Angelus: “Para vivir bien el tiempo de la espera del Señor”
Palabras
del Papa Francisco antes del Ángelus.
(2
dic. 2018).- Durante el Adviento, no se trata de “mundanizar” o
“paganizar” la expectativa de Cristo, sino de vivir con la
esperanza de que la historia avance hacia un mundo nuevo y que
“incluso los errores humanos” Se puede usar para “manifestar la
misericordia” de Dios, explica el Papa Francisco.
Antes
del Ángelus del domingo 2 de diciembre de 2018, en la plaza San
Pedro, y en presencia de unas 20,000 personas, el Papa Francisco
explicó el significado de este primer domingo de Adviento y cuatro
semanas de preparación para la Navidad.
Nos
invitó a dejar el “sopor” y la “pereza” de una vida que gira
alrededor de nosotros mismos para abrir, en “oración” y
“vigilancia”, a las necesidades de las personas, de nuestros
hermanos y el deseo de un mundo nuevo”: ” Es el deseo de tantos
pueblos martirizados por el hambre, la injusticia y la guerra; es
el deseo de los pobres, los débiles, los abandonados”.
El
Papa sugirió este examen de conciencia: “Es un momento oportuno
para abrir nuestros corazones, para hacernos preguntas concretas
sobre cómo y para quién pasamos nuestras vidas”.
“El
Adviento es el momento de acoger al Señor que viene a reunirse con
nosotros, mirar hacia el futuro y prepararse para el regreso de
Cristo”, agregó en un tweet publicado en su cuenta @Pontifex.
Después
del Ángelus, con la AED, el Papa Francisco invitó a orar por la paz
en la “querida Siria” , como parte de la campaña de
Navidad de la AED: “50.000 velas por la paz en Siria”.
La
paz fue precisamente la intención de oración del Papa a lo largo de
noviembre, realizada por su Red Mundial de Oración
Palabras
del Papa Francisco ante el Ángelus.
Queridos
hermanos y hermanas, ¡Buenos días!
Hoy
comienza el Adviento, el tiempo litúrgico que nos prepara para la
Navidad, invitándonos a levantar los ojos y abrir nuestros corazones
para recibir a Jesús. Durante el Adviento, no solo vivimos la
espera navideña; también estamos invitados a despertar la
expectativa del glorioso regreso de Cristo, cuando él regrese al
final de los tiempos, y nos prepare para el encuentro final con él a
través de elecciones coherentes y valientes. Recordamos la
Navidad, esperamos el glorioso regreso de Cristo y también nuestro
encuentro personal: el día que el Señor nos llamará. Durante
estas cuatro semanas, estamos llamados a dejar atrás una forma de
vida resignada y rutinaria, alimentando esperanzas y sueños para un
futuro nuevo. El evangelio de este domingo (cf Lc21,
25-28, 34-36) va precisamente en esta dirección y nos advierte que
no nos dejemos oprimir por un modo de vida egocéntrico y ritmos
convulsivos de los días. Las palabras de Jesús resuenan de una
manera particularmente incisiva: “Estén atentos, para que su
corazón no esté cargado de disipaciones, embriaguez y
preocupaciones de la vida, y ese día, no caiga de improviso sobre
vosotros[…] Velad y orad en todo momento”(vv 34.36).
Mantente despierto
y reza:
así es como se vive esta época desde hoy hasta la navidad. Estar
despierto y orar. El sueño interno viene siempre de girar
siempre sobre nosotros mismos, encerrado en la propia vida con los
problemas, las alegrías y los dolores, y siempre girar entorno a
nosotros mismos. Y eso cansa, aburre, se cierra a la
esperanza. Esta es la raíz del letargo y la ociosidad de que
habla el Evangelio. El Adviento nos invita a un compromiso de
vigilancia, a mirar más allá de nosotros mismos, a expandir
nuestras mentes y corazones para abrirnos a las necesidades de las
personas, de nuestros hermanos y al deseo de un mundo nuevo. Es
el deseo de tantos pueblos martirizados por el hambre, la injusticia
y la guerra; Es el deseo de los pobres, los débiles, los
abandonados. Es un buen momento para abrir nuestros corazones
para hacernos preguntas concretas sobre como y por quién empleamos
nuestras vidas.
La
segunda actitud para vivir bien el tiempo de la espera del Señor es
el de la oración. “Levántate
y alza la cabeza, porque tu liberación está cerca” (v. 28),
advierte el Evangelio de Lucas. Se trata de levantarse y orar,
de volver nuestros pensamientos y corazones a Jesús que
viene. Nosotros, estamos esperando a Jesús, queremos esperarle
en oración, lo cual está estrechamente relacionado con la
vigilancia. Orar, esperar a Jesús, abrirnos a los demás, estar
atentos, no encerrados en nosotros mismos. Pero si pensamos en
la Navidad en un clima de consumo, para ver qué puedo comprar para
hacer esto o aquello, de la fiesta mundana, Jesús pasará y no lo
encontraremos. Estamos esperando a Jesús y queremos esperarle
en oración, que está estrechamente relacionado con la vigilancia.
Pero
¿qué espera el horizonte de nuestra oración? En la Biblia es
especialmente, las voces de
los profetas. Quien
nos diga. Hoy, es el de Jeremías, que habla a las personas
endurecidas por el exilio y que corre el riesgo de perder su
identidad. Incluso nosotros, los cristianos, que también somos
pueblo de Dios, corremos el peligro de convertirnos en “mundanos”
y perder nuestra identidad, e incluso “paganizar” el estilo
cristiano. Para esto necesitamos la Palabra de Dios que, a
través del profeta, nos anuncia: “He aquí, vendrán días en que
cumpliré las promesas que hice a la casa de Israel y a la casa de
Judá […]. Haré crecer un germen justo para David, quien
ejercerá juicio y justicia sobre la tierra “(33, 14-15) es Jesús
que llega y nosotros esperamos. Que la Virgen María, que nos
trae a Jesús, la mujer de la espera y la oración, nos ayude a
fortalecer nuestra esperanza en las promesas de su Hijo Jesús, a
hacernos experimentar solo a través de las pruebas de la historia, y
se sirve de los errores humanos para manifestar que Dios
permanece fiel y manifestar su misericordia.
03.12.18
Santa Marta: Para que la Navidad no sea una fiesta social
Las
dimensiones del Adviento
(3
dic. 2018).- El Adviento es un momento de purificación para que la
Navidad no se convierta en una celebración mundana, dijo el Papa
Francisco en la misa de la mañana del 3 de diciembre de 2018,
celebrada en la capilla de Casa Santa Marta en el Vaticano.
El
día después del comienzo de Adviento, el Santo Padre meditó en
este tiempo litúrgico, que es la ocasión para “purificar el
espíritu para hacer crecer la fe”. A veces los cristianos se
“acostumbran a la fe”, olvidando su “vivacidad”, señaló
Francisco en su homilía, reportada por Vatican
News.
“Cuando
nos acostumbrados a ello, perdemos la fuerza de la fe, la novedad de
la fe, que siempre se renueva”. El Adviento tiene “tres
dimensiones”: pasado, presente y futuro, aclaró el Pontífice.
Es
ante todo “la purificación de la memoria… No es el árbol de
Navidad el que nace “sino” Jesucristo… El Señor… El Redentor
que vino a salvarnos… El Redentor que vino a salvarnos… Siempre
tenemos el peligro, siempre tendremos en nosotros la tentación de
hacer que la Navidad sea mundana, cuando la fiesta deje de ser
contemplación, una hermosa celebración familiar con Jesús en el
centro, y comience a ser una celebración mundana: comprar,
presentar, esto y eso… y el Señor permanece allí, olvidado.
El
Adviento también ayuda a “purificar la esperanza”, a prepararse
“para el encuentro definitivo con el Señor”, continuó. “Porque
ese Señor que vino allí, regresará, ¡Él regresará! Él volverá
a preguntarnos: ‘¿Cómo pasaste tu vida?’ Será un encuentro
personal”.
El
Papa ha continuado: “Hoy tendremos un encuentro personal con el
Señor en la Eucaristía, y podemos tener un encuentro personal con
la Navidad de hace 2000 años… pero, cuando regrese, tendremos este
encuentro personal con Él”.
Finalmente,
la tercera dimensión es la más cotidiana: “purificar el reloj”.
La contemplación y la oración son dos palabras para el
Adviento porque el Señor entró en la historia en Belén; Él
vendrá al final del mundo y también al final de la vida de cada uno
de nosotros. Pero Él viene cada día, en cada instante de nuestro
corazón, por la inspiración del Espíritu Santo”, concluyó el
Papa Francisco.
04.12.18
El Adviento es “construir la paz en el alma, en la familia y en el mundo”
“Sin
herir a los demás” dice el Papa
(4
dic. 2018).- El Adviento es prepararse a la Navidad –ha aclarado el
Papa Francisco–tratando de “construir la paz en la propia alma,
en la familia y en el mundo”, sin herir a los demás.
El
Pontífice ha lanzado esta pregunta en la homilía pronunciada esta
mañana: “¿Cómo está tu alma hoy? ¿Está en paz?”. Si no lo
está, pide al Príncipe de la paz que la pacifique para prepararse
al encuentro con Él. “Nosotros estamos acostumbrados a mirar el
alma de los demás” pero “mira tu alma”, ha exhortado.
Así,
el Santo Padre ha reflexionado a partir de la Primera Lectura
(Isaías 11,1-10) y del Evangelio (Lucas 10,21-24)
de la Liturgia del día, en la Misa celebrada en la mañana del
martes, 4 de diciembre de 2018, en la Capilla de la Casa Santa Marta.
Tiempo
para “pacificarse”
Este
es “un tiempo para prepararnos a esta venida del Príncipe de la
paz”, ha reiterado. Es un tiempo para “pacificarse”, exhortó
el Papa. Se trata de una pacificación ante todo “con nosotros
mismos, pacificar el alma”, ha matizado. “Muchas veces nosotros
no estamos en paz” sino “con ansiedad, con angustia y sin
esperanza”.
Por
ello, el Pontífice ha recordado las palabras de Isaías, en las que
hay una promesa de cómo serán los tiempos cuando vendrá el Señor:
“El Señor hará la paz” y “todo estará en paz”. Isaías lo
describe con “imágenes un poco bucólicas” pero bellas: “El
lobo vivirá junto al cordero”, “el leopardo se echará junto al
cabrito” “y un niño
pequeño los guiará”. Esto significa –ha aclarado el Papa– que
Jesús trae una paz “capaz de transformar la vida y la historia”.
También
es necesario “pacificar la casa”, la familia. “Hay tantas
tristezas en las familias, tantas luchas, tantas pequeñas guerras,
tanta desunión a veces”, afirmó Francisco e invitó a preguntarse
si la propia familia está en paz o en guerra, si uno está contra el
otro, si hay desunión, si hay puentes o “murallas que nos
separan”.
La
paz es “fecunda”
La
paz siempre va adelante, jamás está detenida, “es fecunda”, ha
compartido el Papa, “comienza desde el alma y después vuelve al
alma tras haber hecho todo este camino de pacificación”.
Así,
el Santo Padre ha asegurado que “hacer la paz es un poco imitar a
Dios, cuando ha querido hacer la paz con nosotros y nos ha perdonado,
nos ha enviado a Su Hijo para hacer la paz, para ser el Príncipe de
la paz”.
Por
lo tanto, la oración de este tiempo de Adviento debe ser aquella que
“pacifica”, vivir con la paz en nuestra alma, en la familia y en
el barrio.
“Y
padre, ¿cómo puedo hacer para no herir al otro?”, ha reflexionado
el Papa. “No hablar mal de los demás, no tirar el primer
cañonazo”. Si todos nosotros hiciéramos sólo esto – no hablar
de los demás – la paz avanzaría más.
05.12.18
Nueva serie de catequesis dedicada al ‘Padre Nuestro’
“Señor,
enséñanos a rezar
(5
dic. 2018).- El Santo Padre ha iniciado esta mañana, en la audiencia
general, un nuevo ciclo de catequesis sobre el “Padre Nuestro”.
“Enséñanos a rezar” se titula la meditación del Papa de hoy,
inspirada en el pasaje bíblico del Evangelio de San Lucas 11, 1.
A
las 9:30 horas ha llegado el Papa Francisco al aula Pablo VI,
en el Vaticano, donde se ha encontrado con miles de visitantes
y peregrinos procedentes de diferentes países del mundo, y ha
celebrado la audiencia general, este miércoles, 5 de diciembre de
2018.
“Señor,
enséñanos a rezar” pidieron los Apóstoles a Jesús, impactados
por su modo de orar. “Él rezaba como cualquier hombre” –ha
observado el Papa– “pero su modo de hacerlo estaba envuelto en
el misterio. Esto impactó a sus discípulos”.
Jesús,
se convirtió así en maestro de oración para ellos, “como
quiere serlo también para nosotros”, ha anunciado el Pontífice a
todos los fieles desde el aula Pablo VI.
Los
evangelios nos presentan a Jesús como un “hombre de oración”.
Si bien experimentaba la urgencia de predicar y de salir al
encuentro de la multitud, “buscaba momentos de soledad para rezar”,
ha recordado el Santo Padre.
Catequesis
del Santo Padre
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy
comenzamos un ciclo de catequesis sobre el “Padre Nuestro”.
Los
evangelios nos presentan retratos muy vívidos de Jesús como hombre
de oración. Jesús rezaba. A pesar de la urgencia de su misión
y el apremio de tantas personas que lo reclaman, Jesús siente la
necesidad de apartarse en soledad y rezar. El Evangelio de Marcos nos
cuenta este detalle desde la primera página del ministerio público
de Jesús (cf. 1: 35). El día inaugural de Jesús en Cafarnaúm
terminó triunfalmente. Cuando baja el sol, una multitud de
enfermos llega a la puerta donde mora Jesús: el Mesías predica
y sana. Se cumplen las antiguas
profecías y las expectativas de tantas personas que sufren: Jesús
es el Dios cercano, el Dios que libera. Pero esa multitud es todavía
pequeña en comparación con muchas otras multitudes que se reunirán
alrededor del profeta de Nazaret; a veces se trata de reuniones
oceánicas, y Jesús está en el centro de todo, el esperado por el
pueblo, el resultado de la esperanza de Israel.
Y,
sin embargo, Él se desvincula; no termina siendo rehén de las
expectativas de quienes lo han elegido como líder. Hay un peligro
para los líderes: apegarse demasiado a la gente, no mantener
las distancias. Jesús se da cuenta y no termina siendo rehén de la
gente. Desde la primera noche de Cafarnaúm, demuestra ser un Mesías
original. En la última parte de la noche, cuando se anuncia el
amanecer, los discípulos todavía lo buscan, pero no consiguen
encontrarlo. ¿Dónde está? Hasta que, por fin, Pedro lo encuentra
en un lugar aislado, completamente absorto en la oración y le dice:
“¡Todos te están buscando!” (Mc 1, 37). La exclamación parece
ser la cláusula que sella el éxito de un plebiscito, la prueba del
buen resultado de una misión.
Pero
Jesús dice a los suyos que debe ir a otro lugar; que no son las
personas las que lo buscan, sino que en primer lugar es Él el que
busca los demás. Por lo tanto, no debe echar raíces, sino seguir
siendo un peregrino por los caminos de Galilea (versículos
38-39). Y también peregrino hacia el Padre, es decir: rezando. En
camino de oración. Jesús reza.
Y
todo sucede en una noche de oración.
En
alguna página de las Escrituras parece ser la oración de Jesús, su
intimidad con el Padre, la que gobierna todo. Lo será especialmente,
por ejemplo, en la noche de Getsemaní. El último trecho del camino
de Jesús (en absoluto, el más difícil de los que había recorrido
hasta entonces) parece encontrar su significado en la escucha
continua de Jesús hacia su Padre. Una oración ciertamente no fácil,
de hecho, una verdadera “agonía”, en el sentido del agonismo de
los atletas, y sin embargo, una oración capaz de sostener el camino
de la cruz.
Aquí
está el punto esencial: Allí Jesús rezaba.
Jesús
rezaba intensamente en los actos públicos, compartiendo la liturgia
de su pueblo, pero también buscaba lugares apartados, separados del
torbellino del mundo, lugares que permitieran descender al secreto de
su alma: es el profeta que conoce las piedras del desierto y sube a
lo alto de los montes. Las últimas palabras de Jesús, antes de
expirar en la cruz, son palabras de los salmos, es decir de la
oración, de la oración de los judíos: rezaba con las oraciones que
su madre le había enseñado.
Jesús
rezaba como reza cada hombre en el mundo. Y, sin embargo, en su
manera de rezar, también había un misterio encerrado, algo que
seguramente no había escapado a los ojos de sus discípulos si
encontramos en los evangelios esa simple e inmediata súplica:
“Señor, enséñanos a rezar” (Lc. 11,1).
Ellos veían que Jesús rezaba y tenían ganas de aprender a rezar:
“Señor, enséñanos a rezar”. Y Jesús no se niega, no está
celoso de su intimidad con el Padre, sino que ha venido precisamente
para introducirnos en esta relación con el Padre Y así se convierte
en maestro de oración para sus discípulos, como ciertamente quiere
serlo para todos nosotros. Nosotros también deberíamos decir:
“Señor enséñame a rezar. Enséñame”.
Aunque
hayamos rezado durante tantos años, siempre debemos aprender! La
oración del hombre, este anhelo que nace de forma tan natural de su
alma, es quizás uno de los misterios más densos del universo. Y ni
siquiera sabemos si las oraciones que dirigimos a Dios sean en
realidad aquellas que Él quiere escuchar. La Biblia también nos da
testimonio de oraciones inoportunas, que al final son rechazadas por
Dios: basta con recordar la parábola del fariseo y el publicano.
Solo este último, el publicano, regresa a casa del templo
justificado, porque el fariseo era orgulloso y le gustaba que la
gente le viera rezar y fingía rezar: su corazón estaba helado. Y
dice Jesús: éste no
está justificado “porque el que se ensalza será humillado, el que
se humilla será ensalzado” (Lc 18, 14).El primer paso
para rezar es ser humildes, ir donde el Padre y decir: “Mírame,
soy pecador, soy débil, soy malo”, cada uno sabe lo que tiene que
decir. Pero se empieza siempre con la humildad, y el Señor escucha.
La oración humilde es escuchada por el Señor.
Por
eso, al comenzar este ciclo de catequesis sobre la oración de Jesús,
lo más hermoso y justo que todos tenemos que hacer es repetir la
invocación de los discípulos: “¡Maestro, enséñanos a rezar!”.
Será hermoso, en este tiempo de Adviento, repetirlo: “Señor,
enséñame a rezar”. Todos podemos ir algo más allá y rezar
mejor; pero pedírselo al Señor. “Señor, enséñame a rezar”.
Hagámoslo en este tiempo de Adviento y él ciertamente no dejará
que nuestra invocación caiga en el vacío.
06.12.18
Viernes de la Misericordia: El Papa visita 2 casas, de personas pobres y niños enfermas
La ‘CasAmica
onlus’ y el ‘Puente y el árbol’
En
las vísperas de la solemnidad de la Inmaculada Concepción, este
viernes, 7 de diciembre de 2018, el Papa Francisco quiso cumplir su
gesto personal de misericordia yendo a dos realidades de los
suburbios del sur de Roma “para mostrar cercanía con algunas
personas pobres y enfermas”, ha informado la Santa Sede.
Son
los acogidos en la organización sin ánimo de lucro CasAmica
onlus,
la estructura de Trigoria que
recibe a enfermos para ser tratados con atención hospitalaria
continua, acompañados por sus familiares con quienes el Santo
Padre ha pasado la tarde y con los niños con enfermedades mentales
que viven en la comunidad terapéutica de rehabilitación El
puente y el árbol ubicada
en uno de los “puentes” del distrito de Laurentino 38.
En
ambas visitas, que forman parte del Viernes
de la Misericordia,
inaugurado con el Jubileo de 2016, estuvo Monseñor Rino Fisichella,
presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva
Evangelización, para acompañar al Papa.
07.12.18
Ángelus: Es necesario tomar un camino de conversión en actitud vigilante y de oración
Palabras
del Papa antes del Ángelus
(9
dic. 2018).- Antes del Ángelus de este segundo domingo de Adviento
desde la ventana del despacho que da a la plaza San Pedro y ante la
presencia de unas 45.000 personas, el Papa Francisco ha invitado a
vivir este tiempo de espera del Señor con actitud de vigilancia
y de oración. También nos ha invitado a que pensemos cada uno de
nosotros como puedo cambiar algo de mi actitud para preparar el
camino hacia el Señor.
Palabras
del Papa Francisco antes del Ángelus
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El
domingo pasado, la liturgia nos invitó a vivir el tiempo de Adviento
y la espera del Señor con la actitud de vigilancia, y es esta la
oración, vigilad y orad. Hoy, el segundo domingo de Adviento, se nos
muestra cómo dar sustancia a esta espera: emprendiendo un camino de
conversión.
¿Cómo
hacer concreta esta espera?, como guía para este viaje, el Evangelio
nos presenta la figura de Juan el Bautista, quien “viajó por toda
la región del Jordán, predicando un bautismo de conversión para el
perdón de los pecados” (Lc 3, 3). Para describir la misión del
Bautista, el evangelista Lucas recoge la antigua profecía de Isaías:
“Voz del que clama en el desierto: ¡Preparad el camino del Señor,
endereza sus caminos! Cada barranco será rellenado, cada montaña y
cada colina serán bajadas “(versículos 4-5).
Para
preparar el camino para el Señor que viene, es necesario tener en
cuenta las exigencias de conversión a las que el Bautista nos
invita. En primer lugar, estamos llamados a rellenar las depresiones
producidas por la frialdad y la indiferencia, abriéndonos a los
demás con los mismos sentimientos de Jesús, es decir, con esa
cordialidad y atención fraterna que asume la responsabilidad de las
necesidades de nuestro prójimo, osea hay que ir aplanando y todo lo
que consiste la frialdad.
No
se puede tener una relación de caridad, de fraternidad con el
prójimo si hay huecos, espacios, como tampoco se puede ir sobre una
carretera con tantos baches, hay que aplanar calles, hay que cambiar
una actitud. Y todo esto con un cuidado especial para los más
necesitados. Entonces debemos reducir tanta dureza causada por el
orgullo y la soberbia, cuanta gente sin darse cuenta tal vez, es
soberbia, áspera, no tiene esa relación de cordialidad, hay que
superar esto con gestos concretos de reconciliación con nuestros
hermanos, pidiendo el perdón de nuestras faltas, no es fácil
reconciliarse, siempre se piensa quien va a dar el primer paso. El
Señor nos ayuda si tenemos buena voluntad. De hecho, la conversión
está completa si lleva a reconocer con humildad nuestros errores,
nuestras infidelidades y nuestros incumplimientos.
El
creyente es el que, al estar cerca de su hermano, como Juan el
Bautista abre caminos en el desierto, es decir, indica perspectivas
de esperanza incluso en esos contextos existenciales difíciles,
marcados por el fracaso y la derrota. No podemos ceder ante
situaciones negativas de cierre y rechazo; No debemos permitirnos ser
sometidos a la mentalidad del mundo, porque el centro de nuestra vida
es Jesús y su palabra de luz, de amor, de consuelo, es Él. El
Bautista invitó a la gente de su tiempo a la conversión con fuerza,
vigor y severidad. Sin embargo, sabía cómo escuchar, sabía cómo
hacer gestos de ternura y perdón hacia la multitud de hombres y
mujeres que acudían a él para confesar sus pecados y ser bautizados
con el bautismo de penitencia.
Su
testimonio de vida, nos ayuda a ir adelante en nuestro testimonio de
vida, la pureza de su proclamación, su coraje para proclamar la
verdad lograron despertar las expectativas y esperanzas del Mesías
que había estado inactivo durante mucho tiempo. Incluso hoy, los
discípulos de Jesús están llamados a ser sus testigos humildes
pero valientes para reavivar la esperanza, para hacer entender que, a
pesar de todo, el Reino de Dios continúa siendo construido día a
día con el poder del Espíritu Santo. Pensemos cada uno de nosotros
como puedo yo cambiar algo de mi actitud para preparar el camino
hacia el Señor
Que
la Virgen María nos ayude a preparar el camino del Señor día tras
día, comenzando con nosotros mismos; y a sembrar nuestro alrededor,
con tenaz paciencia, semillas de paz, justicia y fraternidad.
09.12.18
70 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos
Discurso
del Papa en la Pontificia Universidad Gregoriana
(10
dic. 2018).- Hoy se inaugura en la Pontificia Universidad Gregoriana
la Conferencia Internacional Los Derechos Humanos en el Mundo
Moderno: conquistas, omisiones, negaciones.
El
evento, celebrado con motivo del 70 aniversario de la Declaración
Universal de los Derechos Humanos y del 25 aniversario de la
Declaración y del Programa de Acción de Viena para la Protección
de los Derechos Humanos en el Mundo, ha sido organizado por la
Pontificia Universidad Gregoriana y el Dicasterio para el Servicio
del Desarrollo Humano Integral.
Mensaje
del Santo Padre
Señor
cardenal
Venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio.
queridos hermanos y hermanas,
Venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio.
queridos hermanos y hermanas,
Me
complace enviar un cordial saludo a todos vosotros, representantes de
los Estados ante la Santa Sede, de las instituciones de las Naciones
Unidas, del Consejo de Europa, de las Comisiones Episcopales de
Justicia y Paz y de las de pastoral social, del mundo académico y
de las organizaciones de la sociedad civil, reunidos en Roma para la
Conferencia Internacional sobre el tema “Los derechos humanos en el
mundo contemporáneo: conquistas, omisiones, negaciones”,
organizada por el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano
Integral y por la Pontificia Universidad Gregoriana, con motivo del
70 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos
Humanos y del 25 aniversario de la Declaración y del Programa
de Acción de Viena.
A
través de estos dos documentos, la familia de las Naciones
quería reconocer la igual dignidad de cada persona humana, [1] de la
cual se derivan derechos y libertades fundamentales que, por estar
enraizados en la naturaleza de la persona humana, -una unidad
inseparable de cuerpo y alma-, son universales, indivisibles,
interdependientes e interconectados. [2] Al mismo tiempo, en la
Declaración de 1948 se reconoce que “toda persona tiene deberes
respecto a la comunidad, puesto que solo en ella puede
desarrollar libre y plenamente su personalidad “. [3]
En
el año en que se celebran aniversarios significativos de estos
instrumentos jurídicos internacionales, resulta oportuna una
reflexión profunda sobre los fundamentos y el respeto por los
derechos humanos en el mundo contemporáneo, una reflexión que
espero sea premisa de un compromiso renovado en favor de la defensa
de la dignidad humana , con una atención especial por los
miembros más vulnerables de la comunidad.
En
efecto, observando con atención nuestras sociedades contemporáneas,
encontramos numerosas contradicciones que nos llevan a preguntarnos
si verdaderamente la igual dignidad de todos los seres humanos,
proclamada solemnemente hace 70 años, sea reconocida,
respetada, protegida y promovida en todas las circunstancias. En el
mundo de hoy persisten numerosas formas de injusticia, nutridas
por visiones antropológicas reductivas y por un modelo económico
basado en las ganancias, que no duda en explotar, descartar e incluso
matar al hombre. [4] Mientras una parte de la humanidad vive en
opulencia, otra parte ve su propia dignidad desconocida, despreciada
o pisoteada y sus derechos fundamentales ignorados o violados.
Pienso,
entre otras cosas, en los niños por nacer a quienes se les niega el
derecho a venir al mundo; en aquellos que no tienen acceso a los
medios indispensables para una vida digna; [5] en aquellos que están
excluidos de la educación adecuada; en quien está injustamente
privado de trabajo o forzado a trabajar como esclavo; a quienes están
detenidos en condiciones inhumanas, a quienes son sometidos a
torturas o a quienes se les niega la oportunidad de redimirse, [6] a
las víctimas de desapariciones forzadas y sus familias.
Mis
pensamientos también se dirigen a todos aquellos que viven en un
clima dominado por la sospecha y el desprecio, que son objeto de
actos de intolerancia, discriminación y violencia debido a su
pertenencia racial, étnica, nacional o religiosa.
Finalmente,
no puedo dejar de recordar a cuántas personas sufren
violaciones múltiples de sus derechos fundamentales en el contexto
trágico de los conflictos armados, mientras los mercaderes de muerte
sin escrúpulos [8] se enriquecen al precio de la sangre de sus
hermanos y hermanas.
Ante
estos graves fenómenos, todos somos cuestionados. De hecho, cuando
se violan los derechos fundamentales, o cuando se favorecen algunos
en detrimento de otros, o cuando se garantizan solo a ciertos grupos,
se producen graves injusticias, que a su vez alimentan los conflictos
con graves consecuencias tanto dentro de las naciones como en
las relaciones entre ellas.
Por
lo tanto, cada uno está llamado a contribuir con coraje y
determinación, en la especificidad de su papel, a respetar los
derechos fundamentales de cada persona, especialmente de las
“invisibles”: de los muchos que tienen hambre y sed, que están
desnudos, enfermos, son extranjeros o están detenidos.
(cfrMt25.35-36), que viven en los márgenes de la sociedad o
son descartados.
Esta
necesidad de justicia y solidaridad tiene un significado especial
para nosotros los cristianos, porque el Evangelio mismo nos invita a
dirigir la mirada a los más pequeños de nuestros hermanos y
hermanas, a movernos a la compasión (cf. Mt 14:14) y a trabajar
arduamente para aliviar sus sufrimientos.
Deseo,
en esta ocasión, dirigir un llamamiento sincero a aquellos con
responsabilidades institucionales, pidiéndoles que coloquen a los
derechos humanos en el centro de todas las políticas, incluidas las
de cooperación para el desarrollo, incluso cuando esto signifique ir
contra la corriente.
Con
la esperanza de que estos días de reflexión puedan despertar la
conciencia e inspirar iniciativas destinadas a proteger y promover la
dignidad humana, confío a cada uno de vosotros, a vuestras familias
y a vuestros pueblos, a la intercesión de María Santísima, Reina
de la Paz, e invoco sobre todos la abundancia de bendiciones
divinas.
En
el Vaticano, 10 de diciembre de 2018.
FRANCISCO
11.12.18
Homilía del Papa en Santa Marta: “Dejémonos consolar por Dios”
“Él
consuela con ternura”
(11
dic. 2018).- Con la ternura: “este es el modo de consolar del
Señor”, ha descrito el Papa esta mañana, martes, 11 de diciembre
de 2018, en la Santa Misa, celebrada en la Capilla de Santa Marta, su
residencia habitual.
“Es
una palabra borrada de todos los vicios que nos alejan del Señor:
vicios clericales, vicios de los cristianos un poco que no quieren
moverse, tibios… La ternura causa temor”, ha indicado Francisco,
ante los fieles que participaban en la Eucaristía matutina.
La
Primera Lectura tomada del Libro del profeta Isaías (Is 40,1-11),
en efecto, es precisamente una invitación al consuelo: “Consuelen,
consuelen a mi pueblo, dice su Dios”, porque “su culpa está
descontada”.
“He
aquí, que Él, el Señor tiene consigo el premio, su recompensa lo
precede”: Así termina el pasaje de Isaías, ha recordado el Santo
Padre. “Como un pastor Él apacienta a la grey y con su brazo la
reúne. Lleva a los corderitos sobre su pecho y conduce dulcemente a
las ovejas madres”.
Se
trata, por lo tanto –ha matizado el Pontífice– del “consuelo
de la salvación”, de la buena noticia que “hemos sido salvados”.
Cristo Resucitado, en aquellos cuarenta días, con sus discípulos
hace precisamente esto: consolar.
Pero
“nosotros no queremos correr el riesgo” y “oponemos resistencia
al consuelo” como si “estuviéramos más seguros en las aguas
turbulentas de los problemas”: “Nosotros estamos apegados a
este pesimismo espiritual”, dijo el Papa.
“Hagamos
la apuesta sobre la desolación, sobre los problemas, sobre la
derrota” mientras el Señor trabaja con tanta fuerza pero encuentra
resistencia. También se ve esto con los discípulos la mañana de la
Pascua: “Pero yo quiero tocar y asegurarme bien”. Esto sucede
porque se teme otra derrota.
Así,
el Santo Padre concluyó exhortando a que cada uno se prepare a la
Navidad al menos con la paz: la paz del corazón, “la paz de Tu
presencia, la paz que dan Tus caricias”, dijo dirigiéndose al
Señor.
12.12.18
Audiencia general, 12 de diciembre de 2018 – Catequesis del Papa
Segunda catequesis del ‘Padre
Nuestro’
(12
dic. 2018).- La oración –nos enseña Jesús– se anida donde
quiera que haya un hombre, cualquier hombre que tenga hambre, que
llore, que luche, que sufra y se pregunte “por qué”, ha
explicado el Papa Francisco, en la catequesis de hoy, la segunda
sobre el ‘Padre Nuestro’.
La
audiencia general ha tenido lugar este miércoles, 12 de diciembre de
2018, a las 9:20 horas en el Aula Pablo VI donde el Santo Padre ha
encontrado grupos de peregrinos y fieles de Italia y de todo el
mundo.
El
Pontífice, continuando el ciclo de catequesis dedicado al ‘Padre
nuestro’, ha hablado hoy del tema Una oración que pide con
confianza (Pasaje bíblico: del Evangelio según
Lucas 11, 9-13).
Asimismo,
Francisco ha indicado que la oración “no solo precede a la
salvación, sino que de alguna manera ya la contiene”, porque
“nos libera de la desesperación de quien no cree” que haya una
salida para tantas situaciones insoportables.
Tras
resumir su discurso en diversas lenguas, el Papa ha saludado en
particular a los grupos de fieles presentes procedentes de todo el
mundo.
La
audiencia general ha terminado con el canto del Pater
Noster y labendición apostólica.
Catequesis
del Papa Francisco 12.12.18
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Continuamos
el camino de catequesis sobre el “Padre nuestro” que comenzó la
semana pasada. Jesús pone en los labios de sus discípulos una
oración breve, audaz, compuesta de siete peticiones: un número que
en la Biblia no es accidental, indica plenitud. Digo audazmente
porque, si Cristo no lo hubiera sugerido, probablemente ninguno de
nosotros – todavía más, ninguno de los teólogos más famosos-
se atrevería a rezar a Dios de esta manera.
En
efecto, Jesús invita a sus discípulos a acercarse a Dios y a
dirigirle con confianza algunas peticiones: En primer lugar para Él
y luego para nosotros. No hay preámbulos en el “Padre Nuestro”.
Jesús no enseña fórmulas para “congraciarse” con el Señor;
por el contrario, invita a rezarle, derrumbando las barreras de
la sujeción y el temor. No dice que hay que dirigirse a Dios
llamándole “Todopoderoso”, “Altísimo”. “Tú que estás
tan lejos de nosotros, yo soy un mísero”: no, no dice así” sino
simplemente “Padre”, con toda simplicidad, como los niños hablan
al papá. Y esta palabra, “Padre”, expresa la confianza y la
seguridad filial.
La
oración del “Padre Nuestro” hunde sus raíces en la realidad
concreta del hombre. Por ejemplo, nos hace pedir pan, el pan de cada
día: solicitud simple pero esencial, que dice que la fe no es una
cuestión “decorativa”, separada de la vida, que interviene
cuando todas las demás necesidades están satisfechas. Si acaso, la
oración comienza con la vida misma. La oración – nos enseña
Jesús – no empieza en la existencia humana después de que el
estómago esté lleno: más bien, se anida donde quiera que haya un
hombre, cualquier hombre que tenga hambre, que llore, que luche, que
sufra y se pregunte “por qué”. Nuestra primera oración, en
cierto sentido, fue el vagido que acompañó el primer aliento. En
ese llanto de recién nacido, se anunciaba el destino de toda nuestra
vida: nuestra hambre continua, nuestra sed constante, nuestra
búsqueda de la felicidad.
Jesús,
en la oración, no quiere extinguir lo humano, no quiere
anestesiarlo. No quiere que moderemos las solicitudes y las
peticiones aprendiendo a soportar todo. En cambio, quiere que todo
sufrimiento, toda inquietud, se eleve hacia el cielo y se convierta
en diálogo.
Tener
fe, decía una persona, es acostumbrarse al grito.
Todos
tendríamos que ser como el Bartimeo del Evangelio (cf. Mc 10,
46-52), -recordemos ese pasaje del Evangelio, Bartimeo, el hijo de
Timeo- ese ciego que mendigaba en Jericó. A su alrededor había
tanta gente educada que le decían que se callara: “¡Pero,
cállate! Pasa el Señor. Cállate. No molestes, El Maestro tiene
tanto que hacer; no le molestes. Molestas con tus gritos. No
molestes”. Pero él, no escuchaba esos consejos: con santa
insistencia, pretendía que su condición miserable
pudiera encontrarse finalmente con Jesús. ¡Y gritaba más fuerte!.
Y la gente educada: “Pero no, es el Maestro ¡por favor!. ¡Qué
mal estas quedando!”. Y él gritaba porque quería ver, quería que
le curase: “Jesús, ten piedad de mí!” (V. 47). Jesús le
devuelve la vista y le dice: “Tu fe te ha salvado” (v.52), casi
como para explicar que lo decisivo para su recuperación había sido
la oración, esa invocación gritada con fe, más fuerte
que “el sentido común” de tantas personas que querían que se
callara. La oración no solo precede a la salvación, sino que de
alguna manera ya la contiene, porque nos libera de la desesperación
de quien no cree que haya una salida para tantas situaciones
insoportables.
Por
supuesto, los creyentes también sienten la necesidad de alabar a
Dios. Los Evangelios recogen la exclamación de alegría que brota
del corazón de Jesús, lleno de asombro agradecido por el Padre (cf.
Mt 11, 25-27). Los primeros cristianos sentían incluso la necesidad
de agregar al texto del “Padre nuestro” una doxología:
“Porque tuyo es el poder y la gloria por los siglos de los siglos”
(Didache, 8, 2).
Pero
ninguno de nosotros tiene por qué abrazar la teoría propuesta en el
pasado por algunos, es decir que la oración de petición sea una
forma débil de fe, mientras que la oración más auténtica sería
la de alabanza pura, la que busca a Dios sin el peso de petición
alguna. No, eso no es verdad. La oración de petición es auténtica,
espontánea, es un acto de fe en Dios que es el Padre, que es
bueno, que es todopoderoso. Es un acto de fe en mí, que soy pequeño,
pecador, necesitado. Y por eso la oración para pedir algo es muy
noble. Dios es el Padre que tiene una compasión inmensa por nosotros
y quiere que sus hijos le hablen sin miedo, llamándole directamente
“Padre”; o en medio de las dificultades diciendo: “Pero, Señor,
¿qué me has hecho?”. Por eso podemos contarle todo, incluso las
cosas que en nuestra vida siguen estando torcidas e incomprensibles.
Y nos ha prometido que estará con nosotros para siempre, hasta
el último día que pasemos en esta tierra. Recemos el Padre nuestro
empezando así, simplemente: “Padre” o “Papá”. Y Él nos
entiende y nos ama tanto.
13.12.18
Italia: El Papa anima a ‘Telepeace’ a ser “la voz de aquellos que no tienen voz”
Discurso
del Santo Padre
(13
dic. 2018).- Los colaboradores y amigos de Telepace se
han encontrado con el Santo Padre Francisco este jueves, 13 de
diciembre de 2018, a las 12:30 horas, en la Sala Clementina del
Palacio Apostólico, con motivo del 40 aniversario del nacimiento de
la emisora.
El
Papa Francisco ha encargado tres compromisos a la emisora
italiana: Ser antenas de espiritualidad, educar a los
jóvenes en la escuela del Evangelio y ser narradores que no caigan
en el cotilleo.
Telepace siempre
se ha destacado por su vocación de “proximidad” y por su
auténtico servicio “a Dios y al hombre en la Iglesia”, ha
recordado el Pontífice.
Discurso
del Papa Francisco
Queridos
hermanos y hermanas,
Os
saludo con afecto y agradezco a Don Guido Todeschini sus palabras de
presentación. Telepace acaba de concluir las
iniciativas con motivo de vuestro cuarenta aniversario. Ha sido un
año de especial gratitud a Dios y de reflexión sobre vuestro
servicio profesional. Efectivamente, también las herramientas
de comunicación son un don de Dios: “han implicado una ampliación
de los horizontes para muchas personas. Este es un regalo de Dios, y
también es una gran responsabilidad. Me gusta definir este poder de
comunicación como “proximidad”. […] una proximidad que se hace
cargo, consuela, cura,
acompaña y celebra “(Mensaje para la L Jornada Mundial de las
Comunicaciones, 24 de enero de 2016).
Telepace siempre
se ha destacado por su vocación de “proximidad” y por su
auténtico servicio “a Dios y al hombre en la Iglesia”, como reza
vuestro lema. En este contexto debe leerse la decisión de no aceptar
ningún tipo de publicidad y de vivir solamente de los
donativos. Como para los primeros cristianos, hay un confiarse
totalmente a la Providencia, que se basa en la invitación de Jesús:
“Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se
os dará por añadidura” (Mt 6, 33).
Telepace nació
pequeña y limitada a unas pocas provincias italianas, con un
objetivo preciso: ser la voz de aquellos que no tienen voz.
Os animo a seguir siéndolo. Especialmente en el momento actual, en
el que la cultura del descarte deja sin voz cada vez a más personas.
En 1990, por deseo de San Juan Pablo II, se abrió la sede de Roma:
la audiencia del miércoles, el ángelus, el rosario y las
celebraciones del Papa llegan completas y directamente a cada casa.
Un gran vínculo de relación y afecto con la Sede de Pedro, al que
se une también el “Cenáculo
María Estrella de la Evangelización”.
Por
lo tanto, estoy contento de compartir este momento de fiesta de
vuestro aniversario. No es un fin en sí mismo, sino una oportunidad
para renovar el compromiso adquirido hace cuarenta años. Para ello,
quisiera encargaros brevemente tres compromisos.
El
primero: Ser
antenas de espiritualidad.
La imagen de la antena es siempre hermosa y elocuente en su doble
función de emitir y recibir una señal. Telepace, como
canal radiotelevisivocanal radiotelevisivo es experta en este proceso
de comunicación. Vuestra tarea es saber cómo reconocer los signos
espirituales del amor misericordioso del Padre en todo lo que sucede.
“También hoy el Espíritu siembra en nosotros el deseo del Reino,
a través de muchos «canales» vivientes, a través de las personas
que se dejan conducir por la Buena Nueva en medio del drama de la
historia” (Mensaje
para la LI Jornada Mundial de las Comunicaciones,
24 de enero de 2017). ¡Ojalá en vuestra profesión seáis “canales
vivos” de espiritualidad para Dios y para todos vuestros
oyentes y espectadores! Sobre todo los pobres, los últimos, los
excluidos. ¡Nunca os olvidéis de ellos, los pobres de al lado!
Seguid estando al lado de los presos, de los condenados a
muerte, -es horrible, pero todavía hay pena de muerte- como
cuando fuisteis al Pabellón de la Muerte en Texas, donde
acompañasteis al patíbulo y asististeis a dos jóvenes
después de haberlos consolado con los Sacramentos. ¡Es la
espiritualidad de la caridad!
Segundo
compromiso: educar a los jóvenes en la escuela del
Evangelio. Uno de los temas surgidos en la reciente
asamblea sinodal, dedicada a los jóvenes, se refiere precisamente a
su relación con la Iglesia. En
el Documento Final leemos: “Todos los jóvenes, ninguno excluido,
están en el corazón de Dios y, por lo tanto, también en el corazón
de la Iglesia. Sin embargo, reconocemos francamente que esta
afirmación que resuena en nuestros labios no siempre es una
expresión real en nuestra acción pastoral […]. Sin embargo, el
Evangelio nos pide que nos atrevamos y queremos hacerlo sin
presunción y sin hacer proselitismo, dando testimonio del amor del
Señor y tendiendo su mano a todos los jóvenes del mundo “(No.
117). ¡Cómo me gustaría que también los medios de comunicación
prestasen más atención a los jóvenes, no contando solo sus
fracasos, sino también sus sueños y sus esperanzas! El Evangelio de
la alegría nos llama a un compromiso educativo que ya no puede
aplazarse. Educar a los jóvenes en la escuela del
Evangelio significa, ante todo, ser testigos de
la única Palabra que salva. Que vuestra comunicación sea en
salida, para dialogar e, incluso antes, para escuchar a los
jóvenes. Recordemos: ¡el Evangelio pide atreverse!
Tercero: Ser
narradores que no caigan en el cotilleo. La comunicación no
es solo transmisión de noticias: es disponibilidad, enriquecimiento
mutuo, relación. Desgraciadamente, sigue estando generalizada una
forma de comunicación que no tiene nada que ver con la atención a
los demás y con el entendimiento mutuo: es cotilleo. Es una mala
práctica que cada día socava la comunidad humana, sembrando
envidia, celos y ansia de poder. Se puede matar incluso a una persona
con este arma, ya sea empuñándola, es decir fabricando cotilleo, o
pasándola de mano, cuando se presta escucha, prolongando la vida a
la mentira y
la delación. Por lo tanto, es importante comunicar de manera
responsable, pensando también en cuanto daño se puede hacer la
lengua, con el chismorreo, con el cotilleo. Renuevo, pues, la
invitación a “promover un periodismo de paz, un […] periodismo
hecho por personas para personas, y que se comprende como servicio a
todos, especialmente a aquellos –y son la mayoría en el mundo–
que no tienen voz; un […] periodismo empeñado en indicar
soluciones alternativas a la escalada del clamor y de la
violencia verbal. »(Mensaje para la LII Jornada Mundial de
las Comunicaciones, 24 de enero de 2018).
¡Que
el Señor os ayude a no traicionar nunca el objetivo que lleváis en
el nombre: Tele-pace (Tele-paz), a ser siempre una
televisión de paz, que es un don de Dios y es una humilde y
constante conquista de la humanidad! Vuestro logo es la paloma que
lleva una rama de olivo en el pico. Os deseo que todos los días
seáis palomas de paz y voléis en el éter con las dos alas de la
oración y la caridad.
Queridos
amigos, dentro de poco será Navidad. Preparémonos para este
gran misterio en silencio: dejemos que hable el Niño; dejemos que su
mirada, pobre e indefensa, penetre en nuestros corazones y con su
ternura nos haga “canales” de paz. Os agradezco vuestra visita,
os bendigo así como a vuestras failias..."
14.12.18
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