10 de des. 2014

PAPA FRANCESC (8)








Y concluyó advirtiendo: "Cuánto mal puede causar un solo sacerdote que cae a todo el cuerpo de la Iglesia
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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS PARTICIPANTES EN EL ENCUENTRO MUNDIAL DE MOVIMIENTOS POPULARES
Buenos días de nuevo, estoy contento de estar entre ustedes, además les digo una confidencia, es la primera vez que bajo acá, nunca había venido. Como les decía, tengo mucha alegría y les doy una calurosa bienvenida.
Gracias por haber aceptado esta invitación para debatir tantos graves problemas sociales que aquejan al mundo hoy, ustedes que sufren en carne propia la desigualdad y la exclusión. Gracias al Cardenal Turkson por su acogida. Gracias, Eminencia, por su trabajo y sus palabras.
Este encuentro de Movimientos Populares es un signo, es un gran signo: vinieron a poner en presencia de Dios, de la Iglesia, de los pueblos, una realidad muchas veces silenciada. ¡Los pobres no sólo padecen la injusticia sino que también luchan contra ella!
No se contentan con promesas ilusorias, excusas o coartadas. Tampoco están esperando de brazos cruzados la ayuda de ONGs, planes asistenciales o soluciones que nunca llegan o, si llegan, llegan de tal manera que van en una dirección o de anestesiar o de domesticar. Esto es medio peligroso. Ustedes sienten que los pobres ya no esperan y quieren ser protagonistas, se organizan, estudian, trabajan, reclaman y, sobre todo, practican esa solidaridad tan especial que existe entre los que sufren, entre los pobres, y que nuestra civilización parece haber olvidado, o al menos tiene muchas ganas de olvidar.
Solidaridad es una palabra que no cae bien siempre, yo diría que algunas veces la hemos transformado en una mala palabra, no se puede decir; pero es una palabra mucho más que algunos actos de generosidad esporádicos. Es pensar y actuar en términos de comunidad, de prioridad de vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos. También es luchar contra las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, la tierra y la vivienda, la negación de los derechos sociales y laborales. Es enfrentar los destructores efectos del Imperio del dinero: los desplazamientos forzados, las emigraciones dolorosas, la trata de personas, la droga, la guerra, la violencia y todas esas realidades que muchos de ustedes sufren y que todos estamos llamados a transformar. La solidaridad, entendida, en su sentido más hondo, es un modo de hacer historia y eso es lo que hacen los movimientos populares.
Este encuentro nuestro no responde a una ideología. Ustedes no trabajan con ideas, trabajan con realidades como las que mencioné y muchas otras que me han contado… tienen los pies en el barro y las manos en la carne. ¡Tienen olor a barrio, a pueblo, a lucha! Queremos que se escuche su voz que, en general, se escucha poco. Tal vez porque molesta, tal vez porque su grito incomoda, tal vez porque se tiene miedo al cambio que ustedes reclaman, pero sin su presencia, sin ir realmente a las periferias, las buenas propuestas y proyectos que a menudo escuchamos en las conferencias internacionales se quedan en el reino de la idea, es mi proyecto.
No se puede abordar el escándalo de la pobreza promoviendo estrategias de contención que únicamente tranquilicen y conviertan a los pobres en seres domesticados e inofensivos. Qué triste ver cuando detrás de supuestas obras altruistas, se reduce al otro a la pasividad, se lo niega o peor, se esconden negocios y ambiciones personales: Jesús les diría hipócritas. Qué lindo es en cambio cuando vemos en movimiento a Pueblos, sobre todo, a sus miembros más pobres y a los jóvenes. Entonces sí se siente el viento de promesa que aviva la ilusión de un mundo mejor. Que ese viento se transforme en vendaval de esperanza. Ese es mi deseo.
Este encuentro nuestro responde a un anhelo muy concreto, algo que cualquier padre, cualquier madre quiere para sus hijos; un anhelo que debería estar al alcance de todos, pero hoy vemos con tristeza cada vez más lejos de la mayoría: tierra, techo y trabajo. Es extraño pero si hablo de esto para algunos resulta que el Papa es comunista.
No se entiende que el amor a los pobres está al centro del Evangelio. Tierra, techo y trabajo, eso por lo que ustedes luchan, son derechos sagrados. Reclamar esto no es nada raro, es la doctrina social de la Iglesia. Voy a detenerme un poco en cada uno de éstos porque ustedes los han elegido como consigna para este encuentro.
Tierra. Al inicio de la creación, Dios creó al hombre, custodio de su obra, encargándole de que la cultivara y la protegiera. Veo que aquí hay decenas de campesinos y campesinas, y quiero felicitarlos por custodiar la tierra, por cultivarla y por hacerlo en comunidad. Me preocupa la erradicación de tantos hermanos campesinos que sufren el desarraigo, y no por guerras o desastres naturales. El acaparamiento de tierras, la desforestación, la apropiación del agua, los agrotóxicos inadecuados, son algunos de los males que arrancan al hombre de su tierra natal. Esta dolorosa separación, que no es sólo física, sino existencial y espiritual, porque hay una relación con la tierra que está poniendo a la comunidad rural y su peculiar modo de vida en notoria decadencia y hasta en riesgo de extinción.
La otra dimensión del proceso ya global es el hambre. Cuando la especulación financiera condiciona el precio de los alimentos tratándolos como a cualquier mercancía, millones de personas sufren y mueren de hambre. Por otra parte se desechan toneladas de alimentos. Esto constituye un verdadero escándalo. El hambre es criminal, la alimentación es un derecho inalienable. Sé que algunos de ustedes reclaman una reforma agraria para solucionar alguno de estos problemas, y déjenme decirles que en ciertos países, y acá cito el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, “la reforma agraria es además de una necesidad política, una obligación moral” (CDSI, 300).
No lo digo solo yo, está en el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia. Por favor, sigan con la lucha por la dignidad de la familia rural, por el agua, por la vida y para que todos puedan beneficiarse de los frutos de la tierra.
Segundo, Techo. Lo dije y lo repito: una casa para cada familia. Nunca hay que olvidarse que Jesús nació en un establo porque en el hospedaje no había lugar, que su familia tuvo que abandonar su hogar y escapar a Egipto, perseguida por Herodes. Hoy hay tantas familias sin vivienda, o bien porque nunca la han tenido o bien porque la han perdido por diferentes motivos. Familia y vivienda van de la mano. Pero, además, un techo, para que sea hogar, tiene una dimensión comunitaria: y es el barrio… y es precisamente en el barrio donde se empieza a construir esa gran familia de la humanidad, desde lo más inmediato, desde la convivencia con los vecinos. Hoy vivimos en inmensas ciudades que se muestran modernas, orgullosas y hasta vanidosas. Ciudades que ofrecen innumerables placeres y bienestar para una minoría feliz… pero se le niega el techo a miles de vecinos y hermanos nuestros, incluso niños, y se los llama, elegantemente, “personas en situación de calle”. Es curioso como en el mundo de las injusticias, abundan los eufemismos. No se dicen las palabras con la contundencia y la realidad se busca en el eufemismo. Una persona, una persona segregada, una persona apartada, una persona que está sufriendo la miseria, el hambre, es una persona en situación de calle: palabra elegante ¿no? Ustedes busquen siempre, por ahí me equivoco en alguno, pero en general, detrás de un eufemismo hay un delito.
Vivimos en ciudades que construyen torres, centros comerciales, hacen negocios inmobiliarios… pero abandonan a una parte de sí en las márgenes, las periferias. ¡Cuánto duele escuchar que a los asentamientos pobres se los margina o, peor, se los quiere erradicar! Son crueles las imágenes de los desalojos forzosos, de las topadoras derribando casillas, imágenes tan parecidas a las de la guerra. Y esto se ve hoy.
Ustedes saben que en las barriadas populares donde muchos de ustedes viven subsisten valores ya olvidados en los centros enriquecidos. Los asentamientos están bendecidos con una rica cultura popular: allí el espacio público no es un mero lugar de tránsito sino una extensión del propio hogar, un lugar donde generar vínculos con los vecinos. Qué hermosas son las ciudades que superan la desconfianza enfermiza e integran a los diferentes y que hacen de esa integración un nuevo factor de desarrollo. Qué lindas son las ciudades que, aun en su diseño arquitectónico, están llenas de espacios que conectan, relacionan, favorecen el reconocimiento del otro. Por eso, ni erradicación ni marginación: Hay que seguir en la línea de la integración urbana. Esta palabra debe desplazar totalmente a la palabra erradicación, desde ya, pero también esos proyectos que pretenden barnizar los barrios pobres, aprolijar las periferias y maquillar las heridas sociales en vez de curarlas promoviendo una integración auténtica y respetuosa. Es una especie de arquitectura de maquillaje ¿no? Y va por ese lado. Sigamos trabajando para que todas las familias tengan una vivienda y para que todos los barrios tengan una infraestructura adecuada (cloacas, luz, gas, asfalto, y sigo: escuelas, hospitales o salas de primeros auxilios, club deportivo y todas las cosas que crean vínculos y que unen, acceso a la salud –lo dije- y a la educación y a la seguridad en la tenencia.
Tercero, Trabajo. No existe peor pobreza material - me urge subrayarlo-, no existe peor pobreza material, que la que no permite ganarse el pan y priva de la dignidad del trabajo. El desempleo juvenil, la informalidad y la falta de derechos laborales no son inevitables, son resultado de una previa opción social, de un sistema económico que pone los beneficios por encima del hombre, si el beneficio es económico, sobre la humanidad o sobre el hombre, son efectos de una cultura del descarte que considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar.
Hoy, al fenómeno de la explotación y de la opresión se le suma una nueva dimensión, un matiz gráfico y duro de la injusticia social; los que no se pueden integrar, los excluidos son desechos, “sobrantes”. Esta es la cultura del descarte y sobre esto quisiera ampliar algo que no tengo escrito pero se me ocurre recordarlo ahora. Esto sucede cuando al centro de un sistema económico está el dios dinero y no el hombre, la persona humana. Sí, al centro de todo sistema social o económico tiene que estar la persona, imagen de Dios, creada para que fuera el dominador del universo. Cuando la persona es desplazada y viene el dios dinero sucede esta trastocación de valores.
Y, para graficar, recuerdo una enseñanza de alrededor del año 1200. Un rabino judío explicaba a sus feligreses la historia de la torre de babel y entonces contaba cómo, para construir esta torre de babel, había que hacer mucho esfuerzo, había que fabricar los ladrillos, para fabricar los ladrillos había que hacer el barro y traer la paja, y amasar el barro con la paja, después cortarlo en cuadrado, después hacerlo secar, después cocinarlo, y cuando ya estaban cocidos y fríos, subirlos para ir construyendo la torre.
Si se caía un ladrillo, era muy caro el ladrillo con todo este trabajo, si se caía un ladrillo era casi una tragedia nacional. Al que lo dejaba caer lo castigaban o lo suspendían o no sé lo que le hacían, y si caía un obrero no pasaba nada. Esto es cuando la persona está al servicio del dios dinero y esto lo contaba un rabino judío, en el año 1200 explicaba estas cosas horribles.
Y respecto al descarte también tenemos que ser un poco atentos a lo que sucede en nuestra sociedad. Estoy repitiendo cosas que he dicho y que están en la Evangelii Gaudium. Hoy día, se descartan los chicos porque el nivel de natalidad en muchos países de la tierra ha disminuido o se descartan los chicos por no tener alimentación o porque se les mata antes de nacer, descarte de niños.
Se descartan los ancianos, porque, bueno, no sirven, no producen, ni chicos ni ancianos producen, entonces con sistemas más o menos sofisticados se les va abandonando lentamente, y ahora, como es necesario en esta crisis recuperar un cierto equilibrio, estamos asistiendo a un tercer descarte muy doloroso, el descarte de los jóvenes. Millones de jóvenes, yo no quiero decir la cifra porque no la sé exactamente y la que leí me parece un poco exagerada, pero millones de jóvenes descartados del trabajo, desocupados.
En los países de Europa, y estas si son estadísticas muy claras, acá en Italia, pasó un poquitito del 40% de jóvenes desocupados; ya saben lo que significa 40% de jóvenes, toda una generación, anular a toda una generación para mantener el equilibrio. En otro país de Europa está pasando el 50% y en ese mismo país del 50%, en el sur, el 60%, son cifras claras, óseas del descarte. Descarte de niños, descarte de ancianos, que no producen, y tenemos que sacrificar una generación de jóvenes, descarte de jóvenes, para poder mantener y reequilibrar un sistema en el cual en el centro está el dios dinero y no la persona humana.
Pese a esto, a esta cultura del descarte, a esta cultura de los sobrantes, tantos de ustedes, trabajadores excluidos, sobrantes para este sistema, fueron inventando su propio trabajo con todo aquello que parecía no poder dar más de sí mismo… pero ustedes, con su artesanalidad, que les dio Dios… con su búsqueda, con su solidaridad, con su trabajo comunitario, con su economía popular, lo han logrado y lo están logrando…. Y déjenme decírselo, eso además de trabajo, es poesía. Gracias.
Desde ya, todo trabajador, esté o no esté en el sistema formal del trabajo asalariado, tiene derecho a una remuneración digna, a la seguridad social y a una cobertura jubilatoria. Aquí hay cartoneros, recicladores, vendedores ambulantes, costureros, artesanos, pescadores, campesinos, constructores, mineros, obreros de empresas recuperadas, todo tipo de cooperativistas y trabajadores de oficios populares que están excluidos de los derechos laborales, que se les niega la posibilidad de sindicalizarse, que no tienen un ingreso adecuado y estable. Hoy quiero unir mi voz a la suya y acompañarlos en su lucha.
En este Encuentro, también han hablado de la Paz y de Ecología. Es lógico: no puede haber tierra, no puede haber techo, no puede haber trabajo si no tenemos paz y si destruimos el planeta. Son temas tan importantes que los Pueblos y sus organizaciones de base no pueden dejar de debatir. No pueden quedar sólo en manos de los dirigentes políticos. Todos los pueblos de la tierra, todos los hombres y mujeres de buena voluntad, tenemos que alzar la voz en defensa de estos dos preciosos dones: la paz y la naturaleza. La hermana madre tierra como la llamaba San Francisco de Asís.
Hace poco dije, y lo repito, que estamos viviendo la tercera guerra mundial pero en cuotas. Hay sistemas económicos que para sobrevivir deben hacer la guerra. Entonces se fabrican y se venden armas y, con eso los balances de las economías que sacrifican al hombre a los pies del ídolo del dinero, obviamente quedan saneados. Y no se piensa en los niños hambrientos en los campos de refugiados, no se piensa en los desplazamientos forzosos, no se piensa en las viviendas destruidas, no se piensa, desde ya, en tantas vidas segadas. Cuánto sufrimiento, cuánta destrucción, cuánto dolor. Hoy, queridos hermanas y hermanos, se levanta en todas las partes de la tierra, en todos los pueblos, en cada corazón y en los movimientos populares, el grito de la paz: ¡Nunca más la guerra!
Un sistema económico centrado en el dios dinero necesita también saquear la naturaleza, saquear la naturaleza, para sostener el ritmo frenético de consumo que le es inherente. El cambio climático, la pérdida de la biodiversidad, la desforestación ya están mostrando sus efectos devastadores en los grandes cataclismos que vemos, y los que más sufren son ustedes, los humildes, los que viven cerca de las costas en viviendas precarias o que son tan vulnerables económicamente que frente a un desastre natural lo pierden todo. Hermanos y hermanas: la creación no es una propiedad, de la cual podemos disponer a nuestro gusto; ni mucho menos, es una propiedad sólo de algunos, de pocos: la creación es un don, es un regalo, un don maravilloso que Dios nos ha dado para que cuidemos de él y lo utilicemos en beneficio de todos, siempre con respeto y gratitud. Ustedes quizá sepan que estoy preparando una encíclica sobre Ecología: tengan la seguridad que sus preocupaciones estarán presentes en ella. Les agradezco, aprovecho para agradecerles, la carta que me hicieron llegar los integrantes de la Vía Campesina, la Federación de Cartoneros y tantos otros hermanos al respecto.
Hablamos de la tierra, de trabajo, de techo… hablamos de trabajar por la paz y cuidar la naturaleza… Pero ¿por qué en vez de eso nos acostumbramos a ver cómo se destruye el trabajo digno, se desahucia a tantas familias, se expulsa a los campesinos, se hace la guerra y se abusa de la naturaleza? Porque en este sistema se ha sacado al hombre, a la persona humana, del centro y se lo ha reemplazado por otra cosa. Porque se rinde un culto idolátrico al dinero. Porque se ha globalizado la indiferencia, se ha globalizado la indiferencia: a mí ¿qué me importa lo que les pasa a otros mientras yo defienda lo mío? Porque el mundo se ha olvidado de Dios, que es Padre; se ha vuelto huérfano porque dejó a Dios de lado.
Algunos de ustedes expresaron: Este sistema ya no se aguanta. Tenemos que cambiarlo, tenemos que volver a llevar la dignidad humana al centro y que sobre ese pilar se construyan las estructuras sociales alternativas que necesitamos. Hay que hacerlo con coraje, pero también con inteligencia. Con tenacidad, pero sin fanatismo. Con pasión, pero sin violencia. Y entre todos, enfrentando los conflictos sin quedar atrapados en ellos, buscando siempre resolver las tensiones para alcanzar un plano superior de unidad, de paz y de justicia. Los cristianos tenemos algo muy lindo, una guía de acción, un programa, podríamos decir, revolucionario. Les recomiendo vivamente que lo lean, que lean las bienaventuranzas que están en el capítulo 5 de San Mateo y 6 de San Lucas, (cfr. Mt 5, 3 y Lc 6, 20) y que lean el pasaje de Mateo 25. Se lo dije a los jóvenes en Río de Janeiro, con esas dos cosas tienen el programa de acción.
Sé que entre ustedes hay personas de distintas religiones, oficios, ideas, culturas, países, continentes. Hoy están practicando aquí la cultura del encuentro, tan distinta a la xenofobia, la discriminación y la intolerancia que tantas veces vemos. Entre los excluidos se da ese encuentro de culturas donde el conjunto no anula la particularidad, el conjunto no anula la particularidad. Por eso a mí me gusta la imagen del poliedro, una figura geométrica con muchas caras distintas. El poliedro refleja la confluencia de todas las parcialidades que en él conservan la originalidad. Nada se disuelve, nada se destruye, nada se domina, todo se integra, todo se integra. Hoy también están buscando esa síntesis entre lo local y lo global. Sé que trabajan día tras día en lo cercano, en lo concreto, en su territorio, su barrio, su lugar de trabajo: los invito también a continuar buscando esa perspectiva más amplia, que nuestros sueños vuelen alto y abarquen el todo.
De ahí que me parece importante esa propuesta que algunos me han compartido de que estos movimientos, estas experiencias de solidaridad que crecen desde abajo, desde el subsuelo del planeta, confluyan, estén más coordinadas, se vayan encontrando, como lo han hecho ustedes en estos días. Atención, nunca es bueno encorsetar el movimiento en estructuras rígidas, por eso dije encontrarse, mucho menos es bueno intentar absorberlo, dirigirlo o dominarlo; movimientos libres tiene su dinámica propia, pero sí, debemos intentar caminar juntos. Estamos en este salón, que es el salón del Sínodo viejo, ahora hay uno nuevo, y sínodo quiere decir precisamente “caminar juntos”: que éste sea un símbolo del proceso que ustedes han iniciado y que están llevando adelante.
Los movimientos populares expresan la necesidad urgente de revitalizar nuestras democracias, tantas veces secuestradas por innumerables factores. Es imposible imaginar un futuro para la sociedad sin la participación protagónica de las grandes mayorías y ese protagonismo excede los procedimientos lógicos de la democracia formal. La perspectiva de un mundo de paz y justicia duraderas nos reclama superar el asistencialismo paternalista, nos exige crear nuevas formas de participación que incluya a los movimientos populares y anime las estructuras de gobierno locales, nacionales e internacionales con ese torrente de energía moral que surge de la incorporación de los excluidos en la construcción del destino común. Y esto con ánimo constructivo, sin resentimiento, con amor.
Yo los acompaño de corazón en ese camino. Digamos juntos desde el corazón: Ninguna familia sin vivienda, ningún campesino sin tierra, ningún trabajador sin derechos, ninguna persona sin la dignidad que da el trabajo.
Queridos hermanas y hermanos: sigan con su lucha, nos hacen bien a todos. Es como una bendición de humanidad. Les dejo de recuerdo, de regalo y con mi bendición, unos rosarios que fabricaron artesanos, cartoneros y trabajadores de la economía popular de América Latina.
Y en este acompañamiento rezo por ustedes, rezo con ustedes y quiero pedirle a nuestro Padre Dios que los acompañe y los bendiga, que los colme de su amor y los acompañe en el camino dándoles abundantemente esa fuerza que nos mantiene en pie: esa fuerza es la esperanza, la esperanza que no defrauda, gracias.
 28.10.14









Texto completo de la audiencia general del miércoles 10 de diciembre
El Santo Padre inicia un ciclo de catequesis sobre la familia, comenzando a explicar la Asamblea de los Obispos
CIUDAD DEL VATICANO, 10 de diciembre de 2014 (Zenit.org) - Queridos hermanos y hermanas,
hemos concluido un ciclo de catequesis sobre la Iglesia. Damos las gracias al Señor que nos ha hecho este camino redescubriendo la belleza y la responsabilidad de pertenecer a la Iglesia, de ser Iglesia todos nosotros. Ahora iniciamos una nueva etapa, un nuevo ciclo sobre el tema de la familia, que se inserta en este tiempo intermedio entre dos Asambleas del Sínodo dedicados a esta realidad tan importante. Por eso, antes de entrar en el recorrido sobre los distintos aspectos de la vida familiar, hoy deseo comenzar precisamente desde la Asamblea sinodal del pasado mes de octubre que tenía este tema: “Los desafíos pastorales sobre la familia en el contexto de la nueva evangelización”. Es importante recordar cómo se ha desarrollado y qué ha producido, cómo se ha desarrollado y qué ha producido.
Durante el Sínodo, los medios de comunicación han hecho su trabajo --había mucha expectativa, mucha atención-- y les damos las gracias porque lo han hecho también con abundancia, muchas noticias, muchas. Esto ha sido posible gracias a la Sala de Prensa, que cada día ha hecho un briefing. Pero a menudo la visión de los medios era un poco del estilo de las crónicas deportivas o políticas: se hablaba a menudo de dos equipos, a favor y en contra, conservadores y progresistas, etc. Hoy quisiera contar lo que ha sido el Sínodo.
En primer lugar he pedido a los Padres sinodales hablar con franqueza y valentía y escuchar con humildad. Decir todo lo que tenían en el corazón, con valentía. En el Sínodo no ha habido censura previa. No ha habido. Cada uno podía, es más, debía, decir lo que tenía en el corazón, lo que pensaba sinceramente. Peropadre, esto dará discusión. Pues claro. Lo hemos escuchado cómo han discutido los apóstoles. Dice el texto, ha salido una fuerte discusión, pero gritaban entre ellos. Los apóstoles, sí, porque buscaban la voluntad de Dios sobre los paganos, si podían entrar en la Iglesia o no. Era algo nuevo.
Siempre cuando se busca la voluntad de Dios en una Asamblea sinodal hay distintos puntos de vista, y hay discusión, y eso no es feo. Siempre que se haga con humildad y ánimo de servicio a la Asamblea de los hermanos. Habría sido mala la censura previa. No, no. Cada uno tenía que decir lo que pensaba.
Después de la Relación inicial del cardenal Erdö, ha habido un primer momento, fundamental, en el que todos los Padres han podido hablar y todos han escuchado. Es edificante esa actitud de escucha que tenían los Padres.  Un momento de gran libertad, en el que cada uno ha expuesto su pensamiento con parresía y con confianza. En la base de las intervenciones estaba el “Instrumento de trabajo”, fruto de la consulta precedente de toda la Iglesia. Y aquí debemos dar gracias a la Secretaría del Sínodo por el gran trabajo que ha hecho, tanto antes como durante la Asamblea. Realmente han sido muy buenos.
Ninguna intervención ha puesto en discusión las verdades fundamentales del sacramento del matrimonio, ninguna intervención:  la indisolubilidad, la unidad, la fidelidad y la apertura a la vida. Esto no se ha tocado.
Todas las intervenciones han sido recogidas y así se ha llegado al segundo momento, es decir, un borrador, que se llama la Relación después de la discusión. También esta Relación ha sido preparada por el cardenal Erdö, articulada en tres puntos: la escucha del contexto y de los desafíos de la familia; la mirada fija en Cristo y el Evangelio de la familia; la confrontación con las perspectivas pastorales. Sobre esta primera propuesta de síntesis se ha desarrollado la discusión en los grupos, que ha sido el tercer momento. Los grupos como siempre, estaban divididos por lenguas, porque es mejor así, se comunican mejor: italiano, inglés, español y francés. Cada grupo al final de su trabajo ha presentado una relación, y todas las relaciones de los grupos se han publicado en seguida. Todo se ha dado, había transparencia. Para que se supiera lo que pasaba.
En ese punto --es el cuarto momento-- una comisión ha examinado todas las sugerencias surgidas en los grupos lingüísticos y se ha hecho la Relación final, que ha mantenido el esquema precedente --escucha de la realidad, mirada al Evangelio y compromiso pastoral-- pero ha tratado de incorporar el fruto de las discusiones en los grupos. Como siempre, se ha aprobado también un Mensaje final del Sínodo, más breve y más divulgativo respecto a la Relación.
Este ha sido el desarrollo de la Asamblea sinodal. Alguno de vosotros puede preguntarme, ‘pero padre, ¿han discutido los Padres’  No se si han discutido, pero que han hablado fuerte sí, realmente ¿eh? . Y esta es precisamente la libertad que hay en la Iglesia. Todo ha sucedido ““cum Petro et sub Petro”, es decir, con la presencia del Papa, que es garantía de libertad y de confianza para todos, y garantía de la ortodoxia. Y al final con mi intervención di una lectura sintética de la experiencia sinodal.
Por tanto, los documentos oficiales salidos del Sínodo son tres: el Mensaje final, la Relación final y el discurso final del Papa. No hay otros.
La Relación final, que ha sido el punto de llegada de toda la reflexión, desde las diócesis hasta ese momento, ahora se ha publicado, ayer se ha publicada y se envía a las Conferencias Episcopales, que la discutirán en vista de la próxima Asamblea, la Ordinaria del 2015. Digo que ayer se ha publicado, se había publicado antes, pero ayer se ha publicado con las preguntas que se hacen a lasConferencias Episcopales, se convierte en Lineamenta del próximo Sínodo.  
Debemos saber que el Sínodo no es un parlamento, vienen representantes de esta Iglesia, de esta Iglesia… no es eso. Son representada sí, pero la estructura  no es parlamentaria, es totalmente diferente. El Sínodo es un espacio protegido para que el Espíritu Santo pueda trabajar; no ha habido confrontación entre facciones, como en el Parlamento que ahí es lícito, sino una confrontación entre obispos, que se ha dado después de un largo trabajo de preparación y que ahora proseguirá en otro trabajo, para el bien de las familias, de la Iglesia y de la sociedad. Es un proceso, es el camino sinodal normal. Ahora, esta Relatio vuelve a las Iglesias particulares y continúa en esas Igleeias, el trabajo de oración, reflexión, discusión fraterna para preparar la próxima Asamblea. Esto es el Sínodo de los Obispos. Lo confiamos a la protección de la Virgen, nuestra Madre. Que Ella nos ayude a seguir la voluntad de Dios tomando las decisiones que ayuden más y mejor a la familia. Os pido que acompañéis este recorrido sinodal, hasta el próximo, con la oración. Que el Señor nos ilumine, nos haga ir hacia la madurez de lo que debemos decir a todas las Igleias como Sínodo. En esto es importante vuestra oración.
11.12.14




Francisco en Sta. Marta: Dios nos ama gratuitamente como una madre
En la homilí­a de este jueves, el Santo Padre habla de la ternura de Dios y recuerda que la gracia no se puede comercializar
CIUDAD DEL VATICANO, 11 de diciembre de 2014 (Zenit.org) - Dios salva a su pueblo no desde lejos sino haciéndose cercano, con ternura. Lo ha recordado el santo padre Francisco esta mañana en la homilía de la misa celebrada en Santa Marta. Asimismo, ha indicado que Dios es como una madre, nos ama gratuitamente, pero nosotros a menudo queremos controlar esta gracia en una especia de contabilidad espiritual.
Y el Papa ha hecho referencia al profeta Isaías para hacer una comparación: “Es tanta la cercanía que Dios se presenta aquí como una mamá, como una mamá que dialoga con su niño: una madre cuando canta la nana al niño y toma la voz del niño y se hace pequeña como el niño y habla con el tono del niño hasta hacer el ridículo si uno no entiende qué hay allí de grande". Pero, ha preguntado el Santo Padre: “¿cuántas veces una madre dice estas cosas al niño mientras lo acaricia ¿eh?" Y ha añadido: "y lo acaricia, y lo hace más cercano a él. Y Dios hace así. Es la ternura de Dios. Está tan cerca de nosotros que se expresa con esta ternura: la ternura de una mamá”.
De este modo, el Pontífice ha afirmado que Dios nos ama gratuitamente como una madre y su niño. Y el niño “se deja amar”: “esta es la gracia de Dios”.
A propósito, el Santo Padre ha precisado que “nosotros, muchas veces, para estar seguros, queremos controlar la gracia” y “en la historia y también en nuestra vida tenemos la tentación de comercialización la gracia” hacerlo “como una mercancía o una cosa controlable” quizá diciéndonos a nosotros mismos: “Pero, yo tengo mucha gracia”, o “tengo el alma limpia, estoy en gracia”.
El Papa lo ha explicado: “y así esta verdad tan bonita de la cercanía de Dios resbala en una contabilidad espiritual: ‘No, yo hago esto porque esto me dará 300 días de gracia… Yo hago esto otro porque esto me dará esto, y así acumulo gracia’”. De este modo, Francisco ha preguntado: ¿pero qué es la gracia? ¿Una mercancía? “Así parece que sí”, ha advertido. El Papa ha recordado que “en la historia esta cercanía de Dios a su pueblo ha sido traicionada por esta actitud nuestra, egoísta, de querer controlar la gracia, comercializarla”.  
El Papa ha recordado los grupos que al tiempo de Jesús quería controlar la gracia: los fariseos, esclavos de las muchas leyes que cargaban sobre las espaldas del pueblo; los saduceos, con sus compromisos políticos; los esenios, buenos, buenísimos pero tenían mucho miedo y no arriesgaban, terminaban por aislarse en sus monasterios; los zelotes, para los cuales la gracia de Dios era la guerra de la liberación, otra manera de comerciar la gracia.
Pero, el santo padre Francisco, ha observado en la homilía que “la gracia de Dios es otra cosa: es cercanía, es ternura. Esta regla sirve siempre. Si tú en tu relación con el Señor no sientes que Él te ama con ternura, aún te falta algo, aún no has entendido qué es la gracia, aún no has recibido la gracia que está cercana”.
Por otro lado, el Obispo de Roma ha recordado una confesión de hace muchos años, cuando una mujer se maceraba sobre la validez de una misa a la que asistió un sábado por la tarde para un boda, con lecturas distintas de las del domingo. Esta fue su respuesta: “Pero, señora, el Señor la ama mucho. Ella ha ido allí, ha recibido la comunión, ha estado con Jesús... Pero, esté tranquila, el Señor no es un comerciante, el Señor ama, está cerca”.
Para finalizar, el Papa ha recordado que “san Pablo reacciona con fuerza contra esta espiritualidad de la ley. ‘Yo soy justo si hago esto, esto, esto. Si no hago esto no soy justo’. Pero tú eres justo porque Dios se ha acercado a tí, porque Dios te acaricia, porque Dios te dice estas cosas bonitas con ternura: esta es nuestra justicia, esta cercanía de Dios, esta ternura, este amor. Aún a riesgo de parecer ridículo nuestro Dios es muy bueno”.
Y así, para concluir la homilía, Francisco ha indicado que “si nosotros tuviéramos la valentía de abrir nuestro corazón a esta ternura de Dios, ¡cuánta libertad espiritual tendríamos! ¡Cuánta!” Por último, el Santo Padre ha invitado a tomar hoy la Biblia y leer Isaías, capítulo 41, verso del 13 al  20. “Esta ternura de Dios, este Dios que nos canta a cada uno de nosotros la nana, como una mamá”.
 12.12.14



Texto completo de la homilía del Papa en la misa de la Virgen de Guadalupe
Del 12 de diciembre 2014, en la basílica de San Pedro.
CIUDAD DEL VATICANO, 12 de diciembre de 2014 (Zenit.org) - «Que te alaben, Señor, todos los pueblos. Ten piedad de nosotros y bendícenos; Vuelve, Señor, tus ojos a nosotros. Que conozca la tierra tu bondad y los pueblos tu obra salvadora. Las naciones con júbilo te canten, porque juzgas al mundo con justicia (...)» (Sal 66).
La plegaria del salmista, de súplica de perdón y bendición de pueblos y naciones y, a la vez, de jubilosa alabanza, expresa el sentido espiritual de esta celebración Eucarística. Son los pueblos y naciones de nuestra Patria Grande latinoamericana los que hoy conmemoran con gratitud y alegría la festividad de su “patrona”, Nuestra Señora de Guadalupe, cuya devoción se extiende desde Alaska a la Patagonia. Y con Gabriel Arcángel y santa Isabel hasta nosotros, se eleva nuestra oración filial: «Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo...» (Lc 1,28).
En esta festividad de Nuestra Señora de Guadalupe, haremos memoria agradecida de su visitación y compañía materna; cantaremos con Ella su “magnificat”; y le confiaremos la vida de nuestros pueblos y la misión continental de la Iglesia.
Cuando se apareció a San Juan Diego en el Tepeyac, se presentó como “la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios” (Nican Mopohua); y dio lugar a una nueva visitación.
Corrió premurosa a abrazar también a los nuevos pueblos americanos, en dramática gestación. Fue como una «gran señal aparecida en el cielo ... una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies» (Ap 12,1), que asume en sí la simbología cultural y religiosa de los indígenas, y anuncia y dona a su Hijo a los nuevos pueblos de mestizaje desgarrado. Tantos saltaron de gozo y esperanza ante su visita y ante el don de su Hijo y la más perfecta discípula del Señor se convirtió en la «gran misionera que trajo el Evangelio a nuestra América» (Aparecida, 269). El Hijo de María Santísima, Inmaculada encinta, se revela así desde los orígenes de la historia de los nuevos pueblos como “el verdaderísimo Dios por quien se vive”, buena nueva de la dignidad filial de todos sus habitantes. Ya nadie más es siervo sino todos somos hijos de un mismo Padre y hermanos entre nosotros. Y siervos en el siervo.
La Santa Madre de Dios no sólo visitó a estos pueblos sino que quiso quedarse con ellos. Dejó estampada misteriosamente su sagrada imagen en la “tilma” de su mensajero para que la tuviéramos bien presente, convirtiéndose así en símbolo de la alianza de María con estas gentes, a quienes confiere alma y ternura. Por su intercesión, la fe cristiana fue convirtiéndose en el más rico tesoro del alma de los pueblos americanos, cuya perla preciosa es Jesucristo: un patrimonio que se transmite y manifiesta hasta hoy en el bautismo de multitudes de personas, en la fe, esperanza y caridad de muchos, en la preciosidad de la piedad popular y también en ese ethos de los pueblos que se muestra en la conciencia de dignidad de la persona humana, en la pasión por la justicia, en la solidaridad con los más pobres y sufrientes, en la esperanza a veces contra toda esperanza
Por eso, nosotros, hoy aquí, podemos continuar alabando a Dios por las maravillas que ha obrado en la vida de los pueblos latinoamericanos. Dios “ha ocultado estas cosas a sabios y entendidos, dándolas a conocer a los pequeños, a los humildes, a los sencillos de corazón” (cf. Mt 11,21).
En las maravillas que ha realizado el Señor en María, Ella reconoce el estilo y el modo de actuar de su Hijo en la historia de la salvación. Trastocando los juicios mundanos, destruyendo los ídolos del poder, de la riqueza, del éxito a todo precio, denunciando la autosuficiencia, la soberbia y los mesianismos secularizados que alejan de Dios, el cántico mariano confiesa que Dios se complace en subvertir las ideologías y jerarquías mundanas.
Enaltece a los humildes, viene en auxilio de los pobres y pequeños, colma de bienes, bendiciones y esperanzas a los que confían en su misericordia de generación en generación, mientras derriba de sus tronos a los ricos, potentes y dominadores.
El “Magnificat” así nos introduce en las “bienaventuranzas”, síntesis y ley primordial del mensaje evangélico. A su luz, hoy nos sentimos movidos a pedir una gracia, la gracia tan cristiana: que el futuro de América Latina sea forjado por los pobres y los que sufren, por los humildes, por los que tienen hambre y sed de justicia, por los compasivos, por los de corazón limpio, por los que trabajan por la paz, por los perseguidos a causa del nombre de Cristo, “porque de ellos es el Reino de los cielos”.
Sea la gracia de ser forjados por ellos, a los cuales hoy día el sistema idolátrico de la cultura del descarte los relega a la categoría de esclavos, de objetos de aprovechamiento o simplemente a desperdicio.
Y hacemos esta petición porque América Latina es el continente de la esperanza; porque de ella se esperan nuevos modelos de desarrollo que conjuguen tradición cristiana y progreso civil, justicia y equidad con reconciliación, desarrollo científico y tecnológico con sabiduría humana, sufrimiento fecundo con alegría esperanzadora. Sólo es posible custodiar esa esperanza con grandes dosis de verdad y amor, fundamentos de toda la realidad, motores revolucionarios de auténtica vida nueva.
Pongamos estas realidades y estos deseos en la mesa del altar, como ofrenda agradable a Dios. Suplicando su perdón y confiando en su misericordia, celebramos el sacrificio y victoria pascual de Nuestro Señor Jesucristo.
El es el único Señor, el “libertador” de todas nuestras esclavitudes y miserias derivadas del pecado. Él es la piedra angular de la Historia y fue el gran descartado.
Él nos llama a vivir la verdadera vida, una vida más humana, una convivencia de hijos y hermanos, abiertas ya las puertas de la «nueva tierra y los nuevos cielos» (Ap 21,1).
Suplicamos a la Santísima Virgen María, en su advocación guadalupana –a la Madre de Dios, a la Reina, a la Señora mía, a mi jovencita, a mi pequeña, como la llamó san Juan Diego, y con todos los apelativos cariñosos con los que se dirigen a Ella en la piedad popular–, le suplicamos que continúe acompañando, auxiliando y protegiendo a nuestros pueblos.
Y que conduzca de la mano a todos los hijos que peregrinan en estas tierras al encuentro de su Hijo, Jesucristo, Nuestro Señor, presente en la Iglesia, en su sacramentalidad, y especialmente en la Eucaristía, presente en el tesoro de su Palabra y enseñanzas, presente en el santo pueblo fiel de Dios, en los que sufren y en los humildes de corazón.
Y si este programa tan audaz nos asusta o la pusilanimidad mundana nos amenaza, que Ella nos vuelva a hablar al corazón y nos haga sentir su voz de madre, de madrecita, de madraza, ¿Por qué tienes miedo si yo estoy aquí que soy tu madre?
 13.12.14


Francisco: 'Ayudar a los últimos es anunciar la alegría del Evangelio'
El Santo Padre recuerda que 'Es necesario el testimonio de la caridad en mundo que rechaza a quienes no son más rentables'
CIUDAD DEL VATICANO, 13 de diciembre de 2014 (Zenit.org) - El santo padre Francisco recibió este sábado en el Vaticano, en la sala del Concistorio, a una delegación de los Amigos de Gabriel Rosset y del Hogar de Nuestra Señora de los desamparados, provenientes desde la ciudad francesa de Lyon, y acompañados por el cardenal Philippe Barbarin.
El Santo Padre como primera cosa les indicó que aprecia “el compromiso que ellos adoptaron con los más pobres, con aquellos que la sociedad rechaza, que no tienen más techo ni comida para saciar el hambre, ni trabajo, y por lo tanto sin dignidad”. Recordó que el fundador Gabriel Rosset, había escuchado el grito de los pobres y respondió con generosidad a esta llamada.
“Esta llamada no es otra cosa que la llamada del propio Cristo que sufre en la personas que atienden, tocan sus heridas y las curan, y al mismo tiempo ellas dan un testimonio muy profundo, porque a través de ellas se encuentra a Jesús” dijo el Papa, y preciso que en realidad “los pobres nos evangelizan cada día, nos comunican la la sabiduría de Dios, misteriosamente”.
El Santo Padre profundizó más el conceptos: “El mundo actual necesita con urgencia, este testimonio de misericordia divina”. Y porque hoy más que nunca la persona humana es “rechazada como inútil cuando no es más rentable”.
Por el contrario, “Dios reconoce siempre en ella la dignidad y la nobleza de un joven muy amado. Él tiene un lugar privilegiado en su corazón. El pobre es el preferido del Señor, el está en el centor del evangelio”.
El Pontífice les agradeció por ese testimonio de misericordia, por tantas acciones concretas, gestos simples y calurosos con los cuales alivian a las personas de sus miserias, dándole una esperanza nueva, y restituyéndole su dignidad.
“No hay manera más hermosa de anunciar al mundo de hoy la alegría del Evangelio. La opción por los últimos, por aquellos a quienes la sociedad rechaza y deja de lado es una señal que siempre podemos dar, un signo que vuelve eficaz el testimonio de Cristo muerto y resucitado”.
En este tiempo de Adviento, el papa Francisco invitó a los presentes a “dirigir nuestra mirada a la Virgen María que nos ha dado el Salvador del mundo”. Y les dio un consejo: el de “estar bien sujetos al nombre de vuestro fundador que quiso dar a su obra el de 'Nuestra Señora de los desamparados'. Y exclamó: “¡Qué lindo nombre: la madre de Jesús que cobija a sus hijos!”.
Y concluyó recordando: “El Corazón de María está lleno de compasión por todos los hombres, especialmente por los pobres y más desvalidos, los que sufren más necesidad”. Y que a través de ellos se manifiesta “su ternura material, como el de la Iglesia”.
Y concluyó: “Le pido a la Virgen de los desamparados, para que les cuide en este camino, les vuelva fecundos en la dedicación, y de fe y esperanza a todos aquellos que encuentren”.
14.12.14



El Papa visita una parroquia e invita a llevar la alegría de Jesús
Es la octava visita del Obispo de Roma en su diócesis. Pidió rezar, y buscar la alegría verdadera y no la del consumismo
ROMA, 14 de diciembre de 2014 (Zenit.org) - El santo padre Francisco ha ido este domingo por la tarde a una parroquia romana, en el barrio Aurelio, periferia urbana dentro del cinturón de autopista que rodea la ciudad de Roma. Es la octava visita que el Obispo de Roma realiza en una parroquia, durante su pontificado.
El Papa llegó poco antes de las 16 horas en un auto utilitario, y fue recibido por una multitud deseosa de verlo y de estar con él. El Santo Padre saludó a muchos de los presentes, entró a la parroquia y volvió a salir para saludar a otros fieles.
Ya en los salones, un par de niños le hicieron algunas preguntas, y después estuvo con una decena de gitanos que viven a 16 kilómetros de allí, una comunidad poco integrada en la cual hay dos mamás jóvenes que piden limosna y bautizaron a sus hijos en dicha iglesia. Recibió también a 25 representantes de familias en situación de fragilidad que están en un edificio a alguna distancia de allí y que son apoyados por jóvenes de la comunidad de San Egidio y del proyecto 'Dame una mano'. 
A las 17,30 aproximadamente el Santo Padre presidió la santa misa, con paramento rosado. Concelebró el cardenal vicario de Roma, Agostino Vallini; el cardenal Giuseppe Bertello; el obispo auxiliar del sector oeste de la ciudad; el párroco, vicepárrocos, y otros sacerdotes.
En su homilía el Papa recordó que "la alegría de la Navidad es una alegría especial, no es una alegría solamente para el día de Navidad pero para toda la vida del cristiano, una alegría serena tranquila, una alegría que siempre acompaña al cristiano, también en los momentos difíciles, en los momentos de dificultad, esta alegría se vuelve paz. El verdadero cristiano no pierde nunca la paz, porque la paz es un don cristiano".
Indicó que "una buena comida esta bien, pero esa no es la alegría cristiana de la que hablamos hoy, la alegría cristiana es otra cosa”. Y que la alegría cristiana "se encuentra en la oración". Es necesario saber decir: "Gracias Señor por tantas cosas lindas". Hay gente que no saben agradecer a Dios y busca siempre algo para lamentarse. Recordó que había conocido a una monja buena que le llamaban 'sor lamentosa', e invitó a aceptar las dificultades de la vida sin lamentarse. "Eso no es cristiano. Hace mal encontrar a cristianos que tienen la cara amarga de quien no tiene paz. Nunca un santo o santa tuvo cara fúnebre", y durante los sufrimientos "tienen el rostro de la paz". Y recordar cuantas cosas Dios nos ha dado.
Incentivó también a "llevar a los otros el feliz anuncio", a los necesitados, para proclamar al Señor. Porque “ir a los otros es la vocación del cristiano”.  Llevar "la paz, la unción de Jesús, ese aceite de Jesús que hace tanto bien y consuela a los otros".
En particular en este tiempo de Adviento, cuando faltan solamente 13 días para la Navidad pidió: primero, "rezar para que yo viva esa alegría en la preparación de la Navidad, con la  alegría verdadera y no con la del consumismo, en ansia porque me falta esto o aquello, esa no es la alegria"; segundo: agradecer las cosas buenas que el Señor nos ha dado, y agradecer la fe; tercero, ir y llevar un poco de paz y de alegría al necesitado o al enfermo.
15.12.14



En Sta. Marta: 'La hipocresía negocia todo menos la apariencia'
En la homilía de este lunes, el Santo Padre invita a pedir al Señor la gracia de sentirnos pecadores. Cristo es la roca y no se negocia
CIUDAD DEL VATICANO, 15 de diciembre de 2014 (Zenit.org) - Jesús nos hace misericordiosos hacia la gente, mientras quien tiene el corazón débil porque no está fundado en Jesucristo corre el riesgo de ser rígido en la disciplina exterior, pero hipócrita y oportunista dentro. Así lo ha afirmado el santo padre Francisco esta mañana en la homilía de la misa celebrada en Santa Marta.
Haciendo referencia al Evangelio del día, en el que los jefes de los sacerdotes preguntan a Jesús con qué autoridad hace sus obras. Pregunta que demuestra “el corazón hipócrita” de esta gente, tal y como ha observado el Papa. “A ellos no les interesaba la verdad”, buscaban solo sus intereses e iban “según el viento: ‘conviene ir por aquí, conviene ir por allí...’ eran veletas’”, ha explicado. Y ha precisado que tenían un corazón sin consistencia. Y así negociaban todo: “negociaban la libertad interior, negociaban la fe, negociaban la patria, todo, menos las apariencias. A ellos les importaba salir bien en las situaciones”.
Al respecto, el Santo Padre ha advertido que alguno de vosotros podrá decirme: “Pero padre, esta gente era seguidora de la ley: el sábado no caminaban más de cien metros --o no sé cuántos se podían hacer-- nunca, nunca iba a la mesa sin lavarse las manos y hacer las abluciones; pero era gente que seguía la ley, muy segura en sus costumbres’”. A lo que el Papa ha respondido: “sí, es verdad, pero en las apariencias. Eran fuertes, pero fuera. Estaban cubiertos. El corazón era muy débil, no sabían en qué creían. Y por esto su vida era, la parte de fuera regulada, pero el corazón iba de un lado a otro: el corazón débil y una piel cubierta, fuerte, dura”.
El papa Fracisco ha recordado en su homilía que Jesús nos enseña que “el cristiano debe tener el corazón fuerte, el corazón equilibrado, el corazón quecrece sobre la roca, que es Cristo, y después en la forma de caminar, caminar con prudencia”. Y así ha añadido que “no se negocia con el corazón, no se negocia con la roca. La roca es Cristo, no se negocia”.
A propósito, el Pontífice ha afirmado que “este es el drama de la hipocresía de este gente”. Y Jesús no negociaba --ha explicado-- pero su corazón de Hijo del Padre, estaba muy abierto a la gente, buscando caminos para ayudar.
El Papa ha recordado también cuando “Pío XII nos liberó de esta cruz tan pesada que era el ayuno eucarístico”. Y lo ha explicado así: “pero alguno de vosotros quizá recuerda. No se podía ni siquiera beber una gota de agua. ¡Ni siquiera! Y para lavarse los dientes, se debía hacer de forma que el agua no fuera tragada. Yo mismo de niño fui a confesarme de haber hecho la comunión, porque creía que una gota de agua había ido dentro”.
De este modo, el Santo Padre ha explicado que Pío XII no ha tocado la disciplina de la Iglesia, y “muchos fariseos se escandalizaron” porque “Pío XII hizo como Jesús: ha visto la necesidad de la gente”.
Por eso Jesús denuncia la hipocresía y el oportunismo. El Pontífice ha indicado que “también nuestra vida se puede convertir así, también nuestra vida. Y algunas veces, cuando yo he visto un cristiano, una cristiana así, con el corazón débil, no parado, no equilibrado en la roca --Jesús-- y con mucha rigidez fuera, he pedido al Señor: ‘Pero Señor, tírale una cáscara de plátano delante, para que se resbale, se avergüence de ser pecador y así te encuentre, que Tú eres el Salvador’. Eh, muchas veces un pecado nos hace avergonzarnos tanto y encontrar al Señor, que nos perdona, como estos enfermos que están aquí e iban donde el Señor para ser sanados”. Pero, el Pontífice ha recordado que la gente sencilla no se equivoca, a pesar de las palabras de estos doctores de la ley, “porque la gente sabía, tenía ese instinto de la fe”.
Al finalizar la homilía, el Papa ha hecho una oración: “Pido al Señor la gracia de que nuestro corazón sea sencillo, luminoso con la verdad que Él nos da, y así podamos ser amables, perdonar, comprensivos con los otros, de corazón grande con la gente, misericordiosos. Nunca condenar, nunca condenar. Si tú tienes ganas de condenar, condénate a ti mismo, que algún motivo tendrás ¿eh?”. Y para concluir ha invitado a pedir al Señor “la gracia de que nos de esta luz interior, que nos convenza de que la roca es solamente Él y no tantas historias que nos hacemos como cosas importantes; y que Él nos diga --¡Él nos diga!-- el camino, Él nos acompañe en el camino, nos ensanche el corazón, para que puedan entrar los problemas de mucha gente y Él nos dé una gracia que esta gente no tenía: la gracia de sentirnos pecadores”.
 16.12.14



Francisco en Sta. Marta: la salvación exige un corazón humilde y pobre
En la homilí­a de este martes, el Santo Padre invita a tener la valentí­a de confiar en el Señor sin reservas, dándole la 'lista' de los propios pecados
CIUDAD DEL VATICANO, 16 de diciembre de 2014 (Zenit.org) - La humanidad salva al hombre a los ojos de Dios, la soberbia lo pierde. La clave esta en el corazón. Lo ha afirmado esta mañana el Santo Padre Francisco en la homilía de la misa celebrada en Santa Marta. 
De este modo, ha recordado que el corazón del humilde está abierto, acepta una corrección y se fía de Dios. Sin embargo, el del soberbio es al opuesto: arrogante, cerrado, no conoce la vergüenza, es impermeable al corazón de Dios. El Papa ha hecho una reflexión basándose en el pasaje del profeta Sofonías junto con la lectura del Evangelio. Ambos textos, ha indicado Francisco, hablan de un "juicio" del que dependen salvación y condena.
Tal y como ha explicado el Pontífice, el situación descrita por el profeta Sofonías es la de una ciudad rebelde, en la cual aún hay un grupo que se arrepiente de los propios pecados. Esto, ha subrayado el Papa, es el pueblo de Dios que tiene en sí las "tres características" de "humildad, pobreza, confianza en el Señor". Pero en la ciudad están también los que "no han aceptado la corrección, no han confiado en el Señor " y a ellos, ha señalado el Santo Padre, les tocará la condena.
"Estos no pueden recibir la Salvación. Están cerrados a la Salvación. 'Dejare en medio de ti un pueblo humilde y pobre; confiara en el nombre del Señor', para toda la vida. Y esto hasta hoy ¿no? Cuando vemos el santo pueblo de Dios que es humilde, que tiene sus riquezas en la fe en el Señor, en la confianza en el Señor -el pueblo humilde, pobre que confía en el Señor: y estos son salvados y este es el camino de la Iglesia ¿no? Debe ir por este camino, no por el otro camino que no escucha la voz, que no acepta la corrección y no confía en el  Señor".
La escena del Evangelio es la del contraste entre los dos hijos enviados por el padre a trabajar a la viña. El primero rechaza pero después se arrepiente y va, el segundo dice sí al padre pero en realidad le engaña. Jesús cuenta esta historia a los jefes del pueblo, afirmando con claridad que son ellos los que no han querido escuchar la voz de Dios a través de Juan y que por esto en el Reino de los Cielos serán superados por publicanos y prostitutas, que en cambio creyeron en Juan. Y el escándalo suscitado por esta última afirmación, ha observado el Papa, es idéntico al de tantos cristianos que se sienten "puros" solo porque van a misa y reciben la comunión. Pero Dios, ha dicho, necesita otra cosa.


"Si tu corazón no es un corazón arrepentido, si no escuchas al Señor, no aceptas la corrección y no confías en Él, tienes un corazón no arrepentido. Pero estos hipócritas que se escandalizan de lo que dice Jesús sobre los publicanos y las prostitutas, pero después a escondidas van donde ellos o para desahogar sus pasiones o para hacer negocios -pero siempre a escondidas- ¡eran puros! Y a estos el Señor no los quiere".
Este juicio "nos da esperanza", ha asegurado Francisco. A condición, ha concluido, de que se tenga la valentía de abrir el corazón a Dios sin reservas, dándole también la "lista" de los propios pecados. Y para explicarlo, el Obispo de Roma ha recordado la historia de aquel santo que pensaba haber dado todo al Señor, con extrema generosidad.

"Escuchaba al Señor, iba siempre según su voluntad, daba al Señor y el Señor: 'Pero tú, aún no me has dado una cosa'. Y el pobre era tan bueno y dice: 'Pero, Señor, ¿qué no te he dado? Te he dado mi vida, trabajo por los pobres, trabajo por la catequesis, trabajo aquí, trabajo allí…'. 'Pero hay algo que aún no me has dado'. -'¿Qué, Señor?'. 'Tus pecados'. Cuando seamos capaces de decir al Señor: 'Señor, estos son mis pecados -no son de ese, de ese otro, son los míos… Son los míos. Tómalos tú y así me salvaré'- cuando seamos capaces de hacer esto nosotros seremos ese hermoso pueblo, 'pueblo humilde y pobre', que confía en el nombre del Señor. El Señor nos conceda esta gracia".
17.12.14



Texto completo de la audiencia general del miércoles 17 de diciembre
El Santo Padre explica en su catequesis que Jesús, Marí­a y José nos ayudan a redescubrir la vocación y la misión de la familia
CIUDAD DEL VATICANO, 17 de diciembre de 2014 (Zenit.org) - Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Sínodo de los Obispos sobre la Familia, celebrado recientemente, ha sido la primera etapa de un camino que finalizará el próximo mes de octubre con la celebración de otra Asamblea sobre el tema "Vocación y misión de la familia en la Iglesia y en el mundo". La oración y la reflexión que tienen que acompañar este camino involucran a todo el Pueblo de Dios. Quisiera también que las habituales meditaciones de las audiencias de los miércoles formen parte de este camino común. Por lo tanto, he  decidido reflexionar con vosotros, en este año, precisamente sobre la familia, sobre este gran don que el Señor ha hecho al mundo desde el principio, cuando confirió a Adan y Eva la misión de multiplicarse y llenar la tierra. Aquel don que Jesús ha confirmado y sellado en su Evangelio.
La cercanía de la Navidad enciende sobre el misterio de la familia una gran luz. La encarnación del Hijo de Dios abre un nuevo inicio en la historia universal del hombre y de la mujer. Y este inicio sucede en el seno de una familia, en Nazaret. Jesús nació en una familia. Él podía venir especularmente, o como un guerrero, un emperador… No, no. Viene como un hijo de familia, en una familia. Por eso es importante mirar en el pesebre esta escena tan bella.
Dios ha querido nacer en una familia humana, que ha formado Él mismo. La ha formado en una aldea remota de la periferia del Imperio Romano. No en Roma, no en una gran ciudad, sino en una periferia casi invisible, de hecho, más bien con mala reputación. Lo recuerdan también los Evangelios, casi como una formade decir: "De Nazaret, ¿puede salir alguna vez algo bueno?". Quizás, en muchas partes del mundo, nosotros mismos hablamos todavía así, cuando escuchamos el nombre de algún lugar periférico de una gran ciudad. Pues bien, precisamente de allí, de aquella periferia del gran Imperio, ha comenzado la historia más santa y más buena, ¡la de Jesús entre los hombres! Y allí estaba esta familia.
Jesús ha permanecido en esa periferia por treinta años. El evangelista Lucas resume este periodo así: “vivía sujeto a ellos, es decir a María y José. Pero uno dice: ¿pero este Dios que viene a salvarnos ha perdido treinta años, allí, en aquella periferia con mala reputación? ¡Ha perdido treinta años! Y Él ha querido esto. El camino de Jesús estaba en esa familia. La madre conservaba todas estas cosas en su corazón, y Jesús crecía en sabiduría, edad y gracia ante Dios y ante los hombres". No se habla de milagros o sanaciones, no ha hecho ninguna en aquel tiempo, no se habla de predicaciones, de muchedumbres que acuden; en Nazaret todo parece ocurrir "normalmente", según las costumbres de una pía y laboriosa familia israelí. Se trabajaba, la madre cocinaba, hacía todas las cosas de la casa, planchaba las camisas… Todas las cosas de las madres. El padre, carpintero, trabajaba, enseñaba al hijo a trabajar. Treinta años. '¡Pero que desperdicio, padre!' Pero nunca se sabe... Los caminos de Dios son misteriosos. ¡Pero lo que era importante allí era la familia! Y eso no era un desperdicio, ¿eh? Eran grandes santos. María, la mujer más santa, inmaculada, y José, el hombre más justo. La familia.
Ciertamente estaríamos enternecidos por el relato de cómo Jesús adolescente afrontaba las citas de la comunidad religiosa y los deberes de la vida social; al conocer cómo, cuando era un joven obrero, trabajaba con José; y luego su modo de participar en la escucha de las Escrituras, en la oración de los salmos y en tantas otras costumbres de la vida cotidiana. Los Evangelios, en su sobriedad, no refieren nada acerca de la adolescencia de Jesús y dejan esta tarea a nuestra afectuosa meditación. El arte, la literatura, la música han recorrida esta vía de la imaginación. Ciertamente, ¡no es difícil imaginar cuánto podrían aprender las madres de los cuidados de María por aquel Hijo! ¡Y cuánto podrían aprovechar los padres del ejemplo de José, hombre justo, que dedicó su vida a sostener y a defender al niño y a la esposa --su familia-- en los momentos difíciles! ¡Y no digamos cuánto podrían ser alentados los jóvenes por Jesús adolescente a comprender la necesidad y la belleza de cultivar su vocación más profunda y de soñar a lo grande! Y Jesús ha cultivado en aquellos treinta años su vocación por la cual el Padre lo ha enviado, ¿no? Dios Padre. Jesús jamás en aquel tiempo se ha desalentado, sino que ha crecido en valentía para seguir adelante con su misión.
Cada familia cristiana --como hicieron María y José--  puede antes que nada acoger a Jesús, escucharlo, hablar con Él, custodiarlo, protegerlo, crecer con Él; y así mejorar el mundo. Hagamos espacio en nuestro corazón y en nuestras jornadas al Señor. Así hicieron también María y José, y no fue fácil: ¡cuántas dificultades tuvieron que superar! No era una familia de mentira, no era una familia irreal. La familia de Nazaret nos compromete a redescubrir la vocación y la misión de la familia, da toda familia. Y como ocurrió en aquellos treinta años en Nazaret, así puede nos puede suceder también a nosotros: hacer que el amor sea normal y no el odio, hacer que la ayuda mutua sea algo común, no la indiferencia o la enemistad. Entonces, no es casualidad, que "Nazaret" signifique "Aquella que custodia", como María, que --dice el Evangelio-- "conservaba en su corazón todas estas cosas". Desde entonces, cada vez que hay una familia que custodia este misterio, aunque esté en la periferia del mundo, el misterio del Hijo de Dios, el misterio de Jesús que viene a salvarnos, está actuando. Y viene para salvar al mundo. (Y ésta es la grande misión de la familia, ¿eh? Hacer sitio a Jesús que viene, recibir a Jesús en la familia, en la persona de los hijos, del marido, de la mujer, de los abuelos, porque Jesús está allí. Acogerlo allí, para que crezca espiritualmente en esa familia. Que el Señor nos de esta gracia en estos últimos días antes de Navidad. Gracias.
 18.12.14



Sta. Marta: 'Cuando nos equivocamos, Dios corrige la historia'
En la homilí­a de este jueves, el Santo Padre recuerda que el Señor nos salva en la historia y camina con su pueblo
CIUDAD DEL VATICANO, 18 de diciembre de 2014 (Zenit.org) - La historia de Dios con nosotros es siempre historia de salvación. Y debemos fiarnos de Dios también en los momentos oscuros, aún cuando no entendemos. Así lo ha indicado esta mañana el santo padre Francisco esta mañana en la homilía de Santa Marta.
“Dios ha querido salvarnos en la historia”, nuestra salvación “no es una salvación aséptica, de laboratorio”, ha advertido. Por eso, el Papa ha recordado que Dios “ha hecho un camino en la historia con su pueblo”. De este modo, “no hay una salvación sin historia. Y para llegar al punto de hoy ha habido una historia larga, un historia muy larga”, ha afirmado Francisco.
El Papa lo ha explicado de este modo: “y así, paso a paso, se hace la historia. Dios hace la historia, también nosotros hacemos la historia; y cuando nosotros nos equivocamos, Dios corrige la historia y nos lleva adelante, adelante, siempre caminando con nosotros”. Si nosotros no tenemos esto claro --ha indicado el Pontífice-- nunca entenderemos la Navidad. Nunca entenderemos la Encarnación del Verbo.
Y ha añadido: “es todo una historia que camina. ‘Padre, ¿ha terminado esta historia con la Navidad?’ ¡No! Ahora aún el Señor nos salva en la historia. Y camina con su pueblo”.
Así, Francisco ha recordado que en esta historia están los elegidos de Dios, esas personas que Él elige para ayudar a su pueblo a ir adelante, como Abraham, Moisés, Elías. Para ellos “hay algunos momentos difíciles”, “momentos oscuros, momentos incómodos, momentos que molestan”, ha observado el Papa. Personas que quizá quieren vivir tranquilas pero que “el Señor incomoda. ¡El Señor nos incomoda para hacer la historia! Nos hace ir muchas veces sobre caminos que nosotros no queremos”, ha exclamado el Santo Padre.
Por otro lado, Francisco ha recordado que el Evangelio del día habla “de otro momento difícil de la historia de la salvación”, en el que José descubre que su prometida, María, está embarazada. A propósito, el Pontífice ha explicado que “él sufre, ve las mujeres del pueblo chismorreando en el mercado; pero él sufre. ‘¡Pero esta es buena, yo la conozco! Es una mujer de Dios. ¿Pero qué me ha hecho? ¡No es posible!’ Si la acusa, la lapidarán. Pero no quiere, aún si no entiende. Sabe que María es incapaz de ser infiel”. Y de este modo el Papa ha señalado que “en estos momentos difíciles estos elegidos de Dios, para hacer la historia deben cargar el problema a sus espaldas, sin entender”. Así, “el Señor hace la historia”.
Francisco ha proseguido indicando que “así hace José, el hombre que en el momento más feo de su vida, el momento más oscuro, toma sobre sí el problema. Y él se acusa a sí mismo a los ojos de los otros para cubrir a su esposa”. Quizá --ha observado-- algún psicoanalista dirá que este sueño es el condensado de la angustia, que busca una salida… que digan lo que quieran. Pero lo que José hizo después del sueño, tal y como ha recordado el Papa, toma consigo a su esposa. “No entiendo nada, pero el Señor me ha dicho esto y este aparecerá como mi hijo”.
Y así, ha proseguido la homilía indicando que “hacer historia con su pueblo significa para Dios caminar y poner a prueba a sus elegidos”. Pero al final los salva: “recordamos siempre, con confianza, también en los momentos más difíciles, también en los momentos de enfermedad, cuando nos damos cuenta que debemos pedir la extrema unción, porque no hay salida, decir: ‘Pero Señor, ¡la historia no ha comenzado conmigo ni terminará conmigo! Tú ve hacia adelante, yo estoy dispuesto!'” Y así, “ponernos en las manos del Señor”.
A continuación, Francisco ha preguntado qué nos enseñan los elegidos de Dios.
“Que Dios camino con nosotros, que Dios hace historia, que Dios nos pone a la prueba, que Dios nos salva en los momentos más difíciles, porque Dios es nuestros Padre. Y según Pablo es nuestro Papá”, ha explicado.
Para finalizar la homilía, el Pontífice ha pedido que “el Señor nos haga entender este misterio de su caminar con su pueblo en la historia, de su poner a prueba a sus elegidos, que toman sobre ellos los dolores, los problemas , también la apariencia de los pecadores --pensemos en Jesús-- para llevar adelante la historia”.
 19.12.14




Francisco en Sta. Marta: Dios vuelve nuevas todas las cosas
El Papa en la última homilí­a de este año en Santa Marta, advierte sobre algunas esterilidades en la Iglesia
CIUDAD DEL VATICANO, 19 de diciembre de 2014 (Zenit.org) - Que la Iglesia sea madre, y no una empresa. Es el deseo que formuló el papa Francisco en la misa de Santa Marta, la última de este año, con grupo de fieles y homilía. De este modo, el Pontífice ha hablado de la “nueva creación”, representada por el nacimiento de Jesús, que hace nuevas todas las cosas.
El Papa ha reflexionado en su homilía de las Lecturas del día que narran los nacimientos milagrosos de Sansón y de Juan Bautista. Dos mujeres que de estériles se vuelven fértiles. Francisco ha señalado que en el pueblo de Israel era considerada casi “una maldición el no tener hijos” y ha mencionado que en la Biblia hay muchas mujeres estériles y allí “el Señor hace el milagro”. El Santo Padre ha subrayado que la Iglesia “nos hace ver este símbolo de esterilidad precisamente antes del nacimiento de Jesús, también de una mujer incapaz de tener un hijo por su decisión de permanecer virgen”. Esto --ha señalado el Papa-- es el signo de la humanidad incapaz de dar un paso más. Por tanto, la Iglesia quiere hacernos reflexionar sobre la humanidad estéril.
Y Francisco lo explica así: “de la esterilidad, el Señor es capaz de recomenzar una nueva descendencia, una nueva vida. Y este es el mensaje de hoy. Cuando la humanidad se agota, no puede ir más, viene la gracia y viene el Hijo, y viene la Salvación. Y esa creación agotada deja lugar a la nueva creación…”
Asimismo, ha recordado que “esta ‘segunda’ Creación cuando la Tierra está agotada es el mensaje de hoy”. Francisco ha indicado que nosotros esperamos a Aquel que es “capaz recrear todas las cosas, de volver nuevas las cosas. Esperamos la novedad de Dios”. Y esto es Navidad. Por otro lado, ha recordado que tanto la mujer de Manoa, madre de Sansón, como Isabel, tendrán hijos gracias a la acción del Espíritu del Señor.  El Papa se ha preguntado cuál es el mensaje de estas lecturas: “Abrámonos al Espíritu de Dios. Nosotros solos no podemos. Es Él quien puede hacer las cosas”.
El Pontífice ha señalado en la homilía que esto también le hace pensar en la madre Iglesia, que también tiene muchas esterilidades: “Cuando, por el peso de la esperanza en los mandamientos --ese pelagianismo que todos llevamos en los huesos-- se vuelve estéril. Se cree capaz de dar a luz... no, ¡no puede!” A propósito, el Santo Padre ha reconocido que “la Iglesia es madre, y se hace madre solo cuando se abre a la novedad de Dios, a la fuerza del Espíritu. Cuando se dice a sí misma: ‘Yo hago todo, pero, he terminado, no puedo andar más’, entonces viene el Espíritu”.
Finalmente, el Obispo de Roma ha hecho una reflexión sobre la esterilidad en la Iglesia y la apertura a la fecundidad en la fe. “Y también, hoy es un día para rezar por nuestra madre Iglesia, por tantas esterilidades en el pueblo de Dios. Esterilidad de egoísmos, de poder… cuando la Iglesia cree poder todo, adueñarse de las conciencias de la gente, ir por el camino de los fariseos, de los saduceos, sobre el camino de la hipocresía, eh, la Iglesia es estéril”. Y ante eso el Papa sugiere “rezar”. Esta Navidad --ha proseguido-- también haga a nuestra Iglesia abierta al don de Dios, que se deje sorprender por el Espíritu Santo y sea una Iglesia que haga hijos, una Iglesia madre. “Muchas veces creo que la Iglesia en algunos lugares, más que madre es una emprendedora”, ha advertido el Santo Padre.
“Mirando esta historia de esterilidad del pueblo de Dios y muchas historias en laHistoria de la Iglesia que han hecho a la Iglesia estéril --ha concluido Francisco-- pidamos al Señor, hoy, mirando al Pesebre”, la gracia “de la fecundidad de la Iglesia. Que antes de nada, la Iglesia sea madre, como María”.
 20.12.14



El Papa advierte que la miseria más peligrosa es la lejaní­a de Dios
El Pontí­fice ha recibido a la Asociación Comunidad Juan XXIII a quienes ha recordado que la fe mueve montañas
CIUDAD DEL VATICANO, 20 de diciembre de 2014 (Zenit.org) - La miseria más peligrosa es la lejanía de Dios. Lo ha asegurado el santo padre ha recibido a la Asociación Comunidad Juan XXIII, a quienes ha recibido en el Aula Pablo VI del Vaticano.
Francisco, haciendo referencia a los testimonios que han dado antes de su discurso, ha afirmado que “vuestras historias hablan de esclavitud y de liberación, hablan de egoísmo de los que piensan construir la existencia y se aprovechan de los otros y de la generosidad de aquellos que ayudan al prójimo a recuperarse de la degradación material y moral”.
Estas experiencias --ha dicho el Papa-- resaltan las muchas formas de pobreza del que está herido nuestro mundo y revelan la miseria más peligrosa, causa de todas las demás: “la lejanía de Dios, la presunción de ser capaz sin Él”.
De este modo, el Santo Padre ha precisado que esta es la miseria ciega que considera fin de la propia existencia “la riqueza material, la búsqueda de poder y del placer y de esclavizar a la vida de otros para lograr estos objetivos”.
A propósito ha afirmado que “es la presencia del Señor la que marca la diferencia entre la libertad del bien y la esclavitud del mal, que poder hacernos capaces de cumplir obras buenas y de dibujar una alegría íntima, capaz de irradiar también sobre los que están cerca”
Además, Francisco ha asegurado que la presencia del Señor “ensancha los horizontes, sana los pensamientos y las emociones, no da la fuerza necesaria para superar dificultades y pruebas”. Y afirma “allí donde está el Señor Jesús, hay resurrección, hay vida, porque Él es la resurrección y la vida”.
La fe --ha recordado el Papa-- mueve las montañas de la indiferencia y de la apatía, del desinterés y del estéril repliegue sobre sí mismos. “La fe abre las puertas de la caridad haciendo desear imitar a Jesús, nos incita al bien, dándonos la valentía para actuar según el ejemplo del Buen Samaritano”.  
Hablando de Don Oreste Benzi, fundador de la Asociación, el Papa ha indicado que “su amor por los pequeños y los pobres, por los excluidos y los abandonados, estaba enraizado en el amor a Jesús crucificado, que se ha hecho pobre y último por nosotros”. Del mismo modo ha afirmado que “su valiente determinación en el dar vida y muchas iniciativas de compartir en distintos países, brota del confiado abandono a la Providencia de Dios, surgía de la fe en Cristo resucitado, vivo y activo, capaz de multiplicar las pocas fuerzas y los recursos disponibles, como en un tiempo multiplicó los panes y los peces para alimentar a las multitudes”.
El Papa ha señalado que “la providencia os ha hecho crecer, demostrando la vitalidad del carisma del Fundador, que amaba repetir que ‘para estar de pie en necesario estar de rodillas’”.
Para finalizar, el Pontífice ha recordado a los presentes que “es de un corazón lleno de amor de Dios que brota la caridad por los hermanos y las hermanas”.
 21.12.14



Francisco en el ángelus: en Navidad Jesús llama a la puerta de cada cristiano
Texto completo. Marí­a, sin saber lo que iba a pasar, se fia totalmente de Dios y se abandona a su amor
CIUDAD DEL VATICANO, 21 de diciembre de 2014 (Zenit.org) - El santo padre Francisco ha rezado esta mañana, IV Domingo de Adviento, el ángelus desde la ventana del estudio en el Palacio Apostólico con los fieles que se han reunido en la plaza de San Pedro.
Estas son las palabras del Papa al introducir la oración mariana:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
hoy, cuarto y último domingo de Adviento, la liturgia quiere prepararnos a la Navidad ya a las puertas, invitándonos a meditar el pasaje del anuncio del Ángel a María. El arcángel Gabriel revela a la Virgen la voluntad del Señor de que ella se convierta en madre de su Hijo unigénito: “Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo”. Fijamos la mirada sobre esta sencilla joven de Nazaret, en el momento en el que se hace disponible al mensaje divino con su “sí”; acogemos dos aspectos esenciales de su actitud, que es para nosotros modelo de cómo prepararse a la Navidad.
Sobre todo su fe, su actitud de fe, que consiste en el escuchar la Palabra de Dios para abandonarse a esta Palabra con plena disponibilidad de mente y de corazón. Respondiendo al Ángel, María dijo: ”Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho”. En su “aquí estoy” lleno de fe, María no sabe en qué caminos se deberá aventurar, qué dolores deberá padecer, qué riesgos afrontar. Pero es consciente que es el Señor quien le pide y ella se fía totalmente de Él y se abandona a su amor. Esta es la fe de María. Otro aspecto es la capacidad de la Madre de Cristo de reconocer el tiempo de Dios. María es aquella que ha hecho posible la encarnación del Hijo de Dios, “la revelación del misterio, que fue guardado en secreto desde la eternidad”. Ha hecho posible la encarnación del Verbo gracias precisamente a su “sí” humilde y valiente. María nos enseña a acoger el momento favorable en el que Jesús pasa en nuestra vida y pide una respuesta preparada y generosa. Y Jesús pasa. De hecho, el misterio del nacimiento de Jesús en Belén, sucedido históricamente hace más de dos mil años, se implementa, como evento espiritual, en el “hoy de la liturgia”. El Verbo, que encontró morada en el vientre virginal de María, en la celebración de la Navidad viene a llamar nuevamente al corazón de cada cristiano. Pasa y llama. Cada uno de nosotros es llamado a responder, como María, con un “sí” personal y sincero, poniéndose plenamente a disposición de Dios y de su misericordia. Cuántas veces Jesús pasa en Nuestra vida y cuántas veces nos manda un ángel. Y cuántas veces no nos damos cuenta porque estamos muy ocupados, sumergidos en nuestros pensamientos, en nuestros quehaceres, incluso en estos días en los preparativos de la Navidad, que no nos damos cuenta de él que pasa y llama a la puerta de nuestro corazón pidiendo acogida, pidiendo un sí como el de María. Un santo decía “tengo miedo de que el Señor pase”. ¿Sabéis por qué tenía miedo? Miedo de no darse cuenta, de dejarlo pasar. Cuando sentimos en nuestro corazón ‘quisiera ser más bueno, más buena, me arrepiento de esto que he hecho’ aquí está el Señor que llama, que hace sentir esto, las ganas de ser mejor, las ganas de estar más cerca de los otros, de Dios. Si tú sientes esto, párate. El Señor está ahí. Ve a rezar y quizá a la confesión a limpiar un poco la habitación. Eso hace bien. Pero recuerda bien, si tú sientes esas ganas de mejorar, es Él quien llama, no dejarlo pasar. En el misterio de Navidad, junto a María está silenciosa la presencia de san José, como viene representado en todos los belenes --también en ese que podéis admirar aquí en la plaza de San Pedro. El ejemplo de María y de José  es para todos nosotros una invitación a acoger con total apertura de alma a Jesús, que por amor se ha hecho nuestro hermano. Él viene a llevar al mundo el don de la paz: “Paz en la tierra a los hombres que ama el Señor”, como anunciaron a coro los ángeles a los pastores. El don precioso de la Navidad es la paz, y Cristo es nuestra verdadera paz. Y Cristo llama a nuestros corazones para darnos la paz. La paz del alma, abramos las puertas a Cristo.
Nos confiamos a la intercesión de nuestra Madre y de san José, para vivir una Navidad verdaderamente cristiana, libres de toda mundanidad, preparados a acoger al Salvador, el Dios-con-nosotros.
Estas son las palabras del Papa al finalizar el ángelus:
Queridos hermanos y hermanas,
os saludo a todos, fieles romanos y peregrinos venidos de distintos países; las familias, los grupos parroquiales, las asociaciones.
En particular, saludo a los jóvenes del Movimiento de los Focolares, la Comunidad Juan XXIII, y los scouts AGESCI de Tor Sapienza (Roma). No olvidéis, el Señor pasa y si tú sientes las ganas de mejorar, de ser más bueno, es el Señor que llama a tu puerta. En esta Navidad el Señor pasa.
Deseo a todos un buen domingo y una Navidad de esperanza, con las puertas abiertas al Señor, de alegría y de fraternidad. Por favor rezad por mí. Buen almuerzo y ¡Hasta pronto!
 22.12.14

Felicitació  de Nadal  del  Papa  a  la  Cúria


Puede que a algún cardenal se le atragantara la felicitación del papa Francisco. Este lunes, a dos días de Nochebuena, el papa ha decidido volver a poner las pilas a los dirigentes de la Iglesia católica, a los que ha advertido de las 15 "enfermedades" que acechan a la Curia romana, como el "alzheimer espiritual", "el sentirse inmortal" "la mundanidad y el exhibicionismo" o "la vanagloria".
El papa aprovechó el tradicional encuentro en la sala Clementina para felicitar la Navidad a los miembros de la Curia romana, que gestionan el Gobierno de la Iglesia, para advertirles del catálogo de los males que deben evitar.
Francisco comenzó diciendo que "sería bonito pensar que la Curia romana es un pequeño modelo de Iglesia" y agregó que "un miembro de la Curia que no se alimenta cotidianamente con el alimento (de Dios) se convierte en un burócrata".
Y después ante los cardenales presidentes de los varios dicasterios que conforman la Curia fue enumerando una a una las 15 enfermedades y comenzó por la de "sentirse inmortal o indispensable".


UNA CURIA SIN AUTOCRÍTICA, UNA CURIA ENFERMA
"Una Curia que no hace autocrítica y no se actualiza y no intenta mejorar es un cuerpo enfermo", e invitó a los presentes a visitar los cementerios para ver los nombres de tantas personas "que se creían inmortales, inmunes e indispensables".
Para Francisco, "esto deriva de la patología del poder, del complejo de sentirse un elegido y del narcisismo".
Otras enfermedades de este catálogo de males de la Curia es el "excesivo trabajo"; el "endurecimiento mental y espiritual", que "impide llorar con los que lloran y alegrarse con los que se alegran"; "la excesiva planificación" y "la enfermedad de la mala colaboración".
También destacó el "alzheimer espiritual", que se observa en "quien ha perdido la memoria de su encuentro con el Señor y depende sólo de sus propias pasiones, caprichos y manías y construye a su alrededor muros y costumbres".
"RIVALIDAD Y VANAGLORIA"
Otro de los males que enumeró el papa fue el de la "rivalidad y la vanagloria", que surge "cuando la apariencia y el color de los vestidos y las insignias de honor se convierten en el objetivo primario de la vida".
"La enfermedad de la esquizofrenia existencial", está presente en los que viven "una doble vida fruto de la hipocresía típica del mediocre" y afecta a aquellos que "han abandonado el servicio pastoral sólo para hacer los asuntos burocrático", agrego.
"Las habladurías y los cotilleos", son otra de las enfermedades citadas por el papa, así como la de "divinizar a los jefes", al ser "víctimas del carrerismo y del oportunismo" pensando sólo a lo que se debe obtener y no a lo que se debe ofrecer".
LA ENFERMEDAD DE LA "CARA FÚNEBRE"
Además citó "la enfermedad de la indiferencia hacia los demás"; la de la "cara fúnebre", pues el religioso "debe ser una persona amable, serena y entusiasta y alegre que transmite alegría", dijo
"Qué bien hace una buena dosis de humorismo", agregó el papa Bergoglio.
La enfermedad de "acumular bienes materiales", la de pertenecer "a círculos cerrados y la de la "mundanidad y el exhibicionismo", concluyeron la lista.
El papa Francisco también quiso recordar que un día leyó que "los sacerdotes son como los aviones que son noticia cuando sólo cuando se caen".
Entonces subrayó que, sin embargo, "hay muchos que vuelan", pero que "muchos critican, pero pocos rezan por ellos".
Y concluyó advirtiendo: "Cuánto mal puede causar un solo sacerdote que cae a todo el cuerpo de la Iglesia
23.12.14







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