13 de des. 2015

LA PORTA SANTA













El Papa abre la Puerta Santa de la basílica de San Juan de Letrán

El santo padre Francisco ha abierto este domingo la Puerta Santa de la basílica de San Juan de Letrán, una de los cuatro templos pontificios y catedral de Roma.
Después de rigurosos controles antes de entrar en la plaza, en los que colaboró la Guardia Civil Española, miles de fieles se congregaron para el evento, en este soleado y gélido domingo de diciembre.
Francisco en cuanto obispo de Roma, vestía paramentos claros con mitra, báculo y trial, un capa que envuelve el cuerpo, de color rosa como querida por el tiempo litúrgico del tercer domingo de Adviento, con una cruz morada. El coro de la Capilla Sixtina cantaba el Kyrie.
El Santo Padre después de las oraciones iniciales y del acto penitencial en el atrio de la basílica, delante de la Puerta Santa, de bronce con una imagen de María, permaneció en silencio mientras se escuchaba el canto del Veni Creator Spiritu.
Tras abrir la puerta de bronce que representa a Cristo, el Papa entró y volvió a quedarse en silencio algunos instantes. A continuación caminó en la basílica hacia el altar, en donde celebró la santa misa. Una ceremonia muy simple, esencial y emocionante.
El himno de entrada compuesto especialmente para la ocasión, inicia con las palabras 'Misericordiosos como el Padre', tomadas del evangelio de Lucas.  
 14.12.15




El Papa en Sta. Marta: Dios es más grande que nuestros pecados

La esperanza en la misericordia de Dios abre los horizontes y nos hace libres, mientras que la rigidez clerical cierra los corazones y hace mucho mal. Así lo ha advertido el santo padre Francisco, durante la homilía de la misa celebrada en Santa Marta este lunes por la mañana.
Haciendo referencia a la primera lectura del día, el Pontífice ha señalado que Balaam “tenía sus defectos, incluso pecados. Porque todos tenemos pecados, todos. Todos somos pecadores”. Pero no os asustéis --ha pedido--, Dios es más grande que nuestros pecados. Asimismo, ha indicado que “en su camino, Balaam encuentra al ángel del Señor y cambia el corazón”. No cambia de partido sino que “cambia del error a la verdad y dice lo que ve”. El Pueblo de Dios mora en tiendas de campaña en el desierto y él “más allá del desierto ve la fecundidad, la belleza, la victoria”. Ha abierto el corazón, “se convierte” y “ve lejos, ve la verdad” porque “con buena voluntad siempre se ve la verdad”. Es una verdad --ha asegurado el Papa-- que da esperanza.
De este modo, Francisco ha explicado que “la esperanza es esta virtud cristiana que nosotros tenemos como un gran don del Señor y que nos hace ver lejos, más allá de los problemas, los dolores, las dificultades, más allá de nuestros pecados”. Nos hace ver la belleza de Dios, ha indicado.
Y así, ha contando que cuando él se encuentra con una persona que tiene esta virtud esperanza y es un momento difícil de su vida --sea una enfermedad sea una preocupación por un hijo o una hija o alguno de la familia o cualquier cosa-- pero tiene esta de la virtud, en medio del dolor tiene el ojo penetrante, tiene la libertad de ver más allá, siempre más allá. Y esta es la esperanza. Y esta es la profecía que hoy la Iglesia nos dona: se necesitan mujeres y hombres de esperanza, también en medio de los problemas. La esperanza abre horizontes, la esperanza es libre, no es esclava, siempre encuentra un lugar para arreglar una situación”.
Por otro lado, el Pontífice ha subrayado que en el Evangelio, están los jefes de los sacerdotes que preguntan a Jesús con qué autoridad actúa: “No tienen horizontes”, son “hombres cerrados en sus cálculos”, “esclavos de la propia rigidez” y los cálculos humanos “cierran el corazón, cierran la libertad” mientras que “la esperanza nos hace ligeros”.
A propósito, el Santo Padre ha observado cuánto es bella la libertad, la magnanimidad, la esperanza de un hombre y una mujer de Iglesia. Sin embargo, “qué feo es y cuánto mal hace la rigidez de una mujer y de un hombre de Iglesia, la rigidez eclesial, que no tiene esperanza”.
El papa Francisco ha explicado que en este Año de la Misericordia, hay estos dos caminos: quien tiene esperanza en la misericordia de Dios y sabe que Dios es padre; Dios perdona siempre, pero todo; más allá del desierto del abrazo del Padre, el perdón. Y también, están esos que se refugian en la propia esclavitud, en la propia rigidez, y no saben nada de la misericordia de Dios. “Estos eran doctores, habían estudiado, pero su ciencia no les ha salvado”, ha advertido el Santo Padre.
Para finalizar la homilía, ha contado un hecho sucedido en 1992 en Buenos Aires, durante una misa por los enfermos. Llevaba varias horas confesando, cuando llegó una mujer muy anciana, de más de ochenta años, “con los ojos que veían más allá, con los ojos llenos de esperanza”.
Y el Papa le dijo: ‘Abuela, ¿usted viene a confesarse?’, porque él se estaba ya levantando. Y ella le respondió ‘sí’. ‘Pero usted no tiene pecados’. Y ella le dijo: ‘Padre, todos los tenemos’. ‘Pero, ¿quizá el Señor no los perdona?’ ‘Dios perdona todo’. Francisco le preguntó cómo lo sabía, y ella respondió ‘porque si Dios no perdonara todo, el mundo no existiría’.
Delante de estas dos personas --el libre, la esperanza, lo que te lleva a la misericordia de Dios y el cerrado, el legalista, el egoísta, el esclavo de la propia rigidez-- el Papa ha pedido recordar esta lección que esta anciana le dio: “Dios perdona todo, solamente espera que tú te acerques”.
 15.12.15



El Papa en Sta. Marta: 'La riqueza de la Iglesia son los pobres, no el dinero'

El papa Francisco ha pedido este martes que la Iglesia sea humilde, pobre y confiada en el Señor. En la homilía de la misa matutina, que ha celebrado en la capilla la Casa Santa Marta, el Santo Padre ha destacado que la pobreza es la primera de las Bienaventuranzas y ha añadido que la verdadera riqueza de la Iglesia son los pobres, no el dinero ni el poder mundano.
En el Evangelio leído hoy, Jesús reprende con fuerza a los jefes de los sacerdotes y les advierte que incluso las prostitutas los precederán en el Reino de los Cielos. El Pontífice ha citado este pasaje para alertar contra las tentaciones que incluso hoy pueden corromper el testimonio de la Iglesia. También en la Primera Lectura, tomada del Libro de Sofonías, se ven las consecuencias de un pueblo que se convierte en impuro y rebelde por no haber escuchado al Señor, ha advertido el Papa.
¿Cómo debe ser una Iglesia fiel al Señor?, se ha preguntado Francisco, y ha respondido: Una Iglesia que se confía a Dios debe “tener estas tres características”: humilde, pobre, con confianza en el Señor.
“Una Iglesia humilde, que no se pavonee de los poderes, de las grandezas. Humildad no significa una persona lánguida, floja, que pone los ojos en blanco… ¡Esto no es humildad, es teatro! Esto es fingir humildad. La humildad tiene un primer paso: ‘Yo soy pecador’. Si tú no eres capaz de decirte esto a ti mismo: que eres pecador y que los demás son mejores que tú, no eres humilde. El primer paso de una Iglesia humilde es sentirnos pecadores, el primer paso de todos nosotros es el mismo. Si alguno de nosotros tiene la costumbre de mirar los defectos de los demás y murmurar sobre ellos, se cree juez de los demás”, ha explicado el Santo Padre.
Nosotros --ha señalado-- debemos “pedir esta gracia: que la Iglesia sea humilde, que yo sea humilde, que cada uno de nosotros” sea humilde. El segundo paso --ha proseguido-- es la pobreza que “es la primera de las Bienaventuranzas”. Pobre en el espíritu quiere decir estar “solo apegado a las riquezas de Dios”, ha precisado. Por tanto, no a “una Iglesia que vive apegada al dinero, que piensa en el dinero, que piensa cómo ganar dinero”. “Como se sabe --ha afirmado el Pontífice-- hace un tiempo, para pasar la Puerta Santa se le decía ingenuamente a la gente que se debía hacer una ofrenda: esta no es la Iglesia de Jesús, esta es la Iglesia de los jefes de los sacerdotes, apegada al dinero”.
“Nuestro diácono, el diácono de esta diócesis, Lorenzo, cuando el emperador --él era el ecónomo de la diócesis-- le dice que le lleve las riquezas de la diócesis, para así pagarle algo y evitar su asesinato, vuelve con los pobres. Los pobres son las riquezas de la Iglesia. Si tienes un banco, eres el director de un banco, pero tu corazón es pobre, no estás apegado al dinero, eso es estar al servicio. La pobreza es esta distancia, para servir a los necesitados, para servir a los demás”, ha reiterado.
Hagámonos esta pregunta, ha indicado el Papa: si somos “una Iglesia, un pueblo humilde, pobre, ‘¿Yo soy o no soy pobre?’”. Finalmente, el tercer punto: la Iglesia debe confiar en el nombre del Señor. “¿Dónde está mi confianza? ¿En el poder, en los amigos, en el dinero? ¡En el Señor! Esta es la herencia que nos promete el Señor: ‘Dejaré en medio de ti a un pueblo humilde y pobre que confiará siempre en el Señor’. Humilde porque se siente pecador; pobre porque su corazón está apegado a las riquezas de Dios y si tiene es para administrarlas; confiado en el Señor porque sabe que solo el Señor puede garantizarle lo que hace bien. Y verdaderamente estos jefes de los sacerdotes a los que se dirigía Jesús, no entendían estas cosas y Jesús tuvo que decirles que una prostituta entraría en el cielo antes que ellos”, ha subrayado Francisco.
“En esta espera del Señor, de la Navidad --ha concluido-- pidamos que nos dé un corazón humilde, un corazón pobre y sobre todo un corazón confiado en el Señor, porque el Señor no decepciona nunca”.
16.12.15



Texto completo de la catequesis del Papa en la audiencia del miércoles 16 de diciembre

Queridos hermanos y hermanas, buenos días.
El domingo pasado se abrió la Puerta Santa de la catedral de Roma, la basílica de San Juan de Letrán, y se abrió una Puerta de la Misericordia en la catedral de cada diócesis del mundo, también en los santuarios y en las iglesias que los obispos han dicho de hacerlo. El Jubileo es en todo el mundo no solamente en Roma.
He deseado que este signo de la Puerta Santa estuviera presente en cada Iglesia particular, para que el Jubileo de la Misericordia pueda ser una experiencia compartida por cada persona. El Año Santo, de esta forma, ha comenzado en toda la Iglesia y se celebra en cada diócesis como en Roma. También la primera Puerta Santa se abrió precisamente en el corazón de África, y Roma es aquel signo visible de la comunión universal. Que esta comunión eclesial sea cada vez más intensa, para que la Iglesia sea en el mundo el signo vivo del amor y de la misericordia del Padre. Que la Iglesia sea signo vivo de amor y misericordia.
También la fecha del 8 de diciembre ha querido subrayar esta exigencia, vinculando, a 50 años de distancia, el inicio del Jubileo con la conclusión del Concilio Ecuménico Vaticano II. En efecto, el Concilio ha contemplado y presentado la Iglesia a la luz del misterio, del misterio de la comunión. Extendida en todo el mundo y articulada en tantas Iglesias particulares, es siempre y solo la única Iglesia de Jesucristo, la que ha querido y por la que se ha ofrecido a sí mismo. La Iglesia “una” que vive de la comunión misma de Dios.
Este misterio de comunión, que hace de la Iglesia signo del amor del Padre, crece y madura en nuestro corazón, cuando el amor, que reconocemos en la Cruz de Cristo y en el cual nos sumergimos, nos hace amar como nosotros mismos somos amados por Él. Se trata de un amor sin fin, que tiene el rostro del perdón y de la misericordia.
Pero el perdón y la misericordia no deben permanecer como palabras bonitas, sino realizarse en la vida cotidiana. Amar y perdonar son el signo concreto y visible de que la fe ha transformado nuestros corazones y nos permite expresar en nosotros la vida misma de Dios. Amar y perdonar como Dios ama y perdona. Este es un programa de vida que no puede conocer interrupciones o excepciones, sino que nos empuja a ir más allá sin cansarnos nunca, con la certeza de ser sostenidos por la presencia paterna de Dios.
Este gran signo de la vida cristiana se transforma después en muchos otros signos que son característicos del Jubileo. Pienso en cuántos atravesarán una de las Puertas Santas, que en este Año son verdaderas Puertas de la Misericordia, Puertas de la Misericordia. La Puerta indica a Jesús mismo que ha dicho: “Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento”.  Atravesar la Puerta Santa es el signo de nuestra confianza en el Señor Jesús que no ha venido para juzgar, sino para salvar (cfr Jn 12,47). Estad atentos ¡eh!, que no haya alguno más despierto o demasiado astuto que os diga que se tiene que pagar, no, la salvación no se paga, la salvación no se compra, la Puerta es Jesús y Jesús es gratis. Y la Puerta, Él mismo, hemos escuchado, que habla de aquellos que dejan entrar no como se debe y simplemente dice que son ladrones, estad atentos, la salvación es gratis.
Atravesar la Puerta Santa es signo de una verdadera conversión de nuestro corazón. Cuando atravesamos aquella Puerta es bueno recordar que debemos tener abierta también la puerta de nuestro corazón. Estoy delante de la Puerta Santa y pido al Señor ‘ayúdame a abrir la puerta de mi corazón’. No tendría mucha eficacia el Año Santo si la puerta de nuestro corazón no dejará pasar a Cristo que nos empuja a andar hacia los otros, para llevarlo a Él y a su amor. Por lo tanto, como la Puerta Santa permanece abierta, porque es el signo de la acogida que Dios mismo nos reserva, así también nuestra puerta, aquella del corazón, esté siempre abierta para no excluir a ninguno. Ni siquiera aquel o aquella que me molestan. Ninguno.
Un signo importante del Jubileo es también la confesión. Acercarse al Sacramento con el cual somos reconciliados con Dios equivale a tener experiencia directa de su misericordia. Es encontrar el Padre que perdona. Dios perdona todo. Dios nos comprende, también en nuestras limitaciones, nos comprende también en nuestras contradicciones. No solo, Él con su amor nos dice que cuando reconocemos nuestros pecados nos es todavía más cercano y nos anima a mirar hacia adelante. Dice más, que cuando reconocemos nuestros pecados, pedimos perdón, hay fiesta en el Cielo, Jesús hace fiesta y esta es su misericordia. No os desanimeis. Adelante, adelante con esto.
Cuántas veces me han dicho: ‘Padre, no consigo perdonar’, el vecino, el colega de trabajo, la vecina, la suegra, la cuñada... Todos hemos escuchado eso: ‘No consigo perdonar’. Pero ¿cómo se puede pedir a Dios que nos perdone, si después nosotros no somos capaces del perdón? Perdonar es una cosa grande, no es fácil perdonar, porque nuestro corazón es pobre y con sus fuerzas no lo puede hacer. Pero si nos abrimos a acoger la misericordia de Dios para nosotros, a su vez somos capaces de perdón. Y tantas veces he escuchado decir: ‘Pero a esa persona yo no podía verla, la odiaba, un día me he acercado al Señor, he pedido perdón por mis pecados, y también he perdonado a esa persona’. Estas cosas de todos los días, y tenemos cerca de nosotros esta posibilidad.
Por lo tanto, ¡ánimo! Vivamos el Jubileo iniciando con estos signos que llevan consigo una gran fuerza de amor. El Señor nos acompañará para conducirnos a tener experiencia de otros signos importantes para nuestra vida. ¡Ánimo y hacia adelante!
17.12.15


 







 



Francisco: El terrorismo está causando una reacción no violenta que es necesario apoyar

Las nuevas embajadoras ante la Santa Sede, de Guinea, Letonia e India, Fatoumata Balde, Veronika Erte y Smita Purushottam, y el nuevo embajador de Bahrein, Muhammad Abdul Ghaffar han sido recibidos este jueves en audiencia por el papa Francisco.
En su discurso, el Santo Padre se ha referido al último Mensaje de la Jornada Mundial de la Paz, cuya tema es ''Vence la indiferencia y conquista la paz'' , y ha invitado a los diplomáticos a colaborar en la promoción de una cultura de la solidaridad, que contrarreste la globalización de la indiferencia, una de las tendencias negativas de nuestro tiempo.
“Hay muchas formas en que se manifiesta esta actitud de indiferencia --ha afirmado Francisco-- y también son diversas las causas que contribuyen a alimentarla, pero esencialmente se remontan a un humanismo desequilibrado, en que el hombre ha tomado el lugar de Dios y, por lo tanto, se ha convertido, a su vez, en víctima de diversas formas de idolatría. Incluso la crisis ecológica seria que estamos viviendo se remonta a este desequilibrio antropológico”.
“La indiferencia hacia Dios, hacia el prójimo y hacia el ambiente están vinculadas entre sí y se alimentan recíprocamente. Por lo tanto se pueden combatir solamente con una respuesta que las enfrente juntas, es decir con un nuevo humanismo que recoloque al ser humano en su justa relación con el Creador, con los demás y con la creación”, ha explicado.
“Se trata --ha subrayado-- de construir una cultura de la solidaridad y el intercambio en el ámbito social, cultural y educativo...Todo ello es necesario para vencer la indiferencia y construir la paz'”.
Después, el Pontífice ha dedicado unas palabras al año que está a punto de terminar, marcado por desgracia por una multiplicación de conflictos violentos, tanto bélicos como terroristas. “Una situación --ha observado-- que está causando cada vez más en las conciencias maduras una reacción no violenta, sino espiritual y moral”. “Es la que queremos y debemos alimentar con los medios a nuestra disposición y de acuerdo con nuestras responsabilidades”, ha proseguido.
“La Iglesia católica, de acuerdo con su misión, con el Jubileo de la Misericordia se propone difundir en todo el mundo el espíritu de perdón y reconciliación, llamando a los fieles y a los hombres y mujeres de buena voluntad a abrirse al don de la gracia de Dios y a practicar lo que en nuestra tradición son las obras espirituales y corporales de misericordia”, ha indicado. “Los Estados están llamados también a hacer gestos concretos, actos de valentía para con las personas más frágiles de su sociedad, como los encarcelados, los emigrantes, los desempleados y los enfermos”, ha insistido.
“Deseo, además, en este Año jubilar, formular un llamamiento urgente a los responsables de los Estados para hacer gestos concretos en favor de nuestros hermanos y hermanas que sufren por la falta de trabajo, tierra y techo”, ha enfatizado.
“En ámbito internacional --ha dicho-- espero vivamente que toda nación se comprometa a renovar sus relaciones con otros pueblos para que se llegue a la fraternidad también dentro de la familia de las naciones”.
Por último, el papa Francisco ha enviado a través de los nuevos representantes diplomáticos un saludo fraternal a los pastores y fieles de las comunidades católicas presentes en sus países, animándoles a contribuir siempre con lealtad al bien común de la sociedad. “Lo podrán hacer más y mejor –ha asegurado-- cuánto más se reconozca efectivamente su plena libertad religiosa”. “La Santa Sede, por su parte, se honra de instaurar con cada uno de ustedes y de los países que representan un diálogo abierto y respetuoso y una colaboración constructiva”, ha concluido.
 18.12.15



El Papa: 'En el pesebre nos habla la ternura de Dios'

Jesús no ha aparecido simplemente en la tierra, no nos ha dedicado solo un poco de tiempo, sino que ha venido para compartir nuestra vida y acoger nuestros deseos. Porque quiso, y todavía quiere, vivir aquí, junto a nosotros y para nosotros. Se preocupa por nuestro mundo, que en Navidad se ha convertido en su mundo. El pesebre nos recuerda esto: Dios, por su gran misericordia, ha descendido hasta nosotros para permanecer permanentemente con nosotros.
Así lo ha explicado el papa Francisco al recibir esta mañana a las delegaciones procedentes de Trentino y de los ayuntamientos bávaros de Hirschau, Schnaittenbach y Freudenberg por el regalo del pesebre y el árbol de Navidad, que han realizado para la plaza de San Pedro.
Durante su discurso, ha indicado a las delegaciones que da alegría pensar que no solo han hecho un regalo al Papa y a los peregrinos que los podrán admirar, sino sobre todo al Señor Jesús, “porque Él es el festejado”. Por ello, ha dado las gracias a los presentes.
El Santo Padre ha indicado que las decoraciones que han colocado, “representan vuestros sueños”. Estos deseos que lleváis en el corazón --ha indicado-- están ahora en el lugar más apto, porque están cerca del Niño de Belén: son encomendados a Él, que ha venido para “habitar en medio de nosotros”. Por otro lado ha recordado que “el pesebre nos dice además que Él no se impone nunca con la fuerza. Para salvarnos, no ha cambiado la historia cumpliendo un milagro grandioso”. Ha venido en total “sencillez, humildad, mansedumbre”, ha precisado.
Asimismo, el Pontífice ha asegurado que “Dios no ama a los revolucionarios imponentes de los poderosos de la historia, y no utiliza la varita mágica para cambiar las situaciones”. Sin embargo, “se hace pequeño, se hace niño, para atraernos con amor, para tocar nuestros corazones con su bondad humilde; para remover, con su pobreza, a cuantos se afanan por acumular los falsos tesoros de este mundo”.
El Santo Padre ha invitado a los presentes a detenerse frente al pesebre, “porque allí la ternura de Dios nos habla. Allí se contempla la misericordia divina, que se ha hecho carne humana y puede enternecer nuestras miradas”. Sobre todo --ha añadido-- desea mover nuestros corazones.
Además, el Papa ha asegurado que es bonito que esté en el pesebre una figura, que capta inmediatamente el misterio de la Navidad. “Es ese personaje que cumple una obra buena, inclinándose para ayudar a un anciano. Él no solo mira a Dios, sino que también lo imita, porque, como Dios, se arrodilla con misericordia hacia quien lo necesita”, ha explicado.
Para finalizar, ha deseado a los presentes que sus regalos, que serán iluminados esta tarde, “puedan atraer a muchas miradas y sobre todo reavivar en la vida la luz verdadera de la Navidad”.         
19.12.15

 
El Papa pide dejarse envolver por el Jubileo de la Misericordia

El santo padre Francisco ha recibido esta mañana a los trabajadores de las líneas ferroviarias italianas. Reconociendo la gran labor que realizan, el Papa ha querido recordar a los trabajadores que han perdido la vida en este trabajo y ha pedido que esto, “en lo que depende de nosotros, no suceda nunca más”.     

Así, el Santo Padre ha querido hacer referencia a las iniciativas de solidaridad vinculadas a las línas ferroviarias italianas. Help Center, por ejemplo, permite a quien está en dificultad encontrar ayuda, socorro y asistencia. “Todos necesitamos estas antenas, que nos permitan captar las señales de lo que sucede a nuestro alrededor, para conseguir percibir los sufrimientos de los otros, sin permanecer insensibles”, ha observado el Papa. Otra iniciativa que ha mencionado es la del albergue don Luigi Di Liegro en la estación de Termini en Roma, donde este viernes el Santo Padre abrió la Puerta de la Caridad. Este centro, tal y como ha recordado Francisco, ha sido renovado por las líneas ferroviarias en colaboración con cáritas diocesana.
Por ello, el Pontífice ha deseado que el Año Santo nos enseñe “todo esto” y grabe en nuestra mente y en nuestros corazones que la misericordia es la primera y verdadera medicina para el hombre, una medicina de la que cada uno tiene urgente necesidad. Cuántas sanaciones hace una caricia misericordiosa, ha exclamado. Asimismo, ha observado que esta medicina influye de forma continua y sobreabundante en Dios, pero debemos también ser capaces de donarla unos a otros, para que cada uno pueda vivir en plenitud su humanidad.
En esta línea, el Santo Padre ha recordado que quien atraviesa las Puertas Santas con amor, “encontrará perdón y consolación, y será impulsado a donar y donarse con más generosidad, para la propia salvación y la de los hermanos”. Por ello, ha pedido a los presentes dejarse transformar por el paso a través de esta puerta espiritual, de tal forma que marque interiormente nuestra vida. Del mismo modo ha invitado a dejarse envolver por el Jubileo de la Misericordia para renovar “el tejido de toda nuestra sociedad, haciéndola más justa y solidaria, sobre todo en esta ‘tercera guerra mundial’ que ha estallado: ‘por partes’, pero lo estamos viviendo”.      
20.12.15              

                    


El Papa invita a detenernos en los lugares del asombro

El papa Francisco ha rezado, como cada domingo, la oración del ángelus desde la ventana del Palacio Apostólico, con los fieles reunidos en la plaza de San Pedro. En este IV domingo de Adviento, estaban presentes los niños de los Centros Oratorios Romanos --que celebran hoy su Jubileo-- para la bendición de los 'Niños Jesús', las figuritas que pondrán en los belenes de sus familias, escuelas y parroquias.     
Estas son las palabras del Papa para introducir la oración mariana:                 
Queridos hermanos y hermanas,
El Evangelio de este domingo de Adviento subraya la figura de María. La vemos cuando, justo después de haber concebido en la fe al Hijo de Dios, afronta el largo viaje de Nazaret de Galilea a los montes de Judea, para ir a visitar a su prima Isabel. El ángel Gabriel le había revelado que su pariente ya anciana, que no tenía hijos, estaba en el sexto mes de embarazo (cfr Lc 1,26.36). Por eso, la Virgen, que lleva en sí un don y un misterio aún más grande, va a ver a Isabel y se queda tres meses con ella. En el encuentro entre las dos mujeres, imaginad, una anciana y una joven, es la joven, María, la que saluda primero: El Evangelio dice así: “Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel”. Y después de ese saludo, Isabel se asombra, no os olvidéis esta palabra, el asombro, y resuena en sus palabras: “¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?” (v. 43). Y se abrazan, se besan, felices estas dos mujeres, la anciana y la joven. Las dos embarazadas.
Para celebrar bien la Navidad, estamos llamados a detenernos en los “lugares” del asombro. ¿Y cuáles son los lugares del asombro en la vida cotidiana? Hay tres.
El primer lugar es el otro, en quien reconocer un hermano, porque desde que sucedió el Nacimiento de Jesús, cada rostro lleva marcada la semejanza del Hijo de Dios. Sobre todo cuando es el rostro del pobre, porque como pobre Dios entró en el mundo y los pobres, en primer lugar, dejó que se acercaran.
Otro lugar del asombro es un lugar en el que, si miramos con fe, sentimos asombro, es la historia. Segundo. Tantas veces creemos verla por el lado justo, y sin embargo corremos el riesgo de leerla al revés. Sucede cuando nos parece determinada por la economía de mercado, regulada por las finanzas y los negocios, dominada por los poderosos de turno. El Dios de la Navidad es sin embargo un Dios que “cambia las cartas”, le gusta hacerlo ¿eh?, como canta María en el Magnificat, es el Señor el que derriba a los poderosos del trono y ensalza a los humildes, colma de bienes a los hambrientos y a los ricos despide vacíos (cfr Lc 1,52-53). Este es el segundo asombro, el asombro de la historia.
Un tercer lugar de asombro es la Iglesia: mirarla con el asombro de la fe significa no limitarse a considerarla solamente como institución religiosa que es, sino sentirla como Madre que, aún entre manchas y arrugas, tenemos tantas, deja ver las características de la Esposa amada y purificada por Cristo Señor. Una Iglesia que sabe reconocerse en muchos signos de amor fiel que Dios continuamente le envía. Una Iglesia por la cual el Señor Jesús no será nunca una posesión que defender con celo, los que hacen esto están equivocados. Pero siempre el Señor Jesús será Aquel que viene a su encuentro y que sabe esperar con confianza y alegría, dando voz a la esperanza del mundo. La Iglesia que llama al Señor, ‘ven Señor Jesús’. La Iglesia Madre que siempre tiene las puertas abiertas, y las brazos abiertos para acoger a todos. Es más, la Iglesia Madre, sale de las propias puertas para buscar, con sonrisa de Madre, a todos los alejados y llevarles a la misericordia de Dios. Este es el asombro de la Navidad.        En Navidad Dios se nos dona todo donando a su Hijo, el Único, que es toda su alegría. Y solo con el corazón de María, la humilde y pobre hija de Sion, convertida en Madre del hijo del Altísimo, es posible exultar y alegrarse por el gran don de Dios y por su imprevisible sorpresa.
Nos ayude ella a percibir el asombro, estos tres asombros: el otro, la historia y la Iglesia. Así, para el Nacimiento de Jesús, el don de los dones, el regalo inmerecido que nos lleva a la salvación, nos hará también sentir a nosotros este gran asombro en el encuentro con Jesús. Pero no podemos tener este asombro, no podemos encontrar a Jesús, si no lo encontramos en los otros, en la historia y en la Iglesia.

Después de la oración del ángelus, el Papa ha añadido:
Queridos hermanos y hermanas,
también hoy quiero dirigir un pensamiento a la amada Siria, expresando vivo aprecio por el acuerdo alcanzado por la Comunidad Internacional. Animo a todos a proseguir con generoso impulso el camino hacia el cese de las violencias y una solución negociada que lleve a la paz. Pienso también en la vecina Libia, donde el reciente acuerdo asumido entre las partes para un Gobierno de unidad nacional invita a la esperanza por el futuro.
Deseo también sostener el compromiso de colaboración al que están llamadas Costa Rica y Nicaragua. Deseo que un renovado espíritu de fraternidad refuerce ulteriormente el diálogo y la cooperación recíproca, como también entre los países de la región. Mi pensamiento va en este momento a la querida población de la India, golpeada reciente por un gran aluvión. Rezamos por estos hermanos y hermanas, que sufren a causa de tal calamidad, y encomendamos las almas de los difuntos a la misericordia de Dios. Un Ave María la Virgen. ‘Dios te salve María…’
Saludo con afecto a todos vosotros, queridos peregrinos procedentes de varios países para participar en este encuentro de oración. Hoy el primer saludo está reservado a los niños de Roma, pero estos niños saben hacer ruido ¿eh? Han venido para la tradicional bendición de los “Niños Jesús”, organizado por los Centros Oratorios Romanos. Queridos niños, escuchad bien, cuando recéis delante de vuestro pesebre, acordaros también de mí, como yo me acuerdo de vosotros. ¡Os doy las gracias, y feliz Navidad!
Saludo a las familias de la comunidad “Hijos en el Cielo” y las que están unidas, en la esperanza y el dolor, al hospital Niño Jesús. Queridos padres, os aseguro mi cercanía espiritual y os animo a continuar vuestro camino de fe y de fraternidad.
Saludo a la coral polifónica de Racconigi, el grupo de oración “Los chicos del Papa”  - gracias por vuestro apoyo - y los fieles de Parma.             
Os deseo a todos un buen domingo y una Navidad de esperanza, de amor y de paz. No os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!
21.12.15

 
El Papa propone doce virtudes contra las 'enfermedades' curiales


En el contexto de este Año de la Misericordia y de la preparación para la Navidad, el papa Francisco ha presentado, en su discurso navideño a la Curia, un subsidio práctico para poder vivir fructuosamente este tiempo de gracia. No se trata, ha explicado, de un exhaustivo “catálogo de las virtudes necesarias” para quien presta servicio en la Curia y para todos aquellos que quieren hacer fértil su consagración o su servicio a la Iglesia. De este modo ha realizado una lista con el acróstico de la palabra ‘misericordia’, para que esta sea guía y faro.
Al inicio de su discurso, también ha recordado que en su primer encuentro con ellos, en el 2013, subrayó dos aspectos importantes e inseparables del trabajo curial: la profesionalidad y el servicio. El año pasado, afrontó algunas tentaciones y “enfermedades”, el “catálogo de las enfermedades curiales”. A propósito ha explicado que estas enfermedades requieren prevención, vigilancia, cuidado y, lamentablemente, en algunos casos, operaciones dolorosas y largas. Asimismo ha subrayado que “algunas de estas enfermedades se han manifestado durante este año, causando no poco dolor a todo el cuerpo e hiriendo a muchas almas”.
De este modo, el Santo Padre ha asegurado que esto ha sido y lo será siempre, objeto de sincera reflexión y medidas decisivas. “La reforma irá adelante con determinación, lucidez y resolución”, ha precisado el Papa.
En esta misma línea, ha observado que las enfermedades y los escándalos no podrán “esconder la eficiencia de los servicios, que la Curia Romana, con cansancio, con responsabilidad, con compromiso y dedicación hace al Papa y a toda la Iglesia, y esto es un verdadero consuelo”. También ha querido manifestar “un profundo agradecimiento y un necesario aliento a todas las personas íntegras y honestas que trabajan con dedicación, devoción, fidelidad y profesionalidad, ofreciendo a la Iglesia y al Sucesor de Pedro el consuelo de su solidaridad y obediencia, como también su generosa oración”. El Pontífice ha asegurado que “las resistencias, las fatigas y las caídas de las personas y de los ministros representan también lecciones y ocasiones de crecimiento y nunca de abatimiento”.
El Santo Padre ha reflexionado durante su discurso de “volver a lo esencial”, cuando “estamos iniciando la peregrinación del Año Santo de la Misericordia” y que representa “una fuerte llamada a la gratitud, a la conversión, a la renovación, a la penitencia y a la reconciliación”.
El primer punto del acróstico ha sido la “Misionariedad y pastoralidad”. El Santo Padre ha indicado que “la misionariedad es lo que hace y muestra a la curia fértil y fecunda; es prueba de la eficacia, la capacidad y la autenticidad de nuestro obrar”. La pastoralidad sana --ha añadido-- es una virtud indispensable de modo especial para cada sacerdote.
La Idoneidad y sagacidad en segundo lugar. El Papa ha explicado que “la idoneidad necesita el esfuerzo personal de adquirir los requisitos necesarios y exigidos para realizar del mejor modo las propias tareas y actividades, con la inteligencia y la intuición”. Esta --ha observado-- es contraria a las recomendaciones y los sobornos. Asimismo ha precisado que “la sagacidad es la prontitud de mente para comprender y para afrontar las situaciones con sabiduría y creatividad”.
Espiritualidad y humanidad. El Pontífice ha recordado que “la espiritualidad es la columna vertebral de cualquier servicio en la Iglesia y en la vida cristiana”. Esta alimenta todo nuestro obrar, lo corrige y lo protege de la fragilidad humana y de las tentaciones cotidianas. La humanidad --ha añadido-- es aquello que encarna la autenticidad de nuestra fe. Al respecto, el papa Francisco ha subrayado que la humanidad nos hace diferentes de las máquinas y los robots. Además ha advertido que “cuando nos resulta difícil llorar seriamente o reír apasionadamente, entonces ha iniciado nuestro deterioro y nuestro proceso de transformación de «hombres» a algo diferente”.
Ejemplaridad y fidelidad. Francisco ha hecho referencia a su antecesor, el beato Pablo VI, quien recordó a la Curia “su vocación a la ejemplaridad”. Ejemplaridad para evitar los escándalos que hieren las almas y amenazan la credibilidad de nuestro testimonio. Fidelidad a nuestra consagración, a nuestra vocación.
Racionalidad y amabilidad, ha proseguido el Papa. La racionalidad --ha indicado-- sirve para evitar los excesos emotivos, y la amabilidad para evitar los excesos de la burocracia, las programaciones y las planificaciones. Son dotes necesarias, ha añadido, para el equilibrio de la personalidad.
Inocuidad y determinación. La inocuidad, ha explicado Francisco, que nos hace cautos en el juicio, capaces de abstenernos de acciones impulsivas y apresuradas, es la capacidad de sacar lo mejor de nosotros mismos, de los demás y de las situaciones, actuando con atención y comprensión. Por otro lado, ha explicado que “la determinación es la capacidad de actuar con voluntad decidida, visión clara y obediencia a Dios”.
Caridad y verdad. A propósito de esto, el Santo Padre ha asegurado que “la caridad sin la verdad se convierte en la ideología del bonachón destructivo, y la verdad sin la caridad, en el afán ciego de judicializarlo todo”.
A continuación ha hablado sobre la Honestidad y madurez. “La honestidad es la rectitud, la coherencia y el actuar con sinceridad absoluta con nosotros mismos y con Dios”, ha afirmado Francisco.  La madurez --ha añadido-- es el esfuerzo para alcanzar una armonía entre nuestras capacidades físicas, psíquicas y espirituales.
Respeto y humildad. El papa Francisco ha asegurado que “el respeto es una cualidad de las almas nobles y delicadas, de las personas que tratan siempre de demostrar la justa consideración a los demás, a la propia misión, a los superiores y a los subordinados, a los legajos, a los documentos, al secreto y a la discreción; es la capacidad de saber escuchar atentamente y hablar educadamente”. La humildad, en cambio, es la virtud de los santos y de las personas llenas de Dios, que cuanto más crecen en importancia, más aumenta en ellas la conciencia de su nulidad y de no poder hacer nada sin la gracia de Dios.
Sobre la Dadivosidad y atención, el Pontífice ha precisado que “seremos mucho más dadivosos de alma y más generosos en dar, cuanta más confianza tengamos en Dios y en su providencia, conscientes de que cuanto más damos, más recibimos”. La atención “consiste en cuidar los detalles y ofrecer lo mejor de nosotros mismos, y también en no bajar nunca la guardia sobre nuestros vicios y carencias”.
Impavidez y prontitud. El Papa ha indicado que ser impávido significa “no dejarse intimidar por las dificultades”, “actuar con audacia y determinación y sin tibieza” “ser capaz de dar el primer paso sin titubeos”. La prontitud, ha precisado Francisco, “consiste en saber actuar con libertad y agilidad, sin apegarse a las efímeras cosas materiales”.
Finalmente ha hablado de la Atendibilidad y sobriedad. “El atendible es quien sabe mantener los compromisos con seriedad y fiabilidad cuando se cumplen, pero sobre todo cuando se encuentra solo; es aquel que irradia a su alrededor una sensación de tranquilidad, porque nunca traiciona la confianza que se ha puesto en él”, ha indicado. Sobre la sobriedad ha explicado que “es la capacidad de renunciar a lo superfluo y resistir a la lógica consumista dominante”.
Para concluir su discurso, el Santo Padre ha recordado que “la misericordia no es un sentimiento pasajero”, sino la síntesis de la Buena Noticia. Por eso ha deseado que sea la misericordia “la que guíe nuestros pasos, la que inspire nuestras reformas, la que ilumine nuestras decisiones”, “el soporte maestro de nuestro trabajo”, “la que nos enseñe cuándo hemos de ir adelante y cuándo debemos dar un paso atrás”, “la que nos haga ver la pequeñez de nuestros actos en el gran plan de salvación de Dios y en la majestuosidad y el misterio de su obra”.
22.12.15
                 
                
            
    


Mensaje navideño del Papa: ‘Donde nace Dios, nace la esperanza’

El papa Francisco, en el día de la Solemnidad del Nacimiento del Señor, desde la Logia central de la Basílica Vaticana, ha dado su tradicional mensaje navideño y ha impartido la bendición Urbi et Orbi. De este modo, este 25 de diciembre, el Pontífice ha recordado que “sólo la misericordia de Dios puede liberar a la humanidad de tantas formas de mal, a veces monstruosas, que el egoísmo genera en ella”.
Asimismo, ha deseado que “los israelíes y palestinos puedan retomar el diálogo directo y alcanzar un entendimiento que permita a los dos pueblos convivir en armonía”.
También ha pedido que el acuerdo alcanzado en el seno de las Naciones Unidas logre acallar el fragor de las armas en Siria. Igualmente urgente es --ha observado-- que el acuerdo sobre Libia encuentre el apoyo de todos, para que se superen las graves divisiones y violencias que afligen el país.
El Santo Padre ha exhortado a que toda la Comunidad internacional ponga su atención de manera unánime en que cesen las atrocidades que, “tanto en estos países como también en Irak, Yemen y en el África subsahariana”, causan todavía numerosas víctimas, provocan enormes sufrimientos y no respetan ni siquiera el patrimonio histórico y cultural de pueblos enteros.
Asimismo ha recordado a cuantos han sido golpeados por los atroces actos terroristas, “particularmente en las recientes masacres sucedidas en los cielos de Egipto, en Beirut, París, Bamako y Túnez”. El Papa ha pedido paz para las poblaciones de la República Democrática del Congo, de Burundi y del Sudán del Sur para que “se refuerce el compromiso común en vista de la edificación de sociedades civiles animadas por un sincero espíritu de reconciliación y de comprensión recíproca”.
Unas palabras también para Ucrania, deseando que la Navidad “ofrezca alivio a quienes padecen las consecuencias del conflicto” e “inspire la voluntad de llevar a término los acuerdos tomados, para restablecer la concordia en todo el país”. Del mismo modo ha pedido que la alegría de este día “ilumine los esfuerzos del pueblo colombiano para que, animado por la esperanza, continúe buscando con tesón la anhelada paz”.
El papa Francisco ha tenido presente a los más indefensos, los niños soldado, las mujeres que padecen violencia, las víctimas de la trata de personas y del narcotráfico. Que no falte nuestro consuelo --ha pedido-- a cuantos huyen de la miseria y de la guerra. Así como ha deseado que sean recompensados con abundantes bendiciones todos los que trabajan con generosidad para socorrer y acoger a los numerosos emigrantes y refugiados. También ha querido que en este día, el Señor vuelva a dar esperanza a cuantos no tienen trabajo.

Publicamos a continuación el texto completo del mensaje del Santo Padre para la Navidad 2015:           
Queridos hermanos y hermanas, feliz Navidad.
Cristo nos ha nacido, exultemos en el día de nuestra salvación.
Abramos nuestros corazones para recibir la gracia de este día, que es Él mismo: Jesús es el «día» luminoso que surgió en el horizonte de la humanidad. El día de la misericordia, en el cual Dios Padre ha revelado a la humanidad su inmensa ternura. Día de luz que disipa las tinieblas del miedo y de la angustia. Día de paz, en el que es posible encontrarse, dialogar, sobre todo, reconciliarse. Día de alegría: una «gran alegría» para los pequeños y los humildes, para todo el pueblo (cf. Lc 2,10).
En este día, ha nacido de la Virgen María Jesús, el Salvador. El pesebre nos muestra la «señal» que Dios nos ha dado: «un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre» (Lc 2,12). Como los pastores de Belén, también nosotros vamos a ver esta señal, este acontecimiento que cada año se renueva en la Iglesia. La Navidad es un acontecimiento que se renueva en cada familia, en cada parroquia, en cada comunidad que acoge el amor de Dios encarnado en Jesucristo. Como María, la Iglesia muestra a todos la «señal» de Dios: el niño que ella ha llevado en su seno y ha dado a luz, pero que es el Hijo del Altísimo, porque «proviene del Espíritu Santo» (Mt 1,20). Por eso es el Salvador, porque es el Cordero de Dios que toma sobre sí el pecado del mundo (cf. Jn 1,29). Junto a los pastores, postrémonos ante el Cordero, adoremos la Bondad de Dios hecha carne, y dejemos que las lágrimas del arrepentimiento llenen nuestros ojos y laven nuestro corazón.
Sólo él, sólo él nos puede salvar. Sólo la misericordia de Dios puede liberar a la humanidad de tantas formas de mal, a veces monstruosas, que el egoísmo genera en ella. La gracia de Dios puede convertir los corazones y abrir nuevas perspectivas para realidades humanamente insuperables.
Donde nace Dios, nace la esperanza. Él trae la esperanza. Donde nace Dios, nace la paz. Y donde nace la paz, no hay lugar para el odio ni para la guerra. Sin embargo, precisamente allí donde el Hijo de Dios vino al mundo, continúan las tensiones y las violencias y la paz queda como un don que se debe pedir y construir. Que los israelíes y palestinos puedan retomar el diálogo directo y alcanzar un entendimiento que permita a los dos pueblos convivir en armonía, superando un conflicto que les enfrenta desde hace tanto tiempo, con graves consecuencias para toda la región.
Pidamos al Señor que el acuerdo alcanzado en el seno de las Naciones Unidas logre cuanto antes acallar el fragor de las armas en Siria y remediar la gravísima situación humanitaria de la población extenuada. Es igualmente urgente que el acuerdo sobre Libia encuentre el apoyo de todos, para que se superen las graves divisiones y violencias que afligen el país. Que toda la Comunidad internacional ponga su atención de manera unánime en que cesen las atrocidades que, tanto en estos países como también en Irak, Yemen y en el África subsahariana, causan todavía numerosas víctimas, provocan enormes sufrimientos y no respetan ni siquiera el patrimonio histórico y cultural de pueblos enteros. Quiero recordar también a cuantos han sido golpeados por los atroces actos terroristas, particularmente en las recientes masacres sucedidas en los cielos de Egipto, en Beirut, París, Bamako y Túnez.              Que el Niño Jesús les dé consuelo y fuerza a nuestros hermanos, perseguidos por causa de su fe en distintas partes del mundo.  Son nuestros mártires de hoy.                 
Pidamos Paz y concordia para las queridas poblaciones de la República Democrática del Congo, de Burundi y del Sudán del Sur para que, mediante el diálogo, se refuerce el compromiso común en vista de la edificación de sociedades civiles animadas por un sincero espíritu de reconciliación y de comprensión recíproca.                    
Que la Navidad lleve la verdadera paz también a Ucrania, ofrezca alivio a quienes padecen las consecuencias del conflicto e inspire la voluntad de llevar a término los acuerdos tomados, para restablecer la concordia en todo el país.
Que la alegría de este día ilumine los esfuerzos del pueblo colombiano para que, animado por la esperanza, continúe buscando con tesón la anhelada paz.
Donde nace Dios, nace la esperanza ̧ y donde nace la esperanza, las personas encuentran la dignidad. Sin embargo, todavía hoy muchos hombres y mujeres son privados de su dignidad humana y, como el Niño Jesús, sufren el frío, la pobreza y el rechazo de los hombres. Que hoy llegue nuestra cercanía a los más indefensos, sobre todo a los niños soldado, a las mujeres que padecen violencia, a las víctimas de la trata de personas y del narcotráfico.
Que no falte nuestro consuelo a cuantos huyen de la miseria y de la guerra, viajando en condiciones muchas veces inhumanas y con serio peligro de su vida. Que sean recompensados con abundantes bendiciones todos aquellos, personas privadas o Estados, que trabajan con generosidad para socorrer y acoger a los numerosos emigrantes y refugiados, ayudándoles a construir un futuro digno para ellos y para sus seres queridos, y a integrarse dentro de las sociedades que los reciben.
 Que en este día de fiesta, el Señor vuelva a dar esperanza a cuantos no tienen trabajo, que son muchos, y sostenga el compromiso de quienes tienen responsabilidad públicas en el campo político y económico para que se empeñen en buscar el bien común y tutelar la dignidad toda vida humana.
Donde nace Dios, florece la misericordia. Este es el don más precioso que Dios nos da, particularmente en este año jubilar, en el que estamos llamados a descubrir la ternura que nuestro Padre celestial tiene con cada uno de nosotros. Que el Señor conceda, especialmente a los presos, la experiencia de su amor misericordioso que sana las heridas y vence el mal. 
Y de este modo, hoy todos juntos exultemos en el día de nuestra salvación. Contemplando el portal de Belén, fijemos la mirada en los brazos de Jesús que nos muestran el abrazo misericordioso de Dios, mientras escuchamos el gemido del Niño que nos susurra: «Por mis hermanos y compañeros voy a decir: “La paz contigo”» (Sal 121 [122], 8).
26.12.15
           
        

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