4 de jul. 2018

PAPA JULIOL


Misa del Papa Francisco para los migrantes en la Basílica de San Pedro

5º aniversario del viaje a Lampedusa

(4 julio 2018).- El ‘Papa de los pobres’ celebrará la Misa para los migrantes, en el Altar de la Cátedra de la basílica de San Pedro, el próximo viernes, 6 de julio de 2018, coincidiendo con el 5º aniversario de la visita de Francisco a Lampedusa (8 de julio de 2013).
La Eucaristía será a las 11 horas y será una “ocasión de oración por los muertos, por los supervivientes y por aquellos que los asisten”, ha informado el director de la Oficina de Prensa del Vaticano, Greg Burke, esta mañana en un comunicado.
Se esperan aproximadamente 200 personas, entre los cuales refugiados y personas que se ocupan de ellos.
La participación está reservada a las personas con entrada, que es siempre gratuita, ha señalado Burke.
05.07.18



Migración: La única respuesta sensata es la de la “solidaridad” y la “misericordia”

Homilía del Papa Francisco


(6 julio 2018).- “Frente a los desafíos migratorios de hoy, la única respuesta sensata es la de la solidaridad y la misericordia; una respuesta que no hace demasiados cálculos, pero exige una división equitativa de las responsabilidades, un análisis honesto y sincero de las alternativas y una gestión sensata” ha puntualizado Francisco en la homilía de la Eucaristía.
Esta mañana, a las 11 horas en el Altar de la Cátedra de la basílica de San Pedro, el Santo Padre Francisco ha celebrado la Misa por los migrantes en el quinto aniversario de su visita a Lampedusa (Italia). Han participado alrededor de 200 personas, entre las cuales refugiados y personal que los atiende.
Homilía del Papa Francisco
«Escuchad esto, los que pisoteáis al pobre y elimináis a los humildes […]. Vienen días en que enviaré hambre al país: […] hambre de escuchar las palabras del Señor» (Am8,4.11).
La advertencia del profeta Amós resulta aún hoy de candente actualidad. Cuántos pobres hoy son pisoteados. Cuántos pequeños son exterminados. Todos son víctimas de esa cultura del descarte que ha sido denunciada tantas veces. Y entre ellos, no puedo dejar de mencionar a los emigrantes y refugiados, que continúan llamando a las puertas de las naciones que gozan de mayor bienestar.

Hace cinco años, durante mi visita a Lampedusa, recordando a las víctimas de los naufragios, me hice eco de ese perenne llamamiento a a responsabilidad humana: «“¿Dónde está tu hermano?, la voz de su sangre grita hasta mí”», dice Dios. Ésta no es una pregunta dirigida a otros, es una pregunta dirigida a mí, a ti, a cada uno de nosotros» (Homilía, Visita a Lampedusa, 8 julio 2013). Lamentablemente, las respuestas a este llamamiento ―aun siendo generosas― no han sido suficientes, y hoy nos encontramos llorando a millares de muertos.
El Evangelio que hoy ha sido proclamado incluye la invitación de Jesús: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré». El Señor promete alivio y liberación a todos los oprimidos del mundo, pero tiene necesidad de nosotros para que su promesa sea eficaz. Necesita nuestros ojos para ver las necesidades de los hermanos y las hermanas. Necesita nuestras manos para prestar ayuda. Necesita nuestra voz para denunciar las injusticias cometidas en el silencio ―a veces cómplice― de muchos. En efecto, tendría que hablar de muchos silencios: el silencio del sentido común, el silencio del «siempre se ha hecho así», el silencio del «nosotros» contrapuesto al «vosotros». El Señor necesita sobre todo nuestro corazón para manifestar el amor misericordioso de Dios hacia los últimos, los rechazados, los abandonados, los marginados.
En el Evangelio de hoy, Mateo narra el día más importante de su vida, en el que fue llamado por el Señor. El evangelista recuerda claramente el reproche de Jesús a los fariseos, que se dan con facilidad a retorcidas murmuraciones: «Andad, aprended lo que significa “Misericordia quiero y no sacrificio”» (9,13). Es una acusación directa contra la hipocresía estéril de quien no quiere «ensuciarse las manos», como el sacerdote y el levita de la parábola del Buen Samaritano. Se trata de una tentación muy frecuente también en nuestros días, que se traduce en una cerrazón respecto a quienes tienen derecho, como nosotros, a la seguridad y a una condición de vida digna, y que construye muros ―reales o imaginarios― en vez de puentes.
Frente a los desafíos migratorios de hoy, la única respuesta sensata es la de la solidaridad y la misericordia; una respuesta que no hace demasiados cálculos, pero exige una división equitativa de las responsabilidades, un análisis honesto y sincero de las alternativas y una gestión sensata. Una política justa es la que se pone al servicio de la persona, de todas las personas afectadas; que prevé soluciones adecuadas para garantizar la seguridad, el respeto de los derechos y de la dignidad de todos; que sabe mirar al bien del propio país teniendo en cuenta el de los demás países, en un mundo cada vez más interconectado. Es este mundo al que miran los jóvenes.
El salmista nos ha indicado cuál es la actitud apropiada que en conciencia se ha de asumir delante de Dios: «Escogí el camino verdadero, deseé tus mandamientos» (v. 30). Un compromiso de fidelidad y de recto juicio que deseamos llevar adelante junto a los gobernantes de la tierra y a las personas de buena voluntad. Por eso seguimos con atención el trabajo de la comunidad internacional para responder a los desafíos que plantean las migraciones contemporáneas, armonizando con sabiduría la solidaridad y  la subsidiaridad e identificando responsabilidades y recursos.
Deseo concluir con algunas palabras en español, dirigidas particularmente a los fieles que han venido de España.
Quise celebrar el quinto aniversario de mi visita a Lampedusa con ustedes, quienes representan a los socorristas y a los rescatados en el Mar Mediterráneo. A los primeros quiero expresar mi agradecimiento por encarnar hoy la parábola del Buen Samaritano, quien se detuvo a salvar la vida del pobre hombre golpeado por los bandidos, sin preguntarle cuál era su procedencia, sus razones de viaje o sus documentos…: simplemente decidió hacerse cargo y salvar su vida. A los rescatados quiero reiterar mi solidaridad y aliento, ya que conozco bien las tragedias de las que se están escapando. Les pido que sigan siendo testigos de la esperanza en un mundo cada día más preocupado de su presente, con muy poca visión de futuro y reacio a compartir, y que con su respeto por la cultura y las leyes del país que los acoge, elaboren conjuntamente el camino de la integración.
Pido al Espíritu Santo que ilumine nuestra mente y encienda nuestro corazón para superar todos los miedos y las inquietudes y nos transforme en instrumentos dóciles del amor misericordioso del Padre, dispuestos a dar la propia vida por los hermanos y las hermanas, como lo hizo Nuestro Señor Jesucristo por cada uno de nosotros.
07.07.18




Ángelus: Cómo prepararse para las sorpresas de Dios

Una “escucha humilde” y una “espera dócil”

( 8 julio 2018).- “El Señor nos invita hoy a adoptar una actitud de escucha humilde y de espera dócil”, afirma el Papa Francisco, quien comentó el Evangelio antes de la oración del Ángelus del mediodía, en la Plaza de San Pedro, este domingo 8 de julio de 2018.
Y esta docilidad permite estar atento y receptivo a las sorpresas de Dios: “Porque la gracia de Dios a menudo se nos presenta de una manera sorprendente, que no coincide con nuestras expectativas. Dios no se ajusta a los prejuicios. Debemos esforzarnos para abrir nuestros corazones y nuestras mentes, para acoger la realidad divina que viene a nuestro encuentro. Se trata de tener fe: la falta de fe es un obstáculo para la gracia de Dios”.
El Papa Francisco dio como ejemplo a la Madre Teresa de Calcuta.
Palabras del Papa Francisco antes del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El pasaje del Evangelio de hoy (Marcos 6: 1-6) muestra a Jesús regresando a Nazaret, y en el día de reposo comienza a enseñar en la sinagoga. Desde que se fue y comenzó a predicar por las ciudades y pueblos cercanos, no había vuelto a poner un pie en su tierra natal. Por lo tanto, habrá ido toda la aldea para escuchar a este hijo del pueblo, cuya reputación de sabio maestro y poderoso sanador se extendió ahora a través de Galilea y más allá. Pero lo que podría ser un éxito, se convirtió en un rechazo rotundo, hasta el punto de que Jesús ya no podía realizar ningún milagro, sino solo algunas sanidades (ver v. 5). La dinámica de este día es reconstruida en detalle por el evangelista Marcos: la gente de Nazaret escucha primero y se queda asombrada; entonces se preguntan, perplejos: “¿De dónde vienen estas cosas”, esta sabiduría? y al final se escandaliza, reconociendo en él al carpintero, el hijo de María, a quien vieron crecer (vv 2-3). Por lo tanto, Jesús concluye con la expresión proverbial: “Nadie es profeta en su tierra” (v.4).
Nos preguntamos: ¿cómo los conciudadanos de Jesús pasan de la maravilla a la incredulidad? Ellos comparan el origen humilde de Jesús con sus habilidades actuales: él es carpintero, no estudió, pero predica mejor que los escribas y hace milagros. Y en lugar de abrirse a la realidad, se escandalizan. Según los habitantes de Nazaret, ¡Dios es demasiado grande para rebajarse a hablar a través de un hombre tan simple! Es el escándalo de la encarnación: el evento desconcertante de un dios hecho carne, que piensa con una mente humano, trabaja y actúa con las manos del hombre, ama con el corazón de un hombre, un Dios que lucha, come y duerme como uno de nosotros. El Hijo de Dios derroca cada esquema humano: no son los discípulos quienes lavaronn los pies del Señor, sino el Señor que lavó sus pies a los discípulos (Jn 13, 1-20).
Es un objeto de escándalo e incredulidad, no solo en ese momento, en ningún momento, incluso hoy en día.
La inversión de Jesús compromete a sus discípulos de ayer y de hoy a una verificación personal y comunitaria. De hecho, incluso hoy, podemos tener prejuicios que nos impiden captar la realidad. Pero el Señor nos invita hoy a adoptar una actitud de escucha humilde y de espera dócil, porque la gracia de Dios a menudo se nos presenta de una manera sorprendente, que no corresponde a nuestras expectativas.
Piense, por ejemplo, en la Madre Teresa de Calcuta, una mujercita por la que nadie habría dado ni 10 liras por ella (…). Iba por las calles para  coger a los moribundos y pudieran tener una muerte digna. Y esta pequeña hermanita con la oración y su obra ha hecho maravillas. La pequeñez de una mujer ha revolucionado la obra de la caridad en la Iglesia. Es un ejemplo de nuestros días
Dios no se ajusta a los prejuicios. Debemos esforzarnos para abrir nuestros corazones y nuestras mentes, para dar la bienvenida a la realidad divina que se nos presenta. Se trata de tener fe: la falta de fe es un obstáculo para la gracia de Dios. Muchos bautizados viven como si Cristo no existiera: repetimos gestos y señales de fe, pero sin corresponderles una verdadera adhesión a la persona de Jesús y su Evangelio. Por el contrario, cada cristiano, cada uno de nosotros, está llamado a profundizar en esta pertenencia fundamental, tratando de dar testimonio de ella mediante una actitud coherente de vida, cuyo hilo conductor siempre será la caridad.
Pidamos al Señor, por intercesión de la Virgen María, que ablande la dureza de los corazones y la estrechez de la mente, para que estemos abiertos a su gracia, a su verdad y a su misión de bondad y misericordia, que se da a todos, sin exclusión.
09.07.18

Francisco en Bari: “¡Basta de usar a Oriente Medio para obtener beneficios!”

Discurso del Santo Padre
(10 julio 2018).- “No hay alternativa posible a la paz”, anunció el Papa Francisco. “La paz no vendrá gracias a las treguas sostenidas por muros y pruebas de fuerza, sino por la voluntad real de escuchar y dialogar”.
En su visita a Bari, el pasado sábado, 7 de julio de 2018, el Papa Francisco mantuvo un diálogo a puerta cerrada en la basílica de San Nicolás, con los Patriarcas de las Iglesias Orientales. Al terminar este diálogo, salieron al exterior del templo y en presencia de los fieles que esperaban en la plaza, el Papa leyó unas palabras de saludo. Sucesivamente el Santo Padre y los Patriarcas fueron en autobús al arzobispado para almorzar.
El Pontífice advirtió que no se puede levantar la voz para hablar de paz mientras a escondidas se siguen desenfrenadas carreras de rearme. “Es una gravísima responsabilidad que pesa sobre la conciencia de las naciones, especialmente de las más poderosas”, señaló.
En esta línea, el Papa denunció la explotación de Oriente Medio: “¡Basta del beneficio de unos pocos a costa de la piel de muchos! ¡Basta de las ocupaciones de las tierras que desgarran a los pueblos! ¡Basta con el prevalecer de las verdades parciales a costa de las esperanzas de la gente! ¡Basta de usar a Oriente Medio para obtener beneficios ajenos a Oriente Medio!”, ha dicho.

Palabras del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas
Estoy muy agradecido por este encuentro que hemos tenido la gracia de vivir. Nos hemos ayudado a redescubrir nuestra presencia como cristianos en Oriente Medio, como hermanos. Y será tanto más profética cuanto más manifieste a Jesús, el Príncipe de la paz (cf. Is 9,5). Él no empuña la espada, sino que le pide a los suyos que la metan de nuevo en la vaina (cf. Jn 18,11). También nuestro modo de ser iglesia se ve tentado por la lógica del mundo, lógica de poder y de ganancia, lógica apresurada y de conveniencia. Y está nuestro pecado, la incoherencia entre la fe y la vida, que oscurece el testimonio. Sentimos una vez más que debemos convertirnos al Evangelio, garantía de auténtica libertad, y hacerlo con urgencia ahora, en la noche del Oriente Medio en agonía. Como en la noche angustiosa de Getsemaní, no será la huida (cf. Mt26,56) o la espada (cf. Mt 26,52) lo que anticipe el radiante amanecer de la Pascua, sino el don de sí a imitación del Señor.
La buena noticia de Jesús, crucificado y resucitado por amor, que nos llegó desde las tierras de Oriente Medio, ha conquistado el corazón del hombre a lo largo de los siglos porque no está ligada a los poderes del mundo, sino a la fuerza inerme de la Cruz. El Evangelio nos obliga a una conversión diaria a los planes de Dios, a que encontremos solo en él seguridad y consuelo, para anunciarlo a todos y a pesar de todo. La fe de las personas sencillas, tan profundamente arraigada en Oriente Medio, es la fuente en la que debemos saciarnos y purificarnos, como sucede cuando volvemos a los orígenes, yendo como peregrinos a Jerusalén, a Tierra Santa o a los santuarios de Egipto, Jordania, Líbano, Siria, Turquía y de otros lugares sagrados de esa región.
Alentándonos mutuamente, hemos dialogado fraternalmente. Ha sido un signo de que el encuentro y la unidad hay que buscarlos siempre, sin temer las diferencias. Así también la paz: hay que cultivarla también en las áridas tierras de las contraposiciones, porque hoy, a pesar de todo, no hay alternativa posible a la paz. La paz no vendrá gracias a las treguas sostenidas por muros y pruebas de fuerza, sino por la voluntad real de escuchar y dialogar. Nosotros nos comprometemos a caminar, orar y trabajar, e imploramos que el arte del encuentro prevalezca sobre las estrategias de confrontación, que la ostentación de los amenazantes signos de poderdeje paso al poder de los signos de esperanza: hombres de buena voluntad y de diferentes credos que no tienen miedo de hablarse, de aceptar las razones de los demás y de cuidarse unos a otros. Solo así, cuidando que a nadie le falte pan y trabajo, dignidad y esperanza, los gritos de guerra se transformarán en cantos de paz.

Para ello es esencial que quien tiene el poder se ponga decidida y sin más dilaciones al servicio verdadero de la paz y no al de los propios intereses. ¡Basta del beneficio de unos pocos a costa de la piel de muchos! ¡Basta de las ocupaciones de las tierras que desgarran a los pueblos! ¡Basta con el prevalecer de las verdades parciales a costa de las esperanzas de la gente! ¡Basta de usar a Oriente Medio para obtener beneficios ajenos a Oriente Medio!
La guerra es la plaga que trágicamente asalta esta amada región. Quien lo sufre es sobre todo la gente pobre. Pensemos en la martirizada Siria, especialmente en la provincia de Deraa, donde se han reanudado intensos combates que han provocado un gran número de personas desplazadas, expuestas a terribles sufrimientos. La guerra es hija del poder y la pobreza. Se vence renunciando a la lógica de la supremacía y erradicando la miseria. Muchos conflictos han sido fomentados también por formas de fundamentalismo y fanatismo que, disfrazados de pretextos religiosos, han blasfemado en realidad el nombre de Dios, que es paz, y han perseguido al hermano que desde siempre ha vivido al lado. Pero la violencia se alimenta siempre de las armas. No se puede levantar la voz para hablar de paz mientras a escondidas se siguen desenfrenadas carreras de rearme. Es una gravísima responsabilidad que pesa sobre la conciencia de las naciones, especialmente de las más poderosas. No olvidemos el siglo pasado, no dejemos de lado las lecciones de Hiroshima y Nagasaki, no convirtamos las tierras de Oriente, donde apareció el Verbo de paz, en oscuras extensiones de silencio. Basta de contraposiciones obstinadas, basta de la sed de ganancia, que no se detiene ante nadie con tal de acaparar depósitos de gas y combustible, sin ningún cuidado por la casa común y sin ningún escrúpulo en que el mercado de la energía dicte la ley de la convivencia entre los pueblos.
Que para abrir caminos de paz, se vuelva la mirada en cambio hacia quien suplica poder vivir fraternalmente con los demás. Que se proteja la presencia de todos no solo de los que son mayoría. Que se abra también de par en par en Oriente Medio el camino del derecho a una común ciudadanía, camino para un futuro renovado. También los cristianos son y ha de ser ciudadanos a título pleno, con los mismos derechos.
Profundamente angustiados, pero nunca privados de esperanza, volvemos la mirada a Jerusalén, ciudad para todos los pueblos, ciudad única y sagrada para los cristianos, judíos y musulmanes de todo el mundo, cuya identidad y vocación ha de ser preservada más allá de las distintas disputas y tensiones, y cuyo status quo exige que sea respetado de acuerdo con lo deliberado por la Comunidad internacional y repetidamente formulado por las comunidades cristianas de Tierra Santa. Solo una solución negociada entre israelíes y palestinos, firmemente deseada y favorecida por la Comunidad de naciones, podrá conducir a una paz estable y duradera, y asegurar la coexistencia de dos Estados para dos pueblos.
La esperanza tiene el rostro de los niños. En Oriente Medio, durante años, un número aterrador de niños llora a causa de muertes violentas en sus familias y ve amenazada su tierra natal, a menudo con la única posibilidad de tener que huir. Esta es la muerte de la esperanza. Son demasiados los niños que han pasado la mayor parte de sus vidas viendo con sus ojos escombros en lugar de escuelas, oyendo el sordo estruendo de las bombas en lugar del bullicio festivo de los juegos. Que la humanidad – os ruego – escuche el grito de los niños, cuya boca proclama la gloria de Dios (cf. Sal 8,3). Solo secando sus lágrimas el mundo encontrará la dignidad.
Pensando en los niños -¡No nos olvidemos de los niños!-, dentro de poco lanzaremos al aire, junto con algunas palomas, nuestro deseo de paz. Que el anhelo de paz se eleve más alto que cualquier nube oscura. Que nuestros corazones se mantengan unidos y vueltos al cielo, esperando que, como en los tiempos del diluvio, regrese el tierno brote de la esperanza (cf. Gn 8,11). Y que Oriente Medio no sea más un arco de guerratensado entre los continentes, sino un arca de paz acogedora para los pueblos y los credos. Amado Oriente Medio, que desaparezcan de ti las tinieblas de la guerra, del poder, de la violencia, de los fanatismos, de los beneficios injustos,de la explotación, de la pobreza, de la desigualdad y de la falta de reconocimiento de los derechos. «Que la paz descienda sobre ti» (Sal 122,8) – repitamos juntos: «Que la paz descienda sobre ti»-, en ti la justicia, sobre ti descienda la bendición de Dios. Amén.
11.07.18





Ángelus: El mensajero del Reino de Dios viaja libre y ligero

Palabras del Papa en la oración mariana

(15 julio 2018).- Los misioneros viajan “libres y ligeros, sin apoyo y sin favores, solo seguros del amor de Aquel que los envía”: no son “gerentes todopoderosos, ni funcionarios intratables, ni estrellas de gira”, dijo el Papa Francisco en el Ángelus el 15 de julio de 2018.
Al presentar la oración mariana en la Plaza San Pedro en presencia de 15.000 personas, el Papa insistió sobre “la pobreza de los medios” en la misión. Y ha recordado que todos los cristianos son misioneros por el bautismo: “Un  bautizado que no siente la necesidad de anunciar el Evangelio, de anunciar a Jesús, no es un buen cristiano”.
Ningún cristiano anuncia el Evangelio ‘por su cuenta’, también dijo, sino solo enviado por la Iglesia que recibió el mandato del mismo Cristo”
Palabras del Papa antes del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de hoy (Mc 6, 7-13) narra el momento donde Jesús envía a los Doce en misión. Después de haberlos llamado por su nombre, uno por uno, “para que estuvieran con él” (Mc 3,14) escuchando sus palabras y observando sus gestos de curación, hoy les convoca de nuevo para “enviarles en misión de dos en dos “(6,7) a los pueblos a los que iba a ir. Es una especie de “práctica” de lo que estarán llamados a hacer después de la Resurrección del Señor con el poder del Espíritu Santo.
El pasaje del Evangelio se detiene en el estilo del  misionero, que podemos resumir en dos puntos: la misión tiene un centro; la misión tiene un rostro.
El discípulo misionero tiene sobre todo un centro de referencia, que es la persona de Jesús. La narración lo indica usando una serie de verbos que tienen a Jesús como sujeto: “los llamó”, “comenzó a enviarlos en misión”, “les dio autoridad”, “los ordenó”, “les dijo otra vez “(vv. 7.8.10) – de modo que el hecho de ir y de obrar de los Doce aparece como la irradiación de un centro, la representación de la presencia y de la obra de Jesús en su acción misionera. Esto manifiesta cuánto los Apóstoles no tienen nada propio que anunciar, ni habilidades para demostrar, sino que hablan y actúan en cuanto “enviados”, en cuanto mensajeros de Jesús.
Este episodio evangélico también nos concierne, y no solo a los sacerdotes, sino a todos los bautizados, llamados a testimoniar en los diversos ambientes de su vida el Evangelio de Cristo. Y para nosotros también, esta misión es auténtica solo desde su centro inmutable que es Jesús. No es una iniciativa de los fieles individuales, ni de los grupos, ni de las grandes agregaciones, sino que es la misión de la Iglesia inseparablemente unida a su Señor. Ningún cristiano anuncia el Evangelio “por su cuenta”, sino solo enviado por la Iglesia que recibió el mandato de Cristo mismo. Precisamente es el bautismo lo que nos hace misioneros. Un bautizado que no sienta la necesidad de proclamar el Evangelio, de anunciar a Jesús, no es un buen cristiano.
La segunda característica del estilo misionero es, por así decirlo, un rostro, que consiste en la pobreza de los medios., pobreza de los medios. Su equipaje responde a un criterio de “sobriedad”. Los Doce, de hecho, tienen la orden “no llevar para el viaje nada más que un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero en sus fajas”(v. 8). El Maestro los quiere libres y ligeros, sin apoyo y sin favores, solo seguros del amor de Aquel que los envía, fuertes de su palabra que anunciarán. El bastón y las sandalias son el equipo de los peregrinos, porque esos son los mensajeros del reino de Dios, no los gerentes todopoderosos, no los funcionarios intratables, no divos en turné. Pensemos por ejemplo, en esta diócesis de la cual soy el obispo. Pensemos en algunos santos de esta diócesis de Roma: San Felipe Neri, San Benito José Labre, San Alessio, Santa Ludovica Albertini, Santa Francisca Romana, San Gaspard Del Bufalo y muchos otros. No eran funcionarios ni empresarios, sino humildes trabajadores del Reino. Tenían este rostro. Y a este “rostro” también pertenece la manera con la cual se recibe el mensaje: de hecho puede suceder que no sea bienvenido o escuchado (ver v. 11). Eso también es pobreza: la experiencia del fracaso. La historia de Jesús, que fue rechazado y crucificado, prefigura el destino de su mensajero. Solo si estamos unidos a Él, muerto y resucitado, logramos encontrar el coraje de la evangelización.
Que la Virgen María, primera discípula y misionera de la Palabra de Dios, nos ayude a llevar al mundo el mensaje del Evangelio en una exaltación humilde y radiante, más allá de todo rechazo, incomprensión o tribulación.
Palabras del Papa después del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas:
Os saludo a todos de todo corazón, romanos y peregrinos de Italia y de diversas partes del mundo: familias, grupos parroquiales, asociaciones.
En particular, saludo a las Hermanas de la Preciosísima Sangre de Monza, a las novicias de las Hijas de María Auxiliadora provenientes de diversos países y a los jóvenes polacos de la diócesis de Pelplin (Polonia), que participan en un curso de ejercicios espirituales en Asís.
A todos os deseo un buen domingo y, por favor, no os olvidéis de rezar por mí. Buen apetito y adiós!
16.07.18



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