Ángelus: La verdadera religión es “practicar la caridad hacia los demás”
(3
sept. 2018).- La verdadera religión es “visitar a los
huérfanos y a las viudas en su tribulación y conservarse
incontaminado del mundo” (v. 27), el Papa recordó en el rezo del
Ángelus las palabras del Evangelio del domingo, 2 de septiembre de
2018.
El
Santo Padre Francisco se asomó a mediodía a la ventana de su
estudio en el Palacio Apostólico Vaticano para rezar el Ángelus con
los fieles reunidos en la plaza de San Pedro para la habitual cita
dominical.
Así,
el Pontífice explicó que “visitar a los huérfanos y a las
viudas” significa “practicar la caridad hacia los demás”,
comenzando por los más necesitados, los más frágiles, los más
marginales. “Son las personas de las que Dios cuida de una forma
especial y nos pide que hagamos lo mismo”, aclaró Francisco.
“No
dejarse contaminar por este mundo” no significa “aislarse y
cerrarse a la realidad” –matizó el Obispo de Roma–. “Significa
vigilar para que nuestra forma de pensar y actuar no esté
contaminada por la mentalidad mundana, es decir, por la vanidad, la
avaricia, la soberbia”.
Ángelus: La verdadera religión es “practicar la caridad hacia los demás”
Palabras del Papa antes del
Ángelus
(3
sept. 2018).- La verdadera religión es “visitar a los
huérfanos y a las viudas en su tribulación y conservarse
incontaminado del mundo” (v. 27), el Papa recordó en el rezo del
Ángelus las palabras del Evangelio del domingo, 2 de septiembre de
2018.
El
Santo Padre Francisco se asomó a mediodía a la ventana de su
estudio en el Palacio Apostólico Vaticano para rezar el Ángelus con
los fieles reunidos en la plaza de San Pedro para la habitual cita
dominical.
Así,
el Pontífice explicó que “visitar a los huérfanos y a las
viudas” significa “practicar la caridad hacia los demás”,
comenzando por los más necesitados, los más frágiles, los más
marginales. “Son las personas de las que Dios cuida de una forma
especial y nos pide que hagamos lo mismo”, aclaró Francisco.
“No
dejarse contaminar por este mundo” no significa “aislarse y
cerrarse a la realidad” –matizó el Obispo de Roma–. “Significa
vigilar para que nuestra forma de pensar y actuar no esté
contaminada por la mentalidad mundana, es decir, por la vanidad, la
avaricia, la soberbia”.
También
hoy el Señor nos invita a huir del peligro de dar más importancia a
la forma que a la sustancia. Se nos llama a reconocer, una y otra
vez, lo que es el verdadero centro de la experiencia de la fe, es
decir, el amor de Dios y el amor al prójimo, purificándola de la
hipocresía del legalismo y el ritualismo.
El
mensaje del Evangelio de hoy está reforzado por la voz apóstol
Santiago que nos dice, en síntesis, cómo debe ser la verdadera
religión, y dice así: La verdadera religión es “visitar a
los huérfanos y a las viudas en su tribulación y conservarse
incontaminado del mundo” (v. 27).
“Visitar
a los huérfanos y a las viudas” significa practicar la caridad
hacia los demás, comenzando por los más necesitados, los más
frágiles, los más marginales. Son las personas de las que Dios
cuida de una forma especial y nos pide que hagamos lo mismo.
“No
dejarse contaminar por este mundo” no significa aislarse y cerrarse
a la realidad. No. Tampoco aquí se trata de una actitud exterior,
sino interior, de sustancia: significa vigilar para que nuestra forma
de pensar y actuar no esté contaminada por la mentalidad mundana, es
decir, por la vanidad, la avaricia, la soberbia. En realidad, un
hombre o una mujer que vive en la vanidad, en la avaricia, en la
soberbia y al mismo tiempo cree y se muestra como religioso e llega
incluso a condenar a los demás, es un hipócrita.
Hagamos
un examen de conciencia para ver cómo recibimos la Palabra de Dios.
El domingo la escuchamos en la Misa. Si la escuchamos de forma
distraída o superficial, no nos servirá de mucho. En cambio,
debemos recibir la Palabra con la mente y el corazón abiertos, como
un buen terreno, para que sea asimilada y dé frutos en la vida
concreta. Jesús dice que la Palabra de Dios es como el trigo, es una
semilla que debe crecer en las obras concretas. Así, la Palabra
misma purifica nuestro corazón y nuestras acciones y nuestra
relación con Dios y con los demás se libera de la hipocresía.
Que
el ejemplo y la intercesión de la Virgen María nos ayudan a honrar
siempre al Señor con el corazón, dando testimonio de nuestro
amor por Él en las decisiones concretas para el bien de nuestros
hermanos.
04.09.18
Santa Marta: La verdad es “suave” y “silenciosa”
Francisco
reanuda la celebración de la Misa matutina
(3
sept. 2018).- “La verdad es suave, la verdad es silenciosa” –ha
anunciado el Papa–. “Con las personas que buscan solamente el
escándalo, que buscan solamente la división”, el único camino a
seguir es el del “silencio” y la “oración”.
Esta
mañana, primer lunes de septiembre, el Papa Francisco ha celebrado
la Misa en la capilla de la Casa Santa Marta, retomando las
celebraciones litúrgicas, tras el descanso estival.
“El
Señor nos de la gracia de discernir cuándo debemos hablar y cuándo
debemos callar”, ha comentado el Sucesor de Pedro. “Y esto en
toda la vida: en el trabajo, en el hogar, en la sociedad … en toda
la vida. Así seremos más imitadores de Jesús”, ha aconsejado.
El
diablo actúa
El
Santo Padre Francisco ha comentado en la homilía parte del Evangelio
de Lucas de hoy (Lc 4, 16-30), en el que Jesús, regresado a Nazaret,
es recibido con recelo: La Palabra del Señor –ha señalado–
cristalizada en esta narración, permite “reflexionar sobre el modo
de actuar en la vida cotidiana, cuando hay malentendidos” y
entender como el padre de la mentira, el acusador, el diablo,
actúa para destruir la unidad de una familia, de un pueblo”.
Jesús
usa solo “la Palabra de Dios” cuando “quiere vencer al Diablo”,
ha indicado el Pontífice. Así, ha narrado que el Hijo del Padre
Celestial, al llegar a la sinagoga, es acogido por una gran
curiosidad: todos quieren ver con sus propios ojos las grandes obras
de las que fue capaz en otras tierras. Pero el Hijo del Padre
Celestial usa solo la “Palabra de Dios”.
Con
su silencio, Jesús vence a los “perros salvajes”, vence “el
diablo” que “había sembrado la mentira en el corazón”. Es
esta actitud de humildad la que deja espacio para la primera
“palabra-puente” –matiza Francisco– una palabra que siembra
“duda”, que conduce a un cambio de atmósfera, “de la paz a la
guerra”, “del asombro a la indignación”.
El
silencio de Jesús
Francisco
ha descrito la “dignidad de Jesús”: Con su silencio vence ese
mudo salvaje y se va. Porque todavía no había llegado la hora.
“El
silencio que gana, pero a través de la Cruz. El silencio de Jesús.
Pero cuantas veces en las familias empiezan las discusiones sobre
política, sobre el deporte, sobre dinero y una y otra vez esas
familias terminan destruidas, en estas discusiones en las cuales se
ve que el diablo está allí que quiere destruir… silencio.
Expresar lo que sientes y luego callar. Porque la verdad es suave, la
verdad es silenciosa, la verdad no es rumorosa. Non es fácil, eso
que ha hecho Jesús; pero existe la dignidad del cristiano que está
asegurada en la fuerza de Dios. Con las personas que no tienen buena
voluntad, con las personas que buscan solamente la destrucción,
incluso en las familias: silencio. Y oración”.
04.09.18
Santa Marta: El Papa exhorta a hacer “todos los días” examen de conciencia
Homilía
en la Misa matutina
(4
sept. 2018).- Cada noche –ha exhortado el Papa Francisco– el
cristiano debería recapacitar sobre el día que acaba de pasar para
ver si ha prevalecido la “vanidad” y el “orgullo” o si ha
logrado imitar al Hijo de Dios. “El Señor nos enseñe a hacer
siempre, todos los días, el examen de conciencia”, ha pedido.
En
la Misa celebrada esta mañana, primer martes de septiembre, en la
capilla de la Residencia Santa Marta, el Santo Padre ha recordado que
todos los días se enfrentan en el corazón del hombre el “espíritu
del mundo” y el “Espíritu de Dios”.
“En
la vida cristiana”, por lo tanto, debemos luchar “para dejar
espacio al Espíritu de Dios” y “para ahuyentar al espíritu del
mundo”. Y un “examen de conciencia” diario – sugiere el
Pontífice – ayuda a “identificar las tentaciones”, a aclarar
cómo actúan estas fuerzas opuestas.
No
somos animales
En
este sentido, el Papa ha dicho: “Saber que sucede en el corazón.
Si no hacemos esto, si no sabemos lo que sucede en nuestros corazones
– y esto no lo digo yo, lo dice la Biblia – somos como “los
animales que no entienden nada”, que van adelante por instinto.
Pero nosotros no somos animales, somos Hijos de Dios, bautizados con
el don del Espíritu Santo. Por eso es importante entender que ha
sucedido hoy en mi corazón”.
El
Pontífice ha comentado la Primera lectura, en la que “el apóstol
Pablo enseña a los corintios el camino para tener el pensamiento de
Cristo”, un camino marcado por el abandono al Espíritu Santo. De
hecho, es el Espíritu Santo quien nos guía a “conocer a Jesús”,
a tener sus propios “sentimientos”, a comprender el “corazón”.
Dos
formas de pensar
“El
hombre dejado a sus fuerzas no comprende las cosas del Espíritu”,
ha matizado el Papa Francisco en su homilía.
“Hay
dos espíritus, dos formas de pensar, de sentir, de actuar: aquel que
me lleva al Espíritu de Dios y aquel que me lleva al espíritu del
mundo. Y esto sucede en nuestra vida: todos tenemos estos dos
“espíritus”, digamos así. El Espíritu de Dios, que nos conduce
a las buenas obras, a la caridad, a la fraternidad, a adorar a Dios,
a conocer a Jesús, a hacer muchas buenas obras de caridad, a orar:
este. Y el otro, el espíritu del mundo, que nos lleva a la vanidad,
el orgullo, la suficiencia, el chisme: un camino completamente
diferente.
Nuestro
corazón –ha parafraseado Francisco– es como un “campo de
batalla”, un campo de guerra donde estos dos espíritus pelean.
05.09.18
Audiencia general, 5 septiembre 2018 – Catequesis completa
Reflexión
sobre el tercer mandamiento
(5
sept. 2018).- La audiencia general de esta mañana ha tenido lugar a
las 9:20 horas en la Plaza de San Pedro donde el Santo Padre
Francisco ha encontrado grupos de peregrinos y fieles de Italia y de
todo el mundo.
El
Santo Padre, continuando el ciclo de catequesis sobre los Mandamiento
ha centrado esta vez su atención sobre el tema: “El día del
descanso” (pasaje bíblico: Libro del Éxodo 20,8-11).
Tras
resumir su discurso en diversas lenguas, el Santo Padre ha saludado
en particular a los grupos de fieles presentes procedentes de todo el
mundo.
La
audiencia general ha terminado con el canto del Pater
Noster y la bendición apostólica.
Catequesis
del Papa Francisco
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El
viaje a través del Decálogo nos lleva hoy al mandamiento del día
de descanso. Suena como un mandamiento fácil de cumplir, pero es una
impresión equivocada. Descansar realmente no es fácil, porque hay
un descanso falso y un descanso verdadero. ¿Cómo podemos
reconocerlos?
La
sociedad actual está sedienta de entretenimiento y vacaciones.
La industria de la distracción es muy floreciente y la publicidad
dibuja el mundo ideal como un gran parque de atracciones donde todos
se divierten. Hoy el centro de gravedad del concepto de vida no
es la actividad y el compromiso, la evasión. Ganar dinero por
divertirse, satisfacerse. La imagen modelo es la de una persona con
éxito que puede permitirse espacios de placer amplios y
diferentes. Pero esta mentalidad resbala hacia la insatisfacción de
una existencia anestesiada por la diversión que no es descanso, sino
alienación y escape de la realidad. El hombre nunca ha descansado
tanto como hoy y ¡sin embargo, el hombre nunca ha experimentado
tanto vacío como hoy! Las posibilidades de divertirse, de salir, los
cruceros, los viajes, tantas cosas no te dan la plenitud del corazón.
Todavía más: no te hacen descansar.
Las
palabras del Decálogo buscan y encuentran el corazón del problema,
arrojando una luz diferente sobre lo que es el descanso. El
mandamiento tiene un elemento peculiar: proporciona una motivación.
El descanso en el nombre del Señor tiene un motivo preciso: “Pues
en seis días hizo el Señor el cielo y la tierra, el mar y todo
cuanto contienen, y el séptimo descansó. Por eso el Señor bendijo
el día del sábado y lo hizo sagrado” (Éxodo 20:11).
Esto
nos lleva al final de la creación cuando Dios dice: “Vio Dios
cuanto había hecho y todo era bueno” (Gen 1:31). Y entonces
comienza el día del descanso, que es la alegría de Dios por lo que
ha creado. Es el día de la contemplación y la bendición.
¿Qué
es el descanso según este mandamiento? Es el momento de la
contemplación, es el momento de la alabanza, no de la evasión. Es
el tiempo de mirar la realidad y decir: ¡qué bella es la vida! Al
descanso como un escape de la realidad, el Decálogo contrapone el
descanso como una bendición de la realidad. Para
nosotros los cristianos, el centro del día del Señor, el domingo,
es la Eucaristía, que significa “acción de gracias”. Es el día
para decirle a Dios: Gracias Señor por la vida, por tu misericordia,
por todos tus dones. El domingo no es el día para borrar los otros
días sino para recordarlos, bendecirlos y hacer las paces con la
vida, ¡Cuánta gente hay que tiene tantas posibilidades de
divertirse, y no vive en paz con la vida! El domingo es el día para
hacer las paces con la vida, diciendo: la vida es preciosa; no es
fácil, a veces es dolorosa, pero es preciosa.
Ser
introducido en el descanso auténtico es una obra de Dios en
nosotros, pero requiere que nos alejemos de la maldición y de su
encanto (ver Exhortación apostólica Evangelii Gaudium,
83). Efectivamente, es muy fácil doblegar el corazón
a la infelicidad, enfatizar las razones del descontento. La bendición
y la alegría implican una apertura al bien que es un movimiento
adulto del corazón. El bien es amable y nunca se impone. Debe
elegirse.
La
paz se elige, no se puede imponer y no se encuentra por casualidad.
Alejándose de los amargos pliegues de su corazón, el hombre
necesita hacer las paces con aquello de lo que huye. Es necesario
reconciliarse con la propia historia, con hechos que uno no acepta,
con las partes difíciles de la propia existencia. Os pregunto ¿cada
uno de vosotros se ha reconciliado con su propia historia? Una
pregunta para pensar: Yo, ¿me he reconciliado con mi historia? La
verdadera paz, de hecho, no es cambiar la propia historia sino
aceptarla y valorizarla, así como ha sido,
Cuántas
veces nos hemos encontrado con cristianos enfermos que nos han
consolado con una serenidad que no se encuentra en los vividores ni
en los hedonistas! Y hemos visto personas humildes y pobres
regocijarse con pequeñas gracias con una felicidad que sabía a
eternidad.
El
Señor dice en el Deuteronomio: “Te pongo delante vida o
muerte, bendición o maldición. Escoge la vida, para que vivas tú y
tu descendencia” “(30:19). Esta elección es el “fiat” de
la Virgen María, es una apertura al Espíritu Santo que nos sitúa
tras las huellas de Cristo. Aquel que se entrega al Padre en el
momento más dramático y emprende así el camino que conduce a la
Resurrección.
¿Cuándo
se vuelve hermosa la vida? Cuando se comienza a pensar bien de ella,
cualquiera que sea nuestra historia. Cuando se abre camino el don de
una duda: el de que todo sea gracia, [1] y ese santo pensamiento
desmorona el muro interior de la insatisfacción, inaugurando el
auténtico descanso. La vida se vuelve hermosa cuando el corazón se
abre a la Providencia y se descubre que es verdad lo que dice el
salmo “En Dios solo el descanso de mi alma” (62: 2). Es
bella esta frase del salmo: En Dios solo el descanso de mi
alma”.
1]
Cómo nos recuerda Santa Teresita del Niño Jesús, tomada de G.
Bernanos, Diario de un cura rural.
06.09.18
Santa Marta: Aprender a acusarse a sí mismo y no a los demás
Homilía
del Papa en la Eucaristía
(
6 sept. 2018).- “Hay que reconocerse pecador: sin aprender a
acusarse, no se puede caminar en la vida cristiana”, ha dicho el
Santo Padre Francisco en la Eucaristía de Santa Marta.
La
reflexión del Papa, esta mañana, 6 de septiembre de 2018, se ha
desarrollado a partir del Evangelio hodierno de Lucas (Lc 5, 1-11),
en el que Jesús pide a Pedro subir a la barca y, después de
predicar, le invita a echar las redes y se realiza una pesca
milagrosa.
Después
de ver que las redes casi se rompían a causa del gran número de
peces, se arrojó a las rodillas de Jesús y le dijo: “Señor,
aléjate de mí porque soy un pecador”.
El
Papa ha subrayado que “el primer paso decisivo de Pedro” como
discípulo de Jesús fue “acusarse a sí mismo: ‘Yo soy un
pecador’ “. También este debe ser “el primer paso de cada uno
de nosotros, si se quiere entrar en la vida espiritual, en la vida de
Jesús, servir a Jesús, seguir a Jesús, debe ser éste, acusarse a
sí mismo: sin acusarse a sí mismo no se puede caminar en la vida
cristiana”.
Si
bien el primer paso de la conversión es “acusarse a sí mismo con
vergüenza y sentir la maravilla de sentirse salvado” –ha
señalado el Papa–, “debemos convertirnos”, “debemos hacer
penitencia”, exhorta al Papa invitando a reflexionar sobre la
tentación de acusar a los demás:
“Hay
personas que viven hablando de los demás, acusando a los demás
y nunca pensando en sí mismos y cuando voy a confesarme, cómo me
confieso, ¿como los loros? “Bla, bla, bla,… Yo hice esto,
esto…”. ¿Pero tu corazón toca lo que has hecho? Tantas veces,
no. Vas allí para hacer cosmética, a maquillarte un poco para
salir bello. Pero no entró completamente en tu corazón, porque no
hiciste lugar, porque no fuiste capaz de acusarte a ti mismo”.
Así,
el Pontífice ha explicado que una señal de que una persona no sabe,
de que un cristiano no sabe cómo acusarse a sí mismo “es cuando
está acostumbrado a acusar a los demás, a hablar de los demás, a
poner su nariz en la vida de los demás. Eso es una mala señal”.
“¿Yo
hago esto?” –ha planteado el Papa–. “Es una buena pregunta
para llegar al corazón”. En esta línea, el Papa ha propuesto
pedir hoy al Señor “la gracia de encontrarnos ante Él con este
estupor que da su presencia y la gracia de sentirnos pecadores, pero
concretos y decir como Pedro: ‘Aléjate de mí porque soy un
pecador’
07.09.18
Entrevista al Papa en ‘Sole 24 Ore’: “Detrás de cada actividad hay una persona”
Entrevista exclusiva al director
Gentil
(7
sept. 2018).- “Detrás de cada actividad hay una persona humana”,
ha destacado el Papa Francisco en la entrevista concedida al
periódico nacional financiero Sole
24 Ore,
en la que ha hablado de trabajo, dinero, Europa y migración, y ha
subrayado la dignidad que confiere el trabajo.
“La
centralidad actual de la actividad financiera en comparación con la
economía real no es aleatoria: detrás de esto está la elección de
alguien que piensa, erróneamente, que el dinero se hace con
dinero. El dinero, dinero real, se hace con trabajo. Y el
trabajo le da la dignidad al hombre, no el dinero”, ha explicado el
Pontífice al director del diario Guido Gentili.
Una
economía sana, dice Francisco,”nunca se desconecta del significado
de lo que se produce y la acción económica siempre es también un
hecho ético”.
Francisco
refuerza con nuevas y precisas instrucciones el mensaje global de su
ministerio económico y social, uno de los rasgos distintivos de su
pontificado, en la primera entrevista concedida a un periódico
económico.
La
entrevista, publicada hoy viernes 7 de septiembre por el diario Sole
24 Ore,
está firmada por Guido Gentili, director de Sole
24 Ore, Radio
24 y RadiocorPlus.
Desempleo
“El
desempleo que afecta a varios países europeos es la consecuencia de
un sistema económico que ya no es capaz de crear trabajo, porque ha
puesto un ídolo en el centro, que se llama dinero”, dice además
el Papa Bergoglio – que a menudo cita la doctrina social de Pablo
VI – respondiendo a la pregna del director Gentili.
Para
la opinión del Papa, por lo tanto, se debe luchar para poner en el
centro a las familias, a las personas. Su idea de esperanza es clara:
La distribución y la participación en la riqueza producida, la
inclusión de la empresa en un territorio, la responsabilidad social,
el bienestar corporativo, la igualdad salarial entre hombres y
mujeres, la conciliación del tiempo de trabajo y la vida, el respeto
por el medio ambiente, el reconocimiento de la importancia del hombre
en relación con la máquina y el reconocimiento del salario
correcto, la capacidad de innovación son elementos importantes que
mantienen viva la dimensión comunitaria de una empresa”.
El
Pontífice resume esta visión, en la entrevista al Sole
24 Ore, con
una indicación puntual. “Creo que es importante trabajar juntos
para construir el bien común y un nuevo humanismo del trabajo,
promover un trabajo que respete la dignidad de la persona, que no
solo mira las necesidades de ganancias o producción pero promueve
una vida digna sabiendo que el bien de las personas y el bien de la
compañía van de la mano”.
En
este contexto, ¿cuáles son los límites correctos de
beneficio?: “Mantener juntas las acciones y responsabilidades,
la justicia y el beneficio, la producción de riqueza y su
redistribución, operación y respeto por el medio ambiente se
convierten en elementos que con el tiempo garantizan la vida de la
empresa. Desde este punto de vista, el significado de la empresa se
amplía y nos hace comprender que la única búsqueda de beneficios
ya no garantiza la vida de la empresa”.
El
Papa evoca el encuentro organizado en 2016 con Confindustria durante
el Jubileo con empresarios y familias, en el Aula Pablo VI: “Recuerdo
muchas caras detrás de las cuales había pasión y proyectos,
esfuerzo y genio” dice FrancIsco. “Necesitamos coraje e ingeniosa
creatividad”.
Trabajo
El
trabajo, por lo tanto, como punto central de la vida: “La
persona que se mantiene a sí misma y a su familia a través de su
trabajo desarrolla su dignidad; el trabajo crea dignidad, las
subvenciones, cuando no están vinculados al objetivo preciso de
devolver el trabajo y el empleo, se vuelven adictivos y contribuyen a
la desincorporación”.
Y
las empresas “pueden hacer una gran contribución para que el
trabajo conserve su dignidad reconociendo que el hombre es el recurso
más importante de todas las empresas, que trabaja para construir el
bien común, prestando atención a los pobres”.
Migración
En
la entrevista, realizada por el director Gentili, Francisco no omite
el gran desafío ante la migración: “Los pobres que se mueven son
aterradores para las personas que viven en el bienestar”, y también
agrega que los propios migrantes deben ser “respetuosos con la
cultura y las leyes del país que los acoge, de modo que hagan un
camino de integración y superen todos los temores y preocupaciones”.
Europa
Finalmente,
el Pontífice ha hablado del papel de Europa. ¿Qué se puede hacer,
comenzando con las migraciones?: El Santo Padre responde así al
director Gentili: “Europa necesita esperanza y un futuro. La
apertura, impulsada por el viento de la esperanza a los nuevos
desafíos planteados por la migración, puede ayudar a construir un
mundo en el que no solo estamos hablando de números o instituciones
sino de personas”.
Y
“para estas personas que huyen de la pobreza y el hambre”, el
Papa declara: “Muchos empresarios y muchas instituciones europeas
que no carecen de genio y valentía, podrán emprender programas de
inversión, en sus países, en el entrenamiento, desde la escuela
hasta desarrollo de sistemas culturales reales y sobre todo en el
trabajo “.
08.09.18
El Papa en Santa Marta: “¿Ustedes son cristianos y viven así?”
Reflexión
sobre la Carta de Pablo a los Corintios
(10
sept. 2018).- “Hermanos, por todas partes oímos hablar de la
inmoralidad entre ustedes, y de una inmoralidad que ni siquiera se
encuentra entre los paganos. ¿Pero ustedes son cristianos y viven
así?”: Es la frase que ha tomado el Papa de la Primera
Carta de San Pablo Apóstol a los Corintios para su reflexión en la
Misa matutina de Santa Marta.
Francisco
ha indicado que la novedad del Evangelio “es absoluta, es total”:
Nos lleva a todos, porque “nos transforma desde dentro hacia fuera:
el espíritu, el cuerpo y la vida cotidiana”, ha explicado a los
fieles presentes esta mañana, 10 de septiembre de 2018, en la
Capilla de la Casa Santa Marta.
En
este sentido –afirma el Papa–, la novedad del Evangelio es la
resurrección de Cristo, es el Espíritu quien nos ha enviado “para
acompañarnos en la vida”. Los cristianos somos hombres y mujeres
de novedad, no de las novedades.
Doble
vida
El
Pontífice ha señalado que, Pablo se dirige a los cristianos
constatando que muchos de ellos llevan “una doble vida” y está
muy enfadado con ellos, que se jactaban de ser “cristianos
abiertos” y en la cual “la confesión de Jesucristo iba de la
mano de una inmoralidad tolerada”.
Las
personas que Pablo condena “son personas tibias, inmorales, (…)
son personas que simulan, son personas formales, son personas
hipócritas”, ha matizado Francisco. “La llamada de Jesús es una
llamada a la novedad”, ha reiterado.
“Alguien
puede decir: ‘Pero, padre, somos débiles, somos pecadores…’ –
Ah, eso es otra cosa. Si tu aceptas que eres pecador y débil, Él te
perdona, porque parte de la novedad del Evangelio es confesar que
Jesucristo vino para el perdón de los pecados. Pero si tú, que
dices ser cristiano, convives con estas novedades mundanas, no, esto
es hipocresía. Esa es la diferencia. Y Jesús nos había dicho en el
Evangelio: ‘Tengan cuidado cuando les digan: el Cristo está allí,
está allí, está allí….’. Las novedades son estas: no hay
salvación con esto, con esto…”. Cristo es uno solo. Y Cristo es
claro en su mensaje”.
11.09.18
La fuerza del obispo frente al “Gran Acusador”: oración y humildad
Reflexión
del Papa en Santa Marta
(
11 sept. 2018).- En estos tiempos, “parece que el Gran
Acusador esté enfadado con los obispos para crear escándalo”, ha
advertido Francisco, y ha repetido que la fuerza del obispo es
precisamente ser “un hombre de oración”, “un hombre que se
siente elegido por Dios” y “un hombre en medio del pueblo”, en
la misa celebrada por la mañana en la Capilla de Santa Marta.
El
Santo Padre ha recordado en la homilía las palabras
que ofreció recientemente a los obispos de
los territorios de misión que participan en el Seminario de Estudio,
organizado por la Congregación para la Evangelización de los
Pueblos en Roma, del 3 al 15 de septiembre.
“Todos
somos pecadores”
“Esto
es bueno recordarlo” ha insistido el Pontífice, en estos tiempos
cuando parece que “el Gran Acusador se ha disuelto y está enfadado
con los obispos”, ha dicho.
“Todos
somos pecadores, nosotros los obispos –ha reconocido el Papa–.
Pero él intenta revelar los pecados, que se vean, para escandalizar
a la gente. El Gran Acusador que, como él mismo le dice a Dios en el
primer capítulo del Libro de Job, “viaja por el mundo buscando
cómo acusar”.
“Recemos
hoy por nuestros obispos: por mí, por los que están aquí delante y
por todos los obispos del mundo”, ha pedido el Sucesor de Pedro a
los fieles presentes en la Eucaristía.
Primera
tarea: oración
La
oración es el primer aspecto que el Papa señala para el obispo. “El
consuelo que un obispo tiene en los malos momentos” –señala–,
es decir, saber que “en este momento Jesús reza por mí”, “reza
por todos los obispos”.
Esta
es su primera tarea. Y que el obispo sea un hombre de oración
también lo confirma San Pedro cuando dice: “Para nosotros, la
oración y el anuncio de la Palabra”. Él no dice: “Para
nosotros, la organización de los planes pastorales …”, enfatiza
Francisco.
El
Papa ha explicado que en segundo lugar, el obispo se siente elegido:
“El obispo que ama a Jesús no es un escalador que va adelante con
su vocación como si fuera una función, tal vez mirando a otra
posibilidad de avanzar y subir, no. El obispo se siente elegido. Y
tiene la certeza de haber sido elegido”.
Cercano
a las personas
Por
último, pero no menos importante, el Papa ha señalado la
importancia de que un obispo esté cerca de las personas:”El obispo
que no permanece alejado del pueblo, que no usa actitudes que lo
llevan a estar lejos de la gente; el obispo que toca al pueblo y se
deja tocar por el pueblo. No busca el refugio de los poderosos, de
las élites: no. Serán las élites quienes criticarán al obispo; el
pueblo tiene esta actitud de amor hacia el obispo, y tiene esta -como
si fuera- esta unción especial: confirma al obispo en su vocación”.
12.09.18
Ángelus: Jesús vino a liberar el corazón, “núcleo profundo” de la persona
Palabras del Papa antes del
Ángelus
(
10 sept. 2018).- Es precisamente el corazón, es decir, el
“núcleo profundo de la persona” –aclara el Santo Padre–, lo
que Jesús vino a “abrir”, a liberar, para permitirnos vivir
plenamente la relación con Dios y con los demás.
El
Papa rezó el Ángelus ayer, domingo, 9 de septiembre de 2018, desde
la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico Vaticano ante
miles de fieles reunidos en la plaza de San Pedro para la habitual
cita dominical.
Francisco
anunció que Jesús nos revela el secreto de un milagro que
nosotros también podemos repetir, “convirtiéndonos en
protagonistas del Effatà,
de esa palabra “Ábrete” con la que devolvió la palabra y el
oído al sordomudo”: Se trata de abrirnos a las necesidades de
nuestros hermanos que sufren y atraviesan por dificultades, evitando
el egoísmo y el cierre del corazón.
El
Hijo de Dios es “un hombre insertado en la realidad humana”,
explicó el Papa. “Se hizo hombre, por lo tanto, puede comprender
la condición dolorosa de otro hombre e interviene con un gesto en el
que está involucrada su propia humanidad”.
Estas
fueron las palabras del Santo Padre al presentar la oración mariana:
***
Antes
del Ángelus
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El
Evangelio de este domingo (véase Mc 7,
31-37) refiere el episodio de la curación milagrosa de un sordomudo,
cumplida por Jesús. Le llevaron un sordomudo, rogándole que le
impusiera la mano. Pero en cambio, Jesús hace varios gestos: antes
que nada, lo aleja de la multitud. En esta ocasión, como en otras,
Jesús siempre actúa discretamente. No quiere impresionar a la
gente, no busca popularidad ni éxito, solo quiere hacer el bien a
las personas. Con esta actitud, nos enseña que el bien
debe hacerse sin clamores,
sin ostentación, sin “hacer sonar la trompeta”. Debe hacerse en
silencio.
Cuando
estaban solos, Jesús puso sus dedos en las orejas del sordomudo y
con su saliva tocó su lengua. Este gesto recuerda la Encarnación.
El Hijo de Dios es un hombre insertado en la realidad humana: se hizo
hombre, por lo tanto, puede comprender la condición dolorosa de otro
hombre e interviene con un gesto en el que está involucrada su
propia humanidad. Al mismo tiempo, Jesús quiere dejar claro que el
milagro ocurre a causa de su unión con el Padre: para esto, levantó
la mirada al cielo. Luego suspiró y pronunció la palabra
decisiva: Effatà,
que significa “Ábrete”. E inmediatamente el hombre fue
sanado: sus orejas se abrieron, su lengua se soltó. La curación fue
para él una “apertura” a los demás y al mundo.
Este
relato del Evangelio subraya la necesidad de una doble
curación. En primer lugar, la curación de la enfermedad y del
sufrimiento físico, para devolver la salud del cuerpo; aunque esta
finalidad no es completamente alcanzable en el horizonte terrenal, a
pesar de tantos esfuerzos de la ciencia y la medicina. Pero hay una
segunda curación, tal vez más difícil, y es la curación del
miedo. La curación del miedo que nos empuja a marginar a los
enfermos, a marginar a los que sufren, a los discapacitados. Y hay
muchas maneras de marginar, incluso con una pseudo- piedad o con la
remoción del problema; nos quedamos sordos y mudos frente a
los dolores de las personas marcadas por la enfermedad, la angustia y
la dificultad. Demasiadas veces, los enfermos y los que sufren se
convierten en un problema, mientras deberían ser una ocasión para
expresar la solicitud y la solidaridad de una sociedad hacia los más
débiles.
Jesús
nos ha revelado el secreto de un milagro que nosotros también
podemos repetir, convirtiéndonos en protagonistas del Effatà,
de esa palabra “Ábrete” con la que devolvió la palabra y el
oído al sordomudo. Se trata de abrirnos a las necesidades de
nuestros hermanos que sufren y atraviesan por dificultades, evitando
el egoísmo y el cierre del corazón. Es precisamente el corazón, es
decir, el núcleo profundo de la persona, lo que Jesús vino a
“abrir”, a liberar, para permitirnos vivir plenamente la relación
con Dios y con los demás. Se hizo hombre para que el hombre, que se
había vuelto en su interior sordo y mudo por el pecado,
pudiera escuchar la voz de Dios, la voz del Amor que habla a su
corazón, y así aprender a hablar a su vez el lenguaje del amor,
traduciéndolo en gestos de generosidad y entrega.
¡Qué
María, aquella que se “abrió” totalmente al amor del Señor,
obtenga que podamos experimentar todos los días, en la fe, el
milagro del Effatà,
para vivir en comunión con Dios y con nuestros hermanos y hermanas!
13.09.18
Teología de la ternura: “dirigida a Dios, tomando al hombre de la mano”
Discurso
del Santo Padre
(13
set. 2018).- El Papa ha exhortado a buscar teología en
camino: una teología que “con dinamismo se dirija a Dios,
tomando al hombre de la mano”; una teología no narcisista, sino
“encaminada al servicio de la comunidad”.
El
Papa ha explicado que aunque “teología” y “ternura” parecen
dos palabras distantes, en realidad, “nuestra fe las vincula
inextricablemente”. La teología está llamada –ha matizado–
a comunicar la “concreción del Dios amor”, y la ternura es un
buen “existencial concreto”, para traducir en nuestros tiempos el
afecto que el Señor nutre por nosotros.
Con
esta relación ha comenzado Francisco su discurso a los
participantes en el congreso “La teología de la ternura en el
Papa Francisco”, que tendrá lugar en Asís del 14 al 16 de
septiembre de 2018, y que ha recibido esta mañana, 13 de septiembre
de 2018, en el Vaticano.
La
teología, de hecho, no puede ser abstracta, -si fuera abstracta
sería ideología- porque surge de un conocimiento existencial,
nacido del “encuentro con el Verbo hecho carne”, ha explicado el
Santo Padre.
En
esta línea, ha dicho que el amor de Dios “no es un principio
general abstracto, sino personal y concreto, que el Espíritu Santo
comunica íntimamente”. Él, en efecto, alcanza y transforma
los sentimientos y pensamientos del hombre, ha aclarado el Pontífice.
Sentirnos
amados
“¿Qué
contenidos podría tener entonces una teología de la ternura?”, ha
planteado el Papa a los teólogos, enumerando dos: la belleza
de sentirnos
amados por Dios y
la belleza de sentir
que amamos en nombre de Dios.
Sentirse
amado –ha apuntado– significa aprender a confiar
en Dios,
a decirle, como quiere: “Jesús, confío en ti”. Es un mensaje
que nos ha llegado más fuerte en los últimos tiempos, según
Francisco: del Sagrado Corazón, del Jesús misericordioso, de la
misericordia comopropiedad
esencial de la Trinidad y de la vida cristiana.
Discurso
del Papa Francisco
Queridos
hermanos y hermanas:
Os
saludo cordialmente y agradezco al cardenal Bassetti las amables
palabras que me ha dirigido en vuestro nombre, y también vuestras
palabras que me han actualizado sobre el trabajo que lleváis a cabo.
Habéis reflexionado en los últimos días sobre la teología
de la ternura, y yo quisiera, simplemente, deciros algo, porque
cuando he visto que éste era el título, he empezado a estudiar. Me
habéis hecho leer este libro para entender cuál era el “tema”.
Un buen libro, sabéis cual es, el de Rocchetta. Muy bueno… ¿Es
él? (Aplausos).
Yo,
sencillamente, quisiera proponeros tres sugerencias.
La
primera se refiere a la frase teología
de la ternura.
Teología y ternura parecen dos palabras distantes: la primera parece
recordar el contexto académico, la segunda las relaciones
interpersonales. En realidad, nuestra fe las vincula
inextricablemente. La teología, de hecho, no puede ser abstracta,
-si fuera abstracta sería ideología- porque surge de un
conocimiento existencial, nacido del encuentro con el Verbo hecho
carne. La teología está llamada, pues, a comunicar la concreción
del Dios amor. Y la ternura es un buen “existencial concreto”,
para traducir en nuestros tiempos el afecto que el Señor nutre por
nosotros.
Hoy,
efectivamente, nos concentramos menos que en el pasado en el concepto
o en la praxis y más en el “sentir”. Puede no gustar, pero es un
hecho: se empieza de lo que sentimos. La teología ciertamente no
puede reducirse al sentimiento, pero tampoco puede ignorar que,
en muchas partes del mundo, el enfoque de cuestiones vitales ya no
parte de las últimas cuestiones o de las demandas sociales,
sino de lo que la persona advierte emocionalmente. La teología está
llamada a acompañar esta búsqueda existencial, aportando la luz que
proviene de la Palabra de Dios. Y una buena teología de la ternura
puede declinar la caridad divina en este sentido. Es posible, porque
el amor de Dios no es un principio general abstracto, sino personal y
concreto, que el Espíritu Santo comunica íntimamente. Él, en
efecto, alcanza y transforma los sentimientos y pensamientos del
hombre. ¿Qué contenidos podría tener entonces una teología de la
ternura? Dos me parecen importantes, y son las otras dos sugerencias
que me gustaría brindaros: la belleza de sentirnos
amados por Dios y
la belleza de sentir
que amamos en nombre de Dios.
Sentirse
amado. Es
un mensaje que nos ha llegado más fuerte en los últimos tiempos:
del Sagrado Corazón, del Jesús misericordioso, de la misericordia
como propiedad esencial de la Trinidad y de la vida cristiana. Hoy la
liturgia nos recordaba la palabra de Jesús: “Sed misericordiosos,
como vuestro Padre es misericordioso” (Lc 6,
36). La ternura puede indicar precisamente nuestra forma de recibir
hoy la misericordia divina. La ternura nos revela, junto al rostro
paterno, el rostro materno de Dios, de un Dios enamorado del hombre,
que nos ama con un amor infinitamente más grande que el de
una madre por su propio hijo (cf. Is 49,15). Pase lo que
pase, hagamos lo que hagamos, estamos seguros de que Dios está
cerca, compasivo, listo para conmoverse por nosotros. La ternura es
una palabra beneficiosa, es el antídoto contra el miedo con respecto
a Dios, porque “en el amor no hay temor” (1 Jn 4:18), porque la
confianza supera el miedo. Sentirse amado, por lo tanto, significa
aprender a confiar
en Dios,
a decirle, como quiere: “Jesús, confío en ti”.
Estas
y otras consideraciones pueden profundizar la búsqueda: para dar a
la Iglesia una teología “sabrosa”; para ayudarnos a vivir una fe
consciente, ardiente de amor y esperanza; para exhortarnos a que
doblemos nuestras rodillas, tocados y heridos por el amor divino. En
este sentido, la ternura enlaza con la Pasión. La Cruz es, de hecho,
el sello de la ternura divina, que proviene de las llagas del Señor.
Sus heridas visibles son las ventanas que abren su amor invisible. Su
Pasión nos invita a transformar nuestro corazón de piedra en un
corazón de carne, a apasionarnos por Dios. Y por el hombre, por amor
de Dios.
He
aquí, pues, la última sugerencia: sentir que podemos amar.
Cuando el hombre se siente verdaderamente amado, se siente inclinado
a amar. Por otro lado, si Dios es ternura infinita, también el
hombre, creado a su imagen, es capaz de ternura. La ternura,
entonces, lejos de reducirse
al sentimentalismo, es el primer paso para superar el replegarse en
uno mismo, para salir del egocentrismo que desfigura la libertad
humana. La ternura de Dios nos lleva a entender que el amor es el
significado de la vida. Comprendemos, por lo tanto, que la raíz
de nuestra libertad nunca es autorreferencial. Y nos sentimos
llamados a derramar en el mundo el amor recibido del Señor, a
declinarlo en la Iglesia, en la familia, en la sociedad, a conjugarlo
en el servicio y la entrega. Todo esto no por deber, sino por amor,
por amor a aquel por quien somos tiernamente amados.
Estas
breves sugerencias apuntan a una teología en camino: una
teología que salga del cuello de botella en el que a veces se ha
encerrado y con dinamismo se dirija a Dios, tomando al hombre de la
mano; una teología no narcisista, sino encaminada al servicio de la
comunidad; un teología que no se contente con repetir los paradigmas
del pasado, sino que sea Palabra encarnada. Ciertamente, la Palabra
de Dios no cambia (ver Heb 1,1-2, 13,8), pero la carne que está
llamada a asumir, esa sí, cambia en cada época. Hay tanto trabajo,
pues, para la teología y su misión hoy: encarnar la Palabra de Dios
para la Iglesia y para el hombre del tercer milenio. Hoy, más que
nunca, hace falta una revolución de la ternura. Esto nos
salvará.
Confiamos
la profundización de vuestros trabajos a Nuestra Señora, Madre de
la ternura. Os bendigo y, junto con vosotros, bendigo las comunidades
de donde venís, pidiéndoos que recéis y que hagáis que
recen por mí. Gracias.
14.09.18
Santa Marta: “Los ‘malos tiempos’ pueden ser iluminados por la Cruz”
Fiesta
de la Exaltación de la Cruz
(14
sept. 2018).- “No temamos a los ‘malos tiempos’, que pueden ser
iluminados por la misma cruz, signo de la victoria de Dios sobre el
mal”: Es el mensaje que ha ofrecido el Pontífice Francisco en su
homilía de esta mañana, en la misa matutina en la Casa de Santa
Marta.
Contemplar
la Cruz, “signo del cristiano” –ha invitado el Papa– es para
nosotros “contemplar un signo de derrota pero también un signo de
victoria”. En la Cruz “todo lo que Jesús había hecho en la
vida” fracasa, y toda la esperanza de la gente que siguió a Jesús,
termina.
No
tener miedo
El
Santo Padre ha exhortado en la Eucaristía a no tener miedo de
“contemplar la Cruz como un momento de derrota, de fracaso”.
“Cuando
Pablo reflexiona sobre el misterio de Jesucristo –ha explicado–
nos dice cosas fuertes, nos dice que Jesús se vació de sí mismo,
se aniquiló, se volvió pecado hasta el final, asumió todo nuestro
pecado, todo el pecado del mundo: era un “trapo”, un hombre
condenado. Pablo no tuvo miedo de mostrar esta derrota e incluso esto
puede iluminar nuestros momentos feos, nuestros momentos de derrota,
pero también la Cruz es un signo de victoria para nosotros los
cristianos”.
Frente
al crucifijo
Nuestra
vida continúa –aclara el Papa– con Cristo vencedor y resucitado,
que nos envía el Espíritu Santo, pero también con ese perro
encadenado, “al que no debo acercarme porque me morderá”.
“La
Cruz nos enseña esto, que en la vida hay fracaso y victoria. Debemos
ser capaces de tolerar las derrotas, de soportarlas pacientemente,
las derrotas, incluso de nuestros pecados porque Él pagó por
nosotros. Tolerarlas en Él, pedir perdón en Él pero nunca dejarse
seducir por este perro encadenado. Hoy será hermoso si en casa
tranquilos nos tomamos 5, 10, 15 minutos delante del crucifijo, o lo
que tenemos en casa o aquel del rosario: mirarlo, es nuestro signo de
derrota, que provoca persecuciones, que nos destruye, pero es también
nuestro signo de victoria porque Dios ha ganado allí”.
Discurso
preparado por el Papa Francisco
¡Queridos
frailes menores capuchinos!
Me
siento grato por este encuentro, que me permite saludaros
personalmente con motivo de vuestro Capítulo General. Doy las
gracias al nuevo Ministro general, fray Roberto Genuin, expresándole
mis mejores deseos de buen trabajo así como a su Consejo. En estos
días de estudio e intercambio fraterno, habéis dedicado vuestra
atención al tema “Aprended
de mí… y encontraréis” (Mt
11:29), para identificar las perspectivas apostólicas y educativas
que ofrecer a vuestros hermanos en todo el mundo. En efecto, además
de la elección del nuevo gobierno de vuestra Fraternidad, habéis
dedicado un espacio considerable a la Ratio
Formationis Ordinis,
documento importante para conducir a la persona consagrado al corazón
del Evangelio, que es la forma de vida de Jesús, totalmente dedicada
a Dios y al prójimo, especialmente a los últimos y a los
marginados.
Siguiendo
los pasos del Divino Maestro y el ejemplo de San Francisco, que
encontrando a los leprosos encontró humildad y servicio, os
esforzáis por vivir las relaciones y la actividad religiosa en la
gratuidad, la humildad y la mansedumbre. Así, podéis realizar con
gestos concretos y cotidianos la “menoría” que caracteriza a los
seguidores de Francisco. Es un don precioso y de gran necesidad para
la Iglesia y para la humanidad de nuestro tiempo. Así actúa el
Señor: hace las cosas simplemente. La humildad y la simplicidad son
el estilo de Dios; y este es el estilo que todos los cristianos
estamos llamados a asumir en nuestra vida y en nuestra misión. La
verdadera grandeza es hacerse pequeños y servidores.
Con
esta menoría en el corazón y en el estilo de vida, dais vuestra
aportación al gran compromiso de la Iglesia con la evangelización.
Lo hacéis mediante la generosidad del apostolado en contacto directo
con diferentes pueblos y culturas, especialmente con tantas personas
pobres y que sufren. Os animo en este esfuerzo, que en el Capítulo
general habéis compartido a nivel internacional, exhortándoos a no
desanimaros ante las dificultades, entre ellas la disminución del
número de frailes en ciertas zonas, sino a renovar cada día la
confianza y la esperanza en ayuda de la gracia de Dios. La alegría
del Evangelio, que fascinó irresistiblemente al Pobrecillo de Asís,
sea la fuente de vuestra fuerza y de vuestra constancia porque
con la referencia a la Palabra de Jesús todo aparece con una
nueva luz, la del amor providencial de Dios. Cada vez que acudimos a
la fuente para recuperar la frescura original del Evangelio, surgen
nuevos caminos, nuevos enfoques pastorales y métodos creativos que
se adhieren a las circunstancias actuales.
Nuestro
tiempo muestra signos de un evidente malestar espiritual y moral,
debido a la pérdida de las referencias seguras y consoladoras de la
fe. ¡Cuánta necesidad tienen hoy las personas de ser acogidas,
escuchadas, iluminadas con amor! ¡Y qué gran tradición tenéis
vosotros, los Capuchinos en la proximidad de todos los días a la
gente, en compartir los problemas concretos, en la conversación
espiritual y en la administración del Sacramento de la
Reconciliación! No dejéis de ser maestros de oración, de cultivar
la robusta espiritualidad, que comunica a todos el llamado de las
“cosas de allá arriba”.
En
esto, seréis más convincente si también vuestras comunidades y
estructuras manifiestan sobriedad y frugalidad, una señal visible de
esa primacía de Dios y de su Espíritu de la cual las personas
consagradas se comprometen a dar un testimonio límpido. En esta
perspectiva, también la gestión transparente y profesional de los
recursos económicos es imagen de una verdadera familia que camina en
corresponsabilidad y solidaridad entre sus miembros y con los pobres.
Otro aspecto importante de la vida de vuestras comunidades es la
unidad y la comunión, que se realizan dedicando un amplio espacio a
la escucha y el diálogo para fortalecer el discernimiento fraterno.
La
historia de vuestra Orden está repleta de testigos valientes de
Cristo y del Evangelio, muchos de los cuales proclamados santos y
beatos. Su santidad confirma la fecundidad de vuestro carisma y
demuestra las señas de vuestra identidad: la consagración total a
Dios hasta el martirio, cuando es requerido, la vida sencilla entre
la gente, la sensibilidad hacia los pobres, el acompañamiento
espiritual como cercanía y humildad que nos permite acoger a todos.
En el surco de este estilo de vida, caminad animados por un renovado
celo para adentraros, con libertad profética y sabio discernimiento,
por caminos apostólicos valientes y fronteras misioneras, cultivando
siempre la colaboración con los obispos y los otros miembros de la
comunidad eclesial.
Vuestra
identidad carismática, enriquecida por la variedad cultural de
vuestra familia religiosa, es más que nunca válida y constituye
una propuesta atractiva para muchos jóvenes del mundo que
buscan autenticidad y esencialidad. Que la fraternidad brille como un
elemento calificativo de vuestra vida consagrada, alejando de
vosotros toda actitud elitista, estimulándoos a buscar siempre el
encuentro entre vosotros y con todos, especialmente con los muchos
sedientos del amor misericordioso que solo Cristo puede ofrecernos.
¡Que
el Señor os colme con sus gracias y, en el espíritu de San
Francisco, proceded alegres y seguros, siempre conscientemente
agradecidos de pertenecer al santo Pueblo fiel de Dios, y de
servirlo con humildad! ¡Qué os acompañe la bendición apostólica
que os imparto de todo corazón a vosotros, Padres Capitulares,
y a toda vuestra Orden! Y por favor, no os olvidéis de rezar
por mí. ¡Gracias!
15.09.18
El Papa en Palermo: “Hoy necesitamos hombres de amor, no de honor”
Misa
en memoria del beato Pino Puglisi
(15
sept. 2018).- El Papa Francisco ha llegado a Palermo a las 10:45
horas, de este sábado, 15 de septiembre de 2018, 25º
aniversario de la muerte del beato Pino Puglisi por parte de la mafia
siciliana, coincidiendo con el día de su 56 cumpleaños.
“El
Padre Pino tenía razón: La lógica del dios dinero siempre es
perdedora”, ha dicho el Santo Padre en la homilía de la Eucaristía
celebrada en el Foro Itálico de Palermo en conmemoración de la
memoria litúrgica del sacerdote, beatificado el 25 de mayo de 2013
por el propio Papa Francisco.
Francisco
ha lanzado un claro mensaje en Palermo: “Quien es mafioso no vive
como cristiano porque blasfema con su vida el nombre de amor de Dios.
Hoy necesitamos hombres de amor, no de honor”.
“Hoy
estamos llamados a elegir a elegir de qué parte estar: vivir para
uno mismo o dar la vida. Solo dando la vida se derrota el mal”, ha
predicado Francisco, poniendo de ejemplo a Don Pino: “No vivió
para ser visto, no vivió apelando contra la mafia, ni se contentó
con hacer nada malo, pero sembró bien, muy bien. Parecía un
perdedor lógico, mientras que la lógica de la cartera parecía
ganar”.
“Pero
el padre Pino tenía razón –ha continuado–: la lógica del
dios-dinero es un perdedor. Miremos dentro. Siempre me empuja a
querer: tengo una cosa e inmediatamente quiero otra, y luego otra,
más y más, sin fin”.
“Cuanto
más tienes, más quieres: es una mala adicción. Aquellos que se
hinchan con las cosas estallan. Por otro lado, aquellos que aman se
encuentran y descubren cuán hermoso es ayudar y servir;
encuentra alegría adentro y una sonrisa afuera, como lo fue para Don
Pino”, ha expresado el Papa.
Recibimiento
en Palermo
El
Santo Padre salió del aeropuerto de Ciampino, en avión, a las siete
de la mañana rumbo a Catania-Fontanarossa, allí partió en
helicóptero rumbo a la Plaza Armerina, en Enna, al que fue su primer
encuentro con la población, señala ‘Vatican News’.
A
las 8:30 horas aterrizó el helicóptero en el campo deportivo de San
Hipólito. El Papa fue recibido por el obispo de Plaza Armerina, el
prefecto de Enna y el alcalde de la ciudad. A las 9 horas, tuvo lugar
un encuentro del Pontífice con los fieles de Plaza Armerina.
Después
de dirigirles unas palabras, Francisco se dirigió a la ciudad de
Palermo en helicóptero, aterrizó en el puerto de Palermo. A las
10:45 horas lo esperan el arzobispo de la ciudad, el presidente de la
Región de Sicilia, el Prefecto y el alcalde de la ciudad. Del
puerto, se dirigió al Foro Itálico Umberto I, donde ha presidido la
santa Misa en memoria litúrgica del Beato Puglisi.
Al
final de la Celebración, el Arzobispo de Palermo ha dirigido unas
palabras de bienvenida al Santo Padre. Después de la Eucaristía,
Francisco se ha trasladado a la Misión ‘Esperanza y Caridad’,
–está previsto que llegue allí a las 13:30 horas–, donde comerá
con los invitados de la estructura y una representación de
prisioneros e inmigrantes.
16.09.18
Felicidad en el amor verdadero: el Papa Francisco comenta sobre el Evangelio del domingo
“¡El
amor lo cambia todo! Él puede cambiarnos a nosotros también”
(
16 septiembre 2018).- “Solo encontramos la felicidad cuando el
amor, la verdad, nos encuentra, nos sorprende, nos cambia”: el Papa
Francisco comentó en estos términos el Evangelio del día, antes
del Ángelus de este domingo, 16 de septiembre de 2018, desde la
ventana del palacio apostólico que da a la Plaza de San Pedro donde
se reunieron unas 35.000 personas, según la Gendarmería del
Vaticano.
“¡El
amor lo cambia todo! Y el amor también puede cambiarnos a cada
uno de nosotros. Los testimonios de los santos lo muestran”,
insistió el Papa, comentando sobre este evangelio que nos invita a
descubrir quién es Cristo y a seguirlo (Marcos 8, 27-35).
Pero
señaló que a Cristo no le importan las “encuestas” sobre su
popularidad y espera respuestas de sus discípulos que no sean
“prefabricadas”, sino respuestas que provienen del corazón.
Palabras
del Papa Francisco antes del Ángelus
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En
el pasaje del Evangelio de hoy (Mc 8,
27-35), se vuelve a hacer la pregunta que recorre todo el Evangelio
de Marcos: ¿quién es Jesús? Pero esta vez, es el mismo Jesús
quien se lo pregunta a sus discípulos, ayudándolos a enfrentar
progresivamente el cuestionamiento fundamental de su identidad. Antes
de interpelar directamente a los Doce, Jesús quiere saber de ellos
lo que la gente piensa de él – y sabe que los discípulos son muy
sensibles a la popularidad del Maestro! Entonces pregunta: “la
gente, ¿quién dicen que soy? “(v. 27). Resulta que
Jesús es considerado por el pueblo como un gran profeta. Pero,
en realidad, no le interesan las encuestas ni el chismorreo de la
gente. Tampoco acepta que sus discípulos respondan a sus
preguntas con fórmulas prefabricadas, citando personas célebres de
las Sagradas Escrituras, porque una fe que se reduce a las fórmulas
es una fe miope.
El
Señor quiere que sus discípulos de ayer y de hoy establezcan una
relación personal con Él y lo reciban como el centro de sus
vidas. Es por eso que los insta a reflexionar sobre sí mismos y
les pregunta: “Pero tú, ¿quién dices que soy yo?” (v.
29). Hoy, Jesús dirige esta solicitud tan directa y
confidencial a cada uno de nosotros: “¿Quién soy yo para
ti?, ¿Quién soy yo para ti?”. Cada uno está llamado a
responder en su corazón, dejándose iluminar por la luz que el Padre
nos da para conocer a su Hijo Jesús. Y puede sucedernos a
nosotros, como a Pedro, que afirmemos con entusiasmo: “Tú eres el
Mesías”. Pero cuando Jesús nos dice claramente lo que dijo a
sus discípulos, o sea que su misión no se lleva a cabo en el
amplio camino hacia el éxito, sino en el arduo camino del Siervo
sufriente, humillado, rechazado y crucificado, entonces nos puede
pasar a nosotros también, como a Pedro, que protestemos y rebelemos
porque esto contrasta también con nuestras expectativas. En
estos momentos, también merecemos el saludable reproche de Jesús:
“¡Apártate de mí, Satanás! Porque tu no juzgas según
Dios, sino según los hombres ” (v.33).
La
profesión de fe en Jesucristo no se detiene ante en las palabras,
sino que requiere ser autenticado por elecciones y acciones
concretas, por una vida marcada por el amor de Dios y del prójimo.
Por una vida grande, por una vida llena de amor al prójimo. Jesús
mismo dice que para seguirlo, para ser sus discípulos, hay que
negarse a sí mismo (v. 34), o sea renunciar a las pretensiones del
orgullo propio, egoísta y tomar la propia cruz. Luego le da a
todos una regla fundamental: “El que quiera salvar su vida la
perderá” (v.35). En la vida, a menudo, por muchas razones,
cometemos un error en el camino, buscando la felicidad solo en las
cosas o en las personas que tratamos como cosas. Pero
encontramos la felicidad solo cuando el amor, el verdadero, nos
encuentra, nos sorprende, nos cambia. El amor lo cambia todo! Y
el amor también puede cambiarnos a cada uno de nosotros. Los
testimonios de los santos lo muestran.
Que
la Virgen María, que vivió su fe fielmente siguiendo a su Hijo
Jesús, también nos ayude a caminar en su camino, gastando
generosamente nuestras vidas por él y por nuestros hermanos.
17.09.18
Ejemplo para los sacerdotes: Las “3P” del Padre Pino Puglisi: “Plegaria, Palabra, Pan”
Discurso
del Santo Padre
(17
sept. 2018).- Francisco compartió tres aspectos básicos del
sacerdocio de don Pino Puglisi con los sacerdotes, consagradas y
consagrados no sacerdotes, reunidos en la Catedral de Palermo el
pasado sábado, “que pueden ayudar a nuestro ‘sí’ a Dios y a
los demás”: celebrar, acompañar y testimoniar.
El
Papa Francisco visitó de manera privada la parroquia de San Gaetano,
en el distrito de Brancaccio, en Palermo, y la casa del Beato Pino
Puglisi, en la plaza Anita Garibaldi, con motivo del 25º
aniversario del martirio de este sacerdote italiano,
asesinado por la mafia siciliana.
Discurso
del Papa Francisco
¡Buenas
tardes!
Esta
mañana hemos celebrado juntos la memoria del beato Pino Puglisi.
Ahora quisiera compartir con vosotros tres aspectos básicos de su
sacerdocio, que pueden ayudar a nuestro sacerdocio y también ayudar
a las consagradas y consagrados no sacerdotes, a nuestro “sí” a
Dios y a los demás. Son tres verbos simples, por lo tanto fieles a
la figura de Don Pino, que era simplemente un sacerdote, un verdadero
sacerdote. Y como sacerdote, un consagrado a Dios, porque también
las monjas pueden participar en esto.
El
primer verbo es celebrar. También hoy, como en el centro
de cada Misa, hemos pronunciado las palabras de la Institución:
“Tomad y comed todos de él: este es mi cuerpo ofrecido
en sacrificio por vosotros”. Estas palabras no deben permanecer en
el altar, debencalarse
en la vida: son nuestro programa de vida diaria. No
solo debemos decirlas in persona Christi, debemos
vivirlas en primera persona. Tomad y comed, éste es mi
cuerpo ofrecido. Lo decimos a los hermanos, junto con
Jesús Las palabras de la Institución, describen entonces nuestra
identidad sacerdotal nos recuerdan que el sacerdote es hombre
del don, del don de sí, todos los días, sin vacaciones y sin
descanso. Porque la nuestra, queridos sacerdotes, no es una profesión
sino una entrega; no es un trabajo, que también puede servir
para hacer carrera, sino una misión. Y así también la vida
consagrada. Todos los días podemos hacer el examen de conciencia,
solamente con estas palabras – Tomad y comed, éste es mi
cuerpo ofrecido por vosotros- y preguntarnos: “¿Hoy
he dado la vida por amor del Señor? ¿Me he dejado comer
por los hermanos?”. Don Pino vivió así: el epílogo de su vida
fue la consecuencia lógica de la misa que celebraba todos los días.
Hay
una segunda fórmula sacramental fundamental en la vida del
sacerdote: “Yo te absuelvo de tus pecados”. Aquí está la
alegría de dar el perdón de Dios. Pero aquí el sacerdote, hombre
del don, también se descubre como hombre del perdón.
También todos los cristianos debemos ser hombres y mujeres de
perdón. Los sacerdotes de manera especial en el sacramento de
la Reconciliación. En efecto, las palabras de Reconciliación no
solo dicen lo que sucede cuando actuamos in persona
Christi, sino que también nos muestran cómo actuar de
acuerdo con Cristo. Yo te absuelvo: el sacerdote, hombre
del perdón, está llamado a encarnar estas palabras. Es el hombre
del perdón. Y del mismo modo, las religiosas son mujeres del perdón.
Cuántas veces en las comunidades religiosas no hay perdón, hay
habladurías, hay celos… No. Hombre del perdón, el sacerdote en la
confesión, pero también todos los consagrados hombres y
mujeres del perdón. El sacerdote no guarda rencor, no hace pesar lo
que no ha recibido, no devuelve mal por mal. El sacerdote es el
portador de la paz de Jesús: benévolo, misericordioso, capaz de
perdonar a los demás como Dios los perdona a través de él (véase
Ef. 4,32). Lleva concordia donde hay división, armonía donde hay
riña, serenidad donde hay animosidad. Pero si el sacerdote es un
chismoso, en lugar de llevar concordia, llevará división, llevará
guerra, llevará cosas que harán que el presbiterio termine dividido
en su interior y con el obispo. El sacerdote es un ministro de
reconciliación a tiempo completo: administra el “perdón y la
paz” no solo en el confesionario, sino en todas partes.
Pidamos a Dios que seamos portadores sanos del Evangelio,
capaz de perdonar de corazón, de amar a nuestros enemigos. Pensemos
en tantos sacerdotes y tantas comunidades donde se odian mutuamente
como enemigos, por competencia, celos, arribismo… ¡no es
cristiano! Un obispo me dijo una vez: “Yo, algunas comunidades
religiosas y algunos sacerdotes los volvería a bautizar
para hacerlos cristianos”. Porque se comportan como paganos. Y
el Señor nos pide que seamos hombres y mujeres de perdón, capaces
de perdonar de corazón, de amar a nuestros enemigos y de rezar por
los que nos hacen daño (cf. Mt. 18.35, 5.44). Esto de
rezar por los que nos hacen daño parece una cosa de museo… ¡No,
tenemos que hacerlo hoy, hoy! La fuerza de vosotros, sacerdotes,
de vuestro sacerdocio, la fuerza de vosotros, religiosos, de vuestra
vida consagrada, está aquí: rezar por aquellos que hacen el mal,
como Jesús.
El
gimnasio donde entrenarse para ser hombres de perdón es el seminario
primero y el presbiterio después. Para los consagrados es la
comunidad. Todos sabemos que no es fácil perdonarnos entre nosotros:
“¿Me hiciste esto? ¡Me lo pagarás!”. Pero no solo en la mafia,
también en nuestras comunidades y en nuestros sacerdotes, así es
como es. En el presbiterio y en la comunidad, hay que alimentar el
deseo de unir, según Dios; no el de dividir según el diablo.
Grabémoslo en la mente. Donde hay división, está el diablo, él es
el gran acusador, el que acusa para dividir, ¡lo divide todo! Allí,
en el presbiterio y en la comunidad, los hermanos y las hermanas
deben ser aceptados, allí el Señor llama todos los días a
trabajar para superar las divergencias. Y esta es parte
constitutiva de ser sacerdotes y consagrados. No es un accidente,
pertenece a la sustancia.
Sembrar cizaña, provocar divisiones, chismorrear, cotillear no son
“pecadillos que todos hacen”, no: es negar nuestra identidad de
sacerdotes, hombres del perdón y de consagrados, hombres de
comunión. Siempre debe distinguirse el error de quien lo comete,
siempre deben ser amados y esperados el hermano y la hermana.
Pensamos en Don Pino, que estaba disponible para todos y a todos
esperaba con el corazón abierto, incluso a los delincuentes.
Sacerdote
hombre del don y del perdón, he aquí cómo conjugar en la vida el
verbo celebrar. Puedes celebrar misa todos los días y luego ser un
hombre de división, de cotilleo, de celos, incluso un “criminal”
porque matas a tu hermano con la lengua. Y estas no son palabras
mías, esto es lo que dice el apóstol Santiago. Leed la carta de
Santiago. También las comunidades religiosas pueden ir a misa todos
los días, comulgar, pero con odio en sus corazones por sus hermanos.
El sacerdote es un hombre de Dios las veinticuatro horas del día, no
es un hombre de lo sagrado cuando se pone las vestimentas. La
liturgia sea vida para vosotros, no un ritual. Por eso es fundamental
orar a Aquel de quien hablamos, nutrirnos con la Palabra que
predicamos, adorar el Pan que consagramos y hacerlo todos los días.
Plegaria, Palabra, Pan; el Padre Pino Puglisi, llamado “3P”, nos
ayuda a recordar estas tres “P” esenciales para cada sacerdote
todos los días, esenciales para todos los consagrados y consagradas
todos los días: Plegaria, Palabra, Pan.
Hombre
del perdón, sacerdote que da el perdón, es decir, hombre de
misericordia y esto especialmente en el confesionario, en el
sacramento de la Reconciliación. ¡Qué feo es cuando en la
confesión el sacerdote comienza a cavar, a cavar en el alma del
otro!: “¿Y cómo fue, y cómo hiciste? “…¡Ese es un hombre
enfermo! Estás ahí para perdonar en nombre del único Padre
que perdona, no para medir hasta donde puedo, hasta donde no
puedo… Creo que sobre este punto de la Confesión debemos
convertirnos tanto: recibir a los penitentes con misericordia, sin
excavar el alma, sin hacer de la confesión una visita psiquiátrica,
sin hacer de la confesión una sustancia.
Sembrar cizaña, provocar divisiones, chismorrear, cotillear no son
“pecadillos que todos hacen”, no: es negar nuestra identidad de
sacerdotes, hombres del perdón y de consagrados, hombres de
comunión. Siempre debe distinguirse el error de quien lo comete,
siempre deben ser amados y esperados el hermano y la hermana.
Pensamos en Don Pino, que estaba disponible para todos y a todos
esperaba con el corazón abierto, incluso a los delincuentes.
Sacerdote
hombre del don y del perdón, he aquí cómo conjugar en la vida el
verbo celebrar. Puedes celebrar misa todos los días y luego ser un
hombre de división, de cotilleo, de celos, incluso un “criminal”
porque matas a tu hermano con la lengua. Y estas no son palabras
mías, esto es lo que dice el apóstol Santiago. Leed la carta de
Santiago. También las comunidades religiosas pueden ir a misa todos
los días, comulgar, pero con odio en sus corazones por sus hermanos.
El sacerdote es un hombre de Dios las veinticuatro horas del día, no
es un hombre de lo sagrado cuando se pone las vestimentas. La
liturgia sea vida para vosotros, no un ritual. Por eso es fundamental
orar a Aquel de quien hablamos, nutrirnos con la Palabra que
predicamos, adorar el Pan que consagramos y hacerlo todos los días.
Plegaria, Palabra, Pan; el Padre Pino Puglisi, llamado “3P”, nos
ayuda a recordar estas tres “P” esenciales para cada sacerdote
todos los días, esenciales para todos los consagrados y consagradas todos
los días: Plegaria, Palabra, Pan.
Hombre
del perdón, sacerdote que da el perdón, es decir, hombre de
misericordia y esto especialmente en el confesionario, en el
sacramento de la Reconciliación. ¡Qué feo es cuando en la
confesión el sacerdote comienza a cavar, a cavar en el alma del
otro!: “¿Y cómo fue, y cómo hiciste? “…¡Ese es un hombre
enfermo! Estás ahí para perdonar en nombre del único Padre
que perdona, no para medir hasta donde puedo, hasta donde no
puedo… Creo que sobre este punto de la Confesión debemos
convertirnos tanto: recibir a los penitentes con misericordia, sin
excavar el alma, sin hacer de la confesión una visita psiquiátrica,
sin hacer de la confesión una estad presentes. Un obispo italiano me
decía así: “La piedad popular es el sistema inmunitario de la
Iglesia”, es el sistema inmunitario de la Iglesia. Cuando la
Iglesia comienza a volverse demasiado ideológica, demasiado gnóstica
o demasiado pelagiana, la piedad popular la corrige, la defiende.
Os
propongo un segundo verbo: acompañar. Acompañar es la piedra
angular de ser pastores hoy. Necesitamos ministros que encarnen la
proximidad del Buen Pastor, de sacerdotes que sean íconos vivos de
la proximidad. Debe enfatizarse esta palabra: “proximidad”,
porque es lo que Dios ha hecho. Lo hizo primero con su pueblo. Sobre
esto también los reprocha en el Deuteronomio – pensadlo – les
dice: “Decidme, ¿habéis visto alguna vez un pueblo que tenga
dioses tan cercanos a él como vosotros tenéis a vuestro Dios cerca
de vosotros?”. Esta cercanía,
esta proximidad de Dios en el Antiguo Testamento, se hizo carne, se
hizo uno de nosotros en Jesucristo. Dios se hizo cercano
aniquilándose, vaciándose, así dice Pablo. Proximidad, debemos
retomar esta palabra. Pobres de bienes y de proclamaciones, ricos de
relación y de comprensión. Pensemos de nuevo en don Puglisi
que, más que hablar de los jóvenes, hablaba con
los jóvenes. Estar con ellos, seguirlos, hacer que broten junto
a ellos las preguntas más verdaderas y las respuestas más hermosas.
Es una misión que surge de la paciencia, de la escucha cordial, del
tener un corazón de padre, corazón de madre, para las
religiosas, y nunca un corazón de amo. El arzobispo nos habló sobre
el apostolado “del oído”, la paciencia de escuchar. La pastoral
se hace así con paciencia y dedicación, por Cristo y a tiempo
completo.
Don
Pino arrancaba del malestar simplemente haciendo de cura con corazón
de pastor. Aprendamos de él a rechazar cualquier espiritualidad
incorpórea y a ensuciarnos las manos con los problemas de las
personas. A mí me huele mal esa espiritualidad que te lleva a estar
con los ojos vueltos hacia arriba, cerrados o abiertos, y siempre
estás ahí… ¡Eso no es católico! Salgamos al encuentro de las
personas con la simplicidad de aquellos que quieren amarlos con
Jesús en el corazón, sin
proyectos
faraónicos, sin las modas del momento. A nuestra edad, hemos visto
tantos proyectos pastorales faraónicos… ¿Qué han hecho? ¡Nada!
Los proyectos pastorales, los planes pastorales son necesarios, pero
como un medio, un medio para ayudar a la proximidad, a la
predicación del Evangelio, pero en sí mismos no sirven. El camino
del encuentro, de la escucha, del compartir es el camino de la
Iglesia. Crecer juntos en la parroquia, seguir el recorrido de los
jóvenes en la escuela, acompañar de cerca las vocaciones, las
familias y los enfermos; crear lugares de encuentro donde rezar,
reflexionar, jugar, pasar el tiempo de una manera saludable y
aprender a ser buenos cristianos y ciudadanos honestos. Esta es una
pastoral que genera, y que regenera al sacerdote mismo, a la
religiosa misma.
Quisiera
decir algo especialmente a las religiosas: vuestra misión es grande,
porque la Iglesia es una madre y su manera de acompañar siempre debe
tener un rasgo materno. Vosotras religiosas, pensad que sois un ícono
de la Iglesia, porque la Iglesia es mujer, esposa de
Cristo, vosotras sois ícono de la Iglesia. Pensad que sois un
ícono de la Virgen, que es la madre de la Iglesia. Vuestra
maternidad hace mucho bien, mucho. Una vez, -lo he contado muchas
veces-, lo digo brevemente. Donde trabajaba mi padre, había
tantos inmigrantes después de la guerra española, comunistas,
socialistas… todos come curas. Uno de ellos se enfermó, lo
trataron 30 días en casa, porque iba a curarlo una monja; él tenía
una enfermedad muy mala, muy difícil de tratar. En los primeros días
le soltó todas las palabrotas que sabía, y la monja lo curaba en
silencio. Una vez que la historia termina, ese hombre se reconcilió.
Y una vez, saliendo del trabajo junto con otros, dos monjas pasaban y
los otros decían palabrotas y él le dio un puñetazo a uno ellos y
lo tiró al suelo y dijo: “Con Dios y con los sacerdotes, vale,
¡pero la Virgen y las monjas ni las toques!”. Vosotras sois la
puerta porque sois madres y la Iglesia es madre. La ternura de una
madre, la paciencia de una madre… Por favor, no quitéis valor
a vuestro carisma de mujeres y al carisma de consagradas. Es
importante que os involucréis en la pastoral para revelar el rostro
de la Iglesia madre. Es importante que los obispos os llamen a los
consejos, en los diversos consejos pastorales, porque la voz de la
mujer siempre es importante, la voz de la persona consagrada es
importante. Y me gustaría dar las gracias a las contemplativas que,
con la oración y el don total de la vida, son el corazón de la
Iglesia madre y bombean en el Cuerpo de Cristo el amor que conecta
todo.
Celebrar,
acompañar y ahora el último verbo, que en realidad es
lo primero que se debe hacer: testimoniar. Esto nos
concierne a todos y, en particular, se aplica a la vida religiosa,
que es en sí misma testimonio y profecía del Señor en el mundo. En
el apartamento donde vivió el Padre Pino resalta una simplicidad
genuina. Es el signo elocuente de una vida consagrada al Señor, que
no busca el consuelo y la gloria del mundo. La gente busca esto en el
sacerdote y en los consagrados, busca el testimonio. La gente no se
escandaliza cuando ve que el sacerdote “resbala”, es un
pecador, se arrepiente y continúa … El escándalo de las personas
es cuando ve sacerdotes mundanos, con el espíritu del mundo. El
escándalo de la gente es cuando encuentra en el sacerdote un
funcionario, no un pastor. Y esto grabadlo en vuestra mente y en
vuestro corazón: ¡pastores sí, funcionarios no! La vida habla más
que las palabras. El testimonio es contagioso. Ante Don Pino pidamos
la gracia de vivir el Evangelio como él: a la luz del sol, inmerso
en su pueblo, rico solo del amor de Dios. Se puede discutir tanto
sobre la relación entre la Iglesia y el mundo y entre el Evangelio y
la historia, pero no sirven si el Evangelio no pasa antes por la
propia vida. Y el Evangelio nos pide, hoy más que nunca, esto:
servir en simplicidad, en testimonio. Esto significa ser ministros:
no hacer funciones, sino servir felices, sin depender de las
cosas que pasan y sin unirse a los poderes del mundo. Así, libres
para testimoniar, se manifiesta que la Iglesia es sacramento
de salvación, es decir, signo que indica e instrumento que
ofrece salvación al mundo.
La
Iglesia no está por encima del mundo, -esto es clericalismo-, la
Iglesia está dentro del mundo, para hacerlo fermentar, como levadura
en la masa. Por esto, queridos hermanos y hermanas, hay que ahuyentar
toda forma de clericalismo. Es una de las perversiones más difíciles
de eliminar hoy en día, el clericalismo: que no tengan ciudadanía
en vosotros actitudes altaneras, arrogantes o dominantes. Para ser
testigos creíbles, hay que recordar que antes de ser
sacerdotes, somos siempre diáconos; antes de ser ministros sagrados,
somos hermanos de todos, siervos. ¿Qué diríais a un obispo que me
dice que algunos de sus sacerdotes no quieren ir a una aldea cercana
para decir una misa de difuntos si no llega antes la oferta?
¿Qué le diríais a ese obispo? ¡Y los hay! ¡Hermanos y hermanas,
los hay! Recemos
por estos hermanos, funcionarios. También el arribismo y el
favorecer a la parentela son enemigos que deben ser expulsados,
porque su lógica es la del poder, y el sacerdote no es un hombre de
poder, sino de servicio. La monja no es una mujer de poder, sino de
servicio. Testimoniar, entonces, significa huir de toda duplicidad;
esa hipocresía, que está tan estrechamente ligada al clericalismo;
escapar de toda duplicidad de vida, en el seminario, en la vida
religiosa, en el sacerdocio. No se puede vivir una doble moral: una
para el pueblo de Dios y otra en el propio hogar. No, el testimonio
es solo uno. El testigo de Jesús siempre le pertenece. Y por amor
suyo emprende una batalla diaria contra sus vicios y contra toda
mundanidad alienante.
Finalmente,
testigo es el que, sin tanta palabrería, pero con una sonrisa y con
serenidad confiada sabe cómo animar y consolar, porque revela con
naturalidad la presencia de Jesús resucitado y vivo. Os deseo
sacerdotes, consagrados y consagradas, seminaristas, que seáis
testigos de la esperanza, como bien dijo don Pino: “Para los
desorientados, el testimonio de la esperanza no indica qué es la
esperanza, sino quién es la esperanza. La esperanza es Cristo, y se
indica lógicamente a través de la propia vida orientada hacia
Cristo “(Discurso a la Conferencia del Movimiento” Presencia
del Evangelio “, 1991). No con las palabras.
Os doy las gracias y os bendigo, y disculpadme si he sido algo “fuerte”, ¡pero me gusta hablar así! Os deseo la alegría de celebrar, acompañar y testimoniar el gran don que Dios ha puesto en vuestros corazones. ¡Gracias y rezad por mí!
18.09.18
Santa Marta: “La cercanía y la humildad es lo que da autoridad a Jesús”
El
Papa ha comentado un pasaje de Lucas
(18
sept. 2018).- En la Misa celebrada esta mañana en Santa Marta,
Francisco ha señalado que en el Evangelio, cuando Jesús no estaba
con la gente, “estaba con el Padre, orando”. Y la mayor parte del
tiempo en la vida de Jesús, “en la vida pública de Jesús, Él la
pasó en la calle, con la gente”, informa ‘Vatican News’ en
español.
Esta
cercanía –ha continuado el Santo Padre–, la humildad de Jesús,
“es lo que le da autoridad a Jesús, lo acerca a las personas”.
Ha recordado que “Él tocaba a la gente, abrazaba a la gente,
miraba a la gente a los ojos, escuchaba a la gente”.
Así,
el Papa ha presentado a Jesús como “icono y modelo de pastor” en
la homilía de la Misa matutina, este martes, 18 de septiembre de
2018.
En
este sentido, ha subraya que Jesús tenía “autoridad” ante el
pueblo, no por la doctrina que predicaba, que era casi la misma que
las otras, sino porque era “humilde y amable de corazón”.
“Él
no regañaba, no decía ‘Yo soy el Mesías’ o ‘Yo soy el
Profeta’; no hacía sonar la trompeta cuando estaba sanando a
alguien o predicaba a la gente o hacía un milagro como la
multiplicación de los panes. No. Él era humilde. “Él hacía”.
Y era “cercano a la gente”, ha aclarado el Papa Bergoglio.
El
Obispo de Roma ha comentando el pasaje del Evangelio de Lucas
propuesto por la liturgia, el del milagro de la resurrección del
hijo único de una madre viuda.
Amable
de corazón
En
este pasaje –según ha indicado el Papa– San Lucas enfatiza la
“gran compasión” que tuvo Jesús al ver a la madre viuda, sola y
al niño muerto. Él tenía “esta capacidad para sufrir”. No era
“teórico”. Se puede decir que “pensaba con el corazón, no
separaba la cabeza del corazón”.
Francisco
ha enfatizado dos rasgos de esta “compasión”: la mansedumbre y
la ternura. Jesús dice: “Aprended de mí que soy humilde y amable
de corazón”: amable de corazón. “Esa mansedumbre. Él era
amable, no regañaba. No castigaba a la gente. Era amable. Siempre
con mansedumbre”, ha explicado el Santo Padre.
“¿Se
enfadaba Jesús? ¡Sí! –ha relatado el Papa–. Pensemos en cuando
vio la casa de su padre convertida en un negocio, para vender cosas,
cambiar monedas… allí se enfadó, tomó la fusta y mandó fuera a
todos. Pero porque amaba al Padre, porque era humilde ante el Padre,
tenía esta fortaleza”.
Ternura
Jesús
no ha dicho “No llores, señora”, estando distante, ilustra el
Papa. “No. Se ha acercado, tal vez le ha tocado por la espalda, tal
vez la ha acariciado. ‘No llores’. Éste es Jesús. Y Jesús hace
lo mismo con nosotros, porque es cercano, está en medio de la gente,
es pastor”.
El
otro gesto de ternura es tomar al niño y devolvérselo a su madre.
En resumen, “humilde y amable de corazón, cercano a la gente, con
capacidad de simpatizar, con compasión y con estos dos rasgos de
mansedumbre y ternura”. Éste es Jesús”. Y hace con todos
nosotros, cuando se acerca, lo mismo que hizo con el niño y la madre
viuda, ha expresado Francisco.
Cuando
las cosas salen mal
El
pastor, ha dicho el Pontífice, en los momentos difíciles, en los
momentos en que se desata el diablo, donde el pastor es acusado, pero
acusado por el Gran Acusador a través de tanta gente, tantos
poderosos; “sufre, ofrece vida y ora”. Y Jesús oró.
“Cuando
la gente lo insultaba, aquel Viernes Santo, y gritaba
‘crucifíquenlo’, Él permanecía en silencio porque tenía
compasión de aquellas personas engañadas por los poderosos del
dinero, del poder… Él estaba en silencio. Rezaba”.
19.09.18
Audiencia general: “Reconocimiento” y “respeto” hacia quienes nos han traído al mundo
Resumen
de la catequesis en español
(
19 sept. 2018).- El Papa Francisco ha reflexionado en la audiencia
general sobre el cuarto mandamiento de la ley de Dios: «Honra a tu
padre y a tu madre, […] para que se prolonguen tus días y seas
feliz en el país que Dios te da».
La
catequesis que ha ofrecido esta mañana, 19 de septiembre de 2018, el
Santo Padre en la audiencia general ha tratado sobre el cuarto
mandamiento: “Honra a tu padre y a tu madre” (de la Carta
de San Pablo a los Efesios,
6, 1-4).
“En
el Señor, honramos a nuestros padres con la libertad de hijos
adultos y los acogemos con misericordia y amor” ha anunciado el
Papa Francisco, continuando así su ciclo de catequesis sobre los
mandamientos de la ley de Dios.
Honrar”
significa “reconocer” y dar importancia a los padres “a través
de acciones concretas”, que manifiestan “afecto y cuidado”; y
esto tiene como efecto una vida larga y feliz –ha expresado el
Papa–.
La
felicidad que promete el mandamiento no se encuentra vinculada a los
“méritos” de los padres, sino en el “reconocimiento” y el
“respeto” hacia quienes nos han traído al mundo, ha matizado.
El
Papa ha enseñado que esta sabiduría milenaria evidencia la
importancia del ambiente familiar en los primeros años de vida, que
repercute en la posterior forma de ser y comportarnos, y ha
transmitido esperanza: “Podemos pensar en tantos jóvenes que,
después de haber vivido una infancia difícil y dolorosa, se han
reconciliado, a través de Cristo, con la vida y han sido un ejemplo
luminoso para muchos otros”.
Los
enigmas y los porqués de nuestra vida se iluminan “descubriendo la
presencia del Señor” a nuestro lado, ha señalado el Obispo de
Roma.
Catequesis
del Santo Padre
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En
el viaje dentro de las Diez Palabras, llegamos hoy al mandamiento
sobre el padre y la madre. Se habla de la honra debida a los padres.
¿Qué es esta “honra“? La palabra hebrea indica la
gloria, el valor, a la letra el “peso“, la consistencia de
una realidad. No es una cuestión de formas externas, sino de verdad.
Honrar a Dios, en las Escrituras, significa reconocer su realidad,
tener en cuenta su presencia; esto también se expresa en los ritos,
pero sobre todo implica dar a Dios el lugar justo en la existencia.
Honrar al padre y a la madre significa reconocer su importancia
también a través de acciones concretas, que expresan dedicación,
afecto y cuidado. Pero no se trata solamente de esto.
La
Cuarta Palabra tiene su propia característica: es el mandamiento que
contiene un resultado. De hecho, dice: “Honra a tu padre y
a tu madre, como el Señor tu Dios te ha mandado, para que tus días
se prolonguen y seas feliz en la tierra que el Señor tu Dios te
da” (Deut 5:16). Honrar a los padres conduce a una larga
vida feliz. La palabra “felicidad” en el Decálogo aparece solo
vinculada a la relación con los padres.
Esta
sabiduría milenaria declara lo que las ciencias humanas han podido
elaborar solamente hace poco más de un siglo: que la huella de la
infancia marca toda la vida. Es fácil entender, con frecuencia, si
alguien ha crecido en un ambiente saludable y equilibrado. E
igualmente percibir si una persona proviene de experiencias de
abandono o de violencia. Nuestra infancia es como una tinta
indeleble, se expresa en los gustos, en la forma de ser, incluso si
algunos tratan de ocultar las heridas de sus orígenes.
Pero
el cuarto mandamiento dice aún más. No habla de la bondad de los
padres, no requiere que los padres y las madres sean perfectos. Habla
de un acto de los hijos, independientemente de los méritos de los
padres, y dice algo extraordinario y liberador: incluso si no todos
los padres son buenos y no todas las infancias son serenas, todos los
hijos pueden ser felices, porque el logro de una vida plena y feliz
depende de la justa gratitud con aquellos que nos han puesto en el
mundo.
Pensemos
en cómo esta Palabra puede ser constructiva para muchos jóvenes que
vienen de historias de dolor y para todos aquellos que han sufrido en
su juventud. Muchos santos, y muchos cristianos, después de una
infancia dolorosa vivieron una vida luminosa, porque, gracias a
Jesucristo, se reconciliaron con la vida. Pensemos en ese joven que
será beato el mes próximo, Sulpicio, que con 19 años terminó su
vida reconciliado con tantos dolores, con tantas cosas, porque su
corazón estaba sereno y nunca renegó de sus padres. Pensemos en San
Camilo de Lellis, quien desde una infancia desordenada
construyó una vida de amor y servicio, en Santa Josefina
Bakhita, que creció en una horrible esclavitud, o en el beato Carlo
Gnocchi, huérfano y pobre; y en el mismo San Juan Pablo II, marcado
por la pérdida de la madre en temprana edad.
El
hombre, de cualquier historia venga, recibe de este mandamiento la
orientación que lleva a Cristo: en Él, efectivamente, se revela el
verdadero Padre, que nos ofrece “renacer de lo alto” (Jn
3, 3-8). Los enigmas de nuestras vidas se iluminan cuando descubrimos
que Dios desde siempre nos prepara para una vida de hijos suyos,
donde cada acto es una misión recibida de Él.
Nuestras
heridas comienzan a ser potenciales cuando, por gracia, descubrimos
que el verdadero enigma ya no es “¿por qué?”, sino “¿para
quién?”,” ¿para quién?” me sucedió a mí. ¿En vista de qué
obra me ha forjado Dios a lo largo de mi historia? Aquí todo se
revierte, todo se vuelve precioso, todo se vuelve constructivo. Mi
experiencia, aunque haya sido triste y dolorosa, a la luz del amor,
¿cómo se vuelve para los demás, para quién fuente de salvación?
Entonces podemos comenzar a honrar a nuestros padres con la libertad
de los hijos adultos y con la aceptación misericordiosa de sus
límites.
Honrar
a los padres que nos han dado la vida. Si te has alejado de tus
padres, haz un esfuerzo y vuelve, vuelve donde ellos; quizás son
viejos… Te han dado la vida. Y luego, entre nosotros está la
costumbre de decir cosas malas, palabrotas… Por favor, nunca,
jamás, insultar a los padres. ¡Nunca! No se insulta nunca a la
madre, no se insulta nunca al padre. ¡Nunca, nunca! Tomad esta
decisión interior: a partir de ahora no insultaré nunca a la madre
o al padre de nadie. ¡Le han dado la vida! No hay que
insultarlos.
Esta
vida maravillosa se nos ofrece, no nos la imponen: renacer en Cristo
es una gracia para acogerla libremente
(cfr. Jn1, 11-13) y es el tesoro de nuestro Bautismo, en
el cual, por obra del Espíritu Santo, uno solo es el Padre nuestro,
el del cielo (cfr. Mt23,9; 1 Cor. 8,6; Ef. 4,6)
¡Gracias!
20.09.18
Santa Marta: El Papa llama a “no condenar” a los demás
Poniendo
a Cristo “en el centro” de nuestra vida
(20
sept. 2018).- El Papa Francisco ha invitado esta mañana en la
Eucaristía a pedir a Jesús que proteja siempre “con su
misericordia y perdón” a nuestra Iglesia, “que como madre es
santa, pero llena de hijos pecadores como nosotros”, reporta
‘Vatican News’ en español.
La
reflexión del Santo Padre en la Misa celebrada este jueves, 20 de
septiembre de 2018, en la Capilla de Santa Marta ha sido en torno a
la Primera Carta de San Pablo Apóstol de los Corintios y sobre el
Evangelio de Lucas de hoy, centrado en las palabras de Jesús: “sus
muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor”.
En
las lecturas de hoy, el Pontífice ha reconocido “tres grupos de
personas”, recoge el portal informativo ‘Vatican News’: Jesús
y sus discípulos; Pablo y la mujer, una de aquellas cuyo destino era
“ser visitada en secreto”, incluso por los “fariseos”, o
inclusive de “ser apedreada”; y los doctores de la Ley.
Francisco
destaca cómo la mujer se hacía ver “con amor, con tanto amor por
Jesús”, sin ocultar “ser una pecadora”. Lo mismo ocurre con
Pablo, quien afirma: “A ustedes de hecho les he transmitido, ante
todo, lo que yo también he recibido, es decir, que Cristo murió por
nuestros pecados”.
Pequeño
gesto de amor
Ambos,
por lo tanto, buscaban a Dios “con amor, pero amor a medias”.
Pablo porque –ha matizado el Papa– “pensaba que el amor era una
ley y tenía su corazón cerrado a la revelación de Jesucristo:
perseguía a los cristianos, pero por el celo de la ley, por este
amor inmaduro”. Y la mujer buscaba el amor, el “pequeño amor”.
Ante
los comentarios de los fariseos –relata Francisco– Jesús
explica: “A ella se le ha perdonado tanto porque ha amado mucho.
¿Pero cómo amar? Estos no saben amar. Buscan el amor. Y Jesús,
hablando de estos, dice –una vez dijo– que estarán ante
nosotros, en el Reino de los Cielos. ‘Pero qué escándalo …’
–los fariseos– ‘¡pero esta gente!’ Jesús mira el pequeño
gesto de amor, el pequeño gesto de buena voluntad, y lo toma y lo
lleva adelante. Esta es la misericordia de Jesús: siempre perdona,
siempre recibe”.
La
hipocresía de los “justos”
Asimismo,
el Pontífice ha señalado que los “doctores de la ley” tienen
una actitud que solo los hipócritas utilizan a menudo: “se
escandalizan”. Y dicen: “Pero mira, ¡qué escándalo! ¡No
se puede vivir así! Hemos perdido los valores … Ahora todos tienen
derecho de entrar en la iglesia, incluso los divorciados, todos.
¿Pero dónde estamos?”
Esto
es el “escándalo de los hipócritas”, ha advertido el Papa.
“Este es el diálogo entre el gran amor que perdona todo, de Jesús,
el amor ‘a medias’ de Pablo y de esta señora, y también el
nuestro, que es un amor incompleto porque ninguno de nosotros es un
santo canonizado. Digamos la verdad. Y la hipocresía: la hipocresía
de los ‘justos’, de los ‘puros’, de los que se creen salvados
por sus propios méritos externos”.
Misericordia
El
Papa Francisco ha exhortado, en conclusión, a “no olvidar que
Jesús perdona, recibe, usa misericordia”, una “palabra tan a
menudo olvidada cuando cotilleamos de los demás”, ha dicho.
La
invitación es entonces “ser misericordiosos, como Jesús, y no
condenar a los demás”. Jesús en el centro “. De hecho, Cristo
perdona tanto a Pablo, “pecador, perseguidor, pero con un amor a
medias”, como a la mujer, “pecadora, también ella con un amor
incompleto”. Sólo de esta manera pueden encontrar el “verdadero
amor”, que es Jesús, mientras que los hipócritas “son incapaces
de encontrar el amor porque tienen el corazón cerrado”.
21.09.18
Santa Marta: “Si quieres alcanzar el corazón de Dios, toma el camino de la misericordia”
Y
déjate tratar con misericordia
(21
septiembre 2018).- “Si quiere alcanzar el corazón de Dios, toma el
camino de la misericordia y déjate tratar con misericordia”,
invitó el Papa Francisco mientras celebraba la Misa matutina en la
Casa Santa Marta este 21 de septiembre de 2018: ” La Misericordia
Dios busca a todos, perdona a todos”.
En
su homilía reportada por Vatican
News,
el Papa evocó a los cristianos, a los santos “que fueron escogidos
desde lo más bajo” e invitó a cultivar “esta conciencia de la
cual fuimos elegidos”, manteniendo “la memoria de que el Señor
ha tenido misericordia de mis pecados y me ha elegido para ser
cristiano, para ser apóstol”.
“Cuando
el apóstol olvida sus orígenes y comienza a hacer carrera,
advirtió, se aleja del Señor y se convierte en funcionario; quien
hace mucho bien, tal vez, pero él no es un Apóstol. Él no
podrá transmitir a Jesús; él será un organizador de planes
pastorales … pero al final, un hombre de negocios. Un hombre
de negocios del Reino de Dios, porque olvidó de dónde fue elegido”.
El
recuerdo de sus orígenes “debe acompañar la vida del Apóstol y
de todo cristiano”, insistió el Papa: “Ser cristiano es algo muy
bello y muy grande. Somos nosotros quienes nos alejamos y
queremos quedarnos a mitad de camino”.
En
el Evangelio del día (Mt 9: 9-13), la conversión de San Mateo,
cuando Jesús se sentó a la mesa ” con lo peor de la sociedad”,
“los doctores de la Ley se escandalizaron”, comentó el Papa:
“Llamaron a los discípulos y les dijeron :¿Pero cómo vuestro
maestro hace esto con esta gente? ¡Pues se vuelve impuro!
“Comer con un impuro te contamina la impureza … Y Jesús toma la
palabra y dice …:”Id y aprended lo que significa: quiero
misericordia, no sacrificio”.
“La
misericordia de Dios busca a todos, perdona a todos. Solo él te
pide que digas: “Sí, ayúdame”. Solo eso”, dijo el Papa
Francisco. Y para concluir: “Entender la misericordia del
Señor es un misterio; el misterio más grande, el más hermoso,
es el corazón de Dios. Si quieres llegar al corazón de Dios,
toma el camino de la misericordia y déjate tratar con misericordia”.
22.09.18
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