Misa en Marruecos: Francisco exhorta a “arriesgarnos a vivir no como enemigos sino como hermanos”
Homilía
del Papa en Rabat
(31
marzo 2019).- El Papa Francisco ha hecho un llamamiento a la
fraternidad, en la Misa celebrada en Rabat, Marruecos, este domingo,
31 de marzo de 2019: “Sólo si cada día somos capaces de
levantar los ojos al cielo y decir Padre
nuestro podremos
entrar en una dinámica que nos posibilite mirar y arriesgarnos a
vivir no como enemigos sino como hermanos”.
La
Eucaristía celebrada por el Santo Padre ha sido la más numerosa
hasta ahora, en este país de mayoría musulmana, en el que los
fieles católica representan solo el 0.7%, esto es, unas 25.000
personas. Según los organizadores de la visita, cerca de 10.000
creyentes han participado en la Misa, en el estadio Príncipe
Moulay Abdellah, situado en Rabat, capital de Marruecos.
Homilía
del Papa Francisco
«Cuando
todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente;
corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó» (Lc 15,20).
Así
el evangelio nos pone en el corazón de la parábola que transparenta
la actitud del padre al ver volver a su hijo: tocado en las entrañas
no lo deja llegar a casa cuando lo sorprende corriendo a su
encuentro. Un hijo esperado y añorado. Un padre conmovido al verlo
regresar.
Pero
no fue el único momento en que el padre corrió. Su alegría sería
incompleta sin la presencia de su otro hijo. Por eso también sale a
su encuentro para invitarlo a participar de la fiesta (cf. v. 28).
Pero, al hijo mayor parece que no le gustaban las fiestas de
bienvenida, le costaba soportar la alegría del padre, no reconoce el
regreso de su hermano: «ese hijo tuyo» afirmó (v. 30). Para él su
hermano sigue perdido, porque lo había perdido ya en su corazón.
En
su incapacidad de participar de la fiesta, no sólo no reconoce a su
hermano, sino que tampoco reconoce a su padre. Prefiere la orfandad a
la fraternidad, el aislamiento al encuentro, la amargura a la fiesta.
No sólo le cuesta entender y perdonar a su hermano, tampoco puede aceptar
tener un padre capaz de perdonar, dispuesto a esperar y velar para
que ninguno quede afuera, en definitiva, le cuesta tener un padre
capaz de sentir compasión.
En
el umbral de esa casa parece manifestarse el misterio de nuestra
humanidad: por un lado, estaba la fiesta por el hijo encontrado y,
por otro, un cierto sentimiento de traición e indignación por
festejar su regreso. Por un lado, la hospitalidad para aquel que
había experimentado la miseria y el dolor, que incluso había
llegado a oler y a querer alimentarse con lo que comían los cerdos;
por otro lado, la irritación y la cólera por darle lugar a quien no
era digno ni merecedor de tal abrazo.
Así,
una vez más sale a la luz la tensión que se vive al interno de
nuestros pueblos y comunidades, e incluso de nosotros mismos. Una
tensión que desde Caín y Abel nos habita y que estamos invitados a
mirar de frente: ¿Quién tiene derecho a permanecer entre nosotros,
a tener un puesto en nuestras mesas y asambleas, en nuestras
preocupaciones y ocupaciones, en nuestras plazas y ciudades? Parece
continuar resonando esa pregunta fratricida: acaso ¿soy guardián de
mi hermano? (cf. Gn 4,9).
En
el umbral de esa casa aparecen las divisiones y enfrentamientos, la
agresividad y los conflictos que golpearán siempre las puertas de
nuestros grandes deseos, de nuestras luchas por la fraternidad y para
que cada persona pueda experimentar desde ya su condición y dignidad
de hijo.
Pero
a su vez, en el umbral de esa casa brillará con toda claridad, sin
elucubraciones ni excusas que le quiten fuerza, el deseo del Padre:
que todos sus hijos tomen parte de su alegría; que nadie viva en
condiciones no humanas como su hijo menor, ni en la orfandad, el
aislamiento o en la amargura como el hijo mayor. Su corazón quiere
que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la
verdad (1 Tm 2,4).
Es
cierto, son tantas las circunstancias que pueden alimentar la
división y la confrontación; son innegables las situaciones que
pueden llevarnos a enfrentarnos y a dividirnos. No podemos negarlo.
Siempre nos amenaza la tentación de creer en el odio y la venganza
como formas legítimas de brindar justicia de manera rápida y
eficaz. Pero la experiencia nos dice que el odio, la división y la
venganza, lo único que logran es matar el alma de nuestros pueblos,
envenenar la esperanza de nuestros hijos, destruir y llevarse consigo
todo lo que amamos.
Por
eso Jesús nos invita a mirar y contemplar el corazón del Padre.
Sólo desde ahí podremos redescubrirnos cada día como hermanos.
Sólo desde ese horizonte amplio, capaz de ayudarnos a trascender
nuestras miopes lógicas divisorias, seremos capaces de alcanzar una
mirada que no pretenda clausurar ni claudicar nuestras diferencias
buscando quizás una unidad forzada o la marginación silenciosa.
Sólo si cada día somos capaces de levantar los ojos al cielo y
decir Padre nuestro podremos entrar en una
dinámica que nos posibilite mirar y arriesgarnos a vivir no como
enemigos sino como hermanos.
«Todo
lo mío es tuyo» (Lc 15,31), le dice el padre a su hijo
mayor. Y no se refiere tan sólo a los bienes materiales sino a ser
partícipes también de su mismo amor y compasión. Esa es la mayor
herencia y riqueza del cristiano. Porque en vez de medirnos o
clasificarnos por una condición moral, social, étnica o religiosa
podamos reconocer que existe otra condición que nadie podrá borrar
ni aniquilar ya que es puro regalo: la condición de hijos amados,
esperados y celebrados por el Padre.
Todo
lo mío es tuyo», también mi capacidad de compasión, nos dice el
Padre. No caigamos en la tentación de reducir nuestra pertenencia de
hijos a una cuestión de leyes y prohibiciones, de deberes y
cumplimientos. Nuestra pertenencia y nuestra misión no nacerá de
voluntarismos, legalismos, relativismos o integrismos sino de
personas creyentes que implorarán cada día con humildad y
constancia: venga a nosotros tu Reino.
La
parábola evangélica presenta un final abierto. Vemos al padre
rogar a su hijo mayor que entre a participar de la fiesta de la
misericordia. El evangelista no dice nada sobre cuál fue la decisión
que este tomó. ¿Se habrá sumado a la fiesta? Podemos pensar que
este final abierto está dirigido para que cada comunidad, cada uno
de nosotros pueda escribirlo con su vida, con su mirada y actitud
hacia los demás. El cristiano sabe que en la casa del Padre hay
muchas moradas, sólo quedan afuera aquellos que no quieran tomar
parte de su alegría.
Queridos
hermanos, quiero darles las gracias por el modo en que dan testimonio
del evangelio de la misericordia en estas tierras. Gracias por los
esfuerzos realizados para que sus comunidades sean oasis de
misericordia. Los animo y aliento a seguir haciendo crecer la cultura
de la misericordia, una cultura en la que ninguno mire al otro con
indiferencia ni aparte la mirada cuando vea su sufrimiento (cf. Carta
ap. Misericordia et misera, 20). Sigan cerca de los
pequeños y de los pobres,
de los que son rechazados, abandonados e ignorados, sigan siendo
signo del abrazo y del corazón del Padre.
Que
el Misericordioso y el Clemente —como lo invocan tan a menudo
nuestros hermanos y hermanas musulmanas— los fortalezca y haga
fecundas las obras de su amor.
01.04.19
Santa María la Mayor: El Papa agradece a la Virgen los frutos de su viaje a Marruecos
Reza
ante icono de ‘Salus Popoli Romani’
(2
abril 2019).- Ante el icono de Salus
Popoli Romani, el
Papa Francisco rezó durante unos minutos, el lunes 1 de abril de
2019, para agradecer a Virgen el buen desarrollo y los frutos de su
28ª visita pontificia, a Marruecos, realizada durante los días 30 y
31 de marzo de 2019.
Como
de costumbre, el Santo Padre fue a la Basílica de Santa María la
Mayor, para agradecer a María, a quien pidió su intervención por
el viaje el pasado viernes, 29 de marzo, antes de partir hacia el
país africano.
El
Papa llegó poco después del mediodía y fue a la capilla paulina,
donde se encuentra el icono de la Virgen y el Niño con el título
de Salus
Popoli Romani y
puso flores en el altar de la Virgen.
“El
Papa dedicó largos minutos a orar antes de irse, y sin saludar a la
multitud de fieles que lo aclamaban: el Papa vino a orar”, declaró
el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Alessandro
Gisotti.
Esta
ha sido la 72ª peregrinación del Papa Francisco a Santa
Maria Maggiore,
en el corazón de Roma, desde el 14 de marzo de 2013, un día después
de su elección como obispo de Roma, y el 6 de este año: el
Pontífice llegó antes y después del viaje a Panamá y también
antes y después de eso en los Emiratos Árabes Unidos.
03.04.19
El Papa recuerda su viaje a Marruecos: “Servir la esperanza quiere decir crear puentes entre las civilizaciones”
(3
abril 2019).- El Papa ha indicado hoy en la audiencia general que
“servir la esperanza quiere decir crear puentes entre las
civilizaciones” y, ha relatado que junto con el rey Mohammed VI, en
su visita a Marruecos el pasado fin de semana, reiteraron “que las
religiones son esenciales para defender la dignidad humana, promover
la paz y el cuidado de la creación”.
En
la audiencia general del miércoles, 3 de abril de 2019, el Santo
Padre ha dedicado la catequesis a su 28ª viaje apostólico
internacional, a Marruecos, y se ha leído el Evangelio de San
Mateo, 13, 33.
Del
30 al 31 de marzo de 2019, Francisco realizó un viaje apostólico a
Marruecos, invitado por Su Majestad el rey Mohammed VI; a él y a las
Autoridades marroquíes ha agradecido nuevamente “su acogida y
colaboración”, ha expresado.
“Servidor
de Esperanza”
Con
el lema “Servidor de Esperanza”, “pude dar otro paso en el
camino del diálogo interreligioso con nuestros hermanos musulmanes”,
recordando aquel encuentro entre san Francisco de Asís con el sultán
al-Malik al-Kamil hace 800 años, y el viaje del Papa Juan Pablo II
hace más de tres décadas, ha descrito el Pontífice en la plaza de
San Pedro.
“De
forma conjunta –ha recordado– hicimos un llamamiento por
Jerusalén, para que sea preservada como patrimonio de la humanidad y
lugar de encuentro pacífico, de modo particular para los fieles de
las tres religiones monoteístas”.
El
sábado 30, el Papa Francisco visitó el mausoleo de Mohammed V y
rindió homenaje a su memoria como a la de Hassan II; además estuvo
en el Instituto de formación de los imanes y predicadores, que
promueve un islam respetuoso y rechaza la violencia y el integrismo.
“De manera especial, presté atención a la cuestión migratoria,
ofreciendo un camino a través de cuatro verbos: acoger, proteger,
promover e integrar”, destaca.
Comunidad
cristiana
El
domingo estuvo dedicado a la comunidad cristiana, ha relatado
Francisco. Visitó el Centro Rural de Servicios Sociales, gestionado
por las Hijas de la Caridad; después en la catedral de Rabat tuvo un
encuentro con sacerdotes, personas consagradas y el Consejo ecuménico
de las Iglesias”.
“La
presencia de ellos en ese país es como la sal o la levadura que
puede dar sabor y hacer crecer la masa”. Concluí mi visita con la
celebración de la Eucaristía en la que participaron miles de
personas de unas 60 naciones diferentes, siendo esta una epifanía
particular del Pueblo de Dios en el corazón de un país islámico.
04.04.19
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