Francisco
pide al PMA desburocratizar el hambre y darle rostro humano
No hay hambre, sino hambrientos. En
esta capacidad de socorrer podemos medir el pulso de nuestra humanidad
13 junio
2016
Roma).- El papa Francisco visitó este lunes
por la mañana la sede del Programa Mundial de Alimentos (PMA), con motivo de la
apertura de la Sesión anual 2016 de la junta ejecutiva,
El Santo Padre al llegar a la sede del entre de
las Naciones Unidas, situado en Roma a pocos kilómetros de la Ciudad del
Vaticano, ha sido recibido por los directores de PMA y por el
Observador Permanente de la Santa Sede, Mons. Fernando Chica Arellano.
Después de la ofrenda floral en el Muro de la Memoria,
llevada por unos niños para recordar a los miembros de PMA caídos en
cumplimiento de su misión, el Papa entró en el auditorio. Allí recordó
que la miseria tiene rostro, de niño, de familia, de jóvenes y ancianos.
Y pidió que no tomemos con naturalidad el hambre de muchos,
pensando que nada podemos hacer, porque así corremos el riesgo de
burocratizar el dolor ajeno.
Señaló también que mientras se impiden
ayudas, planes de desarrollo y distribución de alimentos por cuestiones
burocráticas, en las zonas de guerra las armas circulan libremente.
Concluyó recordando que la Iglesia fiel a su misión,
quiere trabajar con todas las iniciativas que luchan para proteger la dignidad
de las personas, a favor del “hambre cero”, porque hay un mandato
evangélico: “Tuve hambre y me dieron de comer…”. Algo que va más allá de
las confesiones y convicciones y que podría ser ofrecida como regla de
oro para todos los pueblos.
Las palabras
del papa Francisco:
“Señoras y Señores: Agradezco a la Directora
Ejecutiva, Señora Ertharin Cousin, la invitación que me cursó para que
inaugurara la Sesión Anual 2016 de la Junta Ejecutiva del Programa Mundial de
Alimentos, así como las palabras de bienvenida que me ha dirigido. Asimismo mi
saludo para la Embajadora Stephanie Hochstetter Skinner-Klée, Presidenta de
esta importante asamblea, que congrega a los Representantes de diversos
gobiernos llamados a emprender iniciativas concretas para la lucha contra el
hambre. Y al saludar a todos ustedes aquí reunidos, agradezco tantos esfuerzos
y compromisos con una causa que no puede no interpelarnos: la lucha contra el
hambre que padecen muchos de nuestros hermanos.
Hace unos momentos he rezado ante el “Muro de la
memoria”, testigo del sacrificio que realizaron los miembros de este Organismo,
entregando su vida para que, incluso en medio de complejas vicisitudes, los
hambrientos no carecieran de pan. Memoria que hemos de conservar para seguir
luchando, con el mismo vigor, por el tan ansiado objetivo de “hambre cero”.
Esos nombres grabados a la entrada de esta Casa son un signo elocuente de que
el PAM, lejos de ser una estructura anónima y formal, constituye un valioso
instrumento de la comunidad internacional para emprender actividades cada vez
más vigorosas y eficaces. La credibilidad de una Institución no se fundamenta
en sus declaraciones, sino en las acciones realizadas por sus miembros.
Por vivir en un mundo interconectado e
hípercomunicado, las distancias geográficas parecen achicarse. Tenemos la
posibilidad de tomar contacto casi en simultáneo con lo que está aconteciendo
en la otra parte del planeta. Por medio de las tecnologías de la comunicación,
nos acercamos a tantas situaciones dolorosas que pueden ayudar (y han ayudado)
a movilizar gestos de compasión y solidaridad. Aunque, paradójicamente
hablando, esta aparente cercanía creada por la información, cada día parece
agrietarse más.
La excesiva información con la que contamos va
generando paulatinamente la “naturalización” de la miseria. Es decir, poco a
poco, nos volvemos inmunes a las tragedias ajenas y las evaluamos como algo
“natural”. Son tantas las imágenes que nos invaden que vemos el dolor, pero no
lo tocamos; sentimos el llanto, pero no lo consolamos; vemos la sed pero no la
saciamos. De esta manera, muchas vidas se vuelven parte de una noticia que en
poco tiempo será cambiada por otra. Y mientras cambian las noticias, el dolor,
el hambre y la sed no cambian, permanecen.
Tal tendencia – o tentación – nos exige un paso más y,
a su vez, revela el papel fundamental que Instituciones como la vuestra tiene
para el escenario global. Hoy no podemos darnos por satisfechos con sólo
conocer la situación de muchos hermanos nuestros. No basta elaborar largas
reflexiones o sumergirnos en interminables discusiones sobre las mismas,
repitiendo incesantemente tópicos ya por todos conocidos.
Es necesario “desnaturalizar” la miseria y dejar de
asumirla como un dato más de la realidad. ¿Por qué? Porque la miseria tiene
rostro. Tiene rostro de niño, tiene rostro de familia, tiene rostro de jóvenes
y ancianos. Tiene rostro en la falta de posibilidades y de trabajo de muchas
personas, tiene rostro de migraciones forzadas, casas vacías o destruidas. No
podemos “naturalizar” el hambre de tantos; no nos está permitido decir que su
situación es fruto de un destino ciego frente al que nada podemos hacer. Cuando
la miseria deja de tener rostro, podemos caer en la tentación de empezar a
hablar y discutir sobre “el hambre”, “la alimentación”, “la violencia” dejando
de lado al sujeto concreto, real, que hoy sigue golpeando a nuestras puertas.
Cuando faltan los rostros y las historias, las vidas comienzan a convertirse en
cifras, y así paulatinamente corremos el riesgo de burocratizar el dolor ajeno.
Las burocracias mueven expedientes; la compasión, en
cambio, se juega por las personas. Y creo que en esto tenemos mucho trabajo por
realizar. Conjuntamente con todas las acciones que ya se realizan, es necesario
trabajar para “desnaturalizar” y desburocratizar la miseria y el hambre de
nuestros hermanos. Esto nos exige una intervención a distintas escalas y
niveles donde sea colocado como objetivo de nuestros esfuerzos la persona
concreta que sufre y tiene hambre, pero que también encierra un inmenso caudal
de energías y potencialidades que debemos ayudar a concretar.
1.
“Desnaturalizar” la miseria
Cuando estuve en la FAO, con motivo de la II
Conferencia Internacional sobre Nutrición, les decía que una de las
incoherencias fuertes que estábamos invitados a asumir era el hecho de que existiendo
comida para todos, «no todos pueden comer, mientras que el derroche, el
descarte, el consumo excesivo y el uso de alimentos para otros fines, están
ante nuestros ojos».
Dejémoslo claro, la falta de alimentos no es algo
natural, no es un dato ni obvio, ni evidente. Que hoy en pleno siglo XXI muchas
personas sufran este flagelo, se debe a una egoísta y mala distribución de
recursos, a una “mercantilización” de los alimentos. La tierra, maltratada y
explotada, en muchas partes del mundo nos sigue dando sus frutos, nos sigue
brindando lo mejor de sí misma; los rostros hambrientos nos recuerdan que hemos
desvirtuado sus fines. Un don, que tiene finalidad universal, lo hemos
convertido en privilegio de unos pocos.
Hemos hecho de los frutos de la tierra – don para la
humanidad – commodities de algunos, generando, de esta manera, exclusión. El
consumismo – en el que nuestras sociedades se ven insertas – nos ha inducido a
acostumbrarnos a lo superfluo y al desperdicio cotidiano de alimento, al cual a
veces ya no somos capaces de dar el justo valor, que va más allá de los meros
parámetros económicos. Pero nos hará bien recordar que el alimento que se
desecha es como si se robara de la mesa del pobre, de quien tiene hambre. Esta
realidad nos pide reflexionar sobre el problema de la pérdida y del desperdicio
del alimento a fin de identificar vías y modos que, afrontando seriamente tal
problemática, sean vehículo de solidaridad y de compartición con los más
necesitados.
2.
Desburocratizar el hambre
Debemos decirlo con sinceridad: hay temas que están
burocratizados. Hay acciones que están “encajonadas”. La inestabilidad mundial
que vivimos es sabida por todos. Últimamente las guerras y las amenazas de
conflictos es lo que predomina en nuestros intereses y debates. Y así, ante la
diversa gama de conflictos existentes, parece que las armas han alcanzado una
preponderancia inusitada, de tal forma que han arrinconado totalmente otras
maneras de solucionar las cuestiones en pugna. Esta preferencia está ya de tal
modo radicada y asumida que impide la distribución de alimentos en las zonas de
guerra, llegando incluso a la violación de los principios y directrices más
básicos del derecho internacional, cuya vigencia se retrotrae a muchos siglos
atrás.
Nos encontramos así ante un extraño y paradójico
fenómeno: mientras las ayudas y los planes de desarrollo se ven obstaculizados
por intrincadas e incomprensibles decisiones políticas, por sesgadas visiones
ideológicas o por infranqueables barreras aduaneras, las armas no; no importa
la proveniencia, circulan con una libertad jactanciosa y casi absoluta en
tantas partes del mundo. Y de este modo, son las guerras las que se nutren y no
las personas. En algunos casos la misma hambre se utiliza como arma de guerra.
Y las víctimas se multiplican, porque el número de la gente que muere de hambre
y agotamiento se añade al de los combatientes que mueren en el campo de batalla
y al de tantos civiles caídos en la contienda y en los atentados. Somos
plenamente conscientes de ello, pero dejamos que nuestra conciencia se
anestesie y así la volvemos insensible.
De tal modo, la fuerza se convierte en nuestro único
modo de actuar y el poder en el objetivo perentorio a alcanzar. Las poblaciones
más débiles no sólo sufren los conflictos bélicos sino que, a su vez, ven
frenados todo tipo de ayuda. Por esto urge desburocratizar todo aquello que
impide que los planes de ayuda humanitaria cumplan sus objetivos. En eso
ustedes tienen un papel fundamental, ya que necesitamos verdaderos héroes
capaces de abrir caminos, tender puentes, agilizar trámites que pongan el
acento en el rostro del que sufre. A esta meta han de ir orientadas igualmente
las iniciativas de la comunidad internacional.
No es cuestión de armonizar intereses que siguen
encadenados a visiones nacionales centrípetas o a egoísmos inconfesables. Más
bien se trata de que los Estados miembros incrementen decisivamente su real
voluntad de cooperar con estos fines. Por esta razón, qué importante sería que
la voluntad política de todos los países miembros consienta e incremente
decisivamente su real voluntad de cooperar con el Programa Mundial de Alimentos
para que este, no solamente pueda responder a las urgencias, sino que pueda
realizar proyectos sólidamente consistentes y promover programas de desarrollo
a largo plazo, según las peticiones de cada uno de los gobiernos y de acuerdo a
las necesidades de los pueblos.
El Programa Mundial de Alimentos con su trayectoria y
actividad demuestra que es posible coordinar conocimientos científicos,
decisiones técnicas y acciones prácticas con esfuerzos destinados a recabar
recursos y distribuirlos ecuanimemente, es decir, respetando las exigencias de
quien los recibe y la voluntad del donante. Este método, en las áreas más
deprimidas y pobres, puede y debe garantizar el adecuado desarrollo de las
capacidades locales y eliminar paulatinamente la dependencia exterior, a la vez
que consiente reducir la pérdida de alimentos, de modo que nada se desperdicie.
En una palabra, el PAM es un valioso ejemplo de cómo se puede trabajar en todo
el mundo para erradicar el hambre a través de una mejor asignación de los
recursos humanos y materiales, fortaleciendo la comunidad local. A este
respecto, les animo a seguir adelante. No se dejen vencer por el cansancio, ni
permitan que las dificultades los retraigan. Crean en lo que hacen y continúen
poniendo entusiasmo en ello, que es la forma en que la semilla de la
generosidad germine con fuerza.
La Iglesia Católica, fiel a su misión, quiere trabajar
mancomunadamente con todas las iniciativas que luchen por salvaguardar la
dignidad de las personas, especialmente de aquellas en las que están vulnerados
sus derechos. Para hacer realidad esta urgente prioridad de “hambre cero”, les
aseguro todo nuestro apoyo y respaldo a fin de favorecer todos los esfuerzos
encaminados.
“Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste
de beber”. En estas palabras se halla una de las máximas del cristianismo. Una
expresión que, más allá de los credos y de las convicciones, podría ser ofrecida
como regla de oro para nuestros pueblos. Un pueblo se juega su futuro en la
capacidad que tenga para asumir el hambre y la sed de sus hermanos. En esta
capacidad de socorrer al hambriento y al sediento podemos medir el pulso de
nuestra humanidad. Por eso, deseo que la lucha para erradicar el hambre y la
sed de nuestros hermanos y con nuestros hermanos siga interpelándonos, a fin de
buscar creativamente soluciones de cambio y de transformación. Que Dios
Omnipotente sostenga con su bendición el trabajo de vuestras manos. Muchas
gracias”.
14.06.16
El
Papa: ‘Jesús no es indiferente al grito del ciego’
En la audiencia de este miércoles,
el Santo Padre advierte sobre la indiferencia y la hostilidad que causan
ceguera y sordera ante las necesidades de los hermanos
15 junio
2016
Ciudad del
Vaticano).- Miles de
personas procedentes de todas las partes del mundo han acudido una semana más a
la plaza de San Pedro, para compartir como cada miércoles la audiencia general
con el Santo Padre.
Así, el papa Francisco ha saludado a su llegada desde
el papamóvil a la gente allí reunida para después dar la catequesis semanal.
Todos mostraban su entusiasmo y alegría ante el paso del Pontífice, que de vez
en cuando se detenía para impartir su bendición, especialmente a los más
pequeños.
Durante la catequesis ha reflexionado sobre la
misericordia y la luz. Haciendo referencia al Evangelio leído al
inicio de la audiencia, en el resumen hecho en español, ha explicado que este
pasaje nos muestra a Jesús que, acercándose a Jericó, “restituye la vista a un
ciego que mendigaba en el orilla del camino”. La figura de este hombre
–ha indicado el Papa– representa tristemente a tantas personas que, aún
hoy sufren discriminación y rechazo por parte de los demás. Asimismo, el Santo
Padre ha observado que es llamativo como este marginado a las puertas de
Jericó, ciudad bíblica que simboliza la entrada a la tierra prometida, “en lugar
de encontrar compasión y ayuda del prójimo, como pide la ley que Dios dio a su
pueblo, halla en cambio insensibilidad y rechazo”.
Por otro lado, el Pontífice ha observado que como
entonces, también ahora la indiferencia y la hostilidad causan ceguera y
sordera, “que impiden percibir las necesidades de los hermanos y reconocer en
ellos la presencia del Señor”. En contraste con esta actitud, ha asegurado el
Papa, Jesús que pasa, “no es indiferente al grito del ciego que, movido por la
fe, quiere encontrarlo e invoca su ayuda”.
Finalmente, ha asegurado que el Señor, como humilde
servidor, escucha la súplica del ciego y le devuelve la vista. El Pontífice ha
concluido precisando que gracias a su fe, “el hombre ve, pero sobre todo,
experimenta el amor de Dios que, en Jesús, se hace siervo del hombre pecador”.
A continuación el Santo Padre ha saludado cordialmente
a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de
España y Latinoamérica. Así, ha deseado que “Cristo, en el que brilla la fuerza
de la misericordia de Dios, ilumine y sane también nuestros corazones, para que
aprendamos a estar atentos a las necesidades de nuestros hermanos y celebremos
las maravillas de su amor misericordioso”.
Después de los saludos en las distintas lenguas, el
Pontífice ha dirigido un saludo particular a los jóvenes, los enfermos y los
recién casados. A los jóvenes ha deseado que “el Señor sea vuestro maestro
interior” y les guie constantemente en los caminos del bien. A los enfermos ha
invitado a ofrecer su sufrimiento a “Cristo crucificado para cooperar a la
redención del mundo”. Y finalmente, a los recién casados, les ha pedidos que
sean conscientes de la insustituible misión de amor a la que les compromete su
matrimonio.
16..06.16
Francisco
a los artistas callejeros: ‘Sembrar belleza y alegría también es misericordia’
En el Jubileo del Espectáculo
ambulante y popular, el Santo Padre recuerda que el trabajo que hacen “siembra
mucho bien” aunque no se den cuenta
16 junio
2016
El Papa
acaricia un tigre durante el Jubileo
Ciudad del Vaticano).- El Aula Pablo VI en el Vaticano se ha convertido esta
mañana en el escenario de los artistas callejeros que se encuentra en Roma para
celebrar su jubileo. Primero un grupo de bailarines de Kenia ha actuado
a la llegada del papa Francisco. Después fue el turno de un titiritero que
con marionetas provocó carcajadas a todos los presentes, incluido el Santo
Padre que seguía con atención y diversión la representación. Música
interpretada por el grupo chileno ‘el pastelito’, y las acrobacias de un grupo
de jóvenes artistas y de cuatro hermanos han cerrado el turno de las
actuaciones. Incluso, un tigre y una cría de pantera han pasado por el
escenario y el Pontífice se ha acercado a acariciarlos. Todo ello en un
ambiente festivo y alegre como era propio para esta ocasión.
“Artesanos” de la fiesta, de la maravilla, de la
belleza: con estas cualidades enriquecen la sociedad de todo el mundo, también
con la ambición de alimentar sentimientos de esperanza y confianza. Así ha
definido el papa Francisco a los feriantes, artistas callejeros y circenses que
ha recibido este jueves en la audiencia dedicada a los participantes de
este Jubileo del espectáculo ambulante y popular .
Y esto lo hacen –ha observado el Santo Padre– mediante
exhibiciones que tienen la capacidad de elevar el alma, mostrar la audacia de
ejercicios particularmente complicados, fascinando con la maravilla de la belleza y
proponer ocasiones de sana diversión.
Asimismo, ha asegurado a los presentes que la “fiesta
y la alegría” son signos característicos de su identidad, su profesión y
vida, y que en el Jubileo de la Misericordia no podía faltar esta cita.
Además, el Santo Padre ha indicado que estos artistas
tienen un recurso especial ya que con sus continuos viajes pueden “llevar a
todos el amor de Dios, su abrazo y su misericordia”. Pueden ser –ha añadido–
comunidades cristianas itinerantes, testigos de Cristo que está siempre en
camino para encontrar también a los más alejados.
Por otro lado, el Papa ha felicitado a los presentes
porque en este Año Santo, han abierto sus espectáculos a los más necesitados, a
pobres y sin techo, presos y jóvenes desfavorecidos. También esto es
misericordia, “sembrar belleza y alegría en un mundo a veces sombrío y triste”.
Ha aseverado que el espectáculo ambulante y popular es
la forma más antigua de entretenimiento; está en manos de todos y dirigido a
todos, pequeños y grandes, en particular a las familias; difunde la cultura del
encuentro y la sociabilidad en la diversión. Por ello, Francisco ha precisado
que sus espacios de trabajo pueden convertirse en lugares de agregación y de
fraternidad. Así, les ha animado a estar siempre abiertos a los
pequeños y necesitados y ofrecer palabras y gestos de consuelo a quién está
cerrado en sí mismo.
El Santo Padre, consciente de que por el trabajo que
realizan es difícil que pertenezcan a una comunidad parroquial de forma
estable, les ha invitado a “tener cuidado de su fe”, y aprovechar todas las
ocasiones para “acercarse a los sacramentos”. Del mismo modo ha pedido a las
Iglesias particulares y parroquias a estar atentas a las necesidades de la
gente ambulante. La Iglesia –ha asegurado– se preocupa de los problemas que
acompañan la vida itinerante y quiere ayudar a eliminar prejuicios que a veces
les dejan un poco a los márgenes.
Para concluir les ha recordado que deben siempre
realizar su trabajo con amor y cuidado, confiados en que Dios les acompaña con
su providencia, siendo “generosos en las obras de caridad, disponibles a
ofrecer los recursos y el genio de sus artes y profesiones”.
Y finalmente, les ha recordado a los presentes el bien
que hacen a la sociedad, quizá muchas veces sin ni siquiera darse cuenta,
o sin saberlo, en un trabajo que “siembra mucho bien”.
17.06.16
Jesús después de la Resurrección se apareció diversas veces a los discípulos antes de subir a la gloria del Padre. El párrafo del Evangelio que hemos recién escuchado (Lc 24,45-48) narra una de estas apariciones en las cuales el Señor indica el contenido fundamental de la predicación que los apóstoles deberán ofrecer al mundo. Podemos sintetizarla en dos palabras: ‘conversión’ y ‘perdón de los pecados’. Son dos aspectos que califican la misericordia de Dios que, con amor nos cuida. Hoy tomamos en consideración la conversión.
Por eso, el Pontífice ha observado que se ve que el Señor aquí “se enfada un poco”, dice que somos hipócritas cuando nos ponemos “en el sitio de Dios”. Y así, ha recordado que esto es lo que la serpiente ha convencido a hacer a Adán y Eva: “si coméis de esto seréis como Él”. Ellos –ha precisado– querían ponerse en el sitio de Dios.
Asimismo ha explicado que por esto es tan feo juzgar. El juicio corresponde solo a Dios. “A nosotros el amor, la comprensión, el rezar por los otros cuando vemos cosas que no son buenas, pero también hablar con ellos: pero, mira, yo veo esto, quizá…’ pero no juzgar”, ha aseverado.
El Santo Padre ha proseguido su homilía subrayando que cuando juzgamos “nos ponemos en el sitio de Dios” pero “nuestros juicio es un juicio pobre” , nunca “puede ser un juicio verdadero”. Y nuestro juicio no es como el de Dios no por su omnipotencia, sino “porque a nuestro juicio le falta misericordia, y cuando Dios juzga, juzga con misericordia”.
Finalmente, el Papa ha invitado a pensar hoy en lo que el Señor nos pide: no juzgar para no ser juzgados, la medida con la que juzgamos será la misma que usarán con nosotros y mirarnos al espejo antes de juzgar. De lo contrario seremos un “hipócrita” porque nos ponemos en el sitio de Dios y porque nuestro juicio es pobre porque le falta algo importante que tiene el juicio de Dios, le falta misericordia.
El
Santo Padre trae a 9 refugiados más desde Lesbos
La Gendarmería Vaticana acompañó al
grupo desde Atenas hasta Roma. San Egidio se encargará ahora de recibirlos
17 junio
2016
Ciudad del Vaticano).- La visita del papa Francisco a la isla griega de
Lesbos terminó con un gesto que dio la vuelta al mundo. El Santo Padre
llevó en el vuelo de regreso a Italia a un grupo de 12 refugiados.
Ahora un segundo grupo de nueve refugiados, dos de ellos cristianos, ha llegado
a Roma.
La Gendarmería Vaticana, con la colaboración del
ministro de exteriores de Grecia, el Greek Asylum Service y la
comunidad de San Egidio, acompañó a los nueve refugiados desde Atenas a Roma
este jueves, 16 de junio. A partir de ahora, la comunidad de San Egidio se
encargará de albergarlos.
Los refugiados, seis adultos y tres niños, son todos
ciudadanos sirios que estaban en el campo de refugiados de Kara Tepe,
desembarcados en la isla de Lesbos, procedentes de Turquía.
También ayer, llegó a Roma un grupo de 81 refugiados
gracias a los corredores humanitarios, un proyecto posible
gracias a un trabajo entre el gobierno italiano (con los Ministerios del
Exterior y del Interior), la Comunidad de San Egidio, la Federación de las
Iglesias Evangélicas en Italia y la Mesa Valdense.
El Papa pide que cada ciudad haga una obra de misericordia que permanezca
El Santo Padre envía un vídeo
mensaje como apoyo a la iniciativa “Sé la misericordia de Dios” organizada por
Ayuda a la Iglesia Necesitada
“Quiero llamar a todos los hombres y mujeres de buena
voluntad de todo el mundo a que en cada ciudad, en cada diócesis, en cada
asociación, se haga una obra de misericordia”. Con esta claridad lo pide el
Santo Padre en un vídeo mensaje realizado para la campaña “Sé la misericordia de Dios” organizada
por la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada. La iniciativa para
recoger fondos y que durará desde el 17 de junio al 4 de octubre, será para la realización
de numerosas obras de misericordia en todo el mundo.
De este modo, en el vídeo del Santo Padre recuerda que
“los hombres y las mujeres necesitamos de la misericordia de Dios pero también
necesitamos de nuestra misericordia; necesitamos darnos la mano, acariciarnos,
cuidarnos, y no hacer tantas guerras”.
Por otro lado invita a los promotores de la campaña a
seguir adelante con “el espíritu que han heredado del padre Werenfried van
Straaten, que en su momento tuvo la misión de hacer en el mundo estos gestos de
cercanía, de aproximación, de bondad, de amor y de misericordia”.
Así que el Pontífice invita a todos a “hacer en cada
lugar de todo el mundo una obra pero que quede, una obra fija de misericordia;
una estructura para tantas necesidades que hoy hay en el mundo”.
18.06.16
Texto
completo del papa Francisco en la catequesis de la audiencia jubilar del sábado
18 de junio de 2016
Para convertirnos debemos abrir el
corazón a Jesús. Él lo hará y seremos más felices
18 junio
2016
Ciudad del
Vaticano – El santo padre Francisco realizó hoy
en la plaza de San Pedro la audiencia del sábado del Jubileo de la
Misericordia. En sus palabras invitó a abrirse a la misericordia de Dios, a
escuchar la voz de Jesús cuando nos invita a convertirnos, y para ello –dijo–
solamente debemos abrir nuestro corazón y Él hace el resto. Y así nos curará y
nos hará más felices.
«Queridos hermanos y hermanas.
Jesús después de la Resurrección se apareció diversas veces a los discípulos antes de subir a la gloria del Padre. El párrafo del Evangelio que hemos recién escuchado (Lc 24,45-48) narra una de estas apariciones en las cuales el Señor indica el contenido fundamental de la predicación que los apóstoles deberán ofrecer al mundo. Podemos sintetizarla en dos palabras: ‘conversión’ y ‘perdón de los pecados’. Son dos aspectos que califican la misericordia de Dios que, con amor nos cuida. Hoy tomamos en consideración la conversión.
¿Qué es la conversión? Ella está presente en toda la
Biblia, y de manera particular en la predicación de los profetas, que invitan
continuamente al pueblo al ‘regresar al Señor’, pidiéndole perdón y cambiando
estilo de vida. Convertirse para los profetas significa cambiar de
dirección de marcha y dirigirse de nuevo al Señor, teniendo la seguridad que Él
nos ama y su amor es siempre fiel. ¡Volver al Señor!
Jesús hizo de la conversión la primera palabra de su
predicación: ‘Conviértanse y crean en el Evangelio’. (Mc 1,15). O sea, miren
hacia y vuelvan atrás, esto es convertirse. Es con este anuncio que Él se
presenta al pueblo, pidiéndole que reciba su palabra como la última y
definitiva que el Padre dirige a la humanidad. (cfr Mc 12,1-11).
Sobre la predicación de los profetas, Jesús insiste
aún más en la dimensión interior de la conversión. En ella de hecho toda la
persona está involucrada, corazón y mente, para volverse una criatura nueva,
una persona nueva. Cambiar el corazón y que uno se renueve.
Cuando Jesús llama a la conversión no se erige juez de
las personas, sino lo parte estando cercano, del hecho de compartir la
condición humana, y por lo tanto la calle, la casa, el comedor… La misericordia
hacia quienes tenían necesidad de cambiar de vida se realiza con su presencia amable,
para involucrar a cada uno en su historia de salvación. Y Jesús persuadía a la
gente con amabilidad, con amor.
Y con este comportamiento Jesús tocaba la profundidad
de los corazones de las personas y estos se sentían atraídos por el amor de
Dios y empujados a cambiar vida. Por ejemplo, las conversiones de Mateo (cfr Mt
9,9-13) y de Zaqueo (cfr Lc 19,1-10) se realizaron justamente de esta manera,
porque se habían sentidos amados por Jesús, y a través de Él, por el Padre.
La verdadera conversión se realiza cuando recibimos el
don de la gracia y un claro señal de su autenticidad es que nos damos cuenta de
las necesidades de los hermanos y estamos listos a ir a su encuentro.
Queridos hermanos y hermanas, cuántas veces también
nosotros sentimos la exigencia de un cambio que tome a nuestra persona por
entero. Pero cuántas veces nos decimos a nosotros mismos: ‘tengo que cambiar y
no puedo seguir así. Mi vida en este camino no dará frutos, será una vida
inútil y no seré feliz’. Cuántas veces nos vienen estos pensamientos, cuántas
veces…
Jesús con la mano extendida nos dice ven, ven a mi,
que el trabajo lo hago yo. Yo te cambiaré el corazón, te cambiaré la vida, te
haré feliz.
¿Pero creemos esto o no?, ¿qué piensan, creen en esto
o no? (aplausos…) Menos aplausos y más voz, ¿creen o no creen? (respuesta
coral, Sí…). Es así, es Jesús que está con nosotros y nos invita a
cambiar de vida. Y es él con el Espíritu Santo que siembra esta inquietud
que nos invita a cambiar vida y ser un poco mejor.
Sigamos por lo tanto esta invitación del Señor y no
opongamos resistencias, porque solamente si nos abrimos a su misericordia,
encontraremos la verdadera vida y la verdadera alegría. Solamente hay que
abrir bien la puerta y él hace el resto, él hace todo. Pero hay que abrir el
corazón para que nos pueda curar y llevarnos hacia adelante. Y les aseguro que
seremos más felices. Gracias».
19.06.16
El
Papa en el Ángelus: ‘El mundo más que nunca necesita de Cristo’
Ante de la oración del ángelus, el
Santo Padre indica que en los momentos oscuros de la vida debemos dejar que la
Virgen nos tome de la mano
19 junio
2016
Ciudad del Vaticano – El papa Francisco rezó
este domingo la oración del ángelus desde la ventana de su estudio, ante miles
de fieles y peregrinos que llenaban la Plaza de San Pedro en una hermosa
jornada de primavera europea.
« Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El párrafo del
Evangelio de este domingo, (Lc 9,18-24) nos llama una vez más
a confrontarnos por así decir, cara a cara, con Jesús. En uno de los raros
momentos de tranquilidad, cuando se encontraba con sus discípulos, Él les pide
a ellos: ‘¿Las multitudes, quien dicen que yo sea?’. Y ellos responden: ‘Juan
Bautista; otros dicen Elías; otros, uno de los antiguos profetas que ha
resucitado’.
Por lo tanto la gente tenía estima de Jesús y lo
consideraba un gran profeta, pero no tenían aún la conciencia de su verdadera
identidad, o sea que Él era el Mesías, el Hijo de Dios enviado por el Padre
para la salvación de todos.
Jesús entonces se dirige directamente a los apóstoles
–porque es esto lo que más le interesa– y les pregunta: ‘Pero ustedes
quien dicen que soy?’.
Inmediatamente, en el nombre de todos, Pedro responde:
‘El Cristo de Dios’. Vale a decir: Tú eres el Mesías, el consagrado de Dios,
enviado por Él a salvar a su pueblo según la Alianza y la promesa. Así Jesús se
da cuenta que los doce, en particular Pedro, han recibido del Padre el don de
la fe; y por ello inicia a hablarles abiertamente de lo que le espera en
Jerusalén: ‘El Hijo del hombre –dice– tiene que sufrir mucho, ser rechazado por
los ancianos, por los jefes de los sacerdotes y de los escribas, ser asesinado
y resucitar el tercer día’.
Estas mismas preguntas se proponen nuevamente a cada
uno de nosotros: “¿Quién es Jesús para la gente de nuestro tiempo? ¿Quién es
Jesús para cada uno de nosotros?”. ¿Para mi, para ti, para ti, para ti…?.
¿Quién es Jesús para cada uno de nosotros?
Estamos llamados a hacer dea respuesta de Pedro
nuestra respuesta, profesando con alegría que Jesús es el Hijo del Dios, la
Palabra eterna del Padre que se ha hecho hombre para redimir a la humanidad,
volcando sobre ella la abundancia de la misericordia divina.
El mundo más que nunca necesita de Cristo, de su
salvación, de su amor misericordioso. Muchas personas advierten un vacío en
torno a sí y dentro de sí, quizás algunas veces también nosotros; otras viven
en la inquietud y en la inseguridad debido a la precariedad y de los conflictos.
Todos necesitamos respuestas adecuadas a nuestras interrogaciones
existenciales. En Cristo, solamente en Él es posible encontrar la verdadera paz
y el cumplimiento de cada aspiración humana. Jesús conoce el corazón del hombre
como ningún otro. Por ello lo puede sanar, dándole vida y consolación.
Después de haber concluido el diálogo con los
apóstoles, Jesús se dirige a todos diciendo: ‘Si alguien quiere venir detrás de
mi, renuncie a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga’.
No se trata de una cruz ornamental o ideológica, pero
es la cruz del propio deber, del sacrificarse en favor de los otros con amor,
de los padres, los hijos, la familia, los amigos y también los enemigos. La
cruz de la disponibilidad de ser solidarios con los pobres, a empeñarse por la
justicia y la paz.
Al asumir estas actitudes, no tenemos nunca que
olvidarnos que ‘Quien pierde la propia vida por Cristo la salvará.
Es un perder para ganar. Y acordémonos de nuestros
hermanos que aún hoy ponen en práctica estas palabras de Jesús, ofreciendo su
tiempo, su trabajo, su fatiga e incluso su vida para no renegar su fe en
Cristo.
Jesús mediante el Espíritu Santo, nos da la fuerza de
ir adelante en el camino de la fe y del testimonio. Y en este camino siempre
está cerca de nosotros la Virgen: dejemos que Ella nos tome de la mano, cuando
atravesamos los momentos oscuros y difíciles».
20.06.16
El Papa en Sta. Marta: Hay que mirarse al espejo antes de juzgar
En la homilía de este lunes, la
última antes del descaso de verano, explica que nuestro juicio es “pobre”
porque le falta la misericordia que sí tiene el juicio de Dios
20 junio
2016
Ciudad del
Vaticano).- Antes de
juzgar a los otros es necesario mirarse al espejo y ver cómo somos. Es la
invitación del papa Francisco en la misa de esta mañana celebrada en Santa
Marta, la última antes del descanso por el verano. El Pontífice ha subrayado
que lo que diferencia el juicio de Dios del nuestro no es la omnipotencia sino
la misericordia.
Reflexionando sobre el Evangelio del día, el Santo Padre ha recordado que el juicio pertenece solo a Dios y por eso si no queremos ser juzgados también nosotros no debemos juzgar a los otros. Todos nosotros queremos que en el Día del Juicio, “el Señor nos mire con benevolencia, que el Señor se olvide de muchas cosas feas que hemos hecho en la vida”, ha asegurado.
Por eso si “tú juzgas continuamente a los otros con la misma medida, tú serás juzgado”. El Señor nos pide que nos miremos al espejo. “Mírate al espejo, pero no para maquillarte, para que no se vean las arrugas. No, no, no, ¡ese no es el consejo! Mírate al espejo para mírate a ti, como tú eres”, ha invitado Francisco. Querer quitar la mota del ojo ajeno, mientras que en tu ojo hay una viga. El Señor dice que cuando hacemos esto hay solo una palabra para definirlo: “hipócrita”.
Reflexionando sobre el Evangelio del día, el Santo Padre ha recordado que el juicio pertenece solo a Dios y por eso si no queremos ser juzgados también nosotros no debemos juzgar a los otros. Todos nosotros queremos que en el Día del Juicio, “el Señor nos mire con benevolencia, que el Señor se olvide de muchas cosas feas que hemos hecho en la vida”, ha asegurado.
Por eso si “tú juzgas continuamente a los otros con la misma medida, tú serás juzgado”. El Señor nos pide que nos miremos al espejo. “Mírate al espejo, pero no para maquillarte, para que no se vean las arrugas. No, no, no, ¡ese no es el consejo! Mírate al espejo para mírate a ti, como tú eres”, ha invitado Francisco. Querer quitar la mota del ojo ajeno, mientras que en tu ojo hay una viga. El Señor dice que cuando hacemos esto hay solo una palabra para definirlo: “hipócrita”.
Por eso, el Pontífice ha observado que se ve que el Señor aquí “se enfada un poco”, dice que somos hipócritas cuando nos ponemos “en el sitio de Dios”. Y así, ha recordado que esto es lo que la serpiente ha convencido a hacer a Adán y Eva: “si coméis de esto seréis como Él”. Ellos –ha precisado– querían ponerse en el sitio de Dios.
Asimismo ha explicado que por esto es tan feo juzgar. El juicio corresponde solo a Dios. “A nosotros el amor, la comprensión, el rezar por los otros cuando vemos cosas que no son buenas, pero también hablar con ellos: pero, mira, yo veo esto, quizá…’ pero no juzgar”, ha aseverado.
El Santo Padre ha proseguido su homilía subrayando que cuando juzgamos “nos ponemos en el sitio de Dios” pero “nuestros juicio es un juicio pobre” , nunca “puede ser un juicio verdadero”. Y nuestro juicio no es como el de Dios no por su omnipotencia, sino “porque a nuestro juicio le falta misericordia, y cuando Dios juzga, juzga con misericordia”.
Finalmente, el Papa ha invitado a pensar hoy en lo que el Señor nos pide: no juzgar para no ser juzgados, la medida con la que juzgamos será la misma que usarán con nosotros y mirarnos al espejo antes de juzgar. De lo contrario seremos un “hipócrita” porque nos ponemos en el sitio de Dios y porque nuestro juicio es pobre porque le falta algo importante que tiene el juicio de Dios, le falta misericordia.
21.06.16
El
Papa: La pena de muerte “no hace justicia a las víctimas, sino que fomenta la
venganza”
En un vídeo mensaje enviado a un
Congreso que se celebra en Oslo, recuerda que el derecho inviolable a la vida
“pertenece también al criminal”
21 junio
2016
Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco ha insistido una vez más en que hoy
día la pena de muerte “es inadmisible, por cuanto grave haya sido el delito del
condenado”. Así lo indica en un vídeo mensaje dirigido al VI Congreso
mundial contra la pena de muerte, que se ha inaugurado este martes en Oslo,
Noruega. El encuentro está promovido por la ONG francesa Ensemble contre la
peine de mort y la World Coalition Against Death Penalty, de la que
forman parte unas 140 organizaciones de todo el mundo.
En su vídeo mensaje, Francisco agradece el “compromiso
con un mundo libre de la pena de muerte”. Además, observa que “hacer
justicia” no significa que se deba “buscar el castigo por sí mismo”, sino que
“las penas tengan como finalidad fundamental la reeducación del delincuente”.
De este modo, señala que esta cuestión debe ser encuadrada “en la óptica de una
justicia penal que sea abierta a la esperanza de reinserción del culpable en la
sociedad”. Asimismo, el Santo Padre asegura que una pena clausurada en sí
misma, que no dé lugar a la esperanza, es una tortura, no es una pena.
Un signo de esperanza –observa– es el desarrollo en la
opinión pública de una creciente oposición a la pena de muerte, incluso como
una herramienta de legítima defensa social. El Santo Padre asegura que es una
ofensa “a la inviolabilidad de la vida” y “a la dignidad de la persona humana
que contradice el designio de Dios sobre el hombre y la sociedad y su justicia
misericordiosa”, e impide cumplir con cualquier finalidad justa de las penas.
Por eso precisa que la pena de muerte “no hace justicia a las víctimas, sino
que fomenta la venganza”. De este modo recuerda que el mandamiento “no matarás”
tiene valor absoluto y abarca tanto a los inocentes como a los culpables.
En esta línea, el Pontífice subraya en su vídeo
mensaje que el Jubileo de la Misericordia es “una ocasión propicia para
promover en el mundo formas cada vez más maduras de respeto a la vida y la
dignidad de cada persona”. Y asegura que “el derecho inviolable a la vida, don
de Dios, le pertenece también al criminal”.
Finalmente, el papa Francisco alienta a todos a
trabajar no solo por la abolición de la pena de muerte, sino también “por la
mejora de las condiciones de reclusión”, para que “respeten plenamente la
dignidad humana de las personas privadas de libertad”. Además manifiesta
su deseo de que este Congreso pueda dar un nuevo impulso al compromiso para la
abolición de la pena capital.
22.06.16
El
Papa: Jesús nunca permanece indiferente a la oración humilde y confiada
En la audiencia de este miércoles,
el Santo Padre estaba acompañado por un grupo de refugiados y recuerda que ‘el
cristiano no excluye a nadie, deja venir a todos’
22 junio
2016
Ciudad del
Vaticano).- Un grupo de
refugiados ha acompañado esta mañana al Santo Padre, sentados a ambos
lados de su silla durante la audiencia general de este miércoles. Durante la
catequesis les ha presentado indicado que “muchos piensan de ellos que mejor se
hubieran quedado en su tierra, pero allí sufrían mucho. Son nuestros
refugiados”.
También ha advertido de que muchos les consideran
excluidos. Y por eso ha recordado que son “nuestros hermanos” y que “el
cristiano no excluye a nadie, deja venir a todos”.
Además esta mañana cuatro niños, vestidos con el alba
que utilizan para la primera comunión, han tenido la suerte de acompañar al
papa Francisco en el jeep descubierto, mientras recorría la plaza de San Pedro
saludando a los fieles venidos de todos los rincones de la tierra, quienes
le han recibido como cada semana con gran entusiasmo y en un ambiente festivo,
agitando banderas y cantando ¡viva el Papa!
La misericordia purifica el corazón. Esta ha sido la
idea principal desarrollada por el Santo Padre a propósito de la lectura de la
sanación de Jesús al leproso. Así, en la catequesis de este miércoles, en el
resumen hecho por el Santo Padre en español, ha indicado que la súplica que el
leproso dirige a Jesús: “Señor si quieres puedes limpiarme”, manifiesta “el
deseo profundo del hombre de una auténtica purificación que lo una a Dios y lo
integre en la comunidad”. Esta petición, fruto de la fe y de la confianza en
Dios –ha señalado Francisco– encuentra la respuesta en la acción y en los
gestos de Jesús, que, sintiendo compasión, se acerca, lo toca y le dice:
“Quiero, queda limpio”.
Por otro lado, el Pontífice ha subrayado que “Jesús
nunca permanece indiferente a la oración hecha con humildad y confianza” y
rechazando todos los prejuicios humanos, “se muestra cercano para enseñarnos
que no debemos tener miedo de acercarnos y tocar al pobre y al excluido,
porque en ellos está el mismo Cristo”. La acción de Jesús –ha añadido– no busca
el sensacionalismo, sino que cura con amor nuestras heridas, modelando pacientemente
nuestro corazón conforme al suyo.
Finalmente ha aseverado que “el gesto mesiánico de
Jesús culmina con la inclusión del leproso en la comunidad de los creyentes y
en la vida social: así se llega a la plena curación, que además convierte al
sanado en testigo y anunciador de la misericordia de Dios”.
A continuación, el Papa ha saludado coordialmente a
los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de
España y Latinoamérica y tras los saludos en las distintas lenguas, el
Pontífice ha dirigido unas palabras a los jóvenes, los enfermos y los recién
casado. De este modo, ha recordado a los jóvenes que Jesús les llama a ser
“corazones ardientes” y que deben corresponder con generosidad a su invitación
según el propio talento. A los enfermos les ha pedido que ofrezcan su
sufrimiento a Cristo crucificado para cooperar a la redención del mundo.
Finalmente ha exhortado a los recién casados a que sean conscientes de la
misión insustituible en la que les compromete el sacramento del matrimonio.
Texto
completo de la catequesis del Papa en la audiencia del miércoles 22 de junio de
2016
Cuando nos presentamos a Jesús no es necesario hacer
largos discursos. Bastan pocas palabras, siempre y cuando estén acompañadas por
la plena confianza en su omnipotencia y en su bondad
“Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
“Señor, si quieres, puedes purificarme!” (Lc 5, 12):
Es la petición que hemos escuchado dirigir a Jesús por un leproso. Este hombre
no pide solamente ser sanado, sino ser “purificado”, es decir, resanado
integralmente, en el cuerpo y en el corazón. De hecho, la lepra era considerada
una forma de maldición de Dios, de impureza profunda. El leproso tenía que
estar lejos de todos, no podía acceder al templo ni a ningún servicio divino.
Lejos de Dios y lejos de los hombres. Triste vida hacía esta gente.
A pesar de eso, ese leproso no se resigna ni a la
enfermedad ni a las disposiciones que hacen de él un excluido. Para llegar a
Jesús, no temió infringir la ley y entrar en la ciudad, cosa que no tenía que
hacer, que era prohibido, y cuando lo encontró “se postró ante él y le
rogó: ‘Señor, si quieres, puedes purificarme’”.
¡Todo lo que este hombre considerado impuro hace y
dice es expresión de su fe! Reconoce el poder de Jesús: está seguro que tiene
el poder de sanarlo o que todo depende de su voluntad. Esta fe es la fuerza que
le han permitido romper toda convicción y buscar el encuentro con Jesús,
arrodillándose delante de Él y llamarlo ‘Señor’.
La súplica del leproso muestra que cuando nos
presentamos a Jesús no es necesario hacer largos discursos. Bastan pocas
palabras, siempre y cuando estén acompañadas por la plena confianza en su
omnipotencia y en su bondad. Confiarse a la voluntad de Dios significa de hecho
entrar en su infinita misericordia.
Aquí hago una confidencia personal: por la noche,
antes de ir a la cama, rezo esta breve oración: “Señor si quieres puedes
purificarme” y rezo cinco Padre Nuestro, uno por cada llaga de Jesús, porque
Jesús nos ha purificado con las llagas. Esto lo hago yo, y lo pueden hacer
también todos en su casa. Y decir: “Señor, si quieres puedes purificarme”.
Pensar en las llagas de Jesús y decir un Padre Nuestro por cada una. Y Jesús
nos escucha siempre.
Jesús es profundamente tocado por este hombre. El
Evangelio de Marcos subraya que “Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó,
diciendo: ‘Lo quiero, queda purificado’”(1,41). El gesto de Jesús acompaña sus
palabras y hace más explícita la enseñanza. Contra la disposición de la Ley de
Moisés, que prohibía acercarse a un leproso (cfr Lv 13,45-46),
Jesús, contra la prescripción, extiende la mano e incluso lo toca.
¡Cuántas veces encontramos a un pobre que viene a
nuestro encuentro! Podemos ser incluso generosos, podemos tener compasión, pero
normalmente no lo tocamos. Le damos una moneda, pero evitamos tocar la mano, la
tiramos ahí. ¡Y olvidamos que eso es el cuerpo de Cristo! Jesús nos enseña a no
tener miedo de tocar al pobre y excluido, porque Él está en ellos.
Tocar al pobre puede purificarnos de la hipocresía e
inquietarnos por su condición. Tocar a los excluidos. Hoy me acompañan aquí
estos chicos. Muchos piensan de ellos que sería mejor que se hubieran quedado
en su tierra, pero allí sufrían mucho. Son nuestros refugiados. Pero muchos les
consideran excluidos. Por favor, son nuestros hermanos. El cristiano no excluye
a nadie, da sitio a todos, deja venir a todos.
Después de haber sanado al leproso, Jesús le pide que
no hable con nadie, pero le dice: “Ve a presentarte al sacerdote y entrega por
tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio”
(v. 14).
Esta disposición de Jesús muestra al menos tres cosas.
La primera: la gracia que actúa en nosotros no busca el sensacionalismo.
Normalmente esta se mueve con discreción y sin clamor. Para medicar nuestras
heridas y guiarnos en el camino de la santidad, esta trabaja modelando con
paciencia nuestro corazón sobre el Corazón del Señor, para asumir cada vez más
los pensamientos y los sentimientos.
La segunda: haciendo verificar oficialmente la
sanación a los sacerdotes y celebrando un sacrificio expiatorio, el leproso es
readmitido en la comunidad de los creyentes y en la vida social. Su reintegro
contempla la sanación. ¡Como él mismo había suplicado, ahora está completamente
purificado! Finalmente, presentándose a los sacerdotes el leproso les da
testimonio sobre Jesús y su autoridad mesiánica. La fuerza de la compasión con
la que Jesús ha sanado al leproso ha llevado la fe de este hombre a abrirse a
la misión. Era un excluido ahora es uno de nosotros.
Pensemos en nosotros, en nuestras miserias. Cada uno
tiene la propia, pensemos con sinceridad. ¡Cuántas veces las cubrimos con la
hipocresía de las “buenas maneras”! Y precisamente entonces es necesario estar
solos, ponerse de rodillas delante de Dios y rezar: “Señor, si quieres, puedes
purificarme”. Y es necesario hacerlo, hacerlo antes de ir a la cama, todas
las noches. Y ahora hacemos esta bonita oración: ‘Señor si quieres, puedes
purificarme’. Todos juntos, tres veces, todos: ‘Señor, si quieres, puedes
purificarme. Señor, si quieres, puedes purificarme. Señor, si quieres, puedes
purificarme’. Gracias”.
23.06.16
El
Papa en Armenia: Unirse y aislar a quien usa la religión para la violencia
El Santo Padre invita a aprender del
genocidio sufrido por los armenios para evitar el peligro de volver a caer en
tales horrores
24 junio
2016
Roma).- El santo padre Francisco, en su
primer día en Armenia, se ha reunido este viernes por la
tarde en el Palacio Presidencial de Ereván al presidente del país Serzh
Sargsyan.
El Papa fue recibido por el presidente en la
entrada de honor y después de la presentación de las respectivas
delegaciones, ambos tuvieron un encuentro a puertas cerradas que concluyó
con el intercambio de regalos la presentación de la familia del mandatario
armeno.
A continuación, en el encuentro con las autoridades
civiles y el cuerpo diplomático, dio el que ha sido el segundo discurso de la
jornada. En sus palabras, el Santo Padre indicó que hoy en “esta tierra
tan querida” que “ha dado valientemente testimonio de su fe” retribuye la
visita que el presidente armenio le hizo el año pasado en el Vaticano, cuando
participó junto a Karekin II y otros líderes religiosos en el centenario del
Metz Yeghérn, el «Gran Mal», que azotó a este pueblo y causó la muerte de
una gran multitud de personas.
“Aquella tragedia, aquel genocidio, por desgracia
–señaló el papa Francisco– inauguró la triste lista de las terribles
catástrofes del siglo pasado, causadas por aberrantes motivos raciales,
ideológicos o religiosos, que cegaron la mente de los verdugos hasta el punto
de proponerse como objetivo la aniquilación de poblaciones enteras”. Haciendo referencia
al genocidio, aseguró que es muy triste, “pero las grandes potencias
internacionales miraron para otro lado”.
Por ello aseguró: “Rindo homenaje al pueblo armenio,
que iluminado por la luz del Evangelio incluso en los momentos más trágicos de
su historia, siempre ha encontrado en la cruz y en la resurrección de Cristo la
fuerza para levantarse de nuevo y reemprender el camino con dignidad”.
“Espero sinceramente –aseguró el Pontífice- que la
humanidad sea capaz de aprender de esas trágicas experiencias a actuar con
responsabilidad y sabiduría para evitar el peligro de volver a caer en tales
horrores”.
Señaló que por este motivo “la Iglesia Católica desea
cooperar activamente con todos los que se preocupan por el destino de la
humanidad y el respeto de los derechos humanos” exhortando a “todos los que
confiesan su fe en Dios unan sus fuerzas para aislar a quien se sirva de la
religión para llevar a cabo proyectos de guerra, de opresión y de persecución
violenta, instrumentalizando y manipulando el santo nombre Dios”.
El Pontífice señaló que hoy se registran persecuciones
quizás mayores que en la época de los primeros mártires causando
desplazamientos forzados de poblaciones enteras. Por ello es “indispensable”
que los responsables de las naciones pongan “con valor y sin demora”
iniciativas que pongan fin al sufrimiento, busquen la paz y reciban a los
perseguidos, y por ello le pidió a Armenia “no dejar de ofrecer su valiosa
colaboración a la comunidad internacional”.
El papa Francisco recordó también que “este año se
cumple el 25 aniversario de la independencia de Armenia” de la Unión Soviética.
“Un evento para alegrarse y una ocasión para rememorar lo conseguido y
proponerse nuevas metas”, dijo, si unidos a los que están en la diáspora.
“La cohesión de todos los armenios, y el creciente
esfuerzo por encontrar caminos que ayuden a superar las tensiones con algunos
países vecinos, hará que sea más fácil lograr estos importantes objetivos,
inaugurando para Armenia una época de auténtico renacimiento” dijo.
El Papa concluyó ofreciendo los recursos humanos de la
Iglesia católica en favor del crecimiento de la sociedad, sobre todo con su
actividad orientada hacia los más débiles y los más pobres, en el campo
sanitario y educativo, y concretamente en el de la caridad, como lo demuestra
el trabajo realizado desde hace veinticinco años por el hospital «Redemptoris
Mater», en Ashotsk, las actividades del Instituto educativo a Ereván, las
iniciativas de Cáritas Armenia y las obras gestionadas por las Congregaciones religiosas.
Después del encuentro en el Palacio de Gobierno, el
Santo Padre concluyó su jornada en el Palacio Apostólico con un encuentro
personal con el máximo líder de los ortodoxos armenos, el patriarca
Karekin II, Catholicós de Todos los Armenios, Iglesia apostólica fundada
por dos apóstoles y que se encuentra en un diálogo profundo con la Iglesia
católica apostólica romana.
25.06.16
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