Chile: Francisco llama al cambio radical para luchar contra la “cultura del abuso”
Carta del Papa al pueblo chileno
(31 mayo 2018).- El Papa Francisco llama a la Iglesia chilena
a hacer un cambio radical para luchar contra la “cultura del
abuso”, en una carta
a los chilenos,
publicada el 31 de mayo de 2018 sobre el abuso sexual, la conciencia
y el poder cometidos en las últimas décadas.
“El
llanto de las víctimas ha llegado al cielo”, escribe con tristeza,
“no sabíamos cómo escuchar y actuar a tiempo”. “Nunca
más”, insiste en este mensaje que condena las “atrocidades”
cometidas.
Tras los
encuentros de los obispos chilenos con el Papa en
Roma, celebrados del 15 al 18 de mayo de 2018, y en el marco de la
jornada de equipos de conducción pastoral, la Conferencia Episcopal
de Chile ha publicado la carta de Francisco dirigida al pueblo
chileno.
En
el texto, el Papa enfatiza en que “hoy sabemos que la mejor palabra
que podemos dar frente al dolor causado es el compromiso para la
conversión personal, comunitaria y social que aprenda a escuchar y
cuidar especialmente a los más vulnerables. Urge, por tanto, generar
espacios donde la cultura del abuso y del encubrimiento no sea el
esquema dominante; donde no se confunda una actitud crítica y
cuestionadora con traición. Esto nos tiene que impulsar como Iglesia
a buscar con humildad a todos los actores que configuran la realidad
social y promover instancias de diálogo y constructiva confrontación
para caminar hacia una cultura del cuidado y protección”.
El
Santo Padre explica en su carta que la visita de Mons. Scicluna y
Mons. Bertomeu se origina al constatar que “existían situaciones
que no sabíamos ver y escuchar. Como Iglesia no podíamos seguir
caminando ignorando el dolor de nuestros hermanos”.
Falta
de reconocimiento
Luego,
sobre los encuentros con algunas víctimas de abuso sexual, de poder
y de conciencia, el Papa expresa su constatación sobre “cómo la
falta de reconocimiento/escucha de sus historias, como también del
reconocimiento/aceptación de los errores y las omisiones en todo el
proceso, nos impiden hacer camino. Un reconocimiento que quiere ser
más que una expresión de buena voluntad hacia las víctimas, más
bien quiere ser una nueva forma de pararnos frente a la vida, frente
a los demás y frente a Dios”.
“Santos
de la puerta de al lado”
Por
otro lado, Francisco comparte su alegría y esperanza al confirmar en
el diálogo con las víctimas “su reconocimiento de personas a las
que me gusta llamar “santos de la puerta de al lado”. Seríamos
injustos si al lado de nuestro dolor y nuestra vergüenza por estas
estructuras de abuso y encubrimiento que tanto se han perpetuado y
tanto mal han hecho, no reconociéramos a muchos fieles laicos,
consagrados, consagradas, sacerdotes, obispos que han dado la vida
por amor en las zonas más recónditas de la querida tierra chilena.
01.06.18Dar lo mejor de uno mismo’ en el deporte es una “llamada a aspirar a la santidad”
Mensaje del Papa Francisco
(1
junio 2018).- “Dar lo mejor de uno mismo en el deporte, es también
una llamada a aspirar a la santidad”, expresa el Papa Francisco en
el mensaje escrito con motivo del nuevo documento “Dar lo mejor
de uno mismo”, sobre la perspectiva cristiana del deporte y la
persona humana.
El
Santo Padre ha enviado esta carta al cardenal Kevin Farrell, Prefecto
del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, con motivo de
la publicación del nuevo texto por parte del organismo vaticano.
Francisco
propone que es “necesario” profundizar en la “estrecha
relación” que existe entre el deporte y la vida, para que puedan
iluminarse recíprocamente, para que el afán de superación en una
disciplina atlética sirva también de inspiración para “mejorar
siempre como persona” en todos los aspectos de la vida.
Mensaje
del Papa Francisco
Al
venerado hermano
Señor
Cardenal Kevin Farrell
Prefecto
del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida
Con
alegría recibí la noticia de la publicación del documento “Dar
lo mejor de uno mismo”, sobre la perspectiva cristiana del deporte
y la persona humana, que el Dicasterio para los Laicos, la Familia y
la Vida ha preparado con el objetivo de resaltar el papel de la
Iglesia en el mundo del deporte y de cómo el deporte puede ser un
instrumento de encuentro, de formación, de misión y santificación.
El
deporte es un lugar de encuentro donde personas de
todo nivel y condición social se unen para lograr un objetivo común.
En una cultura dominada por el individualismo y el descarte de las
generaciones más jóvenes y de los más mayores, el deporte es un
ámbito privilegiado en torno al cual las personas se encuentran sin
distinción de raza, sexo, religión o ideología y donde podemos
experimentar la alegría de competir por alcanzar una meta juntos,
formando parte de un equipo en el que el éxito o la derrota se
comparte y se supera; esto nos ayuda a desechar la idea de conquistar
un objetivo centrándonos solo en uno mismo. La necesidad del otro
abarca no solo a los compañeros de equipo sino también al
entrenador, los aficionados, la familia, en definitiva, todas
aquellas personas que con su entrega y dedicación hacen posible
llegar a “dar lo mejor de uno mismo”. Todo esto hace del deporte
un catalizador de experiencias de comunidad, de familia humana.
Cuando un padre juega con su hijo, cuando los chicos juegan juntos en
el parque o en la escuela, cuando el deportista celebra la victoria
con los aficionados, en todos esos ambientes se puede ver el valor
del deporte como lugar de unión y encuentro entre las personas. ¡Los
grandes objetivos, en el deporte como en la vida, los logramos
juntos, en equipo!
El
deporte es también un vehículo de formación. Quizás
hoy más que nunca debemos fijar la mirada en los jóvenes, puesto
que, cuanto antes se inicie el proceso de formación, más fácil
resultará el desarrollo integral de la persona a través del
deporte. ¡Sabemos cómo las nuevas generaciones miran y se inspiran
en los deportistas! Por eso, es necesaria la participación de todos
los deportistas, de cualquier edad y nivel, para que los que forman
parte del mundo del deporte sean un ejemplo en virtudes como la
generosidad, la humildad, el sacrificio, la constancia y la alegría.
Del mismo modo, deberían dar su aportación en lo que se refiere al
espíritu de equipo, el respeto, la competitividad y la solidaridad
con los demás. Es esencial que todos seamos conscientes de la
importancia que tiene el ejemplo en la práctica deportiva, ya que es
buen arado en tierra fértil que facilitará la cosecha siempre que
se cuide y se trabaje adecuadamente.
Por
último, quisiera resaltar el papel del deporte como medio de
misión y santificación. La Iglesia está llamada a ser un signo
de Jesús en medio del mundo, también a través del deporte en los
“oratorios”, en las parroquias y en las escuelas, en las
asociaciones, etc. Siempre es ocasión de llevar el mensaje de
Cristo, “a tiempo y a destiempo” (2 Tim4,2). Es
importante llevar, comunicar esta alegría que transmite el deporte,
que no es otra que descubrir las potencialidades de la persona, que
nos llaman a desvelar la belleza de la creación y del propio ser
humano puesto que está hecho a imagen y semejanza de Dios. El
deporte puede abrir el camino a Cristo en aquellos lugares o
ambientes donde por diferentes motivos no es posible anunciarlo de
manera directa. Y las personas con su testimonio de alegría, con la
práctica deportiva en comunidad, pueden ser mensajeras de la Buena
Noticia.
Dar
lo mejor de uno mismo en el deporte, es también una llamada a
aspirar a la santidad. Durante el reciente encuentro con los jóvenes
en preparación al Sínodo de los Obispos manifesté la convicción
de que todos los jóvenes allí presentes físicamente o a través de
las redes sociales, tenían el deseo y la esperanza de dar lo mejor
de uno mismo. He utilizado la misma expresión en la reciente
exhortación apostólica, recordando que el Señor tiene una forma
única y específica de llamada a la santidad para todos nosotros:
“Lo que interesa es que cada creyente discierna su propio camino y
saque a la luz lo mejor de sí, aquello tan personal que Dios ha
puesto en él” (Gaudete et Exsultate, 11).
Es
necesario profundizar en la estrecha relación que existe entre el
deporte y la vida, para que puedan iluminarse recíprocamente, para
que el afán de superación en una disciplina atlética sirva también
de inspiración para mejorar siempre como persona en todos los
aspectos de la vida. Tal búsqueda, con la ayuda de la gracia de
Dios, nos encamina a aquella plenitud de vida que nosotros llamamos
santidad. El deporte es una riquísima fuente de valores y virtudes
que nos ayudan a mejorar como personas. Como el atleta durante el
entrenamiento, la práctica deportiva nos ayuda a dar lo mejor de
nosotros mismos, a descubrir sin miedo nuestros propios límites, y a
luchar por mejorar cada día. De esta forma, “en la medida en que
se santifica, cada cristiano se vuelve más fecundo para el mundo”
(ibidem, 33). Para el deportista cristiano, la santidad será
entonces vivir el deporte como un medio de encuentro, de formación
de la personalidad, de testimonio y de anuncio de la alegría de ser
cristiano con los que le rodean.
Ruego
al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen, para que este
documento produzca frutos abundantes tanto en el compromiso eclesial
con la pastoral del deporte, como más allá de las fronteras de la
Iglesia. A todos los deportistas y los agentes de pastoral que se
reconocen en el gran “equipo” del Señor Jesús les pido por
favor que recen por mí y envío de corazón mi bendición.
Vaticano,
1 de junio de 2018.
Fiesta
de San Justino, mártir.
FRANCISCUS
02.06.18
Santa Marta: El Papa revela que hoy asistimos a una “gran persecución”
“No
sólo de los cristianos” advierte Francisco
(1
junio 2018).- Hoy asistimos a una “gran persecución”, no sólo
de los cristianos, sino también contra todo hombre y mujer, a través
de las “colonizaciones culturales, la guerra, el hambre, la
esclavitud”, ha expresado el Papa en su reflexión diaria en la
capilla de Santa Marta.
En
el fondo –ha continuado Francisco– el contemporáneo “es un
mundo de esclavos”: que el Señor nos dé la gracia de luchar y de
restablecer “con la fuerza de Jesucristo la imagen de Dios que está
en todos nosotros”.
La
homilía del Papa de este viernes, 1 de junio de 2018, se ha
inspirado hoy en la Primera Lectura del Apóstol san Pedro, en
la que se refiere a cómo en los siglos, la persecución de los
cristianos haya “prendido”, como un “incendio”, el Papa
explica cómo esa cara, “parte de la vida cristiana”, sea “una
bienaventuranza”: Jesús –ha recordado el Papa– fue perseguido
a causa de su fidelidad al Padre.
Cristianos
sin derechos
El
Pontífice ha observado: “La persecución es un poco ‘el aire’
del cual el cristiano vive aún hoy, porque también hoy hay muchos,
muchos mártires, muchos perseguidos por amor a Cristo. En muchos
países los cristianos no tienen derechos. Si llevas una cruz, vas a
la cárcel. Y hay gente en la cárcel; hay gente condenada a morir
por ser cristiana, hoy. Hubo personas asesinadas y el número hoy es
más alto que el de los mártires de los primeros días. ¡Son más!
Pero, esto no es noticia. Y por esto los noticieros, los periódicos,
no publican estas cosas. Pero los cristianos son perseguidos”.
Del
mismo modo, el Papa ha denunciado que ahora hay también persecución
hacia “cada hombre y mujer, porque son la imagen viviente de
Dios”: “Detrás de cada persecución, tanto a los cristianos
como a los humanos, está el diablo, está el demonio que trata de
destruir la confesión de Cristo en los cristianos y la imagen de
Dios en el hombre y la mujer.
Desde
el principio –ha continuado el Papa– trató de hacer esto –
podemos leerlo en el Libro del Génesis-: destruir esa armonía entre
el hombre y la mujer que el Señor creó, esa armonía que deriva del
ser imagen y semejanza de Dios. Y logró hacerlo. Logró hacerlo con
el engaño, la seducción… Con las armas que él utiliza. Siempre
hace así. Pero también hoy en día hay una fuerza, yo diría un
ensañamiento contra el hombre y la mujer, porque, de lo contrario,
no se explicaría esta ola creciente de destrucciones al hombre y la
mujer, al humano”.
03.06.18
03.06.18
Eucaristía, una puerta “entre la ciudad de Dios y la ciudad del hombre”
Entre el templo y el camino, entre
la fe y la historia
(3
junio 2018).- La presencia de Jesús vivo en la eucaristía es como
una puerta, una puerta abierta entre el templo y el camino, entre la
ciudad de Dios y la ciudad del hombre”, ha subrayado el Papa
Francisco en el Ángelus de este 3 de junio, fiesta del Santísimo
Sacramento.
“Cada
vez que celebramos la Eucaristía, a través de este Sacramento a la
vez sobrio y solemne, hacemos la experiencia de la Nueva Alianza, que
realiza en plenitud la comunión entre Dios y nosotros”, ha añadido
ante las 15.000 personas reunidas en la Plaza de San Pedro: “incluso
pequeños y pobres, colaboramos a la edificación de la historia
según el proyecto de Dios”.
La
Eucaristía, “nos enseña a ser más acogedores y disponibles hacia
aquellos que están en búsqueda de comprensión, de ayuda, de ánimo,
y que están marginados y solos”.
Palabras
del Papa Francisco
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy
en muchos países, como Italia, celebramos la solemnidad del Cuerpo y
Sangre de Cristo, o, según la expresión latina, del Corpus Domini.
El Evangelio nos recuerda las palabras de Jesús, pronunciadas en la
Última Cena con sus discípulos: “Tomad, este es mi cuerpo …Esta
es mi sangre, la sangre de la Alianza, derramada por la multitud”.
(Mc 14,22-24). En virtud de este testamento de amor, la comunidad
cristiana se reúne todos los domingos, y todos los días, alrededor
de la Eucaristía, sacramento del Sacrificio redentor de Cristo. Y
atraídos por su presencia real, los cristianos le adoran y le
contemplan a través del humilde signo del pan convertido en su
Cuerpo.
Cada
vez que celebramos la Eucaristía, a través de este Sacramento a la
vez sobrio y solemne, hacemos la experiencia de la Nueva Alianza, que
realiza en plenitud la comunión entre Dios y nosotros. Y en cuanto
que participantes de esta Alianza, incluso pequeños y pobres,
colaboramos a la edificación de la historia según el proyecto de
Dios? Por eso , toda celebración eucarística, en tanto que
constituye un acto de culto público a Dios, envía a la vida y a los
acontecimientos concretos de nuestra existencia Alimentando nos del
Cuerpo y de la Sangre de Cristo, somos asimilados a Él, recibimos en
nosotros su amor, no para guardarlo celosamente, sino para
compartirlo con los otros. Es la lógica eucarística. En ella
contemplamos a Jesús, pan partido y dado, sangre derramada para
nuestra salvación. Es una presencia que, como un fuego, quema, en
nosotros las actitudes egoístas, que nos purifica de la tendencia a
dar solamente cuando hemos recibido, y que enciende el deseo de
hacernos nosotros también, en unión con Jesús, pan partido y
sangre derramada para los hermanos.
Por
eso la fiesta del Corpus Domini es un misterio de atracción a Cristo
y de transformación en Él. Y es esta escuela de amor concreto,
paciente y sacrificado, como Jesús en la cruz. Nos enseña a ser más
acogedores y disponibles hacía a aquellos que están en busca de
comprensión, de ayuda, de ánimo y que están marginados y solos. La
presencia de Jesús vivo en la Eucaristía es como una puerta, una
puerta abierta entre el templo y el camino, entre la fe y la
historia, entre la ciudad de Dios y la ciudad del hombre.
Las procesiones del Santísimo Sacramento, que hoy se desarrolla en diferentes países y ciudades, son expresiones de la piedad eucarística popular.
Yo también esta tarde, Ostia-como lo hizo el bienaventurado Pablo VI hace 50 años- celebraré la Misa, que será seguida por la procesión con el Santísimo Sacramento. Invito a todo el mundo a participar, incluso espiritualmente, por radio y televisión.
Que la Virgen María nos acompañe en este día.
04.06.18
Las procesiones del Santísimo Sacramento, que hoy se desarrolla en diferentes países y ciudades, son expresiones de la piedad eucarística popular.
Yo también esta tarde, Ostia-como lo hizo el bienaventurado Pablo VI hace 50 años- celebraré la Misa, que será seguida por la procesión con el Santísimo Sacramento. Invito a todo el mundo a participar, incluso espiritualmente, por radio y televisión.
Que la Virgen María nos acompañe en este día.
04.06.18
Corpus Christi: “Derramando en el mundo el amor que brota de la carne del Señor”
Homilía
del Papa Francisco
(4
junio 2018).- Así se vive eucarísticamente –dijo el Papa
Francisco–: derramando en el mundo el amor que brota de la carne
del Señor. “La Eucaristía en la vida se traduce pasando del
yo al tú”.
Ayer,
domingo, 3 de junio de 2018, solemnidad del Santísimo Cuerpo y
Sangre de Cristo, el Papa Francisco celebró los ritos
correspondientes del Corpus Domini, según el calendario litúrgico
de la Iglesia italiana, con la participación de unos 10.000 fieles,
indica la gendarmería vaticana.
El
Santo Padre predicó: La Eucaristía es un alimento sencillo, como el
pan, pero es el único que sacia, porque no hay amor más
grande. Allí encontramos a Jesús realmente, compartimos su
vida, sentimos su amor.
A
su llegada a las 17:50 horas, el Papa presidió la celebración
eucarística en la plaza frente a la parroquia de Santa Mónica. El
arzobispo Angelo De Donatis, vicario de Su Santidad para la diócesis
de Roma, los obispos auxiliares y los sacerdotes de las parroquias de
Ostia concelebraron con el Santo Padre.
Al
final de la santa misa tuvo lugar la procesión con el Santísimo
Sacramento por algunas calles del barrio del litoral romano, que
terminó cerca de la parroquia de Nuestra Señora de Bonaria, donde
el Santo Padre impartió la bendición eucarística.
El
Papa Francisco regresó al Vaticano a las 20:30 horas, informa la
Santa Sede.
Sigue
la homilía pronunciada por el Santo Padre durante la celebración
eucarística:
Homilía
del Papa Francisco
En
el Evangelio que hemos escuchado se narra la Última Cena, pero
sorprendentemente la atención está más puesta en los preparativos
que en la cena. Se repite varias veces el verbo “preparar”. Los
discípulos preguntan, por ejemplo: «¿Dónde quieres que vayamos
a prepararte la cena de Pascua?» (Mc 14,12).
Jesús los envía a prepararla dándoles indicaciones precisas y
ellos encuentran «una habitación grande, acondicionada y dispuesta»
(v. 15). Los discípulos van a preparar, pero el Señor ya había
preparado.
lgo
similar ocurre después de la resurrección, cuando Jesús se aparece
por tercera vez a los discípulos: mientras pescan, él los espera en
la orilla, donde les prepara pan y pescado. Pero, al mismo tiempo,
pide a los suyos que lleven un poco del pescado que acababan de
pescar y que él les había indicado cómo pescarlo
(cf. Jn 21,6.9-10). También aquí, Jesús prepara
con antelación y pide a los suyos que cooperen. Incluso, poco antes
de la Pascua, Jesús había dicho a los discípulos: «Voy
a prepararos un lugar […] para que donde estoy yo
estéis también vosotros» (Jn 14,2.3). Es Jesús quien
prepara, el mismo Jesús que, sin embargo, con fuertes llamamientos y
parábolas, antes de su Pascua, nos pide que nos preparemos, que
estemos listos (cf. Mt 24,44; Lc 12,40).
Jesús,
en definitiva, prepara para nosotros y nos pide que también nosotros
preparemos. ¿Qué prepara Jesús para nosotros? Prepara
un lugar y un alimento. Un lugar mucho
más digno que la «habitación grande acondicionada» del Evangelio.
Es nuestra casa aquí abajo, amplia y espaciosa, la Iglesia, donde
hay y debe haber un lugar para todos. Pero nos ha reservado también
un lugar arriba, en el paraíso, para estar con él y entre nosotros
para siempre. Además del lugar nos prepara un alimento, un pan que
es él mismo: «Tomad, esto es mi cuerpo» (Mc 14,22).
Estos dos dones, el lugar y el alimento, son lo que nos sirve para
vivir. Son la comida y el alojamiento definitivos. Ambos se nos dan
en la Eucaristía. Alimento y lugar.
Jesús
nos prepara un puesto aquí abajo, porque la Eucaristía
es el corazón palpitante de la Iglesia, la genera y regenera, la
reúne y le da fuerza. Pero la Eucaristía nos prepara
también un puesto arriba, en la eternidad, porque es el
Pan del cielo. Viene de allí, es la única materia en esta
tierra que sabe realmente a eternidad. Es el pan del futuro, que ya
nos hace pregustar un futuro infinitamente más grande que cualquier
otra expectativa mejor. Es el pan que sacia nuestros deseos más
grandes y alimenta nuestros sueños más hermosos. Es, en una
palabra, la prenda de la vida eterna: no solo una
promesa, sino una prenda, es decir, una anticipación, una
anticipación concreta de lo que nos será dado. La Eucaristía es la
“reserva” del paraíso; es Jesús, viático de nuestro camino
hacia la vida bienaventurada que no acabará nunca.
En
la Hostia consagrada, además del lugar, Jesús nos prepara el
alimento, la comida. En la vida necesitamos alimentarnos
continuamente, y no solo de comida, sino también de proyectos y
afectos, deseos y esperanzas. Tenemos hambre de ser amados. Pero los
elogios más agradables, los regalos más bonitos y las tecnologías
más avanzadas no bastan, jamás nos sacian del todo. La Eucaristía
es un alimento sencillo, como el pan, pero es el único que sacia,
porque no hay amor más grande. Allí encontramos a Jesús
realmente, compartimos su vida, sentimos su amor; allí puedes
experimentar que su muerte y resurrección son para ti. Y cuando
adoras a Jesús en la Eucaristía recibes de él el Espíritu Santo y
encuentras paz y alegría. Queridos hermanos y hermanas, escojamos
este alimento de vida: pongamos en primer lugar la Misa, descubramos
la adoración en nuestras comunidades. Pidamos la gracia de
estar hambrientos de Dios, nunca saciados de recibir lo
que él prepara para nosotros.
Pero,
como a los discípulos entonces, también hoy a nosotros Jesús nos
pide preparar. Como los discípulos le preguntamos:
«Señor, ¿dónde quieres que vayamos a preparar?». Dónde:
Jesús no prefiere lugares exclusivos y excluyentes. Busca espacios
que no han sido alcanzados por el amor, ni tocados por la esperanza.
A esos lugares incómodos desea ir y nos pide a nosotros realizar
para él los preparativos. Cuántas personas carecen de un lugar
digno para vivir y del alimento para comer. Todos conocemos a
personas solas, que sufren y que están necesitadas: son sagrarios
abandonados. Nosotros, que recibimos de Jesús comida y alojamiento,
estamos aquí para preparar un lugar y un alimento a estos hermanos
más débiles. Él se ha hecho pan partido para nosotros; nos pide
que nos demos a los demás, que no vivamos más para nosotros mismos,
sino el uno para el otro. Así se vive eucarísticamente:
derramando en el mundo el amor que brota de la carne del Señor. La
Eucaristía en la vida se traduce pasando del yo al tú.
Los
discípulos, dice el Evangelio, prepararon la Cena después de haber
«llegado a la ciudad» (v. 16). El Señor nos llama también hoy a
preparar su llegada no quedándonos fuera, distantes, sino entrando
en nuestras ciudades. También en esta ciudad, cuyo nombre —“Ostia”—
recuerda precisamente la entrada, la puerta.
Señor, ¿qué puertas quieres que te abramos aquí? ¿Qué portones
nos pides que abramos, qué barreras debemos superar? Jesús desea
que sean derribados los muros de la indiferencia y del silencio
cómplice, arrancadas las rejas de los abusos y las intimidaciones,
abiertas las vías de la justicia, del decoro y la legalidad. El
amplio paseo marítimo de esta ciudad llama a la belleza de abrirse y
remar mar adentro en la vida. Pero para hacer esto hay que soltar
esos nudos que nos unen a los muelles del miedo y de la opresión. La
Eucaristía invita a dejarse llevar por la ola de Jesús, a no
permanecer varados en la playa en espera de que algo llegue, sino a
zarpar libres, valientes, unidos.
Los
discípulos, concluye el Evangelio, «después de cantar el himno,
salieron» (v. 26). Al finalizar la Misa, también nosotros
saldremos. Caminaremos con Jesús, que recorrerá las calles de esta
ciudad. Él desea habitar en medio de vosotros. Quiere visitar las
situaciones, entrar en las casas, ofrecer su misericordia liberadora,
bendecir, consolar. Habéis experimentado situaciones dolorosas; el
Señor quiere estar cerca. Abrámosle las puertas y digámosle:
Ven,
Señor, a visitarnos.
Te
acogemos en nuestros corazones,
en
nuestras familias, en nuestra ciudad.
Gracias
porque nos preparas el alimento de vida
y
un lugar en tu Reino.
Haz
que seamos activos en la preparación,
portadores
gozosos de ti que eres la vida,
para
llevar fraternidad, justicia y paz
a
nuestras calles. Amén.
05.06.18
05.06.18
Guatemala: Oración por las víctimas de la erupción del “volcán de fuego”
Telegrama del Santo Padre
(5
junio 2018).- El Santo Padre, profundamente apenado al conocer la
triste noticia de la violenta erupción del volcán de fuego, que ha
ocasionado numerosas víctimas e ingentes daños materiales que han
afectado a un significativo número de habitantes de la zona, ofrece
sufragios por el eterno descanso de los fallecidos y oraciones por
todos los que sufren las consecuencias de ese desastre natural.
Telegrama
de condolencias para las víctimas de la erupción del “Volcán de
Fuego” en Guatemala, que tuvo lugar en los últimos días, enviado
al Nuncio Apostólico de Guatemala, Mons. Nicolas Henry Marie Denis
Thevenin, en nombre del Santo Padre Francisco, por el Cardenal
Secretario de Estado Pietro Parolin.
“Ruego
a vuestra excelencia que transmita el sentido pésame de Su Santidad,
junto con expresiones de consuelo, a los familiares que lloran la
pérdida de sus seres queridos, así como su cercanía
espiritual a los heridos y a los que trabajan denodadamente en
auxiliar a los damnificados, mientras pide al Señor que derrame
sobre todos ellos los dones de la solidaridad, la serenidad
espiritual y la esperanza cristiana, en prenda de lo cual les imparte
de corazón la bendición apostólica”, se escribe en la carta.
06.06.18
06.06.18
Audiencia general: “El Espíritu nos mueve a salir de nuestro egoísmo”
Palabras
del Papa en español
(6
junio 2018).- “El Espíritu nos mueve a salir de nuestro egoísmo y
a ser un don para los demás”: El Santo Padre Francisco ha
continuado la reflexión sobre la Confirmación considerando los
efectos del don del Espíritu Santo en quienes reciben este
sacramento.
Así,
el Papa ha impartido la 3ª catequesis sobre la Confirmación en la
audiencia general celebrada el miércoles, 6 de junio de 2018, ante
miles de fieles y peregrinos llegados a Roma desde diferentes lugares
del mundo.
Comunidad
eclesial
Francisco
ha expresado que al recibir la Confirmación, nos unimos con mayor
fuerza a los miembros del Cuerpo místico de Cristo, que es la
Iglesia.
“Tenemos
que pensar en la Iglesia como un organismo vivo –ha anunciado–
compuesto de personas que caminan formando una comunidad junto al
obispo, que es el ministro originario de la Confirmación y quien nos
vincula con la Iglesia”.
Signo
de la paz
Al
final del rito de la Confirmación, el obispo dice a cada confirmado
«la paz esté contigo». “Recibir la paz a través del obispo nos
impulsa a trabajar por la comunión dentro y fuera de la Iglesia, a
mejorar los vínculos de concordia en la parroquia y a cooperar con
la comunidad cristiana”, ha explicado el Pontífice.
Estas
palabras nos recuerdan el saludo de Jesús a sus discípulos en la
noche de Pascua y expresan la unión con el Pastor de esa iglesia
particular y con todos los fieles, ha aclarado Francisco.
Asimismo,
el Papa ha señalado que la Confirmación se recibe una sola vez,
pero su fuerza espiritual se mantiene en el tiempo y anima a crecer
espiritualmente con los demás.
07.06.18
07.06.18
Santa Marta: El amor de Cristo supera todo conocimiento, supera todo
Solemnidad
del Sagrada Corazón
(8
junio 2018).- “Hoy es la fiesta del amor de Dios”: El Papa
Francisco ha iniciado así su homilía esta mañana en la Misa
matutina de Santa Marta, en la Solemnidad del Sagrado Corazón
de Jesús.
El
Pontífice ha aclarado que no somos nosotros los que hemos amado a
Dios, sino que es Él quien “nos amó primero, Él es el primero en
amar”, señala ‘Vatican News’ en español. Una verdad que los
profetas explicaban con el símbolo de la flor del almendro, la
primera en florecer en la primavera, así, el Papa subraya: “Dios
es así: siempre primero. Nos espera primero, nos ama primero, nos
ayuda primero”.
Francisco
ha advertido que no es fácil entender el amor de Dios y se ha
referido a la Carta del apóstol Pablo que han escuchado en la
Eucaristía, que habla, de hecho, de “inescrutables
riquezas de Cristo”, de un misterio escondido.
“Es
un amor que no se puede entender –ha afirmado el Santo Padre–. Un
amor de Cristo que supera todo conocimiento. Supera todo. Así de
grande es el amor de Dios. Y un poeta decía que era como `el mar,
sin orillas, sin fondo…´: pero un mar sin límites. Y éste es el
amor que nosotros debemos entender, el amor que nosotros recibimos”.
El
Señor “ha sido un gran pedagogo” –ha expresado el Papa– a lo
largo de la historia de la salvación, nos ha revelado su amor, y
retomando las palabras del profeta Oseas en el pasaje leído, explica
que no lo ha revelado a través de la potencia: “No. Escuchemos:
‘Yo he enseñado a caminar a mi pueblo, lo llevaba en los brazos.
Cuidaba de ellos”. En brazos, cercano: como un papá”.
El
Obispo de Roma ha planteado: “Dios, ¿cómo manifiesta el amor?
¿Con las cosas grandes?. No, se empequeñece, se empequeñece, se
empequeñece, con estos gestos de ternura, de bondad. Se hace
pequeño. Se acerca. Y con esta cercanía, con este
empequeñecimiento, Él nos hace entender la grandeza del amor. Lo
grande se entiende a través de lo pequeño”.
Por
último, el Papa ha aclarado que no se necesitan “grandes discursos
sobre el amor”, sino hombres y mujeres “que sepan hacer estas
pequeñas cosas por Jesús, por el Padre”. Las obras de
misericordia “son la continuidad de este amor, que se empequeñece,
llega a nosotros, y nosotros lo llevamos adelante”.
09.06.18
09.06.18
Ángelus: El antídoto contra la destrucción de la buena reputación
“Que
Dios nos libere de esta terrible tentación”
(10
junio 2018).- “Aquí hay un verdadero veneno mortal”: el Papa
Francisco analiza, en el Ángelus de este domingo 10 de junio de
2018, los estragos de los vendedores ambulantes de calumnias y
chismes. Y ha indicado el antídoto, tomar tan pronto como se
manifiesten los síntomas.
“La
malicia con la que, premeditadamente, uno quiere destruir la buena
reputación del otro. ¡Que Dios nos libre de esta terrible
tentación! Y si, al examinar nuestra conciencia, nos damos cuenta de
que esta mala hierba está germinando en nosotros, vayamos
inmediatamente a confesarla en el sacramento de la penitencia, antes
de que se desarrolle y produzca sus efectos nocivos, que son
incurables”, dice el Papa. “Estén atentos porque esta actitud
destruye familias, amistades, comunidades e incluso a la sociedad”,
ha advertido el Santo Padre.
El
Papa también ha señalado el hecho de que la familia de Jesús vio
con malos ojos su “disponibilidad” para las multitudes. Y ha
señalado que Cristo ha fundado una “nueva familia”.
Resumiendo
estas dos lecciones del Evangelio, el Papa ha concluido: “Acoger la
palabra de Jesús nos hace hermanos, nos hace la familia de Jesús.
Hablar mal de los demás, destruir la reputación de los demás, nos
convierte en la familia del diablo”.
Palabras
del Papa antes del Ángelus
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El
Evangelio de este domingo (Marcos 3: 20-35) nos muestra dos tipos de
incomprensiones a los que Jesús tuvo que hacer frente: la de los
escribas y la de los miembros de su propia familia. La primera
incomprensión la de los escribas que eran hombres educados en las
Sagradas Escrituras y encargados de explicarlas a la gente.
Algunos
de ellos son enviados desde Jerusalén a Galilea, donde la fama de
Jesús había comenzado a extenderse, para desacreditarlo ante los
ojos de la gente. Para hacer el papel de chismosos desacreditando al
otro, quitándole la autoridad, es una cosa muy fea y estos eran
enviados para hacer precisamente eso. Y estos escribas llegaron con
una acusación precisa y terrible, no ahorraban medios, iban a lo
concreto y decían: “Éste está poseído por Belzebú y expulsa a
los demonios por medio del jefe de los demonios” (v.22). Y el jefe
de los demonios es Él quién lo empuja, es casi decir que este
hombre era un endemoniado.
De
hecho Jesús curaba a muchos enfermos y los escribas querían hacer
creer a la gente que no lo hacía con el Espíritu de Dios,
como lo hacía Jesús sino con el espíritu del Maligno, con la
fuerza del Diablo. Jesús reacciona con palabras fuertes y claras, no
tolera esto, porque esos escribas, quizás sin darse cuenta, están
cayendo en el pecado más grave: negar y blasfemar el Amor de Dios
que está presente y obra en Jesús. La blasfemia es el pecado contra
el Espíritu Santo, el único pecado imperdonable, así lo dice Jesús
que parte de un cierre del corazón a la misericordia de Dios que
actúa en Jesús. Pero este episodio contiene una advertencia que nos
sirve a todos. De hecho, puede suceder que una fuerte envidia por la
bondad y por las buenas obras de una persona puedan llevar a acusarla
falsamente. Aquí hay un veneno mortal: la malicia con la que, de
forma premeditada, uno quiere destruir la buena reputación del otro.
¡Dios nos libre de esta terrible tentación! Y si, mediante el
examen de nuestra conciencia nos damos cuenta de que esta mala hierba
está brotando dentro de nosotros, vayamos a confesarnos
inmediatamente en el sacramento de la Penitencia, antes de que se
desarrolle y produzca sus efectos malignos que son incurables.
Estén
atentos porque estos comportamientos destruyen a las familias, a las
comunidades y por tanto a la sociedad.
El
Evangelio de hoy también nos habla de otra incomprensión muy
distinta hacia Jesús: la de su familia. Estaban preocupados porque
su nueva vida itinerante les parecía una locura (v. 21). De hecho,
Jesús se mostró tan disponible para las personas, especialmente
para los enfermos y pecadores, hasta el punto de que ya ni siquiera
tenía tiempo ni para comer. Jesús era así, primero a la gente,
ayudar a la gente, enseñar a la gente, Jesús era para la gente, no
tenía tiempo ni para comer. Su familia, por lo tanto, decide traerlo
de regreso a Nazaret. Llegan al lugar donde Jesús está predicando y
lo envían a llamar. Le dicen a Jesús: “Mira, tu madre, tus
hermanos y hermanas están afuera y te buscan” (v. 32). Él
responde: “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?”, Y
mirando a las personas que lo rodean para escucharlo, agrega: “¡He
aquí mi madre y mis hermanos! Porque el que hace la voluntad de
Dios, él es hermano, hermana y madre para mí “(v. 33-34).
Jesús
ha formado una nueva familia, que ya no se basa en vínculos
naturales, sino en la fe en él, en su amor que nos acoge y nos une
entre nosotros, en el Espíritu Santo. Todos los que aceptan la
palabra de Jesús son hijos de Dios y hermanos entre sí, recibir la
palabra de Jesús nos convierte en hermanos y en familia entre
nosotros. Hablar de los otros, destruir la reputación de los otros
nos hace ser familia del Diablo. La respuesta de Jesús no es una
falta de respeto por su madre y su familia. De hecho, para María es
el mayor reconocimiento, por qué ella es la perfecta discípula que
obedecía la voluntad de Dios en todo.
Que
la Virgen Madre nos ayude a vivir en comunión con Jesús,
reconociendo el trabajo del Espíritu Santo que actúa en Él y en la
Iglesia, regenerando el mundo a una nueva vida.
11.06.18
11.06.18
Santa Marta: “Anuncio, servicio y gratuidad” para evangelizar
Homilía
del Papa en la Eucaristía
(
11 junio 2018).- “El anuncio, el servicio y la gratuidad” son las
tres dimensiones fundamentales de la evangelización, ha subrayado el
Papa Francisco en su homilía, en la Misa matutina celebrada en la
Capilla de la Casa Santa Marta, este lunes, 11 de junio de 2018.
Partiendo
de las Lecturas bíblicas del día, el Pontífice ha aclarado que es
el Espíritu Santo el “protagonista” del anuncio, que no
representa una simple “predicación” o la “transmisión” de
algunas ideas, sino es un movimiento dinámico capaz de “cambiar
los corazones” gracias a la obra del Espíritu.
Francisco
ha señalado que “no es una actitud empresarial” aquello que
Jesús nos manda hacer, “es con el Espíritu Santo”: Esta es la
valentía, ha subrayado. “La verdadera valentía de la
evangelización no es una terquedad humana, así… No. Es el
Espíritu Santo que nos da la valentía y lo lleva adelante”.
La
dimensión del servicio dado también “en las cosas pequeñas”,
ha indicado el Santo Padre como necesaria para la evangelización. De
hecho, es equivocada la presunción de querer ser servido después de
haber hecho carrera, en la Iglesia o en la sociedad: “el escalar en
la Iglesia –agregado– es un signo de que no se sabe qué es la
evangelización”, “aquel que manda debe ser como aquel que
sirve”.
“Nosotros
podemos anunciar cosas buenas pero sin servicio no es anuncio,
parece, pero no es –advierte del Papa–. Porque el Espíritu no
solo te lleva adelante a proclamar las verdades del Señor y la vida
del Señor, sino te lleva también a los hermanos, a las hermanas
para servirlos. El servicio. Incluso en las cosas pequeñas. Es feo
cuando se encuentran evangelizadores que se hacen servir y viven para
hacerse servir. Es feo. Serán como los príncipes de la
evangelización”.
Por
último, el Obispo de Roma ha señalado la gratuidad como otra
característica indispensable para evangelizar, porque ninguno puede
redimirse por sus propios méritos. “Gratuitamente han
recibido – nos recuerda el Señor – gratuitamente den”.
Así,
el Pontífice ha indicado que los operadores pastorales de la
evangelización deben aprender esto, sus vidas deben ser gratuitas,
al servicio, al anuncio, llevados por el Espíritu. “La propia
pobreza los lleva a abrirse al Espíritu”.
12.06.18
12.06.18
Santa Marta: “El cristiano debe ser sal y luz para los otros”
Esa
es la “santidad de todos los días”
(12
junio 2018).- “Ser sal y luz para los otros, sin atribuirse
méritos” es el “simple testimonio habitual”, la “santidad
de todos los días”, a la que está llamado el cristiano, ha
anunciado el Papa Francisco en la Misa celebrada esta mañana, en la
Capilla de la Casa de Santa Marta.
Es
un testimonio –ha aclarado el Santo Padre– de “todos los días,
que inicia por la mañana, cuando nos despertamos, y termina por la
noche, cuando nos vamos a dormir”.
“Parece
poca cosa”, advierte Francisco, pero el Señor “con pocas cosas
nuestras hace milagros, hace maravillas”. Por lo tanto, es
necesario tener esta actitud de “humildad” que consiste en buscar
solamente ser sal y luz.
Siempre
al servicio
“Sal
para los otros, luz para los otros, porque la sal no se sazona a sí
misma, siempre al servicio. La luz no se ilumina a sí misma, siempre
al servicio. Sal para los otros, pequeña sal que ayuda en las
comidas, pero pequeña. ¿En el supermercado la sal se vende por
toneladas? No… En pequeñas bolsitas, es suficiente”.
“Y
después –ha continuado– la sal no se vanagloria de sí misma,
porque no se sirve a sí misma. Siempre está allí para ayudar a los
demás: ayudar a conservar las cosas, a condimentar las cosas.
Siempre está el testimonio”.
Santidad
de cada día
El
Pontífice ha señalado que el Señor nos dice: “Tú eres sal, tu
eres luz”, y ha exhortamos a que renunciemos a tener ningún
mérito. Pues, nosotros cuando comemos –ha expresado– no decimos:
“¡Ah, qué rica la sal! ¡No!: “Rica la pasta, rica la carne,
rica…”. No decimos: “Qué rica la sal”. De noche cuando vamos
para casa, no decimos: “Qué buena la luz”, no. Ignoramos la luz,
pero vivimos con aquella luz que ilumina. Ésta es una dimensión que
hace que nosotros cristianos seamos como anónimos en la vida.
“No
somos protagonistas de nuestros méritos”, ha subrayado nuevamente
el Papa al concluir. Por lo tanto, no se debe hacer como el fariseo
que agradece al Señor pensando que es santo.
Además,
el Santo Padre ha propuesto que al final día, hagamos una “linda
oración” y nos preguntemos: “¿He sido sal hoy?” “¿He
sido luz hoy?”, y ha concluido diciendo: “Ésta es la santidad de
todos los días”.
13.06.18
13.06.18
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