Audiencia general, 13 diciembre 2017
4ª catequesis del nuevo ciclo sobre la Misa
(13 Dic. 2017).- “Los cristianos vamos a Misa los domingos para encontrarnos con el Señor resucitado, o mejor para dejar que Él nos encuentre, para escuchar su palabra, alimentarnos en su mesa y así convertirnos en Iglesia, es decir, en su Cuerpo místico viviente hoy en el mundo”.
El Papa Francisco ha continuado hoy, 13 de diciembre de 2017, en la audiencia general, celebrada en el Aula Pablo VI, el ciclo de catequesis sobre la santa Misa, y ha abordado el tema: “¿Por qué ir a misa los domingos?”.
Para entender por qué los cristianos van a Misa los domingos “no es suficiente responder que es un precepto de la Iglesia” — advierte el Papa– “esto ayuda a defender su valor, pero no es suficiente por sí solo”: Los cristianos necesitamos participar en la misa dominical porque “solo con la gracia de Jesús, con su presencia viva en nosotros y entre nosotros, podemos poner en práctica sus mandamientos y ser así sus testigos creíbles”, ha observado Francisco.
Francisco ha añadido que hay comunidades cristianas que, desgraciadamente, no pueden disfrutar de la misa todos los domingos; sin embargo, “también ellas, en este día sagrado, están llamadas a recogerse en oración en el nombre del Señor, escuchando la Palabra de Dios y manteniendo vivo el deseo de la Eucaristía”.
Tras resumir su catequesis en diversas lenguas, el Santo Padre ha saludado en particular a los grupos de fieles presentes, dirigiendo unas palabras a los visitantes de lengua árabe, española, francesa, alemana, italiana y polaca. La audiencia general ha terminado con el canto del Pater Noster y la bendición apostólica.
Catequesis del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Reanudando el camino de la catequesis sobre la misa, hoy nos preguntamos: ¿Por qué ir a misa los domingos?
La celebración dominical de la Eucaristía tiene un papel principalísimo en la vida de la Iglesia (véase Catecismo de la Iglesia Católica n.° 2177). Los cristianos vamos a misa los domingos para encontrarnos con el Señor resucitado, o mejor para dejar que Él nos encuentre, para escuchar su palabra, alimentarnos en su mesa y así convertirnos en Iglesia, es decir, en su Cuerpo místico viviente hoy en el mundo.
Lo entendieron desde el primer momento los discípulos de Jesús, que celebraban el encuentro eucarístico con el Señor el día de la semana que los judíos llamaban “el primero de la semana” y los romanos el “día del sol”, porque ese día Jesús resucitó de entre los muertos y se apareció a sus discípulos, hablando con ellos, comiendo con ellos, dándoles el Espíritu Santo (cf. Mt 28,1; Mc 16,9.14; Lc 24,1.13; Jn 20,1.19). También la gran efusión del Espíritu en Pentecostés ocurrió un domingo, el quincuagésimo día después de la resurrección de Jesús. Por estas razones, el domingo es un día sagrado para nosotros, santificado por la celebración eucarística, la presencia viva del Señor entre nosotros y por nosotros. Por lo tanto ¡es la Misa lo que hace cristiano el domingo ! ¿Qué domingo es, para un cristiano, ese en el que falta el encuentro con el Señor?
Hay comunidades cristianas que, desgraciadamente, no pueden disfrutar de la misa todos los domingos; sin embargo, también ellas, en este día sagrado, están llamadas a recogerse en oración en el nombre del Señor, escuchando la Palabra de Dios y manteniendo vivo el deseo de la Eucaristía.
Algunas sociedades secularizadas han perdido el significado cristiano del domingo iluminado por la Eucaristía. ¡Es una pena! En estos contextos, es necesario reavivar esta conciencia, para recuperar el sentido de la fiesta, el sentido de la alegría, de la comunidad parroquial, de la solidaridad, del reposo que descansa el alma y el cuerpo (Catecismo cfr de la Iglesia Católica, nn. 2177-2188). De todos estos valores es maestra la Eucaristía, domingo tras domingo. Por eso el Concilio Vaticano II reiteró que “es la fiesta primordial, que debe presentarse e inculcarse a la piedad de los fieles, de modo que sea también día de alegría y de liberación del trabajo”. (Const. Sacrosanctum Concilium, 106).
La liberación dominical del trabajo no existía en los primeros siglos: es una aportación específica del cristianismo. Según la tradición bíblica, los judíos descansan el sábado, mientras que en la sociedad romana no estaba previsto un día semanal de liberación del trabajo servil. Fue el sentido cristiano de vivir como hijos y no como esclavos, animados por la Eucaristía, lo que hizo del domingo, casi universalmente, el día de descanso.
Sin Cristo estamos condenados a ser dominados por la fatiga de la vida cotidiana, con sus preocupaciones, y del miedo al mañana. El encuentro dominical con el Señor nos da la fuerza de vivir el presente con confianza y coraje y de avanzar con esperanza. Por eso, los cristianos vamos a encontrar al Señor el domingo, en la celebración eucarística.
La comunión eucarística con Jesús, resucitado y viviente en eterno, anticipa el domingo sin ocaso, cuando ya no habrá más fatiga, ni dolor, ni dolor ni lágrimas, sino solo la alegría de vivir plenamente y para siempre con el Señor. También de este bendito reposo nos habla la misa dominical, enseñándonos, mientras fluye la semana, a confiarnos a las manos del Padre que está en el cielo.
¿Qué podemos responder a los que dicen que no hay necesidad de ir a misa, ni siquiera los domingos, porque lo importante es vivir bien, amar al prójimo? Es cierto que la calidad de la vida cristiana se mide por la capacidad de amar, como dijo Jesús: “Por esto sabrán todos que sois mis discípulos: si os amáis los unos a los otros” (Jn 13, 35). Pero ¿cómo podemos practicar el Evangelio sin sacar la energía necesaria para hacerlo, un domingo tras otro, de la fuente inagotable de la Eucaristía? No vamos a Misa para darle algo a Dios, sino para recibir de Él lo que realmente necesitamos. Lo recuerda la oración de la Iglesia, que así se dirige a Dios: “Pues aunque no necesitas nuestra alabanza, ni nuestras bendiciones te enriquecen, tú inspiras y haces tuya nuestra acción de gracias, para que nos sirva de salvación” (Misal Romano, Prefacio común IV).
En conclusión, ¿por qué ir a misa los domingos? No es suficiente responder que es un precepto de la Iglesia; esto ayuda a defender su valor, pero no es suficiente por sí solo. Los cristianos necesitamos participar en la misa dominical porque solo con la gracia de Jesús, con su presencia viva en nosotros y entre nosotros, podemos poner en práctica sus mandamientos y ser así sus testigos creíbles.
14.12.17
y le encomendaste el universo entero
para que, sirviéndote solo a ti, su Creador,
dominara todo lo creado.
14.12.17
Santa Marta: “Dios nos lleva en sus propias entrañas”
Francisco anuncia la ternura de Dios: “es padre y madre”
(14 Dic. 2017).- “Es el Dios grande que se hace pequeño y en su pequeñez no deja de ser grande. Y en esta dialéctica grande es pequeño: está la ternura de Dios”.
Así lo ha expresado el Santo Padre esta mañana, 14 de diciembre de 2017, en la Misa que ha celebrado en la capilla de Santa Marta, a partir de la Lectura tomada del Libro del profeta Isaías y del Salmo en el que se dice de Dios: “… su ternura se expande sobre todas las criaturas”.
“Es el Dios grande que se hace pequeño y en su pequeñez no deja de ser grande. Y en esta dialéctica grande es pequeño: está la ternura de Dios –ha afirmado–. El grande que se hace pequeño y el pequeño que es grande. La Navidad nos ayuda a comprender esto: en aquel pesebre… el Dios pequeño”.
La imagen presentada por Isaías es la de un Dios que nos habla a nosotros “como lo hace un papá con su niño, cambiando su voz para hacerla lo más posible semejante a la suya”. Y ante todo lo tranquiliza acariciándolo: “No temas, Yo vengo en tu ayuda”, ha explicado Francisco.
“Parece que nuestro Dios quiere cantarnos la canción de cuna. Nuestro Dios es capaz de esto. Su ternura es así: es padre y madre”. El Pontífice ha señalado que el Señor ha dicho tantas veces: “Pero si una mamá se olvidara de su hijo, Yo no te olvidaré”.
En sus propias entrañas
Nos lleva en sus propias entrañas –asegura el Santo Padre–. Es el Dios que con este diálogo se hace pequeño para hacernos comprender, para hacer que nosotros tengamos confianza en Él y podamos decirle con la audacia de Pablo que cambia la palabra y dice: “Papá, Abba”. Papá… Es la ternura de Dios”.
“A veces Dios nos aporrea” –ha dicho el Papa– y añadió que Él es el grande, pero con su ternura se acerca a nosotros y nos salva. Este es el misterio y una de las cosas más bellas, ha indicado Su Santidad.
El Papa ha exhortado a que cada uno se pregunte: “¿Soy capaz de hablar con el Señor así o tengo miedo?”. Y alguien podría decir, podría preguntar –indica Francisco– : `¿Pero cuál es el lugar teológico de la ternura de Dios? ¿Dónde se puede encontrar bien la ternura de Dios? ¿Cuál es el lugar en el que se manifiesta mejor la ternura de Dios?´. ‘La llaga’. Mis llagas, tus llagas, cuando se encuentra mi llaga con su llaga. En sus llagas hemos sido curados”. 15.12.17
“Navidad, un recordatorio de la sobriedad en el uso de las cosas”
Primera predicación del Adviento
(15 Dic. 2017).- “La Navidad es un fuerte recordatorio de esta sobriedad y parsimonia en el uso de las cosas. El creador mismo nos da el ejemplo”. Al convertirse en hombre, se contentó con un granero para nacer”. Esto es lo que dijo el padre Raniero Cantalamessa, en su primera predicación de Adviento 2017, este 15 de diciembre.
Esta mañana, a las 9.00, en la capilla Redemptoris Mater, en presencia del Santo Padre Francisco, el padre capuchino Raniero Cantalamessa, Predicador de la Casa Pontificia, ha pronunciado el primer sermón de Adviento dedicado al tema: «Todo fue creado por Él y para Él» (Colosenses 1,16).
Sigue la traducción completa de la reflexión del padre Cantalamessa:
«Todo fue hecho por medio de Él y en vista de Él»
Cristo y la creación
Las meditaciones de Adviento de este año (sólo dos, por razones de calendario) se proponen situar a la Persona divino-humana de Cristo en el centro de los dos grandes componentes que, juntamente, constituyen «lo real», es decir, el cosmos y la historia, el espacio y el tiempo, la creación y el hombre. Debemos tomar nota, en efecto, de que a pesar de todo lo que se habla de Él, Cristo es un marginado en nuestra cultura. Está totalmente ausente —y por motivos más que comprensibles— en los tres principales diálogos donde la fe está comprometida en el mundo contemporáneo: con la ciencia, con la filosofía y aquel entre las religiones.
Sin embargo, el objetivo último no es de orden teórico, sino práctico. Se trata de volver a situar a Cristo ante todo en «el centro» de nuestra vida personal y de nuestra visión del mundo, en el centro de las tres virtudes teologales de fe, esperanza y caridad. La Navidad es la época más propicia para semejante reflexión, puesto que en ella recordamos el momento en que el Verbo se hace carne, que entra, también físicamente en la creación y en la historia, en el espacio y en el tiempo.
- La tierra estaba vacía
En esta primera meditación reflexionamos sobre la primera parte del programa anunciado: es decir, sobre la relación entre Cristo y el cosmos «En el principio Dios creó el cielo y la tierra. La tierra era informe y desierta, y las tinieblas recubrían el abismo y el Espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas» (Gén 1,1-2). Un autor medieval, el abad inglés Alexander Neckam (1157- 1217), comenta así en su poema estos versículos iniciales de la Biblia:
La tierra estaba vacía porque el Verbo no se había hecho carne todavía.
Nuestra tierra estaba vacía porque no habitaba en ella todavía la plenitud de la gracia y la verdad.
Estaba vacía porque aún no estaba firme y establemente unida a la divinidad.
Nuestra morada terrena estaba vacía porque no había llegado la plenitud del tiempo.
«Y las tinieblas recubrían el abismo». Todavía, en efecto, no había venido la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo[1].
Creo que no se puede expresar de forma más bíblica y sugestiva la relación que existe entre creación y Encarnación que leyendo, como contrapunto, el comienzo del libro del Génesis con el comienzo del Evangelio de Juan, tal como hace, precisamente, este autor. La Encíclica Laudato si’ dedica a este tema un apartado que, dada su brevedad, podemos escuchar por completo:
Para la comprensión cristiana de la realidad, el destino de toda la creación pasa por el misterio de Cristo, que está presente desde el origen de todas las cosas: «Todo fue creado por él y para él » (Col 1,16). El prólogo del Evangelio de Juan (1,1-18) muestra la actividad creadora de Cristo como Palabra divina (Logos). Pero este prólogo sorprende por su afirmación de que esta Palabra «se hizo carne» (Jn 1,14). Una Persona de la Trinidad se insertó en el cosmos creado, corriendo su suerte con él hasta la cruz. Desde el inicio del mundo, pero de modo peculiar a partir de la encarnación, el misterio de Cristo opera de manera oculta en el conjunto de la realidad natural, sin por ello afectar su autonomía (n. 99).
Se trata de saber qué lugar ocupa la persona de Cristo respecto de todo el universo. Esta es hoy una tarea más urgente que nunca. Maurice Blondel escribía a un amigo:
«Ante los horizontes ampliados de la ciencia de la naturaleza y de la humanidad, no se puede, sin traicionar al catolicismo, permanecer con explicaciones mediocres y con modos de ver limitados que hacen de Cristo un accidente histórico, que lo aíslan en el cosmos como un episodio postizo, y parecen hacer de él un intruso o un desorientado en la aplastante y hostil inmensidad del universo»[2].
Los textos bíblicos en los que se basa nuestra fe sobre el papel cósmico de Cristo son los de Pablo y Juan mencionados en la encíclica que aquí conviene recordar de modo amplio. El primero (también en orden cronológico) es Colosenses 1,15-17:
«Él es imagen del Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque en él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles. Tronos y Dominaciones, Principados y Potestades; todo fue creado por él y para él. Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él».
El otro texto es Juan 1,3.10:
«Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho…
El mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció».
A pesar de la impresionante consonancia de estos textos, es posible encontrar entre ellos una diferencia de énfasis que tendrá una gran importancia en el desarrollo futuro de la teología. Para Juan, la bisagra que une creación y redención es el momento en que «el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros»; para Pablo es, más bien, el momento de la cruz. Para el primero es la encarnación, para el segundo es el misterio pascual. El texto de Colosenses sigue diciendo:
Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud. Y por él y para él quiso reconciliar todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz» (Col 1,19-20).
La reflexión patrística, bajo el acoso de las herejías, valoró casi exclusivamente un elemento de estas afirmaciones: lo que dicen de la persona de Cristo y de la salvación del hombre realizada por él; poco o nada, en cambio, de lo que dicen de su alcance cósmico, es decir, del significado de Cristo para el resto de la creación.
Respecto de los arrianos, estos textos servían para afirmar la divinidad y la preexistencia de Cristo. El Hijo de Dios no puede ser una criatura, argumentaba Atanasio, puesto que es el Creador de todo. El alcance cósmico del Logos en la creación no encuentra su correspondiente adecuado en la redención. El único texto que se prestaba a un desarrollo en este sentido —es decir, el de Romanos 8,19-22 sobre la creación que gime y sufre como con dolores de parto— nunca fue, que yo sepa, el punto de partida de una reflexión profunda por parte de los Padres de la Iglesia.
A la pregunta del «por qué» de la Encarnación, desde san Atanasio (De incarnatione) hasta san Anselmo de Aosta (Cur Deus homo), se responde en esencia con las palabras del Credo: «Propter nos homines et propter nostram salutem descendit de caelis»: «Por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo». La perspectiva es la antropológica de la relación de Cristo con la humanidad: no abarca, salvo incidentalmente, la relación de Cristo con el cosmos. Esto aflora, sólo indirectamente, en la polémica contra los gnósticos y los maniqueos que oponían creación y redención, como obra de dos dioses distintos, y consideraban la materia y el cosmos como intrínsecamente extraños a Dios e incapaces de salvación.
En un determinado momento del desarrollo de la fe, en el Medioevo, se abre camino otra respuesta a la pregunta «Por qué Dios se ha hecho hombre». ¿Puede la venida de Cristo, se nos pregunta, que es el «primogénito de toda la creación» (Col 1,15), depender totalmente del pecado del hombre, que intervino a continuación de la creación?
En esta línea, el Beato Duns Scoto hace el paso decisivo, desatando la Encarnación de su vínculo esencial con el pecado. El motivo de la Encarnación, dice, está en el hecho de que Dios quiere tener, fuera de sí, alguien que lo ame en modo sumo y digno de sí[3]. Cristo es querido por sí mismo, como el único capaz de amar al Padre —y ser amado por él— con un amor infinito, digno de Dios. El Verbo se habría encarnado también aunque Adán no hubiera pecado, porque él es la coronación misma de la creación, la obra suprema de Dios. El pecado del hombre ha determinado el modo de la Encarnación otorgándole el carácter de redención del pecado, no el hecho mismo de la Encarnación. Esta tiene un motivo trascendente, no ocasional.
- La visión cósmica de Teilhard de Chardin
Lo de Scoto es un primer intento de dar un sentido preciso a las afirmaciones bíblicas sobre Cristo «por medio del cual y en vista del cual todo ha sido creado»; pero no se puede ciertamente hablar todavía, con él, de una incidencia fáctica de Cristo sobre todo lo creado. Esto es posible, en cambio, si damos un salto de siglos y, desde Scoto, pasamos a nuestros días, a Teilhard de Chardin. Teilhard está preocupado, como decía Blondel, por evitar que, en una cultura dominada por la idea de la evolucionismo, Cristo acabe siendo visto como «un accidente histórico, aislado del cosmos».
Aprovechando sus indiscutibles conocimientos científicos, Teilhard de Chardin ve un paralelismo entre la evolución del mundo (la cosmogénesis) y la progresiva formación del Cristo total (cristogénesis). Cristo, no sólo no es ajeno a la evolución del cosmos, sino que, misteriosamente, lo guía desde el interior y será, en el momento de la Parusía, su cumplimiento final y la transfiguración, el «Punto Omega», según su lenguaje.
El autor deduce de estas premisas toda una visión nueva y positiva de la relación entre cristianismo y realidades terrenas. Por primera vez en la historia del pensamiento cristiano, un creyente compone un «Himno a la materia» y un «Himno del universo»[4] . Una llamarada de optimismo atraviesa un vasto sector de la cristiandad, hasta hacer sentir su influencia sobre un documento del Concilio Vaticano II, la constitución sobre «La Iglesia y el mundo», Gaudium et spes. Hay una revalorización de las actividades terrenas, ante todo el trabajo humano. Las obras que el cristiano realiza tienen un valor por sí mismas, como una mejora del mundo, no sólo por la intención piadosa con la que el cristiano las realiza.
Teilhard de Chardin tiene la pluma particularmente feliz cuando aplica esta visión suya al sacramento de la Eucaristía. Mediante el trabajo y la vida cotidiana del creyente, la Eucaristía extiende su acción a todo el cosmos. Cada Eucaristía es una «Misa sobre el mundo»[5].
«Cuando, a través del sacerdote, Cristo dice: “Esto es mi cuerpo”, sus palabras van mucho más allá del trozo de pan sobre el cual son pronunciadas. Ellas hacen nacer todo el cuerpo místico. Además de la Hostia transustanciada, la acción sacerdotal se extiende a todo el cosmos»[6].
No creo, sin embargo, que se pueda definir esta espiritualidad cósmica, como una espiritualidad ecológica, en el sentido actual del término. Aún prevalece en el autor la idea evolutiva del progreso, de la ascensión de la creación hacia formas cada vez más complejas y diversificadas, mientras que no está presente, a no ser indirectamente, la preocupación por la salvaguarda de la creación. En su tiempo, no se había tomado aún conciencia clara del peligro que el desarrollo —especialmente el industrial— puede representar para la creación, o al menos para esa minúscula parte de él que alberga a la humanidad.
La fe bíblica coincide con Teilhard de Chardin sobre el hecho de que Cristo es el Punto Omega de la historia, si por Punto Omega se entiende aquel que al final someterá a si todas las cosas, para entregarlas al Padre (1 Cor 15,28), aquel que inaugurará «los cielos nuevos y la tierra nueva» y pronunciará el juicio final sobre el mundo y su historia (Mt 25,31ss.). El mismo Cristo resucitado se define en el Apocalipsis como «el Alfa y Omega, el primero y el último, el principio y el fin» (Apoc 22,13).
La fe no justifica, en cambio, la idea de Teilhard de Chardin según el cual el acto final de la historia será una «coronación» de la evolución que ha llegado a su apogeo. Según la visión dominante en toda la Biblia, el acto final podría ser lo contrario, es decir, una brusca interrupción de la historia, una crisis, un juicio, el momento de la separación del trigo y la cizaña (Mt 13,24ss.). La segunda Carta de Pedro, dice que los cristianos esperan «¡la venida del día de Dios, en el cual los cielos en llamas se disolverán y los elementos incendiados se fundirán! (2 Pe 3,12). Esta visión es la que ha marcado el sentimiento de la Iglesia como se ve por las palabras iniciales del Dies irae: «Dieae irae dies illa solvet saecclum en favilla: Día de ira será, cuando el mundo se haya reducido a cenizas». Un final, pues, del mal, más que un apogeo del bien, por lo que respecta al mundo presente[7].
Este lado débil de la visión de Teilhard de Chardin depende de una laguna señalada también por estudiosos admiradores de su pensamiento[8]. No logró integrar de modo orgánico y convincente, en su visión, el aspecto negativo del pecado y, por tanto, tampoco la visión dramática de Pablo, según el cual la reconciliación y la recapitulación de todas las cosas en Cristo tienen lugar en su cruz y en su muerte.
- El Espíritu de Cristo
¿Existe entonces algo que permita escapar al peligro de hacer de Cristo, como decía Blondel, «un intruso o un desorientado en la aplastante y hostil inmensidad del universo»? En otras palabras, ¿tiene Cristo algo que decir sobre el problema candente de la ecología y de la salvaguarda de la creación, o esta se desarrolla de modo totalmente independiente de él, como un problema que afecta si acaso a la teología, pero no a la cristología?
La falta de una respuesta clara por parte de los teólogos a esta pregunta depende, creo, como tantas otras lagunas, de una escasa atención al Espíritu Santo y a su relación con Cristo resucitado. «El último Adán —escribe Pablo—, se convirtió en Espíritu dador de vida» (1 Cor 15,45); el Apóstol llega a decir, con una fórmula incluso demasiado concisa: «El Señor es el Espíritu» (2 Cor 3,17), para subrayar que el Señor resucitado actúa ahora en el mundo a través de su «brazo operativo» que es el Espíritu Santo.
San Pablo hace la alusión a la creación que sufre con dolores de parto en el contexto del discurso sobre las diferentes operaciones del Espíritu Santo. Él ve una continuidad entre el gemido de la creación y el del creyente: «Ella (la creación) no es la única; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente» (Rom 8,23).
El Espíritu Santo es la fuerza misteriosa que impulsa la creación hacia su plenitud. Hablando de la evolución del orden social, el concilio Vaticano II afirma que «el Espíritu de Dios que, con admirable providencia, dirige el curso de los tiempos y renueva la faz de la tierra, está presente en dicha evolución»[9]. Lo que el Concilio afirma sobre el orden social vale para todos los ámbitos, incluido el cósmico. En cualquier esfuerzo desinteresado y en cualquier progreso en la custodia de la creación actúa el Espíritu Santo. Él, que es «el principio de la creación de las cosas», es también el principio de su evolución en el tiempo. En efecto, ésta no es otra cosa que la creación que continúa[10].
¿Qué aporta de específico y de «personal» el Espíritu Santo en la creación y en la evolución del cosmos? Él no está en el origen, sino, por así decirlo, al término de la creación y de la redención, igual que no está en el origen, sino al final del proceso trinitario. En la creación —escribe san Basilio— el Padre es la causa principal, aquel del cual proceden todas las cosas; el Hijo es la causa eficiente, aquel por medio del cual todas las cosas son hechas; el Espíritu Santo es la causa perfeccionante[11].
De las palabras iniciales de la Biblia («En el principio Dios creó el cielo y la tierra. La tierra era informe y desierta y las tinieblas recubrían el abismo y el espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas»), se deduce que la acción creadora del Espíritu es el origen de la perfección de la creación; él, diríamos, no es tanto aquel que hace pasar el mundo desde la nada al ser cuanto aquel que lo hace pasar de ser informe a ser formado y perfecto, aunque de debe tener siempre presente que cada acción que Dios realiza fuera de sí es siempre obra conjunta de toda la Trinidad.
En otras palabras, el Espíritu Santo es aquel que, por su naturaleza, tiende a hacer pasar lo creado desde el caos al cosmos, a hacer de él algo bello, ordenado, limpio: precisamente un «mundo», según el significado originario de esta palabra. San Ambrosio observa:
«Cuando el Espíritu comenzó a aletear sobre él, lo creado aún no tenía ninguna belleza. En cambio, cuando la creación recibió la operación del Espíritu, obtuvo todo este esplendor de belleza que la hizo resplandecer como “mundo”»[12].
Un autor anónimo del siglo II ve que este prodigio se repite, con impresionante correspondencia, en la nueva creación que se realiza en la Pascua de Cristo. Lo que «el Espíritu de Dios» obró en el momento de la creación, lo obra ahora «el Espíritu de Cristo» en la redención. Escribe el autor:
El universo entero estaba a punto de caer en el caos y de disolverse por el desaliento ante la pasión, cuando Jesús lanzó su Espíritu divino exclamando: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» (Lc 23,46). Y he aquí que en el momento en que todas las cosas eran agitadas por un rugido y turbadas por el miedo, enseguida, al difundirse el Espíritu divino, como reactivado, vivificado y consolidado, el universo encontró su estabilidad[13].
- Cómo actúa Cristo en la creación
Queda una pregunta que es la más importante de todas cuando se trata de ecología: ¿tiene Cristo algo que decir también sobre los problemas prácticos que el reto ecológico plantea a la humanidad y a la Iglesia?¿En qué sentido podemos decir que Cristo, que actúa a través de su Espíritu, es el elemento clave para un sano y realista ecologismo cristiano?
Yo creo que sí; Cristo desempeña una función decisiva también sobre los problemas concretos de la salvaguarda de lo creado, pero la desarrolla de manera indirecta, trabajando sobre el hombre y —a través del hombre— sobre la creación. La desarrolla con su Evangelio que el Espíritu Santo «recuerda» a los creyentes y hace vivo y operante en la historia, hasta el fin del mundo (Jn 16,13). Ocurre como al comienzo de la creación: Dios crea el mundo y confía su custodia y salvaguardia al hombre. La Plegaria Eucarística IV lo expresa así:
A imagen tuya creaste al hombre
y le encomendaste el universo entero
para que, sirviéndote solo a ti, su Creador,
dominara todo lo creado.
La novedad traída por Cristo a este campo es que él ha revelado el verdadero sentido de la palabra «dominio», como es entendido por Dios, es decir, como servicio. Dice en el evangelio:
«Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos» (Mt 20,25-28).
Todas las motivaciones que los teólogos han intentado dar a la encarnación, al «porqué Dios se ha hecho hombre», se rompen ante la evidencia de esta declaración: «He venido para servir y para dar la vida para muchos». Se trata de aplicar esta nueva idea de dominio también a la relación con la creación, sirviéndose ciertamente de ella, pero también sirviéndola, es decir, respetándola, defendiéndola y protegiéndola de cualquier violación.
Cristo actúa en la creación como actúa en el ámbito social, es decir, con su precepto del amor al prójimo. En relación al espacio, en sentido por así decirlo sincrónico, «prójimo» son aquellos que, aquí y ahora, viven junto a uno; en relación al tiempo, en sentido diacrónico, prójimos son los que vendrán detrás de nosotros, empezando por los niños y jóvenes de hoy, a quienes estamos quitando la posibilidad de vivir en un planeta habitable, sin tener que ir por ahí con una máscara en la cara para respirar o fundar colonias en otros planetas. De todos estos prójimos, en el espacio y en el tiempo, Jesús dijo: «A mí me lo hicisteis… A mí no me lo hicisteis» (Mt 25,40.45).
Como todas las cosas, también el cuidado de la creación se juega a dos niveles: a nivel global y a nivel local. Un dicho moderno exhorta a pensar globalmente, pero a actuar localmente: Think globally, act locally. Esto quiere decir que la conversión debe comenzar por el individuo, es decir, por cada uno de nosotros. Francisco de Asís solía decir a sus frailes: «Nunca he sido ladrón de limosnas, al pedirlas o usarlas más allá de su necesidad. Cogí siempre menos de lo que necesitaba, para que los demás pobres no fueran privados de su parte; porque hacer lo contrario, sería robar»[14].
Hoy esta regla podría tener una aplicación muy útil para el futuro de la tierra. También nosotros deberíamos proponernos: no ser ladrones de recursos, usándolos más de lo debido y sustrayéndolos así a quien venga después de nosotros. Para empezar, nosotros que trabajamos normalmente con papel, podríamos tratar de no contribuir al enorme y descontrolado despilfarro que se hace de esta materia prima, privando así a la madre tierra de algún árbol menos.
La Navidad es una llamada fuerte a esta sobriedad y austeridad en el uso de las cosas. Nos da ejemplo de ello el mismo Creador que, haciéndose Hombre, se contentó con un establo para nacer. Recordemos esos dos versos sencillos y profundos del canto «Tú bajas de las estrellas», de san Alfonso María de Ligorio: «A ti que eres del mundo el Creador – Faltan pañales y fuego, oh mi Señor».
Todos, creyentes y no creyentes, estamos llamados a comprometernos con el ideal de la sobriedad y del respeto de la creación, pero nosotros cristianos, debemos hacerlo por un motivo y con una intención más y diferente. Si el Padre celestial hizo todo «por medio de Cristo y en vista de Cristo», también nosotros debemos tratar de hacer todas las cosas así: «por medio de Cristo y en vista de Cristo», es decir, con su gracia y para su gloria. También lo que hacemos en este día.
16.12.17
16.12.17
Concierto de Navidad: “Oportunidad para sembrar la ternura”
Palabras del Papa a los organizadores y artistas que actuarán
(15 Dic. 2017).- El Papa Francisco ha expresado su deseo de que “el Concierto de Navidad en el Vaticano sea una oportunidad para sembrar la ternura –¡esta palabra tan olvidada hoy!–, ternura para sembrar la ternura, la paz y la acogida que brotan de la gruta de Belén”.
Con motivo del 25 aniversario de la institución, el Papa ha recibido a los promotores, organizadores y artistas del Concierto “Navidad en el Vaticano”, esta mañana, 15 de diciembre de 2017, en la Sala Clementina del Palacio Apostólico Vaticano, a quienes ha expresado su aprecio y gratitud por la participación en la velada navideña, informa la Oficina de Prensa del Vaticano en un comunicado.
“Necesitamos hoy difundir el mensaje de paz y fraternidad propio de la Navidad; necesitamos representar este evento expresando los sentimientos auténticos que lo animan”, ha comunicado el Papa.
El Concierto de Navidad tendrá lugar mañana, sábado 16 de diciembre, en el Aula Pablo VI, bajo los auspicios de la Congregación para la Educación Católica, y cuya recaudación se entregará a la Fundación ‘Scholas Occurrentes’ y a la Fundación ‘Don Bosco en el mundo’, que a su vez, destinarán a financiar dos proyectos para los niños de la República Democrática del Congo y de los jóvenes de Argentina.
La Navidad –ha recordado el Santo Padre– es “una fiesta sentida, participada, capaz de calentar los corazones más fríos, de eliminar las barreras de la indiferencia hacia el prójimo, de fomentar la apertura hacia el otro y al don gratuito”.
“En lo más íntimo de la conciencia”
El arte es “un medio formidable de abrir las puertas de la mente y del corazón” al verdadero significado de la Navidad, ha anunciado el Santo Padre. La “creatividad” y el “genio de los artistas”, con sus obras, también con la música y el canto, consiguen “tocar las cuerdas más íntimas de la conciencia”, ha manifestado Francisco: “El arte penetra en lo más íntimo de la conciencia”.
Francisco ha agradecido la iniciativa a los promotores del evento y a “los que subirán al escenario mañana por la noche”, así como a todos los participantes, “que demuestran así su sensibilidad a las necesidades de los más necesitados y desfavorecidos que piden ayuda y solidaridad”, y les ha deseado unas “serenas” fiestas navideñas, “llenas de alegría y paz”, y ha bendecido a todos, a sus familias y a sus seres queridos.
A su llegada a la Sala Clementina, el Papa Francisco ha sido recibido con un villancico interpretado por los artistas, entre ellos los niños del ‘Pequeño Coro de Plaza Vittorio’ y los miembros del coro de ‘Art Voice Academy’ y ‘Hallelujah Gospel Singers’.
Luego, el Secretario de la Congregación para la Educación Católica, Monseñor Angelo Vincenzo Zani, ha hablado brevemente de las razones del concierto y de las instituciones involucradas. El Santo Padre ha pronunciado algunas palabras de saludo, bendiciendo a continuación a los presentes y, simbólicamente, a un olivo.
17.12.17
17.12.17
Ángelus: tres actitudes para prepararse para la Navidad
Alegría, oración, gratitud
(17 dic. 2017).- Alegría, oración, gratitud, estas son las tres actitudes que el Papa Francisco ha recomendado preparar para la Navidad, durante el Ángelus del tercer domingo de Adviento, este 17 de diciembre de 2017.
Al presentar la oración mariana desde su ventana del palacio apostólico que da a la Plaza San Pedro, en presencia de unas 25.000 personas, el Papa ha subrayado que “la alegría del cristiano no se puede comprar, no se puede comprar: viene de la fe y del encuentro con Jesucristo, la razón de nuestra felicidad”.
“Cuanto más enraizados estamos en Cristo, más encontramos la serenidad interior, incluso en medio de contradicciones diarias”, ha afirmado: el cristiano “no puede ser un profeta de la miseria, sino un testigo y un heraldo de la alegría”… Una alegría para compartir con los demás; una alegría contagiosa que hace que el camino de la vida sea menos doloroso.
Esta es nuestra traducción de las palabras pronunciadas por el Papa antes del Ángelus.
Palabras del Papa Francisco antes del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!.
En estos últimos domingos, la liturgia ha subrayado lo que significa ponerse en una actitud de vigilancia y lo que significa concretamente preparar el camino del Señor. En este tercer domingo de Adviento, llamado “Domingo de la alegría” (Gaudete), la liturgia nos invita a captar el espíritu con el que todo esto sucede es decir, precisamente, la alegría, San Pablo nos invita a preparar la alegría del Señor asumiendo tres actitudes. Escucha bien, tres actitudes, la primera, la alegría constante; segunda, la oración perseverante; y la tercera la acción de gracias continua. Alegría constante, oración perseverante y acción de gracias continua.
La primera actitud es la alegría constante. “estad siempre alegres” (I Ti. 5, 16), dice San Pablo, es decir, permanecer siempre en la alegría aún cuando las cosas no vayan de acuerdo con nuestros deseos; pero hay esa alegría profunda de la paz, también es alegría que está dentro. Y la paz es una alegría a “nivel del suelo”, pero es una alegría. Las angustias, las dificultades y los sufrimientos, atraviesan la vida de cada uno; y a menudo, la realidad que nos rodea parece ser inhóspita y árida, como el desierto en el que resonaba la voz de Juan el Bautista, como nos recuerda el Evangelio de hoy (cf. Jn 1, 23). Pero precisamente, las palabras del Bautista revelan que nuestra alegría se basa en la certeza de que este desierto está habitado: “En medio de vosotros está uno que no conocéis” (v. 26). Se trata de Jesús, el enviado del Padre que viene, como dice Isaías “a anunciar la buena nueva a los humildes, a curar las heridas de los corazones quebrantados, a proclamar la libertad a los cautivos, para promulgar el año de gracia del Señor. “(61, 1-2). Estas palabras, que Jesús dirigirá a los suyos en la sinagoga de Nazaret, aclara que su misión en el mundo consiste en la liberación del pecado y de la esclavitud personal y social que produce, Él ha venido sobre la tierra para volver a dar a los hombres la libertad de los hijos de Dios, que solo él puede dar, dar la alegría.
La alegría que caracteriza la espera del Mesías, se basa en la oración perseverante: esta es la segunda actitud. San Pablo dice. “Orad sin cesar” a través de la oración podemos entrar en una relación estable con Dios, que es la fuente de la verdadera alegría. La alegría del cristiano no se compra, no se puede comprar: viene de la fe y del encuentro con Jesucristo, razón de nuestra felicidad. Cuanto más estamos enraizados en Cristo, más cerca de Jesús, más encontramos la serenidad interior, incluso en medio de las contradicciones cotidianas. Por eso el cristiano habiéndose encontrado a Jesús no puede ser un profeta de desventuras, sino un testigo, y un heraldo de alegría. Una alegría para compartir con los demás; una alegría contagiosa que hace que el camino de la vida sea menos doloroso.
Y la tercera actitud indicada por Pablo es la acción de gracias continua, es decir, el amor agradecido a Dios. Él es de hecho mucho más generoso con nosotros, y nosotros estamos invitados a reconocer siempre sus beneficios, su amor misericordioso, su paciencia y su bondad, viviendo así en una acción incesante de gracias.
Alegría, oración y gratitud son tres actitudes que nos preparan para vivir la Navidad de una manera auténtica. Alegría, oración, y gratitud. Digamos todos juntos: alegría, oración, y gratitud [la gente repite]. ¡Una vez más! [ellos repiten].En esta última etapa del tiempo de Adviento, nos confiamos a la intercesión materna de la Virgen María. Ella es la “causa de nuestra alegría”, no solo porque trajo a Jesús al mundo, sino porque nos reenvía constantemente a Él.
18.12.17
18.12.17
Santa Marta: “San José creyó y obedeció”
Homilía del Papa en la Misa celebrada el tercer lunes de diciembre
(18 Dic. 2017).- En medio de los problemas y de las angustias, aprendamos de San José que sabe “cómo caminar en la oscuridad”, “cómo se escucha la voz de Dios”, “cómo se va adelante en silencio”.
El Santo Padre reflexionó con estas palabras esta mañana en la Eucaristía celebrada en Santa Marta, a partir del Evangelio de San Mateo, propuesto por la liturgia del día en el que se explica que Jesús nacerá de María, esposa de José, hijo de David.
“San José se hizo cargo de una paternidad que no era suya, sino que provenía del Padre”, e hizo crecer al Niño Jesús llevándolo hasta la madurez del hombre, recordó Francisco en la homilía de este tercer lunes de diciembre.
“José luchaba por dentro y en esa lucha, oyó la voz de Dios: ‘Pero levántate’ – ese ‘levántate’ (que aparece) tantas veces al inicio de una misión en la Biblia: ‘¡Levántate!’ – toma a María, llévala a tu casa. Hazte cargo de la situación: toma en tus manos esta situación y ve adelante”. José no fue a consolarse con sus amigos, no fue al psiquiatra para que interpretara el sueño… No. Creyó. Y fue adelante. Tomó en sus manos la situación. Pero, ¿qué debía tomar José en sus manos? ¿Cuál era la situación? ¿De qué cosa José debía hacerse cargo? De dos cosas. De la paternidad y del misterio”.
José debió “hacerse cargo” de la paternidad –señaló el Papa Francisco–, y esto ya se intuye en la “genealogía de Jesús”, en que se explica cómo “se pensaba que fuese el hijo de José”: “Él se hizo cargo de una paternidad que no era suya: venía del Padre.
Y llevó adelante la paternidad con lo que significa, ha descrito: no sólo sostener a María y al Niño, sino también hacer crecer al Niño, enseñarle un oficio, llevarlo a la madurez de hombre. ‘Hazte cargo de la paternidad que no es tuya, es de Dios’. Y esto, sin decir una palabra. Ela obediencia silenciosa”.
El Pontífice ha afirmado de San José que fue un hombre que “tomó en sus manos el misterio”, tal como se explica en la Primera Lectura: “José toma en sus manos este misterio y ayuda: con su silencio, con su trabajo, hasta el momento en que Dios lo llama a sí. De este hombre que se hizo cargo de la paternidad y del misterio, se dice que era la sombra del Padre: la sombra de Dios Padre. Y si Jesús hombre aprendió a decir “papá”, “padre”, a su Padre que conocía como Dios, lo aprendió de la vida, del testimonio de José: el hombre que custodia, el hombre que hace crecer, el hombre que lleva adelante toda paternidad y todo misterio, pero que no toma nada para sí mismo”. 19.12.17
Santa Marta: “Llenen la tierra, sean fecundos”
El Papa reflexionó a torno a la esterilidad y la fecundidad
(19 Dic. 2017).-“Llenen la tierra, sean fecundos”: El Papa Francisco recordó que se trata del primer mandamiento que Dios dio a nuestros padres. Y ha añadido que “Donde está Dios, hay fecundidad”.
La reflexión que ha hecho el Papa Francisco en la Misa matutina de hoy, celebrada en la Casa de Santa Marta, ha sido en torno a la esterilidad y la fecundidad.
El Pontífice Francisco invitó a mirar la cuna vacía “en espera del Niño” y mirar también nuestro corazón para que no permanezca “cerrado, como un objeto de museo”, ha advertido, porque Dios “es fecundo y quiere que todos nosotros lo seamos, viviendo por los demás y dando vida”.
Las lecturas del día presentan el nacimiento de Sansón y de Juan Bautista que el ángel había anunciado a dos mujeres estériles o que tenían demasiados años como el caso de Isabel. El Santo Padre recordó que en aquel tiempo la esterilidad era una vergüenza, porque el nacimiento de un hijo se consideraba una gracia y un don de Dios.
El Papa ha observado: “Me vienen a la mente (…) algunos países que han elegido la vía de la esterilidad y padecen esa enfermedad tan mala que es el invierno demográfico. Los conocemos. No tienen hijos. No. Que el bienestar, que esto, que esto otro… Países vacíos de niños y esto no es una bendición. Pero esto es algo de pasaje. La fecundidad siempre es una bendición de Dios”.
“Dar la vida”
“Ay de nosotros si no somos fecundos a través de las buenas obras”, subrayó el Papa, valorando la fecundidad material y espiritual: “El hecho de dar la vida”. Francisco dijo que una persona puede ser célibe, como los sacerdotes y los consagrados, pero debe vivir igualmente “dando la vida a los demás”.
“La fecundidad es un signo de Dios” –ha señalado el Papa– y ha advertido de que el diablo quiere la esterilidad: “Quiere que cada uno de nosotros no viva para dar vida, tanto física como espiritual, a los demás. Que viva para sí mismo: el egoísmo, la soberbia, la vanidad. Engordar el alma sin vivir para los demás. El diablo es el que hace crecer la cizaña del egoísmo y no nos hace fecundos”.
“Nuestro corazón es una cuna”
“Aquí hay una cuna vacía. Podemos verla –ha comentado el Papa–. Puede ser símbolo de esperanza porque vendrá el Niño; puede ser un objeto de museo, vacío durante toda la vida. Nuestro corazón es una cuna. ¿Cómo es mi corazón? ¿Está vacío – siempre vacío – pero abierto para recibir continuamente la vida y dar la vida? ¿Para recibir y ser fecundo? ¿O será un corazón conservado como un objeto de museo que jamás ha sido abierto a la vida ni a dar la vida?”.
El Santo Padre Francisco ha sugerido al final de su homilía mirar esta cuna vacía y decir: “Ven Señor, llena la cuna, llena mi corazón e impúlsame a dar la vida, a ser fecundo”. 20.12.17
Audiencia general, 20 diciembre de 2017
“La Misa empieza con la señal de la Cruz”
(20 Dic. 2017).- “Por favor, mamá, papá, abuelos, enseñad a los niños desde el principio, desde cuando son pequeños, a hacerse bien la señal de la cruz. Y explicadles que es tener cómo protección la cruz de Jesús”, ha invitado Francisco en la audiencia general: “La Misa empieza con la señal de la Cruz”.
El Santo Padre Francisco ha ofrecido hoy, 20 de diciembre de 2017, en la audiencia general la 5ª catequesis sobre la Eucaristía titulada “Ritos introductorios”, que ha pronunciado ante miles de fieles y visitantes de Italia y otros países en el Aula Pablo VI, del Palacio Apostólico Vaticano.
El Papa ha querido entrar con esta reflexión en el “corazón” de la celebración eucarística. Así, ha recordado que la Misa empieza con la señal de la cruz, con estos ritos introductorios, porque “allí empezamos a adorar a Dios como comunidad” y ha aclarado que cuando miramos al altar, “miramos precisamente donde está Cristo. El altar es Cristo”.
Estos gestos –ha señalado el Papa– que corren el riesgo de pasar desapercibidos, “son muy significativos”, porque expresan desde el principio que la Misa es un “encuentro de amor con Cristo”. “Por eso –ha recordado el Papa– es importante prever no llegar con retraso, sino con adelanto, para preparar el corazón a este rito, a esta celebración de la comunidad”.
“Enseñad a los niños desde el principio”
Asimismo, el Pontífice ha indicado la importancia de la señal de la cruz: “¿Habéis visto como los niños se hacen la señal de la cruz? No saben lo que hacen: a veces hacen un dibujo, que no es la señal de la cruz. Por favor, mamá, papá, abuelos, enseñad a los niños desde el principio, desde cuando son pequeños, a hacerse bien la señal de la cruz. Y explicadles que es tener cómo protección la cruz de Jesús”.
La misa empieza con la señal de la cruz, ha recordado: Toda la oración se mueve, por así decirlo, en el espacio de la Santísima Trinidad, – “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” – que es un espacio de comunión infinita; tiene como origen y fin el amor de Dios Uno y Trino, manifestado y dado a nosotros en la Cruz de Cristo.
Tras resumir su discurso en diversas lenguas, el Santo Padre ha saludado en particular a los grupos de fieles presentes. La audiencia general ha terminado con el canto del Pater Nostery con la bendición apostólica del Papa a todos.
Catequesis del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy me gustaría entrar en el corazón de la celebración eucarística. La misa se compone de dos partes, que son la Liturgia de la Palabra y la Liturgia eucarística, tan estrechamente unidas entre sí que constituyen un solo acto de culto (cf. Sacrosanctum Concilium, 56; Instrucción General del Misal Romano, 28). Introducida por algunos ritos preparatorios y concluida por otros, la celebración, por lo tanto, es un cuerpo único y no puede separarse pero para una mejor comprensión trataré de explicar sus diversos momentos, cada uno de los cuales es capaz de tocar e involucrar una dimensión de nuestra humanidad . Es necesario conocer estos signos santos para vivir plenamente la misa y saborear toda su belleza.
Cuando el pueblo está reunido, la celebración se abre con los ritos introductorios, que comprenden la entrada de los celebrantes o del celebrante, el saludo- “El Señor esté con vosotros”, “La paz sea con vosotros”- , el acto penitencial, “Yo confieso”, donde pedimos perdón por nuestros pecados, el Señor, ten piedad el Gloria y la oración de colecta: se llama “oración de colecta” no porque se efectúe la colecta monetaria: es la colecta de las intenciones de oración de todos los pueblos; y esa colecta de las intenciones de los pueblos sube al cielo como oración. Su propósito, el de estos ritos de introducción, es “hacer que los fieles reunidos en la unidad construyan la comunión y se dispongan debidamente a escuchar la Palabra de Dios y a celebrar dignamente la Eucaristía.” (Instrucción general del Misal Romano, 46). No es una buena costumbre mirar el reloj y decir: “Llego a tiempo, llego después del sermón y así cumplo el precepto”. La misa empieza con la señal de la cruz, con estos ritos introductorios, porque allí empezamos a adorar a Dios como comunidad. Y por eso es importante prever no llegar con retraso, sino con adelanto, para preparar el corazón a este rito, a esta celebración de la comunidad”.
Habitualmente durante el canto de entrada, el sacerdote con los otros ministros llega en procesión al presbiterio, y aquí saluda el altar con una reverencia y, como signo de veneración, lo besa y, cuando hay incienso, lo inciensa. ¿Por qué? Porque el altar es Cristo: es figura de Cristo. Cuando miramos al altar, miramos precisamente donde está Cristo. El altar es Cristo. Estos gestos, que corren el riesgo de pasar desapercibidos, son muy significativos, porque expresan desde el principio que la Misa es un encuentro de amor con Cristo, que “con la inmolación de su cuerpo en la cruz […] quiso ser al mismo tiempo sacerdote, víctima y altar” (Prefacio de Pascua V). De hecho, como signo de Cristo, el altar “es el centro de la acción de gracias que se consuma en la Eucaristía” (Instrucción general del Misal Romano, 296), y toda la comunidad alrededor del altar, que es Cristo; no para mirarse la cara, sino para mirar a Cristo, porque Cristo está en el centro de la comunidad, no está lejos de ella.
Luego está la señal de la cruz. El sacerdote que preside se persigna y lo mismo hacen todos los miembros de la asamblea, conscientes de que el acto litúrgico se cumple “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. ,Y aquí paso a un argumento muy breve. ¿Habéis visto como los niños se hacen la señal de la cruz? No saben lo que hacen: a veces hacen un dibujo, que no es la señal de la cruz. Por favor, mamá, papá, abuelos, enseñad a los niños desde el principio, desde cuando son pequeños, a hacerse bien la señal de la cruz. Y explicadles que es tener cómo protección la cruz de Jesús. Y la misa empieza con la señal de la cruz. Toda la oración se mueve, por así decirlo, en el espacio de la Santísima Trinidad, – “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” – que es un espacio de comunión infinita; tiene como origen y fin el amor de Dios Uno y Trino, manifestado y dado a nosotros en la Cruz de Cristo.
Efectivamente, su misterio pascual es un don de la Trinidad, y la Eucaristía brota siempre de su corazón traspasado. Persignándonos, por lo tanto, no sólo recordamos nuestro bautismo, sino que afirmamos que la oración litúrgica es el encuentro con Dios en Cristo Jesús, que por nosotros se encarnó, murió en la cruz y resucitó en gloria.
Después, el sacerdote dirige el saludo litúrgico con la frase: “El Señor esté con vosotros” u otra similar –hay varias- ; y la asamblea responde: «Y con tu espíritu». Estamos dialogando; estamos al comienzo de la misa y debemos pensar en el significado de todos estos gestos y palabras. Estamos entrando en una “sinfonía” en la que resuenan varios tonos de voces, incluyendo tiempos de silencio, con el fin de crear el ”acorde” entre los participantes, es decir, reconocerse animados por un único Espíritu, y por un mismo fin. En efecto, “el saludo sacerdotal y la respuesta del pueblo manifiestan el misterio de la Iglesia reunida” (Instrucción general del Misal Romano, 50). Se expresa, pues, la fe común y el deseo mutuo de estar con el Señor y de vivir la unidad con toda la comunidad.
Y esta es una sinfonía de oración que se está creando y presenta enseguida un momento muy conmovedor, porque aquellos que presiden invitan a todos a reconocer sus propios pecados. Todos somos pecadores. No sé, a lo mejor alguno de vosotros no es pecador… Si hay alguno que no es pecador que levante la mano, por favor, así podemos verlo todos. Pero no hay manos levantadas; bien: ¡vuestra fe es buena! Todos somos pecadores y por eso al principio de la misa pedimos perdón. Es el acto penitencial. No se trata solo de pensar en los pecados cometidos, sino mucho más: es la invitación a confesarse pecadores ante Dios y ante la comunidad, ante los hermanos, con humildad y sinceridad, como el publicano en el templo. Si verdaderamente la Eucaristía hace presente el misterio pascual, es decir, el paso de Cristo de la muerte a la vida, entonces lo primero que tenemos que hacer es reconocer cuales son nuestras situaciones de muerte para poder resucitar con Él a una vida nueva. Esto nos hace comprender cuán importante es el acto penitencial. Y por eso, retomaremos el tema en la próxima catequesis.
Vamos paso a paso en la explicación de la misa. Pero, por favor, enseñad a los niños a hacerse bien la señal de la cruz.
21.12.17
21.12.17
Trabajadores del Vaticano: “Protejamos el trabajo, que sea justo”
Discurso del Papa a los empleados del Vaticano
(22 Dic. 2017).- “Protejamos el trabajo, que sea justo; protejamos a la familia, protejamos la lengua; y, por favor, perdonadnos por los malos ejemplos; y hagamos una buena limpieza del corazón en esta Navidad, para estar en paz y felices”, dijo el Papa Francisco.
Discurso que ofreció el Santo Padre Francisco de manera improvisada ayer, 21 de diciembre de 2017, a los empleados de la Santa Sede y del Estado de la Ciudad del Vaticano, con sus familiares, para felicitarles la Navidad, a las 12 horas, en el Aula Pablo VI.
Discurso del Papa Francisco
¡Buenos días!
Antes que nada, me gustaría daros las gracias. Gracias a cada uno de vosotros por vuestro trabajo aquí. Dentro. Cada uno tiene su trabajo, lo conoce… También hay equipos de trabajo en el Vaticano… Este trabajo es lo que hace que funcione este “tren” que es el Vaticano, la Santa Sede, que parece tan pesado, tan grande, con tantos problemas, tantas cosas… Y cada uno de vosotros da lo mejor de sí para hacer este trabajo. Soy consciente de que sin vuestro trabajo… uno de vosotros me dijo que ha estado trabajando aquí durante 43 años; ¡Cuánta memoria! – sin el trabajo que hacéis, las cosas no marcharían bien, y esto significa que el trabajo de la Iglesia no marcharía bien, no se podría hacer tanto trabajo para la predicación del Evangelio, para ayudar a muchas personas, a los enfermos, a las escuelas, tantas cosas… Vosotros formáis parte de esta “cadena” que lleva a cabo nuestro trabajo en la Iglesia.
La primera palabra que quisiera deciros esm trabajo. Pero no para deciros: ¡trabajad más duro, daos prisa! No, no, para agradecéroslo. Gracias. Pero en el Vaticano, cuando se habla de trabajo, también hay un problema. Una señora de vosotros cuando entró, señalando a un joven dijo: “Ayudad a los trabajadores precarios”. El otro día tuve una reunión con el Cardenal Marx, que es el presidente del Consejo de la Economía, y con Mons. Ferme, el secretario, y dije: “No quiero trabajo ilegal en el Vaticano”. Os pido disculpas si todavía lo hay. El famoso artículo 11, que es un artículo válido para una prueba, pero una prueba de uno o dos años, no más. Así como he dicho que no se debe dejar a nadie sin trabajo, es decir, despedirlo, a menos que haya otro trabajo fuera que le convenga, o que haya un acuerdo que sea conveniente para la persona, lo mismo digo: tenemos que trabajar aquí dentro para que no haya ni trabajo ni trabajadores precarios. También es un problema de conciencia para mí, porque no podemos enseñar la doctrina social de la Iglesia y luego hacer estas cosas que no son buenas. Se entiende que durante un tiempo determinado una persona puede estar en prueba, sí, prueba un año, tal vez dos, pero basta. Trabajo sumergido, nada. Esta es mi intención. Ayudadme vosotros, ayudad también a los superiores, los que dependen de la Gobernación, el Cardenal, el Secretario, ayudad a resolver estos problemas de la Santa Sede: los trabajos precarios que aún existen.
Entonces, la primera palabra es trabajo, para daros las gracias, hablar de trabajo precario y también, una última cosa: el trabajo es vuestro camino de santidad, de felicidad, de crecimiento. Hoy, quizás la maldición más fea es la de no tener trabajo. Y tanta gente -seguramente conoceréis mucha- no tiene trabajo. Porque el trabajo nos da dignidad, y la seguridad laboral nos da dignidad. No quiero decir nombres, pero los encontraréis en los periódicos. Hoy vi en un periódico estos dos problemas, de dos compañías importantes, aquí en Italia, que corren peligro, y para salvar la vida, se debe “racionalizar” –esa es la palabra- el trabajo, y despedir a entre 3 y 4 mil personas . Esto es malo, muy malo. Porque se pierde la dignidad. Y es un problema no solo aquí, en el Vaticano, en Italia o en Europa: es un problema mundial. Es un problema que depende de muchos factores en el mundo. Mantener el trabajo y mantener la dignidad, llevar el pan a casa: “Lo traigo, porque lo gano. No porque pasa a Caritas para que me lo den, no. Lo gano yo “. Esto es dignidad. Por lo tanto, el trabajo. Gracias. Ayudad a vuestros superiores a acabar con las situaciones desiguales de trabajo irregulares y conservad el trabajo porque es vuestra dignidad. Yo diría: mantened el trabajo, ¡pero hacedlo bien! ¡Esto es importante!
La segunda palabra que viene a la mente para deciros es: familia. Me gustaría deciros sinceramente: cuando sé que una de vuestras familia está en crisis, ,que hay niños que están angustiados porque ven que la familia es… un problema, yo sufro. Pero dejad que os ayudemos. En la Gobernación, quería que el Secretario General fuera un obispo para que tuviera esta dimensión pastoral. Por favor salvad a las familias. Sé que no es fácil, hay problemas de personalidad, problemas psicológicos, problemas … tantos problemas en un matrimonio. Pero tratad de pedir ayuda a tiempo, para proteger a las familias. Sé que hay algunos separados entre vosotros; lo sé y sufro, sufro con vosotros… la vida ha ido así. Pero también me gustaría ayudaros en esto; dejaos ayudar . Si ya está hecho, al menos que los niños no sufran; porque cuando los padres riñen, los niños sufren, sufren. Y un consejo que os doy: nunca riñáis delante de los niños. Nunca.Que no lo sepan, Proteger a la familia Y para esto tenéis aquí a Mons. Verges y también a los capellanes; ellos os dirán a dónde ir para que os ayuden. La familia: esta es la gran joya, porque Dios nos ha creado familia. La imagen de Dios es el matrimonio, hombre y mujer, fecundos: “multiplicaos”, tened hijos, avanzad. Hoy me he sentido feliz viendo tantos niños aquí. Es una familia. Proteger a la familia es la segunda palabra que me viene a la mente.
La tercera palabra que me viene a la mente – tal vez algunos de vosotros querría decirme: “¡Pero basta ya!”. Es una palabra recurrente: el cotilleo. Tal vez estoy equivocado… en el Vaticano no se chismorrea… tal vez, no sé… Uno de vosotros, un trabajador como vosotros, un día que yo había predicado acerca de los cotilleos, y él había venido con su esposa a la misa, me dijo: “Padre. Si no se cotillea en el Vaticano, uno se queda aislado “. ¡Tremendo, tremendo! Vosotros habéis escuchado lo que digo sobre el cotilleo: el cotilla es un terrorista, porque es como los terroristas: arroja la bomba, se va, la bomba explota y daña a tantos otros, con la lengua, esa bomba. ¡No seáis terroristas ! No hagáis terrorismo con los chismes, por favor. Esta es la tercera palabra que se me ocurre. Pero alguien podría decirme: “Padre, denos un consejo: ¿cómo podemos hacer, para no chismorrear?”. ¡Muérdete la lengua! Seguramente se te hinchará, pero habrás hecho bien en no chismorrear. Los chismes, también, de algunas personas que tienen que dar ejemplo y no, no lo dan.
Y aquí, la cuarta palabra que me gustaría deciros: perdón. “Perdón” y “disculpa”. Porque no siempre damos buen ejemplo; nosotros – hablo de “la fauna clerical” – nosotros [sonríe] no siempre damos buen ejemplo. Hay errores en la vida que hacemos nosotros los clérigos, pecados, injusticias, o a veces tratamos mal a las personas, un poco neuróticos, injusticias… Perdón por todos estos ejemplos que no son buenos. Debemos pedir perdón. También pido perdón, porque a veces “me vuelan los gorriones” [ríe] [la paciencia se me acaba]…
Queridos colaboradores, hermanos y hermanas. Aquí están las palabras, las cuatro palabras que me han salido del corazón: trabajo, familia, cotilleo, perdón.
Y la última palabra es la felicitación de Navidad: ¡Feliz Navidad! Pero feliz Navidad en el corazón, en la familia, incluso en la conciencia. No tengáis miedo, también vosotros, de pedir perdón si la conciencia te reprende; buscad un buen confesor y ¡haced una buena limpieza! Dicen que el mejor confesor es el sacerdote sordo [sonríe]: ¡no te hace sentir avergonzado! Pero sin ser sordos, hay tantos misericordiosos, muchos, que te escuchan y te perdonan: “¡Adelante!”. La Navidad es una buena oportunidad para hacer las paces también dentro de nosotros. Todos somos pecadores, todos. Ayer hice la confesión de Navidad: el confesor vino… y me hizo bien. Todos tenemos que confesar.
Os deseo una Feliz Navidad, de alegría, pero esa alegría que viene de dentro. Y no quisiera olvidarme de los enfermos, que tal vez haya en vuestra familia, que sufren, y enviarles, también a ellos, una bendición. Muchas gracias. Protejamos el trabajo, que sea justo; protejamos a la familia, protejamos la lengua; y, por favor, perdonadnos por los malos ejemplos; y hagamos una buena limpieza del corazón en esta Navidad, para estar en paz y felices.
Y antes de irme, me gustaría daros la bendición, a vosotros y a vuestras familias, a todos. Muchas gracias por vuestra ayuda.
Recemos un Ave María a Nuestra Señora: “Dios te salve María …”
[Bendición]Y rezad por mí: ¡no os olvidéis!
23.12.17
23.12.17
Santa Misa: “Confesarnos pecadores ante Dios y ante los hermanos”
Resumen de la catequesis del Papa en español
(20 Dic. 2017).- El Papa Francisco ha entrado hoy en el “corazón” de la celebración eucarística, continuando así el ciclo de catequesis sobre la Misa que ha venido pronunciando en las últimas audiencias generales.
El Santo Padre ha celebrado la audiencia general esta mañana, 20 de diciembre de 2017, en el Aula Pablo VI, ante miles de fieles y visitantes de Italia, Cuba, Francia, Argentina, España, México, Alemania y otros países.
El Papa ha explicado en esta 5ª catequesis sobre la Santa Misa que la celebración de la Eucaristía es un “único acto compuesto de dos partes: la liturgia de la Palabra y la liturgia eucarística”. Hoy, el Pontífice se ha detenido en los ritos introductorios que preceden a esos dos grandes momentos.
“El sacerdote, al inicio de la celebración, se dirige al presbiterio mientras se entona el canto de ingreso, al llegar se inclina ante el altar en signo de veneración, lo besa y lo inciensa” –ha comentado Francisco–. A continuación, el sacerdote que preside traza sobre su pecho el signo de la cruz, y junto con él lo hacen también todos los presentes: “Este signo nos recuerda que todo acto litúrgico se cumple `en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo´”, ha indicado el Papa.
Confesarnos pecadores
Así, ha explicado que el saludo del sacerdote “el Señor esté con ustedes” y la respuesta del Pueblo “y con tu Espíritu” manifiestan el misterio de la “Iglesia reunida, que confiesa una misma fe y desea estar unida con su Señor”.
En este contexto, Francisco ha señalado que posteriormente, el sacerdote invita al acto penitencial, que no es sólo pensar en los pecados cometidos, sino “confesarnos pecadores ante Dios y ante los hermanos, para que podamos resurgir a una vida nueva con Cristo”.
El Papa argentino ha terminado el resumen de la catequesis en español saludando a los peregrinos de lengua española, en particular “a los venidos de España y Latinoamérica”, ha dicho.
Ante la proximidad de la Celebración del Nacimiento de Nuestro Señor, el Papa les ha animado a vivir con intensidad estos días, “participando en la Santa Misa y experimentando la gracia del encuentro personal con Cristo, que ha querido nacer de una Mujer, María, para salvarnos y colmarnos de paz y de alegría”.
Ángelus: el Papa invita a orar por los pueblos de los países en guerra
“En la espera orante del nacimiento del Príncipe de la Paz”
(24 dic. 2017).- El Papa Francisco invita a orar hoy por los pueblos de los países en guerra.
Ha pedido después del Ángelus de este domingo, 24 de diciembre de 2017, en la Plaza San Pedro, en presencia de unos 17.000 visitantes, diciendo: “Queridos hermanos y hermanas, en la espera orante del nacimiento del Príncipe de la Paz, invocamos el don de la paz para el mundo entero, especialmente para los pueblos que sufren debido a los conflictos actuales”. 25.12.17
“¡Detente!”, pide el Papa Francisco esta Navidad
Dios viene “con ternura”
(24 dic. 2017).- “¡Detente!” es la invitación del Papa Francisco a los bautizados para que se preparen para la Navidad, haciendo una pausa de silencio y de oración, de cara al “misterio” del pesebre, porque Dios viene “con ternura”.
Después del Ángelus, el Papa ha pedido a los bautizados presentes este domingo 24 de diciembre de 2017, en la Plaza San Pedro, en presencia de unos 17.000 visitantes, de tomar un momento de pausa y de silencio: “En estas horas que nos separan de Navidad, encontrad unos instantes para pararos en silencio y de oración delante del pesebre, para adorar el misterio de la verdadera Navidad, la de Jesús, que se acerca a nosotros con amor, humildad y ternura. Y en estos momentos, acorados también de rezar por mí. ¡Gracias! Buen domingo y Feliz Navidad.
25.12.17
25.12.17
Ángelus: el Papa pide la liberación de todos los rehenes
Que puedan ir a casa en Navidad
(24 dic. 2017).- El Papa Francisco pide la liberación de los rehenes retenidos por el mundo, en Navidad.
Ha preguntado después del Ángelus de este domingo 24 de diciembre de 2017, en la Plaza San Pedro, en presencia de unos 17.000 visitantes, diciendo, “Renuevo en particular mi llamada para que con ocasión de la santa Navidad las personas secuestradas – sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos – sean liberados y puedan volver a casa. Oremos por ellos. 26.12.17
Ángelus: Jesús es “pertubador”
Para una vida sin resentimientos
(26 Dic. 2017).- “Señor Jesús, te confiamos nuestro espíritu, te damos la bienvenida”, el Papa propone esta oración a los bautizados en relación con el nacimiento de Jesús y el martirio de San Esteban para cambiar la mentalidad, porque el mensaje de Jesús es “perturbador”, y para dejar que elimine todo “resentimiento”.
El Papa Francisco ha presidido el rezo del Ángelus a mediodía, este martes 26 de diciembre de 2017, en la plaza de San Pedro, en la fiesta del primer mártir, San Esteban, en presencia de 20.000 visitantes.
Queridos hermanos y hermanas, buenos días:
Después de celebrar el nacimiento de Jesús hoy celebramos el nacimiento de San Esteban, el primer mártir del cielo. Aunque a primera vista parezca que no existe un vínculo entre las dos ocurrencias, en realidad sí lo hay, y es un vínculo muy fuerte.
Ayer, en la liturgia de Navidad, escuchamos proclamar: “El Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros” (Jn 1, 14). San Esteban puso en crisis a los líderes de su pueblo, porque estaba “lleno de fe y del Espíritu Santo” (Hechos 6: 5), él creyó firmemente y profesó la nueva presencia de Dios entre los hombres; Él sabía que el verdadero templo de Dios ahora es Jesús, la Palabra eterna que vino a habitar entre nosotros, que fue hecha como nosotros, excepto en el pecado.
Pero Esteban está acusado de predicar la destrucción del templo en Jerusalén. La acusación contra él es decir que “Jesús, el Nazareno, destruirá este lugar y trastornará las costumbres que Moisés nos dio” (Hechos 6:14). De hecho, el mensaje de Jesús es incómodo e inconveniente porque desafía el poder religioso mundano y apela a las conciencias.
Después de su llegada, es necesario convertir, cambiar la mentalidad, dejar de pensar como antes, cambiar, convertir. Esteban permaneció anclado al mensaje de Jesús hasta su muerte Sus últimas oraciones: “Señor Jesús, acepta mi espíritu” y “Señor, no les tengas en cuenta este pecado” (Hechos 7,59-60), estas dos oraciones son un eco fiel de las que Jesús pronunció en la cruz: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23, 46) y “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (v. 34). Esas palabras de Esteban fueron posibles solo porque el Hijo de Dios vino a la tierra y murió y resucitó por nosotros; antes de estos eventos eran expresiones humanamente impensables.
Esteban ruega a Jesús que acoja su espíritu. De hecho, el Cristo resucitado es el Señor, y él es el único mediador entre Dios y los hombres, no solo en la hora de nuestra muerte, sino también en cada momento de la vida: sin Él no podemos hacer nada (véase Jn 15, 5).
Por lo tanto, nosotros también, delante del Niño Jesús en la cuna, podemos rezar así: “Señor Jesús, te confiamos nuestro espíritu, te damos la bienvenida”, porque nuestra existencia es realmente una vida buena según el Evangelio.
Jesús es nuestro mediador y nos reconcilia no solo con el Padre, sino también entre nosotros. Él es la fuente del amor, que nos abre a la comunión con nuestros hermanos, a amarnos unos a otros entre nosotros, eliminando todo conflicto y resentimiento. ¡Sabemos que los resentimientos son malas cosas, duelen tanto y duelen tanto! Y Jesús quita todo esto y nos hace amarnos unos a otros. Esto es el milagro de Jesús. Le preguntamos a Jesús, nacido por nosotros, para ayudarnos a asumir esta doble actitud de confianza en el Padre y amor al prójimo; es una actitud que transforma la vida y la hace más hermosa, más fructífera.
A María, Madre del Redentor y Reina de los mártires, elevamos nuestra oración con confianza para ayudarnos a recibir a Jesús como Señor de nuestra vida y para convertirnos en sus valientes testigos, listo para pagar el precio de la fidelidad al Evangelio en persona.
Angelus Domini nuntiavit Mariae…
27.12.17
27.12.17
Audiencia general: “Es Jesús quien da sentido a todo lo que celebramos”
Resumen de la catequesis del Papa en español
(27 Dic. 2017).- “El verdadero sentido de estas fiestas se encuentra en Jesús, es Él quien da sentido a todo lo que celebramos”, ha recordado el Papa Francisco.
El Santo Padre ha dedicado la catequesis de la última audiencia general del año, celebrada esta mañana, 27 de diciembre de 2017, a reflexionar sobre el significado de la Navidad.
En el resumen que ha hecho el Santo Padre en español, ha anunciado que “Jesús viene a este mundo y los primeros destinatarios de su venida son los pequeños y despreciados”, con los que establece una amistad que continúa en el tiempo y ha explicado que con ellos, en cada momento, “Dios desea construir un mundo nuevo en el que no haya más personas rechazadas, descartadas ni maltratadas”.
El Pontífice ha subrayado que el verdadero sentido de la Navidad se encuentra en Jesús, es Él quien da sentido a todo lo que celebramos y ha descrito que en nuestros días estamos asistiendo a una especie de «desnaturalización» de la Navidad: “En nombre de un falso respeto ante quien no es cristiano, muchas veces se esconde la voluntad de marginar la fe, eliminando todo tipo de referencia al nacimiento de Jesús”.
La verdadera luz es Jesús
Así, Francisco ha señalado que estamos llamados a “buscar la verdadera luz que es Jesús”, que es el don de Dios a la humanidad que se encuentra inmersa en la oscuridad de la noche.
Asimismo, el Papa ha explicado el sentido de hacernos regalos en Navidad: “Cuando acogemos a Jesús en nuestras vidas, nos convertimos en un don para los demás. Por este motivo, nosotros los cristianos nos intercambiamos regalos, porque el verdadero don para nosotros es Jesús y, como Él, queremos ser don para los demás”.
El Santo Padre Francisco ha saludado a los peregrinos de lengua española, en particular a los venidos de España y Latinoamérica y les ha animado a abrir la mente y el corazón para acoger a Jesús que es el don de Dios para nosotros, “y si lo acogemos también nosotros podremos serlo para los demás, especialmente para los necesitados de atención y de ternura”, ha indicado. 28.12.17
Santos Inocentes: Mensaje del Papa Francisco
Pide que se rece “por los niños a los que no se les deja nacer”
(28 Dic. 2017).- “Oremos hoy por los niños a los que no se les deja nacer, por los que lloran a causa del hambre, por los que no tienen en sus manos juguetes, sino armas”.
Es el mensaje que ha publicado el Papa Francisco en Twitter, a través de su cuenta oficial @Pontifex, (@Pontifex_es en español), esta mañana, 28 de diciembre de 2017, Día de los Santos Inocentes.
La fiesta litúrgicas de los Santos Inocentes está dedicada a los mártires que murieron en la masacre de niños inocentes, ordenada por el rey Herodes el grande en su intento de matar al niño Jesús (Mateo 2,16-18).
Asimismo, el Santo Padre Francisco exhortó en su mensaje de Navidad a proteger a los niños del mundo del sufrimiento, la pobreza y las guerras. Así, el Papa señaló que la Navidad invitó a recordar la señal del Niño y a que lo reconozcamos en los “rostros de los niños”, especialmente de aquellos para los que, como Jesús, «no hay sitio en la posada».
29.12.17
El Papa aboga por una teología que muestre “el rostro salvífico de Dios”
Audiencia con los miembros de la Asociación Teológica Italiana
(29 Dic. 2017).- “Se necesita una teología que ayude a todos los cristianos a anunciar y mostrar, sobre todo, el rostro salvífico de Dios, el Dios misericordioso”, ha dicho el Papa Francisco.
El Pontífice ha recibido esta mañana, 29 de diciembre de 2017, en audiencia a los miembros de la Asociación Teológica Italiana, con ocasión del 50º aniversario de su fundación, en la sala Clementina del Palacio Apostólico Vaticano.
“En estos días estamos inmersos en la contemplación de nuestro Dios, que se ha implicado y comprometido con nuestra pobre humanidad hasta llegar a enviar a su Hijo y a tomar, en Él nuestra frágil carne”.
“Todo pensamiento teológico cristiano no puede no comenzar siempre e incesantemente desde aquí, en una reflexión que nunca extinguirá el manantial vivo del Amor divino, que se ha dejado tocar, mirar y saborear en la gruta de Belén”, con estas palabras comenzaba su discurso el Papa.
Francisco ha alentado a los teólogos italianos a perseverar ‘en el espíritu de servicio y de comunión indicado por el Concilio Ecuménico Vaticano II’; impulsando la ‘fidelidad creativa’ y el ‘hacer teología juntos’, poniendo en guardia contra el individualismo, señala Radio Vaticano en español.
En este sentido, el Santo Padre les ha pedido que asuman también la tarea de repensar la Iglesia “para que sea conforme al Evangelio que debe anunciar”.
Teología para la humanidad
Asimismo, el Papa argentino hizo hincapié en la importancia de la tarea de los teólogos, para que la Iglesia pueda seguir anunciando el corazón del Evangelio a las mujeres y a los hombres de hoy, en una cultura profundamente cambiada:
“Se necesita una teología que ayude a todos los cristianos a anunciar y mostrar, sobre todo, el rostro salvífico de Dios, el Dios misericordioso, en especial ante algunos desafíos inéditos que involucran hoy a la humanidad: como el de la crisis ecológica, el desarrollo de las neurociencias o de las técnicas que pueden modificar al hombre; como el desafío de las cada vez más grandes desigualdades sociales o de las migraciones de pueblos enteros; como el del relativismo teórico, pero también el del relativismo práctico”.
El Papa reiteró su aliento a no perder nunca la capacidad del ‘estupor’: «El estupor que nos lleva a Cristo, el encuentro con Cristo». Y sin olvidar que “el teólogo estudia, piensa, reflexiona, pero lo hace de rodillas”, recordó asimismo que es importante “hacer teología ‘en’ la Iglesia, es decir ‘en’ el santo pueblo fiel de Dios, que tiene – dijo- con una palabra que no es teológica el ‘olfato de la fe’”.
30.12.17
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