Bangladesh:
“Testimonio de reconciliación y unión muy necesario”
Llamamiento
internacional del Papa por los ‘rohingyas’
(30
Nov. 2017).- “En los últimos meses, el espíritu de generosidad y
solidaridad que caracteriza a la sociedad bangladesí se ha
manifestado claramente en su ímpetu humanitario por los refugiados
en masa del estado de Rakhine” (conocidos como los ‘rohingyas’,
término censurado por el gobierno de Myanmar), ha manifestado el
Papa Francisco.
El
Papa Francisco se ha encontrado con Abdul Hamid, Presidente de la
República de Bangladesh, a las 18 hora local (13 h. en Roma) en el
palacio presidencial y ha ofrecido un discurso a las Autoridades
políticas y religiosas, los miembros del Cuerpo Diplomático y
representantes de la Sociedad Civil, también ante el
Cardenal Patrick D’Rozario, Arzobispo de Dhaka, y los
obispos y sacerdotes, después de la intervención del presidente
Hamid.
Francisco
valora la acogida que Bangladesh ha brindado a los refugiados,
“proporcionándoles refugio temporal y las necesidades primarias de
la vida. Esto fue hecho con no poco sacrificio. Y lo hizo a los ojos
del mundo”, ha expresado.
“Ninguno
de nosotros puede pasar por alto la gravedad de la situación, el
inmenso coste del sufrimiento humano y las condiciones de vida
precarias de tantos de nuestros hermanos y hermanas, la mayoría de
los cuales son mujeres y niños que están encerrados en campos de
refugiados”, ha planteado el Papa Francisco.
El
Santo Padre ha hecho, una vez más, un llamamiento a la comunidad
internacional: “Es necesario que la comunidad internacional tome
medidas efectivas contra esta grave crisis, no solo trabajando para
resolver los problemas políticos que han llevado al desplazamiento
masivo de personas, sino también proporcionando asistencia material
inmediata a Bangladesh en su esfuerzo por responder de manera
efectiva a las necesidades urgentes humano”.
El
Papa se encontrará mañana, viernes 1 de diciembre de 2017,
con los ‘rohingyas’, un grupo étnico musulmán que el gobierno
de Yangon –liderado políticamente por la Premio Nobel Aung San Suu
Kyi– no reconoce como ciudadanos. Ya son más de 607.000 los
refugiados rohingyas que han llegado a Bangladesh buscando un lugar
seguro, informa ACNUR.
Comunidad
católica de Bangladesh
No
obstante, el Papa ha aclarado que su visita “se dirige
principalmente a la comunidad católica de Bangladesh” y ha
explicado que “un momento privilegiado será mi reunión mañana en
Ramna con líderes ecuménicos e interreligiosos”, donde “Juntos
rezaremos por la paz y reafirmamos nuestro compromiso de trabajar por
la paz”, ha señalado.
El
Papa ha recordado el “brutal” atentado terrorista que devastó a
Dhaka el año pasado y ha manifestado que valora la “reacción
común de indignación” ante el ataque y el “claro mensaje
enviado por las autoridades religiosas de la nación”, en el que
afirmaban que “no se puede invocar el más santo nombre de Dios
para justificar el odio y la violencia contra otros seres humanos”.
Testimonio
de reconciliación
“En
un mundo donde la religión es a menudo -escandalosamente- poco
utilizada para fomentar la división, este testimonio de su fuerza de
reconciliación y unión es muy necesario”, ha expresado el Papa al
presidente Hamid, a quien ha agradecido su “amable invitación al
país” y sus “cordiales palabras de bienvenida”.
“En
el mundo de hoy –ha dicho Francisco– ninguna comunidad, nación o
estado puede sobrevivir y progresar aisladamente. Como miembros de la
única familia humana, nos necesitamos unos a otros y dependemos unos
de otros. El presidente Sheikh Mujibur Rahman entendió y trató de
incorporar este principio en la constitución nacional”. 01.12.17
Ordenación: “Tened siempre presente el ejemplo del buen Pastor”
Homilía
del Papa en la Ordenación de 16 presbíteros
(1
Dic. 2017).- cada uno de ellos, como signo de “misericordia, perdón
y salvaci“Rezad siempre por vuestros sacerdotes, especialmente por
estos que hoy recibirán el Sacramento del Orden. El pueblo de Dios
sostiene a los sacerdotes con la oración, y vuestra responsabilidad
es sostener a los sacerdotes”, ha anunciado Francisco.
Son
las palabras improvisadas que ha pronunciado el Santo Padre justo
después de terminar la homilía y antes de celebrar el rito propio
de la Ordenación Sacerdotal de los 16 jóvenes diáconos
bangladesíes.
Así,
el Papa Francisco ha celebrado la Ordenación Sacerdotal en la
Eucaristía, en el parque ‘Suhrawardy Udyan’, en Dhaka,
Bangladesh, a las 10 hora local (5 h. en Roma).
El
Obispo de Roma ha agradecido a los presentes su participación en la
Eucaristía: “Esto indica el amor que tenéis por la Iglesia el
amor que tenéis por Jesucristo. ¡Muchas gracias! Gracias por
vuestra generosidad. Gracias por vuestra fidelidad. Continuad hacia
adelante”.
Luego
el Papa ha continuado con el rito de la Ordenación, y los candidatos
al sacerdocio han declarado uno a uno ante el Arzobispo Mons.
D´Rozario “respeto y obediencia” al él y a sus sucesores.
Después,
se han tumbado boca abajo antes el sagrario, mientras el Papa, los
obispos y todo el pueblo de Dios rezaban a por ellos cantando, con el
típico rito oriental.
Al
terminar, se han levantado y el Santo Padre ha impuesto sus manos
sobre cada uno de ellos, como signo de “misericordia, perdón y
salvaci“Rezad siempre por vuestros sacerdotes, especialmente por
estos que hoy recibirán el Sacramento del Orden. El pueblo de Dios
sostiene a los sacerdotes con la oración, y vuestra responsabilidad
es sostener a los sacerdotes”, ha anunciado Francisco.
ón”,
como hizo Jesucristo con los apóstoles, y a continuación, todos los
són”, como hizo Jesucristo con los apóstoles, y a continuación,
todos los sacerdotes presentes han impuesto sus manos sobre ellos.
Finalmente,
los 16 jóvenes han sido revestidos por sus padrinos de Ordenación,
necesariamente sacerdotes, y arrodillándose uno a uno ante el
Vicario de Cristo, han sido ordenados sacerdotes por el
Pontífice.
Publicamos
a continuación la homilía tomada del Ritual de Ordenación de
Presbíteros que ha ofrecido el Papa Francisco después de la
proclamación del Evangelio:
Homilía
del Papa Francisco
Queridos
hermanos:
Ahora que
estos hijos nuestros van a ser ordenados presbíteros, conviene
considerar con atención a qué ministerio acceden en la Iglesia.
Como
sabéis, hermanos, el Señor Jesús es el gran Sacerdote del Nuevo
Testamento; aunque, en verdad, todo el pueblo santo de Dios ha sido
constituido sacerdocio real en Cristo. Sin embargo, nuestro gran
Sacerdote, Jesucristo, eligió a algunos discípulos para que en la
Iglesia desempeñasen, en nombre suyo, el oficio sacerdotal para bien
de los hombres.
Él
mismo, enviado por el Padre, envió, a su vez, a los Apóstoles por
el mundo, para continuar sin interrupción su obra de Maestro,
Sacerdote y Pastor por medio de ellos y de los Obispos, sus
sucesores. Y los presbíteros son colaboradores de los Obispos, con
quienes en unidad de sacerdocio están llamados al servicio del
pueblo de Dios.
Estos
hermanos, después de pensarlo seriamente, van a ser ordenados al
sacerdocio en el Orden de los presbíteros, para hacer las veces de
Cristo, Maestro, Sacerdote y Pastor, por quien la Iglesia, su Cuerpo,
se edifica y crece como pueblo de Dios y templo santo.
Al
configurarse con Cristo, sumo y eterno Sacerdote, y unirse al
sacerdocio de los Obispos, la Ordenación os convertirá en
verdaderos sacerdotes del Nuevo Testamento para anunciar el
Evangelio, apacentar el pueblo de Dios y celebrar el culto divino,
principalmente en el sacrificio del Señor.
A
vosotros, queridos hijos, que vais a ser ordenados presbíteros, os
incumbirá, en la parte que os corresponde, la función de enseñar
en nombre de Cristo, el Maestro. Transmitid a todos la Palabra de
Dios que habéis recibido con alegría. Y al meditar en la ley del
Señor, procurad creer lo que leéis, enseñar lo que creéis y
practicar lo que enseñáis. Que vuestra
enseñanza sea alimento para el pueblo de Dios; que vuestra vida sea
un estímulo para los discípulos de Cristo, a fin de que con vuestra
palabra y vuestro ejemplo se vaya edificando la casa, que es la
Iglesia de Dios.
Os
corresponderá también la función de santificar en Cristo. Por
medio de vuestro ministerio, alcanzará su plenitud el sacrificio
espiritual de los fieles, que por vuestras manos, junto con ellos,
será ofrecido sobre el altar, unido al sacrificio de Cristo, en
celebración incruenta.
Daos
cuenta de lo que hacéis e imitad lo que conmemoráis, de tal manera
que, al celebrar el misterio de la muerte y resurrección del Señor,
os esforcéis por hacer morir en vosotros el mal y procuréis caminar
en una vida nueva.
Al
introducir a los hombres en el pueblo de Dios por el Bautismo, al
perdonar los pecados en nombre de Cristo y de la Iglesia por el
sacramento de la Penitencia, al dar a los enfermos el alivio del óleo
santo, al celebrar los ritos sagrados, al ofrecer durante el día la
alabanza, la acción de gracias y la súplica no sólo por el pueblo
de Dios, sino por el mundo entero, recordad que habéis sido
escogidos de entre los hombres y puestos al servicio de ellos en las
cosas de Dios.
Realizad,
pues, con alegría perenne, en verdadera caridad, el ministerio de
Cristo Sacerdote, no buscando vuestro propio interés, sino el de
Jesucristo.
Finalmente,
al ejercer, en la parte que os corresponde, la función de Cristo,
Cabeza y Pastor, permaneciendo unidos al Obispo y bajo su dirección,
esforzaos por reunir a los fieles en una sola familia, de forma que
en la unidad del Espíritu Santo, por Cristo, podáis conducirlos al
Padre. Tened siempre presente el ejemplo del buen Pastor, que no vino
para que le sirvieran, sino para servir, y para buscar y salvar lo
que estaba perdido.
Ahora
deseo dirigirme a vosotros, queridos hermanos y hermanas que habéis
venido a esta fiesta, a esta gran fiesta de Dios en la ordenación de
estos hermanos sacerdotes. Sé que muchos de vosotros habéis venido
desde lejos, viajando más de dos días… Gracias por vuestra
generosidad. Esto demuestra el amor que tenéis a la Iglesia, esto
indica el amor que vosotros tenéis a Jesucristo. Muchas gracias.
Gracias por vuestra generosidad, muchas gracias por vuestra
fidelidad. Seguid adelante con el espíritu de las Bienaventuranzas.
Y os pido a vosotros, hoy os ruego: rezad siempre por vuestros
sacerdotes, especialmente por los que hoy recibirán el sacramento de
la Ordenación. El pueblo de Dios sostiene a los sacerdotes con la
oración. Es vuestra responsabilidad apoyar los sacerdotes. Alguno
entre ustedes se puede preguntar: «Pero, ¿cómo se hace para
sostener a un sacerdote?». Confiad en vuestra generosidad. El
corazón generoso que vosotros tenéis os dirá cómo sostener a los
sacerdotes. Pero el primer apoyo del sacerdote es la oración. El
pueblo de Dios —es decir, todos— apoya al sacerdote con la
oración. No os canséis jamás de rezar por vuestros sacerdotes. Yo
sé que lo haréis. Muchas gracias. Y ahora seguimos el rito de la
Ordenación de estos diáconos que serán vuestros sacerdotes.
Gracias.
02.12.17
02.12.17
Bangladesh: “El sendero justo es la sabiduría que nace de la fe”
Palabras
del Papa Francisco a los jóvenes
(2
Dic. 2017).- “Recibimos la sabiduría cuando comenzamos a ver las
cosas con los ojos de Dios, a escuchar a los demás con los oídos
de Dios, a amar con el corazón de Dios y a valorar las cosas con los
valores de Dios”, ha dicho el Papa Francisco a los jóvenes de
Bangladesh.
El
último encuentro del Papa Francisco en Bangladesh ha sido con los
jóvenes en el campo deportivo del Escuela ‘Notre Dame’ de Dhaka,
hoy, sábado, 2 de diciembre de 2017, a las 15 horas (10 h. en Roma).
Al llegar, el Santo Padre ha saludado desde el papamóvil a los siete
mil jóvenes reunidos en el campo deportivo.
“Lo
único que nos orienta y nos hace ir hacia adelante en el sendero
justo es la sabiduría, la sabiduría que nace de la fe. No es la
falsa sabiduría de este mundo” –ha afirmado Francisco–. “Es
la sabiduría que se vislumbra en los ojos de los padres y de los
abuelos que han puesto su confianza en Dios”
“Para
recibir esta sabiduría debemos mirar el mundo, nuestra situación,
nuestros problemas, todo, con los ojos de Dios. Nosotros recibimos
esta sabiduría cuando comenzamos a ver las cosas con los ojos de
Dios, a escuchar a los demás con los oídos de Dios, a amar con el
corazón de Dios y a valorar las cosas con los valores de Dios”, ha
concretado el Papa.
Patrimonio
cultural
El
Papa ha anunciado que la sabiduría de Dios nos ayuda también “a
mirar más allá de nosotros mismos para contemplar la bondad de
nuestro patrimonio cultural”: Vuestra cultura
os enseña a respetar a los
ancianos.
Asimismo,
les ha alentado a vivir la “esperanza”. La sabiduría de Dios
refuerza en nosotros –ha dicho el Pontífice– la esperanza y nos
ayuda a afrontar el futuro con valentía. “Nosotros, cristianos,
hallamos esta esperanza en el encuentro personal con Jesús en la
oración y en los sacramentos, y en el encuentro concreto con él en
los pobres, los enfermos, los que sufren y los abandonados”.
Mons.
Subroto Howlader, de la Congregación de la Santa Cruz, Obispo de
Barisal e incardinado en la Pastoral Juvenil, y el Rector de la
Universidad y del Director del Escuela ‘Notre Dame’ han recibido
al Papa a su llegada al recinto.
El
Santo Padre ha bendecido allí la primera piedra del nuevo edificio
Universidad ‘Notre Dame’ de Bangladesh y una placa conmemorativa.
Jóvenes
bangladesíes han bailado para darle la bienvenida al Papa, le han
ofrecido una canción y ha introducido el acto Mons. Gervas Rozario,
Obispo de Rajshahi y Vicepresidente de la Conferencia Episcopal de
Bangladesh. Ha sido una cita colmada de cantos, danzas y testimonios
de jóvenes alternados.
El
Santo Padre ha bendecido allí la primera piedra del nuevo edificio
Universidad ‘Notre Dame’ de Bangladesh y una placa conmemorativa.
Jóvenes
bangladesíes han bailado para darle la bienvenida al Papa, le han
ofrecido una canción y ha introducido el acto Mons. Gervas Rozario,
Obispo de Rajshahi y Vicepresidente de la Conferencia Episcopal de
Bangladesh. Ha sido una cita colmada de cantos, danzas y testimonios
de jóvenes alternados.
Discurso
del Papa Francisco
Queridos
jóvenes, queridos amigos, ¡buenas tardes!
Aquí
estamos, ¡finalmente juntos! Os doy las gracias por vuestra cálida
acogida. Agradezco a Mons. Gervas [Rozario] sus gentiles palabras,
así como los testimonios de Upasana y Anthony. Los jóvenes tenéis
algo único: estáis siempre llenos de entusiasmo, y me siento
rejuvenecer cada vez que os encuentro. Upasana, has hablado de esto
en tu testimonio, has dicho que eres «muy entusiasta» y yo puedo
verlo y sentirlo. Este entusiasmo juvenil está relacionado con el
espíritu aventurero. Uno de vuestros poetas nacionales, Kazi Nazrul
Islam, lo ha expresado definiendo la juventud del país como
«valiente», «acostumbrada a arrebatar la luz del vientre de la
oscuridad». Los jóvenes están siempre listos para ir hacia
adelante, hacer que todo suceda y arriesgar. Os animo a continuar con
ese entusiasmo en las circunstancias buenas y malas. Ir hacia
adelante, especialmente en aquellos momentos en los que os sentís
oprimidos por los problemas y la tristeza y, mirando alrededor,
parece que Dios no aparece en el horizonte.
Pero,
avanzando, aseguraos de elegir el sendero justo. ¿Qué significa
esto? Esto significa saber «viajar» en la vida, y no «vagar» sin
rumbo. Nuestra vida tiene una dirección; tiene un fin que nos ha
dado Dios. Él nos guía, orientándonos con su gracia. Es como si
hubiese colocado dentro de nosotros un software, que nos ayuda a
discernir su programa divino y a responderle con libertad. Pero, como
todo software, necesita también ser actualizado constantemente.
Tened actualizado vuestro programa, escuchando al Señor y aceptando
el desafío de hacer su voluntad.
Anthony,
te has referido a este desafío en tu testimonio cuando has dicho que
sois hombres y mujeres que estáis «creciendo en un mundo frágil
que exige sabiduría». Has usado la palabra «sabiduría» y,
haciéndolo, nos has proporcionado la clave. Cuando se pasa de
«viajar» a «vagar sin rumbo», toda la sabiduría se pierde. Lo
único que nos orienta y nos hace ir hacia adelante en el sendero
justo es la sabiduría, la sabiduría que nace de la fe. No es la
falsa sabiduría de este mundo. Es la sabiduría que se vislumbra en los
ojos de los padres y de los abuelos que han puesto su confianza en
Dios. Como cristianos, podemos ver en sus ojos la luz de la presencia
de Dios, la luz que han descubierto en Jesús, que es la misma
sabiduría de Dios (cf. 1 Co 1,24). Para recibir esta sabiduría
debemos mirar el mundo, nuestra situación, nuestros problemas, todo,
con los ojos de Dios. Nosotros recibimos esta sabiduría cuando
comenzamos a ver las cosas con los ojos de Dios, a escuchar a los
demás con los oídos de Dios, a amar con el corazón de Dios y a
valorar las cosas con los valores de Dios.
Esta
sabiduría nos ayuda a reconocer y a rechazar las falsas promesas de
felicidad. Una
cultura que hace falsas promesas no puede liberar, sólo conduce a un
egoísmo que nos llena el corazón de oscuridad y amargura. La
sabiduría de Dios, en cambio, nos ayuda a saber cómo acoger y
aceptar a aquellos que actúan y piensan de manera diferente a la
nuestra. Es triste cuando comenzamos a cerrarnos en nuestro pequeño
mundo y nos replegamos sobre nosotros mismos. Entonces hacemos
nuestro el principio de «o como digo yo o adiós» y quedamos
atrapados, encerrados en nosotros mismos. Cuando un pueblo, una
religión o una sociedad se convierten en un «pequeño mundo»,
pierden lo mejor que tienen y caen en una mentalidad presuntuosa, la
del «yo soy bueno, tú eres malo». Upasana, tú has evidenciado las
consecuencias de este modo de pensar, cuando has dicho: «Perdemos la
dirección y nos perdemos a nosotros mismos» y «la vida se nos
vuelve absurda». La sabiduría de Dios nos abre a los demás. Nos
ayuda a mirar más allá de nuestras comodidades personales y de las
falsas seguridades que nos convierten en ciegos frente a los grandes
ideales que hacen la vida más bella y digna de ser vivida.
Me
alegra que junto a nosotros los católicos, estén muchos jóvenes
amigos musulmanes y de otras religiones. Al encontraros juntos hoy
aquí mostráis vuestra determinación de promover un clima de
armonía, donde se tiende la mano a los otros, a pesar de vuestras
diferencias religiosas. Esto me recuerda una experiencia que tuve en
Buenos Aires, en una parroquia nueva situada en una zona sumamente
pobre. Un grupo de estudiantes estaba construyendo algunos locales
para la parroquia y el sacerdote me había invitado a ir a
encontrarme con ellos. Entonces fui y cuando llegué a la parroquia
el sacerdote me los presentó uno a uno, diciendo: «Este es el
arquitecto –es judío–, este es comunista, este es católico
practicante» (Saludo a los jóvenes del Centro cultural P. F.
Varela, La Habana, 20 septiembre 2015). Esos estudiantes eran todos
distintos, pero todos estaban trabajando por el bien común. Estaban
abiertos a laamistad
social y
determinados a decir «no» a todo lo que hubiera podido desviarlos
del propósito de estar juntos y de ayudarse los unos a los otros.
La
sabiduría de Dios nos ayuda también a mirar más allá de nosotros
mismos para contemplar la bondad de nuestro patrimonio cultural.
Vuestra cultura os enseña a respetar a los
ancianos.
Como he dicho antes, los ancianos nos ayudan a apreciar la
continuidad de las generaciones. Llevan consigo la memoria y la
sabiduría experiencial, que nos ayuda a evitar repetir los errores
del pasado. Los ancianos tienen «el carisma de colmar las
distancias», en cuanto aseguran que los valores más importantes se
transmitan a los hijos y a los nietos. A través de sus palabras, su
amor, su afecto, su presencia, comprendemos que la historia no ha
iniciado con nosotros, sino que somos parte de un antiguo «viajar»
y que la realidad es más grande que nosotros mismos. Hablad con
vuestros padres y abuelos, ¡no os paséis todo el día con el
teléfono, ignorando el mundo que os rodea!
Upasana
y Anthony, habéis terminado vuestros testimonios con palabras de
esperanza. La sabiduría de Dios refuerza en nosotros la esperanza y
nos ayuda a afrontar el futuro con valentía. Nosotros, cristianos,
hallamos esta esperanza en el encuentro personal con Jesús en la
oración y en los sacramentos, y en el encuentro concreto con él en
los pobres, los enfermos, los que sufren y los abandonados. En Jesús
descubrimos la solidaridad de Dios, que camina constantemente a
nuestro lado.
Queridos
jóvenes, queridos amigos, mirando vuestros rostros me lleno de
alegría y de esperanza; alegría y esperanza por vosotros, por
vuestro país, por la Iglesia y por vuestras comunidades. Que la
sabiduría de Dios siga inspirando vuestro esfuerzo por crecer en el
amor, en la fraternidad y en la bondad. Al dejar hoy vuestro país,
os aseguro mi oración para que todos podáis continuar creciendo en
el amor a Dios y al prójimo. Y por favor, no os olvidéis de rezar
por mí.
¡Dios
bendiga a Bangladesh! [Isshór
Bangladeshké ashirbád korún¡
03.12.17
03.12.17
Ángelus: Riqueza en las pequeñas cosas de cada día
El
Adviento es un tiempo para vigilar
(3
dic. 2017).- Durante el tiempo de Adviento, el Papa Francisco ha
exhortado a “estar siempre vigilantes y esperar al Señor”: “Se
trata, ha explicado en el Ángelus del 3 de Diciembre de 2017, de
tener una mirada de comprensión para reconocer también las miserias
y las pobrezas de los individuos y la sociedad, como la riqueza
oculta en las pequeñas cosas de cada día, exactamente ahí donde el
Señor nos ha puesto”
Presidiendo
la oración mariana en la Plaza San Pedro, ante 15.000 personas, el
primer domingo del tiempo de Adviento, el papa ha invitado a no
dejarse “llevar por la distracción o por la superficialidad”
sino a volverse hacia los demás, a “combatir la indiferencia y la
crueldad”.
Ha
animado también a rechazar las tentaciones “de infidelidad a la
llamada del Señor: él nos indica el buen camino, el camino de la fe
y del amor, pero nosotros buscamos nuestra felicidad fuera”.
Palabras
del Papa antes del Ángelus
¡Queridos
hermanos y hermanas, buenos días!
Hoy
comenzamos el camino del Adviento, que culminará en Navidad. El
Adviento es el tiempo que se nos da para acoger al Señor que viene a
nuestro encuentro, para verificar nuestro deseo de Dios, para mirar
hacia adelante y prepararnos para el retorno de Cristo. Volverá a
nosotros en la fiesta de Navidad, cuando hagamos memoria de su venida
histórica en la humildad de la condición humana: pero él vienen a
nosotros cada vez que estamos dispuestos a recibirlo, y vendrá
nuevamente al final de los tiempos para “juzgar a los vivos y a los
muertos”. Por eso debemos estar siempre vigilantes y esperar al
Señor con la esperanza de encontrarlo. La liturgia de hoy nos
introduce en este sugestivo tema de vigilancia y espera.
En
el Evangelio (cf. Mc 13,33-37) Jesús nos exhorta a hacer atención y
a velar, para estar preparados para acogerlo en el momento de su
regreso. Él nos dice: “Ten cuidado, permanece despierto: porque no
sabes cuándo será el momento […]; si llega de improviso no os
encuentre dormidos” (vv.33-3).
La
persona que presta atención es aquella que, en medio del ruido del
mundo, no se deja llevar por la distracción o la superficialidad,
sino que vive de manera plena y consciente, con una preocupación
dirigida sobre todo a los demás. Con esta actitud, nos damos cuenta
de las lágrimas y las necesidades del prójimo y también podemos
comprender las capacidades y cualidades humanas y espirituales. La
persona atenta se dirige enseguida al mundo, tratando de combatir la
indiferencia y la crueldad presentes en él, y regocijándose en los
tesoros de la belleza que existen y deben ser protegidos.
Se
trata de tener una mirada de comprensión para reconocer también las
miserias y las pobrezas de los individuos y la sociedad, lo mismo que
la riqueza oculta en las pequeñas cosas de cada día, exactamente
donde el Señor nos ha puesto.
La
persona vigilante es la que acoge la invitación a vigilar, es decir,
no dejarse abrumar por el sueño del desaliento, la falta de
esperanza, la decepción; y al mismo tiempo rebrote la solicitud de
las muchas vanidades con las que el mundo se desborda y detrás de
las cuales, a veces, se sacrifica el tiempo y la serenidad personal y
familiar. Esta es la dolorosa experiencia del pueblo de Israel según
lo relatado por el profeta Isaías: Dios parecía haber dejado vagar
a su pueblo lejos de sus caminos (63,17), pero era un efecto de la
infidelidad del mismo pueblo (ver 64,4b). Nosotros también, a
menudo, nos encontramos en esta situación de infidelidad a la
llamada del Señor: nos señala el camino correcto, el camino de la
fe y el amor, pero buscamos nuestra felicidad en otra parte.
Estar
atentos y vigilantes son las presuposiciones para no continuar
“vagando lejos de los caminos del Señor”, perdidos en nuestros
pecados y en nuestras infidelidades. Estar atentos y vigilantes
son las condiciones para permitir que Dios irrumpa en nuestra
existencia, para darle significado y valor por su presencia llena de
bondad y ternura. Que la Santísima Virgen, modelo en la espera
de Dios y el ícono de la vigilancia, nos conduzca al encuentro de su
hijo Jesús, reviviendo nuestro amor por él.
04.12.17
04.12.17
“¡La vocación es hoy! ¡La misión cristiana es para el presente!”
Mensaje
del Papa: 53ª Jornada de Oración por las Vocaciones
–(4
Dic. 2017).- “¡La vocación es hoy! ¡La misión cristiana es para
el presente! Y cada uno de nosotros está llamado —a la vida
laical, en el matrimonio; a la sacerdotal, en el ministerio ordenado,
o a la de especial consagración— a convertirse en testigo del
Señor, aquí y ahora”, dice el Papa Francisco.
El
22 de abril de 2018, IV domingo de Pascua, se celebrará la 55a
Jornada Mundial de Oración por las vocaciones cuyo tema este
año es Escuchar, discernir, vivir la llamada del Señor.
“La
llamada del Señor no es tan evidente como todo aquello que podemos
oír, ver o tocar en nuestra experiencia cotidiana. Dios viene de
modo silencioso y discreto, sin imponerse a nuestra libertad”, dice
el Papa Francisco.
En
cuanto al discernimiento, el Papa indica que cada uno de
nosotros puede descubrir su propia vocación sólo mediante el
discernimiento espiritual, un «proceso por el cual la persona llega
a realizar, en el diálogo con el Señor y escuchando la voz del
Espíritu, las elecciones fundamentales, empezando por la del estado
de vida».
En
estos tiempos inquietos en que vivimos, “el misterio de la
Encarnación nos recuerda que Dios siempre nos sale al encuentro y es
el Dios-con-nosotros”, que pasa por los caminos a veces
polvorientos de nuestra vida y, conociendo nuestra ardiente nostalgia
de amor y felicidad, “nos llama a la alegría”, señala el Santo
Padre.
Mensaje
del Papa Francisco
Escuchar,
discernir, vivir la llamada del Señor
Queridos
hermanos y hermanas:
El
próximo mes de octubre se celebrará la XV Asamblea General
Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que estará dedicada a los
jóvenes, en particular a la relación entre los jóvenes, la fe y la
vocación. En dicha ocasión tendremos la oportunidad de profundizar
sobre cómo la llamada a la alegría que Dios nos dirige es el centro
de nuestra vida y cómo esto es el «proyecto de Dios para los
hombres y mujeres de todo tiempo» (Sínodo de los Obispos, XV
Asamblea General Ordinaria, Los jóvenes, la fe y el
discernimiento vocacional, introducción).
Esta
es la buena noticia, que la 55ª Jornada Mundial de Oración por las
Vocaciones nos anuncia nuevamente con fuerza: no vivimos inmersos en
la casualidad, ni somos arrastrados por una serie de acontecimientos
desordenados, sino que nuestra vida y nuestra presencia en el mundo
son fruto de una vocación divina.
También
en estos tiempos inquietos en que vivimos, el misterio de la
Encarnación nos recuerda que Dios siempre nos sale al encuentro y es
el Dios-con-nosotros, que pasa por los caminos a veces polvorientos
de nuestra vida y, conociendo nuestra ardiente nostalgia de amor y
felicidad, nos llama a la alegría. En la diversidad y la
especificidad de cada vocación, personal y eclesial, se necesita
escuchar, discernir y vivir esta palabra que nos
llama desde lo alto y que, a la vez que nos permite hacer fructificar
nuestros talentos, nos hace también instrumentos de salvación en el
mundo y nos orienta a la plena felicidad.
Estos
tres aspectos —escucha, discernimiento y vida—
encuadran también el comienzo de la misión de Jesús, quien,
después de los días de oración y de lucha en el desierto, va a su
sinagoga de Nazaret, y allí se pone a la escucha de la Palabra,
discierne el contenido de la misión que el Padre le ha confiado y
anuncia que ha venido a realizarla «hoy» (cf. Lc4,16-21).
Escuchar
La
llamada del Señor —cabe decir— no es tan evidente como todo
aquello que podemos oír, ver o tocar en nuestra experiencia
cotidiana. Dios viene de modo silencioso y discreto, sin imponerse a
nuestra libertad. Así puede ocurrir que su voz quede silenciada por
las numerosas preocupaciones y tensiones que llenan nuestra mente y
nuestro corazón.
Es
necesario entonces prepararse para escuchar con profundidad su
Palabra y la vida, prestar atención a los detalles de nuestra vida
diaria, aprender a leer los acontecimientos con los ojos de la fe, y
mantenerse abiertos a las sorpresas del Espíritu.
Si
permanecemos encerrados en nosotros mismos, en nuestras costumbres y
en la apatía de quien desperdicia su vida en el círculo restringido
del propio yo, no podremos descubrir la llamada especial y personal
que Dios ha pensado para nosotros, perderemos la oportunidad de soñar
a lo grande y de convertirnos en protagonistas de la historia única
y original que Dios quiere escribir con nosotros.
También
Jesús fue llamado y enviado; para ello tuvo que, en silencio,
escuchar y leer la Palabra en la sinagoga y así, con la luz y la
fuerza del Espíritu Santo, pudo descubrir plenamente su significado,
referido a su propia persona y a la historia del pueblo de Israel.
Esta
actitud es hoy cada vez más difícil, inmersos como estamos en una
sociedad ruidosa, en el delirio de la abundancia de estímulos y de
información que llenan nuestras jornadas. Al ruido exterior, que a
veces domina nuestras ciudades y nuestros barrios, corresponde a
menudo una dispersión y confusión interior, que no nos permite
detenernos, saborear el gusto de la contemplación, reflexionar con
serenidad sobre los acontecimientos de nuestra vida y llevar a cabo
un fecundo discernimiento, confiados en el diligente designio de Dios
para nosotros.
Como
sabemos, el Reino de Dios llega sin hacer ruido y sin llamar la
atención (cf. Lc 17,21), y sólo podemos percibir sus signos
cuando, al igual que el profeta Elías, sabemos entrar en las
profundidades de nuestro espíritu, dejando que se abra al
imperceptible soplo de la brisa divina (cf. 1 R 19,11-13).
Discernir
Jesús,
leyendo en la sinagoga de Nazaret el pasaje del profeta Isaías,
discierne el contenido de la misión para la que fue enviado y lo
anuncia a los que esperaban al Mesías: «El Espíritu del Señor
está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar
a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos,
la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de
gracia del Señor» (Lc 4,18-19).
Del
mismo modo, cada uno de nosotros puede descubrir su propia vocación
sólo mediante el discernimiento espiritual, un «proceso por el cual
la persona llega a realizar, en el diálogo con el Señor y
escuchando la voz del Espíritu, las elecciones fundamentales,
empezando por la del estado de vida» (Sínodo de los Obispos, XV
Asamblea General Ordinaria, Los jóvenes, la fe y el
discernimiento vocacional, II, 2).
Descubrimos,
en particular, que la vocación cristiana siempre tiene una dimensión
profética. Como nos enseña la Escritura, los profetas son enviados
al pueblo en situaciones de gran precariedad material y de crisis
espiritual y moral, para dirigir palabras de conversión, de
esperanza y de consuelo en nombre de Dios. Como un viento que levanta
el polvo, el profeta sacude la falsa tranquilidad de la conciencia
que ha olvidado la Palabra del Señor, discierne los acontecimientos
a la luz de la promesa de Dios y ayuda al pueblo a distinguir las
señales de la aurora en las tinieblas de la historia.
También
hoy tenemos mucha necesidad del discernimiento y de la profecía; de
superar las tentaciones de la ideología y del fatalismo y descubrir,
en la relación con el Señor, los lugares, los instrumentos y las
situaciones a través de las cuales él nos llama. Todo cristiano
debería desarrollar la capacidad de «leer desde dentro» la vida e
intuir hacia dónde y qué es lo que el Señor le pide
para ser continuador de su misión.
Vivir
Por
último, Jesús anuncia la novedad del momento presente, que
entusiasmará a muchos y endurecerá a otros: el tiempo se ha
cumplido y el Mesías anunciado por Isaías es él, ungido para
liberar a los prisioneros, devolver la vista a los ciegos y proclamar
el amor misericordioso de Dios a toda criatura. Precisamente «hoy
—afirma Jesús— se ha cumplido esta Escritura que acabáis de
oír» (Lc 4,20).
La
alegría del Evangelio, que nos abre al encuentro con Dios y con los
hermanos, no puede esperar nuestras lentitudes y desidias; no llega a
nosotros si permanecemos asomados a la ventana, con la excusa de
esperar siempre un tiempo más adecuado; tampoco se realiza en
nosotros si no asumimos hoy mismo el riesgo de hacer una elección.
¡La vocación es hoy! ¡La misión cristiana es para el presente! Y
cada uno de nosotros está llamado —a la vida laical, en el
matrimonio; a la sacerdotal, en el ministerio ordenado, o a la de
especial consagración— a convertirse en testigo del Señor, aquí
y ahora.
Este
«hoy» proclamado por Jesús nos da la seguridad de que Dios, en
efecto, sigue «bajando» para salvar a esta humanidad nuestra y
hacernos partícipes de su misión. El Señor nos sigue llamando a
vivir con él y a seguirlo en una relación de especial cercanía,
directamente a su servicio. Y si nos hace entender que nos llama a
consagrarnos totalmente a su Reino, no debemos tener miedo. Es
hermoso —y es una gracia inmensa— estar consagrados a Dios y al
servicio de los hermanos, totalmente y para siempre.
El
Señor sigue llamando hoy para que le sigan. No podemos esperar a ser
perfectos para responder con nuestro generoso «aquí estoy», ni
asustarnos de nuestros límites y de nuestros pecados, sino escuchar
su voz con corazón abierto, discernir nuestra misión personal en la
Iglesia y en el mundo, y vivirla en el hoy que Dios nos da.
María
Santísima, la joven muchacha de periferia que escuchó, acogió y
vivió la Palabra de Dios hecha carne, nos proteja y nos acompañe
siempre en nuestro camino.
Vaticano,
3 de diciembre de 2017
Primer
Domingo de Adviento
FRANCISCO
05.12.17
05.12.17
Santa Marta: “La humildad sin humillaciones no es humildad”
Reflexión
del Papa en la Misa del 5 de diciembre
(5
Dic. 2017).- “Hay un signo, una señal única: aceptar las
humillaciones. La humildad sin humillaciones no es humildad”,
exhorta el Papa Francisco.
Esta
mañana, del martes 5 de diciembre, en la Misa celebrada en la
capilla de Santa Marta, el Santo Padre ha tomado un pasaje del
profeta Isaías para reflexionar sobre la humildad, “una dote
indispensable en la vida del cristiano”, recordó el Papa
Francisco.
“¿Y
cuál es el estilo de vida del cristiano?”, ha planteado el
Pontífice. “Un estilo –ha respondido– como el de Jesús, de
humildad”: “Humilde es aquel hombre, aquella mujer, que es capaz
de soportar las humillaciones como las ha soportado Jesús, el gran
humillado”, anunció el Santo Padre.
Pequeño
brote
Francisco
ha recordado que todo cristiano es como “un pequeño brote donde se
posará el Espíritu del Señor, Espíritu de sabiduría y de
inteligencia, Espíritu de consejo y de fortaleza, Espíritu de
conocimiento y de temor del Señor”, y el deber del cristiano debe
ser sencillamente “custodiar el brote que crece en nosotros,
custodiar el crecimiento, custodiar al Espíritu”.
“Se
necesita fe y humildad para creer que este brote, este don tan
pequeño llegará a la plenitud de los dones del Espíritu Santo. Se
necesita humildad para creer que el Padre, Señor del Cielo y de la
Tierra, como dice el Evangelio de hoy, ha escondido estas cosas a los
sabios, a los doctos, y las ha revelado a los pequeños”, ha
explicado el Papa Francisco.
“Humildad
es ser pequeño, como el brote pequeño, que crece cada día,
pequeño, que tiene necesidad del Espíritu Santo para poder ir
adelante, hacia la plenitud de la propia vida”, ha indicado.
“Algunos
creen que ser humilde – observó el Papa Francisco – es ser
educado, cortés, cerrar los ojos en la oración”… “No, ser
humilde no es eso”.
06.12.17
06.12.17
Academias Pontificias: “Atesorad el patrimonio de la tradición latina para educar”
Mensaje
del Papa en la Sesión de las Academias Pontificias
(5
Dic. 2017).- “Hablad al corazón de los jóvenes, atesorad el rico
patrimonio de la tradición latina para educarlos en el camino de la
vida, y acompañarlos a lo largo de senderos llenos de esperanza y
confianza, basándoos en la experiencia y la sabiduría”, ha dicho
el Papa Francisco.
El
Papa Francisco ha enviado un Mensaje a los participantes en la XXII
Sesión pública de las Academias Pontificias sobre el tema: “Caminos
de investigación en la tradición latina”, celebrado hoy, 5 de
diciembre de 2017, en el Palacio de la Cancillería de Roma.
Las
obras han sido presentadas por el Card. Gianfranco Ravasi, Presidente
del Consejo Pontificio para la Cultura y del Consejo de Coordinación
entre Academias Pontificias. Durante la sesión, antes de entregar el
Premio de las Academias Pontificias este año, el Cardenal Secretario
de Estado Pietro Parolin leyó el Mensaje enviado por el Santo Padre.
Premiados
El
Papa Francisco ha otorgado el Premio de las Academias Pontificias, ex
aequo, al
Dr. Pierra Chambert-Protat, por su tesis doctor Disticha
atribuida
a San Ambrosio.
Además,
ha concedido la Medalla del Pontificado a la Dra. Shari Boodts por la
edición crítica de los Sermones
de
San Agustín y al Grupo de Profesores de Latín de la Universidad de
Tolosa 2, por la publicación de un valioso manual en latín para
estudiantes universitarios.
El
Santo Padre Francisco otorga estos premios con el deseo de “alentar
y apoyar a quienes, en el estudio de la lengua y la cultura latina,
se esfuerzan por ofrecer una contribución seria y valiosa al
humanismo cristiano”.
Interioridad
del ser humano
Muchas
figuras –ha señalado Francisco– tanto del mundo clásico
grecorromano como del mundo cristiano han reflexionado “sobre la
interioridad del ser humano”, proponiendo numerosos textos que
“todavía hoy son de gran profundidad y actualidad y merecen no
caer en el olvido”.
“Entre
todos, un papel de absoluta preeminencia lo ocupa, ciertamente, San
Agustín, quien, a partir de su experiencia personal, testimoniada en
las Confesiones,
nos ofrece páginas inolvidables y sugestivas”, indica el Santo
Padre.
De
esta edición es protagonista por primera vez –aclara el Papa
Francisco– la Pontificia
Academia Latinitatis,
incorporada al Consejo de Coordinación de las Academias Pontificias
deseada por mi venerado predecesor Benedicto XVI con el Motu Proprio
atina
Lingua de
10 de noviembre de 2012, con el fin de “sustituir el empeño por un
mayor conocimiento y un uso más competente de la lengua latina,
tanto en el ámbito eclesial como en el más amplio mundo de la
cultura”.
Mensaje
del Papa Francisco
Para
el Venerable Hermano Cardenal Gianfranco Ravasi
Presidente
del Consejo Pontificio para la Cultura y del Consejo de Coordinación
entre las Academias Pontificias
Con
alegría y gratitud me dirijo a Usted con motivo de la XXII sesión
pública solemne de las Academias Pontificias, la manifestación que
se renueva cada año desde 1995, y que constituye el punto de
referencia de la trayectoria de las siete Academias Pontificias
reunidas en el Consejo de Coordinación que Usted preside. Esta
manifestación se asocia con la entrega del Premio de las Academias
Pontificias, organizado, de vez en vez, por cada una de ellos,
dependiendo del sector de competencia, para promover y sostener los
esfuerzos de cuantos, especialmente los jóvenes o las instituciones
que trabajan con los jóvenes, destacan en los sectores respectivos
por sus contribuciones significativas al proyecto que podríamos
definir como “humanismo cristiano”.
Por
lo tanto, me gustaría dirigir mi cordial saludo a todos vosotros,
cardenales, obispos, embajadores, académicos y amigos que
participáis en esta sesión pública solemne esperando vivamente que
esta ocasión represente para todos, pero especialmente para los
ganadores del Premio, un estímulo para la investigación y el
estudio en profundidad de los temas fundamentales dela visión
humanista cristiana.
De
esta edición es protagonista, por primera vez, la Pontificia
Academia Latinitatis,
incorporada al Consejo de Coordinación de las Academias Pontificias
tras su institución, deseada por mi venerado predecesor Benedicto
XVI con el Motu Proprio Latina
Lingua de
10 de noviembre de 2012, con el fin de “sustituir el empeño por un
mayor conocimiento y un uso más competente de la lengua latina,
tanto en el ámbito eclesial como en el más amplio mundo de la
cultura”. (n.4).
Dirijo,
pues, un saludo particular al presidente de la Academia, el profesor
Ivano Dionigi, y todos los académicos, dándoles las gracias por su
compromiso activo, atestiguado sobre todo por la revista Latinitas,
que
se propone como un punto de referencia cualificado y competente para
los estudiosos y los amantes de la lengua y la cultura latina.
También
me congratulo con vosotros por la elección del tema de esta sesión
pública: “In
interiore homine“.
Caminos de investigación en la tradición latina”, que, de hecho,
quiere conjugar los itinerarios de investigación recorridos por los
autores latinos, clásicos y cristianos, con una temática
absolutamente central, no solo en la experiencia cristiana sino
también en la simplemente humana. El tema de la interioridad, del
corazón, de la conciencia y del conocimiento de sí mismo se
encuentra, efectivamente, en todas las culturas, así como en las
diferentes tradiciones religiosas y, significativamente, se replantea
con gran urgencia y fuerza también en nuestro tiempo, a menudo
caracterizado por las apariencias, la superficialidad, la escisión
entre corazón y mente, entre interioridad y exterioridad, entre
conciencia y comportamiento. Los momentos de crisis, de cambio, de
transformación no solo de las relaciones sociales sino sobre todo de
la persona y de su identidad más profunda, llaman, inevitablemente,
a la reflexión sobre la interioridad, sobre la esencia íntima del
ser humano.
Una
página del Evangelio nos ayuda a reflexionar sobre la cuestión: Se
trata de la parábola del Padre misericordioso. En su parte central
leemos la afirmación referida al “hijo pródigo”: «In
se autem reversus dixit: […] “Surgam et ibo ad patrem meum“.
Y entrando en sí mismo, dijo: […] “Me levantaré e iré a mi
padre” (Lc 15: 17-18). El itinerario de la vida cristiana y de la
misma vida humana bien puede resumirse en este dinamismo, primero
interior y luego exterior, que inicia el camino de la conversión,
del cambio profundo, coherente y no hipócrita, y por lo tanto del
auténtico desarrollo integral de la persona.
Muchas
figuras, tanto del mundo clásico grecorromano como del mundo
cristiano – pienso, sobre todo en los Padres de la Iglesia y en los
escritores latinos del primer milenio cristiano – han reflexionado
sobre este dinamismo, sobre la interioridad del ser humano,
proponiendo numerosos textos que todavía hoy son de gran profundidad
y actualidad y merecen no caer en el olvido.
Entre
todos, un papel de absoluta preeminencia lo ocupa, ciertamente, San
Agustín, quien, a partir de su experiencia personal, testimoniada en
las Confesiones,
nos ofrece páginas inolvidables y sugestivas. Por ejemplo en De
vera religione,
se pregunta lo que constituye la verdadera armonía y, resumiendo,
tanto la antigua sabiduría – desde la máxima “Conócete a ti
mismo”, grabada en el templo de Apolo en Delfos, hasta las frases
similares de Séneca – como las palabras evangélicas, afirma:
“Noli
foras ire, in teipsum redi; in interiore homine habitat veritas; et
si tuam naturam mutabilem inveneris, trascende et teipsum».
“No quieras derramarte fuera; entra dentro de ti mismo, porque en
el hombre interior reside la verdad; y si hallares que tu naturaleza
es mudable, trasciéndete a ti mismo.”(39,72).
Su
reflexión se convierte, más adelante, en un fuerte llamamiento en
el Comentario
sobre el Evangelio de Juan (18.10):
“Redite
ad cor: quid itis a vobis, et peritis ex vobis? Quid itis solitudinis
vias?».“¡Regresad
al corazón! ¿Por qué os vais de vosotros y perecéis por vosotros?
¿Por qué vais por caminos solitarios? Erráis vagando”. Luego,
renovando la invitación, indica la meta, la patria del itinerario
humano: “Redi
ad cor; vide ibi quid sentias forte de Deo, quia ibi est imago Dei.
In interiore homine habitat Christus, in interiore homine renovaris
ad imaginem Dei, in imagine sua cognosce auctorem eius”..
“Regresa al corazón: allí ve qué percibes quizá de Dios, porque
allí está la imagen de Dios. En el hombre interior habita Cristo en
el hombre interior eres renovado a imagen de Dios, en su imagen
conoce a su autor.”(ibid).
Estas
frases tan sugestivas son de extraordinario interés también para
nuestros días y tendríamos que repetírnoslas a nosotros mismos, a
aquellos con quienes compartimos nuestro humano recorrido,
especialmente a los más jóvenes, que comienzan la gran aventura de
la vida y, a menudo, se quedan atrancados en los laberintos de la
superficialidad y de la banalidad, del éxito exterior que esconde un
vacío interior, de la hipocresía que enmascara la escisión entre
la apariencia y el corazón, entre el cuerpo hermoso y cuidado y el
alma vacía y árida.
Queridos
amigos, como San Agustín, yo también quisiera hacer un llamamiento
a vosotros académicos, a los participantes en la sesión pública, y
especialmente a los que tienen la tarea de enseñar, de transmitir la
sabiduría de los padres, encerrada en los textos de la cultura
latina: Hablad al corazón de los jóvenes, atesorad el rico
patrimonio de la tradición latina para educarlos en el camino de la
vida, y acompañarlos a lo largo de senderos llenos de esperanza y
confianza, basándoos en la experiencia y la sabiduría de aquellos
que han tenido la alegría y el valor de “Regresar a sí mismos”
para seguir la propia identidad y la vocación humana.
Deseando,
ahora, alentar y apoyar a quienes, en el estudio de la lengua y la
cultura latina, se esfuerzan por ofrecer una contribución seria y
valiosa al humanismo cristiano, me complace otorgar el Premio de las
Academias Pontificias, ex
aequo,
al Dr. Pierre Chambert-Protat por su tesis doctoral sobre Floro di
Lyon, y al Dr. Francesco Lubian, por la publicación crítica de los
Disticha
atribuida
a San Ambrosio.
Además,
para alentar el estudio del patrimonio de la cultura latina, me
complace otorgar la Medalla del Pontificado a la Dra. Shari Boodts
por la edición crítica de los Sermones
de
San Agustín y al Grupo de Profesores de Latín de la Universidad de
Tolosa 2, por la publicación de un valioso manual en latín para
estudiantes universitarios.
Por
último, deseo a los académicos y a todos los participantes en el
encuentro un compromiso cada vez más fecundo en sus respectivos
campos de investigación, y encomiendo a todos y a cada uno de
vosotros a la Virgen María, modelo de interioridad que el Evangelio
de Lucas nos presenta dos veces, como aquella que “conservabat
omnia verba haec conferens in corde suo”
(Lc 2:19). Que ella os ayude a custodiar siempre la Palabra de Dios
en vuestro corazón para que sea la fuente luminosa e inagotable de
todos vuestros esfuerzos.
Os
imparto de todo corazón, a todos vosotros y a vuestras familias una
bendición apostólica especial.
Desde
el Vaticano, 5 de diciembre de 2017.
06.12.17
06.12.17
Audiencia: “Preparen su corazón para recibir al Señor que ya viene”
Palabras
del Papa a los visitantes de lengua española
(6
Dic. 2017).- El Papa Francisco ha celebrado esta mañana, 6 de
diciembre de 2017, la Audiencia general en el Aula Pablo VI,
recordando su reciente visita a Myanmar y Bangladesh, el 21º viaje
apostólico del Pontífice.
El
Santo Padre ha saludado a los visitantes de habla española, en
particular a los provenientes de España y Latinoamérica, y les ha
dirigido unas palabras en castellano, resumen de la catequesis
principal de la Audiencia general de hoy.
Les
ha animado, en este tiempo de Adviento, a “fortalecer su vida
cristiana con la oración, la escucha de la Palabra de Dios y las
obras de caridad, y, siguiendo el ejemplo de la Inmaculada Virgen
María, cuya solemnidad celebraremos pasado mañana, preparen su
corazón para recibir al Señor que ya viene”.
Ante
cientos de visitantes y peregrinos, llegados de Italia y de otros
países, como Argentina, México, España, Brasil, Polonia, Alemania,
Jordania y Oriente Medio, el Papa ha querido compartir con ellos y
dar gracias a Dios por el viaje apostólico.
“Mi
visita a Myanmar ha sido la primera de un Papa a aquel país; una
nación que a pesar de haber sufrido mucho, se encamina hacia una
nueva realidad de paz y libertad”. Allí –ha explicado Francisco–
la comunidad cristiana “es un pequeño fermento del Reino de Dios,
que ha sabido dar testimonio de la fe y que cuenta con una juventud
llena de esperanza y de alegría”.
Asimismo,
el Santo Padre ha narrado su encuentro con el Consejo Supremo de los
monjes budistas, con el que ha querido manifestar su deseo “de que
trabajemos unidos para ayudar a las personas a amar a Dios y al
prójimo, rechazando todo tipo de violencia”, ha indicado el
Pontífice.
Bangladesh
Siguiendo
las huellas del beato Pablo VI y de san Juan Pablo II, el Papa
Francisco visitó Bangladesh: “Ha sido un paso más en favor del
respeto y del diálogo entre el islam y el cristianismo. Ahí también
quise expresar también mi solidaridad con Bangladesh en su
compromiso por socorrer a los prófugos ‘Rohingya'”, ha contado
en la Audiencia general, esta mañana.
Dos
momentos de particular alegría han sido: la ordenación de 16
sacerdotes y el encuentro con los jóvenes, quienes con sus cantos y
danzas manifestaron la alegría del Evangelio, ha descrito Francisco.
“Fue muy significativo que estuvieran también presentes allí
jóvenes musulmanes y de otras religiones, siendo un signo éste de
esperanza para Bangladesh, para Asia y para el mundo entero”.
07.12.17
07.12.17
Federación Luterana Mundial: “Llamada a una fraternidad cada vez más real”
Discurso
del Papa a los miembros de la Federación:
(7
Dic. 2017).- “Todavía hay muchos, en nuestros días, que sufren
por el testimonio de Jesús: su heroísmo manso y pacífico es para
nosotros una llamada urgente a una fraternidad cada vez más real”,
ha exhortado el Papa Francisco.
Esta
mañana, a las 9:30 horas, el Santo Padre Francisco ha recibido en
audiencia a los miembros de la Presidencia de la Federación
Luterana Mundial.
“En
el camino, nos empujan los ejemplos de quienes sufrieron por el
nombre de Jesús y ya se han reconciliado por completo en la victoria
de Pascua. Todavía hay muchos, en nuestros días, que sufren por el
testimonio de Jesús: su heroísmo manso y pacífico es para nosotros
una llamada urgente a una fraternidad cada vez más real”, ha
anunciado el Santo Padre.
“Con
este estilo simple, ejemplar y radical, estamos llamados,
particularmente hoy, a proclamar el Evangelio, la prioridad de ser
cristianos en el mundo”, ha señalado Francisco.
La
unidad reconciliada entre los cristianos es parte indispensable de
ese anuncio: “¿Cómo anunciar el Evangelio de la reconciliación
sin comprometerse al mismo tiempo en la obra de la reconciliación de
los cristianos?” (Ut unum sint, 98), ha indicado.
Publicamos
a continuación el discurso que el Santo Padre ha dirigido a los
presentes durante el encuentro.
Discurso
del Papa Francisco
Querido
hermano, querido arzobispo Musa:
Le
saludo cordialmente junto con el Dr. Junge, Secretario general, a los
Vicepresidentes y los delegados de la Federación Luterana Mundial, y
al mismo tiempo le agradezco sus amables palabras, y me congratulo
con Usted por su reciente nombramiento como presidente.
Hoy
podemos recordar juntos como enseña la Escritura, lo que el Señor
ha obrado entre nosotros (ver Salmo 77: 12-13). El recuerdo va, en
particular, a los momentos que han jalonado ecuménicamente el Año
de la Conmemoración de la Reforma recién concluido. Me gusta
recordar especialmente el 31 de octubre de 2016, cuando rezamos en
Lund, donde se instituyó la Federación Luterana Mundial. Era
importante encontrarse ante todo en oración, porque no de proyectos
humanos, sino de la gracia de Dios, brota y florece el don de la
unidad entre los creyentes. Solo rezando podemos sostenernos unos a
otros. La oración purifica, fortalece, ilumina el camino, hace
proseguir. La oración es como el combustible de nuestro viaje hacia
la unidad plena. De hecho, el amor del Señor, al que recurrimos
mediante la oración, pone en movimiento el amor que nos acerca: de
ahí la paciencia de nuestra espera, la razón de nuestra
reconciliación, la fuerza para avanzar juntos. A partir de la
oración, que es “«alma» de la renovación ecuménica y de la
aspiración a la unidad; el diálgo “sobre ella se fundamenta y en
ella encuentra su fuerza” (cf. Lett Env. Ut unum sint, 28).
Cada
vez que rezamos podemos vernos unos a otros en la perspectiva
adecuada, la del Padre, cuya mirada se posa en nosotros amorosamente,
sin preferencias ni distinciones. Y en el Espíritu de Jesús, en
quien oramos, nos reconocemos como hermanos. Este es el punto desde
el cual comenzar y recomenzar siempre. Desde allí miramos también
a la historia pasada y damos gracias a Dios porque las divisiones,
aunque muy dolorosas, que nos han visto distantes y opuestos durante
siglos, en las últimas décadas han confluido en un camino de
comunión, en el camino ecuménico suscitado por el Espíritu
Santo. Nos ha llevado a abandonar los viejos prejuicios, como
aquellos sobre Martin Lutero y sobre la situación de la Iglesia
Católica en ese momento. El diálogo entre la Federación Luterana
Mundial y el Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de
los Cristianos, llevado adelante desde 1967, ha contribuido en gran
medida a esto; un diálogo para recordar con gratitud hoy, cincuenta
años después, reconociendo también algunos textos
particularmente importantes, como la Declaración conjunta sobre
la doctrina de la justificación y, por último, el documento Del
conflicto a la comunión.
Con
la memoria purificada, hoy podemos mirar con confianza hacia un
futuro que no está cargado con los contrastes y las preconcepciones
del pasado; un futuro en el que pesa la única deuda de amor mutuo
(ver Rom 13: 8); un futuro en el que estamos llamados a discernir los
dones que provienen de las diferentes tradiciones confesionales y
acogerlos como patrimonio común. Antes de las oposiciones, de las
diferencias y de las heridas del pasado, existe, efectivamente, la
realidad presente, común, fundacional y permanente de nuestro
Bautismo. Nos ha hecho hijos de Dios y hermanos entre nosotros. Por
lo tanto, nunca más podremos permitirnos ser adversarios o rivales.
Y si el pasado no puede cambiarse, el futuro nos interpela : no
podemos retirarnos ahora de buscar y promover una comunión mayor en
el amor y en la fe.
También
estamos llamados a estar atentos a la tentación de detenernos en el
camino. En la vida espiritual, como en la vida de la Iglesia, cuando
nos detenemos, retrocedemos: conformarnos, detenernos por miedo,
pereza, cansancio o conveniencia mientras se camina hacia el Señor
con nuestros hermanos, es declinar su invitación. Y para avanzar
juntos hacia Él no son suficientes las buenas ideas, sino que es
necesario dar pasos concretos y tender la mano. Sobre todo,
significa entregarnos a la caridad, mirando a los
pobres,
a los hermanos menores del Señor (ver Mt 25: 40): son nuestros
preciosos indicadores a lo largo del camino. Nos hará bien tocar sus
heridas con la fuerza sanadora de la presencia de Jesús y con el
bálsamo de nuestro servicio.
Con
este estilo simple, ejemplar y radical, estamos llamados,
particularmente hoy, a proclamar el Evangelio, la prioridad de ser
cristianos en el mundo. La unidad reconciliada entre los cristianos
es parte indispensable de ese anuncio: “¿Cómo anunciar el
Evangelio de la reconciliación sin comprometerse al mismo tiempo en
la obra de la reconciliación de los cristianos?” (Ut unum sint,
98). En el camino, nos empujan los ejemplos de quienes sufrieron por
el nombre de Jesús y ya se han reconciliado por completo en la
victoria de Pascua. Todavía hay muchos, en nuestros días, que
sufren por el testimonio de Jesús: su heroísmo manso y pacífico es
para nosotros una llamada urgente a una fraternidad cada vez más
real.
Querido
hermano, invoco cordialmente todas las bendiciones de Dios sobre
Usted y pido al Espíritu Santo, que une lo que está dividido, que
derrame sobre nosotros su sabiduría suave y valiente. Y os pido a
cada uno de vosotros que, por favor, recéis por mí. Gracias. 08.12.17
Fiesta de la Inmaculada: El cumplido más hermoso
La
Inmaculada es “siempre joven”, explica el Papa en el Ángelus
(8
dic. 2017).- “Un buen cumplido para una dama, es decirle
amablemente que se la ve joven”, ha dicho el Papa con humor:
“Cuando le decimos a María “llena de gracia”, de alguna manera
también le estamos diciendo eso, a un nivel más elevado. De hecho,
siempre la reconocemos como joven, porque jamás envejece por el
pecado.
El
Papa Francisco ha orado el Ángelus con los visitantes reunidos en la
Plaza San Pedro, este viernes 8 de diciembre de 2017, el día de la
solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen
María, festivo en Roma y en el Vaticano. Se ha presentado en la
ventana del despacho del Palacio Apostólico del Vaticano a las 12 h.
para introducir la oración mariana.
La
palabra de Dios era el “secreto” de María, ha explicado el Papa:
“Permaneciendo con Dios, dialogando con él en todas las
circunstancias, María ha embellecido su vida”. Y para concluir:
“No es la apariencia, no es lo que pasa, sino que es el corazón
vuelto hacia Dios lo que hace la vida sea más bella”.
Esta
es nuestra traducción completa, del italiano, de las palabras del
Papa Francisco.
Palabras
del Papa antes del Ángelus
Queridos
hermanos y hermanas, buenos días y buena fiesta!
Hoy
contemplamos la belleza de María Inmaculada. El Evangelio, que
relata el episodio de la Anunciación, nos ayuda a comprender lo que
celebramos, especialmente a través del saludo del ángel. Se dirige
a María con una palabra que no es fácil de traducir, que significa
“llena de gracia”, “creada por la gracia”, “llena de
gracia” (Lc 1,28). Antes de llamarla María, él la llama llena de
gracia, y así revela el nuevo nombre que Dios le ha dado y que le
conviene más que el nombre que le ha sido dado por sus padres.
Nosotros también la llamamos así en cada Ave María. ¿Qué quiere
decir llena de gracia? Que María está llena de la presencia de
Dios. Y si está totalmente habitada por Dios, no hay lugar en ella
para el pecado. Es una cosa extraordinaria, porque todo en el mundo,
por desgracia, está contaminado por el mal. Cada uno de nosotros,
mirándonos hacia adentro, vemos aspectos oscuros. Incluso los más
grandes santos eran pecadores y todas las realidades, incluso las más
bellas, se ven afectadas por el mal: todos excepto María. Ella es la
única, “oasis” siempre verde de la humanidad, la única que no
ha sido contaminada, creada Inmaculada para acoger plenamente, con su
“sí” a Dios que viene al mundo y para iniciar también así una
historia nueva. Cada vez que nosotros la reconocemos llena de gracia,
le hacemos el mayor cumplido, el mismo que hizo Dios. Un bello
cumplimiento hecho a una mujer, es decirle amablemente que ella tiene
un aire joven, cuando nosotros decimos a María llena de gracia, en
cierto sentido, le estamos diciendo esto a un nivel más alto, en
efecto nosotros la reconocemos siempre joven porque jamás envejece
por el pecado, hay una sola cosa que hace verdaderamente envejecer,
envejecer interiormente, no son los años, sino el pecado. El pecado
nos envejece porque endurece el corazón, lo cierra, lo hace inerte,
lo hace desvanecer. Pero la “llena de gracia” está vacía de
pecado. Así que siempre es joven, es” más joven que el pecado”
es la “más joven del género humano” (G. Bernanos, Diario de un
cura rural, II, 1988, p 175.).
Hoy
la Iglesia felicita a María llamándola la toda hermosa, toda
pulcra. Como su juventud no es una cuestión de edad, así su belleza
no es exterior. María, como se muestra en el Evangelio de hoy, no
sobresale en apariencia, de una familia sencilla, ella vivió
humildemente en Nazaret, un pueblo casi desconocido. Ella no era
conocida, incluso cuando el ángel la visitó nadie lo supo, ese día
no había ningún periodista. La Virgen María no tenía ni siquiera
una vida cómoda, sino preocupaciones y temores: ella “se turbó”
(v. 29), dice el Evangelio, y cuando el ángel “se alejó de ella”,
(v. 38) los problemas comenzaron a aumentar
Sin
embargo la “llena de gracia” ha vivido una vida bella. ¿Cuál
era su secreto? Todavía podemos verlo mirando la escena de la
Anunciación. En muchas pinturas de María aparece sentado delante
del ángel con un pequeño libro en la mano. Este libro es la
Escritura. Así María tenía la costumbre de escuchar a Dios y pasar
tiempo con él. La Palabra de Dios era su secreto: cerca de su
corazón, y luego se hizo carne en su vientre. Permaneciendo con
Dios, conversando con él en todas las circunstancias, María ha
embellecido su vida. No es la apariencia, no es lo que pasa, sino que
es el corazón vuelto hacia Dios lo que hace la vida hermosa. Hoy
miremos con alegría a la llena de gracia. Pidámosle que nos ayude a
permanecer jóvenes diciendo, “no” al pecado y vivir una vida
hermosa, diciendo “sí” a Dios. 09.12.17
Ángelus: Hablar con dulzura, para preparar la venida de Cristo dulce y humilde de corazón
“El
Salvador es capaz de transformar nuestra vida por la fuerza del amor”
(10
dic. 2017).- “El Salvador que
estamos esperando es capaz de transformar nuestras vidas, con la
fuerza del Espíritu Santo, por la fuerza del amor”, dice el Papa
Francisco, que invita a la dulzura y a la humildad, en la preparación
para la Navidad.
El
Papa ha comentado las lecturas de la misa del día, antes del Ángelus
del mediodía, en la Plaza San Pedro, este domingo 10 de diciembre de
2017, segundo domingo de Adviento.
“El
Espíritu Santo difunde el amor de Dios en los corazones, fuente
inagotable de purificación, de vida nueva y de libertad”, añadió
el Papa.
“Ha
invitado a quitar los obstáculos” a la venida de Cristo: a la
falta de oración, orando más intensamente, a la falta de caridad,
estando más atentos a las necesidades – materiales y espirituales
– de los más necesitados, a la falta de humildad, ejerciendo la
dulzura, especialmente en la manera de hablar, para “preparar la
venida del Salvador que es dulce y humilde de corazón”.
Esta
es la traducción de las palabras pronunciadas, en italiano, antes de
la oración del Ángelus
Alocución
del Papa Francisco antes del Ángelus
¡Queridos
hermanos y hermanas, buenos días!
El
domingo pasado, comenzamos el Adviento con la invitación de vigilar.
Hoy segundo domingo de este tiempo de preparación para la Navidad,
la liturgia nos indica contenidos específicos, es un tiempo para
reconocer los caminos que colmen nuestras vidas, suavizar las
asperezas del orgullo y hacer espacio a Jesús que viene. El profeta
Isaías se dirige al pueblo anunciando el fin del exilio en Babilonia
y el retorno a Jerusalén. Profetiza: “Una voz grita: `en el
desierto, preparad el camino al Señor`[…]. Que todo valle sea
elevado”(40,3). Los valles elevados representan todos los vacíos
de nuestro comportamiento delante de Dios, todos nuestros pecados de
omisión.
Un
vacío de nuestra vida puede ser el hecho de que no oremos o de que
oremos poco. Entonces el adviento es el momento favorable para orar
más intensamente, para reservar a la vida espiritual el lugar
importante que le corresponde.
Otro
vacío podría ser la falta de caridad hacía el prójimo, sobre todo
hacia las personas que más necesidad tienen de ayuda, no solamente
material, sino también espiritual. Estamos llamados a estar más
atentos a las necesidades de los otros, de los más cercanos.
Como
Juan Bautista, de esta manera podemos abrir caminos de esperanza en
el desierto de los corazones áridos de tantas personas.
“Que
todo monte y cerro sea rebajado” (v.4), exhorta Isaías. Las
montañas y las colinas que deben de estar rebajadas son el orgullo,
la soberbia, la dominación, allá donde hay orgullo, dominación y
soberbia, el Señor no puede entrar porque este corazón está lleno
de orgullo, de dominación, de soberbia, debemos abajar este orgullo.
Debemos
asumir actitudes de dulzura y de humildad, sin grandezas: escuchar
hablar con dulzura, y así preparar la venida del Salvador que es
dulce y humilde de corazón (Mt. 11-29).
Y
después se nos pide eliminar todos los obstáculos que ponemos en
nuestra unión con el Señor “Vuélvase lo escabroso llano y las
cimas en amplios valles!, entonces se revelará la Gloria del Señor,
dice Isaías, y todos los hombres juntos la verán. (Is 40, 4-5).
Pero estas acciones deben estar hechas con alegría, porque se
enfocan a la preparación de llegada de Jesús. Cuando nosotros
esperamos en casa la visita de una persona querida, nosotros
preparamos todo con mucho cuidado y felicidad. De la misma manera
queremos prepararnos para la venida del Señor: esperarlo cada día
con solicitud, para ser llenos de su gracia cuando venga.
El
Salvador que estamos esperando es capaz de transformar nuestra vida
por la fuerza del Espíritu Santo, por la fuerza del amor. El
Espíritu Santo difunde el amor de Dios en los corazones, una fuente
inagotable de purificación, vida nueva y libertad.
La
Virgen María ha vivido esta realidad en plenitud dejándose “guiar”
en el Espíritu Santo que la ha inundado de su poder. Que ella, que
ha preparado la venida de Cristo por la totalidad de su existencia,
nos ayude a seguir su ejemplo y que guie nuestros pasos al encuentro
del Señor que viene.
Angelus
Domini nuntiavit Mariae…
11.12.17
11.12.17
Santa Marta: “Dejarse consolar por el Señor en lugar de quejas y rencores”
Primera
Lectura tomada del Profeta Isaías (Is 35, 1-10)
(11
Dic. 2017).- “Dejarse consolar por el Señor en lugar de preferir
las quejas y los rencores”, ha aconsejado el Papa Francisco.
Esta
fue la exhortación del Santo Padre en la Misa matutina celebrada
esta mañana, 11 de diciembre de 2017, en la capilla de la Casa de
Santa Marta, donde el Papa reflexionó sobre la Primera Lectura
tomada del Profeta Isaías (Is 35, 1-10) en la que el Señor promete
a su pueblo la consolación.
El
Papa Francisco concluyó su homilía afirmando que el mensaje de la
Liturgia del día es el de “dejarse consolar por el Señor”: “El
Señor ha venido a consolarnos”, afirmó el Papa. El mismo San
Ignacio “nos dice que es bueno contemplar el oficio de consolador
de Cristo” ha explicado Francisco, asemejándolo al modo con que
algunos amigos consuelan a los demás.
Y,
después, “basta pensar en la mañana de la Resurrección en el
Evangelio de Lucas –ha continuado el Papa– cuando Jesús se
aparece a los apóstoles y era tanta la alegría que no podían
creerlo”. Muchas veces – indicó el Santo Padre– el consuelo
del Señor “nos parece una maravilla”.
“Pero
no es fácil dejarse consolar; es más fácil consolar a los demás
que dejarse consolar. Porque tantas veces nosotros estamos apegados a
lo negativo, estamos apegados a la herida del pecado dentro de
nosotros y, muchas veces, preferimos permanecer allí, solos, o sea
en la cama, como aquel del Evangelio, aislados, allí, y no
levantarnos. `Levántate´ es la palabra de Jesús, siempre:
`Levántate´”.
“Y
no es fácil” –ha señalado Francisco– porque para dejarse
consolar por el Señor “debemos despojarnos de nuestros egoísmos,
de aquellas cosas que son el propio tesoro, ya sea la amargura, o las
quejas, o tantas cosas”, ha propuesto el Papa.
“Nos
hará bien hoy, a cada uno de nosotros, hacer un examen de
conciencia: ¿cómo es mi corazón? ¿Tengo alguna amargura allí?
¿Tengo alguna tristeza? ¿Cómo es mi lenguaje? ¿Es de alabanza a
Dios, de belleza, o siempre de quejas? Y pedir al Señor la gracia
del coraje, porque en el coraje Él viene a consolarnos. Y decir:
Señor, ven a consolarnos”, ha exhortado el Pontífice.
12.12.17
Virgen de Guadalupe: “De ella queremos aprender a ser Iglesia con rostro mestizo”
Homilía
del Papa Francisco en la Eucaristía
(12
Dic. 2017).- “La Madre de Dios es figura de la Iglesia y de ella
queremos aprender a ser Iglesia con rostro mestizo, con rostro
indígena, afroamericano, rostro campesino, rostro cola, ala,
cacaxtle”, ha dicho el Papa Francisco.
El
Santo Padre ha celebrado la Eucaristía en la Basílica Vaticana hoy,
12 de diciembre de 2017, con ocasión de la Fiesta litúrgica de la
Beata Virgen María de Guadalupe.
“La
Madre de Dios es figura de la Iglesia (Lumen
Gentium,
63) y de ella queremos aprender a ser Iglesia con rostro mestizo, con
rostro indígena, afroamericano, rostro campesino, rostro cola, ala,
cacaxtle. Rostro pobre, de desempleado, de niño y niña, anciano y
joven para que nadie se sienta estéril ni infecundo, para que nadie
se sienta avergonzado o poca cosa”, ha señalado el Papa.
En
la homilía, Francisco hace un paralelismo entre Isabel y el indio
Juan Diego, dos personajes que se sintieron “poca cosa” a los
ojos de la Virgen: “Así podemos vislumbrarlo en el indiecito Juan
Diego cuando le dice a María «yo en verdad no valgo nada, soy
mecapal, soy cacaxtle, soy cola, soy ala, sometido a hombros y a
cargo ajeno, no es mi paradero ni mi paso allá donde te dignas
enviarme»”.
«¿Quién
soy yo para que la madre de mi Señor venga a visitarme?», son las
palabras de Isabel, “la mujer marcada por el signo de la
esterilidad, la encontramos cantando bajo el signo de la fecundidad y
del asombro”, señala el Papa Francisco.
El
Papa ha subrayado dos aspectos: Isabel, la mujer bajo el signo de la
esterilidad y bajo el signo de la fecundidad.
En
medio de esta dialéctica de fecundidad–esterilidad, el Santo Padre
ha animado a mirar la riqueza y la diversidad cultural de nuestros
pueblos de América Latina y el Caribe, “ella es signo de la gran
riqueza que somos invitados no sólo a cultivar sino, especialmente
en nuestro tiempo, a defender valientemente de todo intento
homogeneizador que termina imponiendo —bajo slogans atrayentes—
una única manera de pensar, de ser, de sentir, de vivir, que termina
haciendo inválido o estéril todo lo heredado de nuestros mayores;
que termina haciendo sentir, especialmente a nuestros jóvenes, poca
cosa por pertenecer a tal o cual cultura”.
Homilía
del Papa Francisco
El
Evangelio que acaba de ser proclamado es el prefacio de dos grandes
cánticos: el cántico de María conocido como el «Magníficat»
y el cántico de Zacarías, el «Benedictus»,
y me gusta llamarlo «el cántico de Isabel o de la fecundidad».
Miles de cristianos a lo largo y ancho de todo el mundo comienzan el
día cantando: «Bendito sea el Señor» y terminan la jornada
«proclamando su grandeza porque ha mirado con bondad la pequeñez de
los suyos». De esta forma, los creyentes de diversos pueblos, día a
día, buscan hacer memoria; recordar que de generación en generación
la misericordia de Dios se extiende sobre todo el pueblo como lo
había prometido a nuestros padres. Y en este contexto de memoria
agradecida brota el canto de Isabel en forma de pregunta: «¿Quién
soy yo para que la madre de mi Señor venga a visitarme?». A Isabel,
la mujer marcada por el signo de la esterilidad, la encontramos
cantando bajo el signo de la fecundidad y del asombro.
Quisiera
subrayar estos dos aspectos. Isabel, la mujer bajo el signo de la
esterilidad y bajo el signo de la fecundidad.
1.
Isabel
la mujer estéril,
con todo lo que esto implicaba para la mentalidad religiosa de su
época, que consideraba la esterilidad como un castigo divino fruto
del propio pecado o el del esposo. Un signo de vergüenza llevado en
la propia carne o por considerarse culpable de un pecado que no
cometió o por sentirse poca cosa al no estar a la altura de lo que
se esperaba de ella. Imaginemos, por un instante, las miradas de sus
familiares, de sus vecinos, de sí misma… esterilidad que cala
hondo y termina paralizando toda la vida. Esterilidad que puede tomar
muchos nombres y formas cada vez que una persona siente en su carne
la vergüenza al verse estigmatizada o sentirse poca cosa.
Así
podemos vislumbrarlo en el indiecito Juan Diego cuando le dice a
María «yo en verdad no valgo nada, soy mecapal, soy cacaxtle, soy
cola, soy ala, sometido a hombros y a cargo ajeno, no es mi paradero
ni mi paso allá donde te dignas enviarme». Así también este
sentimiento puede estar —como bien nos hacían ver los obispos
Latinoamericanos— en nuestras comunidades «indígenas y
afroamericanas, que, en muchas ocasiones, no son tratadas con
dignidad e igualdad de condiciones; o en muchas mujeres, que son
excluidas en razón de su sexo, raza o situación socioeconómica;
jóvenes, que reciben una educación de baja calidad y no tienen
oportunidades de progresar en sus estudios ni de entrar en el mercado
del trabajo para desarrollarse y constituir una familia; muchos
pobres, desempleados, migrantes, desplazados, campesinos sin tierra,
quienes buscan sobrevivir en la economía informal; niños y niñas
sometidos a la prostitución infantil, ligada muchas veces al turismo
sexual».
2.
Y junto a Isabel, la mujer estéril, contemplamos a Isabel
la mujer fecunda-asombrada.
Es ella la primera en reconocer y bendecir a María. Es ella la que
en la vejez experimentó en su propia vida, en su carne, el
cumplimiento de la promesa hecha por Dios. La que no podía tener
hijos llevó en su seno al precursor de la salvación. En ella,
entendemos que el sueño de Dios no es ni será la esterilidad ni
estigmatizar o llenar de vergüenza a sus hijos, sino hacer brotar en
ellos y de ellos un canto de bendición. De igual manera lo vemos en
Juan Diego. Fue precisamente él, y no otro, quien lleva en su tilma
la imagen de la Virgen: la Virgen de piel morena y rostro mestizo,
sostenida por un ángel con alas de quetzal, pelícano y guacamayo;
la madre capaz de tomar los rasgos de sus hijos para hacerlos sentir
parte de su bendición.
Pareciera
que una y otra vez Dios se empecina en mostrarnos que la piedra que
desecharon los constructores se vuelve piedra angular (cf. Sal
117,22).
Queridos
hermanos, en medio de esta dialéctica de fecundidad–esterilidad
miremos la riqueza y la diversidad cultural de nuestros pueblos de
América Latina y el Caribe, ella es signo de la gran riqueza que
somos invitados no sólo a cultivar sino, especialmente en nuestro
tiempo, a defender valientemente de todo intento homogeneizador que
termina imponiendo —bajo slogans atrayentes— una única manera de
pensar, de ser, de sentir, de vivir, que termina haciendo inválido o
estéril todo lo heredado de nuestros mayores; que termina haciendo
sentir, especialmente a nuestros jóvenes, poca cosa por pertenecer a
tal o cual cultura. En definitiva, nuestra fecundidad nos exige
defender a nuestros pueblos de una colonización ideológica que
cancela lo más rico de ellos, sean indígenas, afroamericanos,
mestizos, campesinos, o suburbanos.
La
Madre de Dios es figura de la Iglesia (Lumen
Gentium,
63) y de ella queremos aprender a ser Iglesia con rostro mestizo, con
rostro indígena, afroamericano, rostro campesino, rostro cola, ala,
cacaxtle. Rostro pobre, de desempleado, de niño y niña, anciano y
joven para que nadie se sienta estéril ni infecundo, para que nadie
se sienta avergonzado o poca cosa. Sino, al contrario, para que cada
uno al igual que Isabel y Juan Diego pueda sentirse portador de una
promesa, de una esperanza y pueda decir desde sus entrañas: «¡Abba!,
es decir, ¡Padre!» (Ga
4,6)
desde el misterio de esa filiación que, sin cancelar los rasgos de
cada uno, nos universaliza constituyéndonos pueblo. Hermanos, en
este clima de memoria agradecida por nuestro ser latinoamericanos,
cantemos en nuestro corazón el cántico de Isabel, el canto de la
fecundidad, y digámoslo junto a nuestros pueblos que no se cansan de
repetirlo: Bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto
de tu vientre, Jesús. 13.12.17
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