31 de maig 2018

PAPA JUNY


Chile: Francisco llama al cambio radical para luchar contra la “cultura del abuso”

Carta del Papa al pueblo chileno


(31 mayo 2018).- El Papa Francisco llama a la Iglesia chilena a hacer un cambio radical para luchar contra la “cultura del abuso”, en una carta a los chilenos, publicada el 31 de mayo de 2018 sobre el abuso sexual, la conciencia y el poder cometidos en las últimas décadas.
El llanto de las víctimas ha llegado al cielo”, escribe con tristeza, “no sabíamos cómo escuchar y actuar a tiempo”. “Nunca más”, insiste en este mensaje que condena las “atrocidades” cometidas.
Tras los encuentros de los obispos chilenos con el Papa en Roma, celebrados del 15 al 18 de mayo de 2018, y en el marco de la jornada de equipos de conducción pastoral, la Conferencia Episcopal de Chile ha publicado la carta de Francisco dirigida al pueblo chileno.
En el texto, el Papa enfatiza en que “hoy sabemos que la mejor palabra que podemos dar frente al dolor causado es el compromiso para la conversión personal, comunitaria y social que aprenda a escuchar y cuidar especialmente a los más vulnerables. Urge, por tanto, generar espacios donde la cultura del abuso y del encubrimiento no sea el esquema dominante; donde no se confunda una actitud crítica y cuestionadora con traición. Esto nos tiene que impulsar como Iglesia a buscar con humildad a todos los actores que configuran la realidad social y promover instancias de diálogo y constructiva confrontación para caminar hacia una cultura del cuidado y protección”.
El Santo Padre explica en su carta que la visita de Mons. Scicluna y Mons. Bertomeu se origina al constatar que “existían situaciones que no sabíamos ver y escuchar. Como Iglesia no podíamos seguir caminando ignorando el dolor de nuestros hermanos”.
Falta de reconocimiento
Luego, sobre los encuentros con algunas víctimas de abuso sexual, de poder y de conciencia, el Papa expresa su constatación sobre “cómo la falta de reconocimiento/escucha de sus historias, como también del reconocimiento/aceptación de los errores y las omisiones en todo el proceso, nos impiden hacer camino. Un reconocimiento que quiere ser más que una expresión de buena voluntad hacia las víctimas, más bien quiere ser una nueva forma de pararnos frente a la vida, frente a los demás y frente a Dios”.
Santos de la puerta de al lado”
Por otro lado, Francisco comparte su alegría y esperanza al confirmar en el diálogo con las víctimas “su reconocimiento de personas a las que me gusta llamar “santos de la puerta de al lado”. Seríamos injustos si al lado de nuestro dolor y nuestra vergüenza por estas estructuras de abuso y encubrimiento que tanto se han perpetuado y tanto mal han hecho, no reconociéramos a muchos fieles laicos, consagrados, consagradas, sacerdotes, obispos que han dado la vida por amor en las zonas más recónditas de la querida tierra chilena.
01.06.18


Dar lo mejor de uno mismo’ en el deporte es una “llamada a aspirar a la santidad”

Mensaje del Papa Francisco

(1 junio 2018).- “Dar lo mejor de uno mismo en el deporte, es también una llamada a aspirar a la santidad”, expresa el Papa Francisco en el mensaje escrito con motivo del nuevo documento “Dar lo mejor de uno mismo”, sobre la perspectiva cristiana del deporte y la persona humana.
El Santo Padre ha enviado esta carta al cardenal Kevin Farrell, Prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, con motivo de la publicación del nuevo texto por parte del organismo vaticano.
Francisco propone que es “necesario” profundizar en la “estrecha relación” que existe entre el deporte y la vida, para que puedan iluminarse recíprocamente, para que el afán de superación en una disciplina atlética sirva también de inspiración para “mejorar siempre como persona” en todos los aspectos de la vida.
Mensaje del Papa Francisco
Al venerado hermano
Señor Cardenal Kevin Farrell
Prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida
Con alegría recibí la noticia de la publicación del documento “Dar lo mejor de uno mismo”, sobre la perspectiva cristiana del deporte y la persona humana, que el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida ha preparado con el objetivo de resaltar el papel de la Iglesia en el mundo del deporte y de cómo el deporte puede ser un instrumento de encuentro, de formación, de misión y santificación.
El deporte es un lugar de encuentro donde personas de todo nivel y condición social se unen para lograr un objetivo común. En una cultura dominada por el individualismo y el descarte de las generaciones más jóvenes y de los más mayores, el deporte es un ámbito privilegiado en torno al cual las personas se encuentran sin distinción de raza, sexo, religión o ideología y donde podemos experimentar la alegría de competir por alcanzar una meta juntos, formando parte de un equipo en el que el éxito o la derrota se comparte y se supera; esto nos ayuda a desechar la idea de conquistar un objetivo centrándonos solo en uno mismo. La necesidad del otro abarca no solo a los compañeros de equipo sino también al entrenador, los aficionados, la familia, en definitiva, todas aquellas personas que con su entrega y dedicación hacen posible llegar a “dar lo mejor de uno mismo”. Todo esto hace del deporte un catalizador de experiencias de comunidad, de familia humana. Cuando un padre juega con su hijo, cuando los chicos juegan juntos en el parque o en la escuela, cuando el deportista celebra la victoria con los aficionados, en todos esos ambientes se puede ver el valor del deporte como lugar de unión y encuentro entre las personas. ¡Los grandes objetivos, en el deporte como en la vida, los logramos juntos, en equipo!
El deporte es también un vehículo de formación. Quizás hoy más que nunca debemos fijar la mirada en los jóvenes, puesto que, cuanto antes se inicie el proceso de formación, más fácil resultará el desarrollo integral de la persona a través del deporte. ¡Sabemos cómo las nuevas generaciones miran y se inspiran en los deportistas! Por eso, es necesaria la participación de todos los deportistas, de cualquier edad y nivel, para que los que forman parte del mundo del deporte sean un ejemplo en virtudes como la generosidad, la humildad, el sacrificio, la constancia y la alegría. Del mismo modo, deberían dar su aportación en lo que se refiere al espíritu de equipo, el respeto, la competitividad y la solidaridad con los demás. Es esencial que todos seamos conscientes de la importancia que tiene el ejemplo en la práctica deportiva, ya que es buen arado en tierra fértil que facilitará la cosecha siempre que se cuide y se trabaje adecuadamente.
Por último, quisiera resaltar el papel del deporte como medio de misión y santificación. La Iglesia está llamada a ser un signo de Jesús en medio del mundo, también a través del deporte en los “oratorios”, en las parroquias y en las escuelas, en las asociaciones, etc. Siempre es ocasión de llevar el mensaje de Cristo, “a tiempo y a destiempo” (2 Tim4,2). Es importante llevar, comunicar esta alegría que transmite el deporte, que no es otra que descubrir las potencialidades de la persona, que nos llaman a desvelar la belleza de la creación y del propio ser humano puesto que está hecho a imagen y semejanza de Dios. El deporte puede abrir el camino a Cristo en aquellos lugares o ambientes donde por diferentes motivos no es posible anunciarlo de manera directa. Y las personas con su testimonio de alegría, con la práctica deportiva en comunidad, pueden ser mensajeras de la Buena Noticia.
Dar lo mejor de uno mismo en el deporte, es también una llamada a aspirar a la santidad. Durante el reciente encuentro con los jóvenes en preparación al Sínodo de los Obispos manifesté la convicción de que todos los jóvenes allí presentes físicamente o a través de las redes sociales, tenían el deseo y la esperanza de dar lo mejor de uno mismo. He utilizado la misma expresión en la reciente exhortación apostólica, recordando que el Señor tiene una forma única y específica de llamada a la santidad para todos nosotros: “Lo que interesa es que cada creyente discierna su propio camino y saque a la luz lo mejor de sí, aquello tan personal que Dios ha puesto en él” (Gaudete et Exsultate, 11).
Es necesario profundizar en la estrecha relación que existe entre el deporte y la vida, para que puedan iluminarse recíprocamente, para que el afán de superación en una disciplina atlética sirva también de inspiración para mejorar siempre como persona en todos los aspectos de la vida. Tal búsqueda, con la ayuda de la gracia de Dios, nos encamina a aquella plenitud de vida que nosotros llamamos santidad. El deporte es una riquísima fuente de valores y virtudes que nos ayudan a mejorar como personas. Como el atleta durante el entrenamiento, la práctica deportiva nos ayuda a dar lo mejor de nosotros mismos, a descubrir sin miedo nuestros propios límites, y a luchar por mejorar cada día. De esta forma, “en la medida en que se santifica, cada cristiano se vuelve más fecundo para el mundo” (ibidem, 33). Para el deportista cristiano, la santidad será entonces vivir el deporte como un medio de encuentro, de formación de la personalidad, de testimonio y de anuncio de la alegría de ser cristiano con los que le rodean.
Ruego al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen, para que este documento produzca frutos abundantes tanto en el compromiso eclesial con la pastoral del deporte, como más allá de las fronteras de la Iglesia. A todos los deportistas y los agentes de pastoral que se reconocen en el gran “equipo” del Señor Jesús les pido por favor que recen por mí y envío de corazón mi bendición.
Vaticano, 1 de junio de 2018.
Fiesta de San Justino, mártir.
FRANCISCUS

02.06.18



Santa Marta: El Papa revela que hoy asistimos a una “gran persecución”

No sólo de los cristianos” advierte Francisco

(1 junio 2018).- Hoy asistimos a una “gran persecución”, no sólo de los cristianos, sino también contra todo hombre y mujer, a través de las “colonizaciones culturales, la guerra, el hambre, la esclavitud”, ha expresado el Papa en su reflexión diaria en la capilla de Santa Marta.
En el fondo –ha continuado Francisco– el contemporáneo “es un mundo de esclavos”: que el Señor nos dé la gracia de luchar y de restablecer “con la fuerza de Jesucristo la imagen de Dios que está en todos nosotros”.
La homilía del Papa de este viernes, 1 de junio de 2018, se ha inspirado hoy en la Primera Lectura del Apóstol san Pedro, en la que se refiere a cómo en los siglos, la persecución de los cristianos haya “prendido”, como un “incendio”, el Papa explica cómo esa cara, “parte de la vida cristiana”, sea “una bienaventuranza”: Jesús –ha recordado el Papa– fue perseguido a causa de su fidelidad al Padre.
Cristianos sin derechos
El Pontífice ha observado: “La persecución es un poco ‘el aire’ del cual el cristiano vive aún hoy, porque también hoy hay muchos, muchos mártires, muchos perseguidos por amor a Cristo. En muchos países los cristianos no tienen derechos. Si llevas una cruz, vas a la cárcel. Y hay gente en la cárcel; hay gente condenada a morir por ser cristiana, hoy. Hubo personas asesinadas y el número hoy es más alto que el de los mártires de los primeros días. ¡Son más! Pero, esto no es noticia. Y por esto los noticieros, los periódicos, no publican estas cosas. Pero los cristianos son perseguidos”.
Del mismo modo, el Papa ha denunciado que ahora hay también persecución hacia “cada hombre y mujer, porque son la imagen viviente de Dios”: “Detrás de cada persecución, tanto a los cristianos como a los humanos, está el diablo, está el demonio que trata de destruir la confesión de Cristo en los cristianos y la imagen de Dios en el hombre y la mujer.
Desde el principio –ha continuado el Papa– trató de hacer esto – podemos leerlo en el Libro del Génesis-: destruir esa armonía entre el hombre y la mujer que el Señor creó, esa armonía que deriva del ser imagen y semejanza de Dios. Y logró hacerlo. Logró hacerlo con el engaño, la seducción… Con las armas que él utiliza. Siempre hace así. Pero también hoy en día hay una fuerza, yo diría un ensañamiento contra el hombre y la mujer, porque, de lo contrario, no se explicaría esta ola creciente de destrucciones al hombre y la mujer, al humano”.   
03.06.18



Eucaristía, una puerta “entre la ciudad de Dios y la ciudad del hombre”

Entre el templo y el camino, entre la fe y la historia


(3 junio 2018).- La presencia de Jesús vivo en la eucaristía es como una puerta, una puerta abierta entre el templo y el camino, entre la ciudad de Dios y la ciudad del hombre”, ha subrayado el Papa Francisco en el Ángelus de este 3 de junio, fiesta del Santísimo Sacramento.
Cada vez que celebramos la Eucaristía, a través de este Sacramento a la vez sobrio y solemne, hacemos la experiencia de la Nueva Alianza, que realiza en plenitud la comunión entre Dios y nosotros”, ha añadido ante las 15.000 personas reunidas en la Plaza de San Pedro: “incluso pequeños y pobres, colaboramos a la edificación de la historia según el proyecto de Dios”.
La Eucaristía, “nos enseña a ser más acogedores y disponibles hacia aquellos que están en búsqueda de comprensión, de ayuda, de ánimo, y que están marginados y solos”.
Palabras del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy en muchos países, como Italia, celebramos la solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo, o, según la expresión latina, del Corpus Domini. El Evangelio nos recuerda las palabras de Jesús, pronunciadas en la Última Cena con sus discípulos: “Tomad, este es mi cuerpo …Esta es mi sangre, la sangre de la Alianza, derramada por la multitud”. (Mc 14,22-24). En virtud de este testamento de amor, la comunidad cristiana se reúne todos los domingos, y todos los días, alrededor de la Eucaristía, sacramento del Sacrificio redentor de Cristo. Y atraídos por su presencia real, los cristianos le adoran y le contemplan a través del humilde signo del pan convertido en su Cuerpo.
Cada vez que celebramos la Eucaristía, a través de este Sacramento a la vez sobrio y solemne, hacemos la experiencia de la Nueva Alianza, que realiza en plenitud la comunión entre Dios y nosotros. Y en cuanto que participantes de esta Alianza, incluso pequeños y pobres, colaboramos a la edificación de la historia según el proyecto de Dios? Por eso , toda celebración eucarística, en tanto que constituye un acto de culto público a Dios, envía a la vida y a los acontecimientos concretos de nuestra existencia Alimentando nos del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, somos asimilados a Él, recibimos en nosotros su amor, no para guardarlo celosamente, sino para compartirlo con los otros. Es la lógica eucarística. En ella contemplamos a Jesús, pan partido y dado, sangre derramada para nuestra salvación. Es una presencia que, como un fuego, quema, en nosotros las actitudes egoístas, que nos purifica de la tendencia a dar solamente cuando hemos recibido, y que enciende el deseo de hacernos nosotros también, en unión con Jesús, pan partido y sangre derramada para los hermanos.
Por eso la fiesta del Corpus Domini es un misterio de atracción a Cristo y de transformación en Él. Y es esta escuela de amor concreto, paciente y sacrificado, como Jesús en la cruz. Nos enseña a ser más acogedores y disponibles hacía a aquellos que están en busca de comprensión, de ayuda, de ánimo y que están marginados y solos. La presencia de Jesús vivo en la Eucaristía es como una puerta, una puerta abierta entre el templo y el camino, entre la fe y la historia, entre la ciudad de Dios y la ciudad del hombre.
Las procesiones del Santísimo Sacramento, que hoy se desarrolla en diferentes países y ciudades, son expresiones de la piedad eucarística popular.
Yo también esta tarde, Ostia-como lo hizo el bienaventurado Pablo VI hace 50 años- celebraré la Misa, que será seguida por la procesión con el Santísimo Sacramento. Invito a todo el mundo a participar, incluso espiritualmente, por radio y televisión.
Que la Virgen María nos acompañe en este día.   

04.06.18


Corpus Christi: “Derramando en el mundo el amor que brota de la carne del Señor”

Homilía del Papa Francisco

(4 junio 2018).- Así se vive eucarísticamente –dijo el Papa Francisco–: derramando en el mundo el amor que brota de la carne del Señor. “La Eucaristía en la vida se traduce pasando del yo al tú”.
Ayer, domingo, 3 de junio de 2018, solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, el Papa Francisco celebró los ritos correspondientes del Corpus Domini, según el calendario litúrgico de la Iglesia italiana, con la participación de unos 10.000 fieles, indica la gendarmería vaticana.
El Santo Padre predicó: La Eucaristía es un alimento sencillo, como el pan, pero es el único que sacia, porque no hay amor más grande. Allí encontramos a Jesús realmente, compartimos su vida, sentimos su amor.
A su llegada a las 17:50 horas, el Papa presidió la celebración eucarística en la plaza frente a la parroquia de Santa Mónica. El arzobispo Angelo De Donatis, vicario de Su Santidad para la diócesis de Roma, los obispos auxiliares y los sacerdotes de las parroquias de Ostia concelebraron con el Santo Padre.
Al final de la santa misa tuvo lugar la procesión con el Santísimo Sacramento por algunas calles del barrio del litoral romano, que terminó cerca de la parroquia de Nuestra Señora de Bonaria, donde el Santo Padre impartió la bendición eucarística.
El Papa Francisco regresó al Vaticano a las 20:30 horas, informa la Santa Sede.
Sigue la homilía pronunciada por el Santo Padre durante la celebración eucarística:
Homilía del Papa Francisco
En el Evangelio que hemos escuchado se narra la Última Cena, pero sorprendentemente la atención está más puesta en los preparativos que en la cena. Se repite varias veces el verbo “preparar”. Los discípulos preguntan, por ejemplo: «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?» (Mc 14,12). Jesús los envía a prepararla dándoles indicaciones precisas y ellos encuentran «una habitación grande, acondicionada y dispuesta» (v. 15). Los discípulos van a preparar, pero el Señor ya había preparado.
lgo similar ocurre después de la resurrección, cuando Jesús se aparece por tercera vez a los discípulos: mientras pescan, él los espera en la orilla, donde les prepara pan y pescado. Pero, al mismo tiempo, pide a los suyos que lleven un poco del pescado que acababan de pescar y que él les había indicado cómo pescarlo (cf. Jn 21,6.9-10). También aquí, Jesús prepara con antelación y pide a los suyos que cooperen. Incluso, poco antes de la Pascua, Jesús había dicho a los discípulos: «Voy a prepararos un lugar […] para que donde estoy yo estéis también vosotros» (Jn 14,2.3). Es Jesús quien prepara, el mismo Jesús que, sin embargo, con fuertes llamamientos y parábolas, antes de su Pascua, nos pide que nos preparemos, que estemos listos (cf. Mt 24,44; Lc 12,40).
Jesús, en definitiva, prepara para nosotros y nos pide que también nosotros preparemos. ¿Qué prepara Jesús para nosotros? Prepara un lugar y un alimento. Un lugar mucho más digno que la «habitación grande acondicionada» del Evangelio. Es nuestra casa aquí abajo, amplia y espaciosa, la Iglesia, donde hay y debe haber un lugar para todos. Pero nos ha reservado también un lugar arriba, en el paraíso, para estar con él y entre nosotros para siempre. Además del lugar nos prepara un alimento, un pan que es él mismo: «Tomad, esto es mi cuerpo» (Mc 14,22). Estos dos dones, el lugar y el alimento, son lo que nos sirve para vivir. Son la comida y el alojamiento definitivos. Ambos se nos dan en la Eucaristía. Alimento y lugar.
Jesús nos prepara un puesto aquí abajo, porque la Eucaristía es el corazón palpitante de la Iglesia, la genera y regenera, la reúne y le da fuerza. Pero la Eucaristía nos prepara también un puesto arriba, en la eternidad, porque es el Pan del cielo. Viene de allí, es la única materia en esta tierra que sabe realmente a eternidad. Es el pan del futuro, que ya nos hace pregustar un futuro infinitamente más grande que cualquier otra expectativa mejor. Es el pan que sacia nuestros deseos más grandes y alimenta nuestros sueños más hermosos. Es, en una palabra, la prenda de la vida eterna: no solo una promesa, sino una prenda, es decir, una anticipación, una anticipación concreta de lo que nos será dado. La Eucaristía es la “reserva” del paraíso; es Jesús, viático de nuestro camino hacia la vida bienaventurada que no acabará nunca.
En la Hostia consagrada, además del lugar, Jesús nos prepara el alimento, la comida. En la vida necesitamos alimentarnos continuamente, y no solo de comida, sino también de proyectos y afectos, deseos y esperanzas. Tenemos hambre de ser amados. Pero los elogios más agradables, los regalos más bonitos y las tecnologías más avanzadas no bastan, jamás nos sacian del todo. La Eucaristía es un alimento sencillo, como el pan, pero es el único que sacia, porque no hay amor más grande. Allí encontramos a Jesús realmente, compartimos su vida, sentimos su amor; allí puedes experimentar que su muerte y resurrección son para ti. Y cuando adoras a Jesús en la Eucaristía recibes de él el Espíritu Santo y encuentras paz y alegría. Queridos hermanos y hermanas, escojamos este alimento de vida: pongamos en primer lugar la Misa, descubramos la adoración en nuestras comunidades. Pidamos la gracia de estar hambrientos de Dios, nunca saciados de recibir lo que él prepara para nosotros.
Pero, como a los discípulos entonces, también hoy a nosotros Jesús nos pide preparar. Como los discípulos le preguntamos: «Señor, ¿dónde quieres que vayamos a preparar?». Dónde: Jesús no prefiere lugares exclusivos y excluyentes. Busca espacios que no han sido alcanzados por el amor, ni tocados por la esperanza. A esos lugares incómodos desea ir y nos pide a nosotros realizar para él los preparativos. Cuántas personas carecen de un lugar digno para vivir y del alimento para comer. Todos conocemos a personas solas, que sufren y que están necesitadas: son sagrarios abandonados. Nosotros, que recibimos de Jesús comida y alojamiento, estamos aquí para preparar un lugar y un alimento a estos hermanos más débiles. Él se ha hecho pan partido para nosotros; nos pide que nos demos a los demás, que no vivamos más para nosotros mismos, sino el uno para el otro. Así se vive eucarísticamente: derramando en el mundo el amor que brota de la carne del Señor. La Eucaristía en la vida se traduce pasando del yo al tú.
Los discípulos, dice el Evangelio, prepararon la Cena después de haber «llegado a la ciudad» (v. 16). El Señor nos llama también hoy a preparar su llegada no quedándonos fuera, distantes, sino entrando en nuestras ciudades. También en esta ciudad, cuyo nombre —“Ostia”— recuerda precisamente la entradala puerta. Señor, ¿qué puertas quieres que te abramos aquí? ¿Qué portones nos pides que abramos, qué barreras debemos superar? Jesús desea que sean derribados los muros de la indiferencia y del silencio cómplice, arrancadas las rejas de los abusos y las intimidaciones, abiertas las vías de la justicia, del decoro y la legalidad. El amplio paseo marítimo de esta ciudad llama a la belleza de abrirse y remar mar adentro en la vida. Pero para hacer esto hay que soltar esos nudos que nos unen a los muelles del miedo y de la opresión. La Eucaristía invita a dejarse llevar por la ola de Jesús, a no permanecer varados en la playa en espera de que algo llegue, sino a zarpar libres, valientes, unidos.
Los discípulos, concluye el Evangelio, «después de cantar el himno, salieron» (v. 26). Al finalizar la Misa, también nosotros saldremos. Caminaremos con Jesús, que recorrerá las calles de esta ciudad. Él desea habitar en medio de vosotros. Quiere visitar las situaciones, entrar en las casas, ofrecer su misericordia liberadora, bendecir, consolar. Habéis experimentado situaciones dolorosas; el Señor quiere estar cerca. Abrámosle las puertas y digámosle:
Ven, Señor, a visitarnos.
Te acogemos en nuestros corazones,
en nuestras familias, en nuestra ciudad.
Gracias porque nos preparas el alimento de vida
y un lugar en tu Reino.
Haz que seamos activos en la preparación,
portadores gozosos de ti que eres la vida,
para llevar fraternidad, justicia y paz
a nuestras calles. Amén.
05.06.18


Guatemala: Oración por las víctimas de la erupción del “volcán de fuego”

Telegrama del Santo Padre


(5 junio 2018).- El Santo Padre, profundamente apenado al conocer la triste noticia de la violenta erupción del volcán de fuego, que ha ocasionado numerosas víctimas e ingentes daños materiales que han afectado a un significativo número de habitantes de la zona, ofrece sufragios por el eterno descanso de los fallecidos y oraciones por todos los que sufren las consecuencias de ese desastre natural.
Telegrama de condolencias para las víctimas de la erupción del “Volcán de Fuego” en Guatemala, que tuvo lugar en los últimos días, enviado al Nuncio Apostólico de Guatemala, Mons. Nicolas Henry Marie Denis Thevenin, en nombre del Santo Padre Francisco, por el Cardenal Secretario de Estado Pietro Parolin.
Ruego a vuestra excelencia que transmita el sentido pésame de Su Santidad, junto con expresiones de consuelo, a los familiares que lloran la pérdida de sus seres queridos, así como su cercanía espiritual a los heridos y a los que trabajan denodadamente en auxiliar a los damnificados, mientras pide al Señor que derrame sobre todos ellos los dones de la solidaridad, la serenidad espiritual y la esperanza cristiana, en prenda de lo cual les imparte de corazón la bendición apostólica”, se escribe en la carta.   
06.06.18



Audiencia general: “El Espíritu nos mueve a salir de nuestro egoísmo”

Palabras del Papa en español

(6 junio 2018).- “El Espíritu nos mueve a salir de nuestro egoísmo y a ser un don para los demás”: El Santo Padre Francisco ha continuado la reflexión sobre la Confirmación considerando los efectos del don del Espíritu Santo en quienes reciben este sacramento.
Así, el Papa ha impartido la 3ª catequesis sobre la Confirmación en la audiencia general celebrada el miércoles, 6 de junio de 2018, ante miles de fieles y peregrinos llegados a Roma desde diferentes lugares del mundo.
Comunidad eclesial
Francisco ha expresado que al recibir la Confirmación, nos unimos con mayor fuerza a los miembros del Cuerpo místico de Cristo, que es la Iglesia.
Tenemos que pensar en la Iglesia como un organismo vivo –ha anunciado– compuesto de personas que caminan formando una comunidad junto al obispo, que es el ministro originario de la Confirmación y quien nos vincula con la Iglesia”.
Signo de la paz
Al final del rito de la Confirmación, el obispo dice a cada confirmado «la paz esté contigo». “Recibir la paz a través del obispo nos impulsa a trabajar por la comunión dentro y fuera de la Iglesia, a mejorar los vínculos de concordia en la parroquia y a cooperar con la comunidad cristiana”, ha explicado el Pontífice.
Estas palabras nos recuerdan el saludo de Jesús a sus discípulos en la noche de Pascua y expresan la unión con el Pastor de esa iglesia particular y con todos los fieles, ha aclarado Francisco.
Asimismo, el Papa ha señalado que la Confirmación se recibe una sola vez, pero su fuerza espiritual se mantiene en el tiempo y anima a crecer espiritualmente con los demás.  
07.06.18


Santa Marta: El amor de Cristo supera todo conocimiento, supera todo

Solemnidad del Sagrada Corazón

(8 junio 2018).- “Hoy es la fiesta del amor de Dios”: El Papa Francisco ha iniciado así su homilía esta mañana en la Misa matutina de Santa Marta, en la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús.
El Pontífice ha aclarado que no somos nosotros los que hemos amado a Dios, sino que es Él quien “nos amó primero, Él es el primero en amar”, señala ‘Vatican News’ en español. Una verdad que los profetas explicaban con el símbolo de la flor del almendro, la primera en florecer en la primavera, así, el Papa subraya: “Dios es así: siempre primero. Nos espera primero, nos ama primero, nos ayuda primero”.
Francisco ha advertido que no es fácil entender el amor de Dios y se ha referido a la Carta del apóstol Pablo que han escuchado en la Eucaristía, que habla, de hecho, de inescrutables riquezas de Cristo”, de un misterio escondido.
Es un amor que no se puede entender –ha afirmado el Santo Padre–. Un amor de Cristo que supera todo conocimiento. Supera todo. Así de grande es el amor de Dios. Y un poeta decía que era como `el mar, sin orillas, sin fondo…´: pero un mar sin límites. Y éste es el amor que nosotros debemos entender, el amor que nosotros recibimos”.
El Señor “ha sido un gran pedagogo” –ha expresado el Papa– a lo largo de la historia de la salvación, nos ha revelado su amor, y retomando las palabras del profeta Oseas en el pasaje leído, explica que no lo ha revelado a través de la potencia: “No. Escuchemos: ‘Yo he enseñado a caminar a mi pueblo, lo llevaba en los brazos. Cuidaba de ellos”. En brazos, cercano: como un papá”.
El Obispo de Roma ha planteado: “Dios, ¿cómo manifiesta el amor? ¿Con las cosas grandes?. No, se empequeñece, se empequeñece, se empequeñece, con estos gestos de ternura, de bondad. Se hace pequeño. Se acerca. Y con esta cercanía, con este empequeñecimiento, Él nos hace entender la grandeza del amor. Lo grande se entiende a través de lo pequeño”.
Por último, el Papa ha aclarado que no se necesitan “grandes discursos sobre el amor”, sino hombres y mujeres “que sepan hacer estas pequeñas cosas por Jesús, por el Padre”. Las obras de misericordia “son la continuidad de este amor, que se empequeñece, llega a nosotros, y nosotros lo llevamos adelante”.    
09.06.18




Ángelus: El antídoto contra la destrucción de la buena reputación

Que Dios nos libere de esta terrible tentación”

(10 junio 2018).- “Aquí hay un verdadero veneno mortal”: el Papa Francisco analiza, en el Ángelus de este domingo 10 de junio de 2018, los estragos de los vendedores ambulantes de calumnias y chismes. Y ha  indicado el antídoto, tomar tan pronto como se manifiesten los síntomas.
La malicia con la que, premeditadamente, uno quiere destruir la buena reputación del otro. ¡Que Dios nos libre de esta terrible tentación! Y si, al examinar nuestra conciencia, nos damos cuenta de que esta mala hierba está germinando en nosotros, vayamos inmediatamente a confesarla en el sacramento de la penitencia, antes de que se desarrolle y produzca sus efectos nocivos, que son incurables”, dice el Papa. “Estén atentos porque esta actitud destruye familias, amistades, comunidades e incluso a la sociedad”, ha advertido el Santo Padre.
El Papa también ha señalado el hecho de que la familia de Jesús vio con malos ojos su “disponibilidad” para las multitudes. Y ha señalado que Cristo ha fundado una “nueva familia”.
Resumiendo estas dos lecciones del Evangelio, el Papa ha concluido: “Acoger la palabra de Jesús nos hace hermanos, nos hace la familia de Jesús. Hablar mal de los demás, destruir la reputación de los demás, nos convierte en la familia del diablo”.
Palabras del Papa antes del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de este domingo (Marcos 3: 20-35) nos muestra dos tipos de incomprensiones a los que Jesús tuvo que hacer frente: la de los escribas y la de los miembros de su propia familia. La primera incomprensión la de los escribas que eran hombres educados en las Sagradas Escrituras y encargados ​​de explicarlas a la gente.
Algunos de ellos son enviados desde Jerusalén a Galilea, donde la fama de Jesús había comenzado a extenderse, para desacreditarlo ante los ojos de la gente. Para hacer el papel de chismosos desacreditando al otro, quitándole la autoridad, es una cosa muy fea y estos eran enviados para hacer precisamente eso. Y estos escribas llegaron con una acusación precisa y terrible, no ahorraban medios, iban a lo concreto y decían: “Éste está poseído por Belzebú y expulsa a los demonios por medio del jefe de los demonios” (v.22). Y el jefe de los demonios es Él quién lo empuja, es casi decir que este hombre era un endemoniado.
De hecho Jesús curaba a muchos enfermos y los escribas querían hacer creer a la gente  que no lo hacía con el Espíritu de Dios, como lo hacía Jesús sino con el espíritu del Maligno, con la fuerza del Diablo. Jesús reacciona con palabras fuertes y claras, no tolera esto, porque esos escribas, quizás sin darse cuenta, están cayendo en el pecado más grave: negar y blasfemar el Amor de Dios que está presente y obra en Jesús. La blasfemia es el pecado contra el Espíritu Santo, el único pecado imperdonable, así lo dice Jesús que parte de un cierre del corazón a la misericordia de Dios que actúa en Jesús. Pero este episodio contiene una advertencia que nos sirve a todos. De hecho, puede suceder que una fuerte envidia por la bondad y por las buenas obras de una persona puedan llevar a acusarla falsamente. Aquí hay un veneno mortal: la malicia con la que, de forma premeditada, uno quiere destruir la buena reputación del otro. ¡Dios nos libre de esta terrible tentación! Y si, mediante el examen de nuestra conciencia nos damos cuenta de que esta mala hierba está brotando dentro de nosotros, vayamos a confesarnos inmediatamente en el sacramento de la Penitencia, antes de que se desarrolle y produzca sus efectos malignos que son incurables.
Estén atentos porque estos comportamientos destruyen a las familias, a las comunidades y por tanto a la sociedad.
El Evangelio de hoy también nos habla de otra incomprensión muy distinta hacia Jesús: la de su familia. Estaban preocupados porque su nueva vida itinerante les parecía una locura (v. 21). De hecho, Jesús se mostró tan disponible para las personas, especialmente para los enfermos y pecadores, hasta el punto de que ya ni siquiera tenía tiempo ni para comer. Jesús era así, primero a la gente, ayudar a la gente, enseñar a la gente, Jesús era para la gente, no tenía tiempo ni para comer. Su familia, por lo tanto, decide traerlo de regreso a Nazaret. Llegan al lugar donde Jesús está predicando y lo envían a llamar. Le dicen a Jesús: “Mira, tu madre, tus hermanos y hermanas están afuera y te buscan” (v. 32). Él responde: “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?”, Y mirando a las personas que lo rodean para escucharlo, agrega: “¡He aquí mi madre y mis hermanos! Porque el que hace la voluntad de Dios, él es hermano, hermana y madre para mí “(v.  33-34).
Jesús ha formado una nueva familia, que ya no se basa en vínculos naturales, sino en la fe en él, en su amor que nos acoge y nos une entre nosotros, en el Espíritu Santo. Todos los que aceptan la palabra de Jesús son hijos de Dios y hermanos entre sí, recibir la palabra de Jesús nos convierte en hermanos y en familia entre nosotros. Hablar de los otros, destruir la reputación de los otros nos hace ser familia del Diablo. La respuesta de Jesús no es una falta de respeto por su madre y su familia. De hecho, para María es el mayor reconocimiento, por qué ella es la perfecta discípula que obedecía la voluntad de Dios en todo.
Que la Virgen Madre nos ayude a vivir en comunión con Jesús, reconociendo el trabajo del Espíritu Santo que actúa en Él y en la Iglesia, regenerando el mundo a una nueva vida.   
11.06.18


Santa Marta: “Anuncio, servicio y gratuidad” para evangelizar


Homilía del Papa en la Eucaristía

( 11 junio 2018).- “El anuncio, el servicio y la gratuidad” son las tres dimensiones fundamentales de la evangelización, ha subrayado el Papa Francisco en su homilía, en la Misa matutina celebrada en la Capilla de la Casa Santa Marta, este lunes, 11 de junio de 2018.
Partiendo de las Lecturas bíblicas del día, el Pontífice ha aclarado que es el Espíritu Santo el “protagonista” del anuncio, que no representa una simple “predicación” o la “transmisión” de algunas ideas, sino es un movimiento dinámico capaz de “cambiar los corazones” gracias a la obra del Espíritu.
Francisco ha señalado que “no es una actitud empresarial” aquello que Jesús nos manda hacer, “es con el Espíritu Santo”: Esta es la valentía, ha subrayado. “La verdadera valentía de la evangelización no es una terquedad humana, así… No. Es el Espíritu Santo que nos da la valentía y lo lleva adelante”.
La dimensión del servicio dado también “en las cosas pequeñas”, ha indicado el Santo Padre como necesaria para la evangelización. De hecho, es equivocada la presunción de querer ser servido después de haber hecho carrera, en la Iglesia o en la sociedad: “el escalar en la Iglesia –agregado– es un signo de que no se sabe qué es la evangelización”, “aquel que manda debe ser como aquel que sirve”.
Nosotros podemos anunciar cosas buenas pero sin servicio no es anuncio, parece, pero no es –advierte del Papa–. Porque el Espíritu no solo te lleva adelante a proclamar las verdades del Señor y la vida del Señor, sino te lleva también a los hermanos, a las hermanas para servirlos. El servicio. Incluso en las cosas pequeñas. Es feo cuando se encuentran evangelizadores que se hacen servir y viven para hacerse servir. Es feo. Serán como los príncipes de la evangelización”.
Por último, el Obispo de Roma ha señalado la gratuidad como otra característica indispensable para evangelizar, porque ninguno puede redimirse por sus  propios méritos. “Gratuitamente han recibido – nos recuerda el Señor – gratuitamente den”.
Así, el Pontífice ha indicado que los operadores pastorales de la evangelización deben aprender esto, sus vidas deben ser gratuitas, al servicio, al anuncio, llevados por el Espíritu. “La propia pobreza los lleva a abrirse al Espíritu”.   
12.06.18


Santa Marta: “El cristiano debe ser sal y luz para los otros”

Esa es la “santidad de todos los días”

(12 junio 2018).- “Ser sal y luz para los otros, sin atribuirse méritos” es el “simple testimonio habitual”, la “santidad de todos los días”, a la que está llamado el cristiano, ha anunciado el Papa Francisco en la Misa celebrada esta mañana, en la Capilla de la Casa de Santa Marta.
Es un testimonio –ha aclarado el Santo Padre– de “todos los días, que inicia por la mañana, cuando nos despertamos, y termina por la noche, cuando nos vamos a dormir”.
Parece poca cosa”, advierte Francisco, pero el Señor “con pocas cosas nuestras hace milagros, hace maravillas”. Por lo tanto, es necesario tener esta actitud de “humildad” que consiste en buscar solamente ser sal y luz.
Siempre al servicio
Sal para los otros, luz para los otros, porque la sal no se sazona a sí misma, siempre al servicio. La luz no se ilumina a sí misma, siempre al servicio. Sal para los otros, pequeña sal que ayuda en las comidas, pero pequeña. ¿En el supermercado la sal se vende por toneladas? No… En pequeñas bolsitas, es suficiente”.
Y después –ha continuado– la sal no se vanagloria de sí misma, porque no se sirve a sí misma. Siempre está allí para ayudar a los demás: ayudar a conservar las cosas, a condimentar las cosas. Siempre está el testimonio”.
Santidad de cada día
El Pontífice ha señalado que el Señor nos dice: “Tú eres sal, tu eres luz”, y ha exhortamos a que renunciemos a tener ningún mérito. Pues, nosotros cuando comemos –ha expresado– no decimos: “¡Ah, qué rica la sal! ¡No!: “Rica la pasta, rica la carne, rica…”. No decimos: “Qué rica la sal”. De noche cuando vamos para casa, no decimos: “Qué buena la luz”, no. Ignoramos la luz, pero vivimos con aquella luz que ilumina. Ésta es una dimensión que hace que nosotros cristianos seamos como anónimos en la vida.
No somos protagonistas de nuestros méritos”, ha subrayado nuevamente el Papa al concluir. Por lo tanto, no se debe hacer como el fariseo que agradece al Señor pensando que es santo.
Además, el Santo Padre ha propuesto que al final día, hagamos una “linda oración” y nos preguntemos: “¿He sido sal hoy?” “¿He sido luz hoy?”, y ha concluido diciendo: “Ésta es la santidad de todos los días”.    
13.06.18


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