Carta del Papa al Presidente de la Pontificia Academia para la Vida
Con
ocasión del 25º aniversario de su institución
(15
enero 2019).- Con ocasión del 25º aniversario de la institución de
la Pontificia Academia para la Vida (11 febrero 1994 – 11 febrero
2019), el Papa Francisco ha escrito una carta titulada Humana
communitas (La comunidad humana).
El
documento ha sido presentado esta mañana, martes, 15 de enero de
2019, en la Oficina de Prensa de la Santa Sede.
En
el acto de presentación han participado Mons. Vincenzo Paglia,
Presidente de la Academia Pontificia para la Vida; Mons. Renzo
Pegoraro, Canciller de la misma Academia Pontificia; el Prof.
Padre Paolo Benanti, T.O.R., Profesor de Teología Moral y Ética de
las Tecnologías en la Pontificia Universidad Gregoriana y miembro de
la Academia Pontificia para la Vida; y la Prof. Laura Palazzani,
Profesora de Bio-jurídica y Filosofía del Derecho en la Universidad
Libre Maria Santissima Assunta (LUMSA), académica
de la Academia Pontificia para la Vida.
En
el marco del XXV aniversario de la Academia, se celebrará una
Asamblea General del 25 al 27 de febrero de 2019, en el Aula Nueva
del Sínodo, en el Vaticano, sobre el tema ‘Robo-ética’.
Personas, máquinas y salud.
Carta
del Santo Padre
Humana
communitas
[La
comunidad humana]
La
comunidad humana ha sido el sueño de Dios desde antes de la creación
del mundo (cf. Ef 1,3-14). El Hijo eterno engendrado
por Dios tomó en ella carne y sangre, corazón y afectos. La gran
familia de la humanidad se reconoce a sí misma en el misterio de la
generación. De hecho, entre las criaturas humanas la iniciación
familiar en la fraternidad puede ser considerada como un verdadero
tesoro escondido, con vistas a la reorganización comunitaria de las
políticas sociales y a los derechos humanos, tan necesarios hoy en
día. Para que esto pueda darse, necesitamos ser cada vez más
conscientes de nuestro común origen en la creación y el amor de
Dios. La fe cristiana confiesa la generación del Hijo como el
misterio inefable de la unidad eterna entre el “llamar a la
existencia” y la “benevolencia”, que reside en lo más profundo
del Dios Uno y Trino. El anuncio renovado de esta revelación, que ha
sido descuidada, puede abrir un nuevo capítulo en la historia de la
comunidad y de la cultura humana, que hoy implora un nuevo nacimiento
en el Espíritu —gimiendo y sufriendo los dolores del parto
(cf. Rm 8,22)—. En el Hijo unigénito se revela la
ternura de Dios, así como su voluntad de redimir a toda la humanidad
que se siente perdida, abandonada, descartada y condenada sin
remisión. El misterio del Hijo eterno, que se hizo uno de nosotros,
sella de una vez para siempre esta pasión de Dios. El misterio de su
Cruz —«por nosotros y por nuestra salvación»— y de su
Resurrección —como «el primogénito entre muchos hermanos»
(Rm 8,29)— dice hasta qué punto esta pasión de Dios
está dirigida a la redención y realización de la criatura humana.
Hemos
de restaurar la evidencia de esta pasión de Dios por la criatura
humana y su mundo. Dios la hizo a su “imagen” —“varón y
mujer”, los creó (cf. Gn 1,27)—
como una criatura espiritual y sensible, consciente y libre. La
relación entre el hombre y la mujer constituye el lugar por
excelencia en el que toda la creación se convierte en interlocutora
de Dios y testigo de su amor. Nuestro mundo es la morada terrena de
nuestra iniciación a la vida, el lugar y el tiempo en los que ya
podemos empezar a disfrutar de la morada celestial a la que estamos
destinados (cf. 2
Co 5,1),
donde viviremos en plenitud la comunión con Dios y con los demás.
La familia humana es una comunidad de origen y de destino, cuyo
cumplimiento está escondido, con Cristo, en Dios (cf. Col 3,1-4).
En nuestro tiempo, la Iglesia está llamada a relanzar vigorosamente
el humanismo de la vida que surge de esta pasión de Dios por la
criatura humana. El compromiso para comprender, promover y defender
la vida de todo ser humano toma su impulso de este amor incondicional
de Dios. La belleza y el atractivo del Evangelio nos muestran que el
amor al prójimo no se reduce a la aplicación de unos criterios de
conveniencia económica y política o a «algunos acentos doctrinales
o morales que proceden de determinadas opciones ideológicas»
(Exhort. ap. Evangelii
gaudium,
24 noviembre 2013, 39). Una
historia apasionada y fecunda
1.
Esta pasión ha animado la actividad de la Pontificia Academia para
la Vida desde su fundación hace veinticinco años, por san Juan
Pablo II, siguiendo la recomendación del siervo de Dios y gran
científico Jérôme Lejeune. Este último, claramente convencido de
la profundidad y rapidez de los cambios que se producen en el ámbito
biomédico, consideró oportuno sostener un compromiso más
estructurado y orgánico en este frente. De este modo, la Academia ha
podido desarrollar iniciativas de estudio, formación e información
para que «quede de manifiesto que la ciencia y la técnica, puestas
al servicio de la persona humana y de sus derechos fundamentales,
contribuyen al bien integral del hombre y a la realización del
proyecto divino de salvación (cf. Gaudium et spes, 35)»
(Juan Pablo II, Motu proprio Vitae mysterium, 11 febrero
1994, 3). Las actividades de la Academia recibieron un renovado
impulso con el nuevo Estatuto (18 octubre 2016). El propósito era el
de hacer que la reflexión sobre estas cuestiones tuviera cada vez
más en cuenta el contexto contemporáneo, en el que el ritmo
creciente de la innovación tecnológica y científica, y la
globalización, multiplican por una parte las interacciones entre las
diferentes culturas, religiones y conocimientos y, por otra, entre
las múltiples dimensiones de la familia humana y de la casa común
en la que habita. «Por lo tanto, es urgente intensificar el estudio
y la comparación de los efectos de esta evolución de la sociedad en
un sentido tecnológico para articular una síntesis antropológica
que esté a la altura de este desafío de época. El área de vuestra
experiencia calificada no puede limitarse, pues, a resolver problemas
planteados por situaciones específicas de conflicto ético, social o
legal. La inspiración de una conducta consistente con la dignidad
humana atañe a la teoría y a la práctica de la ciencia y la
técnica en su enfoque general de la vida, de su significado y su
valor» (Discurso a la Asamblea General de la Pontificia Academia
para la Vida, 5 octubre 2017).
Degradación
de lo humano y paradoja del “progreso”
2.
La pasión por lo humano, por toda la humanidad encuentra en este
momento de la historia serias dificultades. Las alegrías de las
relaciones familiares y de la convivencia social se muestran
profundamente desvaídas. La desconfianza recíproca entre los
individuos y entre los pueblos se alimenta de una búsqueda
desmesurada de los propios intereses y de una competencia exasperada,
no exenta de violencia. La distancia entre la obsesión por el propio
bienestar y la felicidad compartida de la humanidad se amplía hasta
tal punto que da la impresión de que se está produciendo un
verdadero cisma entre el individuo y la comunidad humana. En la
Encíclica Laudato si’ he resaltado el estado de
emergencia en el que se encuentra nuestra relación con la tierra y
los pueblos. Es una alarma causada por la falta de atención a la
gran y decisiva cuestión de la unidad de la familia humana y su
futuro. La erosión de esta sensibilidad, por parte de las potencias
mundanas de la división y la guerra, está creciendo globalmente a
una velocidad muy superior a la de la producción de bienes. Es una
verdadera y propia cultura —es más, sería mejor decir
anti-cultura— de indiferencia hacia la comunidad: hostil a los
hombres y mujeres, y aliada con la prepotencia del dinero.
3.
Esta emergencia revela una paradoja: ¿Cómo es posible que, en el
mismo momento de la historia del mundo en que los recursos económicos
y tecnológicos disponibles nos permitirían cuidar suficientemente
de la casa común y de la familia humana —honrando así a Dios que
nos los ha confiado—, sean precisamente estos recursos económicos
y tecnológicos los que provoquen nuestras divisiones más agresivas
y nuestras peores pesadillas? Los pueblos sienten aguda y
dolorosamente, aunque a menudo confusamente, la degradación
espiritual —podríamos decir el nihilismo— que subordina la vida
a un mundo y a una sociedad sometidos a esta paradoja. La tendencia a
anestesiar este profundo malestar, a través de una búsqueda ciega
del disfrute material, produce la melancolía de una vida que no
encuentra un destino a la altura de su naturaleza espiritual. Debemos
reconocerlo: los hombres y mujeres de nuestro tiempo están a menudo
desmoralizados y desorientados, sin ver. Todos estamos un poco
replegados sobre nosotros mismos. El sistema económico y la
ideología del consumo seleccionan nuestras necesidades y manipulan
nuestros sueños, sin tener en cuenta la belleza de la vida
compartida y la habitabilidad de la casa común.
Una
escucha responsable
4.
El pueblo cristiano, haciendo suyo el grito de sufrimiento de los
pueblos, debe reaccionar ante los espíritus negativos que fomentan
la división, la indiferencia y la hostilidad. Tiene que hacerlo no
solo por sí mismo, sino por todos. Y tiene que hacerlo de inmediato,
antes de que sea demasiado tarde. La familia eclesial de los
discípulos —y de todos los que buscan en la Iglesia las razones de
la esperanza (cf. 1
P 3,15)—
ha sido plantada en la tierra como «sacramento […] de la unión
íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano» (Conc.
Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen
gentium,
1). La rehabilitación de la criatura de Dios en la feliz esperanza
de su destino tiene que llegar a ser la pasión dominante de nuestro
anuncio. Es urgente que los ancianos crean aún más en sus mejores
“sueños” y que los jóvenes tengan “visiones” capaces de
impulsarles a comprometerse con valentía en la historia
(cf. Jl 3,1).
Una nueva perspectiva ética universal, atenta a los temas de la
creación y de la vida humana, es el objetivo que debemos perseguir a
nivel cultural. No podemos continuar por el camino del error que se
ha seguido en tantas décadas de deconstrucción del humanismo,
identificado con toda ideología de voluntad de poder, que se sirve
del firme apoyo del mercado y la tecnología, por ello hay que
combatirla a favor del humanismo. La diversidad de la vida humana es
un bien absoluto, digno de ser custodiado éticamente y muy valioso
para la salvaguardia de toda la creación. El escándalo está en que
el humanismo se contradiga a sí mismo, en lugar de inspirarse en el
acto del amor de Dios. La Iglesia debe primero redescubrir la belleza
de esta inspiración y empeñarse con renovado entusiasmo.
Una tarea difícil para la Iglesia
Una tarea difícil para la Iglesia
5.
Somos conscientes de que tenemos dificultades para reabrir este
horizonte humanístico, incluso dentro de la Iglesia. Ante todo,
preguntémonos sinceramente: ¿Tienen las comunidades eclesiales hoy
en día una visión y dan un testimonio que esté a la altura de esta
emergencia de la época presente? ¿Están seriamente enfocadas en la
pasión y la alegría de transmitir el amor de Dios por la vida de
sus hijos en la Tierra? ¿O se pierden todavía demasiado en sus
problemas y en ajustes tímidos que no van más allá de la lógica
de un compromiso mundano? Debemos preguntarnos seriamente si hemos
hecho lo suficiente para dar nuestra contribución específica como
cristianos a una visión de lo humano que es capaz de sostener la
unidad de la familia de los pueblos en las condiciones políticas y
culturales actuales. O si, por el contrario, hemos perdido de vista
su centralidad, anteponiendo las ambiciones de nuestra hegemonía
espiritual en el gobierno de la ciudad secular, encerrada en sí
misma y en sus bienes, frente al cuidado de la comunidad local
abierta a la hospitalidad evangélica hacia los pobres y
desesperados.
Construir
una fraternidad universal
6.
Es hora de relanzar una nueva visión de un humanismo fraterno y
solidario de las personas y de los pueblos. Sabemos que la fe y el
amor necesarios para esta alianza toman su impulso del misterio de la
redención de la historia en Jesucristo, escondido en Dios desde
antes de la creación del mundo (cf. Ef 1,7-10;
3,9-11; Col1,13-14). Y sabemos también que la conciencia
y los afectos de la criatura humana no son de ninguna manera
impermeables ni insensibles a la fe y a las obras de esta fraternidad
universal, plantada por el Evangelio del Reino de Dios. Tenemos que
volver a ponerla en primer plano. Porque una cosa es sentirse
obligados a vivir juntos, y otra muy diferente es apreciar la riqueza
y la belleza de las semillas de la vida en común que hay que buscar
y cultivar juntos. Una cosa es resignarse a concebir la vida como una
lucha contra antagonismos interminables, y otra cosa muy distinta es
reconocer la familia humana como signo de la vitalidad de Dios Padre
y promesa de un destino común para la redención de todo el amor
que, ya desde ahora, la mantiene viva.
7.
Todos los caminos de la Iglesia conducen al hombre, como proclamó
solemnemente el santo Papa Juan Pablo II en su Encíclica inaugural
(Redemptor hominis, 4 marzo 1979). Antes que él, san Pablo VI
también recordó en su Encíclica programática, y según la
enseñanza del Concilio, que la familiaridad de la Iglesia se
extiende por círculos concéntricos a todos los hombres, incluso a
quienes se consideran ajenos a la fe y a la adoración de Dios
(cf. Ecclesiam suam, 6 agosto 1964). La Iglesia acoge y
custodia los signos de bendición y misericordia destinados por Dios
a todo ser humano que viene a este mundo.
Reconocer
los signos de esperanza
8.
En esta misión nos son de consuelo los signos de la acción de Dios
en el tiempo presente. Hay que reconocerlos, para que el horizonte no
se vea ensombrecido por los aspectos negativos. Desde este punto de
vista, san Juan Pablo II señaló los gestos de acogida y defensa de
la vida humana, la difusión de una sensibilidad contraria a la
guerra y a la pena de muerte, así como un interés creciente por la
calidad de la vida y la ecología. Indicaba también la difusión de
la bioética como uno de los signos de esperanza, es decir, como «la
reflexión y el diálogo —entre creyentes y no creyentes, así como
entre creyentes de diversas religiones— sobre problemas éticos,
incluso fundamentales, que afectan a la vida del hombre» (Carta
enc. Evangelium vitae, 25 marzo 1995, 27). La comunidad
científica de la Pontificia Academia para la Vida ha demostrado, en
sus veinticinco años de historia, cómo precisamente desde esta
perspectiva puede ofrecer su alta y calificada contribución. Prueba
de ello es el compromiso con la promoción y protección de la vida
humana en todo su desarrollo, la denuncia del aborto y de la
supresión de los enfermos como males gravísimos que contradicen el
Espíritu de vida y nos hunden en la anti-cultura de la muerte.
Ciertamente hay que continuar en esta línea, prestando atención a
otros desafíos que la coyuntura contemporánea presenta para la
maduración de la fe, para una comprensión más profunda de la misma
y para una comunicación más adecuada a los hombres de hoy.
El
futuro de la Academia
9.
Debemos, ante todo, hacer nuestro el lenguaje y la historia de los
hombres y mujeres de nuestro tiempo, incorporando el anuncio del
Evangelio en la experiencia concreta, como el Concilio Vaticano II ya
nos indicó con determinación. Para captar el sentido de la vida
humana, la experiencia a la que se hace referencia es aquella que
puede reconocerse en la dinámica de la generación. De esta manera,
se evitará reducir la vida a un concepto puramente biológico o a
una idea universal abstraída de las relaciones y de la historia. La
pertenencia originaria a la carne precede y hace posible cualquier
otro conocimiento y reflexión, evitando la pretensión del sujeto de
ser origen de sí mismo. Solo podemos darnos cuenta de que estamos
vivos cuando ya hemos recibido la vida, antes de cualquier intención
y decisión nuestras. Vivir significa necesariamente ser hijos,
acogidos y cuidados, aunque a veces de manera inadecuada.
«Parece,
pues, razonable unir el cuidado que se ha recibido desde el comienzo
de la vida y que le ha permitido desplegarse en todo el arco de su
desarrollo, y el cuidado que se debe prestar responsablemente a los
demás […]. Este precioso vínculo defiende una dignidad, humana y
teologal, que no cesa de vivir, ni siquiera con la pérdida de la
salud, del papel social y del control del propio cuerpo» (Carta
del Cardenal Secretario de Estado con ocasión de la Conferencia
sobre cuidados paliativos, 27 febrero 2018).
10.
Somos plenamente conscientes de que el
umbral del respeto fundamental de la vida humana está siendo
transgredido hoy en día de manera brutal, no solo por el
comportamiento individual, sino también por los efectos de las
opciones y de los acuerdos estructurales. La organización de las
ganancias económicas y el ritmo de desarrollo de las tecnologías
ofrecen posibilidades nuevas para condicionar la investigación
biomédica, la orientación educativa, la selección de necesidades y
la calidad humana de los vínculos. La posibilidad de orientar el
desarrollo económico y el progreso científico hacia la alianza del
hombre y de la mujer, para el cuidado de la humanidad que nos es
común, y hacia la dignidad de la persona humana, se basa ciertamente
en un amor por la creación que la fe nos ayuda a profundizar e
iluminar. La perspectiva de la bioética global, con su amplia visión
y su atención a las repercusiones del medio ambiente en la vida y la
salud, constituye una notable oportunidad para profundizar la nueva
alianza del Evangelio y de la creación.
11.
Ser miembros del único género humano exige un enfoque global y nos
pide a todos que abordemos las cuestiones que surgen en el diálogo
entre las diferentes culturas y sociedades, que están cada vez más
estrechamente relacionadas en el mundo de hoy. Ojalá la Academia
para la Vida sea un lugar lleno de valentía de esta interacción y
este diálogo al servicio del bien de todos. No tengan miedo de
elaborar argumentos y lenguajes que puedan ser utilizados en un
diálogo intercultural e interreligioso, así como interdisciplinar.
Participen en la reflexión sobre los derechos humanos, que son un
punto central en la búsqueda de criterios universalmente
compartidos. Está en juego la comprensión y la práctica de una
justicia que muestre el rol irrenunciable de la responsabilidad
en el tema de los derechos humanos y su estrecha correlación con los
deberes, a partir de la solidaridad con quien está más herido y
sufre. El Papa Benedicto XVI ha insistido mucho en la importancia de
«urgir una nueva reflexión sobre los deberes que los derechos
presuponen, y sin los cuales éstos se convierten en algo arbitrario.
Hoy se da una profunda contradicción. Mientras, por un lado, se
reivindican presuntos derechos, de carácter arbitrario y superfluo,
con la pretensión de que las estructuras públicas los reconozcan y
promuevan, por otro, hay derechos elementales y fundamentales que se
ignoran y violan en gran parte de la humanidad», entre los que el
Papa emérito menciona «la carencia de comida, agua potable,
instrucción básica o cuidados sanitarios elementales» (Carta
enc. Caritas in veritate, 29 junio 2009, 43).
12.
Otro frente en el que hay que profundizar la reflexión es el de las
nuevas tecnologías hoy definidas como “emergentes y convergentes”.
Se trata de las tecnologías de la información y de la comunicación,
las biotecnologías, las nanotecnologías y la robótica. Hoy es
posible intervenir con mucha profundidad en la materia viva
utilizando los resultados obtenidos por la física, la genética y la
neurociencia, así como por la capacidad de cálculo de máquinas
cada vez más potentes. También el cuerpo humano es susceptible de
intervenciones tales que pueden modificar no solo sus funciones
y prestaciones, sino también sus modos de relación, a nivel
personal y social, exponiéndolo cada vez más a la lógica del
mercado. Ante todo, es necesario comprender los cambios profundos que
se anuncian en estas nuevas fronteras, con el fin de identificar cómo
orientarlas hacia el servicio de la persona humana, respetando y
promoviendo su dignidad intrínseca. Una tarea muy exigente, que
requiere un discernimiento aún más atento de lo habitual, a causa
de la complejidad e incertidumbre de los posibles desarrollos. Un
discernimiento que podemos definir como «la labor sincera de la
conciencia, en su empeño por conocer el bien posible, sobre el que
decidir responsablemente el ejercicio correcto de la razón práctica»
(Sínodo de los Obispos dedicado a los Jóvenes, Documento
final,
27 octubre 2018, 109). Se trata de un proceso de investigación y
evaluación que se lleva a cabo a través de la dinámica de la
conciencia moral y que, para el creyente, tiene lugar dentro y a la
luz de la relación con el Señor Jesús, asumiendo su
intencionalidad y sus criterios de elección en la acción
(cf. Flp 2,5).
13.
La medicina y la economía, la tecnología y la política que se
elaboran en el centro de la ciudad moderna del hombre, deben quedar
expuestas también y, sobre todo, al juicio que se pronuncia desde
las periferias de la tierra. De hecho, los numerosos y
extraordinarios recursos puestos a disposición de la criatura humana
por la investigación científica y tecnológica corren el riesgo de
oscurecer la alegría que procede del compartir fraterno y de la
belleza de las iniciativas comunes, que les dan realmente su
auténtico significado. Debemos reconocer que la fraternidad sigue
siendo la promesa incumplida de la modernidad. El aliento universal
de la fraternidad que crece en la confianza recíproca parece muy
debilitada —dentro de la ciudadanía moderna, como entre pueblos y
naciones—. La fuerza de la fraternidad, que la adoración a Dios en
espíritu y verdad genera entre los humanos, es la nueva frontera del
cristianismo. Cada detalle de la vida del cuerpo y del alma en los
que centellea el amor y la redención de la nueva criatura que se
está formando en nosotros, nos sorprende como el verdadero y propio
milagro de una resurrección ya en acto (cf. Col3,1-2).
¡Que el Señor nos conceda multiplicar estos milagros!
Que
el testimonio de san Francisco de Asís, con su capacidad de
reconocerse como hermano de todas las criaturas terrenas y
celestiales, nos inspire en su perenne actualidad. Que el Señor les
conceda estar preparados para esta nueva fase de la misión, con las
lámparas llenas del aceite del Espíritu, para iluminar el camino y
guiar sus pasos. Son hermosos los pies de aquellos que llevan el
anuncio gozoso del amor de Dios por la vida de cada uno y de todos
los habitantes de la tierra (cf. Is52,7; Rm10,15).
Vaticano,
6 de enero de 2019
FRANCISCO
16.01.19
Audiencia general, 16 de enero de 2019
La oración se concentra en una
palabra: “Abba”, Padre
(16
enero 2019).- La audiencia general de esta mañana ha tenido lugar a
las 9:20 horas en el Aula Pablo VI donde el Santo Padre Francisco ha
encontrado grupos de peregrinos y fieles de Italia y de todo el
mundo.
Catequesis
del Papa Francisco
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Continuando
las catequesis sobre el “Padre nuestro”, hoy partimos de la
observación de que, en el Nuevo Testamento, la oración parece
querer alcanzar lo esencial, hasta el punto de concentrarse en una
palabra: “Abba“, Padre.
Hemos
escuchado lo que escribe San Pablo en la Carta a los Romanos:
“No recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor,
antes bien, recibisteis un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace
exclamar:”¡Abba, Padre!” (8.15). Y a los Gálatas, el
apóstol dice: “La prueba de que sois hijos es que Dios, ha
enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que
clama:”¡Abba, Padre!” (Gal 4,6). Retorna dos
veces la misma invocación, que condensa toda la novedad del
Evangelio. Después de haber conocido a Jesús y de escuchar su
predicación, el cristiano ya no considera a Dios como un tirano a
quien temer, no le tiene miedo sino que siente que su confianza en él
florece: puede hablar al Creador llamándolo “Padre”. La
expresión es tan importante para los cristianos que a menudo se ha
mantenido intacta en su forma original: “Abba“.
Es
raro que en el Nuevo Testamento las expresiones arameas no se
traduzcan al griego. Debemos imaginar que en estas palabras arameas,
haya quedado “grabada” la misma voz de Jesús: han respetado el
idioma de Jesús. En la primera palabra del “Padre Nuestro”
encontramos inmediatamente la novedad radical de la oración
cristiana.
No
se trata solo de usar un símbolo –en este caso- la figura del
padre, vinculada con el misterio de Dios; se trata, en cambio, de
tener, por así decirlo, traspasado a nuestro corazón todo el
mundo de Jesús. Si llevamos a cabo esta operación, podemos rezar
con verdad el “Padre nuestro”.
Decir “”Abba” es algo mucho más íntimo, más
conmovedor que llamar a Dios “Padre” simplemente. Por eso
alguno ha propuesto que se tradujese esta palabra original
aramea Abba con “Papá”. En vez de decir, “Padre
nuestro” , decir “Papá”. Nosotros seguimos diciendo “Padre
nuestro”, pero con el corazón estamos invitados a decir “Papá”,
a tener una relación con Dios como la de un niño con su papá,
que lo llama “papá”. De hecho, estas expresiones evocan afecto,
calidez, algo que nos proyecta en el contexto de la infancia: la
imagen de un niño completamente envuelta en el abrazo de un padre
que siente una infinita ternura por él. Y por eso, queridos hermanos
y hermanas, para rezar bien hay que llegar a tener un corazón de
niño. No un corazón autosuficiente: así no se puede rezar bien.
Como un niño en brazos de su padre, de su papá.
Pero
seguramente son los evangelios los que mejor nos introducen en el
sentido de esta palabra. ¿Qué significa esta palabra para Jesús?
El “Padre nuestro” toma significado y color si aprendemos a
rezarlo después de haber leído, por ejemplo, la parábola del
padre misericordioso en el capítulo XV de Lucas (cf. Lc 15,
11-32). Imaginemos esta oración pronunciada por el hijo pródigo,
después de sentir el abrazo de su padre que lo había esperado
durante mucho tiempo, un padre que no recuerda las palabras ofensivas
que él le había dicho, un padre que ahora hace que entienda,
sencillamente, cuánto lo extrañaba. Descubrimos entonces cómo esas
palabras cobran vida, se fortalecen. Y nos preguntamos: ¿es
posible que Tú, oh Dios, conozcas solo amor? ¿Tú no conoces el
odio? No, contestaría Dios, yo conozco solo amor. ¿Dónde está en
ti la venganza, la demanda de justicia, la rabia por tu honor herido?
Y Dios contestaría: Yo conozco solo amor.
El
padre de esa parábola tiene, en su forma de hacer, algo que recuerda
mucho el alma de una madre. Son las madres, sobre
todo, las que excusan a sus hijos, las que los cubren, las que
no interrumpen la empatía con ellos, las que los siguen queriendo,
incluso cuando ellos ya no se merezcan nada.
Basta
con evocar esta sola expresión, Abba, para que se
desarrolle una oración cristiana. Y San Pablo, en sus cartas, sigue
este mismo camino, y no podría ser de otra manera, porque es el
camino que enseñó Jesús: en esta invocación hay una fuerza que
atrae todo el resto de la oración
Dios
te busca, aunque tú no lo busques. Dios
te ama, aunque tú te hayas olvidado de Él. Dios vislumbra en ti una
belleza, aunque pienses que has desperdiciado todos tus
talentos en vano. Dios no es solo un padre, es como una madre que
nunca deja de amar a su criatura. Por otra parte, hay una “gestación”
que dura siempre, mucho más allá de los nueve meses de la física;
es una gestación que genera un circuito infinito de amor.
Para
un cristiano, rezar es simplemente decir “Abba“, decir
“papá”, decir “Padre”, pero con la confianza de un niño.
Puede
ser que a nosotros también nos suceda que caminemos por sendas
alejadas de Dios, como le pasó al hijo pródigo; o que
precipitemos en una soledad que nos haga sentirnos abandonados en el
mundo; o, también, que nos equivoquemos y estemos
paralizados por un sentimiento de culpabilidad.. En esos momentos
difíciles, todavía podemos encontrar la fuerza para rezar,
recomenzando de la palabra “Padre”, pero dicha con el sentimiento
tierno de un niño:”Abba”, “Papá”.
Él no nos ocultará su rostro. Acordaos: quizás alguno
lleva dentro cosas difíciles, cosas que no sabe cómo resolver,
tanta amargura por haber hecho esto y esto… Él no nos
ocultará su rostro. Él no se encerrará en el silencio. Tú
dile “Padre” y él te contestará. Tú tienes un Padre. “Sí,
pero yo soy un delincuente. ¡Pero tienes un padre que te ama!. Dile,
“Padre”, empieza a rezar así y en el silencio nos dirá
que nunca nos ha perdido de vista. “Pero, padre, yo he hecho
esto…”. “No te he perdido nunca de vista, lo he visto todo”.
Pero he estado siempre allí, cerca de ti, fiel a mi amor por ti”.
Esa será la respuesta. Nunca os olvidéis de decir “Padre”.
Gracias.
17.01.19
Santa Marta: “¿Yo tengo el corazón duro, tengo el corazón cerrado?”
Francisco
previene contra la obstinación y la seducción
(17
enero 2019).- “Podemos preguntarnos: ¿Yo tengo el corazón duro,
tengo el corazón cerrado?”, ha sugerido el Papa esta mañana, 17
de enero de 2019, a la asamblea reunida en torno a la celebración de
la Santa Misa, en la capilla de Santa Marta.
“Miren,
hermanos, que en ninguno de ustedes haya corazón malo de
incredulidad para apartarse del Dios vivo” ha sido el firme mensaje
de “advertencia”, partiendo de la Carta a los Hebreos de San
Pablo, de la liturgia del día.
El
Santo Padre indicó tres palabras –tomadas también de la Primera
Lectura– que pueden ayudarnos a comprender: “dureza”,
“obstinación” y “seducción”.
Dureza
Así,
el Papa ha meditado en vol alta: “¿Yo dejo que mi corazón crezca?
¿Tengo miedo de que crezca? Y si crece siempre con las pruebas, con
las dificultades, se crece como crecemos todos nosotros desde niños:
aprendemos a caminar cayendo, del gatear al caminar, ¡cuántas
veces hemos caído! Pero se crece con las dificultades. Dureza. Y lo
mismo, cerrazón. Pero quien permanece en esto… “¿Quiénes son,
padre?”. Son los pusilánimes. La pusilanimidad es una actitud fea
en un cristiano, le falta el coraje de vivir. Se cierra. Es
pusilánime”.
En
este sentido, el Pontífice ha prevenido a la comunidad cristiana de
este peligro de “dejar que el corazón se endurezca, y
de forma particular, a los sacerdotes, monjas y obispos, una
comunidad que —-según ha dicho el Papa– que “corre el riesgo
de resbalar hacia corazón perverso”.
Obstinación
La
segunda palabra es “obstinación”: “Exhórtense más bien
recíprocamente cada día, mientras dura este hoy, para que ninguno
de ustedes se obstine” está escrito en la Carta a los Hebreos.
“La
ideología es una obstinación”, ha explicado el Papa. “La
Palabra de Dios, la gracia del Espíritu Santo no es ideología: es
vida que te hace crecer, siempre, ir adelante y también abrir el
corazón a las señales del Espíritu, a los signos de los tiempos”,
pero la obstinación también es “orgullo, es soberbia”.
¿Yo
tengo un corazón testarudo?” ha preguntado Francisco. “Cada uno
piense: ¿Yo soy capaz de escuchar a las demás personas? Y si pienso
de otro modo, decir: “Pero yo pienso así…”. ¿Soy capaz de
dialogar? Los obstinados no dialogan, no saben, porque se defienden
siempre con
las ideas, son ideólogos. Y cuánto mal hacen las ideologías al
pueblo de Dios, ¡cuánto mal! Porque cierran la actividad del
Espíritu Santo”.
Seducción
La
última palabra sobre la que el Papa Francisco se detuvo para
comprender cómo no caer en el riesgo de tener un corazón perverso
es “seducción”, la seducción del pecado, esa que hace el
diablo, el “gran seductor”.
Y
con la seducción o te conviertes o cambias de vida, o tratas de
hacer un compromiso: un poco de aquí y otro poco de allí, un poco
de acá y un poco de allá. “Sí, sí, yo sigo al Señor, pero un
poco me gusta esta seducción…”. Y tú comienzas a hacer una
doble vida cristiana.
18.01.19
Ángelus: “Haced lo que Él os diga”
Palabras
del Papa antes del Ángelus
(20
enero 2019).-A las 12 horas de hoy, el Santo Padre Francisco se asomó
a la ventana del estudio en el Palacio Apostólico Vaticano para
recitar el Ángelus con los fieles y los peregrinos reunidos en la
Plaza de San Pedro. Estas son las palabras del Papa al presentar la
oración mariana:
Palabras
del Papa antes del Ángelus
Queridos
hermanos y hermanas, ¡Buenos días!
El
domingo pasado, con la fiesta del bautismo del Señor, comenzamos el
camino del tiempo litúrgico “ordinario”: es el tiempo para
seguir a Jesús en su vida pública, en la misión por la cual el
Padre lo envió al mundo. En el Evangelio de hoy (cf. Jn 2, 1-11)
encontramos el relato del primero de los milagros de Jesús, que el
evangelista Juan llama “señales”, porque Jesús no los hizo para
despertar asombro, sino para revelar el amor del Padre. . El primero
de estos prodigiosos signos tiene lugar en el pueblo de Cana, en
Galilea, durante una fiesta de bodas. No es casual que al comienzo de
la vida pública de Jesús haya una ceremonia de boda, porque en Él
Dios se ha casado con la humanidad: esta es la buena noticia, aunque
los que lo han invitado aún no saben que en su mesa está sentado el
Hijo de Dios y que el verdadero novio es Él. De hecho, todo el
misterio de la señal de Caná se basa en la presencia de este novio
divino, Jesús, que comienza a revelarse. Jesús se manifiesta como
el novio del pueblo de Dios, anunciado por los profetas, y nos
revela la profundidad de la relación que nos une a él: es una nueva
Alianza de amor. En el contexto de la Alianza, se comprende
plenamente el significado del símbolo del vino, que está en el
centro de este milagro.
Justo
cuando la fiesta está en su apogeo, el vino se ha terminado; Nuestra
Señora lo nota y le dice a Jesús: “No tienen vino” (v. 3),
hubiera sido horrible continuar la fiesta con el agua, una
vergüenza y la Virgen se da cuenta y como es madre advierte
inmediatamente a Jesús.
Las
Escrituras, especialmente los Profetas, indicaron el vino como un
elemento típico del banquete mesiánica (cf. Am 9,13-14; Gl 2,24; Is
25,6). El agua es necesaria para vivir, pero el vino expresa la
abundancia del banquete y la alegría de la fiesta. Una fiesta sin
vino…
Al convertir en vino el agua de la tinaja utilizada “para la purificación ritual de los judíos” (v. 6),era una costumbre antes de entrar en la casa purificarse, Jesús hace un signo elocuente: transforma la Ley de Moisés en el Evangelio, portador de alegría.
Al convertir en vino el agua de la tinaja utilizada “para la purificación ritual de los judíos” (v. 6),era una costumbre antes de entrar en la casa purificarse, Jesús hace un signo elocuente: transforma la Ley de Moisés en el Evangelio, portador de alegría.
Luego
miramos a María. Las palabras que María dirige a los sirvientes
vienen a coronar el cuadro conyugal de Caná: “Lo que Él te diga,
hazlo” (v. 5). Incluso hoy, la Virgen María nos dice a
todos: “Hagan lo que Él les diga”. Estas palabras son una
herencia preciosa que nuestra Madre nos ha dejado. Y los siervos
obedecen en Caná.
Jesús
les dijo: Llenad de agua estas tinajas. Y las llenaron hasta el
borde. Él les dijo de nuevo: Saquen ahora un poco y llevénselo al
mayordomo. Y los trajeron “(versículos 7-8).
En
esta boda, realmente se estipula una Nueva Alianza y la nueva misión
se confía a los siervos del Señor, es decir a toda la Iglesia:
“Hagan lo que Él les diga”
Quisiera
subrayar una experiencia que seguramente muchos de ustedes hemos
tenido en nuestra vida, cuando estamos en situaciones difíciles,
cuando tenemos problemas que no sabemos cómo resolver, cuando
sentimos muchas veces ansia y angustia, cuando nos hace falta la
alegría hay que ir donde la Virgen y decirle “no tenemos vino se
terminó el vino, mira como estoy, mira mi corazón mi alma”, es la
Madre y ella seguro irá donde Jesús y dirá mira este o esta, no
tienen vino y después regresará donde nosotros y nos dirá
“Cualquier cosa que les diga haganla”. Para cada uno de nosotros
extraer de la tinaja es equivalente a confiar en la Palabra y en los
Sacramentos para experimentar la gracia de Dios en nuestra vida.
Entonces también como maestros de mesa que probó el agua convertida
en vino, podemos exclamar: “Has guardado el vino mejor hasta
ahora”(v. 10), siempre Jesús nos sorprende.
Que
la Santísima Virgen nos ayude a seguir su invitación: “Hagan lo
que Él les diga”, para que podamos abrirnos completamente a Jesús,
reconociendo en la vida cotidiana los signos de su presencia
vivificadora.
21.01.19
Santa Marta: El Papa llama a un “estilo nuevo”, el que indican las “Bienaventuranzas”
“La
humildad forma parte del estilo cristiano”
(21
enero 2019).- Basándose en el Evangelio del día (Marcos 2: 18-22),
el Papa Francisco instó a los cristianos a recibir el “vino nuevo”
del Evangelio en un “odre nuevo”. Pero para aquellos que profesan
ser cristianos, el odre nuevo es “nuevo” comportamiento”.
“El
Señor te ha ofrecido el vino nuevo pero tú no has cambiado los
odres” ha explicado el Santo Padre. “La mundanidad, la mundanidad
que es lo que arruina a tanta gente, ¡a tanta gente! Gente buena
pero que entra en este espíritu de la vanidad, de la soberbia, del
hacerse ver… No hay humildad y la humildad forma parte del estilo
cristiano”.
Así
ha observado el Santo Padre esta mañana, 21 de enero de 2019, en su
homilía en la Misa la Casa Santa Marta en el Vaticano
El
Papa explicó que “el Evangelio es un regalo para nosotros”, pero
como el vino nuevo, algo debe cambiar en el recipiente en el que se
recibe el regalo. Para nosotros, el contenedor es nuestro
comportamiento. Y antes del Evangelio, el Papa dijo que el
comportamiento humano era “acusatorio, mundano y egoísta”. Ese
no es el comportamiento que se ajusta al nuevo vino del Evangelio.
El
Santo Padre advirtió sobre el estilo “no cristiano”: “el
espíritu egoísta, el espíritu de indiferencia que es común en
nuestras comunidades. Uno se cree que es un buen católico, pero no
se preocupa por los problemas de los demás: las guerras, las
enfermedades y el sufrimiento de nuestros vecinos ”. Esta, dijo el
Papa, es la hipocresía que Jesús reprochó a los doctores de la
ley. “¿Cuál es entonces el estilo cristiano?”, preguntó.
Francisco
dijo que el estilo se describe en las bienaventuranzas. Las
Bienaventuranzas ofrecen la receta para el nuevo comportamiento del
cristiano: mansedumbre, humildad, paciencia en el sufrimiento, amor
por la justicia, capacidad de soportar la persecución, no juzgar a
los demás.
“Si
un católico quiere aprender el estilo cristiano, para no caer en
este estilo acusatorio, el estilo mundano y el estilo egoísta, debe
leer las Bienaventuranzas”, dijo Francisco. “Son los odres, el
camino que debemos tomar. Para ser un buen cristiano, uno debe tener
la capacidad no solo de recitar el Credo con el corazón, sino
también del Padre Nuestro con el corazón”.
22.01.19
JMJ Panamá: El Papa confía su viaje a Santa María la Mayor
67ª
visita a la ‘Salus Populi Romani’
(
22 enero 2019).- En la víspera de su partida para la Jornada Mundial
de la Juventud (JMJ) en Panamá, el 22 de enero de 2019, el Papa
Francisco visitó la Basílica romana de Santa María la Mayor.
El
director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Alessandro
Gisotti, publicó un tweet anunciando
la visita, con dos fotos del Papa recogido.
Como
lo hace antes y después de cada uno de sus viajes internacionales,
el Papa confió su viaje a la Virgen Salus
populi romani,
querida por los romanos, cuyo icono se encuentra en la basílica.
El
icono ha sido objeto de especial devoción desde el siglo XIII. Según
la tradición, fue pintado por el evangelista Lucas. Desde 2003,
también ha sido el icono de la JMJ.
Según
el blog cercano a la Santa Sede Il
Sismografo ,
se trataría de la 67ª visita del Papa argentino a este lugar desde
su elección.
Se
espera que el Papa esté en Panamá el 23 de enero a las 16:30 hora
local (22:30 h. en Roma) en el Aeropuerto Internacional de
Tocumen. Durante cuatro días en el país, se reunirá con las
autoridades, los obispos de América Central, los presos y presidirá
las grandes celebraciones de las Jornadas Mundiales de la Juventud:
Vía Crucis, el sábado por la noche, la misa del domingo.
23.01.19
Llegada a Panamá: Francisco detiene el papamóvil para bendecir a un niño
En
el recorrido hasta la Nunciatura apostólica
(23
enero 2019).- A su llegada a la Nunciatura apostólica en
Panamá, minutos antes de las 19 horas (en Panamá) del miércoles 23
de enero de 2019, el Santo Padre fue recibido por un grupo de jóvenes
en la entrada de la residencia, y por las personas religiosas y
laicas de la delegación pontificia.
Aunque
estaba previsto que el Santo Padre llegara a la Nunciatura en coche
blindado, Su Santidad quiso continuar en papamóvil hasta allí, como
gesto de cercanía con los peregrinos y visitantes, que participan en
esta Jornada Mundial de la Juventud 2019.
En
un momento concreto del tramo entre la sede de la Policía Nacional y
la Nunciatura apostólica, el Papa Francisco pidió que el papamóvil
se detuviera, delante de un niño en brazos de sus padres, al que
quiso bendecir más cercana.
Finalmente
llegó a la Nunciatura Apostólica, acompañado del Cardenal Pietro
Parolin, Secretario de Estado del Vaticano, el Nuncio Apostólico en
Panamá, Mons. Adamczyk Miroslaw, el Cardenal José Luis Lacunza, de
la Diócesis de David, en Panamá y el arzobispo de Panamá, Mons.
José Domingo Ulloa, entre otros.
Pequeños
santos
A
la llegada del Santo Padre a la Nunciatura, varios “santos” han
salido a su encuentro para recibirlo. Se trata de una iniciativa de
Monseñor José Ulloa, Arzobispo de Panamá, junto con el ministerio
“Amigos de Jesús y de María”. Un grupo de niños vestidos de
santos han brindado así una cálida bienvenida que se convierte en
un “llamado a la santidad”, indican los organizadores de la JMJ
2019.
Entre
el grupo de niños se encuentran: José Cruz Dodero Dolega de 10
años, José Miguel Spiegel de 8 años, André Philippe Leignaider de
7 años y Nicole Spiegel de 9 años, quienes expresaron su alegría
por encontrarse con el Papa Francisco. “Ellos esperan que el
Santo Padre bendiga a sus familias, a los pobres y a Panamá”,
señalan del Comité Organizador.
24.01.19
Papa Francisco: “Padre, como María queremos aprender a estar”
(25
enero 2019).- A las 17:30 horas (23:30 horas en Roma) ha
iniciado la ceremonia, con la llegada del Papa al Campo de Santa
María de la Antigua, donde estaba ya la cruz, símbolo de la JMJ,
colocada delante del altar.
“Padre,
hoy el vía crucis de tu Hijo se prolonga en el grito sofocado de los
niños a quienes se les impide nacer y de tantos otros a los que
se les niega el derecho a tener infancia”, Francisco ha comentado
la pasión del Señor, en el contexto de la sociedad moderna, de los
problemas reales y humanos.
Palabras
de Santo Padre
Señor,
Padre de misericordia, en esta Cinta Costera, junto a tantos jóvenes
venidos de todo el mundo, hemos acompañado a tu Hijo en el camino de
la cruz; ese camino que ha querido recorrer para mostrarnos cuánto
nos amas y cuán comprometido estás con nuestras vidas.
El
camino de Jesús hacia el Calvario es un camino de sufrimiento y
soledad que continúa en nuestros días. Él camina y padece en
tantos rostros que sufren la indiferencia satisfecha y anestesiante
de nuestra sociedad que consume y se consume, que ignora y se ignora
en el dolor de sus hermanos.
También
nosotros, tus amigos, Señor, nos dejamos llevar por la apatía y la
inmovilidad. No son pocas las veces que el conformismo nos ha ganado
y paralizado. Ha sido difícil reconocerte en el hermano sufriente:
hemos desviado la mirada, para no ver; nos hemos refugiado en el
ruido, para no oír; nos hemos tapado la boca, para no gritar.
Siempre
la misma tentación. Es más fácil y “pagador” ser amigos en
las victorias y en la gloria, en el éxito y en el aplauso; es
más fácil estar cerca del que es considerado popular y ganador.
Qué
fácil es caer en la cultura del bullying, del acoso y de la
intimidación.
Para
ti no es así Señor, en la cruz te identificaste con todo
sufrimiento, con todo aquel que se siente olvidado.
Para
ti no es así Señor, pues quisiste abrazar a todos aquellos que
muchas veces consideramos no dignos de un abrazo, de una
caricia, de una bendición; o, peor aún, ni nos damos cuenta de que
lo necesitan.
Para
ti no es así Señor, en la cruz te unes al vía crucis de cada
joven, de cada situación para transformarla en camino de
resurrección.
Padre,
hoy el vía crucis de tu Hijo se prolonga: se prolonga en el grito
sofocado de los niños a quienes se les impide nacer y de tantos
otros a los que se les niega el derecho a tener infancia, familia,
educación; en los niños que no pueden jugar, cantar, soñar… en
las mujeres maltratadas, explotadas y abandonadas, despojadas y
ninguneadas en su dignidad; en los ojos tristes de los jóvenes
que ven arrebatadas sus esperanzas de futuro por falta de educación
y trabajo digno; se prolonga en la angustia de rostros jóvenes,
amigos nuestros que caen en las redes de gente sin escrúpulos ―entre
ellas también se encuentran personas que dicen servirte, Señor―,
redes de explotación, de criminalidad y de abuso, que se alimentan
de sus vidas.
El
vía crucis de tu Hijo se prolonga en tantos jóvenes y familias que,
absorbidos en una espiral de muerte a causa de la droga, el
alcohol, la prostitución y la trata, quedan privados no solo de
futuro sino de presente. Y así como repartieron tus vestiduras,
Señor, queda repartida y maltratada su dignidad.
El
vía crucis de tu Hijo se prolonga en jóvenes con rostros fruncidos
que perdieron la capacidad de soñar, de crear e inventar el
mañana y se “jubilan” con el sinsabor de la resignación y el
conformismo, una de las drogas más consumidas en nuestro tiempo.
Se
prolonga en el dolor oculto e indignante de quienes, en vez de
solidaridad por parte de una sociedad repleta de abundancia,
encuentran rechazo, dolor y miseria, y además son señalados y
tratados como los portadores y responsables de todo el mal social.
Se
prolonga en la resignada soledad de los ancianos abandonados y
descartados.
Se
prolonga en los pueblos originarios, a quienes se despoja de sus
tierras, raíces y cultura, silenciando y apagando toda la sabiduría
que pueden aportar.
Padre,
el vía crucis de tu Hijo se prolonga en el grito de nuestra madre
tierra, que está herida en sus entrañas por la contaminación de
sus cielos, por la esterilidad en sus campos, por la suciedad de sus
aguas, y que se ve pisoteada por el desprecio y el consumo
enloquecido que supera toda razón.
Se
prolonga en una sociedad que perdió la capacidad de llorar y
conmoverse ante el dolor.
Sí,
Padre, Jesús sigue caminando, cargando y padeciendo en todos estos
rostros mientras el mundo, indiferente, consume el drama de su propia
frivolidad.
Y
nosotros, Señor, ¿qué hacemos?
¿Cómo
reaccionamos ante Jesús que sufre,camina,
emigra en el rostro de tantos amigos nuestros, de tantos desconocidos
que hemos aprendido a invisibilizar?
Y
nosotros, Padre de misericordia, ¿consolamos y acompañamos al
Señor, desamparado y sufriente, en los más pequeños y abandonados?
¿Lo
ayudamos a cargar el peso de la cruz, como el Cireneo, siendo
operadores de paz, creadores de alianzas, fermentos de
fraternidad? ¿Nos animamos a permanecer al pie de la cruz como
María?
Contemplamos
a María, mujer fuerte. De ella queremos aprender a estar de pie al
lado de la cruz. Con su misma decisión y valentía, sin evasiones ni
espejismos. Ella supo acompañar el dolor de su Hijo, tu Hijo, Padre;
sostenerlo en la mirada y cobijarlo con el corazón. Dolor que
sufrió, pero no la resignó. Fue la mujer fuerte del “sí”, que
sostiene y acompaña, cobija y abraza. Ella es la gran custodia de la
esperanza.
Nosotros
también, Padre, queremos ser una Iglesia que sostiene y acompaña,
que sabe decir: ¡Aquí estoy! en la vida y en las cruces de tantos
cristos que caminan a nuestro lado.
De
María aprendemos a decir “sí” al aguante recio y constante de
tantas madres, padres, abuelos que no dejan de sostener y acompañar
a sus hijos y nietos cuando “están en la mala”.
De
ella aprendemos a decir “sí” a la testaruda paciencia y
creatividad de aquellos que no se achican y vuelven a comenzar en
situaciones que parecen que todo está perdido, buscando crear
espacios, hogares, centros de atención que sean mano tendida en la
dificultad.
En
María aprendemos la fortaleza para decir “sí”
a quienes no se han callado y no se callan ante una cultura del
maltrato y del abuso, del desprestigio y la agresión y trabajan para
brindar oportunidades y condiciones de seguridad y protección.
En
María aprendemos a recibir y hospedar a todos aquellos que han
sufrido el abandono, que han tenido que dejar o perder su tierra, sus
raíces, sus familias, sus trabajos.
Padre,
como María queremos ser la Iglesia que propicie una cultura que sepa
acoger, proteger, promover e integrar; que no estigmatice y menos
generalice en la más absurda e irresponsable condena de identificar
a todo emigrante como portador de mal social.
De
ella queremos aprender a estar de pie al lado de la cruz, pero no con
un corazón blindado y cerrado, sino con un corazón que sepa
acompañar, que conozca de ternura y devoción;que entienda de piedad
al tratar con reverencia, delicadeza y comprensión. Queremos ser una
Iglesia de la memoria que respete y valorice a los ancianos y
reivindique el lugar que tienen como custodios de nuestras raíces.
Padre,
como María queremos aprender a “estar”.
Enséñanos
Señor a estar al pie de la cruz, al pie de las cruces; despierta
esta noche nuestros ojos, nuestro corazón; rescátanos de la
parálisis y de la confusión, del miedo y la desesperación.
Padre,
enséñanos a decir: Aquí estoy junto a tu Hijo, junto a María y
junto a tantos discípulos amados que quieren hospedar tu Reino en el
corazón. Amén
Tras
haber vivido la pasión del Señor junto a María al pie de la cruz
nos vamos con el corazón silencioso y en paz, alegre y con muchas
ganas de seguir a Jesús. Que Jesús los acompañe, y que la Virgen
los cuide.
26.01.19
Papa Francisco a los jóvenes: María, la primera ‘influencer’, la ‘influencer’ de Dios
(26
enero 2019).- “María no compró un seguro de vida, María dijo
¡sí! Es una influencer,
la influencer de
Dios. El ‘sí’ y las ganas de servir fueron más fuertes que
las dudas y las dificultades”,
“Hágase
en mí según tu palabra” es el lema de esta Jornada Mundial de la
Juventud 2019, en Panamá, y el mensaje principal que ha comunicado
el Santo Padre a los jóvenes en la Vigilia celebrada con ellos en el
Campo ‘San Juan Pablo II’ de Metro Park, Ciudad de Panamá, esta
noche, sábado 26 de enero de 2019.
“La
joven de Nazaret no salía en las redes sociales de la época –ha
ilustrado el Pontífice– no era una influencer,
pero sin quererlo ni buscarlo se volvió la mujer que más influenció
en la historia”.
En
este contexto, el Papa ha apelado a los jóvenes a decir ‘sí’ al
Señor como María, “Él quiere escribir esta historia de amor”,
les ha dicho. “La verdadera caída, la que es capaz de
arruinarnos la vida es permanecer en el piso y no dejarse ayudar”,
y ha pedido el Papa a los jóvenes “no permanecer caído”.
Discurso
del Santo Padre
Queridos
jóvenes, ¡buenas tardes!
Vimos
este hermoso espectáculo sobre el Árbol de la Vida que nos muestra
cómo la vida que Jesús nos regala es una historia de amor, una
historia de vida que quiere mezclarse con la nuestra y echar raíces
en la tierra de cada uno. Esa vida no es una salvación colgada “en
la nube” esperando ser descargada, ni una “aplicación” nueva a
descubrir o un ejercicio mental fruto de técnicas de autosuperación.
Tampoco un “tutorial” con el que aprender la última novedad. La
salvación que el Señor nos regala es una invitación a ser parte de
una historia de amor que se entreteje con nuestras historias; que
vive y quiere nacer entre nosotros para que demos fruto allí donde
estemos, como estemos y con quien estemos. Allí viene el Señor a
plantar y a plantarse; es el primero en decir “sí” a nuestra
vida, a nuestra historia, y quiere que también digamos “sí”
junto a Él. Él siempre va primero. Él siempre nos primerea, es
primero.
Así
sorprendió a María y la invitó a formar parte de esta historia de
amor. Sin lugar a dudas la joven de Nazaret no salía en las “redes
sociales” de la época, no era una influencer,
pero sin quererlo ni buscarlo se volvió la mujer que más influenció
en la historia.
María,
la influencer de
Dios. Con pocas palabras se animó a decir “sí” y a confiar en
el amor y en las promesas de Dios, única fuerza capaz de hacer
nuevas todas las cosas.
Siempre
llama la atención la fuerza del “sí” de esa joven, de ese
«hágase» que le dijo al ángel. Fue una cosa distinta a una
aceptación pasiva o resignada o un “sí” como diciendo: bueno,
vamos a probar a ver qué pasa. Fue algo más, algo distinto. Fue el
“sí” de quien quiere comprometerse y arriesgar, de quien quiere
apostarlo todo, sin más seguridad que la certeza de saber que era
portadora de una promesa. Tendría, sin dudas, una misión difícil,
pero las dificultades no eran una razón para decir “no”.
Tendría
complicaciones, ciertamente, pero no serían las mismas
complicaciones que se producen cuando la cobardía nos paraliza por
no tener todo claro o asegurado de antemano.
María
no compró un seguro de vida, María ¡dijo sí! Es una influencer,
la influencer de
Dios. El “sí” y las ganas de servir fueron más fuertes que
las dudas y las dificultades.
Esta
tarde también escuchamos cómo el “sí” de María hace eco y se
multiplica de generación en generación. Muchos jóvenes a ejemplo
de María arriesgan y apuestan guiados por una promesa. Gracias Erika
y Rogelio por el testimonio que nos han regalado. Fueron valientes
estos, ¿eh? Merecen un aplauso.
Compartieron
sus temores, dificultades y todo el riesgo vivido ante el nacimiento
de su hija Inés. En un momento dijeron: «A los padres, por diversas
circunstancias, nos cuesta aceptar la llegada de un bebé con alguna
enfermedad o discapacidad», eso es cierto y comprensible. Pero lo
sorprendente fue cuando agregaron: «al nacer nuestra hija decidimos
amarla con todo nuestro corazón». Ante su llegada, frente a todos
los anuncios y dificultades que aparecían, tomaron una decisión y
dijeron como María «hágase», decidieron amarla. Frente a la vida
de vuestra hija frágil, indefensa y necesitada la respuesta fue un
“sí” y ahí tenemos a Inés. ¡Ustedes creyeron que el mundo no
es solo para los fuertes!
Decir
“sí” al Señor, es animarse a abrazar la vida como viene con
toda su fragilidad y pequeñez y hasta muchas veces con todas sus contradicciones
e insignificancias con el mismo amor con el que nos hablaron Erika y
Rogelio. Es abrazar nuestra patria, nuestras familias, nuestros
amigos tal como son, también con sus fragilidades y pequeñeces.
Abrazar la vida se manifiesta también cuando damos la bienvenida a
todo lo que no es perfecto, puro o destilado, pero no por eso menos
digno de amor. ¿Acaso alguien por ser discapacitado o frágil no es
digno de amor?, ¿alguien por ser extranjero, por haberse equivocado,
por estar enfermo o en una prisión no es digno de amor? Así lo hizo
Jesús: abrazó al leproso, al ciego y al paralítico, abrazó al
fariseo y al pecador. Abrazó al ladrón en la cruz e incluso abrazó
y perdonó a quienes lo estaban crucificando.
Les
hago una pregunta. Alguien que es discapacitado. ¿Es digno de amor?
–¡Sí!– ¿Cómo? No se les oye bien. –¡¡Sí!!– Otra
pregunta, a ver como responden: Alguien por ser extranjero, por
haberse equivocado, ¿es digno de amor? ¡Sí! Gritan los
jóvenes. Solo lo que se ama puede ser salvado.
¿Por
qué? Porque solo lo que se ama puede ser salvado. Solo lo que se
abraza puede ser transformado. El amor del Señor es más grande que
todas nuestras contradicciones, fragilidades y pequeñeces, pero es
precisamente a través de nuestras contradicciones, fragilidades y
pequeñeces como Él quiere escribir esta historia de amor. Abrazó
al hijo pródigo, abrazó a Pedro después de sus negaciones y nos
abraza siempre, siempre, después de nuestras caídas ayudándonos a
levantarnos y ponernos de pie. Porque la verdadera caída, la que es
capaz de arruinarnos la vida es permanecer en el piso y no dejarse
ayudar. (…) No permanecer ca
Gracias
Alfredo por tu testimonio y la valentía de compartirlo con todos
nosotros. Me impresionó mucho cuando decías: «comencé a trabajar
en la construcción hasta que se terminó dicho proyecto. Sin empleo
las cosas tomaron otro color: sin colegio, sin ocupación y sin
trabajo». Lo resumo en los cuatro “sin” que dejan nuestra vida
sin raíces y se seca: sin trabajo, sin educación, sin comunidad,
sin familia.
¿Se
animan ustedes los grandes (adultos) a ver a los jóvenes con los
ojos de Dios? ¿A darles raíces para que después puedan llegar al
Cielo?
Es
imposible que alguien crezca si no tiene raíces fuertes que ayuden a
estar bien sostenido y agarrado a la tierra. Es fácil “volarse”
cuando no hay desde donde sujetarse. Esta es una pregunta que los
mayores estamos obligados a hacernos, es más, es una pregunta que
ustedes tendrán que hacernos y tendremos el deber de respondérsela:
qué raíces les estamos dando, qué cimientos para construirse como personas
les facilitamos. Qué fácil resulta criticar a los jóvenes y pasar
el tiempo murmurando si les privamos de oportunidades laborales,
educativas y comunitarias desde donde agarrarse y soñar el futuro.
Sin educación es difícil soñar futuro, sin trabajo es muy difícil
soñar futuro, sin familia y comunidad es casi imposible soñar
futuro. Porque soñar el futuro es aprender a responder no solo para
qué vivo, sino para quién vivo, para quién vale la pena gastar la
vida.
Como
nos decía Alfredo, cuando uno se descuelga y queda sin trabajo, sin
educación, sin comunidad y sin familia al final del día nos
sentimos vacíos y terminamos llenando ese vacío con
¡Qué
difícil se hace muchas veces entender el amor de Dios! Pero, ¡qué
regalo es saber que tenemos un Padre que nos abraza más allá de
todas nuestras imperfecciones!
¡El
primer paso es no tener miedo de recibir la vida como viene, abrazar
la vida!cualquier cosa. Porque ya no sabemos para quién vivir,
luchar y amar.
Recuerdo
una vez charlando con unos jóvenes que uno me pregunta: Padre, ¿por
qué hoy muchos jóvenes no se preguntan sobre si Dios existe o les
cuesta creer en Él y les falta tanto compromiso con la vida? Les
contesté: Y ustedes, ¿qué piensan sobre esto?.
Entre
las respuestas que surgieron en la conversación me acuerdo de una
que me tocó el corazón y tiene que ver con la experiencia que
Alfredo compartía: “Padre, es que muchos de ellos sienten que,
poco a poco, dejaron de existir para otros, se sienten muchas veces
invisibles”. Muchos jóvenes sienten que dejaban de existir para
otros, para la familia, para la comunidad. Sienten que son
invisibles. Es la cultura del abandono y de la falta de
consideración. No digo todos, pero muchos sienten que no tienen
mucho o nada para aportar porque no cuentan con espacios reales desde
donde sentirse convocados. ¿Cómo van a pensar que Dios existe si
elloshace
tiempo dejaron de existir para sus hermanos?
Lo
sabemos bien, no basta estar todo el día conectado para sentirse
reconocido o amado. Sentirse considerado e invitado a algo es más
grande que estar “en la red”. Significa encontrar espacios en el
que puedan con sus manos, con su corazón y con su cabeza sentirse
parte de una comunidad más grande que los necesita y que también
ustedes necesitan.
Eso
los santos lo entendieron muy bien. Pienso por ejemplo en Don Bosco
que no se fue a buscar a los jóvenes a ninguna parte lejana o
especial, sino que aprendió a ver todo lo que pasaba en la ciudad
con los ojos de Dios y, así, fue golpeado por cientos de niños y
jóvenes abandonados sin estudio, sin trabajo y sin la mano amiga de
una comunidad. Muchos vivían en la misma ciudad, muchos criticaban a
esos jóvenes, pero no sabían mirarlos con los ojos de Dios.
Él
lo hizo y se animó a dar el primer paso: abrazar la vida como se
presenta y, a partir de ahí, no tuvo miedo de dar el segundo: crear
con ellos una comunidad, una familia donde con trabajo y estudio se
sintieran amados. Darles raíces desde donde sujetarse para que
puedan llegar al cielo.
Pienso
en muchos lugares de nuestra América Latina que promueven lo que
llaman familia grande hogar de Cristo que, con el mismo espíritu de
la Fundación Juan Pablo II que nos contaba Alfredo y tantos otros
centros, buscan recibir la vida como viene en su totalidad y
complejidad porque saben que «una esperanza guarda el árbol: si es
cortado, aún puede retoñar, y no dejará de echar renuevos» (Jb
14,7).
Y
siempre se puede “retoñar y echar renuevos” cuando hay una
comunidad, calor de hogar donde echar raíces, que brinda la
confianza necesaria y prepara el corazón para descubrir un nuevo
horizonte: horizonte de hijo amado, buscado, encontrado y entregado a
una misión. Por medio de rostros concretos es como el Señor se
hace presente. Decir “sí” a esta historia de amor es decir
“sí” a ser instrumentos para construir, en nuestros barrios,
comunidades eclesiales capaces de callejear la ciudad, abrazar y
tejer nuevas relaciones. Ser un “influencer” en el siglo XXI es
ser custodios de las raíces, custodios de todo aquello que impide
que nuestra vida se vuelva gaseosa, se evapore en la nada. Sean
custodios de todo aquello que nos permita sentirnos parte los unos de
los otros. Que nos pertenecemos.
Así
lo vivió Nirmeen en la JMJ de Cracovia. Se encontró con una
comunidad viva, alegre, que le salió a su encuentro, le dio
pertenencia y le permitió vivir la alegría que significa ser
encontrada por Jesús.
Un
santo una vez se preguntó: «El progreso de la sociedad, ¿será
sólo para llegar a poseer el último auto o adquirir la última
técnica del mercado? ¿En eso se resume toda la grandeza del hombre?
¿No hay nada más que vivir para esto?» (cf. S. ALBERTO HURTADO,
Meditación de Semana Santa para jóvenes, 1946). Yo les pregunto:
¿Esa es vuestra grandeza? ¿No habrán sido creados para más? María
lo comprendió y dijo: ¡Hágase! Erika y Rogelio lo comprendieron y
dijeron: ¡Hágase! Alfredo lo comprendió y dijo: ¡Hágase!
Nirmeen lo comprendió
y dijo: ¡Hágase! Amigos, les pregunto: ¿Están dispuestos a decir
“sí”?
El
evangelio nos enseña que el mundo no será mejor porque haya menos
personas enfermas, débiles, frágiles o ancianas de quien ocuparse e
incluso no porque haya menos pecadores, sino será mejor cuando sean
más las personas que, como estos amigos, estén dispuestos y se
animen a gestar el mañana y creer en la fuerza transformadora del
amor de Dios. ¿Quieren ser “influencer” al estilo de María, que
se animó a decir «hágase»? Solo el amor nos vuelve más humanos,
más plenos, todo el resto son buenos pero vacíos placebos.
Dentro
de un momento nos encontraremos con Jesús vivo en la eucaristía.
Seguro que tendrán muchas cosas que decirle, contarle sobre
distintas situaciones de sus vidas, de sus familias y de sus países.
Estando frente a Él, cara a cara, no tengan miedo de abrirle el
corazón y que renueve el fuego de su amor, que los impulse a abrazar
la vida con toda su fragilidad y pequeñez, pero también con toda su
grandeza y hermosura. Que los ayude a descubrir la belleza de estar
vivos.
No
tengan miedo de decirle que ustedes también quieren tomar parte en
su historia de amor en el mundo, ¡que están para más!
Amigos:
Les pido también que en ese cara a cara con Jesús le pidan por mí
para que yo tampoco tenga miedo de abrazar la vida, cuide las raíces
y diga como María: ¡Hágase según tu palabra!
27.01.19
Papa Francisco: “No son el futuro ustedes, jóvenes, son el ahora de Dios”
Homilía
en la Misa de Envío
(27
enero 2019).- “Ustedes, queridos jóvenes, ustedes son el presente.
No son el futuro, ustedes, jóvenes son el ahora de Dios”.
Es
una exhortación la que hace Francisco a los jóvenes en esta Jornada
Mundial de la Juventud (JMJ) en Panamá: “Ustedes jóvenes, deben
pelear por su espacio hoy, porque la vida es hoy, nadie te puede
prometer un día del mañana, tu vida hoy es hoy, tu jugarte es hoy,
tu espacio es hoy. ¿Cómo estás respondiendo a esto?”.
“Dios
es real porque el amor es real, Dios es concreto porque el amor es
concreto”, el lenguaje de Francisco es conciso y directo.
Homilía
del Santo Padre
«Todos
en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. Entonces comenzó a
decirles: Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban
de oír» (Lc 4,20-21).
Así
el evangelio nos presenta el comienzo de la misión pública de
Jesús. Lo hace en la sinagoga que lo vio crecer, rodeado de
conocidos y vecinos y hasta quizá de alguna de sus “catequistas”
de la infancia que le enseñó la ley. Momento importante en la vida
del Maestro por el cual, el niño que se formó y creció en el seno
de esa comunidad, se ponía de pie y tomaba la palabra para anunciar
y poner en acto el sueño de Dios. Una palabra proclamada hasta
entonces solo como promesa de futuro, pero que en boca de Jesús solo
podía decirse en presente, haciéndose realidad: «Hoy se ha
cumplido».
Jesús
revela el ahora de Dios que sale a nuestro encuentro para convocarnos
también a tomar parte en su ahora de «llevar la Buena Noticia
a los pobres, la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos,
dar libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia en el
Señor» (cf. Lc 4,18-19). Es el ahora de Dios que con Jesús se hace
presente, se hace rostro, carne, amor de misericordia que no espera
situaciones ideales o perfectas para su manifestación, ni acepta
excusas para su realización. Él es el tiempo de Dios que hace justa
y oportuna cada situación y espacio. En Jesús se inicia y se hace
vida el futuro prometido.
¿Cuándo?
Ahora. Pero no todos los que allí lo escucharon se sentían
invitados o convocados. No todos los vecinos de Nazaret estaban
preparados para creer en alguien que conocían y habían visto crecer
y que los invitaba a poner en acto un sueño tan esperado. Es más,
«decían: “¿No es este el hijo de José?”» (Lc 4,22).
También
a nosotros nos puede pasar lo mismo. No siempre creemos que Dios
pueda ser tan concreto y cotidiano, tan cercano y real, y menos aún
que se haga tan presente y actúe a través de alguien conocido como
puede ser un vecino, un amigo, un familiar. No siempre creemos que el
Señor nos pueda invitar a trabajar y a embarrarnos las manos junto a
Él en su Reino de forma tan simple pero contundente. Cuesta aceptar
que «el amor divino se haga concreto y casi experimentable en la
historia con todas sus vicisitudes dolorosas y gloriosas» (BENEDICTO
XVI, Audiencia general, 28 septiembre 2005).
No
son pocas las veces que actuamos como los vecinos de Nazaret, que
preferimos un Dios a la distancia: lindo, bueno, generoso, bien
dibujadito, pero distante y sobre todo, un Dios que no incomode, un
Dios domesticado. Porque un Dios cercano y cotidiano, un Dios amigo y
hermano nos pide aprender de cercanías, de cotidianeidad y sobre
todo de fraternidad. Él no quiso tener una manifestación angelical
o espectacular, sí nos quiso regalarnos un rostro hermano y amigo,
concreto, familiar. Dios es real porque el amor es real, Dios es
concreto porque el amor es concreto. Y es precisamente esta
«concreción del amor lo que constituye uno de los elementos
esenciales de la vida de los cristianos» (cf. BENEDICTO XVI,
Homilía, 1 marzo 2006).
Nosotros
también podemos correr los mismos riesgos que los vecinos de
Nazaret, cuando en nuestras comunidades el Evangelio se quiere hacer
vida concreta y comenzamos a decir: “pero estos chicos, no son
hijos de María, José, y no son hermanos de… Estos no son los
jovencitos que nosotros ayudamos a crecer… que se callen la boca,
¿cómo los vamos a creer? Ese de allá, no era el que rompía
siempre los vidrios con su pelota”. Y lo que nació para ser
profecía y anuncio del Reino de Dios termina domesticado y
empobrecido. Querer domesticar la Palabra de Dios es tentación de
todos los días.
E
incluso a ustedes, queridos jóvenes, les puede pasar lo mismo cada
vez que piensan que su misión, su vocación, que hasta su vida es
una promesa pero solo para el futuro y nada tiene que ver con vuestro
presente. Como si ser joven fuera sinónimo de sala de espera de
quien aguarda el turno de su hora. Y en el “mientras tanto” de
esa hora, les inventamos o se inventan un futuro higiénicamente bien empaquetado
y sin consecuencias, bien armado y garantizado con todo “bien
asegurado”.
No
queremos ofrecerles a ustedes un futuro de laboratorio. Es la
“ficción” de alegría, no la alegría del hoy, del concreto, del
amor. Y así, con esta ficción de la alegría los “tranquilizamos”
y adormecemos para que no hagan ruido, para que no molesten mucho,
para que no se pregunten ni pregunten, para que no se cuestionen ni
cuestionen; y en ese “mientras tanto” sus sueños pierden vuelo,
se vuelven rastreros, comienzan a dormirse, son “ensoñamientos”
pequeños y tristes (cf. Homilía del Domingo de Ramos, 25 marzo
2018), tan solo porque consideramos o consideran que todavía no es
su ahora; que son demasiado jóvenes para involucrarse en soñar y
trabajar el mañana, y así los seguimos procrastinando, y saben una
cosa, que a muchos jóvenes esto les gusta. Por favor, ayudémosle a
que no les gusten, a que se revelen, a que quieran vivir el ahora de
Dios.
Uno
de los frutos del pasado Sínodo fue la riqueza de poder encontrarnos
y, sobre todo, escucharnos. La riqueza de la escucha entre
generaciones, la riqueza del intercambio y el valor de reconocer que
nos necesitamos, que tenemos que esforzarnos en propiciar canales y
espacios en los que involucrarse en soñar y trabajar el mañana ya
desde hoy. Pero no aisladamente, sino juntos, creando un espacio en
común. Un espacio que no se regala ni lo ganamos en la lotería,
sino un espacio por el que también ustedes deben pelear. Ustedes
jóvenes deben pelear por su espacio hoy, porque la vida es hoy,
nadie te puede prometer un día del mañana, tu vida hoy es hoy, tu
jugarte es hoy, tu espacio es hoy. ¿Cómo estás respondiendo esto?
Ustedes,
queridos jóvenes, ustedes son el presente.. no son el futuro,
ustedes, jóvenes son el ahora de Dios. Él los convoca, los llama en
sus comunidades, los llama en sus ciudades para ir en búsqueda de
sus abuelos, de sus mayores; a ponerse de pie y junto a ellos tomar
la palabra y poner en acto el sueño con el que el Señor los soñó.
No
mañana, ahora, porque allí, ahora, donde esté su tesoro, está
también su corazón (cf. Mt 6,21); y aquello que los enamore
conquistará no solo vuestra imaginación, sino que lo afectará
todo. Será lo que los haga levantarse por la mañana y los impulse
en las horas de cansancio, lo que les rompa el corazón y lo que les
haga llenarse de asombro, alegría y gratitud. Sientan que tienen una
misión y enamórense, que eso lo decidirá todo (cf. PEDRO ARRUPE,
S.J., Nada es más práctico). Podremos tener todo, pero queridos
jóvenes, si falta la pasión del amor, faltará todo. La pasión del
amor hoy, y dejemos que el Señor nos enamore y nos lleve hasta el
mañana.
Para
Jesús no hay un “mientras tanto” sino amor de misericordia que
quiere anidar y conquistar el corazón. Él quiere ser nuestro
tesoro, porque no es un “mientras tanto” en la vida o moda
pasajera, es amor de entrega que invita a entregarse.
Es
amor concreto, cercano, real; es alegría festiva que nace al optar y
participar en la pesca milagrosa de la esperanza y la caridad, la
solidaridad y la fraternidad frente a tanta mirada paralizada y
paralizante por los miedos y la exclusión, la especulación y la
manipulación.
Hermanos:
El Señor y su misión no son un “mientras tanto” en nuestra
vida, algo pasajero, no son solo una Jornada Mundial de la Juventud,
¡son nuestra vida! de hoy y caminando.
Todos
estos días de forma especial ha susurrado como música de fondo el
“hágase” de María. Ella no solo creyó en Dios y en sus
promesas como algo posible, le creyó a Dios, se animó a decir “sí”
para participar en este ahora del Señor. Sintió que tenía una
misión, se enamoró y eso lo decidió todo.
Ustedes
sientan que tienen una misión, se dejen enamorar, y el Señor
decidirá todo.
Y
como sucedió en la sinagoga de Nazaret, el Señor, en medio nuestro,
sus amigos y conocidos, vuelve a ponerse de pie, a tomar el libro y
decirnos: «Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban
de oír» (Lc 4,21).
Queridos
jóvenes, ¿quieren vivir la concreción de su amor? Que vuestro “sí”
siga siendo la puerta de ingreso para que el Espíritu Santo nos
regale un nuevo Pentecostés a la Iglesia y al mundo. Que así sea.
28.01.19
Papa Francisco: “Sufro por lo que está sucediendo en Venezuela en este momento”
Conferencia
de prensa en el avión Panamá-Roma
(28
enero 2019).- “Estoy sufriendo por lo que está sucediendo en este
momento en Venezuela y por eso pedí una solución justa y pacífica”,
dice el Papa Francisco, respondiendo a los periodistas en el avión
que lo trajo de vuelta de Panamá a Roma, el domingo 27 al lunes 28
de enero de 2019, una misión cumplida sin ser perdonada.
Después
del Ángelus, del domingo, 27 de enero, en Panamá, después de la
Casa Hogar del Buen Samaritano, el Papa se ha referido a la situación
de Venezuela deseando una salida pacífica en un país donde un
presidente autoproclamado, el pasado miércoles 24 de enero, Juan
Guaido, presidente del Parlamento venezolano, se enfrenta al
presidente Nicolás Maduro, en medio de años de crisis política,
social y humanitaria.
Dijo:
“Aquí en Panamá, he pensado mucho en la gente de Venezuela, con
quien me siento particularmente unida en estos días. En vista
de la grave situación que atraviesa, le pido al Señor que busquemos
y alcancemos una solución justa y pacífica para superar la crisis,
respetar los derechos humanos y desear solo el bien de todos los
habitantes del país. Los invito a orar poniendo esta intención
de oración bajo la protección de Nuestra Señora de Coromoto,
Patrona de Venezuela”.
El
Papa también publicó un tweet con las mismas palabras: “Aquí en
Panamá, pensé en el pueblo venezolano del cual me siento
particularmente cerca de estos días. Ante la grave situación
que atraviesa, los invito a orar por una solución justa y pacífica”.
Aquí
está la pregunta que se le hizo en el avión y su respuesta.
En
Panamá, usted dijo que estaba muy cercano de los venezolanos y pidió
una solución justa y pacífica, en el respeto por los derechos
humanos y de todos. Los venezolanos quieren entender: ¿qué
significa esto? ¿La solución pasa por el reconocimiento de
Juan Guaidó, que ha sido apoyado por muchos
países? Otros piden elecciones libres rápidamente. La
gente quiere sentir su apoyo, su ayuda y su consejo.
En
este momento, apoyo a todos los venezolanos porque están sufriendo,
los que están de un lado y los del otro.
Si
señalo lo que dice tal o tal país, diría algo que no
conozco, sería imprudencia pastoral y sería perjudicial. Las
palabras que pronuncié, las pensé y las repensé. Y creo que
con estas palabras he expresado mi cercanía, lo que siento.
Estoy
sufriendo por lo que está sucediendo en Venezuela en este momento y
es por eso que pedí una solución justa y pacífica. Lo que me
asusta es el derramamiento de sangre. Y pido la grandeza en la
ayuda de aquellos que pueden ayudar a resolver el problema.
El
problema de la violencia me aterroriza, después de todo el proceso
de paz en Colombia, pensar en el intento en la escuela de cadetes el
otro día, algo aterrador. Por eso tengo que ser … No me gusta
la palabra “equilibrado”, quiero ser un pastor, y si hay
necesidad de ayuda, la piden de común acuerdo”.
29.01.19
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