17 d’abr. 2016

PAPA.... ROMA...







Texto completo del papa Francisco en el Regina Coeli
El Papa recuerda que Nada ni nadie nunca podrá quitarnos de las manos de Jesús, porque el amor de Jesús es invencible
17 abril 2016
 Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco rezó este domingo la oración del Regina Coeli ante una plaza de San Pedro llena de fieles, turistas y peregrinos. Antes de la oración mariana el Santo Padre dirigió las siguientes palabras:
“¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
El evangelio de hoy nos ofrece algunas expresiones pronunciadas por Jesús durante la fiesta de la dedicación del Templo de Jerusalén, que se celebraba a finales de diciembre. Él estaba justamente en le área del Templo, y quizás aquel espacio sacro delimitado le sugiere la imagen del rebaño y del pastor.
Jesús se presenta como “el Buen Pastor” y les dice: “Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos”.
Estas palabras nos ayudan a entender que nadie puede decirse seguidor de Jesús si no escucha su voz. Y este escuchar no hay que entenderlo de una manera superficial, sino avasalladora, al punto que vuelve posible un verdadero conocimiento recíproco, del cual pueden venir un discipulado generoso, expresadas en las palabras “y ellas me siguen”. Se trata de un escuchar no solamente con el oído, pero con el corazón.
Por lo tanto la imagen del pastor de las ovejas indica la estrecha relación que Jesús quiere establecer con cada uno de nosotros. Él es nuestra guía y nuestro maestro, nuestro amigo, nuestro modelo, pero sobre todo nuestro salvador. De hecho la frase sucesiva del evangelio afirma: “Yo les doy vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos”.
¿Quién puede hablar así? Solamente Jesús, porque la mano de Jesús es una sola cosa con la mano del Padre, y el Padre es el “superior a todos”.
Estas palabras comunican un sentido de absoluta seguridad y de inmensa ternura. Nuestra vida se encuentra segura en las manos Jesús y del Padre, que son una sola cosa, un único amor, una única misericordia, reveladas para siempre en el sacrificio de la Cruz. Para salvar a las ovejas perdidas que somos todos nosotros, el Pastor se hizo cordero y se dejó inmolar para tomar sobre sí y quitar el pecado del mundo.
De esta manera Él nos ha dado la vida, pero la vida en abundancia. Este misterio se renueva en una humildad siempre sorprendente, en la mesa eucarística. Es allí que las ovejas se reúnen para nutrirse; es allí que se vuelven una sola cosa con el Buen Pastor.
Por esto no tenemos más miedo: nuestra vida ha sido salvada de la perdición. Nada ni nadie podrá nunca quitarnos de las manos de Jesús, porque nada ni nadie puede vencer su amor. ¡El amor de Jesús es invencible! El maligno, el gran enemigo de Dios y de sus criaturas intenta de muchas maneras arrancarnos la vida eterna. Pero el maligno no puede nada si no somos nosotros a abrirle las puertas de nuestra alma, siguiendo sus halagos engañosos.
La Virgen María ha escuchado y seguido dócilmente la voz del Buen Pastor. Nos ayude Ella a recibir con alegría la invitación de Jesús a volvernos sus discípulos y a vivir siempre en la certeza de estar en las manos paternas de Dios”.
El Santo Padre reza el Regina Coeli y después dice las siguientes palabras:
“Queridos hermanos y hermanas,
les agradezco a quienes han acompañado con la oración la visita que he realizado ayer a la Isla de Lesbos en Grecia.
A los refugiados y al pueblo griego he llevado la solidaridad de la Iglesia.
Estaban conmigo el patriarca ecuménico Bartolomé y el arzobispo Jerónimo de Atenas y de toda Grecia, para simbolizar la unidad en la caridad de todos los discípulos del Señor.
Hemos visitado uno de los campos de refugiados: provenían de Irak, Afganistán, Siria, África y de tantos países… Hemos saludado a unos trescientos refugiados uno a uno. Los tres, el patriarca Bartolomé, el arzobispo Jerónimo y yo. Muchos entre ellos eran niños: alguno de ellos –de estos niños– asistieron a la muerte de sus progenitores y de sus compañeros, o de otros que murieron ahogados en el mar. ¡He visto tanto dolor! Y quiero contar un caso particular, de un hombre joven, no tenía aún 40 años. Lo he encontrado ayer con sus dos hijos. Él es musulmán y me contó que estaba casado con una joven cristiana, se amaban y se respetaban mutuamente. Pero lamentablemente esta joven fue degollada por los terroristas, porque no quiso renegar a Cristo y abandonar su fe. ¡Es una mártir! Y este hombre lloraba tanto…
Esta noche un violento terremoto ha golpeado al Ecuador, causando numerosas víctimas y fuertes daños. Rezamos por estas poblaciones, y también por las del Japón, donde se registraron también algunos terremotos durante estos días. El auxilio de Dios y de los hermanos les de a ellos fuerza y apoyo.
Hoy es la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. Estamos invitados a rezar por las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. Y en esta Jornada he ordenado esta mañana a 11 nuevos sacerdotes. Renuevo mi saludo a los nuevos presbíteros, familiares y amigos; e invito a todos los sacerdotes y seminaristas a participar al su Jubileo, en los tres primeros días de junio.
Y a los muchachos y muchachas que se encuentran en la plaza: piensen si el Señor no les llama a consagrar su vida a su servicio, sean en el sacerdocio o en la vida consagrada.
Saludo con cariño a los peregrinos provenientes de Italia y de tantas partes del mundo. Están presentes familias, grupos parroquiales, escuelas, asociaciones. Les bendigo a todos. Saludo en particular a los fieles de Madrid, San Pablo de Brasil y Varsovia, asi como a los peregrinos de las diócesis de Cerreto Sannita-Telese-Sant’Agata de los Goti, y Siena-Colle Val d’Elsa-Montalcino, acompañados por sus obispos; a los fieles de Specchia y de Verona; el coro Laurenziana de Mortara y el grupo ‘Progenitores para la terapia intensiva de los recién nacidos’.
Estoy cerca de tantas familias preocupadas por el problema trabajo. Pienso en particular a las situación precaria de los trabajadores italianos de los ‘call center’. Deseo que sobre todo prevalezca siempre la dignidad de la persona humana y no los intereses particulares.
Y a todos les deseo un buen domingo. Y por favor no se olviden de rezar por mi. Que tengan un buen almuerzo y ‘arrivederci’”.
18.04.16



El Papa en Santa Marta: ‘Los cristianos tenemos un Padre, no somos huérfanos’
‘A los de corazón duro, ni siquiera el testimonio de las personas que asistieron a la Resurrección les hizo cambiar de opinión’
19 abril 2016
 Ciudad del Vaticano).- “Un cristiano que no se siente atraído por el Padre es un cristiano que vive como un huérfano.” Lo aseguró el Papa Francisco en la homilía de la misa celebrada este martes en la capilla de la Casa Santa Marta.
Francisco parte de la pregunta que los Judíos le hacen a Jesús: “¿Eres tú el Mesías?”. La interrogación que los escribas y fariseos le plantean varias veces nace de un corazón ciego. Una ceguera de la fe que Jesús mismo explicó: “Ustedes no creen porque no son de mis ovejas”.
Ser parte del rebaño de Dios es un don, pero es necesario tener un corazón disponible: “Mis ovejas oyen mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna y ellas nunca se perderán. Y nadie me las arrebatará de mi mano”.
Estas ovejas habían estudiado para seguir a Jesús y luego no creyeron. La dureza de corazón de los escribas y fariseos, que ven las obras realizados por Jesús, pero se niegan a reconocer en él al Mesías es “un drama”, dijo Francisco, que “va adelante hasta llegar al Calvario”.
O mejor dicho –precisa el Papa– continúa incluso después de la Resurrección, cuando sugieren a los soldados que custodiaban la tumba decir que estaban dormidos y así acusar a los discípulos de haber robado el cuerpo de Cristo. Ni siquiera el testimonio de quienes asistieron a la Resurrección les hizo cambiar de opinión.
“Ellos son huérfanos”, reiteró Francisco, “porque negaron a su Padre”. “Estos doctores de la ley tenían el corazón cerrado, se sentían dueños de sí mismos y de hecho, eran huérfanos porque no tenían una relación con el Padre. Hablaban sí, de sus padres: nuestro padre Abraham, los Patriarcas …, pero como figuras distantes”.
La importancia de ser atraído por Dios –subraya el Papa al recordar la primera lectura– se puede ver en la noticia que llegó a Jerusalén: muchos paganos se abrían a la fe en Cristo gracias a la predicación de los discípulos que llevaron la palabra a Fenicia, Chipre y Antioquía, donde en un primer momento tuvieron miedo.
Porque el corazón abierto los guió, un corazón como el de Bernabé, que enviado a Antioquía no se escandaliza por la conversión de los paganos, porque –concluye el Papa– “aceptó la novedad” se “dejó atraer por el Padre, por Cristo”.
“Jesús nos invita a ser sus discípulos, pero para serlo, debemos dejarnos atraer por el Padre hacia él. Y la oración humilde del hijo que podemos hacer es: “Padre, atráeme hacia hacia Jesús; Padre, permíteme conocer a Jesús. y el Padre enviará el Espíritu que abrirá nuestros corazones y nos llevará a Jesús”.
“Un cristiano –concluye el Santo Padre– que no se siente atraída por el Padre hacia Jesús es un cristiano que vive en condición de orfandad; y nosotros tenemos un Padre, no somos huérfanos”.
20.04.16




Texto completo de la catequesis del papa Francisco del miércoles 20 de abril de 2016
El Papa advierte del riesgo de caer en la tentación de la hipocresía, de creernos mejores que los otros, cuando en cambio debemos mirar nuestro pecado y mirar al Señor


Audiencia del miércoles en la plaza de San Pedro 

Ciudad del Vaticano).- El santo padre Francisco realizó la audiencia de este miércoles en la plaza de San Pedro ante varios miles de fieles y peregrinos. Prosiguió las catequesis sobre la misericordia y explicó el contraste entre la actitud arrepentida de la pecadora y la de suficiencia del fariseo Simón, que narra el Evangelio de Lucas. Y del riesgo de caer en la tentación de la hipocresía, de creernos mejores que los otros, cuando en cambio debemos mirar nuestros pecados, nuestras caídas, nuestros errores y mirar al Señor. Pero es necesario dejar que el amor de Cristo se derrame en nosotros.
A continuación el texto completo:
“Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy queremos detenernos sobre un aspecto de la misericordia bien representado en el Evangelio de Lucas que hemos escuchado. Se trata de un hecho que le sucedió a Jesús cuando era huésped de un fariseo de nombre Simón. Este había invitado a Jesús a su casa porque había oído hablar bien de él, como de un gran profeta.
Mientras estaban sentados comiendo, entra una mujer conocida por todos en la ciudad como pecadora. Esta sin decir una palabra se pone a los pies de Jesús e inicia a llorar; sus lágrimas mojan los pies de Jesús y ella los seca con sus cabellos, después los besa y los unge con aceite perfumado que había llevado consigo.
Resalta el contraste existente entre las dos figuras: la de Simón, celoso servidor de la Ley y aquella de la anónima mujer pecadora. Mientras el primero juzga a los otros en base a las apariencias, la segunda con sus gestos expresa con sinceridad su corazón. Simón a pesar de haber invitado a Jesús, no quiere comprometerse ni involucrar su vida con el Maestro; la mujer al contrario, se confía plenamente a Él, con amor y veneración.
El fariseo no concibe que Jesús se deje ‘contaminar’ por los pecadores, así pensaban ellos. Y piensa que si fuera realmente un profeta debería reconocerlos y tenerlos lejos para no ser manchado, como si fueran leprosos. Esta actitud es típica de un cierto modo de entender la religión y está motivado por el hecho de que Dios y el pecado se oponen radicalmente.
Pero la palabra de Dios enseña a distinguir entre el pecado y el pecador: con el pecado no es necesario hacer compromisos, en cambio los pecadores –o sea todos nosotros– somos como los enfermos que necesitan ser curados, y para curarlos es necesario que el médico se les acerque, los visite, los toque. Y naturalmente el enfermo, para ser curado tiene que reconocer que necesita un médico.
Entre el fariseo y la mujer pecadora, Jesús se alinea con ésta última. Libre de los prejuicios que impiden a la misericordia expresarse, el Maestro la deja hacer, Él, el Santo Dios, se deja tocar por ella sin temor de ser contaminado. Jesús está libre porque cerca de Dios que es Padre Misericordioso.
Más aún, entrando en relación con la pecadora, Jesús termina con aquella condición de aislamiento, a la cual el juicio impío del farseo y de sus conciudadanos la insultaba y condenaba: “Tus pecados te son perdonados”. La mujer ahora puede ‘ir en paz’. El Señor ha visto la sinceridad de su fe y de su conversión: por lo tanto delante a todos proclama: “Tu fe te ha salvado”.
De un lado aquella hipocresía de estos doctores de la Ley, de otra la humildad y sinceridad de esta mujer. Todos nosotros somos pecadores, pero tantas veces caemos en la tentación de la hipocresía, de creernos mejores que los otros y decimos: “Mira tu pecado…”. Todos nosotros en cambio debemos mirar nuestro pecado, nuestras caídas, nuestros errores y mirar al Señor. Esta es la línea de la salvación: la relación entre el ‘yo’ pecador y el Señor. Si yo me siento justo, esta relación de salvación no se da.
A este punto, un estupor aún mayor se apodera de todos los comensales: “¿Quién es este que perdona también los pecados?”. Jesús no da una respuesta explícita, pero la conversión de la pecadora está delante de los ojos de todos y demuestra que en Él resplandece la potencia de la misericordia de Dios, capaz de transformar los corazones.
La mujer pecadora nos enseña la relación entre la fe, el amor y el reconocimiento. Le fueron perdonados “muchos pecados” y por ésto ama mucho. “En cambio a quien se le perdona poco ama poco”. También el mismo Simón tiene que admitir que ama más quién ha sido perdonado más. Dios ha encerrado a todos en el mismo misterio de misericordia y de este amor, que siempre nos precede, todos nosotros aprendemos a amar. Como recuerda san Pablo: “En Cristo, mediante su sangre tenemos la redención, el perdón de las culpas, de acuerdo a la riqueza de su gracia. É la ha derramado abundantemente sobre nosotros”.
En este texto el término “gracia” es prácticamente sinónimo de misericordia, y viene indicada como “abundante”, o sea más allá de nuestras expectativas, porque actúa el proyecto salvífico de Dios para cada uno de nosotros.
Queridos hermanos y hermanas, indiquemos nuestro reconocimiento por el don de la fe, agradezcamos al Señor por su amor tan grande e inmerecido.
Dejemos que el amor de Cristo se derrame en nosotros: a este amor el discípulo llega y sobre éste se funda; de este amor cada uno se puede nutrir y alimentar. Así como en el amor grato que damos a su vez a nuestros hermanos, en nuestras casas, en la familia, en la sociedad se comunica a todos la misericordia del Señor.
21.04.16



El  Papa en Santa Marta: “Hagamos memoria de cómo Dios nos ha salvado
“Dios camina con nosotros y no se asusta de nuestras maldades”, señala Francisco
21 abril 2016
Ciudad del Vaticano).- Recordarse de los modos y circunstancias en las que Dios se hizo presente en nuestras vidas, refuerza el camino de la fe. Este ha sido el pensamiento central del papa Francisco en la homilía de hoy jueves en la Casa Santa Marta.
Porque la fe es un camino y a medida que lo transitamos hay que recordarse de lo que sucedió. También de las cosas bellas que Dios ha realizado en nuestro camino, de los obstáculos y los rechazos, porque “Dios camina con nosotros y no se asusta de nuestras maldades”.
Y citando la primera lectura, recuerda que Pablo entra en la sinagoga de Antioquía e inicia a anunciar el Evangelio, a partir del pueblo elegido, pasando por Abraham y Moisés, Egipto y la Tierra Prometida, hasta llegar a Jesús. Es una predicación histórica la que adoptan los discípulos y es fundamental, porque permite recordar momentos importantes que son signos de la presencia de Dios en la vida del hombre.
Por ello el Santo Padre invitó a volver hacia atrás con el corazón y la mente “para ver como Dios nos ha salvado”. Y así como en el jueves y viernes santo, en la Cena Jesús al darnos su cuerpo y sangre nos dice: “hagan esto en memoria de mi”, debemos “hacer memoria de cómo Dios nos ha salvado”.
La Iglesia, explica Francisco, llama “memorial” al sacramento de la eucaristía, y en la Biblia el Deuteronomio se llama “el Libro de la memoria de Israel”. Así también nosotros debemos recordar que “cada uno de nosotros ha hecho un camino, acompañado por Dios, cerca de Dios” o “alejándonos del Señor”.
“Hacer memoria con frecuencia, de las cosas bellas, para hacer nacer un ‘gracias’ de corazón a Jesús, que no deja nunca de caminar en nuestra historia.
“Cuántas veces –señala Francisco– le hemos cerrado la puerta en la cara, cuántas veces hemos hecho como si no lo veíamos, cuántas veces no hemos creído que Él estaba con nosotros; cuántas veces hemos renegado a su salvación… Pero él estaba allí”.
“Y les doy un consejo simple: hagan memoria. ¿Cómo ha sido mi vida, cómo ha sido hoy mi día o este último año? Memoria. ¿Cómo fueron mis relaciones con el Señor? Memoria de las cosas grandes y bellas que el Señor ha hecho en la vida de cada uno de nosotros”.
22.04.16



Francisco en Santa Marta nos exhorta a anunciar la Resurrección de Jesús
El Santo Padre recuerda que Jesús intercede por cada uno de nosotros y debemos tener la esperanza de que Jesús volverá
22 abril 2016    
 (Ciudad del Vaticano) Anuncio, intercesión, esperanza. Estas son las tres palabras centrales que ha indicado el papa Francisco en la homilía de este viernes en la misa de la Casa Santa Marta.
Anuncio:
El Papa ha subrayado que el cristiano “espera que el Señor vuelva”. Y exhortó a tener el coraje de anunciar como los apóstoles que dieron testimonio de la Resurrección de Jesús, incluso con la propia vida.
“Jesús está vivo es el anuncio de los apóstoles a los judíos y a los paganos de su tiempo y de este anuncio dieron testimonio con su vida y su sangre”.
“Cuando Juan y Pedro –prosiguió el Papa– fueron llevados al Sinedrio, después de la curación del cojo, los sacerdotes les prohibieron hablar del nombre de Jesús, de la Resurrección. Ellos con mucho coraje y simplicidad decían: ‘Nosotros no podemos callar lo que hemos visto y escuchado’.
Y nosotros los cristianos tenemos el Espíritu Santo en nosotros, que nos hace ver y escuchar la verdad sobre Jesús, que murió por nuestros pecados y resucitó. Este es el anuncio de la vida cristiana: ¡Cristo está vivo, Cristo ha resucitado, Cristo está entre nosotros en la comunidad, nos acompaña en el camino!”.
Intercesión
Después Francisco entró en la segunda idea: la intercesión. Durante la cena del Jueves Santo, los apóstoles estaban tristes, y Jesús les dice: ‘No se turbe vuestro corazón, tengan fe. En la casa del Padre hay muchas moradas. Voy a prepararles un lugar’. Y el Papa indica que esto significa, que con su oración Jesús intercede por cada uno de nosotros.
Así como a Pedro le ha dicho una vez antes de la Pasión: ‘Pedro yo he rezado por ti’, ahora Jesús es el intercesor entre el Padre y nosotros, dijo el Papa.
Y sobre cómo Jesús reza por nosotros Francisco dijo: “Creo que Jesús haga ver las llagas al Padre, porque las llagas las ha llevado consigo después de la Resurrección, las haga ver al Padre y nos nombre a cada uno de nosotros”.
La tercera dimensión del cristiano que indicó el Santo Padre es la esperanza: “El cristiano es un hombre de esperanza, que espera que el Señor vuelva”. Toda la Iglesia “está en la espera de Jesús, Jesús volverá. Esta es la esperanza cristiana”.
El Pontífice invitó a interrogarnos: ¿Cómo es el anuncio en mi vida? ¿Cómo es mi relación con Jesús que intercede por mi? ¿Cómo es mi esperanza? ¿Creo realmente que el Señor ha resucitado? ¿Creo que reza por mi ante el Padre? ¿Y que cada vez que lo invoco Él está rezando por mi, e intercede? ¿Creo realmente que el Señor volverá, vendrá? Nos hará bien interrogarnos a nuestra fe sobre esto: ¿Creo en el anuncio? ¿Creo en la intercesión? ¿Soy un hombre o una mujer de esperanza?
23.04.16





Texto completo de la homilía del papa Francisco a los jóvenes del Jubileo de los Adolescentes
“El amor es el único documento válido para ser discípulo de Jesús”, evitando falsos modelos, con amor concreto en su vida
24 abril 2016     

Homilía del Papa a los adolescentes en su Jubileo
Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco hizo su homilía en este domingo dedicado al Jubileo de los Adolescentes, ante una plaza llena de chicos y chicas de 13 a 16 años, invitándoles a seguir a Jesús, a entender la verdadera dimensión del amor y de la libertad, que no es egoísmo. Y a saber decir no a los falsos modelos que les proponen. Porque amar quiere decir dar, no sólo algo material, sino algo de uno mismo: el tiempo personal, la propia amistad, las propias capacidades. Y saber que el documento de identificación del cristiano es el amor mutuo y el estilo la práctica de las obras de misericordia.
A continuación el texto completo:
“Queridos muchachos: Qué gran responsabilidad nos confía hoy el Señor. Nos dice que la gente conocerá a los discípulos de Jesús por cómo se aman entre ellos. En otras palabras, el amor es el documento de identidad del cristiano, es el único “documento” válido para ser reconocidos como discípulos de Jesús. Es el único documento válido.
Si este documento caduca y no se renueva continuamente, dejamos de ser testigos del Maestro. Entonces les pregunto: ¿Quieren acoger la invitación de Jesús para ser sus discípulos? ¿Quieren ser sus amigos fieles? El amigo verdadero de Jesús se distingue principalmente por el amor concreto, no el amor en las nubes. El amor siempre es concreto, lo que habla de amor y no es concreto es telenovela, un romance. ¿Quieren vivir este amor que él nos entrega? ¿Quieren o no quieren? Entonces, frecuentemos su escuela, que es una escuela de vida para aprender a amar. Esto es un  trabajo de todos los días, aprender a amar.
Ante todo, amar es bello, es el camino para ser felices. Pero no es fácil, es desafiante, supone esfuerzo. Por ejemplo, pensemos cuando recibimos un regalo: esto nos hace felices, pero para preparar ese regalo las personas generosas han dedicado tiempo y dedicación y, de ese modo regalándonos algo, nos han dado también algo de ellas mismas, algo de lo que han sabido privarse.
Pensemos también al regalo que vuestros padres y animadores les han hecho, al dejarles venir a Roma para este Jubileo dedicado a vosotros. Han programado, organizado, preparado todo para vosotros, y esto les daba alegría, aun cuando hayan renunciado a un viaje para ellos. Esto es lo concreto del amor. En efecto, amar quiere decir dar, no sólo algo material, sino algo de uno mismo: el tiempo personal, la propia amistad, las propias capacidades.
Miremos al Señor, que es invencible en generosidad. Recibimos de él muchos dones, y cada día tendríamos que darle gracias. Quisiera preguntarles: ¿Dan gracias al Señor todos los días? Aun cuando nos olvidamos, él no se olvida de hacernos cada día un regalo especial. No es un regalo material para tener entre las manos y usar, sino un don más grande para la vida. Nos regala, ¿qué nos regala?, nos regala su amistad fiel, el Señor es siempre un amigo que no la retirará jamás. Aunque  lo decepciones y te alejes de Él, Jesús sigue amándote y estando contigo, creyendo en ti más de lo que tú crees en ti mismo. Y esto es muy importante.
Porque la amenaza principal, que impide crecer bien, es cuando no le importas a nadie. Es triste esto. Cuando te sientes marginado. En cambio, el Señor está siempre junto a ti y está contento de estar contigo. Como hizo con sus discípulos jóvenes, te mira a los ojos y te llama para seguirlo, para «remar mar a dentro» y «echar las redes» confiando en su palabra; es decir, poner en juego tus talentos en la vida, junto a él, sin miedo. Jesús te espera pacientemente, espera una respuesta, aguarda tu ‘sí’.
Queridos chicos y chicas, a la edad vuestra surge de una manera nueva el deseo de afeccionarse y de recibir afecto. Si van a la escuela del Señor, les enseñará a hacer más hermosos también el afecto y la ternura. Les pondrá en el corazón una intención buena, esa de amar sin poseer: amar sin poseer, de amar a las personas sin desearlas como algo propio, sino dejándolas libres. Porque el amor es libre, no existe amor si no es libre.
Esa libertad que el Señor nos deja cuando nos ama. Él está siempre cerca de nosotros. Existe siempre la tentación de contaminar el afecto con la pretensión instintiva de tomar, de poseer aquello que me gusta. Y esto es egoísmo. Y también la cultura consumista refuerza esta tendencia.
Pero cualquier cosa, cuando se exprime demasiado, se desgasta, se estropea; después uno se queda  decepcionado y con el vacío adentro. Si escuchas la voz del Señor, te revelará el secreto de la ternura: interesarse por otra persona. Quiere decir respetarla, protegerla, esperarla. Y esto es lo concreto de la ternura y del amor.
En estos años de juventud ustedes perciben también un gran deseo de libertad. Muchos les dirán que ser libres significa hacer lo que se quiera. Pero a esto es necesario saber decir no. Si tu no sabes decir no, no eres libre, libre es quien sabe decir sí y sabe decir no.
La libertad no es poder hacer siempre lo que se quiere: esto nos vuelve cerrados, distantes y nos impide ser amigos abiertos y sinceros; no es verdad que cuando estoy bien todo vaya bien. No, no es verdad.
En cambio, la libertad es el don de poder elegir el bien. Esto es libertad, es libre quien elige el bien, quien busca aquello que agrada a Dios, aun cuando sea fatigoso. No es fácil. Pero creo que ustedes no tienen miedo de las fatigas, son valientes, son valientes. Sólo con decisiones valientes y fuertes se realizan los sueños más grandes, esos por los que vale la pena dar la vida. Decisiones valientes y fuertes.
No se acontenten con la mediocridad, con “ir tirando”, estando cómodos y sentados; no confíen en quien les distrae de la verdadera riqueza, que son ustedes, cuando les digan que la vida es bonita sólo si se tienen muchas cosas; desconfíen de quien quiera hacerles creer que son valiosos cuando los hacen pasar por fuertes, como los héroes de las películas, o cuando llevan vestidos a la última moda. Vuestra felicidad no tiene precio y no se negocia; no es un “app” que se descarga en el teléfono móvil: ni siquiera la versión más reciente podrá ayudaros a ser libres y grandes en el amor. La libertad es otra cosa.
Porque el amor es el don libre de quien tiene el corazón abierto; el amor es una responsabilidad bella que dura toda la vida; es el compromiso cotidiano de quien sabe realizar grandes sueños. Pobres los jóvenes que no saben, no osan soñar. Si un joven a vuestra edad no sabe soñar ya está jubilado. No sirve.
El amor se alimenta de confianza, de respeto y de perdón. El amor no surge porque hablemos de él, sino cuando se vive; no es una poesía bonita para aprender de memoria, sino una opción de vida que se ha de poner en práctica.
¿Cómo podemos crecer en el amor? El secreto está en el Señor: Jesús se nos da a sí mismo en la Santa Misa, nos ofrece el perdón y la paz en la Confesión. Allí aprendemos a acoger su amor, hacerlo nuestro y a difundirlo en el mundo. Y cuando amar parece algo arduo, cuando es difícil decir no a lo que es falso, miren a la cruz del Señor, abrácenla y no se suelten de su mano, que les lleva hacia lo alto y levántense cuando se caen.
En la vida siempre se cae porque somos pecadores, somos débiles. Pero está la mano de Jesús que nos levanta cuando nos caemos. Jesús nos quiere de pié. Esa palabra hermosa que Jesús le decía a los paralíticos: ‘levántate’. Dios nos creó para estar de pié.
Hay una llinda canción de los alpinos cuando escalan que dice: ‘En el arte de subir lo importante no es no caer, sino no permanecer caídos”. Debemos, tener el coraje de levantarnos, de dejarnos levantar por la mano de Jesús y esta mano viene muchas veces de la mano del amigo, de los papás, de quienes nos acompañan en la vida, el mismo Jesús también está allí. Levántense, Jesús los quiere de pie, siempre de pié.
Sé que son capaces de grandes gestos de amistad y bondad. Están llamados a construir así el futuro: junto con los otros y por los otros, pero jamás contra alguien. No se construye contra, esto se llama destrucción. Harán cosas maravillosas si se preparan bien ya desde ahora, viviendo plenamente vuestra edad, tan rica de dones, y no temiendo al cansancio.
Hagan como los campeones del mundo del deporte, que logran llegar a las metas altas entrenándose todos los días con humildad y duramente. Que vuestro programa cotidiano sean las obras de misericordia. Entrénense con entusiasmo en ellas para ser campeones de vida, campeones de amor. Así serán conocidos como discípulos de Jesús. Así tendrán el documento de identificación de los cristianos y les aseguro que vuestra alegría será plena.
25.04.16



Francisco a los presos: ‘A Dios no le importan vuestros errores’
El Santo Padre escribe a la cárcel de Velletri y pide a los internos que mantengan encendida la luz de la esperanza
26 abril 2016

El Papa en la cárcel Cereso3, en Ciudad Juárez, recibe un báculo realizado por un preso

 Ciudad del Vaticano).- “Dios os ama siempre, no tienen importancia los errores que habéis cometido”. Así lo indica el papa Francisco a los detenidos de la cárcel de Velletri, al sur de Roma. El pasado 5 de marzo, el obispo de Albano, monseñor Marcello Semeraro, visitió la cárcel de Velletri y en esa ocasión los detenidos le entregaron una carta para el Papa, que ahora ha respondido.
Tal y como indica Radio Vaticano, el Santo Padre les pide que no se encierren en el pasado a la vez que asegura que “la verdadera medida del tiempo no es la del orgullo” sino que “se llama esperanza”.
El Pontífice, les da las gracias en la misiva por haber pensando en él en medio de las dificultades de sus situaciones de vida actual. Asimismo, recuerda que él piensa muchas veces en las personas que viven en la cárcel.
Por este motivo –explica Francisco– en mis visitas pastorales pido siempre, cuando es posible, visitar a quien vive una libertad limitada, para llevarles el afecto y la cercanía. Y también por esto, ha querido que durante el Año Santo de la Misericordia, haya un jubileo de los presos.
Por otro lado, el Santo Padre les recuerda que viven “una experiencia en la que el tiempo parece que esté parado, parece que no termine nunca. Pero la verdadera medida del tiempo no es la del reloj”. La verdadera medida del tiempo –subraya– se llama esperanza. En esta línea, el Papa desea que “cada uno de vosotros tenga siempre bien encendida la luz de la esperanza, de la fe, para iluminar vuestra vida”. Y así, invita a los presos a rezar al Señor para que llene el tiempo de verdadera esperanza.
A continuación, el Papa les pide en su carta que estén “siempre seguros de que Dios os ama personalmente, para Él no tiene importancia vuestra edad o vuestra cultura, no tiene importancia tampoco qué habéis sido, qué habéis hecho, los objetivos que habéis conseguido, los errores que habéis cometido, las personas que habéis herido”. Por eso, el Pontífice les pide que no se encierren en el pasado, es más, les pide que lo transformen en camino de crecimiento, de fe y de caridad. “Dad a Dios la posibilidad de haceros brillar a través de esta experiencia”, exclama el Papa.
Para concluir la misiva, el Santo Padre asegura que en la historia de la Iglesia “muchos santos han llegado a la santidad a través de experiencias duras y difíciles”. Por tanto les pide que abran “la puerta de vuestro corazón a Cristo, y será Cristo quien cambie vuestra situación. Con Cristo todo es posible”.
 27.04.16



Texto  completo de la catequesis del papa Francisco en la audiencia del miércoles 27 de abril de 2016
En la audiencia general el Papa ha invitado a preguntarse ‘¿Creo que el Señor tiene compasión de mí, así como soy, pecador, con tantos problemas y tantas cosas?’

 Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco ha reflexionado en la catequesis de la audiencia general sobre la parábola del buen samaritano y ha recordado quién es nuestro prójimo. De este modo, ha advertido que no es automático que quien frecuenta la casa de Dios y conoce la misericordia sepa amar al prójimo. El Santo Padre ha asegurado que no existe verdadero culto si eso no se traduce en servicio al prójimo.
“Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy reflexionamos sobre la parábola del buen samaritano (cfr Lc 10,25-37). Un doctor de la Ley pone a prueba a Jesús con esta pregunta: “Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?” (v. 25). Jesús le pide que responda él mismo, y lo hace perfectamente: “Amarás a Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu fuerza y con toda tu mente, y al prójimo como a ti mismo” (v. 27). Por tanto Jesús concluye: “Haz esto y vivirás” (v. 28).
Entonces ese hombre plantea otra pregunta, que se hace preciosa para nosotros: “¿Quién es mi prójimo?” (v. 29), y pone como ejemplo: “¿mis parientes?, ¿mis compatriotas?, ¿los de mi religión?…”. En resumen, quiere una regla clara que le permita clasificar a los otros en “prójimo” y “no prójimo”. En esos que pueden convertirse en prójimo y los que no pueden convertirse en prójimo.
Y Jesús responde con una parábola, que muestra a un sacerdote, un levita y un samaritano. Los dos primeros son figuras relacionadas al culto del templo; el tercero es un judío cismático, considerado como un extranjero, pagano e impuro. Es decir, el samaritano. En el camino de Jerusalén a Jericó el sacerdote y el levita se encuentran con un hombre moribundo, que los bandidos le han asaltado, robado y abandonado. La Ley del Señor en situaciones similares prevé la obligación de socorrerlo, pero ambos pasaron de largo sin detenerse. Tenían prisa, no sé, el sacerdote quizá ha mirado el reloj y ha dicho ‘pero llego tarde a misa, tengo que decir misa’. El otro ha dicho ‘pero no sé si la ley me permite porque hay sangre ahí y seré impuro’. Van por otro camino y no se acercan.
Y aquí la parábola nos ofrece una primera enseñanza: no es automático que quien frecuenta la casa de Dios y conoce la misericordia sepa amar al prójimo. No es automático. Tú puedes conocer toda la Biblia, tú puedes conocer todos los libros litúrgicos, tú puedes conocer toda la teología, pero del conocer no es automático el amar. El amar tiene otro camino, el amor tiene otro camino, con inteligencia pero algo más. El sacerdote y el levita ven, pero ignoran; miran pero no proveen. Sin embargo, no existe verdadero culto si eso no se traduce en servicio al prójimo. No lo olvidemos nunca: frente al sufrimiento de tanta gente agotada por el hambre, la violencia y la injusticia, no podemos permanecer como espectadores. Ignorar el sufrimiento del hombre, ¿qué significa? ¡Significa ignorar a Dios! Si yo no me acerco a ese hombre, esa mujer, ese niño, ese anciano, esa anciana que sufre, no me acerco a Dios.
Pero vayamos al centro de la parábola: el samaritano, es decir el despreciado, ese sobre el que nadie hubiera apostado nada, y que aún así tenía también él sus compromisos y sus cosas que hacer, cuando vio al hombre herido, no pasó de largo como los otros dos, que estaban vinculados al templo, sino que “tuvo compasión”, así dice el Evangelio, tuvo compasión (v. 33). Es decir, el corazón y las entrañas se conmovieron. Esta es la diferencia. Los otros dos “vieron”, pero sus corazones se quedaron cerrados, fríos. Sin embargo el corazón del samaritano estaba en sintonía con el corazón mismo de Dios.
De hecho, la “compasión” es una característica esencial de la misericordia de Dios. Él tiene compasión de nosotros. ¿Qué quiere decir? Sufre con nosotros, Él siente nuestros sufrimientos. Compasión, sufre con. El verbo indica que las entrañas se mueven y tiemblan ante el mal del hombre. Y en los gestos y en las acciones de buen samaritano reconocemos el actuar misericordioso de Dios en toda la historia de la salvación. Es la misma compasión con la que el Señor viene al encuentro de cada uno de nosotros: Él no nos ignora, conoce nuestros dolores, sabe cuándo necesitamos ayuda y consuelo. Está cerca de nosotros y no nos abandona nunca. Cada uno de nosotros, podemos hacernos la pregunta en el corazón, ¿yo lo creo? ¿Creo que el Señor tiene compasión de mí, así como soy, pecador, con tantos problemas y tantas cosas? Pensar en eso y la respuesta es sí. Cada uno debe mirar en el corazón si tiene la fe en esta compasión de Dios. De Dios bueno que se acerca, nos sana, nos acaricia y si nosotros lo rechazamos él espera, es paciente, siempre junto a nosotros.
El samaritano se comporta con verdadera misericordia: cura las heridas de ese hombre, lo lleva a una pensión, lo cuida personalmente, paga su asistencia. Todo eso nos enseña que la compasión, el amor, no es un sentimiento vago, pero significa cuidar del otro al punto de pagar personalmente. Significa comprometerse cumpliendo todos los pasos necesarios para “acercarse” al otro hasta identificarse con él: “amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Este es el mandamiento del Señor.
Concluida la parábola, Jesús gira la pregunta del doctor de la Ley y le pregunta: “¿Quién de estos tres te parece que haya sido el prójimo de aquel que había caído en las manos de los bandidos?” (v. 36). Finalmente la respuesta es clara: “El que ha tenido compasión de él” (v. 27). Al inicio de la parábola para el sacerdote y el levita el prójimo era el moribundo; al finalizar el prójimo es el samaritano que ha estado cerca. Jesús cambia la perspectiva: no hay que clasificar a los otros para ver quién es el prójimo y quién no. Tú puedes convertirte en prójimo de quien esté en necesidad, y lo serás si tu corazón tiene compasión. Es decir, tienes esa capacidad de sufrir con el otro.
Esta parábola es un buen regalo para todos nosotros, ¡y también un compromiso! Jesús nos repite a cada uno de nosotros lo que dijo al doctor de la Ley: “Ve y haz tú lo mismo” (v. 37).
Estamos todos llamados a recorrer el mismo camino del buen samaritano, que es figura de Cristo: Jesús se ha inclinado ante nosotros, se ha hecho nuestro siervo, y así nos ha salvado, para que también nosotros podamos también amarnos como Él nos ha amado. De la misma forma.
 28.04.16



El Papa en Sta Marta: ‘El Espíritu Santo siempre nos sorprende’
En la homilía de este jueves, el Papa ha asegurado que ‘cuando uno tiene miedo de escuchar, no tiene al Espíritu en su corazón’
28 abril 2016
 Ciudad del Vaticano).- También hoy en la Iglesia, como en el pasado, hay resistencia a las sorpresas del Espíritu frente a las nuevas situaciones, pero Él nos ayuda a vencerlas, a ir adelante, seguros, en el camino de Jesús. Así lo ha asegurado el papa Francisco en la homilía de la misa celebrada esta mañana en Santa Marta.
Al comentar el conocido pasaje de los Hechos de los Apóstoles sobre el llamado “Concilio” de Jerusalén, el Papa ha observado que “el protagonista de la Iglesia” es el Espíritu Santo. Es Él –ha añadido– quien desde el primer momento ha dado la fuerza a los apóstoles para proclamar el Evangelio. “Es el Espíritu el que hace todo, el Espíritu lleva a la Iglesia adelante”, también “con sus problemas”, también “cuando estalla la persecución” es Él “quien da la fuerza a los creyentes para permanecer en la fe”, también en los momentos “de resistencia y de cólera de los doctores de la ley”.
De este modo, el Pontífice ha explicado que en este caso hay una doble resistencia a la acción del Espíritu: la de quien creía que “Jesús había venido solo para el pueblo elegido” y la de quien quería “imponer la ley mosaica, incluida la circuncisión a los paganas convertidos”. Al respecto, el Papa ha observado que “hubo una gran confusión en todo esto”.
Por eso, ha asegurado que “el Espíritu ponía los corazones en un nuevo camino: eran las sorpresas del Espíritu. Y los apóstoles se encontraron en situaciones que nunca hubieran creído, situaciones nuevas”. ¿Y cómo gestionar estas situaciones nuevas?, ha preguntado el Santo Padre. Al respecto ha recordado que los apóstoles, por un lado tenía la fuerza del Espíritu Santo –el protagonista– que empujaba para ir adelante, adelante, adelante… Pero el Espíritu les llevaba a ciertas novedades, ciertas cosas que no se habían hecho nunca.
Y es así como convocan una reunión en Jerusalén donde cada uno puede contar la propia experiencia, de cómo el Espíritu Santo desciende también sobre los paganos.
Tal y como ha observado el Papa, finalmente los apóstoles se pusieron de acuerdo. Pero ha querido subrayar que toda la asamblea escuchó a Bernabé y Pablo. “Escuchar, no tener miedo de escuchar. Cuando uno tiene miedo de escuchar, no tiene al Espíritu en su corazón”, ha precisado el Pontífice en la homilía.
El Santo Padre ha aseverado que este es el camino de la Iglesia “delante de las novedades, no las novedades mundanas, como son las modas de la ropa” sino “las novedades, las sorpresas del Espíritu, porque el Espíritu siempre nos sorprende”. Y esto la Iglesia lo resuelve “con la reunión, la escucha, la discusión, la oración y la decisión final”.
En esta línea, el Santo Padre ha recordado las oposiciones que hubo también en su día en el Concilio Vaticano II.  El reunirse, unirse, escucharse, discutir, rezar y decidir es “la llamada sinodalidad de la Iglesia, en la que se expresa la comunión de la Iglesia”.
El Espíritu –ha añadido– a veces nos detiene, como hizo con San Pablo, para hacernos ir por otra parte, no nos deja solos, nos da la valentía, nos da la paciencia, nos hace ir seguros en el camino de Jesús, nos ayuda a vencer las resistencias y a ser fuertes en el martirio.
Para concluir la homilía, el papa Francisco ha invitado a pedir al Señor “la gracia de entender cómo va adelante la Iglesia, de entender cómo desde el primer momento ella ha afrontado las sorpresas del Espíritu y también, pedir para cada uno de nosotros la gracia de la docilidad al Espíritu, para ir sobre el camino que el Señor Jesús quiere para cada uno de nosotros y para toda la Iglesia. 
29.04.16



El Papa en Sta. Marta: ‘Los cristianos caminen en la luz y no tengan doble vida’
En la homilía de este viernes el Santo Padre ha recordado que no hay error reconocido que no atraiga ternura y perdón del Padre
29 abril 2016
 Ciudad del Vaticano).- Un cristiano no recorre “caminos oscuros” porque allí no está “la verdad de Dios”. Pero incluso si cayera, puede contar con el perdón y la dulzura de Dios, que lo restituye a la vida de la “luz”. Así lo ha asegurado el papa Francisco en la homilía de esta mañana en Santa Marta.
Límpios, como Dios. Y sin pecado, porque no hay error reconocido que no atraiga ternura y perdón del Padre. “Esta es la vida cristiana”, ha observado el Santo Padre al comentar el pasaje de la Carta de san Juan, esa en la que el apóstol pone a los creyentes frente a la seria responsabilidad de no tener doble vida –luz de fachada y tinieblas en el corazón– porque Dios es solamente luz.
Asimismo, ha precisado que “si decimos que no tenemos pecado, Dios sería un mentiroso”, subrayando la eterna lucha del hombre contra el pecado y por la gracia.
“¡Si tú dices que estás en comunión con el Señor, camina en la luz! ¡Pero no en la doble vida! ¡Esa no!” Esa mentira que estamos tan acostumbrados a ver y también a caer. Decir una cosa y hacer otra ¿no? Siempre la tentación… La mentira sabemos de dónde viene: en la Biblia, Jesús llama al diablo ‘padre de la mentira’, el mentiroso. Y por eso, con tanta dulzura, con tanta mansedumbre, este ‘abuelo’ dice a la Iglesia ‘adolescente’, a la Iglesia joven: ‘¡No seas mentirosa!’ Tú estás en comunión con Dios, camina a la luz. Haz obras de luz, no digas una cosa y hagas otra, no a la doble vida”.
El Santo Padre ha recordado que cuando pecamos no tenemos que desanimarnos. porque “tenemos un paráclito, una palabra, un abogado, un defensor ante el Padre: es Jesucristo, el Justo. Él nos justifica, Él nos da la gracia”.
La misericordia y la grandeza de Dios –ha precisado el Papa– es que Él sabe que “somos nada”, que solamente “de Él” viene la fuerza y por tanto “siempre nos espera”.
El Pontífice ha insistido: “caminemos en el luz, porque Dios es Luz. No ir con un pie en la luz y otro en las tinieblas. No ser mentirosos”. Por otro lado, ha recordado que todos hemos pecado y nadie puede decir: “este es un pecador, esta es una pecadora. Yo gracias a Dios, soy justo”. El único Justo –ha aseverado– es Él, que ha pagado por nosotros.
Así, el Papa ha concluido su homilía indicando que si alguien peca “Él nos espera, nos perdona, porque es misericordioso y sabe bien de qué estamos hechos y recuerda que somos polvo”. Que la alegría que nos da esta Lectura –ha exhortado– nos lleve adelante en la sencillez y en la transparencia de la vida cristiana, sobre todo cuando nos dirigimos al Señor. Con la verdad. 
30.04.16

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