Santa Marta: “Con los ojos del hombre y con los ojos de Dios”
Fiesta
de San Juan Bosco
(31
enero 2019).- “Don Bosco tuvo el coraje de mirar la realidad con
los ojos del hombre y con los ojos de Dios. Que todos los sacerdotes
lo imiten: mirando la realidad con los ojos del hombre y con los ojos
de Dios”: este es el tweet que ha publicado hoy el Papa Francisco,
31 de enero de 2019, tomado de su meditación en la misa de la
mañana, en la capilla de Santa Marta.
En
su homilía –reportada por Vatican
News– el
Papa Francisco se refirió a la figura de la madre de Don Bosco, una
mujer sencilla “que no había estudiado en la facultad de
teología”, y que le dijo en el momento de su ordenación: “De
ahora en adelante, vas a sufrir”. El sacerdote sufre –ha
explicado el Papa– no porque “haga el faquir” sino porque mira
la realidad con los ojos de los hombres y de Dios.
Al
ver a los jóvenes abandonados en las calles –ha enfatizado el
Papa– Don Bosco “se movió como hombre y comenzó a pensar en
maneras de hacer crecer a los jóvenes… caminos humanos. Y
luego tuvo el coraje de mirar con los ojos de Dios… con un amor
paternal, y al mirar a Dios con los ojos del mendigo que piden luz,
comenzó a avanzar”.
El
sacerdote debe tener “estas dos polaridades”, insistió el Papa
Francisco: “mirar la realidad con los ojos del hombre y con los
ojos de Dios”, y para eso debe pasar “mucho tiempo antes del
tabernáculo”.
Don
Bosco, continuó, “no llegó solo con el catecismo y el crucifijo,
diciendo ‘hazlo’. Los jóvenes le habrían dicho: ‘Buenas
noches, hasta mañana’. No, no: se les acercó con su vivacidad.
Les hizo jugar, caminó con ellos, escuchó con ellos, vio con
ellos, lloró con ellos y los llevó más lejos”.
El
sacerdote debe mirar a “personas humanamente” y estar “siempre
sin caminos”. Y el Papa debe advertir nuevamente: el sacerdote no
es un funcionario que recibe “de 15 a 17:30 horas”: “Tenemos
tantos buenos funcionarios, que hacen su trabajo … pero el
sacerdote no puede ser. El sacerdote levanta la vista para “entender
que son (sus) hijos, (sus) hermanos” y él “tiene el coraje de ir
a pelear allí: el sacerdote es alguien que lucha con Dios”.
01.02.19
Santa Marta: Perseverar en la fe en los momentos de desolación
El
Papa aconseja la memoria y la esperanza
(1
feb. 2019).- “La vida cristiana no es un carnaval, no es una fiesta
y alegría continua –recuerda el Papa– la vida cristiana tiene
momentos hermosos y momentos feos, momentos de tibieza, de desapego,
como he dicho, donde todo no tiene sentido… el momento de la
desolación”.
En
la capilla de la Casa Santa Marta, el Pontífice ha celebrado la
Santa Misa y ha comentado la Primera Lectura del día (Heb 10,32-39),
“una catequesis sobre la perseverancia: perseverar en el camino de
la fe, perseverar en el servicio del Señor”, ha señalado.
En
este momento –ha descrito el Santo Padre– “tanto por las
persecuciones internas como por el estado interior del alma”, el
autor de la Carta a los Hebreos dice: “Sólo se necesita
constancia. Sí. Pero la constancia, ¿por qué? “Ustedes necesitan
constancia para cumplir la voluntad de Dios y entrar en posesión de
la promesa. Constancia para alcanzar la promesa”.
Todos
pasamos por fases de “desolación”, ha señalado Francisco,
“momentos oscuros” en los que las cosas parecen perder sentido,
pero es entonces cuando los cristianos deben “perseverar” para
“alcanzar la promesa” del Señor, sin “dejarse caer” o
“retroceder”.
Memoria
y esperanza
El
Papa ha indicado “la memoria y la esperanza” como dos grandes
referentes para combatir la desolación.
“Resistir
en los malos tiempos –ha continuado– pero una resistencia de
memoria y esperanza, una resistencia con el corazón: el corazón,
cuando piensa en los buenos tiempos, respira, cuando mira a la
esperanza, también puede respirar. Eso es lo que debemos hacer en
tiempos de desolación, para encontrar el primer consuelo y la
primera consolación prometida por el Señor”.
Mártires
de Lituania
Finalmente,
el Papa Francisco recuerda su viaje apostólico a Lituania, en
septiembre de 2018, y cómo le impresionó el coraje de tantos
cristianos, de tantos mártires que han “perseverado en la fe”.
Aún
hoy, muchos, muchos hombres y mujeres están sufriendo por la fe pero
recuerdan el primer encuentro con Jesús, tienen esperanza y siguen
adelante. Éste es un consejo que el autor de la Carta a los Hebreos
da para los momentos también de persecución, cuando los cristianos
son perseguidos, atacados: tengan perseverancia”
02.02.19
Francisco en Abu Dhabi: “Invertir en cultura ayuda a que disminuya el odio”
Esta
tarde, a las 17.45 hora local (14.45 horas en Roma), el Santo Padre
Francisco, junto con el Gran Imán, se trasladó al Founder’s
Memorial para el Encuentro Interreligioso.
A
su llegada, el Papa y el Gran Imán fueron recibidos por el príncipe
heredero Su Alteza el Jeque Mohammed bin Zayed Al Nahyan y subieron
al podio juntos.
Discurso
del Santo Padre
Al
Salamò Alaikum! La paz esté con vosotros.
Agradezco
sinceramente a Su Alteza el Jeque Mohammed bin Zayed Al Nahyan y al
Dr. Ahmad Al-Tayyib, Gran Imán de Al-Azhar, por sus palabras. Doy
las gracias al Consejo de los Ancianos por el encuentro que acabamos
de tener en la Mezquita Sheikh Zayed.
Saludo
cordialmente a las autoridades civiles y religiosas y al cuerpo
diplomático. Permítanme además un sincero agradecimiento por la
cálida bienvenida que nos han dispensado a mí y a mi delegación.
También
doy las gracias a todas las personas que contribuyeron a hacer
posible este viaje y que han trabajado en este evento con dedicación,
entusiasmo y profesionalismo: a los organizadores, al personal de
Protocolo, al de Seguridad y a todos aquellos que “entre
bambalinas” han colaborado de diversas maneras. Agradezco de forma
especial al señor Mohamed Abdel Salam, exconsejero del Gran Imán.
Desde
vuestra patria me dirijo a todos los países de la Península, a
quienes deseo enviarles mi más cordial saludo, con amistad y
aprecio.
Con
gratitud al Señor, en el octavo centenario del encuentro entre san
Francisco de Asís y el sultán al-Malik al-Kāmil, he aceptado la
ocasión para venir aquí como un creyente sediento de paz, como un
hermano que busca la paz con los hermanos. Querer la paz, promover la
paz, ser instrumentos de paz: estamos aquí para esto.
El
logo de este viaje representa una paloma con una rama de olivo. Es
una imagen que recuerda la historia del diluvio universal, presente
en diferentes
tradiciones religiosas. De acuerdo con la narración bíblica, para
preservar a la humanidad de la destrucción, Dios le pide a Noé que
entre en el arca con su familia. También hoy, en nombre de Dios,
para salvaguardar la paz, necesitamos entrar juntos como una misma
familia en un arca que pueda navegar por los mares tormentosos del
mundo: el arca de la fraternidad.
El
punto de partida es reconocer que Dios está en el origen de la
familia humana. Él, que es el Creador de todo y de todos, quiere que
vivamos como hermanos y hermanas, habitando en la casa común de la
creación que él nos ha dado. Aquí, en las raíces de nuestra
humanidad común, se fundamenta la fraternidad como una «vocación
contenida en el plan creador de Dios».[1] Nos
dice que todos tenemos la misma dignidad y que nadie puede ser amo o
esclavo de los demás.
No
se puede honrar al Creador sin preservar el carácter sagrado de toda
persona y de cada vida humana: todos son igualmente valiosos a los
ojos de Dios. Porque él no mira a la familia humana con una mirada
de preferencia que excluye, sino con una mirada benevolente que
incluye. Por lo tanto, reconocer los mismos derechos a todo ser
humano es glorificar el nombre de Dios en la tierra. Por lo tanto, en
el nombre de Dios Creador, hay que condenar sin vacilación toda
forma de violencia, porque usar el nombre de Dios para justificar el
odio y la violencia contra el hermano es una grave profanación. No
hay violencia que encuentre justificación en la religión.
El
enemigo de la fraternidad es el individualismo, que se traduce en la
voluntad de afirmarse a sí mismo y al propio grupo por encima de los
demás. Es una insidia que amenaza a todos los aspectos de la vida,
incluso la prerrogativa más alta e innata del hombre, es decir, la
apertura a la trascendencia y a la religiosidad. La verdadera
religiosidad consiste en amar a Dios con todo nuestro corazón y al
prójimo como a nosotros mismos. Por lo tanto, la conducta religiosa
debe ser purificada continuamente de la tentación recurrente de
juzgar a los demás como enemigos y adversarios. Todo credo está
llamado a superar la brecha entre amigos y enemigos, para asumir la
perspectiva del Cielo, que abraza a los hombres sin privilegios ni
discriminaciones.
Por
eso, quisiera expresar mi aprecio por el compromiso con que este
país
tolera y garantiza la libertad de culto, oponiéndose al extremismo y
al odio. De esta manera, al mismo tiempo que se promueve la libertad
fundamental de profesar la propia fe, que es una exigencia intrínseca
para la realización del hombre, también se vigila para que la
religión no sea instrumentalizada y corra el peligro, al admitir la
violencia y el terrorismo, de negarse a sí misma.
La
fraternidad ciertamente «expresa también la multiplicidad y
diferencia que hay entre los hermanos, si bien unidos por el
nacimiento y por la misma naturaleza y dignidad».[2] Su
expresión es la pluralidad religiosa. En este contexto, la actitud
correcta no es la uniformidad forzada ni el sincretismo
conciliatorio: lo que estamos llamados a hacer, como creyentes, es
comprometernos con la misma dignidad de todos, en nombre del
Misericordioso que nos creó y en cuyo nombre se debe buscar la
recomposición de los contrastes y la fraternidad en la diversidad.
Aquí me gustaría reafirmar la convicción de la Iglesia Católica:
«No podemos invocar a Dios, Padre de todos, si nos negamos a
conducirnos fraternalmente con algunos hombres, creados a imagen de
Dios».[3]
Sin
embargo, se nos presentan varias cuestiones ¿Cómo
protegernos mutuamente en la única familia humana? ¿Cómo alimentar
una fraternidad no teórica que se traduzca en auténtica
fraternidad? ¿Cómo hacer para que prevalezca la inclusión del otro
sobre la exclusión en nombre de la propia pertenencia de cada uno?
¿Cómo pueden las religiones, en definitiva, ser canales de
fraternidad en lugar de barreras de separación?
La
familia humana y la valentía de la alteridad
Si
creemos en la existencia de la familia humana, se deduce que esta, en
sí misma, debe ser protegida. Como en todas las familias, esto
ocurre principalmente a través de un diálogo cotidiano y efectivo.
Presupone la propia identidad, de la que no se debe abdicar para
complacer al otro. Pero, al mismo tiempo, pide la valentía de la
alteridad,[4] que
implica el pleno reconocimiento del otro y de su libertad, y el
consiguiente compromiso de empeñarme para que sus derechos
fundamentales sean siempre respetados por todos y en todas partes.
Porque sin libertad ya no somos hijos de la familia humana, sino
esclavos. De entre las libertades me gustaría destacar la religiosa.
Esta no se limita solo a la libertad de culto, sino que ve en el otro
a un verdadero hermano, un hijo de mi propia humanidad que Dios deja
libre y que, por tanto, ninguna institución humana puede forzar, ni
siquiera en su nombre.
Diálogo
y oración
La
valentía de la alteridad es el alma del diálogo, que se basa en la
sinceridad de las intenciones. El diálogo está de hecho amenazado
por la simulación, que aumenta la distancia y la sospecha: no se
puede proclamar la fraternidad y después actuar en la dirección
opuesta. Según un escritor moderno, «quien se miente a sí mismo y
escucha sus propias mentiras, llega al punto en el que ya no puede
distinguir la verdad,
ni dentro de sí mismo ni a su alrededor, y así comienza a no tener
ya estima ni de sí mismo ni de los demás».[5]
Para
todo esto la oración es indispensable: mientras encarna la valentía
de la alteridad con respecto a Dios, en la sinceridad de la
intención, purifica el corazón del replegarse en sí mismo. La
oración hecha con el corazón es regeneradora de fraternidad. Por
eso, «en lo referente al futuro del diálogo interreligioso, la
primera cosa que debemos hacer es rezar. Y rezar los unos por los
otros: ¡somos hermanos! Sin el Señor, nada es posible; con él,
¡todo se vuelve posible! Que nuestra oración —cada uno según la
propia tradición— pueda adherirse plenamente a la voluntad de
Dios, quien desea que todos los hombres se reconozcan hermanos y
vivan como tal, formando la gran familia humana en la armonía de la
diversidad».[6]
No
hay alternativa: o construimos el futuro juntos o no habrá futuro.
Las religiones, de modo especial, no pueden renunciar a la tarea
urgente de construir puentes entre los pueblos y las culturas. Ha
llegado el momento de que las religiones se empeñen más
activamente, con valor y audacia, con sinceridad, en ayudar a la
familia humana a madurar la capacidad de reconciliación, la visión
de esperanza y los itinerarios concretos de paz.
Volvemos
entonces a la imagen inicial de la paloma de la paz. También la paz
para volar necesita alas que la sostengan. Las
alas de la educación y la justicia.
Educar
—en latín significa extraer, sacar— es descubrir los preciosos
recursos del alma. Es confortador observar que en este país no solo
se invierte en la extracción de los recursos de la tierra, sino
también en los del corazón, en la educación de los jóvenes. Es un
compromiso que espero continúe y se extienda a otros lugares.
También la educación acontece en la relación, en la reciprocidad.
Junto a la famosa máxima antigua “conócete a ti mismo”, debemos
colocar “conoce a tu hermano”: su historia, su cultura y su fe,
porque no hay un verdadero conocimiento de sí mismo sin el otro.
Como hombres, y más aún como hermanos, recordémonos que nada de lo
que es humano nos puede ser extraño.[7] Es
importante para el futuro formar identidades abiertas, capaces de
superar la tentación de replegarse sobre sí mismos y volverse
rígidos.
Invertir
en cultura ayuda a que disminuya el odio y aumente la civilización y
la prosperidad. La educación y la violencia son inversamente
proporcionales. Las instituciones católicas —muy apreciadas en
este país y en la región— promueven dicha educación para la paz
y el entendimiento mutuo para prevenir la violencia.
Los
jóvenes, rodeados con frecuencia por mensajes negativos y noticias
falsas, deben aprender a no rendirse a las seducciones del
materialismo, del odio y de los prejuicios; aprender a reaccionar
ante la injusticia y también ante las experiencias dolorosas del
pasado; aprender
a defender los derechos de los demás con el mismo vigor con el que
defienden sus derechos. Un día ellos nos juzgarán: bien, si les
hemos dado bases sólidas para crear nuevos encuentros de
civilización; mal, si les hemos proporcionado solo espejismos y la
desolada perspectiva de conflictos perjudiciales de incivilidad.
La
justicia es la segunda ala de la paz, que a menudo no se ve amenazada
por episodios individuales, sino que es devorada lentamente por el
cáncer de la injusticia.
Por
lo tanto, uno no puede creer en Dios y no tratar de vivir la justicia
con todos, de acuerdo con la regla de oro: «Todo lo que queráis que
haga la gente con vosotros, hacedlo vosotros con ella; pues esta es
la Ley y los Profetas» (Mt 7,12).
¡La
paz y la justicia son inseparables! El profeta Isaías dice: «La
obra de la justicia será la paz» (32,17). La paz muere cuando se
divorcia de la justicia, pero la justicia es falsa si no es
universal. Una justicia dirigida solo a miembros de la propia
familia, compatriotas, creyentes de la misma fe es una justicia que
cojea, es una injusticia disfrazada.
Las
religiones tienen también la tarea de recordar que la codicia del
beneficio vuelve el corazón inerte y que las leyes del mercado
actual, que exigen todo y de forma inmediata, no favorecen el
encuentro, el diálogo, la familia, las dimensiones esenciales de la
vida que necesitan de tiempo y paciencia. Que las religiones sean la
voz de los últimos, que no son estadísticas sino hermanos, y estén
del lado de los pobres; que vigilen como centinelas de fraternidad en
la noche del conflicto, que sean referencia solícita para que la
humanidad no cierre los ojos ante las injusticias y nunca se resigne
ante los innumerables dramas en el mundo.
El
desierto que florece
Después
de haber hablado de la fraternidad como arca de paz, me gustaría
inspirarme en una segunda imagen, la del desierto que nos rodea. Aquí,
en pocos años, con visión de futuro y sabiduría, el desierto se ha
transformado en un lugar próspero y hospitalario; el desierto ha
pasado de ser un obstáculo intransitable e inaccesible a un lugar de
encuentro entre culturas y religiones. Aquí el desierto ha
florecido, no solo por unos pocos días al año, sino para muchos
años venideros. Este país, en el que la arena y los rascacielos se
dan la mano, sigue siendo una importante encrucijada entre el
Occidente y el Oriente, entre el Norte y el Sur del planeta, un lugar
de desarrollo, donde los espacios, en otro tiempo inhóspitos,
ofrecen puestos de trabajo para personas de diversas naciones.
Sin
embargo, el desarrollo tiene también sus adversarios. Y si el
enemigo de la fraternidad era el individualismo, me gustaría señalar
a la indiferencia como un obstáculo para el desarrollo, que termina
convirtiendo las realidades florecientes en tierras desiertas. De
hecho, un desarrollo meramente utilitario no ofrece un progreso real
y duradero. Solo un desarrollo integral e integrador favorece un
futuro digno del hombre. La indiferencia impide ver a la comunidad
humana más allá de las ganancias y al hermano más allá del
trabajo que realiza. La indiferencia no mira hacia el futuro; no le
interesa el futuro de la creación, no le importa la dignidad del
forastero y el futuro de los niños.
En
este contexto, me alegro de que, en el pasado mes de noviembre, haya
tenido lugar aquí en Abu Dhabi el primer Foro de la Alianza
Interreligiosa para Comunidades más seguras, sobre el tema de la
dignidad del niño en la era digital. Este
evento acogió el mensaje publicado un año antes en Roma en el
Congreso Internacional sobre el mismo tema, al que le di todo mi
apoyo y aliento. Por lo tanto, agradezco a todos los líderes
comprometidos en este ámbito y les aseguro mi apoyo, solidaridad y
colaboración, como también la de la Iglesia Católica, en esta
causa importante de la protección de los menores en todos sus
aspectos.
Aquí,
en el desierto, se ha abierto un camino de desarrollo fecundo que, a
partir del trabajo, ofrece esperanzas a muchas personas de diferentes
pueblos, culturas y credos. Entre ellos, también muchos cristianos,
cuya presencia en la región se remonta a siglos atrás, han
encontrado oportunidades y han contribuido de manera significativa al
crecimiento y bienestar del país. Además de las habilidades
profesionales, os brindan la autenticidad de su fe. El respeto y la
tolerancia que encuentran, así como los lugares de culto necesarios
donde rezan, les permiten esa maduración espiritual que luego
beneficia a toda la sociedad. Los animo a que continúen en este
camino, para que aquellos que viven o están de paso preserven no
solo la imagen de las grandes obras construidas en el desierto, sino
también de una nación que incluye y abarca a todos.
En
este mismo espíritu deseo que, no solo aquí, sino en toda la amada
y neurálgica región de Oriente Medio, haya oportunidades concretas
de encuentro: una sociedad donde personas de diferentes religiones
tengan el mismo derecho de ciudadanía y donde solo se le quite ese derecho a
la violencia, en todas sus formas.
Una
convivencia fraterna basada en la educación y la justicia; un
desarrollo humano, construido sobre la inclusión acogedora y sobre
los derechos de todos: estas son semillas de paz, que las religiones
están llamadas a hacer brotar. A ellos les corresponde, quizás como
nunca antes, en esta delicada situación histórica, una tarea que ya
no puede posponerse: contribuir activamente a la desmilitarización
del corazón del hombre. La carrera armamentística, la extensión de
sus zonas de influencia, las políticas agresivas en detrimento de lo
demás nunca traerán estabilidad. La guerra no sabe crear nada más
que miseria, las armas nada más que muerte.
La
fraternidad humana nos exige, como representantes de las religiones,
el deber de desterrar todos los matices de aprobación de la palabra
guerra. Devolvámosla a su miserable crudeza. Ante nuestros ojos
están sus nefastas consecuencias. Estoy pensando de modo particular
en Yemen, Siria, Irak y Libia. Juntos, hermanos de la única familia
humana querida por Dios, comprometámonos contra la lógica del poder
armado, contra la mercantilización de las relaciones, los armamentos
de las fronteras, el levantamiento de muros, el amordazamiento de los
pobres; a todo esto nos oponemos con el dulce poder de la oración y
con el empeño diario del diálogo. Que nuestro estar juntos hoy sea
un mensaje de confianza, un estímulo para todos los hombres de buena
voluntad, para que no se rindan a los diluvios de la violencia y la
desertificación del altruismo. Dios está con el hombre que busca la
paz. Y desde el cielo bendice cada paso que, en este camino, se
realiza en la tierra.
[1] Benedicto
XVI, Discurso a los nuevos Embajadores ante la Santa Sede
[2] Mensaje
para la Jornada Mundial de la Paz, 2015, 2.
[3] Decl.
Nostra aetate, sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones
no cristianas, 5.
[4] Cf.
Discurso a los participantes en la Conferencia Internacional para la
paz, Al-Azhar Conference Centre, El Cairo, 28 abril 2017.
[5] F.M.
Dostoievski, Los hermanos Karamazov, II, 2.
[6] Audiencia
General, 28 octubre 2015.
[7] Cf.
Terencio, Heautontimorumenos I, 1, 25.
05.02.19
Bahamas: Pensamiento del Papa tras la muerte de los inmigrantes haitianos en el Océano
(6
febrero 2019).- El Papa Francisco ha expresado en la audiencia
general del 6 de febrero de 2019 su solidaridad y oración por de la
muerte de casi una treintena de migrantes en el archipiélago de las
Bahamas, en el Océano Atlántico, hace cuatro días.
“El
sábado pasado, dijo, cerca del archipiélago de las Bahamas, se
hundió un bote que llevaba decenas de inmigrantes de Haití y en
busca de esperanza y un futuro de paz”.
El
Papa luego aseguró su “pensamiento amoroso” a las “familias
que sufren, así como al pueblo haitiano afectado por esta nueva
tragedia. Y agregó una invitación a unirse a su oración por
aquellos que han desaparecido trágicamente y por los heridos”.
Según
una declaración emitida por el Ministerio del Interior de Haití, el
hundimiento tuvo lugar en la pequeña isla de “Abaco”, al norte
del archipiélago de las Bahamas. 19 personas sobrevivieron, pero se
rescataron 28 cadáveres.
El Papa narra su viaje “breve pero muy significativo” a los Emiratos Árabes
(6
febrero 2019).- El Pontífice ha compartido su experiencia en los
Emiratos Árabes Unidos con las personas presentes en la audiencia
general,
celebrada esta mañana, 6 de febrero de 2019, en el Aula Pablo VI, un
viaje “breve pero muy significativo”, ha descrito. “Es la
primera vez que un Papa viaja a la Península Arábiga”.
A
las 9:30 horas, el Papa Francisco ha llegado al aula donde le
esperaban cientos de fieles procedentes de Italia y de otras partes
del mundo, como España y Latinoamérica, entre ellos un grupo de
andaluces, a quienes se ha dirigido el Santo Padre: “Cuando
entraba, vi que había muchos andaluces, que saben hacer ruido”.
Documento
sobre fraternidad humana
Así,
el Obispo de Roma ha destacado el encuentro interreligioso, celebrado
en Abu Dhabi, junto al Príncipe Heredero de los Emiratos y a otras
autoridades locales, con importantes intervenciones sobre el valor de
la alteridad, el diálogo y la oración.
Francisco
también ha resaltado la firma del documento
sobre la fraternidad humana con
el Gran Imán de Al-Azhar, en el que “juntos afirmamos la común
vocación de todos los hombres a ser hermanos en cuanto hijos de
Dios” y “condenamos cualquier forma de violencia, también
aquella revestida de motivaciones religiosas”, además “nos
comprometemos a difundir en el mundo los auténticos valores y la
paz”, ha comentado.
El
Santo Padre no ha querido dejar de recordar a la comunidad cristiana
en aquellas tierras y a su obispo Paul Hinder, Vicario Apostólico de
Arabia del Sur. “Con ellos he podido compartir la Eucaristía en la
que hemos pedido especialmente por Oriente Medio y el Yemen”,
explicó.
San
Francisco y el Sultán Al Kamil
Francisco
ha explicado que durante este viaje, ha recordado a san Francisco de
Asís y su encuentro con el Sultán Al Kamil, del que se cumplen
ahora 800 años, algo que le ha ayudado a “tener presente el
Evangelio y los pobres” durante todos sus encuentros, ha señalado.
De
este modo, el Sucesor de Pedro ha agradecido a las autoridades
de los Emiratos Árabes Unidos su acogida, y los “fructíferos
diálogos” entablados con cada uno de ellas, ha valorado. Así, el
Papa ha observado que este país se ha desarrollado mucho en los
últimos tiempos, siendo un “cruce de caminos entre oriente y
occidente”, y dando lugar a una “rica comunidad multicultural”.
Haitianos,
víctimas del naufragio
El
Papa ha resumido la catequesis en
francés, inglés, alemán, español, polaco y árabe, dirigiendo
expresiones particulares de saludo a los grupos de fieles presentes.
Después
ha dirigido una invitación a rezar por los migrantes provenientes de
Haití, víctimas del naufragio ocurrido cerca de las Bahamas.
La audiencia general se ha concluido con el canto del Padre Nuestro y
la Bendición Apostólica.
07.02.19
El Papa narra su viaje “breve pero muy significativo” a los Emiratos Árabes
Resumen de la catequesis en
español
(
6 febrero 2019).- El Pontífice ha compartido su experiencia en los
Emiratos Árabes Unidos con las personas presentes en la audiencia
general,
celebrada esta mañana, 6 de febrero de 2019, en el Aula Pablo VI, un
viaje “breve pero muy significativo”, ha descrito. “Es la
primera vez que un Papa viaja a la Península Arábiga”.
A
las 9:30 horas, el Papa Francisco ha llegado al aula donde le
esperaban cientos de fieles procedentes de Italia y de otras partes
del mundo, como España y Latinoamérica, entre ellos un grupo de
andaluces, a quienes se ha dirigido el Santo Padre: “Cuando
entraba, vi que había muchos andaluces, que saben hacer ruido”.
Documento
sobre fraternidad humana
Así,
el Obispo de Roma ha destacado el encuentro interreligioso, celebrado
en Abu Dhabi, junto al Príncipe Heredero de los Emiratos y a otras
autoridades locales, con importantes intervenciones sobre el valor de
la alteridad, el diálogo y la oración.
Francisco
también ha resaltado la firma del documento
sobre la fraternidad humana con
el Gran Imán de Al-Azhar, en el que “juntos afirmamos la común
vocación de todos los hombres a ser hermanos en cuanto hijos de
Dios” y “condenamos cualquier forma de violencia, también
aquella revestida de motivaciones religiosas”, además “nos
comprometemos a difundir en el mundo los auténticos valores y la
paz”, ha comentado.
El
Santo Padre no ha querido dejar de recordar a la comunidad
cristiana en aquellas tierras y a su obispo Paul Hinder, Vicario
Apostólico de Arabia del Sur. “Con ellos he podido compartir la
Eucaristía en la que hemos pedido especialmente por Oriente Medio y
el Yemen”, explicó.
San
Francisco y el Sultán Al Kamil
Francisco
ha explicado que durante este viaje, ha recordado a san Francisco de
Asís y su encuentro con el Sultán Al Kamil, del que se cumplen
ahora 800 años, algo que le ha ayudado a “tener presente el
Evangelio y los pobres” durante todos sus encuentros, ha señalado.
De
este modo, el Sucesor de Pedro ha agradecido a las autoridades
de los Emiratos Árabes Unidos su acogida, y los “fructíferos
diálogos” entablados con cada uno de ellas, ha valorado. Así, el
Papa ha observado que este país se ha desarrollado mucho en los
últimos tiempos, siendo un “cruce de caminos entre oriente y
occidente”, y dando lugar a una “rica comunidad multicultural”.
Haitianos,
víctimas del naufragio
El
Papa ha resumido la catequesis en
francés, inglés, alemán, español, polaco y árabe, dirigiendo
expresiones particulares de saludo a los grupos de fieles presentes.
Después
ha dirigido una invitación a rezar por los migrantes provenientes de
Haití, víctimas del naufragio ocurrido cerca de las Bahamas.
La audiencia general se ha concluido con el canto del Padre Nuestro y
la Bendición Apostólica.
Santa Marta: Conversión, “abrir el corazón a fin de que entre la Palabra de Dios”
Si
el cora“zón está cerrado no puede ser curado
(7
febrero 2019).- La conversión y
la curación es
un tema que nos atañe a todos, ha propuesto el Santo Padre en su
homilía de la Misa matutina, celebrada en la capilla de la Casa de
Santa Marta, este jueves, 7 de febrero de 2019.
“Para
abrir el corazón de los demás e invitarlos a convertirse se
necesita la mansedumbre,
la humildad y
la pobreza,
siguiendo los pasos de Cristo”, ha asegurado el Papa, tras escuchar
las lecturas del día, el pasaje evangélico de San Marcos (6, 7-13).
La
“primera curación” es la conversión, en el sentido de “abrir
el corazón a fin de que entre la Palabra de Dios”, ha matizado.
“Convertirse
es mirar hacia otra parte, coincidir en otra parte. Y esto abre el
corazón, hace ver otras cosas. Pero si el corazón está cerrado no
puede ser curado”, ha continuado. “Si alguien está enfermo y por
tenacidad no quiere ir al médico, no será curado. Y a ellos dice,
primero: ‘Conviértanse, abran el corazón’. Nosotros los
cristianos hacemos tantas cosas buenas, pero si el corazón está
cerrado, es todo un barniz exterior”.
El
Papa ha exhortado al camino de la “pobreza”, a la “humildad”
y a la “mansedumbre”.
“Así,
ha puesto de ejemplo: Si un apóstol, un enviado, alguno de nosotros
– somos tantos los enviados aquí – va un poco con la nariz para
arriba, creyéndose superior a los demás o buscando algún
interés humano o – no sé – buscando posiciones en la Iglesia,
jamás curará a alguien, no habrá logrado abrir el corazón de
nadie, porque su palabra no tendrá autoridad. El discípulo tendrá
autoridad si sigue los pasos de Cristo”.
¿Y
cuáles son los pasos de Cristo? La pobreza. ¡De Dios se hizo
hombre! ¡Se ha aniquilado! ¡Se ha despojado! La pobreza que
conduce a la mansedumbre, a la humildad. Jesús humilde que va por la
calle para curar. Y así un apóstol con esta actitud de pobreza, de
humildad, de mansedumbre, es capaz de tener autoridad para decir:
“Conviértanse”, para abrir los corazones”.
08.02.19
Ángelus: “No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres”
Palabras del Papa antes del
Ángelus
(10 febrero 2019).- Como cada domingo a las 12 horas el Papa Franciscos
se ha asomado a la ventana de su estudio del palacio Apostólico para
recitar el Ángelus con los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza
San Pedro.
Palabras
del Papa antes del Ángelus
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El
Evangelio de hoy (cf. Lc 5, 1-11) nos ofrece, en el relato de Lucas,
la llamada de San Pedro. Su nombre, lo sabemos, era Simón, y era
pescador. Jesús, en la orilla del lago de Galilea, lo ve mientras
está arreglando las redes, junto con otros pescadores. Lo encuentra
fatigado y decepcionado, porque esa noche no habían pescado nada. Y
Jesús lo sorprende con un gesto inesperado: se sube a su barca y le
pide que se aleje un poco de la tierra porque quiere hablar con la
gente desde allí. Entonces Jesús se sienta en la barca de Simón y
enseña a la multitud reunida a lo largo de la orilla. Pero sus
palabras también reabren el corazón de Simón a la confianza.
Entonces Jesús, con otro “movimiento” sorprendente, le dice:
“Rema mar adentro y echen sus redes para pescar” (v. 4). Al
principio, Simón responde con una objeción: “Maestro, estuvimos
bregando toda la noche y no hemos cogido nada …”. Y, como experto
pescador, podría haber agregado: “Si no recogimos nada por la
noche, mucho menos cogeremos durante el día”. En cambio, inspirado
por la presencia de Jesús e iluminado por su Palabra, dice: “…
pero en tu palabra lanzaré las redes” (v. 5). Es la respuesta de
la fe, que nosotros también estamos llamados a dar; Es la actitud de
disponibilidad que el Señor pide a todos sus discípulos, sobre todo
a aquellos que tienen responsabilidades en la Iglesia. Y la
obediencia confiada de Pedro produce un resultado prodigioso: “Así
lo hicieron y recogieron una cantidad enorme de peces” (v. 6).
Se
trata de una pesca milagroso, signo del poder de la palabra de Jesús:
cuando nos ponemos generosamente a su servicio, Él realiza grandes
cosas en nosotros. Así actúa con cada uno de nosotros: nos pide que
lo acojamos en la barca de nuestra vida, que comencemos de nuevo con
él y surcar un nuevo mar, que se revela lleno de sorpresas. Su
invitación a salir al mar abierto de la humanidad de nuestro tiempo,
para ser testigos de la bondad y de la misericordia, da un nuevo
sentido a nuestra existencia, que a menudo corre el riesgo de
replegarse sobre sí misma. A veces, nos sorprendemos y dudamos ante
la llamada que nos hace el Maestro Divino, y nos sentimos tentados a
rechazarla debido a nuestra insuficiencia. Incluso Pedro, después de
esa increíble pesca, le dijo a Jesús: “Señor, aléjate de mí,
porque soy un pecador” (v. 8), es hermosa esta humilde
oración”Señor aléjate de mi porque soy un pecador”. Pero lo
dijo de rodillas ante Aquel que ahora reconoce como “Señor”. Y
Jesús lo alienta diciendo: “No temas; desde ahora en adelante
serás pescador de hombres “(v. 10), porque Dios, si confiamos en
Él, nos libra de nuestro pecado y nos abre un nuevo horizonte:
colaborar en su misión.
El
mayor milagro realizado por Jesús para Simón y los demás
pescadores decepcionados y cansados, no es tanto la red llena de
peces, como haberlos ayudado a no ser víctimas de la decepción y el
desaliento ante las derrotas. Los abrió para convertirse en
anunciadores y testigos de su palabra y del reino de Dios. Y la
respuesta de los discípulos fue rápida y total, una vez que
subieron las barcas a la tierra firme dejaron todo y lo siguieron (v.
11).
Que
la Santísima Virgen, modelo de pronta adhesión a la voluntad de
Dios, nos ayude a sentir la fascinación de la llamada del Señor y
nos haga disponibles para colaborar con él para difundir su palabra
de salvación en todas partes.
11.02.19
Audiencia general, 13 de febrero de 2019 – Catequesis del Papa Francisco
‘Padre
de todos nosotros’ – 6ª catequesis del ‘Padre Nuestro’
La
audiencia general de esta mañana ha tenido lugar a las 9:25 en
el Aula Pablo VI donde el Santo Padre Francisco ha encontrado
grupos de peregrinos y fieles de Italia y de todo el mundo.
El
Santo Padre, retomando el ciclo de catequesis sobre el Padre nuestro,
se ha centrado en el tema “Padre de todos nosotros” (Pasaje
bíblico: Del Evangelio según San Lucas 10, 21-22)
Tras
resumir su discurso en diversas lenguas, el Santo Padre ha saludado
en particular a los grupos de fieles presentes procedentes de todo el
mundo.
La
audiencia general ha terminado con el canto del Pater
Noster y la bendición apostólica.
Catequesis
del Santo Padre
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Continuamos
nuestro itinerario para aprender cada vez mejor a rezar como Jesús
nos enseñó. Tenemos que rezar como Él nos enseñó a hacerlo.
Él
dijo: cuando reces, entra en el silencio de tu habitación, retírate
del mundo y dirígete a Dios llamándolo “¡Padre!”. Jesús
quiere que sus discípulos no sean como los hipócritas que rezan de
pie en las calles para que los admire la gente (cf. Mt 6, 5). Jesús
no quiere hipocresía. La verdadera oración es la que se hace en el
secreto de la conciencia, del corazón: inescrutable, visible solo
para Dios. Dios y yo. Esa oración huye de la falsedad: ante Dios es
imposible fingir. Es imposible, ante Dios no hay truco que valga,
Dios nos conoce así, desnudos en la conciencia y no se puede fingir.
En la raíz del diálogo con Dios hay un diálogo silencioso,
como el cruce de miradas entre dos personas que se aman: el hombre y
Dios cruzan la mirada, y esta es oración. Mirar a Dios y dejarse
mirar por Dios: esto es rezar. “Pero, padre, yo no digo palabras…”
Mira a Dios y déjate mirar por Él: es una oración, ¡una hermosa
oración!
Sin
embargo, aunque la oración del discípulo sea confidencial, nunca
cae en el intimismo. En el secreto de la conciencia, el cristiano no
deja el mundo fuera de la puerta de su habitación, sino que lleva en
su corazón personas y situaciones, los problemas, tantas cosas,
todas las llevo en la oración.
Hay
una ausencia impresionante en el texto de “Nuestro Padre”. ¿Si
yo preguntase a vosotros cual es la ausencia impresionante en el
texto del Padre nuestro? No será fácil responder. Falta una
palabra. Pensadlo todos: ¿qué falta en el Padre nuestro? Pensad,
¿qué falta? Una palabra. Una palabra por la que en nuestros
tiempos, -pero quizás siempre-, todos tienen una gran estima. ¿Cuál
es la palabra que falta en el Padre nuestro que rezamos todos los
días? Para ahorrar tiempo os la digo: Falta la palabra “yo”.
“Yo” no se dice nunca. Jesús nos enseña a rezar, teniendo
en nuestros labios sobre todo el “Tú”, porque la oración
cristiana es diálogo: “santificado sea tu nombre,
venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad”.
No mi nombre, mi reino, mi voluntad. Yo no,
no va. Y luego pasa al “nosotros“. Toda la segunda parte
del “Padre Nuestro” se declina en la primera persona plural:
“Danos nuestro pan de cada día, perdónanos
nuestras deudas, no nos dejes caer en la
tentación, líbranos del mal”. Incluso las
peticiones humanas más básicas, como la de tener comida para
satisfacer el hambre, son todas en plural. En la oración cristiana,
nadie pide el pan para sí mismo: dame el pan de
cada día, no, danos, lo suplica para todos, para todos los pobres
del mundo. No hay que olvidarlo, falta la palabra “yo”. Se reza
con el tú y con el nosotros. Es una buena enseñanza de Jesús. No
os olvidéis.
¿Por
qué? Porque no hay espacio para el individualismo en el diálogo con
Dios. No hay ostentación de los problemas personales como si
fuéramos los únicos en el mundo que sufrieran. No hay oración
elevada a Dios que no sea la oración de una comunidad de
hermanos y hermanas, el nosotros: estamos en comunidad, somos
hermanos y hermanas, somos un pueblo que reza, “nosotros”. Una
vez el capellán de una cárcel me preguntó: “Dígame, padre,
¿Cuál es la palabra contraria a yo? Y yo, ingenuo, dije: “Tú”.
“Este es el principio de la guerra. La palabra opuesta a “yo”
es “nosotros”, donde está la paz, todos juntos”. Es una
hermosa enseñanza la que me dio aquel cura.
Un
cristiano lleva a la oración todas las dificultades de las personas
que están a su lado: cuando cae la noche, le cuenta a Dios los
dolores con que se ha cruzado ese día; pone ante Él tantos rostros,
amigos e incluso hostiles; no los aleja como distracciones
peligrosas. Si uno no se da cuenta de que a su alrededor hay tanta
gente que sufre, si no se compadece
de las lágrimas de los pobres, si está acostumbrado a todo,
significa que su corazón es ¿cómo es? ¿Marchito? No, peor: es de
piedra. En este caso, es bueno suplicar al Señor que nos toque con
su Espíritu y ablande nuestro corazón. “Ablanda, Señor, mi
corazón”. Es una oración hermosa: “Señor, ablanda mi corazón,
para que entienda y se haga cargo de todos los problemas, de todos
los dolores de los demás”. Cristo no pasó inmune al lado de las
miserias del mundo: cada vez que percibía una soledad, un dolor del
cuerpo o del espíritu, sentía una fuerte compasión, como las
entrañas de una madre. Este “sentir compasión” –no olvidemos
esta palabra tan cristiana: sentir compasión- es uno de los verbos
clave del Evangelio: es lo que empuja al buen samaritano a acercarse
al hombre herido al borde del camino, a diferencia de otros que
tienen un corazón duro.
Podemos
preguntarnos: cuando rezo, ¿me abro al llanto de tantas personas
cercanas y lejanas?, ¿O pienso en la oración como un tipo de
anestesia, para estar más tranquilo? Dejo caer la pregunta, que cada
uno conteste. En este caso caería víctima de un terrible
malentendido. Por supuesto, la mía ya no sería una oración
cristiana. Porque ese “nosotros” que Jesús nos enseñó me
impide estar solo tranquilamente y me hace sentir responsable de mis
hermanos y hermanas.
Hay
hombres que aparentemente no buscan a Dios, pero Jesús nos hace
rezar también por ellos, porque Dios busca a estas personas más que
a nadie. Jesús no vino por los sanos, sino por los enfermos, por
los pecadores (cf. Lc 5, 31), es decir, por todos, porque
el que piensa que está sano, en realidad no lo está. Si trabajamos
por la justicia, no nos sintamos mejor que los demás: el Padre hace
que su sol salga sobre los buenos y sobre los malos (cf. Mt 5:45).
¡El Padre ama a todos! Aprendamos de Dios que siempre es bueno con
todos, a diferencia de nosotros que solo podemos ser buenos con
alguno, con alguno que me gusta.
Hermanos
y hermanas, santos y pecadores, todos somos hermanos amados por el
mismo Padre. Y, en el ocaso de la vida, seremos juzgados por el amor,
por cómo hemos amado. No solo el amor sentimental, sino también
compasivo y concreto, de acuerdo con la regla evangélica -¡no la
olvidéis!- “Todo lo que hicisteis a uno de estos hermanos míos,
más pequeños a mí lo hicisteis”.Así dice el Señor. Gracias.
14.02.19
FAO: El Papa aboga por el “desarrollo local” y la innovación tecnológica “al servicio de los pobres”
Discurso
del Pontífice en la sede central
(14
febrero 2019).- El Papa Francisco ha indicado esta mañana, 14 de
febrero de 2019, en la sede de la FAO, en Roma, que el “desarrollo
local tiene valor en sí mismo y no en función de otros objetivos.
Se trata de lograr que cada persona y cada comunidad pueda desplegar
sus propias capacidades de un modo pleno, viviendo así una vida
humana digna de tal nombre”.
En
el marco de la inauguración de la 42ª sesión del Consejo de los
Gobernadores del Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola
(FIDA), el Pontífice ha visitado esta mañana la sede de
la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y
la Agricultura (FAO), y ha ofrecido un discurso.
Discurso
del Papa Francisco
Señor
Presidente del FIDA,
Señores
Jefes de Estado
Señor
Presidente del Consejo de Ministros de Italia,
Señores
Ministros,
Señores
Delegados y Representantes Permanentes de los Estados
miembros,
Señoras y señores:
Señoras y señores:
He
aceptado con gusto la invitación que usted me ha dirigido, señor
Presidente, en nombre del Fondo Internacional para el Desarrollo
Agrícola (FIDA), para esta ceremonia de apertura de la
cuadragésima segunda sesión del Consejo de Gobernadores de esta
Organización intergubernamental.
Mi
presencia desea traer a esta Sede los anhelos y necesidades de la
multitud de hermanos nuestros que sufren en el mundo. Me gustaría
que pudiéramos mirar sus rostros sin sonrojarnos, porque finalmente
su clamor ha sido escuchado y sus preocupaciones atendidas. Ellos
viven situaciones precarias: el aire está viciado, los recursos
naturales esquilmados, los ríos contaminados, los suelos
acidificados; no tienen agua suficiente para ellos mismos ni para sus
cultivos; sus infraestructuras sanitarias son muy deficientes, sus
viviendas escasas y defectuosas.
Y
estas realidades se prolongan en el tiempo cuando, por otra parte,
nuestra sociedad ha alcanzado grandes logros en otros ámbitos del
saber. Esto quiere decir que estamos ante una sociedad que es capaz
de avanzar en sus propósitos de bien; y también vencerá la batalla
contra el hambre y la miseria, si se lo plantea con seriedad. Estar
decididos en esta lucha es primordial para que podamos escuchar —no
como un eslogan sino de verdad—: “El hambre no tiene presente ni
futuro. Solo pasado”. Para esto, es necesario la ayuda de la
comunidad internacional, de la sociedad civil y de cuantos poseen
recursos. Las responsabilidades no se evaden, pasándolas de unos a
otros, sino que se van asumiendo para ofrecer soluciones concretas y
reales. Son éstas lassoluciones concretas y reales las que debemos
pasar de unos a otros. La
Santa Sede siempre ha alentado los esfuerzos desplegados por las
agencias internacionales para afrontar la pobreza. Ya en diciembre de
1964 san Pablo VI, pidió en Bombay y posteriormente reiteró en
otras circunstancias, la creación de un Fondo mundial para combatir
la miseria y dar un impulso decisivo a la promoción integral de las
zonas más depauperadas de la humanidad (cf. Discurso
a los participantes en la Conferencia Mundial sobre la Alimentación,
9 noviembre 1974). Y desde entonces, sus sucesores no hemos cesado de
animar e impulsar iniciativas semejantes, uno de cuyos ejemplos más
notorios es el FIDA.
Esta
42 sesión del Consejo de Gobernadores del FIDA sigue en esta
lógica y tiene ante ella un trabajo fascinante y crucial: crear
posibilidades inéditas, despejar vacilaciones y poner a cada pueblo
en condiciones de afrontar las necesidades que lo afligen. La
comunidad internacional, que elaboró la Agenda 2030 para el
Desarrollo Sostenible, necesita dar pasos ulteriores para la
consecución real de los 17 objetivos que la conforman. A este
respecto, la aportación del FIDA resulta imprescindible para poder
cumplir los dos dos
primeros objetivos de la Agenda, los referidos a la erradicación de
la pobreza, la lucha contra el hambre y la promoción de la soberanía
alimentaria. Y nada de ello será posible sin lograr el
desarrollo rural, un desarrollo del que viene hablándose desde hace
tiempo pero que no termina de concretarse. Y resulta paradójico que
buena parte de los más de 820 millones de personas que sufren hambre
y malnutrición en el mundo viva en zonas rurales, esto
es paradójico, y se dedique a la producción de alimentos y sea
campesina. Además, el éxodo del campo a la ciudad es una tendencia
global que no podemos obviar en nuestras consideraciones.
El
desarrollo local, por lo tanto, tiene valor en sí mismo y no en
función de otros objetivos. Se trata de lograr que cada persona y
cada comunidad pueda desplegar sus propias capacidades de un modo
pleno, viviendo así una vida humana digna de tal nombre. Ayudar a
desplegar esto, pero no de arriba hacia abajo, sino con ellos y para
ellos –“pour et avec”- dijo el Señor Presidente.
Exhorto
a cuantos tienen responsabilidad en las naciones y en los organismos
intergubernamentales, así como a quienes pueden contribuir desde el
sector público y privado, a desarrollar los cauces necesarios para
que puedan implementarse las medidas adecuadas en las regiones
rurales de la tierra, para que puedan ser artífices responsables de
su producción y progreso.
Los
problemas que signan negativamente el destino de muchos hermanos
nuestros en la hora presente no podrán resolverse en forma aislada,
ocasional o efímera. Hoy más que nunca hemos de sumar esfuerzos,
lograr consensos, estrechar vínculos. Los retos actuales son tan
intrincados y complejos que no podemos seguir afrontándolos de forma
ocasional, con resoluciones de emergencia. Habría que otorgar
protagonismo directo a los propios afectados por la indigencia, sin
considerarlos meros receptores de una ayuda que puede acabar
generando dependencias. Y cuando un pueblo se acostumbra a depender,
no se desarrolla. Se trata de afirmar siempre la centralidad de la
persona humana, recordando que «los nuevos procesos que se van
gestando no siempre pueden ser incorporados en esquemas establecidos
desde afuera, sino que deben partir de la misma cultura local»
(Carta enc. Laudato si’, 144), que es original siempre.
Y en este sentido, y como viene ocurriendo en los últimos años, el
FIDA ha conseguido mejores resultados a través de una mayor
descentralización, impulsando la cooperación sur-sur,
diversificando las fuentes de financiación y los modos de actuación,
promoviendo una acción basada en las evidencias y que, a la vez,
genera conocimiento. Los animo fraternalmente a continuar por este
camino, que es humilde, pero es el justo. Un camino que debe redundar
siempre en la mejora de las condiciones de vida de las personas más
menesterosas.
Finalmente,
comparto con ustedes unas reflexiones más específicas en torno a la
temática “Innovaciones e iniciativas empresariales en el mundo
rural”, que guía esta sesión del Consejo de Gobernadores del FIDA.
Es necesario apostar por la innovación, la capacidad de
emprendimiento, el protagonismo de los actores locales y la
eficiencia de los procesos productivos para lograr la transformación
rural con vistas a erradicar la desnutrición y a desarrollar de
forma sostenible el medio campesino. Y en ese contexto, es necesario
fomentar una “ciencia con conciencia” y poner la tecnología
realmente al servicio de los pobres. Por otra parte, las nuevas
tecnologías no deben contraponerse a las culturas locales y a los
conocimientos tradicionales, sino complementarlos y actuar en
sinergia con los mismos.
Los
animo a todos ustedes, aquí presentes, y a los que trabajan de forma
habitual en el Fondo Internacional para el Desarrollo
Agrícola, para que sus trabajos, desvelos y deliberaciones
sean en beneficio de los descartados –en esta cultura del descarte-
en beneficio de las víctimas de la indiferencia y del egoísmo; y
así podamos ver la derrota total del hambre y una copiosa cosecha de
justicia y prosperidad. Muchas gracias.
15.02.19
Francisco agradece a las comunidades de acogida a migrantes: “¡Adelante! ¡No tengáis miedo!”
Misa
en la ‘Fraterna Domus’
(15
febrero 2019).- Este mediodía, el Papa Francisco ha visitado la
Casa Fraterna
Domus de
Sacrofano, en la provincia de Roma, para celebrar la Santa Misa de
apertura del Encuentro ‘Libres del miedo’, promovido y organizado
por la Fundación Migrantes, de Cáritas Italiana y del Centro
Astalli, que tendrá lugar del 15 al 17 de febrero de 2019.
A
su llegada, el Santo Padre ha sido recibido por los obispos
presidentes y por los organizadores. Luego, a las 16 horas, en la
iglesia de la Fraterna
Domus,
presidió la Concelebración Eucarística. Durante la Santa Misa,
después del discurso de homenaje del Secretario General de la
Conferencia Episcopal Italiana, Mons. Stefano Russo, y la
proclamación del Evangelio, el Papa pronunció la homilía.
Antes
de la bendición final el Presidente de la Fundación Migrantes,
Mons. Guerino Di Tora, ha dirigido un saludo al Papa, y le ha
regalado un cuadro de tela que representa a Jesús agarrando a Pedro
por temor a que se hundiera en el agua, con la inscripción Ego
sum nolite timere y
el folleto ilustrativo de la exposición Exodus
de
Safet Zec, promovido y apoyado por la Fundación Migrantes,
Caritas Italiana, Caritas de Roma, que se inaugurará el próximo 20
de febrero, en la iglesia de San Francisco Saverio del Caravita en
Roma.
De
este modo, el Papa, después de haber impartido la bendición final,
ha dirigido a todos los fieles presentes unas palabras de
agradecimiento: “Antes de decir adiós, quisiera agradecer a cada
uno de ustedes por todo lo que hacen: el pequeño paso… Pero el
pequeño paso hace el gran viaje de la historia ¡Adelante! ¡No
tengáis miedo, sed valientes!”.
Al
final, antes de abandonar la casa Fraterna
Domus,
el Santo Padre saludó a los religiosos que dirigen el Centro y
después regresó al Vaticano.
16.02.19
Francisco en la FAO: “Los pueblos indígenas son un grito viviente a favor de la esperanza”
Saludo del Papa a
representantes indígenas
(14
febrero 2019).- “Los pueblos indígenas son un grito viviente a
favor de la esperanza”, ha anunciado en Pontífice esta mañana, 14
de febrero de 2019, en la sede central de la FAO, en Roma. “Ellos
nos recuerdan que los seres humanos tenemos una responsabilidad
compartida en el cuidado de la ‘casa común'”.
Coincidiendo
con las sesiones del Consejo de Gobernadores, se ha celebrado
la cuarta reunión mundial del Foro de los pueblos indígenas,
convocada por el Fondo Internacional de Desarrollo
Agrícola (FIDA), en la que han trabajado en torno a
“fomentar los conocimientos y las innovaciones de los pueblos
originarios en pro de la resiliencia al cambio climático y el
desarrollo sostenible”.
El
Santo Padre ha recordado que “Dios creó la tierra para
beneficio de todos, para que fuera un espacio acogedor en el que
nadie se sintiera excluido y todos pudiéramos encontrar un hogar”
y ha añadido que “si determinadas decisiones tomadas hasta ahora
la han estropeado, nunca es demasiado tarde para aprender la lección
y adquirir un nuevo estilo de vida”.
A
continuación, ofrecemos el discurso del Papa Francisco a los
representantes de los pueblos indígenas.
Saludo
del Santo Padre a un grupo de representantes de los pueblos indígenas
Estimadas
amigas y amigos:
Agradezco
a la señora Myrna Cunningham sus amables palabras y me alegra
saludar a quienes, coincidiendo con las sesiones del Consejo de
Gobernadores, han celebrado la cuarta reunión mundial del
Foro de los pueblos indígenas, convocada por el Fondo
Internacional de Desarrollo Agrícola(FIDA). El tema de sus
trabajos ha sido “fomentar los conocimientos y las innovaciones de
los pueblos originarios en pro de la resiliencia al cambio climático
y el desarrollo sostenible”.
La
presencia de todos ustedes aquí muestra que las cuestiones
ambientales son de extrema importancia y nos invita a dirigir
nuevamente la mirada a nuestro planeta, herido en muchas regiones por
la avidez humana, por conflictos bélicos que engendran un caudal de
males y desgracias, así como por las catástrofes naturales que
dejan a su paso penuria y devastación. No podemos seguir ignorando
estos flagelos, respondiendo a ellos desde la indiferencia o la
insolidaridad o posponiendo las medidas que eficazmente los tienen
que afrontar. Por el contrario, solo un vigoroso sentido de
fraternidad fortalecerá nuestras manos para socorrer hoy a quienes
lo precisan y abrir la puerta del mañana a las generaciones que
vienen detrás de nosotros.
Dios
creó la tierra para beneficio de todos, para que fuera un espacio
acogedor en el que nadie se sintiera excluido y todos pudiéramos
encontrar un hogar. Nuestro planeta es rico en recursos naturales. Y
los pueblos originarios, con su copiosa variedad de lenguas,
culturas, tradiciones, conocimientos y métodos ancestrales, se
convierten para todos en una llamada de atención que pone de relieve
que el hombre no es el propietario de la naturaleza, sino solamente
el gerente, aquel que tiene como vocación velar por ella con esmero,
para que no se pierda su biodiversidad, y el agua pueda seguir siendo
sana y cristalina, el aire puro, los bosques frondosos y el suelo
fértil.
Los
pueblos indígenas son un grito viviente a favor de la esperanza.
Ellos nos recuerdan que los seres humanos tenemos una responsabilidad
compartida en el cuidado de la “casa común”. Y si determinadas
decisiones tomadas hasta ahora la han estropeado, nunca es demasiado
tarde para aprender la lección y adquirir un nuevo estilo de vida.
Se trata de adoptar una manera de proceder que, dejando atrás
planteamientos superficiales y hábitos nocivos o explotadores,
supere el individualismo atroz, el consumismo convulsivo y el
frío egoísmo. La tierra sufre y los pueblos originarios saben del
diálogo con la tierra, saben lo que es escuchar la tierra, ver la
tierra, tocar la tierra. Saben el arte del bien vivir en armonía
con la tierra. Y eso lo tenemos que aprender quienes quizás estemos
tentados en una suerte de ilusión progresista a costillas de la
tierra. No olvidemos nunca el dicho de nuestros abuelos: “Dios
perdona siempre, los hombres perdonamos algunas veces, la naturaleza
no perdona nunca”. Y lo estamos viendo, por el maltrato y la
explotación. A ustedes, que saben dialogar con la tierra, se les
confía el transmitirnos esta sabiduría ancestral.
Si
unimos fuerzas y, en espíritu constructivo, entablamos un diálogo
paciente y generoso, terminaremos tomando mayor conciencia de que
tenemos necesidad los unos de los otros; de que una actuación dañina
con el entorno que nos rodea repercute negativamente también en la
serenidad y fluidez de la convivencia, que a veces no fue convivencia
sino destrucción; de que los indigentes no pueden seguir padeciendo
injusticias y los jóvenes tienen derecho a un mundo mejor que el
nuestro y aguardan de nosotros respuestas y convincentes.
Gracias
a todos ustedes por el tesón con que afirman que la tierra no está
únicamente para explotarla sin miramiento alguno, también para
cantarle, cuidarla, acariciarla. Gracias por alzar su voz para
aseverar que el respeto debido al medio ambiente debe ser siempre
salvaguardado por encima de intereses exclusivamente económicos y
financieros. La experiencia del FIDA, su competencia técnica, así
como los medios de los que dispone, prestan un valioso servicio para
roturar caminos que reconozcan que «un desarrollo tecnológico y
económico que no deja un mundo mejor y una calidad de vida
integralmente superior no puede considerarse progreso» (Carta
enc. Laudato si’, 194).
Y,
en el imaginario colectivo nuestro, también hay un peligro: los
pueblos así llamados civilizados “somos de primera” y los
pueblos así llamados originarios o indígenas “somos de segunda”.
No. Es el gran error de un progreso desarraigado, desmadrado de la
tierra. Es necesario que ambos pueblos dialoguen. Hoy urge un
“mestizaje cultural” donde la sabiduría de los pueblos
originarios pueda dialogar al mismo nivel con la sabiduría de los
pueblos más desarrollados, sin anular. “Mestizaje cultural”
sería la meta hacia la cual tenemos que seguir con la misma
dignidad.
Mientras
los animo a seguir adelante, suplico a Dios que no deje de acompañar
con sus bendiciones a vuestras comunidades y a quienes en el FIDA
trabajan por tutelar a cuantos viven en las zonas rurales y más
pobres del planeta, pero más ricas en la sabiduría de convivir
con la naturaleza.
17.02.19
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