada este mañana en Santa Marta.
El Evangelio del día habla de la pobre viuda que deja
en el tesoro del templo dos monedas de cobre mientras los ricos muestran
sus grandes ofrendas. Por eso, Jesús afirma que “esta viuda tan pobre ha dado
más que todos”, porque los otros han donado lo superfluo, mientras que ella, en
su miseria, ha entregado todo lo que tenía para vivir”. El papa Francisco ha
explicado que en la Biblia “la viuda es la mujer sola, que no tiene marido que
la cuide; la mujer que debe salir adelante como pueda, que vive de la caridad
pública”. Y la viuda de este pasaje del Evangelio era “una viuda que tenía su
esperanza solamente en el Señor”. Al respecto, el Santo Padre ha confesado que
le gusta ver en las viudas del Evangelio “la imagen de la ‘viudez’ de la
Iglesia que espera la vuelta de Jesús”.
De este modo, ha explicado que “la Iglesia es esposa
de Jesús, pero su Señor se ha ido y su único tesoro es su Señor. Y la Iglesia,
cuando es fiel, lo deja todo esperando a su Señor. Sin embargo, cuando la
Iglesia no es fiel o no es tan fiel, o no tiene tanta fe en el amor de su
Señor, trata de salir adelante también con otras cosas, con otras seguridades,
más del mundo que de Dios”.
Al respecto, el Papa ha asegurado que “las viudas del
Evangelio nos dan un bonito mensaje de Jesús sobre la Iglesia”.
Y lo ha explicado recordando como la viuda
"que salía de Naín, con el ataúd de su hijo: lloraba, sola. ¡Sí, la
gente, muy buena la acompañaba, pero su corazón estaba solo! La Iglesia
viuda llora cuando sus hijos mueren de la vida de Jesús. Hay alguna otra
que, para defender a sus hijos, va al juez injusto: le hace la vida imposible,
llamándole a la puerta todos los días diciendo ‘¡hazme justicia!’ Al final hace
justicia. Es la Iglesia viuda que reza, intercede por sus hijos. Pero el
corazón de la Iglesia está siempre con su Esposo, con Jesús. Está ahí arriba.
También nuestra alma --según los padres del desierto-- se parece mucho a la
Iglesia. Y cuando nuestra alma, nuestra vida, está más cerca de Jesús, se aleja
de muchas cosas mundanas, cosa que no sirven, que no ayudan y que alejan de
Jesús”.
La “viudez” de la Iglesia se refiere al hecho de que
la Iglesia está esperando a Jesús. Puede ser --ha explicado-- una Iglesia fiel
a esta espera, esperando con confianza la vuelta del marido o una Iglesia no
fiel a esta ‘viudez’, buscando seguridad en otras cosas… la Iglesia tibia, la
Iglesia mediocre, la Iglesia mundana”.
Para finalizar ha preguntado: “¿Nuestras almas buscan
seguridad solamente en el Señor o buscan otras seguridades que no le gustan al
Señor?”
En estos últimos días del Año Litúrgico --ha precisado
Francisco-- nos hará bien preguntarnos sobre nuestra alma: si es como la
de esta Iglesia que quiere a Jesús; si nuestra alma se dirige a su
esposo y dice: "¡ven señor Jesús. Ven!"
Y nos hará bien "dejar de lado todas estas cosas que no sirven y no ayudan a la fidelidad”.
24.11.15
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