El Papa: 'En la cooperativa, uno más
uno vale tres'
Poner a la gente, a partir de los
más necesitados, en el centro de este movimiento solidario. Que la solidaridad
sea la respuesta a la globalización. Tener fantasía creativa para contrarrestar
la cultura del descarte
CIUDAD DEL VATICANO, 28 de febrero de 2015 (Zenit.org) - El santo
padre Francisco tuvo este sábado un encuentro en el Vaticano con los miembros
de la Confederación Cooperativas Italianas. A ellos les indicó que en la
cooperativa "uno más uno, vale tres".
El Papa introdujo el tema con algunos ejemplos muy
concretos: hoy si en un trabajo lo les gusta alguien lo despiden, porque
tanto hay una cola de gente que quiere trabajar. En el trabajo doméstico tanta
gente no tiene los aporte sociales. Y el drama de la cultura del descarte:
"¿Y tú que eres? -Soy ingeniero. ¿Cuántos años tienes? -49. Entonces no
sirves, vete".
Entró así el Santo Padre en el vivo del tema, que “La
Iglesia siempre ha reconocido, apreciado y animado la experiencia de las
cooperativas” y citó la encíclica Rerum Novarum de León XIII: “Todos
propietarios y no todos proletarios”, así como la Caritas in Veritate de
Benedicto XVI, donde al entrar en el tema, subraya la importancia de “la
economía de comunión” y del sector non profit, para explicar que el
dios-ganancia no tiene que ser una divinidad y que nuestro mundo necesita una
economía que no excluya la donación.
Así el Santo Padre invitó a mirar al futuro,
"con fantasía creativa para evitar la cultura del descarte", y para
crear nuevas formas de cooperativas. Y sabiendo que estamos en un mundo que se
ha globalizado, hay que responder con la solidaridad, pensando al aumento
vertiginoso de los desempleados, y a la necesidad de un progreso integral de la
persona, “que necesita del rédito pero no solamente del rédito”.
El Papa quiso así ofrecer algunas indicaciones
concretas.
La primera: “Las cooperativas tienen que ser el motor que levanta y desarrolla la parte más débil de nuestras comunidades locales y de la sociedad civil”. Especialmente prensando a los jóvenes y a tantas mujeres que necesitan entrar en el mundo del trabajo, o a los adultos que se pierden el empleo, así como a las empresas recuperadas.
Una segunda indicación fue, la
de activarse como protagonistas para realizar nuevas soluciones de bienestar
social, particularmente en la sanidad. “Y poner a la gente, a partir de
los más necesitados, en el centro de todo este movimiento solidario. Esta es la
misión que proponemos”.
El tercer punto indicado por el
Papa es: “La economía y su relación con la justicia social, y con la dignidad
de las personas”. Recordó que existe un cierto liberismo que primero quiere
hacer dinero para después de alguna manera distribuirlo a través del Estado, o
peor aún solo dar algunas migajas. Cuando en realidad “se corre el riesgo de
ilusionarse de hacer el bien, mientras se sigue haciendo marketing sin salir
del circuito fatal del egoísmo de las personas y empresas”.
La cuarta sugerencia: una
economía no crece en una sociedad que envejece. Por ello el movimiento
cooperativo tiene que ejercitar un rol importante para apoyar, facilitar y
también dar ánimo a la vida de las familias. Para ello buscar la “armonización
entre trabajo y familia”. El Papa elogió también las mutuales, que ayudan ante
las exigencias de todos, desde los nidos hasta la asistencia
domiciliar. Permitiendo así que todos puedan poner a disposición su propio
talento.
“El quinto punto en que les doy
coraje, quizás les sorprenda: Para hacer estas cosas es necesario dinero”. Las
cooperativas son estructuras generalmente subcapitalizadas, “en cambio, ¡el
Papa les dice: tienen que invertir, e invertir bien!”. Por ello pidió que haya
más colaboración entre cooperativas bancarias y empresas, organizar los
recursos para hacer vivir con dignidad y serenidad a las familias; pagar
salarios justos a los trabajadores, invertir en las iniciativas que sean
realmente necesarias. Todo esto sin esperar en los subsidios públicos.
“Decía san Basilio de Cesarea, Padre de la
Iglesia del IV siglo, retomado después por san Francisco de Asís, que 'el
dinero es el estiércol del demonio'. Lo repita ahora también el Papa: '¡el
dinero es el estiércol del demonio!”.
Y añadió que “el dinero al servicio de la vida
puede ser gestionado de modo justo por la cooperativa, si la cooperativa es
auténtica, verdadera, donde el capital no manda a los hombres, pero los hombres
al capital”.
“Por esto --prosiguió el Pontífice-- hacen bien a
combatir las falsas cooperativas” que traicionan el nombre de éstas con fines
de lucro. Y preciso que las verdaderas cooperativas “tienen que promover la
economía de la honestidad”. Una economía promovida “por personas que tienen en
el corazón y en la mente solamente el bien común”.
El Papa concluyó invitando a una gran alianza,
entre cooperativas y cooperantes, manteniendo la identidad de las cooperativas
y caminando hacia delante con todas las personas de buena voluntad.
01.03.15
Texto completo del ángelus del
domingo 1 de marzo
El papa Francisco explicó la
transfiguración de Jesús. Al concluir, destacó la dramática situación de Irak y
Siria y también de Venezuela
CIUDAD DEL VATICANO, 01 de marzo de 2015 (Zenit.org) - El papa
Francisco rezó este domingo la oración del ángelus en la ventana de su estudio
que da hacia la Plaza de San Pedro, donde se encontraban miles de personas,
fieles y peregrinos.
A
continuación el texto completo
«Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El domingo pasado la liturgia nos ha presentado a
Jesús tentado en el desierto por Satanás, y victorioso sobre la tentación. A la
luz del este Evangelio, hemos tomado nuevamente conciencia de nuestra condición
de pecadores, pero también de la victoria sobre el mal ofrecida a todos los que
toman el camino de conversión y como Jesús, quieren hacer la voluntad del
Padre.
En este segundo domingo de cuaresma, la iglesia nos
indica la finalidad de este itinerario de conversión, o sea la participación a
la gloria de Cristo, en quien resplandece su rostro de Siervo obediente, muerto
y resucitado por nosotros.
La página evangélica nos cuenta el evento de la
Transfiguración, que se coloca en el ápice del ministerio público de Jesús. Él
está en camino hacia Jerusalén, donde se cumplirán las profecías del 'Siervo de
Dios' y se consumará su sacrificio redentor. Las multitudes no entienden esto, y
delante a la perspectiva de un Mesías que contradice expectativas terrenas que
ellos tienen, lo han abandonado. Ellos pensaban que el Mesías habría sido
un liberador del dominio de los romanos, un liberador de la patria, y esta
perspectiva de Jesús no les gusta y lo dejan.
También los apóstoles no entienden las palabras
con las cuales Jesús anuncia la finalidad de su misión en la pasión gloriosa,
no entienden. Jesús entonces toma la decisión de mostrarle a Pedro, Jacobo y
Juan, una anticipación de su gloria. La que tendrá después de la Resurrección,
para confirmarlo en la fe y animarlos a seguirlos en la vía de la prueba, en la
vía de la cruz. Así en otro monte, inmerso en la oración, se transfigura
delante de ellos: su rostro y toda su persona irradian una luz fulgurante. Los
tres discípulos están asustados, mientras una nube blanca los envuelve y
resuena desde lo alto --como en el bautismo en el Jordán-- la voz del Padre:
'Este es mi Hijo el amado: escuchadlo'.(Mc 9,7).
Y Jesús es el Hijo que se hizo Servidor, enviado
al mundo para realizar a través de la cruz el proyecto de la salvación, para
salvarnos a todos nosotros. Su plena adhesión a la voluntad del Padre, vuelve
su humanidad transparente a la gloria de Dios, que es el Amor. Jesús se
revela así, como la imagen perfecta del Padre, la irradiación de su gloria.
Es el cumplimiento de la revelación; por esto a
su lado aparecen transfigurados Moisés y Elías, que representan la Ley de los
profetas, significando que todo termina y comienza en Jesús, en su pasión y su
gloria.
La voz de orden para los discípulos y para
nosotros es esta: 'Escuchadlo'. Escuchen a Jesús. Es él el Salvador: seguidlo.
Escuchar a Cristo, de hecho comporta asumir la lógica de su ministerio pascual,
ponerse en camino con él, para hacer de la propia existencia un don de amor a
los otros, en dócil obediencia con la voluntad de Dios, con una actitud de
separación de las cosas mundanas y de libertad interior. Es necesario, en otras
palabras, estar prontos a 'perder la propia vida', donándola para que todos los
hombres sean salvados, y para que nos reencontremos en la felicidad eterna.
(cfr Mc 8,35) El camino de Jesús siempre nos lleva a la felicidad. No nos
olvidemos: el camino de Jesús siempre nos lleva a la felicidad, habrá en medio
una cruz o las pruebas, pero al final nos lleva siempre a la felicidad. Jesús
no nos engaña. Nos prometió la felicidad y nos la dará si seguimos su camino.
Con Pedro, Jacobo y Juan, subimos también
nosotros hoy, en el monte de la Transfiguración y nos detenemos en
contemplación del rostro de Jesús, para recoger el mensaje y aplicarlo en
nuestra vida; para que también nosotros podamos ser transfigurados por el amor.
En realidad el amor es capaz de transfigurar
todo, el amor transfigura todo. ¿Creemos en esto?, ¿creemos en esto? ...Pero me
parece que no tanto, de lo que escucho. ¿Creen que el amor transfigura todo?
(los fieles responden: sí...) ha sí, escucho. Nos sostenga en este camino
la Virgen María, que ahora invocamos con la oración del ángelus».
(Angelus domini...)
«Queridos hermanos y hermanas, lamentablemente no
dejan de llegar noticias dramáticas desde Siria e Irak, relativas a violencias,
secuestros de personas y abusos contra los cristianos y otros grupos. Queremos
asegurar a los que son afectados por esta situación que no los olvidamos, sino
que estamos cercanos a ellos y rezamos insistentemente para que lo antes posible
se ponga fin a la intolerable brutalidad de la cual son víctimas.
Junto a los miembros de la Curia Romana he
ofrecido con esta intención la última santa misa de los ejercicios espirituales
que realicé el viernes pasado. Y al mismo tiempo pido a todos, de acuerdo a sus
posibilidades, de preocuparse para aliviar los sufrimientos de los hermanos que
están en la prueba, muchas veces solamente debido a la fe que profesan. Recemos
por estos hermanos y hermanas que sufren debido a su fe en Siria y en Irak.
Recemos en silencio... (instantes de silencio).
Deseo recordar también a Venezuela, que está
viviendo nuevamente momentos de aguda tensión. Rezo por las víctimas, y en
particular por el joven asesinado pocos días atrás en San Cristobal. Exhorto a
todos a que rechacen la violencia, al respeto de la dignidad de cada persona y
de la sacralidad de la vida humana. Y animo a que retomen un camino común para
el bien del país, reabriendo espacios de encuentro y de diálogo sincero y
constructivo. Confío esta querida Nación a la materna intercesión de Nuestra
Señora de Coromoto”.
Dirijo un cordial saludo a todos: familias,
grupos parroquiales, asociaciones, peregrinos de Roma y de Italia, y de los
diversos países.
Saludo a los fieles que vienen de San Francisco,
California, y a los jóvenes de las parroquias de Isola di Formentera. Saludo a
los grupos de Fontaneto d’Agogna y Montello; a los bomberos de Tassullo; y a
los jóvenes de Zambana.
Saludo cordialmente a los seminaristas de Pavía,
juntos a su rector y al padre espiritual que han apenas terminado los
ejercicios espirituales y que hoy regresan a su diócesis. Pidamos por ellos y
para todos los seminaristas la gracias de volverse buenos sacerdotes.
Y a todos les deseo un buen domingo. No se
olviden de rezar por mi. '¡Buon pranzo e arrivederci!'.
02.03.15
Francisco en Santa Marta: el
cristiano aprenda a acusarse a sí mismo
En la homilía de este lunes, el
Santo Padre recuerda que es fácil poner cara de 'yo no fui'. E invita a
reconocer la vergüenza de nuestro pecado y la grandeza de la misericordia de
Dios
CIUDAD DEL VATICANO, 02 de marzo de 2015 (Zenit.org) - Es fácil
juzgar a los otros, pero para ir adelante en el camino cristiano es necesario
saber acusarse a sí mismo. Lo ha recordado el santo padre Francisco durante la
homilía en la misa celebrada esta mañana en Santa Marta, que ha retomado tras
la semana fuera del Vaticano para los ejercicios espirituales.
Las lecturas del día están centradas en el tema de la
misericordia, por ello el Papa ha recordado que “todos somos pecadores”, no “en
teoría” sino en realidad, y que “una virtud cristiana, incluso más que una
virtud” es “la capacidad de acusarse a sí mismo”. Este es el primer paso de
quien quiere ser cristiano.
El Papa ha advertido que todos somos maestros en
justificarnos a nosotros mismos: “Pero, si yo no he sido, no, no es culpa mía,
pero sí, pero no era tanto, eh... Las cosas no son así”. Todos tenemos
--ha precisado el Santo Padre-- una excusa para explicar nuestras faltas,
nuestros pecados, y muchas veces somos capaces de poner esa cara de ‘pero, yo
no sé’ cara de ‘pero yo no fui, quizá será otro’, ser el inocente. Y así no se
va adelante en la vida cristiana”.
Por eso, el Pontífice ha reconocido que “es más
fácil acusar a los otros” e incluso “sucede algo un poco extraño” si intentamos
comportarnos de una forma distinta: “cuando comenzamos a ver de qué somos
capaces” al inicio “nos sentimos mal, sentimos repulsión” después de esto “nos
da paz y salud”. A propósito, Francisco ha dado un ejemplo: “cuando encuentro
en mi corazón envidia y sé que esta envidia es capaz de hablar mal del otro y
matarlo moralmente” en cambio ésta es “la sabiduría de acusarme a mí mismo”.
Por eso el Obispo de Roma ha afirmado en su homilía que “si no aprendemos este
primer paso de la vida, nunca, nunca daremos pasos en el camino de la vida
cristiana, de la vida espiritual”.
Asimismo, Francisco ha añadido: “Acusarse a sí
mismo es el primer paso. Sin decirlo ¿no? Yo y mi conciencia. Voy por la
calle, paso delante de la cárcel: ‘Eh, estos se lo merecen’, ‘Pero ¿sabes que
si no fuera por la gracia de Dios tú estarías allí? ¿Has pensado que tú eres
capaz de hacer las cosas que ellos han hecho, y aún peores todavía?’ Esto es
acusarse a sí mismo, no esconderse a sí mismo las raíces del pecado que están
en nosotros, las muchas cosas que somos capaces de hacer, también si no se
ven”.
El Papa ha subrayado otra virtud: avergonzarse
delante de Dios, en una especie de diálogo en el que reconocemos la vergüenza
de nuestro pecado y la grandeza de la misericordia de Dios. “A ti, Señor,
nuestro Dios, la misericordia y el perdón. La vergüenza a mí, y a ti la
misericordia y el perdón”. Este diálogo con el Señor --ha aconsejado el Papa--
nos hará bien hacerlo durante esta Cuaresma. Además, ha recordado que cuando
uno aprende a acusarse a sí mismo es misericordioso con los otros. El Santo
Padre invita a preguntarse: “¿Pero quién soy yo para juzgarlo si soy capaz de
hacer cosas peores?”.
Por eso ha indicado que la frase “¿quién soy yo
para juzgar al otro?” obedece a la exhortación de Jesús: “No juzguéis y no
seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados, perdonad y seréis
perdonados”.
Para concluir la homilía, el Papa ha pedido que
“el Señor, en esta Cuaresma, nos dé la gracia de aprender a acusarnos”,
sabiendo de que somos capaces “de las cosas más malvadas” y decir: “Ten piedad
de mí, Señor, ayúdame a avergonzarme y dame misericordia, así yo podré ser
misericordioso con los otros”.
03.03.15
Francisco en Santa Marta: Jesús
prefiere un pecador a uno que finge la santidad
En la homilía de este martes, el
Santo Padre ha recordado que la suciedad del corazón no se quita como se quita
una mancha
CIUDAD DEL VATICANO, 03 de marzo de 2015 (Zenit.org) - Si
aprendemos a hacer el bien, Dios perdona generosamente todo pecado. Lo que no
perdona es la hipocresía, la santidad fingida. Lo ha explicado el santo padre
Francisco, este martes por la mañana en la homilía de la misa celebrada en
Santa Marta.
Están los falsos santos, que también delante del cielo
se preocupan de parecer más que de ser, y también los pecadores santificados,
que más allá del mal hecho han aprendido a hacer un bien más grande. El Papa ha
asegurado que no hay dudas sobre a quién prefiere Dios de estas dos categorías.
De este modo, ha explicado que las palabras de la
lectura de Isaías, son un imperativo y paralelamente una invitación que viene
directamente de Dios: “Dejar de hacer el mal, aprendera hacer el bien”
defendiendo huérfanos y viudas, es decir, “aquellos de los que nadie se
acuerda”, entre los que están también --recuerda el Papa-- “los ancianos
abandonados", “los niños que no van a la escuela” y los que “no saben
hacerse el signo de la Cruz”. De este modo, el Pontífice ha observado que
detrás del imperativo y la invitación está como siempre la invitación a la
conversión.
Y lo ha explicado así: “¿Pero cómo puedo
convertirme? ‘¡Aprendiendo a hacer el bien!’ La conversión. La suciedad del
corazón no se quita como se quita una mancha: vamos a la tintorería y salimos
limpios… Se quita con el ‘hacer’: realizar un camino distintos, otro camino que
no es el del mal. ‘¡Aprender a hacer el bien!’, es decir, el camino de hacer el
bien. ¿Y cómo hago el bien? ¡Es sencillo! ‘Buscando la justicia, socorriendo al
oprimido, siendo justos con el huérfano, defendiendo la causa de la viuda’”. El
Pontífice ha señalado que “recordamos que en Israel los más pobres y los más
necesitados eran los huérfanos y las viudas: hacer justicia con ellos, ir donde
están las llagas de la humanidad, donde hay mucho dolor… Y así, haciendo el
bien, lavarás tu corazón”
Y la promesa de un corazón lavado, es decir,
perdonado, viene del mismo Dios, que no lleva la contabilidad de los pecados
frente a quien ama concretamente al prójimo, ha explicado el Pontífice.
Nuevamente, el Santo Padre ha explicado esto con
un ejemplo: “Si tú haces esto, vas por ese camino, al que yo te invito --nos
dice el Señor-- aunque sus pecados sean como la escarlata, se volverán blancos
como la nieve”. Es una exageración, el Señor exagera: ¡pero es la verdad! El
Señor nos da el don de su perdón. El Señor perdona generosamente. ‘Pero yo
perdono hasta aquí, después veremos si el otro...’ ¡No, no! ¡El Señor perdona
todo! ¡Todo! Pero si tú quieres ser perdonado, tu debes comenzar el camino del
hacer el bien. ¡Esto es un don!”
El Evangelio del día presenta sin embargo al
grupo de los vivos, los que dicen las cosas justas pero hacen lo contrario,
advierte el Papa. “Todos somos pícaros y siempre encontramos el camino que no
es correcto, para parecer más justos de lo que somos: es el camino de la hipocresía”.
A propósito, Francisco ha indicado que “estos
fingen convertirse, pero su corazón es una mentira: ¡son mentirosos! Es una
mentira… Su corazón no pertenece al Señor, pertenece al padre de todas las
mentiras, a satanás. Y esto es fingir la santidad. Jesús prefiere mil veces a
los pecadores que a estos. ¿Por qué? Los pecadores decían la verdad sobre sí
mismos. ‘¡Aléjate de mí Señor que soy un pecador!’: lo dijo Pedro una vez. ¡Uno
de estos nunca dice esto! ‘Te doy gracias Señor, porque no soy pecador, porque
soy justo...’ En la segunda semana de la cuaresma tenemos estas tres palabras
para pensar y meditar: la invitación a la conversión, el don que nos dará el
Señor y eso es un perdón grande, un perdón grande; y la trampa, es hablar,
fingir convertirse, tomar el camino de la hipocresía”.
04.03.15
Texto completo de la catequesis del
Papa en la audiencia del miércoles 4 de marzo
El Papa advierte que 'no visitar a
los padres cuando son ancianos es pecado mortal'
CIUDAD DEL VATICANO, 04 de marzo de 2015 (Zenit.org) - Queridos
hermanos y hermanas,
la catequesis de hoy y la del próximo miércoles
estarán dedicadas a los ancianos, que, en el ámbito de la familia, son los
abuelos. Hoy reflexionamos sobre la problemática condición actual de los
ancianos, y la próxima vez, más en positivo, sobre la vocación contenida en
esta edad de la vida.
Gracias a los progresos de la medicina la vida se ha
alargado: la sociedad, sin embargo, ¡no se ‘ensanchado' a la vida! El número de
los ancianos se ha multiplicado, pero nuestras sociedades no se han organizado
lo bastante para hacerles sitio, con justo respeto y concreta consideración
para su fragilidad y dignidad. Mientras somos jóvenes, se nos induce a ignorar
la vejez, como si fuera una enfermedad de la que estar lejos; cuando después
nos hacemos ancianos, especialmente si somos pobres, estamos enfermos o solos,
experimentamos las lagunas de una sociedad programada en la eficiencia, que
consecuentemente ignora a los ancianos. Y los ancianos son una riqueza, no se
pueden ignorar.
Benedicto XVI, visitando un asilo, usó palabras
claras y proféticas: “La calidad de una sociedad, quisiera decir de una
civilización, se juzga también por cómo se trata a los ancianos y del lugar
reservado para ellos en el vivir común” (12 novembre 2012). Es verdad, la
atención a los ancianos hace la diferencia de una civilización. En una
civilización, ¿hay atención al anciano? ¿Hay sitio para el anciano? Esta
civilización irá adelante porque sabe respetar la sabiduría de los ancianos. En
una civilización que no hay sitio para los ancianos, son descartados porque
crean problemas, esta sociedad lleva consigo el virus de la muerte.
En Occidente, los estudiosos presentan el siglo
actual como el siglo del envejecimiento: los hijos disminuyen, los ancianos
aumentan. Este desequilibrio nos interpela, es más, es un gran desafío para la
sociedad contemporánea. Incluso una cierta cultura del lucro insiste en el
hacer aparecer a los ancianos como un peso, un “lastre”. No solo no producen,
piensa, sino que son una carga: en conclusión, por ese resultado de pensar así,
son descartados. Es feo ver a los ancianos descartados. Es pecado. No se osa
decirlo abiertamente, ¡pero se hace! Hay algo vil en esta adicción a la cultura
del descarte. Estamos acostumbrados a descartar gente. Queremos eliminar
nuestro creciente miedo a la debilidad y la vulnerabilidad; pero haciéndolo así
aumentan en los ancianos la angustia de ser mal tolerados y abandonados.
Ya en mi ministerio en Buenos Aires toqué con la
mano esta realidad con sus problemas. “Los ancianos son abandonados, y no solo
en la precariedad material. Son abandonados en la egoísta incapacidad de
aceptar sus límites que reflejan nuestros límites, en las numerosas
dificultades que hoy deben superar para sobrevivir en una civilización que no
les permite participar, expresar su opinión, ni ser referente según el modelo
consumista de ‘solamente los jóvenes pueden ser útiles y pueden disfrutar’. Sin
embargo, estos ancianos deberían ser, para toda la sociedad, la reserva de
sabiduría de nuestro pueblo. Los ancianos son la reserva de sabiduría de
nuestro pueblo. ¡Con cuánta facilidad se pone a dormir la conciencia cuando no
hay amor!” (Solo el amor nos puede salvar, Ciudad del Vaticano 2013,
p. 83). Y sucede así. Yo recuerdo cuando visitaba asilos hablaba con cada uno y
muchas veces escuché esto. ‘¿Cómo está usted?’ ‘Bien, bien’ ‘¿Y sus hijos,
cuántos tiene? ‘Muchos, muchos’. ‘¿Vienen a visitarla?’ ‘Sí, sí, siempre,
siempre, vienen’. ‘¿Cuándo vinieron la última vez?’ Y así, la anciana, recuerdo
una especialmente, decía ‘en Navidad’. Estábamos en agosto. Ocho meses sin ser
visitada por los hijos. Ocho meses abandonada. Esto se llama pecado mortal.
¿Entendido?
Una vez cuando era pequeño, la abuela nos contaba
una historia de un abuelo anciano que al comer se ensuciaba porque no podía
llevar la cuchara a la boca con la sopa. Y el hijo, o sea el Papa de la
familia, había decidido separarlo de la mesa común. E hizo una mesa en la
cocina donde no se veía para que comiera solo, y así, no quedaba mal cuando
venían los amigos a comer o cenar. Pocos días después, llegó a casa y encontró
a su hijo pequeño jugando con madera, el martillo, los clavos. Y hacía algo. Le
dijo, ‘¿qué haces?’ ‘Hago una mesa papá’. ‘¿Una mesa, por qué?’ 'Para tenerla
cuando te hagas anciano, y así puedes comer allí'. Los niños tienen más
conciencia que nosotros.
En la tradición de la Iglesia hay una riqueza de
sabiduría que siempre ha sostenido una cultura de cercanía a los ancianos, una
disposición al acompañamiento afectuoso y solidario en esta parte final de la
vida. Tal tradición está enraizada en la Sagrada Escritura, como demuestran por
ejemplo estas expresiones del Libro del Eclesiástico: “No te apartes de la
conversación de los ancianos, porque ellos mismos aprendieron de sus padres: de
ellos aprenderás a ser inteligente y a dar una respuesta en el momento justo”.
La Iglesia no puede y no quiere conformarse con
una mentalidad de impaciencia, y mucho menos de indiferencia y de desprecio, en
lo relacionado con la vejez. Debemos despertar el sentido colectivo de
gratitud, de aprecio, de hospitalidad, que hagan sentir al anciano parte viva
de su comunidad.
Los ancianos son hombres y mujeres, padres y
madres que han estado antes que nosotros sobre nuestro mismo camino, en nuestra
misma casa, en nuestra batalla cotidiana por una vida digna. Son hombres y
mujeres de los cuales hemos recibido mucho. El anciano no es un extraño. El
anciano somos nosotros: dentro de poco, dentro de mucho, pero inevitablemente,
aunque no lo pensemos. Y si no aprendemos a tratar bien a los ancianos, así nos
tratarán a nosotros.
Frágiles son un poco todos, los ancianos.
Algunos, sin embargo, son particularmente débiles, muchos están solos, y
marcados por la enfermedad. Algunos dependen de cuidados indispensables y de la
atención de los otros. ¿Daremos por esto un paso atrás? ¿Les abandonaremos a su
destino? Una sociedad sin proximidad, donde la gratuidad y el afecto sin
contrapartida --también entre extraños-- van desapareciendo, es una sociedad
perversa. La Iglesia, fiel a la Palabra de Dios, no puede tolerar estas
degeneraciones. Una comunidad cristiana en la que proximidad y gratuidad no
fueran consideradas indispensables, perdería su alma. Donde no hay honor para
los ancianos, no hay futuro para los jóvenes.
05.03.15
El Papa en Santa Marta: 'La
mundanidad anestesia el alma'
En la homilía de este jueves,
Francisco ha explicado que con el corazón mundano no se puede entender la
necesidad de los pobres que viven junto a nosotros
CIUDAD DEL VATICANO, 05 de marzo de 2015 (Zenit.org) - La
mundanidad oscurece el alma, haciéndonos incapaces de ver a los pobres que
viven junto a nosotros con todas sus llagas. Lo ha señalado este jueves el papa
Francisco en la misa matutina celebrada en la capilla de la Casa Santa Marta.
Durante la homilía, el Santo Padre ha comentado la
parábola del rico epulón, un hombre vestido "de púrpura y lino
finísimo" que "cada día se daba lujosos banquetes". El Pontífice
ha observado que no se dice de él que fuera malvado: al contrario, "tal
vez era un hombre religioso, a su manera. Rezaba, quizás, alguna oración y dos
o tres veces al año seguramente iba al Templo a hacer sacrificios y daba
grandes ofrendas a los sacerdotes, y ellos con aquella pusilanimidad clerical
se lo agradecían y le hacían sentarse en el lugar de honor". Pero no se
daba cuenta de que a su puerta estaba un pobre mendigo, Lázaro, hambriento,
lleno de llagas, "símbolo de tanta necesidad que tenía". El Papa ha
explicado la situación del hombre rico:
"Cuando salía de casa, eh no... tal vez el
vehículo con el que salía tenía los cristales polarizados para no ver fuera...
tal vez, pero no sé... Pero seguramente, sí, su alma, los ojos de su alma
estaban oscurecidos para no ver. Solo veía dentro de su vida, y no se daba
cuenta de lo que había sucedido a este hombre, que no era malo: estaba enfermo.
Enfermo de mundanidad. Y la mundanidad transforma las almas, hace perder la
conciencia de la realidad: viven en un mundo artificial, hecho por ellos... La
mundanidad anestesia el alma. Y por eso, este hombre mundano no era capaz de
ver la realidad".
Y la realidad es la de muchas personas pobres que viven junto a nosotros:
"Muchas personas que llevan la vida de
manera difícil, de modo difícil; pero si tengo el corazón mundano, nunca
entenderé eso. Con el corazón mundano no se puede entender la necesidad y lo
que hace falta a los demás. Con el corazón mundano se puede ir a la iglesia, se
puede rezar, se pueden hacer tantas cosas. Pero Jesús, en la Última Cena, en la
oración al Padre, ¿qué ha rezado? 'Pero, por favor, Padre, custodia a estos
discípulos para que no caigan en el mundo, que no caigan en la mundanidad'. Es
un pecado sutil, es más que un pecado: es un estado pecador del alma".
En estas dos historias --ha afirmado el Santo
Padre-- hay dos sentencias: una maldición para el hombre que confía en el mundo
y una bendición para el que confía en el Señor. El hombre rico aleja su corazón
de Dios: "su alma está desierta", una "tierra salobre donde
ninguno puede vivir", "porque los mundanos, a decir verdad, están solos
con su egoísmo". Tiene "el corazón enfermo, tan apegado a este modo
de vivir mundano que difícilmente podía sanar". Además --ha añadido el
Pontífice--, mientras que el pobre tenía un nombre, Lázaro, el rico no lo
tiene: "no tenía nombre, porque los mundanos pierden el nombre. Son solo
uno más de la masa acomodada, que no necesita nada. Los mundanos pierden el
nombre".
En la parábola, el hombre rico, cuando muere se
encuentra atormentado en el infierno, y le pide a Abraham que envíe a alguien
de entre los muertos para advertir a los familiares que aún viven. Pero Abraham
le contesta que si no oyen a Moisés y a los Profetas tampoco se persuadirán
aunque uno resucitase de entre los muertos. El Papa ha señalado que los
mundanos quieren manifestaciones extraordinarias, sin embargo, "en la
Iglesia todo está claro, Jesús ha hablado con claridad: ese es el camino. Pero
al final hay una palabra de consuelo":
"Cuando aquel pobre hombre mundano,
atormentado, le pide que envíe a Lázaro con un poco de agua para ayudarlo,
¿cómo responde a Abraham? Abraham es la figura de Dios, el Padre. ¿Cómo
responde? 'Hijo, recuerda...'. Los mundanos han perdido el nombre; también
nosotros, si tenemos el corazón mundano, hemos perdido el nombre. Pero no somos
huérfanos. Hasta el final, hasta el último momento existe la seguridad de que
tenemos un Padre que nos espera. Confiemonos a Él. 'Hijo'. Nos dice 'hijo', en
medio de esa mundanidad: 'hijo'. No somos huérfanos".
06.03.15
Francisco: 'El Camino Neocatecumenal
hace un gran bien en la Iglesia'
Audiencia del Santo Padre en el Aula
Pablo VI y envío misionero de las 'missio ad gentes'
CIUDAD DEL VATICANO, 06 de marzo de 2015 (Zenit.org) - El
papa Francisco ha recibido este viernes en audiencia a los miembros del
Camino Neocatecumenal y les ha instado a "ir en nombre de Cristo a todo el
mundo y llevar su Evangelio".
En su mensaje, el Santo Padre ha destacado que
"el Camino Neocatecumenal hace un gran bien en la Iglesia" y ha
recordado a sus miembros que "con el testimonio de vida manifiestan el
corazón de la revelación de Cristo". Es decir, que "Dios ama al
hombre hasta entregarse a la muerte por él y que ha sido resucitado por el
Padre para darnos la gracia de donar nuestra vida a los demás", ha
apuntado. "El mundo de hoy tiene necesidad extrema de este gran
mensaje", ha asegurado.
El Pontífice argentino ha entrado en el Aula Pablo VI
y ha ido saludando durante varios minutos a los presentes, entre aplausos
y vivas al Papa, mientas se escuchaba una canción a la Virgen María acompañada
por guitarras y entonada por Kiko Argüello, iniciador de esta realidad
eclesial.
La audiencia celebrada esta mañana ha consistido en
una ceremonia con la que el Pontífice ha enviado a 250 familias a realizar la missio
ad gentes.
A estas familias el Papa les ha animado a que sigan
adelante, confiando en la Madre de Dios, que ha inspirado el Camino
Neocatecumenal, y que se se nutran de la Palabra, la Liturgia y la Comunidad.
Francisco ha vuelto a bendecir el carisma que
recibieron los españoles Kiko Argüello y Carmen Hernández, que le han regalado
un icono como recuerdo de este encuentro. Posteriormente, le han
presentado a algunos de estos misioneros que partirán hacia diferentes países
de varios continentes. Las missio ad gentes son uno de los frutos del
Camino Neocatecumenal. Desde hace años envía a la misión a familias que se
muestran dispuestas a dejarlo todo por la evangelización y que acuden a lugares
en los que el propio obispo les haya solicitado. En muchas ocasiones son
enviadas a zonas donde la Iglesia no existe o apenas tiene presencia. Esto es
precisamente lo que hacen las familias que forman una missio ad gentes.
Cada una de estas misiones está constituida por
cuatro familias con numerosos hijos, un sacerdote responsable de la missio y
de un “socio” que le acompaña, tres mujeres jóvenes que ayudan a las familias y
a sus hijos y una mujer mayor que ayuda a los sacerdotes. En total, cada missio
ad gentes está formada por unas 45 personas.
07.03.15
Francisco a Comunión y Liberación:
'¡En el centro solo está el Señor!'
El Santo Padre recibe en audiencia a
sus miembros con motivo del 60 aniversario del nacimiento del movimiento y el
décimo aniversario de la muerte de Don Giussani
CIUDAD DEL VATICANO, 07 de marzo de 2015 (Zenit.org) - El papa
Francisco ha recibido este sábado a más de 80 mil miembros de Comunión y
Liberación (CL) en la Plaza de San Pedro, con motivo del décimo
aniversario de la muerte de su fundador, Don Luigi Giussani, y cuando se
cumplen 60 años del nacimiento del movimiento.
Durante el multitudinario encuentro, todos los
presentes han recibido al Santo Padre entonando "Zamba de mi speranza",
un canto popular argentino muy apreciado por el Pontífice.
En sus palabras de bienvenida, el presidente de
la Fraternidad Comunión y Liberación, Don Julián Carrón, ha asegurado
al papa Francisco que "hemos venido como mendigos, con el deseo de
aprender, para ser ayudados a vivir con pasión el carisma
recibido". "Nosotros, como todos, necesitamos la mirada
misericordiosa del Señor de la que usted, Santidad, es signo e
instrumento", ha añadido. Y ha reconocido también que "estamos
aquí, Santidad, con la tensión de vivir la renovación de ese acontecimiento que
nos permite experimentar la alegría de ser cristianos".
El Santo Padre, muy agradecido por el cariño con
el que ha sido recibido y por las palabras de Carrón, ha asegurado que la labor
de Mons. Luigi Giussani ha marcado tanto su vida sacerdotal como la personal a
través de sus libros y artículos. "Su pensamiento es profundamente
humano y llega hasta el más íntimo anhelo del hombre", ha afirmado el
Pontífice. Y así ha recordado la importancia que tenía para Don Giussani
"el encuentro no con una idea, sino con una Persona, con Jesucristo"
que es quien "nos da la libertad".
En esta línea, el Papa ha advertido que "¡el
carisma no se conserva en una botella de agua destilada! Fidelidad al carisma
no quiere decir 'petrificarlo' --es el diablo el que 'petrifica'-- no significa
escribirlo en un pergamino y ponerlo en un cuadro".
"La referencia al legado que os ha dejado
Don Giussani --ha explicado-- no puede reducirse a un museo de recuerdos, de
decisiones tomadas, de normas de conducta. Comporta, en cambio, fidelidad a la
tradición, y fidelidad a la tradición, decía Mahler, significa tener vivo el
fuego, no adorar las cenizas". "Don Giussani no os perdonaría
nunca que perdierais la libertad y os transformarais en guías de museo o
adoradores de cenizas", ha destacado Francisco.
Asimismo, el Santo Padre ha pedido a los fieles
que recuerden que "¡en el centro solo está el Señor!", que nos
precede siempre, y que salgan a la búsqueda de los alejados para "servir a
Jesús en cada persona marginada, abandonada, sin fe, decepcionada por la Iglesia,
prisionera de su propio egoísmo".
"Cuando somos esclavos de
la autorreferencialidad --ha advertido-- terminamos por cultivar una
'espiritualidad de etiqueta': 'Soy CL'. Esta es la etiqueta; y luego caemos en
las mil trampas que nos ofrece la complacencia autorreferencial, el
mirarnos en el espejo que nos lleva a desorientarnos y convertimos en meros
empresarios de una ONG".
"'Salir' significa también rechazar la autorreferencialidad,
en todas sus formas, significa saber escuchar a aquellos que no son como
nosotros, aprendiendo de todos, con sincera humildad", ha indicado.
Cada una de las ideas del discurso del Pontífice
argentino han sido aplaudidas por los miembros del movimiento. Durante su esperada
intervención, el papa Francisco ha insistido en que el camino de la Iglesia es
dejar que se manifieste la gran misericordia de Dios.
08.03.15
El Papa: 'Un mundo donde las mujeres
son excluidas es un mundo estéril'
Con motivo del 8 de marzo, Francisco
agradece la labor de todas las mujeres que a diario 'buscan construir una
sociedad más humana y acogedora'
CIUDAD DEL VATICANO, 08 de marzo de 2015 (Zenit.org) - El papa
Francisco ha afirmado este domingo, Día Internacional de la Mujer, que “un
mundo donde las mujeres son excluidas es un mundo estéril”. Hoy, 8 de marzo, es
una ocasión “para reafirmar la importancia de las mujeres y la necesidad de su
presencia en la vida”, ha recordado.
Tras el tradicional rezo del Ángelus, el Santo Padre
ha agradecido la labor de todas las mujeres que a diario “buscan construir una
sociedad más humana y acogedora”, en especial, a todas aquellas que
“testimonian el Evangelio y trabajan en la Iglesia”.
Así, el Pontífice argentino ha advertido que “las
mujeres no sólo traen la vida sino que nos transmiten la capacidad de ver más
allá” y ha destacado su “capacidad de ver el mundo con ojos distintos y con un
corazón más creativo, más paciente y más tierno”.
El Obispo de Roma ha concluido estas palabras
asegurando “una oración y una bendición particular para todas las mujeres”.
Antes de la oración mariana, el Papa ha
reflexionado sobre el episodio del Evangelio que narra cuando Jesús echó del
templo a los mercaderes. “Los verdaderos adoradores de Dios no son los
custodios del templo material, los poseedores del poder y del saber religioso,
sino aquellos que adoran a Dios en espíritu y verdad”, ha explicado. Además, ha
llamado a los miles de fieles reunidos en la Plaza a buscar la “belleza del encuentro
con Cristo” y a permitir que Dios haga limpieza en los corazones.
Frente al miedo de ser apaleados, Francisco ha
subrayado que el Señor hace limpieza “no con la fusta sino con la
misericordia”.
Francisco en el ángelus: 'El látigo
de Jesús con nosotros es su misericordia'
Texto completo. El Papa invita a
abrir el corazón al Señor para que haga limpieza y destierre la codicia, los
celos, la mundanidad, la envidia, el odio y el hábito de 'despellejar' a los
demás
CIUDAD DEL VATICANO, 08 de marzo de 2015 (Zenit.org) - Como cada
domingo, el papa Francisco rezó la oración del ángelus desde la ventana de su
estudio en el Palacio Apostólico, ante una multitud que le atendía en la Plaza
de San Pedro.
Dirigiéndose a los fieles y peregrinos venidos de todo
el mundo, que le acogieron con un largo y caluroso aplauso, el Pontífice
argentino les dijo:
"Queridos
hermanos y hermanas ¡buenos días!
El Evangelio de hoy nos presenta el episodio de
la expulsión de los vendedores del templo. Jesús "hizo un látigo de
cuerdas y los echó a todos del Templo, con sus ovejas y sus bueyes", el
dinero, todo. Este gesto suscitó una fuerte impresión, en la gente y los
discípulos. Apareció claramente como un gesto profético, tan es así que algunos
de los presentes preguntaron a Jesús, pero dinos: '¿Qué gesto nos muestras para
hacer estas cosas? ¿Quién eres tú para hacer estas cosas? Muéstranos un signo
de que tienes autoridad para hacerlas'. Buscaban una señal divina, prodigiosa
que acreditase a Jesús como enviado de Dios. Y Él respondió: 'Destruid este
templo y en tres días lo volveré a levantar'. Le replicaron: 'Este templo ha
sido construido en cuarenta y seis años, ¿y tú lo vas a levantar en tres
días?'. No habían entendido que el Señor se refería al templo vivo de su
cuerpo, que habría sido destruido con la muerte en la cruz, pero que habría
resucitado al tercer día. Por eso, en tres días. "Cuando resucitó de entre
los muertos --escribe el Evangelista-- sus discípulos recordaron que había
dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado
Jesus".
En efecto, este gesto de Jesús y su mensaje
profético se entienden plenamente a la luz de su Pascua. Aquí tenemos, según el
Evangelista Juan, el primer anuncio de la muerte y resurrección de Cristo: su
cuerpo, destruido en la cruz por la violencia del pecado, se convertirá en la
Resurrección en el lugar de la cita universal entre Dios y los hombres. Y
Cristo Resucitado es precisamente el lugar de la cita universal de todos, entre
Dios y los hombres. Por eso su humanidad es el verdadero templo, donde Dios se
revela, habla, se deja encontrar; y los verdaderos adoradores, los verdaderos
adoradores de Dios, no son los custodios del templo material, los poseedores
del poder o del saber religioso, son aquellos que adoran a Dios "en
espíritu y verdad".
En este tiempo de Cuaresma nos estamos preparando
para la celebración de la Pascua, cuando renovaremos las promesas de nuestro
Bautismo. Caminemos por el mundo como Jesús y hagamos de toda nuestra
existencia un signo de su amor por nuestros hermanos, especialmente los más
débiles y los más pobres, nosotros construimos a Dios un templo en nuestra
vida. Y de así lo hacemos 'encontrable' para tantas personas que encontramos en
nuestro camino. Si somos testigos de este Cristo vivo, mucha gente encontrará a
Jesús en nosotros, en nuestro testimonio. Pero, nos preguntamos, y cada uno de
nosotros se puede preguntar, ¿el Señor se siente verdaderamente como en casa en
mi vida? ¿Le permito que haga 'limpieza' en mi corazón y eche a los ídolos, o
sea aquellas actitudes de codicia, celos, mundanidad, envidia, odio, aquella
costumbre de hablar mal y 'despellejar' a los otros? ¿Le dejo hacer limpieza de
todos los comportamientos contra Dios, contra el prójimo y contra nosotros
mismos, como hoy hemos escuchado en la primera lectura? Cada uno se puede
responder a sí mismo, en silencio en su corazón. ¿Permito que Jesús haga un
poco de limpieza en mi corazón? 'Padre, tengo miedo de que me apalee'. Pero Jesús
jamás apalea. Jesús hará limpieza con ternura, con misericordia, con amor. La
misericordia es su manera de hacer limpieza. Dejemos, cada uno de nosotros,
dejemos que el Señor entre con su misericordia --no con el látigo, no, con su
misericordia-- a hacer limpieza en nuestros corazones. El látigo de Jesús con
nosotros es su misericordia. Abrámosle la puerta para que haga un poco de
limpieza.
Cada Eucaristía que celebramos con fe nos hace
crecer como templo vivo del Señor, gracias a la comunión con su cuerpo
crucificado y resucitado. Jesús conoce aquello que hay en cada uno de nosotros,
y conoce también nuestro más ardiente deseo: el de ser habitados por Él, sólo
por Él. Dejémoslo entrar en nuestra vida, en nuestra familia, en nuestros
corazones. Que María Santísima, que es la morada privilegiada del Hijo de Dios,
nos acompañe y nos sostenga en el itinerario cuaresmal, para que podamos
redescubrir la belleza del encuentro con Cristo, que es el único que nos libera
y nos salva".
Al término de estas palabras, el Santo Padre rezó la oración del ángelus:Angelus Domini nuntiavit Mariae...
Al concluir la plegaria, llegó el turno de
los saludos que tradicionalmente realiza el Pontífice:
"Queridos hermanos y hermanas,
Doy una cordial bienvenida a los fieles de Roma y
a todos los peregrinos procedentes de varias partes del mundo. Saludo a
los fieles de Curitiba, Brasil; a los grupos parroquiales de Treviso, Génova,
Crotone y L’Aquila, y a los de la zona de Domodossola; dirijo un pensamiento
especial a los chicos de Garda que han recibido la Confirmación.
Durante esta Cuaresma, tratemos de estar más
cerca de las personas que están viviendo momentos de dificultad: cercanos con
el afecto, con la oración y con la solidaridad".
El Obispo de Roma dedicó también unas palabras a las mujeres:
"Y hoy, 8 de marzo, ¡un saludo a todas las
mujeres! A todas las mujeres que cada día tratan de construir una sociedad más
humana y acogedora. Y un gracias fraterno también a las que de mil maneras
testimonian el Evangelio y trabajan en la Iglesia. Y ésta es para nosotros una
ocasión para reafirmar la importancia de las mujeres y la necesidad de su
presencia en la vida. Un mundo donde las mujeres son marginadas es un mundo
estéril, porque las mujeres no sólo traen la vida sino que nos transmiten la
capacidad de ver más allá --ven más allá de ellas--, nos transmiten la
capacidad de entender el mundo con ojos distintos, de sentir las cosas con
corazón más creativo, más paciente, más tierno. ¡Una oración y una bendición
particular para todas las mujeres aquí presentes en la Plaza y para todas las
mujeres! ¡Un saludo!"
Como de costumbre, el papa Francisco concluyó su intervención diciendo:"Os deseo a todos un buen domingo. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí.
¡Buen almuerzo y hasta pronto!"
09.03.15
En Sta. Marta: 'Dios se manifiesta
en la humildad, no en el espectáculo'
En la homilía de este lunes,
Francisco ha explicado que el Señor actúa en el silencio y la sencillez. Este
es el estilo divino, ha recordado
CIUDAD DEL VATICANO, 09 de marzo de 2015 (Zenit.org) - Dios actúa
en la humildad y en el silencio, su estilo no es el espectáculo. Lo ha
señalado este lunes el papa Francisco en la misa matutina que celebró en la
capilla de la Casa Santa Marta.
En el evangelio de hoy, Jesús recrimina a los
habitantes de Nazaret por su falta de fe: al principio --ha afirmado el Santo
Padre durante la homilía-- es escuchado con admiración, pero después explota
“la ira, la indignación”.
“Esta gente escuchaba con gusto lo que decía Jesús,
pero no a uno, dos o tres no le ha gustado lo que decía, y quizás algún
murmurador se levantó y dijo: ‘¿Pero éste de qué viene a hablarnos? ¿Dónde
ha estudiado para decirnos estas cosas? ¡Que nos enseñe la licenciatura! ¿En
qué Universidad ha estudiado? Este es el hijo del carpintero y le conocemos
bien’. Y estalló la furia, también la violencia. “Y le echaron fuera de la
ciudad y lo llevaron al borde del monte”. Querían despeñarlo”.
La primera lectura habla de Naamán, comandante
del ejército sirio, leproso. El profeta Eliseo le dice que se bañe siete veces
en el río Jordán para curarse, y también él se indigna porque pensaba en un
gesto más grande. Después escucha el consejo de los siervos, hace lo que le
dice el profeta, y la lepra desaparece. Tanto los habitantes de Nazaret como
Naamán --ha observado el Pontefíce-- “querían el espectáculo”, pero “el estilo
del buen Dios no es hacer un espectáculo: Dios actúa en la humildad, en el
silencio, en las cosas pequeñas”. Esto --ha subrayado-- desde la Creación,
donde el Señor no toma “la varita mágica”, sino que crea al hombre “con barro”.
Es un estilo que atraviesa “toda la historia de la salvación”.
“Cuando ha querido liberar a su pueblo, lo ha
liberado por la fe y la confianza de un hombre: Moisés. Cuando ha querido hacer
caer la poderosa ciudad de Jericó, lo ha hecho a través de una prostituta.
También para la conversión de los samaritanos ha pedido el trabajo de otra
pecadora. Cuando Él ha enviado a David a luchar contra Goliat, parecía una
locura: el pequeño David ante ese gigante, que tenía una espada, tenía tantas
cosas, y David sólo la honda y las piedras. Cuando ha dicho a los Magos que
había nacido el Rey, el Gran Rey, ¿qué se han encontrado? Un niño, un pesebre.
Las cosas sencillas, la humildad de Dios, este es el estilo divino, nunca el
espectáculo”.
El Papa ha recordado “también una de las tres
tentaciones de Jesús en el desierto: el espectáculo”. Satanás lo invita a
tirarse del pináculo del Templo para que, viendo el milagro, la gente pueda
creer en él. “El Señor --en cambio-- se revela en la sencillez, en la
humildad”. “Nos hará bien en esta Cuaresma --ha concluido Francisco-- pensar en
nuestra vida en cómo el Señor nos ha ayudado, en cómo nos ha hecho seguir
adelante, y encontraremos que siempre lo ha hecho con cosas sencillas”.
“Así actúa el Señor: hace las cosas con
sencillez. Te habla silenciosamente al corazón. Recordemos en nuestra vida las
muchas veces que hemos oído estas cosas: la humildad de Dios es su estilo; la
sencillez de Dios es su estilo. Y también en la celebración litúrgica, en los
sacramentos, lo bonito es que se manifieste la humildad de Dios y no el
espectáculo mundano. Nos hará bien recorrer nuestra vida y pensar en las muchas
veces que el Señor nos ha visitado con su gracia, y siempre con este estilo
humilde, el estilo que también Él nos pide que tengamos: la humildad”.
10.03.15
En Santa Marta: 'Dios siempre
perdona. Pero me pide que perdone'
El papa Francisco explicó en la
homilía de este martes 'Dios se detiene delante de un corazón que no perdona, o
sea que le cierra la puerta'
CIUDAD DEL VATICANO, 10 de marzo de 2015 (Zenit.org) - Pedir
perdón a Dios, siguiendo la enseñanza del Padre Nuestro. O sea, arrepentirse
con sinceridad de los propios pecados, sabiendo que Dios perdona siempre, y que
nos pide perdonar a los otros con la misma generosidad de corazón.
Lo indicó el papa Francisco durante la homilía de este
martes en la misa que ha celebrado en la capilla de la residencia Santa Marta,
precisando que Dios omnipotente de alguna manera se detiene cuando un corazón
le cierra la puerta, o sea cuando un corazón no quiere perdonar a quien lo ha
herido.
El Santo Padre se inspira en el pasaje evangélico de
hoy, en el cual Jesús le explica a Pedro que tiene que perdonar 'setenta veces
siete', lo que significa 'siempre', para reafirmar que el perdón de Dios y
nuestro perdón a los demás están íntimamente relacionados.
Y todo dependerá de cómo nos presentamos a Dios para
pedir el perdón. El Papa indica la lectura que muestra al profeta Azaría cuando
invoca clemencia por el pecado de su pueblo, que está sufriendo, si bien
reconoce que es culpable de haber 'abandonado la ley del Señor'. Azaría, indica
Francisco, no protesta, no se lamenta delante de Dios, reconoce los errores del
pueblo y se arrepiente.
“Pedir perdón es una cosa, y otra cosa es pedir
disculpas. ¿O me equivoco? No tiene nada que ver una cosa con la otra. El
pecado no es una simple equivocación. El pecado es idolatría, es adorar a un
ídolo, el del orgullo, el de la vanidad, el del dinero, el de sí mismo. Y por
ello es que Azaría no pide disculpa, sino que pide perdón”.
Por ello, señala el Pontífice que el perdón se
pide sinceramente, con el corazón, y tiene que ser dado con el corazón a quien
cometió el mal. Como el patrón de la parábola evangélica contada por Jesús, que
perdona una deuda enorme a un siervo, movido por la compasión de sus súplicas.
Y no como el otro siervo hace con su igual, tratándolo sin piedad y haciéndolo
llevar a la cárcel aunque fuera deudor de una suma irrisoria. La dinámica del
perdón, es la que enseñó Jesús en el Padre Nuestro. “Perdona nuestras ofensas
como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.
Lo que Jesús nos enseña es:
“primero, pedir perdón y no simplemente pedir disculpas es tener consciencia del propio pecado, de la idolatría cometida, de las diversas idolatrías;
Segundo. Dios siempre perdona, siempre. Pero pide que yo perdone. Si yo no perdono, en cierto sentido cierro la puerta al perdón de Dios.
- "Pero padre yo me confieso
- ¿Y qué haces antes de confesarte?
- Bueno, pienso a las cosas que hice mal...
- Está bien.
- Después pido perdón al Señor y prometo no volverlo a hacerlo...
- Bien. ¿Y después vas al sacerdote? Antes te falta una cosa: ¿has perdonado quienes que te han hecho mal?", porque “el perdón que Dios te dará” supone “el perdón que tu das a los otros”.
11.03.15
Texto completo de la catequesis del
Papa en la audiencia del miércoles 11 de marzo
Francisco expresa su deseo de que la
Iglesia desafíe la cultura del descarte con la alegría desbordante de un nuevo
abrazo entre los jóvenes y los ancianos
CIUDAD DEL VATICANO, 11 de marzo de 2015 (Zenit.org) - Queridos
hermanos y hermanas,
en la catequesis de hoy proseguimos la reflexión sobre
los abuelos, considerando el valor y la importancia de su rol en la familia. Lo
hago identificándome con estas personas, porque también yo pertenezco a esta
franja de edad. Cuando fui a Filipinas, los habitante de Filipinas me saludaban
diciendo ‘Lolo Kiko’, es decir, ‘Abuelo Francisco’. ‘Lolo Kiko’, decían.
Lo primero que es importante subrayar: es verdad que
la sociedad tiende a descartarnos, pero ciertamente el Señor no. Él nos llama a
seguirlo en cada edad de la vida, y también la ancianidad contiene una gracia y
una misión, una verdadera vocación del Señor. No es aún el momento de “no remar
más”. Este periodo de la vida es distinto a los anteriores, no hay duda;
debemos también “inventarlo” un poco, porque nuestras sociedades no están
preparadas, espiritual y moralmente, para darles su pleno valor.
Antes, en efecto, no era tan normal tener tiempo a
disposición; hoy lo es mucho más. Y también la espiritualidad cristiana ha sido
un poco tomada por sorpresa, y se trata de delinear una espiritualidad de las
personas ancianas. ¡Pero gracias a Dios no faltan los testimonios de santos y
santas ancianos!
Me emocionó mucho la “Jornada por los ancianos”
que hicimos aquí en la plaza de san Pedro el año pasado, la plaza llena.
Escuché historias de ancianos que se desviven por los otros. Y también
historias de parejas y matrimonios que vienen y dicen, hoy hacemos 50 años, 60
años de matrimonio. Y digo, házselo ver a los jóvenes que se cansan pronto. El
testimonio de los ancianos en la fidelidad. En esta plaza había muchos ese día.
Es una reflexión para continuar, en ámbito tanto
eclesial como civil. El Evangelio viene a nuestro encuentro con una imagen muy
bonita, conmovedora y alentadora. Es la imagen de Simeón y de Ana, de quienes
nos habla el Evangelio de la infancia de Jesús, de san Lucas. Eran realmente
ancianos, el “viejo” Simeón y la “profetisa” Ana que tenía 84 años. No escondía
la edad esta mujer. El Evangelio dice que esperaban la venida de Dios cada día,
con gran fidelidad, desde hacía muchos años. Querían verlo precisamente ese
día, recoger los signos, intuir el inicio. Quizá estaban también un poco
resignados, ya, a morir antes: esa larga espera continuaba sin embargo ocupando
su vida, no tenían compromisos más importantes que este. Esperar al Señor y
rezar. Y así, cuando María y José llegaron al templo para cumplir la
disposición de la Ley, Simeón y Ana se movieron impulsados, animados por el
Espíritu Santo. El peso de la edad y de la espera desapareció en un momento.
Reconocieron al Niño, y descubrieron una nueva fuerza, para una nueva tarea:
dar gracias y dar testimonio por este Signo de Dios. Simeón improvisó un
bellísimo himno de júbilo. Ha sido un poeta en ese momento. Y Ana se convierte
en la primera predicadora de Jesús: “hablaba del niño a quienes esperaban la
redención de Jerusalén”.
¡Queridos abuelos, queridos ancianos, pongámonos
en la estela de estos ancianos extraordinarios! Nos convertimos también
nosotros un poco en poetas de la oración: tomemos gusto a buscar palabras
nuestras, apropiemonos de esas que nos enseña la Palabra de Dios. ¡Es un gran
don para la Iglesia, la oración de los abuelos y de los ancianos!
Es un gran don para la Iglesia la oración de los
abuelos y los ancianos. La oración de los abuelos y los ancianos es un gran don
para la Iglesia, una riqueza. Una gran inyección de sabiduría también para toda
la sociedad humana: sobre todo para aquella que está demasiado ocupada,
demasiado distraída. ¡Alguno debe también cantar, también por ellos, cantar los
signos de Dios! Proclamar los signos de Dios. Rezar por ellos. Miremos a
Benedicto XVI, que ha elegido pasar en la oración y en la escucha de Dios la
última etapa de su vida. Es bonito esto. Un gran creyente del siglo pasado, de
tradición ortodoxa, Olivier Clément, decía: “Una civilización donde no se reza
más, es una civilización donde la vejez no tiene ya sentido. Y esto es
aterrador, nosotros necesitamos antes que nada ancianos que recen, porque la
vejez nos es dada para esto. Necesitamos ancianos que recen, porque la vejez es
dada para esto. Es algo bello, algo bello esto, la oración de los ancianos.
Nosotros podemos dar las gracias al Señor por los
beneficios recibidos, y llenar el vacío de la ingratitud que lo rodea. Podemos interceder
por las esperas de las nuevas generaciones y dar dignidad a la memoria y a los
sacrificios de las pasadas. Nosotros, los ancianos, podemos recordar a los
jóvenes ambiciosos que una vida sin amor es árida. Podemos decir a los jóvenes
asustados que la angustia del futuro puede ser vencida. Podemos enseñar a los
jóvenes demasiado enamorados de sí mismos que hay más alegría en el dar que en
el recibir. Los abuelos y las abuelas forman la “coral” permanente de un gran
santuario espiritual, donde la oración de súplica y el canto de alabanza
sostienen la comunidad que trabaja y lucha en el campo de la vida.
La oración, finalmente, purifica incesantemente
el corazón. La alabanza y la súplica a Dios previene el endurecimiento del
corazón en el resentimiento y en el egoísmo. ¡Qué feo es el cinismo de un
anciano que ha perdido el sentido de su testimonio, desprecia a los jóvenes y
no comunica una sabiduría de vida! ¡Sin embargo, qué bonito es el aliento que
el anciano consigue transmitir al joven en búsqueda del sentido de la fe y de
la vida! Es verdaderamente la misión de los abuelos, la vocación de los
ancianos. Las palabras de los abuelos tienen algo especial para los jóvenes. Y
ellos lo saben. Las palabras que mi abuela me dio por escrito el día de mi ordenación
sacerdotal, las llevo aún conmigo siempre en el breviario. Y las leo a menudo y
me hace bien.
Como quisiera una Iglesia que desafía la cultura
del descarte con la alegría desbordante de un nuevo abrazo entre los jóvenes y
los ancianos. Y esto es lo que hoy pido al Señor, este abrazo.
12.03.15
Francisco en Santa Marta: ¿escucho
al Señor o hago lo que quiero?
En la homilía de este jueves, el
Santo Padre recuerda que los santos son los que no tienen miedo a dejarse
acariciar por la misericordia de Dios
CIUDAD DEL VATICANO, 12 de marzo de 2015 (Zenit.org) - Si el
cristiano no se deja tocar por la misericordia de Dios y a su vez ama al
prójimo, como hacen los santos, termina siendo un hipócrita. Así lo ha
advertido el santo padre Francisco en la homilía de esta mañana en la misa
celebrada en Santa Marta.
De este modo, Francisco ha explicado que al principio
fueron los profetas y después le tocó a los santos. Con ellos Dios ha
construido en el tiempo la historia de su relación con los hombres. Y, a pesar
de la excelencia de estos preelegidos --a pesar de sus enseñanzas y sus
acciones-- la historia de la salvación se ha visto accidentada, atravesada por
muchas hipocresías e infidelidades.
El papa Francisco ha reflexionado ampliamente desde
Abel hasta nuestros días. En la voz de Jeremías, propuesto por la Lectura del
día, está la voz de Dios mismo, que constata con amargura como el pueblo
elegido, aún habiendo recibido muchos beneficios, no le había escuchado. Así,
el Papa ha recordado que Dios ha dado todo, pero ha recibido de vuelta
solamente “cosas feas”. “La fidelidad ha desaparecido, no sois un pueblo fiel”,
recuerda.
De este modo, ha proseguido indicando que “esta
es la historia de Dios. Parece que Dios llorase, aquí. Te ha amado tanto, te he
dado tanto y tú… Todo contra mí. También Jesús mirando a Jerusalén lloró.
Porque en el corazón de Jesús había toda esta historia donde la fidelidad había
desaparecido. Nosotros hacemos nuestra voluntad, pero haciendo esto en el
camino de la vida seguimos un camino de endurecimientos: el corazón se
endurece, se petrifica. Y la Palabra del Señor no entra. Y el pueblo se aleja.
También nuestra historia personal se puede convertir en esto. Y hoy, en este
día cuaresmal, podemos preguntarnos: ‘Yo, escucho la voz del Señor, o hago lo
que quiero, lo que me gusta?’”
El episodio del Evangelio de hoy muestra un
ejemplo de “corazón endurecido”, sordo a la voz de Dios. El Papa ha recordado
que Jesús sana a un endemoniado y a cambio recibe una acusación. Es la típica
excusa de los legalistas que creen que la vida está regulada por las leyes que
hacen ellos, ha advertido Francisco.
A propósito, el Pontífice ha explicado que
también esto ha sucedido en la historia de la Iglesia. “Pensada en la pobre
Juana de Arco: ¡hoy es santa! Pobrecita: estos doctores la quemaron viva,
porque decían que era una hereje, acusada de herejía... Pero eran los doctores,
los que sabían la doctrina segura, estos fariseos: alejados del amor de Dios”.
Así, ha puesto también el ejemplo del beato Rosmini, cuyos libros era pecado
leer y ahora es beato. “En la historia de Dios con su pueblo, el Señor mandaba,
para decirles que amaba a su pueblo, a los profetas. En la Iglesia, el Señor
manda a los santos. Son santos que llevan adelante la vida de la Iglesia: son
los santos. No son los poderosos, no son los hipócritas: no. Los santos”.
Los santos “son los que no tienen miedo a dejarse
acariciar por la misericordia de Dios. Y por esto los santos son hombres y
mujeres que entienden muchas miserias, muchas miserias humanas, y acompañan al
pueblo de cerca. No desprecian al pueblo”, ha asegurado el Obispo de Roma en la
homilía.
En la conclusión, el Papa ha recordado que Jesús
dice “quien no está conmigo está contra mí”. Pero --se ha preguntado-- ¿no
habrá un camino en medio, un poco de aquí un poco de allá? A lo que ha
respondido: “No. O tú estás en el camino del amor, o en el de la hipocresía. O
tú te dejas amar por la misericordia de Dios, o haces lo que quieres, según tu
corazón, que se endurece más, cada vez, en este camino”. Finalmente, ha
asegurado que o eres santo o vas por el otro camino. “Quien no recoge conmigo,
deja las cosas… No, es peor: dispersa, arruina. Es un corruptor. Es un corrupto
que corrompe”.
13.03.15
Francisco: 'Nadie puede ser excluido
de la misericordia de Dios'
El Santo Padre preside en la Basílica
de San Pedro una Liturgia Penitencial y recuerda que cuanto más grande es el
pecado, mayor debe ser el amor que la Iglesia expresa hacia aquellos que se
convierten
CIUDAD DEL VATICANO, 13 de marzo de 2015 (Zenit.org) - El
sacramento de la Reconciliación nos permite acercarnos con confianza al Padre
para tener la certeza de su perdón. Él es verdaderamente rico en misericordia y
la extiende con abundancia sobre quienes acuden a Él con corazón sincero. Lo ha
recordado esta tarde el papa Francisco, que ha presidido una Liturgia
Penitencial en la Basílica de San Pedro, unido a muchos cristianos que en todas
las partes del mundo, “han acogido la invitación a vivir este momento como
signo de la bondad del Señor”. Esta tarde el Papa ha recordado a los fieles que
Dios perdona todo, Dios perdona siempre. Nunca se asusta de nuestros pecados.
Durante su discurso, el Papa ha señalado que Dios no
cesa nunca de mostrar la riqueza de su misericordia a lo largo de los siglos.
“Ser tocados con ternura de su mano y plasmados por su gracia nos permite, por
tanto, acercarnos al sacerdote sin temor por nuestras culpas, pero con la
certeza de ser acogidos por él en el nombre de Dios, y comprendidos a pesar de
nuestras miserias”, ha recordado el Papa. Saliendo del confesionario --ha
asegurado-- sentiremos su fuerza que dona de nuevo la vida y restituye el
entusiasmo de la fe.
Haciendo referencia al pasaje del Evangelio leído
anteriormente (Lc 7, 36-50), de la mujer pecadora en la casa del fariseo, el
Papa ha hecho referencia a dos palabras concretas: amor y juicio.
“Está el amor de la mujer pecadora que se humilla
delante del Señor, pero antes aún está el amor misericordioso de Jesús por
ella, que la empuja a acercarse”, ha indicado. Cada gesto de esta mujer --ha
explicado el Santo Padre-- habla de amor y expresa su deseo de tener una
certeza inquebrantable en su vida: la de haber sido perdonada. Y es Jesús quien
da esta certeza a la mujer: “acogiéndola le demuestra el amor de Dios por
ella”. De este modo, el Pontífice ha señalado que el amor y el perdón son
simultáneos. Para ella, “no habrá ningún juicio sino el que viene de Dios, y
este es el juicio de la misericordia”. “El protagonista de este encuentro es
ciertamente el amor que va más allá de la justicia”, ha indicado el Papa.
Por otro lado está el ejemplo de Simón el
fariseo, que “no consigue encontrar el camino del amor”. “En sus pensamientos
invoca solo la justicia y haciendo eso se equivoca”, ha advertido. Así,
Francisco ha explicado que “la llamada de Jesús empuja a cada uno de nosotros a
no pararnos nunca en la superficie de las cosas, sobre todo cuando estamos
delante de una persona”. Estamos llamados --ha añadido-- a mirar más allá, a
centrarnos en el corazón para ver de cuánta generosidad es capaz. El Santo
Padre ha afirmado que “nadie puede ser excluido de la misericordia de Dios,
todos conocen el camino para acceder a ella y la Iglesia es la casa que acoge a
todos y no rechaza a nadie”. Sus puertas, ha proseguido el Papa, permanecen
abiertas, “para que los que son tocados por la gracia puedan encontrar la
certeza del perdón”. Asimismo, Francisco ha afirmado que cuanto más grande es el
pecado, mayor debe ser el amor que la Iglesia expresa hacia aquellos que se
convierten.
El Papa ha explicado al finalizar su discurso que
ha pensado a menudo cómo la Iglesia pueda hacer más evidente su misión de ser
testimonio de la misericordia. Por eso, Francisco ha anunciado un Jubileo extraordinario
que tendrá su centro en la misericordia de Dios, “un Año Santo de la
Misericordia”. Estoy seguro --ha observado el Santo Padre-- que toda la Iglesia
podrá encontrar en este Jubileo la alegría para redescubrir y hacer fecunda la
misericordia de Dios, con la cual todos estamos llamados a dar consolación a
cada hombre y cada mujer de nuestro tiempo.
Como ya hizo el año pasado en esta misma
celebración penitencial, el Santo Padre se ha acercado a un confesionario antes
de ser él el que cofesara a algunos fieles.
Durante la celebración, los fieles presentes en
la Basílica han podido acercarse a los confesionarios para recibir el
sacramento de la reconciliación.
14.03.15
Francisco: un buen profesor ama con
más intensidad al alumno difícil
El Santo
Padre recibe a los miembros de la Unión Católica Italiana de Profesores y les
recuerda que su trabajo no es solo transmitir contenidos
CIUDAD DEL VATICANO, 14 de marzo de 2015 (Zenit.org) - Enseñar es
un trabajo bellísimo, porque permite ver crecer día tras día a las personas que
son confiadas a nuestro cuidado. Es un poco como ser padres, al menos
espiritualmente y es una gran responsabilidad. Así lo ha asegurado el papa
Francisco en la audiencia con los miembros de la Unión Católica Italiana de
Profesores, Dirigentes, Educadores, Formadores (UCIIM). A ellos se ha dirigido
como “colegas” porque “también yo he sido profesor como vosotros y conservo un
bonito recuerdo de los días pasados en el aula con los estudiantes”. Además, se
ha lamentado de que los profesores estén mal pagados, "es una
injusticia".
El Papa ha explicado que enseñar es un trabajo serio,
que solo una personalidad madura y equilibrada puede asumir. “Un compromiso de
este tipo puede intimidar, pero es necesario recordar que ningún profesor está
solo: siempre comparte el propio trabajo con otros colegas y con toda la
comunidad educativa a la que pertenece”.
Por otro lado el Pontífice ha recordado que esta
Asociación ha cumplido 70 años y ha invitado a hacer balance. “En estos años
habéis contribuido a hacer crecer el país, habéis contribuido a reformar la
escuela, habéis contribuido sobre todo a educar generaciones de jóvenes”, ha
observado Francisco.
Haciendo referencia al mandamiento “ama al Señor
tu Dios y a tu prójimo”, el Santo Padre se ha preguntado, “¿quién es el prójimo
para un profesor?” El prójimo son sus estudiantes, es con ellos con los que
pasa sus días. “¡Son ellos los que esperan de él una guía, una dirección, una
respuesta y, antes aún, buenas preguntas!”, ha asegurado. Por otro lado, ha
indicado que el deber de un buen profesor --más incluso en el caso de un
profesor cristiano-- es el de amar con mayor intensidad a sus estudiantes más
difíciles, más débiles, más desfavorecidos. "Y hay algunos que hacen
perder la paciencia, ¡pero a esos debemos amarlos más!", ha exclamado.
Así, el Santo Padre ha pedido a los presentes “amar más a los estudiantes
‘difíciles’, a los que no quieren estudiar, a los que se encuentran en
situaciones complicadas, a los discapacitados y los extranjeros, que hoy son un
gran desafío para la escuela”.
También ha querido recordar que si hoy una
asociación profesional de profesores cristianos “quiere testimoniar la propia
inspiración, está llamada a comprometerse en las periferias de la escuela, que
no pueden ser abandonadas a la marginación, la ignorancia, a la
delincuencia”. En un sociedad a la que le cuesta encontrar puntos de
referencia --ha advertido-- es necesario que los jóvenes encuentren en la
escuela una referencia positiva. Y esto ocurre si “dentro hay profesores capaces
de dar un sentido a la escuela, al estudio y a la cultura, sin reducir todo
solo a la transmisión de conocimientos técnicos sino con el objetivo de
construir una relación educativa con cada estudiantes, que debe sentirse
acogido y amado por lo que es, con todos sus límites y sus potencialidades”. A
propósito el Papa ha asegurado a los presentes que deben enseñar no solo
contenidos de una materia, sino también los valores de la vida y las costumbres
de la vida.
Además, el Obispo de Roma ha recordado que la
comunidad cristiana tiene muchos ejemplos de grandes educadores que se han
dedicado a colmar las carencias de la formación escolar o a fundar escuelas a
su vez. A este punto, ha mencionado a san Juan Bosco. “A estas figuras podéis
mirar también vosotros, profesores cristianos, para animar desde dentro una
escuela que, a prescindir de su gestión estatal o no estatal, necesita
educadores creíbles y testigos de una humanidad madura y completa”, ha
exhortado el Pontífice.
Finalmente, el Papa ha subrayado que la enseñanza
no es solo un trabajo: es una relación en la que cada profesor debe sentirse
por entero implicado como persona, para dar sentido a la tarea educativa hacia
los propios alumnos.
15.03.15
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