3 de set. 2018

PAPA SETEMBRE


Ángelus: La verdadera religión es “practicar la caridad hacia los demás”


(3 sept. 2018).- La verdadera religión es “visitar a los huérfanos y a las viudas en su tribulación y conservarse incontaminado del mundo” (v. 27), el Papa recordó en el rezo del Ángelus las palabras del Evangelio del domingo, 2 de septiembre de 2018.
El Santo Padre Francisco se asomó a mediodía a la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico Vaticano para rezar el Ángelus con los fieles reunidos en la plaza de San Pedro para la habitual cita dominical.
Así, el Pontífice explicó que “visitar a los huérfanos y a las viudas” significa “practicar la caridad hacia los demás”, comenzando por los más necesitados, los más frágiles, los más marginales. “Son las personas de las que Dios cuida de una forma especial y nos pide que hagamos lo mismo”, aclaró Francisco.
No dejarse contaminar por este mundo” no significa “aislarse y cerrarse a la realidad” –matizó el Obispo de Roma–. “Significa vigilar para que nuestra forma de pensar y actuar no esté contaminada por la mentalidad mundana, es decir, por la vanidad, la avaricia, la soberbia”.

Ángelus: La verdadera religión es “practicar la caridad hacia los demás”

Palabras del Papa antes del Ángelus


(3 sept. 2018).- La verdadera religión es “visitar a los huérfanos y a las viudas en su tribulación y conservarse incontaminado del mundo” (v. 27), el Papa recordó en el rezo del Ángelus las palabras del Evangelio del domingo, 2 de septiembre de 2018.
El Santo Padre Francisco se asomó a mediodía a la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico Vaticano para rezar el Ángelus con los fieles reunidos en la plaza de San Pedro para la habitual cita dominical.
Así, el Pontífice explicó que “visitar a los huérfanos y a las viudas” significa “practicar la caridad hacia los demás”, comenzando por los más necesitados, los más frágiles, los más marginales. “Son las personas de las que Dios cuida de una forma especial y nos pide que hagamos lo mismo”, aclaró Francisco.
No dejarse contaminar por este mundo” no significa “aislarse y cerrarse a la realidad” –matizó el Obispo de Roma–. “Significa vigilar para que nuestra forma de pensar y actuar no esté contaminada por la mentalidad mundana, es decir, por la vanidad, la avaricia, la soberbia”.
También hoy el Señor nos invita a huir del peligro de dar más importancia a la forma que a la sustancia. Se nos llama a reconocer, una y otra vez, lo que es el verdadero centro de la experiencia de la fe, es decir, el amor de Dios y el amor al prójimo, purificándola de la hipocresía del legalismo y el ritualismo.
El mensaje del Evangelio de hoy está reforzado por la voz apóstol Santiago que nos dice, en síntesis, cómo debe ser la verdadera religión, y dice así: La verdadera religión es “visitar a los huérfanos y a las viudas en su tribulación y conservarse incontaminado del mundo” (v. 27).
Visitar a los huérfanos y a las viudas” significa practicar la caridad hacia los demás, comenzando por los más necesitados, los más frágiles, los más marginales. Son las personas de las que Dios cuida de una forma especial  y nos pide que hagamos lo mismo.
No dejarse contaminar por este mundo” no significa aislarse y cerrarse a la realidad. No. Tampoco aquí se trata de una actitud exterior, sino interior, de sustancia: significa vigilar para que nuestra forma de pensar y actuar no esté contaminada por la mentalidad mundana, es decir, por la vanidad, la avaricia, la soberbia. En realidad, un hombre o una mujer que vive en la vanidad, en la avaricia, en la soberbia y al mismo tiempo cree y se muestra como religioso e llega incluso a condenar a los demás, es un hipócrita.
Hagamos un examen de conciencia para ver cómo recibimos la Palabra de Dios. El domingo la escuchamos en la Misa. Si la escuchamos de forma distraída o superficial, no nos servirá de mucho. En cambio, debemos recibir la Palabra con la mente y el corazón abiertos, como un buen terreno, para que sea asimilada y dé frutos en la vida concreta. Jesús dice que la Palabra de Dios es como el trigo, es una semilla que debe crecer en las obras concretas. Así, la Palabra misma purifica nuestro corazón y nuestras acciones y nuestra relación con Dios y con los demás se libera de la hipocresía.
Que el ejemplo y la intercesión de la Virgen María nos ayudan a honrar siempre al Señor con el  corazón, dando testimonio de nuestro amor por Él en las decisiones concretas para el bien de nuestros hermanos.
04.09.18


Santa Marta: La verdad es “suave” y “silenciosa”

Francisco reanuda la celebración de la Misa matutina


(3 sept. 2018).- “La verdad es suave, la verdad es silenciosa” –ha anunciado el Papa–. “Con las personas que buscan solamente el escándalo, que buscan solamente la división”, el único camino a seguir es el del “silencio” y la “oración”.
Esta mañana, primer lunes de septiembre, el Papa Francisco ha celebrado la Misa en la capilla de la Casa Santa Marta, retomando las celebraciones litúrgicas, tras el descanso estival.
El Señor nos de la gracia de discernir cuándo debemos hablar y cuándo debemos callar”, ha comentado el Sucesor de Pedro. “Y esto en toda la vida: en el trabajo, en el hogar, en la sociedad … en toda la vida. Así seremos más imitadores de Jesús”, ha aconsejado.
El diablo actúa
El Santo Padre Francisco ha comentado en la homilía parte del Evangelio de Lucas de hoy (Lc 4, 16-30), en el que Jesús, regresado a Nazaret, es recibido con recelo: La Palabra del Señor –ha señalado– cristalizada en esta narración, permite “reflexionar sobre el modo de actuar en la vida cotidiana, cuando hay malentendidos” y entender como el padre de la mentira, el acusador, el diablo, actúa para destruir la unidad de una familia, de un pueblo”.
Jesús usa solo “la Palabra de Dios” cuando “quiere vencer al Diablo”, ha indicado el Pontífice. Así, ha narrado que el Hijo del Padre Celestial, al llegar a la sinagoga, es acogido por una gran curiosidad: todos quieren ver con sus propios ojos las grandes obras de las que fue capaz en otras tierras. Pero el Hijo del Padre Celestial usa solo la “Palabra de Dios”.
Con su silencio, Jesús vence a los “perros salvajes”, vence “el diablo” que “había sembrado la mentira en el corazón”. Es esta actitud de humildad la que deja espacio para la primera “palabra-puente” –matiza Francisco– una palabra que siembra “duda”, que conduce a un cambio de atmósfera, “de la paz a la guerra”, “del asombro a la indignación”.
El silencio de Jesús
Francisco ha descrito la “dignidad de Jesús”: Con su silencio vence ese mudo salvaje y se va. Porque todavía no había llegado la hora.
El silencio que gana, pero a través de la Cruz. El silencio de Jesús. Pero cuantas veces en las familias empiezan las discusiones sobre política, sobre el deporte, sobre dinero y una y otra vez esas familias terminan destruidas, en estas discusiones en las cuales se ve que el diablo está allí que quiere destruir… silencio. Expresar lo que sientes y luego callar. Porque la verdad es suave, la verdad es silenciosa, la verdad no es rumorosa. Non es fácil, eso que ha hecho Jesús; pero existe la dignidad del cristiano que está asegurada en la fuerza de Dios. Con las personas que no tienen buena voluntad, con las personas que buscan solamente la destrucción, incluso en las familias: silencio. Y oración”.
04.09.18


Santa Marta: El Papa exhorta a hacer “todos los días” examen de conciencia

Homilía en la Misa matutina

(4 sept. 2018).- Cada noche –ha exhortado el Papa Francisco– el cristiano debería recapacitar sobre el día que acaba de pasar para ver si ha prevalecido la “vanidad” y el “orgullo” o si ha logrado imitar al Hijo de Dios. “El Señor nos enseñe a hacer siempre, todos los días, el examen de conciencia”, ha pedido.
En la Misa celebrada esta mañana, primer martes de septiembre, en la capilla de la Residencia Santa Marta, el Santo Padre ha recordado que todos los días se enfrentan en el corazón del hombre el “espíritu del mundo” y el “Espíritu de Dios”.
En la vida cristiana”, por lo tanto, debemos luchar “para dejar espacio al Espíritu de Dios” y “para ahuyentar al espíritu del mundo”. Y un “examen de conciencia” diario – sugiere el Pontífice – ayuda a “identificar las tentaciones”, a aclarar cómo actúan estas fuerzas opuestas.
No somos animales
En este sentido, el Papa ha dicho: “Saber que sucede en el corazón. Si no hacemos esto, si no sabemos lo que sucede en nuestros corazones – y esto no lo digo yo, lo dice la Biblia – somos como “los animales que no entienden nada”, que van adelante por instinto. Pero nosotros no somos animales, somos Hijos de Dios, bautizados con el don del Espíritu Santo. Por eso es importante entender que ha sucedido hoy en mi corazón”.
El Pontífice ha comentado la Primera lectura, en la que “el apóstol Pablo enseña a los corintios el camino para tener el pensamiento de Cristo”, un camino marcado por el abandono al Espíritu Santo. De hecho, es el Espíritu Santo quien nos guía a “conocer a Jesús”, a tener sus propios “sentimientos”, a comprender el “corazón”.
Dos formas de pensar
El hombre dejado a sus fuerzas no comprende las cosas del Espíritu”, ha matizado el Papa Francisco en su homilía.
Hay dos espíritus, dos formas de pensar, de sentir, de actuar: aquel que me lleva al Espíritu de Dios y aquel que me lleva al espíritu del mundo. Y esto sucede en nuestra vida: todos tenemos estos dos “espíritus”, digamos así. El Espíritu de Dios, que nos conduce a las buenas obras, a la caridad, a la fraternidad, a adorar a Dios, a conocer a Jesús, a hacer muchas buenas obras de caridad, a orar: este. Y el otro, el espíritu del mundo, que nos lleva a la vanidad, el orgullo, la suficiencia, el chisme: un camino completamente diferente.
Nuestro corazón –ha parafraseado Francisco– es como un “campo de batalla”, un campo de guerra donde estos dos espíritus pelean.
05.09.18


Audiencia general, 5 septiembre 2018 – Catequesis completa

Reflexión sobre el tercer mandamiento

(5 sept. 2018).- La audiencia general de esta mañana ha tenido lugar a las 9:20 horas en la Plaza de San Pedro donde el Santo Padre Francisco ha encontrado grupos de peregrinos y fieles de Italia y de todo el mundo.
El Santo Padre, continuando el ciclo de catequesis sobre los Mandamiento ha centrado esta vez su atención sobre el tema: “El día del descanso” (pasaje bíblico: Libro del Éxodo 20,8-11).
Tras resumir su discurso en diversas lenguas, el Santo Padre ha saludado en particular a los grupos de fieles presentes procedentes de todo el mundo.
La audiencia general ha terminado con el canto del Pater Noster y la bendición apostólica.
Catequesis del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El viaje a través del Decálogo nos lleva hoy al mandamiento del día de descanso. Suena como un mandamiento fácil de cumplir, pero es una impresión equivocada. Descansar realmente no es fácil, porque hay un descanso falso y un descanso verdadero. ¿Cómo podemos  reconocerlos?
La sociedad actual está sedienta  de entretenimiento y vacaciones. La industria de la distracción es muy floreciente y la publicidad dibuja el mundo ideal como un gran parque de atracciones donde todos se divierten.  Hoy el centro de gravedad del concepto de vida no es la actividad y el compromiso, la evasión. Ganar dinero por divertirse, satisfacerse. La imagen modelo es la de una persona con éxito  que puede permitirse espacios de placer amplios y diferentes. Pero esta mentalidad resbala hacia la insatisfacción de una existencia anestesiada por la diversión que no es descanso, sino alienación y escape de la realidad. El hombre nunca ha descansado tanto como hoy y ¡sin embargo, el hombre nunca ha experimentado tanto vacío como hoy! Las posibilidades de divertirse, de salir, los cruceros, los viajes, tantas cosas no te dan la plenitud del corazón. Todavía más: no te hacen descansar.
Las palabras del Decálogo buscan y encuentran el corazón del problema, arrojando una luz diferente sobre lo que es el descanso.  El mandamiento tiene un elemento peculiar: proporciona una motivación. El descanso en el nombre del Señor tiene un motivo preciso: “Pues en seis días hizo el Señor el cielo y la tierra, el mar y todo cuanto contienen, y el séptimo descansó. Por eso el Señor bendijo el día del sábado y lo hizo sagrado” (Éxodo 20:11).
Esto nos lleva al final de la creación cuando Dios dice: “Vio Dios cuanto había hecho y todo era bueno” (Gen 1:31). Y entonces comienza el día del descanso, que es la alegría de Dios por lo que ha creado. Es el día de la contemplación y la bendición.
¿Qué es el descanso según este mandamiento? Es el momento de la contemplación, es el momento de la alabanza, no de la evasión. Es el tiempo de mirar la realidad y decir: ¡qué bella es la vida! Al descanso como un escape de la realidad, el Decálogo contrapone el descanso como una bendición de la realidad. Para nosotros los cristianos, el centro del día del Señor, el domingo, es la Eucaristía, que significa “acción de gracias”. Es el día para decirle a Dios: Gracias Señor por la vida, por tu misericordia, por todos tus dones. El domingo no es el día para borrar los otros días sino para recordarlos, bendecirlos y hacer las paces con la vida, ¡Cuánta gente hay que tiene tantas posibilidades de divertirse, y no vive en paz con la vida! El domingo es el día para hacer las paces con la vida, diciendo: la vida es preciosa; no es fácil, a veces es dolorosa, pero es preciosa.
Ser introducido en el descanso auténtico es una obra de Dios en nosotros, pero requiere que nos alejemos de la maldición y de su encanto (ver Exhortación apostólica Evangelii Gaudium, 83). Efectivamente,  es muy fácil doblegar el corazón a la infelicidad, enfatizar las razones del descontento. La bendición y la alegría implican una apertura al bien que es un movimiento adulto del corazón. El bien es amable y nunca se impone. Debe elegirse.
La paz se elige, no se puede imponer y no se encuentra por casualidad. Alejándose de los amargos pliegues de su corazón, el hombre necesita hacer las paces con aquello de lo que huye. Es necesario reconciliarse con la propia historia, con hechos que uno no acepta, con las partes difíciles de la propia existencia. Os pregunto ¿cada uno de vosotros se ha reconciliado con su propia historia? Una pregunta para pensar: Yo, ¿me he reconciliado con mi historia? La verdadera paz, de hecho, no es cambiar la propia historia sino aceptarla y valorizarla, así como ha sido,
Cuántas veces nos hemos encontrado con cristianos enfermos que nos han consolado con una serenidad que no se encuentra en los vividores ni en los hedonistas! Y hemos visto personas humildes y pobres regocijarse con pequeñas gracias con una felicidad que sabía a eternidad.
El Señor dice en el Deuteronomio: “Te pongo delante vida o  muerte, bendición o maldición. Escoge la vida, para que vivas tú y tu descendencia” “(30:19). Esta elección es el “fiat” de la Virgen María, es una apertura al Espíritu Santo que nos sitúa tras las huellas de Cristo. Aquel  que se entrega al Padre en el momento más dramático y emprende así el camino que conduce a la Resurrección.
¿Cuándo se vuelve hermosa la vida? Cuando se comienza a pensar bien de ella, cualquiera que sea nuestra historia. Cuando se abre camino el don de una duda: el de que todo sea gracia, [1] y ese santo pensamiento desmorona el muro interior de la insatisfacción, inaugurando el auténtico descanso. La vida se vuelve hermosa cuando el corazón se abre a la Providencia y se descubre que es verdad lo que dice el salmo “En Dios solo el descanso de  mi alma” (62: 2). Es bella esta frase del salmo: En Dios solo el descanso de  mi alma”.
1] Cómo nos recuerda Santa Teresita del Niño Jesús, tomada de G. Bernanos, Diario de un cura rural.
06.09.18



Santa Marta: Aprender a acusarse a sí mismo y no a los demás

Homilía del Papa en la Eucaristía

( 6 sept. 2018).- “Hay que reconocerse pecador: sin aprender a acusarse, no se puede caminar en la vida cristiana”, ha dicho el Santo Padre Francisco en la Eucaristía de Santa Marta.
La reflexión del Papa, esta mañana, 6 de septiembre de 2018, se ha desarrollado a partir del Evangelio hodierno de Lucas (Lc 5, 1-11), en el que Jesús pide a Pedro subir a la barca y, después de predicar, le invita a echar las redes y se realiza una pesca milagrosa.
Después de ver que las redes casi se rompían a causa del gran número de peces, se arrojó a las rodillas de Jesús y le dijo: “Señor, aléjate de mí porque soy un pecador”.
El Papa ha subrayado que “el primer paso decisivo de Pedro” como discípulo de Jesús fue “acusarse a sí mismo: ‘Yo soy un pecador’ “. También este debe ser “el primer paso de cada uno de nosotros, si se quiere entrar en la vida espiritual, en la vida de Jesús, servir a Jesús, seguir a Jesús, debe ser éste, acusarse a sí mismo: sin acusarse a sí mismo no se puede caminar en la vida cristiana”.
Si bien el primer paso de la conversión es “acusarse a sí mismo con vergüenza y sentir la maravilla de sentirse salvado” –ha señalado el Papa–, “debemos convertirnos”, “debemos hacer penitencia”, exhorta al Papa invitando a reflexionar sobre la tentación de acusar a los demás:
Hay personas que viven hablando de los demás, acusando a  los demás y nunca pensando en sí mismos y cuando voy a confesarme, cómo me confieso, ¿como los loros? “Bla, bla, bla,… Yo hice esto, esto…”. ¿Pero tu corazón toca lo que has hecho? Tantas veces, no. Vas  allí para hacer cosmética, a maquillarte un poco para salir bello. Pero no entró completamente en tu corazón, porque no hiciste lugar, porque no fuiste capaz de acusarte a ti mismo”.
Así, el Pontífice ha explicado que una señal de que una persona no sabe, de que un cristiano no sabe cómo acusarse a sí mismo “es cuando está acostumbrado a acusar a los demás, a hablar de los demás, a poner su nariz en la vida de los demás. Eso es una mala señal”.
¿Yo hago esto?” –ha planteado el Papa–. “Es una buena pregunta para llegar al corazón”. En esta línea, el Papa ha propuesto pedir hoy al Señor “la gracia de encontrarnos ante Él con este estupor que da su presencia y la gracia de sentirnos pecadores, pero concretos y decir como Pedro: ‘Aléjate de mí porque soy un pecador’ 
07.09.18


Entrevista al Papa en ‘Sole 24 Ore’: “Detrás de cada actividad hay una persona”

Entrevista exclusiva al director Gentil

(7 sept. 2018).- “Detrás de cada actividad hay una persona humana”, ha destacado el Papa Francisco en la entrevista concedida al periódico nacional financiero Sole 24 Ore, en la que ha hablado de trabajo, dinero, Europa y migración, y ha subrayado la dignidad que confiere el trabajo.
La centralidad actual de la actividad financiera en comparación con la economía real no es aleatoria: detrás de esto está la elección de alguien que piensa, erróneamente, que el dinero se hace con dinero. El dinero, dinero real, se hace con trabajo. Y el trabajo le da la dignidad al hombre, no el dinero”, ha explicado el Pontífice al director del diario Guido Gentili.
Una economía sana, dice Francisco,”nunca se desconecta del significado de lo que se produce y la acción económica siempre es también un hecho ético”.
Francisco refuerza con nuevas y precisas instrucciones el mensaje global de su ministerio económico y social, uno de los rasgos distintivos de su pontificado, en la primera entrevista concedida a un periódico económico.
La entrevista, publicada hoy viernes 7 de septiembre por el diario Sole 24 Ore, está firmada por Guido Gentili, director de Sole 24 Ore, Radio 24 y RadiocorPlus.
Desempleo
El desempleo que afecta a varios países europeos es la consecuencia de un sistema económico que ya no es capaz de crear trabajo, porque ha puesto un ídolo en el centro, que se llama dinero”, dice además el Papa Bergoglio – que a menudo cita la doctrina social de Pablo VI – respondiendo a la pregna del director Gentili.
Para la opinión del Papa, por lo tanto, se debe luchar para poner en el centro a las familias, a las personas. Su idea de esperanza es clara: La distribución y la participación en la riqueza producida, la inclusión de la empresa en un territorio, la responsabilidad social, el bienestar corporativo, la igualdad salarial entre hombres y mujeres, la conciliación del tiempo de trabajo y la vida, el respeto por el medio ambiente, el reconocimiento de la importancia del hombre en relación con la máquina y el reconocimiento del salario correcto, la capacidad de innovación son elementos importantes que mantienen viva la dimensión comunitaria de una empresa”.
El Pontífice resume esta visión, en la entrevista al Sole 24 Ore, con una indicación puntual. “Creo que es importante trabajar juntos para construir el bien común y un nuevo humanismo del trabajo, promover un trabajo que respete la dignidad de la persona, que no solo mira las necesidades de ganancias o producción pero promueve una vida digna sabiendo que el bien de las personas y el bien de la compañía van de la mano”.
En este contexto, ¿cuáles son los límites correctos de beneficio?: “Mantener juntas las acciones y responsabilidades, la justicia y el beneficio, la producción de riqueza y su redistribución, operación y respeto por el medio ambiente se convierten en elementos que con el tiempo garantizan la vida de la empresa. Desde este punto de vista, el significado de la empresa se amplía y nos hace comprender que la única búsqueda de beneficios ya no garantiza la vida de la empresa”.
El Papa evoca el encuentro organizado en 2016 con Confindustria durante el Jubileo con empresarios y familias, en el Aula Pablo VI: “Recuerdo muchas caras detrás de las cuales había pasión y proyectos, esfuerzo y genio” dice FrancIsco. “Necesitamos coraje e ingeniosa creatividad”.
Trabajo
El trabajo, por lo tanto, como punto central de la vida: “La persona que se mantiene a sí misma y a su familia a través de su trabajo desarrolla su dignidad; el trabajo crea dignidad, las subvenciones, cuando no están vinculados al objetivo preciso de devolver el trabajo y el empleo, se vuelven adictivos y contribuyen a la desincorporación”.
Y las empresas “pueden hacer una gran contribución para que el trabajo conserve su dignidad reconociendo que el hombre es el recurso más importante de todas las empresas, que trabaja para construir el bien común, prestando atención a los pobres”.
Migración
En la entrevista, realizada por el director Gentili, Francisco no omite el gran desafío ante la migración: “Los pobres que se mueven son aterradores para las personas que viven en el bienestar”, y también agrega que los propios migrantes deben ser “respetuosos con la cultura y las leyes del país que los acoge, de modo que hagan un camino de integración y superen todos los temores y preocupaciones”.
Europa
Finalmente, el Pontífice ha hablado del papel de Europa. ¿Qué se puede hacer, comenzando con las migraciones?: El Santo Padre responde así al director Gentili: “Europa necesita esperanza y un futuro. La apertura, impulsada por el viento de la esperanza a los nuevos desafíos planteados por la migración, puede ayudar a construir un mundo en el que no solo estamos hablando de números o instituciones sino de personas”.
Y “para estas personas que huyen de la pobreza y el hambre”, el Papa declara: “Muchos empresarios y muchas instituciones europeas que no carecen de genio y valentía, podrán emprender programas de inversión, en sus países, en el entrenamiento, desde la escuela hasta desarrollo de sistemas culturales reales y sobre todo en el trabajo “.
08.09.18




El Papa en Santa Marta: “¿Ustedes son cristianos y viven así?”

Reflexión sobre la Carta de Pablo a los Corintios

(10 sept. 2018).- “Hermanos, por todas partes oímos hablar de la inmoralidad entre ustedes, y de una inmoralidad que ni siquiera se encuentra entre los paganos. ¿Pero ustedes son cristianos y viven así?”: Es la frase que ha tomado el Papa de la Primera Carta de San Pablo Apóstol a los Corintios para su reflexión en la Misa matutina de Santa Marta.
Francisco ha indicado que la novedad del Evangelio “es absoluta, es total”: Nos lleva a todos, porque “nos transforma desde dentro hacia fuera: el espíritu, el cuerpo y la vida cotidiana”, ha explicado a los fieles presentes esta mañana, 10 de septiembre de 2018, en la Capilla de la Casa Santa Marta.
En este sentido –afirma el Papa–, la novedad del Evangelio es la resurrección de Cristo, es el Espíritu quien nos ha enviado “para acompañarnos en la vida”. Los cristianos somos hombres y mujeres de novedad, no de las novedades.
Doble vida
El Pontífice ha señalado que, Pablo se dirige a los cristianos constatando que muchos de ellos llevan “una doble vida” y está muy enfadado con ellos, que se jactaban de ser “cristianos abiertos” y en la cual “la confesión de Jesucristo iba de la mano de una inmoralidad tolerada”.
Las personas que Pablo condena “son personas tibias, inmorales, (…) son personas que simulan, son personas formales, son personas hipócritas”, ha matizado Francisco. “La llamada de Jesús es una llamada a la novedad”, ha reiterado.
Alguien puede decir: ‘Pero, padre, somos débiles, somos pecadores…’ – Ah, eso es otra cosa. Si tu aceptas que eres pecador y débil, Él te perdona, porque parte de la novedad del Evangelio es confesar que Jesucristo vino para el perdón de los pecados. Pero si tú, que dices ser cristiano, convives con estas novedades mundanas, no, esto es hipocresía. Esa es la diferencia. Y Jesús nos había dicho en el Evangelio: ‘Tengan cuidado cuando les digan: el Cristo está allí, está allí, está allí….’. Las novedades son estas: no hay salvación con esto, con esto…”. Cristo es uno solo. Y Cristo es claro en su mensaje”.
11.09.18



La fuerza del obispo frente al “Gran Acusador”: oración y humildad

Reflexión del Papa en Santa Marta

( 11 sept. 2018).- En estos tiempos, “parece que el Gran Acusador esté enfadado con los obispos para crear escándalo”, ha advertido Francisco, y ha repetido que la fuerza del obispo es precisamente ser “un hombre de oración”, “un hombre que se siente elegido por Dios” y “un hombre en medio del pueblo”, en la misa celebrada por la mañana en la Capilla de Santa Marta.
El Santo Padre ha recordado en la homilía las palabras que ofreció recientemente a los obispos de los territorios de misión que participan en el Seminario de Estudio, organizado por la Congregación para la Evangelización de los Pueblos en Roma, del 3 al 15 de septiembre.
Todos somos pecadores”
Esto es bueno recordarlo” ha insistido el Pontífice, en estos tiempos cuando parece que “el Gran Acusador se ha disuelto y está enfadado con los obispos”, ha dicho.
Todos somos pecadores, nosotros los obispos –ha reconocido el Papa–. Pero él intenta revelar los pecados, que se vean, para escandalizar a la gente. El Gran Acusador que, como él mismo le dice a Dios en el primer capítulo del Libro de Job, “viaja por el mundo buscando cómo acusar”.
Recemos hoy por nuestros obispos: por mí, por los que están aquí delante y por todos los obispos del mundo”, ha pedido el Sucesor de Pedro a los fieles presentes en la Eucaristía.
Primera tarea: oración
La oración es el primer aspecto que el Papa señala para el obispo. “El consuelo que un obispo tiene en los malos momentos” –señala–, es decir, saber que “en este momento Jesús reza por mí”, “reza por todos los obispos”.
Esta es su primera tarea. Y que el obispo sea un hombre de oración también lo confirma San Pedro cuando dice: “Para nosotros, la oración y el anuncio de la Palabra”. Él no dice: “Para nosotros, la organización de los planes pastorales …”, enfatiza Francisco.
El Papa ha explicado que en segundo lugar, el obispo se siente elegido: “El obispo que ama a Jesús no es un escalador que va adelante con su vocación como si fuera una función, tal vez mirando a otra posibilidad de avanzar y subir, no. El obispo se siente elegido. Y tiene la certeza de haber sido elegido”.
Cercano a las personas
Por último, pero no menos importante, el Papa ha señalado la importancia de que un obispo esté cerca de las personas:”El obispo que no permanece alejado del pueblo, que no usa actitudes que lo llevan a estar lejos de la gente; el obispo que toca al pueblo y se deja tocar por el pueblo. No busca el refugio de los poderosos, de las élites: no. Serán las élites quienes criticarán al obispo; el pueblo tiene esta actitud de amor hacia el obispo, y tiene esta -como si fuera- esta unción especial: confirma al obispo en su vocación”.
12.09.18



Ángelus: Jesús vino a liberar el corazón, “núcleo profundo” de la persona

Palabras del Papa antes del Ángelus

( 10 sept. 2018).- Es precisamente el corazón, es decir, el “núcleo profundo de la persona” –aclara el Santo Padre–, lo que Jesús vino a “abrir”, a liberar, para permitirnos vivir plenamente la relación con Dios y con los demás.
El Papa rezó el Ángelus ayer, domingo, 9 de septiembre de 2018, desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico Vaticano ante miles de fieles reunidos en la plaza de San Pedro para la habitual cita dominical.
Francisco anunció que Jesús nos revela el secreto de un milagro que nosotros también podemos repetir, “convirtiéndonos en protagonistas del Effatà, de esa palabra “Ábrete” con la que devolvió la palabra y el oído al sordomudo”: Se trata de abrirnos a las necesidades de nuestros hermanos que sufren y atraviesan por dificultades, evitando el egoísmo y el cierre del corazón.
El Hijo de Dios es “un hombre insertado en la realidad humana”, explicó el Papa. “Se hizo hombre, por lo tanto, puede comprender la condición dolorosa de otro hombre e interviene con un gesto en el que está involucrada su propia humanidad”.
Estas fueron las palabras del Santo Padre al presentar la oración mariana:
***
Antes del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de este domingo (véase Mc 7, 31-37) refiere el episodio de la curación milagrosa de un sordomudo, cumplida por Jesús. Le llevaron un sordomudo, rogándole que le impusiera la mano. Pero en cambio, Jesús hace varios gestos: antes que nada, lo aleja de la multitud. En esta ocasión, como en otras, Jesús siempre actúa discretamente. No quiere impresionar a la gente, no busca popularidad ni éxito, solo quiere hacer el bien a las personas. Con esta actitud, nos enseña que el bien debe hacerse sin clamores, sin ostentación, sin “hacer sonar la trompeta”. Debe hacerse en silencio.
Cuando estaban solos, Jesús puso sus dedos en las orejas del sordomudo y con su saliva tocó su lengua. Este gesto recuerda la Encarnación. El Hijo de Dios es un hombre insertado en la realidad humana: se hizo hombre, por lo tanto, puede comprender la condición dolorosa de otro hombre e interviene con un gesto en el que está involucrada su propia humanidad. Al mismo tiempo, Jesús quiere dejar claro que el milagro ocurre a causa de su unión con el Padre: para esto, levantó la mirada al cielo. Luego suspiró y pronunció la palabra decisiva: Effatà, que significa “Ábrete”. E inmediatamente el hombre fue sanado: sus orejas se abrieron, su lengua se soltó. La curación fue para él una “apertura” a los demás y al mundo.
Este relato del Evangelio subraya la necesidad de una doble curación. En primer lugar, la curación de la enfermedad y del sufrimiento físico, para devolver la salud del cuerpo; aunque esta finalidad no es completamente alcanzable en el horizonte terrenal, a pesar de tantos esfuerzos de la ciencia y la medicina. Pero hay una segunda curación, tal vez más difícil, y es la curación del miedo. La curación del miedo que nos empuja a marginar a los enfermos, a marginar a los que sufren, a los discapacitados. Y hay muchas maneras de marginar, incluso con una pseudo- piedad o con la remoción del problema; nos quedamos sordos y mudos  frente a los dolores de las personas marcadas por la enfermedad, la angustia y la dificultad. Demasiadas veces, los enfermos y los que sufren se convierten en un problema, mientras deberían ser una ocasión para expresar la solicitud y la solidaridad de una sociedad hacia los más débiles.
Jesús nos ha revelado el secreto de un milagro que nosotros también podemos repetir, convirtiéndonos en protagonistas del Effatà, de esa palabra “Ábrete” con la que devolvió la palabra y el oído al sordomudo. Se trata de abrirnos a las necesidades de nuestros hermanos que sufren y atraviesan por dificultades,  evitando el egoísmo y el cierre del corazón. Es precisamente el corazón, es decir, el núcleo profundo de la persona, lo que Jesús vino a “abrir”, a liberar, para permitirnos vivir plenamente la relación con Dios y con los demás. Se hizo hombre para que el hombre, que se había vuelto en su interior sordo y mudo  por el pecado, pudiera escuchar la voz de Dios, la voz del Amor que habla a su corazón, y así aprender a hablar a su vez el lenguaje del amor, traduciéndolo en gestos de generosidad y entrega.
¡Qué María, aquella que se “abrió” totalmente al amor del Señor, obtenga que podamos  experimentar todos los días, en la fe, el milagro del Effatà, para vivir en comunión con Dios y con nuestros hermanos y hermanas!
13.09.18



Teología de la ternura: “dirigida a Dios, tomando al hombre de la mano”

Discurso del Santo Padre

(13 set. 2018).- El Papa ha exhortado a buscar teología en camino: una teología que “con dinamismo se dirija a Dios, tomando al hombre de la mano”; una teología no narcisista, sino “encaminada al servicio de la comunidad”.
El Papa ha explicado que aunque “teología” y “ternura” parecen dos palabras distantes, en realidad, “nuestra fe las vincula inextricablemente”. La teología está llamada –ha matizado– a comunicar la “concreción del Dios amor”, y la ternura es un buen “existencial concreto”, para traducir en nuestros tiempos el afecto que el Señor nutre por nosotros.
Con esta relación ha comenzado Francisco su discurso a los participantes en el congreso “La teología de la ternura en el Papa Francisco”, que tendrá lugar en Asís del 14 al 16 de septiembre de 2018, y que ha recibido esta mañana, 13 de septiembre de 2018, en el Vaticano.
La teología, de hecho, no puede ser abstracta, -si fuera abstracta sería ideología- porque surge de un conocimiento existencial, nacido del “encuentro con el Verbo hecho carne”, ha explicado el Santo Padre.
En esta línea, ha dicho que el amor de Dios “no es un principio general abstracto, sino personal y concreto, que el Espíritu Santo comunica íntimamente”. Él, en efecto, alcanza y transforma los sentimientos y pensamientos del hombre, ha aclarado el Pontífice.
Sentirnos amados
¿Qué contenidos podría tener entonces una teología de la ternura?”, ha planteado el Papa a los teólogos, enumerando dos: la belleza de sentirnos amados por Dios y la belleza de sentir que amamos en nombre de Dios.

Sentirse amado –ha apuntado– significa aprender a confiar en Dios, a decirle, como quiere: “Jesús, confío en ti”. Es un mensaje que nos ha llegado más fuerte en los últimos tiempos, según Francisco: del Sagrado Corazón, del Jesús misericordioso, de la misericordia comopropiedad esencial de la Trinidad y de la vida cristiana. Discurso del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas:
Os saludo cordialmente y agradezco al cardenal Bassetti las amables palabras que me ha dirigido en vuestro nombre, y también vuestras palabras que me han actualizado sobre el trabajo que lleváis a cabo.  Habéis reflexionado en los últimos días sobre la teología de la ternura, y yo quisiera, simplemente, deciros algo, porque cuando he visto que éste era el título, he empezado a estudiar. Me habéis hecho leer este libro para entender cuál era el “tema”. Un buen libro, sabéis cual es, el de Rocchetta. Muy bueno… ¿Es él? (Aplausos).
Yo, sencillamente, quisiera proponeros tres sugerencias.
La primera se refiere a la frase teología de la ternura. Teología y ternura parecen dos palabras distantes: la primera parece recordar el contexto académico, la segunda las relaciones interpersonales. En realidad, nuestra fe las vincula inextricablemente. La teología, de hecho, no puede ser abstracta, -si fuera abstracta sería ideología- porque surge de un conocimiento existencial, nacido del encuentro con el Verbo hecho carne. La teología está llamada, pues, a comunicar la concreción del Dios amor. Y la ternura es un buen “existencial concreto”, para traducir en nuestros tiempos el afecto que el Señor nutre por nosotros.
Hoy, efectivamente, nos concentramos menos que en el pasado en el concepto o en la praxis y más en el “sentir”. Puede no gustar, pero es un hecho: se empieza de lo que sentimos. La teología ciertamente no puede reducirse al sentimiento, pero tampoco puede ignorar que, en muchas partes del mundo, el enfoque de cuestiones vitales ya no parte de  las últimas cuestiones o de las demandas sociales, sino de lo que la persona advierte emocionalmente. La teología está llamada a acompañar esta búsqueda existencial, aportando la luz que proviene de la Palabra de Dios. Y una buena teología de la ternura puede declinar la caridad divina en este sentido. Es posible, porque el amor de Dios no es un principio general abstracto, sino personal y concreto, que el Espíritu Santo comunica íntimamente. Él, en efecto, alcanza y transforma los sentimientos y pensamientos del hombre. ¿Qué contenidos podría tener entonces una teología de la ternura? Dos me parecen importantes, y son las otras dos sugerencias que me gustaría brindaros: la belleza de sentirnos amados por Dios y la belleza de sentir que amamos en nombre de Dios. Sentirse amado. Es un mensaje que nos ha llegado más fuerte en los últimos tiempos: del Sagrado Corazón, del Jesús misericordioso, de la misericordia como propiedad esencial de la Trinidad y de la vida cristiana. Hoy la liturgia nos recordaba la palabra de Jesús: “Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso” (Lc 6, 36). La ternura puede indicar precisamente nuestra forma de recibir hoy la misericordia divina. La ternura nos revela, junto al rostro paterno, el rostro materno de Dios, de un Dios enamorado del hombre, que nos ama con un amor infinitamente más grande que el de una  madre por su propio hijo (cf. Is 49,15). Pase lo que pase, hagamos lo que hagamos, estamos seguros de que Dios está cerca, compasivo, listo para conmoverse por nosotros. La ternura es una palabra beneficiosa, es el antídoto contra el miedo con respecto a Dios, porque “en el amor no hay temor” (1 Jn 4:18), porque la confianza supera el miedo. Sentirse amado, por lo tanto, significa aprender a confiar en Dios, a decirle, como quiere: “Jesús, confío en ti”. Estas y otras consideraciones pueden profundizar la búsqueda: para dar a la Iglesia una teología “sabrosa”; para ayudarnos a vivir una fe consciente, ardiente de amor y esperanza; para exhortarnos a que doblemos nuestras rodillas, tocados y heridos por el amor divino. En este sentido, la ternura enlaza con la Pasión. La Cruz es, de hecho, el sello de la ternura divina, que proviene de las llagas del Señor. Sus heridas visibles son las ventanas que abren su amor invisible. Su Pasión nos invita a transformar nuestro corazón de piedra en un corazón de carne, a apasionarnos por Dios. Y por el hombre, por amor de Dios.
He aquí, pues, la última sugerencia: sentir que podemos amar. Cuando el hombre se siente verdaderamente amado, se siente inclinado a amar. Por otro lado, si Dios es ternura infinita, también el hombre, creado a su imagen, es capaz de ternura. La ternura, entonces, lejos de reducirse al sentimentalismo, es el primer paso para superar el replegarse en uno mismo, para salir del egocentrismo que desfigura la libertad humana. La ternura de Dios nos lleva a entender que el amor es el significado de la vida. Comprendemos, por lo tanto,  que la raíz de nuestra libertad nunca es autorreferencial. Y nos sentimos llamados a derramar en el mundo el amor recibido del Señor, a declinarlo en la Iglesia, en la familia, en la sociedad, a conjugarlo en el servicio y la entrega. Todo esto no por deber, sino por amor, por amor a aquel por quien somos tiernamente amados.
Estas breves sugerencias apuntan a una teología en camino: una teología que salga del cuello de botella en el que a veces se ha encerrado y con dinamismo se dirija a Dios, tomando al hombre de la mano; una teología no narcisista, sino encaminada al servicio de la comunidad; un teología que no se contente con repetir los paradigmas del pasado, sino que sea Palabra encarnada. Ciertamente, la Palabra de Dios no cambia (ver Heb 1,1-2, 13,8), pero la carne que está llamada a asumir, esa sí, cambia en cada época. Hay tanto trabajo, pues, para la teología y su misión hoy: encarnar la Palabra de Dios para la Iglesia y para el hombre del tercer milenio. Hoy, más que nunca,  hace falta una revolución de la ternura. Esto nos salvará.
Confiamos la profundización de vuestros trabajos a Nuestra Señora, Madre de la ternura. Os bendigo y, junto con vosotros, bendigo las comunidades de donde venís, pidiéndoos que recéis  y que hagáis que recen por mí. Gracias.
14.09.18


Santa Marta: “Los ‘malos tiempos’ pueden ser iluminados por la Cruz”

Fiesta de la Exaltación de la Cruz

(14 sept. 2018).- “No temamos a los ‘malos tiempos’, que pueden ser iluminados por la misma cruz, signo de la victoria de Dios sobre el mal”: Es el mensaje que ha ofrecido el Pontífice Francisco en su homilía de esta mañana, en la misa matutina en la Casa de Santa Marta.
Contemplar la Cruz, “signo del cristiano” –ha invitado el Papa– es para nosotros “contemplar un signo de derrota pero también un signo de victoria”. En la Cruz “todo lo que Jesús había hecho en la vida” fracasa, y toda la esperanza de la gente que siguió a Jesús, termina.
No tener miedo
El Santo Padre ha exhortado en la Eucaristía a no tener miedo de “contemplar la Cruz como un momento de derrota, de fracaso”.
Cuando Pablo reflexiona sobre el misterio de Jesucristo –ha explicado– nos dice cosas fuertes, nos dice que Jesús se vació de sí mismo, se aniquiló, se volvió pecado hasta el final, asumió todo nuestro pecado, todo el pecado del mundo: era un “trapo”, un hombre condenado. Pablo no tuvo miedo de mostrar esta derrota e incluso esto puede iluminar nuestros momentos feos, nuestros momentos de derrota, pero también la Cruz es un signo de victoria para nosotros los cristianos”.
Frente al crucifijo
Nuestra vida continúa –aclara el Papa– con Cristo vencedor y resucitado, que nos envía el Espíritu Santo, pero también con ese perro encadenado, “al que no debo acercarme porque me morderá”.
La Cruz nos enseña esto, que en la vida hay fracaso y victoria. Debemos ser capaces de tolerar las derrotas, de soportarlas pacientemente,  las derrotas, incluso de nuestros pecados porque Él pagó por nosotros. Tolerarlas en Él, pedir perdón en Él pero nunca dejarse seducir por este perro encadenado. Hoy será hermoso si en casa tranquilos nos tomamos 5, 10, 15 minutos delante del crucifijo, o lo que tenemos en casa o aquel del rosario: mirarlo, es nuestro signo de derrota, que provoca persecuciones, que nos destruye, pero es también nuestro signo de victoria porque Dios ha ganado allí”.






Discurso preparado por el Papa Francisco
¡Queridos frailes menores capuchinos!
Me siento grato por este encuentro, que me permite saludaros personalmente con motivo de vuestro Capítulo General. Doy las gracias al nuevo Ministro general, fray Roberto Genuin, expresándole mis mejores deseos de buen trabajo así como a su Consejo. En estos días de estudio e intercambio fraterno, habéis dedicado vuestra atención al tema “Aprended de mí… y encontraréis” (Mt 11:29), para identificar las perspectivas apostólicas y educativas que ofrecer a vuestros hermanos en todo el mundo. En efecto, además de la elección del nuevo gobierno de vuestra Fraternidad, habéis dedicado un espacio considerable a la Ratio Formationis Ordinis, documento importante para conducir a la persona consagrado al corazón del Evangelio, que es la forma de vida de Jesús, totalmente dedicada a Dios y al prójimo, especialmente a los últimos y a los marginados.
Siguiendo los pasos del Divino Maestro y el ejemplo de San Francisco, que encontrando a los leprosos encontró humildad y servicio, os esforzáis por vivir las relaciones y la actividad religiosa en la gratuidad, la humildad y la mansedumbre. Así, podéis realizar con gestos concretos y cotidianos la “menoría” que caracteriza a los seguidores de Francisco. Es un don precioso y de gran necesidad para la Iglesia y para la humanidad de nuestro tiempo. Así actúa el Señor: hace las cosas simplemente. La humildad y la simplicidad son el estilo de Dios; y este es el estilo que todos los cristianos estamos llamados a asumir en nuestra vida y en nuestra misión. La verdadera grandeza es hacerse pequeños y servidores.
Con esta menoría en el corazón y en el estilo de vida, dais vuestra aportación al gran compromiso de la Iglesia con la evangelización. Lo hacéis mediante la generosidad del apostolado en contacto directo con diferentes pueblos y culturas, especialmente con tantas personas pobres y que sufren. Os animo en este esfuerzo, que en el Capítulo general habéis compartido a nivel internacional, exhortándoos a no desanimaros ante las dificultades, entre ellas la disminución del número de frailes en ciertas zonas, sino a renovar cada día la confianza y la esperanza en ayuda de la gracia de Dios. La alegría del Evangelio, que fascinó irresistiblemente al Pobrecillo de Asís, sea la fuente de vuestra fuerza y ​​de vuestra constancia porque con la referencia a la Palabra de Jesús todo aparece con  una nueva luz, la del amor providencial de Dios. Cada vez que acudimos a la fuente para recuperar la frescura original del Evangelio, surgen nuevos caminos, nuevos enfoques pastorales y métodos creativos que se adhieren a las circunstancias actuales.
Nuestro tiempo muestra signos de un evidente malestar espiritual y moral, debido a la pérdida de las referencias seguras y consoladoras de la fe. ¡Cuánta necesidad tienen hoy las personas de ser acogidas, escuchadas, iluminadas con amor! ¡Y qué gran tradición tenéis vosotros, los Capuchinos en la proximidad de todos los días a la gente, en compartir los problemas concretos, en la conversación espiritual y en la administración del Sacramento de la Reconciliación! No dejéis de ser maestros de oración, de cultivar la robusta espiritualidad, que comunica a todos el llamado de las “cosas de allá arriba”.
En esto, seréis más convincente si también vuestras comunidades y estructuras manifiestan sobriedad y frugalidad, una señal visible de esa primacía de Dios y de su Espíritu de la cual las personas consagradas se comprometen a dar un testimonio límpido. En esta perspectiva, también la gestión transparente y profesional de los recursos económicos es imagen de una verdadera familia que camina en corresponsabilidad y solidaridad entre sus miembros y con los pobres. Otro aspecto importante de la vida de vuestras comunidades es la unidad y la comunión, que se realizan dedicando un amplio espacio a la escucha y el diálogo para fortalecer el discernimiento fraterno.
La historia de vuestra Orden está repleta de testigos valientes de Cristo y del Evangelio, muchos de los cuales proclamados santos y beatos. Su santidad confirma la fecundidad de vuestro carisma y demuestra las señas de vuestra identidad: la consagración total a Dios hasta el martirio, cuando es requerido, la vida sencilla entre la gente, la sensibilidad hacia los pobres, el acompañamiento espiritual como cercanía y humildad que nos permite acoger a todos. En el surco de este estilo de vida, caminad animados por un renovado celo para adentraros, con libertad profética y sabio discernimiento, por caminos apostólicos valientes y fronteras misioneras, cultivando siempre la colaboración con los obispos y los otros miembros de la comunidad eclesial.
Vuestra identidad carismática, enriquecida por la variedad cultural de vuestra familia religiosa, es más que nunca válida y constituye  una propuesta atractiva para muchos jóvenes del mundo que buscan autenticidad y esencialidad. Que la fraternidad brille como un elemento calificativo de vuestra vida consagrada, alejando de vosotros toda actitud elitista, estimulándoos a buscar siempre el encuentro entre vosotros y con todos, especialmente con los muchos sedientos del amor misericordioso que solo Cristo puede ofrecernos.

¡Que el Señor os colme con sus gracias y, en el espíritu de San Francisco, proceded alegres y seguros, siempre conscientemente agradecidos de pertenecer al santo Pueblo  fiel de Dios, y de servirlo con humildad! ¡Qué os acompañe la bendición apostólica que os imparto de todo corazón a  vosotros, Padres Capitulares, y a toda vuestra Orden! Y por favor, no os olvidéis de rezar  por mí. ¡Gracias!
15.09.18



El Papa en Palermo: “Hoy necesitamos hombres de amor, no de honor”

Misa en memoria del beato Pino Puglisi

(15 sept. 2018).- El Papa Francisco ha llegado a Palermo a las 10:45 horas, de este sábado, 15 de septiembre de 2018, 25º aniversario de la muerte del beato Pino Puglisi por parte de la mafia siciliana, coincidiendo con el día de su 56 cumpleaños.
El Padre Pino tenía razón: La lógica del dios dinero siempre es perdedora”, ha dicho el Santo Padre en la homilía de la Eucaristía celebrada en el Foro Itálico de Palermo en conmemoración de la memoria litúrgica del sacerdote, beatificado el 25 de mayo de 2013 por el propio Papa Francisco.
Francisco ha lanzado un claro mensaje en Palermo: “Quien es mafioso no vive como cristiano porque blasfema con su vida el nombre de amor de Dios. Hoy necesitamos hombres de amor, no de honor”.
Hoy estamos llamados a elegir a elegir de qué parte estar: vivir para uno mismo o dar la vida. Solo dando la vida se derrota el mal”, ha predicado Francisco, poniendo de ejemplo a Don Pino: “No vivió para ser visto, no vivió apelando contra la mafia, ni se contentó con hacer nada malo, pero sembró bien, muy bien. Parecía un perdedor lógico, mientras que la lógica de la cartera parecía ganar”.
Pero el padre Pino tenía razón –ha continuado–: la lógica del dios-dinero es un perdedor. Miremos dentro. Siempre me empuja a querer: tengo una cosa e inmediatamente quiero otra, y luego otra, más y más, sin fin”.
Cuanto más tienes, más quieres: es una mala adicción. Aquellos que se hinchan con las cosas estallan. Por otro lado, aquellos que aman se encuentran y descubren cuán hermoso es ayudar y servir; encuentra alegría adentro y una sonrisa afuera, como lo fue para Don Pino”, ha expresado el Papa.

Recibimiento en Palermo
El Santo Padre salió del aeropuerto de Ciampino, en avión, a las siete de la mañana rumbo a Catania-Fontanarossa, allí partió en helicóptero rumbo a la Plaza Armerina, en Enna, al que fue su primer encuentro con la población, señala ‘Vatican News’.
A las 8:30 horas aterrizó el helicóptero en el campo deportivo de San Hipólito. El Papa fue recibido por el obispo de Plaza Armerina, el prefecto de Enna y el alcalde de la ciudad. A las 9 horas, tuvo lugar un encuentro del Pontífice con los fieles de Plaza Armerina.
Después de dirigirles unas palabras, Francisco se dirigió a la ciudad de Palermo en helicóptero, aterrizó en el puerto de Palermo. A las 10:45 horas lo esperan el arzobispo de la ciudad, el presidente de la Región de Sicilia, el Prefecto y el alcalde de la ciudad. Del puerto, se dirigió al Foro Itálico Umberto I, donde ha presidido la santa Misa en memoria litúrgica del Beato Puglisi.
Al final de la Celebración, el Arzobispo de Palermo ha dirigido unas palabras de bienvenida al Santo Padre. Después de la Eucaristía, Francisco se ha trasladado a la Misión ‘Esperanza y Caridad’, –está previsto que llegue allí a las 13:30 horas–, donde comerá con los invitados de la estructura y una representación de prisioneros e inmigrantes.
16.09.18



Felicidad en el amor verdadero: el Papa Francisco comenta sobre el Evangelio del domingo

¡El amor lo cambia todo! Él puede cambiarnos a nosotros también”

( 16 septiembre 2018).- “Solo encontramos la felicidad cuando el amor, la verdad, nos encuentra, nos sorprende, nos cambia”: el Papa Francisco comentó en estos términos el Evangelio del día, antes del Ángelus de este domingo, 16 de septiembre de 2018, desde la ventana del palacio apostólico que da a la Plaza de San Pedro donde se reunieron unas 35.000 personas, según la Gendarmería del Vaticano.
¡El amor lo cambia todo! Y el amor también puede cambiarnos a cada uno de nosotros. Los testimonios de los santos lo muestran”, insistió el Papa, comentando sobre este evangelio que nos invita a descubrir quién es Cristo y a seguirlo (Marcos 8, 27-35).
Pero señaló que a Cristo no le importan las “encuestas” sobre su popularidad y espera respuestas de sus discípulos que no sean “prefabricadas”, sino respuestas que provienen del corazón.
Palabras del Papa Francisco antes del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En el pasaje del Evangelio de hoy (Mc 8, 27-35), se vuelve a hacer la pregunta que recorre todo el Evangelio de Marcos: ¿quién es Jesús? Pero esta vez, es el mismo Jesús quien se lo pregunta a sus discípulos, ayudándolos a enfrentar progresivamente el cuestionamiento fundamental de su identidad. Antes de interpelar directamente a los Doce, Jesús quiere saber de ellos lo que la gente piensa de él – y sabe que los discípulos son muy sensibles a la popularidad del Maestro! Entonces pregunta: “la gente, ¿quién dicen que soy? “(v. 27). Resulta que Jesús es considerado por el pueblo como un gran profeta. Pero, en realidad, no le interesan las encuestas ni el chismorreo de la gente. Tampoco acepta que sus discípulos respondan a sus preguntas con fórmulas prefabricadas, citando personas célebres de las Sagradas Escrituras, porque una fe que se reduce a las fórmulas es una fe miope.
El Señor quiere que sus discípulos de ayer y de hoy establezcan una relación personal con Él y lo reciban como el centro de sus vidas. Es por eso que los insta a reflexionar sobre sí mismos y les pregunta: “Pero tú, ¿quién dices que soy yo?” (v. 29). Hoy, Jesús dirige esta solicitud tan directa y confidencial a cada uno de nosotros: “¿Quién soy yo para ti?, ¿Quién soy yo para ti?”. Cada uno está llamado a responder en su corazón, dejándose iluminar por la luz que el Padre nos da para conocer a su Hijo Jesús. Y puede sucedernos a nosotros, como a Pedro, que afirmemos con entusiasmo: “Tú eres el Mesías”. Pero cuando Jesús nos dice claramente lo que dijo a sus discípulos, o sea que su misión no se lleva a cabo en el amplio camino hacia el éxito, sino en el arduo camino del Siervo sufriente, humillado, rechazado y crucificado, entonces nos puede pasar a nosotros también, como a Pedro, que protestemos y rebelemos porque esto contrasta también con nuestras expectativas. En estos momentos, también merecemos el saludable reproche de Jesús: “¡Apártate de mí, Satanás! Porque tu no juzgas según Dios, sino según los hombres ” (v.33).
La profesión de fe en Jesucristo no se detiene ante en las palabras, sino que requiere ser autenticado por elecciones y acciones concretas, por una vida marcada por el amor de Dios y del prójimo. Por una vida grande, por una vida llena de amor al prójimo. Jesús mismo dice que para seguirlo, para ser sus discípulos, hay que negarse a sí mismo (v. 34), o sea renunciar a las pretensiones del orgullo propio, egoísta y tomar la propia cruz. Luego le da a todos una regla fundamental: “El que quiera salvar su vida la perderá” (v.35). En la vida, a menudo, por muchas razones, cometemos un error en el camino, buscando la felicidad solo en las cosas o en las personas que tratamos como cosas. Pero encontramos la felicidad solo cuando el amor, el verdadero, nos encuentra, nos sorprende, nos cambia. El amor lo cambia todo! Y el amor también puede cambiarnos a cada uno de nosotros. Los testimonios de los santos lo muestran.
Que la Virgen María, que vivió su fe fielmente siguiendo a su Hijo Jesús, también nos ayude a caminar en su camino, gastando generosamente nuestras vidas por él y por nuestros hermanos.
17.09.18


Ejemplo para los sacerdotes: Las “3P” del Padre Pino Puglisi: “Plegaria, Palabra, Pan”

Discurso del Santo Padre

(17 sept. 2018).- Francisco compartió tres aspectos básicos del sacerdocio de don Pino Puglisi con los sacerdotes, consagradas y consagrados no sacerdotes, reunidos en la Catedral de Palermo el pasado sábado, “que pueden ayudar a nuestro ‘sí’ a Dios y a los demás”: celebrar, acompañar y testimoniar.
El Papa Francisco visitó de manera privada la parroquia de San Gaetano, en el distrito de Brancaccio, en Palermo, y la casa del Beato Pino Puglisi, en la plaza Anita Garibaldi, con motivo del 25º aniversario del martirio de este sacerdote italiano, asesinado por la mafia siciliana.
Discurso del Papa Francisco
¡Buenas tardes!
Esta mañana hemos celebrado juntos la memoria del beato Pino Puglisi. Ahora quisiera compartir con vosotros tres aspectos básicos de su sacerdocio, que pueden ayudar a nuestro sacerdocio y también ayudar a las consagradas y consagrados no sacerdotes, a nuestro “sí” a Dios y a los demás. Son tres verbos simples, por lo tanto fieles a la figura de Don Pino, que era simplemente un sacerdote, un verdadero sacerdote. Y como sacerdote, un consagrado a Dios, porque también las monjas pueden participar en esto.
El primer verbo es celebrar. También hoy, como en el centro de cada Misa, hemos pronunciado las palabras de la Institución: “Tomad y comed  todos  de él: este es mi cuerpo ofrecido en sacrificio por vosotros”. Estas palabras no deben permanecer en el altar, debencalarse en la vida: son nuestro programa de vida diaria. No solo debemos decirlas in persona Christi, debemos vivirlas en primera persona. Tomad y comed, éste es mi cuerpo ofrecido. Lo decimos  a los hermanos, junto con Jesús Las palabras de la Institución, describen entonces  nuestra identidad sacerdotal nos recuerdan que el sacerdote es hombre del don, del don de sí, todos los días, sin vacaciones y sin descanso. Porque la nuestra, queridos sacerdotes, no es una profesión sino una entrega; no es un trabajo, que también puede servir para hacer carrera, sino una misión. Y así también la vida consagrada. Todos los días podemos hacer el examen de conciencia, solamente con estas palabras – Tomad y comed, éste es mi cuerpo ofrecido por vosotros- y preguntarnos: “¿Hoy  he dado la vida por amor del Señor? ¿Me he dejado comer  por los hermanos?”. Don Pino vivió así: el epílogo de su vida fue la consecuencia lógica de la misa que celebraba todos los días.

Hay una segunda fórmula sacramental fundamental en la vida del sacerdote: “Yo te absuelvo de tus pecados”. Aquí está la alegría de dar el perdón de Dios. Pero aquí el sacerdote, hombre del don, también se descubre como hombre del perdón. También todos los cristianos debemos ser hombres y mujeres de perdón.  Los sacerdotes de manera especial en el sacramento de la Reconciliación. En efecto, las palabras de Reconciliación no solo dicen lo que sucede cuando actuamos in persona Christi, sino que también nos muestran cómo actuar de acuerdo con Cristo. Yo te absuelvo: el sacerdote, hombre del perdón, está llamado a encarnar estas palabras. Es el hombre del perdón. Y del mismo modo, las religiosas son mujeres del perdón. Cuántas veces en las comunidades religiosas no hay perdón, hay habladurías, hay celos… No. Hombre del perdón, el sacerdote en la confesión, pero también  todos los consagrados hombres y mujeres del perdón. El sacerdote no guarda rencor, no hace pesar lo que no ha recibido, no devuelve  mal por mal. El sacerdote es el portador de la paz de Jesús: benévolo, misericordioso, capaz de perdonar a los demás como Dios los perdona a través de él (véase Ef. 4,32). Lleva concordia donde hay división, armonía donde hay riña, serenidad donde hay animosidad. Pero si el sacerdote es un chismoso, en lugar de llevar concordia, llevará división, llevará guerra, llevará cosas que harán que el presbiterio termine dividido en su interior y con el obispo. El sacerdote es un ministro de reconciliación a tiempo completo: administra el “perdón y la paz” no solo en el confesionario, sino en todas  partes. Pidamos a Dios que seamos portadores sanos del Evangelio, capaz de perdonar de corazón, de amar a nuestros enemigos. Pensemos en tantos sacerdotes y tantas comunidades donde se odian mutuamente como enemigos, por competencia, celos, arribismo… ¡no es cristiano! Un obispo me dijo una vez: “Yo, algunas comunidades religiosas y algunos sacerdotes los volvería a bautizar para hacerlos cristianos”. Porque se comportan como paganos. Y el Señor nos pide que seamos hombres y mujeres de perdón, capaces de perdonar de corazón, de amar a nuestros enemigos y de rezar por los que nos hacen daño (cf. Mt. 18.35, 5.44). Esto de rezar por los que nos hacen daño parece una cosa de museo… ¡No, tenemos que hacerlo hoy, hoy! La fuerza de vosotros,  sacerdotes, de vuestro sacerdocio, la fuerza de vosotros, religiosos, de vuestra vida consagrada, está aquí: rezar por aquellos que hacen el mal, como Jesús.
El gimnasio donde entrenarse para ser hombres de perdón es el seminario primero y el presbiterio después. Para los consagrados es la comunidad. Todos sabemos que no es fácil perdonarnos entre nosotros: “¿Me hiciste esto? ¡Me lo pagarás!”. Pero no solo en la mafia, también en nuestras comunidades y en nuestros sacerdotes, así es como es. En el presbiterio y en la comunidad, hay que alimentar el deseo de unir, según Dios; no el de dividir según el diablo. Grabémoslo en la mente. Donde hay división, está el diablo, él es el gran acusador, el que acusa para dividir, ¡lo divide todo! Allí, en el presbiterio y en la comunidad, los hermanos y las hermanas deben ser aceptados, allí el Señor llama todos los días a trabajar para superar las divergencias. Y esta es  parte constitutiva de ser sacerdotes y consagrados. No es un accidente, pertenece a la sustancia. Sembrar cizaña, provocar divisiones, chismorrear, cotillear no son “pecadillos que todos hacen”, no: es negar nuestra identidad de sacerdotes, hombres del perdón y de consagrados, hombres de comunión. Siempre debe distinguirse el error de quien lo comete, siempre deben ser amados y esperados el hermano y la hermana. Pensamos en Don Pino, que estaba disponible para todos y a todos esperaba con el corazón abierto, incluso a los delincuentes.
Sacerdote hombre del don y del perdón, he aquí cómo conjugar en la vida el verbo celebrar. Puedes celebrar misa todos los días y luego ser un hombre de división, de cotilleo, de celos, incluso un “criminal” porque matas a tu hermano con la lengua. Y estas no son palabras mías, esto es lo que dice el apóstol Santiago. Leed la carta de Santiago. También las comunidades religiosas pueden ir a misa todos los días, comulgar, pero con odio en sus corazones por sus hermanos. El sacerdote es un hombre de Dios las veinticuatro horas del día, no es un hombre de lo sagrado cuando se pone las vestimentas. La liturgia sea vida para vosotros, no un ritual. Por eso es fundamental orar a Aquel de quien hablamos, nutrirnos con la Palabra que predicamos, adorar el Pan que consagramos y hacerlo todos los días. Plegaria, Palabra, Pan; el Padre Pino Puglisi, llamado “3P”, nos ayuda a recordar estas tres “P” esenciales para cada sacerdote todos los días, esenciales para todos los consagrados y consagradas todos los días: Plegaria, Palabra, Pan.
Hombre del perdón, sacerdote que da el perdón, es decir, hombre de misericordia y esto especialmente en el confesionario, en el sacramento de la Reconciliación. ¡Qué feo es cuando en la confesión el sacerdote comienza a cavar, a cavar en el alma del otro!: “¿Y cómo fue, y cómo hiciste? “…¡Ese es un hombre  enfermo! Estás ahí para perdonar en nombre del único Padre que perdona, no para medir  hasta donde puedo, hasta donde no puedo… Creo que sobre este punto de la Confesión debemos convertirnos tanto: recibir a los penitentes con misericordia, sin excavar el alma, sin hacer de la confesión una visita psiquiátrica, sin hacer de la confesión una sustancia. Sembrar cizaña, provocar divisiones, chismorrear, cotillear no son “pecadillos que todos hacen”, no: es negar nuestra identidad de sacerdotes, hombres del perdón y de consagrados, hombres de comunión. Siempre debe distinguirse el error de quien lo comete, siempre deben ser amados y esperados el hermano y la hermana. Pensamos en Don Pino, que estaba disponible para todos y a todos esperaba con el corazón abierto, incluso a los delincuentes.
Sacerdote hombre del don y del perdón, he aquí cómo conjugar en la vida el verbo celebrar. Puedes celebrar misa todos los días y luego ser un hombre de división, de cotilleo, de celos, incluso un “criminal” porque matas a tu hermano con la lengua. Y estas no son palabras mías, esto es lo que dice el apóstol Santiago. Leed la carta de Santiago. También las comunidades religiosas pueden ir a misa todos los días, comulgar, pero con odio en sus corazones por sus hermanos. El sacerdote es un hombre de Dios las veinticuatro horas del día, no es un hombre de lo sagrado cuando se pone las vestimentas. La liturgia sea vida para vosotros, no un ritual. Por eso es fundamental orar a Aquel de quien hablamos, nutrirnos con la Palabra que predicamos, adorar el Pan que consagramos y hacerlo todos los días. Plegaria, Palabra, Pan; el Padre Pino Puglisi, llamado “3P”, nos ayuda a recordar estas tres “P” esenciales para cada sacerdote todos los días, esenciales para todos los consagrados y consagradas todos los días: Plegaria, Palabra, Pan.
Hombre del perdón, sacerdote que da el perdón, es decir, hombre de misericordia y esto especialmente en el confesionario, en el sacramento de la Reconciliación. ¡Qué feo es cuando en la confesión el sacerdote comienza a cavar, a cavar en el alma del otro!: “¿Y cómo fue, y cómo hiciste? “…¡Ese es un hombre  enfermo! Estás ahí para perdonar en nombre del único Padre que perdona, no para medir  hasta donde puedo, hasta donde no puedo… Creo que sobre este punto de la Confesión debemos convertirnos tanto: recibir a los penitentes con misericordia, sin excavar el alma, sin hacer de la confesión una visita psiquiátrica, sin hacer de la confesión una estad presentes. Un obispo italiano me decía así: “La piedad popular es el sistema inmunitario de la Iglesia”, es el sistema inmunitario de la Iglesia. Cuando la Iglesia comienza a volverse demasiado ideológica, demasiado gnóstica o demasiado pelagiana, la piedad popular la corrige, la defiende.
Os propongo un segundo verbo: acompañar. Acompañar es la piedra angular de ser pastores hoy. Necesitamos ministros que encarnen la proximidad del Buen Pastor, de sacerdotes que sean íconos vivos de la proximidad. Debe enfatizarse esta palabra: “proximidad”, porque es lo que Dios ha hecho. Lo hizo primero con su pueblo. Sobre esto también los reprocha en el Deuteronomio – pensadlo – les dice: “Decidme, ¿habéis visto alguna vez un pueblo que tenga dioses tan cercanos a él como vosotros tenéis a vuestro Dios cerca de vosotros?”. Esta cercanía, esta proximidad de Dios en el Antiguo Testamento, se hizo carne, se hizo uno de nosotros en Jesucristo. Dios se hizo cercano aniquilándose, vaciándose, así dice Pablo. Proximidad, debemos retomar esta palabra. Pobres de bienes y de proclamaciones, ricos de relación y de comprensión.  Pensemos de nuevo en don Puglisi que, más que hablar de los jóvenes, hablaba con los jóvenes. Estar con ellos, seguirlos, hacer que broten junto a ellos las preguntas más verdaderas y las respuestas más hermosas. Es una misión que surge de la paciencia, de la escucha cordial, del tener un corazón de padre,  corazón de madre, para las religiosas, y nunca un corazón de amo. El arzobispo nos habló sobre el apostolado “del oído”, la paciencia de escuchar. La pastoral se hace así con paciencia y dedicación, por Cristo y a tiempo completo.
Don Pino arrancaba del malestar simplemente haciendo de cura con corazón de pastor. Aprendamos de él a rechazar cualquier espiritualidad incorpórea y a ensuciarnos las manos con los problemas de las personas. A mí me huele mal esa espiritualidad que te lleva a estar con los ojos vueltos hacia arriba, cerrados o abiertos, y siempre estás ahí… ¡Eso no es católico! Salgamos al encuentro de las personas con la simplicidad  de aquellos que quieren amarlos con Jesús en el corazón, sin 
proyectos faraónicos, sin las modas del momento. A nuestra edad, hemos visto tantos proyectos pastorales faraónicos… ¿Qué han hecho? ¡Nada! Los proyectos pastorales, los planes pastorales son necesarios, pero como un medio, un medio para ayudar a la proximidad, a la predicación del Evangelio, pero en sí mismos no sirven. El camino del encuentro, de la escucha, del compartir es el camino de la Iglesia. Crecer juntos en la parroquia, seguir el recorrido de los jóvenes en la escuela, acompañar de cerca las vocaciones,  las familias y los enfermos; crear lugares de encuentro donde rezar, reflexionar, jugar, pasar el tiempo de una manera saludable y aprender a ser buenos cristianos y ciudadanos honestos. Esta es una pastoral que genera, y que regenera al sacerdote mismo, a la religiosa misma.
Quisiera decir algo especialmente a las religiosas: vuestra misión es grande, porque la Iglesia es una madre y su manera de acompañar siempre debe tener un rasgo materno. Vosotras religiosas, pensad que sois un ícono de la Iglesia, porque la Iglesia es mujer, esposa de Cristo, vosotras sois ícono de la Iglesia. Pensad  que sois un ícono de la Virgen, que es la madre de la Iglesia. Vuestra maternidad hace mucho bien, mucho. Una vez, -lo he contado muchas veces-, lo digo brevemente. Donde trabajaba mi padre,  había tantos inmigrantes después de la guerra española, comunistas, socialistas… todos come curas. Uno de ellos se enfermó, lo trataron 30 días en casa, porque iba a curarlo una monja; él tenía una enfermedad muy mala, muy difícil de tratar. En los primeros días le soltó todas las palabrotas que sabía, y la monja lo curaba en silencio. Una vez que la historia termina, ese hombre se reconcilió. Y una vez, saliendo del trabajo junto con otros, dos monjas pasaban y los otros decían palabrotas y él le dio un puñetazo a uno ellos y lo tiró al suelo y dijo: “Con Dios y con los sacerdotes, vale, ¡pero la Virgen y las monjas ni las toques!”. Vosotras sois la puerta porque sois madres y la Iglesia es madre. La ternura de una madre, la paciencia de una madre… Por favor, no quitéis valor a vuestro carisma de mujeres y al carisma de consagradas. Es importante que os involucréis en la pastoral para revelar el rostro de la Iglesia madre. Es importante que los obispos os llamen a los consejos, en los diversos consejos pastorales, porque la voz de la mujer siempre es importante, la voz de la persona consagrada es importante. Y me gustaría dar las gracias a las contemplativas que, con la oración y el don total de la vida, son el corazón de la Iglesia madre y bombean en el Cuerpo de Cristo el amor que conecta todo.
Celebrar, acompañar y ahora el último verbo, que en realidad es lo primero que se debe hacer: testimoniar. Esto nos concierne a todos y, en particular, se aplica a la vida religiosa, que es en sí misma testimonio y profecía del Señor en el mundo. En el apartamento donde vivió el Padre Pino resalta una simplicidad genuina. Es el signo elocuente de una vida consagrada al Señor, que no busca el consuelo y la gloria del mundo. La gente busca esto en el sacerdote y en los consagrados, busca el testimonio. La gente no se escandaliza cuando ve que el sacerdote “resbala”,  es un pecador, se arrepiente y continúa … El escándalo de las personas es cuando ve sacerdotes mundanos, con el espíritu del mundo. El escándalo de la gente es cuando encuentra en el sacerdote un funcionario, no un pastor. Y esto grabadlo en vuestra mente y en vuestro corazón: ¡pastores sí, funcionarios no! La vida habla más que las palabras. El testimonio es contagioso. Ante Don Pino pidamos la gracia de vivir el Evangelio como él: a la luz del sol, inmerso en su pueblo, rico solo del amor de Dios. Se puede discutir tanto sobre la relación entre la Iglesia y el mundo y entre el Evangelio y la historia, pero no sirven si el Evangelio no pasa antes por la propia vida. Y el Evangelio nos pide, hoy más que nunca, esto: servir en simplicidad, en testimonio. Esto significa ser ministros: no hacer  funciones, sino servir felices, sin depender de las cosas que pasan y sin unirse a los poderes del mundo. Así, libres para testimoniar, se manifiesta que la Iglesia es sacramento de salvación, es decir, signo que indica e instrumento que ofrece salvación al mundo.
La Iglesia no está por encima del mundo, -esto es clericalismo-, la Iglesia está dentro del mundo, para hacerlo fermentar, como levadura en la masa. Por esto, queridos hermanos y hermanas, hay que ahuyentar toda forma de clericalismo. Es una de las perversiones más difíciles de eliminar hoy en día, el clericalismo: que no tengan ciudadanía en vosotros actitudes altaneras, arrogantes o dominantes. Para ser testigos creíbles,  hay que recordar que antes de ser sacerdotes, somos siempre diáconos; antes de ser ministros sagrados, somos hermanos de todos, siervos. ¿Qué diríais a un obispo que me dice que algunos de sus sacerdotes no quieren ir a una aldea cercana para decir una misa de difuntos  si no llega antes la oferta? ¿Qué le diríais a ese obispo? ¡Y los hay! ¡Hermanos y hermanas, los hay!   Recemos por estos hermanos, funcionarios. También el arribismo y el favorecer a la parentela son enemigos que deben ser expulsados, porque su lógica es la del poder, y el sacerdote no es un hombre de poder, sino de servicio. La monja no es una mujer de poder, sino de servicio. Testimoniar, entonces, significa huir de toda duplicidad; esa hipocresía, que está tan estrechamente ligada al clericalismo; escapar de toda duplicidad de vida, en el seminario, en la vida religiosa, en el sacerdocio. No se puede vivir una doble moral: una para el pueblo de Dios y otra en el propio hogar. No, el testimonio es solo uno. El testigo de Jesús siempre le pertenece. Y por amor suyo emprende una batalla diaria contra sus vicios y contra toda mundanidad alienante.
Finalmente, testigo es el que, sin tanta palabrería, pero con una sonrisa y con serenidad confiada sabe cómo animar y consolar, porque revela con naturalidad  la presencia de Jesús resucitado y vivo. Os deseo sacerdotes, consagrados y consagradas, seminaristas, que seáis testigos de la esperanza, como bien dijo don Pino: “Para los desorientados, el testimonio de la esperanza no indica qué es la esperanza, sino quién es la esperanza. La esperanza es Cristo, y se indica lógicamente a través de la propia vida orientada hacia Cristo “(Discurso a la Conferencia del Movimiento” Presencia del Evangelio “, 1991). No con las palabras.

Os doy las gracias y os bendigo, y disculpadme si he sido algo “fuerte”, ¡pero me gusta hablar así! Os deseo la alegría de celebrar, acompañar y testimoniar el gran don que Dios ha puesto en vuestros corazones. ¡Gracias y rezad por mí!
18.09.18



Santa Marta: “La cercanía y la humildad es lo que da autoridad a Jesús”

El Papa ha comentado un pasaje de Lucas

(18 sept. 2018).- En la Misa celebrada esta mañana en Santa Marta, Francisco ha señalado que en el Evangelio, cuando Jesús no estaba con la gente, “estaba con el Padre, orando”. Y la mayor parte del tiempo en la vida de Jesús, “en la vida pública de Jesús, Él la pasó en la calle, con la gente”, informa ‘Vatican News’ en español.
Esta cercanía –ha continuado el Santo Padre–, la humildad de Jesús, “es lo que le da autoridad a Jesús, lo acerca a las personas”. Ha recordado que “Él tocaba a la gente, abrazaba a la gente, miraba a la gente a los ojos, escuchaba a la gente”.
Así, el Papa ha presentado a Jesús como “icono y modelo de pastor” en la homilía de la Misa matutina, este martes, 18 de septiembre de 2018.
En este sentido, ha subraya que Jesús tenía “autoridad” ante el pueblo, no por la doctrina que predicaba, que era casi la misma que las otras, sino porque era “humilde y amable de corazón”.
Él no regañaba, no decía ‘Yo soy el Mesías’ o ‘Yo soy el Profeta’; no hacía sonar la trompeta cuando estaba sanando a alguien o predicaba a la gente o hacía un milagro como la multiplicación de los panes. No. Él era humilde. “Él hacía”. Y era “cercano a la gente”, ha aclarado el Papa Bergoglio.
El Obispo de Roma ha comentando el pasaje del Evangelio de Lucas propuesto por la liturgia, el del milagro de la resurrección del hijo único de una madre viuda.
Amable de corazón
En este pasaje –según ha indicado el Papa– San Lucas enfatiza la “gran compasión” que tuvo Jesús al ver a la madre viuda, sola y al niño muerto. Él tenía “esta capacidad para sufrir”. No era “teórico”. Se puede decir que “pensaba con el corazón, no separaba la cabeza del corazón”.
Francisco ha enfatizado dos rasgos de esta “compasión”: la mansedumbre y la ternura. Jesús dice: “Aprended de mí que soy humilde y amable de corazón”: amable de corazón. “Esa mansedumbre. Él era amable, no regañaba. No castigaba a la gente. Era amable. Siempre con mansedumbre”, ha explicado el Santo Padre.
¿Se enfadaba Jesús? ¡Sí! –ha relatado el Papa–. Pensemos en cuando vio la casa de su padre convertida en un negocio, para vender cosas, cambiar monedas… allí se enfadó, tomó la fusta y mandó fuera a todos. Pero porque amaba al Padre, porque era humilde ante el Padre, tenía esta fortaleza”.
Ternura
Jesús no ha dicho “No llores, señora”, estando distante, ilustra el Papa. “No. Se ha acercado, tal vez le ha tocado por la espalda, tal vez la ha acariciado. ‘No llores’. Éste es Jesús. Y Jesús hace lo mismo con nosotros, porque es cercano, está en medio de la gente, es pastor”.
El otro gesto de ternura es tomar al niño y devolvérselo a su madre. En resumen, “humilde y amable de corazón, cercano a la gente, con capacidad de simpatizar, con compasión y con estos dos rasgos de mansedumbre y ternura”. Éste es Jesús”. Y hace con todos nosotros, cuando se acerca, lo mismo que hizo con el niño y la madre viuda, ha expresado Francisco.
Cuando las cosas salen mal
El pastor, ha dicho el Pontífice, en los momentos difíciles, en los momentos en que se desata el diablo, donde el pastor es acusado, pero acusado por el Gran Acusador a través de tanta gente, tantos poderosos; “sufre, ofrece vida y ora”. Y Jesús oró.
Cuando la gente lo insultaba, aquel Viernes Santo, y gritaba ‘crucifíquenlo’, Él permanecía en silencio porque tenía compasión de aquellas personas engañadas por los poderosos del dinero, del poder… Él estaba en silencio. Rezaba”.
19.09.18




Audiencia general: “Reconocimiento” y “respeto” hacia quienes nos han traído al mundo


Resumen de la catequesis en español
( 19 sept. 2018).- El Papa Francisco ha reflexionado en la audiencia general sobre el cuarto mandamiento de la ley de Dios: «Honra a tu padre y a tu madre, […] para que se prolonguen tus días y seas feliz en el país que Dios te da».
La catequesis que ha ofrecido esta mañana, 19 de septiembre de 2018, el Santo Padre en la audiencia general ha tratado sobre el cuarto mandamiento: “Honra a tu padre y a tu madre” (de la Carta de San Pablo a los Efesios, 6, 1-4). 
En el Señor, honramos a nuestros padres con la libertad de hijos adultos y los acogemos con misericordia y amor” ha anunciado el Papa Francisco, continuando así su ciclo de catequesis sobre los mandamientos de la ley de Dios.
Honrar” significa “reconocer” y dar importancia a los padres “a través de acciones concretas”, que manifiestan “afecto y cuidado”; y esto tiene como efecto una vida larga y feliz –ha expresado el Papa–.
La felicidad que promete el mandamiento no se encuentra vinculada a los “méritos” de los padres, sino en el “reconocimiento” y el “respeto” hacia quienes nos han traído al mundo, ha matizado.

El Papa ha enseñado que esta sabiduría milenaria evidencia la importancia del ambiente familiar en los primeros años de vida, que repercute en la posterior forma de ser y comportarnos, y ha transmitido esperanza: “Podemos pensar en tantos jóvenes que, después de haber vivido una infancia difícil y dolorosa, se han reconciliado, a través de Cristo, con la vida y han sido un ejemplo luminoso para muchos otros”.

Los enigmas y los porqués de nuestra vida se iluminan “descubriendo la presencia del Señor” a nuestro lado, ha señalado el Obispo de Roma.
Catequesis del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En el viaje dentro de las Diez Palabras, llegamos hoy al mandamiento sobre el padre y la madre. Se habla de la honra debida a los padres. ¿Qué es esta “honra“? La palabra hebrea indica la gloria, el valor, a la letra el “peso“, la consistencia de una realidad. No es una cuestión de formas externas, sino de verdad. Honrar a Dios, en las Escrituras, significa reconocer su realidad, tener en cuenta su presencia; esto también se expresa en los ritos, pero sobre todo implica dar a Dios el lugar justo en la existencia. Honrar al padre y a la madre significa reconocer su importancia también a través de acciones concretas, que expresan dedicación, afecto y cuidado. Pero no se trata solamente de esto.
La Cuarta Palabra tiene su propia característica: es el mandamiento que contiene un resultado. De hecho, dice: “Honra a tu padre y a tu madre, como el Señor tu Dios te ha mandado, para que tus días se prolonguen y seas feliz en la tierra que el Señor tu Dios te da” (Deut 5:16). Honrar a los padres conduce a una larga vida feliz. La palabra “felicidad” en el Decálogo aparece solo vinculada a la relación con los padres.
Esta sabiduría milenaria declara lo que las ciencias humanas han podido elaborar solamente hace poco más de un siglo: que la huella de la infancia marca toda la vida. Es fácil entender, con frecuencia, si alguien ha crecido en un ambiente saludable y equilibrado. E igualmente percibir si una persona proviene de experiencias de abandono o de violencia. Nuestra infancia es como una tinta indeleble, se expresa en los gustos, en la forma de ser, incluso si algunos tratan de ocultar las heridas de sus orígenes.
Pero el cuarto mandamiento dice aún más. No habla de la bondad de los padres, no requiere que los padres y las madres sean perfectos. Habla de un acto de los hijos, independientemente de los méritos de los padres, y dice algo extraordinario y liberador: incluso si no todos los padres son buenos y no todas las infancias son serenas, todos los hijos pueden ser felices, porque el logro de una vida plena y feliz depende de la justa gratitud con aquellos que nos han puesto en el mundo.
Pensemos en cómo esta Palabra puede ser constructiva para muchos jóvenes que vienen de historias de dolor y para todos aquellos que han sufrido en su juventud. Muchos santos, y muchos cristianos, después de una infancia dolorosa vivieron una vida luminosa, porque, gracias a Jesucristo, se reconciliaron con la vida. Pensemos en ese joven que será beato el mes próximo, Sulpicio, que con 19 años terminó su vida reconciliado con tantos dolores, con tantas cosas, porque su corazón estaba sereno y nunca renegó de sus padres. Pensemos en San Camilo de Lellis, quien desde una infancia desordenada construyó una vida de amor y servicio, en  Santa Josefina Bakhita, que creció en una horrible esclavitud, o en el beato Carlo Gnocchi, huérfano y pobre; y en el mismo San Juan Pablo II, marcado por la pérdida de la madre en temprana edad.

El hombre, de cualquier historia venga, recibe de este mandamiento la orientación que lleva a Cristo: en Él, efectivamente, se revela el verdadero Padre, que nos ofrece “renacer de lo alto” (Jn 3, 3-8). Los enigmas de nuestras vidas se iluminan cuando descubrimos que Dios desde siempre nos prepara para una vida de hijos suyos, donde cada acto es una misión recibida de Él.
Nuestras heridas comienzan a ser potenciales cuando, por gracia, descubrimos que el verdadero enigma ya no es “¿por qué?”, ​​sino “¿para quién?”,” ¿para quién?” me sucedió a mí. ¿En vista de qué obra me ha forjado Dios a lo largo de mi historia? Aquí todo se revierte, todo se vuelve precioso, todo se vuelve constructivo. Mi experiencia, aunque haya sido triste y dolorosa, a la luz del amor, ¿cómo se vuelve para los demás, para quién fuente de salvación? Entonces podemos comenzar a honrar a nuestros padres con la libertad de los hijos adultos y con la aceptación misericordiosa de sus límites.
Honrar a los padres que nos han dado la vida. Si te has alejado de tus padres, haz un esfuerzo y vuelve, vuelve donde ellos; quizás son viejos… Te han dado la vida. Y luego, entre nosotros está la costumbre de decir cosas malas, palabrotas… Por favor, nunca, jamás, insultar a los padres. ¡Nunca! No se insulta nunca a la madre, no se insulta nunca al padre. ¡Nunca, nunca! Tomad esta decisión interior: a partir de ahora no insultaré nunca a la madre o al padre de nadie. ¡Le han dado la vida! No hay que insultarlos.
Esta vida maravillosa se nos ofrece, no nos la imponen: renacer en Cristo es una gracia para acogerla libremente (cfr. Jn1, 11-13) y es el tesoro de nuestro Bautismo, en el cual, por obra del Espíritu Santo, uno solo es el Padre nuestro, el del cielo (cfr. Mt23,9; 1 Cor. 8,6; Ef. 4,6) ¡Gracias!
20.09.18






Santa Marta: El Papa llama a “no condenar” a los demás

Poniendo a Cristo “en el centro” de nuestra vida

(20 sept. 2018).- El Papa Francisco ha invitado esta mañana en la Eucaristía a pedir a Jesús que proteja siempre “con su misericordia y perdón” a nuestra Iglesia, “que como madre es santa, pero llena de hijos pecadores como nosotros”, reporta ‘Vatican News’ en español.
La reflexión del Santo Padre en la Misa celebrada este jueves, 20 de septiembre de 2018, en la Capilla de Santa Marta ha sido en torno a la Primera Carta de San Pablo Apóstol de los Corintios y sobre el Evangelio de Lucas de hoy, centrado en las palabras de Jesús: “sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor”.
En las lecturas de hoy, el Pontífice ha reconocido “tres grupos de personas”, recoge el portal informativo ‘Vatican News’: Jesús y sus discípulos; Pablo y la mujer, una de aquellas cuyo destino era “ser visitada en secreto”, incluso por los “fariseos”, o inclusive de “ser apedreada”; y los doctores de la Ley.
Francisco destaca cómo la mujer se hacía ver “con amor, con tanto amor por Jesús”, sin ocultar “ser una pecadora”. Lo mismo ocurre con Pablo, quien afirma: “A ustedes de hecho les he transmitido, ante todo, lo que yo también he recibido, es decir, que Cristo murió por nuestros pecados”.
Pequeño gesto de amor
Ambos, por lo tanto, buscaban a Dios “con amor, pero amor a medias”. Pablo porque –ha matizado el Papa– “pensaba que el amor era una ley y tenía su corazón cerrado a la revelación de Jesucristo: perseguía a los cristianos, pero por el celo de la ley, por este amor inmaduro”. Y la mujer buscaba el amor, el “pequeño amor”.
Ante los comentarios de los fariseos –relata Francisco– Jesús explica: “A ella se le ha perdonado tanto porque ha amado mucho. ¿Pero cómo amar? Estos no saben amar. Buscan el amor. Y Jesús, hablando de estos, dice –una vez dijo– que estarán ante nosotros, en el Reino de los Cielos. ‘Pero qué escándalo …’ –los fariseos– ‘¡pero esta gente!’ Jesús mira el pequeño gesto de amor, el pequeño gesto de buena voluntad, y lo toma y lo lleva adelante. Esta es la misericordia de Jesús: siempre perdona, siempre recibe”.
La hipocresía de los “justos”
Asimismo, el Pontífice ha señalado que los “doctores de la ley” tienen una actitud que solo los hipócritas utilizan a menudo: “se escandalizan”. Y dicen: “Pero mira, ¡qué escándalo! ¡No se puede vivir así! Hemos perdido los valores … Ahora todos tienen derecho de entrar en la iglesia, incluso los divorciados, todos. ¿Pero dónde estamos?”
Esto es el “escándalo de los hipócritas”, ha advertido el Papa. “Este es el diálogo entre el gran amor que perdona todo, de Jesús, el amor ‘a medias’ de Pablo y de esta señora, y también el nuestro, que es un amor incompleto porque ninguno de nosotros es un santo canonizado. Digamos la verdad. Y la hipocresía: la hipocresía de los ‘justos’, de los ‘puros’, de los que se creen salvados por sus propios méritos externos”.
Misericordia
El Papa Francisco ha exhortado, en conclusión, a “no olvidar que Jesús perdona, recibe, usa misericordia”, una “palabra tan a menudo olvidada cuando cotilleamos de los demás”, ha dicho.
La invitación es entonces “ser misericordiosos, como Jesús, y no condenar a los demás”. Jesús en el centro “. De hecho, Cristo perdona tanto a Pablo, “pecador, perseguidor, pero con un amor a medias”, como a la mujer, “pecadora, también ella con un amor incompleto”. Sólo de esta manera pueden encontrar el “verdadero amor”, que es Jesús, mientras que los hipócritas “son incapaces de encontrar el amor porque tienen el corazón cerrado”.
21.09.18




Santa Marta: “Si quieres alcanzar el corazón de Dios, toma el camino de la misericordia”

Y déjate tratar con misericordia

(21 septiembre 2018).- “Si quiere alcanzar el corazón de Dios, toma el camino de la misericordia y déjate tratar con misericordia”, invitó el Papa Francisco mientras celebraba la Misa matutina en la Casa Santa Marta este 21 de septiembre de 2018: ” La Misericordia Dios busca a todos, perdona a todos”.
En su homilía reportada por Vatican News, el Papa evocó a los cristianos, a los santos “que fueron escogidos desde lo más bajo” e invitó a cultivar “esta conciencia de la cual fuimos elegidos”, manteniendo “la memoria de que el Señor ha tenido misericordia de mis pecados y me ha elegido para ser cristiano, para ser apóstol”.
Cuando el apóstol olvida sus orígenes y comienza a hacer carrera, advirtió, se aleja del Señor y se convierte en funcionario; quien hace mucho bien, tal vez, pero él no es un Apóstol. Él no podrá transmitir a Jesús; él será un organizador de planes pastorales … pero al final, un hombre de negocios. Un hombre de negocios del Reino de Dios, porque olvidó de dónde fue elegido”.
El recuerdo de sus orígenes “debe acompañar la vida del Apóstol y de todo cristiano”, insistió el Papa: “Ser cristiano es algo muy bello y muy grande. Somos nosotros quienes nos alejamos y queremos quedarnos a mitad de camino”.
En el Evangelio del día (Mt 9: 9-13), la conversión de San Mateo, cuando Jesús se sentó a la mesa ” con lo peor de la sociedad”, “los doctores de la Ley se escandalizaron”, comentó el Papa: “Llamaron a los discípulos y les dijeron :¿Pero cómo vuestro maestro hace esto con esta gente? ¡Pues se vuelve impuro! “Comer con un impuro te contamina la impureza … Y Jesús toma la palabra y dice …:”Id y aprended lo que significa: quiero misericordia, no sacrificio”.
La misericordia de Dios busca a todos, perdona a todos. Solo él te pide que digas: “Sí, ayúdame”. Solo eso”, dijo el Papa Francisco. Y para concluir: “Entender la misericordia del Señor es un misterio; el misterio más grande, el más hermoso, es el corazón de Dios. Si quieres llegar al corazón de Dios, toma el camino de la misericordia y déjate tratar con misericordia”.
22.09.18




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