21 de nov. 2019

PAPA VIATGES


Francisco: Salir al “camino” para encontrar a madres y hermanos, regalo de Dios

Homilía de la primera Misa en Bangkok

( 21 nov. 2019).- El Santo Padre ha animado a seguir “en camino, tras las huellas de los primeros misioneros, para encontrar, descubrir y reconocer alegremente todos esos rostros de madres, padres y hermanos, que el Señor nos quiere regalar y le faltan a nuestro banquete dominical”.
Hoy, jueves 21 de noviembre de 2019, memoria litúrgica de la Presentación de la Santísima Virgen María, en torno a las 18:10, hora local (12:10 h. en Roma), el Papa Francisco ha presidido la Misa en el Estadio Nacional de Supachalasai, en Bangkok.
Mi madre y mis hermanos
Durante su homilía, Francisco recordó la respuesta de Jesús a la pregunta “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?”: “Todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre” (Mt 12,50)”.
El Papa resaltó cómo que el Evangelio está lleno de preguntas que pretenden invitar a los discípulos “a ponerse en camino, para que descubran esa verdad capaz de dar y generar vida; y que buscan “abrir el corazón y el horizonte al encuentro de una novedad mucho más hermosa de lo que pueden imaginar”.
Salir a buscar a todos
Así les ocurrió a los primeros misioneros que llegaron a Tailandia, que al escuchar estas preguntas del Señor, “impulsados por la fuerza del Espíritu, y cargados sus bolsos con la esperanza que nace de la buena noticia del Evangelio se pusieron en camino para encontrar a los miembros de esa familia suya que todavía no conocían”, indicó el Pontífice.
Sin ese encuentro de los misioneros con Jesús “al cristianismo le hubiese faltado vuestro rostro; le hubiesen faltado los cantos, los bailes, que configuran la sonrisa thai tan particular de estas tierras”, expresó. Y apuntó que “el discípulo misionero no es un mercenario de la fe ni un generador de prosélitos, sino un mendicante que reconoce que le faltan sus hermanos, hermanas y madres, con quienes celebrar y festejar el don irrevocable de la reconciliación que Jesús nos regala a todos”.
Asimismo, el Obispo de Roma remarcó que “el banquete está preparado, salgan a buscar a todos los que encuentren por el camino”, describiendo que este envío del Señor, “es fuente de alegría, gratitud y felicidad plena”, “el manantial de la acción evangelizadora”.
Discípulos misioneros
Después, el Santo Padre se refirió a la celebración de los 350 años de la creación del Vicariato Apostólico de Siam (1669-2019) en este país. Un aniversario “que nos ayuda a salir alegremente a compartir la vida nueva, que viene del Evangelio, con todos los miembros de nuestra familia que aún no conocemos”.
Homilía del Santo Padre
«¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?» (Mt 12,48).
Con esta pregunta, Jesús desafió a toda aquella multitud que lo escuchaba a preguntarse por algo que puede parecer tan obvio como seguro: ¿quiénes son los miembros de nuestra familia, aquellos que nos pertenecen y a quienes pertenecemos? Dejando que la pregunta hiciera eco en ellos de forma clara y novedosa responde: «Todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre» (Mt 12,50). De esta manera rompe no sólo los determinismos religiosos y legales de la época, sino también todas las pretensiones excesivas de quienes podrían creerse con derechos o preferencias sobre Él. El Evangelio es una invitación y un derecho gratuito para todos aquellos que quieran escuchar.
Es sorprendente notar cómo el Evangelio está tejido de preguntas que buscan inquietar, despertar e invitar a los discípulos a ponerse en camino, para que descubran esa verdad capaz de dar y generar vida; preguntas que buscan abrir el corazón y el horizonte al encuentro de una novedad mucho más hermosa de lo que pueden imaginar. Las preguntas del Maestro siempre quieren renovar nuestra vida y la de nuestra comunidad con una alegría sin igual (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 11).
Así les pasó a los primeros misioneros que se pusieron en camino y llegaron a estas tierras; escuchando la palabra del Señor, buscando responder a sus preguntas, pudieron ver que pertenecían a una familia mucho más grande que aquella que se genera por los lazos de sangre, de cultura, de región o de pertenencia a un determinado grupo. Impulsados por la fuerza del Espíritu, y cargados sus bolsos con la esperanza que nace de la buena noticia del Evangelio, se pusieron en camino para encontrar a los miembros de esa familia suya que  todavía no conocían. Salieron a buscar sus rostros. Era necesario abrir el corazón a una nueva medida, capaz de superar todos los adjetivos que siempre dividen, para descubrir a tantas madres y hermanos thai que faltaban en su mesa dominical. No sólo por todo lo que podían ofrecerles sino también por todo lo que necesitaban de ellos para crecer en la fe y en la comprensión de las Escrituras (cf. CONC. VAT. II, Const. dogm. Dei Verbum, 8).

Sin ese encuentro, al cristianismo le hubiese faltado vuestro rostro; le hubiesen faltado los cantos, los bailes, que configuran la sonrisa thai tan particular de estas tierras. Así vislumbraron mejor el designio amoroso del Padre, que es mucho más grande que todos nuestros cálculos y previsiones, y que no puede reducirse a un puñado de personas o a un determinado contexto cultural. El discípulo misionero no es un mercenario de la fe ni un generador de prosélitos, sino un mendicante que reconoce que le faltan sus hermanos, hermanas y madres, con quienes celebrar y festejar el don irrevocable de la reconciliación que Jesús nos regala a todos: el banquete está preparado, salgan a buscar a todos los que encuentren por el camino (cf. Mt 22,4.9). Este envío es fuente de alegría, gratitud y felicidad plena, porque «le permitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos para alcanzar nuestro ser más verdadero. Allí está el manantial de la acción evangelizadora» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 8).
Han pasado 350 años de la creación del Vicariato Apostólico de Siam (1669-2019), signo del abrazo familiar producido en estas tierras. Tan sólo dos misioneros fueron capaces de animarse a sembrar las semillas que, desde hace tanto tiempo, vienen creciendo y floreciendo en una variedad de iniciativas apostólicas, que han contribuido a la vida de la nación. Este aniversario no significa nostalgia del pasado sino fuego esperanzador para que, en el presente, también nosotros podamos responder con la misma determinación, fortaleza y confianza. Es memoria festiva y agradecida que nos ayuda a salir alegremente a compartir la vida nueva, que viene del Evangelio, con todos los miembros de nuestra familia que aún no conocemos.
Todos somos discípulos misioneros cuando nos animamos a ser parte  viva de la familia del Señor y lo hacemos compartiendo como Él lo hizo: no tuvo miedo de sentarse a la mesa con los pecadores, para asegurarles que en la mesa del Padre y de la creación había también un lugar reservado para ellos; tocó a los que se consideraban impuros y, dejándose tocar por ellos, les ayudó a comprender la cercanía de Dios, es más, a comprender que ellos eran los bienaventurados (cf. S. JUAN PABLO II, Exhort. ap. postsin. Ecclesia in Asia, 11).
Pienso especialmente en esos niños, niñas y mujeres, expuestos a la prostitución y a la trata, desfigurados en su dignidad más auténtica; pienso en esos jóvenes esclavos de la droga y el sin sentido que termina por nublar su mirada y cauterizar sus sueños; pienso en los migrantes despojados de su hogar y familias, así como tantos otros que, como ellos, pueden sentirse olvidados, huérfanos, abandonados, «sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin un horizonte de sentido y de vida» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 49). Pienso en pescadores explotados, en mendigos ignorados.
Ellos son parte de nuestra familia, son nuestras madres y nuestros hermanos, no le privemos a nuestras comunidades de sus rostros, de sus llagas, de sus sonrisas y de sus vidas; y no le privemos a sus llagas y a sus heridas de la unción misericordiosa del amor de Dios. El discípulo misionero sabe que la evangelización no es sumar membresías ni aparecer poderosos, sino abrir puertas para vivir y compartir el abrazo misericordioso y sanador de Dios Padre que nos hace familia.
Querida comunidad tailandesa: Sigamos en camino, tras las huellas de los primeros misioneros, para encontrar, descubrir y reconocer alegremente todos esos rostros de madres, padres y hermanos, que el Señor nos quiere regalar y le faltan a nuestro banquete dominical.
22.11.19



Tailandia: “No le tengan miedo al futuro ni se dejen achicar”, alienta el Papa a los jóvenes

Homilía en la catedral de Bangkok
(22 nov. 2019).- El Papa ha alentado a los jóvenes tailandeses a “salir al encuentro de Cristo, el Señor que viene”. En la Eucaristía celebrada con ellos en la Catedral católica de Bangkok, les ha dicho: “No le tengan miedo al futuro ni se dejen achicar; por el contrario, sepan que ahí el Señor los está esperando para preparar y celebrar la fiesta de su Reino”.
La última celebración del Santo Padre en Tailandia ha estado dedicada a los jóvenes: este viernes, 22 de noviembre, después de encontrarse con los líderes religiosos del país en la Universidad de Chulalongkorn University, el Papa ha llegado a la Catedral de la Asunción, en Bangkok a las 17 hora local (11 horas en Roma), para celebrar la Misa con los jóvenes. Al llegar, Francisco se ha subido al papamóvil, en el que ha hecho un recorrido entre los jóvenes presentes, a quienes ha saludado con alegría.
La homilía de Francisco a los jóvenes, segundo papa que visita el Reino de Tailandia, después de Juan Pablo II, se ha centrado en el tema que proponer el Evangelio de hoy: “la venida definitiva de Cristo a nuestras vidas y a nuestro mundo”.


Homilía del Papa Francisco
El evangelio que acabamos de escuchar nos invita a ponernos en movimiento y mirar al futuro para encontrarnos con lo más hermoso que nos quiere regalar: la venida definitiva de Cristo a nuestras vidas y a nuestro mundo. ¡Démosle la bienvenida en medio nuestro con inmensa alegría y amor, como sólo ustedes jóvenes lo pueden hacer! Antes que nosotros salgamos a buscarlo, sabemos que el Señor nos busca, viene a nuestro encuentro y nos llama desde la necesidad de una historia por hacer, por crear e inventar. Vamos hacia adelante con alegría porque sabemos que allí nos espera.
El Señor sabe que, por medio de ustedes, jóvenes, entra el futuro en estas tierras y en el mundo, y con ustedes cuenta para llevar adelante su misión hoy (cf. Exhort. ap. postsin. Christus vivit, 174). Así como Dios tenía un plan para el pueblo elegido, también tiene un plan para cada uno de ustedes. Él es el primero en soñar con invitarnos a todos a un banquete que tenemos que preparar juntos, Él y nosotros, como comunidad: el banquete de su Reino en el que nadie podría quedar afuera.
El evangelio de hoy nos habla de diez jóvenes invitadas a mirar el futuro y formar parte de la fiesta del Señor. El problema fue que algunas de ellas no estaban preparadas para recibirlo; no porque se hayan quedado dormidas sino porque les faltó el aceite necesario, el combustible interior para mantener encendido el fuego del amor. Tenían un gran impulso y motivación, querían participar del llamado y la convocatoria del Maestro, pero con el tiempo se fueron apagando, se les fueron agotando las fuerzas y las ganas, y llegaron tarde. Una parábola de lo que nos puede suceder a todos los cristianos cuando, llenos de impulsos y de ganas, sentimos el llamado del Señor a tomar parte en su Reino y a compartir su alegría con los demás. Es frecuente que, frente a los problemas y obstáculos, –que muchas veces son tantos, como cada uno de ustedes en su corazón lo sabe muy bien–; frente al sufrimiento de personas queridas, o a la impotencia de experimentar situaciones que parecen imposibles de ser cambiadas, entonces la incredulidad y la amargura pueden ganar espacio e infiltrarse silenciosamente en nuestros sueños, haciendo que se enfríe nuestro corazón, se pierda la alegría y que lleguemos tarde.
Por eso, me gustaría preguntarles: ¿Quieren mantener vivo el fuego capaz de iluminarlos en medio de la noche y en medio de las dificultades?, ¿quieren prepararse para responder al llamado del Señor?, ¿quieren estar listos para hacer su voluntad? ¿Cómo procurarse el aceite que los va a mantener en movimiento y los impulsa a buscar al Señor en cada situación?
Ustedes son herederos de una hermosa historia de evangelización que les fue transmitida como un tesoro sagrado. Esta hermosa catedral es testigo de la fe en Jesucristo que tuvieron sus antepasados: su fidelidad, profundamente arraigada, los impulsó a hacer buenas obras, a construir ese otro templo más hermoso todavía, compuesto de piedras vivas para poder llevar el amor misericordioso de Dios a todas las personas de su tiempo. Pudieron hacer esto porque estaban convencidos de lo que el profeta Oseas proclamó en la primera lectura de hoy: Dios les había hablado con ternura, los había abrazado con firme amor para siempre (cf. Os 2,16.21).
Queridos amigos, para que el fuego del Espíritu Santo no se apague, y puedan mantener viva la mirada y el corazón, es necesario estar bien arraigados en la fe de nuestros mayores: padres, abuelos y maestros. No para quedarse presos del pasado, sino para aprender a tener ese coraje capaz de ayudarnos a responder a las nuevas situaciones históricas. La de ellos fue una vida que resistió muchas pruebas y mucho sufrimiento. Pero en el camino, descubrieron que el secreto de un corazón feliz es la seguridad que encontramos cuando estamos anclados, enraizados en Jesús: enraizados en la vida de Jesús, en sus palabras, en su muerte y resurrección.
«A veces he visto árboles jóvenes, bellos, que elevaban sus ramas al cielo buscando siempre más, y parecían un canto de esperanza. Más adelante, después de una tormenta, los encontré caídos, sin vida. Porque tenían pocas raíces, habían desplegado sus ramas sin arraigarse bien en la tierra, y así sucumbieron ante los embates de la naturaleza. Por eso me duele ver que algunos les propongan a los jóvenes construir un futuro sin raíces, como si el mundo comenzara ahora. Porque es imposible que alguien crezca si no tiene raíces fuertes que ayuden a estar bien sostenido y agarrado a la tierra». Chicas y chicos: «Es muy fácil “volarse” cuando no hay desde donde agarrarse, de donde sujetarse» (Exhort. ap. postsin.Christus vivit, 179).
Sin este firme sentido de arraigo, podemos quedar desconcertados por las “voces” de este mundo que compiten por nuestra atención. Muchas de estas voces son atractivas, propuestas bien maquilladas que al inicio parecen bellas e intensas, aunque con el tiempo solamente terminan dejando el vacío, el cansancio, la soledad y la desgana (cf. ibíd., 277), y van apagando esa chispa de vida que el Señor encendió un día en cada uno.
Queridos jóvenes: Ustedes son una nueva generación, con nuevas esperanzas, nuevos sueños y nuevas preguntas; seguramente también con algunas dudas, pero, arraigados en Cristo, los invito a mantener viva la alegría y a no tener miedo de mirar el futuro con confianza. Arraigados en Cristo, miren con alegría y miren con confianza. Esta situación nace de saberse buscados, encontrados y amados infinitamente por el Señor. La amistad cultivada con Jesucristo es el aceite necesario para iluminar el camino, vuestro camino, pero también el de todos los que los rodean: amigos, vecinos, compañeros de estudio y de trabajo, incluso el de aquellos que están en total desacuerdo con ustedes.
¡Salgamos al encuentro de Cristo el Señor que viene! No le tengan miedo al futuro ni se dejen achicar; por el contrario, sepan que ahí en el futuro el Señor los está esperando para preparar y celebrar la fiesta de su Reino.
23.11.19





Viaje a Asia: El Papa Francisco se despide de Tailandia

Y parte hacia Japón

(23 nov. 2019).- Hoy, 23 de noviembre de 2019, el Papa Francisco se ha despedido de Tailandia en el aeropuerto de Bangkok y ha partido hacia Tokio, Japón.
Francisco llegó el pasado 20 de noviembre a la capital tailandesa, primera etapa de su viaje apostólico a Asia, en curso del 19 al 26 de noviembre y en el que, efectivamente, también visita Japón.
Esta ha sido la segunda vez que un Pontífice acude al país tailandés, ya que Juan Pablo II también lo hizo en el año 1984, con motivo del viaje apostólico a Corea, Papua Nueva Guinea, Islas Salomón y Tailandia
Despedida
Según informa la Oficina de Prensa de la Santa Sede, a las 9:15, hora local (3: 15 h. de Roma), el Obispo de Roma llegó al aeropuerto de Bangkok para la ceremonia de despedida de Tailandia, que no ha sido retransmitida.
Allí, indica la misma fuente, el Papa fue recibido por un miembro del Consejo de la Corona y, juntos, antes de cruzar la Guardia de Honor, han saludado a los 11 los obispos, al séquito local y algunas autoridades tailandesas presentes.
El Santo El Padre, después de recibir un regalo floral del viceprimer Ministro de Tailandia, se dirigió a bordo de un A330 de Thai Airways International a Tokio, desde donde ha despegado a las 9:54, hora local (3:54 h. de Roma), a Japón.
Inmediatamente después de la salida en avión de Bangkok, Francisco envió al rey de Tailandia, Maha Vajiralongkorn Rama X, un telegrama en el cual expresó su agradecimiento al monarca y al pueblo de Tailandia “por su calurosa bienvenida y generosa hospitalidad”.

Visita a Tailandia 
En estos días de estancia en la capital de Tailandia, el Pontífice celebró la Eucaristía en el Estadio Nacional de Bangkok y en la catedral de la Asunción, en esta última ocasión con los jóvenes.
Han tenido lugar varios encuentros, como es el caso del establecido con el primer ministro y las autoridades civiles, con el rey Rama X, así como con los consagrados y consagradas, sacerdotes, seminaristas y catequistas tailandeses, con los obispos del país y los asiáticos, y con el personal médico del Hospital San Luis.
En un país mayoritariamente budista y en el que impera la libertad religiosa y la convivencia armoniosa entre personas de distintos credos, también ha habido espacio para el ecumenismo y el diálogo interreligioso, ya que Francisco visitó al patriarca supremo de los budistas y se reunió con 18 líderes religiosos.
Salir al encuentro de Cristo
A lo largo de esta visita, el Papa ha pronunciado dos homilías y seis saludos/discursos. Durante sus palabras en la primera Eucaristía, habló sobre lo que significa ser “discípulos misioneros” e invitó a salir al “camino” para “encontrar, descubrir y reconocer alegremente” a las personas a nuestro alrededor, “madres, padres y hermanos, que el Señor nos quiere regalar”.
En su segunda y última homilía, igualmente, exhortó a los jóvenes a “salir al encuentro de Cristo, el Señor que viene”, animándoles a no tener miedo al futuro ni dejarse “achicar”: “sepan que ahí el Señor los está esperando para preparar y celebrar la fiesta de su Reino”, indicó.
Diálogo interreligioso y futuro del país
El Papa Francisco también ha hablado del papel de las religiones como “promotoras y garantes de fraternidad” y de que es tiempo “de atreverse a imaginar la lógica del encuentro y del diálogo mutuo como camino, la colaboración común como conducta y el conocimiento recíproco como método y criterio”, ofreciendo “un nuevo paradigma para la resolución de conflictos” conjuntamente.
A las autoridades tailandesas, por su parte, les recordó que “el futuro de nuestros pueblos está unido, en gran medida, al modo como le garanticemos a nuestros niños un futuro en dignidad”.
Regalos a la Nunciatura Apostólica de Bangkok
El Santo Padre ha ofrecido una Medalla del Viaje Apostólico como regalo a la Nunciatura Apostólica de Tailandia, realizada por la artista Daniela Longo
A la izquierda de la medalla hay una imagen de María Asunta al Cielo, patrona de la Iglesia en Tailandia y, a la derecha, la de la Virgen María con el Niño Jesús, venerada en Japón con el título de Virgen de Inventione Christianorum.
En el centro de las dos figuras se encuentra la cruz y, sobre ella, una hoja de palma que simboliza el martirio.
Alrededor del borde de la medalla hay 33 semillas, cada una de las cuales contiene la inicial del nombre de uno de los mártires: 26 de Japón y 7 de Tailandia.
En la parte inferior se encuentra la inscripción del Viaje Apostólico y la fecha.
Mosaico del pontificado
El Pontífice también ha regalado a la Nunciatura un mosaico que representa el escudo de armas de su pontificado.
En la parte superior del mismo se encuentra el símbolo de la Compañía de Jesús, compuesto de un sol radiante y ardiente, en el que se encuentra el acrónimo IHS y, sobre él, una cruz con tres clavos en su base.
El acrónimo IHS puede interpretarse como Iesus Hominum Salvator (Jesús, Salvador de la Humanidad), o In Hoc Signo (Vinces), de la memoria constantiniana. Posteriormente los jesuitas lo consideraron como Habemus Iesum Socium (Tenemos a Jesús como Compañero) y Societas Iesu Humilis (Sociedad Humilde de Jesús).
Además del símbolo de la Compañía de Jesús, se localizan una estrella, que simboliza a la Virgen María, y la flor de nardo, que en la iconografía hispana alude a la castidad de san José.
El lema que acompaña al escudo de armas del Papa Francisco, Miserando atque eligendo, constituye un homenaje a la misericordia divina. Está tomado de las homilías de san Beda el Venerable, que comentando el episodio evangélico de la vocación de san Mateo, escribió: “Jesús vio al publicano y, porque lo amó, lo eligió, y le dijo: Sígueme”.
23.11.19




Misa del Papa en Nagasaki: “Cristo está vivo y actúa en medio nuestro”

Homilía del Pontífice


(24 nov. 2019).- “Nuestra fe es en el Dios de los Vivientes. Cristo está vivo y actúa en medio nuestro, conduciéndonos a todos hacia la plenitud de vida”, así ha exhortado el Papa Francisco a más 35.000 personas que han asistido a la Misa en Nagasaki, Japón.
Él está vivo y nos quiere vivos, es nuestra esperanza”, ha asegurado el Pontífice, en el marco de la visita a Japón, cuyo lema es Proteger toda vida. “Lo imploramos cada día: venga a nosotros tu Reino, Señor”.
A las 13:20 hora local (5:20 horas en Roma), el Papa ha dejado el Arzobispado de Nagasaki, donde ha almorzado. Tras saludar a 16 personas empleadas por la Curia, se ha dirigido en coche al Estadio de Baseball de la misma ciudad para celebrar la Santa Misa. Aquí, se ha montado en el papamóvil y ha pasado entre los fieles para saludarlos antes de presidir la Eucaristía, que ha comenzado a las 14 (6 hora de Roma).
En este último domingo del año litúrgico, solemnidad de Cristo Rey, Francisco ha hecho una reflexión en torno a la figura del buen ladrón: “Unimos nuestras voces a la del malhechor que, crucificado junto con Jesús, lo reconoció y lo proclamó rey”.
El Papa ha recordado a los japoneses en Nagasaki: “Estas tierras experimentaron, como pocas, la capacidad destructora a la que puede llegar el ser humano”. Por eso, como el buen ladrón, ha dicho, “queremos vivir ese instante donde poder levantar nuestras voces y profesar nuestra fe en la defensa y el servicio del Señor, el Inocente sufriente”.
Queremos acompañar su suplicio, sostener su soledad y abandono, y escuchar, una vez más, que la salvación es la palabra que el Padre nos quiere ofrecer a todos: ‘Hoy estarás conmigo en el Paraíso'”.

Asimismo, el Santo Padre no ha dejado de mencionar a san Pablo Miki y sus compañeros mártires: “Sobre sus huellas queremos caminar, sobre sus pasos queremos andar para profesar con valentía que el amor dado, entregado y celebrado por Cristo en la cruz, es capaz de vencer sobre todo tipo de odio, egoísmo, burla o evasión”. 
Homilía del Papa Francisco
«Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino» (Lc 23,42).
En este último domingo del año litúrgico unimos nuestras voces a la del malhechor que, crucificado junto con Jesús, lo reconoció y lo proclamó rey. Allí, en el momento menos triunfal y glorioso, bajo los gritos de burlas y humillación, el bandido fue capaz de alzar la voz y realizar su profesión de fe. Son las últimas palabras que Jesús escucha y, a su vez, son las últimas palabras que Él dirige antes de entregarse a su Padre: «Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso» (Lc 23,43). El pasado tortuoso del ladrón parece, por un instante, cobrar un nuevo sentido: acompañar de cerca el suplicio del Señor; y este instante no hace más que corroborar la vida del Señor: ofrecer siempre y en todas partes la salvación. El calvario, lugar de desconcierto e injusticia, donde la impotencia y la incomprensión se encuentran acompañadas por el murmullo y cuchicheo indiferente y justificador de los burlones de turno ante la muerte del inocente, se transforma, gracias a la actitud del buen ladrón, en una palabra de esperanza para toda la humanidad. Las burlas y los gritos de ¡sálvate a ti mismo! frente al inocente sufriente no serán la última palabra; es más, despertarán la voz de aquellos que se dejen tocar el corazón y se decidan por la compasión como auténtica forma para construir la historia.
Hoy aquí queremos renovar nuestra fe y nuestro compromiso; conocemos bien la historia de nuestras faltas, pecados y limitaciones, al igual que el buen ladrón, pero no queremos que eso sea lo que determine o defina nuestro presente y futuro. Sabemos que no son pocas las veces que podemos caer en la atmósfera comodona del grito fácil e indiferente del “sálvate a ti mismo”, y perder la memoria de lo que significa cargar con el sufrimiento de tantos inocentes. Estas tierras experimentaron, como pocas, la capacidad destructora a la que puede llegar el ser humano. Por eso, como el buen ladrón, queremos vivir ese instante donde poder levantar nuestras voces y profesar nuestra fe en la defensa y el servicio del Señor, el Inocente sufriente. Queremos acompañar su suplicio, sostener su soledad y abandono, y escuchar, una vez más, que la salvación es la palabra que el Padre nos  ha entregado y celebrado por Cristo en la cruz, es capaz de vencer sobre todo tipo de odio, egoísmo, burla o evasión; es capaz de vencer sobre todo pesimismo inoperante o bienestar narcotizante, que termina por paralizar cualquier buena acción y elección. Nos lo recordaba el Concilio Vaticano II, lejos están de la verdad quienes sabiendo que nosotros no tenemos aquí una ciudad permanente, sino que buscamos la futura, piensan que por ello podemos descuidar nuestros deberes terrenos, no advirtiendo que, precisamente, por esa misma fe profesada estamos obligados a realizarlos de una manera tal que den cuenta y transparenten la nobleza de la vocación con la que hemos sido llamados (cf. Const. past. Gaudium et spes, 43).
Nuestra fe es en el Dios de los Vivientes. Cristo está vivo y actúa en medio nuestro, conduciéndonos a todos hacia la plenitud de vida. Él está vivo y nos quiere vivos, es nuestra esperanza (cf. Exhort. ap. postsin. Christus vivit, 1). Lo imploramos cada día: venga a nosotros tu Reino, Señor. Y al hacerlo queremos también que nuestra vida y nuestras acciones se vuelvan una alabanza. Si nuestra misión como discípulos misioneros es la de ser testigos y heraldos de lo que vendrá, no podemos resignarnos ante el mal y los males, sino que nos impulsa a ser levadura de su Reino dondequiera que estemos: familia, trabajo, sociedad; ser una pequeña abertura en la que el Espíritu siga soplando esperanza entre los pueblos. El Reino de los cielos es nuestra meta común, una meta que no puede ser sólo para el mañana, sino que la imploramos y la comenzamos a vivir hoy, al lado de la indiferencia que rodea y silencia tantas veces a nuestros enfermos y discapacitados, a los ancianos y abandonados, a los refugiados y trabajadores extranjeros: todos ellos sacramento vivo de Cristo, nuestro Rey (cf. Mt 25,31-46); porque «si verdaderamente hemos partido de la contemplación de Cristo, tenemos que saberlo descubrir sobre todo en el rostro de aquellos con los que él mismo ha querido identificarse» (S. Juan Pablo II, Carta ap. Novo millennio ineunte, 49).
En el Calvario, muchas voces callaban, tantas otras se burlaban, tan sólo la del ladrón fue capaz de alzarse y defender al inocente sufriente; toda una valiente profesión de fe. Está en cada uno de nosotros la decisión de callar, burlar o profetizar. Queridos hermanos: Nagasaki lleva en su alma una herida difícil de curar, signo del sufrimiento inexplicable de tantos inocentes; víctimas atropelladas por las guerras de ayer pero que siguen sufriendo hoy en esta tercera guerra mundial a pedazos. Alcemos nuestras voces aquí en una plegaria común por todos aquellos que hoy están sufriendo en su carne este pecado que clama al cielo, y para que cada vez sean más los que, como el buen ladrón, sean capaces de no callar ni burlarse, sino con su voz profetizar un reino de verdad y justicia, de santidad y gracia, de amor y de paz1.
25.11.19





Japón: El Papa apuesta por fomentar la “reflexión” y el “discernimiento” entre profesores y estudiantes

Discurso en la Universidad de Sofía


( 26 nov. 2019).- “Queridos jóvenes, profesores, y todo el personal de la Sophia University: El Señor y su Iglesia cuentan con ustedes para que participen en la misión de buscar, hallar y expandir la Sabiduría divina y ofrecer alegría y esperanza a la sociedad actual”, ha dicho el Papa Francisco en su último acto público en Tokio, antes de ir al aeropuerto para regresar a Roma.
Este martes, 26 de noviembre de 2019, el Santo Padre ha visitado la Universidad de Sofía, donde ha celebrado la Misa con los jesuitas de Japón a primera hora de la mañana, ha desayunado en privado con algunos miembros de la Universidad, y ha compartido un momento con enfermos y ancianos.
Preferencias Apostólicas: jóvenes y pobres
La tradición ignaciana, en la que se basa Sophia (Sabiduría), “debe impulsar a profesores y estudiantes por igual a crear una atmósfera que fomente la reflexión y el discernimiento”, ha propuesto Francisco. “Ningún estudiante de esta universidad debería graduarse sin haber aprendido cómo elegir, responsable y libremente, lo que en conciencia sabe que es lo mejor”.
Las Preferencias Apostólicas Universales que propuso la Compañía de Jesús, ha aclarado el Pontífice, “dejan claro que el acompañamiento de los jóvenes es una realidad importante en todo el mundo, y que todas las instituciones ignacianas deben fomentar ese acompañamiento”. Por ello, el Papa ha animado a la Universidad “en su conjunto” a “centrarse en los jóvenes”, no sólo como “receptores de una educación preparada”, sino “también parte de esa educación, ofreciendo sus ideas y compartiendo su visión y esperanzas para el futuro”.
Así, el Papa ha mencionado otra de las “preferencias apostólicas universales” de los jesuitas: la de caminar con los pobres y los marginados de nuestro mundo. En este sentido, ha señalado que “El estudio universitario de calidad, más que considerarlo el privilegio de unos pocos, tiene que ir acompañado por la conciencia de saberse servidores de la justicia y del bien común; servicio a implementarse en el área que a cada uno le toque desarrollar”.
Casa común
En el contexto del cuidado por la casa común, el Santo Padre ha observado que “en una sociedad tan competitiva y tecnológicamente orientada, esta universidad debería ser un centro no sólo de formación intelectual, sino también un lugar donde pueda ir tomando forma una sociedad mejor y un futuro más lleno de esperanza”.
Así, ha comentado que en el espíritu de la encíclica Laudato si’, añadiría que “el amor por la naturaleza, tan típico de las culturas asiáticas, aquí debería expresarse en una inquietud inteligente y previsora por la protección de la tierra, nuestra casa común”.
Al final del encuentro, el propio Papa ha pedido bajar del podio a saludar a los estudiantes de manera personal, que han atendido desde sus asientos con interés en discurso del Pontífice. Con gran entusiasmo, los jóvenes alumnos han dado sus manos al Papa y han tomado fotografías.
***
Discurso del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas:
Me alegra mucho poder estar unos minutos con ustedes al final de mi visita apostólica, poco antes de dejar Japón y regresar a Roma.
Mi estadía en este país ha sido breve pero intensa. Agradezco a Dios y a todo el pueblo nipón por la oportunidad de poder visitar este país, que dejó una gran huella en la vida de san Francisco Javier, y donde tantos mártires dieron testimonio de su fe cristiana. A pesar de que los cristianos son una minoría, su presencia se siente. Yo mismo he sido testigo de la estima general que se tiene hacia la Iglesia Católica, y espero que este respeto mutuo pueda aumentar en el futuro. También he observado que, a pesar de la eficiencia y el orden que caracterizan a la sociedad japonesa, se percibe que se desea y se busca algo más: un hondo anhelo por crear una sociedad cada vez más humana, compasiva y misericordiosa.
El estudio y la meditación son parte de toda cultura, y vuestra cultura japonesa está, en este sentido, orgullosa de su herencia antigua y rica. Japón ha podido integrar el pensamiento y las religiones de Asia en su conjunto y crear una cultura con identidad definida. La Escuela Ashikaga, que tanto impresionó a san Francisco Javier, es un ejemplo de la capacidad de la cultura japonesa para absorber y transmitir el conocimiento. Los centros de estudio, meditación e investigación, siguen desempeñando un papel importante en la cultura actual. Por esta razón, es necesario que conserven su autonomía y libertad, en aras de un futuro mejor. Puesto que las universidades siguen siendo el lugar principal en el que se capacitan los líderes futuros, es necesario que el conocimiento y la cultura en toda su amplitud inspire todos los aspectos de las instituciones educativas volviéndose cada vez más inclusivas y generadoras de oportunidad y promoción social.
Sophia. Siempre el hombre, para administrar sus recursos de manera constructiva y eficiente, necesitó de la verdadera Sophia, de la verdadera Sabiduría. En una sociedad tan competitiva y tecnológicamente orientada, esta universidad debería ser un centro no sólo de formación intelectual, sino también un lugar donde pueda ir tomando forma una sociedad mejor y un futuro más lleno de esperanza. En el espíritu de la encíclica Laudato si’, añadiría que el amor por la naturaleza, tan típico de las culturas asiáticas, aquí debería expresarse en una inquietud inteligente y previsora por la protección de la tierra, nuestra casa común. Inquietud que pueda amalgamarse con la promoción de una nueva episteme capaz de ampliar y cuestionar todo intento reduccionista de parte del paradigma tecnocrático (cf. nn. 106-114). No perdamos de vista que «la auténtica humanidad, que invita a una nueva síntesis, parece habitar en medio de la civilización tecnológica, casi imperceptiblemente, como la niebla que se filtra bajo la puerta cerrada. ¿Será una promesa permanente, a pesar de todo, brotando como una empecinada resistencia de lo auténtico?» (ibíd., 112).
La Sophia University ha estado siempre marcada por una identidad humanista, cristiana e internacional. Desde su fundación, la Universidad se ha enriquecido con la presencia de profesores de varios países, incluso a veces de países en conflicto entre sí. Sin embargo, todos estaban unidos por el deseo de dar lo mejor a los jóvenes de Japón. Ese mismo espíritu perdura también en las muchas formas en las que ustedes brindan ayuda a quienes más lo necesitan, aquí y en el extranjero. Estoy seguro de que este aspecto de la identidad de vuestra Universidad se fortalecerá cada vez más, de modo que los grandes avances tecnológicos de hoy puedan ponerse al servicio de una educación más humana, justa y ecológicamente responsable. La tradición ignaciana, en la que se basa Sophia, debe impulsar a profesores y estudiantes por igual a crear una atmósfera que fomente la reflexión y el discernimiento. Ningún estudiante de esta universidad debería graduarse sin haber aprendido cómo elegir, responsable y libremente, lo que en conciencia sabe que es lo mejor. Que en cada situación, incluso en las más complejas, se interesen por lo que en su conducta es justo y humano, cabal y responsable, decididos defensores de los vulnerables, y sean conocidos por esa integridad que tanto se necesita en estos momentos en que las palabras y las acciones a menudo son falsas o engañosas.
Las Preferencias Apostólicas Universales que propuso la Compañía de Jesús dejan claro que el acompañamiento de los jóvenes es una realidad importante en todo el mundo, y que todas las instituciones ignacianas deben fomentar ese acompañamiento. Como lo demuestra el Sínodo sobre los jóvenes y sus documentos, la Iglesia universal también mira con esperanza e interés a los jóvenes de todo el mundo. Vuestra Universidad en su conjunto debe centrarse en los jóvenes, que no sólo han de ser receptores de una educación preparada, sino también parte de esa educación, ofreciendo sus ideas y compartiendo su visión y esperanzas para el futuro. Que vuestra Universidad sea conocida por ese modelo de intercambio y por el enriquecimiento y vitalidad que esto genera.
La tradición cristiana y humanista de Sophia está totalmente en consonancia con otra de las preferencias que mencioné, la de caminar con los pobres y los marginados de nuestro mundo. La Universidad, enfocada en su misión, deberá estar abierta siempre a crear un archipiélago capaz de interconectar lo que social y culturalmente puede llegar a concebirse como separado. Los marginados serán creativamente involucrados e incorporados en el currículo universitario, buscando posibilitar las condiciones para que esto se traduzca en la promoción de un estilo educativo capaz de achicar brechas y distancias. El estudio universitario de calidad, más que considerarlo el privilegio de unos pocos, tiene que ir acompañado por la conciencia de saberse servidores de la justicia y del bien común; servicio a implementarse en el área que a cada uno le toque desarrollar. Una causa que nos compete a todos; el consejo de Pedro a Pablo sigue siendo cierto hoy: no olvidemos a los pobres (cf. Ga 2,10).
Queridos jóvenes, profesores, y todo el personal de la Sophia University: Que estas reflexiones y nuestro encuentro de hoy den fruto en sus vidas y en la vida de esta comunidad académica. El Señor y su Iglesia cuentan con ustedes para que participen en la misión de buscar, hallar y expandir la Sabiduría divina y ofrecer alegría y esperanza a la sociedad actual. Por favor, no se olviden también de rezar por mí y por todos los que más necesitan de nuestra ayuda.
Ahora, mientras me dispongo a dejar Japón, les agradezco, y a través de ustedes a todo el pueblo japonés, por la amable acogida y bienvenida que me han brindado durante esta visita. Los aseguro que los tendré presentes en mi corazón y en mi oración.
26.11.19






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