Misa del Papa Francisco para los migrantes en la Basílica de San Pedro
5º
aniversario del viaje a Lampedusa
(4
julio 2018).- El ‘Papa de los pobres’ celebrará la Misa para los
migrantes, en el Altar de la Cátedra de la basílica de San Pedro,
el próximo viernes, 6 de julio de 2018, coincidiendo con el 5º
aniversario de la visita
de Francisco a Lampedusa (8
de julio de 2013).
La
Eucaristía será a las 11 horas y será una “ocasión de
oración por los muertos, por los supervivientes y por aquellos que
los asisten”, ha informado el director de la Oficina de Prensa del
Vaticano, Greg Burke, esta mañana en un comunicado.
Se
esperan aproximadamente 200 personas, entre los cuales refugiados y
personas que se ocupan de ellos.
La
participación está reservada a las personas con entrada, que es
siempre gratuita, ha señalado Burke.
05.07.18
Migración: La única respuesta sensata es la de la “solidaridad” y la “misericordia”
Homilía del Papa Francisco
(6
julio 2018).- “Frente a los desafíos migratorios de hoy, la única
respuesta sensata es la de la solidaridad y la misericordia; una
respuesta que no hace demasiados cálculos, pero exige una división
equitativa de las responsabilidades, un análisis honesto y sincero
de las alternativas y una gestión sensata” ha puntualizado
Francisco en la homilía de la Eucaristía.
Esta
mañana, a las 11 horas en el Altar de la Cátedra de la basílica de
San Pedro, el Santo
Padre Francisco ha celebrado la Misa por
los migrantes en el quinto aniversario de su visita
a Lampedusa (Italia).
Han participado alrededor de 200 personas, entre las cuales
refugiados y personal que los atiende.
Homilía
del Papa Francisco
«Escuchad
esto, los que pisoteáis al pobre y elimináis a los humildes […].
Vienen días en que enviaré hambre al país: […] hambre de
escuchar las palabras del Señor» (Am8,4.11).
La
advertencia del profeta Amós resulta aún hoy de candente
actualidad. Cuántos pobres hoy son pisoteados. Cuántos pequeños
son exterminados. Todos son víctimas de esa cultura del descarte que
ha sido denunciada tantas veces. Y entre ellos, no puedo dejar de
mencionar a los emigrantes y refugiados, que continúan llamando a
las puertas de las naciones que gozan de mayor bienestar.
Hace
cinco años, durante mi visita a Lampedusa, recordando a las víctimas
de los naufragios, me hice eco de ese perenne llamamiento a a
responsabilidad humana: «“¿Dónde está tu hermano?, la voz de su
sangre grita hasta mí”», dice Dios. Ésta no es una pregunta
dirigida a otros, es una pregunta dirigida a mí, a ti, a cada uno de
nosotros» (Homilía, Visita a Lampedusa, 8 julio 2013).
Lamentablemente, las respuestas a este llamamiento ―aun siendo
generosas― no han sido suficientes, y hoy nos encontramos llorando
a millares de muertos.
El
Evangelio que hoy ha sido proclamado incluye la invitación de Jesús:
«Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os
aliviaré». El Señor promete alivio y liberación a todos los
oprimidos del mundo, pero tiene necesidad de nosotros para que su
promesa sea eficaz. Necesita nuestros ojos para ver las necesidades
de los hermanos y las hermanas. Necesita nuestras manos para prestar
ayuda. Necesita nuestra voz para denunciar las injusticias cometidas
en el silencio ―a veces cómplice― de muchos. En efecto, tendría
que hablar de muchos silencios: el silencio del sentido común, el
silencio del «siempre se ha hecho así», el silencio del «nosotros»
contrapuesto al «vosotros». El Señor necesita sobre todo nuestro
corazón para manifestar el amor misericordioso de Dios hacia los
últimos, los rechazados, los abandonados, los marginados.
En
el Evangelio de hoy, Mateo narra el día más importante de su vida,
en el que fue llamado por el Señor. El evangelista recuerda
claramente el reproche de Jesús a los fariseos, que se dan con
facilidad a retorcidas murmuraciones: «Andad, aprended lo que
significa “Misericordia quiero y no sacrificio”» (9,13). Es una
acusación directa contra la hipocresía estéril de quien no quiere
«ensuciarse las manos», como el sacerdote y el levita de la
parábola del Buen Samaritano. Se trata de una tentación muy
frecuente también en nuestros días, que se traduce en una cerrazón
respecto a quienes tienen derecho, como nosotros, a la seguridad y a
una condición de vida digna, y que construye muros ―reales o
imaginarios― en vez de puentes.
Frente
a los desafíos migratorios de hoy, la única respuesta sensata es la
de la solidaridad y la misericordia; una respuesta que no hace
demasiados cálculos, pero exige una división equitativa de las
responsabilidades, un análisis honesto y sincero de las alternativas
y una gestión sensata. Una política justa es la que se pone al
servicio de la persona, de todas las personas
afectadas; que prevé soluciones adecuadas para garantizar la
seguridad, el respeto de los derechos y de la dignidad de todos; que
sabe mirar al bien del propio país teniendo en cuenta el de los
demás países, en un mundo cada vez más interconectado. Es este
mundo al que miran los jóvenes.
El
salmista nos ha indicado cuál
es la actitud apropiada que en conciencia se ha de asumir delante de
Dios: «Escogí el camino verdadero, deseé tus mandamientos» (v.
30). Un compromiso de fidelidad y de recto juicio que deseamos llevar
adelante junto a los gobernantes de la tierra y a las personas de
buena voluntad. Por eso seguimos con atención el trabajo de la
comunidad internacional para responder a los desafíos que plantean
las migraciones contemporáneas, armonizando con sabiduría la
solidaridad y la subsidiaridad e identificando
responsabilidades y recursos.
Deseo
concluir con algunas palabras en español, dirigidas particularmente
a los fieles que han venido de España.
Quise
celebrar el quinto aniversario de mi visita a Lampedusa con ustedes,
quienes representan a los socorristas y a los rescatados en el Mar
Mediterráneo. A los primeros quiero expresar mi agradecimiento por
encarnar hoy la parábola del Buen Samaritano, quien se detuvo a
salvar la vida del pobre hombre golpeado por los bandidos, sin
preguntarle cuál era su procedencia, sus razones de viaje o sus
documentos…: simplemente decidió hacerse cargo y salvar su vida. A
los rescatados quiero reiterar mi solidaridad y aliento, ya que
conozco bien las tragedias de las que se están escapando. Les pido
que sigan siendo testigos de la esperanza en un mundo cada día más
preocupado de su presente, con muy poca visión de futuro y reacio a
compartir, y que con su respeto por la cultura y las leyes del país
que los acoge, elaboren conjuntamente el camino de la integración.
Pido
al Espíritu Santo que ilumine nuestra mente y encienda nuestro
corazón para superar todos los miedos y las inquietudes y nos
transforme en instrumentos dóciles del amor misericordioso del
Padre, dispuestos a dar la propia vida por los hermanos y las
hermanas, como lo hizo Nuestro Señor Jesucristo por cada uno de
nosotros.
07.07.18
Ángelus: Cómo prepararse para las sorpresas de Dios
Una
“escucha humilde” y una “espera dócil”
(
8 julio 2018).- “El Señor nos invita hoy a adoptar una actitud de
escucha humilde y de espera dócil”, afirma el Papa Francisco,
quien comentó el Evangelio antes de la oración del Ángelus del
mediodía, en la Plaza de San Pedro, este domingo 8 de julio de 2018.
Y
esta docilidad permite estar atento y receptivo a las sorpresas de
Dios: “Porque la gracia de Dios a menudo se nos presenta de una
manera sorprendente, que no coincide con nuestras expectativas. Dios
no se ajusta a los prejuicios. Debemos esforzarnos para abrir
nuestros corazones y nuestras mentes, para acoger la realidad divina
que viene a nuestro encuentro. Se trata de tener fe: la falta de
fe es un obstáculo para la gracia de Dios”.
El
Papa Francisco dio como ejemplo a la Madre Teresa de Calcuta.
Palabras
del Papa Francisco antes del Ángelus
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El
pasaje del Evangelio de hoy (Marcos 6: 1-6) muestra a Jesús
regresando a Nazaret, y en el día de reposo comienza a enseñar en
la sinagoga. Desde que se fue y comenzó a predicar por las
ciudades y pueblos cercanos, no había vuelto a poner un pie en su
tierra natal. Por lo tanto, habrá ido toda la aldea para
escuchar a este hijo del pueblo, cuya reputación de sabio maestro y
poderoso sanador se extendió ahora a través de Galilea y más
allá. Pero lo que podría ser un éxito, se convirtió en un
rechazo rotundo, hasta el punto de que Jesús ya no podía realizar
ningún milagro, sino solo algunas sanidades (ver v. 5). La
dinámica de este día es reconstruida en detalle por el evangelista
Marcos: la gente de Nazaret escucha primero y se queda
asombrada; entonces se preguntan, perplejos: “¿De dónde
vienen estas cosas”, esta sabiduría? y al final se
escandaliza, reconociendo en él al carpintero, el hijo de María, a
quien vieron crecer (vv 2-3). Por lo tanto, Jesús concluye con
la expresión proverbial: “Nadie es profeta en su tierra” (v.4).
Nos
preguntamos: ¿cómo los conciudadanos de Jesús pasan de la
maravilla a la incredulidad? Ellos comparan el origen humilde de
Jesús con sus habilidades actuales: él es carpintero, no estudió,
pero predica mejor que los escribas y hace milagros. Y en lugar
de abrirse a la realidad, se escandalizan. Según los habitantes
de Nazaret, ¡Dios es demasiado grande para rebajarse a hablar a
través de un hombre tan simple! Es el escándalo de la
encarnación: el evento desconcertante de un dios hecho carne, que
piensa con una mente humano, trabaja y actúa con las manos del
hombre, ama con el corazón de un hombre, un Dios que lucha, come y
duerme como uno de nosotros. El Hijo de Dios derroca cada
esquema humano: no son los discípulos quienes lavaronn los pies del
Señor, sino el Señor que lavó sus pies a los discípulos (Jn 13,
1-20).
Es
un objeto de escándalo e incredulidad, no solo en ese momento, en
ningún momento, incluso hoy en día.
La
inversión de Jesús compromete a sus discípulos de ayer y de hoy a
una verificación personal y comunitaria. De hecho, incluso hoy,
podemos tener prejuicios que nos impiden captar la realidad. Pero
el Señor nos invita hoy a adoptar una actitud de escucha humilde y
de espera dócil, porque la gracia de Dios a menudo se nos presenta
de una manera sorprendente, que no corresponde a nuestras
expectativas.
Piense,
por ejemplo, en la Madre Teresa de Calcuta, una mujercita por la que
nadie habría dado ni 10 liras por ella (…). Iba por las
calles para coger a los moribundos y pudieran tener una muerte
digna. Y esta pequeña hermanita con la oración y su obra ha hecho
maravillas. La pequeñez de una mujer ha revolucionado la obra de la
caridad en la Iglesia. Es un ejemplo de nuestros días
Dios
no se ajusta a los prejuicios. Debemos esforzarnos para abrir
nuestros corazones y nuestras mentes, para dar la bienvenida a la
realidad divina que se nos presenta. Se trata de tener fe: la
falta de fe es un obstáculo para la gracia de Dios. Muchos
bautizados viven como si Cristo no existiera: repetimos gestos y
señales de fe, pero sin corresponderles una verdadera adhesión a la
persona de Jesús y su Evangelio. Por el contrario, cada
cristiano, cada uno de nosotros, está llamado a profundizar en esta
pertenencia fundamental, tratando de dar testimonio de ella mediante
una actitud coherente de vida, cuyo hilo conductor siempre será la
caridad.
Pidamos
al Señor, por intercesión de la Virgen María, que ablande la
dureza de los corazones y la estrechez de la mente, para que estemos
abiertos a su gracia, a su verdad y a su misión de bondad y
misericordia, que se da a todos, sin exclusión.
09.07.18
Francisco en Bari: “¡Basta de usar a Oriente Medio para obtener beneficios!”
Discurso
del Santo Padre
(10
julio 2018).- “No hay alternativa posible a la paz”, anunció el
Papa Francisco. “La paz no vendrá gracias a las treguas sostenidas
por muros y pruebas de fuerza, sino por la voluntad real de escuchar
y dialogar”.
En
su visita a Bari, el pasado sábado, 7 de julio de 2018, el Papa
Francisco mantuvo un diálogo a puerta cerrada en la basílica de San
Nicolás, con los Patriarcas de las Iglesias Orientales. Al terminar
este diálogo, salieron al exterior del templo y en presencia de los
fieles que esperaban en la plaza, el Papa leyó unas palabras de
saludo. Sucesivamente el Santo Padre y los Patriarcas fueron en
autobús al arzobispado para almorzar.
El
Pontífice advirtió que no se puede levantar la voz para hablar de
paz mientras a escondidas se siguen desenfrenadas carreras de rearme.
“Es una gravísima responsabilidad que pesa sobre la conciencia de
las naciones, especialmente de las más poderosas”, señaló.
En
esta línea, el Papa denunció la explotación de Oriente Medio:
“¡Basta del beneficio de unos pocos a costa de la piel de muchos!
¡Basta de las ocupaciones de las tierras que desgarran a los
pueblos! ¡Basta con el prevalecer de las verdades parciales a costa
de las esperanzas de la gente! ¡Basta de usar a Oriente Medio para
obtener beneficios ajenos a Oriente Medio!”, ha dicho.
Palabras
del Papa Francisco
Queridos
hermanos y hermanas
Estoy
muy agradecido por este encuentro que hemos tenido la gracia de
vivir. Nos hemos ayudado a redescubrir nuestra presencia como
cristianos en Oriente Medio, como hermanos. Y será tanto más
profética cuanto más manifieste a Jesús, el Príncipe de la paz
(cf. Is 9,5). Él no empuña la espada, sino que le
pide a los suyos que la metan de nuevo en la vaina (cf. Jn 18,11).
También nuestro modo de ser iglesia se ve tentado por la lógica del
mundo, lógica de poder y de ganancia, lógica apresurada y
de conveniencia. Y está nuestro pecado, la incoherencia entre
la fe y la vida, que oscurece el testimonio. Sentimos una vez más
que debemos convertirnos al Evangelio, garantía de auténtica
libertad, y hacerlo con urgencia ahora, en la noche del Oriente Medio
en agonía. Como en la noche angustiosa de Getsemaní, no será la
huida (cf. Mt26,56) o la espada (cf. Mt 26,52)
lo que anticipe el radiante amanecer de la Pascua, sino el don de sí
a imitación del Señor.
La
buena noticia de Jesús, crucificado y resucitado por amor, que nos
llegó desde las tierras de Oriente Medio, ha conquistado el corazón
del hombre a lo largo de los siglos porque no está ligada a los
poderes del mundo, sino a la fuerza inerme de la Cruz. El Evangelio
nos obliga a una conversión diaria a los planes de Dios, a que
encontremos solo en él seguridad y consuelo, para anunciarlo a todos
y a pesar de todo. La fe de las personas sencillas, tan profundamente
arraigada en Oriente Medio, es la fuente en la que debemos saciarnos
y purificarnos, como sucede cuando volvemos a los orígenes, yendo
como peregrinos a Jerusalén, a Tierra Santa o a los santuarios de
Egipto, Jordania, Líbano, Siria, Turquía y de otros lugares
sagrados de esa región.
Alentándonos
mutuamente, hemos dialogado fraternalmente. Ha sido un signo de que
el encuentro y la unidad hay que buscarlos siempre, sin temer las
diferencias. Así también la paz: hay que cultivarla también en las
áridas tierras de las contraposiciones, porque hoy, a pesar de todo,
no hay alternativa posible a la paz. La paz no vendrá gracias a las
treguas sostenidas por muros y pruebas de fuerza, sino por la
voluntad real de escuchar y dialogar. Nosotros nos comprometemos a
caminar, orar y trabajar, e imploramos que el arte del encuentro
prevalezca sobre las estrategias de confrontación, que la
ostentación de los amenazantes signos
de poderdeje
paso al poder
de los signos de
esperanza: hombres de buena voluntad y de diferentes credos que no
tienen miedo de hablarse, de aceptar las razones de los demás y de
cuidarse unos a otros. Solo así, cuidando que a nadie le falte pan y
trabajo, dignidad y esperanza, los gritos de guerra se transformarán
en cantos de paz.
Para
ello es esencial que quien tiene el poder se ponga decidida y sin más
dilaciones al servicio verdadero de la paz y no al de los propios
intereses. ¡Basta del beneficio de unos pocos a costa de la piel de
muchos! ¡Basta de las ocupaciones de las tierras que desgarran a los
pueblos! ¡Basta con el prevalecer de las verdades parciales a costa
de las esperanzas de la gente! ¡Basta de usar a Oriente Medio para
obtener beneficios ajenos a Oriente Medio!
La
guerra es la plaga que trágicamente asalta esta amada región. Quien
lo sufre es sobre todo la gente pobre. Pensemos en la martirizada
Siria, especialmente en la provincia de Deraa, donde se han reanudado
intensos combates que han provocado un gran número de personas
desplazadas, expuestas a terribles sufrimientos. La guerra es hija
del poder y la pobreza. Se vence renunciando a la lógica de la
supremacía y erradicando la miseria. Muchos conflictos han sido
fomentados también por formas de fundamentalismo y fanatismo que,
disfrazados de pretextos religiosos, han blasfemado en realidad el
nombre de Dios, que es paz, y han perseguido al hermano que desde
siempre ha vivido al lado. Pero la violencia se alimenta siempre de
las armas. No se puede levantar la voz para hablar de paz mientras a
escondidas se siguen desenfrenadas carreras de rearme. Es una
gravísima responsabilidad que pesa sobre la conciencia de las
naciones, especialmente de las más poderosas. No olvidemos el siglo
pasado, no dejemos de lado las lecciones de Hiroshima y
Nagasaki, no convirtamos las tierras de Oriente, donde apareció el
Verbo de paz, en oscuras extensiones de silencio. Basta de
contraposiciones obstinadas, basta de la sed de ganancia, que no se
detiene ante nadie con tal de acaparar depósitos de gas y
combustible, sin ningún cuidado por la casa común y sin ningún
escrúpulo en que el mercado de la energía dicte la ley de la
convivencia entre los pueblos.
Que
para abrir caminos de paz, se vuelva la mirada en cambio hacia quien
suplica poder vivir fraternalmente con los demás. Que se proteja la
presencia de todos no solo de los que son mayoría. Que se abra
también de par en par en Oriente Medio el camino del derecho a una
común ciudadanía, camino para un futuro renovado. También los
cristianos son y ha de ser ciudadanos a título pleno, con los mismos
derechos.
Profundamente
angustiados, pero nunca privados de esperanza, volvemos la mirada a
Jerusalén, ciudad para todos los pueblos, ciudad única y sagrada
para los cristianos, judíos y musulmanes de todo el mundo, cuya
identidad y vocación ha de ser preservada más allá de las
distintas disputas y tensiones, y cuyo status quo exige
que sea respetado de acuerdo con lo deliberado por la Comunidad internacional
y repetidamente formulado por las comunidades cristianas de Tierra
Santa. Solo una solución negociada entre israelíes y palestinos,
firmemente deseada y favorecida por la Comunidad de naciones, podrá
conducir a una paz estable y duradera, y asegurar la coexistencia de
dos Estados para dos pueblos.
La
esperanza tiene el rostro de los niños. En Oriente Medio, durante
años, un número aterrador de niños llora a causa de muertes
violentas en sus familias y ve amenazada su tierra natal, a menudo
con la única posibilidad de tener que huir. Esta es la muerte de la
esperanza. Son demasiados los niños que han pasado la mayor parte de
sus vidas viendo con sus ojos escombros en lugar de escuelas, oyendo
el sordo estruendo de las bombas en lugar del bullicio festivo de los
juegos. Que la humanidad – os ruego – escuche el grito de los
niños, cuya boca proclama la gloria de Dios (cf. Sal 8,3).
Solo secando sus lágrimas el mundo encontrará la dignidad.
Pensando
en los niños -¡No nos olvidemos de los niños!-, dentro de poco
lanzaremos al aire, junto con algunas palomas, nuestro deseo de paz.
Que el anhelo de paz se eleve más alto que cualquier nube oscura.
Que nuestros corazones se mantengan unidos y vueltos al cielo,
esperando que, como en los tiempos del diluvio, regrese el tierno
brote de la esperanza (cf. Gn 8,11).
Y que Oriente Medio no sea más un arco
de guerratensado
entre los continentes, sino un arca
de paz acogedora
para los pueblos y los credos. Amado Oriente Medio, que desaparezcan
de ti las tinieblas de la guerra, del poder, de la violencia, de los
fanatismos, de los beneficios injustos,de
la explotación, de la pobreza, de la desigualdad y de la falta de
reconocimiento de los derechos. «Que la paz descienda sobre ti»
(Sal 122,8)
– repitamos juntos: «Que la paz descienda sobre ti»-, en ti la
justicia, sobre ti descienda la bendición de Dios. Amén.
11.07.18
Ángelus: El mensajero del Reino de Dios viaja libre y ligero
Palabras
del Papa en la oración mariana
(15
julio 2018).- Los misioneros viajan “libres y ligeros, sin apoyo y
sin favores, solo seguros del amor de Aquel que los envía”: no son
“gerentes todopoderosos, ni funcionarios intratables, ni estrellas
de gira”, dijo el Papa Francisco en el Ángelus el 15 de julio de
2018.
Al
presentar la oración mariana en la Plaza San Pedro en presencia de
15.000 personas, el Papa insistió sobre “la pobreza de los medios”
en la misión. Y ha recordado que todos los cristianos son
misioneros por el bautismo: “Un bautizado que no siente la
necesidad de anunciar el Evangelio, de anunciar a Jesús, no es un
buen cristiano”.
“Ningún
cristiano anuncia el Evangelio ‘por su cuenta’, también dijo,
sino solo enviado por la Iglesia que recibió el mandato del mismo
Cristo”
Palabras
del Papa antes del Ángelus
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El
Evangelio de hoy (Mc 6, 7-13) narra el momento donde Jesús envía a
los Doce en misión. Después de haberlos llamado por su nombre,
uno por uno, “para que estuvieran con él” (Mc 3,14) escuchando
sus palabras y observando sus gestos de curación, hoy les convoca de
nuevo para “enviarles en misión de dos en dos “(6,7) a los
pueblos a los que iba a ir. Es una especie de “práctica” de
lo que estarán llamados a hacer después de la Resurrección del
Señor con el poder del Espíritu Santo.
El
pasaje del Evangelio se detiene en el estilo del misionero, que
podemos resumir en dos puntos: la misión tiene un centro; la
misión tiene un rostro.
El
discípulo misionero tiene sobre todo un centro de referencia, que es
la persona de Jesús. La narración lo indica usando una serie
de verbos que tienen a Jesús como sujeto: “los llamó”, “comenzó
a enviarlos en misión”, “les dio autoridad”, “los ordenó”,
“les dijo otra vez “(vv. 7.8.10) – de modo que el hecho de ir y
de obrar de los Doce aparece como la irradiación de un centro, la
representación de la presencia y de la obra de Jesús en su acción
misionera. Esto manifiesta cuánto los Apóstoles no tienen nada
propio que anunciar, ni habilidades para demostrar, sino que hablan y
actúan en cuanto “enviados”, en cuanto mensajeros de Jesús.
Este
episodio evangélico también nos concierne, y no solo a los
sacerdotes, sino a todos los bautizados, llamados a testimoniar en
los diversos ambientes de su vida el Evangelio de Cristo. Y para
nosotros también, esta misión es auténtica solo desde su centro
inmutable que es Jesús. No es una iniciativa de los fieles
individuales, ni de los grupos, ni de las grandes agregaciones, sino
que es la misión de la Iglesia inseparablemente unida a su
Señor. Ningún cristiano anuncia el Evangelio “por su
cuenta”, sino solo enviado por la Iglesia que recibió el mandato
de Cristo mismo. Precisamente es el bautismo lo que nos hace
misioneros. Un bautizado que no sienta la necesidad de proclamar
el Evangelio, de anunciar a Jesús, no es un buen cristiano.
La
segunda característica del estilo misionero es, por así decirlo, un
rostro, que consiste en la pobreza de los medios., pobreza de los
medios. Su equipaje responde a un criterio de “sobriedad”. Los
Doce, de hecho, tienen la orden “no llevar para el viaje nada más
que un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero en sus fajas”(v.
8). El Maestro los quiere libres y ligeros, sin apoyo y sin
favores, solo seguros del amor de Aquel que los envía, fuertes de su
palabra que anunciarán. El bastón y las sandalias son el
equipo de los peregrinos, porque esos son los mensajeros del reino de
Dios, no los gerentes todopoderosos, no los funcionarios intratables,
no divos en turné. Pensemos por ejemplo, en esta diócesis de
la cual soy el obispo. Pensemos en algunos santos de esta
diócesis de Roma: San Felipe Neri, San Benito José Labre, San
Alessio, Santa Ludovica Albertini, Santa Francisca Romana, San
Gaspard Del Bufalo y muchos otros. No eran funcionarios ni
empresarios, sino humildes trabajadores del Reino. Tenían este
rostro. Y a este “rostro” también pertenece la manera con
la cual se recibe el mensaje: de hecho puede suceder que no sea
bienvenido o escuchado (ver v. 11). Eso también es pobreza: la
experiencia del fracaso. La historia de Jesús, que fue
rechazado y crucificado, prefigura el destino de su mensajero. Solo
si estamos unidos a Él, muerto y resucitado, logramos encontrar el
coraje de la evangelización.
Que
la Virgen María, primera discípula y misionera de la Palabra de
Dios, nos ayude a llevar al mundo el mensaje del Evangelio en una
exaltación humilde y radiante, más allá de todo rechazo,
incomprensión o tribulación.
Palabras
del Papa después del Ángelus
Queridos
hermanos y hermanas:
Os
saludo a todos de todo corazón, romanos y peregrinos de Italia y de
diversas partes del mundo: familias, grupos parroquiales,
asociaciones.
En
particular, saludo a las Hermanas de la Preciosísima Sangre de
Monza, a las novicias de las Hijas de María Auxiliadora provenientes
de diversos países y a los jóvenes polacos de la diócesis de
Pelplin (Polonia), que participan en un curso de ejercicios
espirituales en Asís.
A
todos os deseo un buen domingo y, por favor, no os olvidéis de rezar
por mí. Buen apetito y adiós!
16.07.18
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