11 de set. 2019

PAPA - AUDIENCIAS


El Evangelio, “la levadura más poderosa de fraternidad” 

Catequesis completa

Francisco rememora su viaje a África

(11 sept. 2019).- El Papa Francisco explicó que emprendió su viaje a África como “peregrino de paz y esperanza” y resaltó que ”la esperanza del mundo es Cristo, y su Evangelio es la levadura más poderosa de fraternidad, libertad, justicia y paz para todos los pueblos” .
Hoy, 11 de septiembre de 2019, en la catequesis de la audiencia general, el Santo Padre recordó su reciente viaje apostólico a África, que tuvo lugar del 4 al 10 de septiembre con Mozambique, Madagascar y Mauricio como destinos.
Llevar “la levadura de Jesús”
En su catequesis de hoy, Francisco hizo un repaso sobre los principales actos que presidió en los tres países, así como sobre los mensajes que dedicó a los ciudadanos de cada nación.
De este modo, en primer lugar, indicó que a través de su visita y “siguiendo las huellas de los santos evangelizadores”, trató de llevar la mencionada “levadura de Jesús” a los mozambiqueños, malgaches y mauricianos.
Mozambique
El Pontífice describió que, ante el prolongado proceso de paz que vive el país y el reciente azote de los ciclones Idai y Kenneth, acudió a Mozambique para “esparcir semillas de esperanza, paz y reconciliación”,
Asimismo, expuso que la Iglesia sigue acompañando dicho proceso de paz, que avanzó el pasado 1 de agosto con un nuevo acuerdo entre las dos partes, y agradeció el trabajo realizado por la Comunidad San Egidio frente a este asunto.
El programa en Mozambique culminó con una Misa en el Estadio Zimpeto, en el que, bajo la lluvia, “resonó la llamada del Señor Jesús: “Amad a vuestros enemigos” (Lc 6,27), la semilla de la verdadera revolución, la del amor, que extingue la violencia y genera fraternidad”, apuntó el Pontífice.

Madagascar
En este país, “rico en belleza y recursos naturales” y a la vez  marcado por la pobreza, el Obispo de Roma manifestó su deseo de que la población malgache “pueda superar la adversidad y construir un futuro de desarrollo conjugando el respeto por el medio ambiente y la justicia social”.
Como signo profético de esta dirección”, el Papa Francisco visitó la Ciudad de la Amistad-Akamasoa, pues se trata de ”un lugar que atiende a los más pobres unir trabajo, dignidad,  atención a los más pobres, instrucción de los niños. Todo animado por el Evangelio”.
Mauricio
En cuanto a la República de Mauricio, definida por el Santo Padre como un “lugar de integración entre diferentes etnias y culturas”, destacó la fuerza del “diálogo interreligioso y también la amistad entre los jefes de las diversas confesiones religiosas”, algo “natural” allí.
Como ejemplo de ello, se refirió al detalle del Gran Imán, que le dejó un ramo de flores en el episcopado “como señal de hermandad”.
La Santa Misa en Mauricio se celebró en el Monumento a María Reina de la Paz, en la fiesta del beato Jacques-Désiré Laval, conocido como el “apóstol de la unidad mauriciana”.
En esta homilía, Francisco propuso las bienaventuranzas como el “carnet de identidad de los discípulos de Cristo” y el “antídoto contra este bienestar egoísta y discriminatorio, y también el fermento de la verdadera felicidad, impregnada de misericordia, justicia y paz”.
Finalmente, el Pontífice invitó a dar gracias a Dios y a pedir “que las semillas arrojadas en este camino apostólico den frutos abundantes para los pueblos de Mozambique, Madagascar y Mauricio”.
A continuación, reproducimos la catequesis completa del Papa Francisco.
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Catequesis del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Ayer tarde volví de mi viaje apostólico a Mozambique, Madagascar y Mauricio. Doy gracias a Dios porque me ha concedido llevar a cabo este itinerario como peregrino de paz y de esperanza, y renuevo la expresión de mi gratitud a las respectivas autoridades de estos Estados, así como a los obispos, que me han invitado y acogido con tanto cariño y atenciones, y a los nuncios apostólicos, que tanto han trabajado para este viaje.
La esperanza del mundo es Cristo, y su Evangelio es la levadura más poderosa de fraternidad, libertad, justicia y paz para todos los pueblos. Con mi visita, siguiendo las huellas de los santos evangelizadores, traté de llevar esta levadura, la levadura de Jesús, a las poblaciones mozambiqueñas, malgaches y  mauricianas.
En Mozambique fui a esparcir semillas de esperanza, paz y reconciliación en una tierra que tanto ha sufrido en el pasado reciente a causa de un largo conflicto armado, y que la primavera pasada fue azotada por dos ciclones que causaron daños muy graves. La Iglesia sigue acompañando el proceso de paz, que también dio un paso adelante el pasado 1 de agosto con un nuevo Acuerdo entre las partes. Y aquí quisiera detenerme para dar las gracias a la Comunidad de Sant’Egidio que ha trabajado tanto, tanto en este proceso de paz.
Animé a las autoridades del país en este sentido, exhortándolas a trabajar juntas por el bien común. Y animé a los jóvenes  de diferentes orígenes religiosos allí reunidos a construir el país, superando la resignación y la ansiedad, difundiendo la amistad social y atesorando  las tradiciones de los ancianos. A los obispos, sacerdotes y personas consagradas que encontré en la catedral de Maputo, dedicada a la Virgen Inmaculada, les propuse el camino de Nazaret, el camino del “sí” generoso a Dios, en la memoria agradecida de su llamada y de sus propios orígenes. Un signo fuerte de esta presencia evangélica es el Hospital de Zimpeto, en las afueras de la capital, construido con el esfuerzo de la Comunidad de Sant’Egidio.  En ese hospital he visto que lo más importante son los enfermos, y todos trabajan para los enfermos. Además, no todos pertenecen a la misma religión. La directora de ese hospital en una investigadora, muy buena, una investigadora sobre el SIDA. Es musulmana, pero dirige ese hospital que construyó la Comunidad de Sant’Egidio. Pero todos , todos juntos por el pueblo, unidos, como hermanos. Mi visita a Mozambique culminó con la misa, celebrada en el Estadio bajo la lluvia, pero todos estábamos contentos. Los cantos, las danzas religiosas…tanta felicidad. La lluvia no importaba. Y allí resonó la llamada del Señor Jesús: “Amad a vuestros enemigos” (Lc 6,27), la semilla de la verdadera revolución, la del amor, que extingue la violencia y genera fraternidad.

De Maputo me trasladé  a Antananarivo, la capital de Madagascar. Un país rico en belleza y recursos naturales, pero marcado por tanta pobreza. Manifesté el deseo de que, animado por su tradicional espíritu de solidaridad, el pueblo malgache pueda superar la adversidad y construir un futuro de desarrollo conjugando el respeto por el medio ambiente y la justicia social. Como signo profético en esta dirección, visité la “Ciudad de la Amistad” – Akamasoa, fundada por un misionero lazarista, el Padre Pedro Opeka: allí se trata de unir trabajo, dignidad,  atención a los más pobres, instrucción de los niños. Todo animado por el Evangelio. En Akamasoa, en la cantera de granito, elevé a Dios la Oración por los trabajadores.
Luego tuve un encuentro con las monjas contemplativas de diversas congregaciones en el monasterio de las Carmelitas: efectivamente, sin fe y sin oración no se construye  una ciudad digna del hombre. Con los obispos del país renovamos nuestro compromiso de ser “sembradores de paz y esperanza”, cuidando del pueblo de Dios, especialmente de los pobres, y de nuestros presbíteros. Juntos veneramos a la beata Victoire Rasoamanarivo, la primera malgache elevada a los altares. Con los jóvenes, que eran muy numerosos, -tantos jóvenes, en aquella vigilia, tantos, tantos- viví una vigilia rica en testimonios, cantos y bailes.
En Antananarivo  se celebró la Eucaristía dominical en el gran “Campo Diocesano”: grandes multitudes se reunieron en torno al Señor Jesús. Y finalmente, en el Instituto Saint-Michel, me encontré con los sacerdotes, los las consagradas, los consagrados y los seminaristas de Madagascar. Un encuentro en el signo de la alabanza a Dios.
La jornada del lunes estuvo dedicada a la visita a la República de Mauricio, una meta turística muy conocida, pero que elegí como lugar de integración entre diferentes etnias y culturas. Efectivamente, en los últimos dos siglos, han desembarcado en ese archipiélago, diferentes poblaciones especialmente de la India; y después de la independencia ha experimentado un fuerte desarrollo económico y social. Allí es muy fuerte el diálogo interreligioso y también la amistad entre los jefes de las diversas confesiones religiosas. Algo que a nosotros nos parecería raro, pero ellos viven así la amistad que es natural. Cuando entré en el episcopio, encontré un ramo de flores, precioso: lo había mandado el Gran Imam como señal de hermandad.
La santa misa en Mauricio se celebró en el Monumento a María Reina de la Paz, en memoria del beato Jacques-Désiré Laval, conocido como  el “apóstol de la unidad mauriciana”. El Evangelio de las Bienaventuranzas, carnet de identidad de los discípulos de Cristo, en este contexto es un antídoto contra la tentación del bienestar egoísta y discriminatorio. El Evangelio y las Bienaventuranzas son el antídoto contra este bienestar egoísta y discriminatorio, y también el fermento de la verdadera felicidad, impregnada de misericordia, justicia y paz. Me impresionó el trabajo de los obispos para evangelizar a los pobres. Más tarde, en mi encuentro con las autoridades de Mauricio, expresé mi agradecimiento por el esfuerzo de armonizar las diferencias en un proyecto común, y las alenté a que mantuvieran en nuestro tiempo su capacidad de acoger a las personas así como sus esfuerzos por mantener y desarrollar la vida democrática.

Así, ayer por la tarde llegué al Vaticano. Antes de empezar un viaje y a la vuelta, voy siempre a visitar a la Virgen, la Salus Populi Romani, para que me acompañe en el viaje, como Madre, para que me diga que tengo que hacer, para que custodie mis palabras y mis gestos. Con la Virgen voy seguro.
Queridos hermanos y hermanas, demos gracias a Dios y pidámosle que las semillas arrojadas en este camino apostólico den frutos abundantes para los pueblos de Mozambique, Madagascar y Mauricio. Gracias.
11.09.19




El Papa promueve evento mundial para “reconstruir el pacto educativo global”

Mensaje del Pontífice

(12 sept. 2019).- El Papa Francisco ha lanzado un mensaje –por escrito y en video— para promover un evento mundial para el día 14 de mayo de 2020, que tendrá como tema: “Reconstruir el pacto educativo global”, informa la Oficina de Prensa de la Santa Sede, este jueves, 12 de septiembre de 2019.
Se trata de un encuentro para “reavivar el compromiso por y con las jóvenes generaciones”, renovando la “pasión por una educación más abierta e incluyente, capaz de la escucha paciente, del diálogo constructivo y de la mutua comprensión”, explica el Pontífice.
Hoy más que nunca, es “necesario” unir los esfuerzos por una alianza educativa amplia “para formar personas maduras, capaces de superar fragmentaciones y contraposiciones y reconstruir el tejido de las relaciones por una humanidad más fraterna”, expone.
La educación afronta la llamada rapidación, –observa Francisco– que encarcela la existencia en el vórtice de la velocidad tecnológica y digital, cambiando continuamente los puntos de referencia.
Sin embargo, cada cambio necesita un camino educativo que involucre a todos”. Para ello, el Santo Padre propone construir una “aldea de la educación” donde se comparta en la diversidad el “compromiso por generar una red de relaciones humanas y abiertas”, y cuyo terreno esté “saneado de la discriminación con la introducción de la fraternidad”, como sostuvo en el Documento que firmó con el Gran Imán de Al-Azhar, en Abu Dabi, el pasado 4 de febrero.
Sigue el mensaje del Santo Padre Francisco para el lanzamiento del Pacto Educativo, evento mundial que tendrá lugar el 14 de mayo de 2020 y cuyo tema es “Reconstruir el pacto educativo global”.
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Mensaje del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas:
En la Encíclica Laudato si’ invité a todos a colaborar en el cuidado de nuestra casa común, afrontando juntos los desafíos que nos interpelan. Después de algunos años, renuevo la invitación para dialogar sobre el modo en que estamos construyendo el futuro del planeta y sobre la necesidad de invertir los talentos de todos, porque cada cambio requiere un camino educativo que haga madurar una nueva solidaridad universal y una sociedad más acogedora.
Por este motivo deseo promover un evento mundial para el día 14 de mayo de 2020, que tendrá como tema: “Reconstruir el pacto educativo global”; un encuentro para reavivar el compromiso por y con las jóvenes generaciones, renovando la pasión por una educación más abierta e incluyente, capaz de la escucha paciente, del diálogo constructivo y de la mutua comprensión. Hoy más que nunca, es necesario unir los esfuerzos por una alianza educativa amplia para formar personas maduras, capaces de superar fragmentaciones y contraposiciones y reconstruir el tejido de las relaciones por una humanidad más fraterna.
El mundo contemporáneo está en continua transformación y se encuentra atravesado por múltiples crisis. Vivimos un cambio de época: una metamorfosis no sólo cultural sino también antropológica que genera nuevos lenguajes y descarta, sin discernimiento, los paradigmas que la historia nos ha dado. La educación afronta la llamada rapidación, que encarcela la existencia en el vórtice de la velocidad tecnológica y digital, cambiando continuamente los puntos de referencia. En este contexto, la identidad misma pierde consistencia y la estructura psicológica se desintegra ante una mutación incesante que «contrasta la natural lentitud de la evolución biológica» (Carta enc. Laudato si’, 18).
Sin embargo, cada cambio necesita un camino educativo que involucre a todos. Para ello se requiere construir una “aldea de la educación” donde se comparta en la diversidad el compromiso por generar una red de relaciones humanas y abiertas. Un proverbio africano dice que “para educar a un niño se necesita una aldea entera”. Por lo tanto, debemos construir esta aldea como condición para educar. El terreno debe estar saneado de la discriminación con la introducción de la fraternidad, como sostuve en el Documento que firmé con el Gran Imán de Al-Azhar, en Abu Dabi, el pasado 4 de febrero.
En una aldea así es más fácil encontrar la convergencia global para una educación que sea portadora de una alianza entre todos los componentes de la persona: entre el estudio y la vida; entre las generaciones; entre los docentes, los estudiantes, las familias y la sociedad civil con sus expresiones intelectuales, científicas, artísticas, deportivas, políticas, económicas y solidarias. Una alianza entre los habitantes de la Tierra y la “casa común”, a la que debemos cuidado y respeto. Una alianza que suscite paz, justicia y acogida entre todos los pueblos de la familia humana, como también de diálogo entre las religiones.
Para alcanzar estos objetivos globales, el camino común de la “aldea de la educación” debe llevar a dar pasos importantes. En primer lugar, tener la valentía de colocar a la persona en el centro. Para esto se requiere firmar un pacto que anime los procesos educativos formales e informales, que no pueden ignorar que todo en el mundo está íntimamente conectado y que se necesita encontrar —a partir de una sana antropología— otros modos de entender la economía, la política, el crecimiento y el progreso. En un itinerario de ecología integral, se debe poner en el centro el valor propio de cada criatura, en relación con las personas y con la realidad que las circunda, y se propone un estilo de vida que rechace la cultura del descarte.
Otro paso es la valentía de invertir las mejores energías con creatividad y responsabilidad. La acción propositiva y confiada abre la educación hacia una planificación a largo plazo, que no se detenga en lo estático de las condiciones. De este modo tendremos personas abiertas, responsables, disponibles para encontrar el tiempo para la escucha, el diálogo y la reflexión, y capaces de construir un tejido de relaciones con las familias, entre las generaciones y con las diversas expresiones de la sociedad civil, de modo que se componga un nuevo humanismo.
Otro paso es la valentía de formar personas disponibles que se pongan al servicio de la comunidad. El servicio es un pilar de la cultura del encuentro: «Significa inclinarse hacia quien tiene necesidad y tenderle la mano, sin cálculos, sin temor, con ternura y comprensión, como Jesús se inclinó a lavar los pies a los apóstoles. Servir significa trabajar al lado de los más necesitados, establecer con ellos ante todo relaciones humanas, de cercanía, vínculos de solidaridad»1. En el servicio experimentamos que hay más alegría en dar que en recibir (cf. Hch 20,35). En esta perspectiva, todas las instituciones deben interpelarse sobre la finalidad y los métodos con que desarrollan la propia misión formativa.
Por esto, deseo encontrar en Roma a todos vosotros que, de diversos modos, trabajáis en el campo de la educación en los diferentes niveles disciplinares y de la investigación. Os invito a promover juntos y a impulsar, a través de un pacto educativocomún, aquellas dinámicas que dan sentido a la historia y la transforman de modo positivo. Junto a vosotros, apelo a las personalidades públicas que a nivel mundial ocupan cargos de responsabilidad y se preocupan por el futuro de las nuevas generaciones. Confío en que aceptarán mi invitación. Apelo también a vosotros, jóvenes, para que participéis en el encuentro y para que sintáis la responsabilidad de construir un mundo mejor. La cita es para el día 14 de mayo de 2020, en Roma, en el Aula Pablo VI del Vaticano. Una serie de seminarios temáticos, en diferentes instituciones, acompañarán la preparación del evento.
Busquemos juntos las soluciones, iniciemos procesos de transformación sin miedo y miremos hacia el futuro con esperanza. Invito a cada uno a ser protagonista de esta alianza, asumiendo un compromiso personal y comunitario para cultivar juntos el sueño de un humanismo solidario, que responda a las esperanzas del hombre y al diseño de Dios.
Os espero y desde ahora os saludo y bendigo.
Vaticano, 12 de septiembre de 2019
FRANCISCO
12.09.19






El Papa dona reliquias de san Pedro al Patriarca de Constantinopla Bartolomé

Carta del Papa

(13 sept. 2019).- El Francisco ha enviado a Su Santidad Bartolomé I, arzobispo de Constantinopla y Patriarca ecuménico, una carta en la que explica el significado del don que entregó a su delegación ecuménica durante la festividad de los santos Pedro y Pablo: un relicario que contiene 9 fragmentos de los huesos del apóstol Pedro, parte de un gran grupo conservado en la necrópolis del Vaticano.
Es precisamente este relicario que contiene los nueve fragmentos de los huesos del Apóstol el que he querido entregar a Su Santidad y a la amada Iglesia de Constantinopla que Usted preside con tanta devoción” escribe Francisco a Bartolomé en la carta.
En el regalo de Francisco a Bartolomé, el 29 de junio de 2019, solemnidad de Pedro y Pablo, también está el aliento de Pablo VI. “Fue el Papa Montini, después de estar convencido de la identificación de esos restos óseos, que colocó los 19 cajones en 1968, donde se encuentran hoy día. De este importante grupo hizo sacar a 9, contenidos en un cajón de bronce, destinados a la capilla privada del departamento papal en el palacio apostólico”, apunta Vatican News.
Abierto en el altar de San Pedro, al final del Año de la Fe, el 24 de noviembre de 2013, a instancias de Francisco, el cajón se colocó al lado del altar.
Reliquias del apóstol Andrés
El líder de la Iglesia Católica relata al líder de la Iglesia Ortodoxa de Constantinopla que “sintió” que tendría un significado importante que algunos fragmentos de las reliquias del apóstol Pedro fueran colocados junto a las reliquias del apóstol Andrés, que es venerado como el patrono celestial de la Iglesia de Constantinopla.
La reunificación de las reliquias de los dos apóstoles puede ser también un recordatorio y un estímulo constante para que, en este camino en curso, nuestras diferencias no sean ya un obstáculo a nuestro testimonio común y a nuestra misión evangelizadora al servicio de la familia humana”, indica Francisco.
A continuación, ofrecemos la carta enviada por el Papa Francisco a Patriarca de Constantinopla Bartolomé.
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Carta del Papa Francisco
Santidad, querido Hermano,
Con profundo afecto y cercanía espiritual, le envío mis cordiales deseos de gracia y de paz en el amor del Señor Resucitado. En las últimas semanas, he pensado a menudo en escribirle para explicarle con más detalle el don de algunos fragmentos de las reliquias del apóstol Pedro que ofrecí a Su Santidad a través de la distinguida delegación del Patriarcado Ecuménico encabezada por el arzobispo Job de Telmessos, que participó en la fiesta patronal de la Iglesia de Roma.
Santidad, usted sabe bien que la tradición ininterrumpida de la Iglesia Romana siempre ha testificado que el apóstol Pedro, después de su martirio en el Circo de Nerón, fue enterrado en la necrópolis adyacente de la Colina del Vaticano. Su tumba pronto se convirtió en meta de peregrinación para los fieles de todas partes del mundo cristiano. Más tarde, el emperador Constantino hizo erigir la Basílica Vaticana dedicada a San Pedro en el lugar de la tumba del apóstol.
En junio de 1939, inmediatamente después de su elección, mi predecesor, Pío XII, decidió comenzar las excavaciones bajo la Basílica Vaticana. La obra condujo inicialmente al descubrimiento del lugar exacto de la sepultura del Apóstol y luego, en 1952, al descubrimiento, bajo el altar mayor de la Basílica, de una hornacina funeraria junto a una pared roja que data del año 150 y que está cubierta de numerosos y preciosos graffiti, entre ellos uno de importancia fundamental que dice, en griego, Πέτρος ενι .Este nicho contenía huesos que pueden considerarse razonablemente los del apóstol Pedro. De estas reliquias, que ahora se conservan en la Necrópolis bajo la basílica de San Pedro, el santo Papa Pablo VI quiso conservar nueve fragmentos para la capilla privada del apartamento papal del Palacio Apostólico.
Estos nueve fragmentos fueron colocados en un relicario de bronce con la inscripción Ex ossibus quae in Archibasilicae Vaticanae hypogeo inventa Beati Petri apostoli esse putantur: “Huesos encontrados en la tierra bajo la Basílica Vaticana, que se cree que son los huesos de San Pedro Apóstol”. Es precisamente este relicario que contiene los nueve fragmentos de los huesos del Apóstol el que he querido entregar a Su Santidad y a la amada Iglesia de Constantinopla que Usted preside con tanta devoción.
Mientras reflexionaba sobre nuestra mutua determinación de avanzar juntos hacia la plena comunión, y mientras daba gracias a Dios por los progresos realizados hasta ahora, desde que -hace más de 50 años- nuestros venerables predecesores se reunieron en Jerusalén, recordé el regalo que el patriarca Atenágoras hizo al Papa Pablo VI: un icono que representaba a los dos hermanos Pedro y Andrés mientras se abrazaban, unidos en la fe y en el amor a su común Señor. Este icono, que por voluntad del Papa Pablo VI se expone ahora en el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, se ha convertido para nosotros en un signo profético de la restauración de esa comunión visible entre nuestras Iglesias a la que aspiramos y por la que oramos y trabajamos fervientemente. Por lo tanto, en la paz que viene de la oración, sentí que tendría un significado importante que algunos fragmentos de las reliquias del apóstol Pedro fueran colocados junto a las reliquias del apóstol Andrés, que es venerado como el patrono celestial de la Iglesia de Constantinopla.
Creo que este pensamiento me venga del Espíritu Santo, que de tantas maneras urge a los cristianos a redescubrir la plena comunión por la que Nuestro Señor Jesucristo había orado en vísperas de su gloriosa Pasión (cf. Jn 17, 21).
Este gesto quiere ser una confirmación del camino que nuestras Iglesias han emprendido para acercarse unas a otras: un camino que a veces es exigente y difícil, pero que va acompañado de claros signos de la gracia de Dios. Continuar este camino requiere sobre todo una conversión espiritual y una renovada fidelidad al Señor, que quiere de nosotros un mayor compromiso y pasos nuevos y valientes. Las dificultades y los desacuerdos -ahora y en el futuro- no deben distraernos de nuestro deber y responsabilidad como cristianos, y en particular como pastores de la Iglesia, ante Dios y ante la historia.
La reunificación de las reliquias de los dos apóstoles puede ser también un recordatorio y un estímulo constante para que, en este camino en curso, nuestras diferencias no sean ya un obstáculo a nuestro testimonio común y a nuestra misión evangelizadora al servicio de la familia humana, que hoy está tentada de construir un futuro puramente mundano, un futuro sin Dios.
Santidad, amado hermano, es de gran consuelo para mí compartir estos pensamientos con Usted. Con la esperanza de volver a encontrarle lo antes posible, le pido que rece por mí y me bendiga, mientras intercambio con Su Santidad un abrazo fraterno de paz.
Vaticano, 30 de agosto de 2019
14.09.19




Ángelus: “Vencer al mal acogiendo el perdón de Dios”

Palabras del Papa antes de la oración mariana


(15 septiembre 2019).- A las 12 del mediodía de hoy, el Santo Padre Francisco se asoma a la ventana del estudio del
Palacio Apostólico Vaticano para recitar el Ángelus con los fieles y los peregrinos reunidos en la Plaza San Pedro en este 24º domingo del Tiempo Ordinario.
Estas son las palabras del Papa al introducir la oración mariana:
Palabras del Papa antes del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de hoy (Lc 15, 1-32) comienza con algunos que critican a Jesús, viéndolo en compañía de publicanos y pecadores, y dicen con desprecio: “Él acoge a los pecadores y come con ellos” (v.2). Esta frase se revela en realidad como un anuncio maravilloso. Jesús acoge a los pecadores y come con ellos. Esto es lo que sucede con nosotros, en cada Misa, en cada iglesia: Jesús se alegra de acogernos en su mesa donde se ofrece así mismo por nosotros. Es la frase que podríamos escribir en las puertas de la nuestras iglesias: “Aquí Jesús acoge a los pecadores y los invita a su mesa”. Y el Señor, respondiendo a aquellos que lo criticaban, cuenta tres maravillosas parábolas, que muestran su predilección por los que se sienten lejos de Él.
Hoy sería lindo que cada uno de ustedes tomara el Evangelio, el Evangelio de Lucas, capítulo 15, y leyera las tres parábolas. Son estupendas.
En la primera parábola dice: “¿Quién de ustedes, si tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja a las noventa y nueve en el desierto y va tras la descarriada hasta que la encuentra?” (v. 4) ¿Quién de ustedes? Una persona con sentido común no hace dos cálculos y sacrifica uno para mantener las noventa y nueve. Dios, en cambio, no se resigna, a Él le importas tú, que todavía no conoces la belleza de su amor, tú que todavía no has acogido a Jesús en el centro de tu vida, tú que no logras superar tu pecado, tú que quizás por las cosas malas que han acaecido en tu vida, no crees en el amor.
En la segunda parábola, tú eres esa pequeña moneda que el Señor no se resigna a perder y busca sin cesar: quiere decirte que eres precioso a sus ojos, que eres único. Nadie puede sustituirte en el corazón de Dios. Tienes un lugar, eres tú, nadie puede sustituirte; y tampoco a mí, nadie puede sustituirme en el corazón de Dios.
Y en la tercera parábola Dios es padre que espera el regreso del hijo pródigo: Dios siempre nos espera, no se cansa, no se desanima. Porque somos nosotros, cada uno de nosotros, ese hijo en sus brazos de nuevo, esa moneda encontrada de nuevo, esa oveja acariciada y puesta sobre los hombros. Él espera cada día que nos demos cuenta de su amor. Si tú dices: “Pero yo me he equivocado demasiado!” No tengas miedo: Dios te ama, te ama como eres y sabe que sólo su amor puede cambiar tu vida.
Pero este amor infinito de Dios por nosotros pecadores, que es el corazón del Evangelio, puede ser rechazado. Eso es lo que hace el hijo mayor de la parábola. No entiende la parábola y tiene en mente más a un dueño que a un padre. Es un riesgo para nosotros también: creer en un dios que es más riguroso que misericordioso, un dios que derrota al mal con poder en vez de con perdón. No es así, Dios salva con el amor, no con la fuerza; proponiéndose, no imponiéndose. Pero el hijo mayor, que no acepta la misericordia de su padre, se encierra, comete un error peor: se presume justo, se presume traicionado y juzga todo en base de su pensamiento de justicia. Así se enoja con el hermano y reprocha al padre: “Y ahora que ese hijo tuyo  ha vuelto, haces matar para él el ternero engordado” (cf. v. 30).
Este hijo tuyo”: no lo llama hermano, sino tu hijo. Se siente hijo único. También nosotros nos equivocamos cuando nos creemos justos, cuando pensamos que los malos son los otros. No nos creamos buenos porque solos, sin la ayuda de Dios, que es bueno, no sabemos vencer el mal. Hoy no se olviden, tomen el Evangelio y lean las tres parábolas de Lucas, capítulo 15. Les hará bien, será salud para ustedes.
¿Cómo se hace para vencer el mal? Acogiendo el perdón de Dios, acogiendo el perdón de los hermanos. Sucede cada vez que nos confesamos: allí recibimos el amor del Padre que vence nuestro pecado: ya no está más, Dios lo olvida. Dios, cuando perdona, pierde la memoria, se olvida de nuestros pecados, se olvida. Es tan buen Dios con nosotros! No como nosotros, que después de decir “No es nada”, a la primera oportunidad que acordamos con intereses de los males que hemos sufrido. No, Dios borra el mal, nos hace nuevos dentro y así hace renacer la alegría en nosotros, no la tristeza, no la oscuridad en el corazón, no la sospecha, la alegría.
Hermanos y hermanas, coraje, ánimo, con Dios, ningún pecado tiene la última palabra. La Virgen, que desata los nudos de la vida, nos libere de la pretensión de creer que somos justos y nos haga sentir la necesidad de ir hacia el Señor, que siempre nos espera para abrazarnos, para perdonarnos.

Rusia y Ucrania: El Papa saluda el intercambio de prisioneros


Y desea el fin del conflicto


(15 septiembre 2019).- El Papa Francisco alabó el intercambio de prisioneros “tan esperado” entre la Federación de Rusia y de Ucrania, realizada el 7 de septiembre de 2019.
Él habló sobre este gesto en el Ángelus del 15 de septiembre que presidió en la Plaza de San Pedro: “Me alegro por las personas liberadas, que han podido abrazar a sus seres queridos nuevamente”, dijo después de la oración mariana.
El Papa también aseguró sus oraciones “por un rápido final del conflicto y por una paz duradera en el este de Ucrania”.
Después de varios meses de negociaciones, Moscú y Kiev intercambiaron a 35 detenidos cada uno, incluidos marineros ucranianos arrestados por la guardia costera rusa en noviembre de 2018, agentes secretos y presos políticos.
16.09.19








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