Papa Francisco: Nuevo libro sobre el rito zaireño
“El Papa Francisco y el ‘Misal Romano para las diócesis del Zaire’”
( 01 dic. 2020).- La Librería Editorial Vaticana (LEV) ha publicado un nuevo libro titulado “El Papa Francisco y el ‘Misal Romano para las diócesis del Zaire’”, cuyo prefacio está escrito por el Santo Padre y hace una reflexión sobre la inculturación de la liturgia en la Iglesia del país africano.
Según indica el Dicasterio para la Comunicación de la Santa Sede, el volumen, con subtítulo “Un rito prometedor para otras culturas”, ha sido editado por la teóloga Rita Mboshu Kongo y se centra tanto el la inculturación como en la perspectiva eclesiológica.
Palabras del Papa
El Pontífice escribe en el prefacio que “es un instrumento para conocer en profundidad diferentes aspectos del Misal Romano para las diócesis del Zaire”, aprobado por la Congregación para el Culto Divino en el año 1988, “hasta ahora es el único rito inculturado de la Iglesia latina aprobado después del Concilio Vaticano II”.
El rito zaireño del Misal Romano, apunta, “se considera un ejemplo de inculturación litúrgica”, y “los temas sobre los que reflexionan los colaboradores (…) recuerdan la necesidad de profundizar, de llegar a algo que toque el alma, el pensamiento, la sensibilidad, el mundo cultural de los pueblos”. La liturgia debe “tocar el corazón de los miembros de la Iglesia local y ser evocadora”, continúa.
Publicación
El volumen estará disponible en las librerías a partir del próximo 9 de diciembre y se presenta hoy 1 de diciembre en Roma a las 15.30 horas en la Sala Marconi del Palacio Pio. Intervienen monseñor Silvano María Tomasi, cardenal delegado especial de la Soberana Orden Militar de Malta y el padre litúrgico Bruno Silvestrini, custodio del Sagrario Apostólico. La cita estará moderada por el padre Jean Pierre Bojoko, responsable de la sección francesa de África de Radio Vaticana. El evento será transmitido en vivo de forma online en italiano y francés.
01.12.20
Día Internacional de las Personas con Discapacidad: Mensaje del Papa Francisco
“Reconstruir mejor”
zenit – 3 dic. 2020).- Con motivo del Día Internacional de las Personas con Discapacidad, que se celebra hoy martes 3 de diciembre, el Papa Francisco ha enviado un mensaje.
Con respecto al tema de este año “Reconstruir mejor: hacia un mundo post COVID-19 que incluya la discapacidad, accesible y sostenible”, el Santo Padre comenta: “Me llama la atención la expresión ‘reconstruir mejor’; evoca la parábola evangélica de la casa construida sobre roca o sobre arena”.
La cultura del descarte
Por ello, realiza su reflexión siguiendo esa parábola, a través de tres 3 puntos. El primero de ellos es “La amenaza de la cultura del descarte”, representados por la “lluvia”, los “ríos” y los “vientos” del pasaje evangélico.
Francisco resalta que para dicha cultura “difundida en nuestro tiempo”: “partes de la humanidad parecen sacrificables en beneficio de una selección que favorece a un sector humano digno de vivir sin límites. En el fondo no se considera ya a las personas como un valor primario que hay que respetar y amparar, especialmente si son pobres o discapacitadas” (Carta enc. Fratelli tutti [FT], 18).
Y esta afecta especialmente a los sectores más frágiles, entre los que se encuentran las personas con discapacidad. Aunque la conciencia de la dignidad de la persona ha aumentado, todavía subsisten “expresiones que contradicen de hecho este enfoque. Debido también a una mentalidad narcisista y utilitarista, se constatan actitudes de rechazo que conducen a la marginación, sin considerar que, inevitablemente, la fragilidad pertenece a todos”.
Por lo tanto, es importante, “especialmente en este Día, promover una cultura de la vida, que afirme continuamente la dignidad de cada persona, en particular en defensa de los hombres y mujeres con discapacidad, de cualquier edad y condición social”.
La “roca” de la inclusión
Para el Papa, “una primera ‘roca’ sobre la que se deba edificar nuestra casa es la inclusión”. Esta “debería ser la ‘roca’ sobre la que las instituciones civiles construyan programas e iniciativas, para que nadie quede excluido, especialmente quienes se encuentran en mayor dificultad”, pues “la fuerza de una cadena depende del cuidado que se dé a los eslabones más débiles”.
Respecto a las instituciones eclesiales, el Pontífice reitera “la exigencia de disponer de instrumentos adecuados y accesibles para la transmisión de la fe” y desea “que se pongan a disposición de quienes los necesitan, en cuanto sea posible gratuitamente, incluso a través de las nuevas tecnologías”.
También alienta a que exista “una formación ordinaria para sacerdotes, seminaristas, religiosos, catequistas y agentes de pastoral, sobre la relación entre la discapacidad y el uso de instrumentos pastorales inclusivos. Que las comunidades parroquiales se comprometan a que se desarrolle en los fieles el estilo de acogida hacia las personas con discapacidad”.
La “roca” de la participación activa
El Sucesor de Pedro considera que para “reconstruir mejor” nuestra sociedad es necesario que la inclusión de quienes son más frágiles comprenda también la promoción de su participación activa”.
De este modo, ante todo, reitera “el derecho de las personas con discapacidad a recibir los sacramentos como los demás miembros de la Iglesia. Todas las celebraciones litúrgicas de la parroquia deberían ser accesibles, para que cada uno —junto a los hermanos y hermanas— pueda profundizar, celebrar y vivir la propia fe”.
“Se debe prestar especial atención a las personas con discapacidad que aún no han recibido los sacramentos de la iniciación cristiana: estas podrían ser acogidas e incluidas en el itinerario de catequesis para la preparación a estos sacramentos. La gracia de la que son portadores no puede ser negada a nadie”, apunta el Obispo de Roma.
En este sentido, remite a Fratelli Tutti: “Muchas personas con discapacidad sienten que existen sin pertenecer y sin participar. Hay todavía mucho que les impide tener una ciudadanía plena. El objetivo no es sólo cuidarlos, sino que participen activamente en la comunidad civil y eclesial. Es un camino exigente y también fatigoso, que contribuirá cada vez más a la formación de conciencias capaces de reconocer a cada individuo como una persona única e irrepetible” (FT, 98).
Y subraya que, en efecto, “la participación activa de las personas con discapacidad en la catequesis constituye una gran riqueza para la vida de toda la parroquia”, ya que “injertadas en Cristo en el Bautismo, comparten con Él, en su particular condición, el ministerio sacerdotal, profético y real, evangelizando a través, con y en la Iglesia”.
Mensaje del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas:
La celebración del Día Internacional de las Personas con Discapacidad me permite este año expresar mi cercanía a quienes están viviendo situaciones de particular dificultad en esta crisis causada por la pandemia. Todos estamos en la misma barca en medio de un mar agitado que puede asustarnos; pero en esta barca a algunos les resulta más difícil, entre ellos a las personas con discapacidades graves.
El tema de este año es “Reconstruir mejor: hacia un mundo post Covid-19 que incluya la discapacidad, accesible y sostenible”. Me llama la atención la expresión “reconstruir mejor”; evoca la parábola evangélica de la casa construida sobre roca o sobre arena (cf. Mt 7,24-27; Lc 6,47-49). Por ello, aprovecho esta preciosa ocasión para compartir algunas reflexiones, siguiendo precisamente esa parábola.
- La amenaza de la cultura del descarte
En primer lugar, la “lluvia”, los “ríos” y los “vientos” que amenazan la casa pueden ser identificados con la cultura del descarte, difundida en nuestro tiempo (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium [EG], 53). Para dicha cultura, “partes de la humanidad parecen sacrificables en beneficio de una selección que favorece a un sector humano digno de vivir sin límites. En el fondo no se considera ya a las personas como un valor primario que hay que respetar y amparar, especialmente si son pobres o discapacitadas” (Carta enc. Fratelli tutti [FT], 18).
Esa cultura afecta principalmente a los sectores más frágiles, entre los que se encuentran las personas con discapacidad. En los últimos cincuenta años se han dado pasos importantes, tanto en el ámbito de las instituciones civiles como de las realidades eclesiales. La conciencia de la dignidad de cada persona ha aumentado, lo que ha llevado a tomar decisiones valientes para la inclusión de cuantos padecen una limitación física y/o psíquica. Sin embargo, todavía subsisten en el sustrato cultural demasiadas expresiones que contradicen de hecho este enfoque. Debido también a una mentalidad narcisista y utilitarista, se constatan actitudes de rechazo que conducen a la marginación, sin considerar que, inevitablemente, la fragilidad pertenece a todos. En realidad, hay personas con discapacidades incluso graves que, aun con gran esfuerzo, han encontrado el camino hacia una vida buena y rica de significado, como hay muchas otras “normalmente dotadas” que sin embargo están insatisfechas, o a veces desesperadas. “La vulnerabilidad pertenece a la esencia del ser humano” (cf. Discurso a los participantes del Congreso “La catequesis y las personas con discapacidad”, 21 octubre 2017).
Por lo tanto, es importante, especialmente en este Día, promover una cultura de la vida, que afirme continuamente la dignidad de cada persona, en particular en defensa de los hombres y mujeres con discapacidad, de cualquier edad y condición social.
- La “roca” de la inclusión
La pandemia que estamos viviendo ha puesto en evidencia aún más las disparidades y las diferencias que caracterizan nuestro tiempo, sobre todo en detrimento de los más débiles. “El virus, si bien no hace excepciones entre las personas, ha encontrado, en su camino devastador, grandes desigualdades y discriminación. ¡Y las ha incrementado!” (Catequesis en la Audiencia general, 19 agosto 2020).
Por esta razón, una primera “roca” sobre la que se deba edificar nuestra casa es la inclusión. Aunque a veces se abusa de este término, sigue siendo actual la parábola evangélica del Buen Samaritano (cf. Lc 10,25-37). De hecho, a menudo nos encontramos en el camino de la vida con personas heridas, que en ocasiones llevan precisamente los rasgos de la discapacidad y la fragilidad. “La inclusión o la exclusión de la persona que sufre al costado del camino define todos los proyectos económicos, políticos, sociales y religiosos. Enfrentamos cada día la opción de ser buenos samaritanos o indiferentes viajantes que pasan de largo” (FT, 69).
La inclusión debería ser la “roca” sobre la que las instituciones civiles construyan programas e iniciativas, para que nadie quede excluido, especialmente quienes se encuentran en mayor dificultad. La fuerza de una cadena depende del cuidado que se dé a los eslabones más débiles.
Respecto a las instituciones eclesiales, reitero la exigencia de disponer de instrumentos adecuados y accesibles para la transmisión de la fe. Además, deseo que se pongan a disposición de quienes los necesitan, en cuanto sea posible gratuitamente, incluso a través de las nuevas tecnologías, que han demostrado ser tan importantes para todos en este período de pandemia. Asimismo, aliento a que exista una formación ordinaria para sacerdotes, seminaristas, religiosos, catequistas y agentes de pastoral, sobre la relación entre la discapacidad y el uso de instrumentos pastorales inclusivos. Que las comunidades parroquiales se comprometan a que se desarrolle en los fieles el estilo de acogida hacia las personas con discapacidad. Crear una parroquia plenamente accesible requiere no sólo que se eliminen las barreras arquitectónicas, sino que los parroquianos asuman sobre todo actitudes y acciones de solidaridad y servicio hacia las personas con discapacidad y hacia sus familias. El objetivo está en que lleguemos a dejar de hablar de “ellos” y lo hagamos sólo de “nosotros”.
- La “roca” de la participación activa
Para “reconstruir mejor” nuestra sociedad es necesario que la inclusión de quienes son más frágiles comprenda también la promoción de su participación activa.
Ante todo, reitero con fuerza el derecho de las personas con discapacidad a recibir los sacramentos como los demás miembros de la Iglesia. Todas las celebraciones litúrgicas de la parroquia deberían ser accesibles, para que cada uno —junto a los hermanos y hermanas— pueda profundizar, celebrar y vivir la propia fe. Se debe prestar especial atención a las personas con discapacidad que aún no han recibido los sacramentos de la iniciación cristiana: estas podrían ser acogidas e incluidas en el itinerario de catequesis para la preparación a estos sacramentos. La gracia de la que son portadores no puede ser negada a nadie.
En virtud del Bautismo recibido, cada miembro del Pueblo de Dios se ha convertido en discípulo misionero. Cada uno de los bautizados, cualquiera que sea su función en la Iglesia y el grado de ilustración de su fe, es un agente evangelizador” (EG, 120). Por eso, también las personas con discapacidad, tanto en la sociedad como en la Iglesia, piden convertirse en sujetos activos de la pastoral y no sólo en destinatarios. “Muchas personas con discapacidad sienten que existen sin pertenecer y sin participar. Hay todavía mucho que les impide tener una ciudadanía plena. El objetivo no es sólo cuidarlos, sino que participen activamente en la comunidad civil y eclesial. Es un camino exigente y también fatigoso, que contribuirá cada vez más a la formación de conciencias capaces de reconocer a cada individuo como una persona única e irrepetible” (FT, 98). En efecto, la participación activa de las personas con discapacidad en la catequesis constituye una gran riqueza para la vida de toda la parroquia. Estas, en efecto, injertadas en Cristo en el Bautismo, comparten con Él, en su particular condición, el ministerio sacerdotal, profético y real, evangelizando a través, con y en la Iglesia.
Por consiguiente, también la presencia de personas con discapacidad entre los catequistas, según sus propias capacidades, representa un recurso para la comunidad. En este sentido, es preciso favorecer su formación, para que puedan adquirir además una preparación más avanzada en el campo teológico y catequético. Espero que en las comunidades parroquiales sean cada vez más, las personas con discapacidad que puedan convertirse en catequistas, para transmitir la fe de manera eficaz, también con su propio testimonio (cf. Discurso a los participantes del Congreso “La catequesis y las personas con discapacidad”, 21 octubre 2017).
“Peor que esta crisis, es solamente el drama de desaprovecharla” (Homilía en la Solemnidad de Pentecostés, 31 mayo 2020). Por eso, animo a cuantos, cada día y a menudo en el silencio, se sacrifican en favor de las situaciones de fragilidad y discapacidad. Que la voluntad común de “reconstruir mejor” pueda desencadenar sinergias entre las organizaciones tanto civiles como eclesiales, para edificar, contra toda intemperie, una “casa” sólida, capaz de acoger también a las personas con discapacidad, porque está construida sobre la roca de la inclusión y de la participación activa.
Roma, San Juan de Letrán, 3 de diciembre de 2020
FRANCISCO
03.12.20
Argentina: Mensaje del Papa por la 23ª Jornada de Pastoral Social
Anima a la “amistad social”
(04 dic. 2020).- Con ocasión de la celebración de la XXIII Jornada de Pastoral Social en Argentina, el Papa Francisco ha enviado un videomensaje en el que desataca el propio subtítulo del evento: “Fraternidad y amistad social”.
Con el título, “Hacia una cultura del encuentro. Un país para todos”, los actos se celebran del 3 al 5 de diciembre de 2020. En su mensaje de vídeo, el Santo Padre descubre su preocupación por “el tema de la amistad social”, ya que “por el pecado, por las tendencias, vamos siempre a la enemistad, a la guerra”, y de este modo “nos olvidamos que nuestra vocación es la de la armonía, de la fraternidad, es ser humanos”.
Mensaje del Santo Padre
Quiero hacerme presente hoy, en esta 23ª Jornada de Pastoral Social. ¡Cuántas hemos hecho! ¡Cuántas! Recuerdo en algunas que estuve presente, y otras que no.
“Hacia una cultura del encuentro. Un país para todos”. Y el subtítulo: “Fraternidad y amistad social”.
El tema de la amistad social es un tema que a mí me preocupa, porque por el pecado, por las tendencias, vamos siempre a la enemistad, a la guerra. Y nos olvidamos que nuestra vocación es la de la armonía, de la fraternidad, es ser hermanos. La amistad social.
Miremos el mundo nomás como está. Guerras por todos lados. Estamos viviendo la tercera guerra mundial a pedacitos. Y eso no es amistad social. Miremos muchos países donde no se sabe dialogar, se grita. Antes que la otra persona termine de decir su pensamiento ya le estamos contestando sin haber escuchado.
No puede haber amistad social sin escuchar, sin escuchar al otro. Y para escuchar al otro tiene que haber en mi corazón la presunción de que el otro tiene algo bueno para decirme.
Amistad social. Probablemente hay dos enemigos grandes de la amistad social.
Primero son las ideologías que capitanean todo. Tienden a capitanear, y las ideologías logran desarmar lo concreto de la naturaleza humana.
Segundo enemigo son las pasiones. La pasión tantas veces busca eliminar al otro. Y no dejar que el otro ocupe su lugar.
Ideologías y pasiones en todo el mundo van contra la amistad social. Es verdad que hay núcleos de amistad social buenos en el mundo. Pero también es verdad que hay tanta, tanta, enemistad social.
Mencioné las guerras, pero miremos ciertas periferias. Miremos los niños sin escuela, la gente con hambre, la gente que no tiene atención sanitaria, la inmensa cantidad de gente que no tiene agua corriente, gente que no tiene acceso a lo mínimo para vivir dignamente.
Esos son los signos de que en el mundo no existe la amistad social hoy día.
Y nos va a hacer bien preguntarnos sobre las cercanías nuestras, en los lugares cercanos a donde vivimos, a donde trabajamos. ¿Hay amistad social? Si hay amistad social no debe haber ni guerras ni necesidades de ningún tipo, ni educación que no funcione bien. Debe ser todo pleno. Por los efectos nos vamos a dar cuenta si hay amistad social.
Pero no nos olvidemos de los dos grandes enemigos: las ideologías que quieren empadronarse de la vivencia de un pueblo, y las pasiones, que siempre son como una aplanadora, que va adelante y destruye en vez de dialogar.
Queridos hermanos y hermanas que están trabajando en esta 23ª Jornada de Pastoral Social, les deseo lo mejor. Pongan lo mejor de ustedes mismos, pero que sea concreto. No reflexionen en órbita, reflexionen con los pies en la tierra, con datos concretos.
Que Dios los bendiga. Y si tienen un ratito, recen por mí porque necesito. Adiós.
04.12.20
Ángelus: Pedir a Dios la gracia de la conversión
Palabras del Papa antes del Ángelus
(6 dic. 2020).- En el Ángelus de este domingo, 6 de diciembre de 2020, el Papa nos invitó en este tiempo de Adviento a la conversión. Un camino de conversión. ¿Qué significa la palabra “conversión”? “En la Biblia quiere decir, ante todo, cambiar de dirección y orientación; y, por tanto, cambiar nuestra manera de pensar”.
“La conversión implica el dolor de los pecados cometidos, el deseo de liberarse de ellos, el propósito de excluirlos para siempre de la propia vida”.
Palabras antes del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de este domingo (Mc 1,1-8) presenta la figura y la obra de Juan el Bautista, que señaló a sus contemporáneos un itinerario de fe similar al que el Adviento nos propone a nosotros, que nos preparamos para recibir al Señor en Navidad. Este itinerario de fe es un itinerario de conversión. ¿Qué significa la palabra “conversión”? En la Biblia quiere decir, ante todo, cambiar de dirección y orientación; y, por tanto, cambiar nuestra manera de pensar. En la vida moral y espiritual, convertirse significa pasar del mal al bien, del pecado al amor de Dios. Esto es lo que enseñaba el Bautista, que en el desierto de Judea proclamaba “un bautismo de conversión para perdón de los pecados” (v. 4). Recibir el bautismo era un signo externo y visible de la conversión de quienes escuchaban su predicación y decidían hacer penitencia. Ese bautismo tenía lugar con la inmersión en el Jordán, en el agua, pero resultaba inútil, era solamente un signo y resultaba inútil sin la voluntad de arrepentirse y cambiar de vida.
La conversión implica el dolor de los pecados cometidos, el deseo de liberarse de ellos, el propósito de excluirlos para siempre de la propia vida. Para excluir el pecado, hay que rechazar también todo lo que está relacionado con él, las cosas que están ligadas al pecado y, esto es, hay que rechazar la mentalidad mundana, el apego excesivo a las comodidades, el apego excesivo al placer, al bienestar, a las riquezas. El ejemplo de este desapego nos lo ofrece una vez más el Evangelio de hoy en la figura de Juan el Bautista: un hombre austero, que renuncia a lo superfluo y busca lo esencial. Este es el primer aspecto de la conversión: desapego del pecado y de la mundanidad. Comenzar un camino de desapego hacia estas cosas.
El otro aspecto de la conversión es el fin del camino, es decir, la búsqueda de Dios y de su reino. Desapego de las cosas mundanas y búsqueda de Dios y de su reino. El abandono de las comodidades y la mentalidad mundana no es un fin en sí mismo, no es una ascesis solo para hacer penitencia; el cristiano no hace “el faquir”. Es otra cosa. El desapego no es un fin en sí mismo, sino que tiene como objetivo lograr algo más grande, es decir, el reino de Dios, la comunión con Dios, la amistad con Dios. Pero esto no es fácil, porque son muchas las ataduras que nos mantienen cerca del pecado, y no es fácil… La tentación siempre te tira hacia abajo, te abate, y así las ataduras que nos mantienen cercanos al pecado: inconstancia, desánimo, malicia, mal ambiente y malos ejemplos. A veces el impulso que sentimos hacia el Señor es demasiado débil y parece casi como si Dios callara; nos parecen lejanas e irreales sus promesas de consolación, como la imagen del pastor diligente y solícito, que resuena hoy en la lectura de Isaías (cf. Is 40,1.11). Y entonces sentimos la tentación de decir que es imposible convertirse de verdad. ¿Cuántas veces hemos sentido este desánimo? “¡No, no puedo hacerlo! Lo empiezo un poco y luego vuelvo atrás”. Y esto es malo. Pero es posible, es posible. Cuando tengas esa idea de desanimarte, no te quedes ahí, porque son arenas movedizas: son arenas movedizas: las arenas movedizas de una existencia mediocre. La mediocridad es esto. ¿Qué se puede hacer en estos casos, cuando quisieras seguir pero sientes que no puedes? En primer lugar, recordar que la conversión es una gracia: nadie puede convertirse con sus propias fuerzas. Es una gracia que te da el Señor, y que, por tanto, hay que pedir a Dios con fuerza, pedirle a Dios que nos convierta Él, que verdaderamente podamos convertirnos, en la medida en que nos abrimos a la belleza, la bondad, la ternura de Dios. Pensad en la ternura de Dios. Dios no es un padre terrible, un padre malo, no. Es tierno, nos ama tanto, como el Buen Pastor, que busca la última de su rebaño. Es amor, y la conversión es esto: una gracia de Dios. Tú empieza a caminar, porque es Él quien te mueve a caminar, y verás cómo llega. Reza, camina y siempre darás un paso adelante.
Que María Santísima, a quien pasado mañana celebraremos como la Inmaculada Concepción, nos ayude a desprendernos cada vez más del pecado y de la mundanidad, para abrirnos a Dios, a su palabra, a su amor que regenera y salva.
Palabras después del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas:
Saludo cordialmente a todos los presentes —con este mal tiempo, ¡que valientes!—, romanos y peregrinos, y todos los que están conectados a través de los medios de comunicación.
Como se puede ver, el árbol de Navidad se ha colocado en la plaza y el belén está en construcción. En estos días, estos dos signos navideños también se están preparando en muchos hogares, para el deleite de los niños… ¡y también de los adultos! Son signos de esperanza, especialmente en este momento difícil. Tratemos de no quedarnos en el signo, sino que vayamos al significado, es decir, a Jesús, al amor de Dios que Él nos ha revelado, vayamos a la bondad infinita que hizo brillar sobre el mundo. No hay pandemia, no hay crisis que pueda apagar esta luz. Dejemos que entre en nuestros corazones y tendamos la mano a los más necesitados. Así Dios nacerá de nuevo en nosotros y entre nosotros.
Os deseo a todos un buen domingo. Y por favor no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!
07.12.20
Ángelus: “La gracia de Dios es ofrecida a todos”
Palabras antes del Ángelus
zenit – 8 dic. 2020).- En el Ángelus de este día en el que festejamos la fiesta de la Inmaculada Concepción, el Papa comienza su meditación con estas palabras: “La fiesta litúrgica de hoy celebra una de las maravillas de la historia de la salvación: la Inmaculada Concepción de la Virgen María”.
Dios nos ha “elegido en él antes de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados”, añadió, y nos invitó a “acoger el hoy para decir “no” al mal y “sí” a Dios” y abrirse a su gracia..
Palabras antes del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
La fiesta litúrgica de hoy celebra una de las maravillas de la historia de la salvación: la Inmaculada Concepción de la Virgen María. También ella fue salvada por Cristo, pero de una forma extraordinaria, porque Dios quiso que desde el instante de la concepción la madre de su Hijo no fuera tocada por la miseria del pecado. Y por tanto María, durante toda su vida terrena, estuvo libre de cualquier mancha de pecado, ha sido la “llena de gracia” (Lc 1,28), como la llamó el ángel, y disfrutó de una singular acción del Espíritu Santo, para poder mantenerse siempre en su relación perfecta con su hijo Jesús; es más, era la discípula de Jesús: la Madre y la discípula. Pero el pecado no estaba en Ella.
En el magnífico himno que abre la Carta a los Efesios (cfr. 1,3-6.11-12), San Pablo nos hace comprender que cada ser humano es creado por Dios para esa plenitud de santidad, para esa belleza de la que la Virgen fue revestida desde el principio. La meta a la cual estamos llamados es también para nosotros don de Dios, el cual —dice el apóstol— nos ha «elegido en Él antes de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados» (v. 4); eligiéndonos de antemano (cfr. v. 5), en Cristo, para estar un día totalmente libres del pecado. Y esta es la gracia, es gratis, es un don de Dios.
Y lo que para María fue al inicio, para nosotros será al final, después de haber atravesado el “baño” purificador de la gracia de Dios. Lo que nos abre la puerta del paraíso es la gracia de Dios, recibida por nosotros con fidelidad. Todos los santos y las santas han recorrido este camino. También los más inocentes estaban marcados por el pecado original y lucharon con todas las fuerzas contra sus consecuencias. Ellos han pasado a través de la “puerta estrecha” que conduce a la vida (cfr. Lc 13,24). ¿Y vosotros sabéis quién es el primero de quien tenemos la certeza de que haya entrado en el paraíso, lo sabéis? Un “poco bueno”: uno de los dos que fueron crucificados con Jesús. Se dirigió a Él diciendo: “Jesús, acuérdate de mí cuando vayas a tu Reino”. Y Él respondió: “hoy estarás conmigo en el Paraíso” (Lc 23,42-43). Hermanos y hermanas, la gracia de Dios es ofrecida a todos; y muchos que sobre esta tierra son últimos, en el cielo serán los primeros (cfr. Mc 10,31).
Pero atención. No vale hacerse los astutos: posponer continuamente un serio examen de la propia vida, aprovechando la paciencia del Señor —Él es paciente, Él nos espera, Él está siempre para darnos la gracia—. Nosotros podemos engañar a los hombres, pero a Dios no, Él conoce nuestro corazón mejor que nosotros mismos. ¡Aprovechemos el momento presente! Este sí es el sentido cristiano de aprovechar el día: no disfrutar la vida en el momento fugaz, no, este es el sentido mundano. Sino acoger el hoy para decir “no” al mal y “sí” a Dios; abrirse a su Gracia, dejar finalmente de plegarse sobre uno mismo arrastrándose en la hipocresía. Mirar a la cara la propia realidad, así como somos; reconocer que no hemos amado a Dios y no hemos amado al prójimo como deberíamos, y confesarlo. Esto es empezar un camino de conversión pidiendo en primer lugar perdón a Dios en el Sacramento de la Reconciliación, y después reparar el mal hecho a los otros. Pero siempre abiertos a la gracia. El Señor llama a nuestra puerta, llama a nuestro corazón para entrar con nosotros en amistad, en comunión, para darnos la salvación.
Y este es para nosotros el camino para convertirnos en “santos e inmaculados”. La belleza incontaminada de nuestra Madre es inimitable, pero al mismo tiempo nos atrae. Encomendémonos a ella, y digamos una vez para siempre “no” al pecado y “sí” a la Gracia.
Palabras después del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas!
Os saludo a todos vosotros, fieles de Roma y peregrinos de varios países. Y saludo al grupo de la Inmaculada, hoy, en la fiesta de la Inmaculada: ¡muy buenos, están siempre aquí!
Hoy, los socios de la Acción Católica Italiana renuevan la adhesión a la Asociación. Les dirijo mi saludo y mi deseo de buen camino. Rezo “para que Cristo sea formado en vosotros” —como escribe San Pablo— y para que seáis artesanos de fraternidad.
Saludo a los representantes del Ayuntamiento de Rocca di Papa, que hoy —según la tradición— encenderán la Estrella de Navidad en la “Fortaleza” de la ciudad. La luz de Cristo ilumine siempre vuestra comunidad.
Como sabéis, hoy por la tarde no tendrá lugar el tradicional homenaje a la Inmaculada en la plaza de España, para evitar el riesgo de aglomeración, como ordenan las autoridades civiles, a las cuales debemos obedecer. Pero esto no nos impide ofrecer a nuestra Madre las flores que ella agradece más: la oración, la penitencia, el corazón abierto a la Gracia. Esta mañana, pronto, he ido de forma privada a la plaza de España, después a Santa María Mayor, donde he celebrado la misa.
A todos os deseo una buena fiesta. Y por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!
08.12.20
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