Santa Marta: El Papa pide que los políticos busquen “el bien del país”
Nacer de nuevo dejando entrar al Espíritu
( 20 abril 2020).- “Oremos hoy por los hombres y mujeres que tienen vocación política: la política es una alta forma de caridad. Por los partidos políticos de los distintos países, para que en este momento de pandemia busquen juntos el bien del país y no el bien de su propio partido”.
Con estas palabras, el Santo Padre introdujo la celebración de la Misa matutina celebrada hoy, 20 de abril de 2020, lunes de la Segunda Semana de Pascua.
La celebración eucarística fue transmitida en vivo desde la Capilla de la Casa Santa Marta debido a la pandemia del coronavirus.
En su homilía, el Papa Francisco comentó el Evangelio de hoy (Jn 3, 1-8) en el que Jesús habla con el fariseo Nicodemo.
No todos los fariseos eran malos, Nicodemo “sentía inquietud, porque es un hombre que había leído los profetas y sabía que lo que Jesús estaba haciendo había sido anunciado por los profetas. Sintió la inquietud y fue a hablar con Jesús”, explicó.
Nacer de lo alto
Jesús indica a Nicodemo que si uno no nace de lo alto no puede ver el Reino de Dios y el fariseo no sabe cómo hacerlo porque toma literalmente esa respuesta de Cristo, relató Francisco. Y añadió que quien se deja llevar por el Espíritu es “una persona dócil” y libre.
Ser un buen cristiano, remarca el Papa, no consiste en detenerse en el cumplimiento de los mandamientos, “es dejar que el Espíritu entre en ti y te lleve, te lleve donde quiera”: “Nacer de nuevo es dejar que el Espíritu entre en nosotros y que sea el Espíritu quien me guíe y no yo, y aquí, libre, con esta libertad del Espíritu que nunca sabrás dónde acabarás”, describió.
Abrir el corazón al Espíritu
El Pontífice también remitió al pasaje de los Hechos de los Apóstoles (Hechos 4, 23-31) en el que, tras la liberación de Pedro y Juan, los discípulos de Jesús elevan juntos una oración a Dios para poder proclamar y dejan “que sea el Espíritu quien les diga qué hacer”.
“Ante las dificultades, ante una puerta cerrada, que no sabían cómo avanzar, van al Señor, abren sus corazones y el Espíritu viene y les da lo que necesitan y salen a predicar, con coraje, y adelante. Esto es nacer del Espíritu”, apunta el Obispo de Roma.
Oración
“¿Y cómo se prepara uno para nacer de nuevo? A través de la oración. La oración es lo que abre la puerta al Espíritu y nos da esta libertad, esta franqueza, este coraje del Espíritu Santo. Que nunca sabrás dónde te llevará. Pero es el Espíritu”, subrayó.
Finalmente, el Santo Padre pidió: “Que el Señor nos ayude a estar siempre abiertos al Espíritu, porque es Él quien nos llevará adelante en nuestra vida de servicio al Señor”.
A continuación, sigue la transcripción de la homilía completa de Francisco ofrecida por Vatican News.
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Homilía del Papa
Este hombre, Nicodemo, es un jefe de los judíos, un hombre justo; sintió la necesidad de ir a Jesús. Fue por la noche, porque tenía que hacer un poco de equilibrio, porque los que iban a hablar con Jesús no eran bien vistos. Es un fariseo justo, porque no todos los fariseos son malos: no, no; también hubo fariseos justos. Este es un fariseo justo. Sentía inquietud, porque es un hombre que había leído los profetas y sabía que lo que Jesús estaba haciendo había sido anunciado por los profetas. Sintió la inquietud y fue a hablar con Jesús. “Maestro, sabemos que viniste de Dios como Maestro”: es una confesión, hasta cierto punto. “Nadie, de hecho, puede llevar a cabo estos signos que Tú llevas a cabo si Dios no está con Él”. Se detiene antes del “por lo tanto”. Si digo esto… entonces… Y Jesús respondió. Respondió misteriosamente, ya que él, Nicodemo, no lo esperaba. Respondió con esa figura del nacimiento: si uno no nace de lo alto, no puede ver el Reino de Dios. Y él, Nicodemo, siente confusión, no entiende y toma ‘ad litteram’ esa respuesta de Jesús: pero ¿cómo puede uno nacer si es un adulto, una persona mayor? Nacer de lo alto, nacer del Espíritu. Es el salto que debe dar la confesión de Nicodemo y no sabe cómo hacerlo. Porque el Espíritu es impredecible. La definición del Espíritu que Jesús da aquí es interesante: “El viento sopla donde quiere y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene o a dónde va: así es todo el que nace del Espíritu”, es decir, libre. Una persona que se deja llevar de una parte y de otra parte por el Espíritu Santo: esta es la libertad del Espíritu. Y quienquiera que haga esto es una persona dócil, y aquí estamos hablando de la docilidad al Espíritu.
Ser cristiano no es sólo cumplir los mandamientos: hay que cumplirlos, eso es cierto; pero si te detienes ahí, no eres un buen cristiano. Ser un buen cristiano es dejar que el Espíritu entre en ti y te lleve, te lleve donde quiera. En nuestra vida cristiana muchas veces nos detenemos como Nicodemo, ante el “por lo tanto”, no sabemos qué paso dar, no sabemos cómo hacerlo o no tenemos la confianza en Dios para dar este paso y dejar entrar al Espíritu. Nacer de nuevo es dejar que el Espíritu entre en nosotros y que sea el Espíritu quien me guíe y no yo, y aquí, libre, con esta libertad del Espíritu que nunca sabrás dónde acabarás.
Los apóstoles, que estaban en el Cenáculo, cuando vino el Espíritu salieron a predicar con ese valor, esa franqueza… no sabían que esto iba a suceder; y lo hicieron, porque el Espíritu los estaba guiando. El cristiano no debe nunca detenerse sólo en el cumplimiento de los Mandamientos: hay que hacer, pero ir más lejos, hacia este nuevo nacimiento que es el nacimiento en el Espíritu, que le da la libertad del Espíritu.
Esto es lo que le pasó a esta comunidad cristiana de la primera Lectura, después de que Juan y Pedro volvieran de ese interrogatorio que tuvieron con los sacerdotes. Fueron a ver a sus hermanos en esta comunidad y reportaron lo que los jefes de los sacerdotes y los ancianos les habían dicho. Y la comunidad, cuando escucharon esto, todos juntos, se asustaron un poco. ¿Y qué hicieron? Rezaron. No se detuvieron en las medidas de precaución, “no, hagamos esto ahora, vayamos un poco más tranquilos…”: no. Rezar. Dejar que sea el Espíritu quien les diga qué hacer. Levantaron sus voces a Dios diciendo: “¡Señor!” y rezaron. Esta hermosa oración de un momento oscuro, de un momento en el que tienen que tomar decisiones y no saben qué hacer. Quieren nacer del Espíritu, abren sus corazones al Espíritu: que sea Él quien lo diga… Y preguntan: “Señor, Herodes, Poncio Pilato con las naciones y pueblos de Israel se han aliado contra tu Espíritu Santo y contra Jesús”, cuentan la historia y dicen: “¡Señor, haz algo!”. “Y ahora, Señor, vuelve tus ojos a sus amenazas”, las del grupo de sacerdotes, “y concede a tus siervos que proclamen tu Palabra con toda franqueza” – piden franqueza, valor, no tener miedo – “extendiendo tu mano para que se realicen curaciones, señales y maravillas en el nombre de Jesús”. “Y cuando terminaron su oración, el lugar donde estaban reunidos tembló, y todos fueron llenos del Espíritu Santo y predicaron la Palabra de Dios con franqueza. Un segundo Pentecostés ocurrió aquí.
Ante las dificultades, ante una puerta cerrada, que no sabían cómo avanzar, van al Señor, abren sus corazones y el Espíritu viene y les da lo que necesitan y salen a predicar, con coraje, y adelante. Esto es nacer del Espíritu, esto no se detiene en el “por lo tanto”, en el “por lo tanto” de las cosas que siempre he hecho, en el “por lo tanto” después de los Mandamientos, en el “por lo tanto” después de las costumbres religiosas: ¡no! Esto es nacer de nuevo. ¿Y cómo se prepara uno para nacer de nuevo? A través de la oración. La oración es lo que abre la puerta al Espíritu y nos da esta libertad, esta franqueza, este coraje del Espíritu Santo. Que nunca sabrás dónde te llevará. Pero es el Espíritu.
Que el Señor nos ayude a estar siempre abiertos al Espíritu, porque es Él quien nos llevará adelante en nuestra vida de servicio al Señor.
Finalmente, el Papa terminó la celebración con la adoración y la bendición Eucarística, invitando a todos a realizar la comunión espiritual con esta oración:
“A tus pies, oh Jesús mío, me postro y te ofrezco el arrepentimiento de mi corazón contrito que se abandona en su nada y en Tu santa presencia. Te adoro en el sacramento de tu amor, deseo recibirte en la pobre morada que mi corazón te ofrece. En espera de la felicidad de la comunión sacramental, quiero tenerte en espíritu. Ven a mí, oh Jesús mío, que yo vaya hacia Ti. Que tu amor pueda inflamar todo mi ser, para la vida y para la muerte. Creo en Ti, espero en Ti, Te amo. Que así sea”.
Antes de salir de la Capilla dedicada al Espíritu Santo, se entonó la antífona mariana que se canta en el tiempo pascual, el Regina Coeli.
Regína caeli laetáre, allelúia.
Quia quem merúisti portáre, allelúia.
Resurréxit, sicut dixit, allelúia.
Ora pro nobis Deum, allelúia.
21.04.20
Santa Marta: En este silencio, “podemos crecer en nuestra capacidad de escucha”
Homilía del Santo Padre
(21 abril 2020).- El Santo Padre continúa reflexionando sobre los frutos de esta crisis mundial provocada por la pandemia. Esta mañana, en la celebración de la Eucaristía, ha invitado a apreciar el “silencio” en el que convivimos, con el deseo de que “nos enseñe a escuchar”.
Este martes de la segunda semana de Pascua, 21 de abril de 2020, el Obispo de Roma presidió la Misa en la Capilla de la Casa Santa Marta con la participación de algunas religiosas y empleados del Vaticano. Todos los días la celebración es transmitida en vivo en Vatican News y en la página de zenit en Facebook.
“En este tiempo hay tanto silencio. Incluso se puede oír el silencio”, ha observado el Papa. “Que este silencio, que es un poco nuevo en nuestros hábitos, nos enseñe a escuchar, nos haga crecer en nuestra capacidad de escucha. Oremos por esto”.
Las lecturas escogidas para la Misa de hoy son: la Primera Lectura, del libro de los Hechos de los Apóstoles (4, 32-37), el Salmo 92,1ab.1c-2.5 y Evangelio según san Juan (3,5a.7b-15).
La Primera Lectura describe la vida de los miembros de la primera comunidad cristiana que tenían un solo corazón y una sola alma y nadie consideraba lo que les pertenecía como su propiedad, porque entre ellos todo era común y nadie estaba necesitado.
El Papa ha indicado que el Espíritu Santo “es capaz de hacer estas maravillas”. La primera comunidad cristiana “es un modelo, un ideal, un signo de lo que el Espíritu Santo puede hacer si somos dóciles. El Espíritu crea armonía”.
Así, a raíz de este pasaje, Francisco ha advertido de tres cosas que dividieron a las comunidades de los primeros cristianos: el dinero, la vanidad y las habladurías.
Homilía del Papa
Nacer de lo alto es nacer con la fuerza del Espíritu Santo. Nosotros no podemos tomar el Espíritu Santo para nosotros, sólo podemos dejar que nos transforme. Y nuestra docilidad abre la puerta al Espíritu Santo: es Él quien hace el cambio, la transformación, este renacer de lo alto. Es la promesa de Jesús de enviar el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es capaz de hacer maravillas, cosas que ni siquiera podemos pensar.
Un ejemplo es esta primera comunidad cristiana, que no es una fantasía, esto es lo que nos dicen aquí: es un modelo, donde se puede llegar cuando hay docilidad y dejar que el Espíritu Santo entre y nos transforme. Una comunidad, digamos, «ideal». Es cierto que inmediatamente después de esto comenzarán los problemas, pero el Señor nos muestra hasta dónde podemos llegar si estamos abiertos al Espíritu Santo, si somos dóciles. En esta comunidad hay armonía. El Espíritu Santo es el maestro de la armonía, es capaz de hacerlo y lo ha hecho aquí. Debe hacerlo en nuestros corazones, debe cambiar muchas cosas de nosotros, pero debe hacer armonía: porque Él mismo es la armonía. También la armonía entre el Padre y el Hijo: es el amor de la armonía, Él. Y Él, con armonía, crea estas cosas como esta comunidad armoniosa. Pero entonces, la historia nos dice – el mismo Libro de los Hechos de los Apóstoles – de tantos problemas en la comunidad. Este es un modelo: el Señor ha permitido que este modelo de una comunidad casi «celestial» nos muestre a dónde debemos llegar.
Pero entonces comenzaron las divisiones en la comunidad. El Apóstol Santiago dice en el segundo capítulo de su Carta: «Que vuestra fe sea inmune al favoritismo personal» – ¡porque lo hubo! «No discriminar»: los apóstoles deben salir y amonestar. Y Pablo, en la Primera Carta a los Corintios, en el capítulo 11, se queja: «He oído que hay divisiones entre ustedes»: empiezan las divisiones internas en las comunidades. Este «ideal» debe ser alcanzado, pero no es fácil: hay muchas cosas que dividen a una comunidad, ya sea una parroquia cristiana o una comunidad diocesana o presbiteral o de religiosos o religiosas… muchas cosas entran para dividir a la comunidad.
Viendo las cosas que han dividido a las primeras comunidades cristianas, yo encuentro tres: primero, el dinero. Cuando el apóstol Santiago dice esto, que no tiene ningún favoritismo personal, da un ejemplo porque «si en su iglesia, en su asamblea, entra un hombre con un anillo de oro, lo ponen inmediatamente adelante, y el pobre queda al margen». El dinero. El mismo Pablo dice lo mismo: «Los ricos traen comida y comen, ellos, y los pobres, de pie», los dejamos allí como para decirles: «Arréglate como puedas». El dinero divide, el amor al dinero divide la comunidad, divide la Iglesia.
Muchas veces, en la historia de la Iglesia, donde hay desviaciones doctrinales – no siempre, sin embargo, muchas veces – hay dinero detrás: dinero del poder, tanto el poder político como el dinero en efectivo, pero es dinero. El dinero divide a la comunidad. Por esta razón, la pobreza es la madre de la comunidad, la pobreza es el muro que protege a la comunidad. El dinero divide, el interés propio. Incluso en las familias: ¿cuántas familias terminaron divididas por una herencia? ¿Cuántas familias? Y ya no se hablaban… Cuántas familias… Una herencia… Se dividen: el dinero divide.
Otra cosa que divide a una comunidad es la vanidad, ese deseo de sentirse mejor que los demás. «Gracias, Señor, porque no soy como los demás», la oración del fariseo. Vanidad, sentirme que… Y también vanidad en mostrarse, vanidad en los hábitos, en el vestir: cuántas veces – no siempre pero sí cuántas veces – la celebración de un sacramento es un ejemplo de vanidad, quién va con la mejor ropa, quién hace eso y lo otro… Vanidad… la mayor fiesta… La vanidad entra ahí también. Y la vanidad divide. Porque la vanidad te lleva a ser un pavo real y donde hay un pavo real, hay división, siempre.
Una tercera cosa que divide a una comunidad son las habladurías: no es la primera vez que lo digo, pero es la realidad. Y es la realidad. Esa cosa que el diablo pone en nosotros, como una necesidad de hablar de los demás. «Qué buena persona es esa…» – «Sí, sí, pero, pero…»: inmediatamente el «pero»: es una piedra para descalificar al otro e inmediatamente algo que oigo decir y así disminuyo un poco al otro.
Pero el Espíritu siempre viene con su fuerza para salvarnos de esta mundanidad del dinero, la vanidad y la habladuría, porque el Espíritu no es el mundo: está contra el mundo. Es capaz de hacer estos milagros, estas grandes cosas.
Pidamos al Señor esta docilidad al Espíritu para que nos transforme y transforme nuestras comunidades, nuestras comunidades parroquiales, diocesanas, religiosas: las transforme, para que podamos avanzar siempre en la armonía que Jesús quiere para la comunidad cristiana.
Comunión espiritual, adoración y bendición Eucarística
Finalmente, el Papa terminó la celebración con la adoración y la bendición Eucarística, invitando a todos a realizar la comunión espiritual con esta oración:
“Creo, Jesús mío, que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Pero como ahora no puedo recibirte sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que jamás me separe de Ti. Amén”.
Antes de salir de la Capilla dedicada al Espíritu Santo, se entonó la antífona mariana que se canta en el tiempo pascual, el Regina Coeli.
Regína caeli laetáre, allelúia.
Quia quem merúisti portáre, allelúia.
Resurréxit, sicut dixit, allelúia.
Ora pro nobis Deum, allelúia.
22.04.20
El Papa dedica la catequesis al Día Mundial de la Tierra
Solo unidos superaremos “los desafíos globales”
( 22 abril 2020).- Hoy se celebra el 50º Día Mundial de la Tierra y en línea con la Encíclica Laudato si’, que el Papa Francisco dedicó al cuidado de nuestra Casa Común, el Santo Padre ha reflexionado en la audiencia general sobre el “compromiso que tenemos de protegerla” y que caracteriza “nuestro ‘paso por esta tierra’”.
Este 22 de abril de 2020, como ocurre recientemente cada miércoles, la Biblioteca Apostólica Vaticana ha sido el lugar donde el Papa Francisco ha celebrado la audiencia general. Acompañado por nueve obispos, ha trasladado sus palabras a los fieles que siguen la transmisión a través de medios digitales desde los diferentes países.
“Solo si estamos unidos”
En el resumen en español de su catequesis, Francisco ha destacado que la presente pandemia “nos está enseñando que solo si estamos unidos y haciéndonos cargo los unos de los otros, podremos superar los actuales desafíos globales y cumplir la voluntad de Dios, que quiere que todos sus hijos vivan en comunión y prosperidad”.
Así, ha sostenido que “no somos solo materia, sino que llevamos también el ‘aliento de vida’ que procede de Dios, y vivimos en este mundo como una única familia humana, en medio de la biodiversidad de las criaturas del Señor”.
Según el Pontífice, estamos creados a imagen y semejanza de Dios y “llamados a cuidar y respetar todas sus criaturas, pero con especial amor y compasión a nuestros hermanos, sobre todo a los más débiles, imitando el amor que Dios nos tiene y nos manifiesta en su Hijo Jesús”.
Cinco años de Laudato si’
“Por nuestra culpa –ha recordado- la tierra ha sufrido un gran deterioro, la hemos dañado y saqueado; no la hemos sabido respetar ni cuidar, tampoco a nuestros hermanos y hermanas. Hemos olvidado que somos custodios y administradores, y hemos ofendido al Padre bueno que vela sobre todas sus criaturas”.
El quinto aniversario de la publicación de la Encíclica Laudato Si’, que fue publicada el 24 de mayo de 2015, coincide este año con el 50º Día Mundial de la Tierra. Además, en 2020 se conmemora el cuarto aniversario de la firma del Acuerdo de París sobre cambio climático.
La actual pandemia de COVID-19 es un “claro recordatorio de la vulnerabilidad de los humanos y del planeta frente a amenazas de magnitud global. El daño descontrolado a nuestro medio ambiente debe ser abordado”, señala Naciones Unidas.
La Tierra “no es un depósito de recursos para ser explotados” –
Catequesis del Papa
50º Día Mundial de la Tierra
( 22 abril 2020).- “¿Cómo podemos restaurar una relación armoniosa con la Tierra y el resto de la humanidad?” pregunta, perseverante, el Papa Francisco. “Como la trágica pandemia de coronavirus nos está demostrando”, ha indicado, “solo juntos y haciéndonos cargo de los más débiles podemos vencer los desafíos globales”.
La audiencia general de esta mañana ha tenido lugar en la Biblioteca del Palacio Apostólico Vaticano, a las 9:30 horas en Roma, y ha tratado sobre un tema especial: La 50ª Jornada Mundial de la Tierra (Earth Day), que se celebra hoy, coincidiendo además con el 5º aniversario de su carta encíclica Laudato si’ sobre el cuidado de la Casa Común (Gen 2,8-9.15).
“Necesitamos una nueva forma de ver nuestra casa común”, asegura el Papa. “Entendámonos: la Tierra no es un depósito de recursos para ser explotados”. Así, Francisco ha advertido que “por egoísmo hemos fallado en nuestra responsabilidad como custodios y administradores de la Tierra”, en el marco del Día Mundial dedicado a la Tierra, nuestra Casa Común.
En esta línea, llama a todos los hermanos en este tiempo pascual de renovación, a comprometerse “a amar y apreciar el magnífico regalo de la Tierra, nuestra casa común, y a cuidar de todos los miembros de la familia humana”.
Después de resumir su meditación en diversas lenguas, el Santo Padre ha saludado a los fieles. La audiencia general ha terminado con el rezo del Pater Noster y la bendición apostólica.
Aquí ofrecemos la catequesis del Santo Padre completa:
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Catequesis del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!:
Hoy celebramos la 50ª Jornada mundial de la Tierra, Es una oportunidad para renovar nuestro compromiso de amar nuestra casa común y de cuidarla junto con los miembros más débiles de nuestra familia. Como la trágica pandemia de coronavirus nos está demostrando, sólo juntos y haciéndonos cargo de los más débiles podemos vencer los desafíos globales. La carta encíclica Laudato si’ tiene precisamente este subtítulo: “sobre el cuidado de nuestra casa común”. Hoy reflexionaremos juntos sobre esta responsabilidad que caracteriza “nuestro paso por esta tierra” (LS, 160). Tenemos que crecer en la conciencia del cuidado de nuestra casa común.
Estamos hechos de materia terrestre, y los frutos de la tierra sostienen nuestra vida. Pero, como nos recuerda el Libro del Génesis, no somos simplemente «terrestres”: también llevamos dentro de nosotros el soplo vital que viene de Dios (cf. Gn 2:4-7). Vivimos, pues, en la casa común como una familia humana y en la biodiversidad con las otras criaturas de Dios. Como imago Dei, imagen de Dios, estamos llamados a cuidar y respetar a todas las criaturas y a nutrir amor y compasión por nuestros hermanos y hermanas, especialmente por los más débiles, a imitación del amor de Dios por nosotros, manifestado en su Hijo Jesús, que se hizo hombre para compartir con nosotros esta situación y salvarnos.
Por egoísmo hemos fallado en nuestra responsabilidad como custodios y administradores de la Tierra. “Basta mirar la realidad con sinceridad para ver que hay un gran deterioro de nuestra casa común” (ibíd., 61). La hemos contaminado y saqueado, poniendo en peligro nuestra misma vida. Por eso, se han formado varios movimientos internacionales y locales para despertar las conciencias. Aprecio sinceramente estas iniciativas, y todavía será necesario que nuestros niños salgan a las calles para enseñarnos lo que es obvio, es decir, que no hay futuro para nosotros si destruimos el medio ambiente que nos sostiene.
Hemos fallado en custodiar la Tierra, nuestra casa jardín, y en custodiar a nuestros hermanos. Hemos pecado contra la Tierra, contra nuestro prójimo y, en fin, contra el Creador, el Padre bueno que provee a cada uno y quiere que vivamos juntos en comunión y prosperidad. ¿Y cómo reacciona la Tierra? Hay un dicho español, que es muy claro, al respecto y dice así: “Dios perdona siempre, nosotros, los hombres algunas veces perdonamos, otras no; la tierra no perdona nunca”. La Tierra no perdona, si nosotros hemos deteriorado la Tierra, la respuesta será muy contundente.
¿Cómo podemos restaurar una relación armoniosa con la Tierra y el resto de la humanidad? Una relación armoniosa… Perdemos muchas veces la visión de la armonía: la armonía es obra del Espíritu Santo. También en la casa común, en la Tierra, también en nuestra relación con la gente, con el prójimo, con los más pobres, ¿cómo podemos restaurar esta armonía? Necesitamos una nueva forma de ver nuestra casa común. Entendámonos: la Tierra no es un depósito de recursos para ser explotados. Para nosotros los creyentes el mundo natural es el “Evangelio de la Creación”, que expresa la potencia creadora de Dios para plasmar la vida humana y hacer que el mundo exista junto con lo que contiene para sostener a la humanidad. El relato bíblico de la creación concluye de la siguiente manera: “Vio Dios cuanto había hecho, y todo estaba muy bien” (Gn 1:31).Cuando vemos estas tragedias naturales que son la respuesta de la tierra a nuestro maltrato, yo pienso: “Si ahora preguntase al Señor que piensa, no creo que me dijera que todo está muy bien”. ¡Nosotros hemos arruinado la obra del Señor!
Al celebrar hoy el la Jornada Mundial de la Tierra estamos llamados a reencontrar el sentido de respeto sagrado por la Tierra, porque no es solo nuestra casa, sino también la casa de Dios. ¡De esto surge en nosotros la conciencia de estar en tierra sagrada!
Queridos hermanos y hermanas, “despertemos el sentido estético y contemplativo que Dios puso en nosotros”. (Exhortación ap. postsin. Querida Amazonia, 56). La profecía de la contemplación es algo que aprendemos sobre todo de los pueblos originarios, que nos enseñan que no podemos cuidar de la tierra si no la amamos y la respetamos. Ellos tienen la sabiduría del “bien vivir”, no en el sentido de pasárselo bien, no: sino del vivir en armonía con la tierra. Ellos llaman “el bien vivir” a esta armonía.
Al mismo tiempo, necesitamos una conversión ecológica que se exprese en acciones concretas. Como una familia única e interdependiente, necesitamos un plan compartido para evitar las amenazas contra nuestra casa común. «La interdependencia nos obliga a pensar en un solo mundo, en un proyecto común» (LS, 164). Somos conscientes de la importancia de trabajar juntos como comunidad internacional para la protección de nuestra casa común. Exhorto a cuantos ostentan la autoridad a liderar el proceso que conducirá a dos conferencias internacionales muy importantes: la COP15 sobre la Biodiversidad en Kunming (China) y la COP26 sobre el Cambio Climático en Glasgow (Reino Unido). Estas dos citas son importantísimas.
Me gustaría alentar a organizar acciones concertada también a nivel nacional como local. Es bueno converger desde todas las condiciones sociales y dar vida también a un movimiento popular “desde abajo”. Así nació la Jornada Mundial de la Tierra, que celebramos hoy. Cada uno de nosotros puede dar su pequeña aportación: “No hay que pensar que esos esfuerzos no van a cambiar el mundo. Esas acciones derraman un bien en la sociedad que siempre produce frutos más allá de lo que se puede constatar, porque provocan en el seno de esta tierra un bien que siempre tiende a difundirse, a veces invisiblemente” (LS, 212).
En este tiempo pascual de renovación, comprometámonos a amar y apreciar el magnífico regalo de la Tierra, nuestra casa común, y a cuidar de todos los miembros de la familia humana. Como hermanos y hermanas que somos imploremos juntos a nuestro Padre celestial: “Envía tu Espíritu y renueva la faz de la tierra” (cf. Sal 104,30).
23.04.20
Santa Marta: Francisco reza por la “pandemia social” que afecta a las familias
Y por la conversión de los usureros
( 23 abril 2020).- El Santo Padre habló sobre la “pandemia social” que ocasiona el coronavirus y que afecta a las familias: “Oremos. Recemos por estas familias, por los muchos hijos de estas familias, por la dignidad de estas familias, y recemos también por los usureros: que el Señor toque sus corazones y los convierta”.
El Papa Francisco presidió hoy, 23 de abril de 2020, jueves de la segunda semana de Pascua, la Misa en la Casa Santa Marta, transmitida por Vatican News y por la página de Facebook de zenit.
Pandemia social
Efectivamente, en la introducción de la de la celebración eucarística Francisco dirige sus pensamientos a las familias en dificultades en esta época de pandemia y a los usureros que se aprovechan de la situación: “En muchas partes se siente uno de los efectos de esta pandemia: muchas familias necesitadas, hambrientas y lamentablemente el grupo de usureros que les está ayudando. Esta es otra pandemia. La pandemia social: familias de personas que tienen un trabajo diario o, por desgracia, un trabajo no declarado que no pueden trabajar y no tienen comida… con hijos. Y luego los usureros se llevan lo poco que tienen”.
Después, en su homilía, el Papa comentó el pasaje de los Hechos de los Apóstoles (Hechos 5, 27-33) en el que Pedro, ante los reproches y amenazas del sumo sacerdote que quiere prohibirle enseñar al pueblo, responde que es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres y anuncia a todos la resurrección de Jesús, el Salvador.
La oración de Jesús
El Pontífice se refirió la fuerza y valentía de Pedro, que era débil y cobarde, hasta el punto de haber negado al Señor. De este modo, señaló que el “secreto” de este cambio fue “la oración de Jesús. Jesús reza por Pedro, para que su fe no falle y pueda – dice Jesús – confirmar a sus hermanos en la fe. Jesús reza por Pedro”.
Y añadió que lo que Jesús hizo con Pedro lo hace con todos nosotros: “Jesús reza por nosotros; Él reza ante el Padre. Estamos acostumbrados a rezar a Jesús para que nos dé esta gracia, esa otra gracia, para ayudarnos, pero no estamos acostumbrados a contemplar a Jesús que hace ver las heridas al Padre, a Jesús, el intercesor, a Jesús que reza por nosotros”
Confianza
Así, el Obispo de Roma invitó a pensar en esta cuestión y a dirigirnos a Jesús, “agradeciendo que Él reza por nosotros” e indicó que “debemos tener más confianza; más que en nuestras oraciones, en la oración de Jesús”.
En este sentido, finalmente, Francisco exhortó a pedir que “el Señor nos enseñe a pedirle la gracia de rezar por cada uno de nosotros”.
A continuación, sigue la transcripción de la homilía completa del Santo Padre ofrecida por Vatican News.
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Homilía del Papa
La primera lectura continúa la historia que comenzó con la curación del lisiado en la Hermosa Puerta del Templo. Los apóstoles fueron llevados ante el sinedro, luego fueron enviados a prisión, y un ángel los liberó. Y esa mañana, justo esa mañana, tenían que salir de la prisión para ser juzgados, pero habían sido liberados por el ángel y predicaban en el Templo. «En aquellos días, Entonces el comisario del templo con sus alguaciles, condujeron los apóstoles y los presentaron en el Consejo»; fueron a buscarlos al Templo y los llevaron al Consejo. Y allí, el sumo sacerdote les reprochó: «¿Os habíamos ordenado no enseñar mencionando ese nombre? – es decir, en el nombre de Jesús – y vosotros habéis llenado Jerusalén de vuestra doctrina y queréis hacernos responsables de la muerte de ese hombre”, porque los apóstoles, Pedro, sobre todo, reprochaba; Pedro y Juan reprocharon a los jefes, los sacerdotes, de haber matado a Jesús.
En la historia, la Iglesia ha tenido que hacer esto muchas veces para salvar al pueblo de Dios. Y muchas veces, también lo ha hecho para salvarse a sí mismo, ¡pero no la Santa Iglesia! – hasta los líderes. Los compromisos pueden ser buenos y pueden ser malos. Pero, ¿pero ellos, podían salir del compromiso? No, Pedro dijo: «Sin compromiso. Vosotros sois los culpables», y con esta valentía.
¿Y cómo llegó Pietro a este punto? Porque era un hombre entusiasta, un hombre que amaba con fuerza, incluso un hombre temeroso, un hombre que estaba abierto a Dios hasta el punto de que Dios le revela que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, pero poco después -inmediatamente- se dejó caer en la tentación de decirle a Jesús: «No, Señor, por este camino no: vayamos por el otro»: la redención sin la Cruz. Y Jesús le dice: «Satanás». Un Pedro que pasó de la tentación a la gracia, un
Pedro que es capaz de arrodillarse ante Jesús [y decir]: «Aléjate de mí, que soy un pecador», y luego un Pedro que trata de alejarse sin ser visto y para no terminar en la cárcel niega a Jesús. Es un Pedro inestable, pero porque fue muy generoso y también muy débil. ¿Cuál es el secreto, qué fuerza tuvo Pedro para llegar aquí? Hay un verso que nos ayudará a entender esto. Antes de la Pasión, Jesús dijo a los apóstoles: «Satanás os ha reclamado para cribaros como trigo». Es el momento de la tentación: «Sereis así, como el trigo. Y a Pedro le dijo: «yo he rezado por ti para que no falle tu fe». Este es el secreto de Pedro: la oración de Jesús. Jesús reza por Pedro, para que su fe no falle y pueda – dice Jesús – confirmar a sus hermanos en la fe. Jesús reza por Pedro.
Y lo que Jesús hizo con Pedro, lo hace con todos nosotros. Jesús reza por nosotros; Él reza ante el Padre. Estamos acostumbrados a rezar a Jesús para que nos dé esta gracia, esa otra gracia, para ayudarnos, pero no estamos acostumbrados a contemplar a Jesús que hace ver las heridas al Padre, a Jesús, el intercesor, a Jesús que reza por nosotros. Y Pedro pudo pasar de ser cobarde a ser valiente con el don del Espíritu Santo gracias a la oración de Jesús.
Pensemos un poco en eso. Dirijámonos a Jesús, agradeciendo que Él reza por nosotros. Por cada uno de nosotros, Jesús reza. Jesús es el intercesor. Jesús quiso llevarse las heridas para que el Padre pudiera verlas. Es el precio de nuestra salvación. Debemos tener más confianza; más que en nuestras oraciones, en la oración de Jesús. «Señor, reza por mí» – «Pero yo soy Dios, puedo darte…» – «Sí, pero reza por mí, porque tú eres el intercesor». Y este es el secreto de Pedro: «Pedro, rezaré por ti para que tu fe no falle».
Que el Señor nos enseñe a pedirle la gracia de rezar por cada uno de nosotros.
Comunión espiritual, adoración y bendición eucarística
El Papa, terminó la celebración con la adoración y la bendición eucarística, invitando a todos a realizar la comunión espiritual con esta oración:
“Creo, Jesús mío, que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Pero como ahora no puedo recibirte sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que jamás me separe de Ti. Amén”.
Antes de salir de la Capilla dedicada al Espíritu Santo, se entonó la antífona mariana que se canta en el tiempo pascual, el Regina Coeli.
Regína caeli laetáre, allelúia.
Quia quem merúisti portáre, allelúia.
Resurréxit, sicut dixit, allelúia.
Ora pro nobis Deum, allelúia.
24.04.20
Santa Marta: El Papa invita a acompañar a profesores y alumnos con la oración
(24 abril 2020).- “Oremos hoy por los profesores que tienen que trabajar bastante para realizar lecciones a través de internet y otros medios de comunicación y oremos también por los estudiantes que tienen que hacer exámenes de una manera en la cual no están acostumbrados. Acompañémoslos con la oración”, pidió el Santo Padre.
El Papa Francisco presidió hoy, 24 de abril de 2020, viernes de la segunda semana de Pascua, la Misa en la Casa Santa Marta, transmitida por Vatican News y por la página de Facebook de zenit.
En su homilía, el Papa Francisco meditó en torno al Evangelio de hoy (Jn 6, 1-15), que habla de la multiplicación de los panes y los peces. En él Jesús pone a prueba a los apóstoles que no saben cómo alimentar a la gran multitud que les sigue.
Cercanía al pueblo
Jesús “buscaba la cercanía con el pueblo y buscaba formar los corazones de los pastores a la cercanía con el pueblo de Dios para servirles”, por eso corrigió a sus discípulos.
Francisco reconoció que “el pueblo de Dios cansa, porque siempre nos piden cosas concretas, siempre te piden algo concreto, quizás equivocado pero te piden cosas concretas. Y el pastor debe ocuparse de estas cosas”, debe demostrar cercanía.
Por eso, aunque los discípulos querían que la gente se marchara, les pone a prueba y les dice: “Denles ustedes de comer”. Esto, describe el Papa, “es lo que Jesús dice hoy a todos los pastores: ‘Denles ustedes de comer’. ‘¿Están angustiados? Denles ustedes consolación. ¿Están perdidos? Denles ustedes una salida. ¿Están equivocados? Denles ustedes algo para que resuelvan sus problemas… Denles… ‘”.
Cercanía al Padre
Después de esto, Jesús “se despide de los apóstoles y va a rezar, del Padre, la oración. Esta doble cercanía del pastor es lo que Jesús trata de ayudar a los apóstoles a entender para que se conviertan en grandes pastores”, la cercanía al Padre y al pueblo.
Después, el Obispo de Roma recordó que “el poder del pastor es el servicio, no tiene otro poder, y cuando se equivoca en otro poder arruina su vocación y se convierte, no sé, en gerente de empresas pastorales pero no en pastor. La estructura no hace la pastoral: el corazón del pastor es lo que hace el trabajo pastoral. Y el corazón de pastor es lo que Jesús nos está enseñando ahora”.
Así, finalmente, el Santo Padre exhortó al Señor “por los pastores de la Iglesia para que el Señor les hable siempre, porque los ama mucho: nos hable siempre, nos diga cómo son las cosas, nos explique y sobre todo nos enseñe a no temer al pueblo de Dios, a no tener miedo de estar cerca de él”.
A continuación, sigue la transcripción de la homilía completa de Francisco ofrecida por Vatican News.
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Homilía del Papa
Esta frase de este pasaje nos hace pensar: «Decía esto para ponerlo a prueba. Sabía lo que iba a hacer». Esto es lo que Jesús tenía en mente cuando dijo, «¿Dónde podemos comprar pan para que puedan comer?». Pero lo decía para ponerlo a prueba. Él lo sabía. Aquí se puede ver la actitud de Jesús con los apóstoles. Continuamente los ponía a prueba para enseñarles, y cuando estaban fuera de los límites y fuera de esa función que tenían que hacer, los detenía y les enseñaba.
El Evangelio está lleno de estos gestos de Jesús para hacer crecer a sus discípulos hasta convertirse en pastores del pueblo de Dios, en este caso Obispos, pastores del pueblo de Dios. Y una de las cosas que Jesús más amaba era estar con la multitud porque esto también es un símbolo de la universalidad de la redención. Y una de las cosas que más les disgustaba a los apóstoles era la multitud, porque les gustaba estar cerca del Señor, sentir al Señor, escuchar todo lo que el Señor decía. Ese día fueron allí para tener un día de descanso – las otras versiones en los otros Evangelios dicen, porque los cuatro están hablando de ello … tal vez hay dos multiplicaciones de panes – y vinieron de una misión y el Señor dijo: «Vamos a ir a descansar un poco». Y fueron allí y la gente se dio cuenta de dónde iban junto al mar, y dieron vueltas y los esperaron allí. Y los discípulos no estaban contentos porque la gente había arruinado la «pasquetta», no podían tener esta fiesta con el Señor. A pesar de esto, Jesús comenzó a enseñar, ellos escuchaban, luego hablaban entre ellos y las horas pasaban, las horas, Jesús hablaba y la gente estaba feliz. Y ellos decían: «Nuestra fiesta está arruinada, nuestro descanso está arruinado».
Pero el Señor buscaba la cercanía con el pueblo y buscaba formar los corazones de los pastores a la cercanía con el pueblo de Dios para servirles. Y ellos, se entiende esto, fueron elegidos y se sintieron un poco como un círculo privilegiado, una clase privilegiada, «una aristocracia», por así decirlo, cerca del Señor, y muchas veces el Señor hizo gestos para corregirlos. Por ejemplo, pensamos con los niños. Ellos cuidaban al Señor: «No, no, no, no acerquen a los niños que molestan, molestan… No, los niños con sus padres». ¿Y Jesús? «Que vengan los niños». Y no lo entendieron. Después lo entendieron. Luego pienso en el camino a Jericó, ese otro que gritaba: «Jesús, hijo de David, ten piedad de mí». Y estos: «Pero cállate mientras el Señor pasa, no lo molestes». Y Jesús dice: «¿Pero quién es ese? Que venga». Otra vez el Señor. Y así les enseñaba esa cercanía con el pueblo de Dios.
Es cierto que el pueblo de Dios cansa al pastor, cansa: cuando hay un buen pastor las cosas se multiplican, porque la gente siempre va al buen pastor por una razón, por otra. Una vez, un gran pastor de un barrio sencillo y humilde de la diócesis… tenía la rectoría como una casa normal y la gente llamaba a la puerta o a la ventana, porque a cada hora… y una vez me dijo: «Pero me gustaría amurallar la puerta y la ventana para que me dejaran descansar». Pero se dio cuenta de que era un pastor y tenía que estar con la gente. Y Jesús forma, enseña a los discípulos, a los apóstoles, esta actitud pastoral que es la cercanía al pueblo de Dios.
Y el pueblo de Dios cansa, porque siempre nos piden cosas concretas, siempre te piden algo concreto, quizás equivocado pero te piden cosas concretas. Y el pastor debe ocuparse de estas cosas. La versión de los otros evangelistas cuando muestran a Jesús que las horas han pasado y la gente tiene que irse porque estaba oscureciendo y dicen: «Pero despide a la gente para que se pueda ir a comprar algo de comer», justo en el momento de la oscuridad, cuando estaba oscureciendo… ¿Pero qué tenían en mente? Al menos para tener una pequeña fiesta entre ellos, ese egoísmo no tan malo, pero se entiende, para estar con el pastor, para estar con Jesús que es el gran pastor, y Jesús responde, para ponerlos a prueba: «Denles ustedes de comer». Y esto es lo que Jesús dice hoy a todos los pastores: «Denles ustedes de comer». «¿Están angustiados? Denles ustedes consolación. ¿Están perdidos? Denles ustedes una salida. ¿Están equivocados? Denles ustedes algo para que resuelvan sus problemas… Denles… Y el pobre apóstol siente que debe dar, dar, dar, pero ¿de quién recibe? Jesús nos enseña, de la misma (persona) que Jesús recibió.
Después de esto, se despide de los apóstoles y va a rezar, del Padre, la oración. Esta doble cercanía del pastor es lo que Jesús trata de ayudar a los apóstoles a entender para que se conviertan en grandes pastores. Pero muchas veces la multitud se equivoca y aquí se ha equivocado. «Entonces el pueblo, al ver la señal que había hecho, dijo: ‘¡Este es en verdad el profeta, el que tenía que venir al mundo! Pero Jesús, sabiendo que venían a tomarlo para hacerlo rey, se retiró de nuevo». Tal vez – el Evangelio no lo dice – algunos de los apóstoles le habrían dicho: «Pero Señor, aprovechemos esto y tomemos el poder». Otra tentación. Y Jesús le muestra que ese no es el camino.
El poder del pastor es el servicio, no tiene otro poder, y cuando se equivoca en otro poder arruina su vocación y se convierte, no sé, en gerente de empresas pastorales pero no en pastor. La estructura no hace la pastoral: el corazón del pastor es lo que hace el trabajo pastoral. Y el corazón de pastor es lo que Jesús nos está enseñando ahora. Pidamos hoy al Señor por los pastores de la Iglesia para que el Señor les hable siempre, porque los ama mucho: nos hable siempre, nos diga cómo son las cosas, nos explique y sobre todo nos enseñe a no temer al pueblo de Dios, a no tener miedo de estar cerca de él.
Comunión espiritual, adoración y bendición Eucarística
Finalmente, el Papa terminó la celebración con la adoración y la bendición Eucarística, invitando a todos a realizar la comunión espiritual con esta oración:
“Creo, Jesús mío, que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Pero como ahora no puedo recibirte sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que jamás me separe de Ti. Amén”.
Antes de salir de la capilla dedicada al Espíritu Santo, se entonó la antífona mariana que se canta en el tiempo pascual, el Regina Coeli.
Regína caeli laetáre, allelúia.
Quia quem merúisti portáre, allelúia.
Resurréxit, sicut dixit, allelúia.
Ora pro nobis Deum, allelúia.
25.04.20
Regina Coeli: “Elijamos el camino de Dios, no el camino del yo”
Palabras del Papa antes del Regina Coeli
(26 abril 2020).- Dos caminos, el de ida hecho en la tristeza y el de vuelta en la alegría. En el primero está el Señor caminando a su lado, pero ellos no lo reconocen; en el segundo ya no lo ven, pero lo sienten cerca. En el primero están desanimados y sin esperanza; en el segundo corren para llevar la buena noticia del encuentro con Jesús Resucitado a los demás. Son las palabras del Papa esta mañana antes de la oración del Regina Coeli desde la Biblioteca del Palacio Apostólico Vaticano.
También nos invita a realizar estos tres pasos que podemos hacer en nuestros hogares: primero, abrir nuestros corazones a Jesús, confiándole las cargas, las dificultades, las decepciones de la vida; después el segundo paso, escuchar a Jesús, tomando en sus manos el Evangelio, lea este pasaje hoy en el capítulo veinticuatro del Evangelio de Lucas; tercero, rezar a Jesús, con las mismas palabras que aquellos discípulos: “Señor, quédate con nosotros”. (v. 29): “Señor, quédate conmigo”. “Señor, quédate con todos nosotros, porque te necesitamos para encontrar el camino y sin ti está la noche”.
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Palabras del Papa antes del Regina Coeli
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de hoy, ambientado en el día de Pascua, cuenta el famoso episodio de los dos discípulos de Emaús (cf. Lc 24, 13-35). Es una historia que comienza y termina en el camino. De hecho, existe el viaje de los discípulos que, tristes por el epílogo de la historia de Jesús, dejan Jerusalén y vuelven a casa a Emaús, caminando unos 11 kilómetros. Es un viaje con la mayor parte del camino hacia abajo de la colina. Y está el viaje de regreso: otros once kilómetros, pero hecho al anochecer, con parte del camino cuesta arriba después de la fatiga del viaje de ida. Dos viajes: uno fácil de día y otro agotador por la noche. Y sin embargo, el primero se realiza en la tristeza y el segundo en la alegría. En el primero está el Señor caminando a su lado, pero ellos no lo reconocen; en el segundo ya no lo ven, pero lo sienten cerca. En el primero están desanimados y sin esperanza; en el segundo corren para llevar la buena noticia del encuentro con Jesús Resucitado a los demás.
Los dos caminos diferentes de esos primeros discípulos nos dicen a nosotros, discípulos de Jesús hoy, que en la vida tenemos por delante dos direcciones opuestas; está el camino de quien como aquellos a la ida se dejan paralizar por las desilusiones de la vida y van adelante tristes; y está el camino de aquellos que no se ponen a sí mismos y sus problemas en primer lugar, sino a Jesús que nos visita, y a los hermanos que esperan su visita y esperan que nosotros cuidemos de ellos. Este es el punto de inflexión: dejar de orbitar alrededor del propio yo, de las decepciones del pasado, de los ideales incumplidos, también de las cosas feas, nosotros estamos acostumbrados a orbitar, orbitar, hay que dejar eso e ir adelante mirando la realidad más grande y verdadera de la vida: Jesús está vivo y me ama y yo puedo hacer algo por los demás. El cambio de marcha es este: pasar de los pensamientos sobre mi yo a la realidad de mi Dios; pasar – con otro juego de palabras – de los “si” al “si”. Del “sí” al «si», ¿qué significa? si nos hubiera liberado, si Dios me hubiera escuchado, “Si la vida hubiera seguido mi camino, si tuviera esto y aquello… Una serie de lamentos que no son fecundos, no ayudan. He aquí nuestros “si”, similares a los de los dos discípulos. Pero pasan al sí: “Sí, el Señor está vivo, camina con nosotros. Sí, ahora, no mañana, sí, nos ponemos en camino para anunciarlo”.
Yo puedo hacer esto para que la gente sea más feliz, para que la gente mejore, para ayudar a tanta gente, sí, sí. Del “sí” al “si”. Del lamento a la alegría y a la paz. Porque cuando nosotros nos lamentamos no estamos en la alegría, estamos en un gris, ese aire gris de la tristeza y esto no ayuda, ni siquiera nos hace crecer bien. Del “si” al “sí”. Del lamento a la alegría del servicio.
Este cambio de ritmo, del yo a Dios, de si a si, ¿cómo sucedió?. Les sucedió a los discípulos encontrando a Jesús: los dos de Emaús, primero le abren su corazón; luego le escuchan explicar las Escrituras; y después le invitan a casa. Hay tres pasos que nosotros también podemos realizar en nuestros hogares: primero, abrir nuestros corazones a Jesús, confiándole las cargas, las dificultades, las decepciones de la vida; después el segundo paso, escuchar a Jesús, tomando en sus manos el Evangelio, lea este pasaje hoy en el capítulo veinticuatro del Evangelio de Lucas; tercero, rezar a Jesús, con las mismas palabras que aquellos discípulos: “Señor, quédate con nosotros”. (v. 29): “Señor, quédate conmigo”. “Señor, quédate con todos nosotros, porque te necesitamos para encontrar el camino y sin ti está la noche”.
Queridos hermanos y hermanas, en la vida siempre estamos en camino. Y nos convertimos en aquello hacia lo que vamos. Elijamos el camino de Dios, no el camino del yo; el camino del sí, no el de los si. Descubriremos que no hay ningún imprevisto, no hay salida, no hay noche que no se pueda afrontar con Jesús. Que la Virgen, Madre del Camino, que al acoger la Palabra ha hecho de toda su vida un “sí” a Dios, nos muestra el camino.
Papa Francisco: “Tener el hábito de leer el Evangelio, todos los días”
Palabras del Papa después del Regina Coeli
(26 abril 2020).- Después de recitar el Regina Coeli, el Papa saludó a todos los que hoy, en Polonia, participan en la“Lectura Nacional de la Sagrada Escritura”. Ha invitado a todos a leer el Evangelio todos los días y a llevarlo en el bolsillo.
Recordando rezar el Rosario en este mes de mayo para que junto con María vivamos con fe y esperanza este tiempo de prueba.
Al final del rezo como cada domingo, se asomó a la ventana de su despacho para dar la bendición.
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Palabras del Papa después de la Regina Coeli
Queridos hermanos y hermanas,
Ayer se celebró el Día Mundial del Paludismo de las Naciones Unidas. Mientras estamos en la lucha contra la pandemia del coronavirus, también debemos continuar nuestros esfuerzos para prevenir y curar el paludismo, que amenaza a miles de millones de personas en muchos países. Estoy cerca de todos los enfermos, de los que los curan, y de los que trabajan para asegurar que cada persona tenga acceso a buenos servicios de salud básico.
También me gustaría saludar a todos los que hoy, en Polonia, participan en la «Lectura Nacional de la Sagrada Escritura». Lo he dicho muchas veces y me gustaría repetirlo, lo importante que es el hábito de leer el Evangelio, todos los días. Llevémoslo en el bolsillo. Que siempre esté cerca de nosotros y leer un poco cada día.
Dentro de unos días comenzará el mes de mayo, dedicado de manera especial a la Virgen María. Con una breve carta, publicada ayer, invité a todos los fieles durante este mes el santo Rosario, solos o en familia y rezar una de las dos oraciones que pongo a la disposición de todos. Nuestra Madre nos ayudará a afrontar con más fe y esperanza el tiempo de prueba de que estamos pasando.
Les deseo a todos un buen mes de mayo y un buen domingo. Por favor, no se olviden de rezar por mí. Buen almuerzo y adiós.
27.04.20
Santa Marta: El Papa pide “la gracia de la creatividad” en estos momentos
Volver al “primer encuentro” con Jesús
(27 abril 2020).- “Oremos hoy por los artistas, que tienen esta gran capacidad de creatividad y por la vía de la belleza nos muestran el camino a seguir. Que el Señor nos dé a todos la gracia de la creatividad en este momento”, pidió el Santo Padre.
En su homilía, el Papa Francisco meditó en torno al Evangelio de hoy (Jn 6, 22-29) en el que Jesús reprocha a la muchedumbre que lo busca, después de la multiplicación de los panes y los peces.
Trabajar por el alimento eterno
La multitud, que escuchaba a Jesús sin cansarse una vez saciada por la comida que les proporcionó, pensó que sería un buen rey, gobernante. “Pero habían olvidado en ese momento el entusiasmo que la palabra de Jesús hacía nacer en sus corazones”, indicó Francisco.
Y Jesús, relata, “les hace volver al primer sentimiento, a lo que tenían antes de la multiplicación de los panes, cuando escucharon la palabra de Dios: ‘En verdad, en verdad les digo que no me buscan porque han visto signos –como al principio, los signos de la palabra, que les emocionaron, los signos de la curación– no porque hayan visto signos, sino porque han comido de esos panes y los he saciado’”.
Cristo continúa señalándoles cómo actuar: “No trabajen por la comida que no dura, sino por la comida que queda para la vida eterna y que el Hijo del Hombre te dará. Porque sobre Él, el Padre, Dios, ha puesto su sello”.
Volver al primer encuentro
Así, apunta el Papa, “Jesús corrige la actitud de la gente, de la multitud, porque a mitad del camino se había desviado un poco del primer momento, del primer consuelo espiritual y había tomado un camino que no era el correcto, un camino más mundano que evangélico”.
Esto también nos sucede cuando nos alejamos del camino del Evangelio y perdemos la memoria del primer entusiasmo por la palabra del Señor, advirtió el Pontífice.
Dios “siempre nos hace volver al primer encuentro, al primer momento en que nos miró, nos habló e hizo nacer en nosotros el deseo de seguirle. Esta es una gracia para pedirle al Señor, porque en la vida siempre tendremos esta tentación de alejarnos porque vemos otra cosa: ‘Pero eso irá bien, pero esa idea es buena…’”, agregó.
Cada uno tiene su “Galilea”
Después, el Obispo de Roma remitió a las palabras de Jesús en la mañana de la Resurrección: “Ve a mis discípulos y diles que vayan a Galilea, allí me encontrarán”.
“Galilea –explicó– fue el lugar del primer encuentro. Allí habían conocido a Jesús. Cada uno de nosotros tiene su propia ‘Galilea’ dentro, nuestro propio momento cuando Jesús se acercó a nosotros y dijo: ‘Sígueme’”.
Lo que sucede es que “nos vamos y buscamos otros valores, otra hermenéutica, otras cosas, y perdemos la frescura de la primera llamada”.
“El autor de la carta a los Hebreos también nos recuerda esto: ‘Recuerda los primeros días’. La memoria, la memoria del primer encuentro, la memoria de ‘mi Galilea’, cuando el Señor me miró con amor y me dijo: ‘Sígueme’”, insistió y concluyó el Santo Padre.
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Homilía del Papa
La gente que había escuchado a Jesús durante todo el día, y luego tuvo la gracia de multiplicar los panes y vio el poder de Jesús, quería hacerlo rey. Primero fueron a Jesús para escuchar la palabra y también para pedir la curación de los enfermos. Se quedaron todo el día escuchando a Jesús sin aburrirse, sin cansarse o (estar) cansados, pero estaban allí, felices. Pero cuando vieron que Jesús los alimentaba, lo cual no esperaban, pensaron: «Pero este sería un buen gobernante para nosotros y seguramente podrá liberarnos del poder de los romanos y llevar el país adelante». Y estaban encantados de hacerle rey. Su intención cambió, porque vieron y pensaron: «Bien… porque una persona que realiza este milagro, que alimenta a la gente, puede ser un buen gobernante. Pero habían olvidado en ese momento el entusiasmo que la palabra de Jesús hacía nacer en sus corazones.
Jesús se marchó y se fue a rezar. Se puede ver a esa gente, se quedaron allí, y al día siguiente buscaban a Jesús, «porque debe estar aquí» dijeron, porque habían visto que no había subido al barco con los demás. Y había un barco allí, se quedó allí… Pero no sabían que Jesús había alcanzado a los otros caminando sobre las aguas. Así que decidieron ir al otro lado del Mar de Tiberíades para buscar a Jesús y cuando lo vieron, la primera palabra que le dijeron fue: «Maestro, ¿cuándo has llegado aquí?», como diciendo: «No entendemos, esto parece una cosa extraña».
Y Jesús les hace volver al primer sentimiento, a lo que tenían antes de la multiplicación de los panes, cuando escucharon la palabra de Dios: «En verdad, en verdad les digo que no me buscan porque han visto signos – como al principio, los signos de la palabra, que les emocionaron, los signos de la curación – no porque hayan visto signos sino porque han comido de esos panes y los he saciado. Jesús revela su intención y dice: «Pero es así, has cambiado de actitud. Y ellos, en vez de justificarse: «No, Señor, no…», fueron humildes. Jesús continúa: «No trabajen por la comida que no dura, sino por la comida que queda para la vida eterna y que el Hijo del Hombre te dará. Porque sobre Él, el Padre, Dios, ha puesto su sello». Y ellos, buena gente, dijeron: «¿Qué debemos hacer para hacer las obras de Dios?». «Que creas en el Hijo de Dios». Este es un caso en el que Jesús corrige la actitud de la gente, de la multitud, porque a mitad del camino se había desviado un poco del primer momento, del primer consuelo espiritual y había tomado un camino que no era el correcto, un camino más mundano que evangélico.
Esto nos hace pensar muchas veces que en la vida empezamos a seguir a Jesús, detrás de Jesús, con los valores del Evangelio, y a mitad de camino nos hacemos otra idea, vemos algunos signos y nos alejamos y nos conformamos con algo más temporal, más material, más mundano, tal vez, y perdemos el recuerdo de ese primer entusiasmo que tuvimos cuando escuchamos hablar a Jesús. El Señor siempre nos hace volver al primer encuentro, al primer momento en que nos miró, nos habló e hizo nacer en nosotros el deseo de seguirle. Esta es una gracia para pedirle al Señor, porque en la vida siempre tendremos esta tentación de alejarnos porque vemos otra cosa: «Pero eso irá bien, pero esa idea es buena…». Nos estamos alejando. La gracia de volver siempre a la primera llamada, al primer momento: no olvides, no olvides mi historia, cuando Jesús me miró con amor y me dijo: «Este es tu camino»; cuando Jesús a través de tantas personas me hizo comprender cuál era el camino del Evangelio y no otros caminos un poco mundanos, con otros valores. Vuelve al primer encuentro.
Siempre me ha llamado la atención que entre las cosas que Jesús dijo la mañana de la Resurrección: «Ve a mis discípulos y diles que vayan a Galilea, allí me encontrarán», Galilea fue el lugar del primer encuentro. Allí habían conocido a Jesús. Cada uno de nosotros tiene su propia «Galilea» dentro, nuestro propio momento cuando Jesús se acercó a nosotros y dijo: «Sígueme». En la vida esto le pasa a esta gente – bueno, porque entonces les dice: «¿Pero qué debemos hacer?», ellos obedecieron inmediatamente – sucede que nos vamos y buscamos otros valores, otra hermenéutica, otras cosas, y perdemos la frescura de la primera llamada. El autor de la carta a los Hebreos también nos recuerda esto: «Recuerda los primeros días». La memoria, la memoria del primer encuentro, la memoria de «mi Galilea», cuando el Señor me miró con amor y me dijo: «Sígueme».
Comunión espiritual, adoración y bendición Eucarística
Finalmente, el Papa terminó la celebración con la adoración y la bendición Eucarística, invitando a todos a realizar la comunión espiritual con esta oración:
“Creo, Jesús mío, que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Pero como ahora no puedo recibirte sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que jamás me separe de Ti. Amén”.
Antes de salir de la Capilla dedicada al Espíritu Santo, se entonó la antífona mariana que se canta en el tiempo pascual, el Regina Coeli.
Regína caeli laetáre, allelúia.
Quia quem merúisti portáre, allelúia.
Resurréxit, sicut dixit, allelúia.
Ora pro nobis Deum, allelúia.
28.04.20
Santa Marta: Dios conceda “la prudencia y la obediencia a las disposiciones”
“Para que la pandemia no vuelva”
(28 abril 2020).- “En este tiempo, cuando empezamos a tener disposiciones para salir de la cuarentena, le pedimos al Señor que le dé a su pueblo, a todos nosotros, la gracia de la prudencia y la obediencia a las disposiciones, para que la pandemia no vuelva”, pidió el Santo Padre.
El Papa Francisco presidió hoy, 28 de abril de 2020, martes de la tercera semana de Pascua, la Misa en la Casa Santa Marta, transmitida por Vatican News y por la página de Facebook de zenit.
En su homilía, Francisco reflexionó sobre el pasaje del día de los Hechos de los Apóstoles (Hechos 7:51-8:1).
En él, Esteban habla con valentía al pueblo, a los ancianos y a los escribas, que lo juzgan con falsos testimonios, lo arrastran fuera de la ciudad y lo apedrean.
Falsos testimonios para “hacer justicia”
El Papa señaló que esta actitud “es una estructura de acción que no es la primera: también con Jesús hicieron lo mismo. El pueblo que estaba allí trató de convencer de que era un blasfemo y gritaron: ‘Crucifíquenlo’. Es una bestialidad. Una bestialidad, partir de falsos testimonios para llegar a ‘hacer justicia’. Ese es el patrón”.
Usaron al pueblo para linchar a Esteban y así sucede con los mártires de hoy en día: “Pensemos en Asia Bibi, por ejemplo, que hemos visto: diez años de prisión porque fue juzgada por una calumnia y un pueblo que quiere su muerte. Frente a esta avalancha de falsas noticias que crean opinión, muchas veces no se puede hacer nada: no se puede hacer nada”, describió el Papa.
Después, remitió al caso del holocausto, la Shoah: “Se creó una opinión en contra de un pueblo y luego fue normal: ‘Sí, sí: hay que matarlos, hay que matarlos’. Una forma de proceder para acabar con la gente que molesta, que disturba”.
Ser justos en nuestros juicios
El Pontífice aludió a que también “hay un pequeño linchamiento diario que intenta condenar a las personas, crear una mala reputación a las personas, descartarlas, condenarlas: el pequeño linchamiento diario de las habladurías que crea una opinión” (…), “para acabar con una persona”.
No obstante, subraya, “la verdad es otra: la verdad es el testimonio de lo verdadero, de las cosas que una persona cree; la verdad es clara, es transparente. La verdad no tolera las presiones” e invita a pensar “en nosotros, en nuestro lenguaje: tantas veces nosotros, con nuestros comentarios, empezamos un linchamiento de este tipo. Y en nuestras instituciones cristianas hemos visto tantos linchamientos diarios que nacieron de las habladurías”.
Frente a todo ello, el Obispo de Roma exhortó: “Que el Señor nos ayude a ser justos en nuestros juicios, a no empezar o seguir esta condena masiva que provoca la habladuría”.
***
Homilía del Papa
En la primera lectura de estos días escuchamos el martirio de Esteban: una cosa simple, cómo sucedió. Los Doctores de la Ley no toleraban la claridad de la doctrina, y como salió, fueron a pedirle a alguien que dijera que habían oído que Esteban blasfemaba contra Dios, contra la Ley. Y después de eso, se abalanzaron sobre él y lo apedrearon, así de sencillo. Es una estructura de acción que no es la primera: también con Jesús hicieron lo mismo. El pueblo que estaba allí trató de convencer de que era un blasfemo y gritaron: «Crucifíquenlo». Es una bestialidad. Una bestialidad, partir de falsos testimonios para llegar a «hacer justicia». Ese es el patrón. Incluso en la Biblia hay casos como este: a Susana hicieron lo mismo, a Nabot hicieron lo mismo, luego Aman trató de hacer lo mismo con el pueblo de Dios… Noticias falsas, calumnias que encienden al pueblo y piden justicia. Es un linchamiento, un linchamiento de verdad.
Y así, [lo] llevan al juez, para que éste le dé forma legal a esto: pero ya llega juzgado, el juez debe ser muy, muy valiente para ir en contra de un juicio tan popular, hecho a propósito, preparado. Este es el caso de Pilatos: Pilatos vio claramente que Jesús era inocente, pero vio a la gente, se lavó las manos. Es una forma de hacer jurisprudencia. Incluso hoy en día vemos esto: también hoy, en algunos países, cuando se quiere dar un golpe de Estado o sacar a algún político para que no vaya a las elecciones o así, se hace esto: noticias falsas, calumnias, entonces se cae en un juez de los que les gusta crear jurisprudencia con este positivismo «situacionista» que está de moda, y luego se condena. Es un linchamiento social. Y así se le hizo a Esteban, así se le hizo al juicio de Esteban: llevan a juzgar a uno ya juzgado por el pueblo engañado.
Esto también sucede con los mártires de hoy: que los jueces no tienen la oportunidad de hacer justicia porque ya están juzgados. Pensemos en Asia Bibi, por ejemplo, que hemos visto: diez años de prisión porque fue juzgada por una calumnia y un pueblo que quiere su muerte. Frente a esta avalancha de falsas noticias que crean opinión, muchas veces no se puede hacer nada: no se puede hacer nada.
Pienso mucho, en esto, en la Shoah. La Shoah es un caso de este tipo: se creó una opinión en contra de un pueblo y luego fue normal: «Sí, sí: hay que matarlos, hay que matarlos». Una forma de proceder para acabar con la gente que molesta, que disturba.
Todos sabemos que esto no es bueno, pero lo que no sabemos es que hay un pequeño linchamiento diario que intenta condenar a las personas, crear una mala reputación a las personas, descartarlas, condenarlas: el pequeño linchamiento diario de las habladurías que crea una opinión, y muchas veces uno escucha hablar mal de alguien, dice: «¡Pero no, esta persona es una persona correcta!» – «No, no: se dice que…», y con ese «se dice que» se crea una opinión para acabar con una persona. La verdad es otra: la verdad es el testimonio de lo verdadero, de las cosas que una persona cree; la verdad es clara, es transparente. La verdad no tolera las presiones. Veamos a Esteban, mártir: el primer mártir después de Jesús. Primer mártir. Pensemos en los apóstoles: todos han dado testimonio. Y pensemos en muchos mártires – incluso el de hoy, San Pedro Chanel -; fue la habladuría allí, lo que creó que estaba en contra del rey… se crea una fama, y es asesinado. Y pensemos en nosotros, en nuestro lenguaje: tantas veces nosotros, con nuestros comentarios, empezamos un linchamiento de este tipo. Y en nuestras instituciones cristianas, hemos visto tantos linchamientos diarios que nacieron de las habladurías.
Que el Señor nos ayude a ser justos en nuestros juicios, a no empezar o seguir esta condena masiva que provoca la habladuría.
Comunión espiritual, adoración y bendición Eucarística
El Papa terminó la celebración con la adoración y la Bendición Eucarística, invitando a hacer la comunión espiritual. A continuación se encuentra la oración recitada por el Papa:
A tus pies, oh Jesús mío, me postro y te ofrezco el arrepentimiento de mi corazón contrito que se abandona en su nada y en tu Santa presencia. Te adoro en el sacramento de tu amor, la inefable Eucaristía. Deseo recibirte en la pobre morada que mi corazón te ofrece; esperando la felicidad de la comunión sacramental, quiero poseerte en espíritu. Ven a mí, oh Jesús mío, que yo vengo a Ti. Que tu amor inflame todo mi ser para la vida y la muerte. Creo en Ti, espero en Ti, te amo.
Antes de salir de la capilla dedicada al Espíritu Santo, se entonó la antífona mariana Regina Coeli, que se canta durante el Tiempo Pascual:
Regína caeli laetáre, allelúia.
Quia quem merúisti portáre, allelúia.
Resurréxit, sicut dixit, allelúia.
Ora pro nobis Deum, allelúia.
29.04.20
Las bienaventuranzas, “camino pascual” que lleva a “ser de Cristo”–
Catequesis completa
Fin del ciclo sobre las bienaventuranzas
(29 abril 2020).- El Santo Padre apuntó que el sendero de las bienaventuranzas es un “camino pascual” que lleva de una “vida según el mundo” a una “vida según Dios”, de una “existencia guiada por la carne” –es decir, por el egoísmo– a una “guiada por el Espíritu”.
De este modo, “debemos ser fieles al sendero humilde de las bienaventuranzas, porque es el que lleva a ser de Cristo y no del mundo”, y porque “la exclusión y la persecución, si Dios nos concede la gracia, nos asemejan a Cristo crucificado y, asociándonos a su pasión, son la manifestación de la vida nueva”.
En la audiencia general de hoy, 29 de abril de 2020, celebrada en la biblioteca del Palacio Apostólico debido a la pandemia del coronavirus, el Papa Francisco ha completado el itinerario de catequesis sobre las bienaventuranzas.
En concreto, ha reflexionado sobre la octava y última de ellas: “Bienaventurados los que padecen persecución a causa de la justicia porque de ellos es el Reino de los Cielos” (Mt. 5, 10).
Final del itinerario
Francisco señala que esta bienaventuranza “anuncia la misma felicidad” que la primera: “el Reino de los cielos es de los perseguidos así como de los pobres de espíritu” y así se comprende “que hemos llegado al final de un itinerario unificado jalonado por los anuncios precedentes”.
Y añade que “la pobreza de espíritu, el llanto, la mansedumbre, la sed de santidad, la misericordia, la purificación del corazón y las obras de paz pueden conducir a la persecución por causa de Cristo, pero esta persecución al final es causa de alegría y de gran recompensa en el cielo”.
Molestia para la codicia
En contraposición, el mundo actual “con sus ídolos, sus compromisos y sus prioridades, no puede aprobar este tipo de existencia”, pues, “si el mundo vive en base al dinero, cualquiera que demuestre que la vida se puede realizar en el don y la renuncia se convierte en una molestia para el sistema de la codicia”, explica el Papa.
Y “cuando aparece la santidad y emerge la vida de los hijos de Dios, en esa belleza hay algo incómodo que llama a adoptar una postura: o dejarse cuestionar y abrirse a la bondad o rechazar esa luz y endurecer el corazón, hasta el punto de la oposición y el ensañamiento (cf. Sabiduría 2, 14-15)”.
Mártires perseguidos hoy
Esto último es algo que se comprueba en la persecución de los mártires, donde “la hostilidad crece hasta el ensañamiento”. No obstante, el Pontífice señala que el drama de la persecución es también “el lugar de la liberación del sometimiento al éxito, a la vanagloria y a los compromisos del mundo”, pues el rechazado por el mundo a causa de Dios se “alegra de haber encontrado algo más valioso que el mundo entero. Porque ‘¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida?’ (Mc 8:36). ¿Qué ventaja hay?”.
En este sentido, el Obispo de Roma recordó “que los mártires de hoy son más que los mártires de los primeros siglos” en varias partes del mundo y que es preciso expresarles “nuestra cercanía” porque “somos un solo cuerpo, y estos cristianos son los miembros sangrantes del cuerpo de Cristo que es la Iglesia”.
La felicidad verdadera
Acoger el Espíritu puede llevar a tener tanto amor en el corazón “como para ofrecer nuestras vidas por el mundo”, aclara el Papa, y advierte que “los compromisos con el mundo son el peligro: el cristiano siempre está tentado de hacer compromisos con el mundo, con el espíritu del mundo”.
“Rechazar los compromisos y seguir el camino de Jesucristo es la vida del Reino de los Cielos, la alegría más grande, la felicidad verdadera”, propone.
Finalmente, Francisco indica que en las persecuciones siempre “está la presencia de Jesús que nos acompaña, la presencia de Jesús que nos consuela y la fuerza del Espíritu que nos ayuda a avanzar. No nos desanimemos cuando una vida coherente con el Evangelio atrae las persecuciones de la gente: existe el Espíritu que nos sostiene en este camino”.
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Catequesis del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas, buenos días:
Con la audiencia de hoy concluimos el itinerario sobre las Bienaventuranzas del Evangelio. Como hemos escuchado, la última proclama la alegría escatológica de los perseguidos por la justicia.
Esta bienaventuranza anuncia la misma felicidad que la primera: el Reino de los cielos es de los perseguidos así como de los pobres de espíritu; así comprendemos que hemos llegado al final de un itinerario unificado jalonado por los anuncios precedentes.
La pobreza de espíritu, el llanto, la mansedumbre, la sed de santidad, la misericordia, la purificación del corazón y las obras de paz pueden conducir a la persecución por causa de Cristo, pero esta persecución al final es causa de alegría y de gran recompensa en el cielo. El sendero de las Bienaventuranzas es un camino pascual que lleva de una vida según el mundo a una vida según Dios, de una existencia guiada por la carne –es decir, por el egoísmo– a una guiada por el Espíritu.
El mundo, con sus ídolos, sus compromisos y sus prioridades, no puede aprobar este tipo de existencia. Las “estructuras de pecado”, (1) a menudo producidas por la mentalidad humana, tan ajenas al Espíritu de verdad que el mundo no puede recibir (cf. Jn 14,17), no pueden por menos que rechazar la pobreza o la mansedumbre o la pureza y declarar la vida según el Evangelio como un error y un problema, por lo tanto como algo que hay que marginar. Así piensa el mundo : “Estos son idealistas o fanáticos…”. Así es como piensan.
Si el mundo vive en base al dinero, cualquiera que demuestre que la vida se puede realizar en el don y la renuncia se convierte en una molestia para el sistema de la codicia. Esta palabra “molestia” es clave, porque el testimonio cristiano de por sí que hace tanto bien a tanta gente porque lo sigue, molesta a los que tienen una mentalidad mundana. Lo viven como un reproche. Cuando aparece la santidad y emerge la vida de los hijos de Dios, en esa belleza hay algo incómodo que llama a adoptar una postura: o dejarse cuestionar y abrirse a la bondad o rechazar esa luz y endurecer el corazón, hasta el punto de la oposición y el ensañamiento (cf. Sabiduría 2, 14-15). Es curioso ver cómo, en la persecución de los mártires, la hostilidad crece hasta el ensañamiento. Basta con ver las persecuciones del siglo pasado, de las dictaduras europeas: cómo se llega al ensañamiento contra los cristianos, contra el testimonio cristiano y contra la heroicidad de los cristianos.
Pero esto muestra que el drama de la persecución es también el lugar de la liberación del sometimiento al éxito, a la vanagloria y a los compromisos del mundo. ¿De qué se alegra el que es rechazado por el mundo a causa de Cristo? Se alegra de haber encontrado algo más valioso que el mundo entero. Porque «¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida?” (Mc 8:36). ¿Qué ventaja hay?
Es doloroso recordar que, en este momento, hay muchos cristianos que sufren persecución en varias partes del mundo, y debemos esperar y rezar para que su tribulación se detenga cuanto antes. Son muchos: los mártires de hoy son más que los mártires de los primeros siglos. Expresemos a estos hermanos y hermanas nuestra cercanía: somos un solo cuerpo, y estos cristianos son los miembros sangrantes del cuerpo de Cristo que es la Iglesia.
Pero también debemos tener cuidado de no leer esta bienaventuranza en clave victimista, auto- conmiserativa. En efecto, el desprecio de los hombres no siempre es sinónimo de persecución: precisamente un poco más tarde Jesús dice que los cristianos son la “sal de la tierra”, y advierte contra la “pérdida del sabor”, de lo contrario la sal “no sirve para otra cosa que para ser tirada y pisoteada por los hombres” (Mt 5,13). Por lo tanto, también hay un desprecio que es culpa nuestra cuando perdemos el sabor de Cristo y el Evangelio.
Debemos ser fieles al sendero humilde de las Bienaventuranzas, porque es el que lleva a ser de Cristo y no del mundo. Vale la pena recordar el camino de San Pablo: cuando se creía un hombre justo, era de hecho un perseguidor, pero cuando descubrió que era un perseguidor, se convirtió en un hombre de amor, que afrontaba con alegría los sufrimientos de las persecuciones que sufría (cf. Col 1,24).
La exclusión y la persecución, si Dios nos concede la gracia, nos asemejan a Cristo crucificado y, asociándonos a su pasión, son la manifestación de la vida nueva. Esta vida es la misma que la de Cristo, que por nosotros los hombres y por nuestra salvación fue “despreciado y rechazado por los hombres” (cf. Is 53,3; Hch 8,30-35). Acoger su Espíritu puede llevarnos a tener tanto amor en nuestros corazones como para ofrecer nuestras vidas por el mundo sin comprometernos con sus engaños y aceptando su rechazo. Los compromisos con el mundo son el peligro: el cristiano siempre está tentado de hacer compromisos con el mundo, con el espíritu del mundo. Esta –rechazar los compromisos y
seguir el camino de Jesucristo– es la vida del Reino de los Cielos, la alegría más grande, la felicidad verdadera . Y luego, en las persecuciones siempre está la presencia de Jesús que nos acompaña, la presencia de Jesús que nos consuela y la fuerza del Espíritu que nos ayuda a avanzar. No nos desanimemos cuando una vida coherente con el Evangelio atrae las persecuciones de la gente: existe el Espíritu que nos sostiene en este camino.
(1) Cf. Discurso a los participantes en el seminario “Nuevas formas de solidaridad” organizado por la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales. – 5 de febrero de 2020 “La idolatría del dinero, la codicia y la especulación son estructuras de pecado –como las definía san Juan Pablo II– producidas por la globalización de la indiferencia”.
30.04.20
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