2 de des. 2018

PAPA.- ADVENT


Angelus: “Para vivir bien el tiempo de la espera del Señor”

Palabras del Papa Francisco antes del Ángelus.

(2 dic. 2018).- Durante el Adviento, no se trata de “mundanizar” o “paganizar” la expectativa de Cristo, sino de vivir con la esperanza de que la historia avance hacia un mundo nuevo y que “incluso los errores humanos” Se puede usar para “manifestar la misericordia” de Dios, explica el Papa Francisco.
Antes del Ángelus del domingo 2 de diciembre de 2018, en la plaza San Pedro, y en presencia de unas 20,000 personas, el Papa Francisco explicó el significado de este primer domingo de Adviento y cuatro semanas de preparación para la Navidad.
Nos invitó a dejar el “sopor” y la “pereza” de una vida que gira alrededor de nosotros mismos para abrir, en “oración” y “vigilancia”, a las necesidades de las personas, de nuestros hermanos y el deseo de un mundo nuevo”: ” Es el deseo de tantos pueblos martirizados por el hambre, la injusticia y la guerra; es el deseo de los pobres, los débiles, los abandonados”.
El Papa sugirió este examen de conciencia: “Es un momento oportuno para abrir nuestros corazones, para hacernos preguntas concretas sobre cómo y para quién pasamos nuestras vidas”.
El Adviento es el momento de acoger al Señor que viene a reunirse con nosotros, mirar hacia el futuro y prepararse para el regreso de Cristo”, agregó en un tweet publicado en su cuenta @Pontifex.
Después del Ángelus, con la AED, el Papa Francisco invitó a orar por la paz en la “querida Siria” , como parte de la campaña de Navidad de la AED: “50.000 velas por la paz en Siria”.
La paz fue precisamente la intención de oración del Papa a lo largo de noviembre, realizada por su Red Mundial de Oración 
Palabras del Papa Francisco ante el Ángelus.
Queridos hermanos y hermanas, ¡Buenos días!
Hoy comienza el Adviento, el tiempo litúrgico que nos prepara para la Navidad, invitándonos a levantar los ojos y abrir nuestros corazones para recibir a Jesús. Durante el Adviento, no solo vivimos la espera navideña; también estamos invitados a despertar la expectativa del glorioso regreso de Cristo, cuando él regrese al final de los tiempos, y nos prepare para el encuentro final con él a través de elecciones coherentes y valientes. Recordamos la Navidad, esperamos el glorioso regreso de Cristo y también nuestro encuentro personal: el día que el Señor nos llamará. Durante estas cuatro semanas, estamos llamados a dejar atrás una forma de vida resignada y rutinaria, alimentando esperanzas y sueños para un futuro nuevo. El evangelio de este domingo (cf Lc21, 25-28, 34-36) va precisamente en esta dirección y nos advierte que no nos dejemos oprimir por un modo de vida egocéntrico y ritmos convulsivos de los días. Las palabras de Jesús resuenan de una manera particularmente incisiva: “Estén atentos, para que su corazón no esté cargado de disipaciones, embriaguez y preocupaciones de la vida, y ese día, no caiga de improviso sobre vosotros[…] Velad y orad en todo momento”(vv 34.36).
Mantente despierto y reza: así es como se vive esta época desde hoy hasta la navidad. Estar despierto y orar. El sueño interno viene siempre de girar siempre sobre nosotros mismos, encerrado en la propia vida con los problemas, las alegrías y los dolores, y siempre girar entorno a nosotros mismos. Y eso cansa, aburre, se cierra a la esperanza. Esta es la raíz del letargo y la ociosidad de que habla el Evangelio. El Adviento nos invita a un compromiso de vigilancia, a mirar más allá de nosotros mismos, a expandir nuestras mentes y corazones para abrirnos a las necesidades de las personas, de nuestros hermanos y al deseo de un mundo nuevo. Es el deseo de tantos pueblos martirizados por el hambre, la injusticia y la guerra; Es el deseo de los pobres, los débiles, los abandonados. Es un buen momento para abrir nuestros corazones para hacernos preguntas concretas sobre como y por quién empleamos nuestras vidas.
La segunda actitud para vivir bien el tiempo de la espera del Señor es el de la oración. “Levántate y alza la cabeza, porque tu liberación está cerca” (v. 28), advierte el Evangelio de Lucas. Se trata de levantarse y orar, de volver nuestros pensamientos y corazones a Jesús que viene. Nosotros, estamos esperando a Jesús, queremos esperarle en oración, lo cual está estrechamente relacionado con la vigilancia. Orar, esperar a Jesús, abrirnos a los demás, estar atentos, no encerrados en nosotros mismos. Pero si pensamos en la Navidad en un clima de consumo, para ver qué puedo comprar para hacer esto o aquello, de la fiesta mundana, Jesús pasará y no lo encontraremos. Estamos esperando a Jesús y queremos esperarle en oración, que está estrechamente relacionado con la vigilancia.
Pero ¿qué espera el horizonte de nuestra oración? En la Biblia es especialmente, las voces de los profetas. Quien nos diga. Hoy, es el de Jeremías, que habla a las personas endurecidas por el exilio y que corre el riesgo de perder su identidad. Incluso nosotros, los cristianos, que también somos pueblo de Dios, corremos el peligro de convertirnos en “mundanos” y perder nuestra identidad, e incluso “paganizar” el estilo cristiano. Para esto necesitamos la Palabra de Dios que, a través del profeta, nos anuncia: “He aquí, vendrán días en que cumpliré las promesas que hice a la casa de Israel y a la casa de Judá […]. Haré crecer un germen justo para David, quien ejercerá juicio y justicia sobre la tierra “(33, 14-15) es Jesús que llega y nosotros esperamos. Que la Virgen María, que nos trae a Jesús, la mujer de la espera y la oración, nos ayude a fortalecer nuestra esperanza en las promesas de su Hijo Jesús, a hacernos experimentar solo a través de las pruebas de la historia, y se sirve de los errores humanos para manifestar que Dios permanece fiel y manifestar su misericordia.
03.12.18



Santa Marta: Para que la Navidad no sea una fiesta social

Las dimensiones del Adviento

(3 dic. 2018).- El Adviento es un momento de purificación para que la Navidad no se convierta en una celebración mundana, dijo el Papa Francisco en la misa de la mañana del 3 de diciembre de 2018, celebrada en la capilla de Casa Santa Marta en el Vaticano.
El día después del comienzo de Adviento, el Santo Padre meditó en este tiempo litúrgico, que es la ocasión para “purificar el espíritu para hacer crecer la fe”. A veces los cristianos se “acostumbran a la fe”, olvidando su “vivacidad”, señaló Francisco en su homilía, reportada por Vatican News.
Cuando nos acostumbrados a ello, perdemos la fuerza de la fe, la novedad de la fe, que siempre se renueva”. El Adviento tiene “tres dimensiones”: pasado, presente y futuro, aclaró el Pontífice.
Es ante todo “la purificación de la memoria… No es el árbol de Navidad el que nace “sino” Jesucristo… El Señor… El Redentor que vino a salvarnos… El Redentor que vino a salvarnos… Siempre tenemos el peligro, siempre tendremos en nosotros la tentación de hacer que la Navidad sea mundana, cuando la fiesta deje de ser contemplación, una hermosa celebración familiar con Jesús en el centro, y comience a ser una celebración mundana: comprar, presentar, esto y eso… y el Señor permanece allí, olvidado.
El Adviento también ayuda a “purificar la esperanza”, a prepararse “para el encuentro definitivo con el Señor”, continuó. “Porque ese Señor que vino allí, regresará, ¡Él regresará! Él volverá a preguntarnos: ‘¿Cómo pasaste tu vida?’ Será un encuentro personal”.
El Papa ha continuado: “Hoy tendremos un encuentro personal con el Señor en la Eucaristía, y podemos tener un encuentro personal con la Navidad de hace 2000 años… pero, cuando regrese, tendremos este encuentro personal con Él”.
Finalmente, la tercera dimensión es la más cotidiana: “purificar el reloj”. La contemplación y la oración son dos palabras para el Adviento porque el Señor entró en la historia en Belén; Él vendrá al final del mundo y también al final de la vida de cada uno de nosotros. Pero Él viene cada día, en cada instante de nuestro corazón, por la inspiración del Espíritu Santo”, concluyó el Papa Francisco.
04.12.18


El Adviento es “construir la paz en el alma, en la familia y en el mundo”

Sin herir a los demás” dice el Papa

(4 dic. 2018).- El Adviento es prepararse a la Navidad –ha aclarado el Papa Francisco–tratando de “construir la paz en la propia alma, en la familia y en el mundo”, sin herir a los demás.
El Pontífice ha lanzado esta pregunta en la homilía pronunciada esta mañana: “¿Cómo está tu alma hoy? ¿Está en paz?”. Si no lo está, pide al Príncipe de la paz que la pacifique para prepararse al encuentro con Él. “Nosotros estamos acostumbrados a mirar el alma de los demás” pero “mira tu alma”, ha exhortado.
Así, el Santo Padre ha reflexionado a partir de la Primera Lectura (Isaías 11,1-10) y del Evangelio (Lucas 10,21-24) de la Liturgia del día, en la Misa celebrada en la mañana del martes, 4 de diciembre de 2018, en la Capilla de la Casa Santa Marta.
Tiempo para “pacificarse”
Este es “un tiempo para prepararnos a esta venida del Príncipe de la paz”, ha reiterado. Es un tiempo para “pacificarse”, exhortó el Papa. Se trata de una pacificación ante todo “con nosotros mismos, pacificar el alma”, ha matizado. “Muchas veces nosotros no estamos en paz” sino “con ansiedad, con angustia y sin esperanza”.

Por ello, el Pontífice ha recordado las palabras de Isaías, en las que hay una promesa de cómo serán los tiempos cuando vendrá el Señor: “El Señor hará la paz” y “todo estará en paz”. Isaías lo describe con “imágenes un poco bucólicas” pero bellas: “El lobo vivirá junto al cordero”, “el leopardo se echará junto al cabrito” “y un  niño pequeño los guiará”. Esto significa –ha aclarado el Papa– que Jesús trae una paz “capaz de transformar la vida y la historia”.
También es necesario “pacificar la casa”, la familia. “Hay tantas tristezas en las familias, tantas luchas, tantas pequeñas guerras, tanta desunión a veces”, afirmó Francisco e invitó a preguntarse si la propia familia está en paz o en guerra, si uno está contra el otro, si hay desunión, si hay puentes o “murallas que nos separan”.

La paz es “fecunda”
La paz siempre va adelante, jamás está detenida, “es fecunda”, ha compartido el Papa, “comienza desde el alma y después vuelve al alma tras haber hecho todo este camino de pacificación”.
Así, el Santo Padre ha asegurado que “hacer la paz es un poco imitar a Dios, cuando ha querido hacer la paz con nosotros y nos ha perdonado, nos ha enviado a Su Hijo para hacer la paz, para ser el Príncipe de la paz”.
Por lo tanto, la oración de este tiempo de Adviento debe ser aquella que “pacifica”, vivir con la paz en nuestra alma, en la familia y en el barrio.
Y padre, ¿cómo puedo hacer para no herir al otro?”, ha reflexionado el Papa. “No hablar mal de los demás, no tirar el primer cañonazo”. Si todos nosotros hiciéramos sólo esto – no hablar de los demás – la paz avanzaría más.
05.12.18



Nueva serie de catequesis dedicada al ‘Padre Nuestro’

Señor, enséñanos a rezar

(5 dic. 2018).- El Santo Padre ha iniciado esta mañana, en la audiencia general, un nuevo ciclo de catequesis sobre el “Padre Nuestro”. “Enséñanos a rezar” se titula la meditación del Papa de hoy, inspirada en el pasaje bíblico del Evangelio de San Lucas 11, 1.
A  las 9:30 horas ha llegado el Papa Francisco al aula Pablo VI, en el Vaticano, donde se ha encontrado  con miles de visitantes y peregrinos procedentes de diferentes países del mundo, y ha celebrado la audiencia general, este miércoles, 5 de diciembre de 2018.
Señor, enséñanos a rezar” pidieron los Apóstoles a Jesús, impactados por su modo de orar. “Él rezaba como cualquier hombre” –ha observado el Papa– “pero su modo de hacerlo estaba envuelto en el misterio. Esto impactó a sus discípulos”.
Jesús, se convirtió así en maestro de oración para ellos, “como quiere serlo también para nosotros”, ha anunciado el Pontífice a todos los fieles desde el aula Pablo VI.
Los evangelios nos presentan a Jesús como un “hombre de oración”. Si bien experimentaba la urgencia de predicar y de salir al encuentro de la multitud, “buscaba momentos de soledad para rezar”, ha recordado el Santo Padre.
Catequesis del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy comenzamos un ciclo de catequesis sobre el “Padre Nuestro”.

Los evangelios nos presentan retratos muy vívidos de Jesús como hombre de oración. Jesús rezaba. A pesar de la urgencia de su misión y el apremio de tantas personas que lo reclaman, Jesús siente la necesidad de apartarse en soledad y rezar. El Evangelio de Marcos nos cuenta este detalle desde la primera página del ministerio público de Jesús (cf. 1: 35). El día inaugural de Jesús en Cafarnaúm  terminó triunfalmente. Cuando baja el sol, una multitud de enfermos llega a la puerta donde mora Jesús: el Mesías predica y sana. Se cumplen las antiguas profecías y las expectativas de tantas personas que sufren: Jesús es el Dios cercano, el Dios que libera. Pero esa multitud es todavía pequeña en comparación con muchas otras multitudes que se reunirán alrededor del profeta de Nazaret; a veces se trata de reuniones oceánicas, y Jesús está en el centro de todo, el esperado por el pueblo, el resultado de la esperanza de Israel.
Y, sin embargo, Él se desvincula; no termina siendo rehén de las expectativas de quienes lo han elegido como líder. Hay un peligro para los líderes: apegarse demasiado a la gente, no mantener las distancias. Jesús se da cuenta y no termina siendo rehén de la gente. Desde la primera noche de Cafarnaúm, demuestra ser un Mesías original. En la última parte de la noche, cuando se anuncia el amanecer, los discípulos todavía lo buscan, pero no consiguen encontrarlo. ¿Dónde está? Hasta que, por fin, Pedro lo encuentra en un lugar aislado, completamente absorto en la oración y le dice: “¡Todos te están buscando!” (Mc 1, 37). La exclamación parece ser la cláusula que sella el éxito de un plebiscito, la prueba del buen resultado de una misión.
Pero Jesús dice a los suyos que debe ir a otro lugar; que no son las personas las que lo buscan, sino que en primer lugar es Él el que busca los demás. Por lo tanto, no debe echar raíces, sino seguir siendo un peregrino por  los caminos de Galilea (versículos 38-39). Y también peregrino hacia el Padre, es decir: rezando. En camino de oración. Jesús reza.
Y todo sucede en una noche de oración.
En alguna página de las Escrituras parece ser la oración de Jesús, su intimidad con el Padre, la que gobierna todo. Lo será especialmente, por ejemplo, en la noche de Getsemaní. El último trecho del camino de Jesús (en absoluto, el más difícil de los que había recorrido hasta entonces) parece encontrar su significado en la escucha continua de Jesús hacia su Padre. Una oración ciertamente no fácil, de hecho, una verdadera “agonía”, en el sentido del agonismo de los atletas, y sin embargo, una oración capaz de sostener el camino de la cruz.
Aquí está el punto esencial: Allí Jesús rezaba.
Jesús rezaba intensamente en los actos públicos, compartiendo la liturgia de su pueblo, pero también buscaba lugares apartados, separados del torbellino del mundo, lugares que permitieran descender al secreto de su alma: es el profeta que conoce las piedras del desierto y sube a lo alto de los montes. Las últimas palabras de Jesús, antes de expirar en la cruz, son palabras de los salmos, es decir de la oración, de la oración de los judíos: rezaba con las oraciones que su madre le había enseñado.
Jesús rezaba como reza cada hombre en el mundo. Y, sin embargo, en su manera de rezar, también había un misterio encerrado, algo que seguramente no había escapado a los ojos de sus discípulos  si encontramos en los evangelios esa simple e inmediata súplica: “Señor, enséñanos a rezar” (Lc. 11,1). Ellos veían que Jesús rezaba y tenían ganas de aprender a rezar: “Señor, enséñanos a rezar”. Y Jesús no se niega, no está celoso de su intimidad con el Padre, sino que ha venido precisamente para introducirnos en esta relación con el Padre Y así se convierte en maestro de oración para sus discípulos, como ciertamente quiere serlo para todos nosotros. Nosotros también deberíamos decir: “Señor enséñame a rezar. Enséñame”.
Aunque hayamos rezado durante tantos años, siempre debemos aprender! La oración del hombre, este anhelo que nace de forma tan natural de su alma, es quizás uno de los misterios más densos del universo. Y ni siquiera sabemos si las oraciones que dirigimos a Dios sean en realidad aquellas que Él quiere escuchar. La Biblia también nos da testimonio de oraciones inoportunas, que al final son rechazadas por Dios: basta con recordar la parábola del fariseo y el publicano. Solo este último, el publicano,  regresa a casa del templo justificado, porque el fariseo era orgulloso y le gustaba que la gente le viera rezar y fingía rezar: su corazón estaba helado. Y dice Jesús: éste no está justificado “porque el que se ensalza será humillado, el que se humilla será ensalzado” (Lc 18, 14).El primer paso para rezar es ser humildes, ir donde el Padre y decir: “Mírame, soy pecador, soy débil, soy malo”, cada uno sabe lo que tiene que decir. Pero se empieza siempre con la humildad, y el Señor escucha. La oración humilde es escuchada por el Señor.
Por eso, al comenzar este ciclo de catequesis sobre la oración de Jesús, lo más hermoso y justo que todos tenemos que hacer es repetir la invocación de los discípulos: “¡Maestro, enséñanos a rezar!”. Será hermoso, en este tiempo de Adviento, repetirlo: “Señor, enséñame a rezar”. Todos podemos ir algo más allá y rezar mejor; pero pedírselo al Señor. “Señor, enséñame a rezar”. Hagámoslo en este tiempo de Adviento y él ciertamente no dejará que nuestra invocación caiga en el vacío.
06.12.18


Viernes de la Misericordia: El Papa visita 2 casas, de personas pobres y niños enfermas

La ‘CasAmica onlus’ y el ‘Puente y el árbol’

En las vísperas de la solemnidad de la Inmaculada Concepción, este viernes, 7 de diciembre de 2018, el Papa Francisco quiso cumplir su gesto personal de misericordia yendo a dos realidades de los suburbios del sur de Roma “para mostrar cercanía con algunas personas pobres y enfermas”, ha informado la Santa Sede.
Son los acogidos en la organización sin ánimo de lucro CasAmica onlus, la estructura de Trigoria que recibe a enfermos para ser tratados con atención hospitalaria continua, acompañados por sus familiares con quienes el Santo Padre ha pasado la tarde y con los niños con enfermedades mentales que viven en la comunidad terapéutica de rehabilitación El puente y el árbol ubicada en uno de los “puentes” del distrito de Laurentino 38.

En ambas visitas, que forman parte del Viernes de la Misericordia, inaugurado con el Jubileo de 2016, estuvo Monseñor Rino Fisichella, presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, para acompañar al Papa.
07.12.18


Ángelus: Es necesario tomar un camino de conversión en actitud vigilante y de oración

Palabras del Papa antes del Ángelus

(9 dic. 2018).- Antes del Ángelus de este segundo domingo de Adviento desde la ventana del despacho que da a la plaza San Pedro y ante la presencia de unas 45.000 personas, el Papa Francisco ha invitado a vivir este tiempo de espera del Señor con actitud de vigilancia y de oración. También nos ha invitado a que pensemos cada uno de nosotros como puedo cambiar algo de mi actitud para preparar el camino hacia el Señor.
Palabras del Papa Francisco antes del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El domingo pasado, la liturgia nos invitó a vivir el tiempo de Adviento y la espera del Señor con la actitud de vigilancia, y es esta la oración, vigilad y orad. Hoy, el segundo domingo de Adviento, se nos muestra cómo dar sustancia a esta espera: emprendiendo un camino de conversión.
¿Cómo hacer concreta esta espera?, como guía para este viaje, el Evangelio nos presenta la figura de Juan el Bautista, quien “viajó por toda la región del Jordán, predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados” (Lc 3, 3). Para describir la misión del Bautista, el evangelista Lucas recoge la antigua profecía de Isaías: “Voz del que clama en el desierto: ¡Preparad el camino del Señor, endereza sus caminos! Cada barranco será rellenado, cada montaña y cada colina serán bajadas “(versículos 4-5).
Para preparar el camino para el Señor que viene, es necesario tener en cuenta las exigencias de conversión a las que el Bautista nos invita. En primer lugar, estamos llamados a rellenar las depresiones producidas por la frialdad y la indiferencia, abriéndonos a los demás con los mismos sentimientos de Jesús, es decir, con esa cordialidad y atención fraterna que asume la responsabilidad de las necesidades de nuestro prójimo, osea hay que ir aplanando y todo lo que consiste la frialdad.
No se puede tener una relación de caridad, de fraternidad con el prójimo si hay huecos, espacios, como tampoco se puede ir sobre una carretera con tantos baches, hay que aplanar calles, hay que cambiar una actitud. Y todo esto con un cuidado especial para los más necesitados. Entonces debemos reducir tanta dureza causada por el orgullo y la soberbia, cuanta gente sin darse cuenta tal vez, es soberbia, áspera, no tiene esa relación de cordialidad, hay que superar esto con gestos concretos de reconciliación con nuestros hermanos, pidiendo el perdón de nuestras faltas, no es fácil reconciliarse, siempre se piensa quien va a dar el primer paso. El Señor nos ayuda si tenemos buena voluntad. De hecho, la conversión está completa si lleva a reconocer con humildad nuestros errores, nuestras infidelidades y nuestros incumplimientos.
El creyente es el que, al estar cerca de su hermano, como Juan el Bautista abre caminos en el desierto, es decir, indica perspectivas de esperanza incluso en esos contextos existenciales difíciles, marcados por el fracaso y la derrota. No podemos ceder ante situaciones negativas de cierre y rechazo; No debemos permitirnos ser sometidos a la mentalidad del mundo, porque el centro de nuestra vida es Jesús y su palabra de luz, de amor, de consuelo, es Él. El Bautista invitó a la gente de su tiempo a la conversión con fuerza, vigor y severidad. Sin embargo, sabía cómo escuchar, sabía cómo hacer gestos de ternura y perdón hacia la multitud de hombres y mujeres que acudían a él para confesar sus pecados y ser bautizados con el bautismo de penitencia.
Su testimonio de vida, nos ayuda a ir adelante en nuestro testimonio de vida, la pureza de su proclamación, su coraje para proclamar la verdad lograron despertar las expectativas y esperanzas del Mesías que había estado inactivo durante mucho tiempo. Incluso hoy, los discípulos de Jesús están llamados a ser sus testigos humildes pero valientes para reavivar la esperanza, para hacer entender que, a pesar de todo, el Reino de Dios continúa siendo construido día a día con el poder del Espíritu Santo. Pensemos cada uno de nosotros como puedo yo cambiar algo de mi actitud para preparar el camino hacia el Señor
Que la Virgen María nos ayude a preparar el camino del Señor día tras día, comenzando con nosotros mismos; y a sembrar nuestro alrededor, con tenaz paciencia, semillas de paz, justicia y fraternidad.
09.12.18



70 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos

Discurso del Papa en la Pontificia Universidad Gregoriana

(10 dic. 2018).- Hoy se inaugura en la Pontificia Universidad Gregoriana la Conferencia Internacional Los Derechos Humanos en el Mundo Moderno: conquistas, omisiones, negaciones.
El evento, celebrado con motivo del 70 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y del 25 aniversario de la Declaración y del Programa de Acción de Viena para la Protección de los Derechos Humanos en el Mundo, ha sido organizado por la Pontificia Universidad Gregoriana y el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral.


Mensaje del Santo Padre
Señor cardenal
Venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio.
queridos hermanos y hermanas,
Me complace enviar un cordial saludo a todos vosotros, representantes de los Estados ante la Santa Sede, de las instituciones de las Naciones Unidas, del Consejo de Europa, de las Comisiones Episcopales de Justicia y Paz y de las de pastoral social, del mundo académico  y de las organizaciones de la sociedad civil, reunidos en Roma para la Conferencia Internacional sobre el tema “Los derechos humanos en el mundo contemporáneo: conquistas, omisiones, negaciones”, organizada por el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral y por la Pontificia Universidad Gregoriana, con motivo del 70 aniversario  de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y  del 25 aniversario de la Declaración y del Programa de Acción de Viena.
A través de estos dos documentos, la familia de  las Naciones quería reconocer la igual dignidad de cada persona humana, [1] de la cual se derivan derechos y libertades fundamentales que, por estar enraizados en la naturaleza de la persona humana, -una unidad inseparable de cuerpo y alma-, son universales, indivisibles, interdependientes e interconectados. [2] Al mismo tiempo, en la Declaración de 1948 se reconoce que “toda persona tiene deberes respecto a  la comunidad, puesto que solo en ella puede desarrollar libre y plenamente  su personalidad “. [3]
En el año en que se celebran aniversarios significativos de estos instrumentos jurídicos internacionales, resulta oportuna una reflexión profunda sobre los fundamentos y el respeto por los derechos humanos en el mundo contemporáneo, una reflexión que espero sea premisa de un compromiso renovado en favor de la defensa de la dignidad humana , con  una atención especial por los miembros más vulnerables de la comunidad.
En efecto, observando con atención nuestras sociedades contemporáneas, encontramos numerosas contradicciones que nos llevan a preguntarnos si verdaderamente la igual  dignidad de todos los seres humanos, proclamada solemnemente hace 70 años, sea  reconocida, respetada, protegida y promovida en todas las circunstancias. En el mundo de hoy  persisten numerosas formas de injusticia, nutridas por visiones antropológicas reductivas y por un modelo económico basado en las ganancias, que no duda en explotar, descartar e incluso matar al hombre. [4] Mientras  una parte de la humanidad vive en opulencia, otra parte ve su propia dignidad desconocida, despreciada o pisoteada y sus derechos fundamentales ignorados o violados.
Pienso, entre otras cosas, en los niños por nacer a quienes se les niega el derecho a venir al mundo; en aquellos que no tienen acceso a los medios indispensables para una vida digna; [5] en aquellos que están excluidos de la educación adecuada; en quien está injustamente privado de trabajo o forzado a trabajar como esclavo; a quienes están detenidos en condiciones inhumanas, a quienes son sometidos a torturas o a quienes se les niega la oportunidad de redimirse, [6] a las víctimas de desapariciones forzadas y sus familias.
Mis pensamientos también se dirigen a todos aquellos que viven en un clima dominado por la sospecha y el desprecio, que son objeto de actos de intolerancia, discriminación y violencia debido a su pertenencia racial, étnica, nacional o religiosa.
Finalmente, no puedo dejar de  recordar a cuántas personas sufren violaciones múltiples de sus derechos fundamentales en el contexto trágico de los conflictos armados, mientras los mercaderes de muerte sin escrúpulos [8] se enriquecen al precio de la sangre de sus hermanos y hermanas.
Ante estos graves fenómenos, todos somos cuestionados. De hecho, cuando se violan los derechos fundamentales, o cuando se favorecen algunos en detrimento de otros, o cuando se garantizan solo a ciertos grupos, se producen graves injusticias, que a su vez alimentan los conflictos con graves consecuencias tanto dentro de las  naciones como  en las relaciones entre ellas.
Por lo tanto, cada uno está llamado a contribuir con coraje y determinación, en la especificidad de su papel, a respetar los derechos fundamentales de cada persona, especialmente de las  “invisibles”: de los muchos que tienen hambre y sed, que están desnudos, enfermos, son extranjeros o están detenidos. (cfrMt25.35-36), que viven en los márgenes de la sociedad o son descartados.
Esta necesidad de justicia y solidaridad tiene un significado especial para nosotros los cristianos, porque el Evangelio mismo nos invita a dirigir la mirada a los más pequeños de nuestros hermanos y hermanas, a movernos a la compasión (cf. Mt 14:14) y a trabajar arduamente para aliviar  sus sufrimientos.
Deseo, en esta ocasión, dirigir un llamamiento sincero a aquellos con responsabilidades institucionales, pidiéndoles que coloquen a los derechos humanos en el centro de todas las políticas, incluidas las de cooperación para el desarrollo, incluso cuando esto signifique ir contra la corriente.
Con la esperanza de que estos días de reflexión puedan despertar la conciencia e inspirar iniciativas destinadas a proteger y promover la dignidad humana, confío a cada uno de vosotros, a vuestras familias y a vuestros pueblos, a la intercesión de María Santísima, Reina de la Paz, e invoco sobre todos la  abundancia de bendiciones divinas.
En el Vaticano, 10 de diciembre de 2018.
FRANCISCO
11.12.18



Homilía del Papa en Santa Marta: “Dejémonos consolar por Dios”

Él consuela con ternura”


(11 dic. 2018).- Con la ternura: “este es el modo de consolar del Señor”, ha descrito el Papa esta mañana, martes, 11 de diciembre de 2018, en la Santa Misa, celebrada en la Capilla de Santa Marta, su residencia habitual.
Es una palabra borrada de todos los vicios que nos alejan del Señor: vicios clericales, vicios de los cristianos un poco que no quieren moverse, tibios… La ternura causa temor”, ha indicado Francisco, ante los fieles que participaban en la Eucaristía matutina.
La Primera Lectura tomada del Libro del profeta Isaías (Is 40,1-11), en efecto, es precisamente una invitación al consuelo: “Consuelen, consuelen a mi pueblo, dice su Dios”, porque “su culpa está descontada”.
He aquí, que Él, el Señor tiene consigo el premio, su recompensa lo precede”: Así termina el pasaje de Isaías, ha recordado el Santo Padre. “Como un pastor Él apacienta a la grey y con su brazo la reúne. Lleva a los corderitos sobre su pecho y conduce dulcemente a las ovejas madres”.
Se trata, por lo tanto –ha matizado el Pontífice– del “consuelo de la salvación”, de la buena noticia que “hemos sido salvados”. Cristo Resucitado, en aquellos cuarenta días, con sus discípulos hace precisamente esto: consolar.
Pero “nosotros no queremos correr el riesgo” y “oponemos resistencia al consuelo” como si “estuviéramos más seguros en las aguas turbulentas de los problemas”: “Nosotros estamos apegados a este pesimismo espiritual”, dijo el Papa.
Hagamos la apuesta sobre la desolación, sobre los problemas, sobre la derrota” mientras el Señor trabaja con tanta fuerza pero encuentra resistencia. También se ve esto con los discípulos la mañana de la Pascua: “Pero yo quiero tocar y asegurarme bien”. Esto sucede porque se teme otra derrota.
Así, el Santo Padre concluyó exhortando a que cada uno se prepare a la Navidad al menos con la paz: la paz del corazón, “la paz de Tu presencia, la paz que dan Tus caricias”, dijo dirigiéndose al Señor.
12.12.18


Audiencia general, 12 de diciembre de 2018 – Catequesis del Papa

Segunda catequesis del ‘Padre Nuestro’


(12 dic. 2018).- La oración –nos enseña Jesús– se anida donde quiera que haya un hombre, cualquier hombre que tenga hambre, que llore, que luche, que sufra y se pregunte “por qué”, ha explicado el Papa Francisco, en la catequesis de hoy, la segunda sobre el ‘Padre Nuestro’.
La audiencia general ha tenido lugar este miércoles, 12 de diciembre de 2018, a las 9:20 horas en el Aula Pablo VI donde el Santo Padre ha encontrado grupos de peregrinos y fieles de Italia y de todo el mundo.
El Pontífice, continuando el ciclo de catequesis dedicado al ‘Padre nuestro’, ha hablado hoy del tema Una oración que pide con confianza (Pasaje bíblico: del Evangelio según Lucas 11, 9-13).
Asimismo, Francisco ha indicado que la oración “no solo precede a la salvación, sino que de alguna manera ya la contiene”, porque “nos libera de la desesperación de quien no cree” que haya una salida para tantas situaciones insoportables.
Tras resumir su discurso en diversas lenguas, el Papa ha saludado en particular a los grupos de fieles presentes procedentes de todo el mundo.
La audiencia general ha terminado con el canto del Pater Noster y labendición apostólica.

Catequesis del Papa Francisco 12.12.18
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Continuamos el camino de catequesis sobre el “Padre nuestro” que comenzó la semana pasada. Jesús pone en los labios de sus discípulos una oración breve, audaz, compuesta de siete peticiones: un número que en la Biblia no es accidental, indica plenitud. Digo audazmente porque, si Cristo no lo hubiera sugerido, probablemente ninguno de nosotros – todavía más, ninguno de los teólogos más famosos-  se atrevería a rezar a Dios de esta manera.
En efecto, Jesús invita a sus discípulos a acercarse a Dios y a dirigirle con confianza algunas peticiones: En primer lugar para Él y luego para nosotros. No hay preámbulos en el “Padre Nuestro”. Jesús no enseña fórmulas para “congraciarse” con el Señor; por el contrario, invita a rezarle, derrumbando  las barreras de la sujeción y el temor. No dice que hay que dirigirse a Dios llamándole “Todopoderoso”, “Altísimo”. “Tú que estás tan lejos de nosotros, yo soy un mísero”: no, no dice así” sino simplemente “Padre”, con toda simplicidad, como los niños hablan al papá. Y esta palabra, “Padre”, expresa la confianza y la seguridad filial.
La oración del “Padre Nuestro” hunde sus raíces en la realidad concreta del hombre. Por ejemplo, nos hace pedir pan, el pan de cada día: solicitud simple pero esencial, que dice que la fe no es una cuestión “decorativa”, separada de la vida, que interviene cuando todas las demás necesidades están satisfechas. Si acaso, la oración comienza con la vida misma. La oración – nos enseña Jesús – no empieza en la existencia humana después de que el estómago esté lleno: más bien, se anida donde quiera que haya un hombre, cualquier hombre que tenga hambre, que llore, que luche, que sufra y se pregunte “por qué”. Nuestra primera oración, en cierto sentido, fue el vagido que acompañó el primer aliento. En ese llanto de recién nacido, se anunciaba el destino de toda nuestra vida: nuestra hambre continua, nuestra sed constante, nuestra búsqueda de la felicidad.
Jesús, en la oración, no quiere extinguir lo humano, no quiere anestesiarlo. No quiere que moderemos las solicitudes y las peticiones aprendiendo a soportar todo. En cambio, quiere que todo sufrimiento, toda inquietud, se eleve hacia el cielo y se convierta en diálogo.
Tener fe, decía una persona, es acostumbrarse al grito.
Todos tendríamos que ser como el Bartimeo del Evangelio (cf. Mc 10, 46-52), -recordemos ese pasaje del Evangelio, Bartimeo, el hijo de Timeo- ese ciego que mendigaba en Jericó. A su alrededor había tanta gente educada que le decían que se callara: “¡Pero, cállate! Pasa el Señor. Cállate. No molestes, El Maestro tiene tanto que hacer; no le molestes. Molestas con tus gritos. No molestes”. Pero él,  no escuchaba esos consejos: con santa insistencia,  pretendía  que su condición miserable pudiera encontrarse finalmente con Jesús. ¡Y gritaba más fuerte!. Y la gente educada: “Pero no, es el Maestro ¡por favor!. ¡Qué mal estas quedando!”. Y él gritaba porque quería ver, quería que le curase: “Jesús, ten piedad de mí!” (V. 47). Jesús le devuelve la vista y le dice: “Tu fe te ha salvado” (v.52), casi como para explicar que lo decisivo para su recuperación había sido la oración, esa invocación gritada con fe, más fuerte que “el sentido común” de tantas personas que querían que se callara. La oración no solo precede a la salvación, sino que de alguna manera ya la contiene, porque nos libera de la desesperación de quien no cree que haya una salida para tantas situaciones insoportables.
Por supuesto, los creyentes también sienten la necesidad de alabar a Dios. Los Evangelios recogen la exclamación de alegría que brota del corazón de Jesús, lleno de asombro agradecido por el Padre (cf. Mt 11, 25-27). Los primeros cristianos sentían incluso la necesidad de agregar al texto del “Padre nuestro”  una doxología: “Porque tuyo es el poder y la gloria por los siglos de los siglos” (Didache, 8, 2).
Pero ninguno de nosotros tiene por qué abrazar la teoría propuesta en el pasado por algunos, es decir que la oración de petición sea una forma débil de fe, mientras que la oración más auténtica sería la de alabanza pura, la que busca a Dios sin el peso de petición alguna. No, eso no es verdad. La oración de petición es auténtica, espontánea, es un acto de fe en  Dios que es el Padre, que es bueno, que es todopoderoso. Es un acto de fe en mí, que soy pequeño, pecador, necesitado. Y por eso la oración para pedir algo es muy noble. Dios es el Padre que tiene una compasión inmensa por nosotros y quiere que sus hijos le hablen sin miedo, llamándole directamente “Padre”; o en medio de las dificultades diciendo: “Pero, Señor, ¿qué me has hecho?”. Por eso podemos contarle todo, incluso las cosas que en nuestra vida siguen estando torcidas e incomprensibles. Y nos ha prometido  que estará con nosotros para siempre, hasta el último día que pasemos en esta tierra. Recemos el Padre nuestro empezando así, simplemente: “Padre” o “Papá”. Y Él nos entiende y nos ama tanto.
13.12.18



Italia: El Papa anima a ‘Telepeace’ a ser “la voz de aquellos que no tienen voz”

Discurso del Santo Padre

(13 dic. 2018).- Los colaboradores y amigos de Telepace se han encontrado con el Santo Padre Francisco este jueves, 13 de diciembre de 2018, a las 12:30 horas, en la Sala Clementina del Palacio Apostólico, con motivo del 40 aniversario del nacimiento de la emisora.
El Papa Francisco ha encargado tres compromisos a la emisora italiana: Ser antenas de espiritualidad, educar a los jóvenes en la escuela del Evangelio y ser narradores que no caigan en el cotilleo.
Telepace siempre se ha destacado por su vocación de “proximidad” y por su auténtico servicio “a Dios y al hombre en la Iglesia”, ha recordado el Pontífice.
Discurso del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas,

Os saludo con afecto y agradezco a Don Guido Todeschini sus palabras de presentación. Telepace acaba de concluir las iniciativas con motivo de vuestro cuarenta aniversario. Ha sido un año de especial gratitud a Dios y de  reflexión sobre vuestro servicio profesional. Efectivamente, también las herramientas de comunicación son un don de Dios: “han implicado una ampliación de los horizontes para muchas personas. Este es un regalo de Dios, y también es una gran responsabilidad. Me gusta definir este poder de comunicación como “proximidad”. […] una proximidad que se hace cargo, consuela, cura, acompaña y celebra “(Mensaje para la L Jornada Mundial de las Comunicaciones, 24 de enero de 2016).
Telepace siempre se ha destacado por su vocación de “proximidad” y por su auténtico servicio “a Dios y al hombre en la Iglesia”, como reza vuestro lema. En este contexto debe leerse la decisión de no aceptar ningún tipo de publicidad y de vivir solamente de los  donativos. Como para los primeros cristianos, hay un confiarse totalmente a la Providencia, que se basa en la invitación de Jesús: “Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura” (Mt 6, 33).
Telepace nació pequeña y limitada a unas pocas provincias italianas, con un objetivo preciso: ser la voz de aquellos que no tienen voz. Os animo a seguir siéndolo. Especialmente en el momento actual, en el que la cultura del descarte deja sin voz cada vez a más personas. En 1990, por deseo de San Juan Pablo II, se abrió la sede de Roma: la audiencia del miércoles, el ángelus, el rosario y las celebraciones del Papa llegan completas y directamente a cada casa. Un gran vínculo de relación y afecto con la Sede de Pedro, al que se une también  el “Cenáculo María Estrella de la Evangelización”.
Por lo tanto, estoy contento de  compartir este momento de fiesta de vuestro aniversario. No es un fin en sí mismo, sino una oportunidad para renovar el compromiso adquirido hace cuarenta años. Para ello, quisiera encargaros brevemente tres compromisos.
El primero: Ser antenas de espiritualidad. La imagen de la antena es siempre hermosa y elocuente en su doble función de emitir y recibir una señal. Telepace, como canal radiotelevisivocanal radiotelevisivo es experta en este proceso de comunicación. Vuestra tarea es saber cómo reconocer los signos espirituales del amor misericordioso del Padre en todo lo que sucede. “También hoy el Espíritu siembra en nosotros el deseo del Reino, a través de muchos «canales» vivientes, a través de las personas que se dejan conducir por la Buena Nueva en medio del drama de la historia” (Mensaje para la LI Jornada Mundial de las Comunicaciones, 24 de enero de 2017). ¡Ojalá en vuestra profesión seáis “canales vivos” de espiritualidad para Dios y para todos vuestros oyentes y espectadores! Sobre todo los pobres, los últimos, los excluidos. ¡Nunca os olvidéis de ellos, los pobres de al lado! Seguid estando al lado de  los presos, de los condenados a muerte,  -es horrible, pero todavía hay pena de muerte- como cuando fuisteis  al Pabellón de la Muerte en Texas, donde acompañasteis al patíbulo  y asististeis a dos jóvenes después de haberlos consolado con los Sacramentos. ¡Es la espiritualidad de la caridad!
Segundo compromiso: educar a los jóvenes en la escuela del Evangelio. Uno de los temas surgidos  en la reciente asamblea sinodal, dedicada a los jóvenes, se refiere precisamente a su relación con la Iglesia. En el Documento Final leemos: “Todos los jóvenes, ninguno excluido, están en el corazón de Dios y, por lo tanto, también en el corazón de la Iglesia. Sin embargo, reconocemos francamente que esta afirmación que resuena en nuestros labios no siempre es una expresión real en nuestra acción pastoral […]. Sin embargo, el Evangelio nos pide que nos atrevamos y queremos hacerlo sin presunción y sin hacer proselitismo, dando testimonio del amor del Señor y tendiendo su mano a todos los jóvenes del mundo “(No. 117). ¡Cómo me gustaría que también los medios de comunicación prestasen más atención a los jóvenes, no contando solo sus fracasos, sino también sus sueños y sus esperanzas! El Evangelio de la alegría nos llama a un compromiso educativo que ya no puede aplazarse. Educar a los jóvenes en la escuela del Evangelio significa, ante todo, ser testigos de la única Palabra que salva. Que vuestra comunicación sea en salida, para dialogar e, incluso antes, para escuchar a los jóvenes. Recordemos: ¡el Evangelio pide atreverse!
Tercero: Ser narradores que no caigan en el cotilleo. La comunicación no es solo transmisión de noticias: es disponibilidad, enriquecimiento mutuo, relación. Desgraciadamente, sigue estando generalizada una forma de comunicación que no tiene nada que ver con la atención a los demás y con el entendimiento mutuo: es cotilleo. Es una mala práctica que cada día socava  la comunidad humana, sembrando envidia, celos y ansia de poder. Se puede matar incluso a una persona con este arma, ya sea empuñándola, es decir fabricando cotilleo, o pasándola de mano, cuando se presta escucha, prolongando la vida a la mentira y la delación. Por lo tanto, es importante comunicar de manera responsable, pensando también en cuanto daño se puede hacer la lengua, con el chismorreo, con el cotilleo. Renuevo, pues, la invitación a “promover un periodismo de paz, un […] periodismo hecho por personas para personas, y que se comprende como servicio a todos, especialmente a aquellos –y son la mayoría en el mundo– que no tienen voz; un […] periodismo empeñado en indicar soluciones alternativas a la escalada del clamor y de la violencia verbal. »(Mensaje para la LII Jornada  Mundial de las Comunicaciones, 24 de enero de 2018).
¡Que el Señor os ayude a no traicionar nunca el objetivo que lleváis en el nombre: Tele-pace (Tele-paz), a ser siempre una televisión de paz, que es un don de Dios y es una humilde y constante conquista de la humanidad! Vuestro logo es la paloma que lleva una rama de olivo en el pico. Os deseo que todos los días seáis palomas de paz y voléis en el éter con las dos alas de la oración y la caridad.
Queridos amigos, dentro de poco será Navidad.  Preparémonos para este gran misterio en silencio: dejemos que hable el Niño; dejemos que su mirada, pobre e indefensa, penetre en nuestros corazones y con su ternura nos haga “canales” de paz. Os agradezco vuestra visita, os bendigo así como a vuestras  failias..."
14.12.18






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