Texto completo de la homilía del
Papa en la Vigilia Pascual
El Santo Padre señala que no se
puede vivir la Pascua sin entrar en el misterio y entrar en el misterio
significa ir más allá de las cómodas certezas
CIUDAD DEL
VATICANO, 04 de abril de 2015 (Zenit.org) - Esta noche
es noche de vigilia.
El Señor no duerme, vela el guardián de su pueblo
(cf. Sal 121,4), para sacarlo de la esclavitud y para abrirle el camino de la
libertad.
El Señor vela y, con la fuerza de su amor, hace pasar
al pueblo a través del Mar Rojo; y hace pasar a Jesús a través del abismo de
la muerte y de los infiernos.
Esta fue una noche de vela para los discípulos y las
discípulas de Jesús. Noche de dolor y de temor. Los hombres permanecieron
cerrados en el Cenáculo. Las mujeres, sin embargo, al alba del día siguiente,
fueron al sepulcro para ungir el cuerpo de Jesús. Sus corazones estaban llenos
de emoción y se preguntaban: «¿Cómo haremos para entrar?, ¿quién nos
removerá la piedra de la tumba?...». Pero he aquí el primer signo del
Acontecimiento: la gran piedra ya había sido removida, y la tumba estaba
abierta.
«Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a
la derecha, vestido de blanco» (Mc 16,5). Las mujeres fueron las primeras que
vieron este gran signo: el sepulcro vacío; y fueron las primeras en entrar.
«Entraron en el sepulcro». En esta noche de vigilia,
nos viene bien detenernos en reflexionar sobre la experiencia de las
discípulas de Jesús, que también nos interpela a nosotros. Efectivamente,
para eso estamos aquí: para entrar, para entrar en el misterio que Dios ha
realizado con su vigilia de amor.
No se puede vivir la Pascua sin entrar en el
misterio. No es un hecho intelectual, no es sólo conocer, leer... Es más, es
mucho más.
«Entrar en el misterio» significa capacidad de
asombro, de contemplación; capacidad de escuchar el silencio y sentir el
susurro de ese hilo de silencio sonoro en el que Dios nos habla (cf. 1 Re
19,12).
Entrar en el misterio nos exige no tener miedo de
la realidad: no cerrarse en sí mismos, no huir ante lo que no entendemos, no
cerrar los ojos frente a los problemas, no negarlos, no eliminar los
interrogantes...
Entrar en el misterio significa ir más allá de
las cómodas certezas, más allá de la pereza y la indiferencia que nos
frenan, y ponerse en busca de la verdad, la belleza y el amor, buscar un
sentido no ya descontado, una respuesta no trivial a las cuestiones que ponen
en crisis nuestra fe, nuestra fidelidad y nuestra razón.
Para entrar en el misterio se necesita humildad,
la humildad de abajarse, de apearse del pedestal de nuestro yo, tan orgulloso,
de nuestra presunción; la humildad para redimensionar la propia estima,
reconociendo lo que realmente somos: criaturas con virtudes y defectos,
pecadores necesitados de perdón. Para entrar en el misterio hace falta este
abajamiento, que es impotencia, vaciándonos de las propias idolatrías...
adoración. Sin adorar no se puede entrar en el misterio.
Todo esto nos enseñan las mujeres discípulas de
Jesús. Velaron aquella noche, junto la Madre. Y ella, la Virgen Madre, las
ayudó a no perder la fe y la esperanza. Así, no permanecieron prisioneras del
miedo y del dolor, sino que salieron con las primeras luces del alba, llevando
en las manos sus ungüentos y con el corazón ungido de
amor. Salieron y encontraron la tumba abierta. Y entraron. Velaron, salieron y
entraron en el misterio. Aprendamos de ellas a velar con Dios y con María,
nuestra Madre, para entrar en el misterio que nos hace pasar de la muerte a la
vida.
05.04.15
05.04.15
Texto completo de la bendición Urbi
et Orbi del Papa Francisco en el Domingo de Pascua
El Papa recuerda que 'sólo quien se
abaja comprende la glorificación de Jesús y puede seguirlo en su camino'. Pide
la paz en el mundo, y el fin del 'absurdo derramamiento de sangre'
CIUDAD DEL VATICANO, 05 de abril de 2015 (Zenit.org) - Queridos
hermanos y hermanas, ¡feliz Pascua!
Jesucristo
ha resucitado.
El amor ha derrotado al odio, la vida ha vencido a la
muerte, la luz ha disipado la oscuridad.
Jesucristo, por amor a nosotros, se despojó de su
gloria divina; se vació de sí mismo, asumió la forma de siervo y se humilló
hasta la muerte, y muerte de cruz. Por esto Dios lo ha exaltado y le ha hecho
Señor del universo. Jesús es el Señor.
Con su muerte y resurrección, Jesús muestra a todos
la vía de la vida y la felicidad: esta vía es la humildad, que comporta la
humillación. Este es el camino que conduce a la gloria. Sólo quien se humilla
pueden ir hacia los «bienes de allá arriba», a Dios (cf. Col 3,1-4). El
orgulloso mira «desde arriba hacia abajo», el humilde, «desde abajo hacia
arriba».
La mañana de Pascua, advertidos por las mujeres,
Pedro y Juan corrieron al sepulcro y lo encontraron abierto y vacío. Entonces,
se acercaron y se «inclinaron» para entrar en la tumba. Para entrar en el
misterio hay que «inclinarse», abajarse. Sólo quien se abaja comprende la
glorificación de Jesús y puede seguirlo en su camino.
El mundo propone imponerse a toda costa, competir,
hacerse valer... Pero los cristianos, por la gracia de Cristo muerto y
resucitado, son los brotes de otra humanidad, en la cual tratamos de vivir al
servicio de los demás, de no ser altivos, sino disponibles y respetuosos.
Esto no es debilidad, sino autentica fuerza.
Quién lleva en sí el poder de Dios, de su amor y su justicia, no necesita
usar violencia, sino que habla y actúa con la fuerza de la verdad, de la
belleza y del amor.
Imploremos al Señor resucitado la gracia de no
ceder al orgullo que fomenta la violencia y las guerras, sino que tengamos el
valor humilde del perdón y de la paz. Pedimos a Jesús victorioso que alivie
el sufrimiento de tantos hermanos nuestros perseguidos a causa de su nombre,
así como de todos los que padecen injustamente las consecuencias de los
conflictos y las violencias que se están produciendo, son mucas.
Pedimos paz ante todo por Siria e Irak, para que
cese el fragor de las armas y se restablezca una buena convivencia entre los
diferentes grupos que conforman estos amados países. Que la comunidad
internacional no permanezca inerte ante la inmensa tragedia humanitaria dentro
de estos países y el drama de tantos refugiados.
Imploremos la paz para todos los habitantes de
Tierra Santa. Que crezca entre israelíes y palestinos la cultura del encuentro
y se reanude el proceso de paz, para poner fin a años de sufrimientos y
divisiones.
Pidamos la paz para Libia, para que se acabe con
el absurdo derramamiento de sangre por el que está pasando, así como toda
bárbara violencia, y para que cuantos se preocupan por el destino del país se
esfuercen en favorecer la reconciliación y edificar una sociedad fraterna que
respete la dignidad de la persona. Y esperemos que también en Yemen prevalezca
una voluntad común de pacificación, por el bien de toda la población. Al
mismo tiempo, encomendemos con esperanza al Señor misericordioso el acuerdo
alcanzado en estos días en Lausana, para que sea un paso definitivo hacia un
mundo más seguro y fraterno.
Supliquemos al Señor resucitado el don de la paz
en Nigeria, Sudán del Sur y diversas regiones del Sudán y la República
Democrática del Congo. Que todas las personas de buena voluntad eleven una
oración incesante por aquellos que perdieron su vida ―y pienso muy
especialmente en los jóvenes asesinados el pasado jueves en la Universidad de
Garissa, en Kenia―, los que han sido secuestrados, los que han tenido que
abandonar sus hogares y sus seres queridos.
Que la resurrección del Señor haga llegar la
luz a la amada Ucrania, especialmente a los que han sufrido la violencia del
conflicto de los últimos meses. Que el país reencuentre la paz y la esperanza
gracias al compromiso de todas las partes interesadas.
Pidamos paz y libertad para tantos hombres y
mujeres sometidos a nuevas y antiguas formas de esclavitud por parte de
personas y organizaciones criminales. Paz y libertad para las víctimas de los
traficantes de droga, muchas veces aliados con los poderes que deberían
defender la paz y la armonía en la familia humana. E imploremos la paz para
este mundo sometido a los traficantes de armas que ganan con la sangre de los
hombres y las mujeres.
Y que a los marginados, los presos, los pobres y
los emigrantes, tan a menudo rechazados, maltratados y desechados; a los
enfermos y los que sufren; a los niños, especialmente aquellos sometidos a la
violencia; a cuantos hoy están de luto; y a todos los hombres y mujeres de
buena voluntad, llegue la voz consoladora del Señor Jesús: «Paz a vosotros»
(Lc 24,36). «No temáis, he resucitado y siempre estaré con vosotros» (cf.
Misal Romano, Antífona de entrada del día de Pascua).
06.04.15
Francisco: 'No permanecer inertes
ante la persecución de los cristianos'
El Santo Padre al finalizar el
Regina Coeli hizo un llamado a la comunidad internacional frente a tal crimen
inaceptable, que viola los derechos humanos más elementales
CIUDAD DEL VATICANO, 07 de abril de 2015 (Zenit.org) - El Papa ha
pedido nuevamente a la comunidad internacional que actúe ante la fuerte persecución
y violencia que están sufriendo los cristianos en tantas partes del mundo. Lo
hizo este lunes al finalizar la oración del Regina Coeli.
Estas son
las palabras del Santo Padre:
En este buen tiempo pascual, saludo cordialmente a los
presentes, queridos peregrinos venidos de Italia y de varias partes del mundo
para participar en este momento de oración. En particular, estoy contento de
acoger a la delegación del Movimiento Shalom, que ha llegado a la última etapa
de la carrera de relevos solidaria para sensibilizar a la opinión pública sobre
las persecuciones de los cristianos en el mundo.
Vuestro itinerario en las calles ha terminado, pero
debe continuar por parte de todos el camino espiritual de oración intensa, de
participación concreta y de ayuda tangible en defensa y protección de nuestros
hermanos y de nuestras hermanas perseguidos, exiliados, asesinados,
decapitados, por el solo hecho de ser cristianos. Ellos son nuestros
mártires de hoy, y son muchos, podemos decir que son más numerosos que en los primeros
siglos.
Pido que la Comunidad Internacional no permanezca muda
e inerte frente a tal crimen inaceptable, que constituye una violación
preocupante de los derechos humanos más elementales. Deseo verdaderamente que
la Comunidad Internacional no mire hacia otro lado.
A cada uno de
vosotros, le deseo pasar en la alegría y en la serenidad esta semana en la que
se prolonga la alegría de la Resurrección de Cristo. Para vivir más
intensamente este periodo -y vuelvo siempre sobre el mismo argumento- nos hará bien
leer cada día un pasaje del Evangelio en el que se habla del evento de la
Resurrección. Cada día un pequeño paso.
¡Buena y Santa
Pascua a todos! Por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y
hasta pronto!
08.04.15
Texto completo de la catequesis del
Papa en la audiencia del miércoles 8 de abril
El Santo Padre afirma que los niños
pagan el precio de 'uniones inmaduras y de separaciones irresponsables'. El
Señor juzga nuestra vida escuchando lo que refieren los ángeles de los niños
CIUDAD DEL
VATICANO, 08 de abril de 2015 (Zenit.org) - Publicamo a
continuación la catequesis de la audiencia general.
Queridos hermanos y hermanas,
en la catequesis sobre la familia completamos hoy la
reflexión sobre los niños, que son el fruto más bonito de la bendición que el
Creador ha dado al hombre y a la mujer. Ya hemos hablado del gran don que son
los niños, hoy debemos lamentablemente hablar de las “historias de Pasión” que
viven muchos de ellos.
Muchos niños
desde el principio son rechazados, abandonados, despojados de su infancia y de
su futuro. Alguno osa decir, casi para justificarse, que ha sido un error
hacerles venir al mundo. ¡Esto es vergonzoso! ¡No descarguemos sobre los niños
nuestras culpas! Los niños no son nunca “un error”. Su hambre no es un error,
como no lo es su pobreza, su fragilidad, su abandono; y no lo es ni siquiera su
ignorancia, o su incapacidad. Muchos niños no saben lo que es una escuela.
En todo caso, se trata de motivos para amarlos más,
con mayor generosidad. ¿Qué hacemos con las solemnes declaraciones de los
derechos del hombre y del niño, si después castigamos a los niños por los
errores de los adultos?
Aquellos que
tienen la tarea de gobernar, de educar, pero diría todos los adultos, somos
responsables de los niños y de hacer lo que cada uno de nosotros pueda para
cambiar esta situación. Me refiero a la pasión de los niños. Cada niño marginado,
abandonado, que vive por la calle mendigando e intentando sobrevivir de cualquier
manera, sin escuela, sin atención médica, es un grito que sube a Dios y que
acusa el sistema que hemos construido. Y lamentablemente estos niños son presa
de criminales, que les explotan para el tráfico y el comercio indigno, y los
adiestran para la guerra y la violencia.
Pero también en
los países, así llamados, ricos, muchos niños viven dramas que les marcan de
una forma muy fuerte, por la crisis de la familia, de los vacíos educativos y
de condiciones de vida a veces deshumanas. En cualquier caso, son infancias
violadas en el cuerpo y en el alma. ¡Pero ninguno de estos niños es olvidado
por el Padre que está en el cielo! ¡Ninguna de sus lágrimas se pierde!, como
tampoco se pierde nuestra responsabilidad, la responsabilidad social de las
personas y de los países.
Una vez Jesús
regañó a sus discípulos porque alejaban a los niños que los padres le llevaban
para que les bendijera. Es conmovedora la narración evangélica: “Le trajeron
entonces a unos niños para que les impusiera las manos y orara sobre ellos. Los
discípulos los reprendieron, pero Jesús les dijo: ’Dejen a los niños, y no les
impidan que vengan a mí, porque el Reino de los Cielos pertenece a los que son
como ellos’. Y después de haberles impuesto las manos, se fue de allí. ¡Qué
bonita esa confianza de los padres, y esta respuesta de Jesús! ¡Cómo quisiera
que esta página se convirtiera en la historia normal de todos los niños!
Es verdad que
gracias a Dios los niños con graves dificultades encuentran muy a menudo padres
extraordinarios, preparados para cualquier tipo de sacrificio y de generosidad.
¡Pero no se debería dejar solos a estos padres!, deberíamos acompañar su
fatiga, pero también ofrecerles momentos de alegría compartida y de alegría
despreocupada, para que no sean presos solo de la rutina terapéutica.
Cuando se trata de
los niños, en cualquier caso, no se deberían escuchar esas fórmulas de la
defensa legal de oficina tipo: ‘Después de todo, no somos una organización
benéfica” o “En lo privado, cada uno es libre de hacer lo que quiere” o también
“Lo sentimos, no podemos hacer nada”. Estas palabras no sirven cuando se trata
de niños.
Demasiado a menudo
en los niños recaen los efectos de la vida de un trabajo precario o malpagado,
de horarios insostenibles, de transportes ineficientes… Pero los niños pagan
también el precio de uniones inmaduras y de separaciones irresponsables, son
las primeras víctimas. Sufren los resultados de la cultura de los derechos
subjetivos exasperados, y se convierten después en hijos más precoces. A menudo
absorben una violencia que no son capaces de “disponer”, y bajo los ojos de los
de los grandes están obligados a acostumbrarse a la degradación.
También en esta
época, como en el pasado, la Iglesia pone su maternidad al servicio de los
niños y de sus familias. A los padres y a los hijos de este nuestro mundo lleva
la bendición de Dios, la ternura materna, el reproche firme y la condena
decidida. Hermanos y hermanas, pensemos bien: ¡Con los niños no se bromea!
Pensemos como
sería una sociedad que decidiera, de una vez por todas, establecer este principio:
“Es verdad que nos somos perfectos y que cometemos muchos errores. Pero cuando
se trata de los niños que vienen al mundo, ningún sacrificio de los adultos se
juzgará demasiado costoso o demasiado grande, para evitar que un niño piense
que es un error, que no vale nada y estar abandonado a las heridas de la vida y
a la prepotencia de los hombres”. Que bonita sería esta sociedad. Yo creo
que a esta sociedad, mucho le sería perdonado por sus innumerables errores.
Mucho, de verdad.
El Señor juzga
nuestra vida escuchando lo que refieren los ángeles de los niños, ángeles que
“ven siempre el rostro del Padre que está en los cielos". Preguntémonos
siempre: ¿Qué contarán a Dios de nosotros estos ángeles de los niños?
09.04.15
Francisco a la Iglesia armenia:
pidamos gestos concretos de reconciliación
El Santo Padre recibe al Sínodo
Patriarcal con ocasión de la celebración de este domingo en la basílica de San
Pedro, que conmemora el centenario del genocidio armenio
CIUDAD DEL VATICANO, 09 de abril de 2015 (Zenit.org) - El santo padre Francisco ha recibido
este jueves por la mañana al Sínodo Patriarcal de la Iglesia Armenia Católica
con ocasión de la celebración que tendrá lugar este domingo en la basílica de
San Pedro, en la que "elevaremos la oración por el sufragio cristiano por
los hijos e hijas de vuestro amado pueblo, que fueron víctimas hace cien
años".
El genocidio armenio tuvo lugar del 1915 al 1923,
cuando el gobierno de los Jóvenes Turcos en el Imperio otomano,
inició la deportación forzosa y exterminio de un número indeterminado de
civiles, calculado aproximadamente entre un millón y medio y dos millones de
personas, para acabar con la cultura e historia de este pueblo.
La masacre se caracterizó por su brutalidad y la
utilización de marchas forzadas en condiciones extremas, que generalmente
llevaban a la muerte a muchos de los deportados, e incluso por la crucifixión
de muchos de ellos. El gobierno turco, por su parte, ha reconocido el
elevado número de víctimas, pero niega que el motivo haya sido la limpieza
étnica.
Durante su discurso, Francisco ha indicado que se
invocará a la Divina Misericordia "para que nos ayude a todos, en el amor
por la verdad y la justicia, a resanar toda herida y a acelerar gestos
concretos de reconciliación y de paz entre las naciones que aún no consiguen
alcanzar un consenso razonable sobre la lectura de estos tristes sucesos".
Con sus palabras,
el Papa ha querido saludar también a los sacerdotes, religiosos y religiosas,
seminaristas y fieles laicos de la Iglesia Armenia Católica, muchos presentes
estos días en Roma y muchos otros unidos espiritualmente desde los países de la
diáspora.
Pienso con
tristeza --ha añadido-- en particular en esas zonas, como Alepo, que hace cien
años fueron lugar de aterrizaje seguro para los pocos supervivientes. Esta
región, ha recordado el Papa, ha visto poner en peligro en este último periodo
la permanencia de los cristianos, no solo armenios.
Por otro lado,
Francisco ha recordado que este pueblo tiene una historia bimilenaria y cuida
un patrimonio admirable de espiritualidad y de cultura, unido a una capacidad
de recuperarse después de tantas persecuciones y pruebas a las que se ha visto
sometido.
Por eso, el Papa
ha invitado a cultivar un sentimiento de reconocimiento al Señor, "por
haber sido capaces de mantener la fidelidad a Él también en las épocas más
difíciles".
Asimismo, el
Pontífice ha recordado que para los creyentes la pregunta sobre el mal
realizado por el hombre introduce también en el misterio de la participación a
la Pasión redentora, "no pocos hijos e hijas de la nación armenia fueron
capaces de pronunciar el nombre de Cristo hasta la efusión de la sangre o de la
muerte por inanición en el éxodo interminable al que se vieron obligados".
El Obispo de Roma
ha insistido en la importancia de "hacer memoria del pasado, para
aprovechar de él la savia nueva para alimentar al presente con el anuncio
alegre del Evangelio y con el testimonio de la caridad".
De este modo les
ha animado a sostener el camino de formación permanente de los sacerdotes y de
las personas consagradas, como sus primeros colaboradores. "La comunión
entre ellos y vosotros será reforzada por la fraternidad ejemplar que podrán
ver en el seno del Sínodo y con el Patriarca".
Al finalizar su
discurso, el Papa ha hecho mención a Benedicto XV, que intervino ante el sultán
Mehmet V para que cesara la masacre de los armenios. Este Pontífice --ha
recordado-- fue una gran amigo del Oriente cristiano.
Para concluir, ha
confiado a la intercesión de san Gregorio de Narek --recientemente declarado
doctor de la Iglesia-- el dialogo ecuménico entre la Iglesia Armenia Católica y
la Iglesia Armenia Apostólica, consciente del hecho de que hace cien años como
hoy, el martirio y la persecución ya han realizado el 'ecumenismo de la
sangre'.
10.04.15
España, el Papa a los consagrados:
renovar la dimensión eclesial y profética
El Santo Padre escribe a los
participantes en Madrid de la 44ª Semana Nacional para Institutos de Vida
Consagrada
CIUDAD DEL VATICANO, 10 de abril de 2015 (Zenit.org) - El papa Francisco ha enviado una
carta para saludar a los religiosos y religiosas de España, reunidos en la 44ª
Semana Nacional para Institutos de Vida Consagrada organizada, como cada año,
por el Instituto Teológico de Vida Religiosa (ITVR). Asimismo, en este año
especial dedicado a la Vida Consagrada, la CONFER (Conferencia Española de
Religiosos) se ha sumado a la convocatoria y a la difusión de este importante
evento de la Iglesia en nuestro país. El evento que comenzó el jueves 9 de
abril, finaliza el próximo domingo 12.
La misiva del Papa está dirigida al misionero
claretiano Carlos Martínez Oliveras, director del ITVR. De este modo, Francisco
desea que “en estos días puedan renovar la dimensión eclesial y profética de la
consagración religiosa. Que el Señor les conceda la gracia de la memoria para
hacerse cargo del carisma fundacional; la gracia del coraje para vivirlo
y renovarlo en las circunstancias presentes, sin miedos; y la gracia de la
fecundidad esperanzada que siempre mira adelante”. El Pontífice concluye la
carta, firmada personalmente por él, con el tradicional “les pido que recen por
mí”.
Bajo el lema “Memoria, presencia y futuro. La vida
religiosa en el Pueblo de Dios”, el Instituto Teológico de Vida Religiosa de
Madrid ha convocado este evento formativo para la Vida Consagrada de España.
Entre los
invitados se encuentran personalidades de la Iglesia universal, nacional y
local, teólogos y especialistas. El cardenal Fernando Sebastián ha realizado la
primera ponencia y este sábado se encuentra presente el cardenal Óscar
Rodríguez Maradiaga, quien preside el Consejo de cardenales creado por el Santo
Padre para ayudarle en la reforma de la Curia.
11.04.15
Duro
mensaje papal a los líderes de la VII Cumbre de las Américas
Francisco:
"No es suficiente con que los pobres recojan las migajas que caen de la
mesa de los ricos"
Denuncia
las "diferencias escandalosas" entre ciudadanos de los mismos pueblos
El gran reto de nuestro mundo es
la globalización de la solidaridad y la fraternidad, en lugar de la
globalización de la discriminación e indiferencia
Sábado, 11 de abril de 2015
El Papa Francisco ha lanzado este
viernes un mensaje contra la desigualdad a los 35 presidentes y jefes de
Estado y Gobierno reunidos en Panamá, durante el acto inaugural de la VII
Cumbre de las Américas. "No es suficiente con que los pobres recojan las
migajas que caen de la mesa de los ricos", ha señalado el Pontífice, a
través de un mensaje que ha sido leído por el secretario de Estado del
Vaticano, cardenal Pietro Parolin.
El enviado especial de Francisco
en esta importante cita regional ha leído, en un perfecto español, la carta del
Papa, quien advierte de que "hay bienes básicos como la tierra, el
trabajo y la casa, además de servicios públicos como salud, educación,
seguridad o medio ambiente, de los que ningún ser humano debería quedar
excluido".
"Este deseo que todos
compartimos, desgraciadamente está lejos de la realidad", añade la nota,
en la que el Santo Padre insiste en que "mientras no se logre una
distribución equitativa de la riqueza, no se lograrán resolver los males de la
humanidad". "El gran reto de nuestro mundo es la globalización de
la solidaridad y la fraternidad, en lugar de la globalización de la
discriminación e indiferencia", ha apostillado.
En este sentido, Bergoglio
denuncia la "brecha" entre los ricos y pobres, que --según
añade-- se ha "abierto aún más" en aquellas economías emergentes que
han experimentado un gran éxito económico durante los últimos años, donde la
población "no se ha beneficiado" de estos avances. "Son
necesarias acciones directas para los más desfavorecidos, cuya atención
(...) debería ser prioritaria para los gobernantes", asevera.
Por ello, Francisco --a través de
las palabras de Parolin-- ha solicitado a los mandatarios americanos que hagan
frente a estos problemas con "realismo" y advierte de que "no
basta con salvaguardar la ley de los derechos básicos de las personas", ya
que, en ocasiones, "dentro de cada país se dan diferencias escandalosas,
sobre todo en las zonas indígenas, rurales y suburbios de las grandes
ciudades".
Asimismo, en la misiva,
afirma que "los esfuerzos por tender puentes y canales de comunicación,
buscar el entendimiento, nunca son en vano" y destaca la situación
geográfica de Panamá --en el centro del continente americano-- como "punto
de encuentro entre el norte y el sur", para que este encuentro sirva de
llamada a generar "un nuevo orden de paz y justicia", así como
para "promover la solidaridad y cooperación, respetando la justa autonomía
de cada nación".
Este es el texto de la carta:
Al Excelentísimo Señor
Juan Carlos Varela Rodríguez
Presidente de Panamá
Juan Carlos Varela Rodríguez
Presidente de Panamá
Como anfitrión de la VII Cumbre
de las Américas, deseo hacerle llegar mi saludo cordial y, a través de Usted, a
todos los Jefes de Estado y de Gobierno, así como a las delegaciones
participantes. Al mismo tiempo, me gustaría manifestarles mi cercanía y aliento
para que el diálogo sincero logre esa mutua colaboración que suma esfuerzos y
supera diferencias en el camino hacia el bien común. Pido a Dios que,
compartiendo valores comunes, lleguen a compromisos de colaboración en el
ámbito nacional o regional que afronten con realismo los problemas y trasmitan
esperanza.
Me siento en sintonía con el tema
elegido para esta Cumbre: "Prosperidad
con equidad: el desafío de la
cooperación en las Américas". Estoy convencido - y así lo expresé en
la Exhortación Apostólica Evangelii gaudium - de que la inequidad, la injusta
distribución de las riquezas y de los recursos, es fuente de conflictos y de
violencia entre los pueblos, porque supone que el progreso de unos se construye
sobre el necesario sacrificio de otros y que, para poder vivir dignamente, hay
que luchar contra los demás (cf. 52, 54). El bienestar así logrado es injusto
en su raíz y atenta contra la dignidad de las personas. Hay "bienes
básicos", como la tierra, el trabajo y la casa, y "servicios
públicos", como la salud, la educación, la seguridad, el medio ambiente...,
de los que ningún ser humano debería quedar excluido.
Este deseo - que todos compartimos
-, desgraciadamente aún está lejos de la realidad. Todavía hoy siguen habiendo
injustas desigualdades, que ofenden a la dignidad de las personas.
El gran reto de nuestro mundo es
la globalización de la solidaridad y la fraternidad en lugar de la
globalización de la discriminación y la indiferencia y, mientras no se logre
una distribución equitativa de la riqueza, no se resolverán los males de
nuestra sociedad (cf. Evangelii gaudium 202).
No podemos negar que muchos
países han experimentado un fuerte desarrollo económico en los últimos años,
pero no es menos cierto que otros siguen postrados en la pobreza. Además, en
las economías emergentes, gran parte de la población no se ha beneficiado del
progreso económico general, sino que frecuentemente se ha abierto una brecha
mayor entre ricos y pobres. La teoría del "goteo" o
"derrame" (cf. Evangelii gaudium 54) se ha revelado falaz: no es suficiente
esperar que los pobres recojan las migajas que caen de la mesa de los ricos.
Son necesarias acciones directas en pro de los más desfavorecidos, cuya
atención, como la de los más pequeños en el seno de una familia, debería ser
prioritaria para los gobernantes. La Iglesia siempre ha defendido la
"promoción de las personas concretas" ("Centesimus annus, 46),
atendiendo sus necesidades y ofreciéndoles posibilidades de desarrollo.
Me gustaría también llamar su
atención sobre el problema de la inmigración. La inmensa disparidad de
oportunidades entre unos países y otros hace que muchas personas se vean
obligadas a abandonar su tierra y su familia, convirtiéndose en fácil presa del
tráfico de personas y del trabajo esclavo, sin derechos, ni acceso a la
justicia ... En ocasiones, la falta de cooperación entre los Estados deja a
muchas personas fuera de la legalidad y sin posibilidad de hacer valer sus
derechos, obligándoles a situarse entre los que se aprovechan de los demás o a
resignarse a ser víctima de los abusos.
Son situaciones en las que no basta salvaguardar la ley para defender los
derechos básicos de la persona, en las que la norma, sin piedad y misericordia,
no responde a la justicia.
A veces, incluso dentro de cada
país, se dan diferencias escandalosas y ofensivas, especialmente en las
poblaciones indígenas, en las zonas rurales o en los suburbios de las grandes
ciudades. Sin una auténtica defensa de estas personas contra el racismo, la
xenofobia y la intolerancia, el Estado de derecho perdería su legitimidad.
Señor Presidente, los esfuerzos por tender puentes, canales de comunicación,
tejer relaciones, buscar el entendimiento nunca son vanos. La situación
geográfica de Panamá, en el centro del continente Americano, que la convierte
en un punto de encuentro del norte y el sur, de los Océanos Pacifico y
Atlántico, es seguramente una llamada, pro mundi beneficio, a generar un nuevo
orden de paz y de justicia y a promover la solidaridad y la colaboración
respetando la justa autonomía de cada nación.
Con el deseo de que la Iglesia
sea también instrumento de paz y reconciliación entre los pueblos, reciba mi
más atento y cordial saludo.
Vaticano, 10 de abril de 2015
Francisco
11.04.15
Homilía del Papa en la presentación
del Jubileo de la Misericordia
¿Por qué hoy? Porque la Iglesia en
este momento de grandes cambios ofrece con mayor intensidad la cercanía de Dios
CIUDAD DEL VATICANO, 11 de abril de 2015 (Zenit.org) - Ofrecemos a continuación el texto de
la homilía del papa Francisco en la ceremonia de introducción del Jubileo
Extraordinario de la Misericordia, después de haber presentado la bula a los
cardenales y obispos de todo el mundo, y del canto de las Vísperas.
«Hermanos y
hermanas:
Todavía resuena en todos nosotros el saludo de Jesús
Resucitado a sus discípulos la tarde de Pascua: «Paz a vosotros« (Jn
20,19). La paz, sobre todo en estas semanas, sigue siendo el deseo de
tantos pueblos que sufren la violencia inaudita de la discriminación y de la
muerte, sólo por llevar el nombre de cristianos.
Nuestra oración se hace aún más intensa y se convierte
en un grito de auxilio al Padre, rico en misericordia, para que sostenga la fe
de tantos hermanos y hermanas que sufren, a la vez que pedimos que convierta
nuestros corazones, para pasar de la indiferencia a la compasión.
San Pablo nos ha recordado que hemos sido salvados en
el misterio de la muerte y resurrección del Señor Jesús. Él es el
Reconciliador, que está vivo en medio de nosotros para mostrarnos el camino de
la reconciliación con Dios y con los hermanos.
El Apóstol
recuerda que, a pesar de las dificultades y los sufrimientos de la vida, sigue
creciendo la esperanza en la salvación que el amor de Cristo ha sembrado en
nuestros corazones. La misericordia de Dios se ha derramado en nosotros haciéndonos
justos, dándonos la paz.
Una pregunta está presente
en el corazón de muchos: ¿por qué hoy un Jubileo de la Misericordia?
Simplemente porque la Iglesia, en este momento de grandes cambios históricos,
está llamada a ofrecer con mayor intensidad los signos de la presencia y de la
cercanía de Dios.
Éste no es un
tiempo para estar distraídos, sino al contrario para permanecer alerta y
despertar en nosotros la capacidad de ver lo esencial. Es el tiempo para que la
Iglesia redescubra el sentido de la misión que el Señor le ha confiado el día
de Pascua: ser signo e instrumento de la misericordia del Padre (cf. Jn
20,21-23).
Por eso el Año
Santo tiene que mantener vivo el deseo de saber descubrir los muchos signos de
la ternura que Dios ofrece al mundo entero y sobre todo a cuantos sufren, se
encuentran solos y abandonados, y también sin esperanza de ser perdonados y
sentirse amados por el Padre. Un Año Santo para sentir intensamente dentro de
nosotros la alegría de haber sido encontrados por Jesús, que, como Buen Pastor,
ha venido a buscarnos porque estábamos perdidos.
Un Jubileo para
percibir el calor de su amor cuando nos carga sobre sus hombros para llevarnos
de nuevo a la casa del Padre. Un Año para ser tocados por el Señor Jesús y
transformados por su misericordia, para convertirnos también nosotros en testigos
de misericordia. Para esto es el Jubileo: porque este es el tiempo de la
misericordia.
Este es el motivo
del Jubileo, porque es el tiempo favorable para curar las heridas, para no
cansarnos de buscar a cuantos esperan ver y tocar con la mano los signos de la
cercanía de Dios, para ofrecer a todos, a todos, el camino del perdón y de la
reconciliación.
Que la Madre de la
Divina Misericordia abra nuestros ojos para que comprendamos la tarea a la que
estamos llamados; y que nos alcance la gracia de vivir este Jubileo de la
Misericordia con un testimonio fiel y fecundo».
12.04.15
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