El Evangelio, “la levadura más poderosa de fraternidad”
Catequesis completa
Francisco rememora su viaje a
África
(11
sept. 2019).- El Papa Francisco explicó que emprendió su viaje a
África como “peregrino de paz y esperanza” y resaltó que ”la
esperanza del mundo es Cristo, y su Evangelio es la levadura más
poderosa de fraternidad, libertad, justicia y paz para todos los
pueblos” .
Hoy,
11 de septiembre de 2019, en la catequesis de la audiencia general,
el Santo Padre recordó su reciente viaje
apostólico a África,
que tuvo lugar del 4 al 10 de septiembre con Mozambique, Madagascar y
Mauricio como destinos.
Llevar
“la levadura de Jesús”
En
su catequesis de hoy, Francisco hizo un repaso sobre los principales
actos que presidió en los tres países, así como sobre los mensajes
que dedicó a los ciudadanos de cada nación.
De
este modo, en primer lugar, indicó que a través de su visita y
“siguiendo las huellas de los santos evangelizadores”, trató de
llevar la mencionada “levadura de Jesús” a los mozambiqueños,
malgaches y mauricianos.
Mozambique
El
Pontífice describió que, ante el prolongado proceso de paz que vive
el país y el reciente azote de los ciclones Idai y Kenneth, acudió
a Mozambique para “esparcir semillas de esperanza, paz y
reconciliación”,
Asimismo,
expuso que la Iglesia sigue acompañando dicho proceso de paz, que
avanzó el pasado 1 de agosto con un nuevo acuerdo entre las dos
partes, y agradeció el trabajo realizado por la Comunidad San Egidio
frente a este asunto.
El
programa en Mozambique culminó con una Misa en el Estadio Zimpeto,
en el que, bajo la lluvia, “resonó la llamada del Señor Jesús:
“Amad a vuestros enemigos” (Lc 6,27), la semilla de la verdadera revolución,
la del amor, que extingue la violencia y genera fraternidad”,
apuntó el Pontífice.
Madagascar
En
este país, “rico en belleza y recursos naturales” y a la vez
marcado por la pobreza, el Obispo de Roma manifestó su deseo
de que la población malgache “pueda superar la adversidad y
construir un futuro de desarrollo conjugando el respeto por el medio
ambiente y la justicia social”.
“Como
signo profético de esta dirección”, el Papa Francisco visitó la
Ciudad de la Amistad-Akamasoa, pues se trata de ”un lugar que
atiende a los más pobres unir trabajo, dignidad, atención a
los más pobres, instrucción de los niños. Todo animado por el
Evangelio”.
Mauricio
En
cuanto a la República de Mauricio, definida por el Santo Padre como
un “lugar de integración entre diferentes etnias y culturas”,
destacó la fuerza del “diálogo interreligioso y también la
amistad entre los jefes de las diversas confesiones religiosas”,
algo “natural” allí.
Como
ejemplo de ello, se refirió al detalle del Gran Imán, que le dejó
un ramo de flores en el episcopado “como señal de hermandad”.
La
Santa Misa en Mauricio se celebró en el Monumento a María Reina de
la Paz, en la fiesta del beato Jacques-Désiré Laval, conocido como
el “apóstol de la unidad mauriciana”.
En
esta homilía, Francisco propuso las bienaventuranzas como el “carnet
de identidad de los discípulos de Cristo” y el “antídoto contra
este bienestar egoísta y discriminatorio, y también el fermento de
la verdadera felicidad, impregnada de misericordia, justicia y paz”.
Finalmente,
el Pontífice invitó a dar gracias a Dios y a pedir “que las
semillas arrojadas en este camino apostólico den frutos abundantes
para los pueblos de Mozambique, Madagascar y Mauricio”.
A
continuación, reproducimos la catequesis completa del Papa
Francisco.
***
Catequesis
del Santo Padre
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Ayer
tarde volví de mi viaje apostólico a Mozambique, Madagascar y
Mauricio. Doy gracias a Dios porque me ha concedido llevar a cabo
este itinerario como peregrino
de paz y de esperanza,
y renuevo la expresión de mi gratitud a las respectivas autoridades
de estos Estados, así como a los obispos, que me han invitado y
acogido con tanto cariño y atenciones, y a los nuncios apostólicos,
que tanto han trabajado para este viaje.
La
esperanza del mundo es Cristo, y su Evangelio es la levadura más
poderosa de fraternidad, libertad, justicia y paz para todos los
pueblos. Con mi visita, siguiendo las huellas de los santos
evangelizadores, traté de llevar esta levadura, la levadura de
Jesús, a las poblaciones mozambiqueñas, malgaches y
mauricianas.
En Mozambique
fui
a esparcir semillas de esperanza, paz y reconciliación en una tierra
que tanto ha sufrido en el pasado reciente a causa de un largo
conflicto armado, y que la primavera pasada fue azotada por dos
ciclones que causaron daños muy graves. La Iglesia sigue acompañando
el proceso de paz, que también dio un paso adelante el pasado 1 de
agosto con un nuevo Acuerdo entre las partes. Y aquí quisiera
detenerme para dar las gracias a la Comunidad de Sant’Egidio que ha
trabajado tanto, tanto en este proceso de paz.
Animé
a las autoridades
del país en este sentido, exhortándolas a
trabajar juntas por el bien común. Y animé a los jóvenes
de diferentes orígenes religiosos allí reunidos a construir el
país, superando la resignación y la ansiedad, difundiendo la
amistad social y atesorando las tradiciones de los ancianos.
A los
obispos, sacerdotes y personas consagradas que
encontré en la catedral de Maputo, dedicada a la Virgen Inmaculada,
les propuse el camino de Nazaret, el camino del “sí” generoso a
Dios, en la memoria agradecida de su llamada y de sus propios
orígenes. Un signo fuerte de esta presencia evangélica es el
Hospital de Zimpeto, en las afueras de la capital, construido con el
esfuerzo de la Comunidad de Sant’Egidio. En ese hospital he
visto que lo más importante son los enfermos, y todos trabajan para
los enfermos. Además, no todos pertenecen a la misma religión. La
directora de ese hospital en una investigadora, muy buena, una
investigadora sobre el SIDA. Es musulmana, pero dirige ese hospital
que construyó la Comunidad de Sant’Egidio. Pero todos , todos
juntos por el pueblo, unidos, como hermanos. Mi visita a Mozambique
culminó con la misa, celebrada
en el Estadio bajo la lluvia, pero todos estábamos contentos. Los
cantos, las danzas religiosas…tanta felicidad. La lluvia no
importaba. Y allí resonó la llamada del Señor Jesús: “Amad a
vuestros enemigos” (Lc 6,27), la semilla de la verdadera
revolución, la del amor, que extingue la violencia y genera
fraternidad.
De
Maputo me trasladé a Antananarivo, la capital de Madagascar.
Un país rico en belleza y recursos naturales, pero marcado por tanta
pobreza. Manifesté el deseo de que, animado por su tradicional
espíritu de solidaridad, el pueblo malgache pueda superar la
adversidad y construir un futuro de desarrollo conjugando el respeto
por el medio ambiente y la justicia social. Como signo profético en
esta dirección, visité la “Ciudad
de la Amistad” – Akamasoa,
fundada por un misionero lazarista, el Padre Pedro Opeka: allí se
trata de unir trabajo, dignidad, atención a los más pobres,
instrucción de los niños. Todo animado por el Evangelio. En
Akamasoa, en la cantera de granito, elevé a Dios la Oración
por los trabajadores.
Luego
tuve un encuentro con las monjas
contemplativas de
diversas congregaciones en el monasterio de las Carmelitas:
efectivamente, sin fe y sin oración no se construye una ciudad
digna del hombre. Con los obispos del
país renovamos nuestro compromiso de ser “sembradores de paz y
esperanza”, cuidando del pueblo de Dios, especialmente de los
pobres, y de nuestros presbíteros. Juntos veneramos a la beata
Victoire Rasoamanarivo, la primera malgache elevada a los altares.
Con los jóvenes,
que eran muy numerosos, -tantos jóvenes, en aquella vigilia, tantos,
tantos- viví una vigilia rica en testimonios, cantos y bailes.
En
Antananarivo se celebró la Eucaristía
dominical en
el gran “Campo Diocesano”: grandes multitudes se reunieron en
torno al Señor Jesús. Y finalmente, en el Instituto Saint-Michel,
me encontré con los
sacerdotes, los las consagradas, los consagrados y los
seminaristas de
Madagascar. Un encuentro en el signo de la alabanza a Dios.
La
jornada del lunes estuvo dedicada a la visita a la República de
Mauricio, una meta turística muy conocida, pero que elegí como
lugar de integración entre diferentes etnias y culturas.
Efectivamente, en los últimos dos siglos, han desembarcado en ese
archipiélago, diferentes poblaciones especialmente de la India; y
después de la independencia ha experimentado un fuerte desarrollo
económico y social. Allí es muy fuerte el diálogo interreligioso y
también la amistad entre los jefes de las diversas confesiones
religiosas. Algo que a nosotros nos parecería raro, pero ellos viven
así la amistad que es natural. Cuando entré en el episcopio,
encontré un ramo de flores, precioso: lo había mandado el Gran Imam
como señal de hermandad.
La santa
misa en
Mauricio se celebró en el Monumento a María Reina de la Paz, en
memoria del beato Jacques-Désiré Laval, conocido como el
“apóstol de la unidad mauriciana”. El Evangelio de las
Bienaventuranzas, carnet de identidad de los discípulos de Cristo,
en este contexto es un antídoto contra la tentación del bienestar
egoísta y discriminatorio. El Evangelio y las Bienaventuranzas son
el antídoto contra este bienestar egoísta y discriminatorio, y
también el fermento de la verdadera felicidad, impregnada de
misericordia, justicia y paz. Me impresionó el trabajo de los
obispos para evangelizar a los pobres. Más tarde, en mi encuentro
con las autoridades de Mauricio, expresé mi agradecimiento por el
esfuerzo de armonizar las diferencias en un proyecto común, y las
alenté a que mantuvieran en nuestro tiempo su capacidad de acoger a
las personas así como sus esfuerzos por mantener y desarrollar la
vida democrática.
Así,
ayer por la tarde llegué al Vaticano. Antes de empezar un viaje y a
la vuelta, voy siempre a visitar a la Virgen, la Salus
Populi Romani,
para que me acompañe en el viaje, como Madre, para que me diga que
tengo que hacer, para que custodie mis palabras y mis gestos. Con la
Virgen voy seguro.
Queridos
hermanos y hermanas, demos gracias a Dios y pidámosle que las
semillas arrojadas en este camino apostólico den frutos abundantes
para los pueblos de Mozambique, Madagascar y Mauricio. Gracias.
11.09.19
El Papa promueve evento mundial para “reconstruir el pacto educativo global”
Mensaje del Pontífice
(12
sept. 2019).- El Papa Francisco ha lanzado un mensaje –por escrito
y en video—
para promover un evento mundial para el día 14 de mayo de 2020, que
tendrá como tema: “Reconstruir
el pacto educativo global”,
informa la Oficina de Prensa de la Santa Sede, este jueves, 12 de
septiembre de 2019.
Se
trata de un encuentro para “reavivar el compromiso por y con las
jóvenes generaciones”, renovando la “pasión por una
educación más abierta e incluyente, capaz de la escucha paciente,
del diálogo constructivo y de la mutua comprensión”, explica el
Pontífice.
Hoy
más que nunca, es “necesario” unir los esfuerzos por una alianza
educativa amplia “para formar personas maduras, capaces de
superar fragmentaciones y contraposiciones y reconstruir el tejido de
las relaciones por una humanidad más fraterna”, expone.
La
educación afronta la llamada rapidación, –observa
Francisco– que encarcela la existencia en el vórtice de la
velocidad tecnológica y digital, cambiando continuamente los puntos
de referencia.
“Sin
embargo, cada cambio necesita un camino educativo que involucre a
todos”. Para ello, el Santo Padre propone construir una “aldea de
la educación” donde se comparta en la diversidad el “compromiso
por generar una red de relaciones humanas y abiertas”, y
cuyo terreno esté “saneado de la discriminación con la
introducción de la fraternidad”, como sostuvo en el Documento que
firmó con el Gran Imán de Al-Azhar, en Abu Dabi, el pasado 4 de
febrero.
Sigue
el mensaje del Santo Padre Francisco para el lanzamiento del Pacto
Educativo, evento mundial que tendrá lugar el 14 de mayo de 2020 y
cuyo tema es “Reconstruir el pacto educativo global”.
***
Mensaje
del Santo Padre
Queridos
hermanos y hermanas:
En
la Encíclica Laudato si’ invité a todos a
colaborar en el cuidado de nuestra casa común, afrontando juntos los
desafíos que nos interpelan. Después de algunos años, renuevo la
invitación para dialogar sobre el modo en que estamos construyendo
el futuro del planeta y sobre la necesidad de invertir los talentos
de todos, porque cada cambio requiere un camino educativo que haga
madurar una nueva solidaridad universal y una sociedad más
acogedora.
Por
este motivo deseo promover un evento mundial para el día 14 de mayo
de 2020, que tendrá como tema: “Reconstruir el pacto educativo
global”; un encuentro para reavivar el compromiso por y con las
jóvenes generaciones, renovando la pasión por una educación más
abierta e incluyente, capaz de la escucha paciente, del diálogo
constructivo y de la mutua comprensión. Hoy más que nunca, es
necesario unir los esfuerzos por una alianza educativa amplia
para formar personas maduras, capaces de superar fragmentaciones y
contraposiciones y reconstruir el tejido de las relaciones por una
humanidad más fraterna.
El
mundo contemporáneo está en continua transformación y se encuentra
atravesado por múltiples crisis. Vivimos un cambio de época: una
metamorfosis no sólo cultural sino también antropológica que
genera nuevos lenguajes y descarta, sin discernimiento, los
paradigmas que la historia nos ha dado. La educación afronta la
llamada rapidación, que encarcela la existencia en el
vórtice de la velocidad tecnológica y digital, cambiando
continuamente los puntos de referencia. En este contexto, la
identidad misma pierde consistencia y la estructura psicológica se
desintegra ante una mutación incesante que «contrasta la natural
lentitud de la evolución biológica» (Carta enc. Laudato si’,
18).
Sin
embargo, cada cambio necesita un camino educativo que involucre a
todos. Para ello se requiere construir una “aldea de la educación”
donde se comparta en la diversidad el compromiso por generar una red
de relaciones humanas y abiertas. Un proverbio africano dice que
“para educar a un niño se necesita una aldea entera”. Por lo
tanto, debemos construir esta aldea como condición para educar. El
terreno debe estar saneado de la discriminación con la introducción
de la fraternidad, como sostuve en el Documento que firmé con el
Gran Imán de Al-Azhar, en Abu Dabi, el pasado 4 de febrero.
En
una aldea así es más fácil encontrar la convergencia global para
una educación que sea portadora de una alianza entre todos los
componentes de la persona: entre el estudio y la vida; entre las
generaciones; entre los docentes, los estudiantes, las familias y la
sociedad civil con sus expresiones intelectuales, científicas,
artísticas, deportivas, políticas, económicas y solidarias. Una
alianza entre los habitantes de la Tierra y la “casa común”, a
la que debemos cuidado y respeto. Una alianza que suscite paz,
justicia y acogida entre todos los pueblos de la familia humana, como
también de diálogo entre las religiones.
Para
alcanzar estos objetivos globales, el camino común de la “aldea de
la educación” debe llevar a dar pasos importantes. En primer
lugar, tener la valentía de colocar a la persona en el
centro. Para esto se requiere firmar un pacto que anime los
procesos educativos formales e informales, que no pueden ignorar que
todo en el mundo está íntimamente conectado y que se necesita
encontrar —a partir de una sana antropología— otros modos de
entender la economía, la política, el crecimiento y el progreso. En
un itinerario de ecología integral, se debe poner en el centro el
valor propio de cada criatura, en relación con las personas y con la
realidad que las circunda, y se propone un estilo de vida que rechace
la cultura del descarte.
Otro
paso es la valentía de invertir las mejores energías con
creatividad y responsabilidad. La acción propositiva y confiada abre
la educación hacia una planificación a largo plazo, que no se
detenga en lo estático de las condiciones. De este modo tendremos
personas abiertas, responsables, disponibles para encontrar el tiempo
para la escucha, el diálogo y la reflexión, y capaces de construir
un tejido de relaciones con las familias, entre las generaciones y
con las diversas expresiones de la sociedad civil, de modo que se
componga un nuevo humanismo.
Otro
paso es la valentía de formar personas disponibles que se
pongan al servicio de la comunidad. El servicio es un pilar
de la cultura del encuentro: «Significa inclinarse hacia quien tiene
necesidad y tenderle la mano, sin cálculos, sin temor, con ternura y
comprensión, como Jesús se inclinó a lavar los pies a los
apóstoles. Servir significa trabajar al lado de los más
necesitados, establecer con ellos ante todo relaciones humanas, de
cercanía, vínculos de solidaridad»1.
En el servicio experimentamos que hay más alegría en dar que en
recibir (cf. Hch 20,35). En esta perspectiva, todas
las instituciones deben interpelarse sobre la finalidad y los métodos
con que desarrollan la propia misión formativa.
Por
esto, deseo encontrar en Roma a todos vosotros que, de diversos
modos, trabajáis en el campo de la educación en los diferentes
niveles disciplinares y de la investigación. Os invito a promover
juntos y a impulsar, a través de un pacto educativocomún,
aquellas dinámicas que dan sentido a la historia y la transforman de
modo positivo. Junto a vosotros, apelo a las personalidades públicas
que a nivel mundial ocupan cargos de responsabilidad y se preocupan
por el futuro de las nuevas generaciones. Confío en que aceptarán
mi invitación. Apelo también a vosotros, jóvenes, para que
participéis en el encuentro y para que sintáis la responsabilidad
de construir un mundo mejor. La cita es para el día 14 de mayo de
2020, en Roma, en el Aula Pablo VI del Vaticano. Una serie de
seminarios temáticos, en diferentes instituciones, acompañarán la
preparación del evento.
Busquemos
juntos las soluciones, iniciemos procesos de transformación sin
miedo y miremos hacia el futuro con esperanza. Invito a cada uno a
ser protagonista de esta alianza, asumiendo un compromiso personal y
comunitario para cultivar juntos el sueño de un humanismo solidario,
que responda a las esperanzas del hombre y al diseño de Dios.
Os
espero y desde ahora os saludo y bendigo.
Vaticano,
12 de septiembre de 2019
FRANCISCO
12.09.19
El Papa dona reliquias de san Pedro al Patriarca de Constantinopla Bartolomé
Carta
del Papa
(13
sept. 2019).- El Francisco ha enviado a Su Santidad Bartolomé I,
arzobispo de Constantinopla y Patriarca ecuménico, una carta en la
que explica el significado del don que entregó a su delegación
ecuménica durante la festividad de los santos Pedro y Pablo: un
relicario que contiene 9 fragmentos de los huesos del apóstol Pedro,
parte de un gran grupo conservado en la necrópolis del Vaticano.
“Es
precisamente este relicario que contiene los nueve fragmentos de los
huesos del Apóstol el que he querido entregar a Su Santidad y a la
amada Iglesia de Constantinopla que Usted preside con tanta devoción”
escribe Francisco a Bartolomé en la carta.
En
el regalo de Francisco a Bartolomé, el
29 de junio de 2019, solemnidad
de Pedro y Pablo, también está el aliento de Pablo VI. “Fue el
Papa Montini, después de estar convencido de la identificación de
esos restos óseos, que colocó los 19 cajones en 1968, donde se
encuentran hoy día. De este importante grupo hizo sacar a 9,
contenidos en un cajón de bronce, destinados a la capilla privada
del departamento papal en el palacio apostólico”, apunta Vatican
News.
Abierto
en el altar de San Pedro, al final del Año de la Fe, el 24 de
noviembre de 2013, a instancias de Francisco, el cajón se colocó al
lado del altar.
Reliquias
del apóstol Andrés
El
líder de la Iglesia Católica relata al líder de la Iglesia
Ortodoxa de Constantinopla que “sintió” que tendría un
significado importante que algunos fragmentos de las reliquias del
apóstol Pedro fueran colocados junto a las reliquias del apóstol
Andrés, que es venerado como el patrono celestial de la Iglesia de
Constantinopla.
“La
reunificación de las reliquias de los dos apóstoles puede ser
también un recordatorio y un estímulo constante para que, en este
camino en curso, nuestras diferencias no sean ya un obstáculo a
nuestro testimonio común y a nuestra misión evangelizadora al
servicio de la familia humana”, indica Francisco.
A
continuación, ofrecemos la carta enviada por el Papa Francisco a
Patriarca de Constantinopla Bartolomé.
***
Carta
del Papa Francisco
Santidad,
querido Hermano,
Con
profundo afecto y cercanía espiritual, le envío mis cordiales
deseos de gracia y de paz en el amor del Señor Resucitado. En las
últimas semanas, he pensado a menudo en escribirle para explicarle
con más detalle el don de algunos fragmentos de las reliquias del
apóstol Pedro que ofrecí a Su Santidad a través de la distinguida
delegación del Patriarcado Ecuménico encabezada por el arzobispo
Job de Telmessos, que participó en la fiesta patronal de la Iglesia
de Roma.
Santidad,
usted sabe bien que la tradición ininterrumpida de la Iglesia Romana
siempre ha testificado que el apóstol Pedro, después de su martirio
en el Circo de Nerón, fue enterrado en la necrópolis adyacente de
la Colina del Vaticano. Su tumba pronto se convirtió en meta de
peregrinación para los fieles de todas partes del mundo cristiano.
Más tarde, el emperador Constantino hizo erigir la Basílica
Vaticana dedicada a San Pedro en el lugar de la tumba del apóstol.
En
junio de 1939, inmediatamente después de su elección, mi
predecesor, Pío XII, decidió comenzar las excavaciones bajo la
Basílica Vaticana. La obra condujo inicialmente al descubrimiento
del lugar exacto de la sepultura del Apóstol y luego, en 1952, al
descubrimiento, bajo el altar mayor de la Basílica, de una hornacina
funeraria junto a una pared roja que data del año 150 y que está
cubierta de numerosos y preciosos graffiti, entre ellos uno de
importancia fundamental que dice, en griego, Πέτρος ενι
.Este nicho contenía huesos que pueden considerarse razonablemente
los del apóstol Pedro. De estas reliquias, que ahora se conservan en
la Necrópolis bajo la basílica de San Pedro, el santo Papa Pablo VI
quiso conservar nueve fragmentos para la capilla privada del
apartamento papal del Palacio Apostólico.
Estos
nueve fragmentos fueron colocados en un relicario de bronce con la
inscripción Ex ossibus quae in Archibasilicae Vaticanae
hypogeo inventa Beati Petri apostoli esse putantur: “Huesos
encontrados en la tierra bajo la Basílica Vaticana, que se cree que
son los huesos de San Pedro Apóstol”. Es precisamente este
relicario que contiene los nueve fragmentos de los huesos del Apóstol
el que he querido entregar a Su Santidad y a la amada Iglesia de
Constantinopla que Usted preside con tanta devoción.
Mientras
reflexionaba sobre nuestra mutua determinación de avanzar juntos
hacia la plena comunión, y mientras daba gracias a Dios por los
progresos realizados hasta ahora, desde que -hace más de 50 años-
nuestros venerables predecesores se reunieron en Jerusalén, recordé
el regalo que el patriarca Atenágoras hizo al Papa Pablo VI: un
icono que representaba a los dos hermanos Pedro y Andrés mientras se
abrazaban, unidos en la fe y en el amor a su común Señor. Este
icono, que por voluntad del Papa Pablo VI se expone ahora en el
Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos,
se ha convertido para nosotros en un signo profético de la
restauración de esa comunión visible entre nuestras Iglesias a la
que aspiramos y por la que oramos y trabajamos fervientemente. Por lo
tanto, en la paz que viene de la oración, sentí que tendría un
significado importante que algunos fragmentos de las reliquias del
apóstol Pedro fueran colocados junto a las reliquias del apóstol
Andrés, que es venerado como el patrono celestial de la Iglesia de
Constantinopla.
Creo
que este pensamiento me venga del Espíritu Santo, que de tantas
maneras urge a los cristianos a redescubrir la plena comunión por la
que Nuestro Señor Jesucristo había orado en vísperas de su
gloriosa Pasión (cf. Jn 17, 21).
Este
gesto quiere ser una confirmación del camino que nuestras Iglesias
han emprendido para acercarse unas a otras: un camino que a veces es
exigente y difícil, pero que va acompañado de claros signos de la
gracia de Dios. Continuar este camino requiere sobre todo una
conversión espiritual y una renovada fidelidad al Señor, que quiere
de nosotros un mayor compromiso y pasos nuevos y valientes. Las
dificultades y los desacuerdos -ahora y en el futuro- no deben
distraernos de nuestro deber y responsabilidad como cristianos, y en
particular como pastores de la Iglesia, ante Dios y ante la historia.
La
reunificación de las reliquias de los dos apóstoles puede ser
también un recordatorio y un estímulo constante para que, en este
camino en curso, nuestras diferencias no sean ya un obstáculo a
nuestro testimonio común y a nuestra misión evangelizadora al
servicio de la familia humana, que hoy está tentada de construir un
futuro puramente mundano, un futuro sin Dios.
Santidad,
amado hermano, es de gran consuelo para mí compartir estos
pensamientos con Usted. Con la esperanza de volver a encontrarle lo
antes posible, le pido que rece por mí y me bendiga, mientras
intercambio con Su Santidad un abrazo fraterno de paz.
Vaticano,
30 de agosto de 2019
14.09.19
Ángelus: “Vencer al mal acogiendo el perdón de Dios”
Palabras del Papa antes de la
oración mariana
(15
septiembre 2019).- A las 12 del mediodía de hoy, el Santo Padre
Francisco se asoma a la ventana del estudio del
Palacio Apostólico Vaticano para recitar el Ángelus con los fieles y los peregrinos reunidos en la Plaza San Pedro en este 24º domingo del Tiempo Ordinario.
Palacio Apostólico Vaticano para recitar el Ángelus con los fieles y los peregrinos reunidos en la Plaza San Pedro en este 24º domingo del Tiempo Ordinario.
Estas
son las palabras del Papa al introducir la oración mariana:
Palabras
del Papa antes del Ángelus
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El
Evangelio de hoy (Lc 15, 1-32) comienza con algunos que critican a
Jesús, viéndolo en compañía de publicanos y pecadores, y dicen
con desprecio: “Él acoge a los pecadores y come con ellos”
(v.2). Esta frase se revela en realidad como un anuncio maravilloso.
Jesús acoge a los pecadores y come con ellos. Esto es lo que sucede
con nosotros, en cada Misa, en cada iglesia: Jesús se alegra de
acogernos en su mesa donde se ofrece así mismo por nosotros. Es la
frase que podríamos escribir en las puertas de la nuestras iglesias:
“Aquí Jesús acoge a los pecadores y los invita a su mesa”. Y el
Señor, respondiendo a aquellos que lo criticaban, cuenta tres
maravillosas parábolas, que muestran su predilección por los que se
sienten lejos de Él.
Hoy
sería lindo que cada uno de ustedes tomara el Evangelio, el
Evangelio de Lucas, capítulo 15, y leyera las tres parábolas. Son
estupendas.
En
la primera parábola dice: “¿Quién de ustedes, si tiene cien
ovejas y pierde una de ellas, no deja a las noventa y nueve en el
desierto y va tras la descarriada hasta que la encuentra?” (v. 4)
¿Quién de ustedes? Una persona con sentido común no hace dos
cálculos y sacrifica uno para mantener las noventa y nueve. Dios, en
cambio, no se resigna, a Él le importas tú, que todavía no conoces
la belleza de su amor, tú que todavía no has acogido a Jesús en el
centro de tu vida, tú que no logras superar tu pecado, tú que
quizás por las cosas malas que han acaecido en tu vida, no crees en
el amor.
En
la segunda parábola, tú eres esa pequeña moneda que el Señor no
se resigna a perder y busca sin cesar: quiere decirte que eres
precioso a sus ojos, que eres único. Nadie puede sustituirte en el
corazón de Dios. Tienes un lugar, eres tú, nadie puede sustituirte;
y tampoco a mí, nadie puede sustituirme en el corazón de Dios.
Y
en la tercera parábola Dios es padre que espera el regreso del hijo
pródigo: Dios siempre nos espera, no se cansa, no se desanima.
Porque somos nosotros, cada uno de nosotros, ese hijo en sus brazos
de nuevo, esa moneda encontrada de nuevo, esa oveja acariciada y
puesta sobre los hombros. Él espera cada día que nos demos cuenta
de su amor. Si tú dices: “Pero yo me he equivocado demasiado!”
No tengas miedo: Dios te ama, te ama como eres y sabe que sólo su
amor puede cambiar tu vida.
Pero
este amor infinito de Dios por nosotros pecadores, que es el corazón
del Evangelio, puede ser rechazado. Eso es lo que hace el hijo mayor
de la parábola. No entiende la parábola y tiene en mente más a un
dueño que a un padre. Es un riesgo para nosotros también: creer en
un dios que es más riguroso que misericordioso, un dios que derrota
al mal con poder en vez de con perdón. No es así, Dios salva con el
amor, no con la fuerza; proponiéndose, no imponiéndose. Pero el
hijo mayor, que no acepta la misericordia de su padre, se encierra,
comete un error peor: se presume justo, se presume traicionado y
juzga todo en base de su pensamiento de justicia. Así se enoja con
el hermano y reprocha al padre: “Y ahora que ese hijo tuyo ha
vuelto, haces matar para él el ternero engordado” (cf. v. 30).
“Este
hijo tuyo”: no lo llama hermano, sino tu hijo. Se siente hijo
único. También nosotros nos equivocamos cuando nos creemos justos,
cuando pensamos que los malos son los otros. No nos creamos buenos
porque solos, sin la ayuda de Dios, que es bueno, no sabemos vencer
el mal. Hoy no se olviden, tomen el Evangelio y lean las tres
parábolas de Lucas, capítulo 15. Les hará bien, será salud para
ustedes.
¿Cómo
se hace para vencer el mal? Acogiendo el perdón de Dios, acogiendo
el perdón de los hermanos. Sucede cada vez que nos confesamos: allí
recibimos el amor del Padre que vence nuestro pecado: ya no está
más, Dios lo olvida. Dios, cuando perdona, pierde la memoria, se
olvida de nuestros pecados, se olvida. Es tan buen Dios con nosotros!
No como nosotros, que después de decir “No es nada”, a la
primera oportunidad que acordamos con intereses de los males que
hemos sufrido. No, Dios borra el mal, nos hace nuevos dentro y así
hace renacer la alegría en nosotros, no la tristeza, no la oscuridad
en el corazón, no la sospecha, la alegría.
Hermanos
y hermanas, coraje, ánimo, con Dios, ningún pecado tiene la última
palabra. La Virgen, que desata los nudos de la vida, nos libere de la
pretensión de creer que somos justos y nos haga sentir la necesidad
de ir hacia el Señor, que siempre nos espera para abrazarnos, para
perdonarnos.
Rusia y Ucrania: El Papa saluda el intercambio de prisioneros
Y desea el fin del conflicto
(15
septiembre 2019).- El Papa Francisco alabó el intercambio de
prisioneros “tan esperado” entre la Federación de Rusia y de
Ucrania, realizada el 7 de septiembre de 2019.
Él
habló sobre este gesto en el Ángelus del 15 de septiembre que
presidió en la Plaza de San Pedro: “Me alegro por las personas
liberadas, que han podido abrazar a sus seres queridos nuevamente”,
dijo después de la oración mariana.
El
Papa también aseguró sus oraciones “por un rápido final del
conflicto y por una paz duradera en el este de Ucrania”.
Después
de varios meses de negociaciones, Moscú y Kiev intercambiaron a 35
detenidos cada uno, incluidos marineros ucranianos arrestados por la
guardia costera rusa en noviembre de 2018, agentes secretos y presos
políticos.
16.09.19
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